Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Prólogo del último libro de Borís Kagarlitsky.
2. Hamas y la izquierda occidental (con observación de José Luis Martín Ramos).
3. Más sobre la ley de agentes extranjeros en Georgia.
4. Boletín de arte del Tricontinental.
5. Todos salimos perdiendo.
6. Equilibrios en el precipicio.
7. Drones en África, 4.
8. Tierra vacía
9. General Intellect.
1. Prólogo del último libro de Borís Kagarlitsky
Ya os había pasado un fragmento del nuevo libro de Kagarlitsky, The long retreat, e insisto ahora con el prólogo escrito por el sudafricano Patrick Bond, que escribe además este artículo con algunas actividades para pedir la libertad del sociólogo ruso. Lo que me parece de toda justicia, independientemente de la manía antirusa de algunas corrientes izquierdistas de la que Bond es un claro ejemplo. https://znetwork.org/
La larga retirada: Estrategias para invertir el declive de la izquierda
By Patrick Bond May 30, 2024 Publicado originalmente por Z.
La larga retirada: Estrategias para invertir el declive de la izquierda
por Boris Kagarlitsky Prólogo de Patrick Bond
Pluto Press, pedir aquí:https://www.plutobooks.
Desde el comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania por Rusia en febrero de 2022, casi 20.000 rusos han sido detenidos por actividades antibelicistas y 1.000 juzgados, principalmente por cargos relacionados con el terrorismo, según el grupo independiente de derechos humanos OVD-info. Desde principios de año, las autoridades han calificado a 669 personas, sin juicio previo, de «extremistas y terroristas» en virtud de la legislación antiterrorista. Esto eleva el total a más de 14.000 desde 2014, el año en que Rusia comenzó a armar a las fuerzas separatistas en Ucrania y se anexionó Crimea.
Entre los más destacados se encuentra Boris Kagarlitsky, autor de un nuevo libro, La larga retirada. Además de poner en diálogo a pensadores rusos y occidentales, el académico-activista recurre a sus experiencias como disidente ruso desde los últimos días de la Unión Soviética en este detallado análisis de la estrategia de izquierdas. Como marxista, aborda ideas radicales como la Renta Básica Universal y la propiedad colectiva descentralizada, además de examinar ejemplos históricos y contemporáneos de revolución y disidencia, incluyendo la respuesta de la izquierda a la guerra de Ucrania.
Escrito justo antes del encarcelamiento de Kagarlitsky en 2023-24 , La larga retirada es un testimonio de la literatura rusa subversiva. En él se plantea si la izquierda puede dejar de lado su sectarismo paralizante y sus ideas de pureza ideológica para transformar la sociedad en beneficio de la clase trabajadora mundial. Kagarlitsky cree que sí, siempre y cuando no tema analizar críticamente sus propias ideas y acciones.
El miércoles 5 de junio, Kagarlitsky y su equipo jurídico presentarán un recurso ante la Sala Militar del Tribunal Supremo, solicitando la anulación de una condena de cinco años en una colonia penal del noroeste de Rusia. Se puede firmar una petición para liberarlo aquí: https://www.change.org/p/free-
Dos eventos en línea contemplarán las contribuciones de Boris. En primer lugar, el domingo 2 de junio se celebrará en Moscú un «Diálogo con Kagarlitsky», en reconocimiento de su encarcelamiento y su vista judicial del 5 de junio, organizado en línea por Rabkor: https://rabkor.ru/ Es imprescindible confirmar la asistencia, aquí:https://forms.gle/ Según Rabkor, «a pesar de que Boris Kagarlitsky es un destacado científico, sociólogo, politólogo e historiador ruso, reconocido no sólo por la comunidad científica internacional sino también por los delegados de los países BRICS, Boris está actualmente encarcelado por cargos políticos de «justificación del terrorismo». Creemos que es importante actualizar sus escritos entablando un diálogo extramuros con él, para mostrar solidaridad y recordar el destino del científico en previsión de la vista de apelación del 5 de junio. Ese diálogo se basa en recordar los años 90, una época en la que, tras el colapso de la URSS, se decidió el destino de Rusia para muchos años. A través de sus aportaciones, aprenderemos de Boris: ¿Cómo fueron esos años 90?; ¿Cómo se produjeron los procesos de transformación?; ¿Es el sistema actual una negación o una continuación de los años 90?; Y, lo que es más importante, ¿A qué tipo de futuro aspiramos, dada la experiencia de este periodo? La reunión incluirá un debate entre Boris Nadezhdin y Alexei Safronov. Se presentarán ponencias científicas de estudiosos como Alexander Shubin, Anna Ochkina y Pavel Kudyukin. La reunión tendrá lugar el 2 de junio a las 12.30, hora de Moscú.
En segundo lugar, el 13 de junio, el Centro para el Cambio Social de la Universidad de Johannesburgo acogerá una reseña y debate híbridos sobre el libro The Long Retreat: Estrategias para invertir el declive de la izquierda. Únase a nosotros aquí:https: //us02web.zoom.us/j/
Únase a nosotros y firme la petición aquí.
Prólogo de La larga retirada de Kagarlitsky por Patrick Bond
Boris Yulyevich Kagarlitsky ha tenido una época tórrida con el notorio régimen carcelario de Rusia, la más reciente el 13 de febrero de 2024, cuando los fiscales aliados con una facción del Kremlin lo volvieron a encarcelar por un período de cinco años, aunque, insiste, no tan severa como la tortura sistémica sufrida por el difunto líder de la oposición liberal Alexei Navalny, asesinado el 16 de febrero en la colonia penal del Círculo Polar «Lobo Polar». Desde principios de la década de 1980, Boris ha sido procesado en repetidas ocasiones por expresar ideales de izquierdas.
Boris fue encarcelado en julio de 2023 cuando iba a recoger a su esposa al aeropuerto, acusado de «apología del terrorismo». Fue enviado a una prisión en la ciudad noroccidental de Syktyvkar, lejos de su base en Moscú, antaño sede de los gulags de la era soviética. Su delito, cometido diez meses antes, fue expresar un descarado análisis de la guerra de Ucrania a través de un chiste flojo (confeso) sobre Mostik, un gato callejero que era la mascota de los trabajadores de la construcción de un puente recién construido que unía la Rusia continental con Crimea.
Pero el puente fue bombardeado por fuerzas ucranianas o aliadas en octubre de 2022. Como recuerda: «Justo en vísperas de ese ataque, se difundieron en las redes sociales rusas los deseos de felicitación del gato Mostik al presidente Putin […] Bromeé diciendo que había actuado como un provocador con sus felicitaciones». Como bien sabía Boris, «por desgracia, Leviatán no tiene sentido del humor. Tuve que pasar cuatro meses y medio en una celda».
Sin embargo, tras la presión local e internacional -y en medio de incomprensibles giros dentro de facciones rivales de la burocracia de seguridad rusa- fue liberado, tras pagar una multa de 600.000 rublos (6.700 dólares; 5.250 libras) recaudados en un día entre sus seguidores a través del canal de YouTube Rabkor. La historia es algo que sólo él puede contar, armado con su famoso ingenio seco y su optimismo: La fiscalía declaró que la broma sobre el gato Mostik se hizo «para desestabilizar las actividades de los organismos gubernamentales y presionar a las autoridades de la federación rusa para que pusieran fin a la operación militar especial en el territorio de Ucrania». Mientras estaba entre rejas, en el exterior se desarrollaba una campaña de solidaridad en la que participó mucha gente en Rusia y en todo el mundo. Además, parece que a los dirigentes del Kremlin les impresionó especialmente el hecho de que una parte significativa de las voces en mi defensa procedieran del Sur Global. En el contexto de la confrontación con Occidente, los gobernantes rusos intentan erigirse en luchadores contra el neocolonialismo estadounidense y europeo, por lo que las críticas contra ellos expresadas en Brasil, Sudáfrica o la India fueron recibidas con vejación.
Junto a tantos otros de la izquierda internacional, hubo de hecho sudafricanos próximos al Partido Comunista de Sudáfrica que añadieron presión, camaradas con los que Boris normalmente discrepará en la mayoría de las cuestiones de principios, análisis, estrategias, tácticas y alianzas, ya que el baile Habla-Izquierda, Camina-Derecha no es algo que tolere.
Sin embargo, lo que se hizo evidente a partir del episodio no fue sólo la facilidad con la que podía llevar a cabo investigaciones sociológicas sobre las situaciones a las que se enfrentaban sus compañeros de prisión. También quedó clara su inexorable popularidad, derivada de su postura antibelicista, tanto entre una nueva generación de rebeldes rusos como en el seno de una izquierda independiente internacional que, durante al menos cuarenta años, ha buscado en Boris la claridad socialista dentro y fuera de su país.
Pero en un panorama político-ideológico extremadamente complicado, en el que incluso en algunos circuitos de la izquierda no se critica la invasión de Ucrania, Boris atrajo un amplio ámbito de solidaridad, por ejemplo cuando la economista geopolítica Radhika Desai, residente en Manitoba , hizo unllamamiento en persona a Vladimir Putin durante una conferencia del Club Valdai en octubre de 2023: También nos encontramos en un pequeño dilema porque no estamos de acuerdo con la postura que ha adoptado nuestro querido amigo [Boris]. Pero también recordamos lo mucho que hemos aprendido de su formidable conocimiento de la historia de Rusia y de su formidable compromiso con Rusia. Así pues, sólo le pedimos que se interese personalmente por este caso.
Respuesta de Putin: «Sabe, para ser sincero, no sé realmente quién es este Kagarlitsky, así que mi colega aquí [Fyodor Lukyanov] incluso tuvo que informarme al respecto. Tomaré la carta que me ha firmado, la leeré y le daré una respuesta. Se lo prometo».
De hecho, era al menos la segunda vez que Putin respondía a preguntas sobre el caso Kagarlitsky, y seguía sin saber de qué iba el asunto. No se dio ninguna respuesta a Radhika Desai ni a otros miembros del Club Valdai que firmaron la carta. Sin embargo, diez semanas después, cuando los rumores sobre la supuesta muerte de Putin circulaban ampliamente por Rusia, Boris fue puesto en libertad brevemente, aunque con restricciones a su libertad de expresión.
Dos meses más tarde, maniobras burocráticas kafkianas provocaron su reingreso en prisión. Sorprendentemente, conservó un espíritu de lucha optimista, enviando un mensaje a Telegram: «Sigo recopilando datos y materiales para nuevos libros, incluidas descripciones de la vida en prisión, ahora en instituciones moscovitas. En fin, ¡hasta pronto! Estoy seguro de que al final todo irá bien. Nos volveremos a ver tanto en el canal como en persona. Sólo tenemos que vivir un poco más y sobrevivir a este periodo oscuro para nuestro país».
La conciencia de su difícil situación volvió a surgir en todo el mundo, aunque pronto se viera eclipsada por el asesinato de Navalny, recordó la Directora Internacional para Rusia, Natalia Zviagina: Esta condena, y el carácter cerrado de su juicio, constituyen otro crudo ejemplo del trato que reciben los disidentes políticos en Rusia. Se trata de un ataque abierto a la libertad de expresión con el objetivo de acallar las voces críticas mediante el miedo y la represión. Este caso no es un incidente aislado, sino parte de un esfuerzo más amplio y sistemático por sofocar a la oposición y controlar lo que se puede y no se puede decir en Rusia.
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Boris ha dirigido durante mucho tiempo el Instituto de Estudios sobre Globalización y Movimientos Sociales, cuyo destino también pendía de un hilo debido a las periódicas medidas represivas de Putin y a la designación del Instituto como «agente extranjero» (gracias a subvenciones concedidas principalmente por la fundación Rosa Luxemburg). Fue clausurado en 2022 tras no poder pagar las severas multas que le imponían periódicamente burócratas hostiles. Anteriormente, Boris había formado parte del profesorado de la Universidad Estatal de Moscú, la Escuela de Ciencias Sociales y Económicas de Moscú y el Instituto de Sociología de la Academia Rusa de las Ciencias.
Pero fue a través de los activistas de la justicia global, a partir de cuando organizó una sesión en Moscú en 1999 paralela a la Organización Mundial del Comercio de Seattle, que muchos más llegaron a conocer la amplitud con la que podía aplicar el análisis de clase.
En Sudáfrica, oiríamos hablar de su valentía al decir la verdad al poder a principios de los años ochenta. Durante sus estudios de crítica teatral en el Instituto Estatal de Arte Teatral, fue expulsado por disidente. Editó revistas samizdat, lo que provocó su detención en 1982 (y su estancia más larga en la cárcel), seguida de un indulto oficial en 1983.
Cinco años más tarde, su libro The Thinking Reed ganó el Deutscher Memorial Prize, el más prestigioso de los premios literarios progresistas internacionales. A principios de la década de 1990 militó en el Partido Laborista (incluso ganó un cargo electoral municipal en Moscú), pero en octubre de 1993, la oposición de Boris a la toma de poder inconstitucional del régimen de Yeltsin provocó otra detención, y su inmediata liberación tras las protestas internacionales.
La visita de Boris en 1995 a una Sudáfrica que entonces acogía a decenas de celebridades de izquierdas, tras la liberación de Nelson Mandela de la cárcel, dejó una gran impresión en muchos de nosotros. Tuvimos muchas interacciones en los años siguientes, especialmente cuando Boris empezó a considerar el movimiento por la justicia global como su hogar internacional natural.
Publicó (a menudo con Pluto Press) diversos libros influyentes sobre política rusa e internacional. Entre estos últimos figuran dos obras coeditadas, Globalization and Its Discontents, de 1997, y The Politics of Empire, de 2004. Entre los libros sobre la situación mundial de los que es autor en solitario figuran un trío en 1999 -Nuevorealismo, nueva barbarie; El retorno del radicalismo; y El crepúsculo de la globalización-, seguidode De los imperios al imperialismo en 2014, y Entre clase y discurso en 2020.
Boris disfrutó de una beca de larga duración en el Transnational Institute de Ámsterdam, que comenzó en 2000. Desempeñó un papel de liderazgo en las protestas contra Putin en 2011-2012, pero se produjo un cambio de perspectiva cuando el G20 se celebró en San Petersburgo a mediados de 2013. Muchos aliados internacionales (yo incluido) asistieron a la contracumbre que organizó su instituto, pero la financiación aportada por una facción del Estado de Putin puede haber disuadido a los asistentes locales, ya que el interés por el evento fue escaso.
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Este período, de 2013 a 2017, fue uno en el que Boris fue etiquetado como un «Putinista rosa», injustamente me parece, pero no sin contradicciones que vale la pena recordar. Tras el levantamiento popular del Maidán de 2014 en Kiev contra el líder pro-Putin Víktor Yanukóvich -aunque facilitado por Washington con todo tipo de rasgos conservadores-, Boris se sintió fascinado por la oportunidad de lo que él veía como una rebelión de los trabajadores de Donbás y una escisión del Estado ucraniano, por el autogobierno y la política social radical.
Sin embargo, secuestrado por los aliados de Putin en el este de Ucrania, el experimento terminó muy pronto. En las páginas siguientes, nos enteramos de que, «Al apoyar las repúblicas populares que se proclamaron en Donetsk y Lugansk, los gobernantes del Kremlin estaban principalmente interesados en garantizar que las protestas de los ciudadanos descontentos del sureste de Ucrania contra las nuevas autoridades de Kiev no se convirtieran en una revolución social. Los líderes de mentalidad radical de la revuelta fueron casi todos asesinados o excluidos de la dirección del movimiento.»
Se vislumbraba otra fuerza, como Boris había reconocido en Links en agosto de 2014: «A lo largo de varias semanas, toda la dirección de las repúblicas de Donetsk y Lugansk ha sido sustituida de hecho. El acontecimiento más trascendental, e inesperado, ha sido la destitución del líder militar de las milicias, Igor Strelkov […] un evidente acto de venganza por parte de esas mismas fuerzas del Kremlin a las que [Strelkov] había infligido una grave derrota política a principios de julio.»
Boris reconoció las «simpatías por la monarquía prerrevolucionaria y la nostalgia por el imperio ruso» de Strelkov, como escribió en su momento, pero le impresionó más la base de masas, por ejemplo «milicianos de base que exigían que se pusiera en práctica la consigna de ‘repúblicas sociales’ que se había proclamado en Donetsk y Lugansk, que se nacionalizaran las propiedades de los oligarcas […] Se aprobó una ley que anulaba la comercialización de la sanidad que habían iniciado los anteriores dirigentes».
El levantamiento obrero de Donbás fue pronto reprimido, pero Boris fue acusado por aliados progresistas de apoyar injustificadamente las apropiaciones de tierras ucranianas por parte de Rusia, incluida Crimea. Sin embargo, Kagarlitsky nunca se puso del lado de Strelkov, quien más tarde llamó a Boris su enemigo más respetado. Boris y sus camaradas apoyaron a la milicia izquierdista de Aleksey Mozgovoy (más tarde fue asesinado, al parecer por las fuerzas especiales de Putin o por mercenarios del Grupo Wagner).
Por su parte, Strelkov fue un socio incómodo para el Kremlin. Posteriormente fue condenado por un tribunal holandés por derribar el avión de Malaysia Airlines que sobrevolaba el sureste de Ucrania a mediados de 2014, matando a los 298 pasajeros y a la tripulación. Siendo el más destacado crítico populista de derechas de Putin, Strelkov fue detenido a mediados de 2023, pocos días antes que Boris, lo que llevó a sospechar que el Kremlin estaba intentando hacer equilibrios con el encarcelamiento.
La situación en ese momento era extremadamente fluida, con Putin obviamente sintiéndose más vulnerable que nunca, tras haber sido desinvitado de la cumbre anual Brasil-Rusia-India-China-
El mes anterior, el líder del Grupo Wagner, Evgeny Prigozhin, intentó su propio cuasi-golpe contra las élites militares del Kremlin. El 23 de agosto, justo cuando comenzaba la cumbre de los BRICS en Johannesburgo, Prigozhin murió al explotar misteriosamente su avión entre Moscú y San Petersburgo.
Hasta qué punto Boris se había distanciado del nacionalismo ruso quedó claro a través de su papel tanto en la revuelta bielorrusa contra Lukashenko de 2020-2021 como en el activismo pro-Navalny de principios de 2021. A principios de 2022, se convirtió en uno de los más críticos con la invasión de Ucrania.
Lo supimos cuando Johannesburgo acogió en agosto de 2023 la cumbre de los BRICS y Boris fue invitado a pronunciar el discurso de apertura del taller «Los BRICS desde abajo» en el Centro para el Cambio Social de la Universidad de Johannesburgo. Aceptó hablar por videoconferencia, pero no acudir en persona, por temor a no ser readmitido en su país. La conferencia no pudo celebrarse porque, un mes antes de la reunión de los BRICS, Boris fue condenado a una pena de cárcel que algunos observadores temían que durara siete años.
