Entrevista a Santiago Álvarez Cantalapiedra sobre La gran encrucijada. Crisis ecosocial y cambio de paradigma (*II)
“La lección que hay sacar de este tránsito desde el orden socialdemócrata al neoliberal es que ningún avance social se consigue sin lucha y nada de lo alcanzado está asegurado de una vez y para siempre.”
Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Valladolid, Santiago Alvarez Cantalapiedra es Doctor en Economía Internacional por la Universidad Complutense de Madrid y ha ejercido la docencia en ambas universidades.
Director del FUHEM Ecosocial y de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, es también miembro del consejo editor de la colección de libros “Economía Crítica & Ecologismo Social” y del consejo de redacción de la Revista de Economía Crítica.
Autor de numerosos artículos y capítulos en libros colectivos sobre necesidades sociales, consumo y las relaciones entre el bienestar social, la calidad de vida y la sostenibilidad en el marco de la globalización capitalista y la crisis económica.
La gran encrucijada. Crisis ecológica y cambio de paradigma ha sido publicado por Ediciones HOAC en julio de 2019. En sus tesis y argumentos centramos nuestra conversación.
Nos habíamos quedado aquí. Habla también de la crisis de los cuidados. Señala, le vuelvo a citar, que “esta situación de mayor necesidad de cuidados y menores efectivos de cuidadores tradicionales podría compensarse con un mayor compromiso de toda la sociedad a través de la acción del Estado y, en particular, con una mayor asunción de responsabilidades por parte de los hombres en el interior de hogar”. Sin embargo, añade, “no se ha producido ni lo uno ni lo otro”. Sin embargo, los servicios de la asistencia pública, cuanto menos en algunos países, juegan mayor peso que en otros momentos, y, por otra parte, y sin exagerar, también algunos hombres parecen intentar estar a “la altura de las circunstancias”. ¿No observa avances a tener en cuenta en estos nudos?
Todavía estamos lejos de concebir los cuidados como una responsabilidad colectiva, de toda la comunidad, y más aún de repartir los tiempos y las dedicaciones entre todos los miembros de manera equitativa. Además, hay un aspecto que la economía feminista lleva tiempo señalando y que contrarresta con creces cualquier avance que en este asunto se pudiera estar produciendo por estos lares: la dimensión global de los cuidados. El envejecimiento de la población y la epidemia de soledad que asola a los países ricos está provocando que gran parte de la demanda de cuidados se cubra con trabajo foráneo procedente de algunos países pobres. Pero las mujeres migrantes que cuidan a nuestros mayores y enfermos aquí dejan un profundo hueco en sus países de origen que solo se cubre con el sobreesfuerzo allá de madres, hermanas o hijas. Esto está provocando que buena parte de los avances en una zona sea a costa de provocar un desarreglo mayor en otra (un tirar de la manta para taparme yo descubriéndote a ti).
En el capítulo dedicado a la “gran recesión”, sostiene que esta recesión representa el inicio del fin de un período marcado por la vigencia de un capitalismo neoliberal. ¿Por qué? De entrada, a primera vista, parece que el capitalismo neoliberal, más allá de las crisis que genera, está más fuerte y generalizado que nunca. En cualquier caso, si fuera como indica, ¿por qué vendría marcado el nuevo período?
Desde finales del siglo XIX se han sucedido tres órdenes sociales en el capitalismo contemporáneo, cada uno de los cuales ha empezado y terminado con una crisis estructural. Según Duménil y Lévy, dos economistas marxistas franceses cuya obra es muy recomendable, la crisis estructural de 1890 inauguró el orden liberal; la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado abrió la puerta al orden socialdemócrata, vigente en occidente hasta la crisis de los años 70, una crisis que precipitó el surgimiento del orden neoliberal. La Gran Recesión del año 2008 representa el inicio del fin del orden neoliberal y el tránsito hacia un orden emergente cuya suerte aún está por decidir y definir. Recordemos que al comienzo de la crisis Sarkozy defendió la necesidad de refundar el capitalismo y que por entonces era un lugar común hablar del regreso de Keynes y de la suspensión temporal de las reglas del mercado. Ciertamente la salida de la crisis se ha realizado por la senda de unos recortes y unos ajustes muy del agrado de los neoliberales, pero no hay que olvidar también la cantidad de medidas poco ortodoxas que en el campo de la política monetaria se han llevado a cabo. Se ha empezado a practicar el nacionalismo económico y en el plano internacional observamos guerras comerciales, tecnológicas y de divisas impensables en la fase de la globalización neoliberal.
