Miscelánea 23/VI/2023

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Desacople, the end
2. Ecologistas en acción se solidariza con LSDT.
3. Judíos estadounidenses contra el sionismo
4. Miscelánea militar.
5. O tempora.
6. Batiscafos y pateras (comentario de Joaquín Miras)
7. Ecologismo político.
8. Mi vídeo del día: K-pop (minutos musicales)

1. Desacople, the end

Termino de momento esta discusión sobre el posible desacople de la economía de los países ricos con este hilo de un economista -porque hay alguno que vale la pena-, Jaime Nieto. https://twitter.com/jaimenie/

Procuro mantenerme al margen. No me gustan los debates de trincheras y yo no estoy en ninguna. Defiendo un Green New Deal post-crecentista, pero no comprendo las «trampas al solitario»: no se ha demostrado la existencia del desacoplamiento. Es todo algo más complejo. Hilo

Lo primero que hay que decir es que, hasta donde conozco y hasta la fecha, toda investigación científica seria es incapaz de encontrar evidencias del desacoplamiento entre crecimiento económico y emisiones de gases de efecto invernadero a escala global. https://iopscience.iop.org/

Alguien podrá decir que estos estudios están ya desactualizados (2020) y que el desacoplamiento ha sucedido después. Para hablar en serio, convendría recordar que ni la propia ONU (UNFCCC) tiene recogidas las emisiones mundiales de GEI posteriores a 2020. Greenhouse Gas Inventory Data

Sentadas las bases para que podamos hablar «en serio», un argumento novedoso y que merece la pena ser discutido es la observación desacoplamientos en países de rentas altas tanto desde el punto de vista territorial como desde el punto de vista del consumo. https://twitter.com/

En el pasado, los bienes de consumo de los países de rentas altas eran producidos en su propio territorio. En las últimas décadas se trasladó gran parte de esa producción (y, con ella, de las emisiones) a países de rentas medias-bajas («emergentes»).

El responsable último de esas emisiones sería el modelo de consumo de los países de rentas altas. Este fenómeno quedaba recogido en indicadores como el mencionado 2 tuits arriba. Sin embargo, este indicador lleva un tiempo mostrando excepciones y relatos más matizados.

¿Demuestra eso que el desacoplamiento es ya una realidad? No, en absoluto. Más bien habla de que los países «emergentes» ya no son «emergentes», sino «emergidos». Y que gran parte de su sistema productivo se ha «independizado» del consumo directo de los países ricos.

Vamos por barrios (2009-2020). Esa correlación lineal entre emisiones y crecimiento está debilitándose en los países de rentas altas y en los de bajas (por razones muy diferentes). Sin embargo, hay una correlación muy intensa en los países de rentas medias y medias altas.

Como consecuencia, hasta la fecha, sigue existiendo una significativa correlación entre crecimiento económico y emisiones a escala global. ¿Quiere decir esto que ya podemos lavarnos la manos porque el problema es ahora de los países que se desacoplan? Ni hablar.

Algunos de estos indicadores basados en el consumo tan solo tienen en cuenta las emisiones directas de las importaciones. No tiene en cuenta la increíble complejidad que han adquirido las economías emergentes en los últimos años para suministrar al sector exportador.

Es más, no se suele tener en cuenta, ni siquiera en los métodos más avanzados de contabilidad basada en el consumo, que hay elementos que no están conectados directamente con el sector exportador pero que son vitales para su existencia: infraestructuras y su mantenimiento.

Pretender que el incremento de las emisiones de los países emergentes y emergidos está completamente desvinculado del crecimiento de los países de rentas altas en una economía mundial tan integrada es una fantasía que además es absolutamente inútil.

Porque, y aquí es donde empiezo a defraudar a la trinchera de enfrente, también sería hacerse trampas al solitario pensar que, para poner en marcha una agenda post-crecentista no tenemos que asumir al menos una década de aumento en la inversión, la energía y hasta las emisiones.

Hay que invertir en transporte público y colectivo eléctrico; también en un infraestructuras de generación eléctrica renovable descentralizadas, colectivas, pequeñas y medianas; reorientar nuestra industria hacia actividades auxiliares a esta transición;

Reestructurar ciudades,construidas por y para el vehículo privado; mejorar sistemas sanitarios, de cuidados y educativos; mejorar las interconexiones eléctricas, la eficiencia en edificios, etc. ¡Incluso eliminar el stock de capital de la economía fósil genera nuevas inversiones!

¿Para qué sirve convencer, entonces, de que se puede seguir creciendo sin contaminar? ¿Cuál es el atractivo político de ello? ¿Acaso el crecimiento ha proporcionado mayor bienestar a las sociedades capitalistas desarrolladas tras la Gran Recesión?

Desacoplar bienestar de crecimiento, principal dispositivo satisfactor de necesidades en últimos 200 años es un verdadero reto. Pero resulta que el programa post-crecentista es sinérgico con este objetivo. Rememos en esa dirección en lugar de alimentar nuevas batallas estériles.

2. Ecologistas en Acción se solidariza con LSDT

También en nuestro país empieza a haber un movimiento de apoyo a Les Soulèvements de la Terre. Aquí el comunicado de Ecologistas en Acción, enlazando al final con la página de recogida de firmas.

Ecologistas en Acción se solidariza con Les Soulèvements de la Terre tras la orden de disolución dada por el gobierno francés • Ecologistas en Acción

Ecologistas en Acción se solidariza con Les Soulèvements de la Terre tras la orden de disolución dada por el gobierno francés

22/06/2023 | AgroecologíaÁrea, portadaSolidaridad

La organización ecologista anima a participar en las convocatorias de solidaridad en apoyo del movimiento ecosocial francés.

El miércoles 21 de junio el consejo de ministros francés decidió ordenar la disolución del movimiento ecosocial Les Soulèvements de la Terre (LSDT, Los levantamientos de la Tierra), tal como había anunciado previamente el ministro del interior Gerald Darmain.

Este anuncio llega tras una intensa represión contra el movimiento, con varias oleadas de detenciones de militantes en sus domicilios en diferentes ciudades de Francia (la última el 20 de junio) llevadas a cabo por la subdirección antiterrorista (SDAT) y brutales intervenciones policiales como la de la protesta de Sainte-Soline contra las mega-balsas de riego. La repercusión de esta actuación policial, que estuvo a punto de costarle la vida a un joven, Serge S., que aún se recupera tras haber salido de un coma, dio a conocer internacionalmente el movimiento.

Les Soulèvements de la Terre es una amplia composición de colectivos locales en defensa del territorio, grupos ecologistas, agricultores, colectivos autónomos, grupos naturalistas o uniones sindicales, entre otros, surgida tras las experiencia de las muchas ZAD (Zona a Defender) que se han desarrollado Francia durante la última década. Entre ellas la más conocida, además de exitosa en su cometido, es la de Notre-Dame-Des-Landes contra la construcción de un nuevo aeropuerto en Nantes. Les Soulèvements de la Terre cuenta con un enorme apoyo popular tanto en la opinión pública y el mundo académico como entre los miles de personas que componen los comités locales del movimiento por todo el país. Desde 2021 han convocado diversas movilizaciones masivas acompañadas de acciones directas y de sabotaje contra grandes proyectos, tales como la creación de un embalse para nieve artificial en la estación de esquí de La Clusaz, la ampliación de canteras para la empresa de cemento Lafarge o contra el acaparamiento de agua por la agroindustria en diferentes zonas.

Este intento de ilegalizar un amplio movimiento social se enmarca en una deriva autoritaria del gobierno de Macron, con expresiones como la llamada “Ley separatismo” establecida a priori para combatir grupos armados y con la que se ha criminalizado a diferentes colectivos antirracistas, y que de hecho es la utilizada contra LSDT. De igual modo la violencia policial desplegada hacia las protestas contra la reforma de las pensiones confirma esta deriva, compartida por otros países europeos en los que también se ha situado al ecologismo en el punto de mira, como demuestran las detenciones domiciliarias de miembros del colectivo Letzte Generation en Alemania el pasado mayo o la represión al movimiento Just Stop Oil en Reino Unido. En este sentido, en España están recientes las detenciones y juicios a los activistas de Rebelión Científica por sus protestas no-violentas y el caso de infiltración policial en colectivos contra el cambio climático, en esta misma línea de criminalización de la protesta ecológica.

