Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Minutos musicales: la rumba congoleña.
2. La causa de la invasión.
3. La reunión del G-20.
4. Encuesta en Alemania.
5. El resumen de Rybar.
6. Mi imagen del día: Por vuestra culpa.
7. Mi vídeo del día: luchas de clases.
8. Los comunistas en Italia.
9. Más sobre la última cumbre BRICS.
10. Debate Mearsheimer, Mercouris, Glenn Diesen.
11. La IFR.
1. Minutos musicales: la rumba congoleña
Aunque me imaginaba que los orígenes estaban en África, desconocía los detalles. En este clip de African Stream nos cuentan el origen de la rumba, y su viaje de regreso al Congo: https://twitter.com/african_
Por si tenéis curiosidad, así sonaba la rumba congoleña en los 60 y 70, cuando volvió a África: Congolese West Africa 1960s and 70s Rumba Lingala Mix
Y así suena ahora:
CONGO RUMBA 2022 | NONSTOP MIX | BEST OF RUMBA 2022
2. La causa de la invasión.
Todos los críticos al otanismo han salido en tromba para decir que Stoltenberg reconoció que Rusia ofreció un acuerdo que hubiera evitado la guerra. Los otanistas dicen que es un mensaje engañoso, porque lo que el jefe de la OTAN dijo fue que la exigencia era la retirada total de la amenaza desde países de Europa oriental, lo que para la OTAN era inaceptable. En cualquier caso, os paso uno de los artículos en los que se plantea la posición crítica con la OTAN, en el que por cierto se cita también in extenso lo de la retirada de Europa oriental.
https://www.caitlinjohnst.one/
El jefe de la OTAN admite abiertamente que Rusia invadió Ucrania por la expansión de la OTAN
Caitlin Johnstone, 9 sept 2023
Durante un discurso pronunciado el jueves ante la comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, reconoció clara y repetidamente que Putin tomó la decisión de invadir Ucrania por temor al expansionismo de la OTAN.
Sus comentarios, inicialmente señalados por el periodista Thomas Fazi, decían lo siguiente: “El trasfondo fue que el presidente Putin declaró en otoño de 2021, y de hecho envió un borrador de tratado que quería que firmara la OTAN, que prometía no más ampliaciones de la OTAN. Eso fue lo que nos envió. Y era una condición previa para no invadir Ucrania. Por supuesto que no firmamos eso. Ocurrió lo contrario. Quería que firmáramos esa promesa, de no ampliar nunca la OTAN. Quería que elimináramos nuestra infraestructura militar en todos los aliados que se han unido a la OTAN desde 1997, lo que significa que la mitad de la OTAN, toda la Europa Central y del Este, deberíamos eliminar a la OTAN de esa parte de nuestra Alianza, introduciendo algún tipo de membresía B, o de segunda clase. Rechazamos eso. Así que fue a la guerra para evitar la OTAN, más OTAN, cerca de sus fronteras.”
Stoltenberg hizo estas declaraciones como parte de un regodeo general sobre el hecho de que Putin invadió Ucrania para evitar la expansión de la OTAN y, sin embargo, la invasión ha dado lugar a que Suecia y Finlandia soliciten unirse a la alianza, diciendo que «demuestra que cuando el presidente Putin invadió un país europeo para evitar más OTAN, está consiguiendo exactamente lo contrario».
Las declaraciones de Stoltenberg probablemente habrían sido clasificadas como propaganda rusa por los «expertos en desinformación» financiados por los plutócratas y los «verificadores de hechos» imperiales si las hubiera dicho en línea alguien como usted o como yo, pero como proceden del jefe de la OTAN como parte de una arenga contra el presidente ruso se ha permitido que pasen sin objeciones.
En realidad, Stoltenberg sólo está afirmando un hecho bien establecido: contrariamente a la narrativa oficial occidental, Putin invadió Ucrania no porque sea malvado y odie la libertad, sino porque ninguna gran potencia permite jamás que se acumulen amenazas militares extranjeras en sus fronteras, incluido Estados Unidos. Por eso tantos analistas y funcionarios occidentales se pasaron años advirtiendo de que las acciones de la OTAN iban a provocar una guerra y, sin embargo, cuando estalló la guerra nos vimos azotados por un tsunami de propaganda en los medios de comunicación que repetía una y otra y otra vez que se trataba de una «invasión no provocada».
Habría sido muy, muy fácil evitar esta horrible guerra. Rampa de salida tras rampa de salida tras rampa de salida para llegar a donde estamos ahora. Se dejó pasar oportunidad tras oportunidad tras oportunidad para evitar toda esta muerte y miseria sin sentido, tanto antes de 2014 como cada año desde entonces. La estructura de poder centralizada de Estados Unidos eligió a sabiendas esta guerra, y lo hizo para promover sus propios intereses. Si la gente realmente entendiera esto, todo el imperio occidental se derrumbaría.
Es la hostia que te llamen agente del Kremlin por decir que esta guerra fue provocada por el expansionismo de la OTAN y que sirve a los intereses de EEUU, incluso cuando la OTAN dice abiertamente que esta guerra fue provocada por el expansionismo de la OTAN y los funcionarios de EEUU siguen diciendo abiertamente que esta guerra sirve a los intereses de EEUU.
La última entrada en esta última categoría se produjo en forma de un tweet el jueves por el líder de la minoría del Senado Mitch McConnell, que dice: «Estar con nuestros aliados contra la agresión rusa no es caridad. De hecho, es una inversión directa en la reposición del arsenal de Estados Unidos con armas estadounidenses construidas por trabajadores estadounidenses. Ampliar nuestra base industrial de defensa coloca a Estados Unidos en una posición más fuerte para competir con China».
Cuando los narradores oficiales autorizados reconocen estas cosas está bien, pero cuando lo hacen seres humanos normales es desinformación del Kremlin. Esto se debe a que cuando los narradores autorizados lo hacen, lo hacen para promover los intereses de información del imperio de EE.UU. – para explicar a los estadounidenses cansados de la guerra cómo esta guerra beneficia a su país, o para burlarse de la incapacidad de Putin para detener la ampliación de la OTAN – mientras que cuando la gente normal lo hace es para establecer lo que es cierto y objetivo.
Todo esto sucede mientras un estudio patrocinado por la UE con un grupo financiado por el oligarca estadounidense Pierre Omidyar está siendo difundido por medios de comunicación de masas como The Washington Post que concluyen que Twitter bajo Elon Musk no ha estado haciendo lo suficiente para censurar la «propaganda rusa» en la plataforma. Esto pondría a Musk en violación de la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea, que obliga a las plataformas a restringir este tipo de materiales.
Como ha señalado Glenn Greenwald, la Ley de Servicios Digitales define la «propaganda rusa» de forma tan amplia que incluye la «alineación ideológica con el Estado ruso» en la categoría de materiales que deben ser censurados, lo que incluye a las personas que «repiten como loros las narrativas del Kremlin a través de contenidos producidos originalmente o mediante la difusión de narrativas alineadas con el Kremlin a diferentes audiencias e idiomas».
Cualquiera que se manifieste en contra de la política exterior de Estados Unidos en relación con Rusia en Internet siempre es acusado inmediatamente de «repetir como un loro las narrativas del Kremlin» por apologistas del imperio que regurgitan sin sentido lo que les han dicho que crean medios como The Washington Post, tengan o no algo que ver con el gobierno ruso. Yo mismo no tengo ninguna afiliación ni interacción con el Estado ruso, y sin embargo recibo muchas de estas acusaciones todos los días en Internet sólo por criticar la política exterior estadounidense.
Si yo fuera el Secretario General de la OTAN regodeándome públicamente de cómo han fracasado los esfuerzos de Putin por detener la expansión de la OTAN, me parecería bien reconocer que la expansión de la OTAN provocó esta guerra tras nuestra negativa a evitar un conflicto innecesario. Pero como perjudico los intereses informativos del imperio occidental en lugar de ayudarles, eso me convierte en un propagandista ruso.
Esto no se debe a que la definición de «propaganda rusa» sea errónea, sino a que está funcionando exactamente como se pretendía. La presión para marginar y eliminar la «propaganda rusa» nunca ha tenido nada que ver con la lucha contra los materiales reales publicados por el Estado ruso (que tienen esencialmente cero existencia significativa en el mundo occidental); la presión siempre ha sido para pisotear la oposición a la política exterior de Estados Unidos.
Como muchas otras cosas en este mundo cuando se examina el comportamiento del poder, en última instancia todo se trata de control narrativo. Los poderosos entienden que quienquiera que controle la narrativa dominante sobre los acontecimientos mundiales controla en realidad el mundo, porque el verdadero poder no consiste sólo en controlar lo que ocurre, sino en controlar lo que la gente piensa sobre lo que ocurre. Ese es el verdadero pegamento que mantiene unido al imperio centralizado de EEUU, y el mundo nunca tendrá la oportunidad de conocer la paz hasta que la gente empiece a tomar conciencia de ello.
3. La reunión del G-20.
Dos son las noticias más destacadas de la reunión del G-20:
1.- El comunicado final, que ha sentado a cuerno quemado en Ucrania, porque no solo no se reconoce la «agresión» rusa sino que además se habla de la «guerra EN Ucrania», no CONTRA, como repetía siempre la propaganda occidental. Chinos, rusos y sur global obligaron a los occidentales a envainársela. https://twitter.com/djuric_
2.- El anuncio de una ruta alternativa a la BRI china. Es costumbre que a toda cumbre a la que acuda EEUU anuncie una medida parecida. Algunas hasta el momento son: B3W («Build Back Better World»), PGII (Partnership for Global Infrastructure and Investment), AAGC («Asia-Africa Growth Corridor»), Blue Dot Network, “Global Gateway” initiative, etc. Y así hasta la próxima. Ahora se llama India-Middle East-Europe Economic Corridor (IMEC) https://twitter.com/
Este es el mapa de esta posible futura ruta, en la que participarían India, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Israel y Grecia:
Fuente: https://twitter.com/clary_co/
Algunas peculiaridades en caso de que alguien realmente quiera intentarlo:
a) ¿Por qué empezar en India? ¿Qué fabrican los indios que interese al resto del mundo? Lógicamente, la respuesta es que ahora mismo nada, pero precisamente eso es lo que quieren hacer: crear industrias como hizo China. En dirección contraria, tiene algo más de sentido, porque se trataría de llevar petróleo saudí y de los emiratos a India.
b) ¿Por qué no usar el canal de Suez, que logísticamente es mucho más sensato, en lugar de ir yendo cargando y descargando para hacer parte del recorrido por ferrocarril?
c) Ese ferrocarril que utilizarían en EAU y Arabia Saudí, ha sido construido por los chinos (https://twitter.com/).
d) Tanto el puerto de Haifa (https://twitter.com/AD1968F/) como el del Pireo están controlados por empresas chinas…https://twitter.com/
4. Encuesta en Alemania.
Que yo haya visto, es la primera en la que se pregunta sobre una posible lista de Sarah Wagenknecht. Un buen pellizco, aunque habría que ver si eso tendría traslación real. Fuente: https://twitter.com/djuric_
5. El resumen de Rybar
Así presenta Rybar en su vídeo resumen lo sucedido en la guerra de Ucrania el 10 de septiembre: https://twitter.com/
6. Mi imagen del día: Por vuestra culpa
Años y años intentado regalarnos su dinero un príncipe nigeriano, y vosotros ni caso. Mirad cómo ha acabado:
43 millones de dólares en efectivo encontrados en un apartamento nigeriano.
Comentario: El pobre tío probablemente se pasó la década pasada intentando compartirlo, pero nadie respondió a su correo electrónico.
Fuente: https://twitter.com/Africa_
7. Mi vídeo del día: luchas de clases
Medidas drásticas contra la explotación infantil en Asia: https://twitter.com/
8. Los comunistas en Italia.
Una larga reflexión en MarxXXI de Fausto Sorini sobre el fracaso de los comunistas en Italia y las posibilidades de reagrupación -que el plantea bajo la forma de frente-.
Sobre la condición de los comunistas en Italia: ¿qué hacer?
Notas para un debate abierto
por Fausto Sorini
Creo que hizo bien Marco Pondrelli, director de nuestro sitio, al abrir hace algún tiempo un editorial sobre la cuestión comunista, con especial atención a Italia. Porque si es cierto -como escribía- que «hoy en la Unión Europea la fuerza de los comunistas es marginal… si nos fijamos en el caso italiano, la situación es aún peor, desoladora… De escisión en escisión, los afiliados y militantes de los numerosos partidos son cada vez menos y los grupos dirigentes son cada vez más pendencieros y alejados del mundo del trabajo», carentes de raíces auténticas en la sociedad y en los lugares de conflicto social.
En presencia de una situación que presagia importantes acontecimientos nacionales e internacionales, considero útil reanudar el debate con esta carta abierta para intentar provocar, ciertamente no solo, una discusión de manera organizada en los próximos meses; sin ninguna pretensión, pero con un método que nos permita comprender mejor la situación y actuar en consecuencia. De hecho, creo que la apertura de ese debate es el requisito previo para el cambio. El objetivo no es crear nuevos cenáculos, sino trabajar para recomponer colectivamente una relación correcta entre el conocimiento y la acción política de los comunistas.
El desafío a los muchos «comunismos» existentes en Italia es éste: un desafío a sí mismos. Y ha llegado el momento (de hecho, hace tiempo que deberíamos haberlo hecho) de que salgamos de nuestra falsa conciencia y aceptemos, sin guerras religiosas, la confrontación abierta sobre los temas que están sobre la mesa. Por eso me parece necesario llegar, en poco tiempo, a un foro de discusión entre comunistas, que sería un instrumento, aunque transitorio, con el que podríamos ver las cartas de los que lo han intentado y los límites de las experiencias realizadas.
El mencionado artículo de Pondrelli data del 21 de enero de 2022 y, salvo algunas raras intervenciones que le siguieron, todo el debate ha caído en el olvido, y ciertamente no porque la situación sobre el terreno haya mejorado. Por lo tanto, me gustaría intentar relanzar ese debate, dirigiéndome -con la debida modestia- a todos los camaradas italianos, estén donde estén, tengan o no carné del partido o de la asociación, que como yo consideran que la situación actual es totalmente insatisfactoria; que no consideran la cuestión comunista como una pieza de museo que hay que archivar o posponer a tiempos mejores; que buscan un camino -que aún no está a la vista- para intentar, al menos en parte, salir del pantano en el que todos estamos inmersos; para dar los primeros pasos, pequeños, pero serios, creíbles, no irrealizables, para iniciar un camino virtuoso.
