Concentración en Barcelona, 24 de noviembre, 19h, sede la UE.

Un texto de Ernesto Gómez de la Hera.

Querido-a amigo-a: El próximo jueves, 24 de noviembre a las siete de la tarde, se celebrará una concentración ante la sede de la Unión Europea en Barcelona, como puedes ver en el cartel adjunto.

Las razones están explicadas en el manifiesto que te adjunto (en castellano y catalán). No cabe duda de que en los momentos presentes se está produciendo una conjunción de hechos de una gran gravedad: Guerras que afectan cada día a más países, aceleración de la crisis climática y agotamiento de recursos energéticos y minerales. Mientras tanto la Unión Europea, lejos de tomar las medidas necesarias para proteger a sus ciudadanos, echa más leña a la hoguera: aumenta su militarización, incumple sus compromisos en materia climática por más que trate de disimularlo y pinta de «verde» a las energías fósiles y nucleares.

Por ello, al igual que en muchas otras ciudades europeas, es fundamental que en Barcelona también manifestemos claramente nuestro rechazo a todas esas medidas antidemocráticas. El primer paso, pero no único, será este jueves.

Necesitamos tu presencia y si, por cualquier motivo, no pudieres estar presente difunde la convocatoria y ayúdanos a seguir haciendo camino.

Un abrazo.

Ernesto Gómez de la Hera

POR UNA ESPAÑA NEUTRAL EN UNA EUROPA SIN BLOQUES QUE ATIENDA LA VOZ DE SU CIUDADANÍA
Pocas veces unos representantes políticos, supuestamente democráticos, han actuado
tan opuestamente a los deseos y aspiraciones de sus representados como lo está haciendo la
Unión Europea, su Comisión, su Consejo y su Parlamento, a lo largo de todo este año.
No es que su trayectoria haya sido jamás un ejemplo de democracia, como demuestra
lo sucedido cuando se intentó imponer un proyecto de Constitución Europea, rechazado en las
urnas en varios países, aunque los eurócratas no perdieron la oportunidad de volver a hacer
votar a los ciudadanos para que “acertaran”. Finalmente ellos mismos elaboraron un llamado
Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea en el que dejaban al Parlamento Europeo sin
casi atribuciones, hacían que todos los poderes los tuviera una Comisión que no ha votado
ningún ciudadano europeo y, por fin, convertían al Consejo en un reñidero de los intereses
particulares de cada país, pero en el que siempre gana Alemania.
Armados con estas instituciones han postergado constantemente los intereses de los
más débiles. Así tenemos un euro, pero sin un erario común, lo que lo convierte en un
elemento de fuerza para los países del norte, al tiempo que incrementa continuamente la
deuda de los del sur. Y cuando eso no es bastante, como se vio durante la crisis comenzada en
2008, ya intervienen los “hombres y mujeres de negro” y las “troikas” para empobrecer a los
de siempre. Eso es lo que ocurrió en Grecia, cuyo pueblo fue despojado de casi todo para
proteger a los bancos alemanes, por cierto sin que su Gobierno, aquel tan de izquierdas,
moviera un sólo dedo para impedirlo, pese al resultado del referendo del año 2015, resultado
inmediatamente traicionado por Tsipras.
Decididos a hacer bueno ese dicho de que “no hay nada, por malo que sea, que no se
pueda empeorar”, ahora los eurócratas han pasado a mirar tan sólo por sus inmediatos
intereses, dejando al margen incluso los globales de los países más poderosos de la UE. Como
ejemplo basta recordar lo sucedido con las vacunas durante la pandemia. Cuando rechazaron
las más baratas y compraron, a precio de oro, las de las grandes multinacionales. Y una parte
no pequeña de ese oro acabó en los bolsillos de algunos personajes muy bien relacionados con
la Comisión, como el marido de la presidenta Úrsula Von der Leyen.
Ahora, a lo largo de todo este año, se han multiplicado estos casos de atentados contra
los más elementales principios democráticos por parte de la Comisión y sus secuaces. Desde
el cierre administrativo, como hacía el franquismo en España, de medios de comunicación no
a sueldo de ellos. Además de encerrar a periodistas no genuflexos ante el poder, como Pablo
González, sin que su gobierno le defienda. Hasta las medidas económicas y energéticas que
están haciendo que en toda Europa la inflación alcance cotas nunca vistas en la vida de las
últimas generaciones. Todo esto lo hacen con el pretexto de la guerra. Una guerra que, si bien
se libra en territorio europeo, ha sido provocada por una potencia que está al otro lado del
Atlántico. Una potencia ante la que los eurócratas están subordinados, de tal manera que se
golpean los intereses, no ya de los ciudadanos de a pie, sino de grandes países, por más que
estos hayan decidido callar y arrodillarse. Así hemos visto al gobierno alemán encajar
impertérrito el sabotaje de su principal enlace energético, fraguado por una potencia que dice

ser aliada suya. Aunque esto no debería sorprendernos, pues no hace tantos años que esa
potencia reconoció abiertamente que espiaba los teléfonos de la canciller Merkel y no pasó
nada.
Un nuevo ejemplo de la degradación antidemocrática de estos eurócratas nos lo dan
las recientes declaraciones de Josep Borrell sobre el “jardín europeo frente a la selva exterior”.
Declaraciones repugnantes y que rezuman racismo por todos lados. Justo la clase de racismo
que está sembrando de cadáveres todo el Mediterráneo.
Frente a esta deriva autoritaria y claramente antieuropea hay, pese a todo, una
conciencia europea. Una conciencia que va mucho más allá de la UE. Esta conciencia europea
se está manifestando ya en las calles. Lo hace en Francia, en Italia, en Alemania, en Chequia.
Reclama una Europa soberana, sin bloques militares y en paz. Pero también lo hace fuera de
la UE, como en las grandes movilizaciones veraniegas de los trabajadores en Gran Bretaña, lo
que muestra claramente que Europa empieza a tener una ciudadanía consciente de si misma
más allá de lo que significa la UE. Todas estas manifestaciones ponen sobre la mesa la
exigencia de una transformación total de la actual UE y de toda Europa.
En España estamos sufriendo las mismas agresiones, como pone de manifiesto la
presión a que nos está sometiendo la Comisión Europea para privatizar nuestro sistema de
pensiones, al tiempo que quiere recortar las actuales, o la imposición de que aumentemos
nuestro gasto militar, ya muy alto, dedicando a ello los recursos imprescindibles para la
Sanidad y la Enseñanza, tan dañadas en los últimos años. Por eso ha llegado el momento de
que nos unamos a estas movilizaciones democráticas y mostremos que otra Europa es posible.
Una Europa que no esté subordinada a los EE.UU., sino que tome sus decisiones pensando
exclusivamente en el interés de sus ciudadanos y que priorice el mantenimiento del poder
adquisitivo de salarios y pensiones. Una Europa soberana en toda su extensión continental,
que mantenga una política de paz, que renuncie al aumento de los presupuestos militares y
que proteja la libertad de expresión. Una Europa en la que no quepan personas como Von der
Leyen y Borrell y todos los demás que intentan acostumbrarnos a que en cualquier momento
puede ocurrir una hecatombe nuclear.
Por ello estamos hoy aquí. Para exigir esto y para poner una primera piedra en el
camino, pues esto no es más que un primer paso al que seguirán muchos más.
Concentración
ante la sede de la Comisión de U.E.
Paseo de Gracia, 90 (delante de La Pedrera)
Jueves, 24 de noviembre a las 19:00

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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