Ecologistas en Acción quiere expresar su apoyo y solidaridad a las personas detenidas y a todas aquellas que participan en Les Soulèvements de la Terre, y saluda su determinación en continuar con las movilizaciones a pesar de las prohibiciones. La organización ecologista anima a participar en las convocatorias de solidaridad que se celebren y continuará por su parte participando y estrechando lazos con todos aquellos movimientos que combaten los grandes proyectos que contribuyen al desastre ecosocial actual.

Somos los Levantamientos por la Tierra

Nos estamos levantando, cada uno desde nuestro lugar, cada uno a nuestra manera. El movimiento Alzamientos de la Tierra no puede disolverse porque es múltiple y está vivo. No se puede disolver un movimiento, no se puede disolver una revuelta.

Llamamos a todos y todas a unirse a nosotros para poner en jaque este intento de sofocarlo. Somos, todos juntos y juntas, los Levantamientos de la Tierra.

Firma la tribuna

3. Judíos estadounidenses contra el sionismo.

Comentábamos el otro día este creciente distanciamiento de los judíos estadounidenses, especialmente entre los jóvenes. En este artículo de Jacobin vuelven sobre el tema a raíz del estreno de la película Israelism. Eso sí, esta es la generación de sus padres: https://twitter.com/umyaznemo/

https://jacobin.com/2023/06/

El israelismo es una poderosa acusación de adoctrinamiento proapartheid
Ben Burgis
Un nuevo documental titulado Israelism cuenta la historia de jóvenes judíos estadounidenses que llegan a cuestionar la narrativa que les enseñaron sobre «la única democracia de Oriente Próximo».
Abe Foxman fue director nacional de la Liga Antidifamación (ADL) de 1987 a 2015. Pocos años después de su jubilación, aceptó ser entrevistado para la película Israelism, de Eric Axelman y Sam Eilertsen. Los documentales pueden llevar mucho tiempo y no fue hasta hace un par de semanas que Foxman supo por los realizadores que ya estaba hecho. Le enviaron un enlace y empezó a verlo. Según sus propias palabras, sólo llegó a ver unos diez minutos.
Puedo entender por qué le molestó tanto. Durante sus décadas al frente de la ADL, Foxman fue uno de los principales defensores de la idea de que preocuparse por el pueblo judío significa apoyar al Estado de Israel y que cualquiera que condene el trato de Israel a los palestinos debe ser un antisemita. El israelismo desmonta esa narrativa, ladrillo a ladrillo, hasta que no queda nada.

La historia de Simone

La película cuenta la historia de dos jóvenes judíos estadounidenses criados en instituciones en las que el apoyo a Israel se daba por descontado. Una de ellas, Simone Zimmerman, asistió a una escuela diurna judía en la que el 10% de los alumnos que se graduaban acababan «haciendo aliá» (trasladándose a Israel) y alistándose en el ejército israelí.
Tras cursar sus estudios primarios y secundarios en colegios judíos privados, Zimmerman estudió en la Universidad de California en Berkeley. En una de las escenas clave del documental, relata que le dijeron que el gobierno estudiantil estaba considerando una moción «anti-Israel», para cumplir con el llamamiento de la sociedad civil palestina al BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra Israel en respuesta a los abusos de los derechos humanos.
Simone y sus amigos se apresuraron a acudir a la reunión con argumentos preparados de antemano sobre el «doble rasero» y sobre cómo se sentían atacados. Pero tras el enfrentamiento, Simone estaba cada vez más molesta. Los oradores palestinos y propalestinos habían hecho afirmaciones sobre el trato que recibían los palestinos que a ella le resultaban chocantes y perturbadoras. Utilizaron la palabra «apartheid». Sin duda, ¡eso estaba mal!
Simone quería saber cómo responder a esas afirmaciones, no cómo rechazarlas u ofenderse por ellas o preguntar por qué se señalaba a Israel, sino cómo refutarlas. Y nadie parecía tener las respuestas que ella buscaba. Durante su siguiente viaje a Israel, cruzó a los territorios palestinos para averiguarlo por sí misma.

La historia de Eitan

Otro joven judío estadounidense que aparece en la película, al que sólo se hace referencia por su nombre de pila, Eitan, fue a escuelas similares y recibió los mismos mensajes que Simone. En una de las frases más memorables de la película, una educadora judía llamada Jacqui dice: «Israel es el judaísmo y el judaísmo es Israel, y eso es lo que soy».
A Eitan le enseñaron que, tras el Holocausto y en un mundo todavía demasiado lleno de antisemitismo, la existencia de un Estado judío es un logro precioso que hay que apoyar y defender. Se tomó ese mensaje lo bastante en serio como para que, al terminar el instituto, se alistara en el ejército israelí. Lo enviaron a Cisjordania ocupada, donde se convirtió en un ejecutor de un sistema que es, literalmente, una forma de apartheid.
Los colonos israelíes tienen los mismos derechos que los israelíes que viven al otro lado de la invisible «línea verde» que separa lo que a veces se denomina «Israel propiamente dicho» de los territorios conquistados en la Guerra de los Seis Días de 1967. Se rigen por la ley civil israelí. Votan en las elecciones israelíes. Los palestinos que viven en las mismas ciudades se rigen por la ley militar israelí. No tienen derecho a voto y gozan de pocas libertades civiles reales. Un palestino maltratado por soldados en un puesto de control, por ejemplo, tiene pocas esperanzas de un recurso legal significativo.
En una ocasión, Eitan recuerda que otros soldados se llevaron a un palestino que estaba bajo su custodia, con los ojos vendados y esposado, y lo golpearon en el suelo mientras el oficial al mando de Eitan se mantenía al margen sin intervenir. El oficial de la policía militar que debía hacerse cargo a continuación se quedó cerca, fumando un cigarrillo y observando. Eitan estaba atormentado por la culpa. Este hombre era su responsabilidad. ¿Debería haber intentado hacer algo? ¿Qué podía hacer mientras sus superiores no hacían nada?
A lo largo de muchas noches en vela pensando en ello, se dio cuenta de que sus acciones «cotidianas», salir a patrullar, hacer cumplir los controles, etc., eran «también inmorales». La ofuscación intelectual sobre las «complejidades» del «conflicto» oscurece una realidad brutalmente simple. Los palestinos cuyas familias acabaron en el lado israelí de la «línea verde» en 1948 son ciudadanos israelíes, aunque inequívocamente ciudadanos de segunda clase. Aquellos cuyas familias huyeron aterrorizadas de la limpieza étnica masiva de sus aldeas no pueden regresar al país, y varias generaciones han crecido en campos de refugiados. Entre medias, los palestinos de Cisjordania con los que se relacionó Eitan han pasado los últimos cincuenta y seis años como súbditos pero no como ciudadanos del Estado que domina totalmente sus vidas. Como señala un palestino entrevistado en Israelism, un estadounidense que se traslade mañana a Israel tendrá inmediatamente más derechos que un palestino que haya pasado allí toda su vida bajo la ocupación.

A lo largo de la película, estas crudas realidades hacen que Simone y Eitan, como muchos otros jóvenes judíos estadounidenses, se den cuenta de que sus valores judíos son incompatibles con el apoyo a un Estado de apartheid. Se unen a un modesto pero creciente movimiento de protesta contra las organizaciones comunitarias que apoyan y presionan a favor de Israel. Marchan por las calles ante la conferencia del AIPAC (Comité Estadounidense de Asuntos Públicos Israelíes). Organizan sentadas en las oficinas de la ADL, cantando canciones judías tradicionales mientras la policía viene a detenerlos. Y los Abe Foxman del mundo se lo toman todo tan bien como cabría esperar.

