Miscelánea 5/1/2023

Del compañero Carlos Valmaseda, miembro de Espai Marx.

1. Buscavidas.

Imagino que en todas las guerras es habitual encontrarse frikis, embaucadores y aprovechados, así que no es especialmente novedoso, pero me fascina la historia de la australiana -o ¿húngara?, no está muy claro- que se apuntó a la «legión extranjera» ucraniana tras haber estafado previamente a un reality australiano y a un novio enriquecido por las criptomonedas en Madeira -que no hay más que verlo para sospechar que no fue su físico lo que le atrajo, precisamente-. En Ucrania desaparecieron misteriosamente medicamentos -ejem, como fentanil y ketamina- por valor de 2,5 millones de dólares. No es nada comparado con el saqueo habitual ucraniano, pero tiene su mérito. Aunque la verdad es que su modus operandi muy sofisticado no es. En las estafas lo que suele hacer es enviar para pagar un mensaje photosopeado de un banco informando de que se ha hecho una transferencia, obviamente inexistente. Luego sale por patas, claro.

En el periódico australiano Daily Mail han seguido con detalle sus correrías:

The Block ‘conwoman’ Emese Fajk accused of scamming Ukraine war effort

2. El año de la desoccidentalización

Creo que es demasiado optimista, pero vale la pena como muestra de un nuevo espíritu. La visión de un profesor de una universidad china que publica el South China Morning Post valorando el año que acabamos de pasar.

https://www.scmp.com/comment/

Más allá de China, a medida que más naciones rechazan el orden liderado por EE.UU., 2022 pasará a la historia como el año de la «desoccidentalización».

La trascendencia mundial de 2022 se ha subestimado enormemente. Su importancia para la historia mundial supera con creces la de 2001, cuando se produjeron los atentados del 11 de septiembre, y la de 2008, cuando estalló la crisis financiera mundial.
En cambio, 2022 puede ser comparable a 1991, cuando terminó la Guerra Fría. Si hay una palabra clave, es «desoccidentalización».

No se trata sólo del intento radical de Rusia, mediante el uso del poder militar, de intentar romper el orden internacional dominado por Estados Unidos. Se trata también del levantamiento sin precedentes de países no occidentales contra el orden establecido en busca de una postura más independiente.

China, tras la exitosa convocatoria del XX Congreso de su Partido Comunista y a pesar de los retos de Covid-19 y de la recesión económica, sigue avanzando con paso firme hacia su objetivo de convertirse en una potencia socialista moderna en 2050.

En Brasil, la reelección de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente significa que el 80% de América Latina está ahora bajo gobiernos de izquierdas; en los últimos años, México, Argentina, Perú, Chile, Honduras, Colombia y otros países también han elegido líderes de izquierdas. Abogan por mantener las distancias con Estados Unidos y promover una mayor independencia e integración latinoamericanas.

En el Sudeste Asiático, que ha acogido recientemente las cumbres de la Asean, el G20 y la Apec, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático ha mantenido cuidadosamente la misma distancia con China que con Estados Unidos, reforzando su posición neutral mediante la solidaridad regional y la vitalidad económica.

En Asia Central, los líderes de Kirguistán, Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán siguieron reforzando el mecanismo de consultas entre jefes de Estado y firmaron importantes documentos, entre ellos un tratado de «amistad, buena vecindad y cooperación para el desarrollo de Asia Central en el siglo XXI». Manteniendo las mismas distancias con Rusia, Estados Unidos, Europa y otras potencias, Asia Central está entrando en una nueva etapa de consolidación nacional e integración regional.

En Oriente Medio, que ha vivido la primavera árabe y la guerra antiterrorista estadounidense, los 22 países del mundo árabe se centran cada vez más en su desarrollo estratégico e independiente. La Visión Saudí 2030, la Visión Nacional de Qatar 2030, la Nueva Visión de Kuwait 2035, la Visión de Omán 2040 y la Visión de Emiratos Árabes Unidos 2050, entre otras, son planes de desarrollo a largo plazo que han despertado las expectativas del mundo.

La reciente celebración de la Copa Mundial de Fútbol de Qatar, la Cumbre China-Estados Árabes y la Cumbre China-Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) también han impulsado el prestigio y la influencia mundial de la región.

Las potencias regionales que albergan sueños de grandeza también mantienen una distancia comedida con Occidente. India se ha resistido a la presión occidental para sumarse a las sanciones contra Rusia, manteniendo su política de cooperación con China y Rusia. Como presidente del Grupo de los 20, más conocido como G20, en 2023, India tiene una enorme oportunidad de aumentar su influencia.

Los medios de comunicación occidentales tienden a centrarse en el escenario G2 de la competencia entre Estados Unidos y China, cuando el mundo presenta un escenario de doble vía de hegemonía occidental frente a un desarrollo desoccidentalizado y más independiente.
Occidente no puede detener esta tendencia. Estados Unidos lideró el mundo en las grandes crisis del siglo pasado, pero su liderazgo se ha vuelto menos convincente tras la pandemia del Covid-19 y la guerra de Ucrania. Esto se ha producido mientras se enfrentaba a retos internos sin precedentes a la hora de abordar su propia epidemia de Covid-19, el conflicto racial, la recuperación económica y el orden político.

Mientras tanto, la cuota de Europa en la economía mundial sigue cayendo. Y la economía de la India ha superado a la de Gran Bretaña, su antiguo amo colonial, en un año en el que un hombre de ascendencia india se ha convertido en Primer Ministro británico.
Según las estadísticas oficiales de China, la inversión extranjera directa del país en el exterior en 2020 ocupó por primera vez el primer lugar del mundo. El país ya ocupa el primer puesto en producción manufacturera y comercio de bienes.

En los últimos años, China también ha superado a muchos países occidentales en la atracción de capital extranjero, lo que demuestra que el capital no siempre está bloqueado en Occidente. En 2022 entró en vigor el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). Esto es un reflejo de la pérdida del monopolio de Occidente sobre el libre comercio.

Esta desoccidentalización se extiende también a una creciente desdolarización del comercio mundial, a medida que los países se alejan del dólar estadounidense, y a una «desamericanización» de la tecnología.

En los últimos 20 años, la proporción del dólar estadounidense en las reservas internacionales ha caído de forma constante desde más del 70% a menos del 60%, rondando ahora su nivel más bajo en 25 años, según datos del Fondo Monetario Internacional. Con la cuarta revolución industrial, los países europeos y estadounidenses también han perdido su ventaja tecnológica en tecnología inteligente, computación cuántica, big data, 5G y más.

En conjunto, el mundo no occidental presenta un panorama nunca visto. Su respuesta a la hegemonía occidental no pasa necesariamente por la confrontación, el conflicto o la insistencia en controles y equilibrios.

Por el contrario, simplemente se están sacudiendo el control occidental situando cada vez más sus intereses nacionales en el centro estratégico. Sus principales reivindicaciones son una política internacional más democrática y el respeto mutuo.
Se está construyendo una relación política más igualitaria entre Occidente y el resto, y ésta será una característica importante de la política mundial en esta tercera década del siglo XXI. No será un mundo apacible en 2023, pero el movimiento de desoccidentalización es irreversible y no hará más que evolucionar.

Wang Wen es profesor y decano ejecutivo del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China.

3. PCUS versus PCE. Historia de una larga relación.

Iñaki Vázquez publica un tuit informando de la publicación en Youtube de estas jornadas celebradas en 2007 -más vale tarde que nunca-:

2007- Barcelona- PSUC vs PCE. Historia de una larga relación

2007-Jornadas de historia. PSUC vs PCE. Historia de una larga relación. Acto inaugural

2007-PSUC vs PCE. Historia de una larga relación. Síntesis de las ponencias y clausura

Según informa la lista de reproducción: estas jornadas tuvieron lugar el día 5 de octubre de 2007, en el Museo de Historia de Catalunya. Intervinieron:

Andreu Mayayo: Catedrático de Historia Contemporánea de la UB

Pere Gabriel: Catedrático de Historia Contemporánea de la UAB

Francisco Erice: Historia Contemporánea en la Universidad de Oviedo

José Luis Martín Ramos: Catedrático de Historia Contemporánea de la UAB

Jaume Sobrequés: catedrático de Historia de Cataluña en la Universidad Autónoma de Barcelona

Giaime Pala: Profesor asociado en la Universitat de Girona y en la UAB

Carme Cebrián: Historiadora

Jaime Aja: coordinador académico de la Fundación de Investigaciones Marxistas

Mariano Aragón: Director de la Associació Catalana d’Investigacions Marxistes

Antoni Lucchetti: miembro de la Associació Catalana d’Investigacions Marxistes

La jornada fue organizada por la Associació Catalana d’Investigacions Marxistes, la Fundación de Investigaciones Marxistes, el Memorial Democràtic (Generalitat de catalunya), la Universitat Autònoma de Barcelona, y el Museu d’Història de Catalunya

El asesor científico fue el profesor José Luis Martin Ramos

La comisión organizadora estuvo formada por Mariano Aragón /Iñaki Vázquez Álvarez

La grabación fue realizada por el Museu d’Hitòria de Catalunya.

4. ¿Es imposible el cambio en Irán?

na visión muy crítica de la situación actual en Irán y sobre las posibilidades de reforma.

https://www.other-news.info/

27 diciembre 2022. El régimen iraní y las reformas imposibles. Por Alberto Negri (*)

5. ACAB

Imagen brutal -nunca mejor dicho- de los muertos a manos de la policía en EEUU en 2022. «La Policía asesinó en EEUU más gente que en ningún otro año en 2022, creando un nuevo récord. Al menos 1.176 ciudadanos estadounidenses fueron asesinados, 3,2 muertos cada día.»

Cada destello, un muerto: https://twitter.com/03690jul/

6.En memoria de Basel al-Araj

En Liberated Text publicaron en abierto hace unos años un libro del militante palestino Basel al-Araj -solo está disponible en árabe-. Algún tiempo después, publicaron esta emotiva reseña de un historiador que lo conoció personalmente. Como de costumbre, tiene numerosos enlaces interesantes que podéis seguir en el artículo original: https://liberatedtexts.com/

Liberación, asombro y la «magia del mundo»: He encontrado mis respuestas, de Basel al-Araj

Hazem Jamjoum 5 de abril de 2021

Basel no nos llamó a ser combatientes de la resistencia. Tampoco nos pidió que fuéramos revolucionarios. Basel nos dijo que fuéramos sinceros, eso es todo. Si sois sinceros, seréis revolucionarios y combatientes de la resistencia.

Jaled Oudatallah en un elogio a Basel al-Araj en al-Walajah, 8 de marzo de 2017[1]

No podían haber pasado más de unas semanas desde que había empezado a desempeñar un nuevo cargo en una organización de defensa de los derechos de los refugiados en Belén. Era el final de una jornada de trabajo cuando un amigo y colega, me dijo «Tengo un primo al que le interesan las cosas políticas como a ti. Deberías conocerle… ven, nos está esperando». Subimos a su coche, atravesamos la colina de Beit Jala, pasamos la base militar israelí y el puesto de control conocido como «DCO» y llegamos al pueblo de al-Walajah. Condujimos hasta lo que parecía una casa residencial, pero cuando entramos me di cuenta de que se había transformado en un centro juvenil. Detrás de un escritorio, en el centro de la sala de entrada, había un hombre delgado con gafas gruesas, de unos veinte años. Se llamaba Basel al-Araj.

A diferencia de la mayoría de las interacciones entre personas que se encuentran por primera vez, en esta casi no hubo cumplidos. De algún modo, tanto Basel como yo nos dimos cuenta de que podíamos saltárnoslas y que lo preferíamos así. Al cabo de unos minutos me estaba explicando los mapas y documentos que había preparado para mi visita. Era una de esas personas que dominan la comunicación, pero para las que el idioma es una maldición: tantos conocimientos que compartir, tantas historias, pero sólo se puede decir una palabra cada vez. A pesar de ello, en lo que me pareció un abrir y cerrar de ojos, e ilustrando cada punto con un documento, Basel me había mostrado que al-Walajah es un microcosmos de la lucha palestina.

En vísperas de la Nakba, al-Walajah tenía una población de unos 2.000 palestinos que vivían en más de 20.000 fértiles acres, salpicados de frescos manantiales a lo largo de las colinas a ambos lados del valle. El pueblo se encontraba en la cima de la colina al oeste del valle -el Valle de los Gigantes del Antiguo Testamento-, donde se construyó el ferrocarril Jaffa-Jerusalén en la década de 1890. En octubre de 1948, las fuerzas sionistas expulsaron a todos los habitantes del pueblo y se hicieron con el control de más de 12.000 acres de tierra. La mayoría de los aldeanos desplazados cruzaron al otro lado del valle, a la colina oriental del pueblo, que quedó bajo control jordano tras los acuerdos de armisticio de 1949; el valle pasó a formar parte de la línea de armisticio (o «Verde») entre Cisjordania y el nuevo Estado sionista.

El sol había empezado a ponerse en medio de nuestra conversación. Basel me llevó fuera y señaló hacia el oeste. Los colores eran espectaculares, pero eso no era todo lo que quería que viera: justo debajo de los resplandecientes rojos y naranjas se veía la silueta de un asentamiento sionista; entre las sombras había algunos edificios con la icónica piedra vieja que identifica inmediatamente a los edificios palestinos construidos antes de 1948. Durante todas estas décadas, los walajees han sido refugiados en su propia tierra, incapaces de ver una puesta de sol sin mirar los restos de su propio pueblo -ahora un asentamiento israelí llamado Aminadav (que irónicamente se traduce como «un pueblo generoso»-, sus manantiales ahora abrevaderos a lo largo de una red de rutas de senderismo utilizadas por israelíes y turistas.
En 1967, Israel ocupó el nuevo emplazamiento de al-Walajah, que había sido un campo de refugiados en todo menos en el nombre desde la Nakba. Poco después, las colonias ilegales de colonos israelíes de Gilo y Har Gilo, y las carreteras que les dan servicio, se construyeron en terrenos que incluían 2.000 acres de lo que quedaba de al-Walajah. En 1980, la Knesset israelí anexionó oficialmente Jerusalén, ampliando sus fronteras municipales para incluir partes del nuevo pueblo, pero sin conceder derechos de residencia en Jerusalén a ninguno de sus habitantes. Desde entonces, la policía israelí ha acosado a los walajees de esas partes del pueblo, en algunos casos deteniéndolos en sus propias casas por estar en Jerusalén sin permiso.

Las cosas empeoraron tras los acuerdos de Oslo, cuando lo que quedaba de las tierras agrícolas del pueblo se anexionaron de hecho a Israel. Poco después, el Zoológico Bíblico de Jerusalén se trasladó a parte de las tierras de al-Walajah y comenzó la construcción del muro de anexión y apartheid que ahora convierte a al-Walajah en un enclave completamente rodeado de asentamientos, muros y carreteras de circunvalación exclusivas para colonos, con una única entrada y salida del pueblo. En los años anteriores a mi encuentro con él, Basel y otros aldeanos se habían unido para intentar pavimentar las carreteras que los mantenían conectados con Belén, y el ejército israelí destruía repetidamente esas carreteras y detenía a los aldeanos que se atrevían a desafiar la transformación de al-Walajah en una prisión al aire libre. Después de eso, visitaba el pueblo cada uno o dos meses, a veces veía a Basel, pero la mayoría de las veces no. En cada visita notaba un cambio sutil: una carretera que había sido asfaltada y ahora destruida, la valla que rodeaba el asentamiento de Har Gilo unos metros más cerca de la carretera, una casa que una vez estuvo en pie, ahora demolida.
Gracias a Basel, conocí a muchos de los líderes de la comunidad, así como a muchos de la generación de más edad que recordaban los revolucionarios años treinta y la expulsión de 1948. Estaba recopilando historias orales y entrevistas para la televisión y la radio[2] con el fin de contar la historia de lo que había empezado a describir como la «Nakba en curso», que al-Walajah ejemplifica. Basel conocía íntimamente a cada uno de ellos, pero él mismo no quería ser entrevistado. Después de 2008, Basel y yo perdimos el contacto. Se había trasladado al campo de refugiados de Shu’fat, en Jerusalén, para aceptar su primer trabajo de verdad como farmacéutico (estudió Farmacia en Egipto durante los años álgidos de la Segunda Intifada).

