Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. El primer día del juicio en la CIJ.
2. Poch sobre el CIJ.
3. Las perspectivas de la revolución china
4. Transición energética y colonialismo verde
5. El pico del diésel
6. La digitalización agraria no es sostenibilidad
7. Recursos y fin de la civilización
8. Escobar sobre la demanda sudafricana ante la CIJ
9. Resumen de la guerra en Palestina, 11 de enero
1. El primer día del juicio en la CIJ
Mañana empezarán sobre el ataque a Yemen, pero hoy se están ya publicando numerosos artículos sobre el inicio del juicio en la CIJ. Para no aburrir, os paso solo dos. El de Rafael Poch sobre su viabilidad, y este de Peoples Dispatch en el que se resume la primera jornada.
Genocidio como patrón y como política: La CIJ juzga el caso de Sudáfrica contra Israel
La Corte Internacional de Justicia inició las vistas del caso de Sudáfrica que acusa a Israel de genocidio en Gaza. Sudáfrica solicita medidas urgentes para poner fin a la agresión militar de Israel, que ha causado la muerte de más de 23.000 palestinos.
11 de enero de 2024 por Tanupriya Singh
El 11 de enero, Sudáfrica presentó sus argumentos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en su histórico caso en el que acusa a Israel de cometer genocidio en la Franja de Gaza. El jueves por la mañana, al comenzar el proceso, cientos de personas se congregaron ante el tribunal de La Haya, coreando «Stop, stop genocidio» y «todos somos palestinos».
Los argumentos a favor de Sudáfrica fueron presentados por un equipo de seis abogados: Adila Hassim, Tembeka Ngcukaitobi, Max Du Pleiss, Vaughan Lowe, Blinne Ní Ghrálaigh y John Dugard.
La CIJ está compuesta por un panel de 15 jueces, cada uno de los cuales procede de un país distinto y es elegido por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU para un mandato de nueve años. A efectos de este caso, Israel y Sudáfrica han designado cada uno a un juez ad hoc para formar parte del panel.
Sudáfrica ha alegado que «en un contexto de apartheid, expulsión, limpieza étnica, anexión, ocupación, discriminación y negación continua del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, Israel, desde el 7 de octubre de 2023 en particular, no ha impedido el genocidio y no ha perseguido la incitación directa y pública al genocidio».
Esto, según la demanda, es una violación de las obligaciones de Israel en virtud de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948.
Al dirigirse a la CIJ el jueves, el embajador de Sudáfrica en los Países Bajos, Vusimuzi Madonsela, declaró que Pretoria «había reconocido la Nakba en curso del pueblo palestino a través de la colonización de Israel desde 1948», y que los «actos y permisos genocidas del Estado de Israel inevitablemente forman parte de un continuo de actos ilegales» perpetrados contra los palestinos desde entonces.
Se hizo eco de ello el ministro de Justicia, Ronald Lamola, quien afirmó que el pueblo palestino había «experimentado una opresión y una violencia sistemáticas durante los últimos 76 años, el 6 de octubre de 2023, y todos los días desde el 7 de octubre de 2023».
Con el fin de proteger al pueblo palestino de «nuevos, graves e irreparables daños», y dado que Israel «ha continuado, intensificado y amenazado con intensificar aún más su campaña militar», Sudáfrica ha pedido a la CIJ que indique medidas provisionales urgentes, entre ellas ordenar a Israel que cese inmediatamente su campaña militar en Gaza y desista de cometer todos y cada uno de los actos definidos como genocidio en virtud de la Convención sobre el Genocidio, y que garantice la conservación de las pruebas relacionadas con las acusaciones planteadas en el caso.
La vista sobre estas medidas provisionales se está celebrando actualmente en La Haya y concluirá el 12 de enero.
Esto es genocidio
Sudáfrica, en su solicitud, ha argumentado que los actos cometidos por Israel son de carácter genocida «porque están destinados a provocar la destrucción de una parte sustancial del grupo nacional, racial y étnico palestino».
Estos actos, según se explica en la demanda y se presentó ante el tribunal el jueves, incluyen «matar a palestinos en Gaza, causarles graves daños físicos y mentales e infligirles condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física».
En su intervención ante el tribunal, Adila Hassim, abogada principal de Sudáfrica, declaró que las acciones de Israel muestran «un patrón sistemático de conducta del que puede inferirse Genocidio».
Hassim reiteró el estatus de Gaza como territorio constituyente de los Territorios Palestinos Ocupados, destacando que Israel seguía ejerciendo el control sobre las aguas territoriales de Gaza, los pasos fronterizos terrestres, la electricidad e incluso ciertas funciones gubernamentales clave.
Los palestinos han sido objeto de «una de las campañas de bombardeos convencionales más intensas de la historia de la guerra moderna», señaló Hassim. Hasta el 11 de enero, más de 23.400 personas habían muerto en Gaza.
«Esta matanza no es otra cosa que la destrucción de la vida palestina. Se inflige deliberadamente, nadie se salva, ni siquiera los recién nacidos».
También señaló en su discurso que los palestinos de Gaza corren también «riesgo inmediato de muerte por inanición, deshidratación y enfermedad como consecuencia del asedio continuado de Israel, la destrucción de ciudades palestinas, la insuficiente ayuda que se deja pasar a la población palestina y la imposibilidad de distribuir esta limitada ayuda mientras caen las bombas.»
«Esta conducta hace que lo esencial para la vida sea inalcanzable», afirmó Hassim. «Israel ha impuesto deliberadamente a Gaza condiciones que no pueden sostener la vida y están calculadas para provocar su destrucción física», añadió después.
Hassim afirmó que Israel lo había hecho de cuatro maneras, entre ellas mediante el desplazamiento forzoso de palestinos, destacando que la primera orden de evacuación emitida por Israel para que los civiles se trasladaran del norte al sur de Gaza era en sí misma genocida, dado que para muchos palestinos este desplazamiento sería inevitablemente permanente, dada la magnitud de la destrucción.
«Los genocidios nunca se declaran de antemano, pero este tribunal tiene el beneficio de las pruebas de las últimas 13 semanas que muestran de manera incontrovertible una pauta de conducta y una intención relacionada que justifica una alegación plausible de actos genocidas», afirmó Hassim.
Intención genocida declarada en cargos oficiales
Para Sudáfrica es fundamental la «intención específica requerida» que diferencia las acciones de Israel en Gaza desde el 7 de octubre de los demás crímenes que ha cometido contra el pueblo palestino: en concreto, la intención de destruir a los palestinos de Gaza como parte del grupo nacional, racial y étnico palestino más amplio.
Esta intención genocida «es evidente por la forma en que se está llevando a cabo el ataque militar de Israel», afirmó Tembeka Ngcukaitobi, también abogado principal de Sudáfrica. «Es sistemático en su carácter y forma»… El uno por ciento de la población palestina de Gaza ha sido sistemáticamente diezmada, y una de cada cuatro personas ha resultado herida desde el 7 de octubre».
«Los dirigentes políticos, mandos militares y personas con cargos oficiales de Israel han declarado sistemáticamente y en términos explícitos su intención genocida. Estas declaraciones las repiten después los soldados sobre el terreno en Gaza mientras se dedican a destruir a los palestinos y la infraestructura física de Gaza.»
Ngcukaitobi se refirió después a los vídeos de soldados israelíes el 7 de diciembre de 2023, bailando y coreando «conocemos nuestro lema: no hay quien no se implique» y «que obedezcan un mandamiento, borrar la semilla de Amalec», en referencia a una declaración del primer ministro Benjamin Netanyahu de «recordar lo que Amalec os ha hecho». Ngcukaitobi añadió que soldados israelíes se habían filmado a sí mismos cometiendo atrocidades contra palestinos en forma de «vídeos snuff».
«La especial intención genocida de Israel se basa en la creencia de que, de hecho, el enemigo no es sólo el ala militar de Hamás o, de hecho, Hamás en general, sino que está incrustado en el tejido de la vida palestina en Gaza».
La solicitud de Sudáfrica ha aportado siete páginas de documentación de esta intención genocida en forma de declaraciones y discursos pronunciados por los dirigentes políticos y militares de Israel, miembros de la Knesset que han pedido repetidamente que Gaza sea «aniquilada, aplastada, borrada y aplastada», e incluso periodistas y comentaristas que han pedido que Gaza se convierta en un «matadero». Ngcukaitobi se refirió a varias de estas declaraciones, destacando el «lenguaje de deshumanización sistemática».
«Estas declaraciones no se prestan a neutralizaciones ni a racionalizaciones y reinterpretaciones a posteriori por parte de Israel. Las declaraciones fueron hechas por personas al mando del Estado, comunicaban la política del Estado. Es simple: si las declaraciones no fueran intencionadas no se habrían hecho».
«La omisión intencionada de Israel de condenar, impedir y castigar esa incitación genocida constituye en sí misma una grave violación de la Convención sobre el Genocidio.»
Proteger a los gazatíes, ya
Tras exponer claramente los actos genocidas cometidos en Gaza y la intención que informa su comisión, Sudáfrica hizo hincapié en los derechos y obligaciones «erga omnes» de la Convención sobre el Genocidio. «Los Estados Partes en esta Convención están obligados no sólo a desistir de los actos de genocidio, sino también a impedirlos», dijo el profesor John Dugard ante la CIJ, en su discurso, en el que expuso la jurisdicción prima facie de la Corte.
Añadió que antes de presentar el caso, Sudáfrica había enviado a la embajada israelí una nota diplomática en la que expresaba su opinión de que las acciones de Israel equivalían a genocidio. Sin embargo, la respuesta de Israel «no abordó las cuestiones planteadas» y «ni confirmó ni negó la existencia de un litigio».
«Lo que está ocurriendo ahora en Gaza no se enmarca correctamente en un simple conflicto entre dos partes. Implica más bien actos destructivos perpetrados por una potencia ocupante, Israel, que ha sometido al pueblo palestino a una opresiva y prolongada violación de su derecho a la autodeterminación durante más de medio siglo», afirmó en su intervención Max Du Pleiss, abogado del equipo.
«La obligación de Sudáfrica está motivada por la necesidad de proteger a los palestinos de Gaza y su derecho absoluto a no ser objeto de actos genocidas», declaró.
Blinne Ní Ghrálaigh, abogada irlandesa que formó parte del equipo jurídico, describió la grave crisis humanitaria en Gaza y el «riesgo de más actos genocidas y más daños irreparables», incluida una hambruna inminente, un «desastre de salud pública en desarrollo» y el hecho de que «una media de 247 palestinos estaban siendo asesinados o en riesgo de serlo cada día».
«Familias enteras multigeneracionales serán arrasadas y aún más niños palestinos se convertirán en WCNSF: niño herido, sin familia superviviente, el nuevo y terrible acrónimo nacido del asalto genocida de Israel».
«A pesar del horror del genocidio del pueblo palestino que se retransmite en directo desde Gaza a nuestros teléfonos móviles, ordenadores y pantallas de televisión, el primer genocidio de la historia en el que sus víctimas retransmiten la destrucción en tiempo real con la desesperada y hasta ahora vana esperanza de que el mundo pueda hacer algo… Gaza es poco menos que un fracaso moral».
Al esbozar las medidas provisionales solicitadas por Sudáfrica en nombre del pueblo palestino, Vaughan Lowe reiteró que, para dictar estas medidas urgentes, la CIJ no necesitaba «determinar si Israel ha actuado o no en contra de sus obligaciones en virtud de la Convención sobre el Genocidio».
Por el contrario, «ahora sólo se ocupa de la cuestión de qué medidas provisionales son necesarias a la espera de la decisión final del tribunal».
Lowe también hizo aclaraciones sobre el derecho de Israel a la legítima defensa -un derecho que la CIJ, en su Opinión Consultiva de 2004, había dictaminado que Israel no podía invocar en un territorio que estaba ocupando- y que Israel y sus aliados han seguido invocando desde el 7 de octubre.
«Lo que Israel está haciendo en Gaza, lo está haciendo en territorio bajo su propio control. Sus acciones están imponiendo su ocupación. La ley de legítima defensa del artículo 51 de la Carta [de la ONU] no tiene aplicación. La cuestión principal es mucho más sencilla. No importa lo escandaloso o atroz que sea un ataque o una provocación, el genocidio nunca es una respuesta permisible».
Lowe dijo además: «La cuestión no es simplemente que Israel esté actuando «desproporcionadamente»: la cuestión es que la prohibición del genocidio es una norma de derecho absoluta y perentoria. Nunca nada puede justificar el genocidio».
«No es el momento de que el Tribunal se siente y guarde silencio. Es necesario que haga valer su autoridad y ordene por sí mismo el cumplimiento de las obligaciones derivadas de la Convención sobre el Genocidio», declaró Lowe.
En sus observaciones finales, el embajador Madonsela imploró que «las consecuencias de no indicar medidas provisionales claras y específicas y de no dar pasos para intervenir mientras Israel hace caso omiso de sus obligaciones internacionales ante nuestros ojos serían, nos tememos, muy graves: para los palestinos de Gaza que siguen corriendo un riesgo real de nuevos actos genocidas, para la integridad de la convención, para los derechos de Sudáfrica y para la reputación de este tribunal que está dotado de poderes y debe ejercerlos para permitir… la realización de los derechos contemplados en la convención».
El mundo reacciona
Mientras tanto, en respuesta a los procedimientos, el portavoz de Hamás, Sami Abu Zuhri, declaró: «El pueblo palestino está siguiendo la sesión del tribunal de La Haya con gran preocupación e interés. Instamos al tribunal a rechazar toda presión y a tomar una decisión que criminalice la ocupación israelí y ponga fin a la agresión contra Gaza.»
Tras la vista del jueves, la Internacional Progresista celebró una sesión informativa pública frente a la CIJ, en la que intervinieron, entre otros, el veterano político socialista británico Jeremy Corbyn y Peter Mertens, dirigente del Partido de los Trabajadores de Bélgica, quien afirmó que el proceso «no trata sólo de los palestinos. Es un asunto de toda la humanidad».
Ada Colau, ex alcaldesa de Barcelona bajo cuyo mandato la ciudad española cortó lazos con Israel, también se dirigió a los congregados: «Hoy estamos aquí para defender los derechos humanos. Agradecemos a Sudáfrica esta iniciativa y exigimos un alto el fuego inmediato y permanente».
Respuesta de Israel
Israel presentará sus alegatos orales ante la CIJ el viernes.
A medida que un número creciente de países han expresado su apoyo al caso de Sudáfrica, el miércoles 10 de enero, el gobierno israelí compartió un vídeo de Netanyahu hablando en inglés, aparentemente abordando algunas de las acusaciones contra ellos en el caso de la CIJ.
Declaró: «Quiero dejar absolutamente claros algunos puntos: Israel no tiene intención de ocupar permanentemente Gaza ni de desplazar a su población civil. Israel lucha contra los terroristas de Hamás, no contra la población palestina, y lo hacemos respetando plenamente el derecho internacional.»
2. No me puedo resistir a incluir este relato de primera mano del antiguo embajador inglés Murray. Resulta que a la sala donde se celebra el juicio solo pueden entrar 15 personas como público, y él fue uno de los que se chupó la cola. Lo explica con mucha gracia, así como la aparición de Melénchon y Corbyn -que cada día me cae mejor-, un análisis de las posibilidades de que el juicio sea imparcial y el desarrollo del primer día. Él tiene bastante fe, porque cree que es muy diferente a la ICC, un títere de occidente. Este es el relato publicado en su blog:
Vuestro hombre en La Haya (en el buen sentido)
enero 11, 2024 Craig Murray
[3.00am ocho en la cola así que tengo que dejar esto y darme prisa. Volver para el artículo terminado. Este artículo aún no está terminado. Está escrito a medias y hay que editarlo, pulirlo y corregirlo. Pero sé que la gente lo está esperando, mientras que yo tengo que seguir yendo al juzgado para ver si tengo que unirme a la cola nocturna para la vista de mañana o arriesgarme a no entrar. Así que voy a publicar regularmente lo escrito hasta ahora para tener algo con lo que seguir, mientras voy comprobando a intervalos. Es muy posible que no termine los procedimientos de hoy antes de tener que ir a hacer cola para mañana. Este mensaje desaparecerá una vez terminado el artículo].
Hoy he asistido a la vista del caso de Sudáfrica contra Israel por genocidio en el Tribunal Internacional de Justicia. He podido sentarme en la tribuna del público y ver todos los procedimientos. Sin embargo, el hecho de que no se nos permitieran bolígrafos ni lápices (aunque sí papel) me impidió informar. Pregunté al Jefe de Seguridad de la CIJ por qué no se permitían bolígrafos en la tribuna pública. Me dijo, con una cara perfectamente seria, que podían utilizarse como arma. Sin mi mortífero bolígrafo, este relato es menos detallado y más impresionista de lo que desearía ofrecerles.
Llegué a La Haya la madrugada del miércoles 10 de enero, procedente de Indonesia. Había tenido que tomar cuatro vuelos: Singapur, Milán, Copenhague y, por último, Schiphol. El miércoles lo pasé frenéticamente buscando ropa de abrigo en las tiendas de caridad de La Haya, ya que sólo llevaba ropa de playa, aparte de una vieja chaqueta de esquí de unos amigos. Primero llamé a la CIJ para informarme sobre cómo asistir a la sesión del jueves por la mañana.
Una joven me informó de que tenía que hacer cola ante la pequeña puerta arqueada de la muralla. Se abriría a las 6 de la mañana y los 15 primeros miembros del público serían admitidos en la tribuna. Le pregunté dónde tenía que hacer cola exactamente. Me dijo que dudaba que fuera necesario, que no había problema en llegar a las 6 de la mañana del jueves.
Me alojo en un hotel a cinco minutos a pie, así que a las 10 de la noche del miércoles, con una temperatura de 4 grados bajo cero, fui a ver si se había formado cola. No había nadie. Volví al hotel, pero cada hora iba a comprobar si había alguna cola a la que pudiera unirme. No había nadie a medianoche ni a la 1 de la madrugada, pero a las 2 ya había 8 personas, sentadas en tres grupitos muy fríos. Todos parecían muertos de frío, pero todos eran simpáticos y habladores.
El primer grupo, justo al lado de la puerta, estaba formado por tres jóvenes holandesas, sentadas sobre una manta y bien provistas de termos de café caliente y cajas de baklava. El segundo grupo estaba formado por tres jóvenes estudiantes de derecho internacional, todas ellas árabes, que habían asistido a otros casos y conocían bien el oficio. El tercer grupo estaba formado por dos jóvenes árabes, una holandesa y otra árabe, sentadas en un banco, con cara de frío y desdichadas.
Pronto empezamos a hablar todos juntos y era evidente que todos estábamos motivados por el apoyo a los palestinos en su lucha contra la implacable ocupación. Poco después llegó otro caballero árabe, mayor y con autoridad, que bastante incongruentemente había estudiado en Escocia, en Gordonstoun. Un tunecino alto que iba de un lado a otro haciendo llamadas telefónicas, parecía preocupado y algo tímido.
Todos habíamos recibido información similar sobre el número de personas que serían admitidas, aunque a algunos les habían dicho 15, a otros 14 y a otros 13. Nuestro número se mantuvo estable en 12 durante varias horas. Entonces, hacia las 4.30 de la mañana, se detuvo un coche y salió Varsha Gandikota-Nellutla, de Progressive International. Había venido como acompañante de Jeremy Corbyn y Jean-Luc Melenchon. Otros miembros de su organización fueron llegando poco a poco. Al acercarse las 6 de la mañana, empezó a llegar una pequeña avalancha de gente, muchos con banderas palestinas y llevando keffiyehs.
Hacía mucho frío. Al cabo de cuatro horas, los dedos de los pies habían pasado de dolerme mucho a no sentir nada, y los de las manos ya no respondían. Como tantas otras veces, a partir de las 5 de la mañana el frío se hizo cada vez más invasivo. Melenchon y Corbyn habían llegado a las 5.30 de la mañana para ocupar sus puestos en la cola, Melenchon tan voluble como siempre, muy despierto, encantado de conocer a todo el mundo, y dando conferencias sobre economía y la organización de la sociedad a cualquiera que quisiera escuchar. Como mi cerebro ya se había congelado, eso no me incluía a mí. Jeremy era el típico Jeremy, preocupado por no ocupar el puesto de nadie en la cola.
Entonces, cuando empezaron los preparativos para abrir la puerta por el otro lado, las cosas tomaron un giro desagradable. Los que habíamos estado allí toda la noche conocíamos nuestro orden de llegada, pero empezamos a vernos desbordados por los rezagados que nos empujaban para llegar a la puerta. Tuve que mostrarme firme e intentar ordenar la cola. Los activistas de la multitud se opusieron y sugirieron que el criterio de entrada no fuera la hora de llegada, sino que los palestinos ocuparan las plazas. Una de las holandesas, la primera en llegar, lo aceptó y cedió su sitio.
Todo se volvió angustioso. Una señora palestina de Suecia, que estaba justo detrás de la 14ª en la cola, se angustió profundamente ante la idea de no ser admitida, y un par de caballeros palestinos que habían llegado después de las 6 de la mañana empezaron a empujar decididamente la cola. Hice un pequeño contra discurso explicando que todos estábamos aquí para ayudar a los palestinos, pero ninguno de nosotros conocía las historias de los demás, y la cuestión de qué utilidad tendría para la causa palestina la asistencia de alguien era tan importante como gratificar los sentimientos individuales de los terribles agraviados.
El tímido tunecino fue sustituido en la cola por el ex presidente tunecino cuyo puesto había estado ocupando -un hombre realmente agradable y tímido, pero el momento no ayudó a la situación. Al final nos admitieron en grupos de cinco y nos tramitaron. Una de las holandesas que había sido la primera en llegar cedió su puesto a un palestino. Salí con mi pase, el número 9, volví al hotel y me metí directamente en un baño caliente. El dolor de los dedos de los pies y de las manos al descongelarse fue realmente desagradable.
Volví rápidamente a las 9 de la mañana para pasar por el control de seguridad, donde me quitaron carteras y bolígrafos mortales. Después nos acompañaron a la tribuna del público.
El Palacio de la Paz fue construido por Andrew Carnegie, el extraordinariamente complejo moralmente Fifer, un vicioso e increíblemente exitoso monopolista capitalista que también deseaba acabar con todas las guerras y mejorar la vida de los pobres en todas partes. Su aspecto de cuento de hadas, con la locura de una torre encaramada a otra torre, desmiente su estructura de acero y su construcción de hormigón, y por dentro podría ser cualquier gran City Chambers de Escocia, con azulejos de mayólica y sólidos vástagos de armitage en los aseos. Extraordinariamente, el edificio sigue siendo propiedad de la Fundación Carnegie, que también lo gestiona.