A lo largo del libro defiendo que nos encontramos ante un orden emergente que aún está por decantarse, de ahí también la utilidad de pensar el momento actual como una encrucijada. Solo podremos responder a los desafíos que nos plantea la crisis ecosocial si somos plenamente conscientes del mundo que va surgiendo. Precisamente los capítulos de la segunda parte pretenden eso: esbozar algunos rasgos que están presentes en este tránsito hacia un orden post-neoliberal. Esa transición viene marcada por el desarrollo del capitalismo digital, el poder de las finanzas y las formas con que se pretenden abordar las consecuencias que se derivan de la combinación de los impactos ecológicos con los problemas de la pobreza y la desigualdad.
En cuanto al poder de las finanzas al que usted alude, no parece de entrada que ese poder sea mayor que en otros momentos de la historia reciente del capitalismo. Si pensamos en las grandes corporaciones del mundo, lo que viene inmediatamente a nuestra mente son, por ejemplo, las empresas vinculadas a lo que seguimos llamando nuevas tecnologías: Google, Apple, Facebook, Microsoft, Amazon… No están aquí los grandes grupos financieros mundiales.
Efectivamente, si comparamos las principales empresas mundiales por capitalización bursátil en los últimos diez años, veremos que los primeros puestos están ocupados en la actualidad por las empresas del capitalismo digital según el siguiente orden: Apple, Alphabet (Google), Microsoft, Facebook y Ámazon. Sin embargo, hace una década el ranking estaba liderado por ExxonMobil y General Electric (que ahora ocupan los puestos 10 y 30, respectivamente). En ninguno de los dos listados aparecen las entidades financieras en los primeros puestos. Pero esto es engañoso.
¿Por qué? ¿Dónde ve el engaño?
Lo único que nos indica es que este tipo de entidades no están entre las que tienen un mayor capital social, pero no que no estén entre las que más condicionan el funcionamiento de la economía. De hecho, las finanzas a través de los diferentes instrumentos de inversión colectiva (fondos de inversión, de pensiones, soberanos, etc.) están detrás de la propiedad de las principales corporaciones no financieras y su presencia accionarial está marcando el modelo de gobernanza y de negocio de esas empresas orientándolas hacia la rentabilidad financiera a corto plazo. Es lo que se llama “financiarización” o capitalismo financiarizado, aún vigente a pesar de que la última crisis redefiniera algo las cosas.
En el capítulo 3 de esta primera parte, comenta que la evolución hacia el progreso social se invirtió a partir de los años setenta del siglo pasado. ¿Qué pasó entonces? ¿Por qué precisamente en esos momentos? ¿Esa involución afectó del mismo modo o similar a todos los países del mundo?
La opción reformista que representaba el orden socialdemócrata de la segunda posguerra muestra sus límites y en su lugar irrumpe, finalizando la década de los setenta, la contrarreforma neoliberal. Por supuesto, aquel periodo socialdemócrata se desarrolló bajo condiciones muy particulares (abundancia de petróleo barato, una periferia al servicio de las metrópolis, una esfera reproductiva subordinada a los imperativos productivos de un capitalismo patriarcal, etc.), de manera que no todo el mundo salió igual de bien parado, pero, con carácter general, fueron décadas de avance en el plano social y de prosperidad material. Se logró algo que es extraordinariamente difícil de alcanzar en el capitalismo dadas las tensiones y contradicciones que operan en su interior: una relativa pacificación de las relaciones sociales. Existía fuerzas integradoras, redistribuidoras e instituciones que otorgaban cierta protección social. La contraofensiva neoliberal tratará de acabar con todo ello, generando tensiones desintegradoras y dinámicas expulsivas. La lección que hay sacar de este tránsito desde el orden socialdemócrata al neoliberal es que ningún avance social se consigue sin lucha y nada de lo alcanzado está asegurado de una vez y para siempre.