Ese camino, en mi opinión, debe plantearse como un proceso histórico-político a largo plazo, no como un atajo que, quizá con cierta astucia, pueda encontrarse a la vuelta de la esquina: con la efímera ilusión de «meter la pelota en la red sin jugar el partido «1.
Seamos claros, para evitar malentendidos y malas interpretaciones desagradables. Tengo el máximo respeto por la mayoría de los militantes que se comprometen en sus respectivos grupos, asociaciones, redes, instancias del partido comunista, y que sacrifican tanto de su vida a esa militancia. Pero tenemos el deber de decirles, con modestia y sobre todo con argumentos convincentes, que su sacrificio corre el riesgo de ser en vano, porque se dirige contra ellos hacia una vía sin salida, al final de la cual les esperan amargas decepciones y el consiguiente retroceso. Sobre todo, debemos ser capaces de mostrarles una perspectiva y un proyecto en una dirección positiva, e incluso algunos ejemplos realizados, sin los cuales nuestras críticas sonarán molestas e incluso irritantes a sus oídos. También debemos comprender ese componente de racionalidad inherente al razonamiento de esos camaradas que dicen: «No me gusta mi organización, pero si salgo por donde salgo, ¿qué alternativas válidas hay?».
Cada una de estas formas de asociación contiene ciertamente en su seno algunos recursos, que no deben dispersarse ni olvidarse; pero por diversas razones, ninguna de ellas parece adecuada, y no siempre por las mismas razones: Se quiere por su casi inexistente arraigo social; se quiere por la profundidad político intelectual de los grupos directivos o por su escasa representatividad y/o prestigio nacional e internacional; se quiere por ser respetables nichos de reflexión cultural, pero carentes de planificación política y organizativa; se quiere por su sectarismo en la interlocución con fuerzas progresistas diferentes a ellos; se quiere por su electoralismo desaforado, por el que se sacrifica todo, hasta el alma: pero no como en el Fausto de Goethe, a cambio de una vida eterna aunque garantizada por el diablo, sino por un escaño en el Parlamento… Cada uno de nosotros, si no ha perdido el sentido de la proporción, podrá reconocerse más o menos en estas o aquellas limitaciones descritas.
En los orígenes de la crisis: algunas hipótesis
Sabemos que las razones más profundas de esta condición de los comunistas en Italia, en el país que también albergó al partido de Gramsci, Togliatti, Longo y Secchia, vienen de lejos y se refieren a los procesos degenerativos inherentes a la «mutación genética» del PCI2, a su autodisolución, en la incapacidad de los grupos dirigentes surgidos tras el fin del PCI para reconstruir una fuerza comunista, incluso pequeña en tamaño, pero sólida y expansiva, relativamente homogénea en el plano ideológico, empezando por el posicionamiento internacional y el concepto mismo de organización; una fuerza que fuera expresión de los sectores de vanguardia del mundo del trabajo, de la juventud, de los intelectuales (es decir, leninista no sólo de palabra). Esta incapacidad provenía de factores internos al contexto italiano, pero su negatividad se vio multiplicada por una crisis más general del movimiento comunista mundial, que produjo primero la crisis y luego el colapso del sistema soviético, con una influencia devastadora en las conciencias de los pueblos y de los propios partidos comunistas que estaban menos preparados para afrontar la crisis sin capitular o incluso pasarse al frente contrario, como ocurrió con la transformación del PCI en el PD.
Más de 30 años después del fin del PCI -habiendo sido algunos de nosotros protagonistas de experiencias como Interstampa en el PCI, Ernesto en Rifondazione, MarxXXI primera serie en el PDCI- podemos decir responsablemente que todos estos intentos han fracasado, han sido derrotados (no es lo mismo…): tanto por límites subjetivos internos como por una inferioridad demasiado grande en las relaciones de fuerza con quienes tomaron el campo para oponerse a ellos, desde dentro y desde fuera3.
Rifondazione, desde su nacimiento (también por sus modalidades y su plataforma) heredó todos los males del último PCI, lo que también podría ser un hecho objetivo de la situación. La cuestión es que nunca los ha discutido colectivamente; y así los males se han multiplicado, en lugar de ser analizados, abordados y conducidos, aunque sea gradual y dialécticamente, a una solución4.
Las crisis recurrentes de Rifondazione, y luego de los partidos o pequeños partidos surgidos de sus escisiones, confirman que ninguno de ellos ha superado los límites originales heredados de la crisis del PCI, pero con una representatividad infinitesimal que hoy raya en la irrelevancia.
Y si nos preguntamos cómo ha cavado el viejo topo comunista en los últimos 35 años que nos separan de la Bolognina, y cómo está cavando, en mi humilde opinión todavía no se vislumbran en el horizonte de Italia puntos de inflexión significativos, capaces de desafiar la deriva liberalista y pro-atlantista, trabajando en la construcción de un frente social y político que contemple para Italia una dirección contra-tendencial.
En el terreno de la autonomía sindical de clase -aunque hay sectores de la CGIL que se resisten a la normalización- no existe una contratendencia efectiva, capaz de afectar a las condiciones de los trabajadores (comparable, por ejemplo, al caso francés), más allá de un sindicalismo de base combativo, pero carente de consenso efectivo.
Ni siquiera en la cuestión crucial de la guerra y el desarrollo de las contradicciones epocales hay un peso práctico o teórico rastreable en las subjetividades de inspiración marxista. En este último caso, es cierto, no faltan elaboraciones y aportaciones, incluso valiosas, que van en la buena dirección, y también una amplia red de contrainformación; pero todo ello sigue sin traducirse en una influencia efectiva a nivel popular, con efectos políticos capaces de incidir en la situación de forma no marginal.
Se ha escrito, con razón en mi opinión:
«En un período tan dramático de agitación económica, sanitaria y política nacional e internacional, sería importante que los comunistas italianos volvieran a plantearse el problema concreto de cómo afrontar el panorama».
Ciertamente, quienes se consideran comunistas piensan que tienen una opinión sobre las cosas que están sucediendo… pero su pensamiento aún no se ha transformado en un proyecto político conectado con la situación. Se corre así el riesgo de permanecer atados a una concepción de nicho del compromiso político y de limitarse a expresar la necesidad de analizar los problemas sin transformar este análisis en una hipótesis de trabajo y verificarla en la realidad.
¿Pueden los comunistas en Italia hacer sólo esto, o podemos (y debemos) dar un paso adelante? Aquí es donde debe abrirse el debate.
Ciertamente, las derrotas sufridas desde los años 90 han dejado huella y muchos camaradas se muestran cautos y, con razón, evitan recurrir a formaciones partidistas virtuales que sólo pueden satisfacer los delirios de protagonismo de algunos malos maestros. Pero entonces preguntémonos: ¿cuál es el papel de los comunistas italianos hoy? ¿Están destinados únicamente a mantener viva una tradición histórica o, para que esta tradición tenga un impacto real, deben ser capaces de combinar su punto de vista con el curso de los acontecimientos?
Partamos de los hechos históricos de estas décadas, que nos dicen que el fracaso de la refundación comunista promovida por Cossutta y Bertinotti fue la confirmación de que sin un pensamiento y una estrategia científicos no se va a ninguna parte. No sólo eso, sino que este fracaso demostró que, tras la fase emocional de la Bolognina, lo que quedaba en el campo no era la tradición comunista heredada del PCI, sus raíces históricas de clase y su mejor elaboración teórica, sino una mezcla de nueva izquierda, de trotskismo y movimientismo, que flotaba mientras los resultados electorales justificaban su existencia. Sin embargo, esta responsabilidad no puede atribuirse únicamente a los comunistas del último momento, porque las dificultades eran de naturaleza objetiva en relación con la degeneración de más de una década que había sufrido el partido comunista y la crisis del movimiento comunista internacional, especialmente en Europa.
Así, tras la euforia del primer momento y el gran ondear de banderas rojas, con las contorsiones tácticas, el electoralismo desenfrenado y el transformismo de la dirección, volvimos inevitablemente a las preguntas originales. Que son entonces las que los comunistas italianos deberían haberse planteado desde el principio de la liquidación del PCI.
La cuestión, además, no era sólo italiana, como se ha dicho, sino que afectaba también a la crisis epocal del movimiento comunista internacional, que hacía la situación mucho más compleja y exigía una interpretación correcta que no podía improvisarse ni sustituirse sólo con declaraciones de fidelidad al marxismo-leninismo.
¿Por qué no se plantearon entonces las cuestiones teóricas y estratégicas?
En realidad porque no habían madurado realmente entre quienes se proponían dar continuidad al movimiento comunista en Italia, que de hecho se reducían a plantear la cuestión en términos sustancialmente nominalistas.
Fue entonces cuando la situación de los comunistas en Italia se volvió sobre sí misma y siguió produciendo sólo caricaturas de reorganizaciones del partido. […]
Si en lugar de preocuparnos por reconstituir improbables partidos comunistas aquí y ahora -quizás con la ilusión de apropiarnos astutamente de una herencia que los hechos han demostrado ahora que está perdida- hubiéramos trabajado en la dirección correcta, quizás ahora estaríamos en un punto más avanzado. Pero este trabajo no se ha hecho y su necesidad reaparece hoy por completo para quienes quieren intentar el ascenso y salir de la irrelevancia» (Roberto Gabriele junio de 2020, El papel de los comunistas italianos https://www.marx21. ).
Del análisis al «¿qué hacer?»
La cuestión principal que hay que plantearse se refiere a la relación entre una hipótesis incluso mínima (pero seria) de reorganización comunista y la situación italiana.
Reorganizar significa ante todo comprender cómo posicionarse respecto a las contradicciones sociales (y políticas) y saber cómo comprometerlas en un proyecto de transformación de la situación existente. Sin esta capacidad de análisis y de aplicación de un método de acción comunista (que no es mera propaganda, sino táctica), no se puede avanzar. Un partido de comunistas (o mejor: un partido que -más allá del nombre- desempeñe la función de vanguardia que los comunistas han desempeñado históricamente) no se reconstruye ensamblando los fragmentos de fracasos anteriores, ni se realiza en abstracto, sino comprendiendo los pasajes históricos e indicando, no a los iniciados, sino a millones de personas, un camino concreto -y no meramente identitario- a seguir. (véase el Apéndice A)
Dar por sentado que una apelación al comunismo puede suscitar un interés que vaya más allá del romanticismo ideológico de secta y del puro testimonio es ignorar el marxismo y la historia del movimiento comunista. De hecho, debe quedar claro que no se puede crear una fuerza comunista si no se asume la historia, y para nosotros esto significa comprender los efectos de la liquidación del PCI en la sociedad italiana, el peso del colapso de la URSS y cuáles son las bases objetivas que pueden dar credibilidad a una fuerza comunista hoy. No se puede ser comunista porque sí.
En términos de análisis (y en consecuencia de acción política) los problemas que se nos plantean pueden resumirse en cuatro puntos:
1 – Comprender las razones de fondo que marcaron el fracaso de las experiencias comunistas tras la disolución del PCI. Y con ellas, también qué rasgos de deterioro del último PCI (y de la «nueva izquierda») se desbordaron en los que las minaron desde el principio. Parece que este trabajo de análisis histórico-político ya se ha hecho, pero en su mayor parte no es así. «El debate sobre la razón de estos fracasos nunca se ha abierto, ya que nos hemos limitado a intercambios de invectivas y diatribas que, sin embargo, no han desenredado los nudos».
Es un hecho que la mayoría de los rasgos negativos que habían marcado la mutación del transbordador del PCI en el PRC, y las fuerzas que se le oponen son o bien de matriz trotskista, y serán «protegidas» por Bertinotti, o bien de matriz leninista y tercerinternacionalista, procedentes de la experiencia de la Interstampa y luego reunidas en parte en torno a la revista l’Ernesto y Essere Comunisti, a las que se oponen duramente -aunque de forma diferente- todos los dirigentes de los demás componentes (Garavini, Magri, Cossutta, Bertinotti). Lo que, por supuesto, no significa que estas fuerzas hubieran obtenido mejores resultados que otras cuando se las puso a prueba con los hechos. Pero es un hecho que nunca consiguieron ganar posiciones de liderazgo político efectivo: ni en Rifondazione, ni en otras experiencias de partido tras la escisión de Rifondazione. Y cuando más cerca estuvieron de hacerlo, fueron duramente decapitados y neutralizados con métodos no siempre políticos.5
Más allá, sin embargo, de cómo se haya articulado el debate en estas tres décadas que nos separan de la liquidación del PCI, en mi opinión la base de la recuperación reside en la capacidad de entender en qué momento y sobre qué se interrumpió la relación entre los comunistas y las clases sociales de referencia, cómo se estableció esa relación y dentro de qué perspectiva histórica. Un comunismo de tipo maximalista y de boquilla, como el que se ha intentado hasta ahora, repite en cambio la historia que conocemos y que ha conducido a los conocidos fracasos. Aunque la historia se repita hoy como una farsa, tenemos que asumirlos, lo que también nos permite asumir todo el maximalismo posterior a los años sesenta.
2 – Analizar y censar (también territorialmente), con espíritu científico y no propagandístico, sin subjetivismos sectarios, cuál es la realidad de los comunistas, organizados y no, presentes hoy en Italia, y cuáles son sus orientaciones y posiciones. Intentar comprender qué tipo de militantes son, su edad, su cultura política, el tipo de arraigo social y popular que expresan (o no) en sus respectivas realidades.
Este trabajo no debe hacerse mirando hacia atrás, dominado por la nostalgia de los buenos viejos tiempos para los comunistas en Italia. No lo hago por una cuestión de edad, sino de cultura política y de capacidad de comprensión de las novedades del mundo actual, que obligan a elaborar una visión del proceso histórico-político de avance hacia el socialismo en el siglo XXI (en primer lugar en el mundo; y en consecuencia en Italia) en términos muy distintos a los del siglo pasado. De ahí que cualquier «nostalgia del futuro», para ser productiva, deba situarse dentro de una visión racional y objetiva del mundo actual, huyendo de un romanticismo revolucionario autorreferencial, subjetivista, meramente ritual o simbólico6.
No lo hago sólo una cuestión de corrección en la orientación política (aunque esencial), sino de algo preliminar; que pertenece a la seriedad, la honestidad política e intelectual, la modestia, el realismo mezclado con coraje y audacia, una verdadera disposición a confrontar a los que piensan diferente, la ausencia de narcisismo, autorreferencialidad o ambiciones personales y de papel por sí mismas7.
Un conjunto de características que, cuando son reconocidas por las personas a las que uno se dirige, son el requisito previo para, al menos, ser escuchado8.
