Miscelánea 23/05/2023

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Les soulèvements de la terre.
2. Debe saber de lo que habla.
3. Wunderwaffe.
4. The Economist o la nada.
5. Entrevista a Harvey.
6. Otra entrevista a Turiel.
7. Se acabó el problema.
8. La felicidad, instrucciones al uso.
9. Ocupación.
10. Un resumen de la conferencia sobre postcrecimiento.

1. Les soulèvements de la terre

Un breve repaso a las acciones de los últimos dos años de estos compañeros franceses. Os recuerdo que no hace mucho os pasé una entrevista con dos de sus miembros. Os recuerdo que las autoridades francesas estudian prohibir esta organización y todas sus actividades.

https://twitter.com/

2. Debe saber de lo que habla

El coronel Lawrence Wilkerson, ex jefe de gabinete de Colin Powell, el de las armas de destrucción masiva en Irak, creo que sigue siendo muy de derechas. Pero dice cosas como estas: https://twitter.com/

1ª: «El resto del mundo piensa que estamos locos […] Si hay un criminal de guerra en el mundo de la postura imperial, es EEUU» https://twitter.com/

2º: «La historia del conflicto [de Ucrania] es tan condenatoria para el imperio, para nosotros, para la OTAN, etc., como para Vladimir Putin. Fue provocado masivamente: la historia de este conflicto es una historia de perfidia, de engaño y mentira por parte de todos, desde Angela Merkel hasta el presidente de EEUU.»

https://twitter.com/

3ª y última, sobre por qué Estados Unidos provocó a Ucrania: «Estamos allí porque todos [nuestros fabricantes de armas] están ganando dinero y no estamos derramando nuestra sangre. Y también estamos allí para restablecer nuestra hegemonía sobre la Unión Europea… no queremos que crezcan y se independicen de nosotros.»

Este es el vídeo completo de su intervención:

Peace & Justice Conversations: Colonel Lawrence Wilkerson- Path to Peace with Ukraine

3. Wunderwaffe

Ni conozco ni me interesa mucho conocer sobre armamento moderno -o antiguo-. Así que no sé muy bien qué fiabilidad tiene este artículo. Sabréis que los ucranianos están pidiendo ahora aviones estadounidenses, ya que el suministro de los de origen soviético o ruso parece totalmente agotado. El modelo pedido es el Falcon F-16. En el artículo se dice que los EEUU no quieren que se entreguen estos aviones a Ucrania porque podría perder su halo de fiabilidad, y aún tienen muchos por vender…

https://militarywatchmagazine.

Por qué Estados Unidos es reacio a suministrar F-16 a Ucrania a pesar de la enorme presión europea: Las pérdidas en combate podrían destruir la reputación del caza

Redacción de la revista Military Watch, 20-mayo-2023

Tras meses de peticiones del gobierno ucraniano a los países occidentales para que le suministren aviones de combate F-16, Estados Unidos se ha visto sometido a una creciente presión por parte de sus aliados europeos para que apruebe la transferencia de estos aparatos a la Fuerza Aérea Ucraniana. El F-16, aunque actualmente está siendo sustituido por el F-35 de quinta generación, ha sido durante décadas el principal caza desplegado en gran parte de la OTAN, así como por los principales aliados estadounidenses fuera de Europa, como Corea del Sur e Israel, y se considera el caza occidental más adecuado para Ucrania debido a la gran cantidad de que dispone, así como a sus menores costes operativos y necesidades de mantenimiento que otras alternativas como el Eurofighter o el F-18. Dado que Gran Bretaña ha liderado sistemáticamente la escalada de armamento suministrado a Ucrania, siendo la primera en comprometerse a suministrar misiles de crucero de largo alcance, tanques de fabricación occidental e incluso munición de uranio empobrecido, el Primer Ministro británico, Rishi Sunak, continuó esta tendencia presionando especialmente para que se le suministrara el F-16. El país también destacó, junto con Polonia, por su capacidad para suministrar armamento a Ucrania. El país también destacó, junto con Polonia, por su disposición a desplegar personal de combate en el frente para enfrentarse activamente a las fuerzas rusas en las primeras fases de la guerra.
Otros países europeos, en particular los Países Bajos y Noruega, también han sido los principales defensores del suministro de F-16, mientras que Francia ha aceptado proporcionar entrenamiento a los pilotos ucranianos. Al parecer, varios Estados europeos han ejercido una presión cada vez mayor sobre Estados Unidos para que apruebe la transferencia de F-16 a Ucrania, ya que incluso si no proceden de los arsenales estadounidenses, los F-16 operados en el extranjero necesitarían el permiso de Washington para proporcionar sus propios aviones a terceros. El inminente agotamiento de las defensas aéreas terrestres de Ucrania, la muy limitada capacidad de Occidente para reponerlas y la creciente influencia que el poder aéreo ruso ha sido capaz de ejercer en el campo de batalla, han sido factores que han estimulado a los partidarios de Kiev a presionar para mejorar su poder aéreo con mayor urgencia.

Según informes de múltiples fuentes estadounidenses, entre ellas el New York Times, Estados Unidos impidió a sus socios europeos entrenar al personal ucraniano en el uso de los F-16, a pesar de que Holanda y Noruega estaban dispuestos a suministrar sus aviones más antiguos a la Fuerza Aérea ucraniana. Una de las principales razones de la discrepancia entre las posturas estadounidense y europea es que Estados Unidos sigue teniendo un gran interés en el programa del F-16, no sólo porque el caza seguirá siendo la columna vertebral de las Fuerzas Aéreas estadounidenses durante décadas, sino también porque sigue ofreciendo variantes modernizadas de la clase para la exportación, a veces por cientos de millones de dólares por fuselaje. En cambio, Gran Bretaña y Francia no operan el F-16, mientras que Noruega, los Países Bajos y otros operadores europeos están a punto de retirar totalmente del servicio la clase para sustituirlos por F-35, algo que Noruega se convirtió en el primer país en conseguir en enero de 2022. Así pues, si se desplegaran F-16 en Ucrania, Estados Unidos correría el principal riesgo. No sólo existe la posibilidad de que el caza o sus tecnologías caigan en manos rusas, como ha ocurrido con otros equipos occidentales en cantidades considerables, sino que también hay muchas más posibilidades de que los cazas sufran pérdidas significativas tanto en ataques a sus aeródromos como en combates aire-aire, lo que supondría un duro golpe para la reputación del F-16.

