MISCELÁNEA 11/02/2025

DEL COMPAÑERO Y MIEMBRO DE ESPAI MARX, CARLOS VALMASEDA

INDICE
1.Terapiratas.
2. Entrevista a Ha Joon Chang.
3. Relaciones Irán-EEUU.
4. El desgaste militar ruso en Ucrania.
5. El mantenimiento de las infraestructuras.
6. Geopolítica del capitalismo, 6 (observación de José Luis Martín Ramos).
7. Los aranceles pueden ser buenos para los EEUU.
8. El alto el fuego en Gaza al borde de la ruptura.

1.Terapiratas

Si alguna vez os habéis descargado algún libro en Anna’s Archive, LibGen, Library-Z, Internet archive, etc. y tenéis remordimientos, recordad siempre que Meta -o sea, Facebook- ha descargado 81,7 terabytes de libros y demás para entrenar su IA. 
https://torrentfreak.com/meta-

«Meta descargó más de 81 TB de datos a través de Anna’s Archive, a pesar de la escasez de seeders»

ayer por Ernesto Van der Sar

Documentos judiciales recién desclasificados revelan que Meta descargó cantidades significativas de datos de bibliotecas en la sombra a través de Anna’s Archive. Ya se sabía que la empresa utilizaba BitTorrent, pero la comunicación interna por correo electrónico revela fuentes y terabytes de datos descargados, así como una lucha con disponibilidad limitada y velocidades de descarga lentas debido a la falta de seeders.

El fin de semana pasado, la biblioteca en la sombra Anna’s Archive argumentó que, para las empresas de IA, el acceso a libros «pirateados» puede ser una cuestión de seguridad nacional.

El razonamiento detrás de esta controvertida postura se refiere a las implicaciones legales a las que se enfrentan las empresas estadounidenses si entrenan modelos de IA utilizando datos obtenidos de bibliotecas en la sombra. Otros países, sin embargo, tienen menos reservas, lo que podría dar a las empresas extranjeras una ventaja tecnológica.

Las empresas tecnológicas estadounidenses son muy conscientes del poder potencial de las bibliotecas en la sombra. Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, nunca ha negado su uso de estas bibliotecas para entrenar las primeras versiones de sus modelos de IA.

Demandada por acusaciones de descargas de torrents

Meta no es el único en esto. El disruptor chino de IA DeepSeek también admitió públicamente haber utilizado datos de fuentes «piratas». Sin embargo, hasta la fecha, son principalmente los grandes gigantes tecnológicos estadounidenses los que han sido llevados a los tribunales.

Una demanda colectiva presentada por autores como Richard Kadrey, Sarah Silverman y Christopher Golden es uno de esos casos de infracción de derechos de autor. Los autores acusan a Meta de utilizar su trabajo sin permiso.

El mes pasado, presentaron una demanda enmendada que incluía acusaciones relacionadas con BitTorrent. Los demandantes ven esto como particularmente problemático porque los usuarios de BitTorrent suelen subir contenido a terceros también.

«Meta descargó millones de libros pirateados de LibGen a través del protocolo bit torrent utilizando una plataforma llamada LibTorrent. Internamente, Meta reconoció que el uso de este protocolo era legalmente problemático», señaló la tercera demanda enmendada.

«Al descargar a través del protocolo bit torrent, Meta sabía que estaba facilitando una mayor infracción de los derechos de autor al actuar como punto de distribución para otros usuarios de libros pirateados».

Desclasificados: terabytes de datos

Estas presuntas irregularidades debían demostrarse ante los tribunales, por lo que los titulares de los derechos solicitaron a Meta el acceso a los registros de los clientes de torrents y a los datos de siembra. La solicitud fue denegada.

No obstante, los titulares de derechos consiguieron obtener pruebas relacionadas con torrents durante la fase de presentación de pruebas. Muchos de los detalles estaban previamente sellados, pero las copias desbloqueadas añadidas ayer al expediente revelan nueva información.

Citando un hilo de correo electrónico interno de Meta, los demandantes estaban a punto de demostrar que la empresa intentó obtener datos a través de Anna’s Archive. Aunque esto fue complicado porque el número de seeders era bajo, consiguieron obtener muchos terabytes.

«La magnitud del esquema de torrents ilegal de Meta es asombrosa: la primavera pasada, Meta descargó al menos 81,7 terabytes de datos a través de múltiples bibliotecas en la sombra a través del sitio Anna’s Archive, incluyendo al menos 35,7 terabytes de datos de Z-Library y LibGen».

«Meta también descargó previamente 80,6 terabytes de datos de LibGen», afirman los demandantes en el documento sin sellar, en referencia a un correo electrónico en el que se hace referencia a Anna’s Archive con las iniciales «AA».

Correo electrónico desvelado […]

El correo electrónico, que se muestra arriba, menciona también Internet Archive como una fuente clave, aunque no es una biblioteca en la sombra típica. Proporciona una visión general de los progresos realizados, señalando que «pocas semillas» y «bajas velocidades de descarga» suponían un reto.

¿Preocupaciones sobre los derechos de autor?

Los empleados de Meta no eran ajenos a las posibles preocupaciones sobre los derechos de autor. Según los documentos desclasificados, un empleado declaró: «Creo que el uso de material pirateado debería estar más allá de nuestro umbral ético».

Además, hubo una discusión interna sobre no usar la infraestructura de Facebook para descargar torrents, para «evitar el riesgo de rastrear al que lo ha compartido/descargado» hasta los servidores de Meta.

Estos comentarios y referencias ya eran conocidos por los demandantes, pero ahora entran en el dominio público. Arrojan luz adicional sobre las discusiones internas, pero para Meta, sin embargo, estas acusaciones de descargas de torrents no cambian las reglas del juego.

Meta: Uso legítimo

La semana pasada, Meta presentó una moción para desestimar la demanda de los autores en relación con la «eliminación de la información de gestión de derechos de autor», así como la demanda por violación del Código Penal de California § 502, argumentando que ninguna de las dos estaba debidamente fundamentada.

Meta no solicitó la desestimación de la demanda por infracción de derechos de autor, pero confía en que puede «desacreditar esta acusación sin fundamento» en un juicio sumario.

«Los demandantes no alegan ni un solo caso en el que alguna parte de algún libro haya sido, de hecho, descargada por un tercero de Meta a través de torrent, y mucho menos que los libros de los demandantes fueran distribuidos de alguna manera por Meta», escribe la empresa.

Esto no significa que Meta niegue el uso de bibliotecas ocultas, su argumento es que el uso de dichos datos para entrenar sus modelos LLM constituye un uso legítimo según la ley de derechos de autor de EE. UU.

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2. Entrevista a Ha Joon Chang

Iba a pasaros el último artículo de Poch en CTXT, pero veo que ya lo ha publicado Salvador en su página y quizá lo hayáis leído, así que lo sustituyo por esta otra publicación en ese medio. Una entrevista a un economista coreano sobre la cuestión de los aranceles.
https://ctxt.es/es/20250201/

Ha Joon Chang / Economista

«Los problemas de Estados Unidos no se resolverán con aranceles”

Andy Robinson 5/02/2025

Autor de una decena de libros, entre ellos el clásico 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo (Debate, 2010), el economista iconoclasta Ha Joon Chang (Corea del Sur, 1963) ridiculiza tanto a Trump como a sus críticos del mainstream. En esta entrevista mantenida en el mes de enero, en el restaurante peruano Lima en el centro de Londres, Chang desdramatiza el peligro de una guerra comercial, a la vez que explica que no servirá para salvar la economía estadounidense en su épica batalla contra China. Lo que sí advierte es que, lejos de ser el enemigo del trabajador estadounidense y europeo, China y sus exportaciones han facilitado bienes de consumo baratos a lo largo de décadas que han mitigado el estancamiento de los salarios causado por la concentración del poder en Wall Street. Si Trump sigue adelante con los aranceles contra China impactará en el poder adquisitivo del trabajador-consumidor estadounidense.

Vuelven los aranceles, ¿qué le parece?

Como sabe, no estoy en contra de los aranceles. Pero, como en toda política económica, todo depende de para qué se utilizan. Lo único que permiten es crear un espacio en el que puedes hacer las políticas industriales con más libertad. El proteccionismo asimétrico que existió durante un tiempo en los años cincuenta, sesenta y setenta fue esencial para el auge de las economías asiáticas. En Japón, o Corea del Sur, los gobiernos tuvieron que subsidiar enormemente la exportación para que las empresas nacionales pudieran producir a escala y luego crecer e invertir. Si haces estas otras cosas juntas, los aranceles pueden funcionar. Poner aranceles sin más no sirve. Pero, con Trump, no veo ningún otro plan. Imagínense si Corea del Sur hubiera tenido libre comercio de automóviles en los años setenta. No existiría Hyundai ni Kia.

Samsung aún estaría fabricando textiles sin las políticas comerciales e industriales. Lo dice en su libro Economía comestible

Así es. Sí. Samsung inicialmente estaba refinando azúcar y haciendo textiles. Hasta cierto punto, la transformación fue posible gracias a un régimen comercial liberalizado entre las economías avanzadas en aquellos años que dio un poco de espacio a los países en desarrollo para usar aranceles.

Y supongo que eso se ha incorporado a la mitología victimista del trumpismo, que de alguna manera justifica esta fase de proteccionismo. Es como si dijeran: “¡Les dimos demasiado espacio a los asiáticos! Ahora lo recuperáremos”.

Sí, eso es cierto. Pero, por otro lado, ese tipo de retórica absuelve de responsabilidad a la élite estadounidense, especialmente a la élite financiera, Quiero decir que al permitir que estos países se industrialicen y exporten a EEUU, los capitalistas estadounidenses han podido congelar los salarios nacionales durante décadas. Básicamente, la clase trabajadora estadounidense no ha visto un aumento de sus salarios en medio siglo, desde los años setenta. Pero eso era posible políticamente porque han estado importando productos mucho más baratos del este de Asia; primero de Japón y luego de Corea del Sur y de China. Y en segundo lugar, con la desregulación financiera, el consumidor en Estados Unidos podía endeudarse mucho. Ahora advierten que la morosidad de las tarjetas de crédito en EEUU está aumentando rápidamente.

Y los aranceles de Trump, ¿quitarán esa válvula de escape que ha mitigado el efecto del estancamiento salarial?

Claro. Si no haces nada para mejorar la base industrial aprovechando el espacio creado por los aranceles, entonces todo va a ser más caro. Al igual que en el caso de Asia, el primer proteccionismo de EEUU en el siglo XIX era una protección de la industria naciente, en el sentido de que se creaba un hueco para que crecieran nuevas industrias. Eso funcionó. Pero hay que recordar que, actualmente, en esta economía estadounidense altamente financiarizada, la rentabilidad de las inversiones manufactureras es, por lo general, demasiado baja si se compara con las finanzas. Porque tienes muchas oportunidades especulativas. Las grandes empresas estadounidenses en los últimos años han sido un cajero automático para que inversores en Wall Street extraigan dinero de las empresas. Así que los problemas de EEUU no se resolverán con aranceles.

¿Qué efecto tendrá si Trump desmantela el acuerdo de libre comercio entre México, Canadá y Estados Unidos?

Mi opinión es que, en realidad, estos acuerdos de libre comercio no hacen mucho para aumentar el comercio. Porque sí, EEUU compra más de México, pero entonces no compra tanto de Brasil o de otro país. El comercio se determina, sobre todo, por el volumen de actividad económica en las economías que forman parte del acuerdo.

Si van en serio, ¿los aranceles que Trump amenaza con imponer provocarían un fuerte trastorno económico en el resto del mundo?

Si pusiera el 100%, sí. Pero eso no lo puede hacer. Si sube el arancel del 0% al 10% no habrá gran diferencia. Obviamente, Trump no va a acabar con el mundo de los mercados abiertos. Es mucho más difícil cerrar la economía que en periodos anteriores. Porque ahora las cadenas de suministro están organizadas a nivel global. Si se tratara de países que fabrican y exportan el producto final, entonces esta clase de medida arancelaria podría tener más impacto. Pero ahora en el producto final hay insumos de siete fábricas distintas en cuatro países diferentes. No pueden simplemente detenerlo. Es decir, que, a pesar de toda esta retórica, tendrán que seguir haciendo las cosas más o menos como antes.

Recuerdo que, cuando tuvimos aquel almuerzo el año pasado, todo el mundo hablaba del fin de la globalización. Usted dijo que se sentía realmente escéptico con la idea de que van a poder excluir a China de la economía mundial.

Sí. De ninguna manera. Quiero decir, China tiene el 17% o 18% de la economía mundial. Posee el 13% de los bonos del Tesoro de EEUU. Representa algo así como el 14% del comercio exterior de EEUU. No hay forma de hacer funcionar la economía mundial sin China.

¿Cómo va a cuadrar Trump el círculo de haber creado un ambiente político en el que casi el 90% de los estadounidenses piensan que Beijing tiene que ser eliminada de la faz de la Tierra, si al mismo tiempo dependen completamente de China?

Cuando se trata de tecnologías relacionadas con lo militar, los estadounidenses van a hacer todo lo posible para detener a China. Pero aparte de eso, ¿pueden realmente dejar que China, por así decirlo, se aleje de Estados Unidos? No. No pueden. China es el epicentro de la cadena de suministro global.

Hablan de un proceso de acercamiento de la cadena de suministro a EEUU por motivos geopolíticos…

Es cierto; eso está sucediendo. Pero es muy marginal. No va a cambiar el panorama fundamental. Es decir, es importante que Intel haya abierto su primera fábrica de microchips en Asia, no en China sino en Malasia. Pero esa es solo una de… dios sabe cuántas fábricas de chips hay en China. Así que sí, soy muy escéptico con que eso se pueda cambiar, aunque se quiera. Y lo que es más importante, la élite estadounidense realmente no quiere cambiarlo. Así que Trump tendrá que adaptarse a las nuevas realidades de la economía mundial, en la que Estados Unidos y Europa no son ni la mitad de dominantes que antes. La velocidad a la que China está ascendiendo es asombrosa. Siempre he creído que China llegará a disputar el liderazgo económico, pero está sucediendo más rápido de lo que pensaba. Porque ahora hay muchas áreas en las que los chinos están por delante de todos los demás. Y en otras muchas, están prácticamente a la altura de los demás.

Es interesante que desdramatice el planteamiento de aranceles porque muchos economistas dicen que corremos el riesgo de una repetición de la Gran Depresión.

Efectivamente. La élite de Davos, cada vez que sale la palabra “proteccionismo”, responde: “¡Oh. Es el fin del mundo, la Gran Depresión!”. Pero incluso la famosa guerra comercial de los años treinta no fue responsable de la caída del comercio o Gran Depresión. Los aranceles estadounidenses siempre habían sido muy altos y la famosa ley arancelaria Smoot-Hawley de 1930 los aumentó un poco, digamos del 40% al 50%. Eso por un lado. Y por el otro, si miras los datos, en realidad fueron muy pocos los países que elevaron significativamente los aranceles durante la Gran Depresión. España fue una excepción. Hubo algunos países con economías más débiles, como España e Italia, que los aumentaron bastante, pero en el resto de países no aumentaron mucho. En Reino Unido, el arancel promedio pasó de cero a cerca del 5%.

Bueno, Trump está hablando de aranceles más altos…

Sí. Pero en tercer lugar, y lo más importante, los historiadores económicos han demostrado que la caída del comercio internacional durante los años treinta se debió principalmente a la caída de la demanda porque las economías estaban deprimidas. Y también por la falta de crédito comercial. Porque cuando exportas, muy a menudo prestas dinero a quienes compran tus productos para que los compren. Así que los historiadores han demostrado que debido a la crisis financiera de 1929, los bancos dejaron de prestar y eso agravó la caída del comercio.

Lo mismo pasó después de la crisis del 2008.

Exactamente. Y en ese momento nadie aumentó realmente los aranceles, pero el comercio mundial se desplomó. Eso demuestra que los aranceles son mucho menos importantes para el comercio que la demanda.

Si los aranceles son una herramienta para que los países en desarrollo cierren la brecha, los acuerdos de libre comercio benefician a las economías avanzadas en algún sentido, ¿no?

Por supuesto, a largo plazo, estos acuerdos de libre comercio son importantes. Porque si firmas un acuerdo de libre comercio entre una nación avanzada y una nación atrasada, básicamente congelas las relaciones en favor del país avanzado. Es más, en muchos de estos acuerdos de libre comercio, en realidad no se trata solo de comercio. Hay acuerdos sobre inversión y desregulación financiera, sobre las indemnizaciones por el daño que puede causar la regulación nacional a los beneficios de los inversores multinacionales. Y también sobre la protección de los derechos de propiedad intelectual.

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3. Relaciones Irán-EEUU

Bhadrakumar hace un repaso a partir de varias declaraciones de la actitud de la élite iraní ante el acoso estadounidense.
https://www.indianpunchline.