Independientemente de cómo puedan establecerse de forma concreta y útil las relaciones entre comunistas en Italia en una fase temprana, el punto de partida del trabajo colectivo sólo puede ser la formación de grupos comunistas que sepan debatir, actuar políticamente y relacionarse entre sí. Imaginemos varias experiencias como el Ordine Nuovo que se pongan en marcha al mismo tiempo y, con las debidas diferencias de época y nivel histórico, sepan demostrar que son verdaderas vanguardias en las situaciones y portadoras de una cultura interpretativa de la realidad nacional e internacional adecuada a la nueva fase. Sólo así podrán mínimamente empezar a ser un punto de referencia para el legado histórico del movimiento comunista. Hasta ahora, sólo hemos tenido aventuras corsarias basadas sobre todo en el protagonismo individual, el maximalismo o el mero cálculo electoral. Debemos cambiar el método para construir una organización que sea realmente un actor importante en la transformación de Italia desde sus raíces; esto debe entenderse como un proceso político histórico a medio y largo plazo.
3 – Identificar un camino (que no sea el de la multiplicación de pequeños partidos autorreferenciales e irrelevantes) que -sobre la base de una plataforma relativamente homogénea sobre los fundamentos y un análisis no propagandístico de Italia y el mundo de hoy (véase el Apéndice B)- pueda facilitar un proceso de agregación no ecléctico y de corta duración. Y puede, por tanto, crear las condiciones para la formación de un núcleo dirigente reconocido como tal no sólo por los adeptos de su propio clan: algo que se parezca, teniendo en cuenta la diversidad de situaciones, a lo que fue la Ordine Nuovo (que nació pocos años antes de 1921) en el proceso de formación del PCd’I. Y en el que fueron los mejores cuadros obreros de las fábricas de Turín los que reconocieron a la Ordine Nuovo como punto de referencia y la legitimaron como tal.
Un proyecto así, en mi opinión, no puede ser un proceso constituyente del partido a corto plazo (hoy no veo las condiciones), sino algo previo: más profundo, más sólido y por ello también más largo. Un proceso que no se desarrolle como un experimento in vitro, desvinculado de los procesos reales de la Italia de hoy, sino que esté inmerso en ellos, que forme parte de ellos, sin cerrazones sectarias en la relación con lo progresista o potencialmente progresista de la sociedad italiana y que busque influir positivamente en estos procesos. Es decir, un proceso que no exista sólo en nuestra imaginación.
«No hemos tenido», escribe Luca Cangemi, «lo que podríamos haber pedido a este centenario, es decir, la oportunidad de un salto cualitativo en la reubicación de la historia de los comunistas en Italia, una nueva atención a los instrumentos teórico-políticos del movimiento comunista con referencia a la sociedad actual y, más en general, un debate que forzara, al menos un poco, los estrechísimos límites en los que se ven obligados los comunistas en este país. Precisamente elementos contracorriente que, sin esperar acontecimientos salvíficos, abrirían atisbos de una situación sombría.
«Debemos (re)intentar», concluye Cangemi, «debemos sobre todo, en mi opinión, instituir un trabajo que permita a las fuerzas intelectuales disponibles y en particular a las jóvenes que – diría incluso sorprendentemente dada la situación – existen, llevar a cabo un trabajo de estudio en profundidad y también una batalla cultural en lugares formales e informales, sociales y culturales. Un trabajo articulado y abierto pero no ecléctico, un trabajo «general» pero no ajeno a los puntos candentes de la lucha política y social.
Una obra así debería plantearse también el problema de una presencia en la red y en las herramientas de información disponibles. Las revistas activas, empezando por Marx21, pueden ser instrumentos a partir de los cuales iniciar este trabajo, sin el cual toda forma de relación/reubicación política racional (utilizo deliberadamente este término mínimo) es imposible; la fragmentación y la marginalidad no pueden superarse voluntariamente, es más, todo intento irreflexivo corre el riesgo de provocar nuevas laceraciones» (https://www.marx21.it/).
En palabras diferentes pero análogas, Aginform escribe: «una organización política no puede reconstruirse sin que exprese orgánicamente las necesidades de las clases sociales de referencia. En las últimas décadas, en cambio, hemos permanecido en el terreno de una clase política mestiza que expresaba, y sigue expresando, de manera minoritaria, su vaga radicalización. Hoy, los acontecimientos históricos han cambiado, pero la cuestión a la orden del día sigue siendo: … ¿construir un nicho ideológico y seguir jugando con el romanticismo ‘revolucionario’, o decidirse a dar vida a una nueva organización política que aglutine (en un Frente – Ed.) las fuerzas del campo y sea expresión de ellas en la lucha cotidiana por la transformación de las relaciones sociales?».
También «para reorganizar una fuerza comunista, hay que prescindir del método identitario con el que nos hemos movido hasta ahora. Los grupos que se autoproclaman partidos (o anticipaciones de ellos – Ed.), sin una historia que legitime su papel y desvinculados de un trasfondo social, se convierten sólo en nichos… [que] no ayudan a la recuperación que esperamos. Por el contrario, para que esta recuperación madure, necesitamos un ámbito, no formal sino sustancial, de transición organizada donde puedan encontrarse todos aquellos comunistas que quieran confrontarse y trabajar de forma no propagandística por un proyecto común y tengan la humildad de confrontarse e ir a la verificación de hipótesis.
Esto configura la búsqueda y construcción de un lugar asociativo organizado, a nivel nacional y en los territorios, en el que camaradas con diferentes posiciones partidarias o sin afiliación partidaria o política específica -pero con una fuerte afinidad política e ideológica, posicionamiento internacional y una concepción seria y rigurosa de la organización- puedan comenzar a discutir y trabajar juntos; sin que esto implique para ellos el abandono de sus actuales posiciones organizativas.
Esto es algo muy distinto (opuesto) a una indistinta, amorfa y ecléctica «unidad de los comunistas». Ciertamente, no pueden coexistir en la misma organización (como era el caso en Rifondazione) cuadros que consideran a China y a la Rusia de Putin como los ejes de la lucha antiimperialista y otros que los consideran «nuevas e inéditas formas de imperialismo o de nacionalismo reaccionario y agresivo», como a veces oímos decir a ciertos «izquierdistas».
4 – Construir la relación entre los comunistas y la sociedad italiana en los puntos álgidos y concretos de las contradicciones políticas y de clase.
Centralizar y actualizar el camino histórico de la transformación de Italia sobre el eje resistencia-república-
Por puntos álgidos no me refiero a la lista de gastos rituales del maximalismo palabrero, pre-leninista y decimonónico, carente de credibilidad a nivel popular, sino a los contenidos de un giro desde el actual sistema liberalista y de plena subalternidad al marco euro-atlántico y a los EEUU; de realizar los puntos más avanzados e históricamente actuales del programa constitucional. Desde el artículo 11 sobre la guerra, pasando por los derechos de los trabajadores y los ciudadanos, hasta la dirección pública y social de la economía. (Ver Apéndice C)
Los comunistas italianos deben afirmar la reanudación de este camino en sintonía con lo mejor de su historia. No debemos tirar el grano con la paja. En todo caso, es precisamente de esta última, que se ha acumulado en las últimas décadas en el estanque de la izquierda, de la que debemos deshacernos. Es decir, se trata de recuperar y actualizar lo mejor de una experiencia histórica, para retomar la marcha.
En estas indicaciones se injerta mi propuesta y la de otros de crear un Foro de Comunistas Italianos para trabajar junto a todos los camaradas que quieran confrontarse, más allá de vallas reales o ficticias. Pero volveremos pronto sobre ello con encuentros y confrontaciones en los territorios. El objetivo de mi contribución es empezar a plantear el problema y discutirlo.
Partir de una discusión colectiva de carácter histórico y teórico no significa ciertamente encerrarse en una camarilla cultural, por muy de alto nivel que sea.
Lo que les falta hoy a los comunistas en Italia es un enraizamiento no marginal en el conflicto social. El conflicto en sí es muy débil, a pesar de la gravedad de la condición social de millones de trabajadores, jóvenes, parados, pensionistas, mujeres. Bastaría una simple comparación con el nivel de conflictividad social de la vecina Francia.
En Italia partimos de un nivel mucho más atrasado (no entraré aquí en las razones de esta disparidad, pero habrá que hacerlo). Ya sería mucho si fuéramos capaces -haciendo algunas experiencias piloto (experimentaciones) en una fábrica, en una escuela, en una empresa del sector terciario, que es importante y simbólico para el sector en su conjunto- de señalar algunos ejemplos paradigmáticos. En cierto modo, pienso en la experiencia de la GKN (que volvió a fundirse inmediatamente), o en la del puerto de Génova, donde un grupo de estibadores politizados promovió una manifestación contra el envío de armas italianas a Yemen, uniendo las cuestiones sociales, el mundo del trabajo y la lucha contra la guerra, no sólo de palabra. Un ejemplo concreto vale más que mil discursos. Y estas experiencias, aunque limitadas, dicen que es posible.
Esta experimentación también puede vincularse a otras partes del mundo político; alcanzar objetivos intermedios puede y debe hacerse construyendo alianzas que tengan como objetivo táctico recuperar espacios democráticos. La fase que estamos atravesando no puede ciertamente ver a los comunistas participando en el gobierno del país.
En los últimos dos años, a partir del 24 de febrero de 2022, se han producido acontecimientos perturbadores que están cambiando el orden mundial. Ha surgido una guerra que va mucho más allá del asunto ucraniano; implica el enfrentamiento planetario entre los defensores de un sistema multipolar que tenga en cuenta cómo ha cambiado el mundo en el último medio siglo, y los que están en el lado equivocado de la historia y querrían perpetuar una dominación imperialista unipolar, centrada en EEUU y la OTAN. Este enfrentamiento no terminará con el alto el fuego del conflicto en Ucrania; continuará en formas que no pueden preverse hoy a lo largo del siglo XXI y más allá. Y esto afectará fuertemente a la evolución económica y política de todos los países del mundo, incluido el nuestro, y a las formas en que se desarrollarán las subjetividades políticas en cada país; incluido el futuro de los comunistas y de las fuerzas de izquierda de inspiración marxista que luchan por el socialismo.
¿Un frente?
«En otras ocasiones», escribe Luca Cangemi, «he hablado de la construcción de «Frentes» como rasgo caracterizador de la acción de muchos Partidos Comunistas en situaciones también muy diferentes entre sí y de los resultados alcanzados; no repetiré aquí el discurso, subrayo que se trata de una discusión cada vez más urgente «10.
Yo también creo que la prioridad en el actual contexto italiano, incluso para los comunistas (en un momento en el que están trabajando en su propia redefinición y reorganización) es la construcción de un frente político y social, sobre un programa mínimo compartido, anclado sobre todo en la aplicación rigurosa del artículo 11, dentro del cual operen también con convicción los comunistas, asociados entre ellos de forma no partidista, pero no por ello desorganizados e ineficaces (y esto a pesar de sus diferentes posiciones actuales).
¿Es esto sólo deseable y necesario o es también posible?
Sería posible si las fuerzas dentro y fuera del Parlamento, y más en general todas las fuerzas que hoy expresan su oposición a la implicación de Italia en la guerra de la OTAN contra Rusia (y China), promovieran -cada una con su propia identidad y sin fusionismos irrealistas- la formación de los embriones de un Frente, sobre un programa mínimo compartido (paz, democracia, Estado del bienestar, antiliberalismo) capaz, tanto en el Parlamento como en el país, de ampliarse a las más amplias adhesiones y convergencias tácticas. Involucrando al mundo del trabajo, a los jóvenes, a los mejores exponentes del mundo de la cultura, del arte, del deporte (con un enfoque popular, no elitista), del sindicalismo y de todos los centros de agregación que se reconocen diversamente en los puntos más avanzados de la Constitución.
El drama de Italia, en el plano político, es que carece de una propuesta política al país -suficientemente fuerte y creíble, no meramente testimonial- capaz de promover una iniciativa política capaz de incidir en las relaciones reales de poder y obtener resultados, aunque sean parciales; de apalancar, con gran ductilidad táctica, las contradicciones del campo contrario; de desterrar todo sectarismo autorreferencial o meramente ritual. Un Frente que empiece a transformar el malestar social generalizado en el país en una propuesta política, con respaldo en las instituciones y en el Parlamento; que lo convierta en una tribuna que hable al país y organice su voluntad de cambio, con una articulación organizada y capilar también en los territorios.
Un Frente que se construya sobre un programa que no sea bolchevique (hoy ciertamente superado) ni meramente propagandístico, sino sobre una línea que se inspire en los componentes programáticos más avanzados de la Constitución. Es decir, un programa a la vez avanzado, pero de inspiración nacional, que hable al conjunto del país y que sea capaz de operar también sobre las contradicciones internas del centro-derecha y del centro-izquierda, pero con plena autonomía estratégica y sin confusiones de ningún tipo (como: ala izquierda del centro-izquierda… ¡NO gracias!).
Un Frente abierto a los componentes más avanzados del movimiento obrero y estudiantil, del movimiento sindical (también presente en el seno de la CGIL) y a las reivindicaciones representadas por quienes se oponen a la guerra y al arrastre de Italia hacia el extremismo atlántico.
Un Frente abierto en el plano político a la convergencia con todos los componentes de la izquierda marxista y/o antiimperialista, no integrado en compatibilidades euroatlánticas y liberalistas.
Un Frente político con tales características y un liderazgo unificado y prestigioso podría contar ya con un consenso potencial generalizado en el país.
Pienso en el componente vinculado a Di Battista, que no sólo no ha desaparecido sino que continúa un trabajo de orientación positiva con proyección también en los medios y cierta popularidad, pero sin un arraigo organizado en los territorios.
Pienso en los compañeros que pertenecen a Antidiplomatico y cuyo principal referente es el senador Vito Petrocelli: ex presidente de la Comisión de Exteriores del Senado, hoy presidente del Instituto Italia-BRICS, con importantes conexiones y formas de estrecha colaboración con esos BRICS que hoy, tras la cumbre de Sudáfrica de finales de agosto, han adquirido una representatividad mundial superior al G7.
Pienso en los componentes más avanzados y no rusófobos del movimiento antibelicista (los que rechazan el ni-ni) y en algunas agregaciones de izquierda de inspiración marxista, no subordinadas al centroizquierda y a la lógica del PD del campo amplio11.
No quiero eludir aquí la cuestión de las relaciones que un frente político como el que estoy comentando podría y debería tener con el Movimiento 5 Estrellas, hoy partido de Conte.
