Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Un sector agrario en España.
2. Eurodiputados buscan alternativas al crecimiento.
3. El greenwashing ya no funciona.
4. Elecciones en Turquía.
5. Fuego amigo en la guerra de los chips.
6. China le recuerda a Japón la Conferencia de Potsdam.
7. Bombardeo de Gaza.
8. La imagen del día: Siempre con Marx.
9. La primavera asesinada.
1. Un sector agrario en España.
Una larga entrevista a un especialista español en agroecología, Markos Gamboa, sobre la situación del sector primario en España, y la alternativa agroecológica.
Ya Es Mañana #14 – Soluciones al cambio climático con Markos Gamboa
2. Eurodiputados buscan alternativas al crecimiento
Un grupo de europarlamentarios -para algo han de servir- han publicado un artículo abogando por el decrecimiento, postdecrecimiento o como lo queráis llamar. Por España firma Urtasun. https://www.euronews.com/2023/
Ir más allá del crecimiento no sólo es deseable, sino esencial
La búsqueda del crecimiento a toda costa ha creado un sistema económico mundial frágil y vulnerable a las crisis, y esto tiene que cambiar, escribe un grupo de eurodiputados.
La próxima semana, más de cuatro mil personas participarán in situ y en línea en la Conferencia Más allá del Crecimiento 2023, una iniciativa interpolítica que tendrá lugar en el Parlamento Europeo en Bruselas.
Nosotros, eurodiputados de cinco grupos políticos diferentes y no inscritos, la organizamos junto a más de 60 organizaciones asociadas.
Con esta conferencia de tres días que reúne a ponentes de alto nivel de la elaboración de políticas de la UE, el mundo académico, los sindicatos, las empresas y las organizaciones de la sociedad civil, nuestro objetivo es cuestionar la elaboración convencional de políticas en la UE.
También queremos redefinir los objetivos sociales en todos los ámbitos, alejándonos del perjudicial enfoque del crecimiento económico como única base de nuestro modelo de desarrollo.
El actual modelo de crecimiento a toda costa ha alcanzado sus límites
Creemos que el modelo económico actual, basado en el crecimiento sin fin, ha alcanzado sus límites.
En primer lugar, el crecimiento económico continuo, especialmente basado en el consumo de combustibles fósiles, está provocando un calentamiento global catastrófico.
En segundo lugar, la búsqueda infinita del crecimiento se basa en el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción de la biodiversidad y la acumulación de residuos y contaminación. Esto también plantea riesgos para nuestra salud, nuestras economías y nuestras sociedades en general.
En tercer lugar, el actual modelo económico está contribuyendo a la desigualdad social y a la exclusión.
El énfasis en el crecimiento económico no se ha traducido en una distribución equitativa de la riqueza o de las oportunidades. Por el contrario, ha dado lugar a una concentración de riqueza y poder en manos de unos pocos, dejando atrás a muchos.
En cuarto lugar, el modelo económico actual es inherentemente inestable y propenso a las crisis, como se vio, por ejemplo, durante la crisis financiera de 2008 y la pandemia del COVID-19.
El bienestar humano y la sostenibilidad ecológica deben ser lo primero
Como eurodiputados de diferentes grupos políticos, tenemos diferentes perspectivas sobre cómo lograr una economía que vaya más allá del crecimiento.
Sin embargo, todos estamos de acuerdo en la urgencia y la importancia del tema que nos ocupa.
Compartimos la opinión de que necesitamos un sistema económico que priorice el bienestar humano y la sostenibilidad ecológica sobre el crecimiento del PIB, que reconozca que el crecimiento infinito en un planeta finito es imposible.
También creemos que tenemos que encontrar nuevas formas de organizar nuestras economías sin depender de la explotación continua de los recursos y del aumento constante de la producción y el consumo.
Pedimos más pluralismo en el pensamiento económico dentro de las instituciones de la UE y su alineación con las pruebas científicas de las ciencias climáticas, ecológicas y sociales.
Pedimos que los modelos económicos y otras herramientas de apoyo a la toma de decisiones sean más diversos, más completos y más legibles para los ciudadanos.
Pedimos que los procesos de toma de decisiones se ajusten a nuestros objetivos políticos comunes y no se basen en la variación de las cifras del PIB.
Hay otras opciones políticas
Como responsables políticos, también creemos que es nuestra responsabilidad liderar la búsqueda de nuevas opciones políticas. Por ello, nos comprometemos a dedicar nuestra energía a nuestra propia labor parlamentaria para apoyar propuestas audaces y ambiciosas que allanen el camino hacia una prosperidad sostenible en la UE y fuera de ella.
En concreto, proponemos las siguientes acciones globales para las instituciones de la UE y los Estados miembros.
Necesitamos desarrollar una nueva estrategia global para una economía europea que vaya más allá del crecimiento y que integre plenamente los objetivos sociales, medioambientales y económicos.
El Pacto Verde Europeo, como iniciativa emblemática de la UE para hacer frente al cambio climático y promover un futuro sostenible, es un paso importante y necesario, pero no reconoce los límites del crecimiento.
Una nueva estrategia debería basarse en los principios de sostenibilidad ecológica, justicia social y bienestar, y dar prioridad a las políticas que contribuyan a estos objetivos.
La arquitectura institucional debe seguir el ejemplo
Debemos promover un enfoque pluralista de los indicadores y modelos macroeconómicos utilizados por la UE y sus Estados miembros.
Basándonos en el trabajo ya realizado por la Comisión Europea y muchas otras instituciones, pedimos un enfoque de elaboración de políticas que se base en indicadores que midan el progreso más allá del PIB, en el uso de modelos macroeconómicos que tengan como objetivo el respeto de los límites planetarios y la mejora del bienestar social, y en el desarrollo de herramientas presupuestarias ecológicas y de género.
