Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Piratas del Caribe.
2. Movida en Eslovaquia.
3. Los problemas de una «moneda BRICS».
4. Mejor callados.
5. El Partido Comunista de Ucrania.
6. La imagen del día: llega la cura.
7. Rosatom.
8. Rifirrafe.
9. Charla de Fineschi sobre Hegel.
10. Pepe Escobar sobre Asia Occidental.
11. Cómo aumentar la biodiversidad y el empleo.
12. El vídeo de hoy: «hablo hebreo de punto de control»
1. Piratas del Caribe.
En su acendrada experiencia como piratas, la última iniciativa de los anglos ha sido robar a Venezuela una de sus empresas más rentables, las refinerías CITGO en suelo estadounidense. Recordemos que los ingleses todavía conservan el oro depositado en sus bancos, cuando ya ni siquiera ellos reconocen al presunto «presidente» Guaidó. Aquí se explica brevemente el embrollo.
https://internationalmagz.com/
El gobierno de EEUU despoja a Venezuela de las refinerías de CITGO
El gobierno de Estados Unidos está a punto de robarle a Venezuela su activo más valioso en el exterior, la Corporación Petrolera CITGO, en su continuo intento por derrocar al gobierno constitucional de Venezuela, encabezado por el presidente Nicolás Maduro, e instalar en su lugar un régimen clientelar. El robo oficial del complejo de refinerías, con sede en Illinois y Texas, es otro capítulo del proyecto de Guaidó de Estados Unidos para llevar la «libertad» y la «democracia» a Venezuela. Tanto las administraciones demócratas como las republicanas siguen robando activos venezolanos en el exterior: comenzó en 2015 con el decreto presidencial de Obama que declaró a Venezuela una «amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos»; continuó bajo Trump como un crimen organizado, y ahora Biden sigue el mismo camino. El robo de CITGO se produce pocos días después de que el hombre de Washington en Venezuela, Juan Guaidó, aterrizara en Miami después de que su propio partido lo descartara como candidato presidencial para las elecciones de 2024.
Tras cuatro años de intentona golpista, en la que ha destacado el saqueo de los recursos del Estado venezolano en el exterior por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, el pasado 1 de mayo la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del gobierno estadounidense anunció públicamente la «expropiación» de CITGO Petroleum Corporation, filial estadounidense de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), y su entrega a un «grupo gerencial liderado por venezolanos», a través de la Licencia General 42 de la OFAC. El grupo «liderado por venezolanos» se refiere a los ex parlamentarios golpistas venezolanos del período 2015-2020 de la Asamblea Nacional que, tras el final de su mandato, crearon una «Asamblea Nacional» paralela, no electa y autoproclamada para continuar con el complot de «cambio de régimen» liderado por Estados Unidos. El anuncio no es más que una cortina de humo para despojar a Venezuela de su activo estatal de mayor valor en el exterior.
La CITGO Petroleum Corporation, valorada en 8.000 millones de dólares, con unos beneficios anuales de 1.000 millones de dólares antes de que la administración Trump se la regalara al impostor Guaidó en 2019, ha sido objeto de deseo de al menos 11 corporaciones multinacionales, entre ellas el fabricante de armas estadounidense Northrop Grumman, la petrolera estadounidense ConocoPhillips y la minera de oro canadiense Crystallex, desde años antes de que comenzara la última intentona golpista contra Venezuela. Estas corporaciones, cuyos activos o filiales venezolanas habían sido nacionalizados durante la época en que Hugo Chávez era presidente, están tratando de obtener «reparaciones» multimillonarias del Estado venezolano, a través de demandas en tribunales de todo Estados Unidos, Canadá y Europa, haciendo caso omiso de la soberanía de los Estados independientes, tal y como establece la Carta de las Naciones Unidas. Como el gobierno venezolano se niega a ser extorsionado por estos ladrones transnacionales, éstos han recurrido a medios ilegales bajo los auspicios del gobierno estadounidense.
En el actual sistema financiero mundial que está fuertemente sesgado a favor del Occidente colectivo, de hecho, está controlado por el imperio de EE.UU., las corporaciones privadas con sede en cualquier parte del mundo pueden presentar demandas contra cualquier país independiente ante cualquier tribunal, ya sea regional o incluso local, a pesar de que los tribunales locales, regionales y nacionales de un país no son reconocidos por otro, y ningún país está bajo ninguna obligación de respetar las sentencias de un tribunal extranjero. Sin embargo, en el muy desequilibrado sistema financiero y jurídico mundial que existe en la actualidad, esto sucede rutinariamente, y Venezuela ha sido víctima de esta codicia corporativa particularmente desde que se produjo la Revolución Bolivariana.
