Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Lecciones desde Sudáfrica (Observación de Joaquín Miras)
2. Nueva ola progresista en América Latina (observación de José Luis Martín Ramos).
3. Boletín del Tricontinental
4. Un programa catastrófico.
5. Democracia para Palestina
6. La función imperialista de Israel
7. La actividad del frente de resistencia iraquí
8. Los difíciles equilibrios de Jordania (Observación de Joaquín Miras).
9. Situación militar en Palestina, 17 de noviembre.
10. Encuestas del CEO publicada hoy en LV.
1. Lecciones desde Sudáfrica
Un sudafricano recuerda su experiencia, y lo que él cree puede ser un ejemplo para los palestinos. https://www.aljazeera.com/
La Sudáfrica del apartheid llegó a un punto de inflexión, Israel también lo hará
Los sudafricanos blancos se dieron cuenta de que su proyecto de apartheid era insostenible; los israelíes también lo harán.
Suren Pillay Cátedra A C Jordan de Estudios Africanos de la Universidad de Ciudad del Cabo Publicado el 16 Nov 2023
El 27 de octubre, Josef Federman, de Associated Press, compartió algunas crudas observaciones: «Apenas han transcurrido tres semanas de la guerra más mortífera entre Israel y Hamás, y ya está claro que el derramamiento de sangre ha puesto patas arriba antiguas suposiciones en Israel y en la región. Los servicios militares y de inteligencia de Israel han quedado expuestos como incompetentes y mal preparados… La sensación de seguridad personal de los israelíes se ha hecho añicos».
Aunque se hayan derrumbado muchos paradigmas antiguos, como han señalado algunos observadores, Israel ha recurrido con venganza a uno conocido: la violencia brutal y abrumadora.
Las estadísticas de víctimas mortales que salen ahora de Gaza no tienen precedentes. Los incesantes bombardeos del ejército israelí han causado la muerte de más de 11.000 personas, entre ellas más de 4.500 niños; también hay miles de desaparecidos, enterrados bajo los escombros y probablemente muertos.
El número de niños muertos en Gaza ha superado el número anual de niños muertos en conflictos en todo el mundo; el número de civiles muertos en Gaza ha superado ya el total de víctimas mortales en Ucrania desde febrero de 2022.
Estas cifras aumentan cada día, mientras el ejército israelí sigue bombardeando indiscriminadamente edificios civiles, incluidos hospitales y escuelas.
Como sudafricano negro, al ver cómo se desarrollan estos horribles acontecimientos, no puedo dejar de reflexionar sobre el propio pasado violento de mi país.
Recuerdo la implacable planificación y violencia que acompañó las últimas décadas de los intentos de la Sudáfrica blanca por hacer funcionar el apartheid. Recuerdo los temores que crecían entre los sudafricanos blancos cuando depositaban su confianza en una sofisticada capacidad militar, un ejército de conscripción, una capacidad de armamento nuclear y unos amigos inquebrantables en Occidente, especialmente Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
Era el apogeo de la Guerra Fría y Sudáfrica afirmaba ser la única democracia del sur de África que protegía a la «civilización» de las amenazas que la rodeaban.
Su poderío militar y su fuerza policial expansiva iban acompañados de una serie de políticas diseñadas para mantener el dominio de la minoría blanca.
Cada intento de imponer nuevas políticas fracasaba ante la resistencia de las masas. Cuanto más fracasaban, más brutal era la violencia ejercida por el ejército y la policía con el aliento de los políticos blancos y un electorado blanco aterrorizado.
Los «terroristas», como se denominaba a los movimientos de liberación nacional, no pudieron ser aplastados por el ejército más poderoso del sur de África. A mediados de 1985, una parte significativa del electorado blanco y algunos miembros del partido gobernante se dieron cuenta de que el problema de la resistencia negra no iba a desaparecer. Iba a ser necesario algo más drástico.
Una facción de su partido animó al entonces Presidente del Estado, el halcón P. W. Botha, antiguo ministro de Defensa, a abrir el parlamento ese año con un discurso conciliador, a hacer una gran declaración política que ofreciera a la mayoría negra una señal esperanzadora de que formarían parte de la democracia sólo para blancos que era Sudáfrica. Se le llamó el «discurso del cruce del Rubicón».
Botha siguió el juego, pero en el último momento se echó atrás y, desafiante, tomó la dirección contraria, pronunciando un discurso en el que prometía intensificar la lucha contra el «terrorismo», negándose a negociar con los «terroristas» encarcelados, como Nelson Mandela.
Lo que siguió fue la prórroga del estado de emergencia en Sudáfrica y el asesinato de miles de personas que se resistían al régimen del apartheid, ya que Botha y su facción recurrieron cada vez más a la violencia y la represión.
Finalmente, los líderes de su propio partido dieron un golpe de estado e instalaron a F. W. de Klerk en el poder. El nuevo presidente y la facción que representaba se habían dado cuenta de que el fin estaba cerca, de que las décadas de represión no estaban consiguiendo hacer funcionar un sistema político y económico que excluía a la mayoría y sólo beneficiaba a la minoría blanca.
De Klerk y su facción se dieron cuenta de que los blancos no iban a ganar la guerra, aunque tuvieran más armas, bombas, tanques y artillería, y que probablemente podrían seguir gobernando durante mucho tiempo por pura fuerza.
No era sostenible porque cuanta más represión desplegaban, más resistencia encontraban y más miedo vivían los sudafricanos blancos.
Cuanto más se proyectaba la violencia en las pantallas de televisión de todo el mundo, más difícil les resultaba a los amigos occidentales de la Sudáfrica blanca apoyarla firmemente. Fue un punto de inflexión que condujo a negociaciones políticas, a hablar con «los terroristas» a los que veían como su enemigo existencial. Fue un punto de inflexión que creó el camino hacia un Estado único con ciudadanía igual para todos, basada en la residencia, no en el origen, la raza, la religión o la etnia.
Hasta el 7 de octubre, Israel también confiaba en que sus sofisticadas capacidades militares y de inteligencia, su diseño del espacio urbano y el uso de muros y barreras para vigilar, controlar y supervisar todos los aspectos de la vida palestina, iban a funcionar para gestionar con éxito su «problema palestino».
Los poderosos aliados de Israel en Occidente estaban incluso facilitando la consecución de nuevos amigos en África, el Golfo y el sur de Asia mediante la cooperación militar y la venta de armas y tecnologías de inteligencia.
La mayoría de los israelíes y sus líderes políticos estaban tan seguros de que esta gestión de su «problema palestino» estaba funcionando que cualquier referencia a las «conversaciones de paz» o incluso el reconocimiento retórico de una solución de dos Estados al mundo exterior se hizo innecesario, moribundo y superfluo.
La vida podía continuar. Podían celebrarse fiestas en el desierto. La normalidad que se había convertido en normalidad continuaba en la anormalidad de la ocupación. Hasta el 7 de octubre.
Los israelíes de a pie pueden empezar a darse cuenta de que, por muy sofisticados o fuertes que parezcan el ejército israelí, el Mossad o el régimen del apartheid, el «problema palestino» no va a desaparecer mientras los palestinos sigan vivos.
Al igual que con los sudafricanos blancos, el miedo crece exponencialmente. E Israel responde a ese miedo con una colosal campaña de bombardeos de aniquilación. Pero como aprendieron los sudafricanos blancos, la violencia no puede erradicar el «problema», ni crear la vida de paz que podrían anhelar.
Llegados a este punto, surgen varias preguntas. ¿Hasta dónde llega la noción de que «el fin puede justificar los medios» para que la magnitud de las matanzas de civiles sea aceptable para quienes apoyan el derecho de Israel a defenderse? ¿Hasta dónde llegarán los israelíes antes de darse cuenta de que no pueden vivir con la sangre de miles de niños en sus manos?
¿Pueden los israelíes y los amigos de Israel justificarse a sí mismos estas acciones como expresiones de una civilización que pretende valorar la vida humana de manera igualitaria? ¿Quieren los israelíes ser recordados como el pueblo que intentó exterminar a hombres, mujeres y niños mediante un acto de castigo colectivo?
Independientemente de lo que pueda quedar entre las ruinas y los escombros que nos esperan tras esta guerra contra Gaza, el «problema palestino» de Israel no habrá desaparecido. Los israelíes de a pie seguramente no volverán a dormir con la confianza de que su Estado puede protegerles plenamente.
Harán bien en aprender de los sudafricanos blancos que, tras 300 años de dominio de una minoría, se dieron cuenta de que era un proyecto político imposible seguir defendiendo con tanta violencia y mantener cualquier atisbo de superioridad moral.
Hay un punto de inflexión en el que, incluso para los defensores de un proyecto así, la débil pregunta resuena cada vez más fuerte en la conciencia colectiva: ¿hasta dónde es demasiado lejos?
No se puede volver a las promesas de seguridad basadas en lo que había antes. No se puede avanzar en la paz si ello implica más y más sangre de niños y civiles que atormenten a las sucesivas generaciones que tendrán que asumir la responsabilidad de las acciones que hoy se desarrollan ante nuestros ojos.
Como sudafricano que ha vivido para cruzar el Rubicón, espero que esta catástrofe obligue a los israelíes a ver que sólo una solución política justa e integradora basada en la igualdad de ciudadanía para todos les va a liberar del miedo.
Observación de Joaquín Miras:
Sí, esto es así, pero, quizá, se pasa demasiado deprisa sobre la parte de la violencia de guerra y la derrota catastrófica del ejército sudafricano, que, eso sí, era de leva, no de mercenarios. De Klerk, el presidente blanco que «descubre» lo que hay que hacer, lo hace después de la catástrofe de la batalla de Cuito Cuanavale, de 1988, en el sur de Angola, tras la que el ejército sudafricano se ve obligado a evacuar Namibia. El intento previo, para imponer para siempre el apartheid, habia sido ocupar Angola, luego le hubiera tocado a Mozambique, y luego, se hubiera pactado con el régimen tiránico de Mobutu, y la mitad de África hubiese sido sometida a Sudáfrica. Primero tuvo que venir una gran catástrofe militar, la que les organiza el general Ochoa.
2. Nueva ola progresista en América Latina
A la espera de los resultados en las elecciones en Argentina, parece que ha habido una nueva ola de gobiernos progresistas tras la primera «ola rosa» de hace unos años. En este dossier del Tricontinental se analiza qué podemos esperar de ella.
https://thetricontinental.org/
¿Qué esperar de la nueva ola progresista de América Latina?
14 de noviembre de 2023
Observación de José Luis Martín Ramos:
Jadue era el competidor de Boric en las primarias por la presidencia; perdió por poco. Habría sido mejor presidente que Boric, pero probablemente Chile no habría aceptado todavía un presidente comunista.