Para ser un edificio que se construyó como tribunal mundial, curiosamente no parece contener ninguna sala de vistas. La Gran Sala no es más que un gran vestíbulo vacío que ocupa un ala lateral del edificio. A lo largo de la sala se ha colocado un estrado relativamente moderno, sencillo y suavemente curvado, que albergaba una larga mesa y diecisiete sillas para los jueces, pero la estructura parecía provisional, como si se la llevaran y utilizaran el edificio para bodas. Las partes en litigio se sentaron en sillas apilables dispuestas en el cuerpo de la sala bajo el estrado, que también parecía más una boda que un tribunal. Por encima de los jueces se extendía una imponente vidriera de colores chillones y calidad más bien dudosa.
He escrito sobre mi fe en la Corte Internacional de Justicia, en su historia de juicios imparciales y en su sistema de elección por la Asamblea General de la ONU. La CIJ se ha visto injustamente empañada por la reputación de su hermana mucho más joven, la Corte Penal Internacional. La CPI es ridiculizada con razón como una herramienta occidental, pero eso no es cierto en el caso de la CIJ. Sólo en Palestina, ha dictaminado que el «muro» israelí en Cisjordania es ilegal y que Israel no tiene derecho a la autodefensa en el territorio del que es potencia ocupante. También ha dictaminado que el Reino Unido debe descolonizar las islas Chagos, una causa que me toca muy de cerca.
Los que nos oponíamos al genocidio teníamos motivos de sobra para haber viajado esperanzados a La Haya.
Además de los quince jueces habituales del tribunal, cada una de las partes en litigio, Sudáfrica e Israel, había ejercido su derecho a nombrar un juez adicional. Después de que los jueces se presentaran en el tribunal, los procedimientos comenzaron con el juramento de imparcialidad de estos dos jueces, lo que nos dio la primera mentira isralí del caso antes incluso de que comenzara.
El nombramiento de Aharon Barak como juez israelí en la Corte Internacional de Justicia es extraordinario, dado que como presidente del Tribunal Supremo de Israel se negó a aplicar la sentencia de la CIJ sobre la ilegalidad del muro, afirmando que conocía los hechos del asunto mejor que la CIJ.
Barak tiene una larguísima historia de aceptar todas las formas de represión de los palestinos por parte de las Fuerzas de Defensa israelíes como legales por motivos de «seguridad nacional» y, en particular, se ha negado repetidamente a pronunciarse en contra del antiguo programa israelí de demoliciones de viviendas palestinas como castigo colectivo. Esto se aplica directamente a la destrucción de infraestructuras civiles en Gaza.
Barak es considerado un «liberal» en Israel en la lucha constitucional entre el poder judicial y el ejecutivo. Pero eso tiene que ver con la capacidad de la corrupción de Netanyahu para quedar impune, no con los derechos de los palestinos. Al nombrar a su aparente oponente Barak para la CIJ, Netanyahu ha hecho gala de una astucia típica. Si Barak falla en contra de Israel, puede alegar que sus oponentes internos son traidores a la seguridad nacional. Si Barak falla a favor de Israel, Netanyahu puede afirmar que los liberales israelíes apoyan la destrucción de Gaza.
Supongo que veremos esta última afirmación.
Yo estaba sentado en la tribuna del público, y observar a los diecisiete jueces ocupó gran parte de mi tiempo durante la vista. Se han escrito actas sobre qué camino tomarán. Es demasiado fácil suponer que se dejarán influir por sus gobiernos nacionales. Eso varía de un juez a otro.
La presidenta del tribunal, Joan Donoghue, es una chupatintas del Departamento de Estado de EE.UU. y de Clinton que nunca ha tenido una idea original en su vida y me sorprendería que empezara a tenerla ahora. Casi esperaba que sus cuerdas fueran visibles, saliendo de los agujeros del magnífico techo de madera en relieve de la sala. Pero otros son más desconcertantes.
No ha habido élite nacional más rabiosamente antipalestina que la alemana. En lugar de canalizar los sentimientos de culpa heredados hacia la oposición al genocidio en general, parecen haber llegado a la conclusión de que necesitan promover genocidios alternativos para resarcirse. A ello se añade que el juez alemán de la CIJ, Nolte, no viene precedido de una reputación liberal. Pero amigos de Múnich me dicen que Nolte tiene un interés particular en el derecho de los conflictos armados, y que es un riguroso intelectual. Su opinión es que su autoestima profesional y su rigor intelectual serán los factores clave, y eso sólo apunta en una dirección con respecto a lo que las Fuerzas de Defensa israelíes han hecho tan descaradamente a la población civil de Gaza.
Por otro lado, hay un juez ugandés en la CIJ que se podría suponer que se alinearía con Sudáfrica. Pero Uganda, por razones que francamente no entiendo, se unió a Estados Unidos e Israel para oponerse a la adhesión de Palestina a la Corte Penal Internacional, alegando que Palestina no es un Estado real. Del mismo modo, cabría esperar que India apoyara a Sudáfrica como miembro clave del BRICS. Pero India también tiene un gobierno nacionalista hindú propenso a una islamofobia espantosa. No he encontrado ninguna prueba del historial interno del juez Bhandari en cuestiones intercomunitarias.
Pero se me ha sugerido que en este caso que ahora se presenta al mundo, la Asamblea General de la ONU puede haberse disparado en el pie al sustituir a ese juez británico por el indio, considerado en su momento como un triunfo del mundo en desarrollo en la ONU. Lo que quiero decir es que estas cuestiones son muy complicadas y que muchos de los análisis que he visto, incluso de algunos queridos colegas, han sido simplistas.
El Gran Palacio de Justicia no sólo no está habilitado como sala de vistas, sino que, para ser un Tribunal Mundial, la tribuna del público es minúscula. Se extiende a lo largo de un lado de la sala, lo suficientemente alta como para matarte si te caes por el borde del balcón, y sólo tiene dos asientos de profundidad. Además, las butacas de estilo teatral tienen cien años y están a punto de caerse. El trasero está a veinte centímetros del suelo y los asientos se inclinan de modo que los muslos están a diez centímetros del suelo y todo el artilugio te lanza hacia delante y hacia el borde. En lugar de arreglar los asientos, la Fundación Carnegie ha fijado un cable resistente de pared a pared por encima de la barandilla del balcón, que actúa como una segunda barandilla y proporciona 15 centímetros más de protección.
Con un tercio de la tribuna cerrada para albergar la proyección audiovisual y la retransmisión por Internet, sólo había 24 asientos disponibles en la tribuna. Nosotros éramos 14 de la cola y el resto eran para representantes de ONG clave y organizaciones de la ONU, como Human Rights Watch y la Organización Mundial de la Salud. Se les permitió llevar bolígrafos, obviamente por considerárseles lo bastante respetables como para no matar a nadie con ellos. De hecho, puede que en algún momento le comprara un bolígrafo a alguno de ellos, por supuesto sólo para ayudarles. O puede que no; hoy en día es muy difícil saber qué se considera terrorismo.
Sudáfrica comenzó con las declaraciones de su embajador y de su ministro de Justicia, Ronald Lamola. Esperaba que Sudáfrica empezara con un discurso blando sobre lo mucho que había condenado a Hamás y simpatizado con Israel por lo del 7 de octubre, pero no. En los primeros treinta segundos, Sudáfrica había lanzado tanto la palabra «Nakba» como la frase «Estado de apartheid» contra Israel. Tuvimos que agarrarnos a nuestros asientos que se desplomaban. Esto iba a ser grande.
El Ministro de Justicia Lamola pronunció la primera frase memorable del caso. Los palestinos habían sufrido «75 años de apartheid, 56 años de ocupación, 13 años de bloqueo». Estuvo muy bien hecho. Antes de ceder la palabra al equipo jurídico, los «agentes» del Estado sudafricano, en términos del estatuto del Tribunal, enmarcaban el argumento. Esta injusticia, y la propia historia, no empezaron el 7 de octubre.
Hubo un segundo punto importante de encuadre. Sudáfrica subrayó que, para que se concediera la solicitud de «medidas provisionales», no era necesario demostrar en esta fase que Israel estaba cometiendo genocidio. Sólo había que demostrar que las acciones de Israel eran prima facie susceptibles de constituir genocidio en los términos de la Convención sobre el Genocidio.
El equipo jurídico comenzó con la Dra. Adila Hassim. La Dra. Hassim explicó que Israel había infringido los apartados a), b), c) y d) del artículo II de la Convención sobre el Genocidio.
En cuanto a a), la matanza de palestinos, expuso los hechos sin adornos. 23.200 palestinos fueron asesinados, el 70% de ellos mujeres y niños. Más de 7.000 desaparecieron, presuntamente muertos bajo los escombros. En más de 200 ocasiones, Israel lanzó bombas de 2.000 libras en las mismas zonas residenciales del sur de Gaza en las que se había ordenado a los palestinos que evacuaran.
60.000 personas resultaron gravemente heridas. 355.000 viviendas habían resultado dañadas o destruidas. Lo que se podía observar era un patrón de conducta sustancial que indicaba una intención genocida.
La Dra. Hassim se mostró notablemente tranquila y comedida en sus palabras y en su exposición. Pero en ocasiones, al detallar las atrocidades cometidas, especialmente contra los niños, su voz temblaba un poco por la emoción. Los jueces, que en general se mostraban inquietos (sobre lo que hablaremos más adelante), levantaron la vista y prestaron más atención.
El siguiente abogado, Tembeka Ngcukaitobi (hoy sólo intervino Sudáfrica) abordó la cuestión de la intención genocida. Tenía quizás la tarea más fácil, porque podía relatar numerosos casos de altos ministros israelíes, altos funcionarios y oficiales militares que se referían a los palestinos como «animales» y pedían su destrucción total y la destrucción total de Gaza, haciendo hincapié en que no hay civiles palestinos inocentes.
Lo que Ngcukaitobi hizo especialmente bien fue destacar la transmisión efectiva de estas ideas genocidas de los altos cargos del gobierno a las tropas sobre el terreno, que citaban las mismas frases e ideas genocidas para flimarse cometiendo y justificando atrocidades. Subraya que el gobierno israelí ha hecho caso omiso de su obligación de prevenir y actuar contra la incitación al genocidio tanto en la cultura oficial como en la popular.
Se centró especialmente en la invocación de Netanyahu del destino de Amalek y el efecto demostrable de esa medida en las opiniones y acciones de los soldados israelíes. Los ministros israelíes, dijo, no pueden negar ahora la intención genocida de sus palabras llanas. Si no lo decían en serio, no deberían haberlo dicho.
El venerable y eminente profesor John Dugard, una figura llamativa con su brillante toga escarlata, abordó a continuación las cuestiones de la jurisdicción del tribunal y de la condición de Sudáfrica para presentar el caso; es probable que Israel se apoye en gran medida en argumentos técnicos para intentar dar a los jueces una vía de escape. Dugard señaló las obligaciones de todos los estados parte en virtud de la Convención sobre Genocidio de actuar para prevenir el Genocidio, y la sentencia del tribunal.
Dugard citó el artículo VIII de la Convención sobre el Genocidio y leyó íntegramente el párrafo 431 de la sentencia del tribunal en el caso Bosnia contra Serbia,
Evidentemente, esto no significa que la obligación de prevenir el genocidio sólo nazca cuando comienza la perpetración del genocidio; eso sería absurdo, ya que todo el sentido de la obligación es prevenir, o intentar prevenir, la ocurrencia del acto. De hecho, la obligación de prevenir de un Estado, y el correspondiente deber de actuar, nacen en el instante en que el Estado tiene conocimiento, o normalmente debería haber tenido conocimiento, de la existencia de un riesgo grave de que se cometa un genocidio. A partir de ese momento, si el Estado dispone de medios que puedan tener un efecto disuasorio sobre los sospechosos de preparar un genocidio, o de los que se sospeche razonablemente que albergan una intención específica (dolus specialis), tiene el deber de hacer uso de esos medios en la medida en que las circunstancias lo permitan.
Debo confesar que me sentí muy gratificado. El argumento de Dugard era exactamente el mismo, y citaba exactamente los mismos pasajes y párrafos, que mi artículo del 7 de diciembre en el que explicaba por qué debía invocarse la Convención contra el Genocidio.
Los jueces disfrutaron especialmente con los argumentos de Dugard, hojeando con entusiasmo los documentos y subrayando cosas. Hablar de miles de niños muertos les resultó un poco difícil, pero si se les daba un buen argumento jurisdiccional, estaban en su elemento.
A continuación intervino el profesor Max du Plessis, cuya forma de hablar, especialmente directa y sencilla, aportó una nueva energía a los debates. Dijo que los palestinos pedían al Tribunal que protegiera el más básico de sus derechos: el derecho a existir.
Los palestinos han sufrido 50 años de opresión, e Israel se ha considerado durante décadas por encima y más allá del alcance de la ley, ignorando tanto las sentencias de la CIJ como las resoluciones del Consejo de Seguridad. Ese contexto es importante. Los individuos palestinos tienen derecho a existir protegidos como miembros de un grupo en términos de la Convención sobre el Genocidio.
El caso de Sudáfrica se fundamentaba en el respeto del derecho internacional y se basaba en la ley y en los hechos. Tomaron la decisión de no mostrar al tribunal vídeos y fotos de atrocidades, de los que había muchos miles. Su caso se basaba en la ley y en los hechos, no necesitaban introducir el shock y la emoción y convertir el tribunal en un teatro.
Fue un golpe astuto de Du Plessis. Las audiencias estaban programadas inicialmente para dos horas cada parte. A los sudafricanos se les había dicho, muy tarde, que se aumentaba a tres porque los israelíes insistían en mostrar su vídeo de la atrocidad del 7 de octubre, de una hora de duración. Pero, de hecho, las directrices del tribunal reflejan una resistencia de larga data a este tipo de material, que debe utilizarse «escasamente». Si hay 23.000 muertos, no aporta fuerza intelectual mostrar los cadáveres, y lo mismo puede decirse de los 1.000 muertos del 7 de octubre.
Du Plessis concluyó que la destrucción de la infraestructura palestina que sustenta la vida humana, la dispersión del 85% de los residentes en zonas cada vez más pequeñas donde seguían siendo bombardeados, todo ello eran claros ejemplos de intención genocida.
Pero sin duda lo más destacado de toda la mañana fue la asombrosa presentación de la irlandesa KC Blinne Ni Ghràlaigh. Su trabajo consistió en demostrar que si el Tribunal no ordenaba «medidas provisionales», se producirían daños irreparables.
Hay momentos en los que un escritor debe admitir su derrota. No puedo transmitirles adecuadamente la impresión que causó en aquella sala. Al igual que el resto del equipo, evitó la pornografía atroz y expuso los hechos de forma sencilla pero elegante. Adoptó la táctica utilizada por todo el equipo sudafricano de no utilizar ella misma un lenguaje emotivo, sino citar extensamente un lenguaje profundamente emotivo de altos funcionarios de la ONU. Su descripción de las muertes diarias por tipo fue devastadora.
Les insto a que la escuchen. «Cada día se amputan uno o más miembros a más de diez palestinos, muchos de ellos sin anestesia»…
https://www.youtube.com/watch?
Debería escribir más ahora sobre el tribunal. La delegación sudafricana se sentó junto a sus abogados a la derecha del tribunal, la delegación israelí a su izquierda, cada una de unas 40 personas. Los sudafricanos iban muy coloridos, con pañuelos de la bandera sudafricana y keffiyehs sobre los hombros. Había una mezcla de sudafricanos y palestinos, entre los que destacaba el Viceministro de Asuntos Exteriores de la Autoridad Palestina, Amaar Hijazi, cosa que me alegró ver.
La delegación sudafricana estaba animada y se apoyaba mutuamente, con mucho lenguaje corporal inclusivo y animación comparativa. La delegación israelí era todo lo contrario de animada. Parecía severa y desdeñosa, como si todos sus miembros hubieran recibido instrucciones de ponerse a trabajar y no se hubieran dado cuenta en absoluto de lo que estaba ocurriendo. En general eran jóvenes, y creo que «gallitos» sería una descripción justa. Cuando Blinne hablaba, parecían especialmente interesados en que todo el mundo viera que no estaban escuchando.
Por su lenguaje corporal, no se podría pensar que Israel fuera el acusado. De hecho, las únicas personas del tribunal cuyo comportamiento era especialmente dudoso y culpable eran los jueces. Parecía que no querían estar allí. Parecían muy incómodos, se movían mucho y tanteaban los papeles, y rara vez miraban directamente a los abogados que hablaban. Durante la intervención de Blinne, el Presidente del tribunal se interesó de repente por su llamativo iPad rojo, el color de un esmalte de uñas especialmente brillante. Esto se repitió varias veces durante la vista, y nunca pude relacionar estas apariciones del iPad con lo que se acababa de debatir: no es que se acabaran de citar casos para consultar, por ejemplo.
Perdónenme por señalar que mi capacidad para proporcionar esta cobertura depende enteramente de sus amables suscripciones voluntarias que mantienen este blog en marcha. Cualquier persona puede reproducir o volver a publicar este artículo, incluso traducirlo. No obstante, les invito a leerlo sin suscribirse.
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2. Poch sobre el CIJ
Un primer artículo de Rafael Poch de análisis de la demanda sudafricana ante la CIJ. https://rafaelpoch.com/2024/
El desafío de Sudáfrica
Va a ser muy difícil que el tribunal de la ONU no reconozca los hechos y exija a Israel detener la masacre inmediatamente.
“La ley internacional no es ni verdaderamente internacional, ni genuinamente ley”, sino ideología: una fuerza ideológica al servicio del hegemonismo y sus aliados y un formidable instrumento de poder, dice Perry Anderson. Perry Anderson, The Standard of Civilization, NLR 143, September–October 2023 (newleftreview.org) Fundamentalmente la “justicia internacional” es un espectáculo.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ninguna guerra de Estados Unidos ha merecido la atención de la Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial de la ONU. Las invasiones y ocupaciones propias o de los amigos, han sido bendecidas o silenciadas, mientras que las de los adversarios fueron condenadas cuando no objeto de intervención bélica. Todo eso ya lo sabíamos.
También sabemos, desde los romanos, que es mejor un mundo con ciertas reglas, aunque sean fraudulentas o no se cumplan, o solo deban observarlas unos pero no otros, que la completa carencia de ellas. Al fin y al cabo, siendo el derecho el dictado de los poderosos, es mejor que su ausencia. A veces hay resquicios en el muro de los poderosos por donde se cuelan ciertas oportunidades de justicia.
La denuncia de Sudáfrica a Israel por genocidio en Gaza es más que una de esas oportunidades. Formalmente impecable (https://icj-cij.org/sites/ ) , es un desafío abierto a Estados Unidos, la potencia que tutela y bendice la masacre de palestinos desde hace décadas. El equipo sudafricano, dirigido por John Dugard, que fue defensor de Nelson Mandela y de Desmond Tutu y relator de la ONU sobre Derechos Humanos en los territorios palestinos ocupados, pone en evidencia a los regímenes árabes, que han sido incapaces de dar un paso semejante.
Las pruebas de la denuncia sudafricana no son palestinas, sino de fuentes de la propia ONU, la institución para la que trabaja la Corte Internacional de Justicia. Esta masacre no solo ha sido retransmitida en directo a todo el mundo, sino que su intención genocida viene corroborada por multitud de declaraciones de autoridades israelíes.Fighting Amalek in Gaza: What Israelis Say and Western Media Ignore (substack.com)
Va a ser muy difícil que el tribunal no reconozca los hechos y exija ciertas medidas cautelares preliminares de obligado e inmediato cumplimiento.
En tal caso, ¿cómo quedarán todos esos países, entre ellos el nuestro, que suministran armas y apoyo político a Israel? ¿Qué pasará con los perritos falderos europeos cómplices del bloqueo de Gaza, especialmente Alemania, Francia y Holanda, que han glosado el “derecho de Israel a defenderse”? “¿Se colocará Alemania por segunda vez en el lado equivocado de la historia”?, se preguntaba el miércoles la ministra belga de ayuda al desarrollo, Caroline Gennez.
El jueves ni el principal telediario alemán, ni el francés, por no hablar de los americanos, mencionaron la primera sesión de la vista en La Haya. El informativo de France 24 mencionó las “motivaciones de política interna” que explicarían la denuncia sudafricana. ¿Qué dirán los medios de comunicación si la acción del Tribunal de La Haya es medianamente decente, por ejemplo; si acepta la exigencia de que Israel “suspenda inmediatamente sus operaciones militares en y contra Gaza”, que cese y desista de matar y causar graves daños físicos o mentales a los palestinos, de infligirles condiciones de vida destinadas a destruirlos total o parcialmente, y de imponer medidas para impedir los nacimientos palestinos, tal como piden los sudafricanos?
Pero, ¿y si ocurre lo contrario, si el tribunal actúa de acuerdo con la función para la que fue diseñado y se niega a tomar medidas cautelares, lo que equivale a una luz verde al “seguir masacrando”? Lo que presenciaremos en ese caso será un capítulo más del “infame epílogo de Occidente” El infame epílogo de Occidente – globalter , un peldaño más en la debacle del prestigio occidental y sus instituciones en el mundo, cuyos síntomas estamos presenciando en una serie vertiginosa de acontecimientos.
(Publicado en Ctxt)
3. Las perspectivas de la revolución china
En la línea con el «giro a la izquierda» que veíamos por aquí hace un par de días, Vijay Prashad discute en su último boletín con alguien que critica sus recientes artículos sobre China. La respuesta es un excelente repaso a los problemas de la construcción del socialismo en ese país, con una selecta bibliografía y enlaces, aunque no nos da la vida para tanta lectura. Aunque ahora se suele destacar lo deslumbrante de las nuevas ciudades chinas, me interesa especialmente, y tengo esperanzas de que sea cierto, ese «retorno a lo rural» conseguido a base de que la vida en el campo sea tan atractiva como en las ciudades. Ese es nuestro futuro. Creo que sería buena idea publicar el artículo en nuestra página. https://thetricontinental.org/
Por qué creo lo que creo sobre la Revolución china | Boletín 02 (2024)
11 de enero de 2024
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
A finales del año pasado, un colega me envió una carta criticando algunos de mis textos sobre China, en particular el último boletín de 2023. Este boletín es mi respuesta:
La situación en China es causa de gran consternación entre la izquierda. Me alegro de que me haya planteado directamente la cuestión del socialismo chino.
