El impacto político-cultural del Sacristán oral

El pasado 5 de septiembre se conmemoró el centenario del nacimiento de Manuel Sacristán Luzón (Madrid, 1925 – Barcelona, 1985), uno de los filósofos marxistas más importantes del mundo, para muchos, el pensador marxista más destacado que haya escrito en lengua castellana.

Que el español Manuel Sacristán sea, como lo es, muchísimo menos conocido que filósofos como Althusser o Sartre es algo que habla más de las lógicas del campo intelectual –y de sus asimetrías de difusión y reconocimiento– que de la calidad filosófica y política de las obras en cuestión. Sumándonos a los muy merecidos homenajes internacionales, desde Kalewche ofrecemos hoy un artículo original escrito en Cataluña por Salvador López Arnal, quien tuvo la fortuna de ser su discípulo en los años setenta y ochenta. Salvador es uno de los mayores conocedores de la vida y obra de Sacristán, y con seguridad el principal difusor de sus obras en la actualidad.

En el próximo número ofreceremos otro texto original sobre MSL, escrito por nuestro camarada Ariel Petruccelli; en tanto que en Corsario Rojo IX (confiamos lanzarlo hacia fines de octubre o principios de noviembre) incluiremos un dossier sobre Sacristán, visto y analizado por autores latinoamericanos. Para quienes hacemos Kalewche, Manuel Sacristán es un maestro en el más puro y viejo sentido de la palabra: alguien que nos enseña a pensar, a luchar y a vivir. Una referencia intelectual, política y ética absolutamente insoslayable.

El texto de López Arnal que abajo compartimos se focaliza en la dimensión oral del eminente pensador de izquierda español: sus clases y seminarios, sus conferencias, sus intervenciones en mesas redondas y reuniones partidarias (PC-PSUC), sus discursos en mítines estudiantiles o antifranquistas, etc. A quienes no están familiarizados con la vida y obra de Sacristán (y también a quienes sí lo están), leer la semblanza que Salvador redactó para El Viejo Topo seguramente les resulte de mucho provecho. Dejamos aquí algunos extractos:

“…Manuel Sacristán, uno de los grandes filósofos españoles del siglo XX, una de las cimas del marxismo español, iberoamericano y europeo. (…) ¿Qué queda, qué quedará de su obra, de su praxis?”

Si las cosas no empeoran más y seguimos amando, pensando y luchando a lo largo de este siglo, el Siglo de la Gran Prueba en el decir de uno de sus grandes discípulos, Jorge Riechmann, de la praxis del traductor de Gramsci y Quine queda y quedará su inquebrantable compromiso con los más vulnerables; su decisiva participación en la lucha antifranquista desde posiciones comunistas democráticas a lo largo de más de dos décadas; sus 23 años de militancia en el duramente perseguido partido de los comunistas españoles y catalanes (PSUC-PCE), del que fue dirigente durante unos 15 años, tras renunciar a una plaza de profesor en el Instituto de Lógica Matemática y de Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster (Westfalia) donde estudió entre 1954 y 1956.”

Queda y quedará su apoyo a las luchas mineras asturianas (…) y a muchas otras luchas obreras; su firme y arriesgada protesta (en compañía de muy pocos) contra el vil asesinato de Julián Grimau; su decisiva participación en la formación del SDEUB (Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona); su radical rechazo de la invasión de Checoslovaquia y del aplastamiento de la Primavera de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia (…); su equilibrado balance crítico de las luchas (no solo parisinas) de Mayo del 68; su participación en el encierro de Montserrat en protesta por las condenas a muerte del juicio de Burgos.”
Quedará, debe quedar también, la indignación de los estudiantes antifranquistas y la ciudadanía democrática por sus dos expulsiones universitarias, por el maltrato que sufrió a lo largo de años y años, por la represión a la que fue sometido. Era un rojo, lo trataron como tal. Pero nunca lograron doblegarle.”