Lo que habíamos anticipado escuchar de Boris, como ocurrió periódicamente en tales sesiones que se remontan a su propia acogida en Moscú de los disidentes de los países BRICS en 2012, era una sensación de lo débiles que nos parecían entonces no sólo los gestores capitalistas globales, sino también las versiones BRICS -incluidos los que en Moscú promovían la deseada agenda de desdolarización de Rusia (frustrada en Johannesburgo por las fuerzas conservadoras dentro de la élite financiera de los BRICS). Pero lo que leerás en La Larga Retirada es probablemente la explicación más convincente de por qué, junto al imperio del capital, han sido nuestras oposiciones de izquierda internacionales y locales las que se han debilitado mucho más rápidamente desde la década de 1970.
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Las condiciones en las que Boris escribía, antes de su detención, proporcionaban una mayor confianza en el desmoronamiento de las élites, que se remonta quince años atrás a la crisis financiera mundial catalizada por las apuestas hipotecarias de Estados Unidos que se torcieron en 2007, extendiéndose rápidamente por los especulativos mercados inmobiliarios europeos y luego por todo el mundo, requiriendo un arreglo financiero del G20. Desde entonces, insiste, el capitalismo global «ha sido incapaz de restaurar su proceso ‘normal’ de reproducción», dado que todo tipo de trucos para imprimir dinero, tipos de interés artificialmente bajos y deudas crecientes impidieron que la burbuja de sobreacumulación de capital estallara, como todos temían que ocurriera a principios de 2009. Pero, advierte Boris, «por desgracia, al mismo tiempo que la insatisfacción pública con el capitalismo en todo el planeta ha alcanzado una escala sin precedentes, el movimiento de izquierda ha terminado en el punto más bajo de toda su historia». Si esto no es cierto en el plano organizativo, sin duda lo es en el plano ideológico y moral».
Esa debilidad no sólo permite a las fuerzas populistas de derechas fusionar agravios económicos y políticas culturalmente reaccionarias, sino que al mismo tiempo, según Boris, da mayor rienda suelta a las élites corporativas «para recortar, y si es posible acabar del todo, con la participación de las masas en la política, preservando al mismo tiempo las instituciones formales del parlamentarismo, las elecciones libres y otras conquistas de la democracia liberal. Esta tarea se logró mediante la combinación de reformas de mercado con la adopción tecnocrática de decisiones supuestamente demasiado complejas para ser comprendidas por los votantes ordinarios.»
La campaña para liberar a Boris Kagarlitsky está en pleno apogeo tanto en Oriente como en Occidente.
Con esta fuerza emanando de los centros corporativos de poder en Nueva York, Londres, París, Frankfurt y Tokio, la resistencia en estos sitios ha sido tímida, y la apacible intelectualidad occidental decepciona continuamente. El trabajo de un destacado historiador holandés refleja «el callejón sin salida moral y metodológico en el que ha acabado el movimiento de izquierdas a principios del siglo XXI», gracias en parte a «la época del posmodernismo, cuando una visión integrada del mundo es sustituida por un pastiche asistemático de ideas, de conceptos fragmentarios y de imágenes arbitrariamente ensambladas».
Por el contrario, en La larga retirada encontrará un análisis socialista sistemático, que incluye importantes autocríticas de los legados soviéticos: «tras el colapso de la URSS, cuando el movimiento comunista mundial ya no poseía ningún punto de unión ni directrices compartidas (aunque sólo fueran negativas), se vio en una situación de «cada uno a lo suyo», y se desmoronó rápidamente. La inflexibilidad organizativa y política se había convertido en una fragilidad atroz».
Ese estado de fragilidad degeneró aún más, dejando espacio para que los populistas de extrema derecha se alzaran con críticas a las élites «globalistas». En Rusia, Boris ha estado escribiendo en un contexto en el que, como dijo a Federico Fuentes de Links a mediados de 2022, «se hacen todo tipo de declaraciones racistas y fascistas en los canales estatales. Es una avalancha absolutamente increíble de agresividad, xenofobia y odio».
Demostrando su punto de vista a finales de 2023, Serguéi Lavrov ofreció esta extraordinaria declaración a RT: «Los objetivos declarados por Israel para su operación en curso contra los militantes de Hamás en Gaza parecen casi idénticos a los planteados por Moscú en su campaña contra el gobierno ucraniano […] tenemos que tener muy en cuenta nuestra historia común con Israel y, sobre todo, la historia de la lucha contra el nazismo. Esto es lo principal que nos une históricamente». Según el analista palestino Ramzy Baroud, esta comparación fue «extraña y muy ofensiva, por no decir otra cosa», pero ofrece una muestra de los tiempos ideológicamente surrealistas que padecemos.
La «Carta desde la cárcel» de Boris poco después de la detención de julio de 2023 era filosófica: «No es la primera vez en mi vida. Estuve encerrado bajo Brezhnev, golpeado y amenazado de muerte bajo Yeltsin […] En los 40 y pico años transcurridos desde mi primera detención, he aprendido a ser paciente y a darme cuenta de lo voluble que es la fortuna política en Rusia».
La nueva detención, el 13 de febrero, lo confirmó. Dejando a un lado los debates sobre su posicionamiento en Rusia a mediados de la década de 2010, el análisis internacional de Boris no ha sido voluble en todos estos años. La humildad necesaria hoy se resume en el consejo de este libro: «en circunstancias cambiantes, la izquierda debe aprender a retroceder, sin sucumbir al pánico ni perder los nervios, y debe reagrupar sus fuerzas para prepararse para nuevas batallas».
Somos terriblemente afortunados de que Boris haya actualizado su crítica de la economía política y de la política con la gracia y la pasión por las que este gran sociólogo ha sido respetado durante tanto tiempo, y esperamos con la mayor impaciencia su eventual liberación de otra condena inmerecida en una cárcel rusa.
2. Hamas y la izquierda occidental
Para el autor la división principal en Palestina no es ahora entre izquierda y derecha, sino entre resistencia y colaboración. Y la izquierda occidental debería apoyar la primera. https://mondoweiss.net/2024/
La cuestión de Hamás y la izquierda
La izquierda debe enfrentarse a este hecho básico. No se puede reivindicar la solidaridad con Palestina y descartar, pasar por alto o excluir a Hamás.
Por Abdaljawad Omar 31 de mayo de 2024 3
Recientemente ha aparecido una serie de artículos que critican a la izquierda occidental por «celebrar» a Hamás. La mayoría de estas críticas afirman que reducir el apoyo a la resistencia palestina a apoyar a Hamás es hacer un flaco favor a los palestinos porque los palestinos representan una multiplicidad de voces con diferentes disposiciones políticas. En cambio, estos argumentos piden a la izquierda occidental que tenga en cuenta la complejidad y diversidad de la política palestina.
El artículo de Bashir Abu Menneh en Jacobin, «The Palestinian Resistance Isn’t a Monolith» (La resistencia palestina no es un monolito), reprende lo que, según él, es la celebración por parte de la izquierda de un movimiento «socialmente regresivo» como Hamás, en un artículo que parece más una crítica oculta de la propia resistencia armada que de Hamás. Matan Kaminer escribió una respuesta a un artículo de Andreas Malm, ambos publicados en el blog de Verso, en el que afirma que el «movimiento de solidaridad global debe comprometerse con la diversidad de la política palestina», y en el que discrepa de fuerzas «contrasistémicas» como Hamás que carecen de una agenda de izquierdas. En Boston Review, Ayça Çubukçu respondió al artículo de Jodi Dean, «Palestina habla por todos«, debido a la sugerencia de Dean de que el movimiento de solidaridad global debería estar al lado de la izquierda organizada en Palestina en apoyo de la actual dirección de Hamás para la lucha por la liberación.
Por supuesto, es imperativo prestar atención a la política palestina, a su historia y a sus condiciones y multiplicidad actuales. De hecho, a pesar del número relativamente pequeño de palestinos, y a pesar de que Palestina entre el río y el mar es una pequeña geografía plagada de terrenos muy disputados, se puede encontrar una miríada de palestinos que se hacen eco de cualquier número de fantasías o ideologías sobre el conflicto -incluidos palestinos que afirman de buen grado la ideología sionista.
Pero, curiosamente, esto es en lo que se equivocan los críticos de izquierdas occidentales de Hamás. No comprenden que la diversidad de la sociedad y la política palestinas se traduce también en actitudes divergentes hacia la resistencia al colonialismo. Aunque piden una comprensión matizada de la política palestina, esa matización no se extiende a la comprensión de las dinámicas y fuerzas que motivan y rehúyen (o se oponen activamente) a la resistencia anticolonial.
Esta ignorancia de la política palestina es casi voluntaria. Alberga una secreta hostilidad hacia la resistencia -especialmente hacia la resistencia armada- pero afirma oponerse a Hamás por motivos totalmente distintos, quizá ideológicos. Sin embargo, para comprender realmente la dinámica intrapalestina y desentrañar el «monolito», tenemos que entender realmente cómo han evolucionado las fuerzas políticas palestinas con respecto a la idea misma de resistencia en primer lugar.
Geografía fragmentada, política fragmentada
Los palestinos están sometidos a diversas divisiones meticulosamente elaboradas por Israel. De hecho, sería muy sorprendente que los palestinos estuvieran unificados cuando sus vidas cotidianas son tan radicalmente diferentes: están dispersos por todo el mundo y sometidos a diversas modalidades gubernamentales y de control israelí. Estas divisiones no son sólo geográficas, sino que también conllevan diferentes niveles de privilegio y exclusión impuestos por el Estado colonial. Hablo de Gaza, Cisjordania, Jerusalén, los territorios de 1948 y la diáspora.
Además, esta fragmentación radical ha llevado a muchos palestinos a empezar a cuestionarse la noción misma de nuestra unidad como pueblo, ponderando si la discrepancia en la capacidad de resistencia de los palestinos es un signo del peso de las divisiones geográficas y de los diversos gobiernos coloniales después de 75 años.
La guerra genocida en Gaza puso de manifiesto el simple hecho de que los palestinos en sus diferentes localidades -aparte de Gaza- han sido incapaces de acumular poder, idear nuevas tácticas, forjar nuevas organizaciones o construir un nuevo edificio intelectual y material para hacer frente al desafío que el colonialismo de los colonos plantea al pueblo palestino en todas partes. Nada aclara más este fracaso que el miedo paralizante que se ha apoderado de la sociedad palestina fuera de Gaza y de algunas de las articulaciones más avanzadas de la lucha y los nuevos modos de resistencia que han surgido en la última década, incluida la primacía de tácticas como los actos atomizados de resistencia en Cisjordania y la Palestina del 48 y la proliferación de zonas de autodefensa armada en el norte de Cisjordania.
Esta multiplicidad no es simplemente una función de las variadas ideologías políticas entre los palestinos que caen bajo diferentes modos de control estructural. Más bien, estalla en el tejido mismo de la psique palestina individual. Se desarrolla un intenso diálogo interno en el que los palestinos se debaten entre el potencial radical de la resistencia y su temor visceral a la implacable fuerza militar israelí. Considérese la paradoja entre el deseo de liberación y el miedo atroz a que cualquier perturbación de la vida cotidiana -incluso causada por la resistencia- pueda deshacer la frágil apariencia de normalidad. Este es el verdadero escenario de la lucha ideológica, no sólo en la esfera pública sino también a nivel individual, donde la sublime posibilidad de la libertad se enfrenta a la traumática realidad de la aniquilación potencial por parte de una maquinaria militar superior.
Cada fuerza, con sus propias exigencias, empuja a los palestinos hacia un abanico de opciones existenciales: revolución o resignación, emigración o constancia, borramiento simbólico o afirmación plena de la identidad mediante actos de sacrificio. Este silencioso diálogo interno se manifiesta en diversas articulaciones políticas: en la oscilación entre la postura del intelectual y mártir Bassel Al-Araj, que declaraba que «la resistencia siempre tiene eficacia en el tiempo», y la resignación más cínica que implican posturas como las de Mahmud Abbas, que proclama «¡viva la resistencia, pero ya está muerta y hay que matarla dondequiera que reaparezca!».
Pero no nos engañemos. La maquinaria ideológica vinculada a la Autoridad Palestina que reclama un acceso sin intermediarios a la «realidad desnuda» opera precisamente negando su propia ideología. Se jactan de ver el mundo sin anteojeras ideológicas, afirmando que su claridad requiere forjar un sistema político autoritario que considere la resistencia al colonialismo como una «farsa» y la cooperación con el colonizador como un imperativo «sagrado». Esta postura realista-pragmática conduce ostensiblemente a los palestinos hacia una especie de negación: un autodescartamiento simbólico, político y material, pero enmascarando astutamente este borrado mediante pretensiones de representación política y establecimiento de un Estado.
Mientras tanto, la clase dominante, en su ansia de continuidad y control, perpetúa un «realismo político» que pasa convenientemente por alto sus propios prejuicios sociales y de clase. Se beneficia una estrecha élite de entre los colonizados. El objetivo último de este pragmatismo es crear una realidad en la que la propia noción de resistencia se pierda en los anales de una realidad comprometida. Pero no es más que una retórica sofisticada que justifica la seguridad y la alianza económica con un régimen colonial de colonos que sustituye a los colonizados por los colonizadores.
El resultado es un continuo en la política palestina con distintas disposiciones hacia la resistencia. Podríamos imaginar figuras como Mahmud Abbas y Mansour Abbas en un extremo del espectro, y formaciones políticas como la Yihad Islámica y Hamás en el otro, sin apenas ninguna fuerza política seria en el medio.
Lo que todo esto nos dice es que la principal línea divisoria entre las facciones políticas palestinas no es el cisma entre laicismo e islamismo, la lucha por agendas socioeconómicas divergentes o los méritos de una táctica concreta al servicio de la liberación. Todas esas son cuestiones importantes por derecho propio, pero lo que realmente está causando una fractura en la arena política palestina es el abismo entre una política de desafío crudo y una política de acomodación, cooperación y colaboración.
En última instancia, la búsqueda quijotesca de la izquierda occidental de una alternativa progresista laica a Hamás pasa por alto un hecho simple: en esta coyuntura histórica concreta, las fuerzas políticas que siguen manteniendo y liderando un programa de resistencia no son de la izquierda laica.
Nada de esto es casual. Israel y sus aliados cultivan y moldean meticulosamente un liderazgo palestino que se alinea con sus ambiciones coloniales, al tiempo que detienen, intimidan y asesinan a los alternativos.
Esto tampoco es inusual en los movimientos anticoloniales, y ser miembro de los colonizados no te confiere automáticamente fidelidad al esfuerzo anticolonial. En Palestina, un siglo de colonialismo ha creado muchas distorsiones en el cuerpo político palestino, transformando a la antaño revolucionaria OLP en un régimen similar al de Vichy que mata a la nación en nombre de la nación. Otros palestinos han adoptado nuevas afinidades e identidades, incluida la identificación con Israel (en la medida en que es posible identificarse con una entidad cuya principal característica es el supremacismo judío). La historia nos ha enseñado que hay casos en los que la gente también luchará por su servidumbre, y no hace falta mirar más allá de figuras como Joseph Haddad y Mosab Hassan Yousef para entender lo que eso significa.
Sin embargo, hay una lucha más profunda en juego: Los palestinos llevan mucho tiempo luchando no sólo para que se reconozca su difícil situación, sino fundamentalmente para que el mundo reconozca la necesidad imperiosa de resistir. Esta necesidad de resistir y el derecho a dicha resistencia se vuelven aún más críticos en un contexto global en el que se manipula la narrativa de la resistencia palestina, que se utiliza cínicamente para justificar y legitimar el asalto de un siglo de Israel a la existencia y la agencia palestinas. Es un escenario perverso en el que el acto de resistencia, esencial para la supervivencia y la posibilidad de justicia, se tergiversa para justificar la opresión que pretende superar.
Hamás es un espantapájaros fácil aquí. Es un grupo político islamista que centra su política en el desafío e impulsa una agenda social que pretende reconstituir al sujeto palestino. Los críticos de la resistencia pueden señalar fácilmente las deficiencias de la perspectiva socioeconómica de Hamás o burlarse de su programa «socialmente regresivo». Pero en realidad no están interesados en socavar la agenda social de Hamás. En realidad, quieren socavar o distanciarse de la forma de resistencia que Hamás eligió seguir. Pero muchos de los críticos de Hamás no ofrecen nada en su sistema de alianzas, en sus formas de lucha o incluso en su producción intelectual que pueda igualar su labor de acumulación de poder en la Franja de Gaza y su apertura de una caja de pandora estratégica que ha desbordado y deformado el régimen colonial, proporcionando un momento histórico que incluye entre sus muchas posibilidades el potencial para la liberación palestina.
La política de «Muzawada
«Muzawada» es un término del léxico político árabe que podría traducirse crudamente como «partidismo político». Tiene una larga tradición como herramienta de menosprecio entre rivales políticos y, en la práctica, su función principal ha sido difamar y desmoralizar al competidor político exponiendo su hipocresía, su discurso poco realista o su incapacidad para traducir la retórica en acción. El intelectual marxista sirio Elias Murkus puso el ejemplo de cómo los baazistas sirios emplearon la muzawada para socavar a Jamal Abdul Nasser en la década de 1960, señalando el abismo existente entre su retórica y sus acciones en relación con la liberación de Palestina. Pero Murkus señala que este menosprecio no procedía tanto de una preocupación genuina por la liberación palestina como del deseo de erosionar la influencia carismática de Nasser dentro de Siria y Líbano.
En este contexto, no es de extrañar que Palestina aparezca históricamente como el principal escenario de este tipo de «pujas» políticas o «rivalidades» en el panorama político árabe. Lo más importante es que la muzawada no se limita a las justas retóricas, aunque históricamente se haya utilizado así. En Palestina, la muzawada evolucionó de la puja retórica a la «puja actualizada» en la década de 1990, en la que las facciones políticas competían entre sí por la capacidad de crear y actualizar la resistencia.
Estas dos manifestaciones -la muzawadaretórica y la actualizada-son fundamentales para entender las rivalidades políticas internas palestinas. Durante la Segunda Intifada, la aparición de la figura del «istishhadi» fue una de esas formas de superación actualizada, ya que trascendía al tradicional «fida‘i».El fida‘i era una figura de abnegación que se enfrentaba al enemigo pero podía regresar a su base, mientras que el istishadi encarnaba la abnegación del combatiente que no pensaba regresar a su base, sino que mata y muere, convirtiéndose así en mártir.
La aparición de esta nueva fuerza contrahegemónica en el cambio de siglo, en gran medida por iniciativa de Hamás y la Yihad Islámica, supuso la reformulación de la resistencia mediante la creación de nuevas modalidades de oposición y una nueva figura de sacrificio para la resistencia.
En la Segunda Intifada, «superar» significaba superar al rival político mediante operaciones de resistencia actualizadas. Esta forma de competencia interna veía la labor de resistencia como un medio de dirigir las quejas políticas internas hacia el colonizador. Las facciones palestinas estaban unificadas en la dirección de sus acciones políticas, pero también competían por superar a sus rivales mediante la realización de diferentes actos de resistencia.