Con el paso de los años, Basel se fue implicando cada vez más en el movimiento de resistencia como asiduo a las procesiones funerarias de los mártires y a las conferencias políticas. Empezó a plasmar sus inmensos conocimientos en escritos, y en torno a 2014 se incorporó a la Universidad Popular como instructor para impartir clases sobre la historia de la resistencia en Palestina y diseñar recorridos a pie en los que llevaría a los participantes por los detalles de las operaciones de resistencia del pasado. Ayudó a poner en marcha la revista en línea Bab el-Wad para que él y otros pudieran compartir sus investigaciones históricas y análisis políticos y reconfigurar la relación de la producción de conocimiento con la lucha de liberación.

A principios de abril de 2016, la policía de la Autoridad Palestina (AP) detuvo a Basel y a dos de sus compañeros en las afueras de Ramala, afirmando que la detención era para «proteger» a los jóvenes de la detención por parte de Israel. A este grupo se sumaron posteriormente otras tres detenciones. Los hombres fueron torturados, y Basel tuvo que recibir tratamiento médico a menudo durante las primeras semanas de interrogatorio. Cuatro meses después, no se presentaron cargos y los seis hombres se declararon en huelga de hambre para exigir su liberación, lo que dio lugar a una campaña pública en la que se pedía a la AP que los dejara ir, lo que finalmente hizo a principios de septiembre. Se ha convertido en una rutina que la AP haga el trabajo sucio de Israel torturando a los palestinos para intentar sonsacarles información, luego los libera, entrega lo que han podido descubrir a los israelíes y después facilita que los propios israelíes vuelvan a detenerlos. Por eso no fue ninguna sorpresa que los soldados israelíes empezaran a perseguir a los seis hombres tras su liberación. Todos fueron perseguidos de esta forma, pero Basel eludió la captura durante seis meses.

El lunes 6 de marzo de 2017, los palestinos se despertaron con la noticia. Al amanecer, una unidad táctica especializada de la Policía de Fronteras de Israel había intentado asaltar la casa de al-Bireh donde se escondía Basel. Tras dos horas de tiroteo, la unidad disparó dos cohetes contra el apartamento, matando a Basel al-Araj.

Una historia de colonialismo, una historia de resistencia

Los israelíes retuvieron el cadáver de Basel durante once días antes de entregárselo a su familia para que lo enterrara en al-Walajah. Los que entraron en su escondite después de la batalla encontraron una pila de sus escritos inéditos. Un año después de su martirio, la librería Bissan (bien conocida por los amantes de los libros que hayan estado en el barrio de Hamra de Beirut) publicó una recopilación de estos textos, junto con algunas de sus obras publicadas anteriormente, así como más de cien páginas de mensajes en las redes sociales, y doce necrológicas y otros textos escritos en su recuerdo, publicándolos bajo el título He encontrado mis respuestas: Así habló Basel Al-Araj.

El ensayo inicial, titulado «La memoria herida de la Nakba»[3] , comienza con un debate abstracto sobre la memoria, pero rápidamente se convierte en un recuento de la Nakba. No aporta gran cosa a las historias existentes de la Nakba desde el punto de vista empírico, pero la aborda haciendo hincapié en la magnitud del trauma colectivo, el uso de masacres y violaciones; la guerra bacteriológica, las marchas de la muerte y los ataques a comunidades desarmadas; alinear a los aldeanos contra los muros y abatirlos a tiros antes de hacer que sus familiares cavaran las fosas comunes sin nombre en las que yacen hasta el día de hoy; todo ello como medio de aterrorizar a los palestinos. Como en la mayoría de sus otros ensayos, Basel no es partidario de las conclusiones. Cada ensayo deja al lector la tarea de conectar la discusión introductoria con los pormenores del ensayo. En el caso de su historia de la Nakba, pero a diferencia de todos los demás ensayos, el énfasis de Basel no está en el heroísmo palestino y la cultura de la resistencia. Es una historia del dolor y de la atrocidad de los crímenes que supusieron las expulsiones forzosas de 1947-1949. Al leerlo, a pesar de las abundantes notas a pie de página a trabajos históricos eruditos, no puedo evitar pensar en Basel escuchando historias de los ancianos de su pueblo, en la sensación de ver sus antiguos hogares silueteados en cada puesta de sol. Es un recordatorio de que la Nakba fue un horror, vivido en tiempo real por nuestros mayores vivos y muertos, no sólo un crimen legal o un acontecimiento político para el que buscamos reparación. Es una exhortación a sentir, por encima de cualquier invitación a pensar.

Es también la única obra sobre la Nakba en la que al-Walajah ocupa un lugar central. Pero, lo que diferencia «Gharba: Donde nací y donde no moriré»[4] es que es la única pieza de ficción histórica de la colección de ensayos. Basel escribe desde la perspectiva de alguien nacido en la familia al-Araj en 1937. Fruto de sus muchas conversaciones con su familia y sus mayores, esta obra es la historia de la ocupación, despoblación y destrucción de al-Walajah en la Nakba. Casi todos los párrafos contienen un profundo análisis de las disparidades de clase, clan y género, y de cómo constituyeron el telón de fondo de la expulsión forzosa de los palestinos de Palestina. Es una obra de arte, que mezcla con maestría la prosa árabe estándar, la lengua vernácula del pueblo e incluso palabras inglesas modificadas que habían entrado en el léxico.
Un ejemplo memorable de la sutileza descriptiva de Basel, por ejemplo, es su descripción del fracaso de los Estados árabes vecinos a la hora de proporcionar un mínimo de protección a los palestinos ante la embestida militar sionista: «Dos semanas después, algunas fuerzas egipcias entraron en el pueblo para ayudar en su defensa. La mayoría eran regulares, algunos eran voluntarios. Los voluntarios lucharon con ferocidad, los regulares se comieron todas las gallinas de la aldea».[5] Este relato corto es una rica imaginación de la vida en la aldea en el momento en que estaba claro que, como termina la historia, «nos hemos convertido en refugiados, y el país ha desaparecido».[6]

Más adelante en la colección, su ensayo sobre «La lucha armada en la Revolución de 1936″[7] también es empírico, pero en un tono que caracteriza a la mayoría de los demás escritos de Basel, a saber, que la historia de la resistencia palestina es una historia de logros inmensos y heroicos y un manantial de lecciones para las luchas futuras. Destaca la escala del levantamiento, los miles de operaciones, el alto nivel de coordinación y organización después de agosto de 1936 a pesar de su descentralización, y quizá debido a ella, y subraya sistemáticamente la eficacia de la estrategia de la guerra de guerrillas en una situación de inmensa asimetría de poder. Nos recuerda que «aunque se trata en gran medida de una estrategia defensiva, sus tácticas son las de una guerra de ataque» que permitió a los revolucionarios no sólo sabotear la infraestructura de comunicaciones de la ocupación británica, sino liberar y mantener en su poder vastas extensiones del país, incluidas las ciudades de Naplusa, Bir al-Sabe’ (Beersheva) y Jerusalén durante meses en 1938.[8]

Otros ensayos incluyen valiosas intervenciones historiográficas relacionadas con la resistencia palestina. En un artículo sobre el grupo Mano Negra («Al-Kaf al-Aswad»),[9] nombre popularizado por el grupo serbio que asesinó al príncipe heredero austriaco en 1914, Basel comienza afirmando que apenas pudo encontrar escritos bien documentados sobre esta organización secreta, y que lo que encontró era a menudo contradictorio. Encargándose de recopilarlos, descubre que el principal grupo Mano Negra era una organización de resistencia que trabajó en secreto en la década de 1930, centrada sobre todo en seguir la pista y acabar con los palestinos que colaboraban con la ocupación británica, incluidos los espías y los que facilitaban la venta de tierras a organizaciones sionistas. El grupo se caracterizaba por su organización horizontal, estructurada de tal manera que ningún miembro conocía a más de otros tres o cuatro.[10] Las mujeres eran significativamente activas, especialmente en el ocultamiento de armas y en la realización de comunicaciones seguras, incluyendo la entrega de ultimátums y demandas. A continuación, Basel examina otras menciones de la Mano Negra en Palestina (así como en Egipto, Libia y Siria), argumentando que se trataba de un nombre utilizado por muchos grupos diferentes y no relacionados entre sí desde los años veinte hasta mediados de los cincuenta. Esto resuelve eficazmente una fuente particular de confusión historiográfica para las historias de la resistencia palestina durante el periodo del Mandato.

La perspectiva de Basel sobre la historia de la resistencia no la presenta únicamente a la luz de la lucha armada, las batallas campales y las células guerrilleras clandestinas. Su ensayo sobre «El arte en Palestina «[11] resucita una historia casi olvidada de la producción cultural palestina en el periodo del mandato que se centra principalmente en la poesía, la canción y el teatro, con alguna mención a otras bellas artes. Aunque de ningún modo exhaustivo, el ensayo señala efectivamente una eflorescencia cultural palestina, profundamente vinculada a la región en general, y en particular a Egipto, desde donde muchos músicos y grupos de teatro visitaron Palestina, y donde muchos de los pintores y escultores estudiaron en las entonces recién creadas academias de arte.

La obra se centra en el papel que desempeñaron estas figuras en la señalización de acontecimientos históricos relacionados con la lucha contra la ocupación británica y la colonización sionista como parte de la movilización de masas «utilizando los poemas como si fueran comunicados militantes y un medio de difundir el conocimiento y la cultura militar, una voz alta que daba a conocer las estrategias y órdenes de los líderes al pueblo». [12] En un pasaje especialmente memorable, Basel habla del uso táctico de canciones, como las que cantaban las mujeres fuera de las cárceles y en las colinas donde se escondían los comandos palestinos para transmitir comunicaciones a través de un lenguaje codificado, y de una versión del popular dal’ona[13] que señalaba a la resistencia que estaban siendo utilizados como escudos humanos por las tropas de ocupación británicas y comunicaba su posición.[14]

Biografía revolucionaria

La atención a la biografía revolucionaria, evidente en su «Arte en Palestina», cobra protagonismo en otros dos ensayos: «Abdelqadir sigue regresando a Jerusalén» (sobre Abdelqadir al-Husseini)[15] y «Fawzi al-Qutb: Por amor a la pólvora «[16], en el que Basel profundiza en su proyecto de recodificar figuras históricas bien conocidas (al-Husseini está bien asentado en el panteón palestino de líderes y mártires) y -como en el caso del grupo Mano Negra y de los cantantes y poetas de la resistencia olvidados antes mencionados- de arrojar luz sobre momentos y figuras olvidados cuyas historias son instructivas y merecedoras de pertenecer a ese panteón.[17]

Presta especial atención a la biografía revolucionaria como género en su ensayo «Out of the Law and into the Revolution» (Fuera de la ley y dentro de la revolución)[18] , que introduce recordándonos que a las figuras revolucionarias excepcionales a menudo se las presenta como bandidos o como héroes. Tras una incursión en la literatura sobre bandidos-revolucionarios que reúne a renombrados bandidos preislámicos de la península arábiga, Frantz Fanon, Izz al-Din al-Qassam y Eric Hobsbawm, Basel se decanta por un análisis de la ley como «una herramienta de hegemonía normalizada en manos de la autoridad», que el Estado utiliza para otorgarse el monopolio de la determinación del bien y el mal. Al hacerlo, sitúa tanto a las organizaciones revolucionarias secretas como al submundo de la «criminalidad» en el mismo estatus de «fuera de la ley» y los incentiva a rebuscar en el mismo fondo de estrategias y tácticas para desafiar al poder y eludir su captura.

Con esta introducción, Basel analiza una serie de proscritos, empezando por Ibrahim Hekimoğlu, un bandido antifeudal del folclore otomano con una historia casi idéntica (como señala Basel) a la de Robin Hood, William Wallace y Henry Martini, el héroe revolucionario iraquí Suwaiheb al-Fallah (inmortalizado en la poesía de Muthaffar al-Nuwwab) y el egipcio Adham al-Sharqawi (centro de atención de muchas canciones populares). En todos estos casos, Basel presta atención a la forma en que estos símbolos son cooptados por las narrativas estatales para domesticarlos para el consumo popular, al tiempo que intentan legitimar el poder estatal a través de esta cooptación. El ensayo culmina con un extenso debate sobre Malcolm X y Ali La Pointe, que comenzaron su carrera de proscritos como ladrones y perfeccionaron sus habilidades para lo que se convertiría en papeles históricos de liderazgo en las luchas de liberación negra y argelina de mediados del siglo XX.

Intervención cultural

Aquí queda clara una idea clave del enfoque que Basel da a su erudición revolucionaria: no se trata de un análisis histórico como ejercicio académico o para llenar un vacío en la literatura. Y aunque puede ser instructivo a nivel organizativo, su valor real reside en su potencial para transformar la forma en que miramos e interpretamos el mundo que nos rodea. Ya sea reinterpretando el pasado o yuxtaponiendo nuestras propias vidas a las de los relatos biográficos, Basel nos empuja a replantearnos nuestra relación con cosas como la autoridad, lo permisible y lo posible. Su historia de los «awna»[19] hace explícito su proyecto de transformación cultural. La «awna» es un concepto palestino, principalmente rural, parecido a la ayuda mutua, que se empezó a utilizar en árabe a partir de 1994, cuando las ONG respaldadas por Occidente se esforzaron por encontrar conceptos homólogos a los suyos y se decantaron por éste como análogo al «voluntariado».

En su variante neoliberal, las ONG distorsionaron la ‘awna’ hasta convertirla en una versión glorificada del voluntariado, una forma de que las ONG extrajeran mano de obra gratuita argumentando de alguna manera que esto formaba parte de la «cultura local». Basel vio el peligro que esto entrañaba y trató de contraatacar proporcionando una historia real de la ‘awna’, distinguiéndola de las nociones elevadas de altruismo que son tan centrales en el voluntariado, y mostrando que formaba parte de un conjunto de conceptos (como la faz’a)[20] que surgieron de los contextos políticos económicos de las comunidades rurales que se unían frente a la escasez provocada por los terratenientes codiciosos y los agricultores tributarios. A continuación, demuestra que la igualdad de género y la organización antijerárquica son fundamentales para esta noción, y que, en el fondo, se trata de una cuestión de supervivencia más que de un noble humanitarismo. Sustenta sus argumentos en una asombrosa variedad de fuentes que van desde textos etimológicos hasta proverbios populares, canciones e historias orales.

En un ensayo de aún mayor alcance sobre «La facción del sofá palestina»[21], realiza una mordaz intervención en la que critica los cínicos pronunciamientos palestinos sobre el levantamiento egipcio de 2011, que yuxtapone a los crecientes niveles de inacción palestina ante la aceleración del robo y la violencia colonial de los colonos, que conecta directamente con la creciente influencia de la Autoridad Palestina, la transformación neoliberal de la economía palestina y la división de la comunidad en unidades económicas atomizadas e interesadas como resultado de la infraestructura de apartheid de Israel.

Lecciones del pasado, combustible para el futuro

En «La economía en la Intifada»[22] , Basel describe la resistencia como algo que consta de tres partes: acción directa (protesta, sabotaje, etc.), movilización y organización popular y autosuficiencia y desarrollo económicos. El ensayo, como sugiere su título, se centra en el tercer pilar en el contexto de la Primera Intifada, pero hace hincapié en que cada uno de los tres pilares está profundamente imbricado en los demás y es necesario para el éxito de los demás y del movimiento en general. Al igual que en sus ensayos sobre la ‘awna’ y la Mano Negra, Basel presta atención a los méritos de una organización no jerárquica o incluso antijerárquica, haciendo hincapié en que la descentralización y la no jerarquía no implican la ausencia de organización.

Basel extiende esta valoración de la organización descentralizada hasta el nivel táctico inmediato en su análisis de la primera intifada. Recuerda a los lectores que las batallas callejeras entre los palestinos, en su mayoría desarmados, y los soldados israelíes, armados hasta los dientes, no estaban coordinadas desde un centro concreto, pero no eran en absoluto espontáneas, desorganizadas o carentes de un objetivo claro. Al contrario, los combatientes de los campos de refugiados de Jabaliya, Balata, Dheisheh y Nusayrat y de otros lugares adquirieron y conservaron armamento básico y lo utilizaron en sus enfrentamientos con los militares israelíes. Los militantes consiguieron rodear a las fuerzas de ocupación en determinadas calles y barrios, donde podían atacarlas desde todos los flancos. Muy a menudo, soldados de ocupación individuales se encontraban solos en callejones de campos de refugiados tras ser conducidos allí por lanzadores de piedras, mientras que las fuerzas de asalto palestinas se colocaban estratégicamente en los tejados para apoyar un ataque defensivo concreto contra las tropas invasoras o para romper el cerco de dichas tropas contra un grupo concreto de militantes palestinos. Citando informes militares israelíes, muestra que las fuerzas de ocupación se encontraban a menudo bajo un intenso ataque coordinado, «acosadas de calle en calle» por lanzadores de piedras y cócteles molotov, justo cuando habían declarado «segura» una zona.[23] Este nivel altamente descentralizado de organización táctica ponía en ridículo la innegable superioridad militar de Israel.