3. Boletín del Tricontinental
Un nuevo boletín de Prashad para el Tricontinental. Con una reflexión sobre las «culturas de la crueldad» en las que crece la extrema derecha. Enlaza con un dossier publicado también por el Tricontinental que os paso en mensaje separado sobre la situación política en América Latina. El boletín está dedicado a un líder comunista indio que acaba de morir a los 101 años.
https://thetricontinental.org/
El íntimo abrazo entre el liberalismo y la extrema derecha | Boletín 46 (2023)
noviembre 16, 2023
4. Un programa catastrófico
Algunos de nuestros divulgadores sobre temas climáticos y energéticos más ilustres firman en CTXT esta especie de manifiesto pidiendo más participación popular coincidiendo con el debate en el Congreso para un nuevo gobierno.
El capitalismo verde ibérico pudre la democracia
Los límites planetarios y la participación ciudadana permanente deben estar en el centro del programa de los gobiernos de izquierda
A. Delage / R. Jiménez Aybar / F. Prieto / M. Rivera Ferre / A. Turiel / F. Valladares 16/11/2023
“Que las cosas continúen así, eso es la catástrofe”, escribió Walter Benjamin. De hecho, el continuismo en una transición ecológica insuficiente e injusta es la forma de catástrofe que prepara el Gobierno de coalición de Pedro Sánchez, según dejó entrever el acuerdo programático entre el PSOE y Sumar, publicado justo antes del proceso de investidura. Aunque bien sabemos que los programas de gobierno no obligan, este documento es muy relevante porque previsiblemente anuncia la tonalidad y la ambición del Ejecutivo de los próximos cuatro años, con una derecha que apuesta peligrosamente por una crisis de Estado. Por eso, es responsabilidad de todos los actores del ecologismo y de la comunidad científica alertar ahora de manera muy clara: este programa de gobierno no está a la altura de los objetivos que marca la ciencia para la transición ecológica y representa una injustificable regresión política, social y ambiental en un contexto de máxima emergencia climática y de riesgos globales.
La reciente dimisión de Antonio Costa, primer ministro de Portugal, acusado de delitos relacionados con diferentes proyectos vinculados a la transición energética supone la primera sacudida de un terremoto político que puede extenderse a España y a los demás países europeos, cuyas democracias están más fragilizadas que nunca por el capitalismo verde y por el peso de la extrema derecha en la gobernanza europea. En este contexto, la brutal e inesperada caída de Costa y su red clientelar demuestra que el llamado modelo socialista de “revolución verde” ibérica ni es revolucionario ni es verde y tan sólo reproduce el modelo fósil con energías renovables. La corrupción de los altos cargos de un Gobierno de izquierda permitió eliminar a la vez las medidas de control democrático y los requisitos ambientales, para garantizar a los grandes inversores del sector los máximos beneficios posibles, entre ellos muchos grupos españoles. Buena parte de todos estos abusos y delitos se presentaron como necesarios en una carrera a contrarreloj hacia la descarbonización, pero este aceleracionismo ha revelado ahora lo que es: una falacia que paraliza una transición ecológica justa en toda Europa y pudre la democracia en la península ibérica.
En España, los partidos que van a entrar en el gobierno deberían aprender de esta crisis portuguesa y comprometerse a no mantener lo que nos lleva a la catástrofe. La nueva legislatura tendrá que impulsar de inmediato una economía de la suficiencia que el IPCC recomienda, en su sexto informe publicado en 2022, y define como “un conjunto de medidas políticas y prácticas cotidianas que evitan la demanda de energía, materiales, tierra, agua y otros recursos naturales al tiempo que proporcionan bienestar para todos dentro de los límites planetarios”. Para que estas medidas sean respaldadas por el conjunto de la sociedad, deben ser justas, es decir, aportar un progreso real para la mayoría, porque sólo así un gobierno de izquierda podrá ir en contra de los intereses del oligopolio energético y de los grandes grupos empresariales y financieros que hasta ahora secuestran la transición ecológica tanto en España como en Portugal.
Una democracia energética atada y bien atada
El caso de la transición energética es ejemplar: la actual implantación masiva de renovables en España está atada por las grandes empresas energéticas que, además de ralentizar el desarrollo del autoconsumo solar como se ha visto ya en el año 2023 y se comprueba cada día con la nula implantación de las comunidades energéticas, generan la máxima especulación posible en macroplantas fotovoltaicas y eólicas, llegando a un nivel de corrupción, de destrucción ambiental y de litigios judiciales sin comparación con el resto de Europa. Las clases populares siguen sin ver cómo se pueden beneficiar de la transición energética y, como bien dijo el relator de la ONU Philip Alston, “siendo un país rico, España vive en la pobreza generalizada”. La actual transición ecológica no revierte esta carestía, aunque podría solucionar el grave problema de la pobreza energética que ya padecen una de cada seis personas en España, sino que ocasiona impacto en amplios territorios que sufren un nuevo tipo de colonialismo energético, en todas las zonas de sacrificio ya muy castigadas de la España vaciada.
Mientras tanto, en otros países de Europa la democracia energética ya está en marcha. En Alemania, por ejemplo, se está estudiando un programa de profunda reforma del mercado de la energía para que el 90% de las personas puedan unirse en comunidades de energía renovables, basadas en el intercambio de energía. En Dinamarca, desde 2009, una normativa obliga a que la ciudadanía tenga derecho a ser accionista, con un 20%, de cualquier proyecto eólico terrestre y marino mediante cooperativas y acceso individual. Estas estrategias de co-ownership scheme son por supuesto aplicables en España, pero ningún partido progresista de gobierno tiene un compromiso real con este tipo de empoderamiento económico de la ciudadanía. Sumar y el PSOE se encuentran todavía muy lejos de integrar en su pacto los objetivos concretos de un modelo de transición ecológica socialmente justa y de una política de suficiencia y sobriedad energética capaz de disminuir la galopante desigualdad del país.
Una investigación reciente ha demostrado que las políticas de austeridad neoliberales que recortan el gasto público han elevado simultáneamente el nivel de desigualdad social y el voto a la extrema derecha en toda Europa, generando una ola reaccionaria sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, que amenaza directamente a nuestras democracias y en particular a la transición ecológica. En España, el PP ya tiene asimilada la demagogia anticlimática de Vox y arremete de manera electoralista contra una supuesta “dictadura activista”, como señaló Feijóo en su discurso de investidura fallida, dando una señal muy inquietante de deriva extremista. Ahora mismo, en 14 países de la UE, los partidos de extrema derecha están ya instalados entre las tres primeras intenciones de voto para las próximas elecciones europeas de junio de 2024. Todos centran sus campañas en la misma estrategia supuestamente antisistema: derrocar la agenda verde europea. ¿Qué hace la izquierda en Europa y en España ante esta previsible derrota política, en un contexto de máxima amenaza geopolítica global?
Programas y renuncias
El acuerdo programático de gobierno, titulado “España avanza”, supone una regresión catastrófica en comparación con los principales objetivos que el PSOE y Sumar eran capaces de formular en sus respectivos programas electorales. Recordemos que en 2020, Pedro Sánchez fue elegido sobre la base de un programa en el que el PSOE proponía una reforma constitucional destinada a incorporar a la Carta Magna los “límites planetarios” como requisito indispensable para el progreso económico y social y declarar el acceso al agua y la energía como “servicios de interés general”. Cristina Narbona, presidenta del PSOE, fue la portavoz de este proyecto de “segunda transición”, que pretendía acercar al partido a una política de “postcrecimiento” y sobriedad. En 2023, el partido abandonó este compromiso en su programa de transición ecológica justa, aunque mantuvo la “reducción de los consumos” energéticos y la participación ciudadana “en el centro de la toma de decisiones de la acción climática”.
En Sumar, la renuncia a los principales objetivos programáticos para la transición ecológica es aún más evidente. Yolanda Díaz y su equipo habían organizado y publicitado antes de las elecciones autonómicas del 28M un proceso deliberativo abierto en colaboración con el Foro de Transiciones, dentro del cual Yayo Herrero había coordinado un documento muy ambicioso y esperanzador, que integraba los resultados de la Asamblea Climática Ciudadana desarrollada en España entre 2021 y 2022. Este documento, titulado ‘Sumar para una transición ecológica justa en España’, apostaba por una transición decrecentista y participativa, promoviendo una nueva gobernanza ciudadana y la “organización de asambleas ciudadanas en todas las escalas territoriales” integradas a “la toma de decisiones y rendición de cuentas sobre políticas públicas”.
Asambleas ciudadanas permanentes
Tan sólo seis meses después de las elecciones generales, no queda absolutamente nada de esto en el actual proyecto de gobierno, porque el llamado “crecimiento justo” se ha convertido en el hilo rojo que vertebra las 230 medidas del programa ‘España avanza’. Es justamente este tipo de crecimiento neoliberal, por definición injusto, esta apuesta por lógicas expansivas de la economía y el consumo, lo que los partidos de izquierda deben revertir urgentemente en Europa. La descarbonización radical, la adaptación al calor extremo y los riesgos climáticos como sequías e inundaciones; la lucha contra la desigualdad, la protección de la biodiversidad, la economía de la suficiencia y el decrecimiento deben de ser banderas de cualquier partido de gobierno. Pactar sin esto y sin contar con la participación real de la ciudadanía desdibuja un futuro ya de por sí amenazado y también hipoteca la propia supervivencia política de los partidos de izquierda.
Thomas Piketty, economista de referencia a nivel internacional y mediático spin doctor de Yolanda Díaz en la última campaña electoral, ha vaticinado que las izquierdas actuales no sobrevivirán a la actual explosión de las desigualdades en Europa, que sólo beneficia electoralmente a la extrema derecha. De cara a las próximas elecciones europeas de 2024, junto a 10 otros economistas y politólogos, Piketty ha lanzado una alerta máxima a todos los partidos de izquierda para que “se unan en torno a una perspectiva política transnacional e impongan una agenda ecológica, social y democrática para la próxima legislatura europea”. Los expertos firmantes instan a todos los partidos progresistas a construir una alternativa política para recuperar el control democrático de la transición ecológica, fundada en “una asamblea permanente de ciudadanos a nivel europeo, interconectada con las asambleas ciudadanas nacionales y locales”. Esta propuesta encaja en la actual estrategia de integración de nuevos países en la Unión Europea (Ucrania, Moldavia, Georgia), que supone una profunda reforma institucional que dará una importancia real a la participación ciudadana.
