El análisis sobre el 4 de José Luis Martín Ramos y otros compañeros.

Participan en la discusión (6 y de mayo): José Luis Martín Ramos, Soledad Bengoechea, Miguel Candel y Antonio Navas.

No entro en el análisis del contenido de la campaña, las posiciones, los errores prolongados de la izquierda; sólo hago una comparación de cifras para situar mejor en contexto lo que ha sucedido.
Primero: las autonómicas del 4 de mayo se plantearon de hecho como unas generales, lo hizo el PP y la izquierda nunca fue capaz de responder o contrarrestar a eso; la muestra evidente de esa naturaleza, no habitual, es el nivel de participación en la Comunidad de Madrid que en las autonómicas han sido en esta década del 65%, décima arriba o abajo, mientras que las del martes fue del 76,25% una cifra que corresponde a los niveles de participación en las generales que están siempre por encima del 70, con un máximo del 79,8 en la primera votación de 2019 y un mínimo del 70,5 en la segunda de 2019.
Grosso modo se puede concluir que la diferencia entre unas y otras son diez puntos porcentuales y que esa diferencia se ha rebasado el martes, con un nivel de votación que está en la franja alta de la que se produce en las generales. Otro factor a tener en cuenta es el aumento del censo de votantes que ha pasado de 4.622.750 en 2011 a 5.112.658 y lo ha hecho de manera progresiva (en 2015 era de 4.880.495).
El bloque de la derecha lo constituían en 2011 PP y UPyD, en las generales entonces sumaron 2.137.063 y en las autonómicas 1.737.361. El de la izquierda PSOE e IU que sumaron 1.149.993 y 1.074.004.
En 2015 el panorama cambió por la presencia de tres nuevas formaciones: Podemos, Cs y Vox. Eso se reflejó en las autonómicas de aquel año en el que los dos bloques prácticamente empataron en votos, como consecuencia de la irrupción de Podemos. La derecha sumó 1.538.226 y la izquierda 1.531.289. En la derecha, Cs le restó una parte de votos al PP y a UPyD y Vox también restó a ambas formaciones. En la izquierda, la diferencia fue un aumento neto: el PSOE no perdió voto, ganó un poco (de 786.297 a 807.385), sí perdió IU (de 287.707 a 132.207), pero lo de Podemos fue una explosión: 591.697.
Aunque el PP descendió en caída libre en las generales de 2016 y sobre todo en la primera de 2019, pasando de 1.719.709 en 2011 a 719.852, ese descenso fue un fenómeno de vasos comunicantes; el retroceso del partido mayoritario de la derecha se repartió entre Cs, que en las primera de 2019 ganó al PP (786.025 frente a 669.904) y Vox, que entre 2016 y la primera de 2019 saltó de 16.608 a 520.417 votos. En la suma de bloques la derecha aguantó obteniendo 1.976.346.
En 2019 la izquierda a la izquierda del PSOE empezó a fragmentarse con la competencia entre Unidas-Podemos y Más Madrid, que marcó el inicio de la crisis de Podemos en la comunidad. Y en la derecha, el que parecía el gran rival del PP, promesa de una nueva derecha democrática, sin nostalgias franquistas, se pegó el tiro en el estómago cuando rechazó formar gobierno con el PSOE y obligó a segundas elecciones. De esas lluvias estos lodos.
En estas elecciones autonómicas-generales, provocadas por el PP aprovechando lo de Murcia, Díaz Ayuso se ha presentado como el voto útil del bloque y sobre todo ha recuperado la fuga que se le produjo al PP entre las generales de 2016 y las de abril de 2019. Cs ha pasado de los 786.000 votos en estas últimas (participación del 79,8%) a los 129.216, mucho menos de la mitad de los que obtuvo UPyD en las generales de 2011. En Madrid el electorado de derecha que se mueve entre el neoliberalismo y el populismo reaccionario ha resultado bastante volátil, otorgando un contingente importante de votos tanto a UPyD como a Cs luego.
El 4 de mayo volvieron al redil y la derecha ha sumado 2.080.089 votos, con el 76,2% de participación, de un censo de más de cinco millones, que todavía está por debajo del nivel de 2011, que con un censo de algo más de cuatro millones y medio y una participación del 73,3% ya había conseguido 2.137.063 votos. Dicho de otro modo, la derecha madrileña consiguió que en 2011 le votara el 46,2% del censo, y el 4 de mayo lo hizo el 40,7% del censo.
Hace mucho tiempo que la izquierda madrileña está por debajo. Ni siquiera en su mejor momento en este siglo, en 2019, en la primavera de 2019, en las generales de abril y las autonómicas de mayo, ha superado a la derecha En las generales de 2019, la derecha sumó 1.976.346 frente a los 1.637.459 de la izquierda, y en las autonómicas de mayo 1.637.459 frente a 1.541.121.
Los mapas de colores que pintan las primeras posiciones son muy engañosos: Sacar conclusiones de una o de dos elecciones, absolutamente precipitado. Sin duda hay elementos concretos del momento presente que inciden en las elecciones del 4 de mayo; pero las causas que explican el resultado no son tan coyunturales, hay razones de fondo que hacen que en Madrid las derechas se muevan en torno al 40-45% del censo y el 50-55% de los votos y las izquierdas estén en promedio diez puntos por debajo.
No todo es culpa de Iglesias ni de Gabilondo, el pobre.
6 de mayo de 2021

Comentario de Antonio Navas:

Gracias José Luis. Te refieres a razones de fondo, en Madrid comunidad, de la historia reciente de los últimos 20-30 años, ¿no? ¿O vas más allá? Porque la izquierda gobernó con Leguina, y hubiera gobernado con Simancas de no ser por la putrefacción creciente que se adueñaba de la vida política de la capital.