Basel ofrece algunos antecedentes históricos de lo que él caracteriza como espontaneidad organizada. Muestra cómo en el transcurso de la década de 1970, las conmemoraciones anuales, como la Declaración Balfour o los aniversarios de la Nakba, y las procesiones funerarias de mártires que se convirtieron en ocasiones para grandes concentraciones. Con el tiempo, las tácticas de resistencia se ampliaron para incluir operaciones especiales (‘amaliyat naw’iyyah) en las que los jóvenes más ágiles y atrevidos desarrollaron tácticas para obstruir las patrullas e incursiones militares israelíes. Con el tiempo, estos militantes pudieron contar con los escolares para obstaculizar la visibilidad de los soldados quemando neumáticos al final de cada jornada escolar. Mientras tanto, la población comprometida desarrolló la táctica masiva de las grandes concentraciones en huelgas sectoriales y generales en toda la ciudad y el país, que culminaron en las memorables huelgas fiscales, laborales, de alquileres, comerciales y la negativa a pagar multas y sanciones que fueron un arma clave de la primera intifada. El corolario de esta no cooperación, que hacía hincapié en el boicot a todo lo relacionado con la ocupación (paralela a la estrategia de ingobernabilidad de la lucha de liberación sudafricana), fue el énfasis puesto en la economía doméstica en forma de cultivo de alimentos y cría de animales en casa, y la proliferación de cooperativas de venta al por menor, artesanía, agricultura, higiene comunitaria, sanidad pública y educación.

Con su inmenso abanico de lecturas y conocimientos, una de las facetas sorprendentes de los escritos de Basel es su accesibilidad. En uno de sus ensayos más extravagantes entrelaza la literatura científica sobre puercoespines y mosquitos con historias y recuerdos de las interacciones de los aldeanos con estas criaturas y citas de Mao Tse Tung y Friedrich Engels para lanzar una moraleja, como si de una fábula se tratara: «Vive como un puercoespín, lucha como un mosquito».[24] Era capaz de trasladar los escritos científicos más especializados al lenguaje cotidiano, y siempre con el propósito de decir algo con sentido. En otro, titulado «Sin amor por los oprimidos»[25] , no cita ningún escrito, sino que reflexiona sobre las lecciones que había aprendido de una antigua amante para llegar a su propia comprensión de las formas en que la opresión colonial de los colonos desfigura la masculinidad palestina en un narcisismo que convierte a las mujeres «o en prostitutas o en herramientas para la reproducción de pequeños esclavos».[26] (En otro ensayo sobre las relaciones de poder entre hombres y mujeres de la colección, «No te pongas del lado de la ocupación contra las mujeres palestinas»,[27] Basel recurre al psicoanálisis para argumentar que los hombres palestinos descargan las frustraciones de su propia emasculación en las mujeres palestinas que contraatacan, pero se debate sobre cómo abordar esta cuestión sin alienar a la «sociedad en general»).

Otros ensayos y publicaciones en las redes sociales que contiene el libro extraen lecciones de otras luchas por la liberación, como los movimientos de liberación de Vietnam y de los negros en Estados Unidos, e interviene en los movimientos de protesta de principios de la década de 2010 dirigidos contra la AP y ofrece historias detalladas de las operaciones de resistencia palestinas. Otros ofrecen comentarios sobre diversos temas, que van desde el matrimonio infantil y los héroes olvidados, hasta cómo tener en cuenta el uso por parte de Israel del spray de pimienta de triple acción. Aunque varían en extensión y estilo, cada uno tiene una lección que enseñar, cada uno es tan atractivo como cuidadosamente pensado y presentado, y la mayoría le dejan a uno con asombro ante una mente que se tomó en serio las preguntas «¿cómo nos liberamos?», «¿cómo superamos el poder aparentemente insuperable de uno de los ejércitos más poderosos del mundo que goza de total impunidad?», y «¿cómo nos liberamos como personas sin caer en otra sociedad patriarcal autoritaria poscolonial?». Basel sostiene que el conocimiento, el análisis crítico y la acción son esenciales para encontrar las respuestas, y sus escritos revelan la profundidad y el compromiso que aportó a esta tarea.

Hacia el reencantamiento del mundo

De las obras que Basel escribió en sus últimos días -encontradas junto con otros escritos suyos en el apartamento de al-Bireh donde luchó contra los soldados israelíes- destacan dos en particular. Uno de ellos se titulaba «¿Por qué vamos a la guerra?»[28] Su respuesta a la pregunta es sorprendente viniendo de alguien que sabe más que la mayoría sobre los crímenes del colonialismo en Palestina y en casi todas partes. Su respuesta: al-romansiyyah, o romanticismo. Argumenta que el romanticismo de la guerra es, con mucho, lo más tentador. Apoya su respuesta con ejemplos de películas de Hollywood y Bollywood y grandes relatos de lucha de todo el mundo. «Todos los demás intentos de explicación no son respuestas, son intentos de eludir una respuesta; racionalizaciones de la romantización».[29] Basel se rodeó de intelectuales militantes, y ésta fue su última palabra para aquellos que lo basaban todo en la Razón, que insistían en que cualquier romantización del heroísmo, el martirio y la gloria era, en el mejor de los casos, un motivo infantil, indigno de la lucha de los palestinos. Las últimas palabras de Basel al respecto: «Vosotros, los inclinados al academicismo, os empeñáis en desencantar todas las cosas definiéndolas y explicándolas, contando con que así llegaréis a la verdad. En estos días nublados os digo que no necesito un marco explicativo de la lluvia, ya sea el martillo de Thor, la misericordia de Dios o el consenso de los meteorólogos. No quiero nada de eso. Lo que quiero es mi asombro incesante y mi sonrisa tonta cada vez que cae la lluvia. Cada vez como si fuera la primera vez, un niño hechizado y la magia del mundo.»

La segunda es una carta que Basel escribió como testamento final cuando estaba seguro de que los israelíes que le perseguían le matarían. Es a partir del último pasaje de este testamento como se titula el libro, un pasaje que lo dice todo sobre dónde había llegado en su búsqueda romántica impulsada por las preguntas.[30]: ! Saludos de nacionalismo árabe, patria y liberación, Si estás leyendo esto, significa que he muerto y mi alma ha ascendido hacia su creador. Ruego a Dios que me encuentre con él con un corazón libre de culpa, de buena gana y nunca a regañadientes, y libre de cualquier atisbo de hipocresía. Qué difícil es escribir tu propio testamento final; durante años he contemplado esos textos de los mártires, y me he quedado perplejo ante ellos. Sucintos y sin elocuencia, no sacian nuestro ardiente deseo de respuestas sobre el martirio.
Ahora camino hacia mi destino, satisfecho de haber encontrado mis respuestas. Qué estúpido soy; ¿hay algo más elocuente que las acciones de un mártir? Debería haber escrito esto hace meses, pero lo que me retuvo fue que esta pregunta es para ustedes, los vivos. ¿Por qué debería responder por ti? Deberíais buscarla vosotros. En cuanto a nosotros, la gente de las tumbas, no buscamos otra cosa que la misericordia de Dios.»

Hazem Jamjoum es doctorando en Historia Moderna de Oriente Medio por la Universidad de Nueva York.

7. Segunda parte del debate de la izquierda pakistaní

Os paso la segunda parte de la entrevista a representantes de tres partidos de izquierda pakistaní. La situación en el país va de mal en peor, por cierto, pero hoy ya hago demasiados envíos así que dejo para otro día enviar más información.

21st Century Imperialism: A Debate Within the Pakistani Left – (Part 2) — Jamhoor

El imperialismo del siglo XXI: Un debate en el seno de la izquierda pakistaní –

(Parte 2) Dic 26, 2022

Esta es la segunda y última parte de nuestro debate sobre el imperialismo con los líderes de los tres principales partidos de izquierda de Pakistán: Aasim Sajjad Akhtar (Partido Awami de los Trabajadores), Ammar Ali Jan (Partido Haqooq-e-Khalq) y Syed Azeem (Partido Mazdoor Kissan de Pakistán).

En la Parte 1 debatimos diferentes enfoques de una política antiimperialista de izquierdas en Pakistán en el contexto histórico de la Guerra contra el Terror de Estados Unidos en la región y su relación con el Estado y el ejército pakistaníes. En la Parte 2 discutimos la complejidad de construir una política antiimperialista en la actual coyuntura de aplastante deuda internacional, fracturas en la élite gobernante y rivalidades imperiales emergentes en la región.

En esta parte: 6. Política antiimperialista 7. PDM contra Imran Khan 8. Política electoral 9. Alianzas políticas contra el fascismo 10. China

6. Política antiimperialista

Tayyaba: En la primera parte de esta conversación, adoptamos una perspectiva más histórica sobre los compromisos de la izquierda pakistaní con la cuestión del imperialismo, concretamente el imperialismo estadounidense y su enredo con el Estado pakistaní a través de la Guerra contra el Terror en la región. Hoy nos centraremos en la coyuntura actual. Para empezar, ¿cómo caracterizaríais cada uno de vosotros los elementos constitutivos de una política antiimperialista en el Pakistán actual?
Aasim: Pakistán es una economía rentista. A veces pedimos prestado a Estados Unidos y otras a otros. Hemos pedido préstamos al FMI con regularidad durante los últimos 40 años. El FMI ha dado forma al modelo económico que se ha institucionalizado junto con sus diversas formas de acumulación. Esto incluye el imperio corporativo del ejército, la acumulación por parte del Estado y la acumulación por parte de las clases capitalistas y terratenientes.
La comunidad progresista ha dejado sin respuesta esta cuestión de la economía, de la clase y del imperio. Para volver a ocupar ese espacio, tenemos que propagar el hecho de que este imperio y el imperialismo son ante todo construcciones económicas. Sin esa comprensión, la respuesta progresista acaba siendo sólo una crítica cultural. Este es el momento de hacerlo. Ahora más que nunca se reconoce que la economía está dominada por grupos de presión o intereses especiales de élite que, independientemente de las condiciones que nos imponga el FMI, consiguen mantener intactos su poder y sus diversas fuentes de acumulación.

Azeem: Estoy de acuerdo con Aasim. En la última fase de la política antiimperialista en Pakistán, nos quedamos estancados en la cuestión del terrorismo, o en tratar principalmente la esfera militar, política y cultural del imperialismo. Esa fase está llegando a su fin. Aunque criticamos al FMI, al Banco Mundial, la privatización, la desregulación, etc., no abordamos estas cuestiones con seriedad. La terrible dependencia de Pakistán de las fuerzas internacionales se ha hecho evidente. No sólo del FMI y el Banco Mundial, sino también de Estados Unidos, la UE, los árabes y otros consorcios internacionales, y ahora nuestra dependencia se está desplazando rápidamente hacia China. ¿Cómo entendemos esta dependencia? ¿Cómo nos afectará y cómo lucharemos contra China? ¿Dónde situamos a China? ¿Es una fuerza imperialista o no?
Como dijo Aasim, tenemos que centrarnos en el imperialismo como construcción económica para separarnos de gente como Imran Khan y los talibanes, cuya retórica antioccidental trata exclusivamente de los aspectos culturales del imperialismo. A pesar de su retórica anti-occidental, todo lo que Imran Khan tiene para mostrar es su Programa Ehsaas y su confianza en economistas de la corriente dominante como Shaukat Tareen. Ellos creen en el capitalismo. Creen en la caridad, en lugar de dar derechos a los trabajadores. Tenemos que tener un plan muy claro para contrarrestar esta política. Nuestra próxima fase de lucha debe centrarse en la dependencia y la naturaleza semicolonial de Pakistán.
Ammar: Estoy completamente de acuerdo con lo que se ha dicho hasta ahora. La cuestión del imperialismo está cada vez más presente en la vida cotidiana de los pakistaníes. Esto es especialmente evidente cuando se trabaja en cualquier comunidad con una crisis de infraestructuras. Hace poco participamos en una campaña en torno a la educación, y descubrimos que hay muchas escuelas que cierran en zonas de clase trabajadora, porque los padres no pueden permitirse pagar 500 rupias de matrícula. Por otro lado, aparecen escuelas privadas de élite que cobran cantidades exorbitantes, como 50.000 rupias al mes. La diferencia de clases es enorme. Cada vez está más claro que estos préstamos que están aplastando al país y a nuestras infraestructuras fueron tomados por las élites, ya sea del FMI, del mercado internacional y de diferentes fuentes de crédito como China, Arabia Saudí, etc.

Se trata de una élite improductiva, clientelista y clientelista, que sólo ha invertido en sectores improductivos como la especulación inmobiliaria. El excedente se absorbió en el sector improductivo, de modo que cuando llega el momento de devolver el dinero, el país se queda sin nada. Casi siempre conduce a una crisis de la balanza de pagos, porque este dinero se utiliza para alimentar un cierto estilo de vida de las élites, lo que conduce a un aumento de las importaciones, pero no tienes nada que exportar. Quiero decir que realmente no se pueden exportar parcelas [inmobiliarias].

Con esta crisis de la balanza de pagos, llega el FMI pidiendo al país que haga sacrificios. Al final, sin embargo, los únicos que se sacrifican son los trabajadores o incluso las clases medias. Este sacrificio se produce a través de la austeridad. Se enfrentan a severos recortes presupuestarios, en educación, sanidad, etc., y al aumento de los tipos de interés, lo que provoca una ralentización de la actividad económica causando desempleo e inflación. Así es como las élites son capaces de trasladar la crisis a las clases trabajadoras, y cómo esta élite parasitaria se ha sostenido mediante préstamos imperialistas durante los últimos 75 años.

Estos préstamos se han vuelto cada vez más crueles en los últimos 40 años. A instancias del FMI, incluso el nuevo gobierno está transfiriendo la carga del préstamo a los ciudadanos. Cuando vas a cualquier zona de clase trabajadora, el tipo de desesperación que ves con la subida de los precios del combustible, el desempleo, los recortes en educación e infraestructuras básicas, la escasez de electricidad y gas, queda muy claro que este nexo tan peligroso entre las élites paquistaníes y las finanzas internacionales ha vaciado completamente el Estado. El Estado se ha convertido más bien en una forma de sostener a las élites pakistaníes.

La cuestión de la deuda está cada vez más politizada. Hoy he estado en una protesta de trabajadores de una fábrica de vaqueros, y había allí algunas personas de las agencias de inteligencia. Lo primero que dijeron fue: «No lo sabéis, es una empresa extranjera y necesitamos inversión extranjera. El mundo ya nos tiene mucho miedo, y vosotros nos estáis dando mala fama». Así que estamos en un punto en el que estamos dispuestos a sacrificar nuestras leyes laborales y medioambientales sólo para satisfacer al capital global. Y, sin embargo, ni siquiera están satisfechos.

En todas las luchas que hacemos ahora, la dimensión global adquiere mucha importancia. ¿Cómo reaccionarán los mercados financieros? ¿Qué pensarán los inversores extranjeros? ¿Qué pensarán los gobiernos extranjeros? Lo que significa que cada lucha en ese sentido se ha convertido en internacional.

Tayyaba: La derecha ha conseguido movilizar un inmenso apoyo también en cuestiones económicas -FMI, inflación, captura de las élites- de tal modo que FMI, antiimperialismo y antiestadounidense se han convertido en palabras de moda. ¿Cómo debería la izquierda movilizar este discurso en este momento y proponer una política alternativa que sea realmente diferente de la derecha, pero que también tenga sentido sobre el terreno? ¿Considera que el momento actual es una oportunidad?

Aasim: Estoy muy convencido de esta cuestión del «momento». Es cierto que, debido al aumento del coste de la vida y de los precios de la gasolina y la electricidad, el dolor por todos los conceptos va a intensificarse. Esto ha impulsado el apoyo a Imran Khan. Sin embargo, creo que la derecha no se está ocupando seriamente de esta cuestión, y quizá ni siquiera de lo que están dispuestos a permitir sus pagadores.

La observación de Ammar es muy importante. Cada vez que hablamos de estas cosas, recibimos reacciones como ‘ahora no es el momento’, ‘necesitamos inversión extranjera para resolver esta crisis económica’, etc. Todos los marcadores de cómo la corriente dominante entiende la crisis, como el tipo de cambio del dólar y los macroindicadores, no reflejan nada sobre cómo la crisis está aplastando a las masas trabajadoras. Esto nos obliga a distinguirnos de la corriente dominante.

