Una carta de Joaquín Miras

En el colectivo Espai Marx, escribí una breve nota a finales de marzo de 2021:
«Para aprender de ti querido Joaquín:
a) ¿A qué ministro de Cultura haces referencia? ¿A Jordi Solé Tura? ¿A Semprún?
b) Como sigue siendo para mí un término-concepto borroso, ¿cómo debemos entender aquí por zascandil (un término que usó Sacristán en su día, en carta a Daniel Lasalle, y cuya existencia yo desconocía hasta entonces)?
c) Hablas de desarrollo creativo de la tradición. ¿No hay demasiado apego a los clásicos, a lo que dijeron o quisieron decir, a lo que escribieron -en cartas, libros, artículos, manuscritos, anotaciones, conferencias transcritas,…- o quisieron escribir, en el caso de la tradición? Siguiendo al propio Marx, ¿no habría que ser no marxistas o marxistas sin ismos o aligerar cuanto menos el peso de los dos gigantes sobre nuestras espaldas?»
Copio a continuación la respuesta de Joaquín Miras.

Querido Salvador:
Quien borró textos de su currículo es el actual ministro de Universidades Castells. En los setenta escribió textos marxistas en Siglo XXI, si mal no recuerdo, sobre urbanismo. etc. Desaparecidos. Ya hace años los había suprimido de su currículo.

Zascandil lo uso sobre todo para referirme a personas que no están en nada, porque no paran; no paran de tratar de estar a la última, moviéndose y cambiando permanentemente de etiqueta, y suscribiéndose a la última, al uso de términos de la última moda o etiqueta y sin saber de qué va, por qué lo dicen, qué significa, debido precisamente a que no ponen el huevo, a que no aselan, y en lugar de leer, de reflexionar, de tener opinión propia o de hablar de libros que sí han leído, pues, como no tienen tiempo para eso, porque no paran, están siempre en el último contubernio, de la última conspiración, del último intento, de la última, última…cada semana una distinta…(zascandiles perpetuum movile), cuando dicen algo, digan lo que digan, no solo no tiene base alguna, sino que es instrumento de mucho lucimiento para ser notados en algún grupete…justo el que ya no será el suyo poco después etcétera…He visto críticas a libros de Fusaro, cuya elaboración no me gusta pero que tiene fundamento intelectual, y que son críticas que no poseen base intelectual. Lo mismo respecto del libro de Roca Barea: sin leerlo -sin leer un libro que ha tirado 200 mil ejemplares, o sea, como si un francés de izquierdas no hubiese querido leer el libro de Furet sobre la Revolución francesa-, y criticándolo de fascista. No tenemos tiempo de leerlo, ahí va nuestra crítica: es fascista. Ya leímos una reseña sobre un libro de X, el filoluterano español, reseña en la que se resumía lo que X había dicho en su libro contra el de Roca Barea… No tenemos tiempo, corre que hay que ser concejal, correquehayquefirmarelpróximomenifiesto, coge el dinero y corre.

Me ha salido muy larga esta segunda respuesta, porque esa frivolidad del que dice sin leer, porque tiene prisa en estar en otro sitio, me pone de los pelos, pero la que merecería pausa es la última respuesta.

Yo creo que estamos -si lo estamos diosloquiera- en una etapa de transición; en el mundo intelectual de la izquierda, de las fuerzas y pensamiento igualitarista y revolucionario, o liberador.

Sabemos lo que se ha agotado, lo que no llegó a su fin, juzgado desde sus propósitos inmanentes. O como se quiera decir. Y tenemos experiencias políticas, y experiencia de vida, de vivir en una época, el presente actual -algún día seremos pasado, cuando las gasolineras sean ruinas románticas, que decía Ernesto Cardenal en su carpe diem-. En esta situación, leer un legado, leerlo, y leerlo nosotros, lo que es inevitable si leemos, porque no podemos ser otros, sino nosotros -se puede hermosear la idea diciendo que nuestra lectura se hace desde nuestro horizonte hermenéutico, a la búsqueda de la fusión de horizontes, y todo eso, me gusta, y lo escribe Gadamer, solo que la filología, la buena, la germánica misma por ejemplo, ya lo sabía (no lo quito pero está mal dicho, porque la «idea-nebulosa» x, elaborada cincuenta años antes o después, o desde esta o aquella experiencia, ya no es la misma sino otra, y lo que dice Gadamer no es lo mismo que lo que dice Auerbach, y debe ser leído sine ira et cum studio)- desde lo que hemos vivido, para poder transmitirlo, seleccionando lo que nos parece valioso, y también lo que a la luz de nuestra experiencia resulta fracasado, eso, esa, es la tarea posible y útil, en el momento del presente; un momento presente que está siendo más largo que un día sin pan, pero bueno.

En esa transmisión selección interpretación, analizada a partir de los resultados de la praxis habida, de nuestra vida, los resultados que hemos vivido y son nuestro filtro, en esa reelaboración que hacemos, no sabemos qué será luego útil. Qué será luego recibido. O si nada de ello será útil ni recibido. Sí sabemos que el presente, que somos nosotros, leemos así. Y además, eso es lo que podemos entregar, nuestra lectura y nuestra selección. De ciencias no hablo; los científicos entregan lo que descubren cuyas investigaciones tienen hipótesis que surgen de nuestra realidad, etcétera, pero yo no soy científico. Soy un lector de filosofía -y de ciencia- que ha buscado respuestas al fracaso praxeológico vivido y a la extinción de una tradición política, o de la política práctica denominada con el nombre de una tradición.