El F-16 es un caza ligero monomotor que se diseñó en los años 70 como contrapartida más ligera y barata al pesado F-15 que formaba la élite de la Fuerza Aérea estadounidense. Frente a las Fuerzas Aéreas rusas, es muy probable que la capacidad de supervivencia de esta clase sea muy limitada debido a su falta de sigilo y a su escasa capacidad para enfrentarse a los aviones pesados de la flota rusa, como los Su-35, MiG-31 y Su-57. Es probable que los enfrentamientos aire-aire se produzcan en el marco de una guerra civil. Los enfrentamientos aire-aire serían probablemente muy unilaterales, y derribar F-16 con sus propios cazas aumentaría considerablemente el prestigio de la Fuerza Aérea rusa y de su sector de defensa, que ya se ha beneficiado recientemente de la destrucción del mejor sistema de defensa aérea de largo alcance de la OTAN, el Patriot, el 16 de mayo. Aunque las nuevas variantes del F-16, en concreto el modelo Block 70/72, podrían enfrentarse a algunos de los cazas rusos más recientes, hasta ahora se ha fabricado menos de un escuadrón. El elevadísimo coste de estos nuevos F-16, de más de 120 millones de dólares cada uno, también hace que su suministro resulte prohibitivo, ya que su pequeña escala de producción y la gran cantidad de pedidos pendientes, principalmente de Taiwán, lo descartan.

Los F-16 más antiguos, que dependen de radares de barrido mecánico obsoletos y carecen de acceso a las nuevas generaciones de misiles como el AIM-120D, probablemente no tendrían buenos resultados si se desplegaran en Ucrania, aunque pudieran enfrentarse a aviones rusos en una proporción 1:1 y no sufrieran desventajas numéricas importantes. La amenaza de los sistemas rusos de misiles tierra-aire de largo alcance, que incluso desde bases en Bielorrusia han demostrado la capacidad de derribar cazas de cuarta generación sobre la propia capital, Kiev, limitaría aún más la capacidad operativa de los F-16 debido a su falta de capacidades furtivas.  En consecuencia, Estados Unidos tiene mucho que perder si ve que sus F-16 se transfieren a Ucrania, en un momento en el que los futuros pedidos de esta clase ya están en entredicho y la reputación de su poder aéreo es fundamental, sobre todo en escenarios como Asia Oriental. Las prioridades de sus aliados europeos, que siempre han estado más centrados en Rusia, han sido a menudo muy diferentes.

4. The Economist o la nada.

Quizá meterse con los economistas mainstream ya no tiene mucho sentido. Puede ser, como dirían los ingleses, «fustigar a un caballo muerto». Reconozco que tengo una visión sesgada, pero me parece que, junto con los periodistas, son los que más rápidamente están sufriendo una profunda erosión en su credibilidad. Pero uno de los economistas ecologistas actualmente más en boga, Parrique, se ha molestado en publicar este artículo en su página como respuesta a una nadería en The Economist a raíz de la reciente conferencia en el Europarlamento. Azotemos una última vez al caballo muerto. El artículo tiene muchos vínculos interesantes -excepto el del propio artículo de The Economist, que no lo es-, que podéis seguir en el artículo original:

A response to The Economist: Shut up and let me grow – Timothée Parrique

Una respuesta a The Economist: Cállate y déjame crecer

Timothée Parrique

Fecha de publicación

21 de mayo de 2023

El 18 de mayo de 2023, The Economist publicó un artículo titulado «Meet the lefty Europeans who want to deliberately shrink the economy» (Conoce a los europeos de izquierdas que quieren reducir deliberadamente la economía), comentando la conferencia Beyond Growth (Más allá del crecimiento) organizada en el Parlamento Europeo del 15 al 17 de mayo. No hay nada destacable en este artículo. El hecho de que el autor (Stanley Pignal) ni siquiera se las apañe para deletrear correctamente la palabra (es decrecimiento, no de-crecimiento) lo dice todo sobre el esfuerzo que se ha dedicado a investigar el tema.

«¿Qué es Europa, sino un continente post-crecimiento?», escribe el autor, antes de saludar a Italia como una utopía del post-crecimiento. Error clásico. En realidad, el decrecimiento difiere fundamentalmente de una recesión. Una recesión es una reducción del PIB que se produce accidentalmente, a menudo con consecuencias sociales indeseables como el desempleo, la austeridad y la pobreza. El decrecimiento, en cambio, es una reducción planificada, selectiva y equitativa de las actividades económicas. Recesión: no planificada y no deseada. Decrecimiento: diseñado y deseado. Asociar el decrecimiento a una recesión sólo porque ambas implican una reducción del PIB es absurdo; sería como argumentar que una amputación y una dieta son la misma cosa sólo porque ambas conducen a la pérdida de peso.

El artículo confunde «decrecimiento» y «postcrecimiento» sin definir los términos. En la literatura, el decrecimiento describe una reducción temporal de la producción y el consumo, planificada democráticamente para reducir las presiones medioambientales de forma equitativa y con el fin de mejorar el bienestar. El postcrecimiento, por su parte, se refiere a una familia más amplia de ideas escépticas sobre el crecimiento, que van desde la crítica del PIB y la defensa de las economías del bienestar hasta alternativas más radicales al capitalismo. En Ralentir ou périr. L’économie de la décroissance (Ralentizar o perecer. La economía del decrecimiento), diferencio entre decrecimiento (la transición) y poscrecimiento (el destino). También me gusta hablar de decrecimiento hacia un estado estacionario sostenible, una reducción que lleva a una estabilización de la producción económica a un nivel compatible con la capacidad de carga de los ecosistemas.