Hace entre 40 y 50 años que no existe una alternativa de izquierdas de masas. Y la masa no se formará a través de una narrativa meramente cultural: necesitamos una sólida base materialista. Nuestro reto es llevar esa política de la periferia a la corriente principal. Articular una política de masas en el Pakistán continental no es algo que la derecha esté haciendo más allá de algunos gestos simbólicos.

Tiene sentido que el PTI se oponga a Estados Unidos en estos momentos. Curiosamente, hace unos días el Presidente, que es del PTI, hizo una guardia de honor al embajador entrante de Estados Unidos. Por tanto, está claro que, aparte de posturas retóricas, no van a hacer nada.

Así que este es el momento y el lugar para articular un proyecto muy claro de cómo es la redistribución. Hay personas inteligentes, incluso en la corriente dominante, que reconocen que ya no se trata de hacer pequeños cambios, sino que es una cuestión fundamental de redistribución de los bienes y la riqueza. En primer lugar, tenemos que integrar ese debate en la corriente dominante. Y eso se puede hacer incluso sin ser una fuerza de masas. Por lo menos, los izquierdistas son capaces de influir en la opinión pública hasta cierto punto.

Así que aunque todavía no estemos en condiciones de tener una política de masas orgánica que se base en estas cuestiones de clase, igualdad, deuda, imperio, captura de las élites, etc., al menos podemos unirnos para decir que no hay otro camino que hablar de estas cuestiones. Ya no es posible arreglárselas con medidas temporales. Por ejemplo, el superimpuesto que impuso Shahbaz Sharif es una medida temporal que sin duda no basta para hacer frente a la crisis.

Ahora tenemos espacio para hacerlo. Este espacio no existirá siempre. Esta crisis económica no hará más que empeorar, independientemente de quién esté en el poder. Pero hay algo distinto en el momento actual, porque los partidarios del PTI han empezado a movilizarse en torno a lemas como «Muerte a Estados Unidos». Por otro lado, el movimiento PDM que desplazó al gobierno del PTI, afirmando haber restaurado la democracia, también está fracasando claramente en su intento de mejorar las cosas. Hay una clara bancarrota intelectual y falta de respuestas a ambos lados de esa valla dominante.

En este momento, en vísperas de las elecciones generales, puedes presentar tu postura de forma organizada haciendo que la idea de la redistribución se convierta en la corriente dominante, a todas las escalas, desde la micro hasta la internacional. Eso incluye crear conciencia de masas para la idea de que esta deuda acumulada ha sido asumida por las clases dominantes, no por el pueblo. ¿Por qué es el pueblo el que soporta la carga de esta deuda? Es necesario construir esa narrativa y crear unidad en la acción. Este verano (2022), tuvimos una reunión de muchos partidos de izquierda. Todos estuvieron de acuerdo en que es un buen momento para demostrar esta unidad en la acción en torno a cuestiones concretas reales. Ahora mismo, no hay ningún otro tema concreto que reconozca el desnivel entre el centro y la periferia, y que también nos permita formar una acción política que los una. Eso es algo que sólo puede hacer la izquierda. Nadie más está interesado.

Azeem: Asistimos a una contradicción del capitalismo en Pakistán. Por un lado, todo el mundo está en contra de los préstamos del FMI. Los consideran injustos y quieren que se condonen. Al mismo tiempo, las élites locales se acusan mutuamente de corrupción. Creo que mientras exista esta élite parasitaria, aunque exijamos y consigamos una condonación de la deuda, la élite se asegurará de que todas las concesiones vayan a parar a sus manos, sin mejorar significativamente las cosas para las masas.

Lo que he deducido de la política dominante en los últimos cuatro años, en particular del ascenso del PTI, es que nos estamos quedando atrapados en una política construida, sobre todo en la forma en que se está configurando el discurso. Hay unos veinte presentadores de noticias en la televisión que analizan la situación política del país y la gente les escucha. Aunque la gente es consciente de las penurias de las que hablaba Ammar, el discurso político dominante está conformado por estos 20 presentadores que se limitan a revolotear entre sus oficinas y sus casas, desconectados de los problemas sobre el terreno.

Aasim tiene razón en que lo que nos diferencia en esta política construida es la cuestión de la redistribución. Pero, ¿a quién nos dirigimos cuando hablamos de redistribución? ¿Nos dirigimos a las personas en esta política construida? En realidad, deberíamos dirigirnos a nuestros trabajadores, a los campesinos y a la clase trabajadora de la que hablaba Ammar.

Tenemos que llevar la cuestión de la redistribución y los aspectos económicos del imperialismo a la clase trabajadora, en lugar de pensar que podemos hacer sitio para nuestra política en esta esfera política construida. Somos los guardianes no sólo de las luchas antiimperialistas, sino también de las luchas económicas del campesinado y de las clases trabajadoras.

El propio sistema está atrapado en este momento. Es absolutamente el momento adecuado para tener una narrativa propia sobre la redistribución (y sobre la privatización) que nos diferencie de los modelos basados en la caridad. Por ejemplo, el Programa Ehsaas quiere dar caridad a las clases trabajadoras. Pero ¿dónde está la recaudación de impuestos de la élite, como en el modelo escandinavo, que sostendrá este programa? ¿Cómo va a proporcionar asistencia sanitaria gratuita en ausencia de esos ingresos? Así que, por supuesto, habrá fraude o te endeudarás más.

Creo que hay que impulsar la cuestión de la redistribución en nuestro sentido clásico, en nuestra forma de lucha. Pero tenemos que ser claros sobre nuestros horizontes estratégicos. Admiro los esfuerzos de nuestros partidos de izquierda por reunirse en Islamabad, donde acordamos que ahora es el momento de trabajar juntos.

Ammar: Estoy completamente de acuerdo. La ira está ahí, y creo que el papel de la ideología es informar sobre dónde canalizar esta ira. Ahí es donde está el debate ahora mismo. Hay una crítica cultural y nacionalista muy poderosa de Estados Unidos, formulada por Imran Khan y otros. Luego está la coalición PDM, que dice que los mendigos no pueden elegir. Tienen una visión pragmática y realista de la política mundial: hay que trabajar con el Gran Hermano.

Podemos diferenciarnos de ellos en la cuestión del poder de los trabajadores. No es que la Liga Musulmana-N, por ejemplo, se oponga a las medidas de bienestar. Si tienen dinero, utilizarán medidas de bienestar para ganar unas elecciones. El Partido Popular hace lo mismo. El PTI también invirtió mucho dinero en programas de bienestar, en particular el Programa Ehsaas y la inversión inicial en la tarjeta sanitaria, porque pensó que consolidaría su electorado. Todas ellas son medidas para revertir los efectos de la acumulación, la desposesión y la explotación. Revierten algunos de los efectos quitándole cien rupias a la gente, pero devolviéndole dos rupias. Esta es una concepción de la política fundamentalmente diferente a la de la izquierda. La izquierda no sólo está interesada en dar migajas a la clase trabajadora. Se trata de construir una política de la clase obrera, de los marginados, de los desposeídos. Una vez que dices eso, cambias todo tu énfasis de «cómo gobernamos» a «cómo construimos el poder desde abajo».

Se trata de una verdadera diferencia de visión del mundo. Si te reúnes con alguno de los peces gordos de la PML-N, el PPP o el PTI, te darás cuenta de que están muy preocupados por la buena gobernanza. También hay gente buena, de corazón sincero, que propone distintas reformas, pero ni siquiera son capaces de reconocer que los propios trabajadores pueden tener poder, no sólo para obtener algunas migajas del Estado, sino para hacer valer sus propios derechos y su dignidad. Que esto incluiría los derechos laborales, la seguridad social, las cuestiones de salarios decentes en el sector rural, precios de apoyo decentes, el derecho a sindicarse, el derecho a subsidios de educación, subsidios de defunción, subsidios de matrimonio para sus familiares, todo lo cual ya está en la ley. Esto significaría ampliar la ley con el tiempo y ampliar lo que podemos obtener del Estado. En otras palabras, crear una dinámica en la que estés empujando a las élites a negociar más duramente también con sus prestamistas.

Este es el tipo de crisis que necesitamos. En lugar de eso, tenemos una crisis en la que los prestamistas presionan al Estado y, a su vez, las élites que dirigen el Estado presionan al público, y luego, cuando tienen que presentarse a las elecciones, se preguntan cómo van a mejorar la crisis que ellos mismos han creado. En lugar de eso, necesitamos un auténtico movimiento obrero como el levantamiento contra la legislación laboral en Indonesia. Ese tipo de poder autónomo de los trabajadores crea una dinámica propia, trastorna los cálculos, amplía el horizonte de posibilidades y amplía los debates. Incluso el FMI se ha visto obligado a cambiar su posición en varios países donde ha habido resistencia. Sabemos que las élites obtienen 2.700 millardos de rupias anuales en concepto de privilegios y subvenciones del Estado, mientras que los pobres sólo reciben 624 millardos. Las élites reciben 4 veces más. Esto es realmente un estado de bienestar para los ricos, es socialismo para los ricos. Llamar a esto economía es ocultar completamente la violencia. Esto es la captura de las élites, esto es la clase dominante, esto es el capitalismo en la periferia.

Toda la lógica puede cambiar si no es una clase unilateral, si la otra parte se prepara. Tenemos que prepararnos, tenemos que aceptar que hay una guerra de clases en marcha, y que está siendo impuesta por un bando mientras que el otro bando está siendo completamente desmovilizado y desagregado. Nuestra tarea ahora mismo es crear instituciones que puedan reunir el poder disperso de los marginados.

Si eso ocurre, volveremos al juego de la lucha de clases. Los debates van a cambiar masivamente. La buena gobernanza no va a seguir siendo la única cuestión y los tecnócratas no van a seguir siendo las únicas soluciones a todos los problemas. Llegará un punto de vista autónomo, organizado de izquierdas, respaldado por la fuerza del pueblo.

7. PDM contra Imran Khan

Arsalan: ¿Qué opináis del PDM? ¿Fue algo que la izquierda debería haber ignorado o apoyado? ¿Fue sólo un despliegue del proyecto de los militares? ¿Cómo entendemos la base de apoyo de la clase trabajadora de Imran Khan? 

Azeem: No creo que los partidos de izquierda apoyaran al PDM. Si algunos izquierdistas lo apoyaron, fue por la forma en que el régimen de Imran Khan estaba cooptado por el estamento militar. Nadie sabía quién dirigía el gobierno. Fue realmente un mal momento para Pakistán, por la forma en que los militares manipulaban el régimen, cuya composición de clase está formada principalmente por profesionales de la clase media-alta y la diáspora.

Estaba claro que el régimen avanzaba hacia el fascismo. Si se podía hacer algo para contrarrestar el dominio de los militares y las ideas fascistas de Imran Khan, era justo. Finalmente fue la misma élite la que volvió al poder a través del PDM. Si hay una diferencia entre el PDM e Imran Khan, es que el PDM conoce los límites de dónde aceptar el dictado militar. Imran Khan es un fenómeno nuevo.

Ya sea el PDM o Imran Khan, está claro que la élite no puede cumplir porque somos una economía dependiente y la élite es parasitaria. Tampoco saldrá nada bueno del gobierno del PDM. Como han dicho Aasim y Ammar, las instituciones internacionales han trasladado la carga a nuestra élite, y ellos la han trasladado al pueblo. Esa es la historia del Estado pakistaní.

Aasim: Creo que, en parte, se trata de cuestiones estratégicas y tácticas, es decir, hasta qué punto se debe intervenir en las intrigas palaciegas dominantes. Para mí, éste ha sido el momento Biden de Pakistán. Nuestros estándares han bajado tanto que estamos aplaudiendo a la misma persona que fue la razón por la que Trump ganó en primer lugar. Lo mismo ha ocurrido en Pakistán. Imran Khan era visto como muy peligroso y amenazador, y no estoy necesariamente en desacuerdo con ello.

Creo que es importante que la izquierda desarrolle un entendimiento compartido [de la situación], incluso si enfocamos estas cuestiones tácticas de forma diferente. Esta comprensión se desarrollará en función de cómo respondamos al hecho de que exista una entidad tan amenazadora como Imran Khan, capaz de movilizar, aunque sea retóricamente, a un gran número de jóvenes en favor de una agenda de este tipo.

A mi entender, existe un centro extremo y, cuando fracasa, surgen fenómenos como el PTI. La intención de los militares era dirigir este proyecto durante un tiempo, pero no funcionó. Imran Khan se salió de la línea y le obligaron a irse. No creo que eso tuviera mucho que ver con la democracia: la democracia no estaba en juego en este caso, quizá procedimentalmente sí, pero esto tenía más que ver con intrigas palaciegas. Sin embargo, es la primera vez que un político de la corriente dominante abusa tan abiertamente de Estados Unidos. No son acontecimientos que nadie hubiera previsto.

Sin duda confirma que la crisis es orgánica. Por mucho que los militares o Estados Unidos, o quienesquiera que sean los grandes actores, intenten gestionarla y manipularla desde arriba, hay grandes problemas de fondo que persisten. Hay algunos elementos impredecibles, como el hecho de que el propio Imran sea un poco bala perdida, algo que quizá no ocurra con otras entidades.

También hay otras historias en juego, por ejemplo, hay dos bandos en la PML-N, uno liderado por Shahbaz Sharif, y otro que está un poco callado estos días. Quizá ese segundo bando quiera luchar más abiertamente contra los militares. Así que hay muchas pequeñas complejidades en esta historia. Pero nosotros, la izquierda, deberíamos ser capaces de comprender que se trata de una batalla en curso. Esperar que alguna de estas personas vaya a sacudir el sistema de manera importante es un error. Desde luego, no es lo que yo espero.

Lo único que aclara una y otra vez es que este tiovivo seguirá en marcha, y habrá una carrera hacia el fondo, hasta que y a menos que la izquierda también se convierta en algo. De lo contrario, acabaremos siendo meros analistas de los políticos existentes, cuando en realidad deberíamos convertirnos en una opción viable.

Creo que quizá se ha sobrevalorado un poco el hecho de decir que, dado que el régimen del PTI fue un desastre, la apertura de cierto espacio [con el PDM] significó que algunos sectores progresistas o prodemocráticos quizá no lo celebraran, sino que fueran demasiado optimistas. Pero ese optimismo también se ha esfumado y está claro que el PDM ni siquiera se enfrenta al ejército. De hecho, el problema de los desaparecidos se está agravando desde que han tomado el poder. Está claro que los dirigentes del PDM no tienen los medios para desafiar al ejército, y mucho menos al FMI o a Estados Unidos.

Ammar: Cuando el gobierno se derrumbó, es muy importante ver qué se derrumbó: un proyecto de diez años que se suponía que iba a durar otros seis, siete años. El duro trabajo de nuestros hermanos y hermanas del ISI y del ejército ha sido en vano. Crearon y proyectaron a este tipo, destruyeron instituciones y secuestraron a personas. Los movimientos sociales se vinieron abajo. Sabemos por lo que pasamos nosotros y nuestros estudiantes. Así que no se trataba sólo de autoritarismo, que es la norma del Estado paquistaní, esté quien esté en el poder. Se trataba de un régimen muy distinto. Era un régimen híbrido en el que pensaban que necesitaban estabilidad, por lo que necesitaban un Estado unipartidista con los militares en la cima. El resto de la dirigencia estaba en el exilio. Así gobernaron Pakistán durante 10 años. Este proyecto en concreto se vino abajo en marzo por la total incompetencia de Imran Khan. Hizo fracasar la fiesta.

El colapso del régimen híbrido fue motivo de celebración en la medida en que se trataba de una inversión muy, muy importante que fracasó. Es una postura correcta porque demuestra que es imposible incluso para los militares aterrizar un proyecto ordenado de hegemonía y acumulación a largo plazo durante 10 o 15 años. Tuvieron que volver al pueblo que no soportaban. Y durante ese tiempo abrieron cierto espacio y relajaron las cosas. Esto no quiere decir que la gente que sustituye a Imran Khan sean revolucionarios. Son dos cosas completamente distintas.

Lo que significa es que hay una crisis absoluta de gobierno, de hegemonía, de cualquier tipo de orden en Pakistán. Esta coalición del PDM, por ejemplo, lógicamente no puede continuar demasiado tiempo. No se puede tener una coalición de 11 partidos. No se puede tener a Ali Wazir, Mohsin Dawar, Shahbaz Sharif, Fazlur Rehman y a todo el espectro en el mismo gobierno. (Ali Wazir está en la cárcel, pero está en el gobierno, les votó.) Hay gente como Mohsin Dawar, cuyos miembros del partido han sido asesinados recientemente por personas que cuentan con el apoyo de Jamiat-e-Ulema-e-Islam. Y ambos son socios de coalición. Y el MQM y el Partido Popular no pueden soportarse mutuamente. Esta crisis seguirá creciendo.