Debemos diseñar nuestra arquitectura institucional para que sirva mejor a la estrategia «más allá del crecimiento».
Basándonos en las propuestas formuladas por académicos antes de la primera conferencia sobre el postcrecimiento, proponemos crear una Dirección General de Sostenibilidad y Bienestar en la Comisión Europea, una Comisión especial sobre el Futuro del Crecimiento en el Parlamento Europeo y un ministerio para la transición económica en cada Estado miembro.
Cada una de estas estructuras debería ser responsable a su propio nivel de elaborar propuestas políticas más allá del crecimiento y coordinar los esfuerzos de la UE hacia la sostenibilidad y el bienestar.
Nuestra economía debe adaptarse al futuro
El nivel de interés público por una economía europea preparada para el futuro es más alto que nunca, y celebrar un debate de estas características en el Parlamento Europeo es un poderoso símbolo.
La Conferencia «Más allá del crecimiento» ofrece una oportunidad única de celebrar un debate pluralista conectado con la investigación científica en toda su diversidad que responda a las expectativas concretas de nuestros conciudadanos.
Diseñar vías para vivir bien dentro de los límites sociales y medioambientales de nuestra sociedad no sólo es deseable. También es absolutamente necesario.
Son coautores de este artículo los siguientes eurodiputados Philippe Lamberts (BE), Bas Eickhout (NL), Ville Niinisto (FI), Manuela Ripa (DE), Marie Toussaint (FR), Ernest Urtasun (ES), Kim Van Sparrentak (NL) – Verdes/ALE; Manon Aubry (FR), Petros Kokkalis (EL), Marisa Matias (PT), Helmut Scholz (DE) – La Izquierda (GUE/NGL); Pascal Durand (FR), Aurore Lalucq (FR), Pierre Larrouturou (FR) – Socialistas y Demócratas (S&D); Sirpa Pietikainen (FI), Maria Walsh (IE) – Partido Popular Europeo (PPE); Katalin CSEH (HU) – Renovar Europa (RE); y Dino GIARRUSSO (IT) – No inscritos (NI).
3. El greenwashing ya no funciona
En este artículo Pere Rusiñol argumenta que el puro lavado de cara ecológico, el greenwashing, ya no resulta útil ni para los grandes empresarios. Se están dando cuenta de que para su propia supervivencia es necesario ya tomar otras medidas.
Capitalistas de todos los países: ¡uníos!
La emergencia climática es tan evidente que el lavado de cara empresarial ya no es rentable para las grandes corporaciones, que se arriesgan a perder grandes oportunidades de negocio si no se la toman en serio
10 de mayo, Actualizado el 11/05/2023 09:26h
Durante muchos años, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de las empresas fue, en el mejor de los casos, el equivalente a una maría para el currículum, a la que nadie se tomaba en serio, cuando no directamente una farsa en manos del departamento de marketing para el lavado de cara.
Eran las reglas del capitalismo neoliberal, que emergió triunfante en la década de 1980 con el sostén académico del premio Nobel Milton Friedman, que moldeó el Chile del dictador Augusto Pinochet como gran expositor internacional de sus recetas, construidas a partir de un dogma nuclear, según el cual el único propósito de una empresa es generar beneficios para el accionista. Y listo.
Es decir: poco importa si se contamina el planeta, si maltrata a los trabajadores, si ahoga a los proveedores o si destruye el tejido social de una comunidad. Lo único que realmente importa es generar beneficios. Y de ellos, una pequeña parte podía destinarse a la RSC, ya sea como inversión de marketing -una mejor reputación puede ayudar a aumentar los beneficios- o como acción caritativa, en coherencia de la tradición de los poderosos a lo largo de toda la historia.
El paradigma neoliberal sigue estando muy presente en nuestras vidas, sobre todo porque aún está instalado en el pensamiento de muchos economistas, directivos y empresarios vinculados al poder. Sin embargo, la sucesión de crisis, la ineficiencia social -y hasta económica- de la enorme desigualdad inherente al modelo y, sobre todo, la evidencia de la emergencia climática, han provocado la reacción incluso en algunas de las elites globales del capitalismo, que en los últimos años han abjurado, al menos formalmente, del dogma de Friedman.
El propósito y los indicadores ESG
El caso más significativo del giro es el de la Business Roundtable, el gran lobby de directivos de EEUU, que en 2019 proclamó públicamente su adhesión a una visión mucho más sofisticada, que gira alrededor del propósito: una empresa no puede medirse solo por sus beneficios, sino que debe tener también un impacto positivo en la sociedad y en el conjunto de actores con quienes interactúa, más allá de los intereses pecuniarios de los accionistas: los trabajadores, los proveedores, la comunidad, el planeta…
En este nuevo esquema, la RSC ya no puede ser como una seta aislada aparte, sino que debe estar integrada en el centro del modelo de negocio de la compañía, con los objetivos perfectamente alineados a este propósito y a los indicadores ESG (Environmental, Social, Governance, por sus siglas en inglés de medioambientales, sociales y de gobernanza), que se han impuesto como estándares de medición.
Obviamente, mucha gente acogió con gran escepticismo el supuesto giro conceptual, y hasta con choteo, teniendo en cuenta que el jefe de la Business Roundtable que abjuró del dogma era nada menos que Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, el banco más señalado en el mundo como gran financiador de las energías sucias, según el informe anual de referencia internacional, Banking on climate chaos: 434.000 millones de dólares desde 2016 invertidos o prestados a proyectos de energías fósiles, como el petróleo o el carbón.