Seguiremos recordando su decidida participación en la lucha de los profesores no numerarios, su apoyo a la lucha de maestros y profesores de secundaria, sus clases de alfabetización de adultos en la parroquia de Can Serra (L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona), su coraje político y su protagonismo en la (polémica) constitución de la federación de enseñanza de CC.OO., en las luchas antinucleares de los años setenta y ochenta (fue miembro del Comité Antinuclear de Cataluña, CANC), en la lucha ecologista en general, en la lucha pacifista y antimilitarista, y especialmente en la movilización antiotánica (…). También su apoyo a la lucha feminista (…), sus documentadas y sentidas críticas a las posiciones defendidas por la izquierda institucional durante los años de la transición política española, sus certeras críticas al estalinismo, su concepto fuerte, no demediado, de democracia y de las libertades ciudadanas y obreras, la autenticidad y veracidad de su autocrítica…”.
Manuel Sacristán, como dijera Brecht y cantara Silvio Rodríguez, fue un imprescindible, y es justo y razonable que le sigamos considerando como tal. Una muy activa y arriesgada vida militante y filosófica contra la barbarie, una larga trayectoria de lucha guiada por la conquista de una Humanidad libre, justa, fraterna y ecológicamente sostenible…”

De esas arriesgadas prácticas que conllevaron vigilancia, controles, detenciones, encarcelamientos y sufrimiento surgieron textos y reflexiones esenciales para las tradiciones emancipatorias, para la lucha antifranquista, para la cultura democrático-socialista (nunca fue Sacristán un marxista teórico sin praxis; ‘no hay marxismo de mera erudición’ escribió)…”

Es tarea nuestra que estas aristas prácticas, esenciales en su estar en el mundo, no se vayan desdibujando con el tiempo (…) Fue un agudo filósofo de la praxis…”

De su obra teórica, mucha de ella no estrictamente teórica (…), su aportación rebasa con mucho lo que hay (que no es poco ni menor) en sus libros, ensayos, notas y artículos publicados (o pendientes de publicar). Muchos de quienes escribieron sobre él en los días que siguieron a su muerte reconocieron haber aprendido de él tanto en lo que escribía cuando en lo que hacía y en el trato personal. Paco Fernández Buey y Félix Ovejero han remarcado este punto con toda razón.”

Empero, no ha habido ni habrá, hablando propiamente, ‘sacristanismo’, ‘paradigma Sacristán’, ‘cosmovisión Sacristán’, ‘escuela Sacristán’. No existe ningún ‘sistema filosófico’ (en la acepción clásica del concepto) a él atribuible que hayamos heredado. Nunca fue ese el objetivo de su filosofar. El traductor de El Capital no nos ha dejado una ética, una estética, una lógica, una metafísica, una ontología…”
Pero queda –y debe quedar– su impecable rigor intelectual, su estilo filosófico, su método de estudio y análisis, su pasión por la verdad y el conocimiento, su incansable labor socrática (Joaquim Sempere), su agudeza crítica, su ‘saber leer’, su ser y estar filosóficos (…), sus ideas sobre modos de vida alternativos, sobre formas del buen vivir (Epicuro fue filósofo cercano), su racionalismo documentado y atemperado (…), su lucha ininterrumpida contra las diversas formas de irracionalismo, sus nunca olvidadas aproximaciones a la vida y obra de Antonio Gramsci (con el excepcional trabajo de edición de Albert Domingo Curto), sus neologismos (…), sus ricas aportaciones a los conceptos de práctica y dialéctica, y la ausencia de idealización al hablar de la relación entre la Naturaleza y el ser humano (también él Naturaleza).”

También su concepción práxica, nada dogmática ni sectaria ni conservadora, de la tradición (…); su ampliación y renovación de la teoría (y de la praxis) marxista; la rectificación de erróneas ideas emancipatorias como la aspiración a un comunismo de la abundancia; su concepción del filosofar como un enfrentamiento reflexivo y comprometido con la realidad y la vida, como reflexión crítica ininterrumpida sobre la naturaleza y la sociedad entendidas como un todo.”

Quedará, debe quedar un Sacristán epígono de Sócrates si se quiere, fuertemente asentado en una amplia y larga tradición filosófica. Quedará su vida de filósofo, su filosofar sobre la vida (Félix Ovejero, Joaquín Miras), su papel de profeta ejemplar (Antoni Domènech), que no de profeta guía, su concepción del socialismo: ‘El asunto real que anda por detrás de tanta lectura es la cuestión política de si la naturaleza del socialismo es hacer lo mismo que el capitalismo, aunque mejor, o consiste en vivir otra cosa’. Es vivir otra cosa, nos enseñó.”