A partir de febrero de 2019, después de que la administración Trump reconociera al falso gobierno del autoproclamado «presidente interino» Juan Guaidó como el gobierno legítimo de Venezuela, y unos 60 países -todos aliados de Estados Unidos- siguieran su ejemplo, todos estos gobiernos confiscaron o congelaron los activos venezolanos en el extranjero, incluidas las industrias, las cuentas bancarias y el oro por valor de 2 mil millones de dólares en el Banco de Inglaterra. Esta oleada de confiscación de activos proporcionó a las empresas multinacionales extranjeras con demandas de indemnización contra Venezuela la oportunidad de cobrar sus «reparaciones» mediante reclamaciones legales contra los activos confiscados. Guaidó, a quien EE.UU. y sus aliados consideraban el jefe de Estado de Venezuela, nunca envió a ningún representante legal a los tribunales para defender los activos venezolanos, con lo que esos activos pasaron a manos de los demandantes. Él y los de su calaña seguramente hicieron tratos turbios para renunciar al activo multimillonario CITGO Corp, enriqueciéndose mientras traicionaban a su propia nación e incluso al pueblo que una vez los apoyó.
El gobierno de Venezuela denunció la expropiación ilegal de su activo estatal, llamando «matones» al gobierno estadounidense y a la oposición golpista.» La vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, destacó la ilegalidad de la medida en una rueda de prensa el 3 de mayo: «No queda nada en el planeta que no hayan violado con esa licencia [la Licencia General 42 de la OFAC]». Agregó que el gobierno venezolano «no reconocerá ningún tipo de acuerdo de pago con ningún acreedor que no sea negociado y acordado por el Estado venezolano.»
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«No reconocemos ninguna ley que no sea competencia de la República de Venezuela y, por lo tanto, seguiremos actuando correctamente por el país», dijo.
La delegación venezolana en el Consejo Económico y Social de la Organización de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible 16 (centrados en la mejora de la gobernabilidad y la lucha contra la corrupción) también alzó su voz para condenar las sanciones unilaterales y el robo de CITGO.
«Las medidas coercitivas unilaterales, eufemísticamente llamadas sanciones, y los intentos estadounidenses de confiscar activos nacionales, como la corporación CITGO, constituyen la máxima expresión posible de corrupción y representan acciones criminales y de doble moral en la lucha contra este flagelo», dijo la delegación venezolana.
Según los últimos informes, un juez federal estadounidense ordenó el 7 de mayo la suspensión parcial del intento de incautación de CITGO, después de que la junta directiva ad hoc de la paralela e ilegítima «PDVSA», nombrada por Juan Guaidó y reconocida por Joe Biden, presentara un recurso de apelación. Como resultado, los casos 23-1647, 23-1648, 23-1649, 23-1650, 23-1651, 23-1652 y 23-1781 -todos presentados por empresas transnacionales contra Venezuela- permanecen suspendidos, por el momento.
Según la sentencia, los acreedores que deseen reclamar el pago de cualquier liquidación de CITGO tienen que presentar sus reclamaciones antes del 19 de mayo. A continuación, deben responder al recurso antes del 2 de junio y, por último, los escritos de réplica deben entregarse antes del 9 de junio.
En este escenario, el economista venezolano afín a la oposición Francisco Rodríguez explicó que la orden de suspensión no frena una eventual liquidación de la empresa ni la venta de acciones de CITGO para pagar «indemnizaciones» a las multinacionales demandantes. «La orden suspende temporalmente algunos procesos de embargo pero no los revierte, a menos que PDVSA gane la apelación», dijo.
Dado el historial de Guaidó, esa posibilidad sólo quedará en un sueño, lo que significa que el régimen estadounidense ha robado efectivamente un activo estatal de una nación soberana, pisoteando el derecho internacional.
2.Movida en Eslovaquia.