En toda Europa, una aplastante mayoría de la población está reclamando a la vez más justicia social y más acción climática, pero, como decía George Orwell, “cuando la extrema derecha sube entre la gente ordinaria, lo que debe hacer la izquierda es cuestionarse a sí misma”. Los retos climáticos de 2023 señalan que es necesario una acción masiva tanto de descarbonización como de adaptación democrática y social. Es decir, mucha más ecología, más redistribución, más justicia y menos desigualdad. En España, toca construir ahora mismo un programa de gobierno progresista que ponga en el centro de la transición ecológica de manera permanente e institucionalizada una amplia participación ciudadana en una economía de la suficiencia y de la sobriedad energética que recomienda el último informe del IPCC.
5. Democracia para Palestina
Aunque sin duda es el plan más sensato, ahora mismo esta propuesta que publican en Jacobin parece la más imposible de todas.
Israel no puede ganar la paz militarmente. La democracia palestina es la solución
Por Bashir Abu-Manneh
Israel está aplicando castigos colectivos letales en Gaza y poniendo en marcha planes de limpieza étnica para tratar de restablecer su seguridad. Pero la paz no se conseguirá sin democracia para los palestinos.
¿Quiere Israel ejecutar una segunda nakba, expulsando a los palestinos de Gaza en una repetición de la primera nakba en la fundación de Israel?
Ya el 7 de octubre, el legislador del Likud Ariel Kallner tuiteó: «Ahora mismo, un objetivo: ¡Nakba! Una Nakba que eclipse la Nakba del 48». Más recientemente, el ministro de Agricultura, Avi Dichter, explicó en la televisión israelí: «Ahora estamos avanzando realmente con [la] Nakba de Gaza». Otro legislador, Ram Ben Barak, que forma parte de la Comisión de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset, declaró rotundamente: «Distribuyámoslos [a los palestinos] por todo el mundo. Hay 2,5 millones de gazatíes. . cada país toma 25.000».
Existe incluso un plan elaborado por el Ministerio de Inteligencia israelí. El documento político, titulado «Alternativas para una directiva política para la población civil de Gaza» y fechado el 13 de octubre de 2023, aboga por la limpieza étnica de los palestinos de Gaza. De acuerdo: el Ministerio de Inteligencia no es poderoso. El gabinete de guerra de Benjamin Netanyahu supervisa el asalto a Gaza. Y los ministros más ultraderechistas de Israel (a saber, Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir) están excluidos del gabinete de guerra.
No obstante, el debate descaradamente público sobre la nakba indica una normalización del traslado forzoso de población como política dentro del gobierno israelí.
El documento
El documento sobre la expulsión esboza tres alternativas antes de decantarse por una: Plan C, o «Evacuación de la población civil de Gaza al Sinaí». En él se afirma: «se establecerán ciudades-tienda en la región del Sinaí… y la construcción de nuevas ciudades en una zona de reasentamiento en el norte del Sinaí». Israel ocupará físicamente Gaza y diezmará a los combatientes y túneles de Hamás, al tiempo que tratará de «promover una amplia iniciativa diplomática destinada a reclutar países dispuestos a ayudar a la población desplazada y que acepten acogerlos como migrantes.»
La lógica aquí es dispersar a los refugiados – «es mejor ser un refugiado en Canadá que en Gaza», como dijo el legislador del Likud- y, mediante el castigo colectivo, restaurar la seguridad y la disuasión que perdió tan catastróficamente el 7 de octubre. Al menos hasta el próximo asalto.
No cabe duda de que esto es lo que quiere Israel. Es coherente con su régimen colonial de colonos en el que los palestinos viven sin derechos y no son necesarios para nada, prescindibles y sustituibles por mano de obra barata extranjera, enclavados y gradualmente desposeídos en Cisjordania y asediados en Gaza durante años y años, controlados por la guerra permanente.
Y sin duda es una violación del derecho internacional y del derecho palestino a la autodeterminación – un crimen de guerra si no un crimen contra la humanidad.
Irrealista e inmoral
Pero, ¿es un plan realista? ¿Es factible? ¿Aportará paz y seguridad? La respuesta sencilla a todas estas preguntas es no.
Egipto no acepta la expulsión y la ha bloqueado de hecho. Los palestinos quieren reconstruir sus hogares destruidos en Gaza. A nivel regional, otra nakba masiva daría paso a un periodo de inestabilidad masiva. Estados Unidos se ha visto obligado a denunciar públicamente la expulsión al Sinaí, así como el reasentamiento israelí de Gaza e incluso su reocupación permanente. Aunque la expulsión interna y el desplazamiento forzoso han persistido a una escala espeluznante durante más de un mes, afectando al 70% de los gazatíes, la expulsión externa no es realista y ahora puede descartarse.
Entonces, ¿dónde nos deja esto? ¿Cuál es el objetivo final de la invasión y la salvaje diezmación de Gaza por parte de Israel?
Lo único de lo que Israel estaba seguro después del 7 de octubre era que necesitaba venganza y retribución. Dada la pérdida sin precedentes de vidas israelíes, y tras varias guerras masivamente populares contra Gaza (con un 94% de apoyo entre los israelíes) que intensificaron la demonización y deshumanización de los palestinos, la mayoría de los israelíes estaban obligados a unirse tras una gran guerra que traumatizara colectivamente a los palestinos para siempre.
Pero vengarse de una población civil indefensa no es una estrategia racional. Incluso Joe Biden, que ha apoyado a Netanyahu hasta la médula, advirtió a Israel desde el principio: «Aunque sientas esa rabia, no te dejes consumir por ella».
También existen temores reales, expresados por varios estrategas militares, de que Israel esté guerreando sin una estrategia de salida en mente. Como escribió recientemente Anthony Cordesman, «La verdadera cuestión ahora no es cómo acabará esta guerra, sino por qué no lo hará. Escalar hacia ninguna parte no es una estrategia, es un desastre».
Bien entrada la guerra, el ministro de Defensa de Israel articuló la razón de ser del asalto como la eliminación de Hamás aniquilando sus capacidades militares y gubernamentales. «Estamos en la primera fase», dijo Yoav Gallant el 20 de octubre, «en la que se está llevando a cabo una campaña militar con [ataques aéreos] y más tarde con una maniobra [terrestre] con el propósito de destruir operativos y dañar infraestructuras para derrotar y destruir a Hamás.»
Bibi y Biden
Israel ha matado ya a más de once mil palestinos en Gaza (incluidos 4.600 niños). Ha destruido o dañado el 45% de las viviendas de Gaza; ha matado de hambre y castigado colectivamente a una población asediada; ha bombardeado indiscriminadamente hospitales, escuelas y campos de refugiados; y ha demostrado al mundo una vez más que no dudará en utilizar la fuerza de forma masiva y gratuita contra la población civil, en el espíritu de la Doctrina Dahiya de destruir por destruir. Todo ello con impunidad.
Pero si su objetivo estratégico general sigue siendo oscuro, su plan para el día después de la guerra parece inexistente. Dado que reocupar y reasentar Gaza no es una opción seria, ¿qué curso de acción realista está considerando Israel?
Hay dos escenarios de posguerra que se promocionan en la prensa: El de Netanhayu y el de Biden. Ambos se centran en garantizar la seguridad israelí, pero de formas diferentes. Ambos también asumen que Hamás puede ser desmantelado utilizando medios militares. Tras más de un mes de bombardeos sobre Gaza, eso dista mucho de ser seguro: Hamás sigue intacta y luchando, y no existe un nuevo régimen de seguridad en Gaza.
La primera opción es erradicar militarmente a Hamás pero dejarle (o encontrar nuevos ejecutores locales) que gobierne como autoridad civil. Aquí se obtiene una clara victoria militar israelí, una retirada gradual y quizás un eventual retorno al ahora despoblado norte de Gaza, con Israel controlando la línea de tiempo.
Esta opción es coherente con la política de dieciséis años de Netanyahu de mantener Cisjordania y Gaza políticamente separadas, fragmentadas y gobernadas por dos entidades débiles y competidoras, mediante la potenciación de Hamás y el debilitamiento de la Autoridad Palestina (o AP, el partido gobernante en Cisjordania). Es una repetición del statu quo anterior al 7 de octubre, sin el brazo armado de Hamás.
La segunda opción es el plan de Biden y Blinken. Como era de esperar, es una reactivación de los difuntos Acuerdos de Oslo. Implica incorporar a la AP para que gobierne Gaza e iniciar un miniproceso de paz que reconstruiría Gaza mediante inversiones árabes del Golfo.
Estados Unidos controlaría la guerra y su resultado, garantizando así la estabilidad y la seguridad regionales mediante la contención de Irán y China, al tiempo que protegería a los aliados regionales de Estados Unidos de la radicalización y el desafío popular que está generando el actual asalto a Gaza. Es también la respuesta de Estados Unidos a la masiva presión popular interna para que ponga fin a la guerra y contenga a su Estado cliente.
Como argumentó recientemente en Haaretz el ex jefe de la División de Planificación Estratégica del ejército israelí Eival Gilday, que ha esbozado exhaustivamente las opciones para la posguerra: «Estados Unidos se ha unido a la campaña militar, diplomática y económicamente, y participa en la gestión de la situación para dar a las FDI el tiempo que necesitan e influir en la política de posguerra».
La opción estadounidense también da por sentado que los palestinos aceptarían una AP colaboracionista a lomos de tanques israelíes hacia Gaza. Eso es una quimera. Tener a la AP en el gobierno significa que Israel entraría en Gaza cuando lo considerara oportuno, exactamente igual que hace en las zonas de Cisjordania controladas por la AP. Israel no renuncia al control general de la seguridad en favor de los palestinos, ni a la soberanía.
¿Cómo puede ser eso una receta para la estabilidad y la seguridad a largo plazo para nadie?
Democracia palestina
Ni la opción israelí ni la estadounidense funcionarán. Son medidas temporales, malos parches en un conflicto en curso que nunca terminará hasta que se encuentre una solución justa para la cuestión de Palestina.
Desde la perspectiva de la paz y la justicia, sólo el cese de la ocupación puede traer la paz, la estabilidad y la seguridad tanto para los israelíes como para los palestinos. Sigue siendo una tarea ingente, incluso mayor que antes, con muchos más requisitos previos. Implicará un cambio radical en la política occidental hacia Israel -apoyado por un número creciente de estadounidenses- que responsabilice a Israel de su ocupación ilegal.
Fundamentalmente, requiere poner fin a la prohibición de la democracia palestina por parte de Israel, Estados Unidos y la Unión Europea. Para que los palestinos superen una segunda nakba, necesitan democracia. Es la única manera de reactivar la política y la movilización populares, y de determinar colectivamente cómo será una estrategia nacional de liberación exitosa.
Los palestinos necesitan un camino más allá de la política fracasada de la AP y la resistencia sangrienta de Hamás.