Críticos de Israelism

Escribiendo en el Forward, Mira Fox argumenta que la imagen que pinta Israelism de las instituciones judías del establishment tratando de ocultar las feas realidades de la opresión palestina a los jóvenes judíos se ha quedado anticuada desde que los cineastas comenzaron a trabajar en 2016. ¿No tiene el movimiento BDS una presencia significativa en los campus universitarios a los que asisten muchos de esos jóvenes judíos? ¿Acaso no firmaron docenas de estudiantes rabínicos una carta abierta en 2021 en la que exponían muchos de los mismos puntos planteados en Israelism?
La prevalencia del BDS en los campus universitarios, por no hablar del resto de la vida estadounidense, tiende a exagerarse salvajemente en estos debates. Por desgracia, la Universidad de Berkeley dista mucho de ser representativa en este sentido. Y las legislaturas estatales de todo el país se han esforzado por reprimir este movimiento, a menudo llevando al límite la Primera Enmienda.
Pero es cierto que, en parte como resultado de los esfuerzos de los activistas del BDS, la situación entre los jóvenes judíos estadounidenses está empezando a cambiar. El punto que yo diría que Fox pasa por alto es que, lejos de invalidar el israelismo, ésta es precisamente la historia que cuenta la película.
Al menos Fox se compromete con la esencia del israelismo, y no ahorra a sus lectores algunos de los espeluznantes detalles revelados en la película. Escribiendo en el Jewish Journal, el redactor jefe de la publicación, Davis Suissa, rabia porque Israelism «atenta contra la verdad».
No se menciona, por ejemplo, el papel de la ONU en la creación de Israel, la agresión árabe en el nacimiento del Estado, el terror palestino crónico y el rechazo de las ofertas de paz, la negación de cualquier conexión judía con Jerusalén, y un largo etcétera. . . . [La propia noción de defensa de Israel en la película adquiere un tono siniestro, como si todo lo que no sea una perfecta imparcialidad fuera un pecado imperdonable. Y eso que el documental es tan parcial que roza el aburrimiento.
Yo no me aburrí viendo Israelism. Pero supongo que eso es cuestión de gustos. ¿Y el resto de la acusación de Suissa?

Lo que más me sorprendió al leerlo fue que no comparte ni un solo detalle de Israelism con sus lectores. Si su única respuesta a un documental sobre jóvenes judíos que llegan a apoyar la igualdad de derechos para los palestinos es «Sí, bueno, ¿y qué pasa con…?» y una recitación de argumentos proisraelíes trillados, literalmente podría haber escrito eso sin ver la película. En comunicación privada, Suissa subrayó que sí lo vio, y que por eso sabía que no se mencionaba ninguno de sus puntos. Pero lo que me parece menos convincente de esa respuesta es que nunca se molesta en conectar los puntos. ¿Cómo y por qué se supone que esto invalida el argumento de la película?
«Estas crudas realidades llevan a Simone y Eitan, como a muchos otros jóvenes judíos estadounidenses, a darse cuenta de que sus valores judíos son incompatibles con el apoyo a un Estado de apartheid».
¿Se supone que debemos creer, por ejemplo, que la ONU es infalible y que nada validado por una resolución de la ONU puede ser una mala idea? Sería una posición extraña para un defensor de un gobierno que viola constantemente las resoluciones más recientes de la ONU.
Supongamos, por el bien del argumento, que los dirigentes palestinos no fueron razonables al no aceptar el acuerdo de dos Estados ofrecido en Camp David en 2000. Es discutible, como mínimo, si alguna «solución de dos Estados» podría acercarse a la justicia. «Solución de dos Estados» es un lenguaje tan antiséptico que es fácil olvidar que de lo que estaríamos hablando es de una partición étnico-religiosa del país que dejaría a millones de palestinos como ciudadanos de segunda clase del «Estado judío», y seguiría negando a millones de refugiados su derecho a regresar.
Además, incluso si se acepta en abstracto que una «solución de dos Estados» sería aceptable, el acuerdo ofrecido en Camp David se quedó muy corto en cuanto a una retirada total a las fronteras de Israel anteriores a 1967. Pero supongamos que los dirigentes palestinos deberían haberlo aceptado, e ignoremos las muchas veces que desde entonces se han mostrado tan desesperados como para decir que lo aceptarían si se les ofreciera de nuevo. ¿Cómo justifica eso los treinta y tres años de ocupación militar y negación de derechos civiles a los palestinos de Cisjordania antes de 2000? ¿Cómo justifica que Israel continúe con un régimen de ocupación brutal, que garantiza absolutamente que se produzca una interminable resistencia armada como respuesta, parte de la cual adopta formas que podrían llamarse razonablemente «terror»? ¿Por qué no retirarse unilateralmente? O, si no, ¿extender la ciudadanía israelí a los palestinos?
Un instituto en el que el 10% de los alumnos que se gradúan se alistan en el ejército israelí está realizando una defensa estridente de Israel. Ese es un problema que va mucho más allá de una «falta de imparcialidad perfecta». Tampoco es ésa la queja de la película sobre la ADL, el AIPAC o las escuelas a las que asisten Simone y Eitan. Estos jóvenes judíos no quieren instituciones comunitarias que sean «imparciales» con el apartheid. Abordan la opresión de la población palestina apátrida con el espíritu del profeta judío Amós: «Que la justicia corra como los ríos, y la rectitud como una corriente impetuosa.»

Una brecha generacional

El jueves vi la película en un pase anticipado en el Centro Comunitario Judío Independiente de Silver Lake. El acto fue copatrocinado por las secciones de Los Ángeles de IfNotNow y LA Jews for Peace. Era una noche cálida en el sur de California. El proyector estaba instalado en el exterior, y la hora de inicio se retrasó mientras esperábamos a que se pusiera el sol.
Que este público predominantemente judío no reaccionara ante Israelism como lo hicieron Foxman o Suissa dice algo sobre la política del lugar, por supuesto, pero también habla de uno de los temas centrales de la película: una creciente división generacional sobre Israel entre los judíos estadounidenses. Aunque mis orígenes son muy distintos a los de los Simones y los Eitans del mundo, soy en parte judío y este punto me tocó la fibra sensible.
Recuerdo vívidamente la cobertura informativa del bombardeo israelí del Líbano en 2006 con mi difunta abuela. Ella pensaba que Israel se estaba «defendiendo». A mí no me lo parecía. Era una buena persona y la echo de menos. Y puedo entender de dónde venía su punto de vista sobre Israel: ella llegó a la mayoría de edad en una época en la que los recuerdos de Auschwitz y Dachau estaban demasiado frescos y la idea de un lugar de santuario judío garantizado tenía un atractivo evidente. Aun así, nuestras reacciones ante lo que veíamos eran tan diferentes que bien podríamos haber estado viendo canales distintos.
Una vez terminada la película, Simone Zimmerman y el director Eric Axelman se sentaron al borde del escenario y respondieron a las preguntas del público. Una de ellas fue de un palestino-estadounidense que preguntó cómo responder a la gente que se ofendía cuando se utilizaban frases como «apartheid» y «limpieza étnica» para describir el trato a los palestinos.
En su respuesta, Axelman señaló que encuestas recientes muestran que más de un tercio de los judíos estadounidenses menores de cuarenta años están de acuerdo con la afirmación «Israel es un Estado de apartheid». El mensaje empieza a calar. Ya era hora.
Ben Burgis es columnista de Jacobin, profesor adjunto de filosofía en la Universidad de Rutgers y presentador del programa de YouTube y podcast Give Them An Argument. Es autor de varios libros, el más reciente Christopher Hitchens: What He Got Right, How He Went Wrong, and Why He Still Matters.