Con motivo de la reciente celebración de la victoria de los aliados en la IIª Guerra Mundial, y destacando la extraordinaria aportación de la URSS, el expresidente eslovaco ha hecho unas declaraciones que recoge aquí «Yurii Kazakov»:
Hay movida en Eslovaquia por las declaraciones que ha realizado el exprimer ministro, Robert Fico (que bien podría ser primer ministro en unos pocos meses, ya que su partido es el más apoyado en las encuestas, aunque con poca diferencia) por el Día de la Victoria, en el Slavín.
En el discurso -en el memorial en recuerdo a la liberación por Eslovaquia por el Ejército Rojo del yugo fascista- Fico acusó a la presidenta Čaputová de servir a los intereses extranjeros (tampoco es la primera vez que lo hace, y tampoco parece que esté mintiendo)
Luego ha acusado también en sus redes sociales al gobierno de expertos encabezado por Lajos Ódor -todavía no ha sido investido- de estar al servicio de Soros y en varias ocasiones mencionado a Čaputová como de «agente de los EEUU». Algo, que por cierto, Matovič, exprimer ministro -del gobierno conservador-liberal totalmente opuesto a Fico- también ha insinuado (más finamente). Naturalmente la prensa habla de las «mentiras» de Fico, también Čaputová ha afirmado que es mentira, pero también ha amenazado con llevar a los tribunales a Fico por sus declaraciones. La Čaputová se queja de que Fico la acuse de agente de los EEUU, de que hable del gobierno de Soros, o de las supuestas consultas en la embajada de EEUU. En fin, veremos qué pasa. Pero el caso es que hay que elegir un gobierno de expertos que gobierne el país hasta las elecciones anticipadas (en un par de meses), y como digo, las encuestas ponen al partido de Fico como el más votado, aunque habrá que ver si tiene suficiente fuerza como para poder gobernar.
Por cierto, estoy viendo el discurso de Fico en el Slavín y en la parte inicial glorifica al Ejército Rojo y llama a sus partidarios a hacer lo mismo (!). Lo de «Gloria al Ejército Rojo» lo repite como cuatro veces…
(también os digo que se podría hablar mucho de su gobierno -y mal-, claro que ahora hasta es una alternativa frente a la gentuza que ha gobernado el país los últimos años)
Os pongo un enlace al video de Fico en el Slavín con el Sláva Červenej Armáde (Gloria al Ejército Rojo)
Por cierto, en el video, si veis al tío detrás de él que tiene la corbata roja, ese es Ľuboš Blaha, del que os he hablado en varias ocasiones, un dirigente del partido de Fico que se considera marxista abiertamente. Es una importante figura del marxismo eslovaco actual.
Anda, y veo también (a la derecha) a Eduard Chmelár, historiador y uno de los dirigentes políticos del partido http://socialisti.sk, que agrupa a varias organizaciones de izquierda, entre ellas a los comunistas de «Resistencia – Partido del Trabajo» (Vzdor) está debajo del micrófono de la derecha, el barbudo que parece que está durmiéndose… (junto a los de gafas negras)
3. Los problemas de una «moneda BRICS»
La posibilidad de una moneda única para los BRICS no está de ninguna manera garantizada. Es una de las posibles formas de acabar con el dólar como moneda de reserva y de intercambio global, pero no la única. En este artículo de la prensa sudafricana se expresan algunas de las dudas sobre la viabilidad de esta «moneda BRICS».
Common Currency on Agenda for South African BRICS Summit
La moneda común, en la agenda de la cumbre sudafricana de los BRICS
12 de mayo de 2023 11:56
Kate Bartlett
Johannesburgo –
La creación de una moneda BRICS será uno de los principales temas de debate cuando el grupo de cinco naciones emergentes -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- se reúna en Johannesburgo en agosto, dijeron funcionarios sudafricanos esta semana.
Rusia ha sido la punta de lanza de la creación de una moneda común, y Brasil también ha apoyado la idea. China también está a favor de desafiar lo que su Ministerio de Asuntos Exteriores califica de «hegemonía del dólar» estadounidense.
El Ministro de Asuntos Exteriores de Sudáfrica, Naledi Pandor, ha afirmado que alejarse del dólar podría potenciar a otros países, pero también ha señalado que el proyecto es difícil: «Es un asunto que debemos discutir y debatir adecuadamente. No creo que debamos asumir siempre que la idea funcionará, porque la economía es muy difícil, y hay que tener en cuenta a todos los países».