Nadie puede tolerar otras tres décadas de malas opciones: de vivir entre un régimen colaboracionista servil o una forma de resistencia militar que viola el derecho internacional y que Israel explota inmediatamente para socavar la resistencia nacional y criminalizar una causa justa en todo el mundo.
La guerra contra Gaza debe terminar ya. Prolongarla fomenta una violencia sin fin y fantasías coloniales que no aportan paz ni seguridad a nadie. Defender el derecho palestino a la autodeterminación es defender la democracia palestina, un primer paso hacia la justicia.
Bashir Abu-Manneh es catedrático de clásicas, inglés e historia en la Universidad de Kent y colaborador de Jacobin.
6. La función imperialista de Israel
Un repaso al rol que interpreta Israel en el dominio imperialista de Asia occidental y un llamamiento a la movilización.
https://www.elsaltodiario.com/
Palestina: combatir la geopolítica imperialista
De forma cada vez más explícita, medios de comunicación y dirigentes políticos israelíes llaman a la limpieza étnica, a vaciar definitivamente Gaza de población palestina, a anexionar el territorio, y, en definitiva, a desencadenar una segunda Nakba.
Gorka Martija OMAL-Paz con Dignidad
Hace ya más de un mes que el Estado de Israel inició su implacable ofensiva contra la franja de Gaza. Hasta el momento, estando ya en marcha una incursión terrestre reiteradamente anunciada y postergada, más de 9.000 personas han sido asesinadas bajo los bombardeos, muchas de ellas niñas. De forma cada vez más explícita, medios de comunicación y dirigentes políticos israelíes llaman a la limpieza étnica, a vaciar definitivamente Gaza de población palestina, a anexionar el territorio, y, en definitiva, a desencadenar una segunda Nakba. Desde el primer momento ha estado sobre la mesa el traslado masivo de personas en calidad de refugiadas a la península del Sinaí, en Egipto. Y, en este contexto endiablado, la escalada del conflicto, tanto a nivel interno como del conjunto de la región, es un riesgo objetivo.
Los medios corporativos se vienen adscribiendo disciplinadamente a un relato que reduce el conflicto a claves identitarias o religiosas, caracterizando a las organizaciones palestinas como una suerte de yihadismo estilo ISIS, apelando una retórica antiterrorista y “civilizadora” y aferrándose a la mitología de la guerra “Israel-Hamás”. Israel sería un puesto de avanzada del Occidente ilustrado en un territorio “por civilizar”. Ante esta lectura torticera, se ha ido posicionando cada vez con más fuerza una mirada alternativa, defendida históricamente por el movimiento de liberación palestino y por el internacionalismo solidario, consistente en: que Palestina es un territorio a descolonizar; que el régimen impuesto por el Estado de Israel no es únicamente de ocupación, sino que en su despliegue impone además un violento apartheid sobre la población palestina; que la clave principal de la confrontación es nacional y antiimperialista, es decir, que gira en torno a los derechos nacionales palestinos. La lectura de la parte oprimida avanza, pues, de forma notable en la opinión pública mundial, pasando por encima de la propaganda sionista.
En el marco de esta enconada pugna de relatos, se está abriendo una enorme brecha entre los sectores populares y los liderazgos institucionales de Europa y Estados Unidos. En Euskal Herria llevamos cuatro fines de semana consecutivos llenando las calles, y así está siendo en otras muchas localidades europeas, en una oleada emancipatoria que ya adquiere dimensiones globales.
Mientras esto ocurre, Ursula Von der Leyen, Joe Biden o Rishi Sunak viajan en procesión a Israel para avalar políticamente al gobierno de Netanyahu en esta operación de naturaleza abiertamente genocida. Otros, como el gobierno español (que ocupa, además, la Presidencia semestral del Consejo de la Unión), van modulando posición a cada paso con el fin de no situarse radicalmente en contra del estado de ánimo pro-palestino que domina las calles, pero sin promover frente al Gobierno israelí ninguna limitación, condición o medida de fuerza (diplomática, comercial o de cualquier otro tipo) y, por tanto, ofreciendo de facto un sostén político al genocidio. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué “nuestros” dirigentes se alinean tan afanosamente con Israel en un conflicto que aparentemente no nos atañe directamente?
Lo cierto es que esto no es algo nuevo, sino el fruto de una continuidad histórica coherente. Así fue, con altibajos, durante la Guerra Fría. También durante el periodo de negociación e implementación de unos Acuerdos de Oslo que se tornaron una trampa contra el pueblo palestino, gozando Israel del posicionamiento favorable a sus intereses de las potencias centrales, incluso cuando emprendió su estrategia de incumplimiento sistemático (en materia de asentamientos, por ejemplo). En los últimos años, la caída relativa de la intensidad del enfrentamiento militar ha llevado a que el régimen de ocupación y apartheid israelí se haya cubierto de un cierto halo de “normalización”, durante la cual estas potencias no han movido un dedo para mejorar el statu quo del pueblo palestino, trabajando permanentemente para consolidar la posición internacional de Israel. La lealtad proisraelí de Occidente es, pues, sistemática e histórica.
Aumento de la agresividad
Pero desde el 7 de octubre estamos viendo cómo las autoridades europeas y estadounidenses realizan manifestaciones públicas más agresivas, evidentes y explícitas en favor de Israel. Lo que hasta hace no tanto era un lenguaje exclusivo de los “halcones” más belicistas, se va convirtiendo en la medida del discurso oficial. Así, aunque la dimensión de la masacre sea cada vez más insoportable, aunque la retórica israelí asuma formas explícitamente genocidas y supremacistas, Macron o Schultz persisten en su defensa numantina, sin matizar lo más mínimo su discurso, escudándose en el mantra tramposo del “derecho de Israel a defenderse”, aunque el clamor social de sus propias poblaciones sea cada vez más partidario de un pueblo palestino bajo asedio. Es decir, el hilo histórico sigue su curso, pero las contradicciones derivadas del mismo van en aumento.
Hay varios factores que pueden explicar en parte este alineamiento. Habitualmente se mencionan con especial profusión la fuerza del lobby proisraelí en EE. UU., o el histórico complejo de culpa de Alemania respecto a las comunidades judías, por ejemplo. Es innegable que este tipo de elementos causales juegan un determinado rol. Pero son claramente insuficientes para explicar el descarado apoyo occidental al comportamiento de Israel que estamos viendo estos días.
En este sentido, hay una clave de primer orden que explica esta realidad de manera mucha más global y omnicomprensiva, que emerge con fuerza en la actual coyuntura crítica, y que de hecho determina todos los demás factores explicativos que puedan existir: Israel es, en el actual contexto de vorágine geopolítica, una de las principales posiciones del bloque euro-estadounidense en una región absolutamente estratégica. Hablando en plata, Israel es el representante más destacado de las potencias centrales del sistema-mundo capitalista (es decir, EE. UU. y la Unión Europea) en Oriente Próximo. En este sentido, hablamos de un actor que juega, desde su misma génesis histórica, un rol abiertamente imperialista en la región, implementado además bajo una férrea disciplina. Esto no significa, claro está, que Israel no tenga agencia y agenda propias, sino que las dinámicas respectivas –las de Israel y las de las potencias centrales– son funcionales entre sí y comparten en gran medida objetivos estratégicos. Al fin y al cabo, la política de alianzas de EE. UU. y la Unión Europea en la zona pivotan en torno a Israel, que a su vez depende para su supervivencia de un irrestricto apoyo occidental.
Esta articulación imperialista tiene implicaciones concretas en el contexto actual, que explican en parte la actitud especialmente agresiva de las autoridades europeas y estadounidenses. Y es que la complejidad y volatilidad de la actual coyuntura geopolítica parece no ser pasajera, sino que se está convirtiendo en una suerte de nueva normalidad internacional. Así lo acreditan tanto tendencias de largo alcance como estallidos localizados cada vez más habituales: el auge de los BRICS, el declive de la hegemonía global de Europa y EE. UU., la competencia comercial, tecnológica y militar con China, el repunte de las tensiones en Taiwan, la reciente expulsión de Francia de sus posiciones poscoloniales en África occidental, la guerra de Ucrania, y muchos otros ejemplos.
Todo ello en un marco general de crisis orgánica de rentabilidad del capitalismo, crisis energética y avance de la emergencia climática. En este contexto, y viendo comprometida su posición política, económica, corporativa, militar, cultural, las potencias centrales intervienen en el escenario internacional de forma cada vez más agresiva para mantener sus posiciones hegemónicas, para preservar, consolidar y ampliar esferas de influencia a nivel mundial. Y en el caso de Oriente Próximo, esto implica aferrarse con todo a esa alianza estratégica con Israel, reforzando una posición sucursalista que opera en beneficio de las potencias centrales. Aunque eso suponga avalar políticamente un genocidio televisado a nivel global. En un mundo en crisis, en el que las posiciones de compromiso y los puntos intermedios tienen cada vez menos cabida, la Unión Europea (y, por supuesto, unos EE. UU. mucho más acostumbrados a ejercer un hard power imperialista) apoyan firmemente a su bando, caiga quien caiga.
En este contexto cada vez más conflictivo, Israel juega un papel relevante en la pugna abierta por el bloque euro-estadounidense con China, por ejemplo. Así, no es casual que el Corredor India–Oriente Próximo–Europa (IMEC, por sus siglas en inglés) anunciado por Biden en la cumbre del G-20 del pasado verano, transite por Israel y tenga en el puerto de Haifa una de sus paradas estratégicas. En la tarea de hacer frente a la Nueva Ruta de la Seda, Israel está alineado en última instancia con las potencias centrales (más allá de que los vínculos económicos China-Israel hayan crecido de forma significativa en los últimos años, incluyendo la avanzada de negociaciones para la conclusión de un TLC), y así ocurre con tantas otras claves internacionales. En definitiva, el vínculo entre Israel y el bloque de poder que conforman Europa y EE. UU. es una razón estructural que explica toda una serie de lógicas con gran carga de profundidad, incluidas las actuales tomas de posición occidentales respecto a la masacre sobre Gaza.
El trabajo del movimiento popular debe comenzar en casa
De todo esto se derivan deberes específicos para el movimiento popular internacionalista a nivel europeo. No estamos ante circunstancias trágicas que ocurren fuera de nuestro ámbito de influencia y responsabilidad, sino ante una masacre que se está produciendo a causa de nuestra propia geopolítica. No somos simples testigos que miran desde fuera, sino partícipes de forma activa y directa. La posición de Israel es la posición de la Unión Europea y, por tanto, lo que haga Israel para mantener esa posición –genocidio y limpieza étnica, en este caso–, nos incumbe y compromete también a los pueblos europeos. El actuar colonial de Israel con respecto al pueblo palestino es una expresión directa de la proyección imperial de Europa y EE. UU. Israel es (somos) la propia UE, actuando en esa región en el marco de la competencia por la hegemonía global. Por eso los pueblos europeos tenemos una responsabilidad directa: primero, para detener la masacre; segundo, para impulsar una solución democrática (es decir, promover la descolonización total de Palestina y desactivar la arquitectura supremacista de Israel). Como explicábamos en este informe, la dinámica internacionalista más eficaz consiste en combatir, cortocircuitar y contrarrestar en nuestra propia casa nuestras propias lógicas y agentes colonial-imperiales hacia el exterior.