El M5S, nacido con confusas pero en algunos casos radicales y disruptivas demandas de cambio (o al menos así lo perciben sus simpatizantes) ha ido cambiando su naturaleza y orientación, para bien o para mal. Ha perdido, en la derecha, el ala más abiertamente oportunista, arribista y finalmente proatlántica que encabezaba el difunto Di Maio (desaparecido). En la izquierda, ha perdido (o más bien expulsado) a su componente más radical.
Tras una fase de ambigüedad en ambas direcciones, me parece que Conte optó finalmente por el eje con Fico y luego con el PD de Schlein y los Verdes europeos. Esto también explica mejor por qué no quería que volviera Di Battista, ni el referéndum sobre las armas a Ucrania.
Ciertamente quedan en el 5 Estrellas zonas y votantes más a la izquierda, pero para una fase no corta el juego estratégico me parece cerrado. El eje Fico-Conte (que hoy me parece bastante sólido) nació con la ambición en perspectiva de formar una alianza de gobierno con el PD.
Si esta es la táctica electoral (competitiva contra el centrismo del PD), la estrategia pretende llevar la disidencia dentro de los límites de la compatibilidad. Lo que significa, en última instancia, no romper con los dos grandes discriminadores sistémicos: el europeísmo en salsa de la UE y el atlantismo. La historia de Conte y el nacimiento de Conte 2 son prueba de ello; el hecho de que las figuras más críticas con la UE y la OTAN hayan sido marginadas o expulsadas es una señal de que en el futuro este partido será más homogéneo y dejará menos espacio a la disidencia. ¿Por qué Conte se pone al frente de esta operación? Porque él y sus asesores, empezando por D’Alema, saben que el margen de maniobra hoy es limitado, ya no estamos en la Primera República. Su proyecto consiste en incidir en la tolerancia mínima que nuestros amos aún están dispuestos a conceder. El voto favorable a la moción europea sobre el Holodomor no es un accidente del camino o un acontecimiento menor, sino una señal precisa de fiabilidad que se envía a los que mandan. Lo mismo ocurre con la adhesión a los Verdes europeos y el papel de Pecoraro Scanio como asesor de Conte en las relaciones con ellos, que representan el componente más atlantista del Parlamento Europeo.
Todo esto no excluye una interlocución constructiva con el M5S, sobre todo con sus componentes más avanzados, y convergencias tácticas con el propio Conte, sobre cuestiones individuales, como fue el caso del NO a nuevos envíos de armas a Ucrania.
Los comunistas de convicciones leninistas y no maximalistas deberían estar familiarizados con la regla de oro y flexible del análisis concreto de la situación (siempre cambiante) y las diferencias entre estrategia y táctica12.
No puedo decir si existen hoy las condiciones subjetivas para la formación de este Frente. Ciertamente las condiciones objetivas existen y hay un gran consenso potencial entre una parte importante de nuestro pueblo, incluida una parte de los desencantados que hoy se han refugiado en el abstencionismo. Creo que todavía merece la pena debatirlo. Y también creo poder decir que algunas personalidades políticas progresistas que todavía hoy gozan de un importante seguimiento y respeto en el país tienen una gran responsabilidad.
Ciertamente no estoy pensando en la enésima operación puramente electoral sin futuro, sino en una convergencia (ciertamente, también electoral) de varias fuerzas en un Frente que ciertamente podría ocupar un espacio significativo, en todo caso al abrigo de las vallas electorales y con un fuerte potencial expansivo, en una Italia en la que uno de cada dos italianos ya no va a votar. Y también podría representar en el Parlamento la única orilla política que podrían utilizar a nivel institucional los mejores componentes del movimiento sindical, las organizaciones juveniles progresistas, los componentes más avanzados del mundo católico comprometido contra la guerra. Por tanto un Frente conectado con el conflicto social, estructurado sobre los territorios y libre de lógicas meramente electoralistas. Un Frente dentro del cual una presencia comunista, aunque pequeña, pero creíble y madura (todo por reconstruir) pueda desempeñar una función unitaria, constructiva, realista, en sintonía con el país real. Y que, al mismo tiempo, sepa mantener viva entre la mayoría de la gente, en la sociedad italiana, en los conflictos sociales y en las instituciones, una visión global y no propagandista de la perspectiva histórica del socialismo, dentro de un mundo multipolar que contrapone toda lógica imperialista y bélica. Todo ello, partiendo de los valores y de las indicaciones programáticas más destacadas de la Constitución de 1948, que -precisamente por ser inaplicada y traicionada- sigue siendo hasta hoy la bandera más unitaria y más avanzada sobre la que construir el futuro.
La cuestión comunista y la cuestión del Frente, aun teniendo sus respectivas diversidades y peculiaridades, deben entenderse, por tanto, como partes constituyentes de un proceso único y unificado13.
Notas:
1 Una parte significativa de las citas que recojo en el texto, notas y apéndices está tomada del libro de Roberto Gabriele y Paolo Pioppi, Dopo il PCI – questioni storiche e di prospettiva, quaderni di Aginform, noviembre de 2022, cuya lectura recomiendo vivamente.
(306 páginas 10,00 euros ISBN 9791221454819 puede encargarse escribiendo a pasti@mclink> o en los canales comerciales de las librerías. El enlace al canal de venta de la editorial Youcanprint es el siguiente
Personalmente lo considero, en un conjunto de temas relevantes, el punto más avanzado de elaboración teórica, histórica y política en el debate entre comunistas en la Italia de hoy.
Los autores vienen de la experiencia de estar enraizados en la realidad de clase del área metropolitana de Roma de la Organización Proletaria Romana, cuya historia y diversidad desde la lógica sesentayochista es el tema del libro La zattera e la corrente (disponible al precio de 12,00 euros en el enlace:
https://www.youcanprint.it/la-).
De la OPR surgió el impulso para construir las primeras Representaciones de Base en el lugar de trabajo,
incluida la primera reconocida como la más representativa en el sector paraestatal. En el plano político y en sus relaciones con el movimiento comunista internacional, la organización se expresó con el Movimiento por la Paz y el Socialismo, presidido por el general Nino Pasti y, tras su muerte, con la Fundación Pasti, presidida por el almirante Falco Accame. Antes de crear la OPR, Roberto Gabriele había sido dirigente de la FGCI como miembro de la Ejecutiva Nacional y jefe de la Oficina Internacional en el periodo 1960-1961.
2 Para un estudio más profundo, véase al respecto: Fausto Sorini-Salvatore Tiné, enero de 2017, Alle origini della Bolognina e della “mutazione genetica” del Pci. Un contributo per tenere aperta la riflessione storica.
Y el libro Ricostruire il partito comunista (pp. 256-269) https://luccasapiens.goodbook.
3 «Una refundación inexistente y un identitarismo facilón, atravesados por intentos piráticos de revivir un sujeto político desaparecido, condenaron al área comunista, tanto a la histórica como a la de nueva generación, a la guetización durante décadas. Para poner fin a este estado de cosas, es necesario reconducir el razonamiento (y la autocrítica) a lo que son los pilares de una discusión posible que parece más necesaria que nunca.
Como premisa, hay que decir, y recordar a quienes lo han intentado, que la construcción de un partido, y en particular de un partido de comunistas, necesita identificar y desempeñar un papel histórico en el que basar su acción. Parece una consideración obvia pero, a la vista de los resultados, no parece formar parte del ADN de al menos una generación de refundadores del comunismo italiano. De hecho, el papel histórico de un partido no se basa sólo en principios generales, sino también y sobre todo en la capacidad de hacer frente a la situación en la que opera concretamente. La primera pregunta que hay que plantearse, por tanto, es la siguiente: si los comunistas italianos quieren salir del gueto en el que se metieron tras la experiencia Cossutta-Bertinotti, ¿cómo deben «refundarse»?
Para empezar, deberíamos evitar utilizar la palabra «refundación», que en relación con los fines para los que se propuso en su momento tiene un significado nada claro, en cuya base había precisamente una idea distinta de la necesidad de hacer una evaluación seria del desarrollo y las contradicciones del movimiento comunista, en ausencia de la cual se propuso una hipótesis de postura que carecía de bases científicas y dialécticas […].
Tratemos aquí, en cambio, de abordar el nudo de la función concreta e histórica de la que depende la recuperación de los comunistas en Italia. Porque la cuestión es precisamente ésta, demostrar que los comunistas sirven para desatar los nudos de los conflictos y contradicciones que surgen en un país como el nuestro. En cambio, lo que ha sucedido hasta ahora es que el área comunista ha permanecido al margen del sistema político y no ha sabido darse una perspectiva relacionada con el desarrollo de la situación.
Si tratamos de analizar los puntos en los que los comunistas deben demostrar que tienen peso y que desempeñan un papel eficaz, resulta que en Italia se plantean concretamente tres órdenes de problemas en la actualidad
– la capacidad de dirigir la lucha contra las fuerzas liberalistas y autoritarias representadas por el gobierno Meloni;
– la reorganización del movimiento obrero sobre una base de clase
– y, finalmente, la capacidad de interpretar correctamente la nueva situación internacional y sacar a Italia de la guerra.
Pero estas cosas no deben decirse sólo en los comunicados, hay que crear los instrumentos para realizarlas.
Reorganización y capacidad operativa no son, por tanto, factores separados por una especie de muralla china: a un lado el partido de los principios y al otro lo que podríamos llamar la situación real y los niveles de contradicciones a los que hay que hacer frente. Esta es la idea que debe penetrar en la conciencia de quienes pretenden relacionarse con la realidad con una postura comunista. Pretender actuar como comunistas sin desenredar los nudos políticos es pura ilusión, una mezcla de oportunismo y pereza intelectual que convierte en caricaturesca la forma actual de expresarse, una forma no política, sino retórica e ideológica de tranquilizar la conciencia y permanecer en el polo de la historia. Por eso, el verdadero problema para el renacimiento de una presencia comunista no estriba sólo en remitirse a la cultura y a la historia de los comunistas, sino también en definir un papel preciso en el contexto de la realidad italiana. Por eso la definición de un eje estratégico de los comunistas italianos depende de cómo serán capaces de cambiar realmente las cosas, no con palabras sino con movimientos reales. Sólo así se podrá llevar a cabo una recuperación. Reducirse a un nicho intelectual u organizativo sólo demuestra que no se ha entendido la lección.
Se dirá que las condiciones objetivas no permiten el rápido desarrollo de un movimiento dirigido por comunistas, que salieron con los huesos rotos de la liquidación del PCI y del hundimiento de la URSS, pero han pasado tres décadas desde aquellos trágicos acontecimientos y la situación se ha vuelto a poner en marcha, y desde hace tiempo».
(Roberto Gabriele, Comunisti alla prova , mayo de 2023 https://www.marx21.it/ ).
4 «Un metro de hielo no se forma en una noche helada. La Bolognina fue sin duda una elección dramática y al mismo tiempo la culminación de un proceso largo y complejo. En este sentido, el análisis de las causas de la mutación genética no puede separarse de una reconstrucción crítica de toda la historia del PCI en la Italia republicana, a partir del acontecimiento de su constitución
como «nuevo partido» ya durante la Resistencia hasta su transformación durante los años 50 y 60 en un gran partido obrero y popular de masas, tanto clasista como nacional.
Diferentes interpretaciones. Hay muchas y diferentes interpretaciones, énfasis y escuelas de pensamiento que se enfrentan a esta cuestión. Hay quienes hacen hincapié en la marginación de Secchia y de la vieja guardia partidista en vísperas de 1956, la más estrechamente vinculada a una concepción leninista y revolucionaria del partido, y en la pérdida de al menos su papel como contrapeso a las tendencias más abiertamente reformistas.
Hay quienes, por el contrario, defienden toda la gestión de Togliatti en su conjunto y destacan, en cambio, el papel no siempre positivo desempeñado por una nueva palanca de cuadros que pasó a primer plano tras la muerte de Togliatti.
Hay quienes destacan la política de la nueva generación de cuadros promovida a puestos de dirección en los años 70 y que se impuso tras la muerte de Berlinguer; quienes destacan la desideologización del partido y del proceso de formación de cuadros (el llamado laicismo); los que señalan el distanciamiento y luego la ruptura con el movimiento comunista internacional; los que señalan la creciente integración en la izquierda socialdemócrata europea; los que señalan la izquierda socialdemócrata europea; los que el cambio en la composición de clase de los órganos y aparatos dirigentes. Y señala, por ejemplo, que ya en 1980 los cuadros de origen proletario, obreros y trabajadores agrícolas, que representaban el 45,6% de la militancia, sólo eran el 17,5% de los miembros de los comités regionales, y aún menos si se considera el Comité Central y los grupos parlamentarios. Mientras que la pequeña y mediana burguesía, los artesanos, los pequeños empresarios, los intelectuales de origen no proletario, autónomos, comerciantes, cultivadores directos y aparceros, que representan el 24,9% de la militancia del partido, son el 78,7% en los comités regionales.
Desideologización y desproletarización. No hay duda, en nuestra opinión, de que la combinación desideologización/
A ello se une la progresiva desaparición de las células de centro de trabajo, la primacía de las secciones territoriales y la dimensión electoral, propagandística e institucional de la política;
la ausencia de formación político-ideológica de los cuadros y de las nuevas generaciones.
La influencia del contexto internacional. Existen también otros factores objetivos en el marco internacional que contribuyen en mayor o menor medida a favorecer a los promotores de la mutación, como el estancamiento en la Unión Soviética, los indudables elementos de crisis que se manifiestan en la experiencia del socialismo real en Europa; la contraofensiva político-ideológica que después del 75 lleva a cabo Estados Unidos -tras la derrota en Vietnam- la administración Carter. Pero éstas por sí solas no pueden explicar la mutación, dado que en la mayoría de los partidos comunistas del mundo (de Cuba a Vietnam, de China a India, de Portugal a Sudáfrica…) sí producen un impulso de discusión y renovación, pero sobre bases leninistas y revolucionarias, no liquidacionistas» (Fausto Sorini-Salvatore Tinè, op. cit.).
5 Es una historia aún por escribir. Tarde o temprano saldrá a la luz la inquietante pero sencilla verdad, pero hace falta valor para hablar de ella, en el momento oportuno. No sólo teníamos amigos. Y algunos amigos importantes (de hecho, decisivos) se retiraron en el momento de la verdad, después de haber apoyado y alentado el proyecto durante años.
La verdad es revolucionaria, dijo alguien que sabía de revoluciones. Pero no siempre es revolucionario decir toda la verdad en el momento actual.