Sin embargo, la naturaleza actual de la desunión en Palestina no es una forma de puja similar a la Segunda Intifada y no se basa en la idea de superar al rival interno. Se trata más bien de una desunión que surgió una vez que la AP elevó la cooperación con Israel a lo «sagrado» y consideró la continuación de la resistencia como una farsa. En el otro extremo de esta desunión, Hamás y la Yihad Islámica surgieron como las fuerzas más proactivas que lideraban formas organizadas de resistencia. La división adoptó formas geográficas, ideológicas y políticas.
En esta forma de puja, una de las partes de la ecuación política empleó la respuesta militarista de Israel a la resistencia para afirmar: «¿Ves? Esto es lo que pasa cuando te resistes». Suspende la búsqueda de una política de desafío y, de hecho, aboga por la parálisis política, la inmovilidad y la acomodación de Israel a expensas de la capacidad de resistencia a largo plazo de los palestinos.
Dentro de este telos, han surgido tres respuestas palestinas de izquierda. La primera es una izquierda que se casa con la Autoridad Palestina y la clase compradora sobre la base del «laicismo» y como resultado de su debilidad organizativa, por ejemplo, el Partido Popular Palestino (antiguo Partido Comunista). Otra izquierda se posiciona con las fuerzas islamistas en el plano de la resistencia compartida al anticolonialismo, pero se distancia en el plano de la agenda social, como el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Una tercera izquierda se equipara entre Hamás y la Autoridad Palestina con la esperanza de ser vista como una alternativa a ambos, afirmando aparentemente que «los dos son igual de malos», pero siendo incapaz de organizar una alternativa social o política, como el Frente Democrático para la Liberación de Palestina.
La noción de ser «socialmente regresivo» o «socialmente progresista» en el actual panorama político de Palestina es, como mínimo, extremadamente compleja. ¿Cómo conciliar, por ejemplo, partidos de izquierda que apoyan formas de regresión social y autoritarismo político en Cisjordania como la actual disposición de los restos del Partido Comunista? ¿Cómo definir siquiera la «regresión social» en el contexto de un colonialismo de colonos que avanza y pretende borrar a toda una sociedad? ¿No es la resistencia a ese colonialismo en sí misma un acto progresista que empoderará a los desposeídos? ¿Y no es la colaboración en sí misma una fuerza socialmente regresiva porque subordina a los colonizados? ¿O es más importante la ideología proclamada por los que se resisten?
Por dónde empezar a articular una agenda socialmente progresista en situaciones concretas como Cisjordania, donde la AP utiliza una mezcla de prácticas autoritarias, insiste en formas de educación bancaria, emplea estructuras sociales tradicionales como familias y clanes, y ve en el enemigo interno al enemigo definitivo, creando las condiciones para una guerra civil y una división continuas mientras los palestinos también intentan luchar contra la invasión y la eliminación coloniales. En un plano estrictamente «occidental», no existe una fuerza total o plenamente progresista en Palestina, sino sólo elementos o disposiciones progresistas -incluso dentro de formaciones políticas que se tachan de regresivas.
Crítica oculta de la resistencia armada
En estos artículos sucesivos, nos encontramos con una contorsión desconcertante que pretende socavar el apoyo a la resistencia, en particular a la resistencia armada. Hay un creciente reconocimiento entre muchos en «Occidente» de la necesidad y eficacia de la resistencia, o al menos de que tras décadas de negligencia a la hora de explicar sus fuentes y su necesidad, se podría iniciar el proceso de lidiar con su realidad. Esto incluye comprometerse con ella sin convertirla en profana. Este cambio en la izquierda occidental no significa que de repente haya abrazado el islamismo, sino que reconoce la naturaleza de la condición en la que están atrapados los palestinos: una feroz colonia de colonos que se niega a hablar un lenguaje político con aquellos a los que convierte en abyectos, que recurre a la violencia excesiva y a la impunidad diplomática y legal, y que emplea un complejo sistema de formas arquitectónicas, tecnológicas e indirectas de control.
Pero lo más preocupante es que la persistencia y la evolución de la resistencia armada desafían algunas de las teorías, intereses y disposiciones políticas operativas de la intelectualidad palestina, incluida la ansiedad de una verdadera ruptura del régimen colonial que permita iniciar la labor de descolonización.
Estas son las teorías que han persistido durante décadas, utilizando un tema de conversación ampliamente aceptado según el cual los palestinos deben abstenerse de la resistencia armada para cultivar una imagen favorable en Occidente, y en la escena mundial en general.
La noción predominante es que la resistencia armada es fundamentalmente incompatible con la obtención de simpatías para la causa palestina. Fetichizan una lectura particular de la Primera Intifada como modelo ejemplar de revuelta popular generalizada y en gran medida no violenta, capaz de concitar el apoyo de las masas, la sociedad civil y los organismos jurídicos internacionales, apelando así a la sensibilidad liberal de las principales sociedades occidentales.
Por supuesto, esta lectura también oculta el ataque psíquico e ideológico al que se enfrentaron los palestinos tras la Segunda Intifada, que intentó grabar en la conciencia palestina la noción de que la resistencia es inútil, que la resistencia armada sólo causará estragos y que los palestinos no pueden ni deben enfrentarse militarmente a Israel debido a la asimetría de poder. Sin embargo, al igual que la Autoridad Palestina, una alternativa desafiante construida en torno a la «resistencia popular» o la «resistencia popular pacífica» sólo se utilizó como herramienta ideológica y psíquica para sostener lo que Abu Mazen y la AP denominaron «sagrada cooperación en materia de seguridad». Se concibieron muy pocos intentos de organizar la resistencia popular y, en muchos casos, también fueron combatidos por la AP y su sistema de seguridad y se les respondió con una violencia severa tanto en Gaza como en Cisjordania.
La idea de que la izquierda occidental se ha convertido de repente en animadora de Hamás es profundamente falsa. Jodi Dean no celebró a Hamás, pero tal vez encontró algo estimulante en el acto de desafío: la marcha para romper el régimen colonial que rodea Gaza. Se alineó con una parte de la izquierda palestina que participa en la resistencia. La mayoría de los palestinos compartían el sentimiento de Dean ese día en particular, incluidos muchos que más tarde se desilusionaron o revisaron sus opiniones, ya fuera por consideraciones éticas o debido a la campaña de bombardeos de alfombra y la guerra genocida de Israel, lo que llevó a algunos a concluir que «no merecía la pena».
Sí, hay muchas voces que detestan a Hamás en Gaza, Cisjordania y en todo el sistema político palestino, por un sinfín de razones. Entre ellas hay muchos miembros de la «izquierda» palestina que utilizan sus diferencias ideológicas y la división islamista-secular como excusa para rechazar de plano la «resistencia». Como dijo Bassel Al-Araj, si la izquierda palestina quiere competir con los islamistas, debe hacerlo en la resistencia. Muzawada a través de la acción.
Hamás, a fin de cuentas, es la articulación contemporánea de una larga historia de resistencia que plegó en su seno a los campesinos de la Palestina anterior a la Nakba, a los revolucionarios palestinos en el exilio durante los primeros años de la OLP y a los islamistas que tomaron la iniciativa a gran escala en los años 80 y posteriores.
Muchos entre la izquierda secular han empalidecido, rechazando la resistencia de Hamás no por convicción de su inevitable fracaso, sino más bien debido a una ansiedad profundamente arraigada sobre su éxito potencial.
No se trata simplemente de una oposición ética al uso de la violencia; es un temor a que los islamistas puedan resultar más eficaces que su propia postura política, ahora en gran medida melancólica y desmovilizada. Mientras tanto, ciertas facciones de la élite palestina miran a Israel como un faro de modernidad, y están impulsadas por un profundo temor a su propia sociedad percibida como «regresiva» – una indicación reveladora de sus disposiciones ideológicas, atrapadas en el atractivo del Otro y aterrorizadas por el potencial emancipador de las masas palestinas.
Tener diferencias políticas e ideológicas con Hamás y desacuerdos tácticos, incluyendo problemas éticos con sus objetivos o su capacidad de hacer la guerra, es una cosa. Pero socavar el nivel mínimo de comprensión de por qué los palestinos, en todas sus formaciones ideológicas y articulaciones históricas, ven la resistencia en todas sus formas armadas y no armadas como una necesidad, es otra. De hecho, es poco menos que descarado, especialmente en un entorno que despide a profesores por expresar cualquier emoción o simbolismo de apoyo a la resistencia palestina.
El mundo puede reconocer la necesidad de la resistencia y los esfuerzos de los individuos por luchar y reclamar lo que han perdido. Hacerlo va más allá del concepto de victimismo al que muchos liberales en Palestina y algunos dentro de la izquierda quieren que confinemos nuestra lucha, una forma de subjetividad palestina que sólo provoca lástima.
La resistencia es prepolítica
Incluso en ausencia de movimientos armados formales o de formaciones ideológicas estrictas, Cisjordania fue testigo de la aparición de pequeños grupos informales: círculos de confianza, grupos de amigos y unidades armadas a pequeña escala que trascendían las fronteras ideológicas. Esto significa que cualquier análisis debe partir de realidades tangibles. Proyectar marcos idealizados y rígidos sobre los grupos políticos no sólo es inútil, sino intelectualmente perezoso y profundamente ignorante del hecho de que esta generación seguirá resistiendo.
La resistencia es prepolítica. Existe orgánicamente entre esta generación de palestinos que siguen siendo borrados de su tierra y siguen perdiendo a sus amigos y seres queridos. Son esas fuerzas las que hacen bien en organizar esa resistencia latente y acaban convirtiéndose en una fuerza a tener en cuenta en la sociedad palestina. Es una necesidad, e incluso en su militarización, crece a partir de realidades materiales tangibles, y no sólo a partir de opciones ideológicas.
El temor predominante, como siempre, es que bajo la apariencia de diferencias ideológicas significativas (que yo también sostengo), nuestra crítica de la resistencia se convierta en un intento de extinguir su misma posibilidad.
Hamás representa sólo uno de los muchos proyectos políticos e intentos históricos de romper el Muro de Hierro impuesto por Israel. Puede que fracase o puede que tenga éxito, pero no ha hecho nada que no hayan intentado otras fuerzas socialmente progresistas de Palestina. Y lo que es más importante, Hamás en Gaza no es una mera influencia o importación externa; está intrínsecamente entretejida en el tejido social más amplio y, como mínimo, merece algo más que ser desestimada sumariamente por motivos simplistas de ser «regresiva» frente a «progresista».
Hamás no va a ninguna parte en la política palestina. Es una entidad política enérgica que ha aprendido astutamente de los errores de su predecesora, la OLP, tanto en la guerra como en las negociaciones. Ha invertido meticulosamente sus recursos intelectuales, políticos y militares en comprender a Israel y su centro de gravedad psíquico. Nos guste o no, Hamás es ahora la principal fuerza que dirige la lucha palestina.
La izquierda debe enfrentarse a este hecho básico. No se puede basar la solidaridad con Palestina en una política que descarte, pase por alto o excluya a Hamás. Esta postura no capta las complejidades y contradicciones inherentes a la lucha palestina. Al hacerlo, la izquierda pasa por alto la línea divisoria entre la colaboración y la resistencia, y corre el riesgo de hacerlo.
Abdaljawad Omar es doctorando y profesor a tiempo parcial del Departamento de Filosofía y Estudios Culturales de la Universidad de Birzeit.
Observación de José Luis Martín Ramos:
En total desacuerdo. No puede criticarse a Hamas, ¿por qué? Identificar a la resistencia palestina con la resistencia armada ya es reducción, pero identificar a la resistencia armada con Hamas es otra reducción. Y defender la resistencia palestina, por todos los medios legítimos no significa no poder criticar. Yo sigo criticando determinadas formas de la acción del 7 de octubre. Por otra parte, la liberación palestina supone la formación de un estado palestino y sobre las características de ese estado se ha y se debe discutir. No se puede escamotear esa cuestión que no está presente solo al final de la lucha sino que está presente en la misma lucha. El artículo invita al monolitismo ideológico y político de hecho. El internacionalismo es solidario y activo, pero no monolítico. La comparación de la OLP y la ANP con el régimen de Vichy es una barbaridad. Y la disyuntiva entre resistencia armada, representada por Hamas, y colaboracionismo es inaceptable.
3. Más sobre la ley de agentes extranjeros en Georgia
El autor más que criticar o defender la ley, explica las causas que han llevado a que se proclame esta ley a la vez que hace un análisis del sistema político georgiano postsoviético. https://lefteast.org/economy-
Economía, política y geopolítica tras la «Ley de Agentes Extranjeros» de Georgia. Por Giorgi Kartvelishvili 30 de mayo de 2024
El 28 de mayo, el Parlamento de Georgia superó el veto presidencial a la controvertida «ley de agentes extranjeros». Iniciada por el partido gobernante Sueño Georgiano (GD) en marzo de 2023, la ley pronto tuvo que ser retirada debido a las reacciones en contra. Este año, sin embargo, el GD logró su objetivo. La legislación introduce la inscripción obligatoria de cualquier «entidad jurídica no empresarial (no comercial)», así como de las «empresas de radiodifusión y medios impresos», en un registro estatal especial de «organizaciones bajo influencia extranjera» si al menos el 20% de sus ingresos proceden del extranjero. Además, la ley otorga derechos al Ministerio de Justicia para controlar y solicitar cualquier tipo de información, incluidos datos personales, sobre la base de la «decisión de una persona autorizada pertinente» o «una solicitud por escrito presentada ante el Ministerio de Justicia», es decir, la denuncia. La ley guarda similitudes con la legislación rusa sobre agentes extranjeros aprobada en 2012, a pesar de que la ley en Rusia es mucho más opresiva y abarcadora como resultado de varios cambios durante los últimos 12 años. Tras las enmiendas de 2022, la ley rusa sobre agentes extranjeros se dirige ahora tanto a organizaciones como a individuos, mientras que los motivos para reconocer a alguien como «agente extranjero» incluyen no sólo la financiación extranjera, sino también la mucho más ambigua «influencia extranjera» y el «apoyo extranjero.» Aunque el proyecto propuesto por la DG no va tan lejos en su forma inicial, el temor general es que ya sienta las bases para un futuro próximo en esa dirección. Esta legislación ha provocado protestas populares generalizadas en Georgia, así como un enfrentamiento sin precedentes entre el gobierno georgiano y sus principales socios políticos: la UE y Estados Unidos.
En este texto no me detendré en criticar en profundidad a las influyentes ONG respaldadas por Occidente que han desempeñado un papel importante en el «experimento neoliberal» en curso en Georgia durante las últimas tres décadas. En su lugar, esbozaré más bien los antecedentes que sitúan a los gobernantes de Georgia en una posición que les permite dar pasos tan asertivos y agresivos, a pesar de la inmensa presión nacional e internacional. Estos acontecimientos reflejan mucho más de lo que suele describirse con eslóganes simplistas, como el «giro populista conservador» de los liberales, o la «lucha por la soberanía» de los conservadores. Para interpretar los audaces movimientos del partido gobernante y su patrón, el oligarca Bidzina Ivanishvili, ex primer ministro de Georgia, fundador y gobernante en la sombra del partido GD desde 2012, y arrojar luz sobre las complejidades de la actual política georgiana, propongo analizar dos dimensiones principales: la político-económica interna y la geopolítica externa. La combinación del panorama político interno dominado por Georgia y la creciente importancia geopolítica constituye un terreno propicio para esas políticas internas y externas opresivas y arriesgadas de la clase dirigente georgiana.
El experimento neoliberal georgiano y su forma actual
Tras su independencia en 1991, Georgia fue testigo de una inmensa transformación económica, al igual que Rusia y otras antiguas repúblicas soviéticas. Las políticas económicas liberales radicales y la oleada de privatizaciones en las naciones postsoviéticas durante la década de 1990, conocidas como «terapia de choque», provocaron una recesión económica, una redistribución regresiva de la riqueza, hiperinflación, corrupción, degradación de los sectores productivos de la economía y la aparición de la nueva clase dominante capitalista. Este proceso se llevó al límite en la década de 2000, tras la Revolución Rosa. A pesar del cambio de liderazgo político, la trayectoria evolutiva de la estructura económica y social de la Georgia postsoviética no cambió. La magnitud de las privatizaciones, la reducción del sector público, la reducción de impuestos y la liberalización del comercio y de las regulaciones del mercado laboral en el periodo 2004-2012 se ha calificado como «uno de los experimentos neoliberales más radicales de todos los tiempos». A pesar del crecimiento económico durante los periodos 2003-2007 y 2010-2012, la política económica del ex presidente Mikheil Saakashvili y su partido Movimiento Nacional Unido (MNU) no abordó los problemas fundamentales de la clase trabajadora de Georgia: el desempleo, la pobreza, la desigual distribución de la riqueza o el atraso de la economía nacional. A día de hoy, Georgia sigue siendo el país más desigual de la región. Además, estos experimentos neoliberales suelen depender de un fuerte aparato represivo. La «política de tolerancia cero», la violencia sistémica en las cárceles y el brutal régimen policial creado bajo el mandato de Mikheil Saakashvili desempeñaron un papel fundamental en la caída del UNM, que dio como resultado la victoria de Bidzina Ivanishvili y su partido en 2012, quienes capitalizaron los errores y los escandalosos crímenes de sus predecesores.
Desde 2012, el sistema político-económico georgiano ha evolucionado con algunas peculiaridades importantes y nuevas. Aquí mencionaré las que no solo están entrelazadas, sino que también nos ayudan a comprender la dinámica reciente y el giro asertivo de los actuales gobernantes de Georgia.
La primera característica es la importante concentración de poder económico. Ivanishvili, el hombre más rico del país, consiguió hacerse con el control monopolístico de la economía nacional y consolidar el gran capital que representa las principales ramas de la economía nacional. En ciertos sectores clave, como la banca y las finanzas, esto va de la mano del proceso de monopolización extrema (más del 70% del sector ocupado por dos bancos) y de la corrupción de las élites. El apoyo casi inequívoco a la «ley de agentes extranjeros» por parte de los principales capitalistas de Georgia -desde el sector de la construcción hasta el de la energía- no fue ninguna sorpresa.
La segunda característica es la concentración del poder político en el marco de, en términos de Samir Amin, una «democracia de baja intensidad». Es decir, el sistema político georgiano es un ejemplo local periférico de sistema liberal multipartidista carente de procesos democráticos reales, en el que todo el espectro de la élite política es representativo del gran capital nacional o internacional -en el caso del GD, bajo el oligarca más rico de la nación-. Además, en este marco del llamado «fraude democrático «, el partido GD consiguió empobrecer aún más y polarizar el proceso político público en dos centros, una falsa oposición entre el «buen» partido gobernante y el «Movimiento Nacional Colectivo», un término paraguas acuñado por los propagandistas del GD para referirse al antiguo partido gobernante y ahora en bancarrota política (UNM), actualmente en la oposición. El objetivo es claro: etiquetar cualquier posible resistencia a sus políticas como una rama del antiguo régimen de Saakashvili. Como resultado, para los ciudadanos de a pie las elecciones no son una forma de participar en un proceso democrático real de ningún tipo, algo que cuestionaría los fundamentos mismos del sistema político-económico desde la posición de sus propios intereses materiales y de clase. En su lugar, la constante polarización falsa y la búsqueda de chivos expiatorios impulsadas por el partido gobernante vacían el escenario político y representan una amenaza existencial para cualquier posible movimiento progresista fuera de este binario. Si se aprueba, la «ley de agentes extranjeros» podría convertirse en una herramienta más del arsenal de Ivanishvili y la GD para eludir los procesos democráticos.