Publicado el 9 de febrero de 2025 por M. K. BHADRAKUMAR

Trump habla con Irán, pero necesita pasar a la acción

Sadiq Khan, alcalde de Londres, pronunció un memorable discurso en la tormentosa conferencia anual del Partido Laborista en 2016, al tiempo que felicitaba formalmente a Jeremy Corbyn por ganar las elecciones a la dirección con un mandato ampliado, pero manteniéndose escéptico sobre la posibilidad de que se «confíe en el partido para gobernar de nuevo».

Comenzó el discurso diciendo: «Los laboristas en el poder. No solo hablando, sino también actuando. Nunca sacrificando o vendiendo nuestros ideales, sino poniéndolos en práctica todos los días».

Khan pronosticó que era «extremadamente improbable» que Corbyn llevara a los laboristas de nuevo al número 10 de Downing Street. Resultó tener razón.

Un atisbo de cautela rayando en pesimismo sobre la perspectiva de alcanzar un acuerdo nuclear duradero con EE. UU. impregnó las declaraciones del líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, el 7 de febrero en Teherán en un discurso dirigido a los altos mandos militares.

[Vídeo en el artículo]

Fue un discurso inusual, que se produjo apenas tres días después de que el presidente de EE. UU., Donald Trump, firmara el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional que imponía «máxima presión» a Irán para negarle «todos los caminos hacia un arma nuclear» el 4 de febrero. (Véase mi blog Trump revive la «máxima presión» sobre Irán, pero añade un mensaje sobre el acuerdo entre EE. UU. e Irán, Indian Punchline, 7 de febrero de 2025)

En pocas palabras, el líder supremo hizo las siguientes observaciones:

  • Un acuerdo nuclear per se no es la panacea para los problemas de Irán.

  • La experiencia del PAIC demuestra que no se puede confiar en Estados Unidos. Mientras que el presidente Barack Obama no dio seguimiento a ese acuerdo de 2015, el presidente Donald Trump simplemente lo rompió.

  • En retrospectiva, todas las negociaciones y todas las concesiones y compromisos que Irán hizo resultaron inútiles.

  • Por lo tanto, negociar con EE. UU. no es algo sensato ni inteligente, ni siquiera honorable.

De hecho, no ha habido ningún cambio sustancial en la actitud de EE. UU. hacia Irán desde 2015, cuando la administración Obama negoció el PAIC. Por lo tanto, los comentarios de Jamenei se dirigieron principalmente a la polarizada opinión pública interna de Irán con respecto a la eficacia y el propósito de las nuevas negociaciones con EE. UU., e implícitamente instaron a la unidad nacional. Esto es lo principal.

En cuanto al curso de acción futuro, le corresponde al gobierno decidir. El presidente Masoud Pezeshkian, que se enorgullece de ser seguidor del Líder desde su época de legislador, aún no ha reaccionado a la voluntad declarada de Trump de reunirse con él.

En cambio, se hizo eco de los sentimientos de Jamenei tangencialmente: «Nosotros y nuestros hijos somos capaces de crear un futuro mejor con lo que tenemos. Solo tenemos que creer en nosotros mismos y darnos cuenta de que podemos. Cuando desarrollamos una visión profunda y a largo plazo, podemos lograr y emprender las acciones que deseamos».

La portavoz del gobierno, Fatemeh Mohajerani, también adoptó una línea tangencial en su publicación en X de que el gobierno hará todo lo posible por cumplir la directiva del líder y hacer resonar una voz unificada de Irán. «Aunque todo el mundo es consciente de los problemas, hoy necesitamos más unidad y solidaridad que ayer para superarlos», escribió, añadiendo al mismo tiempo: «Las negociaciones con los países europeos continuarán, y todo el mundo sabe bien que Irán no participará en negociaciones si son deshonrosas».

Curiosamente, Mohajerani también evitó hacer ninguna referencia directa a la administración Trump.

Evidentemente, las élites de Teherán están cerrando filas en previsión de las negociaciones. El presidente del Majlis, Mohammad Bagher Ghalibaf, de línea dura, también afirmó la postura del ayatolá Jamenei, pidiendo a sus colegas del órgano legislativo y a otros poderes del gobierno que se abstuvieran de crear divisiones.

«No debería haber ninguna dualidad aquí. La naturaleza de los comentarios del Líder fue firme, definitiva y diferente al pasado». [Énfasis añadido].

Lo fundamental es que hay que seguir de cerca la vía diplomática liderada por el astuto exdiplomático y embajador de carrera, el ministro de Asuntos Exteriores Abbas Araghchi (por cierto, un exfuncionario del IRGC). Araghchi es un veterano negociador nuclear que desempeñó un papel clave en las conversaciones que condujeron al PAIC cuando era viceministro de Asuntos Exteriores de Irán durante la administración de Hassan Rouhani.

Lo más sorprendente es que hay una notable coherencia entre lo que Araghchi dijo en una entrevista reciente en Sky News con su editor internacional Dominic Waghorn hace unos diez días y lo que dijo hoy, dos días después de que hablara Jamenei.

De hecho, la entrevista se realizó en el edificio del Ministerio de Asuntos Exteriores en Teherán, un gesto inusual hacia un editor occidental. Waghorn es uno de los corresponsales extranjeros más experimentados de Occidente en la actualidad, con una destacada cobertura en China, Oriente Medio y Estados Unidos, y ha entrevistado a Trump, entre otros líderes mundiales.

https://youtu.be/Y2JrC5h_yYE

Cuando Waghorn llamó la atención de Araghchi sobre las recientes insinuaciones de Trump de que preferiría una solución diplomática —incluso dijo que un nuevo acuerdo con Irán sería «agradable»—, el máximo diplomático iraní declaró que, aunque estaba dispuesto a escuchar al presidente de Estados Unidos, Irán necesitaría mucho más que eso para convencerse de que debería iniciar negociaciones para un nuevo acuerdo.

Como él mismo dijo: «La situación es diferente y mucho más difícil que la anterior. La otra parte debe hacer muchas cosas para ganarse nuestra confianza… No hemos oído más que la palabra «agradable», y esto obviamente no es suficiente».

En resumen, hay un déficit de confianza que primero hay que superar y esa iniciativa tiene que venir de la Casa Blanca. Las palabras amables no pueden ser la base de negociaciones serias entre adversarios intratables.

El propio Waghorn había comentado: «Los iraníes con los que hablamos en las calles de Teherán dijeron que esperaban que se pudiera llegar a un acuerdo con Occidente si esto podía conducir a un levantamiento de las sanciones y a una mejora de la terrible situación económica de Irán… La confianza entre Irán y Estados Unidos también está en niveles mínimos. Avanzar hacia cualquier acuerdo y levantar las sanciones será un enorme desafío».

Ahora, avance rápido. El sábado por la noche en Teherán, el día después de que Khamenei hablara, Araghchi subrayó, mientras se dirigía a una reunión que incluía a altos funcionarios y miembros del parlamento, que las sanciones de EE. UU. actualmente en vigor contra el pueblo iraní son «crueles», y son un gran obstáculo en el camino del desarrollo económico de Irán, que debe levantarse, pero eso tiene que ser a través de negociaciones y no de las políticas de «máxima presión» anunciadas por Trump en su memorándum presidencial del 7 de febrero.

Araghchi dijo que hay dos tareas que deben llevarse a cabo. La primera es levantar las sanciones a través de «negociaciones e interacción con otros». La segunda es «anular» el impacto negativo de las sanciones, lo que requiere autosuficiencia, y es «priorizado» por el gobierno y también se considera un deber público.

Araghchi subrayó: «El levantamiento de las sanciones requiere negociaciones, pero no bajo la política de máxima presión. La negociación no puede llevarse a cabo desde una postura débil, ya que dejará de considerarse negociación y se convertirá en una especie de rendición. Nunca acudimos a la mesa de negociaciones de esta manera».

Es decir, las negociaciones con EE. UU. y el avance de la agenda de «autosuficiencia» de Irán para mitigar el impacto negativo de las sanciones no son mutuamente excluyentes o no son una cuestión binaria, como algunos observadores de los comentarios de Jamenei podrían malinterpretar, sino que pueden reforzarse mutuamente.

Sin embargo, la gran pregunta sigue siendo: ¿está Trump, que predica con el ejemplo, también dispuesto a predicar con el ejemplo? Se necesita sutileza mental y pensamiento creativo para hacerlo. El quid de la cuestión es que la administración Trump está repleta de hombres unidimensionales: halcones y superhalcones en Irán.

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4. El desgaste militar ruso en Ucrania

Tomaselli cree que, aunque vaya ganando, Rusia no puede mantener mucho más tiempo el ritmo de producción industrial militar y de bajas, y mucho más, en caso de un conflicto total con la OTAN en Europa, lo que quizá llevaría al uso de armamento nuclear o, al menos, de una lluvia de misiles hipersónicos.
https://giubberossenews.it/

El rostro de la guerra: Ucrania

Por Enrico Tomaselli 9 de febrero de 2025

La ya consolidada actitud de mirar los acontecimientos con la mirada de un hooligan, que es muy diferente a la de un partidario, desafortunadamente lleva a muchos de nosotros a posicionarnos, incluso ante acontecimientos trágicos como las guerras, como si se tratara de elegir entre la grada sur y la grada norte. Mientras que, obviamente, la realidad es cada vez más compleja y multifacética, y para ser realmente comprendida y evaluada requiere que se deje de lado la propia elección de campo, tratando en primer lugar de seleccionar las noticias y las fuentes no en función de la coherencia emocional con nuestro sentir, sino de su veracidad.

Por ejemplo, a menudo escuchamos, incluso de autorizados expertos, valoraciones diametralmente opuestas de los mismos acontecimientos. Hasta verdaderas contorsiones verbales, como la recientemente enunciada por el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, según la cual «Ucrania no está perdiendo, pero la línea del frente se está moviendo en la dirección equivocada»

Tampoco faltan las valoraciones superficiales, como las que comparan el conflicto ucraniano con la Primera Guerra Mundial, que fue, en cambio, básicamente una guerra de trincheras, sin grandes desplazamientos de la línea del frente, y caracterizada por una masacre mutua e inútil de infantería.

Si intentamos observar el conflicto ruso-ucraniano con una mirada imparcial, podemos extraer importantes lecciones que (probablemente) servirán a los estados mayores para replantearse sus estrategias y, más aún, sus direcciones operativas, con todo lo que ello conlleva. Pero también, para el observador común, para una comprensión más ajustada de lo que está evolucionando en el campo de batalla, y que inevitablemente se refleja también en el plano político-diplomático.

La guerra ruso-ucraniana, o mejor dicho, la guerra Rusia-OTAN, se caracteriza sin duda por algunos elementos absolutamente nuevos, el primero de los cuales es el papel predominante que han asumido las drones. Independientemente de la extrema debilidad de la aviación ucraniana (aunque recientemente reforzada con los cazabombarderos F-16 y ahora con los franceses Mirage 2000), parece claro que ahora el dominio del aire es una cuestión esencialmente confiada a los aviones no tripulados. Este tipo de sistemas de armas es a su vez extremadamente variado, y abarca desde los UAV kamikaze de largo alcance hasta los pequeños cuadricópteros FPV, cubriendo una amplia gama de funciones, desde el ataque masivo a distancia hasta el ataque táctico individual, desde la observación estratégica hasta la detección para la artillería, etcétera.

En este sector, durante la guerra se fue perfilando una especie de divergencia entre los dos ejércitos. Mientras que las fuerzas armadas rusas han alcanzado una clara supremacía en los ataques a distancia, el ejército ucraniano ha ido aumentando gradualmente su capacidad de uso táctico de drones, desplegando un número muy considerable de UAV de tamaño mediano y pequeño, extremadamente eficaces en el combate sobre el terreno.

El uso de drones de fibra óptica, capaces de operar incluso a decenas de kilómetros del operador, está, entre otras cosas, haciendo progresivamente ineficaces las medidas de contrainteligencia electrónica, en las que los rusos destacan, reequilibrando aún más la brecha entre los dos ejércitos. Aunque las fuerzas rusas mantienen una clara superioridad en artillería (piezas de artillería y munición) y ahora también en personal (en número y entrenamiento) [1], tres años de guerra están empezando a tener un impacto. Y aquí surge otro aspecto de este conflicto, ya conocido, pero que a distancia está revelando aspectos significativos. De hecho, se ha dicho durante mucho tiempo que este es un conflicto de alto consumo (de hombres y medios), pero no se ha prestado suficiente atención a un elemento que ahora está surgiendo.

Mientras que las fuerzas ucranianas están básicamente a la defensiva a lo largo de los más de mil kilómetros de frente [2], y por lo tanto tienen un fuerte consumo de hombres, pero un consumo relativamente bajo de medios (que se utilizan principalmente para unas pocas contraofensivas tácticas, localizadas, y para el apoyo logístico a la primera línea), las fuerzas rusas, que avanzan prácticamente a lo largo de toda la línea del frente, están empezando a pagar un precio significativo en términos de medios.

Incluso teniendo en cuenta los permanentes déficits organizativos y logísticos, relacionados principalmente con una burocracia militar de reflejos gigantescos, se empieza a notar, en algunos sectores de la línea de frente, una escasez de medios blindados para la infantería. Si se tiene en cuenta que, debido a la omnipresencia de las drones antes mencionada, ambos ejércitos ya no realizan movimientos de grandes unidades, con la consiguiente concentración de hombres y medios, el hecho de que cada vez se notifiquen más movimientos con medios no blindados (y a veces incluso con medios civiles), indica una alta incidencia de las destrucciones realizadas por aviones no tripulados, que obviamente pesan más sobre las fuerzas rusas en ataque.

Este elemento, solo aparentemente táctico, tiene en cambio reflejos estratégicos de mucho mayor alcance.

Sabemos que la industria bélica rusa tiene niveles de productividad muy altos, según algunos analistas occidentales, incluso el triple que los de los 32 países de la OTAN, lo que significa que ni siquiera esta capacidad industrial es capaz, al menos por ahora, de mantener el ritmo de destrucción en la línea de combate. De ello se deduce que una guerra de alta intensidad, cuando se prolonga más allá de cierto tiempo, alcanza niveles de consumo difícilmente sostenibles incluso para un sistema industrial capaz de un rendimiento excepcional.

También de este tipo de evaluación nace, por tanto, la nueva doctrina estratégica rusa. Más allá de las tonterías que a menudo se escuchan en Occidente, es evidente que Rusia considera muy posible un conflicto inminente con la OTAN en Europa, y que al considerar esta posibilidad tiene en cuenta los factores previsibles de tiempo y consumo que conllevaría. Un conflicto con la OTAN, aunque se limitara a los países europeos, significaría enfrentarse a un enemigo con una enorme profundidad estratégica (desde Ucrania hasta el Atlántico hay unos 2.000 kilómetros) y una población cinco veces superior. Y por mucho que los ejércitos europeos estén en muy mal estado en muchos aspectos y carezcan por completo de experiencia real en combate, está claro que un conflicto de este tipo requeriría años para llegar a un punto de resolución [3], y un consumo extraordinario de hombres y medios, en muchos aspectos insostenible para Rusia. De hecho, las pérdidas humanas, aunque la proporción entre las ucranianas y las rusas es de casi diez a uno, empiezan a pesar de manera significativa.

La clara superioridad rusa ha permitido mantener relativamente baja la cifra de muertos (y heridos), pero con el tiempo estas cifras se acumulan y se acercan cada vez más a una masa crítica. Mantener la eficiencia de las unidades y la posibilidad de rotación de las mismas ha sido posible hasta ahora gracias a un buen ritmo de voluntarios (alrededor de 30.000 al mes), pero, obviamente, este número tiende a agotarse, mientras que la economía corre el riesgo de sufrir un déficit de mano de obra. A diferencia de Ucrania, donde casi la mitad de la población ha huido al extranjero, tiene una economía basada prácticamente al 100 % en la ayuda occidental y, sin embargo, se dirige más o menos conscientemente hacia la autodestrucción, Rusia debe mantenerse por debajo de un umbral crítico, más allá del cual sería necesario proceder a una movilización. Lo que, evidentemente, tendría repercusiones sociales, económicas y políticas que Moscú quiere evitar. Dado que el ritmo de consumo ucraniano (humano y de medios) es muy superior y tiende a acelerarse solo por este motivo, mientras que el de los suministros de la OTAN tiende a disminuir, Rusia puede contar con una previsión de otros dos o tres años antes de que los niveles de pérdidas alcancen niveles críticos. Lo que, en términos de perspectiva estratégica, significa que la Federación Rusa puede soportar un conflicto convencional de alta intensidad durante un período máximo de 5 o 6 años. Después de eso, entraría en una fase de estrés social muy significativo.