Una vez más, el supuesto giro conceptual de las elites del capitalismo parecía dirigirse sobre todo hacia el lavado de cara en sus múltiples variantes, y muy sustancialmente el medioambiental, y de ahí el éxito popular de términos como greenwashing o socialwashing: puro marketing y lavado de cara.
Nos toman por tontos, vaya.
Y sin embargo, la conciencia social, sobre todo respecto a la situación de emergencia climática, se ha extendido tanto que toda esta estrategia meramente marketiniana empieza ya a no ser rentable para las corporaciones, que se ven forzadas a adentrarse a este nuevo paradigma del propósito aunque sea a regañadientes y para cumplir con sus expectativas de beneficios.
Una gran fusión truncada
No es solo que los grandes inversores institucionales -desde el fondo soberano noruego hasta BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo- van incorporando los criterios ESG en sus decisiones, y que hasta la mayor petrolera del planeta, la estadounidense ExxonMobil, uno de los símbolos de la arrogancia depredadora y negacionista de las grandes corporaciones, empieza a transitar hacia el nuevo marco tras sufrir un auténtico revolcón en la junta de accionistas de 2021, como ha explicado el Financial Times. Va incluso allá: quedarse solo en el lavado de cara ya pone en riesgo hasta la posibilidad misma de rematar operaciones multimillonarias.
Acaba de suceder en EEUU. Lo nunca visto: La compañía canadiense de materias primas Teck Resources rechaza fusionarse con el gigante Glencore, en una operación que iba a movilizar la friolera de 23.000 millones de dólares, alegando divergencias significativas en relación a las políticas ESG. Como ha explicado The Wall Street Journal, los analistas y los directivos coinciden en que se trata de una operación financiera y empresarial muy justificada en los términos tradicionales. Sin embargo, se ha abortado ante las visiones antagónicas con respecto a la ESG, sobre todo con respecto al carbón y a las energías contaminantes: Glencore retrasa la verdadera transición energética hasta 2050, mientras que Teck Resources considera imperativo acelerarla inmediatamente.
¿De verdad puede seguir considerando que las siglas ESG son una maría? No tomárselas en serio ya puede hacer perder mucho dinero.
Todo indica que la presión en favor de los criterios ESG va a aumentar y no porque las élites del capitalismo global hayan tenido una epifanía tras caerse del caballo, sino por la propia necesidad para mantener el negocio ante el empuje de la opinión pública mundial y sobre todo de las las generaciones más jóvenes, que tragan menos con el lavado de cara, tienen muy incorporado el paradigma del propósito y son muy reticentes a incorporarse a corporaciones mal alineadas con su visión del mundo y poco respetuosas con los criterios ESG.
La necesidad de “atracción del talento”, uno de los mantras del management capitalista tradicional, que servía para justificar cualquier cosa, también empieza pues a volverse en contra de la visión neoliberal de Friedman: el lavado de cara empresarial puede ser altamente perjudicial para los intereses de las empresas. Según la macroencuesta anual de Deloitte sobre la generación millennial, con 23.000 encuestados en 46 países, la mitad de entre ellos dice haber rechazado ya algún trabajo o promoción interna porque la empresa no se alinea con sus valores, especialmente en la lucha contra el cambio climático.
También registra cada año el fenómeno el macrosondeo de referencia del capitalismo globalizado, el Edelman Trust Global Report, con 32.000 encuestados de 28 países, entre ellos España: en la edición de este año, una mayoría abrumadora exige que sus empresas se adhieran al paradigma del propósito: el 82% reclama un alineamiento con el combate contra el cambio climático, un 78% reclama que el impacto de la corporación sea positivo para el conjunto de la comunidad, un 77%, que contribuya a poner freno a la brecha salarial y con ello a la desigualdad.
Ojo: y hasta el 52% considera que “el capitalismo tal y como existe hoy hace más daño que bien al mundo”.
Capitalistas de todos los países: ¡uníos al paradigma del propósito! O se acabará el negocio.
4. Elecciones en Turquía
Ya sabréis que este domingo será la primera ronda de las elecciones presidenciales en Turquía. Dejando de lado la práctica prohibición de los partidos de izquierda y nacionalistas kurdos, Bhadrakumar analiza en este artículo las posibilidades de que si Erdogan pierde las elecciones Turquía vuelva a alinearse con Occidente, como nuestros dirigentes parecen estar deseando y maniobrando para conseguirlo. La opinión de Bhadrakumar es que con otro presidente la cosa no sería muy distinta.
mayo 11, 2023 by M. K. BHADRAKUMAR
Kemalismo contra kemalismo en las elecciones turcas
Las elecciones presidenciales turcas del domingo están en el aire
Desde una perspectiva geopolítica, las elecciones presidenciales turcas del domingo pueden parecer uno de los acontecimientos políticos no violentos más cruciales de este año. Pero las apariencias engañan en la política turca.
En la polarización sobrecargada de «Occidente contra el resto» en la política internacional, los medios de comunicación occidentales están alentando la derrota del actual presidente Recep Erdogan para que uno de los principales defensores de la multipolaridad y la autonomía estratégica en el orden mundial emergente, que está dando un ejemplo horrible para el Sur Global, camine hacia su ocaso.
En realidad, la importancia de Erdogan es que, a diferencia de muchos autodenominados defensores del Sur Global, que han proliferado últimamente, él practica lo que predica.
El entusiasmo de los medios de comunicación occidentales se debe a la idea simplista de que Erdogan, un carismático «hombre fuerte» que ha aprovechado su inmensa popularidad y astucia para explotar la fragmentación de la escena electoral turca, se encuentra con su némesis en la candidatura unificada de la oposición de Kemal Kilicdaroglu.