Vivimos tiempos muy peligrosos, como usted sabe. La creciente tensión de Estados Unidos con otras naciones poderosas amenaza al planeta quizás más que en cualquier otro período desde 1991. La guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza son ilustrativos de los peligros que nos acechan. Mientras tanto, me preocupa que EE. UU. intente atraer a Irán al conflicto, con Israel amenazando con intensificar las tensiones con Hezbolá en Líbano y luego provocar a Teherán para que dé un paso que permita a EE. UU. bombardear Irán. La Nueva Guerra Fría contra China llevará estos conflictos a otro nivel. Taiwán ya es la palanca. Espero que prevalezcan las mentes sensatas.
Como usted bien sabe, todos los proyectos socialistas se forman en el proceso de la lucha de clases y mediante el desarrollo de las fuerzas productivas. China no es la excepción. Recordará el libro de Bill Hinton The Great Reversal: The Privatisation of China, 1978-1989, publicado en 1990. Estuve con Bill en Concord, Massachusetts, más o menos un año antes de que muriera en 2004 y conversé varias veces con él sobre China. Nadie en Estados Unidos conocía China tan bien como Bill, toda su familia (incluida su hermana Joan y su marido Sid Engst, que modernizó la ganadería lechera en China) y, por supuesto, sus amigos Isabel Crook, Edgar Snow, Helen Foster Snow y, más tarde, la traductora Joan Pinkham, hija de Harry Dexter White.
En los años 90 y principios de los 2000, había una gran inquietud por China. Cuando visité el país décadas antes, me quedé perplejo ante la pobreza de las zonas rurales. Al mismo tiempo, me cautivó la dignidad de un pueblo que, inspirado en la gran historia de las luchas que dieron lugar a la Revolución china de 1949, sabía que estaba construyendo un proyecto socialista. Bill se aferró al maoísmo, consciente de las contradicciones del proyecto socialista, como escribió en Through a Glass Darkly: U.S. Views of the Chinese Revolution.
La desigualdad había alcanzado niveles elevados durante los años de Jiang Zemin (1993-2003) y Hu Jintao (2003-2013). En Las naciones pobres: una posible historia global del Sur (publicado originalmente en inglés en 2013), escribí sobre la Revolución china con parte de ese pesimismo, pese a comprender las dificultades de construir el socialismo en un país pobre (el único lugar para intentarlo, después de Rusia, desde que fracasaron las revoluciones en Occidente). Unos años después de eso, leí el excelente análisis de Ezra Vogel sobre Deng, Deng Xiaoping and the Transformation of China (2011), que situaba las decisiones del mandatario en 1978 en el contexto de todo el proceso revolucionario. Ese libro me permitió comprender mejor las reformas de Deng. Una de las conclusiones clave que me llevé fue que China tuvo que enfrentarse al estancamiento de la economía, permitiendo que el mercado hiciera avanzar las fuerzas productivas. Sin eso, estaba claro que China —un país pobre y poco desarrollado— caería en un socialismo de la desesperación. Tenía que ser pionera en un nuevo enfoque. Por supuesto, las reformas de Deng dieron un giro hacia las fuerzas del mercado y abrieron la puerta a una situación muy peligrosa. El pesimismo de Bill fue una respuesta a esa realidad.
A finales de la década de 1990, se empezó a debatir —incluso en los diarios del Partido Comunista de China (PCCh)— la posibilidad de hacer frente a los crecientes índices de desigualdad y pobreza mediante acciones de masas. En el quinto pleno del XVI Congreso del PCCh, celebrado en octubre de 2005, el partido anunció una “gran misión histórica” para “construir un nuevo campo socialista”, utilizando la nueva expresión “los tres elementos rurales” para referirse a la agricultura, el campesinado y las zonas rurales. Esta misión pretendía mejorar las infraestructuras rurales mediante la inversión estatal, proporcionar educación gratuita y obligatoria y desarrollar servicios médicos cooperativos, al mismo tiempo que se alejaba de las reformas de mercado en el sector médico, esta última convertida en política nacional en toda China a partir de 2009. Me interesó que la campaña tuviera un carácter de masas y no burocrático, con miles de cuadros del PCCh involucrados en llevar a cabo esta misión. Fue un precursor de la campaña de erradicación de la pobreza extrema que llegaría una década después.
Mientras se desarrollaba esta misión, me interesó mucho el hecho de que se destacaran lugares con “recursos rojos” para la acción (como Hailufeng, en la provincia de Guangdong, que fue el corazón del primer Soviet rural chino). Resulta revelador que las y los académicos occidentales no se centraran en estos nuevos cambios, pues estaban casi obsesionados con la costa pacífica del país, en lugar de estudiar las condiciones del interior rural de China. Entre las pocas excepciones se encuentran personas honestas como la profesora Elizabeth Perry y la profesora Minzi Su (autora de China’s Rural Development Policy: Exploring the ‘New Socialist Countryside’, 2009), ignoradas por la mayoría de las y los especialistas en China.
Este impulso hacia un nuevo campo socialista animó al PCCh y a un movimiento tácito para contrarrestar las fuerzas puras del libre mercado, lo que creó la dinámica que condujo a la elección de Xi Jinping como líder del partido a finales de 2012. La preocupación de Xi por las zonas rurales del país proviene de haber pasado parte de su juventud en el subdesarrollado noroeste de China y de su etapa como secretario del partido de la prefectura de Ningde a finales de los 80, que era entonces una de las regiones más pobres de la provincia de Fujian. Un elemento ampliamente reconocido del liderazgo de Xi durante este periodo es que ayudó a disminuir la pobreza en esa zona y a mejorar los indicadores sociales, haciendo que la juventud fuera menos propensa a emigrar a las ciudades.
¿Era necesario que el crecimiento de China se produjera a expensas de la naturaleza? En 2005, durante su estancia en Huzhou (provincia de Zhejiang), Xi expuso la teoría de las “dos montañas”, que sugería que el desarrollo económico y el ecológico debían ir de la mano. Prueba de ello es que, de 2013 a 2020, la contaminación por partículas en China disminuyó un 39,6%, aumentando la esperanza media de vida en dos años. En 2023, Xi anunció una nueva estrategia ecológica para construir una “China bella”, que incluye un plan medioambiental para las zonas rurales.
Me llamaron la atención algunos de sus comentarios en el correo, en particular la idea de que “el retorno forzoso al campo es ahora política de Estado”, que creo que merece una reflexión especial por formar parte de la política más amplia del “nuevo campo socialista”. Es cierto que desde 2017 el presidente Xi está hablando de la necesidad de la revitalización rural, y también es cierto que varias provincias (por ej., Guangdong) tienen planes de acción para que las y los graduados universitarios vayan al campo y contribuyan a hacer lo rural tan atractivo como lo urbano. Sin embargo, esto no se hace por la fuerza, sino mediante programas innovadores.
La juventud está en la primera línea de estos programas, ya que formaba parte importante de los tres millones de cuadros que se desplazaron a las aldeas como parte de la política para abolir la pobreza extrema (cabe señalar que 1.800 cuadros murieron mientras llevaban a cabo esta tarea). Xi es muy sensible, como lo era Mao Zedong, a la importancia de que los miembros del partido conozcan la realidad de la China rural, dado el extenso territorio rural del país, y él mismo fue enviado al campo del noroeste durante la Revolución Cultural. Reflexionando sobre esta experiencia, Xi escribió en 2002: “A los 15 años, llegué al pueblo de Liangjiahe perplejo y perdido. A los 22, me fui con un objetivo claro y lleno de confianza”. Hay algo de esta actitud en la política china. ¿Es malo que las y los miembros del partido, muchos de los cuales podrían tener empleos en el aparato estatal, pasen tiempo en el campo? No, si se quiere que comprendan mejor la realidad de China.
En los últimos diez años he estado muchas veces en China y he viajado mucho tanto por zonas rurales como urbanas. La estrategia de doble circulación que Xi ha adoptado (impulsada por esta política del “nuevo campo socialista”) me parece de sumo interés, y he estado trabajando con una serie de académicos para construir una comprensión detallada y empírica del proyecto chino desde dentro y a través de sus propias categorías. Esa es la base del trabajo que hemos venido realizando, parte del cual se ha publicado en Wenhua Zongheng y parte en el estudio del Instituto Tricontinental de Investigación Social sobre la erradicación de la pobreza extrema en China. ¿Es propaganda? Espero que no. Espero que estemos cada vez más cerca de poder ofrecer una evaluación teórica de la Revolución china a medida que avanza. ¿Es perfecta la revolución? En absoluto. Pero requiere comprensión en lugar de clichés, que abundan en Occidente cuando se trata de China.
Tomemos, por ejemplo, las acusaciones de opresión sobre la población musulmana china (25 millones o el 1,8% de la población total). Recuerdo haber estado en Asia Central en la década de 2000, cuando Al Qaeda y los talibanes tenían un serio impacto en la región, incluso a través de las oficinas del Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU). El IMU formuló una política para apoderarse de toda la región de Xinjiang, razón por la que algunos uigures se pasaron al liderazgo de Juma Namangani.
El Partido Islámico del Turkistán, dirigido por personas próximas a Al Qaeda (como Abdul Haq al Turkistaní, que era miembro de la shura de Al Qaeda), nació de ese tipo de contactos. Los atentados con bomba en lugares públicos se convirtieron en algo habitual, incluyendo la región autónoma uigur de Xinjiang. Abdul Shakoor al-Turkistani, que en 2010 asumió el liderazgo de Abdul Haq (el ingeniero de los atentados de 2008 en Pekín durante los Juegos Olímpicos), fue responsable de los atentados de Kashgar en 2008 y 2011 y del atentado de Hotan en 2011. En 2013, este grupo se trasladó a Siria, donde conocí a algunos de ellos en la frontera turco-siria. Ahora tienen su base en Idlib y son una pieza clave de la formación de Al Qaeda allí. Este es su rasgo característico: no es mero nacionalismo turco, sino fundamentalismo islámico de la variedad de Al Qaeda.
En aquel momento, se podían haber adoptado varios enfoques frente a la insurgencia. El preferido por Estados Unidos y sus aliados en la región era el uso de la violencia, lo que incluía atacar zonas en las que se sospechaba que operaban estos insurgentes y detenerlos en masa, acabando algunos de ellos en centros clandestinos gestionados por EE. UU. Muchos de los miembros de este grupo, incluidos Abdul Haq y Abdul Shakoor, murieron en ataques estadounidenses con aviones no tripulados en Afganistán y Pakistán.
Curiosamente, China no siguió este camino. Hace algunos años, entrevisté a antiguos miembros del Libyan Islamic Fighting Group que se habían alejado de la violencia y de la ideología de Al Qaeda. Su grupo, la controvertida Fundación Quilliam (con sede en Londres), estaba dirigido por personas como Noman Benotman, que seguía el enfoque del proyecto egipcio de “arrepentimiento” y el argelino de “reconciliación”. En esencia, estos programas trataban de adoptar enfoques tanto cognitivos como conductuales para la desradicalización (cambiar la ideología y poner fin a la violencia, respectivamente). Los antiguos yihadistas libios estaban ansiosos por aplicar este enfoque tanto en Libia (que fracasó) como en Occidente (donde muchos de ellos se reasentaron), en lugar de la alternativa de la violencia selectiva y las detenciones masivas. Fueron rechazados (excepto en Alemania, donde se creó el Programa Hayat en 2012). El problema del enfoque violento por el que optó Occidente fue que demoniza a toda la población musulmana en lugar de limitarse a tratar de desradicalizar a quienes se ven arrastrados a una política tóxica.
En el caso de China, en lugar de librar una guerra frontal contra los grupos radicales de Xinjiang y luego contra la sociedad en la que vivían y demonizar a todos los musulmanes, el Gobierno trató de llevar a cabo formas de desradicalización. Es útil recordar la reunión entre la Asociación Islámica China y el PCCh en Pekín en 2019, que se basó en el Esquema de planificación quinquenal para persistir en la sinificación del islam y buscaba compatibilizar el islam con el socialismo. Se trata de un proyecto interesante, aunque carece de claridad. Hacer al islam chino es una parte del proyecto; la otra es hacer que la práctica del islam esté en consonancia con el proyecto socialista. Este último es un enfoque sociológico sensato para el mundo moderno: hacer que la religión —en un sentido amplio— sea compatible con los valores modernos y, en el caso de China, con los “valores socialistas fundamentales” (como la lucha contra la discriminación de género).
Lo primero es más difícil de entender, y no he terminado de comprenderlo realmente. Cuando se trata de la idea de que la religión debe alinearse con los valores modernos, especialmente los socialistas, estoy totalmente de acuerdo. ¿Cómo debería hacerse? ¿Se prohíben ciertas prácticas (como el velo en Francia) o se inicia un proceso de debate y discusión con los líderes de las comunidades religiosas (que suelen ser los más conservadores)? ¿Qué hacer ante una insurgencia que tiene sus raíces fuera del país, como en Afganistán, Uzbekistán e incluso Siria, y no dentro, como las contradicciones de Xinjiang? Todos estos son dilemas acuciantes, pero no se puede permitir que las ridículas declaraciones sobre genocidio y demás impulsadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos y sus amigotes —incluso por personas dudosas que trabajan para “think tanks” más dudosos cerca de la sede de la CIA en Langley, Virginia— definan nuestro debate dentro de la izquierda. Necesitamos una mayor comprensión de los asuntos en cuestión para no caer en una discusión al estilo Biden-Netanyahu, que reduce el debate a insistir en preguntas como “¿condena usted a Hamás?”.
En su correo electrónico, usted señala que “no hay duda de que el nivel de vida de los chinos de a pie, especialmente de los habitantes de las ciudades, ha mejorado espectacularmente en las últimas décadas”. De hecho, todos los datos —y mis propios viajes— demuestran que esto no solo es así “especialmente” para las y los habitantes de las ciudades, sino en todo el país y cada vez más en las zonas del extremo oeste y el extremo norte. Los datos de la Organización Internacional del Trabajo, por ejemplo, muestran que el crecimiento salarial real anual de China fue del 4,7%, muy por encima del de otros países del Sur Global, y desde luego superior al de India (1,3%) y EE. UU. (0,3%). En solo ocho años, de 2013 a 2021, el ingreso per cápita disponible de los 498 millones de residentes rurales de China aumentó más de un 72,6%, mientras que el de los 914 millones de residentes de zonas urbanas lo hizo en un 53,5%. Mientras tanto, la diferencia del ingreso disponible entre las zonas rurales y urbanas se redujo en un 5% durante este período, y la tasa de crecimiento del ingreso disponible de los residentes rurales ha superado a la de los residentes urbanos durante doce años consecutivos (2009-2021).
Entre 2012 y 2020, un programa focalizado en combatir la pobreza extrema sacó a 98,99 millones de personas de las zonas rurales de esa situación y permitió que todas y cada una de las familias que la sufrían recibieran ayuda. Como parte de este proceso innovador, el PCCh combinó la formación y el desarrollo de cuadros de base con la tecnología digital, mejorando así las capacidades de gobernanza moderna a nivel local y permitiendo a las y los militantes del partido servir al pueblo con mayor precisión y eficiencia.
En comparación, utilizando el índice de Gini, que no incluye los servicios públicos (ignorando elementos como los alquileres subvencionados de viviendas rurales), la desigualdad de ingresos en India es un 24% mayor que en China.
Quienes analizan los datos sobre desigualdad en China suelen centrarse en los multimillonarios del país. Eso quedaba claro en su correo electrónico, en el que señalaba que China “está inundada de millonarios e incluso multimillonarios subvencionados por el Estado. De hecho, una creciente clase de superburgueses, muchos de los cuales ‘invierten en el extranjero’”. Ciertamente, la era de las reformas creó las condiciones sociales para que algunas personas se enriquecieran. Sin embargo, ese número está en declive: en 2023, de los 2.640 multimillonarios que había en el mundo, unos 562 se encontraban en China, frente a los 607 del año anterior, y los últimos congresos del PCCh han definido como prioridad revertir el motor de este proceso de producción de multimillonarios. De los 2.296 delegados del 20º Congreso Nacional, solo 18 eran ejecutivos del sector privado, la mayoría de ellos de pequeñas y medianas empresas, una cifra inferior a los 34 que participaron en el 18º Congreso Nacional de 2012.
Como sabrá, en 2021 Xi abogó por una política de “prosperidad común” (un término utilizado por primera vez por el PCCh en 1953), lo que alarmó a muchos de estos multimillonarios. Desde entonces han tratado de huir al monte (“invertir en el extranjero”, como usted dice). Sin embargo, China tiene controles de capital muy estrictos, que solo permiten enviar al extranjero 50.000 dólares. En los últimos años se ha abierto una serie de operaciones ilegales para ayudar a los ricos a sacar su dinero, incluso a través de la región más porosa de Hong Kong. Pero el Estado ha tomado medidas fuertes contra esto, al igual que contra la corrupción. En agosto de 2023, la policía arrestó a los dirigentes de una empresa de inmigración de Shanghai que facilitaba transferencias ilegales de divisas. La presión sobre Jack Ma (empresa de tecnología financiera Ant Group), Hui Ka Yan (promotor inmobiliario Evergrande) y Bao Fan (banco de inversiones Renaissance Holdings) es indicativa de la posición actual del Partido Comunista de China respecto a los multimillonarios.
Usted escribe que, aunque el nivel de vida ha mejorado en China, “el socialismo no está en la agenda de ese país”. Si no fuera por la agenda socialista que persigue el PCCh, ¿cómo ha podido China abolir la pobreza extrema y reducir los índices de desigualdad, especialmente en tiempos de aumento de la desigualdad global, cuando la agenda socialdemócrata en el Norte Global capitalista y en gran parte del Sur Global no ha logrado ni acercarse a estos logros? Ciertamente ayuda que los grandes bancos en China estén bajo el control del Estado para que el capital a gran escala pueda ser gestionado eficientemente para resolver problemas sociales, como vimos durante la pandemia de COVID-19. La lucha de clases continúa en China, por supuesto, y esa lucha de clases afecta al PCCh (con su extraordinaria membresía de 98 millones).
Con este breve texto he intentado no solo aportar algunos datos para orientar nuestro debate, sino también hilvanarlos con la teoría del socialismo que considero más atractiva. Según esa teoría, el socialismo no es un acontecimiento sino un proceso, y este proceso —enraizado en la lucha de clases— va en zigzag, un vaivén cuya tensión a menudo se ve acentuada por la necesidad urgente de aumentar las fuerzas productivas en los países pobres. Es importante acompañar estos procesos en lugar de adoptar un punto de vista omnisciente.
Cordialmente,
Vijay
4. Transición energética y colonialismo verde
El pasado mes de abrir el Transnational Institute publicó con Verso un libro sobre la justicia climática y el mundo árabe. En la página del TNI han publicado, no sé si todos, los artículos que forman parte del libro. Os paso la introducción, en la que hay también los enlaces a cada una de las piezas temáticas o por país. Cómo compaginar la transición energética en el Norte global sin que eso suponga un neocolonialismo verde en el Sur, con la creación de «zonas de sacrificio», es uno de los puntos débiles de la mayor parte de propuestas del capitalismo verde o incluso greendealistas. El propio TNI tiene otro informe muy interesante sobre la dependencia de minerales para su transición energética, que os pasaré en otra ocasión.
https://www.tni.org/en/
Introducción: Justo a tiempo La necesidad urgente de una transición justa en la región árabe
Esta introducción, extraída de «[Dismantling Green Colonialism] Desmontando el colonialismo verde: energía y justicia climática en la región árabe», libro publicado con Pluto Press, ofrece una oportuna reflexión sobre el estado actual de la transición energética en la región árabe.
Dado que las negociaciones internacionales sobre el clima están estancadas al mismo tiempo que se acelera el cambio climático, cuyos efectos son cada vez más mortíferos e innegables, esta publicación ofrece una recopilación de artículos críticos en torno a la transición justa en la región árabe. Este dossier pretende ser un recurso fundamental para los activistas, tanto de la región árabe como de todo el mundo, para ayudarles a seguir planteando cuestiones críticas y a crear coaliciones, alianzas y poder popular en apoyo de sus propias soluciones para una transición justa.
La realidad de la crisis climática ya se está sintiendo en la región árabe,1 donde está socavando las bases ecológicas y socioeconómicas de la vida humana. Países como Argelia, Túnez, Marruecos, Arabia Saudita, Irak, Jordania y Egipto están experimentando graves olas de calor y sequías prolongadas, que tienen efectos devastadores en la agricultura y los pequeños productores.2 Irak, que es considerada una de las cinco naciones más vulnerables al cambio climático y la desertificación, fue azotado por varias tormentas de arena en 2022 que provocaron el cierre de gran parte del país y la hospitalización de miles de personas por problemas respiratorios. El Ministerio de Medio Ambiente del país ha advertido que en los próximos 20 años el país podría afrontar un promedio de 272 días de tormentas de arena al año y que podría superar los 300 días de aquí a 2050.3 En el verano de 2021, Argelia sufrió devastadores incendios sin precedentes; en Kuwait hubo una ola de calor sofocante, en la que se registró la temperatura más elevada de la Tierra ese año, que superó los 50 °C; y Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Omán, Siria, Irak y Egipto experimentaron inundaciones devastadoras, mientras que Marruecos sufrió intensas sequías por tercer año consecutivo. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) prevé que dentro de unos años los eventos climáticos extremos, como incendios e inundaciones, se intensificarán y la aridez y las sequías aumentarán en las regiones del mar Mediterráneo y el golfo Pérsico.4
«Si queremos limitar el calentamiento global a 1,5 °C el momento es ahora». Esa es la advertencia del grupo de trabajo del IPCC que llevó a cabo un examen exhaustivo de la ciencia climática en 2022. El examen advierte que, según las predicciones, la temperatura del mundo aumentará en 1,5 °C en los próximos 20 años y que únicamente si se reducen drásticamente las emisiones de carbono en forma inmediata se podrá prevenir un desastre ambiental y climático. Dado que estos exámenes se llevan a cabo cada seis o siete años, esta podría considerarse la última advertencia del IPCC antes de que el mundo se encamine irrevocablemente a una catástrofe climática, con consecuencias terribles. Como declaró el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, cuando se publicó el informe: «En términos concretos [este nivel de calentamiento global] implica que las principales ciudades estarán bajo agua, habrá olas de calor sin precedentes, tormentas atemorizantes y escasez de agua generalizada, y un millón de especies de plantas y animales se extinguirán».