6 A este respecto, he encontrado algunas consideraciones muy interesantes de Paolo Spena (https://www.marx21.it/) sobre la cuestión comunista en su dimensión generacional (mientras profundas diferencias nos dividen en el análisis internacional). El autor critica la concepción del «partido del consenso, de un partido ‘light’, tan monolítico en las palabras como fluido y ecléctico en los hechos, construido en torno a la comunicación mediática de la figura única del secretario, sobre la base de la apelación identitaria o de nuevas estrategias de comunicación orientadas a la búsqueda del consenso… Esta concepción [expresa] los límites históricos que caracterizaron el proceso de la Refundación Comunista y de los demás partidos que siguieron a la disolución del PCI. Esas operaciones políticas surgieron, ante todo, de la conciencia de que existía un «pueblo comunista», por utilizar una expresión tan querida por Armando Cossutta, formado por aquellos que se identificaban con el PCI, que no habían aceptado su disolución y necesitaban un partido en el que pudieran reconocerse. Se trataba de administrar ese espacio de consenso, de «reconquistarlo» y darle referencias electorales, capitalizando su peso con grupos parlamentarios, ministros, consejeros regionales, concejales. Tanto el PRC como el PdCI lo fueron, pero nunca fueron partidos de clase en sentido propio, es decir, partidos que organizaran a los trabajadores y sus vanguardias como tales. Pensaron que podían reconstruir una fuerza comunista a partir de una afirmación de voluntad, de una autoproclamada identidad ajena a los procesos reales que actuaban en el terreno de la lucha de clases, sin plantearse el problema de construir realmente el partido entre los trabajadores. Esta concepción, ya errónea décadas atrás, se ha arrastrado hasta nuestros días.
La juventud no se adhirió ni podía adherirse a esta visión de la construcción del partido, debido a una toma de conciencia dictada por factores muy concretos, centrales en la experiencia de estos años. Entre la juventud simplemente nunca existió un «pueblo comunista» que reconquistar, no había comunistas «desilusionados», o retirados a la vida privada, a los que pudiéramos infundir nueva confianza. No teníamos el fondo del barril del viejo PCI para rascar, sólo podíamos recurrir a nuevas fuerzas. Por esta razón, enraizar la organización en la lucha, transformar en comunistas a una parte de los elementos más avanzados surgidos de las luchas de los sectores juveniles y estudiantiles, no fue una opción o una feliz intuición de la que pudiéramos atribuirnos el mérito, sino una elección forzosa… impuesta por las condiciones objetivas. Fue este elemento claramente generacional y sus implicaciones concretas lo que primero hizo madurar esta conciencia entre los jóvenes camaradas, y no ninguna habilidad particular nuestra».
7 «¿Puede haber política, es decir, historia en acción, sin ambición? «Ambición» ha adquirido un significado disuasorio y despreciable por dos razones principales:
porque la (gran) ambición se ha confundido con las pequeñas ambiciones;
porque la ambición ha conducido con demasiada frecuencia al más bajo oportunismo, a la traición de los viejos principios y formaciones sociales que habían dado a los ambiciosos las condiciones para pasar a un servicio más lucrativo y más rápido.
Al final, este segundo motivo también puede reducirse al primero: son ambiciones pequeñas, porque tienen prisa y no quieren tener que superar demasiadas dificultades, [o correr riesgos demasiado grandes].
Está en el carácter de todo líder ser ambicioso, es decir, aspirar con todas sus fuerzas al ejercicio del poder del Estado. Un líder sin ambición no es un líder, y es un elemento peligroso para sus seguidores: es un inepto o un cobarde…. La gran ambición, además de ser necesaria para la lucha, ni siquiera es moralmente despreciable, ni mucho menos: todo es cuestión de si el «ambicioso» asciende después de haber hecho de sí mismo un desierto, o si su ascenso está condicionado [conscientemente] por el ascenso de toda una capa social, y si el ambicioso ve su propio ascenso como un elemento del ascenso general.
Normalmente se ve la lucha de las pequeñas ambiciones (de la propia particularidad) contra la gran ambición (que es inseparable del bien colectivo). Estas observaciones sobre la ambición pueden y deben relacionarse con otras sobre la llamada demagogia. Demagogia significa varias cosas: en el peor sentido significa servirse de las masas populares, de sus pasiones sabiamente despertadas y alimentadas, para los propios fines particulares, para las propias ambiciones mezquinas (el parlamentarismo y el electoralismo ofrecen un terreno propicio para esta forma particular de demagogia, que culmina en el cesarismo y el bonapartismo con sus regímenes plebiscitarios). Pero si el líder no considera a las masas humanas como un instrumento servil, bueno para conseguir sus propios fines y luego desecharlos, sino que tiende a conseguir fines políticos orgánicos de los que esas masas son los protagonistas históricos necesarios, si el líder realiza una labor constructiva ‘constituyente’, entonces tenemos una ‘demagogia’ superior; no se puede sino ayudar a las masas a elevarse mediante la elevación de individuos y capas ‘culturales’ enteras. El «demagogo» deteriorado se plantea a sí mismo como insustituible, crea un desierto a su alrededor, aplasta y elimina sistemáticamente a los posibles competidores, quiere relacionarse directamente con las masas (plebiscito, etc., gran oratoria, gran oratoria, coreografía fantasmagórica: es lo que Michels llamaba un «líder carismático»). El líder político con gran ambición, en cambio, tiende a suscitar una capa intermedia entre él y las masas, a suscitar posibles «competidores» e iguales, a elevar el nivel de competencia de las masas, a crear elementos que puedan sustituirle en la función de líder. Piensa en función de los intereses de las masas, y éstas quieren un aparato de conquista [o dominación] que no se rompa por la muerte o desaparición del líder individual, sumiendo de nuevo a las masas en el caos y la impotencia primitiva. Si es cierto que cada partido es el partido de una sola clase, el líder debe apoyarse en esto y elaborar un estado general y toda una jerarquía; si el líder es de origen ‘carismático’, debe negar su origen y trabajar para que la función de liderazgo sea orgánica, orgánica y con las características de permanencia y continuidad» (cf. (Gramsci, Passato e presente. Gran ambición y pequeñas ambiciones, Cuaderno 6 (VIII)
§ (97).
8 Para ello, necesitamos militantes y cuadros comunistas que posean ante todo una línea política adecuada, firme y no oportunista en las cuestiones fundamentales, pero abierta al diálogo con todos, incluso con los que hoy se sienten más alejados de nosotros; por tanto, absolutamente no sectaria. Esto es lo que supieron hacer los comunistas italianos en la clandestinidad bajo el fascismo. Eran pocos, unos tres mil en 1939, pero eran respetados y estimados en sus fábricas, en los cortijos, en el barrio, entre su gente, incluso entre quienes aún no conocían sus ideas. Pocos años después, al terminar la guerra y caer el fascismo, eran dos millones; y supieron animar un gran movimiento popular unido, nacional y patriótico, primero en la Resistencia y después con la Constitución. Cambiaron Italia; y el valor de ese patrimonio histórico, político y cultural aún no se ha borrado del todo, 80 años después, a pesar de que se ha hecho todo lo posible por destruirlo.
Permítanme un testimonio personal. Hace unos años, volví a vivir a mi ciudad natal (10.000 habitantes). Los comunistas organizados y activos allí son quizás una decena. Pero ejercen allí su influencia a través de una importante presencia en la ANPI y en la ARCI local, con su club cultural, frecuentado por un buen grupo de jóvenes.
Uno de estos camaradas en particular, viejo dirigente obrero y antiguo secretario de la sección local del PCI histórico, es una de las personas más respetadas de la zona, y si se presentara en una lista cívica como candidato a la alcaldía (y todo el mundo sabe que es un comunista de la vieja guardia), creo que tendría al menos mil votos, quizá dos mil. Mientras que tendría muy pocos si se presentara hoy como líder de Rifondazione o de cualquier otro partido «comunista».
Lenin decía que para comprender mejor la realidad hay que observarla en el detalle de los microcosmos, no sólo en la gran dinámica global. Un consejo…»
9 «Tras la liquidación del PCI se produjo una especie de big bang en el pensamiento político comunista que afectó profundamente a la formulación de hipótesis sobre cómo reiniciar un camino revolucionario en las condiciones históricas cambiadas. El resultado fue un debate incapaz de determinar hipótesis alternativas, que produjo en cambio una especie de práctica política contestataria de lo existente, sin que por ello la estrategia del Partido Comunista que había entrado en crisis fuera sustituida por un nuevo eje de referencia. Una especie de destrucción de aquella razón política e histórica que había acompañado el desarrollo del PCI desde el Congreso de Lyon hasta las elaboraciones de Tollizzi… – razón que había demostrado su validez y recibido su confirmación de la historia.
Si entramos en el fondo, debemos decir que más tarde, sobre todo a partir de finales de los años sesenta, el empuje para superar el revisionismo del PCI por parte de corrientes que se consideraban revolucionarias impidió de hecho ver la ausencia de un análisis alternativo sobre el que reconstruir un camino concreto de transformación social, no basado en lo cotidiano sino en una hipótesis general del desarrollo de las contradicciones de la sociedad italiana con las que el nuevo partido habría tenido que lidiar. De hecho, se plantearon hipótesis alternativas, pero debido a su inconsistencia no sólo fueron efímeras sino que, como es fácil ver, nunca produjeron una verdadera reflexión sobre sus fracasos, ni siquiera sobre la elección de la lucha armada. Llegar al fondo de las cuestiones habría implicado también un juicio sobre la transformación que se produjo tras los grandes fracasos post-sesenta y ocho en el tejido político que hoy se define como alternativo y conflictivo.
[…] En el fondo, hay que responder a la pregunta de cómo debe desarrollarse hoy la acción política de los comunistas respecto a un proceso de transformación social, con una estrategia a largo plazo que recupere aquella visión de carácter histórico que el hundimiento del PCI había socavado.
En la política del partido comunista, «cambiar Italia» significaba proponer un tipo de sociedad que partiera del modelo constitucional en el que confluyeran instancias de paz, de un sistema económico basado en reformas estructurales, de la defensa de los derechos sociales y democráticos, para llegar a una «democracia progresista». A ese nivel se desarrolló la lucha política y social hasta la transformación genética del PCI.
Los acontecimientos de los años 70 destruyeron, por elección del PCI, esa perspectiva y la desintegración del partido abrió el camino a la consolidación del sistema liberalista y atlantista.
La cuestión en este momento es: ¿de qué modelo estratégico debemos partir de nuevo para reanudar la marcha? ¿Hay o no necesidad de un cambio de paradigma respecto a cómo han sido las cosas en las últimas décadas y qué paradigma sugiere la realidad actual?
[…] No definir los términos de las preguntas significa no tener un punto de referencia para construir una estrategia. De hecho, es inútil seguir hablando de lucha de clases, de conflicto social y de alternativa si no dejamos claro cómo puede empezar un diseño que sea capaz de comprometerse con la realidad y llevarla a un nivel de dignidad estratégica. Sobre todo, preguntémonos si la gimnasia «revolucionaria» de estas décadas ha conducido a algún resultado o seguimos machacando retórica mientras el mundo cambia y Meloni se convierte en jefe de gobierno.
[…] La maraña de problemas que se plantean a los comunistas después de los años 90 no podía haber surgido inmediatamente, no sólo en lo que respecta al marco internacional, sino también en lo que se refiere a Italia en particular, donde la agitación política y las relaciones de poder entre los bandos han sido enormes desde los años setenta. Redefinir una estrategia no estaba a nuestro alcance, pero sin estrategia hemos vivido y seguimos viviendo al día, sin influir en el curso de los acontecimientos. De ahí la necesidad de no seguir avanzando en una dirección esencialmente estéril.
Pero ¿cuál es la dirección correcta? Los datos objetivos nos dicen que las fuerzas de derechas avanzan, que cerca de la mitad del pueblo italiano se ha replegado al Aventino del abstencionismo y que Italia es el furgón de cola de Europa en cuanto a luchas obreras. Esto no nos lleva a decir que la partida está perdida, pero sí a reflexionar sobre cómo salir del atolladero, sin despreciar estos hechos y asumiendo también nuestra parte de responsabilidad. Dejemos de jugar el papel de almas bellas y víctimas.
En 1964 Palmiro Togliatti, en vísperas de su muerte, escribió un importante artículo en Rinascita titulado Capitalismo y reformas estructurales. En ese artículo Togliatti decía que hasta entonces el partido comunista, a pesar de la Constitución aprobada en 1948, no había conseguido cambiar la relación de fuerzas. Esto venía del secretario de un partido que expresaba una gran fuerza política en el país. Podría haber sonado a declaración de fracaso pero, si seguimos leyendo, encontramos otra sentencia que aclara el concepto. En efecto, Togliatti agrega que, si bien hasta entonces no se había socavado la estructura del sistema, se había mantenido abierta la perspectiva con una guerra de posiciones que había condicionado los movimientos del adversario, en ese momento representado por el bloque conservador encabezado por la DC, y este resultado abrió la puerta a nuevos pasos. Pero poco después murió Togliatti y con él se interrumpió definitivamente una etapa histórica y se entró en el túnel que condujo a la disolución del PCI.
A pesar de ello, la herencia de aquella experiencia pervive en la cultura de la sociedad italiana y, aunque mal representada por ridículas re-propuestas de partidos y nichos que juegan a utilizar rentas de posición, representa la base para una salida del minoritarismo».
10 Luca Cangemi Febrero de 2022 Más allá del centenario https://www.marx21.it/
Hay muchas experiencias de las que se puede aprender, adaptándolas al propio contexto nacional. Mencionaré dos de ellas. La primera, la impulsada en Uruguay en los años setenta por el Partido Comunista de Rodney Arismendi. Un partido de gran arraigo que, sin embargo, en aquella época tenía una base electoral limitada (2%), pero que fue capaz de animar la construcción de un Frente Amplio (un frente -no sólo electoral- de fuerzas y movimientos políticos progresistas) que llegó a ganar la mayoría y a gobernar.
La segunda, en la actualidad, la promovida por el PC do Brasil (PCdoB), que junto con el PT de Lula y otras fuerzas ha construido un Frente Progresista para ganar las elecciones presidenciales, y que en el Parlamento, donde este frente es minoritario, de vez en cuando hace acuerdos y compromisos para no comprometer la presidencia de Lula. Una empresa ardua, pero esto significa ser revolucionario no sólo de palabra. Y se pueden ver los resultados: basta pensar en la posición de Lula sobre la guerra en Ucrania y sobre las relaciones con Rusia y China, que vuelve locos a los atlantistas; así como la de Sudáfrica y la India».