Aunque las elecciones del domingo parezcan demasiado reñidas, es muy posible que se produzca una clara victoria de Erdogan en la primera vuelta (con más del 50% de los votos) que obviaría la necesidad de una segunda vuelta. La incógnita es si la ecléctica política de partido de Kilicdaroglu, que le ayudó a conseguir la nominación presidencial y a superar las divisiones ideológicas tanto históricas como culturales, será suficiente para persuadir a suficientes votantes como para ayudarle a ganar la carrera.
Erdogan es un hombre de historia con un formidable historial en el poder a la hora de consolidar la supremacía civil en una democracia que funciona. Kilicdaroglu, por el contrario, no tiene nada que demostrar y nunca ha ocupado un cargo electo. Sin embargo, si las capitales occidentales sueñan con una victoria de Kilicdaroglu, ello subraya lo mucho que está en juego en las elecciones del domingo.
Sin embargo, lo paradójico es que, aunque Kilicdaroglu resulte vencedor, las potencias occidentales no deberían esperar una alineación total de la política exterior turca con las exigencias occidentales. El propio Kilicdaroglu comentó recientemente que la política exterior y de defensa turca «la gestiona el Estado» y es «independiente de los partidos políticos».
¿Qué quiere decir con ese extraño comentario? No nos equivoquemos, Kilicdaroglu es un «kemalista» del viejo mundo, un socialdemócrata apasionadamente devoto de los fundamentos ideológicos del Estado turco que Ataturk creó, que cree en los principios básicos del nacionalismo, el laicismo y el «estatismo».
La esperanza occidental es que, dada la alquimia de la coalición arco iris que puede impulsar a Kilicdaroglu a la victoria, dirija un gobierno débil, a diferencia del gobierno asertivo y estable de Erdogan.
De hecho, Occidente tiene una inmensa experiencia en la manipulación de aliados y socios débiles en direcciones que se adaptan a los requisitos de la hegemonía occidental. Pero, como atestiguan los acontecimientos actuales en la región de Asia Occidental, especialmente en el Golfo, los antiguos Estados vasallos de Estados Unidos se resisten a ser mangoneados, afirman su autonomía estratégica y planean sistemáticamente el avance de los intereses nacionales desde una perspectiva a largo plazo.
La distensión entre Arabia Saudí e Irán, la reconciliación entre Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos con el presidente Bashar al-Assad, las incipientes conversaciones de paz sobre Yemen y Sudán demuestran que los Estados de la región son perfectamente capaces de navegar por sus intereses nacionales y que la exclusión de la hegemonía occidental puede tener resultados productivos en lugar de conflictos y luchas perpetuas.
En cuanto a Turquía, su política exterior se basa en su historia, su geografía, sus intereses nacionales y la ética de un «Estado civilista» clásico. Ankara ha seguido en gran medida una política exterior independiente y no alineada, con el acento puesto en preservar su autonomía estratégica en el entorno exterior altamente volátil que la rodea.
Hace medio siglo, el Primer Ministro Bulent Ecevit se arriesgó a sanciones estadounidenses y ordenó una intervención militar en el norte de Chipre para salvaguardar la seguridad y el bienestar de la comunidad étnica turca. Ningún gobierno sucesor dio marcha atrás en esa decisión y Turquia aprendió a convivir con Chipre y con el veto de Grecia a su ingreso en la UE.
Kilicdaroglu se adherirá a la política (y estrategia) turca respecto a Chipre. Teniendo en cuenta que el presidente Biden está totalmente en la órbita del influyente lobby griego en la política estadounidense (que ha financiado generosamente su carrera política durante décadas), Kilicdaroglu no se hará ilusiones a la hora de defender las reivindicaciones turcas sobre fronteras marítimas, zonas económicas especiales o exploración de reservas de gas en el Mediterráneo Oriental.
El mayor impedimento en las relaciones turco-estadounidenses es el déficit de confianza y ello es atribuible en gran medida a las intenciones de Washington de que Turquía sea un Estado de seguridad nacional. No se trata sólo del fracaso del intento de golpe de Estado respaldado por la CIA en 2016 para derrocar a Erdogan, sino específicamente, de la alianza de Washington con grupos separatistas kurdos en Siria e Irak (que también tienen vínculos de larga data con la inteligencia israelí) que desestabilizan a Turkiye (e Irán).
Irónicamente, el propio Kilicdaroglu es un ardiente defensor de la normalización de las relaciones con el gobierno de Assad. Estaría a favor de resucitar el Acuerdo de Adana (1998), que preveía la cooperación bilateral entre Ankara y Damasco en actividades antiterroristas, algo que horrorizará a Washington o a París y Berlín.
El fondo de la cuestión es, por supuesto, la relación estrecha, amistosa y mutuamente beneficiosa que Erdogan forjó con Rusia. Ahora bien, esto tiene una vieja historia. Los nuevos chicos en el barrio no saben que el propio Ataturk mantenía relaciones amistosas con los bolcheviques. También en la época de la Guerra Fría, Ankara, a pesar de su pertenencia a la OTAN, mantuvo una cierta no alineación. En pocas palabras, Erdogan sólo ha vuelto a ese pasado, pero abiertamente, y se ha basado en él rápidamente, pues tiene prisa por posicionar a Turquía de forma óptima en el orden mundial multipolar emergente.
La neutralidad turca en el conflicto de Ucrania no puede entenderse como una cuestión «aislada». En realidad, la geoeconomía ha sido una fuerza motriz en la relación turco-rusa. Que a Kilicdaroglu le sirva o no el sistema antimisiles ruso S-400 es una cuestión discutible, pero desde luego no puede prescindir de la central nuclear de Akkuyu, de 20.000 millones de dólares, que la rusa Rosatom no sólo está construyendo, sino que también explotará en el futuro.