En este sentido, y ante la situación de emergencia provocada por la ofensiva israelí, un objetivo inmediato, ineludible e impostergable es sin duda atajar la masacre. Es evidente que los mensajes que están enviando las autoridades europeas y estadounidenses (solicitando “pausas” en los bombardeos y corredores humanitarios, exigiendo retóricamente esfuerzos para reducir las muertes de civiles…) no son suficientes para alcanzar ese objetivo. Es más, tales autoridades son perfectamente conscientes de ello, por lo que su postura supone de facto un aval político a la actuación de Israel. No hacer lo suficiente para frenar la masacre, de forma consciente y calculada, es complicidad. Por eso, la única vía que hoy puede llegar a ser eficaz para alcanzar ese objetivo mínimo pasa por promover el aislamiento y la firme condena internacional de Israel. Sólo bajo la amenaza real del ostracismo internacional se puede llegar a detener el genocidio en curso.
Por lo tanto, una tarea prioritaria del movimiento popular pasa por sistematizar la presión, cada cual en su ámbito, para que las instituciones políticas respectivas rompan relaciones con Israel. Es decir, comenzando por las Diputaciones Forales, pasando por los gobiernos autonómicos de la CAV y la CFN, siguiendo por el Gobierno del Estado español, hasta llegar a las instituciones de la Unión Europea, impulsar y promover la suspensión de relaciones diplomáticas, como han hecho Bolivia, Colombia y Chile entre otros. La movilización callejera y la fuerza popular son imprescindibles para ello, ya que las autoridades gobernantes actualmente en cada uno de estos niveles no lo harán en ningún caso por iniciativa propia, dado que supondría poner en jaque una alianza geopolítica firme.
Más allá de esto –y sumando a ese objetivo inmediato una mirada más integral, que pasa por forzar esa salida democrática de descolonización de Palestina–, es indispensable impulsar, cada cual en su territorio, iniciativas encaminadas a desactivar todos y cada uno de los instrumentos que dan forma orgánica a las relaciones y vínculos de nuestras instituciones con el Estado de Israel. A todos los niveles y en todos los ámbitos: comenzando por la Unión Europea y el Acuerdo Euro-mediterráneo de Asociación actualmente en vigor, hasta el Convenio suscrito en 2018 por la Diputación Foral de Bizkaia con la aceleradora empresarial israelí Sosa. Pasando por las empresas radicadas en nuestro territorio y dedicadas al comercio armamentístico con Israel, o que operan en los territorios ocupados (como la empresa vasca de ferrocarriles CAF), etc. Todas ellas son ejemplos de relaciones y vínculos que deben ser puestos en jaque desde el movimiento popular en aras de forzar tanto la inmediata detención de la masacre como de impulsar la necesaria salida democrática, el ejercicio del derecho de autodeterminación por parte del pueblo palestino.
En definitiva, la principal tarea a desplegar desde el internacionalismo hoy es situarse al lado del pueblo palestino cortocircuitando nuestra propia geopolítica imperialista. Para ello, hay que seguir en las calles.
7. La actividad del frente de resistencia iraquí
Como sabemos, uno de los pocos aliados con que cuentan los palestinos en la región es la resistencia iraquí. En este artículo se repasan sus últimas actuaciones y sus planes de intervención si hay escalada. https://new.thecradle.co/
Más allá de la retórica: El frente de resistencia iraquí se amplía a la guerra estadounidense-israelí contra Gaza
Por primera vez, la resistencia iraquí está lanzando su peso militar directamente detrás de su contraparte palestina, posicionando tropas en dos de las fronteras de Israel e intensificando los ataques contra las fuerzas de ocupación estadounidenses.
Corresponsal en Iraq de The Cradle 16 DE NOVIEMBRE DE 2023
Desde el 17 de octubre, las facciones de la resistencia iraquí han participado activamente en los conflictos de Asia Occidental que se han desarrollado tras la operación de resistencia Inundación de Al-Aqsa, dirigida por Hamás.
Operando como parte del Eje de la Resistencia de la región, estas facciones lanzaron aproximadamente 50 ataques contra bases militares estadounidenses en Siria e Irak, utilizando drones y misiles Grad y Katyusha. También han amenazado con emplear misiles precisos de largo y medio alcance contra estos objetivos. Un incidente notable se saldó con 20 soldados estadounidenses heridos, según reconoció el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
La resistencia iraquí también ha iniciado marchas hacia bases militares israelíes en los territorios palestinos ocupados. Sin embargo, estas acciones se encontraron con la oposición de los sistemas de propulsión aérea estadounidenses en Jordania e Israel.
Es importante destacar que, por primera vez desde 2003, estas operaciones marcan la cooperación iraquí con la resistencia palestina contra la ocupación israelí. También sirven para demostrar las importantes capacidades desarrolladas por las Unidades de Movilización Popular (UMP) en los últimos años, apoyadas discretamente por Irán.
Irak responde a la guerra estadounidense-israelí contra Gaza
Tras su victoria sobre el ISIS, las facciones de la resistencia iraquí han operado en un entorno político y de seguridad complejo, que incluye una presencia militar estadounidense directa dentro del Estado, la hostilidad ocasional del gobierno iraquí hacia las facciones (el ex presidente Mustafa al-Kadhimi), una aguda división política interna iraquí y la continua interferencia externa, en particular de Arabia Saudí y los EAU.
A pesar de estas circunstancias, las facciones han seguido desarrollando sus sistemas de misiles y aviones no tripulados y consolidando su alianza con Hezbolá, otro miembro del Eje.
Pero un interruptor definitivo se activó tras la operación de resistencia palestina del 7 de octubre y los despiadados ataques de Israel contra la asediada Gaza y sus 2,2 millones de habitantes. Estos acontecimientos llevaron a las facciones de la resistencia iraquí -por primera vez- a entrar en el conflicto en apoyo de sus aliados de Gaza.
Según sus declaraciones, la guerra contra Gaza se percibe como una guerra estadounidense-israelí y han advertido de que ejercerán presión sobre las fuerzas de ocupación estadounidenses, especialmente si se produce alguna intervención militar directa de Estados Unidos en nombre de Tel Aviv.
Hasta la fecha, los principales logros de las facciones de la resistencia iraquí incluyen:
En primer lugar, definir a las fuerzas de ocupación estadounidenses en Irak y Siria como objetivos legítimos de la resistencia iraquí. En particular, el ejército estadounidense se abstiene de responder dentro del territorio iraquí porque actualmente no puede soportar las consecuencias de una escalada dentro de Iraq que empujaría a las facciones de la resistencia a intensificar y ampliar sus objetivos a nuevos emplazamientos e intereses estadounidenses. En su lugar, las fuerzas estadounidenses se centran en atacar Siria, donde afirman tener como objetivo a los grupos «respaldados por Irán».
En segundo lugar, la resistencia iraquí está demostrando públicamente su apoyo militar a sus homólogos palestinos. A pesar de ser la primera vez, las facciones iraquíes han sido actores tempranos, coherentes y fiables a la hora de proporcionar apoyo vocal y activo a la resistencia palestina una semana después del asalto de Israel a Gaza.
En tercer lugar, enviar un mensaje a la alianza estadounidense-israelí sobre la futura implicación de Irak en cuestiones regionales clave. Esto no tiene precedentes en muchos sentidos, y señala que estas facciones tienen la intención de desempeñar un papel en las acciones militares contra su Eje, incluso en Palestina y Líbano.
En cuarto lugar, al haber establecido legalmente la UMP como una formidable fuerza política y militar en Irak, este equilibrio de poder político será difícil de anular, sobre todo porque sus operaciones contra las fuerzas de ocupación estadounidenses -y potencialmente israelíes- gozan de apoyo popular en el mundo árabe en general.
Esperando la «hora cero»
El portavoz de las Brigadas de Hezbolá iraquíes, Jaafar al-Husseini, afirma que los ataques contra bases estadounidenses continuarán y se intensificarán en respuesta a la agresión israelí contra Gaza. Subraya la capacidad de las facciones para atacar a todas las fuerzas estadounidenses en Irak -incluso las que se encuentran en el norte del país, controlado por los kurdos-, afirmando: «Los estadounidenses conocen bien las capacidades militares y humanas de la resistencia».
Una facción de la Resistencia Islámica Iraquí, el Cuerpo Waad al-Sadiq, ha reivindicado la responsabilidad de los ataques con aviones no tripulados contra la base de Ain al-Assad, la mayor base estadounidense en el país, en respuesta a las continuas atrocidades cometidas por los sionistas en Gaza.
Mientras tanto, el secretario general del grupo, Muhammad al-Tamimi, afirma: «Los combatientes de la resistencia están esperando la hora cero para asaltar la frontera con Israel», y señala que «la resistencia está preparada para entrar en la batalla de Gaza sin demora.»
Una fuente de una de las facciones armadas de la resistencia revela a The Cradle que sólo su facción llevó a cabo «más de 17 ataques contra las bases de Ain al-Assad y Harir en Irak, y contra las fuerzas estadounidenses estacionadas en el campo de Conoco en el campo [sirio] nororiental de Deir Ezzor.»
La fuente añade: «En un solo día, el 7 de noviembre, las facciones de la resistencia llevaron a cabo más de cinco ataques contra las bases de ocupación estadounidenses en Ain al-Assad, Harir, el aeropuerto de Erbil y la base de Al-Tanf en Siria.»
El portavoz del Pentágono, John Kirby, anunció en un comunicado que las fuerzas estadounidenses «bajo la dirección del presidente Joe Biden, lanzaron ataques aéreos defensivos precisos en la frontera entre Irak y Siria, dirigidos contra instalaciones utilizadas por grupos armados que participan en ataques contra instalaciones estadounidenses en Irak.»
A pesar de los fervientes esfuerzos diplomáticos estadounidenses -a través de mediadores omaníes y qataríes- para disuadir a los países del Eje de la Resistencia (Irán, Irak, Siria, Líbano y Yemen) de apoyar abiertamente a Gaza, los ataques contra las fuerzas de ocupación estadounidenses en Siria e Irak no han hecho más que intensificarse.