Isaah Mhlanga, economista jefe del Rand Merchant Bank, un banco de inversión sudafricano, declaró a la VOA que la idea de que una divisa de los BRICS pueda acabar con el dominio del dólar «en un futuro próximo» «no está fundamentada en ninguna base económica que conozcamos».
El dólar estadounidense ha sido la moneda dominante en el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El 80% de las transacciones internacionales se realizan en dólares estadounidenses y casi dos tercios de todas las reservas de divisas de los bancos centrales están en dólares. Los mercados de capitales estadounidenses son también los más líquidos del mundo.
“Sudáfrica realmente no puede desempeñar un gran papel, es una economía abierta muy pequeña con muy pocas reservas, que se ve influenciada por factores globales. China podría tener una posibilidad, pero la disposición de las autoridades chinas a dejar que la moneda china flote libremente y perder el control es casi nula», afirmó.
Mhlanga también señaló que, dados los diferentes sistemas económicos y políticos de los miembros del BRICS, «es bastante difícil tener una moneda común». Dijo que aunque hace tiempo que se habla de una moneda única para África, un marco económico real para ello «todavía no se ve por ninguna parte, es casi imposible».
Lo más probable, dijo, sería que los distintos Estados miembros realizaran más intercambios bilaterales utilizando sus propias monedas, como ya ha ocurrido con el comercio de petróleo entre Rusia e India.
El Gobernador del Banco de la Reserva de Sudáfrica, Lesetja Kganyago, también expresó cierto escepticismo esta semana, al afirmar que si los BRICS crearan una única forma de moneda de curso legal, se suscitaría un debate sobre la creación de un banco central y su ubicación.
«No sé cómo podríamos hablar de una moneda emitida por un bloque de países que se encuentran en lugares geográficos diferentes, porque las monedas son nacionales por naturaleza», dijo. «Para que la zona euro llegara a eso, tuvieron que establecer un tratado en el que los demás países tuvieran que renunciar todos a sus monedas».
¿Cambio de juego o fracaso?
Sin embargo, algunos economistas creen que una nueva moneda podría cambiar las reglas del juego. Los BRICS representan alrededor del 40% de la población mundial y entre un cuarto y un tercio del PIB mundial.
Otros países, entre ellos Arabia Saudí e Irán, también han manifestado su interés por unirse al BRICS.
Escribiendo en la revista Foreign Policy recientemente, el ex economista de la Casa Blanca Joseph W. Sullivan dijo que aunque «muchas preguntas prácticas siguen sin respuesta, tal moneda realmente podría desbancar al dólar estadounidense como moneda de reserva de los miembros del BRICS.»
Mikatekiso Kubayi, especialista en BRICS de la organización de investigación con sede en Pretoria Instituto para el Diálogo Global, dijo a la VOA que un comercio más fácil y equitativo era la principal razón por la que los miembros del BRICS querían una moneda común.
«Muchos de los países con los que comercia el BRICS, especialmente en el Sur global, comparten un reto común», afirmó. «El gasto, el coste de comerciar realmente, el coste asociado a la fluctuación de los tipos de cambio, el dominio de unas monedas sobre otras y ese tipo de cosas, el acceso a financiación barata, financiación asequible para sus infraestructuras».
¿La solución de las sanciones?
Sin embargo, Aly-Khan Satchu, economista político afincado en Nairobi, cree que la principal razón por la que las ideas largamente defendidas de una moneda BRICS han cobrado impulso se debe principalmente a las sanciones occidentales a Rusia por la guerra de Ucrania.
«La congelación de sus reservas, 300.000 millones de dólares, por parte de los estadounidenses y un escenario similar desarrollándose en Europa, obligó a los rusos a buscar una solución de pago diferente fuera del sistema estadounidense», dijo.
«Creo que es difícil subestimar el nivel de conmoción que varios países han experimentado cuando las reservas de Rusia fueron congeladas», dijo.
«China lo vio y pensó: si pueden hacérselo a Rusia, pueden hacérnoslo a nosotros», añadió, señalando que Pekín -dadas sus tensas relaciones actuales con Washington- había aceptado la idea muy rápidamente.