Tomo nota de la lección. Dedica el capítulo siguiente a “El gran vaciamiento”. Disculpe mi brusquedad: en su opinión, ¿son compatibles la democracia y el capitalismo? ¿De qué democracia estamos hablando cuando hablamos en estos términos? ¿Podemos pensar en una democracia más avanzada, una democracia más democrática?
Una manifestación de la involución de la que hablábamos en la pregunta anterior ha sido el paulatino vaciamiento democrático de nuestras sociedades. Cuando se trata de elegir entre capitalismo y democracia, las elites tienen clara la elección. La expresión “capitalismo democrático”, que tanto gusta al pensamiento neoconservador, es el mayor oxímoron que conozco.
En el capítulo 5 -estamos en la segunda parte- habla del cambio de época. Aunque hemos hablado de ello, me permito insistir ¿Nos explica en cuatro o cinco tesis qué es lo que caracteriza nuestro cambio de época?
Todo apunta a que estamos cerrando una etapa histórica. Hemos hablado de la crisis ecosocial como “la crisis de las muchas crisis”, como expresión de una crisis de civilización que tiene manifestaciones en todos los planos, el material (biofísico), el estructural (orden social) y el político (vaciamiento democrático). La gran fractura metabólica que arrastramos desde la revolución industrial, la magnitud de la crisis de cuidados que se avecina, la reestructuración que está experimentando el capitalismo tras la Gran recesión, la profunda involución que padecen nuestras sociedades y el vaciamiento del contenido de las democracias, todo ello, si lo tomamos en conjunto y de forma relacionada, muestra la magnitud de un cambio global que nos sitúa en un escenario inédito.
A continuación habla usted del nuevo orden mundial. ¿Qué tendencias parecen configurar ese nuevo orden? ¿No hay más, no hay otros escenarios posibles?
El nuevo orden social en ciernes se manifiesta tanto en el plano interno como en el internacional. En este último afloran tensiones que llevan a hablar del regreso de la geopolítica. Las tensiones geopolíticas estallan en múltiples frentes. Cada vez con menos posibilidades económicas y energéticas para iniciar nuevos ciclos de acumulación, a este capitalismo que se desliza por zonas de extralimitación ecológica parece quedarle únicamente el recurso a la acumulación por desposesión. De ahí que las principales tensiones internacionales estallen en torno a lugares clave en el aprovisionamiento energético -Irán o Venezuela- o surjan de la pugna por el control de nuevas rutas comerciales, como la nueva ruta de la seda que impulsa Xi Jinping o la vía del Ártico, que aúna el interés por los recursos que afloran del deshielo provocado por el calentamiento con la posibilidad de abrir nuevas vías marítimas que acorten la distancia entre Asia y Occidente. Porque no hay que olvidar que otro frente de este regreso de la geopolítica tiene que ver con el hecho de que el centro de gravedad del dinamismo económico se ha ido desplazado hacia el Oriente. Como hemos señalado en el número 146 de la revista Papeles, aparecido este verano con el título “Geopolítica en el Antropoceno”, en los tiempos de la crisis ecosocial la geopolítica se desenvuelve en un mundo crecientemente posoccidental.
Afirma también que, si el orden precedente ha venido marcado por la globalización y las políticas neoliberales, el orden que emerge “se caracteriza por las finanzas y las tecnologías digitales”. Nada de todo ello, añade, configura una novedad radical. Lo novedoso es el peso que adquieren unos de estos nudos respecto a otros en la actualidad. ¿Nos describe sucintamente cómo ve usted el peso que adquieren estos cuatro componentes en el orden emergente? ¿Cuáles son los principales peligros que nos acechan?