Estos esfuerzos de Estados Unidos incluyen tácticas de intimidación como la movilización de su flota naval en el Mar Mediterráneo fronterizo con Líbano y Palestina, dos importantes miembros del Eje. Pero estas medidas fracasaron, lo que llevó al Secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken a visitar Bagdad el 5 de noviembre para presionar al gobierno iraquí y lanzar amenazas contra su resistencia respaldada por Irán.
Según un comunicado del Departamento de Estado estadounidense, Blinken habría discutido con el primer ministro iraquí, Muhammad Shiaa Al-Sudani, «la necesidad de no ampliar el alcance del conflicto», y pidió al gobierno iraquí que «hiciera rendir cuentas a los responsables de los ataques contra las fuerzas estadounidenses».
Estos llamamientos suscitaron un amplio rechazo popular y político. Activistas políticos iraquíes exigieron la ruptura de relaciones con Estados Unidos y la retirada de sus fuerzas militares de Irak, mientras que el líder del movimiento sadrista Muqtada al-Sadr pidió el cierre de la embajada estadounidense en Bagdad.
Ataques contra las bases estadounidenses en Irak y Siria
En la actualidad, las fuerzas estadounidenses están estacionadas en 22 emplazamientos militares repartidos por todo Irak, incluidas diez bases principales en lugares tan variados como Sinjar, Mosul, Qayyarah, Al-Tun Kubri, Halabja, Balad, Mansouriya, Al-Taji y Al-Baghdadi (Ain al-Assad).
Los soldados estadounidenses también están desplegados en tres campamentos y otras bases en Kirkuk, la Base de la Victoria en el Aeropuerto Internacional de Bagdad -que se utiliza para mando, control, investigaciones e información de inteligencia- y la Base de Habbaniya. Las fuerzas de ocupación han establecido puntos de concentración en Albukamal, en la frontera entre Irak y Siria, cerca del estratégico paso fronterizo de Al-Walid, y en la base de Al-Tanf (con fuerzas británicas), en el triángulo fronterizo entre Siria, Jordania e Irak.
Según informes de inteligencia, hay más de 22.000 militares y contratistas dentro de las bases militares estadounidenses en Irak, que desempeñan diversas funciones como soldados, asesores, instructores, oficiales de vigilancia, analistas de información, técnicos y la Fuerza Aérea.
Paralelamente, las fuerzas estadounidenses mantienen una presencia en 20 bases y emplazamientos militares dentro de Siria con el pretexto de combatir al ISIS y entrenar a las fuerzas iraquíes. Las bases principales se encuentran en el aeropuerto de Tabqa, Rmelan, Al-Malikiyah, Tal Tamr, Farzeh, Manbij y Ain al-Arab.
Hay otros tres emplazamientos militares en la gobernación de Al-Hasakah y dos en Manbij. Los expertos en estrategia regional sostienen que este importante despliegue de fuerzas estadounidenses va mucho más allá de una función de asesoramiento, y se ajusta al proyecto más amplio estadounidense-israelí de balcanización de la región.
Movilización en la frontera jordana
Aparte de los ataques contra bases estadounidenses en Irak y Siria, fuentes informan a The Cradle de que cientos de combatientes de la resistencia iraquí ya han cruzado a Siria y Líbano en previsión de una escalada en la guerra regional. Sobre esto, un oficial militar de una de las facciones dice:
«La resistencia iraquí adquirió una experiencia inestimable en la guerra urbana y en terrenos difíciles durante los conflictos contra la ocupación estadounidense y el ISIS. La mayoría de los movimientos de resistencia estudiaron en detalle el campo de batalla con el bando israelí, y los puntos de cruce de los países vecinos a las fronteras palestinas, y si llega la hora cero, los israelíes se verán sorprendidos por la llegada de los combatientes a los territorios palestinos ocupados.»
Simultáneamente, facciones iraquíes han movilizado a miles de hombres a lo largo de la frontera de Irak con Jordania para presionar a Ammán para que abra el paso.
Aunque el puesto fronterizo iraquí más cercano está a 550 kilómetros de la ciudad de Gaza y a 373 kilómetros de la frontera jordano-palestina -lo que dificulta el cruce sin la aprobación jordana-, esto no ha disuadido a más de 4.000 iraquíes de reunirse cerca de la frontera entre Irak y Jordania. Entre ellos no sólo hay miembros de las facciones de la resistencia iraquí, sino también activistas comunitarios y tribales de todas las sectas iraquíes.
The Cradle visitó recientemente el paso fronterizo de Trebil (575 kilómetros al oeste de Bagdad), donde se ha establecido un campamento improvisado para miles de personas que apoyan a los palestinos. Como revela Abu Jaafar, uno de los organizadores de la sentada:
«Este movimiento popular nace de un sentido de responsabilidad hacia la cuestión palestina, y de un intento de transmitir una voz al mundo para mostrar la opresión del pueblo palestino y demostrar que la cuestión palestina es una cuestión de todos los musulmanes, no sólo de los palestinos».
Hassan al-Daraji, que participa en la sentada, dice a The Cradle que «los aquí presentes son una pequeña parte de los que tienen el deseo de llegar a la frontera palestina. Miles de personas esperan la hora cero para cruzar la frontera».
Algunos medios de comunicación prooccidentales han intentado dar la vuelta a lo que actualmente es una concentración de civiles en la frontera entre Irak y Jordania para convertirla en algo más siniestro: una congregación de hombres armados que intentan cruzar la frontera jordana. Abu Jaafar rechaza de plano esta afirmación:
«El objetivo de la sentada es la solidaridad pacífica y proporcionar apoyo moral con Gaza, ya que el comité organizador de la sentada ha trabajado para recoger donaciones de alimentos en especie con la esperanza de que nos permitan entregarlos a través de la frontera jordano-palestina, y estamos aquí para intentar presionar a la comunidad internacional.»
En resumen, las acciones de las facciones de la resistencia iraquí tras el diluvio de Al-Aqsa y la agresión israelí en Gaza marcan un cambio significativo en su papel regional y en la ampliación de sus capacidades.
Al atentar contra la presencia militar estadounidense localizada -principal respaldo y facilitador de Israel-, estas facciones no sólo están redefiniendo popularmente a las fuerzas extranjeras como objetivos legítimos, sino que también están demostrando un apoyo militar directo sin precedentes a la resistencia palestina.
8. Los difíciles equilibrios de Jordania
Ante las imágenes diarias del genocidio, uno de los principales focos de tensión en el mundo árabe es Jordania. La presión popular ha obligado a subir el tono de la retórica antiisraelí. Pero en la práctica, siguen siendo los mismos colaboracionistas de siempre.
Anti-Israel rhetoric in Jordan intensifies as kingdom braces for chaos
Guerra entre Israel y Palestina: Se intensifica la retórica antiisraelí en Jordania mientras el reino se prepara para el caos
Funcionarios y analistas afirman que las duras palabras de Ammán reflejan el temor a que las protestas en Jordania o los enfrentamientos en Cisjordania traspasen las fronteras con consecuencias existenciales.
Por Mohammad Ersan en Ammán
Fecha de publicación: 16 de noviembre de 2023
Resulta difícil pasar por alto la retórica cada vez más enérgica de las autoridades jordanas mientras Israel sigue bombardeando Gaza.
El primer ministro jordano, Bisher al-Jasawneh, advirtió la semana pasada de que el reino interpretará cualquier intento de desplazar a los palestinos de Gaza o Cisjordania como «una declaración de guerra».
Poco después, el ministro de Asuntos Exteriores, Ayman Safadi, rechazando los intentos israelíes de decidir quién administrará una Gaza de posguerra, describió a Hamás como una «idea que no muere».
«Quien quiera una situación diferente debe satisfacer las necesidades y los derechos del pueblo palestino y lograr una paz completa», declaró Safadi.
«Si la comunidad internacional no va en esta dirección y con un plan que logre la paz, un Estado palestino y los derechos de su pueblo, volveremos a la guerra cada cinco o seis años».
En una reunión con funcionarios jordanos, el rey Abdullah II rechazó cualquier escenario que viera a Israel reocupar partes de Gaza o establecer zonas tampón, declarando que «empeoraría la crisis y es inaceptable, constituyendo un asalto a los derechos palestinos».
Algunas fuentes creen que un ataque aéreo israelí cerca de un hospital de campaña jordano en Gaza el miércoles, que hirió a siete empleados, fue una señal de que las palabras de Jordania se han oído alto y claro en Tel Aviv.
«Sí, [fue] un mensaje… debido a la firme y avanzada posición jordana», declaró a Middle East Eye Mohammad al Momani, miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado jordano.
Momani afirmó que el ataque era también «una flagrante violación del derecho internacional y del tratado de paz entre Jordania e Israel».
El general de división retirado Dhifaullah al-Daboubi, experto militar especializado en asuntos israelíes, dijo que Israel habrá sabido que Jordania tenía tres hospitales de campaña -en Yenín, Nablús y Rafah- y sus ubicaciones.
«Esto puede ser un mensaje de que Israel no está satisfecho con este paso», dijo sobre el establecimiento de los hospitales por parte del reino.
Contener el caos
Antes de la guerra, la posición oficial de Jordania siempre había sido que la «solución de dos Estados» era la mejor manera de poner fin al conflicto, que Israel debía poner fin a su ocupación y que debía establecerse un Estado palestino a lo largo de las fronteras de 1967 con Jerusalén Este como capital.
El actual ruido de sables desde Ammán se dirige, en parte, al vibrante movimiento de protesta propalestino del reino en un intento de mantener el control, sobre todo cuando los manifestantes presionan para que se abran las fronteras para que los jordanos puedan unirse a la lucha.
La semana pasada, las fuerzas de seguridad jordanas detuvieron a 25 hombres que planeaban celebrar una sentada en una mezquita cercana a la frontera jordana con Palestina para protestar por los continuos bombardeos israelíes sobre Gaza.
Desde el comienzo de la guerra, ha habido protestas diarias en Ammán exigiendo al gobierno que cancele su tratado de paz de 1994 con Israel, así como los acuerdos sobre el gas en respuesta a la conducta de Israel en Gaza.
Pero las enérgicas palabras de Jordania, según afirman conocedores y analistas, son también un reflejo del creciente temor a que el orden en la vecina Cisjordania se esté desmoronando y exista el riesgo de que el caos se extienda al otro lado de la frontera, o algo peor.
El ex viceprimer ministro, Mamdouh Abbadi, declaró a MEE que le preocupa que Israel, bajo su actual liderazgo, pueda estar planeando invadir Jordania, poniendo fin al tratado de paz de 29 años entre ambos países.
Abbadi cree que las autoridades de Ammán han sido demasiado moderadas en su enfoque hasta ahora y ha pedido a Jordania que corte los lazos con Israel y comience el servicio militar obligatorio.