11 «Más de dos mil personas, el Camalli del Comité Autónomo de los estibadores genoveses a la cabeza, junto con compañeros de Civitavecchia, Livorno y Trieste anuncian: «Por primera vez en la historia entra en el puerto una procesión formada también por ciudadanos. Y luego las banderas de la extrema izquierda… pero también Unidos por la Constitución, los sindicatos de base Cobas, Si Cobas y Usb. Y muchos activistas sin partido ni banderas, estudiantes y trabajadores, todos detrás de la pancarta «Bajad las armas, subid los salarios» … Es la manifestación nacional contra las armas que pasan regularmente por el puerto de Génova y llegan a Yemen con su cargamento de tanques y municiones, pero después de un año desde el comienzo de la guerra en Ucrania el significado es mucho más amplio, incluyendo banderas de la paz y consignas contra la OTAN … [Del mismo modo] en 2022 los trabajadores de USB en Pisa habían bloqueado las armas destinadas a la guerra en Ucrania «(La Repubblica, 26. 02.2023). 02.2023).
Éste es sólo un ejemplo, pero significativo. Hay otros que se podrían hacer implicando a comités locales antibelicistas (pienso en el Comité NO Guerra NO OTAN de las Marchas, una serie de comités locales que se han creado para recoger firmas para el Referéndum contra el envío de armas a Ucrania, televisiones como Ottolina TV, Byoblu, Visione TV, Pandora’s Box, o webs y revistas (como Marx21, l’Antidiplomatico) y muchas otras que realizan una importante labor de contrainformación y orientación, debilitada por la fragmentación con la que operan todas estas instancias.
También veo que un grupo de cuadros y personalidades con posiciones avanzadas (Claudio Grassi, Luca Cangemi, Maurizio Brotini, Paola Pellegrini, Paolo Brutti, Bruno Casati, Alfredo Novarini, Lidia Santilli, Sandro Fucito y otros) están promoviendo, con espíritu unido y en una plataforma avanzada y no rusófoba, una asociación por la paz (y no sólo) llamada DISARMA (No tenemos miedo).
Está recabando numerosas adhesiones en distintos círculos, incluso entre los comunistas. Esta iniciativa se debatirá en una asamblea abierta en Florencia los días 23 y 24 de septiembre de 2023, donde también se examinará la posibilidad (oportunidad) de participar en las elecciones europeas en una Lista por la Paz, en convergencia con la iniciativa promovida por varias personalidades progresistas (Raniero La Valle, Michele Santoro, Luigi de Magistris y otros).
Todo lo que sirva para asegurar una tribuna y una instrumentación importante para continuar y ampliar la iniciativa política en los territorios, fuera de lógicas autorreferenciales o de grupúsculos, o meramente electoralistas -y sin vender el alma en lo fundamental- creo que merece ser considerado y en el caso del caso valorado, aunque no coincida al 100% con las propias opiniones.
12 Un análisis aparte, que no es objeto de este artículo (no tendría competencia para ello) merecería el tema de la pandemia y su gestión, en sus diversos aspectos; tema que ha provocado y sigue provocando acaloradas discusiones incluso entre marxistas. Me limitaré aquí a algunas breves observaciones, de método y de mérito, porque creo que en una discusión de este tipo la diversidad de puntos de vista es legítima y no debe convertirse en una cruzada entre el bien y el mal; y que una discusión de este tipo implica diferentes niveles de análisis y de lectura que no deben confundirse y mezclarse como si formaran parte de una misma papilla.
– Existe un plan estrictamente científico sobre la mayor o menor eficacia y/o peligrosidad de tal o cual vacuna (ARNM o no ARNM);
– hay un plan, aparte, que se refiere a la cuestión de la tarjeta verde obligatoria y a los costes que ha supuesto para determinadas categorías de trabajadores;
– existe el plan de los enormes intereses económicos de las grandes empresas farmacéuticas privadas para imponer sus vacunas en el mercado. Esto explica en parte la propaganda hostil y las dificultades que se han puesto al uso de la vacuna rusa en el Occidente capitalista (con algunas excepciones significativas, como Israel). Esta propaganda se entrelazó con las delirantes campañas rusófobas relacionadas con la guerra de Ucrania, según las cuales había que prohibir todo lo ruso (incluida la música y la literatura): un poco como hicieron los nazis con todo lo de origen judío;
– está el plan de control social capilar del comportamiento de los individuos, que, empezando por el control sanitario, fue visto por algunos como un plan para el fortalecimiento general de los poderes estatales de control en un sentido autoritario;
– Por último, pero no por ello menos importante, está la tesis sobre el origen de la pandemia, que según algunos analistas fue provocada por Estados Unidos para desestabilizar y perjudicar sobre todo a China: una especie de guerra bacteriológica no declarada, de la que también serían indicios una serie de laboratorios secretos estadounidenses descubiertos en Ucrania y otros países fronterizos con Rusia y China, con tantas denuncias y expedientes presentados por estos dos países en la ONU. En otras palabras, las acusaciones de una perversa imbricación entre pandemia y guerra, y de preparación para una guerra a mayor escala
13 «¿Sobre qué hacer?, después de las verificaciones de estas décadas, hemos llegado a la conclusión de que … el punto de recuperación, pasa por la reevaluación del camino trazado en la posguerra con la Constitución, que contiene los fundamentos de un proyecto político que también está en consonancia, como indicamos anteriormente, con la articulación de las contradicciones de esta fase histórica.
¿Por qué molestarse con la Constitución en redefinir una estrategia de reorganización popular y de clase? Si salimos de la retórica de la «Constitución más bella del mundo» y del modo hipócrita y formal en que las instituciones hablan de ella, nos damos cuenta de que la Constitución contiene las piedras angulares de un proyecto que, en materia de relaciones internacionales, de necesidad de dar un carácter social a la economía y de afirmación de los derechos de los trabajadores y de los ciudadanos, constituye el paso necesario para cambiar las tendencias liberalistas de las últimas décadas y crear un punto de unidad para vastos sectores sociales objetivamente interesados en ese giro. Sólo superando esta prueba podremos pensar en un avance ulterior.
No se trata, hay que señalarlo, de un programa puramente táctico, sino de algo muy diferente que implica ese viraje histórico que ni siquiera con el PCI, cuando todavía era un partido comunista, fue capaz de lograr, a pesar de la batalla sin cuartel librada en ese sentido hasta el momento de la vuelta de liquidación del partido. Lo que demuestra también lo importante y difícil que es la transición que señalamos como perspectiva.
Al hacer esta elección, y sin querer hacer alineaciones impropias, creemos que hoy, para encuadrar las cosas que hay que hacer y cómo hacerlas, hay que tener en cuenta también una de las lecciones importantes que nos viene de los comunistas chinos, que insisten en que en la definición de la estrategia hay que atenerse a los hechos y abandonar un cierto romanticismo revolucionario que, en cambio, creemos que pesa mucho en las opciones de los grupos que quieren el partido a pesar de todo.
Si observamos el balance italiano de estas décadas, debemos constatar, en confirmación de la tesis que estamos expresando, que ha habido una clara separación entre movimientos reales e hipótesis de reorganización, y debemos preguntarnos de qué depende este hecho. La apariencia inmediata es la de una fragmentación tradicional entre grupos caracterizados en las últimas décadas por sus rencillas mutuas, pero en el fondo hay una explicación que va más allá de las apariencias y muestra que en realidad siempre ha habido un desarrollo paralelo entre las dos vertientes, que nunca se han encontrado y nunca han llegado a una síntesis. De hecho, los movimientos reales se expresaron de forma inconexa y a menudo episódica, mientras que faltaba por completo el marco organizativo que pudiera garantizar la continuidad y la lucidez estratégica.
Por su parte, los grupos «Livornisti», que optaron por constituirse como «partidos», demostraron que el único objetivo de su elección era disfrutar, utilizando los símbolos comunistas, de una renta de posición, que resultó ser inexistente, y no abrir una nueva perspectiva para reconstruir una fuerza política. Más allá de los límites específicos, sin embargo, la razón del fracaso proviene del hecho objetivo inherente a ese tipo de experiencia y por eso siempre hemos insistido en la recomposición dialéctica entre movimiento, niveles de organización, situación objetiva y fase histórica.
[…] Al esbozar el proyecto de transformación social que la situación objetiva plantea, sin embargo, no basta con referirse al Frente Político Constitucional como modelo. Ante todo, las características de una organización deben estar claras: debe estar a la altura del proyecto del Frente y sólo puede ser la expresión de una fuerte tendencia histórica, decidida a cambiar el actual estado de cosas. Las formas de agregación efímeras y transitorias, aunque estén vinculadas a temas de izquierda, pero que en realidad sólo pretenden gestionar resultados electorales, no son capaces de abrir una perspectiva de cambio. La trayectoria de la Refundación Comunista y de intentos similares está ahí para atestiguar la transitoriedad y el fracaso de experiencias de ese tipo, y más recientemente tenemos el ejemplo del M5S que, con sus contorsiones gubernamentales (el comentario se remonta a la fase del gobierno de Draghi -ed.
Cuando hablamos de reconstruir un movimiento político en torno al programa constitucional, pensamos por tanto en una organización que, por sus luchas y su capacidad política, sea capaz de convertirse en la vanguardia de un vasto movimiento popular y progresista, para hacer que Italia realice esa transición histórica que se fijó en la época de la Resistencia, la República y la Asamblea Constituyente, en definitiva, un movimiento político que venga de lejos y se proponga llegar lejos» (Dopo il PCI, op. cit., p. 116-118).
ANEXOS
Anexo A
La cuestión se aborda orgánicamente en la presentación de la segunda parte del libro citado, Dopo il PCI (Después del PCI), del que cito algunos pasajes destacados (pp. 104-109, 116):
«Las consideraciones que siguen no son un enésimo libro de sueños sobre el que construir, aquí y ahora, una nueva organización política, sino la apertura de una discusión que se salga de los parámetros habituales en los que en estas décadas nos hemos debatido entre identitarios y movimientistas, para ir más allá de la polvareda y entender cómo volver a tejer el hilo de un proceso de transformación teniendo en cuenta la situación objetiva y la historia concreta de nuestro país».
Han pasado cerca de tres décadas desde aquellos malditos años 90 del siglo pasado con los que se puso fin a toda una etapa histórica y se volvió a plantear en Italia la cuestión de cómo y quién debía representar los intereses de los trabajadores y de todos los sectores de la sociedad interesados en el cambio del sistema político y económico impuesto al país después de 1947.
La crisis venía de lejos […] y había investido las estructuras de referencia y representativas de las clases populares y progresistas con la liquidación del partido comunista y la reducción del sindicato de clase, la CGIL, a instrumento consociativo del sistema, con el consiguiente bloqueo de la autonomía contractual de los trabajadores. Esta crisis sólo podía dejar un enorme vacío en el equilibrio político y dentro de este vacío, que ha durado décadas, se pudrió una condición que hizo que el propio desarrollo de las luchas en Italia fuera servil y sin perspectivas políticas.
Encontrar el nudo no es fácil. Muchos han sido los intentos de remontar la pendiente, pero ninguno de ellos ha conducido al resultado de recrear un instrumento de lucha y transformación social que implicara de forma estable a una parte importante del país y condicionara así positivamente sus desarrollos.
Los datos objetivos pesaban ciertamente sobre la negatividad de los resultados. La crisis del partido comunista, que era también una crisis internacional del movimiento comunista, no podía sino afectar a las posibilidades de reanudación de un proyecto de reorganización y transformación social. Pero la crisis que había ido madurando a lo largo de los años se había manifestado sin que surgiera un contraste efectivo de las tesis liquidacionistas, tanto respecto al partido como respecto a la orientación sindical de clase […].
Hay dos cuestiones que investigar para comprender mejor las razones de los fracasos: una es teórica y se refiere a los problemas del desarrollo del movimiento comunista en la fase histórica actual; la otra se refiere a la relación entre el partido y la sociedad.
Sobre la cuestión teórica La ilusión de que una bandera con la hoz y el martillo bastaría para reanudar la gloriosa trayectoria del Partido Comunista Italiano se hundió muy pronto, pocos años después de su liquidación. El fracaso de la Refundación Comunista, desde este punto de vista, debe ser visto no sólo como el fracaso de un grupo dirigente transformista que no estuvo a la altura de la situación, sino también y sobre todo como la incapacidad de los protagonistas de comprender el proceso histórico dentro del cual nació y se desarrolló el Partido Comunista Italiano y las motivaciones mismas que lo llevaron a poner fin a su existencia en la Bolognina. Recrear una nueva formación política de manera nominalista sólo podía conducir, como de hecho ocurrió, a la formación de nichos ideológicos, o bien podía servir para disfrazar, bajo el nombre de Rifondazione Comunista, una operación transformista de otro tipo, es decir, ocupar un espacio impropio con fines electorales.
Pero incluso los que definimos como livornistas, es decir, los grupos que utilizan las reevocaciones de enero de 1921 para volver a proponer partidos comunistas improbables, los identitaristas, olvidan el hecho de que la fundación de los partidos comunistas tuvo lugar en una época histórica precisa, la de la guerra imperialista y la apertura de un proceso revolucionario que tuvo su epicentro en la Rusia zarista, fase en la que se había iniciado un gran proceso revolucionario cuyo desarrollo y desenlace, sin embargo, habría que evaluar en las décadas siguientes. No tenerlo en cuenta sólo podía significar improvisación y desconocimiento de las cuestiones del movimiento comunista a las que debían vincularse los nuevos intentos de recuperación. Aquellos acontecimientos revolucionarios, como sabemos, habían tenido una enorme influencia en todo el mundo y habían puesto en marcha, incluso con la elección de fundar la Internacional Comunista, grupos y partidos que, sobre la base de la contribución teórica de Lenin y luego con la dirección de Stalin, habían hecho avanzar los procesos revolucionarios en los países donde la hipótesis leninista se soldaba a las situaciones concretas.
El partido italiano también había sido uno de estos partidos, pero su disolución sin herencia planteaba una serie de cuestiones que había que evaluar cuidadosamente. No se podía, sic et simpliciter, dar marcha atrás a la rueda de la historia y empezar de nuevo ignorando el nuevo contexto histórico. La primera cuestión que había que tener en cuenta era, de hecho, el hecho de que no se había producido tanto una disolución del partido como una transformación del PCI en PDS que había tenido lugar con el consenso casi total de las estructuras centrales y periféricas del partido.