El proyecto globalista enarbolado durante el orden neoliberal está severamente cuestionado. Asistimos a repliegues nacionales que hacen renacer pulsiones proteccionistas a través de guerras comerciales, tecnológicas y de divisas; el abandono del multilateralismo y la preferencia de Trump por el bilateralismo, el embrollo del Brexit, el desconcierto en que se encuentra sumido el proyecto europeo, la aparición de nuevos actores -China, India, Brasil o Rusia- que reclaman un papel en un mundo cada vez más multipolar, son síntomas de este proceso. La globalización neoliberal ha tenido ganadores y perdedores inesperados tanto en el plano internacional como en el interior de las sociedades. Simplificando mucho: ha favorecido, de una forma muy distinta, a los plutócratas globales y a segmentos relativamente amplios de asalariados de China y de un puñado de países asiáticos, mientras que se han visto fuertemente perjudicados tanto el campesinado de los países más pobres como las clases populares (empleados y obreros) de Europa y los EEUU. En el plano político, los impactos en la estructura social y el cuestionamiento del globalismo están encontrando su traducción en reclamaciones de más Estado soberano de la mano de populismos nacionalistas de uno u otro signo. Como el soberanismo económico es muy difícil de alcanzar, las reclamaciones soberanistas adquieren un marcado carácter nacional y cultural. Ante la imposibilidad de hacerlo en el plano económico se desplaza la aspiración del control soberano a lo cultural. Esto otorga mayor protagonismo a los aspectos relacionados con la identidad nacional y con el restablecimiento del esplendor real o imaginado de tiempos pasados. En esto coinciden Trump y Putin con sus nostalgias imperiales (“volver a hacer grande” a EE UU o a Rusia) y el resurgir de los nacionalismos, incluyendo lo acontecido en nuestro país con el procés. El eje del debate político se sitúa en lo cultural (las raíces religiosas de la nación, las tradiciones, la lengua, el pasado glorioso, la amenaza que suponen los migrantes portadores de otra cultura, etc.) desplazando de la discusión la atención a las condiciones materiales de la existencia. En el viejo continente, por ejemplo, quienes mejor han recogido el malestar actual han sido los movimientos políticos más reaccionarios (Salvini, Orban, Putin, el gobierno conservador Ley y Justicia de Polonia, Wilders en Holanda, Farage y Johnson en el Reino Unido, etc.). La derecha más activa en Europa no es una derecha liberal sino la que viene cargada de valores conservadores e ideas xenófobas combinadas con altas dosis de resentimiento hacia las elites urbanas y cosmopolitas. Sin embargo, mientras crece el merecido cuestionamiento a la globalización y al credo liberal, el poder financiero y tecnológico queda en la sombra y adquiere nuevos vuelos, con unos impactos sociales y ambientales difíciles de desdeñar. El capitalismo digital toma el relevo con su aureola de hipermodernidad sin encontrar apenas oposición a pesar de que aumentan las posibilidades de ser espiados y controlados por empresas y gobiernos. El nuevo orden que emerge adquiere así los tintes autoritarios propios de un capitalismo de vigilancia.
El apartado siguiente está dedicado a la era de las consecuencias, “un período en el que debemos convivir de forma inevitable con las consecuencias de la crisis ecosocial”. Sobre él le pregunto a continuación. Descansemos un momento.
Descansemos.
Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2019.
(*) Para la primera parte de esta entrevista: Entrevista a Santiago Álvarez Cantalapiedra sobre La gran encrucijada. Crisis ecosocial y cambio de paradigma (I). “Conocer cómo funciona la sociedad ayuda a proceder con prudencia, sensatez y acierto pero no es suficiente para convertirnos en sujetos prudentes y responsables» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=263206