La economía turca se basa en parte en el «modelo alemán»: las empresas turcas utilizan la energía barata de Rusia para fabricar productos industriales a precios competitivos para el mercado europeo. ¿Por qué iba Kilicdaroglu a emular la locura de los actuales dirigentes «transatlánticos» de Berlín de poner fin al suministro de energía barata a largo plazo de Rusia a costa de la desindustrialización?
Scholz tiene los bolsillos llenos y probablemente pueda permitirse sustituir el gas ruso por contratos a largo plazo con suministros de GNL de Estados Unidos a precios fenomenalmente elevados, pero Rusia ha demostrado ser una fuente muy fiable de energía abundante a través de los gasoductos que atraviesan el Mar Negro hasta Turquía.
La razón de ser de la doble orientación de Turquía -hacia el este y hacia el oeste- se corresponde con una vieja tradición de la política exterior turca. Turquía tiene su propia concepción de Rusia, fruto de una larga y difícil historia común. Por lo tanto, la gran deliberación y los intereses congruentes implicados en que Erdogan y Vladimir Putin, que son personalidades complejas cada uno a su manera, se esfuercen tanto por entenderse y trabajar juntos, no puede considerarse una aberración.
Las potencias occidentales fantasean con que, manipulando a los partidos de derechas prooccidentales alineados con Kilicdaroglu en el pacto fáustico para mantener a Erdogan fuera del poder, pueden doblegar al adusto kemalista. En realidad, sin embargo, Erdogan también ha seguido en gran medida una política exterior arraigada en la ideología del Estado turco que fundó Ataturk, incluido el fetichismo por el secularismo típico de un kemalista arquetípico como Kilicdaroglu.
5. Fuego amigo en la guerra de los chips
Yo no sé si los taiwaneses han aprendido en cabeza ajena -teutona-, pero ante el sorprendente anuncio de EEUU de que en caso de guerra con China por Taiwán, no dejarían que China se apropiase de la gran empresa fabricante de semiconductores TSMC, y la destruirían -Nord Stream vibes-, los taiwaneses han respondido que en ese caso se defenderían de los EEUU, sus presuntos aliados. Y luego decimos que el sainete es solo español. https://www.tomshardware.com/
Taiwán defenderá a TSMC de un bombardeo estadounidense en caso de guerra contra China
Por Mark Tyson
El lunes, el ministro de Defensa Nacional de Taiwán, Chiu Kuo-cheng (邱國正), hizo una declaración sobre la integridad territorial de la nación. Según el Taiwan News, el ministro taiwanés afirmó que las fuerzas armadas de la isla no tolerarían ningún intento estadounidense de destruir TSMC en caso de guerra con China. Normalmente, la guerra de palabras es acalorada cuando se trata de Taiwán y China, pero Taiwán y Estados Unidos son los mejores amigos, así que ¿qué está pasando?
Las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos, Taiwán y China son fundamentalmente confusas, con diversos principios, entendimientos, ambigüedades y políticas que significan cosas diferentes para las distintas partes. Estamos acostumbrados a ver a Estados Unidos y Taiwán como aliados, pero tal vez una reciente afirmación del congresista estadounidense Seth Moulton se haya pasado de la raya.
Sobre el tema de la política estadounidense en materia de chips y China, Moulton dijo recientemente a los asistentes a una conferencia política que «Estados Unidos debería dejar muy claro a los chinos que si invaden Taiwán, vamos a volar TSMC». Hablar abiertamente de estas políticas parece estar mal visto en Taiwán, como dejaron claro las declaraciones del ministro de Defensa Chiu en respuesta a las preguntas de los medios taiwaneses el lunes.
El ministro taiwanés dejó claro a los periodistas que las fuerzas armadas son responsables de defender a Taiwán (y a su población, materiales y recursos estratégicos) de cualquier agresión, independientemente de su origen. «Si quieren bombardear esto o aquello», las fuerzas armadas no lo tolerarán, afirmó Chiu.
El congresista estadounidense Seth Moulton es un antiguo oficial del Cuerpo de Marines y miembro del Partido Demócrata, y es importante recordar que sus comentarios sobre la destrucción de las fábricas de chips de TSMC en Taiwán no carecen de precedentes.
El año pasado informamos sobre el presidente de TSMC, Mark Liu, quien dijo a los entrevistadores que «nadie puede controlar TSMC por la fuerza». Razonó que, «Si se recurre a una fuerza militar o a una invasión, las fábricas de TSMC quedarán inoperativas». Pero, según Liu, no harían falta explosivos, ya que las afinadas operaciones de TSMC simplemente se desmoronarían al evaporarse sus conexiones en tiempo real con el mundo exterior. Sin embargo, debemos recordar que los motivos de China no deben medirse en función de la racionalidad empresarial. Por el contrario, sus políticas pueden estar teñidas por un líder que busca la gloria, el destino, un legado, etcétera.
Del mismo modo, en octubre del año pasado, informamos sobre una declaración del director general de la Oficina de Seguridad Nacional de Taiwán, Chen Ming-Tong. Según los informes, Chen dijo a los legisladores taiwaneses que TSMC tendría que cerrar esencialmente sin las aportaciones de empresas como ASML y otros proveedores extranjeros. «Aunque China se hiciera con la gallina de los huevos de oro, no podrá poner huevos de oro», resumi el jefe de Seguridad Nacional.
Esperemos que las situaciones anteriores nunca lleguen a producirse y que, por tanto, nunca se promulguen las políticas reales relativas a la destrucción (o defensa) de instalaciones de importancia estratégica como TSMC.
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Paralelamente, se están viendo los primeros resultados de la orden de EEUU de dejar de comerciar con China en el campo de los semiconductores.