También por esta razón, la doctrina estratégica rusa ha pasado a prever el uso de armas nucleares incluso en caso de ataque (o amenaza de ataque) convencional. Desde el punto de vista ruso, se trata de un cambio de paradigma significativo, ya que se pasa de una posición de disuasión nuclear mutua (la famosa Mutual Assured Destruction, MAD) a una previsión de uso incluso en caso de no reciprocidad. Obviamente, la previsión estratégica no es un automatismo, por lo que, en caso de que realmente se produjera un conflicto de este tipo, no se puede decir que el uso de armamento nuclear, aunque sea solo táctico, sea seguro o inmediato. Una posible alternativa intermedia sería, por ejemplo, el uso masivo de misiles balísticos hipersónicos, probablemente utilizados para un first strike capaz de aniquilar a las fuerzas armadas de la OTAN (y a sus respectivas poblaciones) desde el primer momento, reservándose la posibilidad de una mayor escalada (nuclear táctica, nuclear estratégica). En cualquier caso, está claro que Rusia intentaría utilizar todas sus ventajas estratégicas para evitar verse involucrada en un conflicto de alta intensidad y duración imprevisible. Un conflicto del que, inevitablemente, se beneficiarían los Estados Unidos y del que, en cualquier caso, Rusia saldría profundamente afectada.

1. Según informa el Wall Street Journal (véase «It’s Russian Men Against Ukrainian Machines on the Battlefields in Ukraine», Ian Lovett, Nikita Nikolaienko, WSJ), que cita a militares ucranianos, Rusia tiene una ventaja numérica de 5 a 1, y en algunos casos incluso de 10 a 1, en primera línea.

2 – La ofensiva en la región de Kursk se agotó en poco tiempo, y ahora las fuerzas ucranianas también están a la defensiva, atrincheradas en los últimos trozos de territorio ruso que aún están bajo su control (siempre a costa de pérdidas significativas) solo porque Kiev cree que puede hacer valer esto en una posible negociación. El altísimo nivel de pérdidas sufridas en estos tres años y las grandes dificultades encontradas en las movilizaciones más recientes han hecho que la relación de fuerzas (inicialmente favorable a los ucranianos) se haya invertido, lo que hace prácticamente imposible llevar a cabo ofensivas de tipo estratégico.

3. Si se tiene en cuenta el hecho, por otra parte evidente, de que por toda una serie de razones (que he tratado en varias ocasiones) los rusos han tardado tres años en completar la conquista de las óblast de Lugansk (casi total) y Donetsk (alrededor del 80 %), es fácil darse cuenta de que una campaña de guerra convencional contra todos los países europeos podría requerir fácilmente más de diez. Incluso si, en el mejor de los casos, los rusos lograran conquistar la primera franja de países confinantes (países bálticos, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Moldavia), todavía quedarían Alemania, Francia e Italia para continuar el conflicto. En una previsión de este tipo, por lo tanto, entre otras cosas, presumiblemente justo antes del (posible) final del conflicto en Ucrania, Moscú no tendría más remedio que poner en juego toda su superioridad estratégica, es decir, fundamentalmente el arsenal de misiles y el nuclear.

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5. El mantenimiento de las infraestructuras

El último artículo de B está dedicado en esta ocasión a un problema al que no solemos hacer mucho caso: la obsolescencia de todas las infraestructuras que se construyeron durante los Años Dorados de la posguerra.
https://thehonestsorcerer.

Evitar el colapso ya no es rentable

Cómo los últimos 75 años de desarrollo de infraestructuras han creado un enorme predicamento para las naciones industrializadas y lo que viene a continuación

B

Un camionero japonés quedó atrapado en un socavón creado por una tubería de aguas residuales corroída a principios de la semana pasada, hace 10 días en el momento de escribir estas líneas. Huelga decir que la esperanza de salvarlo se desvanece cada día que pasa. Este suceso me recordó que incluso las sociedades más avanzadas tecnológicamente tienen que enfrentarse a la cruda realidad de una infraestructura que se desmorona. El enigma en el que nos hemos metido como civilización de alta tecnología envejecida tiene sus raíces en la economía. Mientras que la construcción de nuevas líneas eléctricas, carreteras y tuberías de agua cuesta muy poco en comparación con los beneficios que aportan, su mantenimiento, por otro lado, no conlleva ningún beneficio añadido, sólo costes cada vez mayores.

Retrocedamos en el tiempo hasta principios de la década de 1950, en el boom posterior a la Segunda Guerra Mundial. Cuando se construyeron todas esas nuevas infraestructuras (carreteras, puentes, túneles, sistemas de abastecimiento de agua, la red eléctrica, líneas terrestres y mucho más), trajeron consigo un enorme aumento de la prosperidad para la gente. La electricidad, las carreteras asfaltadas, el agua y el alcantarillado permitieron construir nuevas fábricas y crear puestos de trabajo en regiones antes «subdesarrolladas». Se podían construir nuevas viviendas con agua potable y electricidad en todas las habitaciones. Se podían comprar e instalar electrodomésticos. De repente, el crecimiento económico se hizo tangible, aunque fuera a costa de la destrucción del medio ambiente.

Lo único que importaba entonces era que la gente saliera de la pobreza y que la clase media (y con ella el consumo) pudiera por fin crecer de forma significativa. La creciente complejidad e interconexión del sistema ha creado un círculo virtuoso: no sólo atrayendo empresas, sino animando a la gente a tener familias más numerosas gracias a los altos sueldos y salarios. Más niños significaba un consumo aún mayor y una demanda aún mayor de bienes de consumo, electrodomésticos, ropa, coches, casas, etc. Mientras el sistema dispusiera de todos los insumos necesarios (energía y materias primas baratas) para seguir expandiéndose de esta forma exponencial, la infraestructura no dejaría de crecer y crecer y crecer.

Generación de electricidad en EE.UU. por fuentes. ¿Se da cuenta de que el crecimiento terminó bruscamente y para siempre en 2008? Gráfico: EIA

En términos de expansión de la red, la primera crisis del petróleo a principios de los 70 pasó casi desapercibida. Por supuesto, el precio de la energía (tanto del petróleo como de la electricidad) subió considerablemente, pero no importó mientras se pudiera suministrar energía en cantidades adecuadas. El endeudamiento de consumidores y empresas proporcionaba la financiación necesaria para el crecimiento, así que ¿para qué molestarse? Pero entonces, al estallar la burbuja inmobiliaria en 2008, se desvanecieron todas las esperanzas de financiar un crecimiento infinito en un planeta finito. Los precios del petróleo subieron por encima de los cien dólares el barril, y se mantuvieron así hasta 2014. Dado que todas las actividades necesarias para extraer, cosechar, excavar, construir y transportar todas las materias primas y productos acabados requerían ingentes cantidades de gasóleo, el fin del petróleo convencional barato supuso en cierto modo también el fin del crecimiento económico (real). Y eso significó también el fin de la expansión de las infraestructuras. La tan cacareada revolución del esquisto fue incapaz de poner fin a este estancamiento, incluso cuando los precios del petróleo cayeron significativamente después de 2014. La erosión constante del poder adquisitivo real de los salarios, la externalización de las actividades manufactureras y el estancamiento de la producción económica real han hecho prácticamente imposible la vuelta al crecimiento. Mientras tanto, la enorme cantidad de infraestructuras construidas hasta ahora ha seguido envejeciendo silenciosamente.

De Estados Unidos a Europa y Japón, puentes, oleoductos, presas y buena parte de la red eléctrica se han convertido en un lastre. Mientras que hace medio siglo, cuando se construyeron la mayoría de estos sistemas, supusieron un aumento de la prosperidad de la región a la que servían, ahora su presupuesto de mantenimiento parece un pozo sin fondo. Y aunque gastar dinero, energía y materias primas en ellos es absolutamente necesario para mantenerlos en buenas condiciones de funcionamiento, estos gastos no aumentarán ni un ápice la producción económica de la región. Sustituir una tubería de agua anticuada bajo la calle principal conlleva cierres de carreteras, ruido y contaminación, lo que reduce el atractivo de los negocios cercanos. Sin duda, las renovaciones contribuyen al PIB (al menos nominalmente), pero ¿en qué se diferencia, desde el punto de vista económico, de la limpieza de un gran vertido de petróleo?

Si la capacidad de la infraestructura en cuestión no ha aumentado en el proceso, el mantenimiento de este tipo en realidad resta valor. De ahí la reticencia de los ayuntamientos (y las empresas) a financiar este tipo de proyectos, ya sea aumentando los impuestos o las facturas de los servicios públicos. En su lugar, se recurre a todo tipo de soluciones (como revestir los tubos oxidados con plástico desde el interior) o, si el barrio se ha desindustrializado y abandonado lo suficiente, dejar que las cosas se pudran en su sitio.

Mientras tanto, el agua potable sigue filtrándose en el suelo, las aguas residuales no depuradas se vierten en los ríos y los tendidos eléctricos cubiertos de vegetación provocan incendios forestales y cortes de suministro con regularidad. Por eso las infraestructuras estadounidenses sacan un aprobado raspado año tras año. Tomemos como ejemplo el agua. De los 39.000 millones de galones de agua potable que se bombean diariamente al sistema, se pierden 6.000 millones, mientras que sólo entre el 1% y el 5% de las tuberías se sustituyen anualmente. Según el cuadro de mando, la calificación del sistema de alcantarillado es aún peor, con un suspenso.
«En todo el país, las tuberías de agua potable y aguas residuales enterradas tienen una media de 45 años, mientras que algunos sistemas tienen componentes de más de un siglo de antigüedad. La vida útil típica prevista para las tuberías de aguas residuales es de 50 a 100 años. A medida que los sistemas colectores envejecen y su estado empeora, las aguas subterráneas y pluviales penetran en las redes a través de grietas, juntas o conexiones ilícitas en forma de afluencia e infiltración. Cuando los sistemas colectores están sobrecargados, pueden producirse desbordamientos del alcantarillado sanitario».

¿Parece una bomba de relojería? Es de esperar que el desafortunado caso del camionero japonés sea cada vez más frecuente. El estado de la red eléctrica en Estados Unidos (y, por cierto, en gran parte del mundo occidental) no es ni mucho menos mejor: «El suministro de electricidad en EE.UU. depende de un mosaico envejecido y complejo de instalaciones de generación de energía, 600.000 millas de líneas de transmisión troncales (240.000 millas de las cuales se consideran líneas de alta tensión o ≥ 230 Kilovoltios), y alrededor de 5,5 millones de millas de líneas de distribución local que operan dentro de las jurisdicciones reguladoras federales, estatales, tribales y locales. […] La mayor parte de la red del país está envejeciendo, con algunos componentes de más de un siglo de antigüedad -mucho más allá de su esperanza de vida de 50 años- y otros, incluido el 70% de las líneas de T&D, están bien entrados en la segunda mitad de su vida útil.»

Revisar un sistema tan gigantesco e inmensamente complejo no es tarea sencilla. La cantidad de recursos (cobre, aluminio) así como de energía (gasóleo) necesarios supera con creces la capacidad de producción de la economía estadounidense… Por no mencionar el hecho de que nada de esto podría financiarse sobre la base de la producción económica real: en lo que respecta a la producción industrial real, tanto Estados Unidos como la mayoría de las economías occidentales se encuentran en recesión desde hace años. Al mismo tiempo, el crecimiento del PIB y el auge del mercado de valores no proporcionaron más que una peligrosa ilusión, enmascarando la inflexión de una década de estancamiento al declive. Las sociedades industriales occidentales viven literalmente de prestado.

La mayor parte de nuestras infraestructuras actuales de oleoductos, líneas de transmisión, presas, puentes, carreteras y túneles se construyeron durante el boom económico de la posguerra (es decir, antes de los años 70) y, por tanto, la mayoría de ellas se acercan ahora al final de su vida útil prevista. Esto no significa que todo vaya a derrumbarse de golpe dentro de unos años, sino que las empresas de servicios públicos se verán cada vez más desbordadas por la tarea de mantener todo en condiciones de funcionamiento. Por tanto, no es muy arriesgado afirmar que en gran parte de los antiguos países industrializados se dejará que las cosas se deterioren en lugar de repararlas. (Las sociedades recién industrializadas, como China, se enfrentarán al mismo problema dentro de 20-30 años).

Curiosamente, introducir algo más que una pequeña cantidad de «renovables» en la red sólo agrava el problema. ‘Pero, pero, pero ¿cómo?’Estos son los brillantes salvadores de la civilización [ejem, perdón, del clima], ¡¿verdad?!’ Whoa… No tan rápido. Mira las cosas a través de los ojos de las empresas y servicios públicos cercanos. Desde su punto de vista -excluyendo las preocupaciones relacionadas con el clima, para las que la eólica y la solar no son la panacea de todos modos- es necesaria una inversión masiva en infraestructura eléctrica, hay que construir almacenamiento, aumentar la capacidad, mejorar la interconexión, etc. Todo ello para suministrar la misma electricidad de siempre 24 horas al día, 7 días a la semana, a los mismos consumidores de siempre que producen lo mismo de siempre. Entonces, ¿qué pasa?

¿No es de extrañar que haya que subir los impuestos y el precio de la electricidad para financiar todo esto? ¿O que sin subvenciones masivas y desgravaciones fiscales instalar «renovables» y comprar vehículos eléctricos tenga poco sentido? De nuevo, no me malinterpreten, no estoy diciendo que reducir la producción de CO2 no sea importante o no beneficie al clima. Lo que intento señalar es que, debido a su intermitencia y a que su densidad energética es cientos de veces menor que la del petróleo, la energía eólica y la solar no sustituyen a los combustibles fósiles ni son sostenibles. En absoluto.

«Enverdecer» la red eléctrica tampoco es una actividad puntual. Las «energías renovables» y su infraestructura conexa, que consiste en baterías, almacenamiento hidroeléctrico por bombeo, inversores, contadores inteligentes, líneas eléctricas adicionales, etc., se construyen con materiales reales: todos ellos extraídos, procesados y transportados por combustibles fósiles. Y como ni los paneles solares ni los aerogeneradores tienen una vida útil superior a dos décadas, y contienen toneladas de materiales no reciclables, toda esta juerga inversora debe repetirse una y otra vez, al menos hasta que dure la porción económicamente disponible de los minerales y combustibles fósiles necesarios que permitan su extracción.

Claro que podríamos ahorrar muchas emisiones de carbono en el proceso, pero desde una perspectiva económica y física esta idea es un fracaso. Estamos hablando de un aumento de varios órdenes de magnitud en lo que respecta a los flujos de materiales, con todo el incremento masivo de destrucción medioambiental, tráfico, actividades de fabricación y contaminación que ello implica. Así pues, las empresas y los ciudadanos no sólo tendrán que soportar esto, sino que tendrán que seguir financiando esta red eléctrica inmensamente más compleja y más intensiva en materiales para siempre y más. Y si a esto añadimos que estos clientes ya no sólo iluminan y hacen funcionar parte de su maquinaria con electricidad, sino que también quieren cargar sus vehículos, además de automatizar y electrificar por completo el resto de sus procesos de fabricación (1), el simple mantenimiento de la red no dará abasto. Para dar cabida a esta mayor demanda de electricidad, la red debe ampliarse a múltiplos de su tamaño original, mientras que la producción económica de las empresas que operan en la región sigue siendo exactamente la misma. Seguirán produciendo las mismas aspiradoras, los mismos cepillos de dientes, el mismo ketchup embotellado, sólo que esta vez con una etiqueta en forma de hoja verde. Una vez más, debo preguntar, ¿qué pasa? ¿Los beneficios? ¿Los salarios pagados a los trabajadores? ¿O tal vez los precios que pagan los clientes? ¿O todo lo anterior, a medida que se desmorona todo el modelo económico basado en la energía y las materias primas baratas?

Por otra parte, la alternativa -quemar más combustibles fósiles- ni siquiera es una solución a corto plazo. (Sobre todo teniendo en cuenta los crecientes costes medioambientales y la contaminación que conllevan…) El inevitable aumento del coste energético y material de su extracción hará que mantener nuestra actual infraestructura petrolífera de pozos y oleoductos sea una tarea imposible. A medida que los recursos ricos y fáciles de obtener se agoten lentamente y den paso a formas de perforación y excavación cada vez más costosas y con mayor consumo energético, habrá que cementar cada vez más tuberías y otros materiales en los pozos petrolíferos y construir la maquinaria cada vez más compleja que extrae el líquido negro. Como ven, los pozos petrolíferos perforados y entubados anteriormente, por ejemplo, no sólo necesitan un mantenimiento constante, sino que también hay que volver a fracturarlos, aplicar cada vez más bombeo, inyectar más CO2, ocuparse más de las aguas residuales (la salmuera que sale con el petróleo), etc. El agotamiento es un proceso sucio y terriblemente largo, que conduce a un aumento constante de la energía invertida en obtener más energía, no un acontecimiento repentino que trastorne la civilización de un día para otro.