El artículo está lleno de ideas erróneas y muchas de ellas podrían haberse evitado escuchando realmente la conferencia. No, el crecimiento económico no se debe únicamente al «ingenio humano». No, las políticas de decrecimiento y la planificación que se discuten en la literatura crítica del crecimiento no son lo mismo que «las políticas más estrictas de principios de la era soviética». Y no, las pequeñas reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero no bastan para que el crecimiento sea sostenible.   

«Ya se están reduciendo sus emisiones [en Europa] incluso cuando la economía está creciendo». El principal mensaje de mi presentación sobre la imposibilidad del crecimiento ecológico fue que esta visión es simplista. Para que el crecimiento económico sea realmente sostenible, necesitamos (1) desacoplar absolutamente la producción y el consumo (no basta con un desacoplamiento relativo) (2) de todas las presiones medioambientales (no sólo del carbono) (3) dondequiera que se produzcan (teniendo en cuenta los impactos importados) (4) a un ritmo lo suficientemente rápido como para evitar el colapso ecológico (teniendo en cuenta objetivos basados en la ciencia y acordes con la equidad) (5) y necesitamos mantener ese desacoplamiento a lo largo del tiempo (como para evitar el reacoplamiento). Este crecimiento genuinamente verde nunca se ha logrado en ningún lugar de la Tierra y no he visto ninguna prueba convincente que demuestre que podría lograrse (véase Decoupling en el AR6 WGIII del IPCC).

Llamé al discurso del crecimiento verde «una forma macroeconómica de lavado verde» y este artículo es un ejemplo perfecto de ello. Al igual que el típico «greenwashing» empresarial (por ejemplo, KLM alardea en Internet de «tomar medidas para reducir el impacto medioambiental en los vuelos reciclando latas de café y almohadillas» como forma de lograr «un futuro más sostenible para la industria de la aviación»), señalar la disminución insignificante de un único indicador medioambiental y llamarlo «crecimiento verde» es engañoso. No te preocupes, todo va a ir bien, «la economía puede llevarnos al cero neto por sí sola», titula un artículo del Financial Times. La historia de la espera para el desacoplamiento se ha convertido en un peligroso discurso de retraso climático que justifica la inacción o los esfuerzos inadecuados. Mientras los ecosistemas se resquebrajan a una velocidad sin precedentes históricos (véase la presentación de Johan Rockström), perdemos un tiempo precioso argumentando que quizá, algún día, tal vez, si-esto-si-eso, la disociación podría producirse. Mientras tanto, no hacemos más que retocar un sistema que debería transformarse radicalmente.

Sobre todo porque una parte de estas reducciones de emisiones se explica por una ralentización económica. Es paradójico: esperamos que un crecimiento económico más rápido acelere la desvinculación, aunque una gran parte de la desvinculación lograda históricamente se ha producido gracias a un crecimiento más lento. Una cosa es segura: el crecimiento del PIB hace más difícil reducir las emisiones en comparación con un escenario de no crecimiento o de crecimiento negativo. La oposición entre «invertir en tecnologías verdes» y decrecimiento no tiene nada que ver. Hoy en día, en todos los países (incluso en el puñado que ha conseguido reducir ligeramente sus emisiones de carbono), producir y consumir más hace más difícil reducir la huella ecológica. Esto es cierto para las emisiones y es aún más cierto para otras presiones medioambientales que están más intensamente acopladas al PIB.

Independientemente de la tecnología de que dispongamos, es más fácil y rápido reducir las huellas ecológicas en una situación en la que disminuyen los niveles de producción y consumo (de ahí la importancia que se da a la suficiencia en el último informe del IPCC). Si la ecoinnovación se acelera, estupendo, significa que reduciremos las presiones medioambientales aún más rápido. Dicho esto, parece irresponsablemente insensato apostar nuestro futuro a un milagro altamente improbable. De hecho, como mostré en mi presentación, la velocidad del cambio tecnológico de reducción de emisiones necesaria para alcanzar el objetivo de «Fit for 55» (-55% de los niveles de 1990 de las emisiones territoriales europeas en 2030) no tiene precedentes históricos en varios órdenes de magnitud.

O bien se demuestra que los países de renta alta pueden seguir creciendo sin rebasar los límites planetarios (la postura del crecimiento verde), o bien se acepta que será necesaria una cierta reducción de las actividades económicas (la postura del decrecimiento). Publicar en Twitter gráficos que demuestran que algunos países han reducido sus emisiones de gases de efecto invernadero dista mucho de cerrar el caso (véase, por ejemplo, Una respuesta a Paul Krugman: Growth is not as green as you might think).