Podremos seguir leyendo, aprendiendo y disfrutando de sus textos de crítica literaria y teatral (Alberti, Wilder, Eugene O’Neill, Sánchez Ferlosio, Goethe, Heine, Brossa, Raimon), de sus interesantes escritos de juventud (personalismo, Simone Weil, Unamuno, Montesquieu, Kant, Husserl), de su tesis doctoral sobre la gnoseología de Heidegger (con su magnífico capítulo de conclusiones), de sus ricas y decisivas aportaciones al desarrollo y consolidación de la lógica y la filosofía de la lógica en España (¡cuánto bien hizo su Introducción a la lógica y al análisis formal!), de sus ricas (y críticas) aproximaciones a la obra de Ortega, de sus anotaciones de lectura (y aforismos) a grandes clásicos de las tradiciones filosóficas marxista y analítica (…), de sus observaciones metacientíficas (…), de su realismo: ni progresista ni fantasmagórico y siempre con nítida mirada autocrítica”.

Seguiremos aprendiendo de su reflexión sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, que tanto agitó (y sigue agitando) las estancadas aguas de la filosofía española de los años sesenta, setenta y posteriores. Quedará (para seguir deslumbrados) su ingente obra de trabajador editorial, su impresionante trabajo de editor –pane lucrando, pero también de grandísima incidencia cultural–, de traductor (90 libros, más de 26.000 páginas, 5.000 de ellas de Lukács). Seguiremos recordando el proyecto OME (Obras de Marx y Engels) que tuvo entre manos y cerebro (12 libros editados de los casi 70 proyectados) y las revistas en las que participó, dirigió en ocasiones, y dejó huella: QvadranteLayeNuestras Ideas, Quaderns de cultura catalanaNous HoritzonsVeritatMaterialesmientras tanto.”
Nos quedará la lectura y relectura de sus prólogos imperecederos (sí, fue también un filósofo de prólogos, ¿pasa algo?), de las entrevistas (más que entrevistas muchas de ellas), de sus notas editoriales, de sus textos de intervención política siempre de interés y con buena crítica: sobre libertad y privaticidad, sobre el diálogo entre marxistas y cristianos, sobre la polémica de la austeridad, sobre el aceite de colza, sobre el peligro de las guerras con armamento nuclear, sobre las huelgas de hambre.”
Quedarán también sus (…) textos de marxista estudioso, agudo, penetrante y crítico (‘El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia’, ‘Karl Marx como sociólogo de la ciencia’, ‘¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?’), sus textos sobre el filosofar de Lenin, sus aportaciones sobre Engels, al que nunca consideró un segundo violín desafinado de la orquesta marxiana (‘La tarea de Engels en el Anti-Dühring’ es uno de sus grandes clásicos). Nos quedarán, es justo destacarlo, sus pioneras intervenciones sobre temas ecologistas (…), sus textos pacifistas y antimilitaristas, sus escritos de política socialista de la ciencia, los dedicados a los atisbos ecológicos en la obra de Marx, y a la tradición y los nuevos problemas, su idea de conversión del sujeto transformador. Quedarán sus trabajos sobre Gramsci, Lukács, Labriola, Heller, Harich, Markus, Labriola, Korsch y tantos otros, y esa maravilla filosófica que crece y crece con el tiempo: sus anotaciones a la biografía de Gerónimo editada por S.M. Barrett…”

En fin, como señaló Félix Ovejero, Sacristán fue un sabio, y el sabio ‘no juega con las ideas. No le vale cualquier idea porque sus ideas rigen su vida y quiere llevar su vida de la mejor manera. Se piensa en serio, como le gustaba decir a Sacristán’”.
Además de sabio, Sacristán es también un autor clásico, cada vez más clásico, y, como él mismo dijera de Gramsci, los clásicos merecen no estar de moda nunca y ser leídos siempre y por todos (que así sea siempre en su caso).”

La tarea es entonces, si cabe, más difícil, mucho más difícil, porque Sacristán, con excelente sentido del humor incluso en duros momentos de derrota (‘hablar y escribir como derrotados con buen humor, con autoironía’ dijo en sus últimos años), fue, como recordábamos, en serio, muy en serio. Su hacer, su pensar, su ejemplo, nos hizo, nos hace mejores.”

https://kalewche.com/el-impacto-politico-cultural-del-sacristan-oral/.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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