Al igual que añadir «renovables» de baja rentabilidad a la red, perforar más y más pozos e invertir en tecnologías de extracción cada vez más complejas no creará al final ningún valor añadido. Lo único que obtendremos al final con esta actividad adicional y estas inversiones materiales y energéticas es la misma cantidad de productos derivados del petróleo (gasolina, gasóleo, combustible para aviones, etc.), que crearán el mismo valor que antes tenían los productos fabricados con petróleo convencional barato y abundante. Estos combustibles más caros de fabricar se introducirán en las mismas máquinas que producen y suministran la misma cantidad de materias primas a las mismas fábricas, fabricando la misma cantidad de aspiradoras, cepillos de dientes y ketchup. (Esta vez, eso sí, sin esa etiqueta en forma de hoja verde.) Una vez más, debo preguntar, ¿qué pasa? ¿Los beneficios? ¿Los salarios pagados a los trabajadores? ¿O tal vez los precios que pagan los clientes? ¿O todo lo anterior, a medida que se desmorona todo el modelo económico basado en la energía y las materias primas baratas?

Así, ¿cuál es la solución?’ – oigo preguntar a la gente con impaciencia. Pequeños reactores nucleares modulares (quizá reproductores)? ¿Quizás fusión de hidrógeno, o todo lo anterior? ¿Cómo podría alguna de estas tecnologías ayudarnos a salir de la situación descrita? ¿Repararán mágicamente la red, taparán los agujeros y reducirán las pérdidas del sistema? (2) ¿O recrearán recursos baratos y fáciles de extraer? ¿Resolverán nuestra próxima crisis de combustible para el transporte debida a la falta de petróleo asequible? La respuesta a ambas preguntas es ‘Por supuesto que no’. Estas tecnologías tendrían que construirse con los mismos viejos materiales (acero, hormigón y diversos metales), extraerse y transportarse con los mismos viejos motores diésel y fundirse con carbón, igual que los componentes de la vieja infraestructura energética a la que pretenden sustituir. Esta vez, sin embargo, tendrían que construirse a partir de una base de recursos que ya se está agotando rápidamente, donde todos los minerales baratos y de fácil acceso han desaparecido. Al fin y al cabo, lo único que harían sería hervir agua para producir vapor y electricidad (3)…

¿Y si NO existiera una solución tecnológica al aprieto en el que nos hemos metido? ¿Por qué, cómo podría una civilización -construida enteramente sobre reservas no renovables de minerales y combustibles fósiles fáciles de obtener- durar para siempre? Verás, sólo los problemas tienen solución, mientras que los predicamentos no tienen más que resultados. Por ejemplo, menos consumo, menos uso de energía, menos productos fabricados, vendidos y comprados, o menos viajes. Sin embargo, esto no es el fin del mundo, y desde luego no de un día para otro. La degradación de las infraestructuras junto con el agotamiento de la energía asequible se parecerá mucho a un declive económico clásico, en el que una pequeña parte de la sociedad sigue prosperando, mientras que la gran mayoría de la población tendrá que encontrar formas alternativas de atender sus necesidades. Esto podría incluir el aumento masivo de la autosuficiencia, el apoyo comunitario y la aplicación de soluciones de bricolaje de baja tecnología a los problemas cotidianos. (Basta con echar un vistazo en tu plataforma de intercambio de vídeos favorita a cómo la gente del sudeste asiático, por ejemplo, realiza tareas cotidianas, o incluso fabrica complejas piezas de maquinaria sin la subvención masiva de energía e infraestructuras de la que disfrutan los occidentales).

Sin embargo, la reducción de escala no es, no ha sido y nunca será una cuestión de elección para la sociedad en su conjunto, sino más bien una necesidad que se traduce en mayores costes y/o menores ingresos. Los sistemas económicos humanos han evolucionado para explotar primero los recursos más fáciles de obtener, agotarlos y pasar a la siguiente mejor opción. Mientras tanto, desarrollan redes de carreteras y rutas marítimas (y últimamente oleoductos y cables de transmisión) para gestionar los flujos de materiales y energía resultantes… Sólo para dejar todo esto atrás cuando poco a poco se quedan sin todas las opciones asequibles y se dan cuenta a regañadientes de que no hay crecimiento infinito en un planeta finito (sólo cuando ya es demasiado tarde).

Aunque a muchos les gustaría creer que el colapso de una civilización suele producirse en cuestión de días, en realidad tarda varias décadas, y su colofón dura un siglo o más. Las civilizaciones, ya sean agrícolas o industriales, tienen sus propios ciclos de vida. Al igual que los organismos vivos, su principal objetivo es convertir la energía y los materiales en copias de sí mismas, «civilizando» y poblando el mayor territorio posible. Sin embargo, a medida que crecen y, con el tiempo, empiezan a envejecer, sus necesidades de mantenimiento comienzan a acumularse y poco a poco empiezan a desbordar el sistema. A partir de cierto punto, su consumo de energía deja de crecer, empiezan a mostrar signos de envejecimiento y su infraestructura empieza a desmoronarse. Todo esto es perfectamente normal. Le ha ocurrido a todas las civilizaciones anteriores a la nuestra, desde los sumerios con sus canales de riego, hasta los romanos con sus sofisticadas redes de carreteras y acueductos. Nuestra civilización no es una excepción. Y si crees que el envejecimiento y el declive son una mierda, pregunta a los mayores de tu familia por qué los años más felices de su vida han llegado al final.

Hasta la próxima,

B

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Notas:

(1) Tanto la IA como la automatización apuntan en esta dirección: sustituir el trabajo humano (tanto de cuello blanco como azul) por electricidad de la red. Paradoja de Jevons, turboalimentada con otra paradoja económica: ¿quién comprará los productos fabricados por las máquinas y desarrollados por la IA? Las máquinas, seguro que no.

(2) Para ilustrar lo inmensamente -e inherentemente- derrochadora que es la red como red de distribución de energía, y para entender lo increíblemente importantes que son los combustibles fósiles para la economía, echa un vistazo a este gráfico de abajo. (Fuente: EIA mensual)

Consumo de energía en EE.UU. por fuente y sector, 2023. Fuente: EIA

(3) Además, los reactores nucleares (ya sean modulares pequeños o de fusión de hidrógeno) se enfrentarían al mismo problema que las «renovables»: habría que revisar la red de forma masiva y multiplicar su capacidad para darles cabida. Incluso distribuyendo estos reactores uniformemente por todo un país, tendrían que servir a múltiples fines económicos para, al menos, disminuir nuestra dependencia del petróleo. Por tanto, habría que instalar muchos más cables y transformadores de mucha mayor capacidad, incluso en una ciudad pequeña, para acomodar el repentino aumento del suministro/demanda de energía.

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6. Geopolítica del capitalismo, 6

La sexta entrada de la serie del TNI está dedicada a la rivalidad China-EEUU. Es bastante pesimista ante la pregunta del título.
https://www.tni.org/en/

¿Puede China desafiar al imperio estadounidense?

Fecha de publicación: 4 de febrero de 2025

El extraordinario crecimiento de China ha llevado a muchos a suponer que pronto reemplazará a Estados Unidos como la potencia hegemónica mundial. Es importante mirar más allá de los titulares del poder estructural, es decir, la seguridad, las finanzas, la producción y el conocimiento, para obtener una visión más precisa del potencial y las limitaciones de China como potencia global.

Sean Kenji Starrs

El auge de la economía china desde la década de 1990 ha transformado el capitalismo global. Entra en casi cualquier tienda minorista del mundo y encontrarás etiquetas «Made in China» en los estantes. En la década de 2010, no solo se trataba de productos manufacturados baratos, sino también de tecnologías de mayor valor, como vehículos eléctricos, teléfonos inteligentes, redes sociales y paneles solares. En general, China aumentó su cuota mundial de fabricación del 8,6 % en 2004 al 28,8 % en 2023 (con un pico del 30,5 % en 2021, casi el doble de la cuota de EE. UU. del 15,5 %).(1) China es también el principal consumidor mundial de BMW, bolsos de Louis Vuitton, ordenadores, semiconductores, teléfonos inteligentes y muchos otros productos, a medida que las filas de su clase media aumentan a más de 200 millones. En 2022, China también tendrá la segunda capitalización bursátil nacional más alta del mundo, con 11,5 billones de dólares (el 12,2 % del total mundial), superior a la capitalización bursátil total de Alemania, Japón y el Reino Unido juntos (10,4 billones de dólares), aunque aún lejos del valor total de las empresas cotizadas con sede en Estados Unidos (40,3 billones de dólares, el 43 % del mundo).2.

En el lado oscuro, el auge de China como el taller del mundo emite ahora más CO2 que los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) juntos. Mientras China domina la producción y el consumo de «tecnología verde», también quema más de la mitad del carbón del mundo y en 2023 está construyendo un 400 % más de capacidad de energía de carbón que en 2019, y un 1900 % más que el resto del mundo.3. En resumen, el extraordinario dinamismo de China desde la década de 1990 ha remodelado el capitalismo global de muchas maneras y ya desempeña un papel importante en la decisión de su futuro, incluida la sostenibilidad.

Muchos piensan que, debido al nuevo peso económico de China, ahora es capaz o pronto será capaz de desafiar el poder estructural de EE. UU., que desde 1945 ha expandido y mantenido el capitalismo en todo el mundo. Dicho de otro modo, mucha gente piensa que el orden mundial unipolar posterior a la Guerra Fría ha pasado ahora a ser multipolar, con un conflicto creciente entre un Occidente liderado por Estados Unidos y un BRICS+ liderado por China/Rusia.4 De forma más optimista, muchos de los que en todo el mundo están en contra del imperialismo estadounidense piensan que China podrá hacer retroceder significativamente a Estados Unidos y/o proporcionar una alternativa a este en el capitalismo global. Algunos incluso imaginan o esperan que el poder de EE. UU. no solo esté disminuyendo relativamente, sino que pronto colapsará, y que el imperio estadounidense caerá en su propia trampa como tantos otros en la historia mundial a medida que Asia oriental y el Sur Global en general continúen en ascenso.

Este ensayo muestra más pesimismo intelectual que optimismo de voluntad en relación con un orden mundial tan valiente. De hecho, en ciertos aspectos, sostengo que la forma de desarrollo capitalista de China ha fortalecido el poder estructural de Estados Unidos en el corazón del capitalismo global. Ciertamente, China no ofrece un contrapeso serio al poder militar de EE. UU. (podría decirse que Rusia lo hace más), y por varias razones veo pocas perspectivas de liderazgo chino (y mucho menos de hegemonía) en Asia Oriental, el Sur Global o incluso en los BRICS+. Tampoco creo que China aspire realmente a desafiar la hegemonía estadounidense en primer lugar, a pesar de que las élites chinas, incluido el presidente Xi Jinping, a menudo declaren lo contrario. De hecho, China ha sido uno de los mayores beneficiarios de la globalización del «libre comercio» liderada por Estados Unidos y, desde el primer mandato del presidente Trump, ¡parece haber sido un mayor partidario del «libre comercio» que el propio Estados Unidos! No estoy de acuerdo, por tanto, con los numerosos líderes (incluidos los presidentes Putin y Xi), responsables políticos, expertos, periodistas, comentaristas, podcasters y activistas o la sociedad civil de todo el mundo que creen que ya vivimos en un orden mundial multipolar. Lejos de eso, en cierto modo, Estados Unidos es más poderoso hoy que en cualquier otra década desde 1945.

¿Por qué tanta gente malinterpreta el capitalismo global contemporáneo y el orden mundial? La razón es que muchos no se han dado cuenta de cómo la globalización (siendo el auge de China uno de sus principales impulsores) ha fortalecido el poder de Estados Unidos porque siguen anclados en el pensamiento del poder económico nacional de una época pasada. Es decir, la mayoría de los observadores conceptualizan un estado que aprovecha la producción de bienes y servicios en su territorio nacional (medido por el producto interior bruto (PIB) y otras cuentas nacionales) para ejercer influencia en el extranjero, incluso transformando estos recursos económicos en activos militares. En los años setenta y ochenta, cuando las cuentas nacionales japonesas se expandían rápidamente, esto significaba que las empresas japonesas competían cada vez más en el extranjero con crecientes beneficios que regresaban a Japón a través de la producción y las exportaciones de propiedad nacional. Con el aumento de la rivalidad económica entre Japón y Estados Unidos, algunos observadores incluso profetizaron una «guerra inminente».5 Pero precisamente debido a la globalización de la producción y las finanzas liderada por el Estado y el capital estadounidenses, ya no podemos asumir que la producción en un territorio nacional determinado sea predominantemente de propiedad nacional (como podíamos hacer en el pasado con Japón y Corea del Sur, por ejemplo). Este es especialmente el caso de China, la primera gran economía política que surgió en la era posterior a 1990 de la globalización del «libre comercio», impulsada significativamente por el capital extranjero.

Así pues, cuando los observadores contemplan las descomunales cuentas nacionales de China, asumen erróneamente que el Estado y/o las empresas chinas tienen un control y una propiedad prácticamente totales sobre toda la producción dentro de su territorio. Sin tener en cuenta el alto grado de control y propiedad extranjeros, especialmente de tecnología avanzada en China, muchos sobreestiman el poder chino y su capacidad para remodelar las jerarquías globales. En resumen, necesitamos repensar cómo medimos el poder económico nacional en la era de la globalización.6.

Para ayudar en este esfuerzo, resucitamos el concepto de Susan Strange de «poder estructural».7 En The Persistent Myth of Lost Hegemony, Strange respondía a un período anterior de «declinismo estadounidense», argumentando la necesidad de hacer una distinción entre «poder relacional y estructural».8 Afirmó que demasiados se centran exclusivamente en el poder relacional, el estruendo diario de las relaciones interestatales que pueden cambiar drásticamente a corto y medio plazo en función de la evolución de los acontecimientos actuales. A veces, Estados Unidos puede presionar con éxito a otros para que hagan algo que de otro modo no harían, a veces fracasa (y otras veces puede tener éxito en un plazo más largo después del fracaso inicial). Si nuestros análisis caen en la trampa del «presentismo», especialmente en la era del ciclo de noticias 24/7 (redes sociales), nuestra comprensión del orden mundial fluctuará en consecuencia.

En cambio, Strange argumentó que el poder estructural era más profundo, más duradero y en cierto modo superior al estruendo diario (aunque no desconectado), ya que implicaba el poder de cambiar/dar forma a las estructuras dentro de las cuales otros deben actuar si quieren participar en la economía política global. Un ejemplo rápido es el papel del dólar estadounidense en las transacciones globales: Estados Unidos no tiene que presionar directamente a China para que acumule dólares estadounidenses e invierta en letras del Tesoro de Estados Unidos. China lo hace por su cuenta porque quiere exportar una amplia gama de bienes y servicios, la mayoría de los cuales se cotizan en dólares estadounidenses (más abajo). Desde la década de 1940 hasta la de 1970, Estados Unidos dio forma a la estructura financiera mundial en la que otros participan de una manera que hace extremadamente difícil desafiar seriamente al todopoderoso dólar, lo que alimenta su enorme poder, como veremos.

Strange distinguió cuatro componentes del poder estructural de una entidad, desde la familia hasta el estado-nación: seguridad, finanzas, producción y conocimiento. Destacó que estaban interrelacionados y que era necesario tener preponderancia en los cuatro componentes para lograr la hegemonía. Por lo tanto, en la década de 1980 pensó que ni la Unión Soviética, con su preponderancia en seguridad, ni Japón, en producción, estaban cerca de desafiar la hegemonía estadounidense porque este último tenía preponderancia en los cuatro. Sin embargo, por desgracia, Strange nunca llegó a averiguar cómo medir sistemáticamente su concepto de poder estructural en cuatro componentes antes de que, posiblemente, se dejara llevar por el discurso de la globalización de la década de 1990, creyendo que «el mercado» se estaba volviendo más poderoso incluso que el Estado estadounidense.9

En el resto de este ensayo, pretendo ofrecer una metodología para medir el poder estructural en la seguridad, las finanzas y la producción, pero por razones de espacio solo profundizaré en esta última.10 Pero como todas están interrelacionadas y son simbióticas, el análisis de la estructura de producción también será relevante para la seguridad, las finanzas y el conocimiento. Contar con esta nueva metodología permitirá comprender con mucha más claridad la naturaleza y el futuro del orden mundial, incluidas las perspectivas de supervivencia humana.

Poder estructural en seguridad, finanzas y producción

Estructura de seguridad

Por lo general, incluso aquellos que sostienen que ya vivimos en un orden mundial multipolar reconocen que el poder militar de EE. UU. sigue siendo dominante. No hay otra nación que haya tenido nunca tantos activos militares en todo el planeta, estimados entre 750 y 1000 (muchos son clasificados e implican «solo» un puesto de escucha de la CIA o de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA)) en al menos 80 países.[11] Incluso en su apogeo, el Imperio británico tenía bases en unos 35 países o colonias.(12) Desde 1945, más de 50 000 soldados estadounidenses han estado estacionados de forma permanente en ambos extremos de Eurasia, y actualmente otros 50 000 lo están en Oriente Medio. Con la OTAN, EE. UU. tiene el sistema de alianzas más extenso que el mundo haya visto jamás, además de aliados/representantes clave no pertenecientes a la OTAN como Australia, Israel, Japón, Filipinas, Arabia Saudí, Corea del Sur y Ucrania. Todos ellos compran sistemas de armas estadounidenses y comparten recursos de inteligencia y seguridad. Debido a este sistema de alianzas, referirse únicamente al presupuesto militar estadounidense de 850 000 millones de dólares no refleja el alcance total del dominio estadounidense en la estructura de seguridad, incluso si este presupuesto por sí solo es mayor que los diez ejércitos siguientes juntos y aproximadamente cuatro veces mayor que el de China, mayor si incluimos los Departamentos de Energía (custodio del arsenal nuclear), Seguridad Nacional y la NASA, entre otros.