La crisis social y económica se está convirtiendo en una crisis política porque los partidos políticos están perdiendo credibilidad. Se están hundiendo. La forma de partido es incapaz de reflejar la crisis social y económica, por lo que se ha convertido en una máquina. Incluso las máquinas no funcionan tan bien sobre el terreno debido a la crisis de infraestructuras. Por ejemplo, la PML-N y la ANP ya no pueden conseguir votos como lo hicieron en 2013 y 2008-9. Estos partidos se han hundido en parte por culpa de los militares, en parte por cómo están organizados. Son incapaces de responder a la presión. Lo mismo ocurre con el PTI. El partido no existe sobre el terreno. Imran Khan puede celebrar mítines y reunir a gente de todo Lahore, pero su reciente convocatoria de una larga marcha demuestra que el partido no existe sobre el terreno. La clase obrera, en particular, ha ignorado su llamamiento a la larga marcha. Ha ignorado su llamamiento a las protestas varias veces.

Así que estamos asistiendo a la aparición de un vacío. Con quién te sientas y cuándo son cuestiones tácticas. En nuestro horizonte estratégico, tenemos que situarnos en una trayectoria más amplia.  Sabemos que Imran Khan es extremadamente incompetente. No tiene la infraestructura ni la base social para dirigir una lucha sostenida en su marca de política antiamericana y antimilitar.

Del mismo modo, Bilawal Bhutto y Maryam Nawaz no serán aceptables para esta creciente clase media ni para amplios sectores de la clase trabajadora, que están fuera de la estructura de estos partidos políticos. Cada vez hay más espacio para nuevas fuerzas. Estas fuerzas pueden proceder de la extrema derecha, como el TLP, pero también de la izquierda, porque nuestras ideas están resonando. Soy optimista porque en los últimos meses, allí donde hemos trabajado, la gente ha respondido como no lo había hecho en el pasado. La forma en que la gente se presentó y reaccionó a la presentación del libro de Aasim hace poco. Dondequiera que hayamos celebrado actos, se ve que la gente está ávida de ideas. Tenemos que asegurarnos de no atarnos a un orden decreciente.

En el futuro, dónde, cómo y cuándo establecer alianzas en la política parlamentaria, es una cuestión pendiente. Todo el mundo tiene que hacerlo, incluso alguien como Ali Wazir. Pero ahora mismo, si hay elecciones y el PTI pierde, se vendrán abajo. Si ganan, los demás partidos se estrellarán. Porque alguien tiene que estrellarse, este es un modelo insostenible.

8. Política electoral

Tayyaba: Es un punto muy interesante, Ammar. Tengo una pregunta complementaria para Aasim y Ammar. ¿Son estos los sentimientos que guían sus tácticas y estrategias electorales? ¿Dónde encaja la política electoral en sus objetivos estratégicos más amplios de presentar una visión de izquierda fuerte que resuene sobre el terreno?

Aasim: No pienso en la política electoral de forma diferente a la visión más amplia. Históricamente, siempre que nos hemos presentado a unas elecciones, el objetivo ha sido participar para no ceder terreno. A estas alturas, ganar no es una expectativa razonable, especialmente en las elecciones a la asamblea provincial y nacional. A nivel local, es diferente.

En todos los niveles, la estrategia consiste en reconocer primero que la política electoral es política. En mi experiencia a lo largo de los años, he visto a mucha gente unirse a nosotros, pero nos distinguen como personas que están con ellos en cuestiones de desposesión, cuestiones laborales y de justicia social, pero cuando se trata de elecciones, tienen un cálculo diferente. Así que participar en la política electoral es una forma de superar esa bifurcación. Demuestra que también participamos en esta política, y que aquí también hablamos de resistencia. Decimos abiertamente que no tenemos los recursos necesarios para llenar las circunscripciones de carteles y pancartas, o para atraer a la gente con biryani. Al participar en ese proceso, también desafiamos su lógica monetaria dominante.

En este ciclo electoral hemos tenido unas cuantas elecciones municipales. Esta es una oportunidad potencial para ampliar nuestra narrativa a las elecciones nacionales y provinciales, porque los partidos de ambos lados del pasillo han sido humillados por su incapacidad para cumplir con la gente.

Sería negligente ignorar que tenemos mucho que aprender. Según mi experiencia, la izquierda no hace política basada en las circunscripciones, sobre todo la que se ocupa de thaana katcheri (policía, tribunales) o de asuntos locales de barrio. Para poder hacer este tipo de política, que adquiere mayor relevancia durante las elecciones, hay que afrontarla de frente. Tenemos que ser capaces de hacer estas cosas de forma coherente con nuestra visión del mundo, y no tener que elegir entre uno u otro extremo.

Si somos capaces de escalar, juntos como una alianza más amplia de la izquierda, será más fácil gestionar las expectativas de un electorado que tiene formas muy cínicas y de sentido común de pensar en las elecciones. Con el tiempo, podremos convencer a la gente de que las elecciones pueden ganarse sobre la base de ideas y cuestiones programáticas y no puramente sobre el clientelismo localizado.

Ammar: Estoy de acuerdo, es muy importante que cambiemos parte de nuestra posición de resistencia por la cuestión del poder. Hay que tomarse muy en serio la cuestión del poder. Cuando criticamos al PDM, mucha gente de la sociedad civil no entiende por qué criticamos a este gobierno. Piensan que algo va mal con la izquierda. Entiendo de dónde vienen porque realmente piensan que la izquierda es una organización de la sociedad civil, que debería trabajar con ellos por las reformas. La impresión general es que para hacer algo bueno tenemos que ayudar a un diputado o administrar algo, y que si queremos ser políticos debemos afiliarnos a un partido de la corriente principal. Tienen esta impresión porque nos han apartado de la cuestión del poder, no porque no quisiéramos abordarla, sino sobre todo porque nos obligaron a mantenernos alejados de ella, a menudo violentamente.

Aunque todos tenemos nuestros propios cálculos estratégicos sobre cómo participar en la política electoral, las grandes cuestiones de la izquierda tienen que ver con el camino hacia el poder. Cómo definimos un determinado camino hacia el poder. Lo que queremos conseguir una vez que tengamos el poder, al menos en un nivel abstracto, es algo en lo que la mayoría de los grupos de extrema izquierda pueden estar de acuerdo. Pero hay muchas luchas internas y desacuerdos sobre el camino en sí.

Tiene que haber un debate muy serio: si nos presentamos a unas elecciones sindicales, tiene que ser para ganar. ¿Qué significa ganar y tomar el poder? No sólo una o dos veces, sino desarrollar realmente una estrategia a largo plazo, sin abandonar necesariamente tus principios. La política práctica consiste en trasladar las ideas al terreno de la práctica y de nuevo al terreno de las ideas. Este ir y venir entre la práctica y la ideología es lo que hace de la ideología algo vivo, que respira.

No se trata sólo de elecciones. Algunas personas están organizando un movimiento obrero en Faisalabad bajo la bandera del Labour Qaumi Movement. La cuestión es: ¿qué significaría tener poder en las zonas industriales? ¿Qué significaría tener una fuerza de trabajo organizada que pueda defenderse, que pueda afirmarse en las zonas industriales y crear una especie de conciencia de clase no limitada a esta o aquella lucha, sino la conciencia de una clase? Hay que hacer eso y ocuparse al mismo tiempo de cuestiones como el agua potable, el gas, la electricidad y la educación. Todas estas son cuestiones de clase y tiene que haber algún tipo de relación simbiótica entre la fábrica y el lugar de trabajo. Eso genera conciencia de clase y permite que la clase se convierta en un tema político. Sólo entonces podremos luchar en las elecciones, tener movimientos de masas, defender a nuestros compañeros, a nuestros camaradas, a las fábricas, luchar contra la policía o tomar el poder, sea cual sea tu camino. Fundamentalmente, tenemos que empezar a construir el poder con la intención de ganar en diferentes lugares de la lucha de clases.

Si lo hacemos con eficacia, podremos enfrentarnos a las barreras, a las fuerzas contrarrevolucionarias, a las debilidades internas y a las fuerzas políticas reales. Esperemos que el futuro de la política de izquierdas en Pakistán se guíe por estas cuestiones, lo que significa que tenemos bastantes posibilidades de ganar y recuperar el espacio que perdimos.

Azeem: Estoy de acuerdo en que el objetivo de la política revolucionaria es siempre la sede del poder político. Dicho esto, la cuestión que siempre es relevante es dónde podemos hacernos con el poder. Por un lado, ganar unas elecciones nacionales es muy difícil. Pero incluso si ganamos algunos escaños y enviamos a uno o dos diputados o diputados al parlamento, una vez que llegan a la cima se ven comprometidos. Hay algunos ejemplos de ello. Como mucho, esperamos que al menos hablen de nuestras ideas, pero con quién y cómo hablarán es un problema.

Si nuestro objetivo es conquistar el poder político, la estrategia debe ser establecer un poder dual. Antes de que nuestra estrategia alcance un equilibrio, las elecciones carecen de sentido. Los candidatos izquierdistas a diputados suelen acabar con unos escasos 20-30 votos.

Los partidos revolucionarios utilizan el parlamento para alcanzar el poder cuando son capaces de hacerse con el cincuenta por ciento del mismo. Entonces podemos utilizar el foro parlamentario mientras también tenemos poder sobre el terreno: podemos luchar contra la policía, el ejército, etc., porque habríamos capturado el poder en múltiples espacios. Así que es una cuestión de tiempo. Los partidos revolucionarios sí se presentan a las elecciones. El partido bolchevique se presentó a elecciones. Recientemente, los maoístas de Nepal también lo hicieron.

En cuanto a las elecciones municipales, estoy de acuerdo en que tenemos que hacernos con el poder local. Por ejemplo, en Hujra Shah Muqeem, incluso cuando salen elegidos unos cuantos nazims o consejeros, muchos fondos se desvían hacia la clase trabajadora. Es una circunscripción pequeña, por lo que es más fácil hacerse con el poder.  Como has trabajado en estos lugares, también puedes ser popular. Los órganos locales son un buen foro para construir el poder dual.

Para construir un doble poder y avanzar hacia las elecciones nacionales, necesitamos seguir construyendo nuestra organización comunitaria y laboral. Si entramos en elecciones nacionales prematuramente, puede distraer nuestra política revolucionaria.

9. Alianzas políticas contra el fascismo

Tayyaba: Ammar, sobre la cuestión de las alianzas, dijiste que a veces las alianzas tácticas tienen sentido contra el enemigo más grande en tu visión estratégica a largo plazo. Así que pones el ejemplo de apoyar la lucha de los militares contra el TLP porque el TLP representa una alternativa mucho más amenazadora para tu visión a largo plazo. A la hora de pensar en alianzas, ¿dónde está el límite?

Ammar: Nunca he dicho que debamos aliarnos con el ejército o el Estado. Lo que quise decir es que si el TLP y el Estado estuvieran luchando, mi postura no sería la misma que si el Estado y el Ejército de Liberación Baluchi estuvieran luchando, por ejemplo. Hace unos días vimos cómo encarcelaban a ese periodista de derechas, Imran Riaz Khan. No siento ninguna simpatía por él, pero hemos condenado su detención. Del mismo modo, condenamos la detención de Shireen Mazari.

Pero si el TLP organiza una larga marcha y se enfrenta a la policía, no voy a pedir al Estado que respete sus derechos, etcétera. Eso es una tontería liberal. Debemos entender la política con todas las complejidades que conlleva. Nunca es limpia: en ella tomas decisiones sucias y eso forma parte de ser una persona política, en comparación con ser un «alma bella» que adopta una postura políticamente correcta en todas partes.

No nos aliamos con el Estado porque eso significaría que el Estado tiene razón. El Estado no es inocente. El Estado no tiene razón. El Estado es responsable de los talibanes, del TLP, de Imran Khan, de Nawaz Sharif, porque les ha dado poder a lo largo de los años.

Pero cuando hay contradicciones particulares, por ejemplo hace poco Mohsin Dawar y Ali Wazir exigieron que el Estado eliminara a los talibanes de sus zonas. Ahora los talibanes han atacado y matado a cuatro de sus hijos, incluso a uno de mis alumnos, así que, por supuesto, todos ellos buscarían la protección de las fuerzas de seguridad.

Así que son cuestiones tácticas. A veces, cuando trabajas en una zona, puedes encontrar gente en la corporación municipal, o en la empresa de gestión de residuos de Lahore (LWMC), una o dos personas que simpatizan contigo y quieren ayudarte. Haces contactos en la policía para que, cuando estés en apuros, puedan ayudarte, mientras sigues siendo enemigo en el nivel superior. Eso es lo que ocurre siempre que te adentras en la organización de un área concreta. Empiezas a encontrarte con todo tipo de instituciones. No se trata de una alianza, sino de un compromiso que se produce siempre que te conviertes en un actor político. Es como relacionarse con las administraciones universitarias cuando uno se convierte en dirigente sindical en la universidad. A veces, ese compromiso puede dar buenos resultados; otras veces, puede llevar a situaciones realmente antagónicas, incluso a detenciones.

La alianza es algo completamente distinto de este tipo de compromisos. Los partidos políticos de izquierdas tienen que formar alianzas con otras organizaciones de izquierdas o de trabajadores. A veces hay organizaciones de trabajadores o sindicatos que quizá no sean tan progresistas, pero pueden estar haciendo un trabajo importante, así que puedes plantearte formar una alianza. Por ejemplo, en la zona en la que trabajamos hay un sindicato cuyos dirigentes son principalmente maulvis, pero que ahora mismo están intentando proteger cientos de puestos de trabajo. Cuando hicimos un mitin en Chungi, nos invitaron a hablar y hablamos de los derechos de los trabajadores. Es un sindicato de derechas, pero es importante comprometerse con ellos porque ahora mismo están al frente de una auténtica lucha de clases. Del mismo modo, Maulana Hidayat ur Rehman forma parte de la lucha por los pescadores de Gwadar. Aunque tengo muchas críticas contra él, le damos apoyo estratégico de vez en cuando porque él y las mujeres que están con él luchan en primera línea.

Se pueden hacer compromisos tácticos con cualquiera. Por ejemplo, si alguien del TLP quiere organizar un acto al mismo tiempo que nosotros, puedo comprometerme con él para intentar llegar a un acuerdo y celebrar nuestros actos en fechas distintas. Eso es un acuerdo táctico, un simple compromiso cotidiano que hay que tener para organizar en cualquier ámbito. Una alianza, por otro lado, se basa en tu programa, que tiene que ser un programa de izquierdas.

Arsalan: Ammar, cuando apoyamos la intervención del Estado contra una fuerza como el TLP, ¿cuál es la diferencia entre eso y apoyar sus operaciones contra los talibanes y Zarb-e-Azb, por ejemplo?

Ammar: No debería ser una carga para nosotros apoyar al Estado. ¿Por qué tenemos que apoyarlo? Yo no voy a apoyar ni a los fascistas ni al Estado. Tampoco voy a unirme a ese grupo de liberales que defienden los derechos humanos y dicen que la policía debe apartarse del camino. Tampoco voy a pedir que la policía los aniquile. Esta es la crisis del Estado, ellos tienen que ocuparse de ella.

No nos corresponde a nosotros tomar la iniciativa. Nuestra posición es oponernos al Estado. Incluso nos opusimos a ellos en la cuestión del TLP. Nunca dijimos «viva la policía de Punjab» cuando estos tipos luchaban. Decíamos «¿por qué repartisteis dinero entre ellos, los utilizasteis, los convertisteis en activos estratégicos, los trajisteis a Faizabad, organizasteis su dharna (sentada), construisteis su partido y arruinasteis a otros partidos?». Tenemos que plantearnos estas cuestiones estructurales más amplias.

Esta idea de que tenemos que tomar partido inmediatamente cuando se produce una crisis puede eludirse si seguimos planteando las preguntas más amplias y difíciles sobre por qué el Estado ha hecho todo esto. No deberíamos pedirle al Estado que negocie con el TLP, que los incorpore a la corriente dominante, como Imran Khan pedía a los talibanes que abrieran sus oficinas en el país, etcétera. Nosotros tampoco vamos a hacerlo.

El TLP son los monstruos del Estado, y tendrán que enfrentarse a ellos como sea. Continuaremos con nuestras críticas -y el Estado sabe que en esos momentos somos extremadamente críticos con ellos-, pero no gritaremos a su favor, ni tampoco saldremos en su defensa.

Aasim: Como hemos discutido antes, tenemos que distinguir entre las posiciones liberales y de izquierda que surgieron en torno a la Guerra contra el Terror. Esas distinciones se desarrollaron con el tiempo.