El Ministerio de Asuntos Exteriores chino publicó recientemente un extenso documento político titulado «La hegemonía de Estados Unidos y sus peligros», en el que se afirmaba: «La hegemonía del dólar estadounidense es la principal fuente de inestabilidad e incertidumbre en la economía mundial».
El documento también señalaba el uso de sanciones por parte de Washington, diciendo que «la hegemonía económica y financiera de Estados Unidos se ha convertido en un arma geopolítica».
Preguntado por la viabilidad de una moneda de los BRICS, Satchu dijo que había algunos impedimentos.
«Los principales obstáculos y escollos son que hay muchas partes interesadas. Construir una moneda no es tarea fácil, hay una cuestión de cómo se construirá su composición. Se habla mucho de una divisa basada en materias primas y, por tanto, habrá complejidades en torno a la ponderación de las distintas materias primas», dijo, refiriéndose a la propuesta de que la divisa esté vinculada al petróleo o al oro.
Asimismo, Pekín no tiene intención de hacer que el yuan chino sea totalmente convertible porque perdería mucho control.
«La dura realidad del mercado es que el dólar sigue siendo supremo, el 80% del comercio se realiza en dólares… el mercado más líquido del mundo. No se trata de decapitar al dólar, sino de socavar sus cimientos», afirmó.
El Bank of America dijo la semana pasada en una nota que los informes sobre la sustitución del dólar son «muy exagerados», haciéndose eco de la famosa cita de Mark Twain «los informes sobre mi muerte son muy exagerados».
4. Mejor callados.
Otro artículo del singapurés Mahbubani sobre el triste papel que representan los dirigentes políticos europeos en Asia. La propuesta de Mahbubani creo que en términos diplomáticos se conoce como «cerrad la p&#a boca».
Los asiáticos pueden pensar por sí mismos sobre Taiwán
Líderes occidentales sin pelos en la lengua ponen en peligro la paz en la región
Kishore Mahbubani
Una guerra por Taiwán sería desastrosa para Asia. En cambio, sólo tendría un impacto marginal en Europa.
La población total de los 53 países que componen el Grupo de Asia y el Pacífico de la ONU asciende a unos 4.500 millones de habitantes. En cambio, la población total de los 27 países que componen la Unión Europea asciende a unos 446 millones, menos del 10%.
Así pues, ¿de quién es la opinión que más se escucha sobre Taiwán?
En general, los líderes asiáticos han tenido poco que decir sobre Taiwán, a pesar de algunas declaraciones recientes realizadas conjuntamente con sus homólogos estadounidenses.
Los líderes europeos han hablado mucho más abiertamente de la isla. La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, comentó recientemente: «Nos oponemos firmemente a cualquier cambio unilateral del statu quo, en particular mediante el uso de la fuerza». Por su parte, la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, declaró: «Una escalada militar en el estrecho de Taiwán… sería un escenario de horror para el mundo entero.»
El presidente francés, Emmanuel Macron, intentó equilibrar tan provocadoras declaraciones afirmando lo obvio: «La pregunta que debemos responder como europeos es… ¿nos interesa acelerar [una crisis] en Taiwán? No. Lo peor sería pensar que los europeos debemos convertirnos en seguidores en este tema y seguir el ejemplo de la agenda estadounidense y de una reacción exagerada china». Pero entonces fue previsiblemente crucificado por otros líderes y medios de comunicación occidentales.
¿Por qué los asiáticos han permanecido comparativamente callados? La respuesta sencilla es que los asiáticos entienden que Taiwán es una cuestión peligrosa y compleja. También son conscientes de que el statu quo ha mantenido la paz durante décadas, desde la innovadora visita a Pekín del entonces asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Henry Kissinger, en 1971. Los asiáticos saben que no es prudente hacer tambalear el statu quo.
Entonces, ¿quién intenta cambiar el statu quo? Los políticos europeos sugieren que China lo está intentando, pero están siendo intelectualmente deshonestos. Les falta valor para decir abiertamente que son políticos estadounidenses imprudentes, como la ex presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, quienes lo están intentando.
Mike Pompeo, otro ex político estadounidense que podría estar preparándose para presentarse a la presidencia, ha sido especialmente incendiario al decir en Taipei: «El gobierno de Estados Unidos debería tomar inmediatamente las medidas necesarias y pendientes desde hace tiempo para hacer lo correcto y obvio: es decir, ofrecer a la República de China (Taiwán) el reconocimiento diplomático de Estados Unidos como país libre y soberano.»