4. Miscelánea militar

El resumen de Rybar del 22 de junio:

https://twitter.com/rybar_

Un análisis de la ofensiva ucraniana en dos partes por parte de un exmilitar sueco. Creo que intenta ser imparcial, pero los NAFO lo consideran prorruso. Como suelo advertir, yo, ni idea, pero veo que sus análisis se están popularizando.

https://twitter.com/

ANÁLISIS CONTRAOFENSIVA UCRANIANA 22 DE JUNIO
¿Cómo va la contraofensiva ucraniana después de 19 días? Está atascada, como el T-64 ucraniano del vídeo de abajo. Los menos sorprendidos son probablemente los dirigentes y planificadores militares rusos. Los más decepcionados son probablemente los partidarios más fervientes de Ucrania en las redes sociales. Aunque parece que todavía no se han dado cuenta de la situación.
¿Cómo puedo decir que la contraofensiva ya es un fracaso? La ofensiva tenía tres objetivos principales. En primer lugar, mostrar al mundo, especialmente a los partidarios occidentales de Ucrania, lo fuertes que son las FAU ucranianas y lo débiles que son las FRU. Esto, a su vez, aumentaría el apoyo a Ucrania y reduciría la posición de Rusia en el mundo. En segundo lugar, para obtener ganancias territoriales sustanciales. Si no cortar el corredor hacia Crimea, al menos hacerlo tan delgado que la artillería ucraniana pudiera controlar la mayor parte del mismo. Un tercer objetivo sería hacer mucho daño a la RuAF con pérdidas propias moderadas. Ninguno de los objetivos se ha logrado, ni siquiera cerca.
Este fracaso no es una sorpresa ya que era imposible para Ucrania conseguir aquellas cosas que aseguran una ofensiva exitosa. Esas son superioridad aérea, superioridad triplicada en soldados y armas, mejor logística y reconocimiento, sorpresa estratégica (y táctica), buen tiempo y buenas unidades motivadas.
Por último, hay que ser capaz de concentrar una fuerte formación de ataque en los puntos débiles de las líneas enemigas y abrirse paso con esas fuerzas.
La RuAF sabía dónde atacaría la UkrAF y había preparado posiciones defensivas masivas durante medio año. Las fuerzas rusas son iguales a las ucranianas en efectivos, pero lo más sorprendente es que también lo son en calidad y motivación. Rusia tiene superioridad aérea y la capacidad de descubrir y destruir concentraciones de tropas enemigas y depósitos de suministros får detrás de la línea del frente. El buen reconocimiento ruso hace que la sorpresa estratégica, y a menudo incluso táctica, sea casi imposible. Rusia también tiene una clara ventaja en artillería.
La superioridad aérea rusa y el buen reconocimiento dificultan mucho los ataques ucranianos. Sobre todo porque hay enormes cantidades de minas por todas partes.  La UkrAF también parece carecer de una buena defensa aérea en la línea del frente.  Las pérdidas rusas de aviones han sido muy bajas.
Cuando las unidades terrestres ucranianas atacan deben hacerlo a través de campos de minas, ya que no pueden desminarlos de antemano debido al control de fuego ruso. Las fuerzas ucranianas no pueden concentrarse en grandes números ya que si lo hacen serán descubiertas de antemano. Los ucranianos tienen que apresurarse a atravesar los campos de minas con recursos limitados y esperar que sus refuerzos de seguimiento no sean demasiado aplastados por la aviación y la artillería rusas.  

Si las fuerzas ucranianas son lo suficientemente fuertes, las RuAF se retiran y sus antiguas posiciones se convierten en una trampa de artillería. Al cabo de un rato, la posición ucraniana recién capturada se transforma en un paisaje lunar y las fuerzas rusas contraatacan. La mayoría de las veces consiguen recuperar el territorio perdido y los ucranianos se retiran. A veces, las unidades ucranianas se aferran a las posiciones recién capturadas y desplazan la línea del frente uno o dos kilómetros, pero a un alto precio.
Durante estos 19 días Ucrania ha librado una batalla cuesta arriba, que parecía condenada desde el principio. El resultado es probablemente un número de bajas claramente superior entre los ucranianos, que por parte rusa. Esto significa que la UkrAF se debilita en comparación con la RuAF. Ese es un objetivo no alcanzado. Si los demás objetivos tuvieran éxito, se podrían aceptar las pérdidas normales, pero no es el caso.
Las ganancias territoriales ucranianas, tanto en el frente sur como en el este, han sido mínimas y nada indica que eso vaya a cambiar. Eso, en combinación con las elevadas pérdidas, especialmente las pérdidas en vídeo, destruye toda posibilidad de una victoria propagandística.

Ahora Ucrania debe intentar ocultar el fracaso de la contraofensiva negando su existencia y restando importancia a las pérdidas. Ucrania y sus partidarios siguen dominando los medios de comunicación occidentales, por lo que puede que tengan cierto éxito en este aspecto. Pero crecerán las dudas, incluso en Occidente, de que la guerra se pueda ganar y merezca la pena gastar enormes recursos en ella.

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ANÁLISIS DE LA CONTRAOFENSIVA UCRANIANA PARTE 2 23 DE JUNIO
Algunos se preguntan cómo puedo decir que la contraofensiva ucraniana ya es un fracaso. Muchas unidades ucranianas aún no han entrado en combate, así que las cosas podrían cambiar. La respuesta fácil es que es difícil compensar las primeras pérdidas.
La UkrAF tiene 40-50 buenas brigadas de campaña, utilizables con fines ofensivos. Un problema es que muchos soldados están en bruto y han tenido un entrenamiento muy corto, pero las brigadas también tienen muchos veteranos curtidos en batalla y buen armamento.
La mitad de ellas están en el frente sur y la otra mitad en el frente este. Anteriormente, gran parte de ellas constituían una reserva estratégica. En el frente Sur, alrededor de un tercio de las unidades ha visto combate y quizás dos tercios en el frente Este. En total, la mitad de las brigadas ha visto combate recientemente. Media docena de las brigadas han sido rotadas. Probablemente debido a las altas pérdidas. Eso significa que el 12-15 por ciento del Ejército de Campaña Ucraniano está agotado desde principios de junio.
En el frente oriental faltan unidades ucranianas frescas y la posibilidad de grandes contraofensivas ucranianas son limitadas. Algunos creen que Ucrania se prepara para una ofensiva a gran escala e cerca de Kreminna, pero creo que eso es poco probable, a pesar de que un gran número de brigadas ucranianas están estacionadas allí. Pero muchas de ellas están formadas por reclutas recién llegados con una formación limitada y sin equipo pesado. Las mejores brigadas están en segunda línea. Este posicionamiento de las unidades es probablemente para defenderse de una ofensiva rusa, con las buenas brigadas como unidades de contraataque.
En el frente sur, las fuerzas ucranianas probablemente se encuentren en un dilema sobre qué hacer. Abandonar la Contraofensiva y ahorrar unidades o jugárselo todo al éxito. El plan original era probablemente atacar en el oeste y el este con fuerzas fuertes (flechas azules), haciendo avances tan grandes que las reservas rusas se desplazarían allí (flechas rojas) y dejando el centro expuesto.
El segundo ataque vendría por el centro (flecha morada) con el objetivo de abrirse paso hasta la retaguardia rusa y avanzar hacia Berdyansk (1). Si las reservas rusas dieran la vuelta y atacaran a los ucranianos en el centro (flechas amarillas), las unidades de reserva ucranianas podrían moverse hacia el este y ayudar a abrirse paso al sur del saliente de Vreminka (flecha verde) y avanzar hacia Mariupol (2).

No creo que los ataques en el oeste hacia Tokmak (4) y Melitopol (3) fueran el empuje principal, ya que hay muchas líneas defensivas fuertes que atravesar para llegar allí. En el centro y sur del saliente de Vreminka las defensas rusas son mucho más delgadas y fáciles de atravesar.

Por desgracia para los ucranianos, las unidades rusas, el poder aéreo, la artillería, los campos de minas, etc. eran mucho más fuertes de lo esperado. Así que no hubo necesidad de desplazar reservas para hacer frente a los avances ucranianos. En su lugar, las brigadas de vanguardia ucranianas fueron severamente machacadas por las fuerzas rusas. Ahora las fuerzas ucranianas están muy debilitadas tras decenas de ataques contra las posiciones de vanguardia rusas, sin llegar siquiera a las verdaderas fortificaciones rusas.

Si las cosas siguen así los próximos 19 días, el 25-30 por ciento de las brigadas de asalto en el sur se habrán gastado y todas las reservas se habrán agotado en el frente oriental. Incluso si hay algunas ganancias territoriales, mayores que los primeros 19 días, las brigadas que quedan, probablemente no son lo suficientemente fuertes como para lograr una ruptura de las principales defensas rusas y si pudieran hacer eso, no quedaría mucho para seguir avanzando. Especialmente con las reservas estratégicas rusas llegando al frente sur.

La ofensiva no ha terminado y podría continuar durante el verano. Pero si lo hace, Ucrania podría haber gastado la mayor parte de su poder ofensivo para no hacer nada en el sur, mientras que las Fuerzas Armadas Rusas podrían haber aprovechado la preocupación ucraniana por Zaporizhia y el sur de Donetsk para hacer sus propios avances en el este y el norte. Avances difíciles de contener si Ucrania gasta su poder ofensivo chocando contra un muro en el Sur. Abortar la contraofensiva y guardar la reserva para contrarrestar las ofensivas rusas.

