Del historiador y miembro de Espai Marx, José Luis Martín Ramos.
Vuelvo a pasaros información sobre la situación peruana, de regreso ya de mi escapada a Francia. Por cierto, Macron sigue, las movilizaciones se han acabado y la propaganda otanista es omnipresente: de creer las cadenas del privada TF1 -lo que podía ver en el hotel- desde hace ya no sé cuántos días Ucrania había iniciado ya su anunciada contraofensiva «por tierra, mar y aire-sic-; en las librerías, serias, dominaban libros sobre Putin, todos en el mismo sentido, y en la estantería de historia contemporánea donde antes había Rusia ahora está Ucrania.
Perú de nuevo. Como prometieron, las comunidades y los sindicatos del Departamento de Puno han cumplido con un paro total el día 20, con interrupción de algunas carreteras y del puente internacional de Ilave. Anuncian que el próximo 7 de junio boicotearán el Día de la Bandera y en vez de izar la nacional izarán banderas negras de luto. Para mediados de junio convocan un nuevo paro de 48 horas y para julio anuncian una «segunda marcha» de delegaciones locales a Lima. Iré siguiendo el proceso.
La política limeña sigue más o menos igual: un congreso zombi que mantiene según encuestas el rechazo del 90 % y un gobierno Boluarte-Otarola, que mantiene el 80% de repudio. No hay nuevos movimientos políticos para adelantar elecciones, ni para otras cosas. Lo único destacable -y sorprendente- es que Perú Libre ha conseguido, contra pronóstico, que su candidato sea elegido Defensor del Pueblo, una institución importante si vuelven a producirse episodios como los de diciembre-marzo. Y empieza a sorprenderme el perfil bajo del fujimorismo, con Fujimori padre anciano en la cárcel y Keiko Fujimori sin mostrar ningún tipo de actividad ni declarativa. La cuestión es que el fujimorismo ha sido el principal referente, de adhesión y de rechazo, y que ha mantenido un importante apoyo popular urbano, de clases medias y precariado autónomo; si se descompone, ¿quién va a “captar” ese segmento social?
La elección del “ perulibrista” como Defensor del pueblo ha sido posible por el apoyo pasivo o activo de fujimoristas que esta vez han tenido como rivales a los candidatos de las elites -conservadoras o liberales- tradicionales. Puede que todo sea humo, pero lo apunto por si acaso.
Sea como sea, en este momento de quiebra de consenso y desprestigio de las instituciones republicanas, la Defensoría del Pueblo ha sido -hasta ahora- la única que ha mantenido aceptación mayoritaria. Y en lo inmediato está sobre la mesa el proceso judicial sobre la represión de diciembre-enero; hasta ahora lo controla la fiscal general, Patricia Benavides, enemiga acérrima del “castillismo”, pero la Defensoría del Pueblo podría intervenir, cuando menos moralmente, en el proceso tan solo iniciado.
Apunte final -y significativo- el gobierno Boluarte-Otárola ha autorizada la realización de maniobras militares entre el ejército de EEUU y el peruano.