Se trata de un discurso extremadamente peligroso. Cualquier observador avezado de la cuestión de Taiwán sabe que si la isla declara la independencia, China declarará la guerra. No hay peros que valgan.
Dado que Taiwán sigue siendo el último símbolo vivo del «siglo de humillación» de China entre 1842 y 1949, ningún dirigente de Pekín puede permitir la independencia de Taiwán o sería crucificado por el pueblo chino.
Por eso es prudente no agitar el avispero en la cuestión de Taiwán. Para ser justos, la administración del presidente estadounidense Joe Biden ha intentado hacerlo. Escuché tanto a la vicepresidenta Kamala Harris como al secretario de Defensa Lloyd Austin decir en Singapur el año pasado que Washington sigue «firmemente comprometido con nuestra política de larga data de ‘Una sola China'».
Según esta política, «Estados Unidos reconoce que todos los chinos a ambos lados del estrecho de Taiwán sostienen que sólo hay una China y que Taiwán forma parte de China. El gobierno de Estados Unidos no cuestiona esta posición. Reafirma su interés en una solución pacífica de la cuestión de Taiwán por los propios chinos.»
Afortunadamente, los taiwaneses son conscientes de que sería una auténtica locura que la isla declarase la independencia. Según una encuesta realizada por la Universidad Nacional Chengchi de Taipei el año pasado, sólo el 4,6% de la población apoya la independencia «lo antes posible», mientras que el 28% está a favor de mantener el statu quo «indefinidamente».
Aunque la presidenta Tsai Ing-wen y algunos de sus predecesores hayan coqueteado con la idea de la independencia, sabían que el pueblo taiwanés no estaba preparado para ello. Esto explica por qué Tsai decidió reunirse el mes pasado con el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, en California y no en suelo taiwanés. La masiva operación militar que China lanzó tras la visita de Pelosi a Taiwán el pasado agosto tuvo un efecto saludable, recordando a los isleños un punto que claramente conocen: La guerra llegará si declaran la independencia.
Muchos políticos occidentales dicen hablar en apoyo de los taiwaneses. Para justificar su visita, Pelosi expresó su «solidaridad» con los 23 millones de habitantes de Taiwán.
Pero esos amigos ponen en peligro al pueblo taiwanés y corren el riesgo de alterar inadvertidamente el statu quo e iniciar una guerra. Si empieza la guerra, el pueblo taiwanés tendrá que luchar por su cuenta, igual que está haciendo el pueblo ucraniano. Al igual que ningún soldado de la OTAN acude al rescate de Ucrania, ninguno acudirá al rescate de los taiwaneses.
Todo esto explica el relativo silencio de los responsables políticos asiáticos sobre la cuestión de Taiwán. Lo mejor para el pueblo taiwanés y para el resto de Asia es preservar el statu quo.
En este statu quo, el gobierno de Taipei no pretende representar a un Estado independiente de Taiwán. En cambio, afirma representar a la República de China.
Se trata de una ficción, pero necesaria para preservar la noción de que tanto China continental como Taiwán forman parte de un solo país. En este sentido, es bueno que 13 países sigan reconociendo a la República de China. Paradójicamente, a China le interesa que continúe este reconocimiento.
Dado que el tranquilo statu quo ha preservado la paz en el estrecho de Taiwán durante más de 50 años, los asiáticos deberíamos unirnos y enviar a cualquier responsable político europeo que nos visite un sencillo mensaje: Sin hacer nada, hemos preservado la paz en Asia. ¿Por qué no se quedan en casa y arreglan lo de Ucrania?
Con nuestro cuidadoso silencio, hemos preservado el statu quo. Por favor, no interrumpan nuestro silencio con su voz alta e injerencista.
5. El Partido Comunista de Ucrania.
Volodymir Ishchenko, del que hemos visto por aquí varios artículos, ha participado con el capítulo dedicado a Ucrania en la obra colectiva The Palgrave Handbook of Radical Left Parties in Europe -están todos los países europeos, incluída España-. Os paso la traducción del texto, pero sin los cuadros, las notas o las referencias, para no alargar el texto demasiado.
