Publicado por @nsanzo ⋅ ⋅ SLAVYANGRAD
Como ya ocurriera en los días previos a su participación en la cumbre del G7, Volodymyr Zelensky ha realizado un importante trabajo diplomático previo a la cumbre de la OTAN que se celebra la próxima semana en Vilna, Lituania. En los últimos días, el presiente ucraniano ha visitado Eslovaquia, Bulgaria y Turquía, países en los que ha buscado el apoyo diplomático para obtener más armas pero, ante todo, el apoyo para su candidatura preferente a la adhesión a la OTAN. Zelensky recibió un resultado mixto en sus consultas. Frente al apoyo mostrado por Eslovaquia, un país que siempre se ha posicionado en el ala dura de los defensores de la guerra hasta el final, el presidente ucraniano tuvo que enfrentarse al rechazo abierto del presidente Radev de Bulgaria, no solo a la adhesión de Kiev a la OTAN, sino incluso al envío de armas a la guerra, una postura mucho menos común en la beligerante clase dirigente europea.
Sin embargo, la fase más destacada para la narrativa ucraniana ha sido la visita de Zelensky a Turquía, donde el dirigente ucraniano logró arrancar de Erdoğan unas declaraciones en las que el presidente turco afirmaba que “Ucrania tiene derecho a entrar en la OTAN”.
Esas palabras son importantes para Ucrania y para su propaganda, especialmente viniendo del presidente de Turquía, un país que ha rechazado unirse a las sanciones antirrusas de Occidente y que ha buscado jugar a todas las bandas para beneficiarse política y económicamente de la situación. Sin embargo, es Washington quien determina qué países son invitados a iniciar el camino de acceso a la Alianza y esta semana Joe Biden ha sido claro. Aunque de las palabras de Jens Stoltenberg ha de entenderse que Ucrania recibirá promesas futuras de adhesión que habrán de concretarse o no -aún no lo han hecho en el caso de Georgia, que, como Ucrania, recibió en la cumbre de 2008 palabras similares- una vez finalizada la guerra.
Pese a la certeza de que Kiev no recibirá esta semana un compromiso firme de adhesión, un plan de acción ni un marco temporal concreto y quedará el subtexto de que, en realidad, todo dependerá del resultado de la guerra y de las conversaciones con las que posteriormente se reconfigure el espacio político ucraniano, Ucrania ha puesto en marcha su artillería pesada a lo largo de los últimos días. A la gira en busca de apoyo del presidente Zelensky hay que sumar el trabajo de lobistas al servicio de su Gobierno, personas como Anders Fogh Rasmussen, que han pasado toda la semana lanzando el discurso ucraniano a los medios de comunicación occidentales, siempre receptivos al discurso antirruso del exsecretario general de la OTAN. En ese contexto, palabras como las de Erdoğan, que aunque no vayan a suponer ningún acto concreto son una victoria propagandística para Kiev, cumplen con los objetivos marcados por la administración Zelensky, especialmente porque, en esta guerra, los logros narrativos son casi tan importantes como los reales. Prueba de ello es el discurso de ayer de Volodymyr Zelensky en la isla de las Serpientes, escena de una de las primeras leyendas de la guerra rusoucraniana.
Destacando la presencia del presidente ucraniano en la isla, la prensa insistía ayer en la resistencia y el desafío a Rusia que habían mostrado los militares ucranianos allí destinados. Enfrentándose a la decisión entre la muerte segura y la rendición, la guarnición ucraniana en la isla rechazó la opción de la rendición en favor de la muerte heroica que Zelensky y su círculo resaltaron épicamente. El mito estaba creado y el hecho de que todo ello fuera falso no iba a destruirlo. Tras la inicial resistencia, la guarnición se entregó, fue capturada por las tropas rusas, trasladada a Crimea y posteriormente intercambiada como prisionera de guerra. Aun así, la épica de la isla de las Serpientes ha sido una de las bases del discurso ucraniano, siempre dispuesto a utilizar medias verdades o creaciones artísticas para construir sus mitos y leyendas, que aparentemente son tenidos en cuenta como verdaderos incluso tras probarse su falsedad.