Corea del Sur tiene ahora un déficit comercial con China debido al descenso de las exportaciones, siendo «el mayor desplome el de los envíos de semiconductores -el principal producto de exportación de Corea del Sur-, que cayeron un 44,7% en los primeros 20 días de marzo».
South Korea’s US$60 billion China trade swing due to ‘shrinking tech advantage’
Para las empresas tecnológicas estadounidenses, también, un pan como unas hostias:
Siete meses después de las duras restricciones impuestas por Washington, las empresas chinas redoblan su apuesta por las cadenas de suministro nacionales y obtienen miles de millones en efectivo de Pekín y los inversores.
‘De-Americanize’: How China Is Remaking Its Chip Business
6.China le recuerda a Japón la Conferencia de Potsdam
El ministro chino de asuntos exteriores en un viaje por Europa se ha detenido en Potsdam. ¿Por qué? Porque los chinos no paran de insistir en la necesidad de mantener el orden geopolítico internacional surgido al final de la IIª Guerra Mundial. Les interesa especialmente que en la declaración allí firmada se obligaba a Japón a devolver Taiwán a China, pero también se decía, por cierto, que las islas Ryuku (Okinawa) no formaban parte de su territorio. Un recadito a los occidentales, y sobre todo a los japoneses por su alineamiento con EEUU. https://12ft.io/proxy?&q=
¿Por qué se detuvo en Potsdam el Ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang? ¿Y qué relación tiene con Taiwán?
La ciudad alemana fue escenario de un momento decisivo en el orden de posguerra y tiene un significado especial para Pekín.
El movimiento de Qin pretende enviar un mensaje a Occidente, pero podría no llegar muy lejos, según un analista
Shi Jiangtao
Publicado: 8:00pm, 11 May, 2023
Con las tensiones entre Estados Unidos y China aumentando de nuevo a través del estrecho de Taiwán, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, hizo un hueco en su gira por tres países europeos el miércoles para hacer una parada en la pequeña ciudad alemana de Potsdam.
Justo al suroeste de Berlín, la ciudad fue el escenario de la Conferencia de Potsdam en 1945, cuando los líderes de Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y el Kuomintang chino se reunieron en un momento decisivo para el equilibrio de poder de la posguerra.
La reunión también tiene un significado especial para China y las relaciones a través del estrecho.
Pekín lleva mucho tiempo citando la Proclamación de Potsdam de julio de 1945 como uno de los tratados formales que respaldan su reivindicación sobre la isla autogobernada.
Junto con la Declaración de El Cairo de noviembre de 1943, el documento esbozaba los términos de la «rendición incondicional» de Japón dos meses antes del final de la guerra, términos que incluían la restitución de Taiwán y otros territorios chinos tomados por Japón.
Tras una breve visita al lugar de la reunión de 1945, Qin declaró que la Conferencia de Potsdam «tiene una especial importancia histórica para el pueblo chino».
«La Proclamación de Potsdam emitida tras la conferencia reafirmó la Declaración de El Cairo de que el territorio de China, incluido Taiwán, robado por Japón, debía ser devuelto a China», dijo Qin en declaraciones recogidas por la agencia estatal de noticias Xinhua.
«‘La independencia de Taiwán’ es un desafío a la justicia y el orden internacionales, y va en contra de la corriente de la historia, que está condenada al fracaso».
No es la primera vez que el nuevo ministro de Asuntos Exteriores chino intenta invocar los tratados de guerra para defender la reivindicación de Pekín sobre Taiwán.
«La devolución de Taiwán a China es un componente del orden internacional de posguerra, escrito en blanco y negro en la Declaración de El Cairo y la Proclamación de Potsdam», dijo Qin en un discurso pronunciado en Shanghai el mes pasado.
«China no perderá ninguna parte de su territorio que haya sido restaurado. Y no se trastocará el orden internacional establecido tras la guerra».
Pekín considera Taiwán una provincia separatista y se ha negado a renunciar al uso de la fuerza para «reunificar» la isla.
La mayoría de los países, incluido Estados Unidos, no reconocen a la isla autogobernada como Estado independiente. Sin embargo, muchos países se oponen a cualquier intento de recuperar la isla por la fuerza.
En las últimas dos décadas, líderes chinos y altos diplomáticos han frecuentado la ciudad alemana para insistir en el mensaje de Pekín sobre la reunificación con Taiwán, incluido el viaje del expresidente Jiang Zemin en 2003 y el del exprimer ministro Li Keqiang en 2013. El presidente Xi Jinping también visitó Potsdam en 2009, cuando era vicepresidente.
Pero Qin parecía tener otro mensaje para Washington con su visita a Potsdam esta semana.
Hoy, Estados Unidos afirma defender el orden internacional basado en normas, pero ha dejado atrás la Proclamación de Potsdam redactada por él mismo para apoyar y conspirar contra las actividades secesionistas que buscan la «independencia de Taiwán», perturbar el orden internacional de posguerra y socavar la soberanía y la seguridad de China», afirmó.
«Esto es inaceptable para el pueblo chino.
«Debemos recordar la advertencia que nos ha hecho la historia: el orden internacional de posguerra debe salvaguardarse. Hay que servir a la equidad y la justicia internacionales».
Según los analistas, las declaraciones de Qin responden a los esfuerzos de Estados Unidos y sus aliados por presentar a China como una potencia revisionista que intenta alterar unilateralmente el statu quo de Taiwán y desafiar el orden existente basado en normas y liderado por Washington.
Pang Zhongying, profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Sichuan, dijo que el viaje de Qin a Potsdam era una maniobra cuidadosamente escenificada por Pekín en medio de la escalada de tensiones sobre Taiwán.
