El inútilmente extenso artículo de Manzotti (¿en qué revista se público? [1]) sobre la conciencia es una reiterativa diatriba contra la neurociencia, a la que reprocha su incapacidad de explicar la conciencia. A lo largo del texto parece desprenderse que la principal actividad de la neurociencia se dirige a explicar la conciencia, y, dada su incapacidad, derrocha ingentes recursos en ello.
Valga decir que si bien hay algunos artículos al respecto en la literatura científica, son una ínfima parte de la producción neurocientífica y neurológica y, por lo general de índole teórica o especulativa. Como evaluador de proyectos de investigación, revisor de artículos y miembro de comités de financiación en España, la Unión Europea y diversos países durante casi cuarenta años nunca he visto un estudio sobre la conciencia. La inmensa mayoría de la actividad neurocientífica se dedica a cuestiones relativas a las funciones y estructura morfológica y molecular del sistema nervioso central y a sus patologías más prevalentes como los trastornos neurodegenerativos (Alzheimer,, Parkinson, etc.) o psiquiátricos.
Dicho esto, el papel de Manzotti puede retrotraerse a la clásica discusión sobre la conciencia entre el filósofo vienes Karl Popper y el médico católico australiano John Carew Eccles. El primero conocido por sus confusas teorías sobre la filosofía de la ciencia -la moda de la falsabilidad y demás, en contraste con la claridad de Bernal y Haldane- y el segundo por sus novedosas aportaciones a la neurofisiología. Resultado de sus discusiones publicaron en 1977 el libro The Self and its Brain (traducido como El Yo y el cerebro). No recomiendo el libro a quien no esté interesado en el pensamiento germano-anblosajón del siglo XX. Eccles en especial -¡siendo electrofisiólogo! teorizaba un «dualismo interaccionista» que sostiene que en universo hay dos sustancias, una física y otra mental, y en esta última radica la conciencia. (¿No recuerda esto a la ideología alemana analizada por Marx?) En aquella época, a modo irónico, tildaba yo a esta teoría como la sinapsis alma-cerebro. Definido llanamente, El Yo, la conciencia, sería una sustancia sine materia.
En mi opinión, en línea con lo anterior, del artículo de Manzotti, aunque no lo dice explícitamente, se desprende también un total rechazo a considerar la conciencia como producto de la actividad cerebral. Actividad que conviene considerar producto de todas las estructuras cerebrales, que están complejamente conectadas entre sí. Un punto de Manzotti es cierto: pese a lo que se diga el conocimiento actual del cerebro es muy incompleto y cada día se evidencian nuevas carencias que muestran su complejidad. Se ha avanzado mucho en morfología, funciones, áreas de pensamiento, erc., pero es muy difícil simplificar la actividad de un sistema complejo no lineal. En cualquier caso, Manzotti en su demolición de la neurociencia muestra un desconocimiento de aspectos neurales básicos. Dado lo extenso del artículo solo comentaré, como ejemplo, cuando menciona que el campo visual no está conectado entre el del hemisferio cerebral derecho (ojo izquierdo) y el del hemisferio cerebral izquierdo (ojo derecho), de lo que deduce que resulta inexplicable la visión unificada «como deduce la neurociencia». (Sí que están interconectados, a través de diversas vías.). Una frase clave para entender lo que subyace en todo el texto es cuando dice que «¿cómo sería posible (el campo visual) si el mundo que vemos se generará como supone la neurociencia dentro del cerebro? ¡Esto casi nos lleva a Platón! Al final el autor busca el «sentido de la vida» que no está en las neuronas… En conclusión, nos encontramos ante un clásico del idealismo que busca un Yo (o una mente, o una conciencia) sine materia, Nihil novum sub sole.
ERF
Nota
1) Riccardo Manzotti, “El gran bluff de la neurociencia” https://www.sinistrainrete.