Se trata también de una cuestión generacional y de aprender de la evolución orgánica. Las cosas se desarrollan sobre el terreno y facilitan nuestra comprensión, lo que constituye una parte importante de la historia. Estoy de acuerdo con Ammar: la izquierda no tiene por qué tomar posiciones sobre estas cosas, pero sin duda debemos reconocer, dentro de nuestros grupos, que fenómenos de derechas como el TLP, los talibanes o incluso Imran Khan seguirán apuntalándose. Estos grupos gozan del apoyo de ciertos sectores de las masas. Tenemos que reconocerlo para entender dónde existe ese vacío y que, si no lo llenamos nosotros, lo harán estas fuerzas.

Tampoco es necesario adoptar una posición sobre todo. No es necesario satisfacer a todo el mundo todo el tiempo. Podemos tener diferencias tácticas, pero como izquierda, creo que en los asuntos grandes y significativos deberíamos tener algunas posiciones claras y coherentes que nos permitan ser vistos como tales. Entonces, aunque tengamos pequeñas diferencias a nivel individual y organizativo, no importarían tanto.

Pero entiendo lo que quieres decir: que no debería considerarse que apoyamos al Estado responsable de estos problemas. Y como comentamos la última vez, recuerdo hace quince o veinte años, cuando toda la comunidad liberal-izquierdista se posicionaba diciendo que Estados Unidos se estaba deshaciendo de esos mulás. Si te oponías mínimamente a esa postura, te tachaban inmediatamente de partidario de los talibanes. Todos estos problemas existen porque no somos uno de los actores [políticos]. En este momento sólo somos analistas, es decir, hay dos bandos con intereses en juego y nos vemos obligados a elegir un bando. Pero, en realidad, no queremos elegir un bando, sino presentar nuestra propia postura, que representa nuestro interés. Es difícil y complicado, pero a veces hay que adoptar una postura. En estos temas, deberíamos ser capaces de tener una posición definida sin sentirnos acuciados a decir algo sobre todo. Cuantas más posiciones adoptes, más se esperará de ti que respondas por cada posición que no adoptes.

Afortunadamente, con el tiempo, hay más claridad entre las posiciones liberales y las de izquierdas; por ejemplo, en la cuestión de la economía, cada vez está más claro. Y cuanto más nos proyectemos como una izquierda unida, con posiciones coherentes en los grandes temas, más fácil será avanzar.

Azeem: Siempre debemos tener cuidado cuando tratamos cuestiones que pueden aumentar el poder del Estado o del imperialismo. Cuando decimos que el imperialismo destruirá a los talibanes, o que el Estado se encargará del TLP, también es importante recordar que las leyes y políticas que se desarrollen para ello se utilizarán con toda seguridad contra nosotros.

Estoy de acuerdo con Aasim en que nosotros, la izquierda, no necesitamos opinar sobre todas las cuestiones. A veces también exageramos el poder de entidades como el TLP. No digo que sean cosas pequeñas, pero no son nada comparadas con el Estado o los partidos de la corriente dominante, o comparadas con Imran Khan. Esos son los mayores enemigos.

Tayyaba: Un último punto para Azeem: por un lado, has dicho que deberíamos ser más cautelosos a la hora de establecer alianzas o comprometernos con la política dominante. Por otro, parece decir que la izquierda también tiene que introducirse en la corriente dominante. ¿Cómo ve el equilibrio entre hacer política sobre el terreno y no volverse irrelevante por perder oportunidades de relacionarse con la corriente dominante?

Azeem: Diferenciemos entre las dos cosas. En primer lugar, me refería específicamente a la política electoral, no necesariamente a participar en la corriente dominante. Creo que en la corriente dominante, los debates políticos y los binarios a menudo se construyen: tienen una realidad, pero también se construyen Cuando Trump fue elegido, fue por los fracasos de Obama, y así es como Trump ganó popularidad. Del mismo modo, en la India, el Congreso, el Partido Comunista de la India (PCI) y el Partido Comunista de la India-Marxista (PCI-M) fueron incapaces de cumplir durante los últimos 70 años y, como resultado, Modi llegó al poder. Cuando la democracia liberal o social no cumple sus objetivos, la izquierda se ve obligada a apoyar a las fuerzas liberales dominantes, algo con lo que me siento incómodo.

Los liberales van a decir: «¡Viene el fascismo! Pero eso no significa que debamos empezar a apoyar inmediatamente a los liberales y socialdemócratas. Llegarán al poder, no se entregarán al pueblo y acabaremos con un fascismo aún peor. No estoy diciendo que no debamos luchar contra el fascismo, pero hay que entender el coste de hacerlo, y hacerlo de forma que mantengas intactos a tus cuadros y a tus bases.

Tampoco estoy en contra del compromiso con la corriente dominante. Pero debemos tener nuestra propia agenda y perspectiva, conocer a nuestro público y tener claras las condiciones en las que nos comprometemos. Y, lo que es más importante, debemos mantener nuestras bases diferenciadas de los liberales. Nuestra atención debe centrarse en la construcción del poder dual y del movimiento obrero porque, en última instancia, incluso la democracia liberal se sostendrá a través de los movimientos de la clase trabajadora.

10. China

Tayyaba: Hablemos finalmente de China. ¿Cómo entienden ustedes la relación China-Pakistán? ¿Es China una fuerza imperialista en Pakistán? ¿Y cómo ven el avance de una política de izquierdas en relación con ello?

Azeem: El principal componente del imperialismo es el económico, luego tenemos los componentes político y militar y después el cultural. Hay tres puntos de vista sobre la naturaleza del capital chino. Una procede del marco de los sistemas mundiales y afirma que el capital chino forma parte del capital mundial en la medida en que este último invierte en China y comercia con ella.

Una segunda opinión procede de quienes han estudiado los efectos de las inversiones chinas en África y América Latina. Sostienen que, si bien el capital chino tiene intereses estratégicos en la captación de materias primas, no funciona bajo los imperativos del libre mercado. Estas características particulares hacen que no forme parte del capital occidental o global. La tercera opinión, con la que estoy de acuerdo, procede de Ho-Fung Hung. Es que el capital chino forma parte del capital global y a la vez tiene sus propias características e intereses estratégicos.

Está claro que China es a la vez expansionista y capitalista. Puede que China no tenga una larga historia de colonización de otros espacios, pero sin duda tiene ambiciones políticas y militares. Sin embargo, la escala de estas ambiciones es aún limitada para considerar a China hegemónica.

En cuanto a la hegemonía cultural, China utiliza las instituciones jurídicas internacionales de forma ecléctica. Utiliza estos organismos tanto para sus propios objetivos expansionistas como para eludirlos cuando suponen un obstáculo. Invierte a propósito en países con «mala gobernanza». Por tanto, no podemos calificar a China de imperialista.

Dicho esto, los partidos maoístas de India y Filipinas consideran a China un país «socialimperialista». Del mismo modo, algunos en la izquierda piensan que estamos en una situación de «Nueva Guerra Fría» y que tenemos que estar al lado de China. Es una posición equivocada. La guerra fría era un conflicto entre dos sistemas mundiales -capitalismo y socialismo-, lo que ya no es el caso. China es una potencia imperialista emergente.

En la izquierda pakistaní ha habido un debate permanente sobre cómo clasificar a China. Me pareció extraño que partidos tradicionalmente prosoviéticos en India como el PCI-M y sus aliados en Pakistán hayan empezado a apoyar abiertamente a China en esta «Nueva Guerra Fría». Cometimos estos errores en el pasado y estamos a punto de volver a cometerlos. En lugar de adoptar estas «posiciones internacionales» de la vieja era, la izquierda pakistaní debe centrarse en las ambiciones del capital chino en Pakistán y en cómo van a afectar a la clase obrera y a su lucha revolucionaria.

Ammar: China se ha integrado en el sistema capitalista global en los últimos 40 años de tal manera que no podemos entender el neoliberalismo global sin el papel central de China como fábrica de pobres. Dicho esto, creo que muchos análisis sobre China pasan por alto la lucha de clases que tiene lugar dentro del país.

Categorizar a China como esto o aquello oculta el hecho de que se trata de un sistema político profundamente dividido que cuenta con un mecanismo incorporado para los desacuerdos masivos y los debates teóricos. Actualmente, hay muchos debates dentro del partido hasta el punto de que revistas como Foreign Policy y The Economist están utilizando el espectro del retorno del marxismo. Por ejemplo, Xi Jinping arrestó a los jefes corporativos de Alibaba. También ha hecho del marxismo una asignatura obligatoria para todos los que se incorporan a las empresas estatales.

Como sostiene Isabella Weber, China nunca aceptó la doctrina del shock como lo hizo Rusia. Dentro de China, hubo un debate sobre el mantenimiento de ciertos límites a la entrada de capital, sobre permitir cualquier cosa que aumente las exportaciones, sobre mantener la mayoría de su industria dentro del sector público y sobre la regulación extrema de los bancos. Así que hay muchas anomalías dentro de China que dificultan su estudio.

Hay tantas contradicciones y problemas en China que hay que replantearse cualquier análisis que pretenda que las cosas están arregladas. Desde la década de 1990 se han llevado a cabo campañas masivas contra la corrupción y más de 1.500 huelgas al año, lo que pone en tela de juicio el análisis occidental de que allí las cosas están rígidamente fijadas.

Los gobiernos latinoamericanos están enamorados de China y de su papel como proveedor de inversiones. Aunque no cabe duda de que se trata de inversiones extractivas, saco esto a colación porque los gobiernos ven la aparición de un nuevo polo con el ascenso de China. Por ejemplo, cuando Grecia estaba en un punto muerto con la UE, Yanis Varoufakis miraba hacia China en caso de ruptura con la UE. Así que la cuestión de cómo los países pequeños imaginan nuevas alianzas globales es importante.

Uno se da cuenta de lo que es el imperialismo cuando observa la maquinaria bélica occidental y su retórica, que actualmente está cercando a China. La OTAN está enviando buques de guerra alemanes y sabemos lo que está ocurriendo con Taiwán en el Mar de China Meridional. Dicho esto, estoy completamente de acuerdo con Azeem en que, por un lado, existe un punto de vista dinámico y global y, por otro, una perspectiva pakistaní sobre China. Esta última debe dar prioridad a la investigación de las inversiones y las relaciones chinas, y a las controversias en torno a ellas. Esto significa que las cuestiones baloch y pastún pasan a ser centrales. Gilgit-Baltistán, como puerta de entrada a la CPEC, adquiere gran importancia. No hay duda de que, dado que las inversiones chinas vienen con el Estado y su naturaleza depredadora, perjudicarán a la economía pakistaní.

Al mismo tiempo, Kaiser Bengali, que formó parte inicialmente de las negociaciones del CPEC, afirma que la forma en que nuestras élites negociaron con los funcionarios chinos fue irrisoria. De hecho, no negociaron en absoluto. Actuaban como si fueran negociadores por parte de China dispuestos a regalar cosas incluso más baratas. Nuestro Estado es rentista por naturaleza y no tiene capacidad para defender lo público. Ni siquiera tiene una idea de lo público, del bien público y del interés nacional de ningún tipo. Así que siempre que haya algún tipo de inversión extranjera, ese dinero irá a parar a la búsqueda de rentas y a monopolios, de los que se benefician tanto las élites chinas como las pakistaníes.

Aunque hoy hubiera un gobierno de izquierdas, China seguiría desempeñando un papel muy importante en la región. La cuestión sería cómo renegociar las condiciones con China en algunos de los principales proyectos. Para ello, debemos desarrollar una perspectiva pakistaní que dé prioridad a la protección de las periferias, nuestro medio ambiente y nuestra mano de obra, que no está protegida en los proyectos del CPEC. De hecho, nuestro trabajo no está protegido en ninguna parte. Para garantizar estas protecciones, se necesita un gobierno de izquierdas con un programa para la soberanía del pueblo. A falta de ello, cualquiera que pueda sacar provecho de los recursos de Pakistán lo hará de forma depredadora, y China no es diferente.

Aasim: Estoy de acuerdo con gran parte de lo que han dicho Azeem y Ammar. La cuestión de China sigue sin resolverse. Como ha dicho Azeem, China está integrada en el capitalismo mundial de una manera que la Unión Soviética nunca lo estuvo. Esto se debe a que la estructura del capitalismo se ha vuelto verdaderamente global de una forma que no podía serlo cuando existían el segundo y el tercer mundo. También debido a la financiarización y la digitalización.

Sin embargo, China sigue siendo distinta, con sus propias características. Aunque no creo que debamos desestimar sus debates internos, tampoco podemos tomar al pie de la letra lo que dice el partido gobernante.

Las estadísticas muestran que, en general, la plusvalía sigue fluyendo en gran medida hacia los países imperialistas occidentales. Dicho esto, China explota la deuda y las inversiones en países como Pakistán y Sri Lanka. La deuda china ha contribuido enormemente a llevar a Sri Lanka a la bancarrota. Del mismo modo, hace siete años nos decían que los préstamos chinos iban a cambiar las reglas del juego sin darnos ninguna información sobre las condiciones, sólo para descubrir que estos préstamos no son más concesivos que los del FMI o el Banco Mundial. Debemos estar en primera línea hablando de todo esto cuando la gente está siendo humillada en esta crisis económica.

Mi sensación es que el que China se aparte o no del imperialismo occidental dependerá de la cuestión de la supervivencia planetaria. Me tomo en serio la afirmación del partido comunista chino de que quiere hacer de China una civilización ecológica. Sin embargo, China tiene que demostrarlo con hechos. En el CPEC, por ejemplo, la mayor parte de la financiación se destinó a la energía térmica, que es ecológicamente desastrosa. Del mismo modo, las centrales eléctricas de carbón, como la de Sahiwal, han creado devastaciones que van más allá de nuestra imaginación. El puerto de Gwadar ha arruinado la ecología marina. Así que quiero tomarme en serio esta afirmación de una civilización ecológica, pero no puedo hacerlo si China se limita a externalizar sus desastres ecológicos al resto del mundo, como hizo el imperio occidental. La cuestión del planeta se convertirá en la cuestión definitoria de nuestra era, no sólo en lo que respecta a China.

Incluso en los últimos cuatro meses, Pakistán ha experimentado variaciones climáticas increíbles. Un día la temperatura sube a 45 grados, al día siguiente hay inundaciones y nieve. Es la región del mundo más propensa al cambio climático. El liderazgo chino tendrá que demostrar su valía en estas cuestiones. Tenemos que seguir siendo críticos con China, pero sin caer en la trampa del «China-bashing». Aunque deberíamos seguir manteniendo estos debates entre nosotros, por ahora basta con decir lo siguiente: El papel de China no es el mismo que el del imperialismo occidental, pero China aún tiene que demostrar que liderará al mundo en una guerra decisiva contra el imperialismo occidental.

Por ahora, tenemos que preocuparnos por el papel que China está desempeñando en Pakistán. Hablar del papel destructivo del FMI e ignorar el de China no es antiimperialista, sino oportunista. Hacer grandes declaraciones sobre China no importa. Lo que importa son las posiciones concretas que adoptamos sobre las intervenciones chinas en Pakistán, que a su vez, aclaran automáticamente cuál es nuestra postura en asuntos de importancia fundamental.

Tayyaba: Gracias, Aasim. Ha sido una excelente declaración final. Ha sido una conversación muy enriquecedora y extremadamente valiosa. Muchas gracias por dedicarnos su tiempo.

Esta es la segunda parte de una entrevista en dos partes.

Aasim Sajjad Akhtar es profesor asociado de economía política en el Instituto Nacional de Estudios Pakistaníes de la Universidad Quaid-i-Azam de Pakistán. Es autor de The Struggle for Hegemony in Pakistan: Miedo, deseo y horizontes revolucionarios.
Ammar Ali Jan finalizó sus estudios de doctorado en Historia en la Universidad de Cambridge. Es miembro del Partido Haqooq-e-Khalq y autor de Rule By Fear: Eight Theses Authoritarianism in Pakistan. Ammar también es miembro del Consejo de la Internacional Progresista y de la Junta Directiva de Jamhor.

Syed Azeem es profesor asociado en la Universidad de Ciencias de la Gestión de Lahore (LUMS). Sus investigaciones versan sobre el trabajo en Pakistán, y es miembro del Partido Mazdoor Kisaan de Pakistán.