La tentación nuclear. Me preocupan muchísimo las últimas declaraciones de los ucranianos y los otanistas. Ante el presunto fracaso de la contraofensiva, se pueden ver tentados a un golpe de efecto intentando volar la central nuclear de Zaporiya. Bombardearla hace tiempo que lo hacen, pero ahora anuncian que «los rusos» han minado la central. Y ya sabemos lo que suele suponer eso: los rusos volaron Nord Stream, los rusos volaron el dique de Kakhovka, etc., etc.

Así están las cosas.

No es que importe mucho lo que diga en sí, pero sí en este contexto: Zelenski dice que los rusos han minado la central nuclear. https://twitter.com/

El conocido sociópata estadounidense Lindsay Graham junto con otro congresista que no conozco -ni me importa- presenta una resolución para declarar que en caso del uso de una bomba nuclear táctica, o la destrucción de una central nuclear, debería ser considerado un ataque a la OTAN y aplicar por tanto el artículo 5º. Es la resolución Graham-Blumenthal, por el nombre de los dos criminales responsables. Así la presenta Graham:

https://twitter.com/

La resolución Graham-Blumenthal:
1. Acuerda que el despliegue de armas nucleares tácticas de la Federación Rusa en la República de Bielorrusia es una amenaza para Ucrania y los estados miembros de la OTAN.

2. Considera el uso de cualquier arma nuclear táctica por parte de la Federación Rusa, la República de Belarús o sus representantes, o la destrucción de una instalación nuclear, la dispersión de contaminantes radiactivos en territorio de la OTAN que causen daños significativos a la vida humana…..

… como un ataque a la OTAN que requiere una respuesta inmediata, incluida la aplicación del Artículo V del Tratado del Atlántico Norte.

3.Insta a la administración actual a consultar con los líderes de la OTAN y otros socios europeos para desarrollar una respuesta global que minimice la amenaza para la población civil y coordine una respuesta diplomática y militar acorde con la situación.

Aquí un vídeo de presentación de la resolución:

https://twitter.com/

Mamporreros europeos al servicio de esta gente, como el pepero europeo Guy Verhofstadt, se apuntan al carro.

Fuente: https://twitter.com/

-Mientras tanto, así está el terreno tras la ruptura de la presa:

https://twitter.com/

Y esto dice Rybar:

Embalse de Kajovka: en el fondo se encontró una antigua carretera de Enerhodar a Nikopol
Hemos cartografiado todos los embalses existentes. La poca profundidad y el tiempo soleado siguen secando el embalse.
The enemigo puede intentar una ofensiva a lo largo de la nueva ruta.

https://twitter.com/rybar_ (con mapa)

5. O tempora.

O yo, o mi antiguo partido hemos cambiado mucho. Cero coincidencia con esta postura. Es más, al otro lado de la trinchera.

https://www.elcritic.cat/

Ismael Benito

Responsable polític de Barcelona a Comunistes de Catalunya

@ismaelbenito_

Guanyen els de sempre: el fals debat Collboni-Trias

El transformisme és fer renúncies a poc; ningú no passa de fer crítiques frontals al règim del 78 a investir Jaume Collboni gratis en dos dies

El darrer cicle polític ens ha deixat moltes lliçons. Per a mi, una de les més valuoses és aquella que ens diu que “la divisió és la conseqüència de la derrota, i no a l’inrevés”, una lliçó molt nostrada per a aquells que, sobretot per edat, ens considerem fills i filles del 15-M i de l’1-O.

Recordo molt vívidament l’ocupació de la plaça de Catalunya, la seva biblioteca, on anàvem a estudiar, i també la seva desocupació, que va donar pas a talls de circulació per tota la ciutat. El nostre tall el vam organitzar a l’avinguda Diagonal, prop de la Facultat de Física, després d’aconseguir arrencar tots i totes les qui es trobaven a la sala d’estudi un cop coneguda la notícia del desallotjament: no ens vam voler moure del bell mig del carrer, allà vam seure durant hores, fins que una Guàrdia Urbana clarament superada per la mobilització popular ens va demanar “amablement” al voltant de quina hora marxaríem.

Érem davant d’una Barcelona revulsiva, que no només ho estava al voltant de les universitats, sinó que vibrava també als barris, tal com m’explica la gent del meu propi barri, organitzada a la plataforma Nou Barris Cabrejada. Aquesta revulsió reaccionava al règim preestablert a través d’una crítica frontal a aquest, i situava el terreny per a la batalla en l’eix vell-nou, amb contestació popular mentre les institucions estaven governades arreu (a Barcelona, a Catalunya i també a l’Estat espanyol) per la dreta, amb la col·laboració plena de CiU amb un govern del PP a l’Estat. Però això només era la llavor: d’una esmena a la totalitat al poder (“No ens representen”), es va passar a la voluntat de constituir majories àmplies electorals al voltant de les diferents conquestes electorals (“Assaltar els cels”).

El règim del 78 s’havia situat clarament com l’enemic, i a Catalunya es cuinava lentament un altre moviment que pretenia també eliminar-lo: vam viure l’aparició amb força de l’eix nacional. Si molts i moltes joves ens vam formar a partir del 15-M, l’1-O i el 3-O van marcar tota una nova generació de joves del moviment estudiantil i del moviment veïnal.

Recordo d’aquell 1-O tenir moltíssima febre, i baixar a votar tard davant la insistència del meu avi, que havia militat històricament al Partit dels i les Comunistes de Catalunya (PCC) i llavors ho feia a Esquerra Unida i Alternativa (EUiA), i que ben poc tenia d’independentista. Em va explicar que hi havia ja dues o tres escoles tancades, i vam anar a l’antic Sant Andreu, ara INS Nou Barris, on no vam poder arribar a votar de la gentada que hi havia. Malgrat tot, allà hi vaig veure amics que en el seu dia estaven en aquella Nou Barris Cabrejada, i que ara lluitaven per l’èxit de l’organització popular, així com tenia altres amics i camarades a l’Espai Juvenil de La Fontana, defensant-la com a escola electoral.

Una part molt important de Barcelona en Comú estava lluitant per mantenir la impugnació al règim del 78 que havia obert l’eix nou-vell del 15-M, i que s’enfortia llavors amb la pugna oberta a partir de l’eix nacional. De nou, una ciutat revulsiva. Però també recordo com aquella tarda, ja a última hora, els representants polítics del districte de Barcelona en Comú van baixar tímidament a fer acte de presència. No se’ls va veure a primera hora, quan hi havia dubtes; van aparèixer ja amb tot dat i beneït, per si de cas, mentre, al barri, les bases de Barcelona en Comú murmuraven.
La veritable guanyadora a Barcelona ha estat la vella sociovergència, i qui ha perdut són les alternatives d’esquerres

El transformisme és fer renúncies a poc, mullar-te cada vegada menys, fins que ja no et mulles en absolut. Ningú no passa de fer crítiques frontals al bipartidisme a investir Collboni gratis en dos dies: la divisió, com dèiem, és conseqüència de la derrota, i les derrotes es fonamenten en aquest degoteig de renúncies. Bona part de les persones que es van sumar el 2011 a l’onada del 15-M no van entendre, després, que l’1-O i l’eix nacional impugnaven el mateix règim, i aquesta derrota ideològica és, precisament, la que ha trasbalsat organitzacions senceres, més enllà dels Comuns, que en són la resposta clara, i tot el desgavell de sigles que els acompanyen. Què em dieu, però, de Junts? És un subjecte polític que també es troba en fluctuació, precisament perquè dins de la històrica CiU hi va haver gent que no va voler jugar amb la ruptura del règim i, per tant, van defugir també l’eix nacional. Aquests dos espais polítics, tan diferents i semblants a la vegada, han concorregut a les eleccions posant al davant la cara i el nom dels seus candidats per sobre de la marca partidària.