A muchos teóricos de la globalización les cuesta incorporar este imperio de bases estadounidenses a sus conceptualizaciones de un «mercado mundial desnacionalizado» o una «clase capitalista transnacional» por encima de los Estados-nación.[13] Así que muchos dan por sentado el imperio más poderoso de la historia de la humanidad como agua para pescar, pero este asombroso éxito en la configuración de la estructura de conocimiento ideológico del liberalismo hace invisible el desnudo imperialismo estadounidense incluso para muchos de la izquierda.

Dicho esto, China tiene una base naval en Yibuti desde 2017 (al igual que Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y Estados Unidos), su primera base en el extranjero desde el siglo XV. Parece que está construyendo otra en Camboya. Desde 2016 ha habido instalaciones militares en varias islas artificiales del mar de China Meridional, y China y Rusia realizan ahora ejercicios conjuntos con regularidad. China también tiene el control de dos puertos clave en el Océano Índico (entre otros), Gwadar en Pakistán y Hambantota en Sri Lanka, aunque Pakistán todavía no permite que China acopie activos militares en Gwadar, a pesar de la gran presión china.

Sin embargo, China no está apoyando militarmente a Rusia en su guerra contra Ucrania, respaldada por la OTAN; solo Corea del Norte e Irán están proporcionando asistencia militar (de hecho, los bancos estatales chinos han cortado la financiación en dólares rusos). Esto no augura nada bueno para un posible tratado de defensa mutua entre China y Rusia, ya que ambas son reticentes a firmar con otros, pero seguramente no pueden enfrentarse al imperio estadounidense por sí solas. Aparte de breves conflictos en 1962 y 1967 contra la India y en 1979 contra Vietnam, China no ha movilizado tropas desde la Guerra de Corea de 1950-1953; China nunca ha librado guerras a través de continentes u océanos. La falta de cualquier papel de seguridad chino en las conflagraciones de Oriente Medio es en sí misma reveladora, mientras que Rusia ha estado profundamente involucrada en la sucia guerra siria desde 2015, y ha exportado sistemas de defensa antimisiles a Irán para contrarrestar a Israel.

Estructura financiera

Estados Unidos se aseguró de que su moneda fuera la más negociada en el mundo capitalista durante la conferencia de Bretton Woods de 1944, que estableció el nuevo patrón dólar-oro respaldado por el recién creado Fondo Monetario Internacional (FMI). Cuando el presidente Nixon desvinculó unilateralmente el dólar estadounidense del oro en 1971, Estados Unidos fue libre de inflar su déficit de la balanza de pagos, junto con una gran desregulación/reglamentación financiera, así como la aparición del petrodólar.14 Los estados del Golfo Pérsico se comprometieron a reciclar sus ingresos en dólares de las exportaciones de petróleo en activos denominados en dólares estadounidenses, especialmente en letras del Tesoro (T-Bills). Esto garantizaba que cualquier país que quisiera importar petróleo, el producto básico fundamental del capitalismo industrial,15 necesitara acumular dólares estadounidenses, que solo podían obtenerse a través de sus propias exportaciones (excepto Estados Unidos, por supuesto, que puede simplemente imprimir dinero). Como todos los países que dependen del crecimiento impulsado por las exportaciones (desde China, Japón y Alemania hasta prácticamente todos los «mercados emergentes») acumulan dólares, necesitan invertir en activos refugio para proteger su valor de la depreciación y la volatilidad de otros activos (como el mercado de valores).

En las finanzas mundiales, el bono del Tesoro estadounidense se considera el activo más seguro del mundo, en gran parte porque se cree que el Estado estadounidense es el más capaz y dispuesto a garantizar los intereses capitalistas globales. (16) Aunque se expresa en términos de «estabilidad política/del mercado», «democracia/estado de derecho», «bajo riesgo», etc., esto se debe esencialmente al poder militar de EE. UU. (ningún país puede invadir EE. UU. y derrocar su naturaleza burguesa) y a la fuerza de su sistema capitalista (muy pocas posibilidades de que una revolución socialista derribe a la clase capitalista estadounidense).

El poder militar de EE. UU. también es importante para proteger el petrodólar: tanto Sadam Husein de Irak como Muamar el Gadafi de Libia querían vender su petróleo en monedas distintas al dólar, pero no les salió bien. Los economistas liberales descuidan el papel vital del poder militar de EE. UU. en la protección del dólar estadounidense como moneda de transacciones globales de facto.

Con un 2,2 % en el tercer trimestre de 2024, el RMB chino apenas puede competir incluso con el dólar canadiense (enlace externo) (2,7 %) en reservas de divisas mundiales, a pesar de tener un PIB más de ocho veces mayor que el de Canadá. Para desafiar seriamente al dólar estadounidense, China tendría que reducir los controles de capital para que los inversores (ya sean extranjeros o nacionales) puedan mover libremente el RMB dentro y fuera del país. Pero desde su primera gran caída de la bolsa en Shanghái en 2015, lejos de liberalizarse, China ha ampliado sus controles de capital, dando así prioridad al control estatal sobre la internacionalización. A partir de 2020, Xi también tomó medidas enérgicas contra las fintech privadas, lo que incluyó la cancelación drástica de la que habría sido la mayor oferta pública inicial (OPI) del mundo en ese momento, Ant Group, cuando su director ejecutivo, Jack Ma, criticó la política bancaria central china, tras lo cual se ocultó (enlace externo) durante varios años.

Incluso si el Estado chino redujera los controles de capital y liberara las finanzas privadas, seguiría siendo difícil convencer a los capitalistas del mundo de que sus intereses estarían mejor atendidos por el Partido Comunista Chino (PCC) que por el Estado estadounidense, completamente burgués. Esto no quiere decir que China sea anticapitalista en ningún sentido significativo, pero está claro que el PCC privilegia la estabilidad política por encima de los intereses de la clase capitalista, ya sean extranjeros o nacionales.

Por lo tanto, hay pocos motivos para que los capitalistas de Asia Oriental/BRICS+ (y mucho menos del mundo) se unan en torno a una posible «hegemonía china» para apoyar la destronación del dólar por parte del RMB.17 Incluso si la hubiera, China tendría que enfrentarse al poderío militar de EE. UU., ya que este último no se quedaría de brazos cruzados si China hiciera serios esfuerzos por desafiar su poder financiero.

Producción

Donde China parece haber ganado más terreno es en la esfera de la producción global. La Figura 1 presenta las participaciones nacionales/regionales del PIB mundial desde 1960 hasta 2023, en dólares estadounidenses actuales. 18. Según esta medida, Estados Unidos ha disminuido claramente, pasando de representar el 40 % del PIB mundial en 1960 al 25 % en 1980, y fluctuando a partir de entonces, alcanzando un mínimo del 21 % en 2011 y subiendo al 26 % en 2023, muy lejos de su participación en la década de 1950. Por el contrario, la participación de China en el PIB mundial comenzó a aumentar de forma continua desde la «Gira por el Sur» de Deng Xiaoping en 1992, en la que duplicó la inversión en la provincia de Guangdong y en la zona de libre comercio de Shenzhen en particular como taller y plataforma de exportación para el capital extranjero. La participación de China en 1992 del 1,7 % (que también fue su participación en 1978) aumentó hasta alcanzar un máximo del 18,3 % en 2021, antes de caer por primera vez desde 1985 hasta el 16,9 % en 2023. Aunque son significativas para las proyecciones de crecimiento futuro, las dificultades económicas de China tras la pandemia no deben distraernos de reconocer su extraordinario ascenso, recuperando su liderazgo sobre la participación de Japón en el PIB mundial en 2010 por primera vez desde 1961.

El rápido aumento de la competitividad internacional de China no es la única razón por la que ha borrado de un plumazo 50 años de preeminencia de Japón en la producción, pero cabe destacar que el declive de Japón desde su máximo de 1995 del 17,8 % se produjo al mismo tiempo que se aceleraba el despegue de China. Quizás aún más sorprendente es que, por primera vez desde la «Gran Divergencia» del siglo XIX, China recuperó en 2018 su liderazgo en PIB sobre Europa (más concretamente sobre la Unión Europea, UE). Esta última solía ser un competidor económico de EE. UU., pero, como muestra la Figura 1, aún no se ha recuperado de las crisis financieras mundiales de 2008-2009 y de la eurozona de 2010-2012.

Si bien la concentración de la ubicación geográfica de la producción mundial sigue siendo muy significativa para comprender el capitalismo global del siglo XXI, esto no nos cuenta toda la historia de la globalización de la propiedad y el poder. Por ejemplo, cuando los teléfonos inteligentes se ensamblan en China para su exportación, no podemos suponer que la mayor parte de las ganancias volverán a China porque esos teléfonos inteligentes podrían ser propiedad de una empresa extranjera, como Apple o Samsung Electronics.

La Figura 2 revela de manera más general que lo que la Aduana de China clasifica como «empresas con inversión extranjera» posee tres cuartas partes de los productos de alta tecnología más avanzados de China incluidos en las exportaciones de «procesos con materiales importados» en 2022, por valor de 809 000 millones de dólares. Estas incluyen las voluminosas exportaciones de productos electrónicos de China que implican la importación de componentes clave, la realización del montaje final en China por parte de una empresa extranjera como Foxconn, subcontratada por otra empresa extranjera como Sony, y luego la exportación. Aunque las empresas privadas chinas han aumentado su participación en estas exportaciones cruciales de prácticamente cero en la década de 1990 al 20 % en 2022 (duplicando su participación desde el inicio de la guerra comercial de Trump posterior a 2018), esta sigue siendo mucho menor de lo que la mayoría esperaría de las enormes cuentas nacionales de China. Por lo tanto, aunque China superó a Japón en 2010, todavía tenemos que investigar quién es el propietario final y, por lo tanto, quién se beneficia de la producción en China y en todo el mundo.

Figura 2. Tipo de empresa para las exportaciones chinas de «Procesos con materiales importados», 1995-2022. 20

Fuente: Cálculos de S. K. Starrs, basados en las estadísticas aduaneras de China 1995-2023, 2024

Para superar este desajuste entre la producción nacional y la propiedad transnacional, una aproximación útil para medir lo que es esencialmente el poder corporativo es agregar las participaciones nacionales en los beneficios de las principales empresas transnacionales (ETN) del mundo, abarcando sus operaciones transnacionales. Después de todo, la acumulación de beneficios es la lógica central que impulsa el capital. Existen varias clasificaciones de empresas, pero la mejor es la anual Forbes Global 2000, que clasifica las 2000 ETN más grandes del mundo que cotizan en bolsa según un índice compuesto de activos, valor de mercado, beneficios y ventas desde 2005. La Figura 3 muestra los 15 sectores en los que las empresas chinas tienen una participación agregada en los tres mayores beneficios en 2024. En los cuatro primeros sectores, China tiene la mayor cuota mundial. Esto concuerda con el crecimiento impulsado por las infraestructuras y dirigido por el Estado de China desde la disminución de sus exportaciones tras la crisis financiera mundial (CFM), a medida que caían las importaciones occidentales. Los sectores restantes representan el papel continuado (aunque disminuido) de China como taller del mundo, así como su emergente mercado de consumo interno.

Por lo tanto, China solo está por detrás de EE. UU. en la cima del capitalismo global, con la presencia de este último entre los tres primeros en 24 de los 25 sectores,[21] mientras que los diez sectores de Japón han quedado relegados al tercer puesto, seguidos por el Reino Unido con cinco y Francia y Suiza con cuatro cada uno. Teniendo en cuenta que las ETN chinas en conjunto no alcanzaron el top 3 en ningún sector hasta 2009 (cuando China debutó con presencia en el top 3 en banca, seguros, inmobiliaria y transporte), se trata de un ascenso corporativo extraordinariamente rápido.

Figura 3. Sectores de la lista Forbes Global 2000 en los que China tendrá una participación en los beneficios entre las tres primeras en 2024 (en porcentajes). 22

Fuente: Cálculos de S. K. Starrs a partir de la lista Forbes Global 2000, 2024 (con la ayuda de Quoc Linh Pham y Yizhou Miao en la investigación).

A continuación, la Figura 4 muestra los 13 sectores en los que la participación de los beneficios de EE. UU. es dominante, a un nivel que se ha mantenido constante durante las dos últimas décadas (EE. UU. también dominaba en 13 sectores, aunque ligeramente diferentes, en 2005).23 Es en esta figura donde realmente vemos cómo las cuentas nacionales en la era de la globalización pueden llevar a sobreestimar o subestimar enormemente el poder económico. Por ejemplo, China ha sido el mayor exportador mundial de productos electrónicos desde 2004 y, sin embargo, 20 años después su participación en los beneficios es «solo» del 11 % (cuarto a nivel mundial), mientras que la participación de EE. UU. es del 43 %. Esto tiene sentido intuitivamente una vez que observamos todas las etiquetas «Made in China» en los productos electrónicos de propiedad estadounidense vendidos por Apple, Amazon, Cisco, Dell, HP, Microsoft, etc. Aún más sorprendente, después de que la empresa china Lenovo adquiriera la división de ordenadores personales de IBM en 2005, China se convirtió en el mayor consumidor de ordenadores del mundo en 2011 y, con el tiempo, en el hogar de la mayor cantidad de desarrolladores de software del mundo (más de 7 millones), pero su participación en los beneficios es solo del 6,3 %, frente al asombroso 86 % de EE. UU.

Por supuesto, China tiene una población más de cuatro veces superior a la de EE. UU., pero la riqueza de este último significa que EE. UU. domina en alimentación, bebidas y tabaco, y comercio minorista. Y aunque China superó a EE. UU. en banca en 2009 y ha ocupado el primer lugar desde entonces (con un pico del 41 % en 2021, que caerá al 31 % en 2024), EE. UU., es decir, Wall Street, domina los servicios financieros con un 63 %. Esto es significativamente más alto que los tres años anteriores al colapso de Wall Street en 2008, cuando la participación de EE. UU. promedió el 48 % antes de caer a un mínimo del 27 % en 2009. Una de las razones por las que Wall Street aumentó su dominio global después de su caída es porque la propiedad estadounidense del capital extranjero aumentó posteriormente. En otros lugares hemos llamado a esto la «americanización del capital global»,24 ya que la propiedad corporativa estadounidense ha aumentado en todo el mundo, incluidas las empresas estatales chinas (SOE). Por último, el dominio estadounidense en los medios de comunicación globales (76 %) indica su capacidad para «fabricar el consentimiento» y configurar la agenda en todo el mundo, la estructura del conocimiento por excelencia.25

Figura 4. Los 13 sectores de Forbes Global 2000 dominados por EE. UU., 2024 (en porcentajes)26 Fuente: Cálculos de S. K. Starrs a partir de Forbes Global 2000, 2024 (con la ayuda de Quoc Linh Pham y Yizhou Miao en la investigación)

De nuevo, nada de esto pretende negar el extraordinario auge capitalista de China desde la década de 1990, como se evidencia en las Figuras 1 y 3. Pero ahora podemos ver que esto ha sido más a expensas de Japón y Europa Occidental que de EE. UU. Este último, de hecho, ha aumentado su dominio en los últimos 20 años en una variedad de sectores centrales a pesar, o quizás debido, al auge de China.

De hecho, nos recuerda el llamamiento de Henry Luce (divulgador del «siglo americano») en 1950 a una «Europa más próspera e integrada» que permitiera a las empresas estadounidenses aumentar sus beneficios sin amenazar a EE. UU., siempre y cuando este siguiera siendo dominante. (27) Una lógica similar se aplica a una China más próspera, mientras que las empresas estadounidenses siguen teniendo acceso a su mano de obra y a sus consumidores (la Figura 2 muestra que las guerras comerciales y tecnológicas posteriores a 2018 solo han tenido hasta ahora un efecto marginal en el dominio de las empresas extranjeras en las exportaciones chinas). Así pues, la mayoría de las decisiones sobre dónde y qué producir en la estructura de producción mundial se toman en las salas de juntas de Estados Unidos. En resumen, en 2024 las empresas transnacionales con sede en EE. UU. lideraban 19 de los 25 grandes sectores de la lista Forbes Global 2000, mientras que China lideraba cuatro (y Japón los dos restantes): el persistente dominio estadounidense de la estructura de producción mundial es asombroso y se invisibiliza si solo se examinan las cuentas nacionales.