¿Cómo fue posible tal transición sin una reacción fuerte y masiva, como ocurre normalmente en situaciones similares? ¿Por qué, sobre todo, al proponer una reorganización de los comunistas, no se valoró el nuevo contexto histórico en el que se había producido la transformación genética? Y por lo tanto: ¿en qué formas y de qué maneras y sobre todo con qué eje estratégico había que volver a proponer la reorganización? En esencia, ¿de qué hay que partir para dar continuidad a un proceso iniciado en 1921, que no había sido sólo una cuestión interna del partido, sino que afectaba a la relación entre éste y la sociedad italiana cuyo desarrollo había condicionado?
Estas preguntas nos llevan de nuevo a la cuestión de la relación entre el partido y la sociedad, cuya evaluación resulta esencial si queremos poner en el orden del día la reconstrucción de una fuerza política de transformación social que retome el papel histórico del PCI.
La relación, por tanto, entre el partido y la sociedad italiana, este aspecto esencial de la cuestión que nos hace comprender el sentido del vacío que se creó entre los trabajadores y las clases sociales progresistas tras la crisis del PCI y la reducción de la CGIL a un sindicato asociativo, debería haber sido, junto con el debate sobre las perspectivas, el punto esencial de reflexión. Era necesario partir de un proyecto de reconstrucción de una relación orgánica con las clases de referencia, empezando por los trabajadores, para darles una perspectiva política convincente y disponer también de la organización adecuada a esa tarea política. Pero esta cultura y este nivel de organización faltaban por completo tras el fin del PCI […].
Junto con el PCI, por tanto, se liquidó un pensamiento político que había garantizado el desarrollo de un gran partido de masas y popular. La historia de esta fase, que se ha prolongado durante décadas, es bien conocida y conocemos su desenlace. El hecho es que la relación entre hipótesis organizativas y vínculos de masas no se ha reconstituido y que las diversas «refundaciones» representaron un proceso externo a la cuestión histórica concreta que se planteó con el fin del PCI.
La responsabilidad de este hecho no es sólo subjetiva. En realidad, junto con la crisis organizativa y la transformación genética, maduraba también esa destrucción de la razón que había guiado el papel de las fuerzas de oposición que luchaban por la transformación social, que no podía ser superada sin una clarificación teórica y una elaboración política ligadas a la nueva fase histórica.
Es precisamente sobre esto que debemos abrir la discusión e ir a la verificación concreta. Sobre todo, debemos combatir la idea de que los cambios sociales pueden producirse mediante acciones de propaganda que no van acompañadas de una implicación real de las fuerzas que deberían estar interesadas en esos cambios. No es que las contradicciones sociales y de clase hayan desaparecido tras el PCI, sino que lo esencial reside en la reconstrucción de un vínculo serio y profundo entre esas contradicciones y la nueva formación política que debe ocupar su lugar.
Aislar momentos puntuales de choque social tratando de doblegarlos a hipótesis políticas abstractas al margen de una perspectiva histórica basada en los datos fundamentales de la dinámica a la que esos hechos están ligados conduce a la marginalidad en la que se han confinado los intentos de alternativa en las últimas décadas. Es necesario, por tanto, salir de los guetos y volver a aquella razón política que llevó a un partido comunista como el italiano a tener la fuerza de millones de afiliados y votantes, y no de forma efímera, sino representando un bloque social estable capaz de superar las dificultades que sus enemigos crearon para oponérsele… [Esto] no puede ocurrir con una apropiación indebida de símbolos y eslóganes. Hay que analizar cómo esta fuerza logró crecer en la realidad italiana y saber sacar las consecuencias necesarias. […] En este marco, debemos centrar nuestra atención y análisis en las características de los conflictos internos e internacionales que pueden legitimar una nueva hipótesis política porque, sin una visión de largo alcance, vivimos al día, como viene ocurriendo desde hace décadas, con manifestaciones que, salvo en contadas ocasiones, no abren una brecha para proyectar una perspectiva política real».
Cuando empezamos a proponer el debate sobre el Frente Político Constitucional… teníamos en mente todas las consideraciones que hemos hecho hasta ahora sobre el escenario internacional, las relaciones de poder y las características de los procesos en curso. En particular, tratábamos de dar una respuesta al problema principal que quedaba sin resolver tras la crisis de la vía italiana al socialismo de Tollizzi y más aún de la perspectiva del compromiso histórico de Berlinguer, tratando de encontrar un vínculo entre la nueva fase y el proceso de transformación social que representaba el PCI pero que se había interrumpido bruscamente en los años 60 (la cursiva es mía, para subrayar un punto y una periodización que creo que habría que profundizar y modular – Ed.)
¿Qué alternativa había que proponer para la reorganización de un movimiento político? Los malos maestros postsesentayochistas y los neobordighistas (el partido a pesar de todo) marcaron inmediatamente una deriva que condujo a la disipación tanto del legado histórico del PCI como de la experiencia de las luchas obreras y de otros sectores sociales progresistas que se había expresado desde finales de los años sesenta.
Por encima de todo, la pregunta principal quedó sin respuesta: ¿reforma o revolución? La respuesta a esta pregunta quedó sin respuesta. Los «revolucionarios» han seguido ladrando a la luna sin explicar (y sobre todo demostrar) cómo podría avanzar un proceso revolucionario en Italia, y sobre este punto ni siquiera los defensores de la lucha armada, a pesar de su evidente fracaso, han dado nunca explicaciones.
Al mismo tiempo, como alternativa a la deriva «revolucionaria», se ha ido extendiendo en la izquierda un pensamiento débil con un trasfondo predominantemente electoralista, que no ha dado perspectivas ni a las luchas ni a proyectos serios de reorganización de las «fuerzas motrices de la revolución». En esencia, una cultura deseante carente de fundamentos científicos, de la que está impregnado el actual radicalismo «antagonista», ha impedido una discusión seria sobre qué hacer… tras la mutación genética del PCI. Una cultura que, con su velleitarismo, subordina al sistema todos los impulsos de renovación que, sin embargo, se expresan en la sociedad italiana».
Apéndice B
De nuevo de Dopo il PCI, op. cit., pp. 109-115.
«Partamos del marco internacional y de las contradicciones que vive nuestro país y que en gran parte le son imputables. Consideremos la situación internacional no sólo desde el punto de vista geopolítico, sino sobre todo para identificar la naturaleza de los procesos en curso, cuya característica principal difiere en gran medida del período posterior a la Primera Guerra Mundial, a partir del cual comenzó el asalto al cielo de los comunistas. Precisamente para dejar claro que no estamos en 1921 y que, por tanto, una fuerza política que nazca de las cenizas del PCI no puede tener como perspectiva la de los delegados del congreso de Livorno. Desde entonces ha pasado exactamente un siglo que ha cambiado completamente el panorama mundial, la forma en que se expresan las contradicciones y el papel de los comunistas, empezando por China, donde el partido comunista en el poder, tras la derrota de la Revolución Cultural, ha reajustado completamente su estrategia hacia el socialismo.
¿Qué ha cambiado en esencia? Con el fin de la URSS y de los países socialistas de Europa del Este, con la crisis del movimiento comunista en Europa, del que el PCI era una parte importante, y con el giro del PCCh hacia el «socialismo con características chinas», el modelo anterior de un bloque socialista enfrentado al Occidente capitalista cambió. El «campo socialista» no eran sólo los países del socialismo real, sino también los partidos comunistas no en el poder que se presentaban unidos en la escena mundial.
Si algún grupo cree poder volver a proponer hoy, vinculándolo a la experiencia china, el mismo esquema estratégico del campo socialista, demuestra ser incapaz de enmarcar las características y el resultado actual de las contradicciones en la escena mundial y también de ver cómo encaja la propia China en este contexto. Si hasta los años 50, es decir, la muerte de Stalin, el campo socialista había dirigido de manera bastante uniforme el proceso de transformación económica y política mundial hacia el socialismo, las cosas han cambiado completamente desde ese periodo. Es cierto que hoy China ocupa un enorme espacio en el mundo, pero la estrategia del PCCh a nivel interno e internacional es completamente diferente de la que caracterizó al movimiento comunista mundial, y sugiere que los nuevos pasos históricos hacia el cambio del sistema imperialista occidental no aparecerán como una reedición del big bang de 1917. A menos que el Occidente capitalista, para salir de sus dificultades, decida utilizar la opción militar. Pero tal opción es difícil dado el equilibrio de poder entre EEUU, China y Rusia.
Lo que decidirá sobre esto será la evolución de la situación en los próximos años, y no todo se puede prever, pero lo que sí se puede vislumbrar es más bien la agudización de las contradicciones internas del bloque occidental, tanto en EEUU como en Europa, tanto como dificultades en la competencia internacional en el plano económico y tecnológico, en particular respecto a China, como respecto a las condiciones sociales que registran una pobreza creciente y también una radicalización de sectores no sólo proletarios a menudo hegemonizados por la derecha neofascista, tanto en EEUU como en la UE y sus partes oriental y occidental.
Este segundo aspecto del problema puede convertirse, en presencia de una profundización de la crisis, en un factor desencadenante para orientarla hacia soluciones autoritarias y nacionalistas. Por eso es importante que una nueva fuerza política que aglutine a sectores populares y progresistas en Italia nazca con una visión sólida del marco internacional, identificando sus posibles evoluciones, pero definiendo también una visión correcta del papel que debe desempeñar para influir en las orientaciones de masas sobre las opciones internacionales del país.
Algunos identitarios en su país creen que pueden salirse con la suya con el eslogan No a la OTAN – No a la UE, pensando que han lavado sus conciencias. En realidad, las cosas son un poco más complicadas y necesitan un serio ajuste de los patrones tradicionales. Ante todo, es necesario identificar cuáles son los puntos concretos en los que se mueve la situación mundial y, por tanto, cuáles son los factores en los que hay que centrarse para cambiar la relación de fuerzas, no con eslóganes vacíos, sino con la participación en movimientos políticos y de masas que tiendan realmente a sacar la situación del caos y los desastres provocados por el sistema imperialista occidental.
Si se miran las cosas desde este punto de vista, hay tres cuestiones que están en el orden del día de una fuerza política reconstituida que tenga un horizonte adecuado a las cuestiones objetivas que se plantean en esta fase histórica: el futuro del planeta, el carácter de las relaciones internacionales en la fase de cambio de las relaciones de fuerza mundiales, el movimiento para liberar a una gran parte de nuestro planeta de la miseria y del robo de los recursos y, por último, una política exterior de paz para nuestro país y de defensa de su independencia.
Sobre estos objetivos debe reconstituirse un nuevo modelo de unidad y solidaridad internacionales y construirse el nuevo bloque mundial, que debe tomar conciencia, a partir de las condiciones nacionales, del destino que une a todos los pueblos en la fase de la globalización.
¿Cuál es la diferencia entre estos objetivos y la fase que atravesamos
9. Más sobre la última cumbre BRICS
Entre las últimas publicaciones sobre la cumbre, me ha parecido interesante esta reflexión de Leonardo Mazzei en Sollevazione. https://sinistrainrete.info/
Los BRICS, Occidente, la guerra
por Leonardo Mazzei
Es fácil decir Brics. Pero, ¿qué son, por qué existen, qué producirán? Todavía hay mucha confusión sobre las respuestas a estas tres preguntas. Y en la confusión también anida la conspiración.
Sobre la 15ª cumbre de los Brics, celebrada recientemente en Johannesburgo, se ha dicho y escrito de todo. Aquí sólo intentaremos comprender cuál fue su verdadero significado político, empezando por la histórica decisión de abrir las puertas a seis países más: Arabia Saudí, Irán, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes y Etiopía.
En primer lugar, los Brics no son una organización en sentido estricto. Nacidos en oposición a la dominación occidental, su modelo de funcionamiento fue inicialmente bastante similar al de sus adversarios del G7. Pero mientras que este último reúne a las grandes potencias económicas de Occidente (en su momento, de hecho, las mayores del planeta), el Brics nació en 2006 para agrupar a las llamadas «economías emergentes». Ese año, Brasil, Rusia, India y China decidieron crear una «coordinación diplomática informal». En 2009, en la primera cumbre entre estos países (Sudáfrica no se unirá hasta 2010), se explicitará el propósito fundamental de la asociación, el de perseguir «un nuevo orden mundial multipolar más justo».
En estas pocas palabras está ya la esencia fundamental de los Brics (quiénes son), mientras que en la persistente unipolaridad del bloque occidental EEUU-OTAN está la razón de su asociación (por qué existen). Lo que producirán en el futuro (nuestra tercera pregunta) sólo la historia nos lo dirá, pero la impresión es que será una historia muy, muy interesante.
Volvamos ahora al modelo de asociación de los Brics. Hasta ahora, la analogía con el G7 ha sido realmente notable: una cumbre al año, declaraciones finales de orientación bastante generales y articuladas, la autonomía formal de cada miembro asociado. Sobre este último punto, es interesante observar que las declaraciones finales nunca son en nombre del Brics como tal, sino de los representantes de cada uno de sus países miembros. Exactamente igual que en el caso del G7.
En 2014 (cumbre de Fortaleza), sin embargo, surgió una importante novedad. En la ciudad brasileña, los Brics decidieron crear su propio Banco de Desarrollo, el Nuevo Banco de Desarrollo (Ndb), un claro desafío al orden de Bretton Woods, basado en el papel del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, así como en la centralidad del dólar. Este banco (el Ndb), que comenzó con una dotación inicial de 50.000 millones de dólares, luego incrementada con el tiempo, cuenta además con la plataforma «Brics Pay» para eludir el uso de la moneda estadounidense en las transacciones entre los cinco países de la asociación. En resumen, el Brics como tal sigue siendo una organización sui generis, pero de hecho se está estructurando.
El verdadero salto cualitativo, sin embargo, se produce con la guerra de Ucrania, que (más allá de las profundas diferencias entre ellos) los Brics viven como una consecuencia de la renovada agresión occidental. Si se comprende que ésta ha sido la encrucijada fundamental, la que conducirá a la ampliación anunciada en Johannesburgo y a las previstas para el futuro, ya se ha entendido lo esencial.
Es cierto, Rusia y China nunca se han querido. Es cierto, India mantiene estrechas relaciones de cooperación militar con Estados Unidos en función antichina. Y es cierto (y natural) que las agendas de Brasil y Sudáfrica se centran en sus respectivos continentes. Por último, es cierto que cada miembro de los Brics persigue sus propios intereses específicos. Pero a pesar de todos estos elementos contradictorios, los Brics están unidos por la voluntad común de no someterse al talón occidental. Y como saben que el Occidente liderado por Estados Unidos está dispuesto a cualquier tipo de guerra para no perder su supremacía, es la guerra (por ahora, económica) para lo que se están preparando.