***
Esta publicación de The Economist es un ejemplo perfecto de lo que falla en la cultura económica dominante. Una conferencia de 5.000 personas, de tres días de duración, cuyo objetivo es encontrar soluciones a la crisis ecológica, es desestimada en unos pocos párrafos como una «juerga bastante chiflada» sobre «el crecimiento como raíz de todos los problemas» entre un «elenco de académicos menores»[ii]Esta es exactamente la actitud tóxica y territorial que los economistas dieron a Los límites del crecimiento allá por 1972: si no eres un economista (de la corriente dominante), cállate. Esta desdeñosa superioridad de los economistas explica por qué la disciplina salta de un fracaso de la imaginación colectiva a otro, de la ceguera ante las crisis financieras a la promoción de una austeridad supuestamente buena para el crecimiento, y pronto a la mayor metedura de pata de todas: hacer que parezca óptimo dejar arder el planeta. La falta de introspección crítica explica por qué amplios sectores de la economía se han vuelto tan científicamente inútiles. Este artículo perpetúa este contraproducente ataque a las alternativas. En una época en la que lo que nos falta son precisamente planes B, esta mentalidad es trágicamente antieconómica[i].
[Sin embargo, hay excepciones. Algunos ejemplos de buena cobertura del tema: The Guardian, CNN, Al Jazeera, Reuters, The Nation, Scientific American, New York Times, Popular Science, BBC, Foreign Policy, Vox, New Yorker, Vice o Bloomberg.
[ii] Entre los ponentes se encontraban Joseph Stiglitz, Vandana Shiva, Johan Rockström, Kate Raworth, Raj Patel, Yamina Saheb, Gaël Giraud, Ann Pettifor, Lucas Chancel, Anna Coote, Michael Braungart, Julia Steinberger, Dominique Meda, Robert Costanza, Daniela Gabor, Jason Hickel, Tim Jackson, entre muchos otros.

5. Entrevista a Harvey

El mes pasado David Harvey estuvo en París, donde se reunió con Mélenchon, y concedió esta entrevista que han traducido ahora en Jacobin lat. https://jacobinlat.com/2023/

El neoliberalismo se vuelve violento y despótico

UNA ENTREVISTA CON David Harvey Traducción: Pedro Perucca

David Harvey habla del estado del capitalismo, de los límites de la versión izquierdista del populismo, de la importancia de las ciudades y de las luchas francesas como antídoto contra las tendencias autoritarias de la crisis.

Por Mathieu Dejean y Romaric Godin

6. Otra entrevista a Turiel

Hace tiempo que creo que no os paso nada de Turiel. Acaban de publicar esta traducción al castellano de una entrevista que apareció originalmente en euskera. No dice nada nuevo pero, como siempre, es un buen resumen de la situación.

https://www.rebeldes.info/

Antonio Turiel: «Tendremos que reducir el consumo de energía en un 80% en las próximas décadas»

Antonio Turiel (León, 1970) es uno de los principales expertos y divulgadores en materia energética. Ha recogido sus tesis en el blog The Oil Crasch, y últimamente en los libros «Petrocalipsis» (publicado recientemente en euskera) y «Sin energía». En sus discursos se explica que con el fin de los combustibles fósiles se está produciendo un» fuerte descenso» del consumo de energía. Hemos estado con él en Donostia-San Sebastián, antes de hablar con trescientas personas en el parque de los Viveros de Ulía.

¿A qué te refieres cuando dices «gran caída»?

Es el momento en el que estamos entrando, el consumo de energía se irá reduciendo inevitablemente en las próximas décadas. Este proceso es conocido y no hay solución técnica porque el agotamiento de los combustibles fósiles ha provocado que la producción comience a bajar, a veces más lentamente y otras de manera más rápida.

¿Cuándo hemos llegado al ‘peak oil’?

Si hablamos de petróleo real, de petróleo crudo convencional, todo esto comenzó en 2005. Entonces se producían 70 millones de barriles diarios y hoy en día se producen 60 y para compensar esta pérdida se introdujeron los denominados petróleos no convencionales, fracking, etc. Con ello hemos conseguido retrasar el pico de producción hasta noviembre de 2018, pero desde entonces ha caído un 3,1% y la previsión es que siga así. La Agencia Internacional de la Energía y la Organización de Países Exportadores de Petróleo han aprobado el acuerdo de 2030, en el que la producción irá descendiendo año tras año.

Pero, ¿de qué estamos hablando de una gran caída o de un descenso a lo largo de mucho tiempo?

Las dos cosas. La caída será importante, pero poco a poco vendrá. Van a pasar décadas, y al finalizar el proceso veremos que fácilmente hemos tenido que bajar el consumo de energía en un 80%. Lo que pasa es que esta década es crítica, porque es un punto de inflexión y se verá que las políticas de siempre no funcionan y no hacen más que agravar la situación. Esto está ocurriendo ya, porque la separación no es homogénea; En países como Sri Lanka por ejemplo, lo están notando mucho más.

En este caso también habrá diferencias entre los países.

Sí, y Europa no está mejor situada. Por eso ha apostado por la energía verde de forma tan desesperada, esperando encontrar otros recursos. Pero este planteamiento es una tontería. porque el carbón ha tocado techo, el gas natural está a punto de alcanzarlo y la producción de uranio ha decaído. Pero el petróleo está en la base, y sobre todo una cosa muy negra que se llama diésel.

En el libro Petrocalipsis dices que el petróleo se ve como algo «mágico», con mucha energía en su interior. ¿Estamos tratando de sustituir esa magia con la fusión, el hidrógeno verde, etc.?

El carbón también almacena mucha energía. Pero el petróleo es líquido, y fácil de emplear. Estamos acostumbrados a que las cosas vayan rápido. En Petrocalipsis hago la siguiente comparación: ¿Sabes cuánta energía hay en un litro de gasolina? pues la misma que genera una persona trabajando 108 horas. En contraste y con un litro de gasolina, un coche normal puede recorrer entre 10 y 15 kilómetros. Imagínate empujar ese coche.

Mira, antes me hablaste del hidrógeno. En este caso no es una fuente de energía sino un vector, pero que en ningún caso tiene la densidad energética del petróleo. Para utilizarlo, además, hay que comprimirlo y enfriarlo a 40 grados bajo cero, sus pérdidas en producción y transformación son enormes y, al final, resulta que es hasta seis veces menos efectivo que el petróleo para utilizarlo en automoción. Caca de la vaca. Nos hemos acostumbrado a pensar que los combustibles de alta densidad energética son la normalidad, pero sin embargo son la excepción.

¿ Qué está pasando con el diésel? ¿ Por qué es tan especial?