China no salvará el mundo (mientras siga siendo capitalista)

En el primer mandato de Xi (2012-2017), parecía haber un impulso en el cumplimiento de su gran estrategia de reorientar Eurasia hacia China, si se consideraba únicamente el poder relacional. La Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI) se puso en marcha en 2013 con un cinturón (terrestre) que conecta China con Duisberg, en el Rin alemán (que a su vez conecta con Róterdam, el puerto de contenedores más activo de Europa) a través de Rusia con trenes de mercancías de alta velocidad. La ruta (marítima) sigue las rutas comerciales de Zheng He de principios del siglo XV a través del sudeste asiático, el Océano Índico hasta el Golfo Pérsico, el Mar Rojo y África Oriental. El Nuevo Banco de Desarrollo se estableció en Shanghái en 2015 y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) en Pekín en 2016. El gobierno del Reino Unido declaró una «Edad de Oro» con China en 2015 y se unió al AIIB, al igual que Italia y otros países europeos, así como Corea del Sur, entre muchos otros.

China continuó su vertiginoso crecimiento, que, aunque alcanzó un máximo del 14 % en 2007, siguió siendo envidiable, del 7,9 % en 2012 al 7,0 % en 2017. Con enormes ganancias anuales por exportaciones, China destinó decenas de miles de millones de dólares a políticas industriales, como el «Gran Fondo» para semiconductores en 2014 y «Hecho en China 2025» en 2015 (dirigido a diez sectores). Decenas de países exportaban ahora más a China que a EE. UU.

Con el viento aparentemente a su favor, Xi habló a los capitalistas en el Foro Económico Mundial en enero de 2017 (enlace externo) y amonestó a aquellos que intentaban revertir el «resultado natural» de la «globalización económica» en una clara referencia a Trump, y ofreció a China como un actor más responsable del sistema comercial global. ¡Cuánto ha avanzado China desde que Mao acusó a Deng Xiaoping de ser un «capitalista sin escrúpulos»!

Pero Xi calculó mal la respuesta probable de la potencia hegemónica mundial, Estados Unidos. Supuso que China podría seguir «traspasando» industria tras industria, sobre todo tecnología avanzada, libremente desde Estados Unidos sin ningún contratiempo. En su primer mandato, el presidente Trump no estuvo de acuerdo, iniciando una guerra comercial y luego tecnológica contra China. En el proceso, su administración comenzó a transformar la naturaleza misma de la globalización, descartando el «libre comercio» y marcando el comienzo de una nueva era de tecno-nacionalismo, 28 en la que Biden redobló la apuesta, en la que la propiedad de la tecnología avanzada se geopolítica.

El vasto poder estructural de EE. UU. se aprovechó en un enfoque doble. En primer lugar, bloqueando algunas de las principales empresas de alta tecnología de China (Huawei, SMIC, YMTC) con controles de exportación (incluidas, finalmente, las empresas transnacionales de aliados, como la empresa holandesa ASML) y, a continuación, sectores enteros (chips avanzados, inteligencia artificial (IA), computación cuántica y supercomputación). Estados Unidos no pudo hacer esto contra Japón en la década de 1980 ni contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría porque ninguno de los dos dependía de la tecnología estadounidense; eran mucho más autosuficientes tecnológicamente antes de la globalización de la década de 1990.

En segundo lugar, Estados Unidos ha puesto en marcha un estímulo sin precedentes (enlace externo): 5 billones de dólares solo de marzo de 2020 a marzo de 2021, más que el New Deal de 1930-40, y más de 500 000 millones de dólares en políticas industriales en las leyes CHIPS y de Ciencia e Innovación y Reducción de la Inflación de 2022. Estados Unidos puede distribuir hoy en día sumas tan inigualables (y no en décadas pasadas) en parte debido al auge de China y de muchos otros exportadores que reciclan sus dólares estadounidenses de vuelta a Estados Unidos. De esta manera, China ha sido el primer o segundo mayor financiador extranjero (fluctuando con Japón) de todo lo que hace Estados Unidos, incluido el imperialismo estadounidense contra China. Ningún otro imperio ha construido jamás un sistema financiero en el que el principal rival geopolítico esté estructuralmente obligado a financiar su propia contención.

En relación con esto, la ventaja comparativa más devastadora de EE. UU. es su extraordinaria capacidad de muerte y destrucción masivas (ya sea directamente o a través de representantes) mientras profesa las más nobles intenciones y hace que tanta gente lo crea (especialmente aquellos que todavía ingieren sin crítica las noticias del establishment).

Sin tener espacio para evidenciar la planificación, 29 avance rápidamente hasta principios de 2025: los aliados occidentales (el G7, la OTAN) están ahora convencidos de que China es un «rival sistémico», la ruta BRI de China a través de Rusia está cortada por sanciones lideradas por EE. UU. que esencialmente desacoplan a Rusia del capitalismo occidental. Israel está en plena furia regional, en parte para despejar el camino para el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC) anunciado en la reunión del G20 en Nueva Delhi en septiembre de 2023,30 que frena la ruta marítima de China y la influencia de Oriente Medio en general (en tiempos de guerra, China no tiene capacidad militar para competir con la influencia de EE. UU. en la región, y como el gobierno de Assad ha caído en Siria, la influencia de Rusia se ha visto disminuida, al tiempo que se ha distraído en su guerra contra Ucrania). La «edad de oro» de la UE y el Reino Unido con China hace menos de una década es ahora un caos fundido.

Independientemente de este giro de los acontecimientos, comprender el poder estructural sobre el poder relacional es más fructífero para analizar las tendencias a largo plazo en la geopolítica del capital, y este ensayo ofrece una nueva metodología para hacerlo, revelando el asombroso dominio de EE. UU. en múltiples estructuras.

¿Qué tendría que hacer China para «salvar al mundo» del imperialismo estadounidense y del capitalismo que fomenta la explotación, la opresión y el ecocidio industrial? Firmar tratados de defensa mutua con tantos países como sea posible (desde 1949, China ha preferido no involucrarse), ayudar a la industrialización del Sur Global, incluyendo la transferencia de tecnología y la fabricación (no solo el desarrollo de infraestructuras y/o la desindustrialización de la extracción de recursos), avanzar hacia la desdolarización mediante el establecimiento de una moneda internacional alternativa no corrompida por los intereses nacionales (es decir, no el RMB), aumentar rápidamente el bienestar social en el país y en el extranjero para elevar el nivel de vida, reducir drásticamente la quema de combustibles fósiles y ayudar a otros a hacer lo mismo, por nombrar algunos.

Pero mientras China siga siendo capitalista, no tendrá ningún incentivo para transformar fundamentalmente el capitalismo global, especialmente cuando su hegemón está dispuesto a defender su poder provocando la Tercera Guerra Mundial. Por lo tanto, los trabajadores chinos deben iniciar primero otra revolución socialista para eliminar el capitalismo de China, tal vez en colaboración con revoluciones en todo el mundo para eliminar la lógica de la acumulación interminable de capital a través de la explotación y la opresión de clases, sobre todo en los EE. UU., para liberar el control global de su clase dominante. Por supuesto, es una tarea difícil. Pero si hay un país que encarna el dicho de Marx «Todo lo sólido se desvanece en el aire», es China desde 1911, que ha sufrido múltiples revoluciones y contrarrevoluciones: las pesadillas se han convertido antes en sueños chinos.

Sean Kenji Starrs es profesor del Departamento de Desarrollo Internacional del King’s College de Londres. De 2014 a 2021, fue profesor adjunto en el Departamento de Estudios Asiáticos e Internacionales de la Universidad de la Ciudad de Hong Kong, así como investigador afiliado al Instituto Tecnológico de Massachusetts con Noam Chomsky. Sean obtuvo su doctorado en la Universidad de York, Toronto, bajo la supervisión del difunto (y gran) Leo Panitch. Su artículo de 2014 en New Left ReviewThe Chimera of Global Convergence, fue reeditado en la Shifting Power Working Paper Series del TNI y también escribió para el Socialist Register 2019 sobre China-EE. UU.

  1. Cálculos del autor a partir del Banco Mundial (2024) Databank: World Development Indicators (15 de diciembre). https://databank.worldbank.

  2. Ibid.

  3. Esto es después de que Xi Jinping prometiera en 2021 «controlar estrictamente el consumo de carbón». Véase Lempriere, M. (2024) «China responsible for 95% of new coal power construction in 2023, report says», en Carbon Brief, 11 de abril.https://www.carbonbrief.

  4. En 2025, la organización internacional BRICS tendrá 10 miembros: los originales Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, más Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y Emiratos Árabes Unidos.

  5. Friedman, G. y LeBard, M. (1991) The Coming War with Japan. Nueva York: St. Martin’s Press.

  6. Starrs, S. K. (2013) «El poder económico estadounidense no ha disminuido, ¡se ha globalizado! Summoning the data and taking globalization seriously». En International Studies Quarterly, vol. 57(, n.º 4):, 817-830; Starrs, S. K. (2014) «The chimera of global convergence». En New Left Review, vol. 87(, n.º 1):, 81-96; Starrs, S. K. (2018a) «¿Puede China deshacer la fabricación estadounidense del capitalismo global?» en The Socialist Register 2019: A World Turned Upside Down?, Vol. 55:, 173-200.

  7. Germain, R. (Randall, ed.) (2016) Susan Strange and the Future of Global Political Economy: Power, Control and Transformation. Abingdon, Reino Unido: Routledge.

  8. Strange, S. (1987) ‘. en International Organization, Vol. 41(, No. 4):, 551-574.

  9. Strange, S. (1996) The Retreat of the State: The Diffusion of Power in the World Economy Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press.

  10. Por desgracia, por razones de espacio no conceptualizo la medición de la estructura del conocimiento, en parte porque es más nebulosa y difícil de someter a análisis cuantitativo que las demás. Para la concepción más restringida de Strange, el poder en el conocimiento estaba indicado por el dominio en tecnología avanzada, que se superpone con la estructura de producción, como veremos.

  11. Vine, D. (2020) The United States of War: A Global History of America’s Endless Conflicts, from Columbus to the Islamic State. Berkeley, CA: University of California Press.

  12. Harkavy, R. (1982) Great Power Competition for Overseas Bases: The Geopolitics of Access Diplomacy. Nueva York: Pergamon Press.

  13. Robinson, W. (2014) Global Capitalism and the Crisis of Humanity. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press. Como revelaron WikiLeaks y Edward Snowden, el Estado estadounidense no tiene ningún problema en aprovechar su aparato militar y de seguridad global contra aliados y enemigos por igual para servir a los intereses nacionales (de la clase dominante) de EE. UU. por encima de un interés capitalista global generalizado. Véase Assange, J. (2015) The WikiLeaks Files: The World According to US Empire. Londres: Verso; Greenwald, G. (2014) No Place to Hide: Edward Snowden, the NSA & the Surveillance State. Londres: Penguin Books.

  14. Gowan, P. (1999) The Global Gamble: Washington’s Faustian Bid for World Dominance Londres: Verso; Panitch, L. y Konings, M. (eds.) (2008) American Empire and the Political Economy of Global Finance. Basingstoke: Palgrave Macmillan.

  15. Hanieh, A. (2024) Crude Capitalism: Oil, Corporate Power, and the Making of the World Market Londres: Verso.

  16. Aunque Estados Unidos esté dispuesto a pisotear los intereses de otros, porque el Estado estadounidense «creó el capitalismo global» (Panitch y Gindin, 2012), desde 1945 sus intereses suelen estar alineados con los capitalistas extranjeros para proteger y promover el capitalismo global en general: la base de la hegemonía estadounidense en el sentido gramsciano tanto de consentimiento como de coerción. Panitch, L. y Gindin, S. (2012) The Making of Global Capitalism: The Political Economy of American Empire. Londres: Verso. Véase también Cox, R. (1983) «Gramsci, hegemony and international relations: An essay in method». Millennium: Journal of International Studies, 12(2): 162-175.

  17. De hecho, Putin expresó en la Cumbre del BRICS de Kazán de 2024 su deseo de una «moneda del BRICS», no de un RMB internacionalizado, que estaría sujeto a los intereses chinos. Pero si el PCCh no internacionalizó su propia moneda por temor a perder el control estatal, es poco probable que apoye una «moneda del BRICS». El fracaso del euro durante décadas a la hora de suponer una amenaza seria para el dólar revela lo unificado que tendría que ser un esfuerzo de este tipo (por ejemplo, la UE se niega a establecer una política fiscal común debido a intereses nacionales contrapuestos); BRICS+ está mucho menos unificado geopolíticamente que la UE.

  18. Algunos analistas utilizan el PIB calculado por paridad de poder adquisitivo (PPA), y según esta medida China ya superó a EE. UU. en 2014. Rechazo la PPA por razones tanto teóricas (rechazo su supuesto subyacente de la teoría neoclásica de la «ley del precio único» dada la competencia perfecta y la información) como empíricas (no existen «dólares PPA» en la vida real, solo el comercio en dólares estadounidenses).

  19. Pomeranz, K. (2000). The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy. Princeton, NJ: Princeton University Press.

  20. Estadísticas aduaneras de China (2024) Exportaciones por tipo de empresa y por régimen aduanero, 1-12.2023 en Administración General de Aduanas, República Popular Chinahttp://english.customs.gov.cn/

  21. En todos, excepto en el de las empresas comerciales, un sector que se adapta en gran medida a un tipo de empresa de Japón, sogo shosha (las empresas transnacionales estadounidenses nunca se han clasificado en este sector).

  22. Murphy, A. y Shifrin, M. (eds.) Forbes Global 2000 (2024) Las empresas públicas más grandes del mundo en Forbeshttps://www.forbes.com/lists/;

  23. Determinar el «dominio» es algo subjetivo. Para ser precisos, consideramos «dominante» cualquier participación líder que sea del 37,5 % o superior y el doble de la segunda participación más grande. Esto se debe a que la mayoría estaría de acuerdo en que Estados Unidos era «dominante» económicamente en 1950; y las estimaciones de la participación de Estados Unidos en el PIB mundial en ese momento oscilan entre el 25 y el 50 %: el 37,5 % es la mediana.

  24. Starrs, S.K. (2017) «The global capitalism school tested in Asia: Transnational capitalist class vs taking the state seriously». En Journal of Contemporary Asia, vol. 47(, n.º 4):, 641-658; Tooze, A. (2017) «The Americanization of global capital», en Notes on the Global Condition Blog (30 de marzo), disponible en: https://adamtooze.com/2017/03/

  25. Herman, E. y Chomsky, N. (1988) Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media. Nueva York: Pantheon Books.

  26. Murphy y Shifrin (2024), op. cit.

  27. Starrs, S. K. (2018b) «The rise of emerging markets signifies the end of the beginning of the American Century: Henry Luce and the emergence of global capitalism», en S. Santino Regilme Jr y J. Parisot (eds.), American Hegemony and the Rise of Emerging Powers, Abingdon, Reino Unido: Routledge.

  28. Starrs, S. K. y Germann, J. (2021) «Responding to the China challenge in techno-nationalism: Divergence Between Germany and the United States». en Development and Change, Vol. 52(, No. 5):, 1122-1146.

