“Marxismo repugnante” por QUIQUE BADIA MASONI

Ruego al lector que no se precipite a sacar conclusiones del provocador título de esta reseña. Una de las acepciones de “repunante”, en asturianu, lengua oriunda del lugar en el que creció el autor que nos ocupa, es la de “quisquilloso”. Con la humildad que le caracteriza, César Rendueles define el contenido de su último libro, A la sombra de Marx (Akal, 2025), al que según él mismo le habría gustado titular como este artículo, como una relectura “quisquillosa” de los pormenores del periodista, filósofo y economista alemán. Pero lo cierto es que este último texto consolida al sociólogo y también filósofo español como una referencia ineludible en los debates epistemológicos y ontológicos del marxismo, en primera instancia, y sobre los métodos que se utilizan en ciencias sociales, en segundo lugar.

Esta novedad editorial da continuidad a En bruto (Catarata, 2016), la última obra en la que Rendueles trató a fondo la manera en la que cree que hay que defender la vigencia de Karl Marx, y confirma su aprecio a algunos exponentes del llamado marxismo analítico con las reservas que lo caracterizan.

Las llamadas teorías de la elección racional que esgrimen autores del corriente mencionado, como Jon Elster, asumen que los seres humanos actuamos siempre en base a motivaciones más o menos racionales, o como mínimo simplificables mediante lenguajes formales que pretenden capturar regularidades estadísticas, que actualmente se extraen de grandes conjuntos de datos. Los teóricos de la elección racional, en consecuencia con sus modelizaciones, predican que es posible entender las sociedades humanas como un sistema lineal. Los sistemas lineales son aquellos “con relaciones de causalidad bien definidas y regularidades repetitivas”, en palabras de Rendueles, atributos que los hacen previsibles (como ocurre con los modelos de la física o la ingeniería).

Pero el autor estudiado entiende que estas sociedades interaccionan de forma no lineal, por lo que no es posible establecer relaciones de causalidad claras ni descubrir comportamientos regulares e inamovibles que permitan anticipar desarrollos sin margen a error, ya que las partes que los componen (las personas) tienen agencias muy complejas. Para argumentarlo, recurre a la que se erige como una distinción clave en toda su obra: la diferencia entre contextos extensionales y contextos no extensionales.

Conocimiento opacado

Los contextos extensionales son aquellos que hacen referencia a la verdad o falsedad de una afirmación sobre el mundo externo: que haga sol o no en una fecha determinada o la validez de un teorema matemático, por ejemplo. Los contextos no extensionales, en cambio, se refieren a, entre otros, lo que se denomina fenómenos intencionales u opacos. Se expresan generalmente en el contenido de frases subordinadas que siguen a verbos psicológicos tipo “creer”, “opinar”, “considerar”, “tener intención de” y otros. Las condiciones de verdad en estos casos son distintas a las de los contextos extensionales.

Un ejemplo de esta distinción es la relación de identidad entre Fernando Pessoa y sus heterónimos. Es una verdad extensional que eran la misma persona, por lo que decir que Pessoa y Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares o Ricardo Reis hacen referencia al mismo objeto es verdadero. Pero alguien coetáneo al autor portugués podría creer (atención aquí al verbo psicológico) que se trataba de personas distintas. Es tan verdad que estamos ante la misma persona cuando leemos estos cinco nombres como que el lector medio de literatura portuguesa a mediados del primer tercio del siglo XX estaba convencido de que todos los nombres mencionados correspondían a cinco escritores distintos (una verdad intencional).

No hay contradicción, porque lo que está en juego en el primer contexto es la verdad ontológica y en el segundo la relativa al sistema de creencias del sujeto. Filósofos como Bertrand Russell y buena parte de los analíticos (no necesariamente marxistas) levantaron todo un proyecto para intentar reducir lo intencional a lo extensional, sin éxito.

Es precisamente la opacidad de los contextos no extensionales (no sabemos siempre qué creen o las razones de un grupo de personas), dice César Rendueles, lo que hace que los sistemas sociales sean no lineales y, por tanto, imprevisibles: el número de posibles razones que motivan una decisión individual es incontrolable y muy probablemente incognoscible en conjuntos agregados de personas, por lo que carece de sentido considerar la posibilidad de aspirar a extraer un conocimiento equiparable al del estudio de la física.

El efecto explica la causa

A partir de todo lo dicho, Rendueles defiende en A la sombra de Marx una versión atemperada de las llamadas explicaciones funcionales en la que estos dispositivos, propuestos por el marxista analítico Gerald Cohen, son la materia prima sobre la que se fundamenta la identidad de fenómenos sociales complejos. Y digo atemperada porque, contra Cohen, el también autor de Sociofobia (Capitán Swing, 2014) no cree que puedan anticipar un contenido científico equiparable al de las ciencias naturales.