El diésel es la sangre del sistema. Los camiones, la maquinaria pesada, las excavadoras, los transportes mineros circulan con el diesel. Y como los otros combustibles no son tan buenos como el diésel, es el que más está cayendo. Tocó techo en 2015 y hasta 2018 tuvo altibajos, pero ahora ha caído un 15% y va a peor. Está afectando mucho al transporte y a la minería; pero sobre todo nos tiene que preocupar lo que está pasando con la agricultura, porque la falta de diésel ha encarecido la producción agrícola y hay menos sustancia para fertilizar. No sé cómo estáis aquí, pero donde yo vivo en Cataluña, en Figueres, ya hemos empezado con los recortes de agua.

Usted habla a menudo de «racionamiento», ¿es el futuro que nos espera?

Aunque no se quiera hablar de eso, los gobiernos están aprobando medidas en esa dirección. En julio acordaron una reducción del 15% en el consumo de gas en Europa. Gracias al parón industrial se consiguió bajar un tanto. En Valencia, por ejemplo, han cerrado un montón de empresas de ladrillo, cerámica y vidrio que utilizan gas. Luego, en septiembre, aceptaron que el consumo de electricidad bajara un diez por ciento, y se ha conseguido por lo mismo. Supongo que el País Vasco se habrá notado al ser un centro industrializado. Y ahora la Comisión Europea propone rebajar otro 11,3% hasta 2030. Hay países que están tomando medidas muy duras: en el Estado francés dicen que para 2025 tienen que bajar un 10% el consumo energético y para 2050 un 40%; en el caso de Alemania se está discutiendo una ley para que el consumo baje un 26,5% Las cifras son abrumadoras y tendrán consecuencias económicas. Todas estas medidas son, en esencia, racionamientos.

Por no decir decrecimiento…

La palabra decrecimiento no es utilizada por ser tabú. Se están presentando como si fueran medidas técnicas y a mí es lo que más rabia me da. Si regulas y obligas por ley a estas restricciones, estás implantando un plan de racionamiento. Estás diciendo quién puede y cuánto puede consumir. Y si distribuyes proporcionalmente el consumo, eso significa que todas las cosas tienen la misma importancia para ti. Ahí hay una visión de la sociedad, un modelo político. Es muy importante entender que todos los racionamientos tienen un carácter político. Al final tendrás que tomar este tipo de decisiones: ¿qué es más importante, la tienda del barrio o Amazon?

Has dicho que al final tendremos que bajar el consumo un 80%. ¿La parte que nos queda debería ser renovable?

Inevitablemente. Pero el modelo que se está proponiendo para la transición de las renovables, el REI (Renovable Eléctrica Industrial), tiene algunas limitaciones. Una de ellas es que hay una cantidad máxima de energía que se puede utilizar. No sabemos cuanta es y hay discusiones, pero ahora estamos viendo que cuando han puesto un montón de aerogeneradores en el Mar del Norte el potencial eólico ha bajado un 20% porque interactúan entre ellos.

¿Qué significa eso, que también gastamos viento?

Que la energía del viento es limitada. Y que cuando pones muchos aerogeneradores pueden producir un «efecto bosque». Y cuando el viento no puede atravesar el bosque ¿qué hace? lo rodea. Sin embargo, esta limitación no es la más grave, ya que todavía puede haber posibilidades de producir mucha energía.

¿Qué otras limitaciones tienen las renovables?

Primero la falta de materiales (geológicos). Se utilizan mucho y no hay suficiente para que todo el planeta haga la transición. Y es importante que lo haga todo el planeta -no sólo EEUU, Europa o Japón, como impulsa la Agencia Internacional de la Energía-, porque si los países que nos abastecen de estos materiales se van a pique, no sé de dónde sacaremos el litio, el cobalto y todas esas cosas que hacen falta. Además, estos sistemas tienen un ciclo de vida predeterminado y cuando finalice habrá que sustituir esos materiales por otros nuevos.

En el País Vasco hay debate con este boom de las eólicas. Nos dicen que los aerogeneradores actuales son más grandes pero más eficientes, y que ocuparán menos terreno

Aquí hay muchas promesas y muy pocas realidades. Otro problema grave de las renovables es que dependen de combustibles fósiles. Todavía nadie ha creado aerogeneradores o placas fotovoltaicas que no dependan de este tipo de recursos. Muchos autores afirman que son en sí mismas extensiones de combustibles fósiles. Y eso afecta a las compañías que crean aerogeneradores. El año pasado las cinco mayores compañías del mundo perdieron 1.500 millones de dólares, Siemens-Gamesa 2.000 millones de dólares, General Electric 2.200 millones de dólares Tienen problemas con el aluminio y el acero porque el material llega tarde o no llega lo suficiente.

¿Y cómo se sustentan?

De momento los bancos están financiando pero claro, les pedirán un plan de viabilidad y la mayoría de estas empresas acabarán en quiebra. Estamos creando gigantes con pies de barro. Parte de las pérdidas del año pasado fueron por los problemas técnicos de los aerogeneradores de 5 MW. No fueron muchos, quizá un 0,05%, pero esas fallos no se los esperaban y tuvieron que revisar todas las máquinas. Están desesperados. El otro día estuve con una persona que trabajaba en Vestas y me dijo que no saben qué hacer. Dicen que construirán monstruos de 10 ó 15 MW cuando aún no hayan dominado la ingeniería de 5 MW. Eso forma parte de la típica huida hacia delante del capitalismo.

Hablemos ahora al hormigón, que no sabemos cuánto durará.

El hormigón armado también se va a pique, pero eso te lo explicará mejor Antonio Aretxabala.

Nuestros gobernantes dicen que tendremos más soberanía energética con las infraestructuras de renovables…

El argumento de la soberanía energética también se utiliza en Cataluña. Pero ¿cómo se conseguirá ese milagro? solamente el 20% de la energía que consumimos nos llega por electricidad, ya que parte de la energía es imposible de electrificar. Además, es paradójico: el consumo de electricidad está bajando desde 2008. Estamos tratando de poner un montón de sistemas eléctricos cuando la electricidad ya nos sale por las orejas.