8. La tormenta perfecta.

Un análisis publicado en El Salto con el que estoy básicamente de acuerdo. Por desgracia, dado su sombrío contenido.
La Unión Europea en la tormenta perfecta

La Unión Europea en la tormenta perfecta

La agenda energética impulsada por la UE es un fiel indicador de su desempeño general en los últimos años: se azuza la espiral belicista, se desarrollan estrategias erráticas y se une la suerte del continente a los intereses privados de las empresas transnacionales, en un marco de creciente autoritarismo y conflictividad.

Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate, Juan Hernández Zubizarreta

Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad

1 dic 2022 09:03

Una crisis como nunca se ha vivido, fuente de potenciales disturbios socioeconómicos en 2023”. Esta es la contundente caracterización de David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), sobre el actual horizonte global. La Organización Meteorológica Mundial, por su parte, ahonda en la misma línea argumental cuando alerta sobre un “cambio climático que se intensifica a velocidad catastrófica”, principal conclusión de su reciente informe presentado en la COP27 celebrada en Egipto. Tampoco se aleja mucho de este diagnóstico el Fondo Monetario Internacional (FMI), que titulaba “Panorama sombrío e incierto” su última actualización sobre las perspectivas económicas a escala planetaria. Ni el Banco Mundial o la Oficina Nacional de Estadística de China, que atisban un “riesgo real de estanflación”, esto es, una compleja y poco habitual combinación de frágil crecimiento económico e inflación.

En Europa, escenario directo de una guerra de proyección y escala internacional, este clima de incertidumbre, fragilidad y crecientes tensiones se hace todavía más evidente. Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, constata —o se jacta de— que “la política de la fuerza ha vuelto”, mientras Paolo Gentiloni, comisario europeo de Economía, habla de “aguas turbulentas” como metáfora de la situación social en el viejo continente. Incluso el Banco Central Europeo (BCE) ya no oculta “su creciente preocupación por una recesión inminente”.

Estos titulares denotan, ahora sí, un cierto consenso —incluso institucional—, sobre la extrema gravedad de la situación que atravesamos. Este, no obstante, salta por los aires cuando se señalan causas y responsables de la misma. Las élites económicas, políticas y mediáticas, empecinadas en la defensa de un statu quo del cual dependen sus privilegios, nos bombardean con un imaginario que sitúa la guerra en Ucrania cómo génesis de todos los males presentes y por venir, haciendo pasar consecuencias como causas y sentando las bases para aplicaciones futuras de la doctrina del shock. Evitan de este modo un análisis integral de las dinámicas económicas, ambientales y geopolíticas hoy en flagrante tensión —tensión que antecede al conflicto bélico en ciernes—, ofreciendo a cada problema soluciones parciales y/o de corte tecnológico (digitalización, capitalismo verde, atlantismo) como señuelo para impedir las profundas transformaciones sistémicas que hoy precisamos.

Frente a este ejercicio alienante de ideología capitalista, desde múltiples instancias sociales y académicas hace tiempo que se viene situando la raíz de la profunda crisis actual en la tormenta perfecta a la que nos aboca el capitalismo. El desarrollo de este enfrentaría así la acción combinada y simultánea de cuatro límites estructurales (crecimiento estancado, ultraendeudamiento, cambio climático desbocado y agotamiento de energía fósil, materiales estratégicos y alimentos), un inédito callejón sin salida de funestas consecuencias sobre los ecosistemas, los pueblos y la clase trabajadora, génesis además de crecientes conflictos de todo tipo, Ucrania incluida.

La Unión Europea, lejos de asumir el reto de enfrentar la tormenta perfecta, ha contribuido y sigue contribuyendo a su gestación, desarrollo y enconamiento. El belicismo creciente y la sumisión a Estados Unidos mostrado en lo geopolítico, el carácter timorato y en favor del poder corporativo de sus apuestas económicas, así como el sentido antagónico a una verdadera transición ecosocial de su agenda energética, alimentan una peligrosa espiral en la que se entrelazan oscuros sabotajes, desmantelamiento de derechos, precariedad generalizada, violencia e, incluso, amenazas nucleares.

Es por tanto necesario forzar, desde la movilización social, un profundo cambio de rumbo político en el viejo continente. Bajo esta premisa este artículo alerta, en primer lugar, sobre el grado de desarrollo y horizonte futuro de una tormenta perfecta que no deja de fortalecerse. En segundo término, disecciona críticamente el rol geopolítico, económico y energético que la Unión Europea está asumiendo en este contexto global, planteando en última instancia algunas claves desde las que, en vez de avivar la tormenta, tratemos de desactivarla.

La tormenta perfecta que no cesa

Iniciamos nuestro análisis del devenir de la tormenta perfecta a partir de los dos vértices que delimitan la base física de actuación del capitalismo: el cambio climático, por un lado, y el agotamiento de energía fósil, materiales estratégicos y alimentos, por el otro.

En lo que respecta al cambio climático, y pese a los cantos de sirena de la apuesta por la descarbonización, seguimos alcanzando año tras año un nuevo récord de emisión de gases contaminantes a la atmósfera. En 2022 la temperatura media general se situará ya en 1,15 °C por encima de la existente en la época preindustrial, cuando el Acuerdo de París estableció 1,5 como límite de referencia antes de que se activaran bucles de retroalimentación de nefastas e imprecedibles consecuencias. De mantenerse los patrones actuales de desarrollo, alcanzaríamos la cifra de 2,8 °C al finalizar el presente siglo, según los recientes informes del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) o el Climate Action Tracker (CAT). El alarmante dato de una Amazonía otrora “pulmón verde del planeta”, hoy en gran parte emisora neta de carbono, no es sino un botón de muestra de la senda sin retorno en la que parecemos adentramos.

Pese a ello, la voluntad política de la comunidad internacional para reducir emisiones de manera explícita y vinculante, incidiendo en consecuencia sobre la lógica capitalista de acumulación y crecimiento a escala global, sigue siendo nula. La COP27 celebrada en Egipto no es sino la última constatación a tal efecto: se evita a toda costa cualquier compromiso de reducción, mientras se vende como éxito la creación de un difuso fondo —aún sin dotación económica ni marco de actuación— para ayudar a los países más vulnerables a enfrentar el cambio climático.

En consecuencia, se vislumbran en el horizonte próximo notables impactos en términos de acidificación de océanos, degradación de tierras, proliferación de desastres, desplazamientos ambientales, aceleración del deshielo y liberación del metano oceánico, etc. Impactos que ya son evidentes en 2022: el verano más cálido registrado nunca en Europa, las inundaciones en Pakistán e India, las sequías en Kenia, Somalia, Etiopía y el oeste de EEUU, o el incremento en 10 milímetros de la altura del mar respecto al baremo de 2020, son solo algunos ejemplos de ello.

El segundo límite físico que atenaza al sistema vigente es el agotamiento de energía fósil, materiales estratégicos y alimentos. Si crecimiento capitalista e incremento en el consumo de dichos elementos son fenómenos históricos indefectiblemente unidos, hoy el capitalismo enfrenta el reto de crecer con una base energética y material explícitamente menor.

En lo que se refiere al petróleo —gran hegemón de la matriz energética actual—, una vez superado su pico, sufre actualmente un paulatino proceso de desinversión. Un estudio de la transnacional saudí Aramco incide en esa línea, augurando una reducción de la producción global del 30% en los próximos ocho años. Aunque el deshielo del ártico y las coyunturas favorables que pudieran crearse al calor del vaivén de unos precios que toman forma de “dientes de sierra” mitiguen dicho proceso, este parece tendencialmente irrefrenable. Por su parte, el gas seguirá esta misma evolución, aunque un poco más pausada, alcanzando su pico a lo largo de la presente década. Mientras, el carbón pudiera contar con un plazo más amplio, y vuelve a la primera plana de la mano especialmente de Alemania y China que, ante la espiral de precios del gas, lo usan de nuevo de manera masiva, pese a su incidencia exponencial en términos de cambio climático.

Este horizonte a corto y medio plazo de los combustibles fósiles no es ni mucho menos baladí, si tenemos en cuenta que estas tres fuentes de energía, junto a la nuclear —también el uranio está en declive, descendiendo su extracción un 20% desde 2016— suponen el 90% de la energía primaria a escala global. Si combinamos este dato con otro que señala que solo en torno al 20% del consumo energético final es en forma de electricidad, podemos concluir que por mucho que se avance en términos de electrificación, incluso vía renovables, será imposible llenar el vacío que vayan dejando el petróleo y el gas sin reducir el consumo. Un misil en toda regla a la línea de flotación de la acumulación capitalista.

En todo caso, esta relación paradójica entre necesidades capitalistas y límites físicos no se circunscribe únicamente a la energía fósil, sino que amplía su radio de acción a la minería metálica, como bien señala la Agencia Internacional de la Energía (IEA). El capitalismo verde y digital, hoy convertido en falso imaginario de disputa con la tormenta perfecta, desarrolla una práctica depredadora de muy diversos materiales (litio, cobalto, cobre, níquel, circonio, wolframio, tierras raras, etc.), que ya han llegado a su cénit o están cerca de hacerlo. Junto al canto de sirena de la descarbonización, el de la desmaterialización de la economía vía digitalización también cae por su propio peso. Por poner solo un ejemplo, la IEA ha señalado que el litio, elemento fundamental para la producción de baterías eléctricas de todo tipo, podría sufrir carencias ya en 2025, si se mantiene al actual ritmo de crecimiento de la demanda.

Pero incluso la producción de alimentos también da signos de agotamiento, fruto de la acción combinada del cambio climático, el modelo agroindustrial y la carencia de fertilizantes. Todo ello, por supuesto, agravado por la guerra entre Ucrania y Rusia como “graneros del mundo” y principales productores de dichos abonos químicos. Si sumamos este progresivo agotamiento al incremento de precios provocado por el  carácter especulativo de los mercados alimentarios, obtenemos como resultado un panorama realmente crítico, al que se abona no solo el director del PMA con la frase que abría este artículo, sino también el Banco Mundial, cuando afirma que dicho incremento tendrá un “efecto devastador en las familias más pobres”. La Asociación Internacional de Fertilizantes, mientras tanto, asegura que ya en 2022 hay una “clara probabilidad de escasez en ciertos fertilizantes”.

En definitiva, la tormenta perfecta limita cada vez más el “marco de lo posible” para el sistema capitalista, conduciéndole a un callejón sin salida: crecer más con menos recursos —cuestión que nunca ha logrado en su historia—, en un marco de creciente vulnerabilidad climática. Si bien es cierto que se trata de tendencias ecológicas que se proyectan en el medio y largo plazo, ya están teniendo su impacto directo también en el corto en términos de degradación, escasez y alza de precios.

Uno de los principales factores que inciden en la galopante inflación actual, como posteriormente analizaremos, está directamente vinculado al agotamiento de energía, materiales y alimentos, con un efecto integral sobre el conjunto de la economía y de la sociedad. Si Jason W. Moore ya alertaba sobre la incapacidad del capitalismo de reproducirse sin un marco de abundancia y bajos precios de trabajo, energía, materias primas y alimentos (“los cuatro baratos”), hoy evidentemente se enfrenta a un momento más que crítico.

Completamos nuestro análisis de la tormenta perfecta abordando sus dos vértices de carácter económico: el crecimiento estancado y el ultraendeudamiento. Además de que el marco ecológico convierte el crecimiento en una quimera como tendencia, las propias dinámicas de acumulación capitalista —recordemos, principal seña de identidad del sistema— llevan dando señales de alarma por sí mismas hace mucho tiempo. Estas jamás han reeditado las tasas de crecimiento de los Treinta gloriosos del siglo pasado, mientras el Banco Mundial asegura que “durante el quinquenio 2020-2024 se ha reducido en un 20% el crecimiento tendencial del periodo 2010-2019”. Ahora, en un contexto de guerra, se atisban, como ya hemos señalado, síntomas de recesión.

En este sentido todas las perspectivas elaboradas por organismos multilaterales (FMI, BM, OCDE, BCE, CEPAL) son notablemente pesimistas. En grado creciente, como se puede comprobar, según se van actualizando datos. Como corolario de todas ellas destacamos la conclusión del FMI, que afirma que “un tercio de la economía mundial entrará próximamente en recesión”, dentro de un marco de prácticamente nulo crecimiento para todas las regiones del planeta en 2023 (a excepción de China, aunque a un ritmo menor que en décadas precedentes).

La digitalización, gran esperanza capitalista, no ha mostrado capacidad alguna de generar una nueva onda expansiva que, a partir de incrementos sólidos y generalizados en la productividad, dé pie a aumentos en las tasas de ganancia, inversión, consumo y empleo. Al contrario, como señala Michael Roberts, “el crecimiento de la productividad se ha ido desacelerando hacia cero en las principales economías durante más de dos décadas, y particularmente en la larga depresión desde 2010”.

Además, este magro desempeño económico se enfrenta a una alta inflación, dando lugar al fenómeno de la estanflación. Hablamos de una inflación fundamentalmente de oferta —salvo parcialmente en el caso de Estados Unidos—, provocada por diversos factores entrelazados: el agotamiento antes señalado de recursos como lógica tendencial, el mantenimiento generalizado de los márgenes empresariales de beneficio, el carácter especulativo, autorregulado y errático de parte fundamental de los mercados de futuros en los que se deciden los precios de energía, materias primas y alimentos, así como el impacto de la guerra. El resultado es un incremento de precios sostenido en el tiempo, que alcanza el 10,6% en la Eurozona, y que no desciende del 8% en EEUU y América Latina, siendo 9% la media estimada para los países miembros de la OCDE. Se trata de un fenómeno por tanto muy sustantivo, que incide aún más en la incertidumbre a la hora de realizar inversiones —pese a la precarización evidente de los salarios, que no se actualizan al ritmo de la inflación— y, en consecuencia, sobre las dinámicas de acumulación de capital.

Precisamente por ello, y pese a no ser producto en términos generales de un exceso de demanda, las principales autoridades monetarias han comenzado una espiral de subida de tipos de interés como arma de lucha contra la inflación, ahondando aún más en las posibilidades de recesión vía “enfriamiento de la economía”. La Reserva Federal de EEUU (FED) ha elevado los tipos hasta el 3,75-4%, mientras que el BCE lo ha hecho hasta el momento en un 2%, perfilando el euribor hacia el 3%. El dogma neoliberal se impone de nuevo: “Siempre hay un riesgo de ir demasiado lejos o de no hacer lo suficiente, aunque por encima de todo está el temor a no cumplir con el juramento de tener los precios bajo control”, afirma Jerome Powell, presidente de la FED.

El resultado de este proceso, más allá de un efecto directo en términos de precariedad del trabajo, es una vuelta de tuerca más en el horizonte de recesión y, muy especialmente, un aldabonazo en el cuarto vértice de la tormenta perfecta: el ultraendeudamiento de hogares, corporaciones y Estados. Si hasta el momento el lánguido devenir del capitalismo se sostenía mediante la respiración asistida de una deuda barata, la espiral aún no concluida de incrementos en el coste de la misma amenaza seriamente la frágil estabilidad financiera global.

Tengamos en cuenta que la deuda global roza los 300 billones de dólares (3,5 veces el PIB mundial); que la deuda pública ha aumentado en 2022 un 7,8% respecto a 2021, fruto de los programas de recuperación, alcanzando la cifra de 65 billones; que, según Roberts, “la nueva recesión será provocada por el colapso de la ingente deuda corporativa”; y que parte significativa del consumo de la ya de por sí precarizada clase trabajadora se sostiene sobre la deuda. La inestabilidad, por tanto, está servida.

En esa línea, ya se están dando los primeros casos de impago (Sri Lanka, Líbano, Surinam, Zambia), mientras otros países solicitan “ayuda” al FMI (Pakistán y Bangladesh) y muchos otros afrontan graves problemas financieros (Chile, Polonia, India, Filipinas, Tailandia, Egipto, Ghana, Túnez). Las trompetas de la austeridad, por lo tanto, comienzan a atronar, y los países mencionados son solo el comienzo. A su vez, la proliferación de “corporaciones zombi” (aquellas capaces únicamente de pagar los intereses de su deuda), amenaza muy seriamente la economía global, dado su tamaño y la interdependencia de la economía. Finalmente, los riesgos de explosión de burbujas como la generada en 2008 por las hipotecas subprime en EEUU se incrementan exponencialmente en el marco de un sistema financiero desproporcionado y desregulado.

En definitiva, el capitalismo nos aboca a una tormenta perfecta de desempleo, desindustrialización, recesión, insostenibilidad, inestabilidad financiera y precariedad generalizada. Su versión actual, más cool, verde y digital, no hace sino ahondar en dicha tormenta. No hay salida, pues, dentro de un sistema que alienta el cambio climático, agota sin control democrático los escasos recursos estratégicos, amplía el marco del desempleo —muy relevantes los despidos ya previstos en las corporaciones tecnológicas—, empobrece a la clase trabajadora e incrementa la cifra de personas con hambre hasta los 828 millones.

