La España republicana, la España democrática, la España que ama la verdad, el compromiso humanista y la deconstrucción de mitos, falsedades e insultos, está y debe seguir estando agradecida (eternamente) al trabajo incansable, minucioso, riguroso, de este científico social inigualable, de esta ciudadano ejemplar llamado Ángel Viñas. Seguro que conocen su trilogía republicana y sus textos complementarios.Lo esencial de este comentario: como ocurre con todos los trabajos del autor vale la pena, y vale en ganancia, el esfuerzo realizado en la lectura de este ensayo que enseña, además, cómo debe trabajarse en temas de historia si queremos hacer realmente historia, buena historia, y no otra cosa. Metodológicamente es impecable y muestra caminos por los que cabe transitar si queremos hacer bien las cosas.
Así define el autor el oficio, su oficio: “Lo único que le está vedado al historiador digno de ese nombre es el mentir a sabiendas, el faltar cínicamente a la verdad de los hechos tal como sus elementos de información le permiten apreciarla. Pero esto debe llamarse probidad científica y no imparcialidad; pues, todos, querámoslo o no y sepámoslo o no, somos necesaria y fatalmente parciales”. Seguro que el machadiano Juan de Mairena firmaría esa declaración. Muchos historiadores también sabiendo que “a diferencia de lo que ocurre con los novelistas y los creadores y mantenedores de mitos, los historiadores genuinos no imaginan ni desfiguran”.Los historiadores, añaden los autores en el capitulo de conclusiones, “estamos obligados a basarnos en las evidencias, escritas, orales o visuales entre otras, del pasado, debidamente examinadas para comprobar su veracidad” (p. 537), asunto este último no siempre elemental.