«Lo que está ocurriendo en Jordania es una reevaluación popular y oficial de las relaciones con la ocupación, porque el futuro de Jordania está en peligro debido a la influencia sionista», afirmó Abbadi.
El Estado jordano no sólo debe cortar los lazos con Israel, sino también armar al pueblo y establecer relaciones estratégicas con países que se oponen a la ocupación, como Siria, Irán, Rusia y China, ya que Occidente está conspirando con la ocupación israelí para crear un equilibrio.»
Saleh al-Armouti, jefe del Bloque Reformista, partido islamista de la oposición que cuenta con 10 escaños en la Cámara de Representantes, de 130, declaró a MEE que la enérgica respuesta de Jordania es por «la airada opinión pública interna».
Pero también sirve a Jordania, que custodia lugares sagrados islámicos y cristianos en Cisjordania, para mantener su propia seguridad nacional, dijo.
«Especialmente cuando la resistencia palestina, a través de Jaled Meshaal y funcionarios de Hamás, declaró su apoyo a la custodia hachemí sobre los lugares santos y en contra de los asentamientos en Jordania y el desplazamiento», dijo Al-Armouti.
«Cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Ayman Safadi, dice que Hamás es una idea que no se acaba, y los funcionarios declaran que el desplazamiento de palestinos es una declaración de guerra a Jordania, se trata de una postura avanzada».
«Nuestra postura va más allá del envío de ayuda a Gaza. Somos los únicos que enviamos esta ayuda en circunstancias desfavorables».
Mohammed Abu Rumman, ex ministro de Juventud y Cultura, y ahora director del Instituto de Estudios Políticos y Sociales, dijo que uno de los principales temores que guían la respuesta de Jordania es la posibilidad de que el conflicto se extienda a Cisjordania y arrastre al reino a nuevas escaladas.
«Los posibles escenarios incluyen el colapso de la Autoridad Nacional Palestina y la aparición de caos y disturbios más amplios que podrían conducir a una nueva transferencia a Jordania», dijo Abu Rumman a MEE.
Revisar los acuerdos
Más allá de las palabras, el gobierno está adoptando medidas tangibles, como la revisión por parte de la comisión jurídica parlamentaria de todos los acuerdos firmados con Israel.
La revisión, convocada por el presidente de la Cámara de Representantes, Ahmed Safadi, presentará recomendaciones al gobierno sobre las medidas que deben tomarse si Israel continúa su asalto a Gaza.
No es la primera vez que Jordania revisa sus acuerdos con Israel.
En 2017, el comité legal llevó a cabo la misma revisión tanto en respuesta al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte de la administración Trump, como al Acuerdo del Siglo. Pero las decisiones del comité nunca vieron la luz.
Jordania ha firmado unos 15 acuerdos comerciales y turísticos con Israel desde la firma del tratado de paz en 1994.
El más destacado de estos acuerdos es el de importación de gas firmado en 2016, que estipulaba que Israel suministraría a Jordania unos 45.000 millones de metros cúbicos de gas durante 15 años a cambio de 10.000 millones de dólares pagados por el reino durante el mismo periodo.
El Bloque Reformista también ha presentado un proyecto de ley que pide la anulación del tratado de paz jordano-israelí.
Según al-Armouti, jefe del bloque, si el Parlamento aprueba el proyecto de ley, el gobierno se verá obligado a presentar una ley que proponga la anulación del acuerdo en la misma sesión o en la siguiente.
Observación de Joaquín Miras:
En Cisjordania, el orden ha dejado de existir. Ya no actúa ni siquiera el brazo armado colaboracionista de la OLP, son las tropas de la wehrmacht las que campan por sus respetos, matan, secuestran, arrasan sin que ni Petain, ni Laval abran boca. Ni el prefecto Papon. Jordania, esta vez lo tiene crudo. En los setenta, Hussein no dudó en usar la aviación y la legión árabe -beduinos contra los asentamientos palestinos en el reino hachemí, pero esta vez es su propia sociedad la que es un clamor, y quedan ya pocos beduinos… no pocos palestinos refugiados.
9. Situación militar en Palestina, 17 de noviembre
El resumen de Rybar. Seudónimo que, por cierto, se refiere a la pesca, de ahí su logo -Рыба, Ryba, es pescado; Рыбак, Rybak, pescador; Рыбарь, Rybar, no es nada concreto que yo sepa, pero véis por dónde va-. https://rybar.ru/chto-
Lo que está ocurriendo en Palestina e Israel: cronología del 16 de noviembre
16 de noviembre de 2023 Rybar
Los israelíes continúan su operación terrestre en la Franja de Gaza: se están produciendo combates en las afueras del hospital Al-Wafa, en el barrio de Beit Lahiya y en Beit Hanoun, pero de momento no hay cambios significativos en la configuración del frente. Por la tarde, fuentes palestinas escribieron que las IDF se habían desplazado hacia el Hospital Baptista Al Ahli, más cerca del centro de la ciudad, pero no hay seguimiento objetivo desde allí.
Mientras tanto, el mando israelí sigue convenciendo a la comunidad mundial de que el hospital Al-Shifa era el cuartel general de Hamás y que bajo él sigue funcionando un gran búnker subterráneo de militantes. Como prueba, las IDF presentaron imágenes del hospital en las que se veían armas ligeras, granadas de mano y literatura islámica. Sin embargo, un conjunto de armas tan «amplio» para el cuartel general de Hamás parece, por decirlo suavemente, poco convincente. Es probable que los propios israelíes hayan formado un puesto en el lugar.
El suceso más notorio de hoy ha sido el ataque en el puesto de control de Minharot, entre Jerusalén y Belén: tres terroristas atacaron el lugar, hiriendo a varios civiles y matando a un soldado de las FDI. Tras conocerse que los militantes procedían de Hebrón, los israelíes lanzaron detenciones masivas de residentes de la ciudad, arrestando también a la madre del terrorista muerto. Como era de esperar, Hamás reivindicó el atentado.
Ningún cambio en la frontera entre Israel y Líbano: «Hezbolá y las IDF están intercambiando ataques a lo largo de toda la línea de contacto. Hoy, combatientes propalestinos atacaron bastiones israelíes en Dovev, Shtula, Metula y Yiftah. Estos últimos volvieron a devolver el fuego contra el sur del Líbano.
Mapa de alta resolución en inglés https://rybar.ru/piwigo/
Estado de las hostilidades
Franja de Gaza
En el norte de la Franja de Gaza, donde las tropas israelíes continúan su operación terrestre, la situación no ha cambiado realmente. Los combatientes siguen explorando el hospital Al-Shifa, anteriormente ocupado. El servicio de prensa de las IDF sube periódicamente fotos a la red, que supuestamente prueban que bajo el hospital se encuentra un importante cuartel general de Hamás.
Sin embargo, estas pruebas parecen poco convincentes: en las fotos colgadas, los israelíes muestran varios cargadores de armas ligeras, chalecos antibalas, literatura islámica y una colección de granadas de mano. Como señaló acertadamente uno de nuestros colegas en Internet, «incluso los tiradores en las escuelas tienen un arsenal más rico para utilizar en los ataques». Las IDF aún tienen que aportar otras pruebas, así como datos sobre la presencia de túneles con militantes bajo el hospital donde se alojaban miles de personas. Mientras tanto, según fuentes palestinas, los israelíes se han llevado varios cadáveres de militantes de la morgue del hospital, y también han empezado a demoler estructuras del sur cerca del hospital para facilitar su avance hacia el interior de la Franja de Gaza.
Por cierto, los hallazgos en el hospital Al-Shifa no son los únicos intentos de los israelíes de demostrar que los militantes encubrían a civiles en el enclave: también se publicaron fotos de una casa en Beit Hanún donde supuestamente se almacenaban cohetes bajo la cama de un niño de Hamás.
Hoy no se produjeron demasiados enfrentamientos destacados en el enclave; los enfrentamientos se produjeron con regularidad en el barrio Sheikh Radwan de Gaza, cerca de Beit Hanoun, Beit Lahiya y en posiciones de las FDI en las afueras del hospital Al-Wafa. Dos soldados israelíes resultaron heridos en enfrentamientos en la zona norte. Hacia la noche también se informó de movimientos israelíes hacia el hospital baptista de Al-Ahli, pero aún no se ha confirmado esta información. Sin embargo, está claro que las IDF están empezando a adentrarse en la ciudad tras el barrido del oeste de Gaza anunciado por el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant.
Pero al mismo tiempo, la aviación israelí ha estado bombardeando casi continuamente la Gaza cercada, especialmente las zonas cercanas a las posiciones de las IDF, así como otras ciudades de la Franja, incluidas Khan Younis y Rafah, en el sur.
Además, los israelíes han publicado hoy imágenes de archivo de combates en el barrio de Sheikh Ijlin, cerca de la costa mediterránea. El vídeo se grabó hace aproximadamente una semana, cuando las IDF estaban empezando a cerrar el anillo de cerco alrededor de Gaza desde el oeste.
Mientras tanto, la situación humanitaria en el enclave sigue deteriorándose, y uno de los mayores proveedores de servicios de Internet palestinos ha declarado hoy que no puede prestar servicio de Internet en la Franja de Gaza debido a que se ha quedado sin combustible.
Sur
Hay calma en la dirección sur, con las facciones palestinas bombardeando el kibutz Nahal Oz y varios asentamientos israelíes a lo largo del perímetro de Gaza donde están estacionados los equipos de reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel.
La frontera con Líbano
En la dirección norte, los combates se han convertido en rutinarios, y los combatientes de Hezbolá atacan a diario con ametralladoras antitanque y otras armas los bastiones israelíes situados a lo largo de la frontera, mientras las Fuerzas de Defensa de Israel responden con fuego de artillería. Hoy, miembros del grupo propalestino atacaron bastiones de las FDI en Dovev, Metula, Shtula, Mitzgawa Am y el puesto de observación de Cyclamen.
Los israelíes, por su parte, han lanzado como es habitual una serie de ataques aéreos y de artillería contra Kafr Killa, Aita al-Shaab, al-Naqoura, Beit Lif, Ramieh y otras localidades donde, según ellos, se encuentran posiciones de Hezbolá.
Cisjordania
El suceso más llamativo de hoy ha sido un atentado terrorista en el puesto de control de Ha Minharot («Túneles»), entre el sur de Jerusalén y Belén. Tres terroristas se dirigieron al puesto de control y abrieron fuego contra las fuerzas de seguridad israelíes, hiriendo a 7 personas, entre ellas civiles. Fueron eliminados por fuego de respuesta, y Hamás, como era de esperar, reivindicó la autoría del ataque. Más tarde se supo que un soldado de las IDF había muerto en el enfrentamiento con los terroristas.