La población marginada, incluidos los pequeños productores, los agropastoralistas, los trabajadores agrícolas y los pescadores, sufre estos impactos en forma desproporcionada. Las personas del mundo árabe ya están siendo obligadas a abandonar sus tierras debido a las sequías y las tormentas de invierno cada vez más intensas y frecuentes que provocan la expansión de los desiertos y el aumento del nivel del mar.5 Los cultivos están fracasando y el suministro de agua es cada vez más escaso, lo cual tiene un gran impacto en la producción de alimentos en una región que siempre ha dependido de la importación de alimentos.6 A medida que se comienzan a sentir cada vez más los efectos del cambio climático, los recursos de agua se vuelven cada vez más escasos debido a los cambios en las precipitaciones y la intrusión del agua marina en las reservas subterráneas, así como el uso excesivo del agua subterránea. Según un artículo de la publicación The Lancet, ello provocará que la mayoría de los países árabes tenga un nivel de pobreza hídrica absoluta de 500 m³ por persona al año para 2050.7
Los científicos del clima prevén que en gran parte de Oriente Medio y el Norte de África el clima podría cambiar de modo tal que la supervivencia de sus habitantes estaría en peligro.8 En el Norte de África, por ejemplo, los pequeños agricultores del delta del Nilo y las zonas rurales de Marruecos y Túnez, los pescadores de Yerba y Kerkennah en Túnez, los habitantes de In Salah en Argelia, los refugiados saharauis en los campamentos de Tindouf en Argelia y las millones de personas que viven en asentamientos irregulares en El Cairo, Jártum, Túnez y Casablanca son los grupos más afectados por el cambio climático. En otras partes de la región árabe, pequeños productores y pescadores en los territorios ocupados de Palestina; desplazados internos y refugiados en Irak, Siria, Líbano, Yemen y Jordania; y trabajadores migrantes sobreexplotados en los Emiratos Árabes Unidos y Qatar afrontarán la violencia de la crisis climática, para lo cual contarán con muy poca protección, ya que suelen vivir en condiciones deplorables, sin atención médica rutinaria y corren peligro de malnutrición.
La crisis climática no es un hecho inevitable: ha sido y sigue siendo provocada por la quema persistente de combustibles fósiles –una decisión fundamentalmente de las empresas y los Gobiernos del hemisferio Norte, junto con las clases dominantes nacionales, incluso en la región árabe–. Los planes de energía y clima en esa parte del mundo son concebidos por regímenes autoritarios y quienes los apoyan en Riad, Bruselas y Washington, D.C. Las élites locales colaboran con las empresas multinacionales y las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. A pesar de todas sus promesas, las acciones de estas instituciones demuestran que son enemigas de la justicia climática y de la propia supervivencia de la humanidad.
Cada año, líderes políticos, asesores, medios de comunicación y grupos de interés empresariales se reúnen para una nueva edición de la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas a fin de abordar el problema del cambio climático. Pero a pesar de la amenaza que afronta el planeta, los gobiernos siguen permitiendo el aumento de las emisiones de carbono y el empeoramiento de la crisis. Tras 30 años de lo que la activista medioambiental sueca Greta Thunberg ha denominado «bla, bla, bla», ha quedado en evidencia que estas negociaciones sobre el clima son deficientes y están fracasando. Han sido cooptadas por el poder empresarial y los intereses privados que promueven soluciones falsas orientadas al lucro, como el comercio de carbono, las denominadas «soluciones cero neto» y «soluciones basadas en la naturaleza», en lugar de obligar a los países industrializados y a las empresas multinacionales a reducir las emisiones de carbono y dejar de explotar combustibles fósiles.9
Cuando la COP28 tenga lugar en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, en 2023, las negociaciones sobre el clima se habrán celebrado cinco veces en la región árabe desde que comenzaron en 1995: la COP7 (2001) y la COP22 (2016) en Marrakech, Marruecos; la COP18 (2012) en Doha, Qatar; y la COP27 (2022) en Sharm el-Sheikh, Egipto. En los últimos años, y especialmente desde que el Acuerdo de Clima de París celebrado en 2015 retrocedió respecto de las metas vinculantes (que ya eran extremadamente insuficientes) establecidas en el Protocolo de Kioto para permitir a los países determinar en forma independiente sus propias metas de reducción de emisiones, ha aumentado el escepticismo respecto de la capacidad de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) para hacer frente al desafío más urgente de la humanidad. Las COP atraen una enorme atención de los medios de comunicación, pero no suelen lograr resultados significativos. La COP27, celebrada en Sharm el-Sheikh, Egipto, en 2022, logró un acuerdo sobre el pago de pérdidas y perjuicios que ha sido elogiado por algunas personas como una medida importante para responsabilizar a los países más ricos de los daños causados por el cambio climático en el Sur global.10 Sin embargo, dado que el acuerdo carece de mecanismos claros de financiación y control, los críticos temen que correrá con la misma suerte que la promesa incumplida (realizada por primera vez en la COP15 en Copenhague en 2009) de destinar 100 000 millones de dólares anuales a la financiación para el clima en 2020. Esa promesa nunca se cumplió plenamente y, en cambio, en muchos casos la asistencia adoptó la forma de préstamos con intereses.11 Con respecto a la COP28, la designación por los Emiratos Árabes Unidos de Sultan al-Jaber, director ejecutivo de la empresa nacional de petróleo de Abu Dabi, para presidir las negociaciones parece simbolizar para muchos activistas y observadores el compromiso profundo de seguir extrayendo petróleo, independientemente del costo, que ha caracterizado a las negociaciones hasta ahora.
Los Estados de Oriente Medio y el Norte de África, con sus empresas nacionales de petróleo y gas natural, junto con las principales empresas petroleras, están haciendo todo lo posible para continuar y ampliar sus operaciones y lucrar con los combustibles fósiles que aún poseen. Egipto, bajo la presidencia de Abdelfattah al-Sisi, desea convertirse en un gran centro energético en la región, mediante la exportación de su electricidad excedentaria y la movilización de diversas fuentes de energía, como el gas mar adentro, el petróleo, las energías renovables y el hidrógeno, para satisfacer las necesidades energéticas de la Unión Europea. Ello está inevitablemente vinculado a los esfuerzos de normalización de las relaciones políticas y económicas con el Estado colonial de Israel. El régimen argelino, por su parte, también se está beneficiando del precio del petróleo y aprovechando que la Unión Europea está buscando desesperadamente alternativas al gas de Rusia a fin de ampliar sus operaciones y planes de combustibles fósiles. Los países del golfo Pérsico, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, no son la excepción. Las clases dominantes de la región han hablado durante decenios de la «era pospetróleo», y los Gobiernos sucesivos se han llenado la boca durante mucho tiempo sobre la transición a energías renovables sin adoptar medidas concretas, además de planes y proyectos grandiosos y poco realistas, como la propuesta controvertida de la megaciudad de Neom en Arabia Saudita. Para estas clases dominantes, las instancias del proceso de la COP representan una oportunidad única para promover su agenda de lavado verde, así como sus esfuerzos de atraer y captar fondos y financiación para diversos proyectos energéticos y supuestos planes de energía «verde».
El hecho de que Egipto fuese el anfitrión de la COP de 2022 fue polémico debido a la trayectoria de represión del Gobierno y a sus esfuerzos para prevenir el acceso de grupos ambientalistas y activistas del clima a la cumbre. De hecho, la COP27 de Sharm el-Sheikh fue una de las conferencias más excluyentes de la historia, dado que se redujo considerablemente el espacio dedicado al activismo, la disidencia, las discusiones, los debates, el establecimiento de nuevos contactos y redes, las estrategias colectivas y las movilizaciones que son necesarias para ejercer presión en los responsables de la adopción de decisiones a nivel mundial a fin de que cumplan sus promesas y promuevan soluciones reales a la emergencia climática que estamos viviendo. La decisión de seleccionar a Egipto como anfitrión en 2022 y de Emiratos Árabes Unidos en 2023 no es casual y es un claro indicio de que todo el proceso de la COP se está volviendo más antidemocrático y excluyente. Además, la intensificación de las rivalidades geopolíticas desatada por la guerra en Ucrania no es un contexto propicio para la cooperación entre las principales potencias y brinda otra excusa para seguir con la adicción mundial a los combustibles fósiles. De hecho, podría ser el fin de las negociaciones mundiales sobre clima.
La supervivencia de la humanidad depende de abandonar la extracción de combustibles fósiles y adaptarse al clima cambiante, mientras avanzamos hacia energías renovables, niveles sostenibles de uso de energía y otras transformaciones sociales. Se gastarán miles de millones de dólares en intentar adaptarse y hallar nuevas fuentes de agua, reestructurar la agricultura y cambiar los cultivos, construir diques marítimos para alejar el agua salada, cambiar la forma y el estilo de las ciudades e intentar realizar la transición hacia fuentes de energía verdes mediante la construcción de la infraestructura necesaria y la inversión en empleos y tecnología verde. Pero ¿a quién beneficiarán esta adaptación y transición energéticas? Y ¿quién pagará los mayores costos de la crisis climática y de las respuestas a ella?
Las mismas estructuras de poder avaras y autoritarias que han contribuido al cambio climático son las que están elaborando su respuesta. Su objetivo principal es proteger los intereses privados y generar aún más lucro. Aunque las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial y el FMI, y los Gobiernos del hemisferio Norte y sus organismos, como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Unión Europea y la Agencia Alemana de Cooperación Internacional (GIZ), ahora están expresando la necesidad de llevar adelante una transición climática, su visión es de una transición capitalista, a menudo dirigida por empresas, no por las y los trabajadores. A pesar de que las voces de las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales en la región árabe suelen ignorarse en lo que respecta a las repercusiones de esta transición y la necesidad de alternativas justas y democráticas, las instituciones y los gobiernos mencionados expresan su opinión, organizando eventos y publicando informes en todos los países de la región árabe. Estos actores no temen destacar los peligros del calentamiento global e incluso apoyan la adopción de medidas urgentes, como el uso de más energía renovable y la elaboración de planes de adaptación. No obstante, su análisis del cambio climático y la transición necesaria sigue siendo limitado –e incluso peligroso, dado que amenaza con reproducir los parámetros de despojo y saqueo de recursos que caracterizan el régimen de combustibles fósiles reinante–.
La visión de futuro promovida por estos actores poderosos es una en la cual las economías están al servicio del lucro privado, incluido mediante una mayor privatización del agua, la tierra, los recursos, la energía e incluso de la atmósfera. La última etapa en este desarrollo incluye las alianzas público-privadas que se están llevando a cabo en el sector energético en la región árabe, incluido en el ámbito de las energías renovables. El impulso hacia la privatización de la energía y el control empresarial de la transición energética es mundial y no es exclusivo de esta región, pero la dinámica aquí es bastante avanzada y hasta ahora solo ha enfrentado una resistencia limitada. Marruecos y Túnez ya están avanzando en esa dirección. En Túnez se está promoviendo una gran privatización del sector de energía renovable del país y se prevé otorgar incentivos enormes a inversores extranjeros para que produzcan energía verde en el país, incluso para la exportación. La legislación de Túnez –modificada en 2019– permite incluso utilizar tierra agrícola para proyectos de energía renovable en un país con una fuerte dependencia alimentaria,12 que quedó de manifiesto de manera cruda durante la pandemia de COVID-19 y sigue siendo visible en este momento debido a la guerra en Ucrania.
Cuando acontecimientos de este tipo ocurren en toda la región, destacan la importancia de formular las siguientes preguntas: «Energía para qué y para quién?» y «¿A quién beneficiará la transición energética?». Las instituciones financieras internacionales, las empresas y los Gobiernos están presentando a la supuesta «economía verde» y la visión dominante más amplia del denominado «desarrollo sostenible» como un nuevo paradigma, pero en realidad son una simple extensión de la lógica actual de acumulación de capital, mercantilización y financiarización, incluso del mundo natural.
Norte de África y Asia Occidental como nodo clave en el capitalismo de combustibles fósiles
La región del Norte de África y Asia Occidental u Oriente Medio y el Norte de África debe entenderse en el contexto más amplio del mercado capitalista mundial, que se caracteriza por el auge de nuevas zonas de acumulación y crecimiento en algunas partes del mundo y el declive relativo de los centros consolidados de poder en América del Norte y Europa. La región no solo desempeña un papel fundamental en mediar nuevas redes mundiales de comercio, logística, infraestructura y finanzas,13 sino que es además un punto nodular clave en el régimen mundial de combustibles fósiles y desempeña un papel central en mantener intacto el capitalismo de esos combustibles mediante sus suministros de gas y petróleo. De hecho, la región sigue siendo el eje central de los mercados mundiales de hidrocarburos; en 2021 contaba con alrededor del 35% de la producción de petróleo del mundo.14 Históricamente, este suministro provocó un cambio considerable en el sistema energético mundial a mediados del siglo XX, en que el gas y el petróleo sustituyeron al carbón como principal combustible para el transporte, la fabricación y la producción industrial a nivel mundial.15 Más recientemente, los recursos de Oriente Medio han sido fundamentales para satisfacer la mayor demanda de gas y petróleo provocada por el auge de China, lo que marcó un cambio estructural clave en la economía política mundial en los últimos 20 años basada en vínculos más estrechos entre Oriente Medio y Asia Oriental. Todo ello ha posicionado a los productores de petróleo de Oriente Medio como protagonistas indiscutibles de los debates de cambio climático y de toda futura transición de los combustibles fósiles.16
Las realidades históricas, políticas y geofísicas del mundo árabe implican que los efectos y las soluciones a la crisis climática en esa región serán diferentes que los de otros contextos. Desde mediados del siglo XVII a la segunda mitad del siglo XX, la región fue obligada a integrarse a la economía capitalista mundial y ocupar una posición subordinada: las potencias coloniales/imperiales ejercieron presión u obligaron a los países de la región a estructurar sus economías en torno a la extracción y la exportación de recursos –generalmente baratos y en forma de materia prima– sumada a la importación de productos industriales de gran valor. El resultado de ello fue la transferencia de riqueza a gran escala a los centros imperiales a expensas del desarrollo y los ecosistemas locales.17 La persistencia de estas relaciones desiguales y asimétricas (que algunos denominan intercambio económico/ecológico desigual o imperialismo ecológico)18 mantiene a los países árabes como exportadores de recursos naturales, en particular petróleo y gas, y productos básicos que dependen del agua y la tierra, como monocultivos comerciales. Esto significa una economía extractivista que mira hacia afuera, mediante la cual se exacerba la dependencia alimentaria y la crisis ecológica, y también mantiene relaciones de dominación imperialista y jerarquías neocoloniales.19 Sin embargo, es importante evitar la tendencia de ver a la región como un todo indistinto y, en cambio, ser conscientes de sus desequilibrios y desigualdades profundas e inherentes. Un análisis más detenido pone al descubierto el papel de los Estados del golfo Pérsico20 en esta configuración, como una semiperiferia –o incluso como una fuerza subimperialista–.21 Los Estados del Golfo no solo son mucho más ricos que otros países árabes vecinos, sino que además participan en la captura y la desviación de la plusvalía a nivel regional, reproduciendo el tipo de relaciones de extracción, marginación y acumulación típicas entre el centro y la periferia mediante el despojo. En este sentido, la obra de Adam Hanieh (uno de los autores de esta publicación) es esclarecedora en cuanto al modo en que la liberalización económica en Oriente Medio en los últimos decenios (a través de diversos programas de ajuste estructural en las décadas de 1990 y 2000) ha estado estrechamente ligada a la internacionalización del capital del golfo en toda la región.22 Los capitalistas del golfo ahora dominan sectores económicos clave de muchos países vecinos, incluido el sector inmobiliario y de desarrollo urbano, el agronegocio, las telecomunicaciones, las ventas minoristas, la logística, la banca y las finanzas.
Es por ello que cabe formular algunas preguntas clave cuando se habla de abordar el cambio climático y realizar una transición hacia energías renovables en la región. ¿Cómo sería una respuesta justa al cambio climático en la región? ¿Qué significaría la libertad de movimiento y la apertura de fronteras dentro de la región y con Europa? ¿Significaría el pago de la deuda climática, la restitución y la redistribución –por parte de Gobiernos de Occidente, empresas multinacionales y las élites locales ricas a nivel nacional y regional–? ¿Significaría una ruptura radical con el sistema capitalista? ¿Qué debería ocurrir con los combustibles fósiles que actualmente están siendo extraídos en la región por empresas nacionales y extranjeras? ¿Quién debería controlar y ser propietario de los recursos renovables de la región? ¿Qué significa adaptarse a un clima cambiante y quién concebirá y se beneficiará de estas adaptaciones? Y ¿quiénes son los agentes y actores clave que lucharán por un cambio significativo y una transformación radical?
Mientras que los Gobiernos del mundo entero están comenzando a tomar en serio la crisis climática, a menudo la ven a través del prisma de la «seguridad climática»23 –mejorar las defensas contra el aumento del nivel del mar, los eventos climáticos extremos y, con demasiada frecuencia, también preparando sus defensas contra la «amenaza» de los refugiados y activistas climáticos, y contra las renegociaciones del poder mundial–. La seguritización y la militarización de la respuesta a la crisis climática en Oriente Medio es, en sí, un posible desafío y una amenaza a la agenda de la justicia climática, habida cuenta de que la región desempeña un papel fundamental en el desarrollo mundial de tecnologías, técnicas y doctrinas coercitivas. Esta función va más allá de la situación de la región como el mayor mercado de exportación de armas y material militar, e incluye su participación crucial en el ensayo de nuevas tecnologías de seguridad, como, por ejemplo, las nuevas formas de vigilancia y control de la población. Varios autores han llamado la atención sobre las intrincadas redes internacionales que apoyan el comercio de armas y la industria de vigilancia de la región, como la lógica de la «guerra contra el terrorismo», tecnologías y personal militar, manuales de entrenamiento, operaciones transfronterizas, fuerzas policiales y empresas militares y de seguridad privadas.24 Todos estos factores se combinan para hacer de Oriente Medio un centro importante en la expansión mundial de nuevas normas de militarismo y seguritización. Además, la dinámica de la guerra en la región también está diseñada por estos vínculos mundiales, al igual que las diversas formas en que el aspecto militar se ha asimilado en los sistemas políticos y económicos tanto a nivel nacional como regional.25
Es sumamente importante y urgente comenzar a considerar el problema del cambio climático desde una perspectiva de justicia y no de seguridad. Si miramos al futuro desde una perspectiva de «seguridad» subordinamos nuestras luchas a un marco conceptual e imaginativo que en definitiva reempodera el poder represivo del Estado y hace que la respuesta se base en la seguritización y la militarización. La crisis climática no se resolverá desplegando más tanques y armas o erigiendo muros más altos y militarizando más fronteras. En el mejor de los casos, ello permitirá que los ricos sobrevivan cómodamente mientras el resto del mundo paga el precio de la inacción climática. Necesitamos romper con el sistema de explotación capitalista de las personas y el planeta que ha provocado la crisis climática, no armarlo y consolidarlo.
La mirada colonial y el Orientalismo ambiental
Del mismo modo en que el sometimiento económico y la dominación imperialista han socavado la autonomía política y económica de la región árabe, los poderes coloniales han utilizado la producción de conocimiento y las representaciones sobre las personas árabes y su medio ambiente para legitimar su proyecto colonial y sus objetivos imperiales. Esas estrategias de dominación continúan hasta el día de hoy, a medida que los países de la región (una vez más) son objeto de desarrollo (sostenible o de otro tipo), lo cual imita la misión civilizadora colonial.
En rechazo a las tesis de los historiadores coloniales franceses de que la población berber/amazigh, árabe y musulmana y sus civilizaciones sufren un «atraso histórico» y «están detenidas en el tiempo», el historiador y filósofo marroquí Abdallah Laroui sostiene que la realidad de las poblaciones indígenas del Magreb, o el occidente árabe, en sus múltiples facetas (política, económica, cultural, ambiental, etcétera) y en diversos momentos históricos, ha sido tergiversada a propósito para promover una narrativa falsa y esencialista que contribuye a la agenda colonial de sometimiento, dominación y expansión.26 La geógrafa estadounidense Diana K. Davis coincide con este argumento y sostiene que los imaginarios ambientales angloeuropeos en el siglo XIX solían representar el medio ambiente del mundo árabe como «foráneo, exótico, fantástico o anormal y frecuentemente como, en cierta medida, degradado». Utiliza adecuadamente el concepto de orientalismo de Edward Said27 como marco para interpretar que las representaciones iniciales de Occidente sobre el medio ambiente de Oriente Medio y el Norte de África exhibían una forma de «orientalismo ambiental». Esta representación del medio ambiente fue narrada por quienes se convirtieron en los poderes imperiales, principalmente Gran Bretaña y Francia, como un medio ambiente «extraño y defectuoso», en comparación con el medio ambiente «normal y productivo» de Europa. Ello implicaba la necesidad de realizar algún tipo de intervención para «mejorar, restaurar, normalizar y repararlo».28
Esta representación engañosa de la supuesta degradación ambiental y el desastre ecológico fue utilizada por las autoridades coloniales para justificar todo tipo de despojo, así como políticas concebidas para controlar a las poblaciones de la región y su medio ambiente. En el Norte de África (y posteriormente en el Máshrek, u oriente árabe) los franceses construyeron una narrativa ambiental de degradación para implementar «cambios económicos sociales, políticos y ambientales drásticos».29 Según esta perspectiva, los nativos y su medio ambiente justificaban las «bendiciones» de la misión civilizadora y necesitaban la atención del hombre blanco.
Las narrativas siempre son el producto de un momento histórico y nunca son inocentes. Por lo tanto, siempre cabe preguntarse: ¿a quién benefician la producción de conocimiento, las representaciones y las narrativas? Un ejemplo contemporáneo es la representación actual del Sáhara del Norte de África como una tierra vasta, vacía y yerma muy poco poblada y, por lo tanto, que constituye la oportunidad ideal para abastecer a los europeos de energía a bajo costo a fin de continuar con su estilo de vida consumista y extravagante y su consumo excesivo de energía. Esta narrativa falsa no tiene en cuenta cuestiones de propiedad y soberanía, mientras que oculta las relaciones hegemónicas mundiales que facilitan el agotamiento de los recursos, la privatización de tierras y recursos comunales y el despojo de comunidades. Al igual que en muchos lugares donde la vida y los medios de subsistencia de la población son invisibles o «ilegibles»30 para los Estados colonizadores, «no hay tierra vacía» en el Norte de África.31 Incluso los paisajes y territorios tradicionales poco poblados forman parte de culturas y comunidades, y se deben respetar los derechos y la soberanía de las personas en toda transformación socioecológica.