El intento de atajar uno de los vértices de la tormenta perfecta desde las señas de identidad del capitalismo agrava la situación del resto de vértices, sentando en consecuencia las bases que impiden siquiera cualquier avance en dicho intento parcial. Una verdadera aporía, un problema sin solución.

Pese a ello, el empeño por mantener la acumulación de capital como premisa indiscutible, los mercados globales como escenario prioritario, las empresas transnacionales como protagonistas y los megaproyectos como herramienta básica de actuación, ahonda en una lógica de reforzamiento de la impunidad corporativa y desmantelamiento de derechos colectivos. Tormenta perfecta y autoritarismo creciente, por tanto, van indefectiblemente unidos.

Así, por un lado, se sigue profundizando en el blindaje de los intereses corporativos mediante la proliferación de tratados de comercio e inversión, el desarrollo de nuevas figuras jurídicas “de urgencia” que limitan el control público y el análisis  de impacto ambiental, así como el desarrollo de fórmulas como la diligencia debida, que pretenden impedir la regulación democrática de las actuaciones de las grandes empresas.

De manera complementaria, los derechos humanos sufren un quíntuple proceso de descomposición: desregulación en masa, pasando la precariedad a formar parte constituyente de sus núcleos centrales; expropiación a las mayorías sociales y pueblos mediante la ofensiva corporativa antes expuesta; reinterpretación de los mismos desde los intereses de las élites político-económicas, situando la propiedad privada y la especulación en el vértice del orden normativo; zonificación, lo que implica que se encarcela, encierra y aísla a pueblos y personas, en el contexto de un confinamiento estructural de parte de la población; y finalmente destrucción, por la vía de la guerra, la militarización, el racismo, el patriarcado y la xenofobia jurídica.

Blindaje político-jurídico autoritario, en definitiva, que acompaña a una ofensiva económica sin salida. Este es el horizonte que nos ofrece un capitalismo inserto en el laberinto de su tormenta perfecta.

La UE, agente activo en la tormenta perfecta

El rol de la Unión Europea en la gestación y desarrollo de la tormenta perfecta ha sido y sigue siendo clave. Su participación en el impulso de la agenda neoliberal a lo largo de más de tres décadas, así como en la consolidación de un tablero internacional crecientemente inflamado —también en Ucrania—, es innegable.

Partiendo de esta responsabilidad histórica, nos centramos ahora en el análisis de sus políticas en el último trienio, incidiendo de manera específica en tres ámbitos complementarios de especial significación: el geopolítico, el macroeconómico y el energético.

La sumisión a los dictados de EEUU —por ende, de la OTAN— y un creciente belicismo son las principales características de su desempeño geopolítico. En vez de hacer valer su poder económico (mayor mercado del mundo) y geoestratégico (parte de Eurasia, territorio clave dentro de la muy actual teoría de Mackinder) para convertirse en fiel de la balanza de la disputa por la hegemonía entre EEUU y China, la UE ha tomado partido. Se ha convertido así en cómplice de una estrategia norteamericana que pretende sostener su rol imperial a cualquier precio, azuzando los conflictos que fueran necesarios con tal de aislar a Oriente y blindar el atlantismo europeo. Ucrania, en este sentido, sería un conflicto condicionado por dicha estrategia.

La guerra, con el aval de la UE, se impone así a la búsqueda de la paz, el unilateralismo a la pretensión de un mundo multipolar. El relato bélico extiende sus alas y se adueña del debate político. Se entrelazan de este modo, dentro de una peligrosísima espiral militarista, análisis simples y dicotómicos de la realidad, ocho rondas de sanciones a Rusia —considerado ahora como “Estado terrorista” — de un impacto y eficacia más que dudosos, presupuestos de “defensa” que duplican su tamaño, entrenamiento de tropas y venta de armamento pesado a Ucrania, un grave sabotaje no aclarado del Nord Stream —aunque todo apunta a EEUU y/o a sus aliados—, señalamiento de China —mayor socio económico europeo— como “desafío estratégico”, amenazas más o menos veladas de ataque nuclear, etc.

Frente a la determinación de poner fin a esta deriva e imponer de manera rotunda la vía diplomática, la UE ha decidido asumir el lamentable papel de “tonto útil” de EEUU. Mientras este refuerza su posición internacional y amplía los mercados para su industria militar y energética —venta de gas licuado a la UE en sustitución del ruso—, es la población europea la que vive en sus propias carnes y de manera exponencial los impactos del conflicto.

Avanzando en nuestro análisis al ámbito macroeconómico, es precisamente la primacía del interés del poder corporativo sobre los derechos de la ciudadanía lo que destaca como leit motiv de la política de la UE. Aunque los fondos de recuperación (NGEU) y la suspensión temporal del Pacto de Crecimiento y Estabilidad se pretendieron vender como un giro neokeynesiano frente al dogmatismo neoliberal, eran en realidad medidas directamente vinculadas al rescate de unas grandes corporaciones europeas zarandeadas por la tormenta perfecta, así como por su retraso respecto a las chinas y norteamericanas en los principales nichos del capitalismo verde y digital.

Esta mutación en la captura corporativa de las instituciones continentales no ha alterado por tanto las prioridades, tal y como estamos ya observando: se prima la lucha contra la inflación —aunque esta tenga origen en la oferta, no en la demanda—, subiendo los tipos de interés aún a riesgo de ahondar en el horizonte de recesión; se anuncia una revisión de la política fiscal, que devolvería a medio plazo los límites de déficit (3%) y deuda pública (60%), en un marco de reformas dictadas por la Comisión y el Consejo; se asume como premisas el incremento del gasto militar y el pago de una voluminosa deuda, engordada por el apoyo público a grandes empresas, así como por el carácter especulativo de la política monetaria de expansión cuantitativa; se refuerzan las alianzas público-corporativas para el desarrollo de megaproyectos, una verdadera alfombra roja para las empresas transnacionales; se impide cualquier atisbo de lesionar los privilegios de estas (control de precios, coto a los mercados marginalistas oligopólicos, fin de los paraísos fiscales), salvo quizá el timorato y aún cuestionado gravamen a los “beneficios caídos del cielo” de las corporaciones energéticas; y se insiste en reformas lesivas para la clase trabajadora (laboral, pensiones), vía chantaje en la negociación de los fondos europeos.

En definitiva, lo sustancial de la agenda capitalista se ha mantenido inalterable, aunque en un nuevo marco que refuerza el rol del Estado en la lógica de acumulación, así como en un contexto político de reequilibrio de las correlaciones de fuerzas entre “halcones”, PIGS y países del Este.

La sociedad europea, en consecuencia, se está ya enfrentando a una coyuntura de inflación galopante, tipos de interés en espiral alcista y una economía paralizada. Pero el horizonte es todavía más turbio, a las puertas de una recesión —con sus derivadas en términos de desindustrialización, desempleo y austeridad—; enfrentando un panorama de escasez energética a partir de 2023, cuando ya se hayan agotado las reservas actuales de gas, en el marco de una guerra que se proyecta en el largo plazo; en  un momento en el que vuelven a evidenciarse las tensiones internas y la prioridad por “salidas individuales” frente a las colectivas, fundamentalmente de los países más poderosos como Alemania; y ante una dinámica progresiva de descomposición de derechos, con el neocolonialismo encarnado en los nuevos tratados de comercio e inversión con Mercosur y México, el avance de la diligencia debida, el reforzamiento de la Europa Fortaleza, la imposición de figuras como los megaproyectos de interés común, etc.

Estas apuestas macroeconómicas en favor del poder corporativo se trasladan de manera coherente al estratégico ámbito de la energía. El relato verde y los objetivos de cero emisiones netas, que acapararon la agenda mediática en la fase de recuperación de la pandemia, ha sido en la práctica atravesado y cercenado por la apuesta hegemónica por el acceso a combustibles fósiles del programa RepowerEU, respuesta de la UE ante el impacto de la guerra y la espiral de sanciones.

La taxonomía europea que considera el gas y la energía nuclear como limpias define a las claras las erráticas prioridades de la UE: desarrollo de infraestructuras y dinámicas de mercado que garanticen el acceso a combustibles fósiles (sobre todo gas), resurrección del debate nuclear, y avance en iniciativas de carácter renovable —incluyendo burbujas como la del hidrógeno verde o la captura de carbono— como nuevos espacios de capitalización.

Todo ello, bajo un esquema de actuación similar: impulso de estrategias diversas de muy ambiciosos objetivos, sin ningún tipo de contraste democrático; desarrollo, en base a estas, de modelos energéticos centralizados a escala continental, unidos por nuevas infraestructuras de interconexión eléctrica y gasística; proliferación de megaproyectos de todo tipo, articulados mediante dichas infraestructuras de interconexión, incluyendo iniciativas  fuera del territorio de la UE, en plena actualización de una dinámica colonial de depredación de recursos; protagonismo absoluto de las empresas transnacionales mediante alianzas público-privadas, dada la escala de las estrategias energéticas impulsadas, y con un peso específico muy significativo de las corporaciones gasísticas; y finalmente, mantenimiento de los mercados oligopólicos y de carácter marginalista, dominados por dichas compañías.

Estas son, en síntesis, las características del modelo que se impone, tanto para la fósil como para la renovable. Gas, petróleo, carbón, hidrógeno, eólica y fotovoltaica, todo vale, aunque sus metas sean contradictorias, y aunque dicho modelo sea ineficiente y consuma una ingente cantidad de energía y materiales. El modelo no se toca: acumulación de capital, intereses corporativos y de reconversión de sectores en crisis, por encima de las necesidades colectivas. Mirada continental centralizada, en oposición a planificaciones democráticas de carácter descentralizado que definan prioridades sociales. Lo corporativo, frente al desarrollo de lo público y/o lo comunitario. Los megaproyectos, frente al desarrollo de otras fórmulas que, incluyendo también la posibilidad de iniciativas de cierta escala, desarrollen un marco más amplio de instrumentos (autoconsumo, autoproducción, pequeños y medianos proyectos, iniciativas urbanas, etc.).

El avance de la tormenta perfecta y la guerra en Ucrania provocan que esta estrategia y este modelo energético-corporativo muestren ya sus grietas. Partiendo de la gran dependencia externa y en combustibles fósiles del continente, la escasez y el incremento de precios están haciendo mella ya en los bolsillos de la clase trabajadora, en las perspectivas de sectores industriales clave (como el metalúrgico), y en última instancia en el conjunto de la economía, vía recesión y desabastecimiento futuro de gas, principalmente.

Frente a ello, la UE apeló a una “intervención de emergencia”, que inicialmente se concretó en cinco medidas complementarias: límite proporcional al consumo de gas por país, teniendo en consideración la “excepción ibérica”; aprobación de un sistema continental de compra conjunta; establecimiento de un tope al precio del gas, en el marco de un nuevo índice alternativo al TTF de Ámsterdam (que refleje mejor la creciente pujanza del gas natural licuado); imposición de un gravamen coyuntural a los “beneficios caídos del cielo” de las empresas energéticas; y aceleración de los proyectos de energía renovable. Medidas todas ellas forzadas por una coyuntura crítica, pero que en ningún caso alterarían en demasía —ni durante demasiado tiempo— las lógicas de un mercado que, según la propia Von der Leyen, “ya no funciona”.

Pues bien, tras pasarse la pelota la Comisión, el Consejo y otras estructuras comunitarias durante los últimos meses, aún no hay acuerdo para una cuestión tan urgente, sobre todo en lo que se refiere al tope del precio del gas. Mientras países como Alemania y Austria presionan en favor de no establecer tope alguno para evitar que se cierren mercados, confiando en su particular capacidad de compra en los mercados, 15 Estados miembros sí apuestan por definir un máximo. La pelota, de nuevo, se sitúa en el Consejo Europeo de los días 13 y 14 de diciembre, mientras el techo propuesto como eje del debate por la Comisión (275 euros el megawatio) es considerado una “broma” por algunos países, dado su nulo carácter práctico. La Unión Europea, como el capitalismo, en su laberinto.

En definitiva, la agenda energética impulsada por la UE es un fiel indicador de su desempeño general en los últimos años: se azuza peligrosamente una espiral belicista de enormes consecuencias sobre la ciudadanía, se desarrollan estrategias erráticas de carácter antagónico con la lucha contra la tormenta perfecta, y se une la suerte del continente a los intereses privados de las empresas transnacionales, en un marco de creciente autoritarismo y conflictividad.

Cambiando de rumbo

Es fundamental, por tanto, un profundo cambio de rumbo. La transición ecosocial se va a dar, sí o sí, y está abierto el debate sobre la dirección que esta toma. Frente a la espiral de conflictos ecosociales y geopolíticos a la que nos aboca la tormenta perfecta, debemos apostar desde ya por una superación emancipadora del capitalismo. Y Europa tiene un rol fundamental en este sentido.

Acabamos bosquejando una serie de claves que apuntarían en esa dirección, incidiendo precisamente en los tres ámbitos de análisis priorizados. Así, en lo geopolítico, Europa debería poner todas sus capacidades político-diplomáticas —que no son pocas— para forzar, junto a una comunidad internacional mayoritariamente no alineada, una definitiva negociación de paz entre Rusia y Ucrania. Una negociación que asuma las máximas de justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición, señalando las responsabilidades de todos los agentes en la conculcación de derechos humanos y la comisión de actos delictivos. Desactivar la guerra y el belicismo —no solo en Ucrania, sino también en Taiwán y otros conflictos vigentes—, poner freno a la trampa de Tucídides a la que nos lleva EEUU, avanzar en términos de un mundo multipolar, esta es la condición básica para enfrentar la tormenta perfecta.

En lo referente a la agenda económica, el desmantelamiento de la hegemonía de los mercados y las empresas transnacionales debería ser una prioridad. Si la pandemia nos ha mostrado la fragilidad de un capitalismo globalizado, la fase bélica actual de la tormenta perfecta pone a las claras su falta de rumbo, así como el antagonismo entre poder corporativo y clase trabajadora. Revisar el conjunto de su arquitectura (Tratado de Lisboa, Pacto de Crecimiento y Estabilidad, autonomía del Banco Central Europeo) debería ser posicionado, en consecuencia, en nuestro horizonte continental. Más a corto plazo, la intervención pública de los mercados (acabar con oligopolios energéticos y mercados de futuros, establecer topes máximos y mínimos de precios de alimentación, vivienda, energía, etc.) podría convertirse en una práctica democrática común, que nos permitiera avanzar hacia la publificación —en alianza público-comunitaria— de sectores estratégicos. A su vez, una redistribución radical de riqueza, trabajos y patrones internos de desarrollo es imprescindible, primando la fiscalidad progresiva y el reequilibrio territorial.

Respecto a la energía, y en coherencia con las propuestas anteriores, se debería poner fin al modelo corporativo y centralizado. Este, lejos de atender a la necesidad de solidaridad interna, responde a una lógica de acumulación de sólida matriz neocolonial respecto a los países empobrecidos. Por ello, la planificación democrática de recursos y necesidades a escala estatal y subestatal es una premisa básica para enfrentar las consecuencias de la tormenta perfecta. En función de ello, el protagonismo de la propiedad y control público-comunitario del sector frente a lo corporativo es la senda incuestionable por la que avanzar, definiendo una serie amplia y diversa de instrumentos mediante los que alcanzar los objetivos marcados en las planificaciones. La energía no puede ser una mercancía, ese es el principal aprendizaje del funesto actuar actual de la UE.

En todo caso, también es preciso poner coto a la ofensiva política autoritaria que acompaña a la tormenta perfecta, denunciando los tratados de comercio e inversión en vigor, eliminando la excepcionalidad jurídica que acompaña a los megaproyectos, impulsando la creación de instancias y normativas de regulación internacional de las grandes corporaciones y, en última instancia, reinterpretando desde abajo el derecho internacional de los derechos humanos.

Un último apunte político: este cambio de rumbo será imposible sin un notable incremento del volumen y audacia de la movilización social. Nos adentramos en un escenario muy incierto, no solo por lo excepcional del grado de desarrollo de la tormenta perfecta, sino también de las mutaciones y alcance en la respuesta social. Viejas y nuevas fórmulas tendrían que articularse para lograr posicionar, desde lo local a lo continental, una agenda de transición ecosocial como la que hemos bosquejado, sostenida en la calle y sobre el conflicto. Una agenda que trascienda la tibia trinchera que frente al neofascismo y el poder corporativo supone la alianza social-liberal. Un reto, sin duda alguna, a la altura de la tormenta perfecta.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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