Además de dominar la vida económica y política nacional, Ivanishvili y el partido gobernante están adquiriendo otra influencia que va más allá de las fronteras del Estado-nación. Para ello, debemos echar un vistazo a la geopolítica contemporánea de la región.
Georgia en la encrucijada de Oriente y Occidente
Según el análisis del sistema mundial de Wallerstein, el mundo actual atraviesa una «crisis estructural» desde finales de los años sesenta. La «crisis» implica una serie de cambios cualitativos, y este proceso podría durar muchas décadas hasta que el sistema se amolde lentamente a un nuevo escenario y estado de equilibrio. La aparición de nuevas economías masivas en la periferia mundial (India, Brasil, etc.) y, lo que es más importante, el ascenso de China como superpotencia mundial provocan desequilibrios geopolíticos en todo el mundo. La transformación de China de país periférico a nuevo centro de acumulación de capital y su interdependencia económica de Europa -el núcleo capitalista mundial tradicional- tiene fuertes efectos en el panorama político-económico de todo el continente. Las ambiciosas iniciativas transnacionales, como el «Cinturón y Ruta», señalan el nuevo papel de China en la economía mundial y reflejan los objetivos primordiales de la segunda mayor economía del mundo: construir redes globales de infraestructuras, rutas comerciales y cadenas de valor, generar nuevos mercados y asegurar recursos naturales vitales para la economía china. Estamos siendo testigos de cómo este proceso histórico también ha sacudido la economía política y la geopolítica en el espacio postsoviético, incluida la región del Cáucaso Meridional.
Estos desplazamientos en la encrucijada de Europa y Asia confieren a Georgia una extraordinaria importancia geopolítica. A pesar de las tensiones diplomáticas sobre determinadas cuestiones, el comercio entre China y la UE ha experimentado un aumento constante desde 2013, alcanzando su punto álgido en 2022, con una transferencia total de bienes y servicios de casi 950.000 millones de euros (una media de 1,8 millones de euros de intercambios comerciales por minuto). Sin embargo, el comercio entre China y la UE experimentó una ralentización en 2023, aunque se espera una recuperación en 2024. Mientras tanto, la guerra en Ucrania cambió mucho tanto para Europa como para China. Antes de la guerra, más del 80% del comercio terrestre entre Europa y China transitaba por la «Ruta del Norte», es decir, a través de Rusia y Bielorrusia. La guerra en Ucrania no sólo hace que la ruta sea menos atractiva para el comercio mundial, sino que también motiva a China a buscar la diversificación de sus rutas de exportación y obliga a la UE a hacer frente a su dependencia de Rusia para reducir la vulnerabilidad estratégica de Europa y reforzar su seguridad. Este giro de los acontecimientos otorga una importancia geopolítica significativa al Cáucaso Meridional y, más concretamente, al denominado «Corredor Medio», la ruta terrestre más corta posible que se está desarrollando y que une China con Europa a través de las regiones de Asia Central y el Cáucaso Meridional. En 2022, las autoridades turcas, georgianas, azerbaiyanas y kazajas firmaron una «hoja de ruta» común en la que se enumeraban las inversiones y acciones prioritarias para el desarrollo de las infraestructuras del corredor, mientras que algunas de las principales instituciones financieras y de inversión internacionales occidentales (BERD, BEI, BAsD, BM) mostraron su interés y disposición a apoyar el proyecto. En octubre de 2023 , Xi Jinping, Secretario General del Partido Comunista de China, confirmó en uno de sus discursos oficiales que el desarrollo del Corredor Central es uno de los principales objetivos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de cara al futuro. La Asociación Estratégica firmada entre China y Georgia en el verano de 2023 fue una manifestación diplomática de los intereses geopolíticos comunes entre ambas partes.
Además, desde la invasión rusa de Ucrania, la UE está desesperada por «dar la espalda a los combustibles fósiles rusos y diversificarse hacia socios energéticos fiables«, repitiendo las palabras de la Presidenta Ursula von der Leyen. La seguridad energética de la UE también tiene su peso en Georgia y en el cable submarino Black Sea Energy, un proyecto en desarrollo que transportará electricidad a Europa a través de Azerbaiyán, Georgia y el Mar Negro. En la actualidad, la Comisión Europea prevé invertir 2.300 millones de euros en el proyecto.
Además de explotar la posición geoestratégica del país, las autoridades georgianas tienen ambiciosos planes para duplicar la producción energética nacional hasta 2033, con especial atención a las centrales hidroeléctricas. En el periodo 2023-2033 está prevista la construcción de cuatro grandes y numerosas pequeñas centrales hidroeléctricas. El principal obstáculo a los grandes proyectos de infraestructuras es la oposición popular de la población local. La construcción de la central hidroeléctrica de Khudoni fue frenada por este tipo de movilizaciones en los años ochenta. El controvertido y turbio proyecto de la cascada de Namakhvani se terminó como resultado del éxito de la oposición popular, inesperada y sin precedentes por su origen, contenido y alcance en la historia de las protestas en la Georgia contemporánea. Las protestas populares estallaron tras hacerse público el acuerdo entre el Estado georgiano y la empresa turca ENKA Renewables en 2021. El acuerdo concedía a la empresa derechos casi ilimitados sobre los recursos naturales del valle de Rioni, al tiempo que cargaba al Estado con importantes responsabilidades financieras. Los miembros del GD declararon en repetidas ocasiones que la «ley de agentes extranjeros» va a «informar al público sobre las fuerzas extranjeras interesadas en sabotear el proyecto de la central hidroeléctrica de Namakhvani para atentar contra la seguridad energética de la nación.» Aquí podemos detectar fácilmente el verdadero peligro, ya que los Defensores del Valle de Rioni (el movimiento local de base contra la central hidroeléctrica de Namakhvani) ni estaban financiados por el extranjero ni eran una ONG. No es difícil predecir cómo esta ley afectará no sólo a unas pocas ONG liberales influyentes respaldadas por Occidente, sino a cualquier posible movimiento político progresista: desde sindicatos independientes que intentan operar más allá de la influencia de la Confederación de Sindicatos amarillos, hasta movimientos ecologistas de base que se resisten a los intereses del capital transnacional y nacional.
Preguntas en torno a la «ley de agentes extranjeros»
¿Cuáles son las principales motivaciones de la «ley de agentes extranjeros»? ¿Desempeña Moscú un papel central en el proceso con el objetivo de manipular la política georgiana y sabotear la integración del país en la UE? Si esta versión liberal dominante es cierta, ¿está el gobierno georgiano alejándose intencionada y estratégicamente de Occidente y aliándose con Rusia, o lo hace bajo la amenaza y la manipulación del Kremlin? ¿La confrontación con la UE y Estados Unidos forma parte del juego del mayor oligarca de Georgia para «intercambiar algo» con las potencias occidentales, apoyándose en las ventajas geopolíticas del país? ¿Quizás una garantía para sortear las próximas elecciones parlamentarias sin graves presiones externas? ¿Puede «el propio dinero de Ivanishvili -2.000 millones de dólares, congelados por Occidente» como parte de una «estrategia de sanciones y chantaje de facto», en palabras del primer ministro Irakli Kobakhidze- desempeñar un papel importante en esta negociación? ¿O tal vez el objetivo central sea silenciar y suprimir cualquier posible oposición al poder político del partido GD a través de dicho instrumento legal?
Algunos detalles son más claros, otros no tanto. No debemos precipitarnos y centrarnos exclusivamente en una sola variable y excluir automáticamente todas las demás. Al mismo tiempo, la combinación de factores internos y externos constituye una base para el giro asertivo del partido gobernante de Georgia y su jefe. En mi opinión, la capacidad de «intercambiar cosas con Occidente» de forma secreta y asertiva, con la ayuda de palancas geopolíticas y un panorama político-económico interno homogeneizado, nos obliga a establecer paralelismos no con Bielorrusia, como es más habitual, sino con el país vecino de Georgia: Azerbaiyán. Un escenario político nacional dominado permite a la clase dominante monopolista de Azerbaiyán suprimir a sus competidores e impedir la formación de cualquier tipo de oposición, incluida una sociedad civil al estilo occidental. Al mismo tiempo, las ventajas geopolíticas y, lo que es más importante, los recursos naturales, permiten a las mismas élites disfrutar de vínculos financieros, comerciales y económicos más o menos estables y fijos con Europa. Es cierto que las ONG liberales prooccidentales -uno de los arquitectos y árbitros de las reformas capitalistas neoliberales postsoviéticas- son parcialmente responsables del actual panorama político-económico de Georgia, que atraviesa una fase extremadamente monopolista. En general, la tendencia monopolista inherente al capitalismo ha sido señalada no sólo por Marx y Engels, sino incluso por los principales economistas contemporáneos. Esta tendencia se agrava en el espacio postsoviético debido a la propia naturaleza de su capitalismo, su clase dirigente y sus inestables instituciones políticas. Sin embargo, todavía nos vemos obligados a ir más allá de la crítica tradicional a la sociedad civil liberal pro-mercado respaldada por Estados Unidos y la UE y detectar el peligro inminente de la situación actual. Al margen de las ONG influyentes, en Georgia hay registradas hasta 40.000 organizaciones no gubernamentales de menor tamaño. Como forma jurídica, la ONG es la única vía no sólo de supervivencia económica para muchos georgianos, sino también de compromiso cívico, en su sentido más amplio. Por último, pero no por ello menos importante, la «ley de agentes extranjeros» en manos de la clase política capitalista local supone una amenaza no sólo para el sector de las ONG, sino para una esfera mucho más amplia de ciudadanos social y políticamente activos.
En tales circunstancias, la «ley de agentes extranjeros» está lejos de ser un paso hacia la «descolonización» o la «soberanía del Estado» (por citar la propaganda oficial), sino más bien una señal manipuladora a nivel internacional (por ejemplo, para hacer retroceder la llamada agenda de «des-oligarquización» impulsada por la UE con la ayuda de los influyentes grupos pro-occidentales de la sociedad civil que operan en Georgia) y un instrumento de represión a nivel nacional, con un objetivo primordial: mantener el status quo el mayor tiempo posible. En este sentido, la soberanía no significa otra cosa que asegurar a la clase capitalista un control monopolístico sobre el Estado y salvaguardar este estado de equilibrio de las amenazas tanto nacionales como internacionales. Este argumento va en contra de muchos comentaristas -desde la derecha populista hasta incluso algunos izquierdistas- que apenas van más allá de la narrativa que presenta a Bidzina Ivanishvili y a la GD como los defensores de los «intereses nacionales» en el mar de los «agentes extranjeros».
Giorgi Kartvelishvili es miembro del movimiento «Khma» (voz). Es doctorando en Historia Moderna y Contemporánea y Estudios de Extremo Oriente (Universidad Estatal de Tiflis), y posee un máster en Estudios Contemporáneos de Asia Oriental (Universidad de Duisburgo-Essen). Los intereses de investigación de Giorgi se centran en la política china contemporánea, el «ascenso global» de China y su impacto en la región del Cáucaso Meridional.
4. Boletín de arte del Tricontinental
Los del Instituto Tricontinental, que esos sí que son incansables, tienen también un Boletín de arte, que no recuerdo si os había pasado en alguna ocasión. Si no es así, empiezo con este último, el de mayo del 24. https://thetricontinental.org/
Reconociendo el dolor ajeno como propio
Boletín de Arte Tricontinental (mayo de 2024)
En nuestro último boletín analizamos los impactantes Paneles de Hiroshima de los Maruki, instando a rememorar y a la acción. El poder de las imágenes para despertar emociones es especialmente conmovedor en el contexto de las protestas estudiantiles en los campus, destacando el papel del arte en el fomento del internacionalismo. mayo 26, 2024
Iri y Toshi Maruki ya habían sido evacuados de Tokio y vivían en Urawa, Saitama, cuando la bomba atómica fue lanzada sobre Hiroshima, Japón. En los días que siguieron, en agosto de 1945, esta pareja de artistas japoneses se apresuró a llegar a la ciudad para presenciar los horrores de primera mano y apoyar las labores de socorro en lo que podían. Como pintores al óleo y de lavados de tinta tradicional, los Maruki sintieron que era su responsabilidad representar y documentar los recuerdos de las personas sobrevivientes y fallecidas, unas 200.000. Iri y Toshi tenían la misión de luchar contra el olvido posterior y el intento de borrar estos acontecimientos, incluyendo a aquellos que no lo habían vivido personalmente, para crear una memoria colectiva.
Iri y Toshi Maruki, s.f. Crédito: Galería Maruki para los Paneles de Hiroshima.
“Toda memoria es individual, irreproducible, y muere con cada persona”, escribe Susan Sontag en su libro Ante el dolor de los demás (2003), en el que reflexiona sobre la historia y el poder de las representaciones visuales de las atrocidades. “Lo que se denomina memoria colectiva no es un recuerdo sino una declaración: que esto es importante y que ésta es la historia de lo ocurrido, con las imágenes que encierran la historia en nuestra mente.” En los años siguientes, los Maruki empezaron a pintar en biombos de 1,8 por 7,2 metros los testimonios, recuerdos, imaginación y emociones de los hibakusha [sobrevivientes de las bombas atómicas] de Hiroshima y Nagasaki. La exhibición de los tres primeros paneles, Fantasma, Fuego y Agua, recorrió Japón en un momento en que cualquier reportaje o fotografía de los bombardeos estaba estrictamente prohibido bajo la ocupación aliada liderada por Estados Unidos. Los Maruki se opusieron a este silenciamiento creando una memoria colectiva de los acontecimientos a través de sus pinturas.
No solo durante un día, ni durante un año, sino que durante 30 años siguieron pintando estas imágenes. El conjunto completo de 15 cuadros, llamados Los paneles de Hiroshima, ha viajado desde entonces por 20 países, dejando su impronta en la mente de las personas de todo el mundo. Catorce de ellos están expuestos permanentemente en la Maruki Gallery en Saitama y fueron incluidos en el último dossier del Instituto Tricontinental de investigación Social, La Nueva Guerra Fría hace temblar el noroeste asiático, publicación conjunta con el International Strategy Center (Corea del Sur) y Basta de Guerra Fría.
“Creo que lo que se representa en Los paneles de Hiroshima no es la historia del pasado, sino cuestiones que continúan en la actualidad”, me dijo Yukinori Okamura, curador de la Galería Maruki, en nuestra conversación sobre la relevancia de las obras. Y continuó, “Por otro lado, han pasado casi 80 años desde los bombardeos atómicos, y cada vez son menos las personas que pueden contar sus historias personales sobre ellos, debido a su edad. Los cuadros permanecen más tiempo que las vidas humanas, así que evocar recuerdos (de los bombardeos atómicos) por medio de la pintura desempeña un papel importante cuando pensamos en el futuro”. Aunque pintados hace casi ocho décadas, Los paneles de Hiroshima, cuyo mantenimiento depende del apoyo público, son una advertencia para nuestro presente y para nuestro futuro común.
Dibujados en el estilo sumi-e de la pintura tradicional japonesa a tinta, estos paneles incluyen alrededor de 900 figuras humanas de tamaño natural. Realizadas con intensos lavados rojos y negros, son horripilantes representaciones de muertos y moribundos. Te atrapan. Te perturban. Te atormentan. Pero, ¿basta con “contemplar el dolor ajeno” a través de estas imágenes? ¿Qué deben hacernos sentir las imágenes? Y lo que es más importante, ¿qué deberían impulsarnos a hacer las imágenes?
Estas son algunas de las preguntas sobre las que Susan Sontag reflexiona al actualizar sus ideas desarrolladas más de tres décadas antes en Sobre la fotografía (1977). “Aunque crean simpatía, también la interrumpen, escribí, enfrían las emociones. ¿Es esto cierto? Pensaba que sí cuando lo escribí. Ahora no estoy tan segura. ¿Cuáles son las pruebas que las fotografías tienen un impacto decreciente, que nuestra cultura del espectáculo neutraliza la fuerza moral de las fotografías de atrocidades?” ¿Puede una imagen –fija o en movimiento– que documenta atrocidades en la actualidad tener una fuerza moral? A medida que las imágenes se multiplican en la era digital, en su omnipresencia y en los lugares en los que nos encontramos con ellas, ¿se ha neutralizado su fuerza moral? ¿Se ha enfriado nuestra simpatía como espectadores?
Imágenes del campamento en la Universidad de Toronto, mayo de 2024.
En los últimos siete meses, la gente ha rechazado la narrativa de apatía y cinismo. Ante las innumerables imágenes de los ataques genocidas de Israel en Gaza, millones de personas han salido a las calles y estudiantes de cientos de universidades han ocupado sus campus. En solidaridad con las y los estudiantes, visité un campamento en mi alma mater, la Universidad de Toronto. Obras de arte pintadas a mano y carteles impresos cubrían la gran valla que rodeaba King’s College Circle [Plaza del King’s College], rebautizada como People’s Circle for Palestine [Plaza del Pueblo para Palestina], donde acampaban más de 150 estudiantes. De hecho, hoy en día las imágenes se han multiplicado, al igual que los escenarios en los que nos encontramos con ellas.
Un genocidio se ha retransmitido en directo a través de nuestros teléfonos celulares y computadoras portátiles, acompañando nuestras actividades cotidianas más mundanas. La galería se ha trasladado a los campamentos, las calles y nuestras redes sociales. El 15 de mayo se cumplieron 76 años de la Nakba, [Catástrofe], que desplazó por la fuerza a tres cuartos de millón de palestinos para establecer el Estado israelí. Nuestra diseñadora, Ingrid Neves, creó este cartel dentro de una colección organizada por Utopix.
Hace más de dos siglos, el pintor español Francisco Goya creó uno de los conjuntos de imágenes antibelicistas más memorables. Los desastres de la guerra (1810-1820) fue una protesta visual contra la brutal represión durante el levantamiento del 2 de mayo de 1808, en forma de 82 grabados calcográficos. Debajo de cada grabado hay un breve pie de foto, una llamada al sentimiento del espectador. “No hay quien los socorra”. “Esto es peor”. “Ya no hay tiempo”. Cada línea exige una respuesta del espectador, como si dijera: “No, no basta con contemplar el dolor ajeno”.
