Una nota de Manuel Monleón Pradas, miembro de Espai Marx.
La semana pasada falleció Assata Shakur, una de las más famosas activistas del Black Panther Party; no sé si la habéis recordado en “debats”. Murió a los 78 en La Habana, donde estaba exiliada desde 1984 perseguida por el FBI por “terrorista” (su presencia en la isla es una de las razones por las que EEUU tiene a Cuba en la lista de países terroristas)… La misma acusación que padeció Angela Davis o Mumia Abu-Jamal (a quien también habría que recordar). Assata escribió una autobiografía que se tradujo a muchos idiomas en su día.
Leyendo sobre ella me enteré de que hace un par de años se rodó un film sobre Fred Hampton, el líder del Black Panther Party en Chicago. Vi ayer la película, se llama “Judas y el mesías negro”, y es altamente recomendable, está hecha sin concesiones. Como se sabe hoy tras la desclasificación de archivos y un proceso judicial, Hampton fue asesinado en su casa en 1969 por el FBI, por orden directa de Hoover (éste sí, un personaje celebrado en su país, que da nombre a instituciones y calles; una gloria nacional, vamos). Hampton (y su partido) se había vuelto demasiado peligroso para el sistema: era comunista y había logrado poner a colaborar entre sí a las diferentes bandas callejeras y organizaciones de ciudadanos pobres de Chicago, con independencia de su raza: negros, latinos, incluso blancos pobres de “extrema derecha” (de bandera confederada), en una que se llamó “coalición arcoiris”. Les convenció de que, por encima de su raza y otras diferencias, pertenecían a la misma clase y tenían el mismo enemigo. Tenía 21 años cuando lo mataron. Su mujer embarazada le sobrevivó; su hijo es hoy el presidente de los Panteras Negras.