Esa narrativa aumenta en importancia especialmente en los momentos en los que las circunstancias en el frente no se corresponden con las esperanzas y expectativas. Ayer, Estados Unidos admitía nuevamente que la ofensiva ucraniana no está siendo todo lo rápida que se habría esperado, una constatación de que, aunque no pueda afirmarse que la ofensiva ha fracasado -Ucrania dispone aún de armamento y personal para continuar atacando a las tropas rusas en la retaguardia y tratando de romper el frente en Zaporozhie o algunas zonas de Donbass-, las cosas no están saliendo según el plan. En ese contexto, los foros internacionales y la participación de Zelensky en cumbres como la de la OTAN adquieren una importancia narrativa clave para contrarrestar las noticias sobre las bajas en el frente y las dificultades de Ucrania para avanzar sobre las posiciones rusas.
Como es costumbre antes de la celebración de cumbres importantes, Estados Unidos ha anunciado esta semana un nuevo paquete de asistencia militar a Ucrania. El flujo de armamento y munición de Occidente a Ucrania es continuo y va a continuar siéndolo hasta que las tropas ucranianas sean militarmente derrotadas, ambos bandos queden completamente exhaustos e incapaces de seguir luchando o Ucrania logre el resultado mínimo que sus socios occidentales consideren aceptable para poder iniciar un proceso de negociación.
En este sentido, es representativa la noticia que se ha conocido esta semana y que ha sido publicada por la cadena estadounidense NBC. Según afirma el medio, “un grupo de antiguos oficiales de alto nivel de la seguridad nacional de Estados Unidos mantuvieron conversaciones secretas con personas prominentes rusas cercanas al Kremlin y, al menos en una ocasión, con el líder de la diplomacia del país con el objetivo de sentar las bases para las negociaciones para terminar la guerra en Ucrania”. El medio cita como fuente a “media docena de personas informadas de las conversaciones” que, como es habitual en este tipo de informaciones, permanecen en el anonimato.
Como en cada ocasión en que aparece una noticia que implica comunicación entre las partes, ya sea entre Rusia y Ucrania o entre Rusia y Estados Unidos, los más optimistas han querido ver una posibilidad de reanudar el proceso político roto hace más de un año con el rechazo ucraniano y occidental a un acuerdo que implicara la neutralidad de Ucrania y la pérdida de algunos territorios de la importancia de Crimea. Las conversaciones, en las que participaron figuras relevantes y miembros del Council of Foreign Relations, toda una institución en el ámbito de las relaciones internacionales de Estados Unidos, se produjeron el pasado abril y son una prueba de que los canales de comunicación permanecen abiertos y de que la ruptura no es completa. Sin embargo, el contexto en el que se produjeron esos contactos y el desarrollo de los acontecimientos desde entonces recuerdan los límites de la diplomacia en estos momentos. En este tiempo, el conflicto no solo no ha decaído sino que ha comenzado la ofensiva ucraniana, que pronto contará con una ayuda más: las bombas de racimo para cuya exportación ya ha dado permiso Joe Biden y con las que el presidente estadounidense espera compensar las pérdidas de munición causadas por la intensidad de la guerra.
Tanto Ucrania como sus socios occidentales han mostrado ya su férrea postura: la guerra continuará mientras Ucrania no logre unos resultados que las capitales europeas y norteamericanas consideren suficiente. En los tres meses transcurridos desde esas conversaciones en Moscú, Occidente ha acelerado nuevamente el flujo de armamento para compensar las pérdidas de munición que Ucrania está sufriendo debido a la intensidad de la guerra. Ningún contacto ha conseguido evitar la contraofensiva con la que Kiev quiere recuperar el territorio perdido. Y aunque desde la clase política occidental comienza a tantearse la idea las negociaciones de paz, ese proceso se supedita siempre a los resultados y a una posición de debilidad de Moscú que no será tal si las tropas rusas mantienen, como hasta ahora, la línea del frente relativamente estable. Sin embargo, la idea de la posibilidad de negociaciones o incluso los contactos mantenidos en secreto y puede que ni siquiera de forma oficial entre oficiales rusos y estadounidenses en Moscú recuerda también que, aunque el resultado de la guerra marcará en gran medida de lo que ocurra en el frente, no todo depende del plano militar y, en algún momento a medio-largo plazo, el plano diplomático habrá de cobrar protagonismo.