Considerant tot això, no és cap sorpresa que la veritable guanyadora (amb majoria absoluta) en aquestes eleccions municipals a Barcelona hagi estat la vella sociovergència, i que qui hagi perdut siguin les alternatives d’esquerres. La CUP ha d’encaixar una segona derrota al consistori barceloní després de dos comicis fora, mentre que ERC i BComú no sumen una majoria, lluny de la que gairebé van aconseguir constituir el 2019, amb 20 de 41 regidors, un error que ja no es pot esmenar. I no perquè no arribi la suma d’escons fins als 21, sinó perquè la supèrbia dels uns i la ceguesa governista dels altres va trencar un possible acord d’esquerres per governar la ciutat, ja el 2019, i va impregnar les relacions entre ambdues forces fins a l’actualitat.

Aquesta sociovergència és formada explícitament, o implícitament, per un Junts “fluctuant”, on Trias representa la seva ala menys independentista i la seva aposta més clara per l’statu quo, i per un PSC que, liderat per Collboni (i amb Batlle a l’esquena), representa un PSC modern i garant del règim, que deixa enrere el catalanisme per recolzar-se en la base fundacional de Ciutadans: el liberalisme i l’espanyolisme. Així, els dos alcaldables s’han mesurat en un teatre que no ha preocupat gens els poders fàctics de la ciutat, i suposen un retorn de l’eix esquerra-dreta, que potser hauríem d’anomenar eix de classe, que va restar latent durant el cicle polític “del canvi” i també durant “el procés”. Cal que quedi clar: estava latent, no mort ni esvaït. Era sempre allà, tal com dirien els i les velles marxistes, sent motor de canvi, de la lluita de classes.

Destriar Trias de Collboni per la via de l’eix esquerra-dreta, o de classe, és un argument poc sostenible. Els poders econòmics de la ciutat han repetit per activa i per passiva que la seva aposta era una entesa entre Junts i el PSC, i ambdós programes electorals han sigut clars sobre els projectes i la visió de ciutat. Confondre l’acció de govern de BComú i del PSC amb el fet que el PSC sigui o no progressista és de traca: és clar que qui ha aterrat aquest govern en polítiques progressistes és, per descomptat, BComú, i pensar una altra cosa seria infravalorar BComú i sobrevalorar el PSC. Un govern en solitari del PSC, per tant, serà automàticament més de dretes que un govern de coalició.
O bé dins de BComú hi ha un pòsit cultural que pensa que el PSC és més progressista que Junts, o bé el que hi pesa és l’eix nacional

La pregunta adient, ara, és: què hauria passat sota un govern amb Trias i Maragall? No ho sabrem mai, i en política un no pot extrapolar, però la meva sensació és que més de dretes que un del PSC (amb una part d’Unió) és difícil que ho fos; de facto, sota l’òptica de l’eix esquerra-dreta, un govern Junts-ERC es podria equiparar amb un govern del PSC i de BComú, on l’alcalde fos del PSC. Tanmateix, en la investidura no es va posar davant del govern de Junts i d’ERC un de més progressista a les mans del PSC i de BComú: el que va passar és que, a Barcelona, tornen els temps en què guanyen els de sempre (el PSC), en què es normalitza la dreta reaccionària (el PP), que queda blanquejada com a actor vàlid enfront de la distòpica ultradreta (de Vox), i tot gràcies al fet que BComú va decidir-se per aquesta orientació de vot afirmativa.

Per tant, si el vot de BComú no es pot explicar per l’eix nou-vell, perquè ningú no afirmaria que votar amb el bipartidisme espanyolista del PP i del PSOE és quelcom “nou”, només queden dues opcions que, de fet, no són excloents: o bé dins de BComú existeix un pòsit cultural que, de forma no objectiva, pensa que el PSC és més progressista que Junts, o bé, en realitat, el que hi pesa és l’eix nacional. Totes dues són factibles, i no sé quina fa més por. I aquesta reflexió va també en l’altra direcció: un govern de Trias i de Maragall, amb la relació de forces invertides respecte del 2019, amb un Trias que representa l’ala més conservadora i menys independentista de Junts, hauria estat un govern dur per als republicans, en clara minoria, i igualment amb la necessitat de reforçar-se en el PSC a l’externa. Sociovergència amb folre i manilles.

Ningú no pot saber què ens presentarà aquesta legislatura, especialment si tenim en compte la incertesa de l’escenari que obriran les eleccions generals: entrarà finalment BComú al govern del PSC a la tardor per estabilitzar un govern amb només 10 regidors? Dimitirà Trias i entrarà Junts a complir els desitjos de la somiada sociovergència? Ben segur que els dirigents de BComú compten amb el primer supòsit; però, de fet, Trias ja ha aparegut als mitjans revelant que el PSC li va oferir partir-se el govern, i defensant la continuació del pacte PSC-Junts a la Diputació de Barcelona. Jo, en política, he après que res no t’ha de sorprendre, i que mai no pots tancar-te a possibilitats.
A la ciutat rebel, ens queda l’eix de classe, dels barris, de les lluites socials; ens queda l’eix contra la sociovergència

El que és segur és que la crisi de règim es tanca. Mentre que el PP i el PSOE surten reforçats d’aquestes municipals, l’eix vell-nou en queda tocat. Mentre que Vox i l’extrema dreta catalana entren als municipis amb força, l’eix nacional en surt escaldat. A Barcelona, la ciutat rebel, ciutat revulsiva, ens queda l’eix de classe, dels barris, de les lluites socials; ens queda l’eix contra la sociovergència, contra els grans pactes de ciutat que es transformen en aquelles renúncies diàries.

Algunes pensem que cal superar la lògica de l’espai polític a l’esquerra del PSOE que ha exhaurit el seu recorregut, i que cal superar l’espai exclusivament independentista dins del sobiranisme. El primer va poder ancorar-se a l’onada del canvi, i el segon, al procés, ambdós moviments impulsats per les classes populars i en cap cas per la burgesia.

Cal apel·lar i organitzar, doncs, un espai polític que superi aquests dos espais, i articular de nou els tres eixos de la política catalana, que no són excloents entre ells. Un espai nou, sense els vicis de les petites renúncies que s’han fet en els darrers 15 anys, però amb tota l’experiència acumulada del 15-M i de l’1-O fora i dins de la institució. Un espai sobiranista, que aplegui les persones que són independentistes, que no ho són, i que som principalment republicans i defensors del dret a l’autodeterminació. Un espai d’esquerres, antifeixista, on la lluita de classe i les lluites veïnals siguin al centre del programa i de l’acció municipal, que lluiti per una utopia feminista i ecosocialista de veritat.

Només des d’aquesta perspectiva múltiple es pot abordar un model de ciutat no supeditat als interessos forans a les classes populars. Només el fet de poder bastir aquest programa polític per aquest espai a la ciutat de Barcelona ja seria una (petita) victòria per posar remei a la divisió. Perquè, tal com començàvem l’article, i tal com diu el camarada Joan Tafalla, “la divisió és conseqüència de la derrota”.

6. Batiscafos y pateras.

La mayor parte de los tuiteros, aunque hay que reconocer que es un mundo un poco especial, no para de hacer memes alegrándose del destino del batiscafo al parece implosionado. Muchas de ellas, de este tenor: Fuente: https://twitter.com/denny_

No creo que haya que insistir mucho en ello, porque creo que estaremos de acuerdo, pero la postura que más me convence en este punto es la que explica aquí Pepo Jimenez -Kurioso-, apelando a la «empatía de especie»: https://twitter.com/kurioso/

Fuente: https://twitter.com/

Comentario de Joaquín Miras:

Mi hija me avisa, vuelve a haber pateras en masa rumbo a Canarias, desde Senegal, Cote d ́Ivoir y Marruecos. hoy llegan a su centro otras 40 personas, que arribaron anteayer a Fuerteventura, eso sí que es riesgo

7. Ecologismo político.

Interesante reflexión. Más para debatir sobre la organización política del ecologismo.

https://www.elsaltodiario.com/

Crisis ecológica, crisis capitalista, crisis del ecologismo político

El ecologismo político entendido como movimiento social antagonista lejos de haber aumentado su potencia política en este contexto de efervescencia discursiva verde parece estar implosionando

Isidro López

Es miembro de la Fundación de los Comunes. 

22 jun 2023 05:54

La presentación actual de la crisis ecológica en las sociedades capitalistas occidentales encierra una paradoja que añade desconcierto político a un mundo pospandémico de por sí tendente al desconcierto. A primera vista, la crisis ecológica, con la crisis climática cómo eje central, es más visible que nunca en los canales de comunicación mayoritarios de medio mundo y moldea todo tipo de prácticas de distinción en términos de consumo y estilos de vida. Y algo similar pasa en el terreno de los grandes discursos de los diferentes tipos de jefaturas políticas y económicas en sus diferentes escalas y posiciones jerárquicas relativas. 