Así pues, para él, por “explicación funcional” cabe entender afirmaciones que confieren poder explicativo al mismo efecto de una causa determinada, a falta de la capacidad del profiriente de detallar los mecanismos involucrados en una relación causal concreta. Con ello, César Rendueles discrepa con aquellos marxistas que pretenden establecer una relación inequívoca entre “lo material”, a veces presentado como un todo sin componentes discernibles, y cualquier fenómeno social que a uno se le ocurra. Algo así como aquello que los lógicos llaman condicional material (indicativo), o que “A causa B”, sospechosamente parecido a lo que defienden los teóricos de la elección racional ya citados.

Su alternativa, que toma prestada de Cohen, supone que el antecedente del mentado condicional, la “A” del esquema anterior, más que la causa indisputable o el antecedente de una proferencia en indicativo, debería expresarse en forma de condicional subjuntivo del tipo “si A causara B”, al que seguiría un “entonces B es su causa”, formando un doble condicional. Formalmente, (A → B) → B, siendo la primera relación expresada en “→” subjuntiva. De esta manera, en el lugar en el que los marxistas de brocha gorda sitúan la causa unívoca, generalmente “lo material”, así a lo bruto, se ubica una tendencia observada que privilegiamos, aunque la reconozcamos en disputa con otras hipótesis.

Un ejemplo para no perdernos entre tanta verborrea filosófica: sostener que el asociacionismo se fomenta porque consolida la cohesión social es formalmente correcto. Prueba de ello es que la forma negativa de esta afirmación también es plausible: si el fomento del asociacionismo no consolidara la cohesión social, entonces no se fomentaría esta actividad. Para Rendueles, esta explicación funcional es legítima en tanto que establece de antecedente una tendencia observada, como es la relación estadística entre asociacionismo y cohesión social, aun desconociendo las motivaciones individuales de cada una de las personas que deciden asociarse. El propio efecto de este ejemplo, la cohesión social, deviene explicación en situaciones en las que los motivos de conjuntos agregados de individuos permanecen aprisionados en la caja negra de lo intencional; como ya he apuntado, el reino en el que habita todo lo que sigue a verbos psicológicos del tipo “desear” o “anhelar”.

Habrá quien aporte ejemplos históricos en los que esto no es así, como aquellos en los que la alta densidad asociativa fue condición del surgimiento de regímenes criminales, como el nazismo, que rompieron bruscamente con toda cohesión. Pero su plausibilidad permite identificar procesos y propiedades emergentes que caracterizan fenómenos difíciles (si no imposibles) de explicar en términos de condiciones necesarias y suficientes, como pretenden los filósofos analíticos.

Más Aristóteles y menos Platón

César Rendueles cree que una buena ejecución de las ciencias sociales se da en la tensión entre lo que Manuel Sacristán distingue como Science, lo que la mayoría entiende por ciencia, con su correspondiente fundamento empírico, y Wissenschaft, una pulsión más especulativa y filosófica muy enraizada en la Alemania del XIX. Para simplificar ante un público no necesariamente familiarizado con la idea romántica de la ciencia, Rendueles superpone estas nociones con las de “cuantitofrenia” y “métodos cualitativos más impresionistas”, aunque reconoce que es una comparación poco aproximada.

Este autor reivindica una concepción de dialéctica de raíz aristotélica que, contra la que defendía Platón, no se considera una ciencia por encima de las ciencias empíricas, sino que opera en una cierta indefinición en la que cabe un amplio abanico de posiciones en disputa. Es lo que en otras ocasiones Rendueles ha llamado praxeología. Esta perspectiva, explica él mismo a Viento Sur, aunque no puede aspirar a la exactitud de las ciencias naturales, “es una exposición de la arquitectura de un auténtico conocimiento, acumulativo, con posibilidad de distinguir error y acierto”.

Pero esto no significa que compre el aristotelismo al completo. En A la sombra de Marx César Rendueles favorece la solución a los problemas de la teoría del valor de Felipe Martínez Marzoa, basada en el esencialismo neoaristotélico, con muchas reservas: “Esas defensas no me resultan convincentes ni siquiera en esa, su mejor versión. Creo que conceden demasiado a la argumentación filosófica y demasiado poco al análisis empírico”.

En sus palabras, los estándares para el conocimiento científico que establecen autores como Quine, basados en criterios extensionales no siempre garantizables, como se argumentaba arriba, dejarían fuera de esta categoría a las ciencias sociales por ser demasiado estrictos. Todo ello, cuando es innegable que estas ciencias producen un conocimiento que no se sostiene exclusivamente en la especulación filosófica o en pura interpretación. “Lo que intentaba decir es que, aunque no tengamos muy claro cuáles son los mecanismos implicados en ese tipo de explicaciones, el hecho de su existencia nos obliga a admitir en ese campo criterios de identidad más laxos que los extensionales”, afirma Rendueles. “Creo que es ahí donde encajan las explicaciones funcionales, tan incómodas, pero tan difíciles de abandonar”, concluye.

https://vientosur.info/marxismo-repugnante/.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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