En torno a un artículo de Vijay Prashad

Del historiador y compañero de Espai Marx, José Luis Martín Ramos. El artículo comentado es: “Sería bueno ayudar a que México fuera un lugar feliz” por Vijay Prashad https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/boletin-mexico-cuarta-transformacion/

Me choca un poco el tono panegírico, que también se veía en el artículo del otro día. Quizás habría que considerar algún elemento de crítica no menor. La “ autonomía” que mantiene el poder militar, reforzada por la atribución de la Guardia Nacional al ámbito del ejército y la atribución económica y de gestión de la construcción de infraestructuras ( Tren Maya, Tren interoceánico). La captación de políticos tradicionales, caudillistas, en el ámbito local y regional, que arrojan alguna sombra sobre el reformismo de Morena (la crítica a esta cuestión es uno de los temas habituales en la columna de El Astillero en La Jornada). Morena es un movimiento, con facciones alguna de las cuales estarían por dejar lo de la 4T en un lema de propaganda, más que en transformaciones reales. AMLO tiene en su haber la movilización popular, que es un bien en sí mismo, la recuperación del control de fuentes energéticas y el inicio de la reforma del poder judicial, con el establecimiento de su elegibilidad popular, como los otros dos poderes. Una excelente política de comunicación con las “mañaneras”, pero no perdamos de vista que esa comunicación tiene una base personalista y refuerza los mecanismos de sustitución de la legitimidad por el carisma. Soy un absoluto admirador de AMLO por el giro que ha dado a la política mexicana; pero no nos podemos quedar en la admiración.

Un apunte final. Lamento que Prashad insista en la simplificación del origen de MORENA, que estaba también en el artículo del otro día: se establece una línea directa entre dos personajes, dos líderes, insistiendo en el poder carismático: de Cuauhtémoc Cárdenas a López Obrador. Eso deforma muchas cosas: para empezar el proceso de reconstrucción de la izquierda mexicana independizándose de la tutela del PRI, que fue la relación subordinada que aceptó desde la época de Lázaro Cárdenas y que se manifestó en el Partido Popular Socialista de Lombardo Toledano. Ese proceso resultó de dos componentes que se sumaron: la ruptura interna en el PRI de la autodenominada Corriente Democrática promovida por Muñoz Ledo y González Guevara, que captaron a Cuauhtémoc Cárdenas como figura pública, por su apellido, por ser el “dueño del muerto” más que por sus capacidades, algo limitadas; la concentración de la izquierda marxista dividida hasta 1987 en grupos como el PSUM (promovido por el PC de México al incorporar elementos socialistas), el Partido Mexicano de los Trabajadores de Heberto Castillo y Demetrio Vallejo (y del inolvidable dibujantes Rius autor de un excelente cómic sobre El Manifiesto Comunista) que se unificaron en 1974 en el Partido Mexicano Socialista. El las elecciones de 1988, la CD y el PMS se presentaron coaligados bajo la candidatura presidencial del hijo de Cárdenas; las ganaron, pero el aparato del PRI hizo “caer el recuento” para atribuir fraudulentamente la victoria al PRI. A diferencia de ocasiones anteriores el fraude no desmovilizó a la coalición de izquierda que acordó unificarse en el Partido de la Revolución Democrática. Cuauthémoc siguió al frente como cabeza pública, pero nunca fue un líder (lo llamaban “el mudo”; recuerdo una entrevista entre él y Raimundo Obiols, que resultó patética). Tras perder dos veces más en las presidenciales dimitió y le sustituyó AMLO en 1999. AMLO como Cárdenas viene de la Corriente Democrática del PRI, pero se forma en uno de los Estados tradicionalmente radicales de México, Tabasco, y es un personaje de un carácter diametralmente opuesto al de Cárdenas hijo; es un buen orador, con un discurso populista personal que no necesita invocar a cada paso al padre. Entretanto los sucesivos reveses electorales del PRD -excepto en Ciudad de México- fueron descomponiendo al partido, haciendo aflorar personalismos y generando una dinámica de camarillas internas. Cuauhtémoc Cárdenas pretendió hacerse respetar por todas ellas como supuestamente líder indiscutible; no lo consiguió. AMLO cuando se enfrentó a los caudillos internos del PRD decidió dar la patada a la colmena, dejó el PRD e impulsó un movimiento popular, MORENA, recorriendo México y construyendo un nuevo relato que partió de recuperar el espíritu de “reforma revolucionaria” de 1988-1989 y desembocó en el paradigma de la 4T; un paradigma que agrupó a su alrededor desde demócratas hasta socialistas bajo el mito histórico de la revolución mexicana incluyendo el mito -una matriosca de mitos- de su interrupción/ traición tras el fin de la presidencia de Lázaro Cárdenas, un mito defendido por cierto por Adolfo Gilly, que se unió al PRD y fue asesor de Cuauthémoc Cárdenas.

Así que las cosas son mucho más complejas que el pretendido hilo continuo de Cuauthémoc Cárdenas. En el proceso de la nueva izquierda hay un importante protagonismo de bases y mesas en los años ochenta y en la “refundación” de MORENA. Claudia Sheinbaum ha de demostrar que MORENA es algo más que un caudillo carismático y que la 4T es más que un relato exitoso -que yo compraría con reparos, la 4T es por ahora una recuperación de la 3T- un programa de transformación democrática del México actual. No es tarea fácil y no todo son luces en la gestión concreta.

Disculpad el rollo.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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