Amaya Olivas es Magistrada titular del Juzgado Social 1 de Madrid.
“¿La toma del poder?
No, apenas algo más difícil, un mundo nuevo “
Sub Comandante Marcos, 1994
Las palabras zapatistas siempre nos enseñan verdades profundas. Por ejemplo, que es más importante hacer qué decir. Por eso fueron tan emocionantes las Jornadas de la Comisión Social en Valencia. Porque no hablamos de los ideales de nuestra asociación, sino que intentamos realizarlos: la igualdad y el conocimiento de la realidad social habitaron entre nosotros.
Cuando Ángela Muñoz, del colectivo Las Kellys, tomó la palabra, verbalizó –por encima de todo- su agradecimiento por todos los cafés, comidas y cenas compartidas. Así fue. No se trató solo de una brillante ponencia, sino de algo más importante: vida compartida. Igualdad. La dignidad de esta mujer me conmovió. Cuerpos machacados para dejar impolutas habitaciones por las que pagamos 80 euros, beneficios para grandes cadenas hoteleras que desprecian a quienes los producen. Enfermedades profesionales no reconocidas, listas negras, devaluación salarial, miseria.
Frente a todo ello, las luchas de las kellys han sido emblemáticas, tanto por sus movilizaciones, como porque se dan en uno de los sectores, el de la economía turística, donde más trabajo precario se acumula. Las camareras de pisos de los hoteles han conseguido poner sobre la arena pública qué implicaciones han tenido estas externalizaciones para su vida cotidiana, y para la de muchas mujeres de trabajos feminizados –en las propias lavanderías de los hoteles, la limpieza, el tele marketing, etc. Resumiendo mucho, implica un abaratamiento considerable de los costes para las empresas. Las diferencias de salario entre una trabajadora contratada por un hotel o a través de una empresa multiservicios puede ser de hasta un 40% –de 1.200 a 700 euros en una jornada a tiempo completo–. Pero también supone regímenes vaciados de derechos en sectores que ocupan los puestos más bajos de la estructura laboral.
Las consecuencias: tienen que estar siempre disponibles aunque se las contrate por días o meses; si cometen cualquier fallo o exigen derechos no se las contrata más; pierden antigüedad; días festivos y otros derechos; capacidad de negociación colectiva o la posibilidad de conciliar… Así, al compás de la precarización, se generan problemas de salud físicos y psíquicos: hemos visto sus bolsos llenos de calmantes para poder seguir trabajando.
Fue duro escuchar todo esto, pero fue hermoso estar con Ángela, darse cuenta de que es una de esas personas que se preocupa de que nadie se quede atrás, que hace comunidad a cada paso que da. Por esto también hablamos de la importancia de la sindicación, como instrumento colectivo para que ninguna persona trabajadora se sienta sola y tenga miedo a defender sus derechos.
También nos sobrecogió el testimonio de Teresa Ramos, abogada laboralista de CGT, que formó parte de la brigada de Observación Feminista “Abramos las Cancelas”. En mayo de 2021, un grupo de juristas, periodistas y realizadoras feministas formaron esta brigada ” con el objetivo de documentar y visibilizar la situación de trabajo y vida de muchas mujeres jornaleras, autóctonas y migrantes, en la explotación del fruto rojo de Huelva. Viajaron hasta allí para conocer de primera mano y analizar bajo distintas perspectivas (jurídica, periodística, sensible) los diferentes elementos que se solapan en el modelo actual de producción agraria: las condiciones de vida en el trabajo del campo, la precariedad de la clase jornalera, la vulnerabilidad que implica el racismo estructural y la extranjería en el caso de las trabajadoras migrantes, así como el papel del patriarcado y las consecuencias ecológicas que conlleva el modelo agroalimentario de explotación intensiva tanto en Huelva como en muchos otros territorios de la Europa mediterránea.
A partir de esta experiencia se realizó un informe jurídico sobre la situación de las jornaleras en los campos de fresa de Huelva que fue presentado ante el Ministerio de Trabajo y el Ministerio de Igualdad el pasado 29 de junio.
Este informe tiene una importante función de denuncia mediante la recopilación de los testimonios de las trabajadoras, pero pretende ir más allá y poner sobre la mesa vías de solución que apelan a las administraciones específicas y sus competencias.