El genocidio no es un espectáculo. Las imágenes de atrocidades tienen la capacidad —y la responsabilidad— de movilizar nuestras emociones y de incitarnos a actuar. Son un llamado para que demos testimonio y contemplar el dolor ajeno como propio. Si los Maruki vivieran, creo que pintarían imágenes para recordárnoslo. Al fin y al cabo, en sus últimos años, sus pinturas ampliaron su temática, mostrando la difícil situación de las comunidades pesqueras, las crisis medioambientales y la violencia sexual cometida por el ejército japonés durante la masacre de Nanjing en China en 1937. “Los Maruki trataron de abordar la violencia y la opresión inherentes al ser humano, empezando por el recuerdo de los bombardeos atómicos”, afirma el curador Okamura. Sin embargo, “ni Iri ni Toshi viven ya. Creo que es nuestra responsabilidad como individuos que vivimos hoy afrontar y recordar lo que está ocurriendo en el mundo actual, al igual que los Maruki enfrentaron con sinceridad los problemas de su época”.
Otras noticias…
A principios de este mes, varios miembros de nuestro Departamento de Arte nos reunimos en São Paulo (Brasil) para planificar nuestro trabajo conjunto durante el próximo año. Organizamos la conferencia “¡Internacionalizemos a arte!” en la librería Expressão Popular que incluyó una discusión entre Kael Abello (Utopix/Tricontinental), Miguel Yoshida (Expressão Popular/Unión internacional de Editoriales de Izquierda) y yo sobre el papel de las y los trabajadores del arte y la cultura en la construcción del internacionalismo.
Zhao He (China), Clara Zetkin, 2024.
El cartel del Día de los Libros Rojos de este mes conmemora a la marxista y feminista alemana Clara Zetkin y su informe Fascismo, presentado el 20 de junio de 1923 ante el Tercer Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. La obra fue creada por Zhao He, diseñador, DJ y escritor de Beijing que vive en Berlín y colabora frecuentemente con el Foro Zetkin de Investigación Social (FZ). Aunque fue escrita hace 100 años, la descripción de Zetkin sobre la situación del proletariado, su creciente empobrecimiento, el aumento del resentimiento, la falta de conciencia política, la represión de las fuerzas progresistas y el auge del fascismo, resuenan claramente en muchas regiones hoy en día. También lo hace su llamamiento de entonces y de ahora: “Las señales de desintegración, tan palpables ante nuestros ojos, nos dan la convicción de que el gigante proletario volverá a participar de la lucha revolucionaria, y que su grito al mundo burgués será: ¡Yo soy la fuerza, yo soy la voluntad, en mí usted ve el futuro!”
Cordialmente,
Tings
5. Todos salimos perdiendo
Las potencias occidentales en declive en este capitalismo crepuscular no solo tontean con la guerra nuclear, sino que están dispuestos a saltarse toda la legislación internacional que les estorbe. Malos tiempos. Un repaso de Jonathan Cook a la reacción contra la CIJ y la CPI. https://www.middleeasteye.net/
Para continuar el genocidio de Gaza, Israel y EE.UU. deben destruir las leyes de la guerra
Jonathan Cook 31 de mayo de 2024
Los dos más altos tribunales del mundo se han convertido en un enemigo implacable de Israel al intentar defender el derecho internacional y poner fin a las atrocidades israelíes en Gaza.
Los anuncios realizados por separado la semana pasada por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y la Corte Penal Internacional (CPI ) deberían haber obligado a Israel a dar marcha atrás en Gaza.
Un grupo de jueces de la CIJ -conocida a veces como Corte Mundial- exigió el pasado viernes a Israel que detuviera inmediatamente su actual ofensiva sobre Rafah, en el sur de Gaza.
En lugar de ello, Israel respondió intensificando sus atrocidades.
El domingo bombardeó una supuesta «zona segura » abarrotada de familias de refugiados obligadas a huir del resto de Gaza, devastada por la embestida israelí desde hace ocho meses.
El ataque aéreo prendió fuego a una zona abarrotada de tiendas de campaña, matando a decenas de palestinos, muchos de los cuales se quemaron vivos. Un vídeo muestra a un hombre sosteniendo en alto a un bebé decapitado por la explosión israelí.
Cientos más, muchos de ellos mujeres y niños, sufrieron heridas graves, incluidas horribles quemaduras.
Israel ha destruido casi todas las instalaciones médicas que podrían tratar a los heridos de Rafah, además de negarles la entrada a suministros médicos básicos como analgésicos que podrían aliviar su tormento.
Este fue precisamente el resultado del que advirtió hace meses el presidente estadounidense, Joe Biden, cuando sugirió que un ataque israelí a Rafah constituiría una «línea roja».
Pero la línea roja estadounidense se evaporó en el momento en que Israel la cruzó. Lo mejor que pudieron conseguir los funcionarios de Biden fue una declaración timorata en la que calificaban las imágenes de Rafah de «desgarradoras».
Sin embargo, esas imágenes no tardaron en repetirse. Israel volvió a atacar la misma zona el martes, matando al menos a 21 palestinos, en su mayoría mujeres y niños, cuando sus tanques entraron en el centro de Rafah.
«Un mecanismo con dientes»
La exigencia del Tribunal Mundial de que Israel detenga su ataque a Rafah se produjo tras su decisión de enero de juzgar efectivamente a Israel por genocidio, un proceso judicial que podría tardar años en completarse.
Mientras tanto, insistió la CIJ, Israel debía abstenerse de cualquier acción que pudiera suponer un genocidio de palestinos. En la sentencia de la semana pasada, el tribunal insinuó con rotundidad que el actual ataque a Rafah podría favorecer precisamente ese objetivo.
Es de suponer que Israel se atrevió a desafiar al tribunal sólo porque estaba seguro de contar con el respaldo de la administración Biden.
Funcionarios de la ONU, admitiendo que se habían quedado sin negativos para describir la catástrofe cada vez más grave en Gaza, la calificaron de «infierno en la tierra».
Días antes del fallo de la CIJ, los engranajes de su tribunal hermano, la CPI, empezaron por fin a girar.
Karim Khan, su fiscal jefe, anunció la semana pasada que solicitaría órdenes de detención contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, junto con tres dirigentes de Hamás.
Ambos dirigentes israelíes están acusados de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluidos los intentos de exterminar a la población de Gaza mediante la inanición planificada.
Israel lleva muchos meses bloqueando las entregas de ayuda, lo que ha provocado hambrunas, una situación agravada por la reciente incautación del paso fronterizo entre Egipto y Rafah, a través del cual se entregaba la ayuda.
La CPI es un mecanismo judicial potencialmente más peligroso para Israel que la CIJ.
Es probable que el Tribunal Mundial tarde años en dictar sentencia sobre si Israel ha cometido definitivamente un genocidio en Gaza, posiblemente demasiado tarde para salvar a gran parte de su población.
La CPI, por su parte, podría dictar órdenes de detención en cuestión de días o semanas.
Y aunque el Tribunal Mundial carece de mecanismos reales de ejecución, dado que Estados Unidos vetará con toda seguridad cualquier resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pretenda exigir responsabilidades a Israel, una sentencia de la CPI impondría a los más de 120 Estados que han ratificado su documento fundacional, el Estatuto de Roma, la obligación de detener a Netanyahu y a Gallant si alguno de ellos pisara su territorio.
De este modo, Europa y gran parte del mundo -aunque no Estados Unidos- quedarían fuera del alcance de ambos.
Y no hay razón para que los funcionarios israelíes supongan que las investigaciones de la CPI terminarán con Netanyahu y Gallant. Con el tiempo, podría emitir órdenes de detención contra muchos más funcionarios israelíes.
Como ha señalado un funcionario israelí, «la CPI es un mecanismo con dientes».
Tribunal «antisemita»
Por ello, Israel respondió poniéndose en pie de guerra, acusando al tribunal de «antisemita» y amenazando con perjudicar a sus funcionarios.
Washington también parecía dispuesto a aportar su fuerza.
Preguntado en una comparecencia ante una comisión del Senado sobre si apoyaría una propuesta republicana para imponer sanciones a la CPI, Antony Blinken, secretario de Estado de Biden, respondió: «Queremos trabajar con ustedes sobre una base bipartidista para encontrar una respuesta adecuada».
Funcionarios de la Administración, en declaraciones al Financial Times, sugirieron que las medidas que se están estudiando «irían dirigidas contra el fiscal Karim Khan y otras personas implicadas en la investigación».
Las represalias estadounidenses, según el diario, seguirían muy probablemente el modelo de las sanciones impuestas en 2020 por Donald Trump, predecesor de Joe Biden, después de que la CPI amenazara con investigar tanto a Israel como a Estados Unidos por crímenes de guerra, en los territorios palestinos ocupados y en Afganistán, respectivamente.
Entonces, la administración Trump acusó a la CPI de «corrupción financiera y prevaricación a los más altos niveles», acusaciones que nunca corroboró.
A Fatou Bensouda, fiscal jefe en aquel momento, se le negó la entrada a Estados Unidos, y los funcionarios de Trump amenazaron con confiscar sus bienes y los de los jueces de la CPI y llevarlos a juicio. La administración también prometió utilizar la fuerza para liberar a cualquier estadounidense o israelí que fuera detenido.
Mike Pompeo, el entonces secretario de Estado estadounidense, afirmó que Washington estaba «decidido a evitar que los estadounidenses y nuestros amigos y aliados en Israel y en otros lugares se vean arrastrados por esta CPI corrupta».
Guerra encubierta contra la CPI
De hecho, una investigación conjunta del sitio web israelí 972 y el periódico británico The Guardian reveló esta semana que Israel -al parecer con el apoyo de Estados Unidos- ha estado dirigiendo una guerra encubierta contra la CPI durante casi una década.
Su ofensiva comenzó después de que Palestina se convirtiera en parte contratante de la CPI en 2015, y se intensificó después de que Bensouda, predecesora de Khan, iniciara una investigación preliminar sobre los crímenes de guerra israelíes: tanto los repetidos ataques de Israel contra Gaza como su construcción de asentamientos judíos ilegales en Cisjordania y Jerusalén Este para limpiar étnicamente a los palestinos de sus tierras.
Bensouda se encontró a sí misma y a su familia amenazados, y a su marido chantajeado. El jefe de la agencia de espionaje israelí Mossad, Yossi Cohen, se implicó personalmente en la campaña de intimidación. Un funcionario informado del comportamiento de Cohen lo comparó con el «acoso». El jefe del Mossad tendió una emboscada a Bensouda en al menos una ocasión, en un intento de reclutarla para el bando israelí.
Cohen, conocido por su cercanía a Netanyahu, le habría dicho : «Deberías ayudarnos y dejar que cuidemos de ti. No querrás meterte en cosas que puedan comprometer tu seguridad o la de tu familia».
Israel también ha llevado a cabo una sofisticada operación de espionaje contra el Tribunal, pirateando su base de datos para leer correos electrónicos y documentos. Ha intentado reclutar personal de la CPI para espiar a la Corte desde dentro. En la CPI se sospecha que Israel ha tenido éxito.
Dado que Israel supervisa el acceso a los territorios ocupados, ha podido prohibir a los funcionarios de la CPI que investiguen directamente sus crímenes de guerra. Eso ha significado, dado su control de los sistemas de telecomunicaciones en los territorios, que ha podido vigilar todas las conversaciones entre la CPI y los palestinos que denuncian atrocidades.
Como consecuencia, Israel ha intentado cerrar los grupos palestinos de defensa de los derechos humanos y legales designándolos como «organizaciones terroristas».
La vigilancia de la CPI ha continuado durante el mandato de Khan, y es la razón por la que Israel sabía que se iban a dictar las órdenes de detención. Según fuentes que hablaron con The Guardian y el sitio web 972, el tribunal recibió «enormes presiones de Estados Unidos» para que no procediera con las órdenes.
Khan ha señalado que la interferencia en las actividades del tribunal es un delito penal. Más públicamente, un grupo de senadores republicanos estadounidenses de alto rango envió una carta amenazadora a Khan: «Apunta a Israel y te apuntaremos a ti».
El propio Khan ha señalado que se ha enfrentado a una campaña de intimidación y ha advertido de que, si continúan las injerencias, «mi oficina no dudará en actuar».
La cuestión es cuánto de esto es bravuconería y cuánto está afectando a Khan y a los jueces de la CPI, haciéndoles recelar de proseguir su investigación, acelerarla o ampliarla a más sospechosos israelíes de crímenes de guerra.
Soga jurídica
A pesar de la intimidación, la soga legal se está apretando rápidamente alrededor del cuello de Israel. A las más altas autoridades judiciales del mundo les resulta ya imposible ignorar la matanza perpetrada por Israel en Gaza durante ocho meses y la destrucción casi total de sus infraestructuras, desde escuelas y hospitales hasta centros de ayuda y panaderías.
Decenas de miles de niños palestinos han muerto, han sido mutilados y han quedado huérfanos en esta matanza, y cientos de miles más están muriendo gradualmente de hambre debido al bloqueo de la ayuda por parte de Israel.
El papel del Tribunal Mundial y del Tribunal de Crímenes de Guerra es precisamente detener las atrocidades y los genocidios antes de que sea demasiado tarde.
Los Estados más poderosos del mundo -especialmente la superpotencia mundial en jefe, Estados Unidos, que tan a menudo reclama el estatus de «policía mundial»- tienen la obligación de ayudar a hacer cumplir esas sentencias.
Si Israel sigue haciendo caso omiso de la exigencia de la CIJ de que ponga fin a su ataque a Rafah, como parece seguro, es de esperar que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución para hacer cumplir la decisión.
Esto podría ir desde, como mínimo, un embargo de armas y sanciones económicas a Israel hasta la imposición de zonas de exclusión aérea sobre Gaza o incluso el envío de una fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU.
Washington ha demostrado que puede actuar cuando lo desea. Aunque Estados Unidos forma parte de la minoría de Estados que no son parte del Estatuto de Roma, ha apoyado enérgicamente la orden de detención dictada por la CPI contra el dirigente ruso Vladimir Putin en 2023.
Estados Unidos y sus aliados han impuesto sanciones económicas a Moscú y han suministrado a Ucrania un sinfín de armas para luchar contra la invasión rusa. También hay pruebas de que Estados Unidos ha estado llevando a cabo operaciones militares encubiertas contra Rusia, entre las que probablemente se incluye la voladura de los gasoductos Nordstream que suministran gas ruso a Europa.
La administración Biden ha orquestado la confiscación de bienes estatales rusos, así como los de rusos ricos, y ha fomentado un boicot cultural y deportivo.
En el caso de Israel se propone no hacer nada de eso.
Divisiones en Europa
No se trata sólo de que Estados Unidos esté desaparecido en combate mientras Israel avanza en sus objetivos genocidas en Gaza. Washington está ayudando e instigando activamente el genocidio, suministrando bombas a Israel, recortando la financiación de las agencias de ayuda de la ONU que son el principal salvavidas de la población de Gaza, compartiendo información de inteligencia con Israel y negándose a utilizar su abundante influencia sobre Israel para detener la matanza.
Y la suposición generalizada es que Estados Unidos vetará cualquier resolución del Consejo de Seguridad contra Israel.
Según dos ex funcionarios de la CPI que hablaron con The Guardian y el sitio web 972, altos funcionarios israelíes han declarado expresamente que Israel y Estados Unidos colaboran para obstaculizar la labor del tribunal.
El desprecio de Washington por las más altas autoridades judiciales del mundo es tan flagrante que incluso está empezando a crispar las relaciones con Europa.
El responsable de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, ha respaldado a la CPI y ha pedido que se respete cualquier sentencia contra Netanyahu y Gallant.
Mientras tanto, el lunes, el presidente francés, Emmanuel Macron, expresó su indignación por los ataques de Israel en Rafah y pidió que cesaran de inmediato.
Tres Estados europeos -España, Irlanda y Noruega- anunciaron la semana pasada que se unían a más de 140 países, entre ellos ocho de los 27 miembros de la Unión Europea, en el reconocimiento de Palestina como Estado.
La coordinación entre España, Irlanda y Noruega se diseñó presumiblemente para atenuar la inevitable reacción provocada por desafiar los deseos de Washington.
Entre las falsedades promovidas por Estados Unidos e Israel está la afirmación de que la CPI no tiene jurisdicción sobre las acciones militares de Israel en Gaza porque ninguno de los dos ha reconocido a Palestina como Estado.
Pero Palestina se convirtió en Estado parte de la CPI en 2015. Y, como han destacado España, Irlanda y Noruega, ahora es reconocida incluso por Estados occidentales habitualmente sumisos al «orden basado en normas» impuesto por Estados Unidos.
Otro engaño promovido por Israel y Estados Unidos -más revelador- es la afirmación de que la CPI carece de jurisdicción porque Israel, al igual que Estados Unidos, no ha ratificado el Estatuto de Roma.
Ninguno de los dos cree que el derecho internacional -la base jurídica construida tras la Segunda Guerra Mundial para detener futuros Holocaustos- se les aplique. Una razón más para descartar sus afirmaciones de que no hay genocidio en Gaza.
Pero en cualquier caso, el argumento es totalmente vacío: Palestina es parte de la CPI, y el Estatuto de Roma está ahí para proteger a sus signatarios de los ataques. Sólo los matones violentos como Estados Unidos e Israel no necesitan la CPI.
El poder hace el derecho
Tanto la CIJ como la CPI son plenamente conscientes de los peligros que entraña enfrentarse a Israel, razón por la cual, a pesar de las disimuladas quejas de Estados Unidos e Israel, cada tribunal actúa con tanta lentitud y cautela a la hora de abordar las atrocidades israelíes.
Si se tira del hilo de los crímenes de guerra cometidos por Israel en Gaza, empieza a deshacerse todo el entramado de atrocidades cometidas y promovidas en todo el mundo por Estados Unidos y sus aliados más cercanos.
La verdad tácita es que la campaña de bombardeos «Shock and Awe» y los años de brutal ocupación de Irak por las tropas estadounidenses y británicas, y la aún más prolongada e igualmente sangrienta ocupación de Afganistán, evisceraron las restricciones legales que habrían dificultado a Putin invadir Ucrania y a Israel poner en práctica el borrado del pueblo palestino con el que ha soñado durante tanto tiempo.
Fue Washington quien rompió las reglas del derecho internacional y elevó por encima de ellas un «orden basado en normas» egoísta en el que la única regla significativa es que la fuerza hace el bien.
Ante este crudo axioma, Moscú tenía buenas razones tanto para aprovechar los actos de vandalismo de Washington contra el derecho internacional para promover sus propios objetivos estratégicos regionales como para sospechar que la implacable expansión militar de una OTAN liderada por Estados Unidos hacia sus fronteras no tenía en cuenta los intereses de Rusia.
Ahora que Netanyahu y Gallant corren el riesgo de sentarse en el banquillo de los acusados de La Haya, Washington se decide por fin a actuar. No para detener el genocidio. Sino para ofrecer a Israel protección para continuar.
Se pasan por alto los crímenes de guerra
Por esa razón, Khan hizo todo lo posible la semana pasada para aislarse de las críticas al anunciar que quiere que Netanyahu y Gallant sean detenidos.
En primer lugar, se aseguró de que las acusaciones pesaran más contra Hamás que contra Israel. Acusa a tres dirigentes de Hamás frente a dos israelíes.
En su acusación, implicó tanto al ala política como a la militar de Hamás en crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por su ataque de un día contra Israel el 7 de octubre y su toma de rehenes.