Ucrania ha sufrido uno de los declives económicos más graves del mundo desde 1990, y el mayor entre los Estados postsocialistas. Como parte de la URSS, el país poseía una potente industria pesada que, o bien se degradó tras el colapso soviético, o bien se la apropiaron «oligarcas» que explotaron las preferencias selectivas del Estado corrupto para buscar rentas sin invertir en la modernización económica. Los agravios de la empobrecida población del país eran elevados, mientras que la nostalgia por los tiempos soviéticos era fuerte, especialmente en las regiones orientales y meridionales, predominantemente rusoparlantes. Además, la política ucraniana ha sido inestable. En particular, el éxito de las protestas antigubernamentales sacudió el país en 2004 y 2013-2014, y en este último caso desembocó en la guerra en la región ucraniana oriental de Donbass, que desembocó en la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. Asimismo, la Constitución ucraniana ha cambiado tres veces. Sin embargo, siempre ha asignado un poder significativo al poder legislativo. Las leyes electorales también se han modificado varias veces. Sin embargo, al menos la mitad de los escaños del Parlamento se han elegido casi siempre de forma proporcional, con un umbral del 3-5% que beneficia a los partidos medianos y grandes.
Tras la independencia, los únicos partidos reales en el parlamento eran el Partido Comunista de Ucrania (KPU), el Partido Socialista de Ucrania (SPU) y otros partidos sucesores de los comunistas, por un lado, y un Movimiento Popular de Ucrania nacionalista moderado, por otro. A principios de la década de 1990, los partidos de masas de izquierda radical sólo tenían débiles competidores de derechas. Sin embargo, a medida que se formaba el sistema de partidos en la década de 1990, los gobiernos se apoyaban en amorfas redes clientelares de «partidos de sofá» y diputados no partidistas de distritos uninominales. A principios de la década de 2000, se habían formado dos bloques de partidos regionales: el Partido de las Regiones (apoyado por la mayoría de las regiones del sudeste y liderado por los regímenes de Leonid Kuchma y Viktor Yanukovych) y los partidos «naranjas» de Viktor Yushchenko y Yulia Tymoshenko (apoyados por mayorías en las regiones occidentales y centrales). Los bloques eran en gran medida las maquinarias electorales bajo la influencia de los oligarcas. Este capítulo explica cómo, en este contexto, los partidos de izquierda llegaron a ser excluidos del parlamento, reprimidos y marginados.
La familia de la izquierda radical en Ucrania
Historia
Para todos los partidos de izquierda radical relevantes de la Ucrania contemporánea, el legado del Partido Comunista de la Unión Soviética (KPSS, habitualmente traducido al español como PCUS) fue, con mucho, más importante que cualquier otra tradición de izquierda. Antes de la era soviética, habían surgido en los territorios de la Ucrania contemporánea una serie de partidos y movimientos socialdemócratas, narodniki (socialistas-revolucionarios), anarquistas y nacional-comunistas fuertes y populares, pero en la década de 1930 todos ellos habían sido exterminados o se habían fusionado por la fuerza con el Partido Comunista (Bolchevique) de Ucrania [KP(b)U], creado en 1918 como organización regional del Partido Comunista (Bolchevique) Ruso [RKP(b)]. El KP(b)U se convirtió en el Partido Comunista de Ucrania en 1952, mientras que el RKP(b) se convirtió en el Partido Comunista (Bolchevique) de Toda la Unión en 1925 y en el PCUS en 1952.
Incluso comparado con otras organizaciones regionales del PCUS, el Partido Comunista de Ucrania era de los más rígidos. Sin embargo, cuando fue prohibido tras el fallido golpe de Estado en la URSS en agosto de 1991, la inmensa mayoría de sus 2,7 millones de miembros aceptaron el hecho en silencio. Muchos de sus dirigentes se integraron en la élite política del nuevo Estado ucraniano independiente. Fueron los apparatchiks comunistas de rango medio quienes se convirtieron en la fuerza motriz del renacimiento del partido.
En octubre de 1991, se creó el SPU, dirigido por Oleksandr Moroz (antiguo líder de la mayoría comunista en el primer parlamento ucraniano convocado en 1990), que absorbió a antiguos miembros del partido comunista deseosos de su resurgimiento. Esto fue legalmente posible en junio de 1993, cuando se (re)estableció el KPU. Petro Symonenko, antiguo segundo secretario de la organización del oblast de Donetsk del PCUS, fue elegido primer secretario del Comité Central del nuevo partido. La mayoría de los miembros más ortodoxos del SPU se marcharon al renacido KPU (Haran & Maiboroda, 2000, p. 48). En la década de 1990, el KPU era el mayor partido de Ucrania, con 142.000 miembros en 2000 (p. 49, pero véase la sección 2.1.2).