Las vidas de las jornaleras nos recuerdan- con las pertinentes salvedades- a las de las poblaciones esclavas en las plantaciones americanas. Beloved, novela magistral de la escritora afroamericana Toni Morrison, relata la historia real de una mujer que mató a su bebé para evitar que sufriera los abusos y atrocidades que ella y su gente vivían. Ser conscientes de los espacios de no derecho que existen hoy, ahora, en nuestro país, es el primer cometido moral de los jueces demócratas.
…Se espera que las mujeres de la clase obrera se nieguen todo a sí mismas. ¿Por qué tengo que aguantar yo a una feminista de clase media que me pregunta por qué no hago cualquier cosa, incluso limpiar retretes, antes que convertirme en stripper? ¿Qué hay de liberador en limpiar las cagadas de otras personas?
Nicky Roberts, trabajadora sexual, 1980.
Putas Insolente [1] es un libro que da voz a los daños que las trabajadoras sexuales experimentan en su oficio. Las autoras no exaltan la figura del cliente, no discuten sobre si el sexo es bueno o malo, no cuentan sus historias personales ni desarrollan análisis abstractos sobre la industria del sexo, la prostitución y el capitalismo. Se centran en las situaciones concretas de malestar y discriminación con las que se encuentran estas trabajadoras relacionándolas con las legislaciones y políticas públicas existentes.
Conxa Borrell nos habló de estas cuestiones. Ella, también trabajadora sexual, es la Secretaria General de OTRAS, el primer sindicato creado en el Estado Español para proteger los derechos de las personas que se dedican al trabajo sexual, reconociendo la vulnerabilidad de su situación actual.
Coincido con el planteamiento feminista que defiende que estas personas tengan seguridad y derechos en el ejercicio de su trabajo para mejorar sus condiciones. Richard Hare, filósofo inglés que trabaja sobre las valoraciones morales desde la racionalidad, describe al fanatismo como la actitud de quienes persiguen la afirmación de los propios principios morales dejando que estos prevalezcan sobre los intereses reales de las personas de carne y hueso, indiferentes al daño que sus creencias moralistas ocasionan.
Este es sin duda un tema muy complejo que requeriría una mayor extensión, así que solo enunciaré algunas de las reflexiones de Conxa:
Las trabajadoras sexuales son las feministas originarias en el sentido de haber realizado luchas y huelgas a lo largo de toda la historia de la humanidad como respuesta a condiciones opresivas, cuidando las unas de las otras, lo que constituye uno de los mayores fundamentos de la labor política. Durante el confinamiento, este colectivo fue de los pocos que no recibió prestación pública alguna. Sobrevivieron gracias a sus propias colectas, compartiendo exiguos recursos.
No todas las trabajadoras son iguales, al igual que no puede haber una mujer “representativa” de todas nosotras. Muchas activistas se encuentran con que sus testimonios son rechazados debido precisamente a su activismo, acusándolas de hablar desde una perspectiva excepcional, privilegiada y anómala. Esto es algo perverso, dado que al final, de una u otra manera, las trabajadoras se ven constantemente silenciadas y excluidas del terreno público.
El discurso abolicionista, pretendidamente construido sobre una defensa cerrada del derecho de la dignidad de las mujeres, olvida la dimensión violenta de un sistema en el que, a mayor o menor medida, “todas nos prostituimos”. Lo que sí constituye una afrenta a la dignidad es hablar en nombre de otras personas y expulsarlas del debate.
Como explica Nancy Fraser, la falta de reconocimiento supone negar la categoría de interlocución plena y participación en la interacción social a consecuencia de patrones de interpretación y evaluación previamente establecidos que constituyen al otro como alguien comparativamente indigno de respeto o estima. Negar la representación de las trabajadoras las conduce a una suerte de “carencia de marco”, negando su entrada en la comunidad política y convirtiendo a las mismas en personas sin derechos.
Por primera vez, en Jueces para la Democracia escuchamos sus testimonios: no hay vuelta atrás en el camino hacia la dignidad.
Notas
1) Juno Mac y Molly Smith. Las luchas por los derechos de las trabajadoras sexuales. Ed. Traficantes de Sueños, septiembre 2020