Resulta fundamental analizar los mecanismos mediante los cuales «el otro» es deshumanizado y el modo en que se utiliza el poder de representar y construir imaginarios sobre él (y su medio ambiente) para consolidar estructuras de poder, dominación y despojo. En este sentido, el proceso que Said describe en Orientalismo de «reconocer, reducir a la esencia y despojar de humanidad» a otra cultura, pueblo o región geográfica sigue empleándose en la actualidad para justificar la violencia hacia «el otro» y hacia la naturaleza. Esta violencia adopta la forma de desplazamiento de poblaciones, acaparamiento de tierra y recursos, y obliga a las personas a pagar los costos sociales y ambientales de proyectos extractivos y renovables, bombardea, masacra, deja que las personas se ahoguen en el Mediterráneo y destruye la tierra en nombre del progreso. Naomi Klein lo explica de manera elocuente en la Edward Said Lecture 2016,32 en la que describe la cultura racista y de la supremacía blanca que está cada vez más presente en partes de Europa y Estados Unidos: «Una cultura que valora tan poco las vidas de las personas de color, que está tan dispuesta a dejar que algunos seres humanos desaparezcan bajo las olas o se inmolen en centros de detención, también estará dispuesta a dejar que países donde viven personas de color desaparezcan bajo las olas o se disequen en el calor árido». Una «cultura» de este tipo no vacilará en hacer que los costos socioambientales catastróficos recaigan sobre los pobres de esos países.
Resistir y echar por tierra la narrativa ambiental orientalista y neocolonial sobre la región árabe permitirá y a la vez hará necesario construir visiones de acción climática, justicia social y transformación socioecológica colectivas basadas en las experiencias, los análisis y las visiones emancipadoras de las regiones africana y árabe, entre otras.
¿Qué es la «Transición Justa»?
Como se señaló anteriormente, las discusiones sobre la acción climática suelen ser limitadas y tecnocráticas, de corte neoliberal y basadas en el mercado, además de tener enfoque descendente y estar centradas implícitamente en mantener las estructuras del capitalismo racista, imperialista y patriarcal. En este contexto, que en el mejor de los casos ignora en gran medida cuestiones de poder y justicia, ha surgido el concepto de «transición justa» como un marco que coloca a la justicia en el centro de la discusión. Este enfoque reconoce que, en las palabras de Eduardo Galeano, «los derechos de los seres humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad».33 ¿De dónde surgió la idea de transición justa y qué podría contribuir al proyecto de desarrollar visiones razonables, ascendientes y no imperialistas de emancipación y acción climática en el contexto de la región árabe?
El origen del concepto de transición justa suele remontarse a los Estados Unidos en la década de 1970, cuando surgieron alianzas pioneras entre los sindicatos de trabajadores y los movimientos indígenas y ambientalistas para luchar por la justicia ambiental en el contexto de las industrias contaminantes. En respuesta a la aprobación o al refuerzo de reglamentaciones ambientales, las empresas afirmaban que como consecuencia de la adopción de políticas para proteger el medio ambiente se verían obligadas a despedir trabajadores. Los sindicatos y las comunidades se movilizaron contra este intento de dividir y conquistar, al sostener que los trabajadores y las comunidades –especialmente las comunidades de color e indígenas, que eran (y siguen siendo) las más afectadas por las industrias contaminantes– tenían un interés común en un medio ambiente habitable y trabajo decente y seguro, y una remuneración justa.
A lo largo de los siguientes decenios, varios movimientos adoptaron, exploraron y elaboraron el concepto de transición justa, inicialmente en Estados Unidos y Canadá, y posteriormente en el resto del mundo, especialmente en América del Sur y África meridional. Los movimientos de justicia laboral y ambiental, que trabajan con las naciones indígenas, los movimientos estudiantiles, de jóvenes, de mujeres y otros grupos, han creado coaliciones y compartido visiones de lo que sería una transición justa: soluciones transformadoras a la crisis climática que combaten sus causas subyacentes y que colocan a los derechos humanos, la regeneración ecológica y la soberanía de los pueblos en el centro.
A medida que este marco adquirió popularidad, las empresas y los gobiernos intentaron cada vez más promover sus propias visiones de una transición justa, pero estas carecían de un análisis de clase y denegaban la necesidad de un cambio radical. A raíz de la inclusión de la expresión «transición justa» en el preámbulo del Acuerdo de París –una victoria para los movimientos de justicia laboral y ambiental del mundo, que costó mucho esfuerzo– esta apropiación se intensificó. En la actualidad, la transición justa no es un concepto único, sino un área polémica, un espacio en el que coexisten las luchas sobre qué respuestas a la crisis climática son posibles y necesarias. La expresión no evoca automáticamente políticas progresistas o emancipadoras, y muchos actores la utilizan para describir y defender propuestas que básicamente mantienen el statu quo o intensifican el extractivismo verde. No obstante, la idea de transición justa es mucho más que «desarrollo sostenible» o «economía verde»; la idea de una transición justa brinda un espacio que los movimientos pueden utilizar para insistir en la primacía de la justicia en todas las soluciones climáticas. A pesar de los intentos de apropiarse del término, la centralidad de la justicia es una fortaleza importante del concepto de transición justa.
Las propuestas de transición justa que están promoviendo los movimientos sociales están fundadas en la convicción de que las personas que soportan los mayores costos del sistema actual no deberían pagar los costos de una transición a un sistema o sociedad regenerativos y, al mismo tiempo, deberían ser los actores a cargo de concebir esa transición. Diferentes dinámicas de movimientos han explorado diferentes dimensiones de la transición justa a fin de entender mejor los costos del sistema actual, las posibilidades de transformación y los posibles costos de las alternativas propuestas. De perspectivas feministas e indígenas a programas regionales y nacionales, los movimientos están promoviendo sus propias definiciones de justicia y transición en sus diversos contextos.34
En una reunión entre movimientos por la justicia ambiental y laboral de tres continentes celebrada en Ámsterdam en 2019 (que casualmente sentó las bases para la presente publicación), se intentó identificar las características principales de la transición justa: 1) la transición justa es diferente en diferentes lugares; 2) la transición justa es una cuestión de clase; 3) la transición justa es una cuestión de género; 4) la transición justa es un marco antirracista; 5) la transición justa es más que un clima justo; y 6) la transición justa se trata de democracia.35
Aunque este análisis no intenta ser una definición exhaustiva o un conjunto definitivo de principios permanentes, establece una posición que reconoce que: las discusiones sobre transición justa deben responder a la realidad del desarrollo desigual provocado por el imperialismo y el colonialismo; la transición justa debe incluir cambios radicales que aumentan el poder de las y los trabajadores en toda su diversidad (véase a continuación) y reducen el poder del capital y las élites que gobiernan; no es posible abordar las cuestiones ambientales sin abordar las estructuras racistas, sexistas y otras estructuras opresivas de la economía capitalista; la crisis ambiental es mucho más que la crisis climática, abarca la pérdida de hábitats y biodiversidad, y una ruptura fundamental de las relaciones humanas con el «mundo natural»; y no se puede lograr una transición justa sin transformar el poder político y económico para lograr una mayor democratización.
Una segunda fortaleza de la transición justa es su historia como herramienta o marco para unificar movimientos diversos al superar las diferencias y posibles divisiones. Como se mencionó anteriormente, el término surgió originalmente en respuesta a las tácticas de «dividir y conquistar» de las empresas que se oponían a la reglamentación ambiental. Estas tácticas siguen siendo utilizadas dado que las empresas promueven políticas que protegen sus ganancias independientemente de los costos para las comunidades, los trabajadores y el planeta, y ponen a regiones muy diferentes y a diferentes tipos de personas trabajadoras en oposición entre sí. Los movimientos internacionales por la justicia climática, así como coaliciones nacionales y regionales y alianzas locales de todo el mundo, reconocen que prácticamente todas las personas nos beneficiamos de un medio ambiente habitable y próspero y sufrimos cuando la riqueza y el poder se concentran en manos de una pequeña élite que cuenta con protegerse de los peores efectos de la crisis climática. Sin embargo, construir campañas y visiones comunes, cultivar la confianza y la solidaridad, y desarrollar y luchar por propuestas comunes, es una labor lenta y políticamente difícil, pero necesaria, dado que cualquier atajo que intente eludir este proceso probablemente termine sacrificando la justicia que debe ser el elemento central de toda transición justa. El concepto de transición justa, y el creciente conjunto de experiencias de trabajo y campañas en torno a él en todo el mundo, puede brindar algunas orientaciones sobre este difícil camino.
El concepto de transición ha sido parcialmente elaborado por los movimientos de trabajadores, por lo que la cuestión del trabajo decente sigue siendo central para muchas propuestas de transición justa. Es especialmente importante para la región de Oriente Medio y el Norte de África, que la Confederación Sindical Internacional ha descrito como la peor del mundo en cuanto al respeto de los derechos de los trabajadores, debido a las violaciones sistemáticas de los derechos laborales en la región.36 Millones de trabajadores migrantes no ciudadanos (tanto de la región como de otras partes) también viven allí. En los Estados del golfo Pérsico, por ejemplo, más de la mitad de la fuerza de trabajo está compuesta por no ciudadanos, y hay más migrantes que trabajan en esos Estados que en cualquier otra región del Sur global.37 Al mismo tiempo, en el mundo árabe, el desempleo juvenil es casi el doble del promedio mundial38 y en el Norte de África alrededor de dos tercios de los trabajadores están empleados en el sector informal.39
En este contexto, ¿qué significa hablar de trabajo decente y cómo deberíamos entender a los trabajadores? Inspirado por las movilizaciones políticas del «pueblo trabajador» del historiador y activista político guyanés Walter Rodney, el académico de Tanzania Issa Shivji ha sostenido que «en el neoliberalismo, la acumulación primitiva supone nuevas formas y se vuelve generalizada en casi todos los sectores de la economía, incluido el denominado sector informal. El productor se autoexplota simplemente para sobrevivir, mientras que subsidia al capital».40 Como consecuencia de ello, Shivji afirma que necesitamos una nueva forma de entender a las personas trabajadoras que reconozca la explotación común que afrontan los trabajadores industriales organizados; los trabajadores informales, precarios, temporales o migrantes; los trabajadores no remunerados o insuficientemente remunerados (generalmente mujeres) que realizan tareas domésticas, de cuidados y la labor reproductiva social; y fundamentalmente los pequeños agricultores campesinos, los pastoralistas y los pescadores independientes que trabajan directamente por su supervivencia.
En la actualidad, la gran mayoría de los seres humanos, independientemente del trabajo que realizan, están renunciando a alguna parte de su consumo diario esencial, sus derechos humanos o su capacidad para vivir una vida digna a fin de seguir contribuyendo a las enormes ganancias de las empresas transnacionales. Los efectos son los mismos, independientemente de que esto ocurra como consecuencia de la privatización de sus sistemas alimentarios, de salud, energéticos y de cuidados, por lo que la unidad familiar debe soportar la totalidad de la carga de los cuidados; o porque han perdido o podrían perder acceso a sus tierras, territorios o zonas de pesca tradicionales; o debido a que son incapaces de hallar trabajo y les resulta muy difícil llegar a fin de mes en una economía informal en la que no tienen medios políticos para reclamar un salario vital. No es casualidad que esta mayoría de trabajadores precarios y explotados también sea el grupo más amenazado por el cambio climático y el menos capaz de protegerse de sus efectos.
Podemos utilizar esta definición de «personas trabajadoras» en conjunto con el concepto de transición justa a la hora de elaborar nuestra visión de quiénes deberían estar a cargo de la transición energética y la respuesta a la crisis climática, en términos más generales. Juntos, estos conceptos brindan una base para preguntarse cómo sería incorporar la justicia a la acción por el clima y qué medidas concretas debemos adoptar para alcanzarla en diferentes contextos. Estas son las preguntas que esta publicación intenta responder. Lo hace al reunir las diversas perspectivas de muchos tipos diferentes de personas trabajadoras en la región árabe y al arrojar luz sobre algunas de las posibilidades de construir alianzas y coaliciones.
¿Por qué esta publicación? ¿Por qué ahora?
Gran parte de lo que se ha escrito sobre el cambio climático, la crisis ecológica y la transición energética en la región árabe está dominado por los puntos de vista de instituciones internacionales neoliberales o los reproduce. Los análisis que plantean estas instituciones son sesgados y no incluyen cuestiones de clase, raza, género, justicia, poder o historia colonial. Las soluciones y disposiciones que proponen se basan en el mercado, son descendentes y no abordan las causas profundas de las crisis climática, ecológica, alimentaria y energética. El conocimiento producido por esas instituciones desempodera e ignora las cuestiones de opresión y resistencia, se centra en gran medida en el asesoramiento de «expertos» y excluye a las voces «de abajo».
Esta publicación intenta remediarlo. Consiste en un conjunto de ensayos de autores fundamentalmente de la región de Oriente Medio y el Norte de África que abordan las dimensiones de la transición energética y cómo hacer que este proceso sea equitativo y justo. Los artículos abarcan una gran variedad de países, de Marruecos, el Sáhara Occidental, Argelia y Túnez, pasando por Egipto, Sudán, Jordania y Palestina, a los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Qatar. La publicación también incluye aportes con una perspectiva regional: sobre las transiciones agrícolas y la lucha neocolonial por hallar diversas fuentes de energía (incluido el hidrógeno verde) en el Norte de África, así como los desafíos y las contradicciones de la transición energética en el golfo Pérsico.
Se trata de la primera recopilación de artículos redactados por investigadores y activistas críticos del Norte de África y Oriente Medio sobre una transición energética justa, disponible en árabe, inglés, francés y español. Si bien hay publicaciones importantes sobre diversos nuevos pactos verdes41 y sobre la necesidad de una transición energética, los escritos de autores críticos del Sur global siguen siendo marginales, en particular de la región árabe. Habida cuenta de la gran importancia de cuestionar el eurocentrismo y de la necesidad de un enfoque a la mitigación y adaptación al cambio climático con conciencia de clase (incluida la transición urgente hacia energías renovables), así como de la importancia de reflexionar de manera crítica y cuestionar el papel de los gobiernos y las élites de la región en el sistema actual de energía fósil, consideramos que se debe colmar una gran laguna.
Este informe adopta una perspectiva explícita de justicia. Intenta denunciar las políticas y prácticas que protegen a las élites políticas, las empresas multinacionales y los regímenes autoritarios o militares. Intenta reconocer y contribuir a los procesos de producción de conocimiento y resistencia al extractivismo, el acaparamiento de tierra y recursos y las agendas neocoloniales, y procura apoyar la sostenibilidad transformadora desde abajo, basada en el supuesto de que tiene un gran potencial para abordar las crisis ambiental, alimentaria, energética y social.
Se trata de la primera colección de ensayos de que tenemos conocimiento que aborda directamente la cuestión de la transición energética en la región árabe desde una óptica de justicia y en un marco de una transición justa. El informe intenta hacer una contribución importante a las discusiones mundiales sobre la acción climática y la transición justa, en términos más generales, al preguntarse lo que estos procesos significarán en las circunstancias particulares de diferentes países de la región árabe caracterizados por: a) regímenes autoritarios; b) economías dependientes de la exportación del petróleo; c) historias de colonización e imperialismo, y d) posiblemente enormes recursos de energía verde. Debido a que una transición justa implica una transformación planetaria y dado que la región árabe será un lugar fundamental de ese cambio, creemos firmemente que la publicación no solo tiene importancia a nivel regional sino también a nivel mundial. El informe intenta:
- Promover un análisis más profundo sobre la situación actual respecto de la transición energética en la región árabe. Tener un mejor entendimiento de la situación actual, los actores involucrados y los posibles ganadores y perdedores es fundamental para realizar cualquier esfuerzo a fin de lograr una transición justa;
- Hacer hincapié en las críticas estructurales en los debates sobre transición verde, al priorizar las voces de activistas, académicos y autores de la región árabe;
- Resaltar la urgencia de la crisis climática en la región árabe y oponerse a la consolidación del extractivismo y el colonialismo energético, destacando la necesidad de hacer análisis holísticos y cambios estructurales;
- Contrarrestar el discurso neoliberal/neocolonial dominante sobre transición verde promovido por diversos actores internacionales de la región;
- Superar la dominación de un discurso de seguridad. El informe evita reclamos enmarcados en torno a la seguridad, como la seguridad climática, la seguridad alimentaria o la seguridad energética. En cambio, promueve las nociones de justicia, soberanía y descolonización;
- Apoyar a las fuerzas, movimientos y grupos de base progresistas en la región árabe a fin de elaborar una respuesta localizada, democrática y pública a la transición energética que se necesita urgentemente, incorporando análisis políticos, económicos, sociales y ambientales.
Resumen de los artículos
Los artículos del informe se dividen en tres secciones:
La parte I, titulada «Colonialismo energético, intercambio desigual y extractivismo verde», se centra en la dinámica (neo)colonial actual de apropiación de diferentes recursos naturales (incluidos los combustibles fósiles y la energía renovable), así como en la persistencia de los enfoques extractivistas y las prácticas de saqueo y la externalización de los costos socioambientales en las poblaciones oprimidas de la periferia.
En su artículo, Hamza Hamouchene demuestra el modo en que los proyectos de ingeniería relacionados con la energía renovable tienden a presentar al cambio climático como un problema común a todo el planeta, sin cuestionar el modelo energético capitalista y productivista, o las responsabilidades históricas del Occidente industrializado. Sostiene que en el Magreb ello tiende a redundar en «colonialismo verde», en lugar de la consecución de una transición energética que beneficia a las personas trabajadoras. Toma como ejemplo el entusiasmo con el hidrógeno verde y sostiene que los proyectos de hidrógeno verde constituyen proyectos neocoloniales de saqueo y despojo.
Al destacar el modo en que funciona el extractivismo en la parte del Sáhara Occidental ocupada por Marruecos, Joanna Allan, Hamza Lakhal y Mahmoud Lemaadel se centran principalmente en proyectos de energía renovable. Marruecos es aplaudido a nivel internacional por sus compromisos con la denominada «transición energética verde», pero los autores ofrecen una versión diferente que destaca las voces de la población saharaui, y sostienen que los proyectos de energía renovable en el Sáhara Occidental simplemente mantienen el colonialismo como «lavado verde», a expensas de una transición justa que podría realmente beneficiar a las comunidades locales.
En su artículo, Manal Shqair arroja luz sobre la econormalización árabe con el Estado de Israel. Presenta la econormalización como el uso del «ambientalismo» para el lavado verde y la normalización de la opresión israelí y las injusticias ambientales que son consecuencia de ello en la región árabe y en otras partes del mundo. Shqair investiga el modo en que la econormalización socava la lucha anticolonial palestina y obstaculiza una transición agrícola y energética justa en Palestina, que está inexorablemente vinculada con su lucha por la autodeterminación. Introduce el concepto de eco-sumud (eco-inquebrantabilidad) ante la opresión israelí y su papel para contrarrestar la función de lavado verde de la econormalización.
Karen Rignall demuestra cómo la energía solar forma parte de una larga historia de extracción en Marruecos y pone de manifiesto algunas de las continuidades sorprendentes entre las cadenas de productos básicos de los combustibles fósiles y las de energías renovables en el país. Estas continuidades plantean preguntas sobre cómo trabajar hacia una transición justa no solo en Marruecos, sino también en otros países del mundo donde hay cada vez más proyectos de energía renovable, a menudo en zonas con una larga historia de minería. La autora considera el modo de apoyar nuevas formas de energía que no reproduzcan las mismas desigualdades económicas y políticas inherentes al capitalismo basado en el carbono.
En su artículo sobre la necesidad de una transición agrícola justa en el Norte de África, Sakr El Nour sostiene que los países de la región están sometidos a un intercambio desigual con el Norte global, especialmente en la Unión Europea, mediante acuerdos comerciales que permiten que el Norte se beneficie de productos agrícolas norafricanos a tasas preferenciales. Afirma que el Norte de África necesita refundir sus políticas agrícolas, ambientales, alimentarias y energéticas. Defiende de manera convincente las alternativas centradas en lo local y que pueden prosperar de manera autónoma, independientemente de los intereses europeos.
En su artículo sobre la crisis de electricidad en Sudán, Mohamed Salah y Razaz Basheir realizan un esquema de la evolución del sector de la energía en el país desde la era colonial y atribuyen el desarrollo desigual en Sudán a políticas de esa época y a su continuación en el periodo poscolonial. Plantean una crítica de los proyectos hidroeléctricos en Sudán debido a sus costos socioeconómicos y ambientales, su profundización de las desigualdades existentes y los impactos negativos en los medios de subsistencia. También cuestionan la agenda del Banco Mundial de liberalizar y privatizar el sector energético en el país y demuestran cómo estos planes solamente empobrecen a más personas y limitan el acceso a la energía. Este artículo introduce la segunda sección del informe.
En la parte II, titulada «Ajustes neoliberales, privatización de la energía y el papel de las instituciones financieras internacionales», se centra la atención en las estructuras económico-políticas neoliberales que facilitan la explotación persistente de las ecologías de la periferia y la lucha por los recursos en nombre de la transición energética. Los artículos de esta sección documentan las diversas dinámicas de privatización y liberalización del sector energético y los consiguientes impactos económicos y sociales de esas políticas, al tiempo que destacan el papel fundamental de las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial y el FMI, en promover esa agenda.
Mohamed Gad documenta el modo en que Egipto respondió a las interrupciones masivas en el suministro eléctrico en 2014 promoviendo la liberalización de la producción de electricidad y modificando los subsidios a los precios de la electricidad para una variedad de grupos de ingresos. Refuta la afirmación del Banco Mundial de que la liberalización de los precios de la electricidad puso fin a los subsidios a los ricos y destinó los recursos a los pobres. En cambio, demuestra que dio lugar a una apertura a la financiación internacional, en detrimento de los más pobres –transformando drásticamente un servicio básico en una mercancía–.
Asmaa Mohammad Amin ahonda en las diversas políticas que han generado crisis sucesivas en el sector de la energía en Jordania. Amin muestra cómo la interrupción de los suministros de gas de Egipto entre 2011 y 2013 puso de manifiesto que esas políticas, comenzando por la agenda de privatización y liberalización promovida por el Banco Mundial y el FMI, no solo eran cortas de miras, sino que además eran inadecuadas. Además cuestiona la visión celebratoria de Jordania como uno de los pioneros en energía renovable en la región y afirma que, más allá de las estadísticas brillantes, lamentablemente las enormes ganancias se han desviado al sector privado, mientras que el Estado ha seguido registrando pérdidas. Ello, a su vez, ha exacerbado la carga de la deuda del país y ha aumentado su dependencia de prestamistas externos a expensas de los sectores más vulnerables de la sociedad.
En su contribución sobre Túnez, Chafik Ben Rouine y Flavie Roche demuestran cómo el plan de transición energética del país depende en gran medida de la privatización y la financiación extranjera, mientras que descuida la adopción democrática de decisiones, colocando al país en el esquema neoliberal mundial para el desarrollo de energía renovable. Sostienen que en lugar de intentar obtener ganancias privadas, una transición justa en Túnez brindaría a los hogares y las comunidades los medios para producir su propia electricidad, lo cual reduciría la dependencia y promovería el desarrollo de la industria local y la creación de empleos decentes.
