“Las elecciones del 9 de junio y sus consecuencias” por Ernesto Gómez de la Hera

La primera observación que se desprende de las recientes elecciones para el Parlamento Europeo, elecciones en las que apenas ha participado la mitad de los electores de los 27 países de la UE, es que el propio Parlamento y la Comisión van a seguir su camino as usual”. Es decir, la Comisión, designada por los gobiernos de los 27 y ratificada por el Parlamento, no ve en el resultado electoral ningún obstáculo para proseguir dictando sus Reglamentos y Directivas en el mismo sentido contrario a la ciudadanía europea y a sus, cada día más periclitados, derechos sociales y libertades cívicas. Todo ello junto al incremento del gasto militar y el belicismo al servicio de los intereses norteamericanos y a la colaboración con el genocidio que se desarrolla ante nuestros propios ojos en Palestina.

Los grupos parlamentarios europeos que mantienen el disfraz democrático de la UE entre Bruselas y Estrasburgo experimentarán un aumento numérico. Ya hace tiempo que el control de populares y socialistas hubo de ampliarse con liberales y verdes y ahora tendrán también el apoyo de esa ultraderecha con la que los grandes medios de manipulación de masas asustan a los electores, al tiempo que sus dueños pactan amistosamente con ellos. Una buena prueba de esto último es el papel desempeñado en la reciente reunión del G-7 por G. Meloni, la nueva amiga de Úrsula von der Leyen y entusiasta partidaria, desde que llegó a presidir el gobierno italiano, de todas las causas otanistas.

Ciertamente la ultraderecha no ha tenido el 9 de junio el éxito augurado y su aumento de votos y escaños ha sido limitado. Además seguirán divididos en el Parlamento Europeo, donde siempre han sido incapaces de aunarse en un único grupo. Tampoco los resultados han sido tan malos para los populares, que han crecido en 9 escaños, o para los socialistas, que solamente han perdido 4; aunque hay que observar que esta vez el PE tendrá 720 escaños, 15 más que el anterior. Sí que han bajado ostensiblemente los liberales de Renew (23) y los verdes (19). Y aquí entrarán en juego los más dúctiles de los ultraderechistas. Así pues es obvio que los eurócratas, una vez extraidas las oportunas conclusiones, van a pasar a repartirse el botín (los 27 puestos de la Comisión y las suculentas asesorías correspondientes) y a seguir con la agenda que describíamos en el primer párrafo.

Y sin embargo la verdad es que si leemos los resultados en profundidad nos daremos cuenta de que sí que pueden estar cambiando los tiempos, aunque no nos atrevemos a decir que vayan a cambiar a mejor. El Parlamento Europeo no dispone de ningún poder real, algo que es suficientemente conocido y motiva una buena parte del desapego electoral. Esto es así por cuanto la UE, más allá de los servicios que rinde a la “causa” imperialista occidental (léase EE.UU.), no tiene soberanía alguna, ya que esta sigue residiendo en los 27 estados que la forman. Y en algunos de estos sí que los resultados electorales del 9 de junio han causado un fuerte impacto. Impacto que va a producir unos efectos malos para los intereses de quienes mandan en la UE.

Desde luego no es así por lo sucedido en los estados más pequeños, cuyos resultados han sido perfectamente satisfactorios. Pero esos estados carecen de fuerza propia real, ya sea económica o política (por no hablar de la militar que, dado el actual belicismo de la UE, cada vez hay que tener más en cuenta). Unicamente Polonia, donde el partido de Tusk ha ganado al PiS (este ha perdido 5 escaños), puede ser considerado como una excepción en base a su potencia.

Ni Alemania, ni Francia, que siguen siendo el eje de la UE al ser los estados más fuertes, han tenido resultados satisfactorios para los eurócratas. La coalición gobernante alemana (la del semáforo) ha conseguido 31 escaños en total, perdiendo 11 (9 de ellos los han perdido los verdes). No han tenido más que 2 de ventaja sobre la CDU y no hace falta insistir en que el segundo partido en escaños ha sido AfD (15). Es claro que esto significa que el gobierno alemán tiene una grave avería. Avería que puede ensancharse más en las próximas citas electorales a las que están llamados este año unos cuantos länder”. En cuanto a Francia ya sabemos que el impacto se ha convertido en una seria crisis que afectará profundamente a su papel dentro de la UE y, por tanto, a esta misma. Después del 7 de julio puede haber un gobierno francés de izquierda. Ese posible gobierno sin duda sería muy timorato, tanto por sus divisiones internas ya vislumbradas en su programa electoral, como por tener en su seno a un oportunista político muy parecido a Macron (R. Glucksmann). Además, desde el inicio tendría que hacer frente a los ataques continuos del poder financiero (algo que ya ha empezado a suceder, apenas anunciada la constitución del nuevo Frente Popular), coordinados por el Banco Central Europeo y la propia UE. No cabe duda de que Francia es un bocado más difícil de masticar que Grecia, pero fuere cual fuere el resultado de la confrontación los efectos serían muy malos para eso que llaman proyecto europeo. Es seguro que quienes mandan en y sobre la UE prefieren el triunfo del RN, pero de producirse también afectaría fuertemente a la UE. Por un lado M. Le Pen, a diferencia de G. Meloni, no ha conseguido eliminar su “mancha” ultraderechista (su partido ni siquiera pertenece en el PE al mismo grupo que el de Meloni). Por otro más importante, ya que lo anterior se puede corregir rapidamente, la incorporación en pie de igualdad dentro de los parámetros de la UE de un gobierno francés del RN acabaría totalmente con ese pretendido cordón sanitario que publicitan casi todos los grandes medios de difusión en Europa. Y ello traería consigo un efecto dominó que arrastraría a otros países y eliminaría toda esa cantinela de la UE como defensora de los Derechos Humanos, la Libertad y la Democracia (si es que aún lo cree algún inocente viendo lo visto en Palestina).