Dos de ellos eran árabes y naturales de Hebrón. En el lugar de los hechos se encontraron dos fusiles M-16, otras armas ligeras y munición. El mando israelí cree que planeaban organizar un atentado terrorista en la propia Jerusalén, pero las fuerzas de seguridad frustraron el ataque. Tras el fracaso, los militantes atacaron el citado puesto de control.
Las Fuerzas de Defensa de Israel, por su parte, respondieron con detenciones masivas de residentes de Hebrón, incluida la detención de la madre de uno de los terroristas asesinados. Como era de esperar, estallaron enfrentamientos con palestinos en la ciudad. También continuaron las detenciones y los enfrentamientos en Yenín, Tubas, los barrios de Naplusa, Tuku, Jericó, Husan, Abu Dis, Kobar, Yatma y la propia Jerusalén. En Abu Dis, las fuerzas de seguridad asaltaron la universidad local y destruyeron varias aulas.
Acciones de las milicias proiraníes en Oriente Próximo
Versión en inglés https://rybar.ru/piwigo/
Los grupos proiraníes no reducen su actividad en Siria: durante la noche, las posiciones del ejército estadounidense cerca del campo de Al-Omar, cerca de Deir ez-Zor, volvieron a estar bajo fuego. Todavía no se ha facilitado información sobre los detalles del incidente, ni sobre el número de víctimas mortales.
Contexto político y diplomático
Negociaciones sobre un alto el fuego temporal
Según periodistas de The Washington Post, los militantes de Hamás han aceptado liberar a 50 de los 240 rehenes que tienen en su poder a cambio de un alto el fuego de tres o cinco días, la ampliación de la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza y la liberación de mujeres y niños palestinos de las cárceles israelíes. Por el momento, los representantes del grupo, así como las autoridades estadounidenses implicadas en el proceso de negociación, están a la espera de la decisión de Israel.
Los medios de comunicación israelíes afirman que esta noche se celebrará una reunión del gabinete político-militar israelí sobre esta cuestión, durante la cual se debatirá la viabilidad de tales acuerdos.
Sobre la limitación de las cuentas de los inversores rusos en Israel
Consultores entrevistados por RBC informaron de que los bancos israelíes han empezado a restringir las operaciones con cuentas de valores de inversores de la Federación Rusa, que tienen tanto la ciudadanía israelí como la rusa. Hasta ahora, principalmente los grandes bancos han empezado a separar las cuentas, y esto se hizo a petición del depositario europeo Euroclear. Los activos de ciudadanos rusos que se contabilizan a través de dicho depositario están bloqueados.
10. Encuestas del CEO publicada hoy en LV.
Yo lo he visto en Electomanía. Así quedarían los resultados electorales, según ellos (hilo): https://twitter.com/electo_
Sobre este mismo tema, me ha parecido interesante esta columna en Voz Populi de alguien que siempre ha estado -y sigue- en contra de los indepes, a pesar de su nombre y apellidos (Roger Senserrich):
El final del ‘procés’
Publicado: 12/11/2023 04:45
Roger Senserrich
Quiero que Cataluña sea un lugar próspero, feliz y abierto a Europa y al mundo, innovador, fascinante, y lleno de vida. Creo sinceramente que para que eso suceda, debe seguir siendo parte de España, tanto por motivos económicos como culturales. Es imposible entender Barcelona, la ciudad en la que se editan más libros en castellano del mundo, fuera de España. Es imposible entender a Cataluña sin Barcelona.
Durante la última década, sin embargo, es indudable que Cataluña se ha quedado atrás. Lo que había sido siempre una región cosmopolita, inquieta, siempre buscando, siempre mirando a Europa y América, siempre intentando de buscar lo más nuevo o inventarlo, se había quedado ensimismada, perdida, cerrada en si misma. Una cultura oficialista cada vez más provinciana, arrogante y reaccionaria ahogaba su viejo espíritu anarquista, irónico y decadente. Su burguesía, antaño debatiéndose entre el orden y la estética, se había perdido en un mar de agravios, resignación y derrotismo.
El procés, la locura política colectiva por la independencia, ahogó a Cataluña, sumiéndola en debates interminables, divisiones profundas y malgastando la energía y sentir colectivo del país en un esfuerzo tan estúpido como inútil que nunca llegó a ser mayoritario entre los catalanes. La región más activa, rica, y vibrante del país se convirtió en el lugar más antipático y provinciano de Europa. El resultado ha sido un desastre tanto para la misma Cataluña como para el resto de España.
Soy de la opinión, entonces, que una de las prioridades de cualquier político tanto en Cataluña como en España es poner fin a este lastre pesado, absurdo y derrotista que ha sido el procés. Es algo urgente, imprescindible, tanto por el bienestar económico del país como por nuestra propia salud mental. Cuanto antes nos saquemos de encima este día de la marmota de agravios, protestas, desatinos, algaradas y jugadas maestras que no llevan a nada mejor. Es hora de mirar hacia adelante.
Los acuerdos de investidura que el Partido Socialista y los nacionalistas catalanes, por lo tanto, me despiertan miedos y esperanzas considerables. Y aún con los abundantes reparos que me producen varias de sus provisiones, creo que pueden ser, potencialmente, una forma de cerrar esta era tan idiotizada y autodestructiva de la política catalana, y quizás, a medio plazo, un punto de partida hacia un país mejor.
Empecemos por la parte negativa, porque no es en absoluto despreciable. Muchos comentaristas se han quejado sobre cómo los acuerdos han hecho que el PSOE acepte el “lenguaje” o el “marco” del independentismo. Es cierto que ambos textos con a menudo insoportablemente ampulosos y recargados en la retórica circular del procesismo, pero ese me parece un problema menor. Como señalaba hace unas semanas, una de las principales obsesiones del nacionalismo catalán es usar esta palabrería farragosa y altisonante de bilateralidad, soberanía, nación o conflicto para decir banalidades, simplemente para provocar escándalo e indignación en Madrid. Los acuerdos incluyen copiosas cantidades de este trolleo para los fieles, simplemente para irritar.
Ofuscado entre tantas tonterías, la parte substancial de ambos pactos incluye sólo dos propuestas concretas y tangibles, sin condicionales. Primero, los partidos nacionalistas catalanes votarán a favor de la investidura. Segundo, el Congreso aprobará una ley de amnistía para los implicados en los disturbios y algaradas del procés. El resto del acuerdo, con la única excepción del traspaso de Cercanías (al que le dedicaré otra columna más adelante) es una montaña de vaguedades, indefinición y condicionales, sin apenas detalles concretos. Hay múltiples mesas de diálogo que hablarán sobre cosas, hay una “agenda de reformas y transferencias” y una serie de principios sobre el sistema de financiación. Pero sobre soberanía, autodeterminación, libertad, revolución y demás no hay nada substancial. Todo está escrito en condicional, todo está supeditado a acuerdos, y no hay compromisos cerrados en ningún tema concreto.
Los niveles de indefinición son casi hilarantes. El acuerdo con Junts recoge que Junts propondrá una reforma de la ley de financiación autonómica, y el PSOE “apostará por medidas que permitan la autonomía financiera”. Es un pacto donde las dos partes acuerdan proponerse cosas distintas. El de ERC dice que se “abordará la manera en que los acuerdos puedan ser refrendados por el pueblo catalán”, que es la forma rebuscada de decir que si pactan algo se comprometen a negociar como aprobarlo. Hay tres mesas de negociación distintas actuando en paralelo, algo que parece una receta para que nadie acabe pactando nada relevante.
La cláusula más importante, sin embargo, está medio escondida en el acuerdo con Junts. En el texto dicen que Junts propondrá la celebración de un referéndum de autodeterminación amparado en el artículo 92 de la Constitución, es decir, consultivo y autorizado por el Congreso de los Diputados a propuesta del Presidente del Gobierno. En esa cláusula el PSOE no se compromete ni a considerar esa solución; sólo dice que desarrollarán el estatuto de autonomía del 2006.
Es decir: tenemos un partido independentista que ha renunciado por escrito a la vía unilateral hacia la secesión que era el problema central de procés, y lo ha hecho a cambio de que el Gobierno español siga implementando el marco legal vigente. Detrás de todas esas grandes palabras y aspavientos, los dos partidos que reventaron la convivencia en Cataluña y dieron poco menos que un golpe de estado para intentar romper el país han decidido acatar el sistema constitucional, y lo han hecho sin rechistar.
Si lo que queríamos era cerrar el procés y hacer que la política catalana y española vuelva a su tradicional (y perfectamente normal en sistemas federales) negociación de presupuestos, leyes y competencias, aquí lo tenemos. Esto es lo que este acuerdo está haciendo.
Quedan dos puntos por comentar. Sobre la financiación, uno de los problemas endémicos de nuestro sistema institucional es que las autonomías pueden gastar dinero, pero no recaudarlo. Un acuerdo que fuerce a los gobiernos regionales a pagarse sus intentos es muy necesario; veremos si el acuerdo con ERC va en ese sentido, y si la reforma de la LOFCA extiende este principio a todas las comunidades.
Segundo, queda la amnistía. No estoy seguro de que sea constitucional, pero tampoco estoy seguro de que no lo sea; los que dicen que es obvio e imposible aprobar creo que están hablando más desde el dogmatismo que desde la interpretación legal seria. Moralmente, la amnistía me parece una solución incómoda. Lo que sucedió en Cataluña el 2017 (un golpe de estado) fue extraordinariamente grave, y todo lo que vino antes y después tuvo consecuencias negativas profundas en la sociedad catalana. Es tremendamente injusto que un cretino como Puigdemont y su banda de demagogos y fanáticos pudieran hacer tanto daño al país y no sufrir consecuencias.
¿Volverán a las andadas?
Si ese es el precio de “cerrar” el procés de una vez, sin embargo, quizás este sea un precio que debamos estar dispuestos a pagar. Las algaradas independentistas fueron muy graves, pero no hubo muertes ni víctimas. Creo que, como país, deberíamos estar dispuestos a ser magnánimos, si eso soluciona el conflicto, o al menos lo convierte en la tradicional batalla partidista insoportable dentro de las instituciones, no un golpe de estado.
¿Me fío de que los independentistas no vuelvan a las andadas? Por supuesto que no, y el estado debe estar dispuesto a enchironar con entusiasmo si deciden romper otra vez el marco constitucional. Creo que es hora de ser pragmáticos, y aceptar que cualquier conflicto político como el catalán sólo podrá cerrarse en falso, con soluciones a medias e imperfectas que no satisfacen del todo a nadie.
Estos acuerdos son, potencialmente, la mejor solución para Cataluña y España ahora mismo. Creo que es un riesgo que vale la pena correr.