Por el contrario, Khan ignoró por completo el papel del ejército israelí durante los últimos ocho meses, a pesar de que ha estado cumpliendo al pie de la letra los deseos de Netanyahu y Gallant.
Cabe destacar también que Khan acusó al jefe de la oficina política de Hamás, Ismail Haniyeh, que tiene su sede en Qatar, no en Gaza. Sin embargo, todo indica que no tenía conocimiento previo del atentado del 7 de octubre y, desde luego, ninguna participación operativa.
Para empeorar aún más la imagen de Hamás, Khan formuló más acusaciones contra sus dirigentes que contra los de Israel.
Eso incluía una acusación arraigada en una destacada narrativa del establishment occidental: que los rehenes israelíes retenidos en Gaza se han enfrentado a agresiones sexuales y torturas sistemáticas. Por el momento, parece haber pocas pruebas convincentes de esta acusación, a menos que Khan tenga acceso a datos que nadie más parece conocer.
En cambio, hay muchas pruebas objetivas de que los palestinos son secuestrados en las calles de Gaza y Cisjordania ocupada y sometidos a agresiones sexuales y torturas en las cárceles israelíes.
Eso, sin embargo, no figuraba en el pliego de cargos contra Netanyahu o Gallant.
Khan también ignoró muchos otros crímenes de guerra israelíes que serían fáciles de demostrar, como la destrucción de hospitales e instalaciones de las Naciones Unidas, el asesinato selectivo de un gran número de trabajadores humanitarios y periodistas, y el hecho de que el 70% de las viviendas de Gaza han quedado inhabitables por las bombas israelíes suministradas por Estados Unidos.
Enfrentarse a Goliat
Al presentar el caso contra Israel, Khan sabía claramente que se enfrentaba a un Goliat, dado el apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel. Incluso había reclutado a un grupo de expertos jurídicos para que dieran su visto bueno, con la esperanza de que eso pudiera ofrecerle cierta protección frente a represalias.
El panel, que respaldó unánimemente las acusaciones contra Israel y Hamás, incluía a expertos jurídicos como Amal Clooney, lo más parecido que tiene la comunidad de derechos humanos a una superestrella jurídica, pero también a Theodor Meron, antigua autoridad jurídica del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno israelí.
En una entrevista exclusiva con Christiane Amanpour, de CNN, en la que explicaba su razonamiento, Khan parecía dispuesto a adelantarse a los próximos atentados. Señaló que un alto político estadounidense no identificado ya había intentado disuadirle de acusar a dirigentes israelíes. El fiscal sugirió que se estaban produciendo otras amenazas entre bastidores.
Se le dijo que la CPI había sido «construida para África y matones como Putin», una crítica a la Corte que se hacía eco de las quejas que desde hace tiempo viene formulando contra ella el Sur Global.
En Washington, se espera que la CPI no sea más que otra herramienta institucional del imperialismo estadounidense. No está ahí para defender el derecho internacional desapasionadamente. Está ahí para hacer cumplir un «orden basado en normas» estadounidense en el que Estados Unidos y sus aliados no pueden hacer nada malo, incluso cuando están cometiendo atrocidades o un genocidio.
El previsible sesgo de la entrevista de Amanpour -que Khan tuviera que explicar y justificar pormenorizadamente cada una de las acusaciones que formuló contra Netanyahu y Gallant, pero que las acusaciones contra los dirigentes de Hamás eran evidentes- fue una pista de a qué se enfrenta el tribunal.
El fiscal de la CPI dejó claro que entiende muy bien lo que está en juego si la CPI y la CIJ hacen la vista gorda ante el genocidio de Gaza, como quieren Israel y Estados Unidos. Dijo a Amanpour: «Si no aplicamos la ley por igual, nos desintegraremos como especie».
La incómoda verdad es que tal desintegración, en una era nuclear, puede estar más avanzada de lo que cualquiera de nosotros se preocupa en reconocer.
Estados Unidos y su Estado cliente favorito no dan señales de estar dispuestos a someterse al derecho internacional. Como Sansón, prefieren derribar la casa a respetar las reglas de guerra establecidas desde hace tiempo.
Las primeras víctimas son los habitantes de Gaza. Pero en un mundo sin leyes, en el que sólo la fuerza da la razón, todos saldremos perdiendo.
6. Equilibrios en el precipicio
Bhadrakumar también se apunta a la tesis de una posible loca escalada estadounidense contra Rusia. https://www.indianpunchline.
Publicado el 31 de mayo de 2024 por M. K. BHADRAKUMAR
Ucrania: Rusia no escalará, EE.UU. sí
La guerra por poderes de Estados Unidos con Rusia se encuentra en otro punto de inflexión. El campo de batalla se está desplazando drásticamente hacia territorio ruso, algo sin precedentes incluso en la Guerra Fría. El resultado será un acontecimiento trascendental en la política del siglo XXI.
Hay tres cuestiones definitorias. En primer lugar, la estrategia de la OTAN en el futuro, dado que Occidente se ha dado cuenta de que no es posible derrotar a Rusia en Ucrania; en segundo lugar, la crisis constitucional en Kiev, donde el mandato presidencial de Vladimir Zelensky expiró el 21 de mayo; y, en tercer lugar, las intenciones de Rusia.
Sin duda, la OTAN y la UE están renovando su estrategia, mientras que Rusia espera seguir «un pie por delante» de Occidente, en palabras del Presidente Vladimir Putin.
Rusia no está interesada en una escalada, ya que le está yendo bien en la guerra de desgaste con Ucrania. Hasta ahora, Rusia ha contrarrestado eficazmente la Mission Creep de Estados Unidos para saltarse todas sus limitaciones autoimpuestas a la ayuda a Ucrania y, finalmente, superar esos límites.
La gran pregunta hoy es cómo se puede tomar la afirmación de la Administración Biden -declarada por el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono- de que desaprueba el uso de armamento occidental por parte de Kiev para atacar el territorio ruso de antes de la guerra.
Se ha establecido un patrón según el cual cuando Washington dice que algún sistema de armamento avanzado está fuera de los límites de Ucrania, en realidad resulta que Kiev sólo tiene que quedarse al margen durante unos meses para que Biden pueda cruzar la línea roja autoimpuesta.
Por lo tanto, Rusia no tomará esto como la última palabra de Washington. Curiosamente, se está preparando el terreno para deshacerse del tabú, ya que tanto los republicanos del Congreso como el Secretario de Estado Blinken instan a la Casa Blanca a dar luz verde y tanto el New York Times como el Washington Post informan de que es sólo cuestión de tiempo que la administración ceda a la bendición formal estadounidense para acelerar los ataques contra la Rusia de preguerra. (aquí y aquí )
The New York Times y The Guardian informaron el jueves, de hecho, de un cambio ya en la posición de Estados Unidos que ahora permite a la artillería ucraniana suministrada por Estados Unidos devolver el fuego a las baterías rusas sobre la frontera rusa desde la región de Járkov y también apuntar a concentraciones de fuerzas rusas que se concentran en la frontera en la región rusa de Belgorod.
Mientras tanto, está a punto de comenzar una nueva fase para concluir la batalla de Donbass, que, incluso después de dos años, sigue siendo un asunto inacabado. Los centros militares ucranianos atrincherados en la región -Pokrovsk, Kramatorsk y Slovyansk- siguen amenazando el sur de la provincia de Donetsk.
Del mismo modo, Volchansk, en la frontera rusa frente a la ciudad de Belgorod, y Kupyansk, también un importante punto logístico y nodo ferroviario (casi 20 líneas de ferrocarril se cruzan en la ciudad, con cerca de la mitad de las vías directas a Rusia) son una espina clavada en la región fronteriza rusa.
Los rusos han declarado abiertamente que las repetidas incursiones en la ciudad de Belgorod y sus alrededores desde la región de Járkov debían contrarrestarse con la creación de una «zona de seguridad». El propio Putin ya había hablado de ello en marzo.
Según los indicios actuales, las operaciones rusas se dirigen a dos ciudades ucranianas cercanas a la frontera: Volchansk y Lypsti. Es posible que Rusia amplíe el frente con una incursión en la provincia de Sumy, pero por el momento parece improbable que haga un esfuerzo serio por capturar Sumy o Kharkov.
En un análisis incisivo, el conocido observador de Rusia Big Serge escribió la semana pasada: «El principal objetivo de estos frentes será fijar las reservas ucranianas en su lugar y denegar la capacidad de Ucrania para reaccionar en otros frentes. Esta guerra no se ganará ni se perderá en Járkov, sino en el Donbass, que sigue siendo el escenario decisivo.
«Actualmente parece que nos encontramos sólidamente en la fase preparatoria/de conformación de una ofensiva rusa de verano en el Donbás, que (probablemente entre otras cosas) contará con un avance ruso sobre la ciudad de Konstyantinivka. Se trata de la última gran zona urbana que blinda el avance hacia Kramatorsk-Slovyansk desde el sur (recordemos que estas ciudades gemelas constituyen el objetivo último de la campaña rusa en el Donbás.)»
Esperada ofensiva rusa de verano
Putin ha reaccionado enérgicamente a los recientes ataques por delegación contra activos estratégicos de Rusia con armamento occidental dentro de su territorio. Putin advirtió de que «esta escalada interminable puede acarrear graves consecuencias».
En sus palabras, «las armas de precisión de largo alcance no pueden utilizarse sin un reconocimiento basado en el espacio… la selección final del objetivo y lo que se conoce como misión de lanzamiento sólo puede ser realizada por especialistas altamente cualificados que se basan en estos datos de reconocimiento, datos técnicos de reconocimiento».
«Para algunos sistemas de ataque, como Storm Shadow, estas misiones de lanzamiento pueden ponerse en marcha automáticamente, sin necesidad de recurrir a militares ucranianos… El lanzamiento de otros sistemas, como el ATACMS, por ejemplo, también se basa en datos de reconocimiento espacial; los objetivos se identifican y se comunican automáticamente a las tripulaciones pertinentes, que pueden incluso no darse cuenta de lo que están lanzando exactamente. A continuación, una tripulación, tal vez incluso ucraniana, realiza la misión de lanzamiento correspondiente. Sin embargo, la misión la organizan representantes de países de la OTAN, no militares ucranianos.
«Así pues, estos funcionarios de los países de la OTAN, especialmente los que tienen su base en Europa, en particular en los pequeños países europeos, deberían… tener en cuenta que los suyos son países pequeños y densamente poblados, lo cual es un factor a tener en cuenta antes de que empiecen a hablar de golpear profundamente en el territorio ruso. Es un asunto serio y, sin duda, lo estamos observando con mucha atención».
Y lo que es más importante, Putin subrayó: «Si Europa se enfrentara a esas graves consecuencias, ¿qué haría Estados Unidos, teniendo en cuenta nuestra paridad estratégica en materia de armamento? Es difícil saberlo. ¿Buscan un conflicto global? Creo que querían llegar a un acuerdo sobre armas estratégicas… Esperaremos a ver qué pasa».
Sin embargo, cada vez hay más indicios de que el gobierno de Biden podría simplemente haber aparcado la idea de utilizar armamento occidental de largo alcance para destruir los activos estratégicos de Rusia en lo más profundo de su territorio hasta que termine la cumbre de la OTAN en Washington (9-11 de julio), con el fin de mantener unido al rebaño.
Asimismo, es posible que Biden considere oportuno avivar las tensiones con Rusia en lugar de dejar la política exterior en manos del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que podría aterrizar en Washington para dirigirse a los legisladores. El asesor israelí de Seguridad Nacional, Tzachi Hanegbi, declaró el miércoles a la cadena pública israelí Kan que «esperamos otros siete meses de combates» en Gaza. Los republicanos ya están señalando Oriente Próximo como la mayor metedura de pata de Biden en política exterior. Aquí es donde reside el verdadero riesgo.
Hay una notable coherencia en las palabras rusas de que la profundidad de su propuesta zona de seguridad tampón a lo largo de las fronteras occidentales dependerá totalmente de consideraciones de seguridad. El vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, había declarado explícitamente hace poco que la zona de seguridad podría no sólo incluir a Kiev, sino extenderse hasta la frontera polaca si Occidente envía a Kiev armas de largo alcance. Resulta significativo que el martes, Putin pusiera en duda la legitimidad de que Zelensky siguiera en el poder en Kiev tras finalizar su mandato presidencial el 21 de mayo.
La pelota está en el tejado de Biden. Pero las señales no son buenas. Alemania, que es el aliado europeo más cercano a Estados Unidos, aparentemente cambia de táctica y ahora dice que la «acción defensiva de Ucrania no se limita al propio territorio, sino que [puede] extenderse también al territorio del agresor».
El portavoz de la canciller dijo que la postura anterior de Berlín de que Ucrania no usaría armas alemanas en suelo ruso había sido «una declaración de hechos» que era cierta en ese momento pero que no se aplicaba necesariamente al futuro. Se negó a revelar los acuerdos concretos de Berlín con Kiev sobre el uso de armas alemanas.
7. Drones en África, 4
El cuarto y penúltimo artículo sobre los drones en África. https://afriquexxi.info/Des-
La guerra de los drones en África (4/5)
Miles de muertos en nombre de la seguridad
Los ataques llevados a cabo por aviones o drones de Estados africanos tienen un coste humano dramático para las poblaciones. En nombre de la seguridad y de la lucha contra los grupos armados en un África percibida como «anormal » desde la colonización, miles de civiles han perecido bajo sus bombas.
(Continuación del artículo: » El mimetismo tiene graves consecuencias «)
Las acciones aéreas de varios Estados africanos tienen un coste humano dramático para las poblaciones. Así lo demuestran las acciones de la Fuerza Aérea de Kenia, que actúa tanto de forma independiente como en el marco de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) en operaciones contra el grupo Al-Chabab desde 2011. Según un informe dela ONU de 2017, las operaciones de la fuerza aérea keniana llevadas a cabo en este contexto causaron la muerte de 36 civiles e hirieron a 6 entre el 1 de enero de 2016 y el 14 de octubre de 2017. Además, durante estas operaciones se habría matado ganado. También provocaron la destrucción de viviendas y el desplazamiento de parte de la población1. El 3 de junio de 2021, un ataque aéreo de una aeronave keniana también habría causado la muerte de una mujer y su hijo y heridas a cuatro personas en Somalia. En junio de 2023, otro ataque de una aeronave keniana en Somalia causó, según informes, la muerte de dos civiles y heridas a otras tres personas.
En 2017, se acusó a las fuerzas camerunesas de lanzar gases lacrimógenos y disparar desde helicópteros contra manifestantes en las zonas anglófonas2. Según los informes, varias personas murieron en el ataque.
También en Etiopía han resultado heridos y muertos civiles en ataques aéreos dirigidos contra grupos rebeldes. En 2022, los ataques con drones de las fuerzas etíopes en la región de Oromia causaron la muerte de unas 100 personas. Los ataques con drones de las fuerzas etíopes en agosto, octubre, noviembre y diciembre de 2023, en las regiones de Oromia y Amhara, también causaron la muerte de decenas de civiles; al parecer, muchos de estos ataques se llevaron a cabo con drones TB-2 adquiridos a Turquía3.
Cuerpos ennegrecidos y carbonizados
En 2022, las fuerzas togolesas también admitieron haber matado a siete civiles y herido por error a otros dos en un ataque aéreo en julio del mismo año. Las víctimas, confundidas con yihadistas, tenían todas entre 14 y 18 años. Durante 2023, en tres ataques con drones, las fuerzas de Burkina Faso atacaron dos mercados y un funeral (dos de los ataques tuvieron lugar en Burkina Faso y uno en Mali). Los militares de Burkina Faso, dirigidos contra miembros de grupos islamistas armados, mataron al menos a 60 civiles e hirieron a decenas en los ataques. Según uno de los testigos de uno de los ataques: «Los cuerpos estaban ennegrecidos y carbonizados. [4 En noviembre de 2023, los ataques con drones del ejército maliense mataron al menos a 12 civiles. El 17 de marzo de 2024, otros dos ataques mataron a 13 civiles, entre ellos 7 niños.
En julio de 2017, un avión de las fuerzas aéreas nigerianas mató por error a 14 civiles en la aldea de Abadam mientras atacaba a yihadistas. Cabe señalar que un ataque de un avión no identificado (posiblemente nigeriano) había lanzado tres bombas sobre esta aldea en enero de 2015 durante una operación dirigida contra elementos del grupo Boko Haram. El ataque causó 37 muertos y una veintena de heridos. Las víctimas participaban en una ceremonia funeraria. En la noche del 5 al 6 de enero de 2024, la fuerza aérea de Níger también llevó a cabo un ataque en la región de Tilabéri. Decenas de civiles murieron en este ataque, dirigido contra «terroristas » y realizado al parecer con aviones no tripulados.
Los ataques aéreos también están causando estragos entre la población civil en el conflicto entre las Fuerzas Armadas Nacionales y las Fuerzas de Apoyo Rápido de Sudán. Entre abril y septiembre de 2023, 244 civiles murieron y 123 resultaron heridos en 26 incidentes relacionados con acciones aéreas de ambos bandos. Sólo en septiembre de 2023, los ataques con artillería y drones en Jartum también causaron la muerte de al menos 40 civiles.
África considerada «anormal»
Al adherirse a la ideología del poder aéreo, los ejércitos africanos están contribuyendo a construir una representación del mundo en la que África es «anormal» y, por tanto, merece un tratamiento coercitivo para sus problemas sociales y políticos, un proceso que también está en marcha en Oriente Próximo y Oriente Medio. Los burócratas también utilizan esta representación para justificar la necesidad de que el continente cuente con fuerzas armadas más poderosas y más aviones. Las nociones de orden y desorden están íntimamente relacionadas aquí; el desorden exige el uso de recursos aéreos que provoquen desorden.
Las poblaciones de varios Estados africanos viven en las fantasías del «poder aéreo» desarrolladas en Europa y Estados Unidos5. Estas fantasías, que tomaron forma en el contexto colonial, promueven la pacificación mediante la violencia y convierten el poder aéreo en un fetiche. Se les atribuye una eficacia que no tienen, siendo su utilidad para resolver los problemas sociales y políticos de las sociedades africanas extremadamente limitada, como demuestra la situación nigeriana.
El Estado nigeriano se enfrenta a problemas de inseguridad desde hace muchos años. El recurso a las fuerzas armadas para acabar con ella no ha surtido el efecto deseado. Estas fuerzas, acusadas periódicamente de cometer abusos, han acabado en una situación delicada en varias regiones. En 2019, la Provincia de África Occidental del Estado Islámico (Iswap) asaltó varios puestos militares. En respuesta, los militares decidieron reagruparse en una veintena de «supercampamentos » instalados en las regiones de Borno y Yoba. Se dispone de poca información sobre estos campamentos. Sabemos, sin embargo, que se han instalado alrededor de ciudades del estado de Borno y que están vigilados por entre 300 y 1.200 soldados. El reagrupamiento es, de hecho, una retirada de los soldados. Las fuerzas armadas decidieron llevar a cabo más incursiones en apoyo de los campamentos.