«Pekín esperaba claramente buscar la empatía y la comprensión de su anfitrión alemán, que ha pasado por el camino de la búsqueda de la unificación tras quedar dividido después de la Segunda Guerra Mundial», afirmó.
Pero, según Pang, a pesar de las diferencias en Occidente sobre cómo lidiar con una China en ascenso, Alemania y otros países europeos compartían en gran medida las preocupaciones de Estados Unidos sobre la intención de China de poner patas arriba el orden de posguerra, especialmente tras la invasión rusa de Ucrania.
«[La visita a Potsdam es] un movimiento bienintencionado, pero puede que no llegue a ninguna parte porque no es un buen momento para que los alemanes y otros europeos acepten los mensajes de Pekín sobre quién debe ser culpado por la ruptura del orden internacional de posguerra», dijo.
«No obstante, las interpretaciones de Qin de los tratados internacionales relevantes son una oportunidad para que Pekín mantenga conversaciones significativas con otros países y un diálogo real sería útil para hacer avanzar la postura y los intereses de China».
Los críticos de China, sobre todo en EE.UU. y Taiwán, han insistido en que ambos documentos emitidos en El Cairo y Potsdam no deben considerarse compromisos de tratados para resolver la disputa sobre la isla, porque no aclaran el estatus de Taiwán.
Suelen argumentar que la Declaración de El Cairo devolvió Taiwán al gobierno de la República de China -que se trasladó a Taiwán después de 1949- en lugar de a la República Popular China, que no se había establecido cuando se publicó el documento.
También critican la supuesta aceptación selectiva por parte de China de algunos tratados internacionales, mientras rechaza otros, como el tratado de San Francisco de 1951, que restableció los lazos entre Japón y las fuerzas aliadas lideradas por Estados Unidos. Ni China continental ni Taipei firmaron el tratado.
7. Bombardeo de Gaza.
Estos son los niños que ha asesinado de momento en su última campaña de bombardeos «Israel». El de la esquina inferior izquierda, literalmente se murió de miedo. https://twitter.com/QudsNen/
8. La imagen del día: Siempre con Marx
Fuente: https://twitter.com/Marx_
Bonus track! El despilfarro en cachivaches de Batman cuando ese dinero se podría estar gastando en el bienestar de la población de Gotham:
9. La primavera asesinada
Parafraseando el título de Rachel Carson La primavera silenciada, Juan Bordera y Fernando Valladares publican en CTXT este artículo sobre la situación climática
La primavera silenciosamente asesinada
Nos quedamos sin estaciones por ignorancia, por prepotencia, por exceso de optimismo, por falta de cooperación y de valentía
Juan Bordera / Fernando Valladares 11/05/2023
La primavera está desapareciendo gradualmente ante nuestros ojos. Pero no se trata de un fenómeno natural. La primavera está siendo silenciosamente asesinada.
Abril con temperaturas de julio, embalses con niveles de verano, suelos y vegetación reseca que arde sin control en marzo, en uno de los grandes incendios más tempranos de nuestra historia. Regadíos que exprimen el agua subterránea comprometiendo la biodiversidad de parques nacionales, y mientras tanto, el agua de boca faltando en Córdoba o en Cataluña. Cereales que no se podrán cosechar. Cabezas de ganado que no tendrán qué comer, sacrificadas, porque su alimento se producía en primavera. El mayor regulador térmico del planeta, los océanos, ha absorbido hasta un 90% del exceso de calor y ya ha dado señales inequívocas de desestabilización, marcando récord tras récord de temperatura. Valiosísimas poblaciones de abejas, escarabajos y saltamontes muriendo. En algunos lugares hasta se tiene que polinizar a mano, añadiendo otro riesgo más a la ya comprometida seguridad alimentaria. Y pese a todas las evidencias incontestables, el negacionismo campando a sus anchas en programas de televisión en prime time.
Una primavera de elecciones, donde algunos observamos, incrédulos, el negocio innegociable: la promesa irresponsable y envenenada de incrementar el riego de la fresa con agua protegida. La locura colectiva de aceptar que alguien prometa a los agricultores agua milagrosa en Doñana.
Neruda fue demasiado optimista cuando dijo aquello de “podrán cortar las flores, pero no detendrán la primavera”. Salta a la vista que podrán. ¡Y tanto que podrán! Pero, ¿quiénes son los responsables? ¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Grandes empresarios e inversores, junto a la mayor parte de los responsables políticos (que también son, indefectiblemente, responsables de la crisis ecosocial), tienen la mayor cuota de responsabilidad, sin duda. Pero casi todos aceptamos las reglas del juego y permitimos que cosas como el caos climático o el agotamiento de los recursos hídricos se agraven sin apenas respuesta. Esto no se arregla con acciones individuales, sino con una contundente acción colectiva que imponga cordura y frene unas inercias que no se van a detener por sí solas. Las 100.000 personas que colapsaron el centro de Londres durante cuatro días para exigir acciones contundentes comprenden bien esta obviedad. Los medios de comunicación que silenciaron esa convocatoria pacífica y masiva, mientras amplifican acciones más discutibles y minoritarias, también lo están comprendiendo a la perfección.