En su artículo sobre el sector energético en Marruecos, Jawad Moustakbal formula una serie de preguntas importantes: ¿quién se beneficia y quién paga el precio de la transición energética de Marruecos?; ¿quién decide al respecto? Sostiene que las alianzas público-privadas garantizan enormes ganancias para las empresas privadas, mientras que los más pobres deben pagar precios más elevados por la energía. Afirma que no será posible lograr una transición justa en Marruecos en la medida en que el sector energético del país siga estando controlado por empresas transnacionales extranjeras y una élite local en el Gobierno que tiene permitido saquear al Estado y generar las ganancias que desee.
Debido a que una transición justa será diferente en diferentes contextos, la parte III, titulada «Capitalismo y desafíos para una transición justa», aborda las dificultades y contradicciones de la transición energética en países exportadores de combustibles fósiles. Los artículos de esta última sección ponen de relieve la dimensión de estos desafíos a nivel regional y mundial, mientras que advierten sobre los peligros de seguir utilizando combustibles fósiles.
Adam Hanieh sostiene que el auge de los Estados del golfo Pérsico debe entenderse a la luz de los cambios significativos que han tenido lugar en el capitalismo mundial en los últimos 20 años. Para ello resulta fundamental el nuevo eje de los hidrocarburos que vincula las reservas de petróleo y gas de Oriente Medio con las redes de producción de China y Asia, que sirven para ubicar al Golfo en el centro del «capitalismo fósil» contemporáneo. Para el autor, toda transición verde, tanto en Oriente Medio como a nivel mundial, deberá determinarse por las acciones y políticas de estos Estados. Por consiguiente, sostiene que sin entender los cambios en el control y la estructura de la industria petrolera –y trazar estrategias en torno a ellos– será imposible elaborar campañas exitosas para detener y revertir los efectos del cambio climático causado por el hombre.
En su artículo sobre Argelia, Imane Boukhatem argumenta que el sector energético del país afronta un triple desafío: la dependencia económica de las ganancias provenientes de los hidrocarburos, la creciente demanda de electricidad a nivel nacional y los acuerdos de largo plazo para la exportación de combustibles fósiles. La autora destaca las oportunidades, los desafíos y las posibles injusticias de la transición energética verde en Argelia y sostiene que el país debe transformar rápidamente su sector energético centrándose especialmente en la justicia social. Enumera varios obstáculos socioeconómicos, institucionales y en materia de políticas que es preciso superar para lograr una transición justa en Argelia.
En su artículo, Christian Henderson cuestiona algunos de los supuestos reduccionistas sobre el golfo Pérsico formulados en diversos informes y análisis hegemónicos, que describen a los Estados del golfo como simples víctimas del cambio climático, que podrían sufrir grandes pérdidas debido a la posible disminución de la demanda de petróleo y gas. Según el autor, en lugar de ser productores desprovistos de poder y actores pasivos en la política del cambio climático, los países del golfo Pérsico se están esforzando por consolidar su papel central en el régimen energético mundial. Ello implica formular una política dual que les permita beneficiarse tanto de los combustibles fósiles como de las energías renovables.
A modo de conclusión
Mediante estos ensayos las autoras y los autores del presente informe intentan iniciar una discusión más profunda de lo que significa la transición justa en el contexto de la región árabe. La dinámica es compleja y obviamente difiere de un país a otro y de una subregión a otra. Sin embargo, de estos análisis también surgen desafíos y cuestiones comunes. ¿Las necesidades y derechos de quiénes deberían priorizarse en una transición energética? ¿Qué modelo de producción y extracción energética puede suministrar energía a todas las personas trabajadoras de la región? ¿De qué modo los países del Norte global y las instituciones financieras internacionales están promoviendo que la región soporte la carga de la transición energética, y cuál sería una solución más justa? ¿Qué papel deberían desempeñar los Estados en
5. El pico del diésel
Un año más, Turiel ha publicado en su web un repaso a un tema que le preocupa desde hace tiempo: el declive de la producción de diésel, auténtico elemento vital de nuestro sistema, su salvia, o su sangre, si preferís. Pero no lo ha escrito él, sino que ha delegado en otro autor habitual de su web: Rafael Fernández Díez.
https://crashoil.blogspot.com/
martes, 9 de enero de 2024
El pico del diésel: Edición de 2023
Queridos lectores:
Una vez más, Rafael Fernández Díez nos ha hecho el favor de estudiar los datos de la Joint Oil Data Initiative para analizar cómo evoluciona la crisis de los combustibles derivados del petróleo, y particularmente del diésel. Este año el análisis es un tanto más complicado que en los años anteriores, y nos depara varias interesantes sorpresas. Aunque se haya publicado en 2024, lo consideraremos la edición de 2023 porque probablemente a finales de este año se publique una nueva edición.
Les dejo con Rafa.
Salu2.
AMT…
6. La digitalización agraria no es sostenibilidad
Se suele presentar la «digitalización» de la agricultura como una de sus opciones de futuro sostenible. Estos tres especialistas españoles argumentan en este artículo de Soberanía alimentaria que no es así.
https://www.soberaniaalimentaria.info/numeros-publicados/84-numero-48/1079-agricultura-4-0-una-vuelta-de-tuerca-al-modelo-agroindustrial
Agricultura 4.0: una vuelta de tuerca al modelo agroindustrial
Iñigo Arrazola, Helios Escalante y Adrián Almazán
El falso mantra, repetido durante décadas, de que más digitalización es sinónimo de mayor sostenibilidad ha alcanzado también a la agricultura. Los fondos europeos de recuperación, que tienen como objetivo impulsar estratégicamente algunos sectores de la economía, predican una «revolución verde y digital» en la que ambos conceptos aparecen unidos de forma en absoluto inocente.
Sin embargo, existe una gran confusión acerca del significado de estos términos y su verdadero alcance, y se mezclan elementos muy diferentes bajo esta categoría. Por ello, nos parece pertinente plantearnos algunas preguntas que frecuentemente quedan fuera del debate público: ¿qué tipo de mundo rural dibuja el modelo de la agricultura 4.0?, ¿cómo se relaciona esta digitalización de la agricultura con otras tentativas históricas de impulso de la productividad en el campo como la llamada «revolución verde»?, ¿cuáles son sus impactos ecosociales y qué consecuencias podrían tener para la construcción de un proyecto de soberanía alimentaria?…
7. Recursos y fin de la civilización
B vuelve a lo que para mí ofrece más interés de sus entradas: la inapelable escasez de recursos para la transición energética que pretendemos poner en marcha. Las reflexiones sociológicas sobre el fin de la civilización me parecen menos sólidas.
https://thehonestsorcerer.
Sectas de la muerte, agoreros y el fin de una civilización
B
Conocí a un viajero de una tierra antigua,
que dijo: «Dos enormes piernas de piedra sin tronco
se yerguen en el desierto. . . . Cerca de ellas, sobre la arena
medio hundido yace un rostro destrozado, cuyo ceño fruncido,
Y el labio arrugado, y la mueca de frío mando,
dicen que su escultor leyó bien esas pasiones
Que aún sobreviven, estampadas en estas cosas sin vida,
La mano que se burló de ellas, y el corazón que las alimentó;
Y en el pedestal, aparecen estas palabras:
Mi nombre es Ozymandias, Rey de Reyes;
¡Mirad mis obras, Poderosos, y desesperad!
Nada más queda. Alrededor de la decadencia
De ese colosal naufragio, sin límites y desnudo
Las arenas solitarias y llanas se extienden lejos».
Percy Bysshe Shelley
Nuestra civilización industrial niega totalmente su mortalidad. Enseñamos Ozymandias a nuestros hijos y, sin embargo, nos las arreglamos para permanecer totalmente ajenos a la naturaleza temporal de nuestra cultura. ¿Por qué cuento historias tan «deprimentes»? Bueno, aunque soy plenamente consciente de que el declive de nuestra era moderna es inevitable, creo que los «catastrofistas» y los «colapseniks» tenemos un importante papel que desempeñar.
La depresión, la fatalidad y la desesperación son emociones importantes, pero no son el estado final. Hay que enfrentarse a estos sentimientos y superarlos en el proceso de duelo por la pérdida de este modo de vida y del mundo que conocimos de niños. Creo que aprender a llorar las pérdidas y seguir adelante es un paso importante para convertirse en adulto. Y aunque algunos prefieren el tratamiento de las setas (mantenerse en la oscuridad y alimentarse con mentiras), sospecho que hay bastantes a los que les gustaría entender lo que realmente está pasando y por qué.
Es como darse cuenta de que uno no es invulnerable ni va a vivir para siempre. Algunos nunca aprenden esta lección y no maduran, o acaban en el tanatorio mucho antes de lo que cabría esperar. Otros, y creo que es la inmensa mayoría, aceptan la primera parte pero, de alguna manera, luchan por asumir plenamente la segunda. Desgraciadamente, se enteran de esto al final de sus vidas, cuando por fin reciben el diagnóstico terminal. Sólo entonces, cuando realmente empiezan a procesar el dolor que sienten por la pérdida de todas sus perspectivas de futuro, se dan cuenta de que podrían haber vivido una vida diferente.
Nuestra civilización -especialmente en Occidente- no es distinta de estas personas. Ha recibido innumerables advertencias y malos diagnósticos, desde el cambio climático hasta el agotamiento de los recursos, y aun así sigue creyendo que puede esquivar a la parca. Si usted, estimado lector, sigue agitando las manos pensando que «de algún modo», «en algún lugar», seguramente se le ocurrirá «algo», y que todo este pesimismo es pura palabrería, entonces sigue en el campo de la negación. No le culpo por ello, esta cultura hace todo lo que puede para hacerle creer que está aquí para quedarse durante muchos milenios. Igual que pensaron los romanos y los mayas.
Como alguien que trabaja en la fabricación y la cadena de suministro de bienes físicos, no fue terriblemente difícil ver hacia dónde van las cosas. Sí, requirió una cantidad galáctica de procesamiento mental, pero una vez superadas las emociones negativas, de repente todo empezó a tener sentido. Y aunque puedas pensar que las conclusiones expuestas en este ensayo son sólo suposiciones, te insto a que hagas tu propia investigación basada en datos reales, y no en ilusiones. Escribí lo que sigue pensando únicamente en el agotamiento de los recursos, sabiendo que hay otras cuestiones en juego simultáneamente. Sin embargo, creo que es importante conocer bien este aspecto de nuestra civilización. Nuestro uso de los recursos es un caso perdido en sí mismo.
- El mundo tiene una cantidad limitada de recursos a los que los humanos pueden acceder. Lo siento, pero perforar el núcleo de la Tierra o enviar naves espaciales a explotar asteroides no es factible en la práctica. El coste energético de hacerlo es sencillamente prohibitivo, y tiene menos de cero posibilidades de obtener beneficios.
- Estamos alimentando toda nuestra minería y transporte, además de la mayoría de nuestras actividades industriales, con combustibles fósiles. Lo sentimos, pero los paneles solares, las baterías y el hidrógeno no sirven: su densidad energética, su fiabilidad y la rentabilidad de la inversión no se acercan ni de lejos al carbón, el petróleo y el gas natural, ni siquiera al mismo nivel, y por una buena razón (véase el siguiente punto).
- Vivimos de una acumulación masiva de riqueza natural (petróleo y otros minerales incluidos) que tardó millones de años en formarse. Por eso los combustibles fósiles son únicos e irremplazables: no tuvimos que fabricarlos. Las plantas, las algas y el calor geotérmico se encargaron durante eones de convertir todo ese sol en hidrocarburos. Ahora, liberamos esta energía acumulada un millón de veces más rápido de lo que se formó. Lo mismo ocurre con los minerales metálicos, la arena y muchos otros materiales. Y lo que es peor: estamos consumiendo nuestra única herencia a un ritmo exponencialmente acelerado.
- Pero no todos los minerales son iguales. Antiguamente bastaba con tener un pico para extraer oro, cobre, carbón (o lo que sea). A medida que se agotaban los ricos yacimientos cercanos a la superficie que producían grandes pepitas, había que remover cada vez más tierra y rocas y tamizarlas en busca de motas cada vez más pequeñas, hasta que nos encontramos cavando hoyos de más de un kilómetro de profundidad para sacar rocas con un 0,1% de contenido metálico (sí, eso es 1 libra de metal por cada 999 libras de escombros). Con el tiempo, la minería consume cada vez más energía, requiere máquinas cada vez más grandes y produce cada vez más contaminación, hasta que resulta imposible continuar; aunque todavía queden algunas cosas por extraer. Así pues, aunque nunca nos quedaremos sin cobre, oro o incluso petróleo, estamos agotando rápidamente nuestras reservas de minerales y combustibles fósiles energéticamente viables. A falta de un milagro energético, el resto permanecerá enterrado. Para siempre.
- Así que tenemos una cantidad finita de minerales que extraemos utilizando una cantidad finita de combustible para construir una cantidad finita de cosas, que duran una cantidad finita de tiempo antes de romperse. ¿Qué podría salir mal…? Y aunque se puede ralentizar este proceso reciclando y ahorrando algo de energía aquí y allá, la humanidad acabará quemando toda la riqueza mineral accesible en este planeta y esparciendo por todas partes piezas no reciclables, por no hablar de la contaminación masiva que se libera a lo largo del proceso (desde CO2 a PFAS, o desde metales pesados a residuos radiactivos).
Esto es tan sencillo que hasta un niño de siete años podría entenderlo fácilmente… Si se lo permitiéramos. Pero no lo hacemos. Preferimos mantenerlos en la oscuridad y alimentarlos con cuentos de hadas sobre el eterno crecimiento económico, el ingenio humano, los viajes espaciales y cómo apagar el interruptor por la noche salva el planeta… En otras palabras: les damos el tratamiento de las setas, con esteroides.
Lo mismo hacemos con la muerte. La abuela desaparece cuando te despides de ella en la cama del hospital. No vemos a los muertos. Sólo en las pantallas, donde podemos decirnos a nosotros mismos que no es real. No se están muriendo, ¡es sólo una película! Tampoco vemos civilizaciones derrumbándose, sólo en las páginas de los libros de historia, y en las pantallas, por supuesto. De lo contrario, sería demasiado aterrador pensar que eso es lo que le espera también a nuestra sociedad industrial.
Sin embargo, cualquier estrategia de adaptación que se precie empieza por aceptar la realidad.
Del mismo modo que uno no puede salvarse de la muerte, aunque muchos sigan creyendo que pueden hacerlo, tampoco se puede salvar a una civilización. Tener una sociedad de alta tecnología es una oferta única en la vida de cualquier especie inteligente. Algo que está destinado a tener un principio, un punto álgido y un final, a medida que los recursos se agotan y la contaminación se apodera de todo. Si no aceptamos este simple hecho de la vida, estamos preparando a nuestros hijos para un futuro que es físicamente imposible de realizar.
Huelga decir que cualquier solución tecnooptimista choca de bruces con las realidades expuestas. «¿Renovables? No tienen nada de renovables. De hecho, con el tiempo necesitarán cada vez más energía y materiales, a medida que se agoten los ricos yacimientos minerales y haya que sustituir una cantidad cada vez mayor de viejos paneles solares y turbinas eólicas.» ¿Reactores de fusión de hidrógeno? Requieren literalmente cientos de toneladas de metales exóticos, desde alambres de niobio-estaño hasta recubrimiento de tántalo por pulverización en frío. Mientras tanto, producen una cantidad considerable de residuos radiactivos debido al incesante bombardeo de neutrones que golpean las paredes del reactor durante la fusión. Buena suerte reciclando eso…
Todas, repito TODAS las tecnologías suponen una demanda adicional de materias primas cuya extracción requiere cada vez más energía. Así que la próxima vez que lea un artículo sobre cómo tal o cual tecnología salvará la modernidad, hágase las siguientes preguntas (desde un punto de vista puramente tecnológico):
- ¿Requiere minerales para su construcción y mantenimiento? En caso afirmativo, ¿cómo resuelve el problema del agotamiento de las ricas reservas minerales?
- ¿Tiene una densidad energética superior a la de los combustibles fósiles y, en caso afirmativo, cuál es el truco? ¿Tiene acaso el coste de una enorme inversión energética adicional?
- …y la pregunta del billón de dólares: ¿resuelve el rebasamiento ecológico y ayuda a otras criaturas a prosperar? ¿O es otra forma de acabar con la vida en el planeta Tierra?
Con estas preguntas en mente, volvamos por un segundo a las «renovables», las baterías y el tema de la electrificación. ¿Necesitan minerales? Muchísimos. ¿Resuelven el problema del agotamiento de los minerales? No, de hecho lo aceleran. Incluso si piensas que reciclar o sustituir el cobre por aluminio es una «solución», siguen necesitando una serie de nuevos minerales a escala masiva antes de poder reciclar cualquiera de ellos. (Por no mencionar el hecho, de que no tenemos absolutamente ninguna pista de cómo hacer nada de esto a escala sin combustible diesel, o el alto calor proporcionado por la quema de carbón o gas natural)…
¿Tienen entonces mayor densidad energética que los combustibles fósiles? En ningún caso. Oh, ¿entonces qué pasa con los combustibles sintéticos y el hidrógeno verde producido por el viento y la energía solar? Pues bien, basta con sumar todas las pérdidas energéticas durante el proceso: desde la extracción de minerales, pasando por la fundición de metales, la construcción de paneles solares, su entrega in situ, el bombeo de agua para la electrólisis, la compresión y superenfriamiento del hidrógeno, la gestión de las fugas, la construcción y alimentación de una red de transporte diseñada para el H2, la gestión de las fugas de nuevo y, por último, su utilización para sintetizar hidrocarburos (con CO2 capturado del aire, ¿qué más?). Todo ello con una inversión energética enorme y un retorno de un solo dígito. Si le parece un proyecto viable, envíeme 100 dólares y le devolveré 7 ó 9 (según el tiempo que haga). Y aunque algunos sostienen que desperdiciamos el 80-90% del contenido energético del petróleo durante la perforación, el refinado y la distribución, el 100% inicial nos salió gratis. Mientras que con las energías renovables tenemos que pagar todo el 100 por adelantado, y luego recuperar el 7, o el 9, o el 10, lo que sea.
De hecho, esta es la razón de nuestros problemas actuales con los combustibles fósiles: la inversión inicial en exploración, extracción, refinado, etc. ha ido creciendo más que la energía que obtenemos en forma de combustibles para el transporte. El petróleo podría haberse convertido en una inversión neta negativa, amenazando con un grave declive de la industria.
Por alguna razón aún no nos hemos dado cuenta de que no hay energía sin minerales, y no hay minerales sin energía. El ciclo virtuoso de más combustibles fósiles que permiten la extracción de más minerales, que a su vez permiten una producción aún mayor de dichos combustibles, está a punto de cambiar. A medida que el petróleo dejaba lentamente de ser energéticamente barato y nuestro sistema energético mundial se hacía cada vez más dependiente de los minerales, se ha iniciado un círculo vicioso en el que un petróleo menos asequible conduce a minerales menos asequibles. Este efecto -con un retraso considerable- acabará provocando una caída de la producción de energía (incluidas las «renovables») que, a su vez, dará lugar a combustibles fósiles aún menos asequibles. Y así sucesivamente.
Mientras tanto, los combustibles sintéticos y el hidrógeno comienzan con un retorno de la inversión profundamente negativo desde el principio. De nuevo, si crees que es una buena idea cambiar una inversión que se ha vuelto mala (el petróleo) por una rentabilidad abismalmente negativa (los combustibles sintéticos)… Entonces tengo un puente que venderte. Pero no se fíe de lo que le digo, aquí tiene las principales conclusiones de un grupo de reflexión financiado por el gobierno alemán sobre el tema: «Para ser económicamente eficientes, las instalaciones de producción de electricidad a partir de gas y de electricidad a partir de líquidos requieren electricidad renovable barata y un elevado número de horas a plena carga. El exceso de energía renovable no bastará para cubrir la demanda energética de la producción de combustibles sintéticos».
Pues muéstrame un país en el que las «renovables» hayan abaratado la electricidad…
Precios de la electricidad por países 2023 | Statista
«Al principio, el metano sintético y el petróleo costarán entre 20 y 30 céntimos por kilovatio hora en Europa. Los costes pueden bajar a 10 céntimos por kilovatio hora en 2050 si la capacidad mundial de Power-to-Gas (PtG) y Power-to-Liquid (PtL) alcanza unos 100 gigavatios».
Ejem, es decir, entre 200 y 300 euros por MWh y 100 euros si todo va bien. Que conste que tales precios desencadenarían inmediatamente medidas de emergencia en toda la UE, junto con otra ronda de desindustrialización. Además, sabiendo que se está quemando gas en las centrales eléctricas para compensar la intermitencia y estacionalidad de las renovables, esto haría subir aún más los precios de la electricidad… ¡¿Alguien en los organismos gubernamentales con un coeficiente intelectual superior a la temperatura ambiente lee estos periódicos? En serio… Procedan con el resto del documento por su cuenta y riesgo.
Y por último, la pregunta del billón de dólares: ¿Resuelven las «renovables» o los combustibles sintéticos el rebasamiento ecológico y ayudan a otras criaturas a prosperar? Pues pregúntele a cualquier pájaro, mamífero o insecto cómo mejora su situación la deforestación y la apertura de un enorme pozo minero con un vertedero de residuos tóxicos. Supongo que ya sabes la respuesta… Ah, y ten en cuenta que, a medida que se agotan las minas antiguas, tenemos que construir otras cada vez mayores para satisfacer la misma demanda de metal. [Guiño.]
***
Después de comprender que los paneles solares y los aerogeneradores no son renovables ni sostenibles (ni podrían fabricarse sin combustibles fósiles), cada vez me parecen más arenas movedizas. Cuanto más luchamos con ellas, más rápido sellamos nuestra perdición.
La tecnología nos pone en un doble aprieto: una trampa para monos, por así decirlo.
Pero toda doble trampa tiene una cláusula de escape. En lugar de hundirnos cada vez más (tanto en sentido figurado como literal), necesitaríamos un nuevo pacto marrón (o verde, si lo prefieren): menos contaminación, menos emisiones de CO2, menos tecnología. Imagínense: menos uso y consumo de tecnología conduciría a menos minería, menos demanda de combustibles fósiles, menos contaminación, menos destrucción ecológica. Estamos viviendo tan por encima de nuestras posibilidades y de lo que realmente necesitamos en la vida que una dieta de adelgazamiento energético sólo nos haría bien a nosotros, y a la naturaleza por igual. Todos saldríamos ganando, ¿verdad?
