Del historiador José Luis Martín Ramos, miembro de Espai Marx
Rusia tiene en la región de Latakia, en el puerto de Tartús, su única base naval en el Mediterráneo, en la que en tiempos soviéticos instaló una fuerza de réplica a la Sexta Flota. La base fue el motivo-resultado de la duradera alianza entre los soviéticos, luego los rusos, y el Baath sirio. Durante los tiempos de Yeltsin fue una de tantas cosas que se descuidaron, en este caso supongo que como consecuencia sobre la creencia rusa del compromiso estadounidense de no expandir la OTAN. Desengañado de esa ilusión, Putin reactivó la función estratégica de Tartús. Y luego de apoyar a Hafez el Assad y conseguir la supervivencia de la República siria, que de haber triunfado los movimientos islamistas se habría fragmentado de una manera u otra -a la libanesa, a la iraquí o de manera propia-, Putin y Al Assad pactaron la renovación por cincuenta años más de la concesión de la base y la fuerza de réplica a la Sexta Flota se ha ido reconstituyendo (no tengo los datos exactos de su reconstitución) lo que desde luego ha sido más que oportuno a la vista del conflicto de Ucrania (la Sexta Flota era el núcleo de las maniobras navales de la OTAN en el mar Negro).
Aparte de los importantes nexos históricos entre Israel y Rusia, la razón geoestratégica es determinante. El conflicto de Siria no está cerrado; Idlib está controlado por los islamistas, apoyados por Arabia Saudí, y seguramente EEUU, Isis no ha desaparecido, Turquía sigue apoyando un grupo disidente, y está el protectorado estadounidense de Irak…sigue habiendo importantes factores de desestabilización. Con Irak a un lado y Líbano al otro. Frente a los oportunismos de los estados sunitas ante Israel, los ayatolas iraníes vienen aspirando a convertirse en los defensores de la causa palestina, a establecer su pleno liderazgo, si no en todo el islam occidental -que no pueden- sí en el mundo chiita, incluyendo sus diversas facciones (los ismailitas ), en una área chii desde Beirut hasta Irán pasando por Irak. Hafez el-Assad no está en condiciones de meterse en ese embrollo que generaría problemas entre su base multiconfesional y que lo llevaría a reabrir el enfrentamiento directo con Israel, que no puede sostener y que a Rusia no interesa.
El acuerdo no tan secreto entre Putin y Netanhayu es una coalición de intereses defensivos en la que entra de hecho también Siria. Un enredo, pero no ilógico. Los ayatolas pueden verse contrariados, pero no es motivo suficiente para una ruptura con Rusia e incluso con Siria.