Todos los organismos internacionales, incluidos los que formaron el Consenso de Washington (FMI, Banco Mundial, OMC) ponen la crisis ecológica cómo primera prioridad en sus agendas. Todos los gobiernos nacionales, regionales y locales del Occidente capitalista hablan el lenguaje de la crisis climática, tal y cómo quedó fijado en la Cumbre de Kyoto. No hay un solo programa de recuperación económica pospandémica que no hable el lenguaje de la crisis climática. En la cima de la pirámide del poder capitalista, las grandes casas de finanzas de Wall Street adornan sus discursos corporativos con una capa de verde bien visible. Hasta archienemigos del movimiento ecologista histórico cómo las empresas energéticas o la industria del automóvil se reclaman cómo agentes del cambio ecológico. Con un competidor inesperado cómo es la Guerra de Ucrania y su utilización atlantista como eje de una poco probable nueva guerra fría, se puede decir que la crisis ecológica y su solución capitalista son el eje sobre el que pivota la reestructuración de un capitalismo occidental que no termina de remontar el vuelo desde hace más de cuarenta años y que está en crisis visible, alternando periodos de estancamiento con momentos recesivos desde hace ya más de una década.

Lo paradójico de la situación es que el ecologismo político entendido como movimiento social antagonista lejos de haber aumentado su potencia política en este contexto de efervescencia discursiva verde parece estar implosionando. Este hecho es desconcertante desde el punto de vista de las dinámicas históricas de las crisis sistémicas, estas tienden a formar sujetos políticos en lucha, ya sean de clase, de género o de raza, que son moldeados y moldean sus perfiles y características concretas en el conflicto, y desde ahí, generan dinámicas propias de sucesión, concentración, cooptación, fragmentación o recomposición. 

Sin necesidad de ejemplos más lejanos, el nacimiento del ecologismo político, tal y como lo conocemos, fue el resultado conjunto del encuentro de los restos transformados de la sacudida política global de 1968 con los elementos centrales de la crisis de los años setenta. Una crisis, en cuya estela aún vivimos, que ponía fin a cuarenta años de expansión material fordista-keynesiana con sus dos crisis del petróleo y la reordenación americana del mundo conforme al poder del dólar y de los combustibles fósiles. Este incipiente movimiento ecologista se nutrió y a la vez propulsó, una lectura de la crisis energética cómo primer aviso de un agotamiento progresivo de los recursos naturales, que estaban poniendo en riesgo la supervivencia de los humanos en tanto especie. Desde aquí, el ecologismo naciente no interpelaba a la clase social, el género o a la etnia sino a todos, en tanto “seres humanos” ante la “naturaleza”.

Desde un punto de vista histórico, los sujetos políticos que componían la primera oleada del ecologismo político, se diluyeron entre quienes eligieron la vía de los partidos políticos verdes —el caso de Alemania es el ejemplo de libro de texto— y aquellos que encontraron acomodo o fueron directamente cooptados por los partidos políticos y los sindicatos socialdemócratas entonces aún reforzados por su papel gerencialista dentro de los modelos de Estado de bienestar europeo anteriores a la ola neoliberal de los años ochenta y noventa.

Desde estas posiciones, el proceso de encaje institucional del ecologismo político, se puede leer cómo un filtrado desde los movimientos, que progresivamente se erosionan en tanto tales, hacia posiciones “expertas” del Estado ya sean ministeriales o universitarias desde las que se lanza un progresivo intento de dirigir las políticas públicas hacia un discurso “verde”. Este suele bascular sobre la apuesta por las fuentes de energía renovable. Se puede tomar la Cumbre de Río de 1992 de Naciones Unidas y su promoción del término Desarrollo Sostenible, cómo una buena referencia temporal que marcaría el paso de la fase movimentista emergente del ecologismo hacia la fase de expertise institucional global. 

Durante los largos años de la hegemonía neoliberal, el ecologismo político global se fue así perfilando como un contrapoder dentro de los propios aparatos de Estado, nacionales o transnacionales, que se valía de la acción directa no violenta, nacida en los movimientos del 68. Como se puede imaginar, Greenpeace es seguramente el ejemplo más inmediato, a la hora de apuntalar procedimientos de lobby que presiona en el interior del Estado utilizando objetivos cuantificados, normalmente ratificados por alguna agencia transnacional de valoración de las políticas públicas. La presión durante la celebración de las cumbres de las agencias transnacionales para la obtención de compromisos cuantificados y el seguimiento, siempre decepcionante, de su implementación en las escalas territoriales de los Estados nación, y sus subdivisiones regionales y locales, han ido constituyendo el tronco central del ecologismo político en sus aspiraciones de transformación social.

El progresivo posicionamiento del ecologismo en los conflicto en el interior del Estado ha influido al máximo en la construcción del discurso político ecologista actual, no tanto marcando una línea única pero sí como eje vertebrador de casi todas las variantes y subespecies de ecologismo existente. En primer lugar, la relación política con el capital se ha planteado fundamentalmente desde el interior del Estado, en forma de intervención sobre las distintas áreas de regulación promoviendo cambios legislativos en sentidos, por lo general, de una mayor protección territorial y ambiental, y cada vez más, cómo parte de totalidades más o menos coherentes de políticas públicas que pivotan sobre distintos modelos de fiscalidad “verde”. Es en este tipo de registro político en el que la concepción dominante del ecologismo político ha desarrollado una lectura de la dinámica de la acumulación capitalista, en su desarrollo a través del saqueo y destrucción de los ecosistemas, como un fenómeno derivado de la acción o inacción del Estado en su relación con los agentes capitalistas.

El hecho de que uno de los lugares preferenciales para el desarrollo institucional del ecologismo político hayan sido los sindicatos fordistas, lejos de llevar el ecologismo a los conflictos laborales vivos en el mercado de trabajo lo alejó de ellos para convertirlo en una suerte de programa político de futuro para un sindicalismo fordista tan en decadencia en las sociedades capitalistas occidentales cómo el propio trabajo fordista y el ideal socialdemócrata que sustentaba.

A medida que el gigantesco aparato productivo fordista se ha ido desmantelando desigualmente en Europa y en Estados Unidos, y la negociación colectiva ha ido posicionándose como una suerte de ritual compartido por capital y trabajo de  desmontaje de la civilización industrial del siglo XX, se ha puesto en su lugar un proyecto de generación virtuosa de empleo mediante la inversión pública, que repetiría los patrones y el modelado del trabajo fordista, pero esta vez aplicado a los grandes y vacíos del naciente capitalismo verde, como “la transición justa” o la “descarbonización” de la economía. 

El informe de 2008 de ILO, Green Jobs, primera formulación de lo que hoy conocemos cómo Green New Deal, sería un buen ejemplo de este tipo de vinculación del ecologismo político a las estructuras de Estado expertas. Y también un buen ejemplo de los peligros que encierra la lectura ahistórica de la relación entre conflicto de clase y conflicto ecológico cómo una contradicción entre “empleo” y “naturaleza” sin mayor especificación. Tras ambos términos, se suele esencializar un aparato productivo fordista en decadencia y sus modelos de acción sindical frente a la realidad de un mercado de trabajo completamente atomizado, informalizado y fragmentado que es incapaz por sí mismo de ser el motor de la reproducción social y necesita un parcheado permanente por parte de los Estados, incluyendo sindicatos y patronales, para que el mercado de trabajo capitalista avanzado no se desmorone. 

El otro gran frente de intervención del ecologismo político ha sido el consumo, también entendido como un compartimento estanco que, en gran medida, mantiene acríticamente la separación que establece el orden capitalista entre los momentos de producción y consumo. Trabajo asalariado fordista y consumo de masas son dos caras de la misma moneda, que solo aparecen como figuras separadas en el orden ideológico: el consumidor soberano capaz de asumir decisiones acerca de cómo gastar su salario, generoso y estable, es un trasunto del estatus del trabajador fordista. Y desde que comenzó, ya hace más de cinco décadas la era de la publicidad de masas, sabemos que el consumo, en este sentido, es fundamentalmente consumo de “estilos de vida”.