Siendo yo mismo mi peor crítico, también me doy cuenta de que esto sólo «resolvería» nuestros problemas temporalmente. Aunque un acuerdo así suavizaría considerablemente el golpe del agotamiento de los recursos y la crisis de la contaminación, sería sencillamente imposible alimentar, alojar y vestir a tantos de nosotros sin al menos un mínimo de uso de la tecnología. Por lo tanto, tanto el agotamiento de los recursos como la contaminación continuarían, aunque a un ritmo mucho más lento. Algo que, pase lo que pase, seguiría provocando una crisis de agotamiento.
Además, reducir el uso de la tecnología sólo es posible hasta cierto punto (hasta que se alcanza una masa crítica, o un punto de inflexión). Mientras que la mayoría de nosotros podría renunciar al uso del coche, la moda rápida, los viajes de larga distancia, las McMansiones, el consumo de carne, los envases de usar y tirar, etc. y ahorrar una tonelada de recursos y energía en el proceso, un sistema de alcantarillado, agua potable, electricidad y agricultura a gran escala no es opcional a partir de una cierta densidad de población. Todos estos sistemas requieren un mantenimiento constante (ahora combinado con una sustitución completa en algunos lugares), y una cantidad considerable de combustibles fósiles, que no sólo contaminan mucho sino que se agotan rápidamente. Así pues, la conservación tendría que hacerse en paralelo con la extensión de la población lo más posible, y enseñando a la gente a cultivar sus propios alimentos (empezando por las verduras, mientras que los cultivos de grano podrían cosecharse a escala utilizando la tecnología existente).
Como puede ver, esto no podría llevarse a cabo sin una coordinación central, una educación masiva sobre nuestra difícil situación y el consentimiento de los gobernados. Un enfoque individualista simplemente no es suficiente: a menos que haya un consenso generalizado de que este es el camino que todos tenemos que tomar, la gente a la que no podría importarle menos utilizará cualquier recurso que esté disponible (y sea más barato) durante el proceso. Y aquí es donde llegamos al individualismo: uno de los principios básicos de la economía neoliberal. Según el sentimiento imperante, cada uno vela por sí mismo, la avaricia es buena y aumentar la propia riqueza no sólo es deseable, sino un fin en sí mismo. Además, cualquier interferencia con el propio interés económico (también conocido como la «mano invisible») se califica automáticamente de «ineficiente», algo que debe evitarse a toda costa. Tras más de cuatro décadas de este adoctrinamiento, sería difícil encontrar a dos individuos que se pusieran de acuerdo sobre cuál debería ser el camino a seguir, y mucho menos que estuvieran dispuestos a sacrificar algo. De ahí la negación y todos los tejemanejes. ¿No es de extrañar que todas las civilizaciones acaben igual?
El colapso social (también conocido como colapso civilizacional o colapso de sistemas) es la caída de una sociedad humana compleja caracterizada por la pérdida de identidad cultural y de complejidad social como sistema adaptativo, la caída del gobierno y el aumento de la violencia. Entre las posibles causas de un colapso social se encuentran las catástrofes naturales, las guerras, las pestes, las hambrunas, el colapso económico, el descenso o el rebasamiento de la población, las migraciones masivas y el sabotaje por parte de civilizaciones rivales. Una sociedad colapsada puede volver a un estado más primitivo, ser absorbida por una sociedad más fuerte o desaparecer por completo.
Prácticamente todas las civilizaciones han sufrido este destino, independientemente de su tamaño o complejidad, pero algunas de ellas revivieron y se transformaron posteriormente, como China, India y Egipto. Sin embargo, otras nunca se recuperaron, como los imperios romanos occidental y oriental, la civilización maya y la civilización de la Isla de Pascua. El colapso social suele ser rápido, pero rara vez abrupto.
Insisto en la última frase: el colapso social suele ser rápido, pero rara vez abrupto. Desde una perspectiva histórica, un declive que tarda entre 40 y 50 años en producirse no es más que un parpadeo. Desde la perspectiva de un ser humano individual, sin embargo, es más de la mitad de una vida… Es un choque de trenes a cámara lenta, algo en lo que -especialmente en Occidente- estamos participando activamente desde hace tiempo. Aunque no se ha divulgado mucho, el estancamiento económico se ha convertido en una contracción definitiva, sólo compensada por la financiarización y el endeudamiento. También podría mencionar las crecientes divisiones en toda la sociedad, la desigualdad, la agresividad política, la pérdida de moral y los muchos otros problemas que asolan nuestra sociedad, todo al mismo tiempo. Nuestra civilización, al parecer, ya ha entrado en su fase de desintegración.
Volvamos ahora al agotamiento de los recursos y de la energía. A medida que el equilibrio energético de la extracción y el uso de combustibles fósiles empeora lenta pero constantemente (a medida que los yacimientos ricos y fáciles de conseguir se agotan y son sustituidos cada vez más por otros más intensivos en energía), el equilibrio energético de todo lo que hacemos se volverá insostenible. Dado que todavía obtenemos más del 80% de nuestra energía de los combustibles fósiles, y los utilizamos para extraer y transportar todo lo que fabricamos, el empeoramiento del balance energético acabará por hundirlo todo, pero no en un día. Además, se tomarán todas las medidas posibles para ralentizar el proceso, desde la inteligencia artificial hasta los CBDC… Dado que el problema no reside en la gobernanza, sino en la geología y la física, todos los intentos acabarán fracasando.
Aunque nuestra situación parezca especial -gracias a nuestro uso masivo de la tecnología- el declive de nuestra civilización compartirá muchos de sus rasgos con sus predecesores. Conociendo lo profundamente inconscientes que son tanto el público en general como las clases dirigentes, apuesto a que una vez que las cosas empiecen a resbalar habrá pocas posibilidades, si es que hay alguna, de que alguien detenga la avalancha antes de que todo el tinglado llegue al fondo del valle. Las razones, como siempre, son el pánico y la acumulación de errores.
Así es como acaban todas las civilizaciones: en la negación, seguida del pánico.
Saber que cualquier civilización del planeta era una oferta limitada en el tiempo -incluida la nuestra- facilita mucho la aceptación. No siento resentimiento ni hacia la clase política ni hacia los industriales. Claro que nuestra civilización podría haberse gestionado mucho mejor -al menos en teoría-, pero esto es lo que nos ha tocado. Aunque tener esto en cuenta puede ser una pesada carga, también evita que uno caiga en la trampa de demagogos, tiranos y sectarios de la muerte que insisten en que todos debemos luchar (y morir) en las llamas purificadoras de una guerra santa. No. El fin de una civilización no es un castigo de Dios, sino un hecho de la vida debido a una serie de factores que entran en juego simultáneamente. El agotamiento de los recursos es sólo uno de ellos. No hay nadie a quien culpar, y tampoco nadie puede hacer que vuelvan los buenos tiempos. En lugar de eso, tenemos que mirar hacia delante, sin importar lo oscuro o luminoso que pueda parecer el futuro, y centrarnos en gestionar un aterrizaje airoso para esta pequeña civilización insostenible nuestra.
Hasta la próxima, B
8. Escobar sobre la demanda sudafricana ante la CIJ
No ofrece grandes novedades excepto que, como es habitual en él, centra su artículo en el hecho de que Sudáfrica forme parte de los BRICS.
Sudáfrica, miembro de los BRICS, lleva al sionismo ante los tribunales
El caso de genocidio de Pretoria contra Israel es crucial, no sólo para detener la carnicería de Tel Aviv en Gaza, sino para plantar la primera bandera del mutipolarismo en los tribunales del planeta: éste es el primer caso de muchos que tratarán de detener la impunidad occidental y restaurar el derecho internacional tal y como se contempla en la Carta de la ONU.
Pepe Escobar 10 ENE 2024
Nada menos que el concepto completo del derecho internacional será juzgado esta semana en La Haya. El mundo entero está mirando.
Ha tenido que ser una nación africana, no una nación árabe o musulmana, sino significativamente un miembro del BRICS, la que intente romper las cadenas de hierro desplegadas por el sionismo a través del miedo, el poder financiero y las amenazas incesantes, esclavizando no sólo a Palestina sino a franjas sustanciales del planeta.
Por un giro de justicia poética histórica, Sudáfrica, una nación que sabe una o dos cosas sobre el apartheid, tuvo que tomar la iniciativa moral y ser la primera en presentar una demanda contra el apartheid israelí ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
La demanda, de 84 páginas, exhaustivamente argumentada, plenamente documentada y presentada el 29 de diciembre de 2023, detalla todos los horrores que se están perpetrando en la Franja de Gaza ocupada y que siguen todas las personas con un teléfono inteligente en todo el planeta.
Sudáfrica pide a la CIJ -un mecanismo de la ONU- algo bastante sencillo: Que declare que el Estado de Israel ha incumplido todas sus responsabilidades en virtud del derecho internacional desde el 7 de octubre.
Y eso, crucialmente, incluye una violación de la Convención sobre el Genocidio de 1948, según la cual el genocidio consiste en «actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso».
Sudáfrica cuenta con el apoyo de Jordania, Bolivia, Turkiye, Malasia y, significativamente, de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que reúne a las tierras del Islam y constituye 57 Estados miembros, 48 de los cuales albergan una mayoría musulmana. Es como si estas naciones representaran a la inmensa mayoría del Sur Global.
Lo que ocurra en La Haya podría ir mucho más allá de una posible condena de Israel por genocidio. Tanto Pretoria como Tel Aviv son miembros de la CIJ, por lo que las sentencias son vinculantes. La CIJ, en teoría, tiene más peso que el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Estados Unidos veta cualquier hecho contundente que empañe la autoimagen cuidadosamente construida de Israel.
El único problema es que la CIJ carece de poder coercitivo.
Lo que Sudáfrica, en términos prácticos, pretende conseguir es que la CIJ imponga a Israel la orden de detener la invasión -y el genocidio- de inmediato. Esa debería ser la primera prioridad.
Una intención específica de destruir
Leer la demanda sudafricana completa es un ejercicio espeluznante. Esto es literalmente historia en ciernes, justo delante de nosotros que vivimos en el joven y adicto a la tecnología siglo XXI, y no un relato de ciencia ficción de un genocidio que tiene lugar en algún universo lejano.
La solicitud de Pretoria tiene el mérito de dibujar el panorama general, «en el contexto más amplio de la conducta de Israel hacia los palestinos durante sus 75 años de apartheid, sus 56 años de ocupación beligerante del territorio palestino y sus 16 años de bloqueo de Gaza».
Causa, efecto e intención están claramente delineados, trascendiendo los horrores que se han perpetrado desde la Operación Inundación de Al-Aqsa de la resistencia palestina el 7 de octubre de 2023.
También hay «actos y omisiones de Israel que pueden equivaler a otras violaciones del derecho internacional». Sudáfrica los enumera como «de carácter genocida, ya que se cometen con la intención específica requerida (dolus specialis) de destruir a los palestinos de Gaza como parte del grupo nacional, racial y étnico palestino más amplio».
Los hechos», introducidos a partir de la página 9 de la demanda, son brutales: desde la masacre indiscriminada de civiles hasta la expulsión masiva: «Se calcula que más de 1,9 millones de palestinos de los 2,3 millones de habitantes de Gaza -aproximadamente el 85% de la población- se han visto obligados a abandonar sus hogares. No hay ningún lugar seguro al que puedan huir, los que no pueden irse o se niegan a ser desplazados han sido asesinados o corren un riesgo extremo de ser asesinados en sus casas.»
Y no habrá vuelta atrás: «Como señaló el Relator Especial sobre los derechos humanos de los desplazados internos, las viviendas y la infraestructura civil de Gaza han sido arrasadas, frustrando cualquier perspectiva realista de que los gazatíes desplazados regresen a sus hogares, repitiendo una larga historia de desplazamientos forzosos masivos de palestinos por parte de Israel.»
El hegemón cómplice
El punto 142 de la solicitud puede resumir todo el drama: «Toda la población se enfrenta a la inanición: el 93% de la población de Gaza se enfrenta a niveles de crisis de hambre, y más de uno de cada cuatro se enfrenta a una situación catastrófica», con una muerte inminente.
Con este telón de fondo, el 25 de diciembre -día de Navidad- el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, redobló su retórica genocida, prometiendo: No nos detendremos, seguiremos luchando y profundizaremos los combates en los próximos días, y ésta será una larga batalla y no está cerca de terminar».
Así pues, «con carácter de extrema urgencia» y «a la espera de que el Tribunal resuelva este caso sobre el fondo», Sudáfrica solicita medidas provisionales, la primera de las cuales será que «el Estado de Israel suspenda inmediatamente sus operaciones militares en y contra Gaza».
Esto equivale a un alto el fuego permanente. Cada grano de arena desde el Néguev hasta Arabia sabe que los psicópatas neoconservadores a cargo de la política exterior estadounidense, incluido su mascota, teledirigido y senil ocupante de la Casa Blanca, no sólo son cómplices del genocidio israelí sino que se oponen a cualquier posibilidad de alto el fuego.
Por cierto, esa complicidad también está penada por la ley, según la Convención contra el Genocidio.
Por lo tanto, es un hecho que Washington y Tel Aviv harán todo lo posible para bloquear un juicio justo ante la CIJ, utilizando todos los medios de presión y amenaza disponibles. Eso encaja con el poder extremadamente limitado que ejerce cualquier tribunal internacional para imponer el imperio de la ley internacional al combo excepcionalista Washington-Tel Aviv.
Mientras un Sur Global alarmado se moviliza contra el ataque militar sin precedentes de Israel contra Gaza, donde más del 1% de la población ha sido asesinada en menos de tres meses, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí ha ordenado a sus embajadas que presionen a los diplomáticos y políticos de los países anfitriones para que emitan rápidamente una «declaración inmediata e inequívoca en los siguientes términos»: Declarar pública y claramente que su país rechaza las acusaciones escandalosas, absurdas e infundadas vertidas contra Israel».
Será muy esclarecedor ver qué naciones acatarán la orden.
Tanto si los esfuerzos actuales de Pretoria tienen éxito como si no, es probable que este caso sea sólo el primero de este tipo que se presente ante los tribunales de todo el mundo en los próximos meses e incluso años. Los BRICS -de los que Sudáfrica es un Estado miembro crucial- forman parte de la nueva oleada de organizaciones internacionales que desafían la hegemonía occidental y su «orden basado en normas». Estas reglas no significan nada; nadie las ha visto.
En parte, el multipolarismo ha surgido para corregir el alejamiento de décadas de la Carta de las Naciones Unidas y precipitarse hacia la anarquía encarnada en estas «reglas» ilusorias. El sistema de Estados-nación que sustenta el orden mundial no puede funcionar sin el derecho internacional que lo garantiza. Sin la ley, nos enfrentamos a la guerra, guerra y más guerra; el universo ideal del Hegemón de guerra sin fin, de hecho.
El caso de genocidio de Sudáfrica contra Israel es manifiestamente necesario para revertir estas flagrantes violaciones del sistema internacional, y casi con toda seguridad será el primero de muchos litigios de este tipo contra Israel y sus aliados para que el mundo vuelva a la estabilidad, la seguridad y el sentido común.
9. Resumen de la guerra en Palestina, 11 de enero
Los resúmenes de Rybar y Mondoweiss
Lo que está ocurriendo en Palestina e Israel: cronología del 11 de enero
11 de enero de 2024 Rybar
En el norte de la Franja de Gaza, las tropas israelíes siguen despejando la zona urbana edificada, al tiempo que destruyen los túneles subterráneos de Hamás. La actividad de las formaciones palestinas se limita a incursiones y emboscadas ocasionales.
En la zona del istmo, entre el norte y el sur del enclave, los principales combates tienen lugar en las inmediaciones del campo de Al Breij. La aviación israelí también sigue bombardeando intensamente Nusseirat, Al-Maghazi y Deir Al-Balah.
En el sur del enclave, unidades de las Fuerzas de Defensa de Israel siguen concentrando sus fuerzas en la Universidad Islámica de Jan Yunis, mientras las milicias palestinas intentan desalojarlas o, al menos, detenerlas.
Un caso notable se produjo en el Golfo de Omán, donde las fuerzas especiales del CGRI se apoderaron del St Nikolas, un barco que había sido propiedad de Irán. De hecho, los iraníes han respondido por el incidente del año pasado, y no debemos esperar una nueva ronda de conflictos por este motivo: es sólo un episodio más de la «guerra de los petroleros» entre Irán y Estados Unidos.
Mientras tanto, se celebró en La Haya la primera vista del caso sobre el reconocimiento de la guerra en la Franja de Gaza como genocidio, de acuerdo con la demanda presentada anteriormente por Sudáfrica. Se ha formulado una amplia gama de acusaciones contra Israel, a las que podrá responder mañana durante el segundo día de la vista.
Mapa de alta resolución en inglés https://rybar.ru/piwigo/
Estado de las hostilidades
Norte de la Franja de Gaza
Las fuerzas israelíes prosiguen sus metódicas operaciones de limpieza en el enclave. Como en los días anteriores, las Fuerzas de Defensa de Israel están volando edificios de gran altura, mientras se trabaja en la destrucción de las comunicaciones subterráneas de las formaciones palestinas. Las hostilidades con Hamás tienen un carácter exclusivamente esporádico y se limitan sobre todo a emboscadas y ocasionales disparos de mortero. Así, las milicias palestinas informaron del ataque a un tanque israelí en Jabaliya, así como de la captura de uno de los drones de las IDF.
En el contexto de la retirada de varias unidades de las Fuerzas de Defensa de Israel de la zona norte de la Franja de Gaza, cada vez aparecen más en la Red imágenes de las consecuencias de las acciones de las tropas israelíes, incluso en la zona de Shajaya (Al-Judaydah). La destrucción a gran escala se asocia no sólo a los bombardeos masivos, sino también a la llamada «terraformación del terreno», es decir, la destrucción de todos los edificios altos en los que podría haber salidas de los túneles subterráneos de Hamás.
Durante meses, las tropas israelíes han seguido tácticas de tierra quemada. En la misma Al-Judaydah, el mes pasado se volaron 56 casas a la vez. Sin embargo, el mando de las IDF no cuestiona la ética de tales tácticas: para los israelíes, salvar la vida de sus combatientes es mucho más valioso que decenas de edificios destruidos o víctimas civiles en el enclave.
El centro de la Franja de Gaza
En la zona del istmo entre las partes norte y sur del enclave, las fuerzas israelíes siguen intentando cerrar el anillo de cerco alrededor del campo de al-Breij. A pesar de que algunos medios de comunicación afirman que el asentamiento se ha convertido en una «caldera», no se han publicado imágenes que lo confirmen. Paralelamente a los ataques terrestres, continúa el bombardeo masivo de los asentamientos controlados por palestinos: Nuseirat, Al-Maghazi y Deir Al-Balah fueron objeto de fuego.
A juzgar por la configuración emergente del frente, en la fase actual las tropas israelíes pretenden cumplir dos objetivos: en primer lugar, despejar Al-Breij y Nuseirat; en segundo lugar, avanzar por la carretera de Salah al-Din hacia los territorios controlados en el sur del enclave. Y en la siguiente etapa, los israelíes podrán iniciar el asalto a Deir al-Balah, el mayor núcleo de población de la zona.
Sur de la Franja de Gaza
Las unidades de las Fuerzas de Defensa de Israel continúan su ofensiva hacia las afueras del sureste y suroeste de Jan Yunis. Debido a las lluvias, las imágenes por satélite no permiten establecer la zona exacta de control israelí. Las imágenes que aparecen en la Red tampoco arrojan luz sobre la configuración del frente. Los mensajes de texto indican que la situación no ha cambiado desde ayer, y que las fuerzas israelíes siguen concentrándose cerca de la Universidad Islámica, mientras las milicias palestinas intentan desalojarlas o al menos retrasarlas. Mientras tanto, cerca del ayuntamiento, los israelíes siguen llevando a cabo operaciones de limpieza, utilizando activamente equipos de ingeniería, incluidas excavadoras, que los militantes de Hamás informan regularmente de que han destruido.
Al mismo tiempo que combaten sobre el terreno, los cazas israelíes destruyen los túneles de Hamás que han descubierto. El mando israelí informó de la limpieza de uno de ellos el pasado día: según sus datos, allí había rehenes israelíes. Sin embargo, anteriormente las FDI respaldaron casi de inmediato tales palabras con imágenes de los liberados; esta vez sólo había un vídeo del propio túnel, e incluso éste está cortado. Según las últimas informaciones, desde el comienzo de la operación terrestre, las tropas israelíes han destruido e inutilizado más de 100 rutas subterráneas de Hamás.
La frontera con Líbano
En la frontera norte de Israel, la intensidad de los ataques ha aumentado ligeramente con respecto a ayer. Combatientes de Hezbolá dispararon cohetes contra instalaciones militares israelíes y las localidades de Adamit, Dovev, Al-Baghdadi, Al-Malikiyah, Metula y Ramta.
Kiryat Shmona fue objeto de fuego intenso: la facción libanesa informó del lanzamiento de 30 cohetes, mientras que los israelíes informaron de que interceptaron tres y alcanzaron la localidad con siete cohetes. Edificios residenciales y carreteras resultaron dañados en la localidad. Tras una serie de bombardeos desde Líbano, se perdió la electricidad en Kiryat Shmona, así como en las vecinas Margaliot, Manara y Misgav Ama.
A su vez, las fuerzas israelíes lanzaron ataques aéreos y de artillería en todo el sur de Líbano, incluidos Yarin, Aita al-Shaab, Markaba y Khiam. Un misil israelí alcanzó un centro médico en Hanina, dañando los edificios cercanos, matando a dos miembros del personal e hiriendo a otros dos. Hezbolá acusó a los israelíes de otro acto de agresión y prometió tomar represalias.
Cisjordania
Las fuerzas de seguridad israelíes siguen llevando a cabo operaciones policiales en varias localidades de la región. Los enfrentamientos más encarnizados se produjeron de nuevo en Yenín, donde las fuerzas del orden se enfrentaron a células terroristas locales.
Los militantes tendieron emboscadas a varios combatientes de las IDF en la localidad, utilizando incluso artefactos explosivos improvisados. Un tiroteo en la vecina Yaba terminó con varios civiles heridos.
Al mismo tiempo, se publicaron en Internet imágenes del traslado de unidades adicionales a la localidad desde Dotan. Otro enfrentamiento tuvo lugar en el puesto de control de Salem, donde se disparó con armas ligeras contra los guardias fronterizos. En otras localidades, las redadas de las fuerzas de seguridad israelíes fueron bastante rutinarias.
La escalada en Oriente Próximo
Mapa de alta resolución en inglés https://rybar.ru/piwigo/
Anoche, grupos proiraníes atacaron la base militar estadounidense de Hemo, al oeste del aeropuerto de Kamyshly, en el noreste de Siria: según testigos presenciales, se oyeron dos explosiones cerca de la instalación, seguidas del despegue de helicópteros estadounidenses. Y esta tarde, la base militar de las Fuerzas Armadas estadounidenses, al-Shaddadi, fue objeto de disparos. Y se lanzaron cohetes desde Siria hacia los Altos del Golán: las municiones cayeron al aire libre y no causaron daños.