Ahí radica la importancia de la cumbre en suelo sudafricano. Probablemente, sin la guerra de Ucrania, la ampliación ni siquiera se habría producido. Los Estados que se incorporarán el 1 de enero de 2024, y los mucho más numerosos que están en lista de espera (entre ellos gigantes como Indonesia, Nigeria y Argelia), saben perfectamente que su adhesión al Brics es vista en Washington como una declaración de guerra de facto. Por lo tanto, si han dado ese paso, que no carece de consecuencias, significa que ya han considerado imposible escapar al gigantesco enfrentamiento que hay a las puertas.
Además, el 94º y último punto de la Declaración de Johannesburgo dice así: «Brasil, India, China y Sudáfrica extienden su pleno apoyo a Rusia para su presidencia del Brics en 2024 y para la celebración de la 16ª Cumbre del Brics en Kazán, Rusia». Dada la importancia de los símbolos en política, y también en las relaciones internacionales, podemos imaginar cómo se recibió este énfasis en las capitales occidentales, especialmente en Washington. Delegados de una serie de países que, entre miembros de pleno derecho y aspirantes, representan ahora la mayoría de la población mundial, yendo a casa de un enemigo bajo sanciones, ¡a la guarida del villano Putin! Sin duda, ¡un golpe bajo el cinturón!
Preocupados por el avance de Johannesburgo, muchos comentaristas occidentales han intentado restarle importancia, enumerando las numerosas contradicciones que hacen de los Brics un bloque en muchos aspectos bastante heterogéneo. Pero si señalar diferencias y contradicciones es demasiado fácil, pretenden no ver que la naturaleza de los Brics – una asociación que excluye programáticamente la existencia de un hegemón en su seno – es exactamente opuesta a la del G7, donde el hegemón está ahí y no es difícil darse cuenta de ello.
Esta diferencia señala, en efecto, una debilidad potencial de los Brics, pero al mismo tiempo -teniendo en cuenta que el propósito de la asociación es «un nuevo orden mundial multipolar más justo»- pone de relieve una fortaleza fundamental: la salvaguarda y el reconocimiento de los intereses específicos (no sólo económicos) de cada país miembro.
En los últimos días, alguien ha señalado que los Brics no son tan diferentes de sus adversarios occidentales. Ahora se trata de una cuestión de comprensión. Sabemos que no son los Brics los que nos sacarán del capitalismo. Pero también sabemos que las ventanas revolucionarias siempre se abren en las grandes crisis, en los grandes movimientos telúricos en el ámbito de la geopolítica, porque no hay revolución cuando domina la estabilidad.
Si bien es correcto analizar las limitaciones y contradicciones de los Brics, sería absurdo no ver su aspecto disruptivo con respecto al orden mundial posterior a la Guerra Fría.
No hay que enfatizar el fenómeno de los Brics, más bien hay que entenderlo. Por lo tanto, no estamos de acuerdo con quienes los exaltan acríticamente, como si el juego con Occidente fuera a terminar victoriosamente mañana; pero menos aún con quienes simplemente no pueden comprender el alcance potencialmente explosivo de su crecimiento.
Ciertamente, si leemos la Declaración de Johannesburgo encontraremos interesantes reflexiones mezcladas con lenguaje y conceptos subordinados a la narrativa occidental: «desarrollo sostenible», «Agenda 2030», «cambio climático», «resiliencia», «transición ecológica», «vacunas», etcétera. ¿Significa esto que el Brics y el G7 son la misma cosa, dos caras de la misma moneda acuñadas por el mismo maestro? Vamos, ¡no bromeemos!
No es broma, y sin embargo ésta es precisamente la tesis de cierta conspiración que circula por la red. Circula, por ejemplo, un texto que querría explicar un proceso tan complejo como el nacimiento y desarrollo de los Brics, con una planificación por parte de las oligarquías financieras, en este caso representadas por un documento de la familia Rockefeller de 1956… Por supuesto, el mundo de Internet es lo que es, pero sería un error subestimar el fenómeno.
Dentro de esta visión conspirativa, la cita del Sr. Jim O’Neill, hasta hace unos días desconocida para el gran público, está ahora de moda. A principios de siglo, el Sr. O’Neill, entonces economista jefe de Goldman Sachs, acuñó el término BRIC (la S faltaba) para un uso exclusivamente financiero (para indicar el potencial de inversión en ciertos países llamados «emergentes»). Debido a su carácter informal, este acrónimo fue adoptado posteriormente por Brasil, Rusia, India y China en 2006. Este hecho es considerado por algunos malpensados como la pistola humeante, la prueba fehaciente de la unión entre las grandes finanzas y los Brics, donde Putin, Xi Jinping, Modi, Lula y compañía ¡no serían más que la longa manus del señor O’Neill o de quien desde entonces haya ocupado su lugar!
Rockefeller, O’Neill, un poder central (y por supuesto invencible)… ¡No sé si nos damos cuenta! En el plano del análisis histórico, absurdos que se comentan por sí solos. En el del análisis político, la mejor manera de pasar por alto las contradicciones existentes.
Si abrazáramos estas tesis, sólo tendríamos dos alternativas: la rendición o el suicidio. Afortunadamente, sin embargo, las contradicciones existen y son ellas las que -para bien o para mal- mueven la historia. Es ahí donde puede entrar la acción política consciente. Es ahí donde la acción de masas puede vencer. Si, por el contrario, confiáramos en ciertos «gurús», que lo saben todo pero no explican nada, estaríamos perdidos.
Nada de mitos sobre los Brics, pues, sino saber que su desarrollo es el elemento objetivo más importante para cuestionar el orden actual. La fuerza más poderosa que se opone al bloque EEUU-OTAN. Nada más, pero nada menos. ¡Si eso parece poco!
Addendum sobre la cuestión monetaria
Hasta ahora hemos estado tratando de política, en su forma particular llamada geopolítica. Había, sin embargo, una particular expectativa en cuanto a lo que se decidiría en Johannesburgo sobre la cuestión monetaria. En este punto, muchas expectativas se vieron defraudadas. Y ahora algunos que antes declaraban que el dólar ya estaba muerto, vienen a explicarnos que en realidad las decisiones monetarias están todavía muy lejos. ¡Menudo descubrimiento!
Sobre este punto conviene hacer algunas aclaraciones.
Primero. La posibilidad de una «moneda única» del Brics nunca se ha planteado. Tal criatura – similar al euro, por ejemplo – nunca ha sido hipotetizada por nadie, tan absurda, irrealizable y obviamente perniciosa sería. Pero, a pesar de que todo esto es bastante obvio, tantos apologistas de los Brics han hablado a menudo precisamente de «moneda única», contribuyendo así a la confusión. Lo mismo han hecho tantos enemigos de los Brics para luego declarar su «fracaso». Entre ellos, el habitualmente inefable Sr. O’Neill….
Segundo. De lo que realmente se ha hablado es del posible establecimiento de una unidad de cuenta que se utilice exclusivamente en el comercio interestatal. Algo parecido al Bancor propuesto por Keynes en 1944 en Bretton Woods como alternativa a la hegemonía del dólar. No una moneda circulante supranacional, por tanto, sino un instrumento para regular y eventualmente compensar los desequilibrios de las balanzas comerciales de los distintos Estados. Para ser aún más claros, si mañana se creara la unidad de cuenta del Brics, Rusia conservaría el rublo, China el yuan, y así sucesivamente. Así, todos estos países conservarían su plena soberanía monetaria, con la posibilidad de emitir, ajustar los tipos y absorber la deuda interna.
Tercero. La posible creación de una unidad de cuenta se ha pospuesto por el momento, señal de dificultades previsibles, por el momento no explicitadas ni resueltas. Sobre la cuestión monetaria, la Declaración de Johannesburgo se limita a dos indicaciones. En la primera, en el punto 44, subraya «la importancia de fomentar el uso de las monedas locales en el comercio internacional y en las transacciones financieras entre los países del Brics y sus socios comerciales». En la segunda, en el punto 45, los miembros del Brics encargan «a los Ministros de Finanzas y/o a los Gobernadores de los Bancos Centrales, según proceda, que examinen la cuestión de las monedas locales, los instrumentos de pago y las plataformas y nos informen al respecto antes de la próxima Cumbre».
Cuarto. De alguna manera, la cuestión de la unidad de cuenta está pues sobre la mesa. Y, en la humilde opinión de quien esto escribe, no podría ser de otro modo. En efecto, el pago en monedas locales presenta ciertas criticidades, que la adopción de una unidad de cuenta Brics permitiría superar, dando probablemente una aceleración decisiva al proceso de desdolarización. No menos importante sería entonces el aspecto simbólico, ya que tal cambio – que obviamente presenta varios problemas – sonaría realmente como una declaración de guerra al bloque occidental.
Como vemos, incluso hablar de cuestiones monetarias nos devuelve al trinomio del título de este artículo: los Brics, Occidente, la guerra. No se entiende lo primero si no se tiene en cuenta el espíritu y la voluntad supremacista de lo segundo. No se comprende el significado de la cumbre de Johannesburgo si no se tiene en cuenta el contexto de la guerra.
10. Debate Mearsheimer, Mercouris, Glenn Diesen
Tras el artículo de la semana pasada de Mearsheimer quizá os interese esta entrevista con dos conocidos comentaristas en Youtube. Lo siento pero está solo en inglés, eso sí, aunque se pueden activar subtítulos y traducción automática.
An Endgame for the Ukrainian War – with John Mearsheimer, Alexander Mercouris and Glenn Diesen
11. La IFR.
Como complemento a la nueva propuesta surgida en el G-20, os paso este artículo de Ríos sobre el décimo aniversario de la propuesta de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta (BRI en inglés)
https://globalter.com/las-dos-
Las dos recepciones de la IFR
XULIO RÍOS
La Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) cumple en 2023 su primera década de implementación. El tiempo transcurrido la avala como un proyecto de largo recorrido.
Dos actitudes han marcado la reacción global frente a ella. De una parte, los países en desarrollo han celebrado el poder contar con una propuesta alternativa que pone el foco en sus necesidades más acuciantes, especialmente en términos de infraestructura. El plan de China confiere un apoyo específico en áreas escasamente atendidas por la financiación disponible tradicional, cubriendo un vacío de singular importancia. El potencial de crecimiento que China aporta a estos países supone en muchos casos resolver cuellos de botella que lastran las posibilidades de desarrollo de muchas economías. Hay, por tanto, una evaluación general positiva por más que ambas partes, inexpertas en buena medida en la gestión de estas nuevas dinámicas, deban ajustar puntualmente los mecanismos y procedimientos de gestión.
De otra, los países desarrollados han evolucionado desde la ambigüedad y reserva inicial a cierta hostilidad competitiva. En realidad, no es inteligente tener miedo de la IFR; por el contrario, cabría analizar la estrategia de China con amplitud de miras y en lugar de descalificarla en función de los “intereses ocultos” que supuestamente la inspiran, desmenuzarla en detalle y explorar las posibilidades de cooperación triangular de modo que pueda deparar beneficios tangibles universales.
En esencia, la IFR podría entenderse como una propuesta de enriquecimiento del modelo de mundialización impulsado por Occidente a partir del fomento del comercio con la introducción ahora de otros factores. Esta fórmula de sino-mundialización es vista por algunos como una “amenaza” que pretende la desoccidentalización del mundo; no obstante, a la segunda economía del planeta le exigimos también que asuma responsabilidades globales.
En esa línea apunta la respuesta china. En efecto, hay en la IFR una dimensión empírica y transformadora que empuja hacia arriba las economías de los países directamente beneficiados. Pero la espiral sugerida de estabilidad y crecimiento de algunos proyectos asociados a la IFR genera oportunidades también para los países desarrollados si evitan actuar de modo displicente. Para ello, es fundamental reconocer que el monopolio de la ayuda se acabó y que en el mercado hay hoy más actores en liza.
China propone a los países en desarrollo buscar sinergias que atiendan a las necesidades endógenas, que concilien los intereses de ambas partes, que generen confianza, que mejoren la comunicación estratégica, que tengan en cuenta las prioridades definidas de forma soberana y sin condiciones así como las alternativas en cuanto al modelo de desarrollo. Esta última es una cuestión destacada, ya que, en demasiadas ocasiones recientes, no ha sido este el planteamiento sostenido por las instituciones multilaterales lideradas por Occidente que han impuesto mecanismos neoliberales con muy negativo impacto en las sociedades de los países en desarrollo.
Y a los países desarrollados, propone estimular la cooperación con países terceros. Algunos se han sumado al BAII (Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras) o incluso han suscrito el memorando de entendimiento. No obstante, transcurrido el primer lustro de expansión de la iniciativa, la llegada del impulso desmundializador de Donald Trump, secundado por la Administración Biden, ha deducido serias cortapisas a esa cooperación al presentar a China como un rival sediento de poder.
Sorprende que en la reacción del G7 o de la UE abunde cada día más la descalificación, el “nosotros podemos hacerlo mejor”: G7 Partnership for Global Infrastructure and Investment y la Global Gateway Initiative de la Unión Europea, planteados a modo de imitación, inciden en esa narrativa, en realidad de confrontación, pero está por ver que se pueda acompañar de propuestas eficaces y ambiciosas. Una ojeada a promesas anteriores, no invita al optimismo.
Los países desarrollados no celebran esta aportación de China por temor a que ello resulte en la reducción de su poder institucional global. Pero el desarrollo es una preocupación común y China puede contribuir a reducir la brecha. Si lo que temen los países occidentales es que la IFR impulse la transformación del sistema internacional generando una nueva centralidad, cabe recordar que el desplazamiento del centro de gravedad global hacia Asia Pacífico es irreversible. Ceder espacio y protagonismo es la única forma de acomodar y de integrar a China en una participación constructiva para la solución de los problemas globales.
La IFR es hoy un bien público que pone de manifiesto una voluntad inequívoca de contribuir no solo a la modernización interna china sino también a la global. China se inspira en su propia historia y tradición, y también en su manera distinta de hacer las cosas, a través de la consulta y la negociación, del diálogo y la gobernanza relacional. Esa China interesa a Occidente y al mundo y sin sus proyectos –y sus ideas y enfoques- no es posible la gobernanza global.
Un político gallego de los años treinta del siglo pasado, Castelao, acostumbraba a decir: “no le pongáis pegas a la obra mientras no se acaba, el que piense que va mal que trabaje en ella, hay sitio para todos”. Eso mismo podría aplicarse hoy a la IFR. No se trata de descalificar, se trata de compartir y mejorar.
Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China