La primera de las dificultades para salir del embrollo radica en que no admitimos que se hable claro. Mentimos y aceptamos mentiras. Por nuestro interés cortoplacista, por ignorancia o por dejarnos llevar. Y, al no hablar claro, nos ponemos a nosotros mismos ocho grandes zancadillas que nos impiden avanzar en la resolución de la grave crisis ambiental y social; de la que se derivan pandemias, tensiones geopolíticas, desastres financieros y el calentamiento de la atmósfera y de los océanos. Zancadillas que van desde el negacionismo a la presión del egoísmo, desde la hipocresía organizada al tecnoptimismo, desde la huida hacia adelante hasta la tendencia a la autodestrucción, desde la creencia en milagros a los paripés ambientales, también conocidos como greenwashing, ecoblanqueo o postureo ambiental. Unas zancadillas que hablan de una sociedad enferma (la codicia mata más gente que la contaminación atmosférica) y, sobre todo, de una sociedad bloqueada, incapaz de madurar y aceptar que, especialmente ahora, menos es más, y parar puede ser la única manera de avanzar. Si te encuentras cercano al borde de un precipicio ¿es acaso progresar una buena opción?
La primavera está siendo silenciosamente asesinada por la ignorancia, por la prepotencia, por el exceso de optimismo, por la falta de cooperación y de valentía. En el exceso de optimismo, por ejemplo, tenemos varios casos evidentes: la captura y secuestro de carbono, que no funciona, el hidrógeno verde, un concepto que a día de hoy es un oxímoron más–y que en nuestro territorio sin lluvia es claramente una apuesta muy peligrosa–, o la fusión nuclear, a la que le faltan 50 años desde hace 50 años. Casi cualquier cosa vale. Todo con tal de no afrontar que, más que falsas esperanzas que nos hacen esperar milagros más de la cuenta, lo que necesitamos es activación y altas dosis de realismo.
Esperanza, sí, siempre, pero en su justa medida. Y entremezclada con rabia, el ingrediente indispensable de cualquier avance en cuestión de derechos a lo largo de la historia. El voto de la mujer, la jornada de ocho horas o los avances en la descolonización han provenido siempre de las luchas, de la desobediencia civil, del conflicto. Y ahora nos estamos jugando algo, si cabe, más importante, porque sin ecosistemas sanos y climas estables no habrá mucho más que salvar o conservar. Sin embargo, parece que seguimos sin comprender que sólo con diálogo, informes y artículos en prensa, no llegamos. El conflicto en una situación de injusticia que se pretende silenciar es nuestro aliado.
Por muchas renovables que se instalen –de maneras muy cuestionables, además, con poca participación de la gente del territorio y con una mentalidad cortoplacista en busca del beneficio económico–, si el consumo energético sigue aumentando tenemos el resultado esperable: 2022, récord de instalación de renovables y, a la vez, récord de emisiones.
La transición ecológica imprescindible es un problema más cultural que técnico, es más de reducir –consumo superfluo, desperdicio, desigualdad de la riqueza– que de añadir placas y molinos sin apenas planificar. Las alternativas realistas que se quieran presentar a la sociedad tienen que incorporar esta dimensión o se quedarán cojas.
Estamos subidos en la trepidante locomotora de la historia, que cada vez acelera más y más, hasta el punto de haber vuelto a aumentar el uso de carbón. Y esa locomotora va tan rápido que cada vez tiene menos estaciones donde parar. ¿Y qué le ocurrirá a una locomotora que apenas tiene donde parar y que cada vez tiene menos combustible? Nada bueno. Tendríamos que estar reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero a toda velocidad, pero parece que lo único que coge impulso es la inercia, una inercia que nos lleva inexorablemente hacia el final del trayecto.
Cuando, en 1962, la bióloga marina Rachel Carson escribió Primavera silenciosa, alertando sobre los peligros del DDT, los grupos industriales que iban a verse afectados por su investigación fueron eficaces ridiculizándola. Desprestigiar a una mujer investigadora en aquellos tiempos era, además, sumamente sencillo. Rachel Carson falleció joven, dos años después de publicar su obra más importante, y no pudo llegar a ver cómo logró cambiar el mundo, pero vaya si lo logró. El DDT se prohibió en la década de los setenta, y gracias a su trabajo incansable se salvaron incontables especies y vidas humanas. Gracias a ella nuestro mundo es mejor.
Pero volviendo al presente, el silencio reina de nuevo en otra primavera. Las aves siguen declinando globalmente. Tampoco se dejan ver casi los insectos que antes llenaban los parabrisas de los coches en cualquier viaje. Y el colapso de las poblaciones de insectos es la antesala de otro tipo de colapsos aún más peligrosos.
Actualmente, esa misma oposición interesada se está dando ante los que no tenemos problema en asumir algo que un niño pequeño entiende sin problema: no se puede crecer eternamente en un planeta finito. De la misma manera que un edificio no puede crecer hasta el infinito porque, cuanto más crece, más pone en cuestión su propio equilibrio. De la misma manera que una persona cuando llega a la madurez, deja de crecer, y se estabiliza porque de lo contrario la gravedad le acabaría haciendo besar igualmente el suelo. De la misma manera que nada crece eternamente en el universo –que sepamos– salvo la estupidez humana.
Pues bien, aunque cada vez hay más literatura científica al respecto de la necesidad de abandonar el crecimiento como meta, aunque los organismos internacionales, numerosos expertos y cada vez más políticos –incluso presidentes de gobierno– están perdiendo el miedo a hablar de ello, es curioso ver que la respuesta –muy especialmente del sector económico– es negar la mayor y seguir emperrados en una idea suicida, hasta para el propio desarrollo económico. El capitalismo sin control es su peor enemigo; alimentado por una codicia infinita, compromete el futuro de la humanidad, incluyendo su propia existencia como modelo socioeconómico.
La primavera está siendo asesinada. Luego caerá el otoño. Hasta que nos quedemos sin estaciones estables, sin combustible y sin frenos, y la locomotora en la que vamos subidos se estrelle irremediablemente. Y el que calla, otorga. El silencio nos hace cómplices. Cómplices de un asesinato al que aún podemos hacer frente organizándonos para detener a los que no se detendrán jamás. El pueblo es quien más ordena.