  29. En resumen, el objetivo general de la política exterior estadounidense desde la Primera Guerra Mundial es, según el Servicio de Investigación del Congreso, «evitar el surgimiento de hegemones regionales», especialmente en Eurasia. Véase O’Rourke, R. (2024) Defense Primer: Geography, Strategy, and U.S. Force DesignCongressional Research Service (12 de diciembre). https://crsreports.congress.; y sobre las diversas formas en que EE. UU. puede debilitar a Rusia con implicaciones para China, véase el informe de RAND encargado por el Pentágono: Dobbins, J., Cohen, R., Chandler, N. et al. (2019) «Extending Russia: Competing from advantageous ground». RAND (24 de abril). https://www.rand.org/pubs/

  30. En su discurso de septiembre de 2024 ante la Asamblea General de la ONU, el primer ministro israelí Netanyahu caracterizó a la IMEC como «la bendición» para la que habría que eliminar la resistencia de «la maldición» (Palestina, Líbano, Siria e Irán) para lograrlo (Netanyahu, B. (2024) Discurso del primer ministro Benjamin Netanyahu en la Asamblea General de la ONU en Nueva York27 de septiembre. https://gadebate.un.org/sites/

Observación de José Luis Martín Ramos:

Un artículo abiertamente hostil -no pesimista- que considerando que la etapa china actual es de hecho de contrarrevolución desarrolla una típica trampa: se supone que China quiere “salvar al mundo”, que China quiere desafiar al imperio usamericano y luego se concluye que no puede, de ahí a decir que es un fracaso histórico hay un paso. Pero me parece que las premisas del artículo son falsas: China no pretende desafiar a EEUU ni salvar al mundo; si acaso China prtendió desafiar a la URSS en los sesenta y setenta y «salvar» al movimiento comunista para que éste «salvara» el mundo, pero ese no es el caso después de Mao y a partir de Deng Xiai Ping. Lo que pretende el gobierno chino, el PC Chino, es avanzar hacia el socialismo en su marco «nacional», en un proceso de transición que admite que en la actualidad pasa por la organización de la producción y de las relaciones de producción en términos de capitalismo de estado. Yo creo que decir simplemente que China es capitalista con corresponde a la realidad, prefiero no utilizar etiquetas sino considerar el proceso que se está desarrollando. Lo que el articulista pide que tendría que hacer China para, supuestamente, «salvar al mundo» es una tontería: «Firmar tratados de defensa mutua con tantos países como sea posible (desde 1949, China ha preferido no involucrarse)» , China no está en el juego usamericano de los tratados bilaterales de defensa; «ayudar a la industrialización del Sur Global, incluyendo la transferencia de tecnología y la fabricación (no solo el desarrollo de infraestructuras y/o la desindustrialización de la extracción de recursos)» sería muy discutible que China no ayuda objetivamente a eso, en la medida de sus posibilidades, y desde luego que no sea la única potencia mundial que ayude; «avanzar hacia la desdolarización mediante el establecimiento de una moneda internacional alternativa no corrompida por los intereses nacionales (es decir, no el RMB)» eso es un brindis al sol, en un mercado mundial dominado todavía por el imperialismo eso de la desdolarización es voluntarismo absoluto como objetivo immediato, aunque sea el horizonte y haya que seguir hablando de ello, lo estamos viendo clararmemte este último año; «aumentar rápidamente el bienestar social en el país», no se puede negar que lo está haciendio; «reducir drásticamente la quema de combustibles fósiles y ayudar a otros a hacer lo mismo, por nombrar algunos» lo viene haciendo en los últimos tiempos y en cuanto al final de la frase no puede hacer a China responsable de una política que ha de ser multinacional. Por cierto la tesis de que ha desaparecido el capitalismo nacional y que todo es transnacional es muy, muy, discutible. Véase sino el carácter nacional de la corte de los capitalistas de los que se ha rodeado Trump.

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7. Los aranceles pueden ser buenos para los EEUU

Michael Roberts recoge las opiniones de un economista estadounidense que trabaja en China, Michael Pettis, que cree que la propuesta de aranceles de Trump no es tan mala idea. Y expone el debate que se ha iniciado.
https://thenextrecession.

Los aranceles comerciales como política económica: el debate

Michael Pettis es un profesor estadounidense de finanzas en la Escuela de Administración Guanghua de la Universidad de Pekín y miembro no residente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. Se ha convertido en una fuente mediática popular sobre la economía de China, pero también sobre las tendencias mundiales de comercio e inversión.

Tras el anuncio de Donald Trump de la subida de aranceles a las importaciones estadounidenses procedentes de varios países, Pettis ha estado exponiendo la opinión contraria al consenso de la economía dominante de que los aranceles a veces pueden ser beneficiosos para un país e incluso para la economía mundial.

Su argumento se centra en la opinión de que: «[a diferencia de lo que ocurría en la década de 1930], los estadounidenses consumen una parte demasiado grande de lo que producen, por lo que deben importar la diferencia del extranjero. En este caso, los aranceles (aplicados correctamente) tendrían el efecto contrario a [los] aranceles Smoot-Hawley [de la década de 1930]. Al gravar el consumo para subvencionar la producción, los aranceles actuales redirigirían una parte de la demanda estadounidense hacia el aumento de la cantidad total de bienes y servicios producidos en el país. Eso haría que el PIB de EE. UU. aumentara, lo que se traduciría en más empleo, salarios más altos y menos deuda. Los hogares estadounidenses podrían consumir más, incluso si el consumo como porcentaje del PIB disminuyera».

Continúa: «Gracias a su cuenta comercial relativamente abierta y a su cuenta de capital aún más abierta, la economía estadounidense absorbe de forma más o menos automática el exceso de producción de los socios comerciales que han aplicado políticas de empobrecimiento del vecino. Es el consumidor global de última instancia. El propósito de los aranceles para Estados Unidos debería ser cancelar este papel, para que los productores estadounidenses ya no tengan que ajustar su producción de acuerdo con las necesidades de los productores extranjeros. Por esa razón, dichos aranceles deberían ser simples, transparentes y ampliamente aplicados (quizás excluyendo a los socios comerciales que se comprometan a equilibrar el comercio a nivel nacional). El objetivo no sería proteger sectores manufactureros específicos o campeones nacionales, sino contrarrestar la orientación pro-consumo y anti-producción de Estados Unidos».

Pettis afirmó que los aranceles estadounidenses, aunque son un impuesto al consumo, no necesariamente empeorarían la situación de los consumidores estadounidenses. «Los hogares estadounidenses no son solo consumidores, como muchos economistas quieren hacer creer, sino también productores. Un subsidio a la producción debería hacer que los estadounidenses produzcan más, y cuanto más produzcan, más podrán consumir». Por ejemplo, si EE. UU. impusiera aranceles a los vehículos eléctricos, los fabricantes estadounidenses se verían incentivados a aumentar la producción nacional de vehículos eléctricos lo suficiente como para elevar la producción total estadounidense de bienes y servicios. Si lo hicieran, los trabajadores estadounidenses se beneficiarían en forma de aumento de la productividad. A su vez, esto daría lugar a un aumento de los salarios superior al impacto inicial de los aranceles en los precios y los consumidores estadounidenses mejorarían su situación.

Pettis argumentó que «fueron los aranceles directos e indirectos los que en 10 años transformaron la producción de vehículos eléctricos de China, que estaba muy por detrás de la de EE. UU. y la UE, hasta convertirse en la más grande y eficiente del mundo». Así que los aranceles pueden no ser una forma especialmente eficiente de política industrial para forzar este reequilibrio del consumo a la producción, pero tienen una larga historia de hacerlo, y «es muy ignorante o muy deshonesto por parte de los economistas no reconocer las formas en que funcionan… Oponerse a todos los aranceles por principio muestra cuán ideológicamente histérica es la discusión sobre el comercio entre los economistas convencionales».

La opinión favorable de Pettis sobre la política arancelaria de Trump provocó una andanada de ataques por parte de los principales economistas neoclásicos y keynesianos. Paul Krugman, el gurú keynesiano que obtuvo un premio Nobel por su contribución al análisis del comercio internacional, consideró que Pettis estaba «en su mayoría equivocado».

El bloguero de economía keynesiana Noel Smith señaló que Pettis consideraba que las importaciones chinas baratas en realidad empobrecían a los estadounidenses, al reducir tanto su producción nacional que los estadounidenses terminan consumiendo menos. ¿De verdad, proclamó Smith? «Soy muy escéptico con este argumento, ya que un principio básico de la economía es que la gente no hace voluntariamente cosas que la empobrecen». (Smith). Smith replicó que los aranceles de Trump en su primer mandato no impulsaron la producción nacional como afirmaba Pettis. La producción industrial en realidad disminuyó después de que Trump impusiera sus aranceles:

Además, el déficit comercial no disminuyó en absoluto.

Pettis no estaba teniendo en cuenta otros factores, en particular, el tipo de cambio del dólar con otras monedas comerciales. El dólar se apreció en respuesta a los aranceles, anulando al menos parte del efecto arancelario sobre los precios de importación. Y no solo los hogares tuvieron que pagar más por los productos importados en las tiendas, los fabricantes estadounidenses también sufrieron cuando tuvieron que pagar mucho más por las piezas y componentes.

El economista neoclásico Tyler Cowan también se lanzó en «los errores de Michael Pettis». «Michael Pettis no entiende la economía internacional básica». «Habla de los aranceles (FT) como si fueran anticonsumo, pero favorables a la producción. Pero los aranceles son anticompetitivos en general… básicamente presenta un argumento que esperaríamos que los estudiantes de economía rechazaran».

Ciertamente, la evidencia empírica sugiere que los aranceles no conducen a un aumento en el crecimiento económico. «Utilizando un panel anual de datos macroeconómicos de 151 países durante 1963-2014, encontramos que los aumentos arancelarios están asociados con una disminución económica y estadísticamente considerable y persistente en el crecimiento de la producción. Por lo tanto, los temores de que la guerra comercial en curso pueda ser costosa para la economía mundial en términos de crecimiento de la producción perdida están justificados».

El argumento de Pettis tiene dos características. En primer lugar, considera que los aranceles de importación conducirían a la sustitución de importaciones, es decir, los fabricantes estadounidenses aumentarían la producción y sustituirían las importaciones extranjeras, por lo que el empleo y los ingresos aumentarían para todos. En segundo lugar, lo que está mal en la economía mundial son los desequilibrios en el comercio y los pagos internacionales. Estados Unidos tiene un enorme déficit comercial porque países exportadores como China y Alemania han inundado el mercado interno con sus productos. Los aranceles pueden detener eso al permitir que los fabricantes estadounidenses compitan.

El primer argumento es en realidad el viejo argumento de la «industria naciente», es decir, que los países que acaban de empezar a construir su base industrial necesitan proteger esas industrias «nacientes» con aranceles frente a importaciones extranjeras más baratas. Esta fue la base económica de las medidas arancelarias introducidas por sucesivas administraciones estadounidenses tras el final de la guerra civil en la década de 1860. Esto culminó en la Ley Arancelaria de 1890, más conocida como Arancel McKinley, que fue un episodio crucial en la política comercial de EE. UU., al aumentar drásticamente los derechos de importación a niveles casi récord (entre un 38 y un 50 %).

Donald Trump se refirió a McKinley al anunciar sus órdenes ejecutivas para aumentar los aranceles. «Bajo su liderazgo, Estados Unidos disfrutó de un rápido crecimiento económico y prosperidad, incluida una expansión de las ganancias territoriales para la nación. El presidente McKinley defendió los aranceles para proteger la industria manufacturera estadounidense, impulsar la producción nacional y llevar la industrialización de Estados Unidos y su alcance global a nuevas cotas. De hecho, McKinley hizo campaña a favor de aumentar los aranceles para poder reducir los impuestos internos, al igual que hizo Trump en las elecciones de 2024. «Si se remonta a los años 1890 y 1880, a McKinley, y se fijan en los aranceles, fue entonces cuando fuimos proporcionalmente los más ricos», dijo Trump.

En 1890, McKinley, como representante del Congreso, propuso una serie de aranceles para protestar contra la industria estadounidense. El Congreso lo aprobó. Pero las medidas arancelarias no funcionaron bien. No evitaron una grave depresión que comenzó en 1893 y duró hasta 1897. En 1896, McKinley se convirtió en presidente de EE. UU. y presidió un nuevo conjunto de aranceles, la Ley Arancelaria Dingley de 1897. Como se trataba de un período de auge, McKinley afirmó que los aranceles ayudaron a impulsar la economía. Llamado el «Napoleón de la Protección», vinculó su política arancelaria a la toma militar de Puerto Rico, Cuba y Filipinas para extender la «esfera de influencia» de Estados Unidos, con tintes de Trump. Pero al principio de su segundo mandato como presidente, en 1901, fue asesinado por un anarquista enfurecido por el sufrimiento de los trabajadores agrícolas durante la recesión de 1893-7, de la que culpó a McKinley.

Ahora tenemos otro «Napoleón de la protección» en Trump, que afirma que sus aranceles ayudarán a los fabricantes estadounidenses de la misma manera que argumentó McKinley. Pero esta vez, el precio lo pagarán los hogares estadounidenses. La última serie de aranceles de Trump en su primer mandato elevó los precios nacionales y perjudicó a los consumidores tanto como lo hizo el Arancel McKinley en su momento.

El debate aquí entre Pettis y sus críticos se reduce a dos cosas. En primer lugar, ¿se mantuvo el argumento de la «industria incipiente» al menos en la América del siglo XIX? Y, si es así, ¿podemos aplicarlo ahora a la economía estadounidense del siglo XXI? Los críticos convencionales como Cowan son teóricos neoclásicos del equilibrio de la oferta y la demanda. Cowan considera que, a largo plazo, cualquier cambio en la oferta y la demanda de exportaciones e importaciones estadounidenses provocado por los aranceles dará lugar a un ajuste de precios y a un nuevo equilibrio. Así que no habrá ninguna ganancia para la industria estadounidense.

Pettis respondió correctamente al mundo de fantasía de equilibrio de Cowen: «Aunque entiendo la confianza de Cowen en el modelo de «Econ 101», que asume que los precios siempre se ajustan para equilibrar la oferta y la demanda, este marco no es relevante en el contexto de las condiciones económicas globales actuales. Los precios no se han ajustado en EE. UU. ni en muchos otros países durante varias décadas».

Pero Pettis no acepta lo obvio: que Estados Unidos en el siglo XXI no es una potencia industrial emergente que necesita proteger a las nuevas industrias florecientes de competidores poderosos. En cambio, es una economía madura con un sector industrial en declive que no se restaurará de manera significativa mediante aranceles a las importaciones chinas o europeas.

Ya en 1880, Friedrich Engels señaló que cuando una economía capitalista es dominante en todo el mundo, está a favor del libre comercio y de la ausencia de aranceles, como lo estuvo Gran Bretaña a mediados del siglo XIX y Estados Unidos desde la década de 1950 hasta la de 1980. Pero la larga depresión de las décadas de 1880 y 1890 vio cómo el dominio manufacturero de Gran Bretaña declinaba y la política británica cambiaba a aranceles proteccionistas para su vasto imperio colonial.

Engels comentó entonces: «Si algún país está ahora adaptado para adquirir y mantener un monopolio de la manufactura, ese es Estados Unidos». Engels consideraba que los aranceles estadounidenses de la década de 1860 habían ayudado a «nutrir» el desarrollo de la industria a gran escala, pero que, a medida que Estados Unidos ganaba dominio, los aranceles protectores «simplemente serían un obstáculo». En el siglo XXI, Estados Unidos es Gran Bretaña a finales del siglo XIX; y China es la América del siglo XX, al menos en términos industriales. Así pues, ahora Trump y Pettis quieren aranceles, mientras que China quiere libre comercio.

Pettis, al defender su argumento a favor de los aranceles frente a sus críticos principales, planteó lo que llamó el «panorama más amplio», a saber, que China (y hasta hace poco Alemania) exportaba para crecer en lugar de consumir. Como resultado, los salarios de los trabajadores se mantuvieron bajos en China y Alemania, mientras que Estados Unidos se convirtió en el consumidor final de sus exportaciones y, por lo tanto, consumió en exceso. Esta fue la razón de los desequilibrios comerciales que deben corregirse mediante aranceles.

Es la tesis que Pettis y su coautor Matthew Klein desarrollaron en su libro Trade wars are class wars, un título que entusiasmó no solo a los principales medios de comunicación, sino que también atrajo el apoyo de la izquierda (de hecho, recuerdo que Klein fue invitado a participar en un debate en línea de izquierdas sobre comercio internacional y, al darse cuenta de repente de dónde estaba, espetó que «no era marxista». Por supuesto, esto no fue culpa suya, ¡ya que los anfitriones deberían haberlo sabido mejor!).

Klein-Pettis consideró que la política industrial de «inversión para la exportación» de países como China y Alemania crea «desequilibrios globales» que fomentan reacciones peligrosas como las de Trump. Así que las acciones de Trump fueron culpa de China y Europa. Verá, algunas economías (China) están «ahorrando» demasiado, es decir, no invierten lo suficiente en su país como para agotar los ahorros y, en su lugar, exportan al extranjero, acumulando grandes superávits comerciales. Otros se ven obligados a absorber estos excedentes con un consumo excesivo (EE. UU.) y, por lo tanto, registran grandes déficits por cuenta corriente. Así que tenemos guerras comerciales mientras gobiernos como el de Trump intentan revertir esta tendencia.

Esto se parece un poco al argumento de Trump de que México y Canadá estaban causando una epidemia de sobredosis de drogas en EE. UU. al exportar fentanilo y que no tenía nada que ver con que los estadounidenses demandaran drogas baratas importadas para ayudar a sus depresiones.

Klein y Pettis decían que estos desequilibrios comerciales son causados por las decisiones de gobiernos como China y Alemania que buscan suprimir los salarios y el consumo (la guerra de clases), con el fin de impulsar la inversión y exportar el ahorro excedente. Klein y Pettis consideraban que «el problema surgió cuando la economía china ya no pudo absorber nuevas inversiones de manera productiva. […] Una vez que China llegó a ese punto, el consumo era demasiado bajo para impulsar el crecimiento y entró en un estado de exceso de producción».

Pero como mostré en mi reseña de ese libro y en varias otras publicaciones, esta tesis es una tontería. Simplemente no es cierto que el consumo de los hogares en China esté siendo reprimido. De hecho, el consumo personal en China ha aumentado mucho más rápido que la inversión fija en los últimos años (incluso si se parte de una base más baja) y más rápido que en EE. UU. o cualquier otra economía del G7. El propio análisis empírico de Pettis y Klein revela que ha habido un aumento del consumo como porcentaje del PIB en China en los últimos diez años, incluso sin reconocer que esto es una probable subestimación del tamaño del consumo de los hogares en las estadísticas (que excluyen muchos servicios públicos o el «salario social»).