Hasta aquí hemos tratado sobre las consecuencias generales europeas de las elecciones del 9 de junio. Incluso lo dicho sobre Alemania y Francia versa sobre como influirá en la UE, más que sobre lo que sucederá dentro de ambos estados. ¿Y sobre España, qué?

Lo cierto es que como corresponde al aldeanismo de la vida política española, siempre centrada en los asuntos de sus grupos y banderías, aquí estas elecciones se han reducido a una especie de plebiscito sobre el gobierno. Entendido así el marcador dice que se han elegido 30 eurodiputados de los grupos que votan con el gobierno y 31 de los contrarios (tenemos que recordar que respecto a las cuestiones europeas y mundiales candentes todos los 61 están de acuerdo, fuera de leves matices, en dejarlas en manos del centro imperial occidental al que pertenecemos). Pero como lo del plebiscito no es verdad, pues no ha sucedido nada y las cosas siguen su curso ordinario: Acoso y derribo por un lado y resistencia numantina por otro. De hecho en España están teniendo más consecuencias las elecciones catalanas del 12 de mayo que las europeas. No obstante cabe mencionar que, en las 4 semanas transcurridas de unas a otras, los únicos partidos que han aumentado sus votos en Cataluña son el PSOE y el PP. Y hay que mencionarlo por cuanto lo más probable es que en octubre vuelva a haber elecciones en Cataluña y eso sí que afecta a nuestros grupos políticos. Por eso todos ellos están intentando fingir que hacen todo lo posible para que no haya repetición, por más que unos cuantos la deseen, bien por contar mejorar sus resultados cara al gobierno nacional, bien por demostrar su absoluto dominio sobre sus competidores en la finca regional catalana.

Para finalizar queremos decir algo sobre el resultado de las fuerzas más a la izquierda. Oficialmente se dice que han pasado de 37 a 35, lo que representaría haber perdido 2 (recordemos que este PE tiene 15 diputados más), pero no es así. Los resultados de las fuerzas agrupadas en el llamado Partido de la Izquierda Europea PIE), no han sido buenos. El caso más claro es Alemania, donde Die Linke ha perdido 2 escaños y se ha quedado en 3, mientras la nueva Alianza Sarah Wagenknecht ha logrado 6 escaños, cuando tiene menos de un año de existencia. Y la ASW no forma parte del PIE, como tampoco forman parte de él los 7 eurodiputados comunistas electos, correspondientes a cinco partidos (a destacar el resultado en Chequia, con 2 elegidos comunistas y ninguno de la lista que representaba al PIE). Incluso en Austria, pese a que el KPÖ no ha logrado ningún escaño su resultado ha sido bueno lo que permite pensar que en las futuras elecciones austríacas pueda rentabilizar sus éxitos municipales de Graz y Salzburgo.

Seguramente esto se deba a la trayectoria última del PIE, que sólo se ha opuesto de boquilla a la deriva belicista y liberticida de la UE y que tampoco se ha destacado en las movilizaciones populares solidarias con Palestina. Al contrario ha actuado esos cinco partidos, así como la ASW alemana. De esto, de decir una cosa y colaborar gubernamentalmente con la contraria, sabemos mucho aquí. Lo malo es que no parece que la lección haya sido aprendida, pues todo lo que hemos visto en estos días son anuncios de cambios cosméticos. Así que seremos otros quienes tengamos que extraer las conclusiones necesarias y trabajar para levantar una fuerza que pueda emular lo que se está haciendo en Alemania. Lo del nuevo Frente Popular francés es producto de una situación diferente, aunque seguramente algunos pretenderán usarlo aquí para hacer nuevas llamadas a la unidad. Pero esas llamadas hechas por voces que ya han perdido toda credibilidad, no serían más que cantos de sirena.

Otras voces, estas no desacreditadas, están llamando a una unidad de la izquierda construida entre todos y sobre nuevas bases de acuerdo. No parece mala idea, si bien no parece que los personalismos reinantes vayan a permitirle mucho recorrido, lo que no significa que no se deba colaborar con ella si llegare el caso. De todos modos queremos terminar recordando que la mejor y más auténtica unidad es la que se construye en la lucha. Lo primero que hay que hacer es reforzar la movilización popular y unirla en torno a objetivos inequivocamente sociales y no meramente ideológicos. Es eso lo que permitirá avanzar, pues no hay que perder de vista que la base real, más que el acuerdo de las cúpulas políticas, que ha permitido el pacto de la izquierda francesa son luchas como la de los “chalecos amarillos” y, sobre todo, las del año pasado en defensa del sistema de pensiones públicas. Este es el camino que debemos seguir.

https://www.cronica-politica.es/las-elecciones-del-9-de-junio-y-sus-consecuencias/

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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