¿Y por qué está bajando el consumo de electricidad?

Sobre todo por las deslocalizaciones, las empresas son los principales consumidores de la electricidad. El rendimiento también ha mejorado, pero el consumo doméstico ha aumentado. Esto se llama paradoja de Jevons: si creas sistemas más eficientes para aprovechar la electricidad, como los LED, en vez de poner menos, acabas poniendo más luz.

¿Con las tecnologías actuales no se puede dar un nuevo uso a toda esa electricidad?

¿Cuáles son estas tecnologías? ¿ El coche eléctrico? La gente cree cada vez menos en ello porque se ha visto lo que pide: es muy caro, tiene un rendimiento insuficiente y, como le pasa a las renovables, tiene una dependencia de materiales muy escasos (litio, manganeso, cobalto, níquel…). No puedes hacer 1.400 millones de coches eléctricos en el planeta, como ahora hay motores de combustión interna. Es evidente que el coche será algo que sólo una minoría tendrá a su alcance.

¿Cómo crees que será la movilidad del futuro?

Estuvimos en un congreso internacional en Sitges, hablábamos en catalán, pero te juro que era internacional…(risas). En una de las mesas redondas hablé con el director de la Autoridad de Transporte Metropolitano de Barcelona y con miembros de varias empresas. Tienen claro que el modelo de futuro será ofrecer servicios de movilidad. La gente no tendrá coche, usará alquileres como el car sharing. Se dice que los coches están aparcados en el 96% del tiempo y ocupan mucho espacio por lo que el futuro será ofrecer estos servicios y combinarlos con el transporte público. Y las compañías de automoción se están preparando para ello.

Aquí, en Pamplona, Volkswagen ha anunciado que construirá coches eléctricos.

Porque esto se está acabando. La industria automovilística sabe que se reducirá. Dicen que saldrán de bolsa porque se sienten penalizados, y que recurrirán directamente a inversores privados. Pero lo que están reconociendo es que sus necesidades de capital serán menores. Un experto citado en mi blog decía que el plan A de estas compañías es producir coches eléctricos de forma masiva y que el plan B es reducir un 95%. Pues a eso vamos.

Ante la crisis energética ha dejado claro que no hay una solución técnica, pero¿ quizás sociológica?

Claro como el agua. Tenemos que hacer un cambio. Hay estudios científicos que dicen que podemos mantener el nivel de vida actual consumiendo la décima parte de lo que consumimos ahora. Se necesita un modelo de vida diferente, pero con la misma o mejor calidad de alimentación, educación, salud y trabajo, y en todo el planeta. Lo que está claro es que no podremos continuar con un sistema económico basado en el crecimiento, y eso es lo que está en la base de todos los problemas. Y toda la problemática medioambiental también vienen de ahí. Sin embargo, técnicamente sabemos lo que tenemos que hacer para mantener lo que realmente nos importa. Lo que no sabemos a nivel técnico es qué hacer para mantener este sistema capitalista basado en el crecimiento infinito.

Esta entrevista fue realizada a Antonio Turiel por Urko Apaolaza Ávila y publicada en euskera en el semanario Argia en mayo de 2023 bajo licencia Creative Commons

7. Se acabó el problema.

En Carolina del sur, una madre, preocupada porque su hijo podría querer suicidarse, pidió ayuda a la policía y se quedó esperando junto al coche en el que estaba el chico. Lo que pasó después, seguro que no os sorprende.

https://twitter.com/

PD. Las imágenes son de 2021. El chico sobrevivió y está pleiteando ahora contra la policía, que no vio nada raro en la acción de sus agentes.

https://edition.cnn.com/2023/

8. La felicidad, instrucciones al uso.

Elucubraciones sobre la felicidad, incluso en el perder, como herramienta revolucionaria en este artículo de Amador Fernández-Savater en CTXT.

https://ctxt.es/es/20230501/

9. Ocupación

Parece que a los tuiteros chinos -y, por supuesto, a los rusos- les han hecho mucha gracia estas imágenes. Durante la cumbre del G7 de Hiroshima no solo no se mencionó en ningún momento quién había bombardeado en su momento la ciudad con una bomba atómica. Además, los coches de la policía japonesa, los anfitriones, fueron registrados por oficiales estadounidenses.

https://twitter.com/

10. Un resumen de la conferencia sobre postcrecimiento
Juan Bordera publica este artículo en CTXT con un resumen y valoración de la conferencia «Beyond the Growth» celebrada esta semana pasada en el Parlamento Europeo.

https://ctxt.es/es/20230501/

El decrecimiento a debate en el corazón de la bestia

Un análisis acerca de las principales posiciones e intervenciones en el ‘Woodstock del poscrecimiento’ celebrado recientemente en el Parlamento Europeo

Juan Bordera 22/05/2023

Durante tres días, del 15 al 17 de mayo, el Parlamento Europeo ha acogido un evento –que más nos vale que sea– histórico. El Woodstock del poscrecimiento lo han llamado algunos. En el ciclo de conferencias Beyond Growth, organizado por 18 europarlamentarios de distinto color, muchas de las mejores cabezas del planeta al respecto de la cuestión del decrecimiento/poscrecimiento han debatido con algunos de los políticos más importantes del continente.

El primer plenario iba a ser una suerte de muestra de lo que estaba por venir. De la fractura que está abriéndose cada vez más entre ciencia y política. Una fractura entre las evidencias irrefutables de la urgencia científica, y los límites de la realpolitik de la Unión para lograr transformaciones que no sean parches, o aún peor, disfraces. Si siguen el relato de lo acontecido, verán que, pese a todo y pese a todos, sí hay una salida para Europa y para el resto del mundo.