Cualquier análisis adecuado de los desequilibrios comerciales reconocería que no son el resultado de un «exceso de ahorro» o una «débil demanda interna» en China y un «ahorro inadecuado» o una «demanda excesiva» en EE. UU. Esta visión es un falso análisis keynesiano que ignora las fuerzas de la oferta de una fuerte inversión en tecnología que reduce los costes unitarios de producción para obtener una ventaja competitiva en el comercio internacional. Alemania y China simplemente estaban superando a la industria estadounidense gracias a una tecnología cada vez más superior y al crecimiento de la productividad.

Los desequilibrios globales en el comercio y el capital fueron el resultado de la mayor productividad y base tecnológica de las principales empresas de las economías «ganadoras», lo que condujo a una transferencia de beneficios de los débiles a los fuertes. No se trata de una transferencia de ahorro excedente a consumo excedente a través de las fronteras, sino de la transferencia de valor y plusvalía de las economías capitalistas más débiles a las más fuertes. De hecho, esa es precisamente la naturaleza del imperialismo: el intercambio desigual de valor, no un desequilibrio entre ahorro y consumo. De hecho, incluso en las medidas occidentales ajustadas (A) del crecimiento de la productividad laboral durante el período COVID, China lo ha hecho mucho mejor que EE. UU.

Durante los últimos 30 años, la tasa de ahorro de China aumentó un 25,8 %, pero su tasa de inversión aumentó más, un 26,8 %, por lo que no hay un «exceso de ahorro», al menos a largo plazo. De hecho, en el período de auge mundial de la década de 1990, la tasa de inversión de China aumentó mucho más rápido que su tasa de ahorro y no hubo grandes superávits en la cuenta corriente. Solo en el corto período de 2002-2007 China registró un gran superávit de ahorro neto, cuando Estados Unidos experimentó un auge del consumo impulsado por el crédito antes de la crisis financiera mundial.

En su libro, Klein y Pettis argumentaron que: «La falta de voluntad del resto del mundo para gastar, que a su vez era atribuible a las guerras de clases en las principales economías excedentarias y al deseo de autoseguro tras la crisis asiática, fue la causa subyacente tanto de la burbuja de deuda de Estados Unidos como de su desindustrialización». Pero esto es históricamente inexacto. Desde la década de 1970, Estados Unidos había estado perdiendo cuota de mercado en la industria manufacturera y el comercio y registrando déficits por cuenta corriente, no solo después de la crisis asiática. La causa de este declive se debió a la relativa debilidad del crecimiento de la productividad estadounidense, no al «exceso de ahorro» asiático. Además, las empresas manufactureras estadounidenses habían trasladado su producción al extranjero durante la década de 1980.

Irónicamente, al tratar de defender su política a favor de los aranceles frente a sus críticos ortodoxos, Pettis invirtió la opinión en su libro. Respondió: «Contrariamente a lo que afirma Cowen, la inversión empresarial estadounidense no se ve limitada por la falta de ahorro estadounidense. Basta con mirar lo que dicen las empresas estadounidenses. Argumentan que si no están invirtiendo en aumentar la fabricación, es más probable que no crean que puedan producir de forma rentable frente a la intensa competencia mundial, en particular de países como China, Alemania, Corea del Sur y Taiwán, cuyos superávits comerciales reflejan una ventaja competitiva lograda a expensas de una débil demanda interna. Otra forma de evaluar esto es observando lo que hacen las empresas con las ganancias retenidas. Si las empresas estadounidenses estuvieran ansiosas por invertir a nivel nacional, pero limitadas por la falta de ahorros, no tendrían enormes reservas de efectivo ni gastarían mucho en recompras de acciones y pagos de dividendos. Esto sugiere que el problema no es la escasez de capital, sino la falta de oportunidades de inversión rentables en Estados Unidos».

Aparte de la referencia a la «débil demanda interna», lo que dice Pettis es correcto. El capital estadounidense no invirtió para mantener su superioridad manufacturera porque la rentabilidad de ese sector había caído demasiado. En su lugar, pasaron a invertir en activos financieros y/o a trasladar su poder industrial al extranjero. En las últimas dos décadas esperaban mantener una ventaja en alta tecnología y tecnología de la información, incluida la IA. Ahora incluso eso está amenazado.

Pero esto no es culpa de China, que aplica una política comercial industrial «injusta» basada en la supresión del nivel de vida de su población; al contrario, es el fracaso del capital estadounidense para mantener su hegemonía, tal como hizo Gran Bretaña a finales del siglo XIX. Pettis ataca el éxito de China y pide a Estados Unidos que proteja sus industrias en crisis con aranceles. En todo caso, es probable que eso reduzca el nivel de vida de los estadounidenses.

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8. El alto el fuego en Gaza al borde de la ruptura

Van pasando los días y cada vez parece más difícil pasar a la segunda fase del alto el fuego en Gaza.
https://www.middleeasteye.net/

¿Está a punto de romperse el alto el fuego en Gaza?

Las declaraciones del presidente de EE. UU., Donald Trump, de que los palestinos no tienen derecho al retorno han trastocado las conversaciones sobre la segunda fase del acuerdo.

Por Yasmine El-Sabawi en Washington.

Fecha de publicación: 10 de febrero de 2025

Exactamente tres semanas después de un frágil y largamente esperado acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamas, el acuerdo puede estar al borde del colapso.

Abu Obeida, portavoz de las Brigadas Qassam, el brazo armado de Hamás, anunció el lunes que la sexta liberación de prisioneros israelíes prevista para el sábado ha sido cancelada «hasta nuevo aviso». Hamás añadió que la decisión se tomó cinco días antes del intercambio previsto, «lo que da a los mediadores tiempo suficiente para presionar a la ocupación [israelí] para que cumpla con sus obligaciones», según un comunicado del grupo.

Obeida dijo que Israel no ha cumplido los términos del acuerdo y ha retrasado el regreso de los palestinos desplazados por la fuerza a sus hogares en el norte de Gaza, los ha atacado con «bombardeos y disparos» y ha obstruido la entrada de suministros de ayuda a Gaza según lo acordado.

Israel se comprometió a traer 60.000 casas móviles para los que están en tiendas de campaña, que no son aptas para el clima invernal de Gaza. Hasta ahora no se ha entregado ninguna. También hay escasez de alimentos y combustible.

Los prisioneros israelíes no serán liberados «hasta que la ocupación se comprometa y compense los derechos de las últimas semanas de forma retroactiva», dice el comunicado.

Obeida dijo que «la puerta sigue abierta» para el intercambio de prisioneros, y que Hamás seguirá comprometido con el acuerdo siempre y cuando Israel cumpla su parte.

Trump sube la apuesta

Pero fue el momento de ese anuncio lo que sugirió que el mensaje no era solo para Israel, sino para su mayor respaldo, los Estados Unidos.

En declaraciones a Fox News el domingo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no solo redobló su anterior anuncio de expulsar a todos los palestinos de Gaza y construir un complejo turístico en la playa, sino que también afirmó que los palestinos que abandonen Gaza no tendrán derecho a regresar a su país.

Ya sea la Autoridad Palestina y su compromiso con el plan de Oslo de 1993 para una solución de dos estados o la creencia de larga data de Hamás de que los palestinos deberían tener acceso a todo lo que ahora es el estado de Israel, la noción del derecho de retorno de los refugiados palestinos ha sido una constante.

El principio se ha incorporado incluso a la misión del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas desde que los palestinos fueron expulsados en 1948, cuando se creó Israel, en lo que los palestinos llaman la Nakba, catástrofe en árabe. El organismo está destinado a atender a los refugiados hasta que puedan regresar a un Estado palestino establecido.

Más del 80 por ciento de Gaza está formado por refugiados palestinos de lo que ahora es Israel.

«Construiremos comunidades hermosas… construiremos comunidades seguras un poco alejadas de donde está todo este peligro», dijo Trump. «Mientras tanto, sería dueño de [Gaza]. Piénselo como un desarrollo inmobiliario para el futuro».

Cuando el presentador de Fox News, Bret Baier, le preguntó si los palestinos tendrían derecho a regresar, Trump respondió: «No, no lo tendrían». «Van a tener una vivienda mucho mejor… Me refiero a construir un lugar permanente para ellos», añadió. «Me refiero a empezar a construir, y creo que podría llegar a un acuerdo con Jordania. Creo que podría llegar a un acuerdo con Egipto. Ya sabe, les damos miles y miles de millones».

Fuentes de seguridad egipcias dijeron a la agencia de noticias Reuters el lunes que las conversaciones sobre la implementación de la fase dos del acuerdo de alto el fuego están ahora en espera hasta que haya indicaciones claras de EE. UU. sobre la continuación del plan acordado: más intercambios de prisioneros y una declaración de «calma sostenible» en el enclave.

Esas mismas fuentes indicaron a Reuters que temen que el acuerdo se desmorone.

Egipto, junto con Catar y EE. UU., es mediador en las negociaciones. Se confirmó que las conversaciones sobre la segunda fase comenzaron la semana pasada, según el enviado de Trump para Oriente Medio, Steve Witkoff. Pero sin compromisos firmes, Israel ha dicho en repetidas ocasiones que está dispuesto a reanudar sus bombardeos aéreos.

El lunes, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, dijo que había dado instrucciones al ejército para que estuviera en su máximo estado de preparación.

Los acontecimientos se desarrollaron mientras el ministro de Asuntos Exteriores egipcio, Badr Abdelatty, se reunía con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, en Washington.

Tras la reunión, el Ministerio de Asuntos Exteriores egipcio emitió un comunicado en el que afirmaba que «la única forma de hacer frente a los riesgos y amenazas a la paz y la seguridad regionales e internacionales resultantes de la ocupación israelí… es que la comunidad internacional adopte un enfoque que tenga en cuenta los derechos de todos los pueblos de la región sin discriminación, incluido el pueblo palestino que sufre una injusticia sin precedentes en sus derechos básicos, [y] su derecho a vivir en paz en su tierra y en su patria».

La declaración no se refería directamente a Estados Unidos ni a Trump.

«Egipto se adhiere a su posición de rechazar cualquier violación de los derechos [palestinos], incluido el derecho a la autodeterminación, a permanecer en la tierra y a la independencia, así como el derecho al retorno de los refugiados palestinos que se vieron obligados a abandonar su patria», decía la declaración.

Ya está prevista una reunión de emergencia de la Liga Árabe para el 27 de febrero en la capital egipcia, El Cairo.

«Los árabes tienen que despertar»

Lo que tal vez comenzó como una decisión táctica de Trump de adoptar una posición extrema hacia una negociación sobre Gaza se ha transformado en algo mucho más grave, dijeron analistas regionales a Middle East Eye.

Pero es difícil precisar de qué se trata. Trump ha adoptado a menudo una estrategia de mantener a sus espectadores en vilo, como hizo durante su carrera en los reality shows.

«Parece que su administración está intentando ponerse a su altura. Intentaron retractarse de algunas de sus declaraciones [la semana pasada], pero parece que él se mantiene firme en ellas, y parece que quiere imponerlas a su administración y a los palestinos», dijo a MEE Osama Abuirshaid, director ejecutivo de American Muslims for Palestine.

«Ahora, si eso va a funcionar o no, es otra historia, pero su retórica tendrá consecuencias», añadió. «Estamos hablando de alguien impulsivo, alguien que no tiene esa inteligencia compuesta».

Mientras tanto, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, parece estar intentando retrasar la segunda fase del acuerdo de alto el fuego para aplacar a su coalición de extrema derecha en el gobierno y evitar el declive de su carrera política. «Trump le ha creado ese espacio», dijo Abuirshaid.

Trump no había dado indicios de querer hacerse con Gaza como su propia cartera inmobiliaria personal antes de la visita de Netanyahu a Washington la semana pasada.

«Si no hay una postura firme por parte de los Estados árabes y musulmanes, la ONU y la comunidad internacional, esto puede suceder no solo desalojando a los palestinos, sino matándolos de hambre, donde solo tendrán una opción: irse», añadió Abuishaid.

Khalil Jahshan, director ejecutivo del Arab Center Washington DC, está de acuerdo en que son los Estados árabes los que deben presionar para crear algún tipo de cambio en la posición de Trump.

«Los árabes tienen que despertar y darse cuenta de que, a partir del 20 de enero, Estados Unidos ya no es Estados Unidos. Sus políticas en la región ya no son las mismas políticas a las que están acostumbrados», dijo Jahshan a MEE.

«Sus alianzas con Estados Unidos ya no son válidas y tienen que adaptarse. Básicamente, tienen que decir: «Si estáis intentando degradarnos y dictarnos políticas que son contrarias a nuestro interés nacional, entonces nuestra relación debe ser reevaluada»».

Vulnerabilidad árabe

Sin embargo, países como Egipto y Jordania, a donde Trump dijo que tiene la intención de enviar a los palestinos de Gaza, pueden no tener mucha influencia.

Según las cifras del Departamento de Estado y de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, se encuentran constantemente entre los tres principales receptores de ayuda militar estadounidense después de Israel.

En las últimas cifras de 2023, ambas naciones árabes recibieron más de 1500 millones de dólares de Washington, mientras que Israel recibió más de 3300 millones de dólares.

El Cairo y Ammán también fueron los dos primeros gobiernos de la región en normalizar las relaciones con Israel hace muchas décadas.

«Solo hay dos actores principales en este caso: Arabia Saudí, en términos generales, y Catar en lo que respecta al proceso en sí. Básicamente, tienen que actuar como el adulto en la habitación y decir: ‘Esto tiene que parar si queremos que nuestra relación siga adelante’», dijo Jahshan.

Las sucesivas administraciones estadounidenses han promocionado la normalización de Arabia Saudí con Israel como un importante premio de política exterior, pero los ataques liderados por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023 descarrilaron ese objetivo, y a finales del año pasado, el príncipe heredero saudí acusó a Israel de llevar a cabo un genocidio en Gaza.

Se espera que el rey Abdalá de Jordania acuda a la Casa Blanca el martes, lo que lo convertirá en el primer jefe de Estado árabe en reunirse con Trump en su segundo mandato. Gaza será el tema principal de la agenda.

«El rey también mantendrá reuniones con el secretario de Estado, Marco Rubio; el asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz; el enviado especial del presidente para Oriente Medio, Steve Witkoff; y miembros clave de los comités del Congreso», dijo la embajada de Jordania en un comunicado facilitado a MEE.

No está claro qué tipo de influencia puede tener, pero Jahshan cree que el mero hecho de venir a ver a Trump es una mala idea, a pesar de su efecto en un presidente al que le gusta tener una cola delante de su puerta.

«No sé si a estos líderes árabes les queda algo de dignidad. No sé por qué vienen a Washington. No tiene sentido», dijo Jahshan a MEE.

«No solo ha negado sus políticas, no solo ha tirado sus alianzas [fuera] tanto para Egipto como para Jordania, sino que las ha tirado a la basura».

En un comunicado, Arab Americans For Peace, anteriormente conocido como Arab Americans For Trump hasta los comentarios del presidente sobre «tomar el control de Gaza» la semana pasada, dijo que «apoya la firme postura de su majestad sobre la paz en Oriente Medio basada en la solución de dos estados, como nos prometió el presidente Trump durante su campaña».

«Elogiamos la noble y firme posición de su majestad… que debe ser satisfactoria para TODAS las partes», continuaba el comunicado. «Somos conscientes de los esfuerzos de su majestad para coordinar la posición árabe sobre la paz entre los principales líderes árabes».

Faye Nemer, que dirige la Cámara de Comercio Estadounidense de Oriente Medio y Norte de África en Dearborn, Michigan, y votó por Trump debido a su promesa de campaña de «una paz duradera» en la región, dijo a MEE que tiene esperanzas en la visita del rey Abdalá porque cree que Trump puede actuar de manera diferente.

«Esperemos que eso dé lugar a resultados significativos que mejoren la situación del pueblo palestino. Cualquier cosa que sea contraria a eso sería realmente muy perjudicial y desestabilizadora para la región», dijo, y añadió que no se arrepiente de haber votado a Trump en las elecciones de noviembre.

Trump se convirtió en el primer candidato presidencial de Estados Unidos en visitar la llamada capital árabe de Estados Unidos, a las afueras de Detroit, días antes de las elecciones de noviembre. Su promesa de poner fin a la guerra en Gaza galvanizó a la comunidad árabe-estadounidense y convirtió a Dearborn en republicana después de más de dos décadas de ser una ciudad demócrata.

«A menudo hemos enfatizado y reiterado que Palestina no está en negociación», dijo Nemer. «No vemos al presidente Trump como una persona que renegaría de un acuerdo que él ayudó a elaborar y a llevar a cabo».

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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