En otro síntoma de los riesgos de las lecturas ahistóricas del capitalismo y sus efectos, el mucho tiempo dedicado por el ecologismo político a “concienciar” al consumidor para que “elija” modelos de consumo menos nocivos para los ecosistemas, ha terminado añadiendo y legitimando nuevos nichos de consumo que un capital en crisis permanente de demanda efectiva ha utilizado cómo pequeños nichos de beneficios extraordinarios, a partir de nuevas líneas de producto encajadas en estilos de vida “sostenibles” o “verdes”. Si los sindicatos han sido el vehículo institucional que ha desactivado la posibilidad de un conflicto de clase ecológico, la individuación y la construcción de nichos jerarquizados en el ámbito del consumo se ha realizado a través de un sinfín de ONG y entidades del tercer sector.

Si se retoman desde aquí los debates actuales en el interior del movimiento ecologista entre capitalismo verde o decrecimiento, o Green New Deal frente a colapsismo, aparecen como dos posiciones perfectamente integradas en ambos polos de este modelo de interpretación: el punto de vista de la producción, obviamente, prefiere el capitalismo verde con su promesa de crecimiento y empleo a la manera fordista pero descarbonizado. Y correlativamente el punto de vista del consumidor prefiere el “decrecimiento”, entendido en principio cómo un ejercicio moral individual de autocontención virtuosa y ya, cada vez más, cómo un estilo de vida integrado plenamente entre las opciones disponibles en el mercado.

Parte del éxito de estos términos del debate entre capitalismo verde y decrecentismo es que de fondo no plantean grandes desafíos al orden político del capitalismo. De hecho, el muy frecuente encuadre del debate en los términos clásicos de las luchas de clases del XX y el XIX: reformismo frente a radicalismo, gradualismo frente a maximalismo, posibilismo frente a catastrofismo son en sí mismos una fuente de retroalimentación de los términos que, a falta de una acción política que los sustituya por otros más ajustados a la realidad actual, amenaza con instalarse en la esterilidad absoluta y con no satisfacer más necesidad que la de rellenar periódicos e informativos, alimentar el debate narcisista en las redes sociales y producir todo tipo de papers y congresos especializados. En todos los casos, no hay más acción posible que la del Estado que regula y la del individuo/consumidor que decide, en ningún caso se plantea forma política colectiva autónoma alguna, ni comunitaria, ni asociativa, ni de ningún otro tipo. No hay más nosotros que el “nosotros, el Estado” frente a “nosotros los consumidores conscientes”.

La fase actual de la crisis capitalista, que se podría llamar de derrumbe del neoliberalismo atlántico que dominó la globalización capitalista de los años ochenta, noventa y dosmil, ha supuesto un paso más en la desactivación del discurso del ecologismo político, ya muy tocado en su capacidad de encarnarse en movimientos políticos dinámicos capaces de abrir nuevos escenarios políticos de superación de un capitalismo que ha estrangulado las condiciones de la reproducción, tanto las sociales como las ecosistémicas, hasta hacerlo prácticamente inviable. Y que se mantiene con respiración gracias a la intervención permanente del Estado a la hora de mantener el orden capitalista con sus posiciones de poder intactas. 

El capitalismo pospandémico ha vuelto a traer a primer plano la inmensa cantidad de contradicciones demográficas, ecológicas y sociales que provoca la crisis de sobreproducción, caída de la rentabilidad y desaparición de la figura de la productividad creciente del trabajo. El desplazamiento, ya consumado, del centro de gravedad de la producción capitalista a Asia y más concretamente a China, ha dejado a las sociedades capitalistas que fueron el mando del sistema-mundo en una posición de relegación que contrasta con unos discursos oficiales en los que el mundo desarrollado sigue situándose en EEUU, Canadá, Europa y Australia frente a una masa de países emergentes que aún estarían en el proceso de catching up. 

Las finanzas, siempre mucho más rápidas que los movimientos políticos, entendieron durante los dos años de la pandemia que cualquier posibilidad de mantener discursivamente su hegemonía sobre el capitalismo actual depende de su capacidad de situar la transición ecológica y el capitalismo verde en los mercados financieros como valores y activos a negociar. Pero las finanzas no tienen el mismo tipo de control sobre los procesos productivos asiáticos que han tenido durante el largo desmontaje del aparato productivo fordista, saben que van a ser los Estados quienes canalicen el régimen de beneficios de las empresas privadas que cuelgan de los ambiciosos planes de reindustrialización verde de Next Generation en Europa o el Inflation Reduction Act en Estados Unidos. En este marco, si los Estados hablan el lenguaje del capitalismo verde, también lo hablaran las casas de finanzas y las empresas globales que aspiran a controlar tanto la inversión como la deuda estatal, en momentos donde la incapacidad de competir privadamente frente a China, que también ha abrazado el capitalismo verde, provocaría un fuerte ajuste global, con cadenas de quiebras transnacionales.

La ESG, Environmental and Social Governance, es el nombre que las finanzas han dado a este nuevo eje “verde” de sus actividades de adquisición de fuentes de beneficio. En este caso, los múltiples objetivos cuantificados sirven como referentes de nuevos métodos de auditoría contable y de valoración de activos que, en última instancia, vehiculan la canalización de los flujos de capital ficticio hacia lo que pretende ser un nuevo ciclo de expansión financiera similar a los anteriores ciclos tecnológicos. La carta de Larry Fink, CEO de BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo, a los accionistas a principios de 2021, hablaba de crisis climática y de agotamiento de los recursos, pero sobre todo prometía que invertir en capitalismo verde puede generar shareholder value en abundancia. Sin perjuicio de las formas tradicionales de obtención de rentabilidad financiera, fundamentalmente dependientes de la desposesión y el saqueo, la ESG abre una vía complementaria de obtención de beneficios garantizados por los Estados nación y de intento de relegitimación de las finanzas. 

Por el camino, el discurso tradicional del ecologismo político ha quedado aplastado por sus usos institucionales y empresariales, es decir, por sus usos capitalistas. Algunos de los más sonados “éxitos” del ecologismo político como los mercados de emisiones de carbono, donde se negocian los derechos de emisión excedentes a partir de los derechos de emisión que adjudican los Estados a sus empresas y que a su vez, se adjudican a los Estados en esas nuevas cumbres de Davos que son las COP anuales, se han convertido en espacios de especulación financiera preferenciales, de la misma manera que los mercados energéticos, centrales en la obtención de beneficios en esta fase del capitalismo, han utilizado en su provecho uno de los ritornelos clásicos de la ecología, ese que dice que unos precios altos de los recursos naturales y de la energía, que incorporan los llamados efectos externos, son fundamentales para desacoplar el crecimiento del uso de recursos. 

En este contexto, el ecologismo político ha quedado completamente desdibujado o se ha desintegrado. Que hoy los Estados, las empresas energéticas, las grandes casas de finanzas o los grandes medios de comunicación hablen el lenguaje de la crisis ecológica y se propongan como los agentes de su superación en términos propiamente capitalistas ha dejado sin espacio a un discurso del ecologismo político que está quizás demasiado desvinculado de los movimientos políticos reales, para habitar en los pasillos de los ministerios, las grandes cumbres globales, los departamentos de universidad y las campañas mediáticas de concienciación ciudadana. 

Todos los debates políticos del ecologismo actual están atravesados por esta suplantación de los discursos orientados a, y procedentes de, la constitución de nuevos sujetos políticos en lucha capaces de alumbrar alguna alternativa de salida de la crisis de la ecología del capital en la que vivimos que no esté totalmente orientada por las políticas públicas o sea una forma de estilizar y embellecer las decisiones de consumo. Esto incluye a las versiones que se quieren más radicales como el decrecentismo o el colapsismo, que apenas son formas a fortiori de los mismos discursos de “concienciación” y “autocontención” que hoy son dominantes en el mundo capitalista.

8. Mi vídeo del día: K-pop (minutos musicales)

El público norcoreano me representa. A los filipinos les vuelve locos tanto el k-pop como las series coreanas. Esta fuera de mi comprensión. Yo los veo y escucho como estos señores trajeados norcoreanos. https://twitter.com/_Punhal_/

 

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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