Sin embargo, la normalización del uso de medios aéreos está teniendo un efecto dramático en las poblaciones locales. En primer lugar, porque el uso de aviones para cazar «bandidos » contribuye también a militarizar las tensiones. Lejos de resolver los problemas de inseguridad, esta utilización refuerza en realidad el ciclo de la violencia. Las fuerzas aéreas nigerianas también son responsables de numerosos «accidentes «. Se estima que estos han causado la muerte de 426 civiles entre 2017 y 2023. El 9% de los muertos por la fuerza aérea son civiles.
Un coste catastrófico para la población
Las autoridades prometen periódicamente crear comisiones de investigación tras los atentados en los que han perdido la vida civiles. Sin embargo, estas promesas no conducen a nada concreto. Se disuade a las familias de las víctimas de buscar justicia. Muy rara vez reciben alguna (pequeña) compensación económica. Desde 2023, también se utilizan aviones de las fuerzas aéreas nigerianas para combatir a los ladrones de petróleo. Estas aeronaves utilizan sus potentes armas contra los bandidos y sus instalaciones. Como señala Human Rights Watch, estas acciones plantean la cuestión del uso excesivo de la fuerza contra delincuentes y no contra combatientes.
La situación nigeriana pone de relieve el coste catastrófico que tienen para la población los sueños de seguridad del presente colonial. En palabras de Norman Ajari, estos sueños dan lugar a «una condición negra y una historia negra esencialmente modernas, definidas por la sobreexposición estructural a la violencia social y política, y por la constante invención forzada de estrategias de supervivencia » 6. Las víctimas civiles de los atentados deben verse como el precio que los responsables políticos y militares han aceptado hacer pagar a la población por mantener su imagen de actores capaces de garantizar la seguridad de forma colonial.
Pero África no es sólo un receptáculo de técnicas desarrolladas en el pasado o ensayadas en Afganistán, Irak y Pakistán en el marco de la «guerra contra el terror». También se ha convertido en un laboratorio para las guerras del futuro. Esto es especialmente cierto en el caso de Libia. En Libia, las partes enfrentadas han llevado a cabo más de 1.000 ataques con aviones no tripulados desde el comienzo de la guerra civil. Por este motivo, Ghassan Salamé, Representante Especialde la ONU, ha descrito el conflicto como «la mayor guerra de drones del mundo » 7. Por supuesto, esta situación ha tenido un coste para la población civil. Según un informe publicado en mayo de 2020, los ataques aéreos llevados a cabo por todos los beligerantes entre 2012 y 2020 causaron, dependiendo de la fuente, entre 871 y 1.384 muertes entre la población. Sin embargo, el conflicto de Libia está siendo convertido por los segurócratas en un argumento estratégico para justificar la adquisición de más drones por parte de las fuerzas armadas modernas. Los acontecimientos de Libia son narrados por estos expertos de una manera que no daña la mitología del poder aéreo, permitiéndole sobrevivir a pesar de los daños humanos resultantes de su uso. En este contexto, puede decirse que el pueblo de Libia ha participado, en su detrimento, en un vasto experimento.
La larga lista de «accidentes» de las fuerzas aéreas nigerianas
Mayo de 2009. Una acción conjunta del ejército, la marina y la fuerza aérea en el Delta mató a cientos de personas, muchas de ellas civiles.
17 de enero de 2017. La aviación nigeriana bombardea un campo de desplazados en el estado de Borno. Según Médicos Sin Fronteras, 50 civiles mueren y 120 son asesinados durante este ataque. Según el periodista Nick Turse, las fuerzas estadounidenses ayudaron al ejército nigeriano, posiblemente proporcionando información de inteligencia8.
4 de diciembre de 2017. Se informa de la muerte de 35 personas en un ataque aéreo contra cinco aldeas del estado de Adamawa. En el ataque, la Fuerza Aérea nigeriana utilizó un helicóptero Airbus EC-135, y un Alpha Jet de fabricación francesa que disparó cohetes SNEB de 68 mm, también fabricados en Francia. Al parecer, los disparos alcanzaron a personas que huían. Durante la operación también se destruyeron 3.000 viviendas.
9 de abril de 2019. Mueren 11 civiles y otros 20 resultan heridos en seis ataques aéreos en el estado de Zamfara.
8 de julio de 2019. Un ataque aéreo en el estado de Borno causa, según informes de prensa, la muerte de 13 civiles.
13 de abril de 2020. Mueren 17 personas, entre ellas niños, tras un bombardeo en el estado de Borno.
8 de abril de 2021. Un helicóptero Leonardo AW109 de la Fuerza Aérea nigeriana habría disparado indiscriminadamente contra viviendas, granjas y una escuela. Un informe oficial afirma que 6 civiles murieron en el ataque. Otras fuentes elevan el número de muertos a 70. El helicóptero implicado en la matanza disparó probablemente cohetes de 70 mm fabricados por Forges de Zeebrugge, filial belga de Thales. Sus pilotos fueron probablemente entrenados en el Reino Unido.
16 de septiembre de 2021. 9 personas, entre ellas 3 niños, mueren en un ataque de la aviación nigerina contra una aldea de Níger.
18 de febrero de 2022. Un avión de la fuerza aérea nigeriana mata a 7 niños en Níger mientras perseguía a unos » bandidos» .
20 de abril de 2022. Se informa de que un ataque aéreo nigerino ha matado a 6 niñas de entre 6 y 9 años y ha destruido casas en la aldea de Kurebe, en el estado de Níger.
7 de julio de 2022. Un ataque aéreo causa 1 muerto en un pueblo del estado de Katsina.
29 De diciembre de 2022. 71 personas mueren como consecuencia de un ataque aéreo en el estado de Zamfara.
Enero de 2023. 37 personas mueren en un bombardeo en el estado de Nasarawa.
24 de enero de 2024. La fuerza aérea nigeriana bombardea por error la comunidad de Galadima Kogo, en Níger. Como consecuencia, mueren muchas personas. El ataque también habría desplazado a unas 8.000 personas.
8. Tierra vacía
Una nueva reflexión de un intelectual sudafricano sobre las coincidencias del caso Palestino con el apartheid sudafricano y otras experiencias coloniales. https://roape.net/2024/05/29/
Palestina también será libre: la liberación de todos los oprimidos de África y del mundo.
Por ROAPE 29 de mayo de 2024
Israel, como colonia de colonos, percibe Palestina como una «tierra vacía», sin gente, cultura, historia ni futuro. Busani Ngcaweni sostiene que a los palestinos se les niega una identidad y se han desmembrado, sin hogar, Estado ni nación. Existen sorprendentes similitudes, explica Ngcaweni, entre la ideología israelí de subyugación racial por un «pueblo elegido por Dios» y la creencia sudafricana del apartheid en la superioridad racial y religiosa sobre una raza negra inferior. Por Busani Ngcaweni
La semana pasada, los medios de comunicación internacionales informaron de que Noruega, Irlanda y España han decidido reconocer a Palestina como Estado, lo que convierte a mayo de 2024 en un momento decisivo en la búsqueda de una solución de dos Estados para poner fin al prolongado conflicto palestino-israelí. Otro acontecimiento reciente es la decisión del fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan KC, de solicitar órdenes de detención contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el líder de Hamás en Gaza por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Incluso mientras siguen lloviendo bombas en Gaza, es importante señalar que los llamamientos a la reapropiación de los palestinos están cobrando impulso. Su marginación es una mancha para el mundo que pretende ser civilizado. La historia nos recuerda que marginar a un pueblo es tan insidioso como etiquetarlo: alimenta el odio y los prejuicios. Puede justificar fácilmente masacres y genocidios. Si uno considera a los demás como diferentes de sí mismo, infrahumanos o menos merecedores incluso de los derechos humanos más básicos, resulta más fácil justificar su desposesión y asesinato masivo.
Tal es la situación que se produce cuando uno se encuentra con la retórica que dice: «no existe Palestina, al menos en el sentido occidental de Estado nación». A esto le siguen frases como «los palestinos no existían (ni existen)». En una reciente sesión de la Knesset israelí, la ministra israelí de Asentamientos y Misiones Nacionales, Orit Strook, se hizo eco de la infame frase de la cuarta primera ministra del país, Golda Meir, pronunciada en 1969, al decir: «No existe un pueblo palestino… toda persona culta del mundo sabe que esta tierra es nuestra, para el pueblo israelí, y sólo para nosotros». No sería la primera vez ni, más probablemente, la última ocasión. Durante una visita a Francia en 2023, el ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, dijo: «¿Quién fue el primer rey palestino? ¿Qué idioma tienen los palestinos? ¿Hubo alguna vez una moneda palestina? ¿Existe una historia o cultura palestina? Nada. No existe un pueblo palestino».
¿Qué otra prueba necesita el mundo para salvar a un pueblo de los actos de desmembramiento?
En una destacada revista sobre estudios poscoloniales de 2011, el destacado académico descolonial Ramón Grosfoguel escribió: «Pasamos de la caracterización del siglo XVI de ‘pueblo sin escritura’ a la caracterización de los siglos XVIII y XIX de ‘pueblo sin historia’, a la caracterización del siglo XX de ‘pueblo sin desarrollo’ y, más recientemente, a la de principios del siglo XXI de ‘pueblo sin democracia'». Esta es una acertada descripción de la actual tragedia de Gaza.
A los palestinos, que han padecido y siguen padeciendo sufrimientos indecibles e injusticias históricas, se les llama «no pueblo» porque no tienen Estado ni historia. Cuánto más fácil le ha resultado a Israel, la autoproclamada única democracia de Oriente Próximo, limpiar étnicamente, desposeer y bombardear hasta hacer añicos a los pueblos de la asediada Franja de Gaza desde los acontecimientos del 7 de octubre de 2023. Esto sucede mientras los campeones mundiales de la libertad siguen haciendo la vista gorda, tratando aparentemente los derechos humanos como un menú a la carta. Noruega, Irlanda y España, junto con decenas de otras naciones, han cruzado el Rubicón, tratando de corregir esta situación y hacer que los palestinos se sientan como en casa.
Ver a los demás como no-seres es la genealogía del odio y la violencia. Israel, con sus prejuicios basados en la raza, no ve a los palestinos como seres humanos que merecen un Estado y la vida. Así lo demuestra la asombrosa cantidad de «daños colaterales» desde que comenzó el asalto israelí a Gaza.
La insensata embestida no ha perdonado a niños, mujeres embarazadas, no combatientes, periodistas, personal sanitario, ancianos y discapacitados. Además, ¿cómo identificar y aislar a un terrorista en un campo de refugiados abarrotado? ¿Es el código de vestimenta, el vello facial, la estatura o simplemente parecer árabe?
La infraestructura civil, incluidos hospitales y universidades, ha sido bombardeada y demolida. Se ha cortado el suministro de agua. Millones de palestinos han sido expulsados por la fuerza de la mayor parte del territorio de Gaza y obligados a vivir en inhumanos campos improvisados en medio de la nada. Sin embargo, al fin y al cabo, según el dictado de Meir, son «un no-pueblo», por lo que existe una justificación moral para las atrocidades patrocinadas por los angloamericanos.
Durante la guerra anglo-boer de agresión colonial en Sudáfrica, las fuerzas imperialistas británicas contendientes hicieron con los afrikaners lo que Israel está haciendo en Gaza: tierra quemada. Todo lo que poseían los afrikaners fue aplastado e incendiado, enviándolos a campos de refugiados y a la miseria.
Lo que les está ocurriendo a los palestinos es una manifestación de la colonialidad, el colonialismo y el imperialismo; los tres sistemas cuya lógica definitoria es el desmembramiento. Sus raíces se remontan al primer colonialismo europeo, transformado en el imperialismo angloamericano contemporáneo para mantener la hegemonía occidental. Estas fuerzas desmembraron a los no euroamericanos de su humanidad, relegándolos a la condición de subhumanos y a la alteridad, apátridas, sin nación, historia, cultura ni sentimientos.
La autora del libro Romantic Imperialism: Universal Empire and the Culture of Modernity, Saree Makdisi, escribe que entre 1790 y 1830, la historia de más de 150 millones de personas fue borrada por los británicos mediante el romanticismo de las «tierras vacías». Esta violencia física y epistémica ha continuado sin cesar, alimentada por lo que el intelectual palestino Edward Said denominó «la ideología de la diferencia», y está siendo perpetuada por las fuerzas imperiales modernizadoras en el territorio supuestamente «vacío» donde se están descubriendo fosas comunes, aunque ignoradas por el establishment angloamericano. Porque, como escribe Makdisi, «participan en los mismos procesos coloniales cuyo poder reside precisamente en su capacidad para encubrir, para ocultar, para reclamar y reinventar y renombrar espacios que no son suyos, y para ignorar violentamente lo que una vez estuvo allí».
En el centro de esta dominación colonial activa estaba la búsqueda de una visión eurocéntrica que, según estudiosos como Samir Amin, Walter Rodney y Sabelo Ndlovu-Gatsheni, implicaba el triunfo de la ciencia y el conocimiento europeos sobre los demás. Fuera de Europa había «tierras vacías» que no tenían nada que ofrecer a la humanidad, mientras que Europa (y ahora también Norteamérica) es el futuro del mundo.
Al igual que el romanticismo británico, Israel, como colonizador, percibe Palestina como una «tierra vacía», sin gente, cultura, historia ni futuro. En palabras de Joseph Conrad, es el Corazón de las Tinieblas. De hecho, existen sorprendentes similitudes entre la ideología israelí de subyugación racial por parte de un «pueblo elegido por Dios» y la creencia sudafricana del apartheid en la superioridad racial y religiosa sobre una raza negra inferior. Igual que en Sudáfrica había carteles que decían: «sólo negros», hay señales de tráfico cerca de los puestos de control israelíes que dicen: «Esta carretera conduce a la zona ‘A’ dependiente de la Autoridad Palestina. La entrada para ciudadanos israelíes está prohibida, es peligrosa para sus vidas y va contra la ley israelí». O «swart gevaar»; «peligro negro», como decía el gobierno del apartheid.
El locus definitorio de la guerra, concomitante con el imperativo estratégico del imperialismo, es ver al otro como no humano. Una vez despojados de su humanidad, se concede la licencia moral para aniquilarlos. La académica Rachel Busbridge escribe que desde la creación de Israel en 1948, los palestinos siempre han considerado «el sionismo como una ideología colonial de colonos que ha tratado de expulsarlos de su tierra, con el objetivo expansionista de reclamar toda la Palestina histórica como Estado judío». Según Busbridge, la diferencia entre el colonialismo y el colonialismo de colonos es que el colono colonizador está motivado por la intención de subyugar al nativo, mientras que el colonizador está impulsado sobre todo por la explotación de los recursos naturales y preocupado por ella.
Entre estas razones, Sudáfrica presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) alegando posibles actos de genocidio por parte de Israel contra el pueblo palestino. Basándose en su propia experiencia en el altar de la desmembración de la mayoría de la población, Sudáfrica está desafiando con razón a la comunidad mundial para que reincorpore a Palestina a la humanidad y a la comunidad mundial de naciones.
Podemos afirmar, por tanto, que el caso de Sudáfrica en la CIJ es un acto de reincorporación del pueblo de Palestina, tanto como las últimas acciones de Noruega, Irlanda y España. Es la forma correcta de actuar, ya que muchos países se han unido a Sudáfrica en el rechazo al colonialismo y a todas las formas de opresión en el mundo, y se espera que más países emulen la reincorporación de Noruega, Irlanda y España. Para Sudáfrica, se trata de una misión histórica que se remonta a la formación del Congreso Nacional Africano (CNA). El CNA prometió que la Sudáfrica democrática se solidarizaría con todos los pueblos cuya lucha continúa.
Por su parte, el entonces presidente del CNA, el jefe Albert Luthuli, señaló en 1953 que «nuestro interés por la libertad no se limita sólo a nosotros. Nos interesa la liberación de todos los oprimidos de toda África y del mundo entero… Nuestro interés activo en la extensión de la libertad a todos los pueblos que la niegan nos hace aliarnos con las fuerzas de la libertad en el mundo». El padre fundador de la Sudáfrica democrática, Nelson Mandela, dijo célebremente: «Sabemos demasiado bien que nuestra libertad está incompleta sin la libertad de los palestinos».
Lo que está ocurriendo en La Haya desde que Sudáfrica lanzó su acto humanista reproduce las escenas de las Naciones Unidas durante los días de la lucha contra el apartheid, cuando el movimiento de liberación y sus partidarios suplicaron a la comunidad mundial que interviniera y pusiera fin a un crimen contra la humanidad. Fue un largo camino hacia la libertad, que desembocó en el aislamiento del régimen del apartheid, que finalmente se desmoronó gracias al sudor, la sangre y la sabiduría de personas amantes de la paz en Sudáfrica y en todo el mundo. En sus últimos días, como vemos hoy en Israel, se volvió más mortífero y desesperado. Al final, el paradigma de la paz prevaleció sobre el paradigma de la guerra.
También Palestina será libre. Observamos que muchos otros países se han unido al caso sudafricano en la CIJ, donde se ha establecido la verosimilitud del genocidio. La abogada Thuli Madonsela, destacada jurista y ex Protectora Pública de Sudáfrica , declaró recientemente: «La narrativa de la ‘niebla de guerra’ tras la que Israel intenta esconderse no es aplicable. La «niebla de guerra» se aplica cuando ejércitos opuestos intercambian disparos y alcanzan accidentalmente a civiles como daños colaterales. En este caso no hay dos ejércitos disparándose mutuamente. Sólo Israel está disparando deliberadamente contra zonas residenciales a las que envió civiles en busca de seguridad. La historia juzgará duramente a los líderes mundiales de nuestro tiempo por esta inhumanidad».
En este sentido, lo que está ocurriendo en los campus universitarios de todo el mundo entre los meses de abril y mayo de 2024 es una muestra más de que, mientras el imperio angloamericano puede elegir la indiferencia y la conveniencia de consideraciones geoestratégicas por encima de la vida humana, la solidaridad con el pueblo de Gaza está creciendo. Incluso China, que se enorgullece de no interferir en los asuntos internos de otras naciones soberanas, ha emitido una firme declaración en la que afirma el «derecho a resistir» de los palestinos, además de pedir un alto el fuego permanente y la creación de dos Estados que coexistan pacíficamente uno al lado del otro.
La búsqueda de justicia para el pueblo palestino perdurará hasta que se logre su liberación, como ocurrió con la Sudáfrica del apartheid. Los actos de rememoración no son acontecimientos aislados, sino un proceso continuo hasta que se desmantelen y entierren todos los vestigios de la colonialidad, el colonialismo y el imperialismo. La lucha no es contra el pueblo judío, sino contra un gobierno que utiliza una fuerza letal que viola cualquier norma de guerra. El pueblo judío merece estar a salvo, al igual que los palestinos tienen derecho a la vida y a ser un Estado.
Busani Ngcaweni es profesor visitante en la Universidad Fudan de China, procedente de Sudáfrica, donde es funcionario público. Las opiniones expresadas aquí son privadas.
9. General Intellect
Artículo de Vasapollo sobre ciencia, tecnología y productividad.
