Las guerras del opio fueron dos conflictos bélicos de carácter colonial que el imperio británico desencadenó contra el desfalleciente imperio chino. La primera se desarrolló entre 1839 y 1842; la segunda, con la participación de Francia, entre 1856 y 1860.
La causa fue el intento chino por limitar el comercio británico de opio en su territorio, que estaba causando verdaderos desastres entre la población. China fue derrotada en ambas ocasiones y obligada a firmar los Tratados Desiguales por los que los chinos debieron permitir el contrabando británico de opio y abrir varios puertos al comercio exterior. Inglaterra se anexionó Hong Kong.
Decía el viejo barbudo de Tréveris citando a medias a Hegel que “la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa”. En esta ocasión diremos que se repite – la intervención militar colonial – dando la vuelta al motivo – permitir el contrabando de opio versus luchar contra el tráfico de coca –. Y para apuntalar lo afirmado podríamos citar tres hechos:
Uno, la lucha contra el terrorismo como motivo para invadir países y convertir extensas zonas del tercer mundo en estados fallidos y poblaciones masacradas: Afganistán o – en la forma de “armas de destrucción masiva – Irak.
Dos, el intento de finalizar problemas heredados de los procesos de descolonización con bombardeos masivos: Palestina.
Tres, el pillaje neocolonial que fomenta guerras civiles en el continente africano rico en minerales preciados.
A estos tres motivos podemos añadir en la actualidad, la pretendida lucha de Trump contra el narcotráfico: veinte lanchas supuestamente de narcotraficantes hundidas, la presencia del mayor portaviones del mundo – el Gerald Ford – en aguas del Caribe y el anuncio de ayer mismo de EE.UU de desencadenar en América Latina una operación militar a gran escala. Como ha declarado el jefe del Pentágono: «Esta misión defiende nuestra patria, expulsa a los narcoterroristas de nuestro hemisferio y protege a nuestra patria de las drogas que están matando a nuestra gente… El hemisferio occidental es la vecindad de Estados Unidos, y la protegeremos»
Nada nuevo bajo el sol del colonialismo occidental diréis. Y en parte tendréis razón… pero solo en parte.
Decía el mil veces citado Clausewitz que “La guerra es simplemente la continuación de la política por otros medios” La cuestión es si en realidad la política es la continuación de la guerra por otros medios, esto es, si en la práctica realmente existente, las guerras coloniales son parte esencial y sistémica de la relación de Occidente con el resto del mundo, y la pretendida “política” las múltiples maniobras orquestales para encubrir tal hecho. En plata, que sin una guerra permanente contra el tercer mundo, el primer mundo no podría seguir disfrutando de sus privilegios.
La ofensiva del liberalismo autoritario desencadenada en Occidente a partir de los años ochenta contra sus poblaciones ha supuesto entre otras cosas:
– Drásticos recortes en el estado de bienestar.
– Pérdida de derechos políticos y económicos.
– Vaciamiento de lo mecanismo de control democrático ciudadano de las elites dominantes.
– Colonización ideológica de los de abajo.
– Proletarización de sectores de la clase media y pérdida de nivel de vida de la clase trabajadora.
– Trasvase a gran escala, y con la complicidad de los estados, de rentas y riqueza de los de abajo hacia los de arriba.
Algunos de los mecanismos que se han implementado para ello han sido: la implantación masiva de la ideología individualista y consumista; el secuestro de voluntades a través del crédito y la deuda; la utilización de las crisis económicas como mecanismos disciplinarios; el fomento del miedo social a la precarización, al emigrante, al Islam y a los diversos representantes del eje del mal; el recurso a los tratados internacionales y a organizaciones como la CEE para eludir el control democrático de las ya casi inanes soberanías populares… Podríamos enumerar algunas más pero mencionemos solo dos:
Una, la judicialización de la política como mecanismo de persecución de políticos y organizaciones de carácter progresista utilizando un poder judicial de carácter eminentemente conservador.
Dos, la militarización de los conflictos sociales y políticos, tema central de este texto y sobre el que creemos necesario añadir lo siguiente:
Si el recurso a la militarización de los conflictos ha sido empleado fundamentalmente con el Tercer Mundo, empieza vislumbrarse la posibilidad de que las elites dominantes se están preparando para emplearlo en el propio occidente, pasando de las guerras coloniales en el exterior a las guerras civiles de baja intensidad – por ahora – en el interior: el fomento de los vientos de guerra, la llamada al rearme, la criminalización del opositor, el miedo al otro… son señales de que la lucha de clases de los de arriba contra los de abajo no se parará en barras… ni estrellas.
La utilización de Trump de la Guardia Nacional en ciudades americanas de mayoría demócrata son las barbas cortadas ajenas que nos invitan a remojar las nuestras.