A la presidenta del Parlamento, Roberta Metsola, y a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, no les tocó el papel de malas de la película. Eligieron representarlo. Ante un público que abarrotaba el hemiciclo, y muy favorable a abandonar los eufemismos –al menos durante tres días–, decidieron abrir el evento con un gran jarro de agua fría. Metsola eligió defender la necesidad de promover más crecimiento en la apertura de un evento diseñado, por fin, para lo contrario. Von der Leyen fue más hábil y al menos concedió que “el modelo de crecimiento fósil está obsoleto”, evidenciando la estratagema que muchos poderosos van a seguir desde ahora: crecer será posible con energías renovables, captura y secuestro de carbono y unicornios voladores. De hecho, es la misma estrategia, calcada, que la que se va a seguir en la COP28, presidida por un jeque del petróleo. La captura y secuestro de CO2, de momento, es un sumidero de recursos que funciona sólo para captar y secuestrar FON2 públicos, y como tapadera/cobertura gatopardista para seguir engañando al personal.

Afortunadamente, tras Metsola y Von der Leyen se escucharon pocas voces más –todas institucionales, y algunas directamente abucheadas– que se atrevieran a negar la evidencia: el debate más crucial del siglo XXI no va a ser otro que cómo convertir nuestros sistemas económicos en unos que no necesiten crecer. Para empezar porque no va a ser posible hacerlo por mucho tiempo, salvo a costa de dejar fuera de la tarta menguante a cada vez más gente.

Si hay una intervención que explica a las mil maravillas –y en apenas diez minutos– por qué lo del crecimiento verde es un oxímoron imposible e indeseable, esa fue la segunda intervención del economista de la Universidad de Lund, Timothée Parrique. A Metsola y a Von der Leyen, a quienes apeló indirectamente, les debieron pitar los oídos.

Pero entrando ya en el debate que realmente importa, el cómo maniobrar concretamente, voy a tratar de dibujar un camino de salida que se puede entresacar juntando algunas de las aportaciones. Comencemos pues con la primera obviedad: que esto va, para empezar, de ir a por los megarricos. Sin políticas de redistribución agresivas no hay nada que hacer. Milena Buchs apostó por tasar la riqueza (stock) y no tanto los ingresos (flujo), para favorecer el funcionamiento transicional del propio sistema. Simone D’Alessandro introdujo una cuestión también crucial, el gasto militar. Cada euro gastado en aumentar los ya inflados presupuestos militares nos aleja de una solución coordinada al mayor reto que enfrenta la humanidad.

Con estas dos cuestiones, solamente, ya tendríamos muchos fondos disponibles para lanzar un programa lo más global posible (aunque podría comenzar siendo europeo) de reducción de la jornada laboral, renta básica universal, en dinero, o de servicios básicos universales, en especie (esto es, garantizar lo básico a todo el mundo, y parece obviamente más útil en un contexto que puede ir hacia la inflación o incluso la estanflación); y para acabar con este trinomio semimágico –porque admitamos que no va a ser fácil lograrlo–, rentas de emergencia y/o recetas de trabajo garantizado para las personas que trabajen en sectores que necesiten reconversiones o apoyo especial: agricultura ecológica, turismo, automoción, armas, etcétera. Nadie dijo que fuera fácil, pero el camino más interesante transita inequívocamente por aquí.

Otro gran debate se dio con el tema del lucro. Contener el lucro dentro de unos parámetros de sostenibilidad, defendido por D’Alessandro, parece la mejor opción disponible. No tratar de erradicarlo –defendido por Parrique–, porque eso es un objetivo tan maximalista que muy difícilmente podrá llegar a conseguirse, salvo en un tiempo que no tenemos. Además, no es el principal problema. Pensemos: si acabamos con el lucro pero seguimos pretendiendo crecer al 3% anual, el problema de la desigualdad desaparece con el tiempo, pero el del choque contra los límites planetarios, el más urgente, se queda prácticamente igual. Obrando al revés, eliminando el crecimiento, pero manteniendo un “lucro controlado”, quizá la desigualdad tarde más en estar adecuada a la justicia social, pero el problema más urgente sería atajado con rapidez. El principal problema es el crecimiento. Aunque atajar ambos problemas a la vez sea sin duda lo deseable, apostando por cambiar el modelo socioeconómico del capitalismo por uno que planifique mejor qué hacer con los recursos, y priorice el bienestar y satisfacer necesidades, en definitiva: el buenvivir. Simplicidad y suficiencia fueron dos palabras que también se escucharon muchas veces, especialmente en la boca de la autora del IPCC, Yamina Saheb. En esa línea, el economista Dan O’Neill aportó la propuesta de salarios máximos. Y por supuesto, se apostó por fomentar al máximo el cooperativismo y la economía social.

Las luchas decoloniales estuvieron también muy presentes. También el feminismo y la economía de los cuidados. Vandana Shiva fue quien expuso el dato que más debería avergonzar al mundo “civilizado”: el 80% de la biodiversidad que tanto nos protege y salva está en manos de los pocos pueblos indígenas que hemos permitido que sobrevivan, esos que consideramos atrasados desde nuestra tecnoatalaya colonial. La brecha Norte-Sur en realidad se da más bien entre bolsillos. Hay bolsillos del Norte en el Sur y viceversa –pero los grandes suelen ser hombres en ambos casos–.

De ese debate, otra obviedad: decrecer es una cuestión urgente sólo para los países ricos, porque así van a liberar espacio para que otras naciones puedan desarrollarse, crecer, y así encontrarse en una suerte de economía de estado estacionario o poscrecimiento. Este punto es compartido mayoritariamente: Europa –junto con sus descendientes, Estados Unidos y Australia– ha sido la mayor beneficiada históricamente por la colonización. Ahora nos debería tocar asumir su justa contraparte.