A pesar de las extinciones, creo que es valioso aclarar a quien hipotéticamente se acerque a lo que propongan los resultados de nuestras lecturas y selecciones -si te digo el número de la gente que se ha aproximado a los resultados de mis lecturas, es una risa- desde qué premisa, desde qué punto filosófico, desde qué compromiso y desde qué cultura, se hace la lectura. En mi caso, una vez expresadas cautelas y subrayadas las apostillas, creo que le es útil a lector que yo me diga ser marxista y comunista. Probablemente las cautelas y apostillas hagan que otros que se dicen de la misma manera decidan excomulgarme. Y posiblemente el decirme marxista y comunista, no logre -no sea lo que logre, en caso de que ello se de- que nadie en lo futuro se denomine como tal; eso, de darse, dependerá de otras cosas.

Una vez cauteladas las apostillas y apostilladas las cautelas, yo me siento cómodo en esos rubros. Unos rubros que manejo como tradición, o sea como pensamiento en proceso continuado de relación con la praxis histórica; tradición que a su vez sitúo dentro de otra, la Tradición Praxeológica; que se origina en Aristóteles. Tiene un maravilloso exponente en Vico. Es reconstruida para el tiempo contemporáneo por Hegel, y es continuada por corrientes marxistas -solo algunas-. Corrientes marxistas como Gramsci, que, como recuerdas, en sus Quaderni no es que sienta mucha preocupación por Das Kapital (para que se entienda que hablo de una obra escrita, no del capitalismo) y no porque de joven escribiera aquello de que la revolución rusa era una revolución en contra de Das Kapital -no vale decir que Piero Sraffa sí, y que era medio pariente de Gramsci, y amigo y enlace con la Komintern.-. A mi sí me interesa Gramsci, su gran proyecto basado en la noción de eticità, que da el blocco, etc. Tampoco Lukács. A mí si me interesa lo que el Lukács de la democratización de la vida cotidiana dice. O su critica contra la manipulación de la vida cotidiana, etc. Cosas que él elabora sin meterse a debatir si el valor trabajo está bien expresado si se dice valor de cambio o solo cuando se dice forma valor…etc. En esa tradición praxeológica, está Marx, parte de la obra de Marx: La obra praxeológica y la de análisis histórico, que es análisis de praxis. Y creo que este subconjunto forma una tradición dentro de la tradición praxeológica.

Además de aclarar al posible lector que lo que le proponemos es obra de alguien que se dice pertenecer a una tradición denominada marxista, y comunista, si éste acepta en parte, y leído desde su lectura, lo que le proponemos, puede que él sienta útil denominarse con la denominación de esa tradición subtradidición, a la hora de presentarse a otros de su época y generación.

Por otro lado, yo creo que es conveniente no tirar palabras. Es una historia escabrosa que si se hoy dice «Aristóteles», se piense que se habla de una autor de derechas, o que quien dice su nombre es un reaccionario, católico: que hayamos permitido que se nos robe todo eso.

En estos momentos, me planteo escribir un libro. Que se inserta en una tradición, la marxista, en la medida precisamente en que, si lo logro, tiene que presentar un debate que solo lo es entre/para marxistas: que Marx, como toda la izquierda hegeliana pierde la noción de eticidad, o sea de totalidad cultural, en el sentido de cultura material, en el sentido de que lo que se hace existe porque hay un saber hacer que guía las manos -y la mente, claro- y que todo pensamiento que está en la mente es generador y generado por el resto del pensamiento, de manera que todo pensamiento es productor de acción. Todo, Todo. No hay uno más importante que otro. Por ello, el capitalismo es ese pensamiento totalidad, o un pensamiento totalidad concreto; el capitalismo es nosotros que asumimos esa totalidad y la hacemos revivir, la reproducimos en nuestro vivir constantemente, aunque hacemos que una parte de ella sea considerada mala -pero otra, no es puesta en duda-, cuando la totalidad no puede ser fraccionada.

En ese sentido hacer, como hace Marx, solo la critica de la acción que ocurre bajo la relación salario es cojo. Y en ese sentido, la noción de superestructuras revela que cuando Marx desmonta el modelo Hegel y lo vuelve a montar, resulta que al mecano le sobran piezas, o sea, que no ha entendido…. y las manda al altillo, a las superestructuras, que, claro, «en ultima instancia no sé qué»… Se ha cargado la noción totalizadora de eticidad, de Sittlichkeit….y nos quedamos cortos al interpretar lo que pasa…Bueno yo creo que esto es un debate que copertenece a una tradición. Que solo un lector de esta tradición puede plantearse y proponer a otros lectores que se sientan parte de la misma…. No sé si me explico. Por eso creo que resulta útil hablar de tradiciones, en este sentido, de continuum en cambio, un continuo cambiar en reflexión dialogada interna. El Platonismo, el Aristotelismo… la praxeología, el marxismo, el comunismo… la alternativa es quedarnos sin saber qué somos, y cómo denominarnos. Mudos. Es cierto que tiene el otro peligro, el del cierre, el de la parálisis: todo muy hermoso y heroico, tanto que no se puede tocar; eso lleva a que «por este camino, ya nadie pasa, salvo el crepúsculo»…(es de Washo, siglo XVII).

No me parece nada mal que se constate que desde que surge el marxismo ha estado en crisis. ¿Es eso malo? ¿O eso es lo que, mientras fue así, hizo que existiese un pensamiento denominado marxista que mostraba estar conectado con el mundo?

Lo dejo aquí, que debo preparar el seminario de Hegel del lunes.

Un abrazo

jota

05.04.2021

 

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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