Otro giro interesante de los acontecimientos tuvo lugar en el Golfo de Omán, donde el St Nikolas fue abordado por fuerzas especiales de la marina iraní IRGC. Un helicóptero abordó a un equipo que se hizo con el control del petrolero y ahora lo escolta hasta Bandar Abbas. Las últimas tendencias parecen sugerir que no hay nada inusual en este incidente. Con el telón de fondo de los ya habituales intentos de los Houthis de apoderarse de buques mercantes en el Mar Rojo, las acciones de los iraníes ya no parecen nada sobrenatural.
Pero el diablo está en los detalles: el barco era originalmente iraní y se llamaba Suez Rajan. Más concretamente, pertenecía a una compañía griega, pero fue fletado por los iraníes. Sin embargo, los griegos llegaron a un acuerdo con los estadounidenses y lo transfirieron a su país. Tras un largo proceso judicial en Estados Unidos, los estadounidenses se hicieron con el petróleo, se apoderaron del petrolero y empezaron a utilizarlo para sus propios fines. Y ahora, más de seis meses después, los iraníes han devuelto el suyo, e incluso con recursos a bordo.
¿A qué conducirá esto? En realidad, a nada. La llamada «guerra de los petroleros» entre Irán y Estados Unidos dura ya años. Esto no es más que otro episodio de este enfrentamiento, en el que los iraníes evitan las sanciones mediante el comercio en la sombra y la Casa Blanca se lo impide. Al mismo tiempo, con el telón de fondo de los ya mencionados ataques de los Houthis al transporte marítimo en el Golfo de Adén y el Mar Rojo, el ataque del CGRI en el Golfo de Omán obligará a la agrupación de buques de Occidente a reaccionar y probablemente a replegar algunas de sus fuerzas hacia las costas iraníes. Y eso sin duda estaría en manos de los Houthis.
Sobre Idan Amedi y más
A principios de semana, en la Red se hablaba activamente de la herida del famoso cantante y actor israelí Idan Amedi en la zona del campo de Al Breij, en la parte central de la Franja de Gaza. Antes de la escalada del conflicto, Amedi era conocido por su papel de combatiente de élite de las FDI en la serie de televisión «Fauda», pero en octubre experimentó el combate real al convertirse en reservista.
Las circunstancias de la lesión del actor son dignas de mención en toda la historia: durante los trabajos preparatorios para volar uno de los túneles, una unidad de tropas de ingenieros fue atacada por militantes de Hamás. Durante la batalla subsiguiente, un tanque de las FDI abrió fuego contra los palestinos, pero inmediatamente después del disparo se produjo una fuerte explosión. Según algunos informes, el proyectil del tanque alcanzó el camión de explosivos cuando los ingenieros israelíes aún se encontraban en la zona de peligro. El resultado: seis reservistas muertos y varios heridos, entre ellos el propio Amedi.
Ya a principios de año, las IDF anunciaron que alrededor del 17% de todas las muertes israelíes en la Franja de Gaza eran accidentes, desde errores en la manipulación de artefactos explosivos hasta fuego amigo. Sin embargo, con el telón de fondo de las bajas israelíes menores desde que comenzó la operación terrestre, ni siquiera el 17% es tan alto: en torno a 30 personas. Ya a principios de año, las IDF anunciaron que alrededor del 17% de todas las muertes israelíes en la Franja de Gaza fueron accidentes, desde errores en el manejo de artefactos explosivos hasta fuego amigo. Sin embargo, en el contexto de las insignificantes pérdidas de tropas israelíes tras el inicio de la operación terrestre, incluso el 17% no es tanto: en torno a 30 personas.
En general, los israelíes en el caso del reclutamiento de actores pueden ser bien envidiados. En Rusia, una parte importante de las personas creativas simplemente guardaron silencio, y algunos de ellos, siguiendo el ejemplo de Pashinin, rechazaron a los espectadores rusos y se fueron a las trincheras a las formaciones ucranianas. Se plantea una pregunta legítima: ¿cuándo se desilusionará toda esta fraternidad que sigue haciendo la guerra por la guerra, tan favorable a los ultraortodoxos?
Trasfondo político y diplomático
Sobre el juicio internacional de la ONU a Israel
El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya ha examinado hoy la demanda de Sudáfrica contra Israel. Así, la parte israelí fue acusada de violar la Convención sobre el Genocidio en la Franja de Gaza. Los representantes de la delegación señalaron que las acciones de las FDI van más allá de la legítima defensa y sólo conducen a la muerte de civiles, mientras que las autoridades israelíes siguen justificando sus bombardeos con el ataque de militantes de Hamás el 7 de octubre.
Y uno de los representantes de la delegación sudafricana, Visumuzi Madonsela, comparó el trato israelí a los palestinos con el régimen del apartheid: «Israel lleva desde 1948 desplazando y dividiendo sistemáticamente al pueblo palestino, negándole deliberadamente su derecho internacionalmente establecido a la autodeterminación. También nos preocupa especialmente el régimen institucional israelí de leyes discriminatorias, una política que pretende apartheidizar al pueblo palestino».
Anteriormente, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí calificó la demanda del ciudadano sudafricano de «una de las mayores muestras de hipocresía de la historia», subrayando que las acusaciones son absurdas y carecen de pruebas. Los israelíes podrán argumentar su postura mañana, en el segundo día de la vista, cuando se conceda la palabra a la delegación israelí.
Al mismo tiempo, a lo largo del día se celebraron ante el tribunal de La Haya una serie de manifestaciones a favor de la Franja de Gaza. Los manifestantes pidieron a las fuerzas israelíes que cesaran los combates en el enclave y acudieran a la mesa de negociaciones.
Mientras tanto, los partidarios de los israelíes también celebraron su propia marcha, en la que culparon a Hamás de los hechos y pidieron la liberación de los rehenes.
Sobre la amenaza de ataques de las Fuerzas Armadas británicas en Yemen
The Times informa, citando al Ministerio de Defensa del Reino Unido, que la Royal Navy está a punto de atacar territorio yemení tras el ataque masivo de Ansarallah contra un grupo de barcos de la coalición.
Ya sabes, cuando salen artículos como este casi todos los días, se hace más difícil tomarlos en serio. «Aquí vamos, sólo un poco más, un ataque más, y definitivamente pensaremos en una respuesta dura», es como uno podría describir las acciones del Occidente colectivo.
Pero todo esto era de esperar. Las tensiones en el Mar Rojo y la actividad de los huzíes son favorables como parte de la presión sobre los ultraortodoxos de Israel. Es probable que los ataques demostrativos contra Yemen sean inminentes si continúa el actual nivel de escalada. Pero no hay que esperar de ellos un resultado aplastante. Los yihadistas se han adaptado a este tipo de ataques durante los largos años de guerra. La coalición atacará y Ansarallah devolverá el ataque. Ambos salvarán la cara y cada uno quedará a su aire.
Teniendo todo esto en cuenta, la gama de armas en el balance de los huzíes es realmente impresionante. Además de los drones y misiles de largo alcance, que los combatientes de Ansarallah utilizaban para disparar contra Arabia Saudí y los EAU, Saná no se ha olvidado de las armas antibuque. Ahora los huzies utilizan misiles de crucero antibuque e incluso misiles balísticos. De hecho, fueron las unidades de Ansarallah las primeras en demostrar en la práctica la eficacia de este tipo de misiles para alcanzar objetivos de superficie en movimiento.
El alcance varía según el tipo, pero entre ellos se encuentran los que pueden atacar objetivos a una distancia de hasta 800 kilómetros, lo que permite controlar barcos y buques en todo el Golfo de Adén y el sur del Mar Rojo. Y su número podría ser bastante considerable, dado que los iraníes llevan años suministrando regularmente a los huzíes todo lo que necesitan. Así que Ansarallah es capaz de luchar de la misma manera durante mucho tiempo.
El resumen de Mondoweiss.
Día 97 de la «Operación Al-Aqsa»: Continúan los bombardeos israelíes en Gaza mientras Sudáfrica presenta argumentos ante la CIJ
Mientras prosiguen los ataques de Israel contra Gaza, matando a trabajadores médicos y periodistas, Sudáfrica se presenta ante la Corte Internacional de Justicia y expone pruebas convincentes de los actos y la intención genocidas de Israel.
Por Leila Warah 11 de enero de 2024
Víctimas:
Más de 23.357 muertos* y al menos 59.410 heridos en la Franja de Gaza.
385 palestinos muertos en Cisjordania ocupada y Jerusalén Oriental.
Israel revisa a la baja su estimación de víctimas del 7 de octubre, de 1.400 a 1.147.
520 soldados israelíes muertos desde el 7 de octubre y al menos 2.193 heridos**.
*Esta cifra fue confirmada por el Ministerio de Sanidad de Gaza el 10 de enero. Algunos grupos de derechos humanos sitúan la cifra de muertos en torno a los 30.000, si se tienen en cuenta los presuntos muertos.
**Según un comunicado del ejército israelí.
Acontecimientos clave
- Sudáfrica presenta un caso de genocidio contra Israel ante el Tribunal Internacional de Justicia.
- Al Jazeera: fuentes afirman que la reunión entre el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, fue «bastante tensa, y hubo muchas discusiones y desacuerdos».
- OMS: Israel rechaza las misiones de ayuda médica a Gaza, lo que obliga a la Organización Mundial de la Salud a cancelar la misión por sexta vez desde el 26 de diciembre por motivos de seguridad.
- PRCS: Mueren cuatro miembros del personal de una ambulancia en un ataque «deliberado» y «selectivo» a la entrada de Deir al-Balah, en el centro de Gaza.
- ONU: Bloqueada la ayuda al norte de Gaza, podrían cerrar más hospitales.
- En respuesta a la resolución de la ONU que condena los ataques del Mar Rojo, Ansar Allah de Yemen acusa a Estados Unidos e Israel de violar el derecho internacional en Gaza. Mientras tanto, Ansar Allah apunta a un buque de guerra estadounidense en un ataque de represalia «preliminar».
- A pesar de las abrumadoras pruebas, el portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby, afirma que Estados Unidos no ve «ningún indicio» de que Israel esté atacando a periodistas en Gaza.
- Cuatro miembros del equipo de ambulancias del PRC y el periodista Ahmad Badir muertos por ataques aéreos israelíes en una supuesta «zona segura».
- Las fuerzas israelíes causan graves daños en un centro para niños discapacitados financiado por una organización benéfica británica en el campo de refugiados de Nour Shams, en Tulkarem, al norte de Cisjordania ocupada.
Sudáfrica ante la CIJ: un caso convincente de genocidio
El jueves, Sudáfrica compareció ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el primero de los procedimientos públicos de dos días de duración para escuchar el caso de Sudáfrica contra Israel.
El equipo jurídico de Sudáfrica presentó una montaña de pruebas, acusando a Israel de genocidio y de violar la Convención de la ONU contra el Genocidio con sus acciones en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre.
La vista judicial se prolongó durante tres horas. Consistió en descripciones detalladas de lo que, según Sudáfrica, son argumentos de peso para reconocer que se está produciendo un genocidio, exigiendo una suspensión de emergencia de la ofensiva israelí en Gaza, que, según el equipo jurídico sudafricano, tiene como objetivo provocar «la destrucción de la población».
El argumento del equipo jurídico de Sudáfrica suscitó importantes elogios en Internet porque no comenzó su relato a partir del 7 de octubre, sino de 1948.
El equipo de Sudáfrica arrancó con fuerza la vista con un reconocimiento de «la Nakba en curso del pueblo palestino a través de la colonización de Israel desde 1948», subrayando que la violencia y la destrucción en Palestina e Israel no comenzaron el 7 de octubre de 2023.
«En la Franja de Gaza, al menos desde 2004, Israel sigue ejerciendo el control sobre el espacio aéreo, las aguas territoriales, los pasos fronterizos terrestres, el agua, la electricidad y las infraestructuras civiles, así como sobre funciones gubernamentales clave».
El profesor Max du Plessis, uno de los abogados que representan el caso, añadió que lo que está ocurriendo ahora en Gaza no se enmarca correctamente en un simple conflicto entre dos partes, sino que implica actos destructivos perpetrados por una potencia ocupante, Israel, que ha sometido a los palestinos a la opresiva y prolongada violación de su derecho a la autodeterminación durante más de medio siglo.
El equipo jurídico también destacó que «ningún ataque armado contra el territorio de un Estado, por grave que sea, ni siquiera un ataque que implique crímenes atroces, puede servir de justificación o defensa ante violaciones de la convención, ya se trate de una cuestión de derecho o de moral».
El «primer acto genocida es la matanza masiva de palestinos en Gaza», dijo la representante sudafricana Adila Hassim mientras mostraba fotos de fosas comunes donde se enterraban cadáveres, «a menudo sin identificar».
«Israel despliega 6.000 bombas a la semana. Al menos 200 veces ha desplegado bombas de 907 kg (2.000 libras) en el sur de Gaza, que designó seguro. Nadie se salva. Ni siquiera los recién nacidos. Los jefes de la ONU lo han descrito como un cementerio de niños».
Hassim continuó explicando la información contextual que rodea a Gaza, incluido el férreo control de Israel sobre las aguas territoriales del espacio, los pasos fronterizos terrestres, el agua y la electricidad, que en gran medida se ha excluido de la conversación en los principales medios de comunicación.
El segundo acto genocida de Israel consistió en infligir graves daños físicos o mentales a los palestinos de Gaza, lo que viola el artículo 2B de la Convención sobre el Genocidio, dejando a cerca de 60.000 palestinos heridos y mutilados.
«Los líderes políticos, los mandos militares y las personas con cargos oficiales de Israel han declarado sistemáticamente y en términos explícitos su intención genocida», declaró Tembeka Ngcukaitobi, el segundo abogado que representaba a Sudáfrica.
Ngcukaitobi continuó diciendo que la retórica genocida es habitual en el seno de la Knesset israelí, a la vez que ofrecía ejemplos que, según él, luego son llevados a la práctica por la sociedad israelí.
«Los soldados creen que este lenguaje y sus acciones son aceptables porque la destrucción de la vida palestina en Gaza es una política de Estado articulada».
Triestino Mariniello, lector de Derecho en la Universidad John Moores de Liverpool y miembro del equipo jurídico que representa a las víctimas de Gaza ante la Corte Penal Internacional, declaró a Al Jazeera que el caso de genocidio presentado por Sudáfrica contra Israel ante la CIJ tiene muchas posibilidades de prosperar, ya que muestra cómo la «conducta israelí se ha puesto en marcha con la intención de destruir» a los palestinos de Gaza como grupo.
«Generalmente, lo que resulta difícil en relación con el genocidio es demostrar la intención de cometerlo», afirmó Mariniello. «Pero las autoridades sudafricanas han presentado aquí una lista de declaraciones de dirigentes políticos y militares israelíes que muestran una clara intención genocida».
«Jurídicamente, la decisión es vinculante. Luego, por supuesto, la aplicación de la decisión será política», dijo Mariniello a Al Jazeera. «Para que quede claro, todos los Estados tienen la obligación legal, no sólo política, de hacer cumplir cualquier decisión que proceda de la Corte Internacional de Justicia, y yo diría que sería realmente un escándalo que los Estados no aplicaran tal decisión».
En las horas previas a la vista, Netanyahu publicó una declaración en vídeo la víspera de la vista «para dejar claros algunos puntos».
El Primer Ministro continuó afirmando que «Israel no tiene intención de ocupar permanentemente Gaza ni de desplazar a su población civil» y que están «luchando contra los terroristas de Hamás» en «pleno cumplimiento del derecho internacional».
Israel se defenderá el viernes ante la CIJ del caso de genocidio de Sudáfrica.
«El legado de una Sudáfrica liberada sigue vivo mientras un país que derrotó al apartheid lleva al régimen de apartheid israelí ante La Haya por genocidio», dijo en X la congresista palestino-estadounidense Rashida Tlaib, quien añadió que Estados Unidos, Reino Unido e Israel fueron algunas de las últimas naciones en poner fin al apoyo al régimen de apartheid en Sudáfrica.
«Desgraciadamente, debo subrayar que los palestinos de Gaza no verán los procedimientos [de la CIJ] porque están demasiado ocupados muriendo», declaró a Al Yazira Marwan Bishara, autor sobre política mundial y una destacada autoridad en política exterior estadounidense.
Cuatro médicos y un periodista muertos en Gaza
Mientras el proceso de la CIJ se desarrollaba en Holanda, Gaza vivió otro día de muerte, desesperación y destrucción bajo los despiadados bombardeos israelíes y el asedio permanente.
El miércoles, la oficina de medios de comunicación del gobierno de Gaza informó de que tres ataques aéreos israelíes habían tenido como objetivo una casa adyacente al Hospital de los Mártires de Al Aqsa, en el centro de Gaza, matando e hiriendo a más de 40 personas.
«El hospital está abarrotado, era un caos. No te puedes imaginar la cantidad de sangre que vi. Había un conocido vendedor de falafel muerto por la metralla, su sangre cubría los ingredientes en el suelo y en las paredes», informó el periodista Hind Khoudary.
El bombardeo tuvo lugar en una zona que el ejército israelí calificó de «segura», lo que, según la oficina de prensa, «confirma que no hay ningún lugar seguro en la Franja de Gaza como afirma la ocupación israelí.»
«Se trata de una continuación del engaño y las invenciones del ejército de ocupación ‘israelí’ para confundir a la opinión pública», continúa la oficina de medios.
Entre los muertos había cuatro miembros del equipo de ambulancias de la Media Luna Roja Palestina (MLRP) y el periodista Ahmad Badir, que trabajaba para el medio de comunicación Al-Hadaf, asociado al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Tras el ataque, el responsable de ayuda de la ONU, Martin Griffiths, reiteró una vez más que «las partes deben proteger a los civiles, incluidos los trabajadores humanitarios».
Según una carta dirigida a Joe Biden por varios grupos de defensa de los derechos humanos, en las diez primeras semanas de hostilidades han muerto más periodistas que en todo un año en un solo país.
«Hasta el 10 de enero, se había confirmado la muerte de 79 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación, de los cuales 72 eran palestinos, 4 israelíes y 3 libaneses», declaró el CPJ en X, esbozando un «patrón de asesinatos impunes de periodistas [por parte del ejército israelí] durante 20 años».
Tras el ataque «intencionado» contra el equipo de PRCS, los compañeros de los fallecidos fueron filmados derrumbándose tras presenciar la horrible escena.
«Condenamos en los términos más enérgicos las continuas masacres y crímenes de la ocupación contra nuestro pueblo palestino, y hacemos un llamamiento al mundo entero para que ponga fin a la guerra genocida que se libra contra la población civil», ha declarado la oficina de prensa.
Un cirujano británico del Hospital Al-Aqsa declaró a Al Jazeera que las condiciones para los trabajadores médicos en Gaza se están volviendo insoportables, ya que el asalto israelí está inutilizando las instalaciones, y que es probable que el hospital quede «completamente inutilizado».
«Vimos el comienzo del desmantelamiento del Hospital Al-Aqsa la semana pasada. Mi último día operando en Al-Aqsa fue el viernes, y después de haber pasado todo el día operando a una víctima de un traumatismo por explosión, salí del quirófano para oír que había habido un ataque con misiles contra la UCI», declaró a Al Yazira Nick Maynard, que trabajaba en Gaza para Ayuda Médica para Palestina.
El ejército israelí ha seguido bloqueando la entrada de ayuda humanitaria vital en el norte de Gaza, y sólo se puede distribuir una ayuda extremadamente limitada en medio de los constantes ataques de Israel.
La Agencia Humanitaria de la ONU (OCHA) ha informado de que sólo tres de las 21 entregas de ayuda previstas han llegado al norte de Gaza desde principios de enero, según ha declarado la agencia humanitaria de la ONU (OCHA) en su última actualización diaria.
La OCHA ha informado de que los hospitales europeos de Al-Aqsa, Nasser y Gaza corren el riesgo de cerrar.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha visto obligada a cancelar por sexta vez una misión médica prevista en Gaza, ya que Israel sigue rechazando sus peticiones y se niega a garantizar su seguridad durante las misiones humanitarias.
«Tenemos los suministros, los equipos y los planes preparados. Lo que no tenemos es acceso», dijo el Director General Tedros Adhanom Ghebreyesus en una conferencia de prensa virtual desde Ginebra.
«Los intensos bombardeos, las restricciones a la circulación, la escasez de combustible y la interrupción de las comunicaciones hacen imposible que la OMS y nuestros socios lleguen a los necesitados».
«Pedimos a Israel que apruebe las solicitudes de la OMS y otros socios para entregar ayuda humanitaria», concluyó el jefe de la OMS.
El viaje de Blinken a la Cisjordania ocupada fue «tenso»
El Departamento de Estado de Estados Unidos emitió un comunicado sobre la reunión mantenida el miércoles entre el secretario de Estado, Antony Blinken, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, en la ciudad ocupada de Cisjordania, Ramala.
«El Secretario Blinken habló de los esfuerzos que se están realizando para minimizar los daños a civiles en Gaza y acelerar y aumentar la entrega de ayuda humanitaria a civiles palestinos en toda Gaza», dijo en el comunicado el portavoz Matthew Miller.
Blinken también «señaló el aumento de la volatilidad» en la Cisjordania ocupada y discutió los esfuerzos de Estados Unidos para hacer frente a la «violencia extremista».
«También subrayó la posición de Estados Unidos de que todos los ingresos fiscales palestinos recaudados por Israel deben ser transferidos sistemáticamente a la Autoridad Palestina de conformidad con los acuerdos anteriores».
Sin embargo, según Al Jazeera, las fuentes han dicho que la reunión fue «bastante tensa, y hubo muchas discusiones y desacuerdos.»
Uno de los principales puntos de discordia sobre los que Abbas llamó la atención de Blinken fue el hecho de que los fondos que se supone que deben entregarse a la Autoridad Palestina siguen congelados debido a una decisión del ultranacionalista ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich.
Al Jazeera añadió que Abbas habría dicho a Blinken que si ni siquiera puede resolver esta cuestión básica sobre el dinero y la financiación, ¿cómo va a ayudar en un proceso de paz y en el camino hacia un Estado palestino?
Hamás también ha denunciado la visita de Blinken a la región, afirmando que los «intentos del funcionario estadounidense de justificar el genocidio cometido por el ejército de ocupación israelí contra civiles palestinos… son intentos miserables de lavar las manos de la ocupación criminal de la sangre de niños, mujeres y ancianos de Gaza».