Pero en el corazón de la bestia hay más tinieblas que luces. Lo que Von der Leyen realmente plantea –con la competencia con EEUU y los países emergentes como pretexto– es justo lo contrario: rebajar legislaciones “verdes” que han sido hasta ahora cobardes, insuficientes y tibias. Todo debe ser sacrificado en el altar del auténtico dogma de fe de nuestra era: el imposible crecimiento infinito en un planeta finito. Siempre sostenido por el otro dogma, que la tecnología milagrosa XXX (ponga usted aquí su milagro favorito: hidrógeno verde, fusión nuclear, captura y secuestro de carbono…) nos va a llevar a las emisiones netas cero y por supuesto al 100% de la energía renovable –ojo, energía, no electricidad, que sigue siendo menos del 25% del total–.

Benoît Lallemand lo expresó claro y cristalino: nunca hemos hecho una transición energética, sólo hemos añadido cada vez más fuentes al mix energético. Y, seguramente, ya adivinarán con facilidad cuál es el obstáculo principal para que nunca la hayamos hecho.

Lo que se está evidenciando cada vez con mayor claridad es que uno de los materiales más cruciales para la transición energética, el cobre, ya está dando signos claros de choque contra los límites de su propia producción, demostrando que muchos tecnosueños, una vez se hacen unos pocos números, son más bien pesadillas. Sandrine Dixson-Declève, copresidenta del Club de Roma, dijo una de esas frases destinadas a ser recordadas: “La única tecnología que puede salvarnos es una máquina del tiempo que nos vuelva atrás en el tiempo 50 años”.

Respecto al PIB hubo debates –que ya están superados desde hace 70 años– cuando Kuznets, el propio inventor del medidor, dijo que eso de que fabricar bicicletas y tanques sume igual, pues como que no. Que eso de que contaminar un río sume al PIB, porque una empresa irá a limpiarlo, como que tampoco. Que ese medidor es una estafa que hace décadas que deberíamos haber abandonado. Que el debate crucial lo plasmó Parrique en dos frases: “Lo que hay que desacoplar son las necesidades humanas del crecimiento económico”. Cuando el PIB va hacia arriba, la naturaleza y los ecosistemas que sostienen la vida van hacia abajo. La verdadera pregunta es: “¿Cuál de los dos queremos salvar realmente?”.

Hubo muchas menciones a las generaciones jóvenes y por venir, y destacó la intervención de Tim Jackson en el último plenario, que terminó de manera inmejorable con dos de esas voces: Agata Meysner y Anuna de Wever, poniendo en pie a los asistentes.

En una magistral intervención, Ann Pettifor abogó por “volar el oleoducto del dinero fácil” porque estructuralmente favorece la concentración de riqueza. También algunas cuestiones quedaron pendientes o tratadas insuficientemente, como la necesidad de encontrar alianzas con luchas obreras y sindicatos, o de cómo conseguir todos estos cambios, cómo hacerlos realidad, las estrategias de acción, siempre insuficientemente tratadas.

Pero quizá el cuello de botella más importante sea el hipercomplejo tema de la deuda, con interrelaciones directas con la soberanía monetaria. Quizá hace falta un Beyond Debt. Un evento específico para tratar de encontrar salidas que escapen de eslóganes fáciles, como cancelarla por completo –ya que no tienen en cuenta las derivadas globales que algo así podría provocar y no distinguen entre deuda interna y externa–, pero que asuman que en realidad una buena parte es impagable –y odiosa–, y eso lo sabe hasta el apuntador.

Sin embargo, pese a todos los obstáculos y puntos ciegos, hay un camino trazado claramente por dos de las, en mi opinión, mejores intervenciones del evento: la de la autora del IPCC Julia Steinberger y la del antropólogo Jason Hickel. En ellas, además de muchas otras cuestiones interesantísimas, eligieron hablar de democratización, de asambleas ciudadanas, de cómo el sistema político actual está obsoleto, corrompido por el poder económico y sujeto al cortoplacismo electoral. Sólo mediante la democratización radical podemos albergar esperanzas de maniobrar a tiempo. La brecha entre ciencia y política, que este evento ha puesto aún más de relieve, sólo se podrá cerrar con más democracia, o con su antagonista.

Con una fórmula que precisamente une el mejor conocimiento científico disponible con la mejor forma de hacer políticas de urgencia que conocemos. Las asambleas están funcionando, y como sucede con esta conferencia, los medios no lo están contando. Y esas omisiones, como denunció la propia Julia Steinberger, tienen un claro motivo.

Allí donde se celebran estas asambleas se proponen medidas más adecuadas y radicales que las que ningún partido político podrá llevar a cabo. Si bien algunos llevan estas medidas en sus programas, lo que necesitamos es un cambio político que haga posible lo que, aunque imprescindible, hoy es imposible. Una reforma no reformista que, bien aplicada, sería revolucionaria. Asambleas temáticas y regionales que vuelvan a enraizar la política en el suelo que pisa, y que eviten que las decisiones se tomen con trazo grueso, con influencias de los lobbies y sin tener en cuenta el conocimiento de los expertos, y del propio territorio. Para temas como la transición energética, no pueden ser más cruciales.

Uno de los mayores responsables de que este evento tuviera lugar y fuera tan fértil fue el presidente del evento y copresidente de los Verdes europeos, Phillippe Lamberts, que pidió que este tipo de eventos se den en los parlamentos de los distintos países, y del que se podría hacer un artículo entero sólo con sus aportaciones. Pero destacaré una: si fallamos a la hora de reducir el metabolismo de nuestras economías, lo que vendrán serán más autoritarismos y dictaduras.

Ya las estamos viendo crecer como setas en toda Europa por no gestionar esta contradicción. Una contradicción que en castellano se entiende aún más fácil: o el decrecimiento ineludible se transforma en una cuestión vox populi, es decir, gestionado de manera radicalmente democrática, o acabará siendo Vox, a secas.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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