Marx y el General Intellect en la dinámica de la producción
Marx formula el concepto de General Intellect, o intelecto general, en los Lineamientos. Lo que Marx expone sobre las máquinas, indica inequívocamente la importancia de la ciencia, de las máquinas dentro del proceso de producción, afirmando «que el conocimiento, la tecnología, al mismo tiempo que ofrece ganancias de productividad, también transforma las relaciones de producción».
Este intelecto general no lo poseen los individuos, sino que está distribuido socialmente.
Es, por tanto, una fuerza productiva colectiva, por lo que el progreso científico y tecnológico es una parte fundamental del proceso de producción, contribuye a la creación de una riqueza que no es individual, sino social. Este tema del pensamiento marxiano se refleja en los Lineamentos, donde aborda la cuestión central de la división del trabajo, el papel de la ciencia y de las máquinas.
Marx advierte de las contradicciones inherentes al proceso tecnológico, destacando la doble finalidad de las máquinas. Por lo general, el enfoque marxiano de los conceptos de interés particular, son redundantes en los escritos del filósofo, se repiten en aras de una mejor asimilación por parte del lector. El concepto de Intelecto General, por otra parte, lo encontramos una sola vez, no se examina en profundidad y se le da una definición general: se considera como la capacidad de la humanidad para adquirir conocimientos en el curso de su desarrollo y se aplica al proceso de producción mediante el uso de máquinas y tecnologías.
Marx se detiene en la naturaleza contradictoria del intelecto general: el progreso científico y tecnológico aumenta la productividad del trabajo; por lo tanto, una máquina libera potencialmente a los individuos del trabajo repetitivo, menos alienante y más agotador. Pero, por otro lado, este progreso socava el sistema capitalista, se convierte en una contradicción del mismo, porque reduce la necesidad de trabajo humano, que recuerda como la fuente de extracción de plusvalía, y, en consecuencia, reduce la explotación del proletariado.
En los Grundrisse hay un hermoso fragmento sobre las máquinas. Marx dice que existe una forma de cooperación intelectual entre el trabajo vivo, es decir, los trabajadores que hacen el trabajo cada día, y el trabajo muerto, es decir, las máquinas, el trabajo cristalizado, la tecnología, es decir, lo que se llama capital. La cooperación intelectual, inmaterial, implica que el valor del trabajo no depende de la cantidad de trabajo humano empleado directamente, sino también de la cantidad de trabajo muerto incorporado, es decir, de las máquinas.
Marx, en el fragmento de Máquinas, en un punto nodal del análisis de la producción, utiliza a menudo la palabra aparece, para destacar cómo la dinámica introducida por la tecnología y las máquinas tiene un impacto significativo en la percepción del trabajo, en la generación de riqueza. Así, las máquinas adquieren una forma más orgánica, actuando aparentemente de forma autónoma, pero incorporando los conocimientos, las habilidades acumuladas por la sociedad.
Un aspecto clave del fragmento es la afirmación de que el conocimiento y las fuerzas pasan a ser propiedad del capital. Por el contrario, Marx subraya cómo la ciencia y las habilidades, antes ligadas al trabajo humano, son absorbidas y controladas por el capital incorporado a las máquinas. Este proceso crea una subordinación del trabajo vivo al trabajo muerto, es decir, una subordinación a los conocimientos y habilidades integrados en las tecnologías, que siempre crea el hombre. Alessandro Mazzone propone un discurso sobre la llamada reproducción social global, instándonos a alejarnos de la lectura economicista, materialista-vulgar del marxismo y a fijarnos en la relación entre estructura y superestructura política ideológica en la que debe basarse una doctrina marxista…
Entonces Marx se plantea una pregunta: ¿cuál es la conexión entre la revolución social, las máquinas y la ciencia? La conexión reside en la transformación del trabajo. Por un lado, las máquinas son instrumentos de emancipación y potenciación de la fuerza productiva, que permiten automatizar los procesos y aumentar la eficacia, lo que se traduce en un aumento de la producción de mercancías. Sin embargo, en el uso capitalista de las máquinas se manifiestan consecuencias negativas.
De hecho, como expone Harvey en su Introducción al Capital, el uso de nuevas tecnologías de maquinaria cada vez más eficientes crea un incentivo para ampliar las horas trabajadas con el fin de abordar el problema de la depreciación, es decir, la obsolescencia económica y la consiguiente devaluación de la propia máquina. Los capitalistas se dedican entonces a recuperar rápidamente el valor atrapado en la máquina, empujándola a trabajar sin parar durante veinticuatro horas al día. Esta explotación extrema de la máquina se convierte en un medio de intensificar el proceso de trabajo.
Los capitalistas controlan tanto la continuidad como la velocidad de este proceso, lo que les permite reducir la «porosidad» de la jornada laboral. La intensificación surge como estrategia clave para extraer más plusvalía de los trabajadores.
La automatización y la introducción de tecnologías avanzadas pueden conducir a una reducción de la demanda de mano de obra, generando desempleo estructural. A pesar de ser instrumentos de producción, las máquinas, en el contexto de la producción de mercancías, son propiedad y están controladas por los capitalistas con el objetivo de extraer plusvalía. De este modo, las máquinas se convierten en vehículos de explotación que perpetúan las desigualdades sociales. En este análisis, Marx introduce por primera vez la idea del desempleo inducido por la tecnología. Las innovaciones que ahorran trabajo generan desempleo para los trabajadores.
En los últimos treinta años, los importantes cambios tecnológicos y el notable crecimiento de la productividad han provocado desempleo e inestabilidad en el mundo del trabajo, incluso en Italia bajando los salarios reales y aumentando las horas trabajadas, facilitando una gestión política más directa de la plusvalía absoluta y relativa.
La clase trabajadora estadounidense tiende a atribuir sus problemas a la externalización y a la competencia de bajos salarios de México y China.
Sin embargo, los estudios demuestran que, al menos en dos de cada tres casos, la pérdida de puestos de trabajo en EE.UU. fue causada por el cambio tecnológico. Un ejemplo tangible de este impacto es Bethlehem Steel en Baltimore: en 1969 empleaba a más de veinticinco mil personas, pero veinte años después empleaba a menos de cinco mil manteniendo la misma producción de acero.
La conocida cita «Los medios de trabajo aplastan al trabajador» subraya el poder opresor de las tecnologías sobre el trabajador.
Es evidente que las tecnologías se utilizan como instrumento de la lucha de clases. Sin embargo, la opinión de Marx sobre esta cuestión suele suscitar desacuerdos, especialmente con intérpretes como el componente minoritario y poco seguido de la escuela de pensamiento de Toni Negri, que, por ejemplo, interpreta el general intellect como una capacidad adquirida no por la sociedad, sino por el individuo.
Esta perspectiva difiere en gran medida de la corriente marxista tradicional y más coherente, ya que se centra exclusivamente en la tecnología sin abordar la lucha por superar la división del trabajo. Los negrianos desarrollan el concepto afirmando que, en la era de la información, la tecnología avanzada y el Intelecto General adoptan una forma cada vez más inmaterial. En esta perspectiva, el conocimiento y las capacidades cognitivas pasan a ocupar un lugar central en el proceso de producción en detrimento del trabajo material.
Esta corriente argumenta absurdamente, a través de un pensamiento de salón radical y chic de izquierdas fuera del contexto real del conflicto de clases, que, con esta transformación, la fuerza de trabajo de la clase obrera ya no será necesaria. En respuesta a esta visión, Alessandro Mazzone ha realizado importantes contribuciones. Sus escritos abordan no sólo la cuestión más inmediata del Intelecto General en el contexto de la relación entre el modo de producción y los modos de vida, sino que también plantean este concepto como una dimensión subjetiva, ideal e intelectual.
Su análisis ahonda en las interconexiones entre el Intelecto General, la dinámica de la producción y las dimensiones más amplias de la vida social, ofreciendo una perspectiva que va más allá de la mera consideración del cambio tecnológico para abarcar también los retos y transformaciones en las esferas subjetiva y cultural.
En su concepto de «intelecto general», que reflexiona sobre las dimensiones cognitivas e intelectuales del trabajo, Tony Negri argumentó que con el avance de la sociedad postindustrial y la era de la sociedad altamente automatizada, el valor económico se deriva cada vez más de las capacidades intelectuales y cognitivas de los trabajadores del conocimiento, más que de la producción física. Por lo tanto, superar la alienación del trabajo, para Negri, también puede significar emancipar y valorizar el «intelecto general» o la capacidad creativa intelectual social, pero sin plantear inmediatamente el problema de superar el modo de producción capitalista».
En la era actual, la inteligencia artificial se convierte en un elemento clave en el mundo del trabajo. La ciencia consolida el control capitalista y no emancipa al trabajador.
La tecnología no es, dice Marx, intrínsecamente liberadora en sí misma, sino que depende de las relaciones de producción en las que está inserta. El fragmento de los lineamientos, por tanto, nos ofrece un análisis crítico del papel de la ciencia, las máquinas y la sociedad. El Intelecto General es acuñado por Marx sobre la suma de destrezas y habilidades sociales dentro de la humanidad, por lo tanto de la sociedad.
Consideraba la tecnología y las formas organizativas como componentes esenciales para comprender la evolución humana y social.
Su mención del concepto de «internalización» subraya la idea de que las tecnologías y las estructuras organizativas no son meras herramientas externas, sino elementos que se asimilan e incorporan al tejido mismo de la sociedad y la cultura. Cuando Marx analizaba las tecnologías y las formas organizativas, las consideraba expresiones materiales de las relaciones sociales, las ideas, los procesos laborales y las pautas de la vida cotidiana. Estos elementos no existen de forma aislada, sino que están interconectados e influyen mutuamente en la sociedad.
La tecnología no es sólo una herramienta no neutra, sino un elemento que refleja y configura la dinámica social.
Al mismo tiempo, otros aspectos de la sociedad, como las relaciones sociales y las representaciones mentales, influyen a su vez en la forma y el uso de las tecnologías. El enfoque marxista subraya la importancia de estudiar las interconexiones y las relaciones recíprocas entre los distintos aspectos de la sociedad para obtener una comprensión global. Un análisis detallado de la vida cotidiana en el sistema capitalista puede, por tanto, revelar mucho sobre las relaciones con la naturaleza, la tecnología, las representaciones mentales y las relaciones sociales.
A través de este concepto, Marx materializa el intelecto general en los medios de producción, transformando la forma en que se percibe el trabajo: las máquinas ya no son extensiones del trabajo humano, sino que parecen convertirse en portadoras de una forma de conocimiento colectivo, llevando a una situación en la que el trabajo humano puede parecer incluso superfluo.
Es precisamente en esta consideración donde se revela el genio de Marx, su mirada clarividente que supo captar lo que vendría doscientos años más tarde, en la actualidad, con la inteligencia artificial. Decimos que, sin la superación de las clases y de la división del trabajo, no tiene sentido hablar de máquinas ni de inteligencia artificial. En cambio, los negrianos nos dicen que la dimensión cognitiva del trabajo cambiará esta sociedad.
Entonces, ¿ya no es necesaria la lucha de clases? Contrariamente a la perspectiva que hace hincapié principalmente en la dimensión intelectual del trabajo y en la valorización del Intelecto General, reconocemos que la dimensión intelectual del trabajo también constituye la nueva forma del trabajador. Un ejemplo de ello es la actual generación de estudiantes universitarios, considerados la nueva clase obrera.
Se hace hincapié en el hecho de que, a pesar de las diferencias en el tipo de trabajo y en las competencias requeridas, la dimensión intelectual del trabajo es fundamental en el contexto contemporáneo. De hecho, dentro de la MPC, por un lado, el sistema parece exigir un trabajo degradado, en el que los trabajadores son vistos como meros ejecutores de tareas sin necesidad de una gran inteligencia o flexibilidad. Se trata de una visión de los trabajadores como gorilas amaestrados dispuestos a cumplir órdenes sin rechistar.
Por otro lado, existe una demanda de mano de obra altamente cualificada y versátil, capaz de realizar una gama más amplia de tareas y de adaptarse con flexibilidad a las condiciones cambiantes del mercado. Esta contradicción subraya una tensión inherente al sistema capitalista, que por un lado busca simplificar y estandarizar el trabajo para maximizar la eficiencia y reducir los costes, y por otro requiere una mano de obra capaz de innovar, adaptarse y mantener una alta cualificación.
Esta ambivalencia puede llevar a un conflicto entre la aspiración del capitalismo de reducir a los trabajadores a meros ejecutantes y la necesidad de una mano de obra formada y flexible para competir eficazmente en un entorno económico en rápida evolución. Así pues, la transformación de las relaciones de producción y la redistribución del poder económico no pueden dejarse de lado en el contexto de la búsqueda de una sociedad más equitativa. Se hace hincapié en la crítica a los utopistas que aspiran al cambio social dentro de la dinámica del sistema capitalista, argumentando que la sostenibilidad tecnológica sin una verdadera revolución social no es aceptable.
La perspectiva de Geymonat, que rechaza el idealismo y prefiere la dialéctica objetivista soviética, reafirma la importancia del materialismo dialéctico en la reconstrucción del marxismo ortodoxo. Este enfoque se basa en la comprensión de la naturaleza siempre cambiante de la realidad y hace hincapié en el papel de las contradicciones internas como motor del cambio histórico.
El concepto de praxis de Geymonat, en consonancia con el punto de vista leninista sobre la verdad objetiva y subjetiva, hace hincapié en que la corrección de una teoría o proposición debe evaluarse a través de su eficacia en la práctica.
La práctica se convierte así en el criterio crucial para juzgar la validez de una teoría científica, en particular en el contexto del proceso de producción de conocimiento científico. La crítica de la neutralidad de la ciencia se basa en la idea de que la producción de conocimiento científico y académico está intrínsecamente enraizada en una sociedad específica, con sus estructuras, relaciones de poder y contexto histórico. Esta postura pretende superar la presunta neutralidad de la ciencia reconociendo que las condiciones sociales, políticas y económicas influyen profundamente en la producción de conocimiento.
La realidad evoluciona constantemente, y el sistema capitalista, considerado un modelo de progreso histórico, desarrolla contradicciones internas cada vez más evidentes. La visión científica de la sociedad debe basarse en la comprensión de las leyes que rigen el modo de producción capitalista, es decir, la forma en que las personas producen y se reproducen materialmente. La naturaleza social es compleja y cambiante, lo que exige un enfoque dinámico de la comprensión científica.
La reflexión sobre la ciencia y la ciencia social plantea cuestiones críticas: ¿el concepto de ciencia y de ciencia social se agota en el juicio sobre el uso socialmente posible de una ciencia o en la probabilidad del sometimiento indefinido de la naturaleza a un orden social?
La respuesta podría requerir una articulación de la cuestión de la ciencia en el marco de un avance general de la teoría marxista, así como un perfeccionamiento de la acción política. El lento desarrollo de la crítica política, institucional y científico-ideológica en las últimas décadas ha planteado un problema de límites históricos, planteando la cuestión de la ciencia y su papel en la sociedad contemporánea. La reflexión sobre estas cuestiones es esencial para afrontar los retos del presente y contribuir a un progreso más consciente y equitativo.
Esta cuestión puede abordarse mediante la conversión filosófica, es decir, aquel proceso por el que el conocimiento científico, habiendo alcanzado ya los requisitos mínimos de la teoría científica, debe ampliarse y estructurarse con respecto a los métodos de la filosofía de la praxis.
Volvamos a Gramsci y a dos puntos centrales de nuestro análisis. 1. Uno es la Dialéctica de la Naturaleza de Engels y, por tanto, el materialismo dialéctico aplicado a la naturaleza. 2. El otro es el materialismo dialéctico en el ámbito soviético.
Así pues, dos intentos de aplicar el método dialéctico marxista al campo de la ciencia. El método soviético desarrollado y adaptado dentro de las necesidades de la sociedad socialista de la época. El primero, obviamente del ser social y de las condiciones materiales, como determinantes de las relaciones sociales en el contexto soviético.Este enfoque filosófico se utilizó también para dar sentido al progreso científico y tecnológico y también para proporcionar una base ideológica al sistema socialista. Si el problema radica en la relación entre ideología y ciencia, debemos por tanto volver a la teoría de la reflexión de la filosofía marxiana. Esta teoría se refiere a la comprensión materialista dialéctica de la relación entre la conciencia y la realidad, entre la realidad y la apariencia, en particular al modo en que las ideas y las representaciones mentales se forman y desarrollan en función en relación con los procesos materiales.
A menudo percibimos lo que la reflexión nos hace subsumir de lo material. Marx afirmó en su momento que la conciencia humana no es una entidad separada o autónoma, sino que está conectada con el mundo material circundante. La conciencia es un reflejo de la realidad objetiva de las mentes humanas.
Este concepto es fundamental para el materialismo histórico, porque para nosotros las condiciones materiales y sociales, por tanto también la producción económica, determinan la forma y el contenido de las ideas y las concepciones mentales, como decía Marx «No es la conciencia la que crea las condiciones sociales, son las condiciones sociales, las condiciones de supervivencia, las que determinan la conciencia».
El término reflejo significa que la conciencia no crea la realidad, sino que la refleja, la interpreta, la representa en la esfera de las ideas. Exactamente, la teoría marxista subraya el vínculo indisoluble entre la base material de una sociedad y su superestructura ideológica.
Las ideas y las concepciones mentales están fuertemente influidas y moldeadas por las condiciones sociales materiales en las que se desarrollan.
Abordar el problema de la ciencia implica explorar en profundidad su doble naturaleza: por un lado, la producción de la forma de la ciencia, es decir, su especificidad, y, por otro, la producción de la ciencia per se. La crítica marxista de la ciencia, más que marxista, se enfrenta a la teoría científica, intentando evitar las trampas de los círculos viciosos mediante la aplicación de la dialéctica, como también propuso Engels, para abordar las relaciones anticientíficas.
En el contexto contemporáneo, la teoría del reflejo es aún más válida, especialmente en el capitalismo actual, dominado por la vigilancia digital. La dirección utiliza una amplia gama de herramientas para supervisar a los empleados, analizando su contribución en las redes sociales, evaluando las respuestas al correo electrónico y observando la asistencia a las reuniones, proporcionando sugerencias a los empleados para que trabajen más rápido y de forma más eficiente. Los datos de los empleados se aprovechan para predecir quién tiene más probabilidades de éxito, basándose en parámetros estrechos y cuantificables, quién podría desviarse de los objetivos de la empresa y quién podría organizar a otros trabajadores. Con la generalización de la inteligencia artificial en el lugar de trabajo, muchos de los sistemas básicos de control se están mejorando con nuevas capacidades predictivas, convirtiéndose en mecanismos de gestión de los trabajadores cada vez más intrusivos.
La perspectiva que aquí se presenta vuelve a situar en el centro las capacidades colectivas como clave para superar la división del trabajo. Esto implica una valorización del Intelecto General, incluidos el conocimiento, la creatividad y las capacidades individuales. La atención se centra en la urgencia de superar la división del trabajo y transformar las relaciones sociales.