Respuesta de José Luis Martín Ramos:

Me refiero a razones de fondo que incluyen las políticas del felipismo y del propio Leguina al frente de la Comunidad de Madrid; ese fomento de la economía de servicios, que acaba modificando el tejido social de la región. Curioso: Leguina ha invitado a votar Ayuso, debe temer que la izquierda le cierre los bares. La degradación del discurso ideológico y cultural de la izquierda, manifestado en el socioliberalismo, en la economía social de mercado, y en el escaparate de la «movida» por parte del PSOE, en el empobrecimiento del discurso comunista, que todavía tiene pendiente acabar la reflexión de cuándo, cómo y por qué se jodió el PCE, como diría el escritor peruano.
En esa perspectiva, nada hay perdido con dos condiciones: que se adecúe el proyecto de izquierdas al actual tejido social -su imposibilidad sería tanto como asumir que el cambio sistémico, la revolución, es imposible- y construir, seguir construyendo, el discurso propio sobre la santísima dualidad: la libertad y la igualdad, como dos personas en una misma persona. Perdón por la mística.”

Comentario de Miguel Candel:

Buen análisis, José Luis.
Para explicar la continuada inferioridad de la izquierda madrileña habría que añadir quizá que es una de las regiones españolas donde el proceso de terciarización de la economía ha avanzado más. En todo caso es muy triste un país donde la gente contraria al gobierno de turno se ve abocada a votar a una indocumentada… Si eso no es populismo del malo, venga Dios, o cualquiera de sus subcedáneos, y lo vea.

Observación de José Luis Martín Ramos:

Sí señalo directamente al fomento de la «economía de servicios», la terciarización que se dispara con la administración de Leguina. Y desde luego eso es populismo pésimo, y , desgraciadamente, el populismo de Podemos, sucedáneo de una política de clase ( de clases), es populismo barato.

Comentario de Soledad Bengoechea:
Pues yo pienso que la marcha de Iglesias, totalmente entendible porque le han hecho la vida imposible, es una pena para el país. Estoy segura que la política progresista que ha podido hacer el gobierno ha sido empujada por él. Ha dejado tres perlas sin acabar (la subida de impuestos a las rentas más altas, el tema de los alquileres y una tercera que no recuerdo). Y José Luis, ¿por qué llamas populista a la política de Podemos? Francamente, cuando veo a toda la derechona del país ir a por él pienso que es de los míos.

Respuesta de José Luis Martín Ramos:
La llamo populista, porque así la llaman ellos y es verdad. Su referencia ideológica, intelectual, como se quiera es Laclau y Chantal Mouffe, que se identifican como «postmarxistas» -sea eso lo que sea- y que proponen un nuevo discurso populista revolucionario -no solo hay ni ha habido populismo de derechas, lo hemos comentado muchas veces- que sea, pretenden, superación del desfasado, siguen pretendiendo, discurso de clase. Una manifestación de ese populismo es su apelación a «los de abajo», la sobreimportancia que le dan a la retórica simbólica explícita. No los estoy insultando, los estoy reconociendo. Por cierto que ese ese discurso populista, «posmarxista», el que les ha impedido ver la importancia que tiene todavía un proyecto de alianza, de compromiso de intereses entre clases populares, que es con el único con el que se puede invertir la correlación cultural y política en Madrid. Esa ausencia del principio de compromiso-alianza entre las clases populares es implícita a su concepción agonista de la lucha política, que solo lleva al alejamiento de la sociedad real y al agotamiento de los dirigentes.

Comentario de Soledad Bengoechea:
Bien, lo que quiero decir es que lo que diga no me importa, me importa lo que haga, y creo que ha intentado hacer una política de izquierdas. Que no pueda es otra cosa,

Observación de José Luis Martín Ramos:
¿Te refieres a Iglesias? No pongo en cuestión que sea de izquierdas. Sí el acierto de su concepción de la política y la política que ha hecho. Él mismo lo ha reconocido, en parte. 

Comentario de Soledad Bengoechea:
Yo creo que no se retiraron porque realmente tenían la esperanza de que podrían cambiar las cosas de manera radical. ¿Existe ahora esa esperanza?

Observación de José Luis Martín Ramos:
La esperanza no «existe», se tiene o no se tiene. Lo que sí, para mí, existe son razones para tenerla.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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