El número de miembros del SPU descendió a 12.500 en 1997, pero al mismo tiempo tuvo la oportunidad de reformarse y convertirse en un partido menos ortodoxo y abierto a diferentes tradiciones de izquierdas. La moderación de las posiciones del SPU provocó la escisión del Partido Socialista Progresista de Ucrania (PSPU) en abril de 1996. Liderado por la economista Natalia Vitrenko, el PSPU fue un fenómeno vivo y populista de la década de 1990 que criticó duramente tanto al SPU como al KPU, dividió al electorado de izquierdas y, como muchos creían, se aprovechó encubiertamente de los intereses del presidente de Ucrania, Leonid Kuchma (Haran & Maiboroda, 2000; Wilson, 2002). No obstante, los tres principales partidos de la izquierda radical mantuvieron su adhesión formal a la tradición marxista-leninista soviética, aunque después de 1998 el SPU se inclinó gradualmente hacia la socialdemocracia de centro-izquierda.
También era más partidaria de la independencia del Estado ucraniano, mientras que el KPU y el PSPU abogaban por resucitar la unión con los Estados de la antigua URSS.
Las crisis económicas postsoviéticas y la debilidad de los partidos de derechas de reciente creación contribuyeron a la rapidísima resurrección electoral de la izquierda ucraniana. En mayo de 1994, tras las elecciones parlamentarias por mayoría, los partidos de izquierda obtuvieron aproximadamente el 21,8% de los votos (Wilson, 1997, p. 1307) y controlaban el 43% de los diputados (KPU-84 diputados, SPU-25 y Partido Campesino de Ucrania [SelPU]-36, de centro-izquierda) (Haran & Maiboroda, 2000, p. 92). El líder del SPU, Oleksandr Moroz, fue elegido presidente del Parlamento. En las siguientes elecciones parlamentarias de 1998, con un sistema mixto proporcional-mayoritario, la izquierda repitió su éxito. El KPU obtuvo el 27% de los escaños, el bloque del SPU con el SelPU el 8%, y el PSPU el 4% (p. 123). Tras dos meses de agotadoras votaciones, el parlamento eligió al líder del SelPU, Oleksandr Tkachenko, como presidente y al comunista Adam Martyniuk como vicepresidente. A pesar de estos buenos resultados electorales, el electorado del KPU y sus miembros se concentraron en las regiones del este y el sur de Ucrania, de habla rusa y más industrializadas, y sólo contaron con un escaso apoyo en Ucrania occidental. Por el contrario, el SPU encontró un bastión en las zonas rurales del centro de Ucrania.
Sin embargo, 1999 marcó el inicio del declive de los partidos de la izquierda radical ucraniana. No lograron ponerse de acuerdo sobre un candidato único de la oposición para las elecciones contra el cada vez más autoritario presidente Leonid Kuchma. Aunque en la primera vuelta los tres candidatos de la izquierda radical obtuvieron en conjunto mejores resultados que Kuchma (obtuvo el 36,5 por ciento de los votos, Petro Symonenko, del KPU, quedó segundo con el 22,2 por ciento, Oleksandr Moroz, del SPU, tercero con el 11,3 por ciento, y Natalia Vitrenko, del PSPU, cuarta con el 11,0 por ciento), en la segunda vuelta el presidente en funciones venció fácilmente al candidato comunista con el 56,3 frente al 37,8 por ciento, movilizando no sólo a los votantes anticomunistas y nacionalistas del oeste de Ucrania, sino también ganando un importante apoyo en las regiones del sudeste. Tras el fracaso de las elecciones presidenciales, la izquierda perdió sus posiciones de liderazgo en el parlamento en favor de una recién formada mayoría de derechas pro-Kuchma.
Principales partidos de la izquierda radical contemporánea
En la década de 2000, la principal división de la política ucraniana pasó del conflicto entre el emergente régimen semiautoritario competitivo de Leonid Kuchma y la oposición de izquierdas al conflicto entre dos bandos: uno apoyado por los neoliberales prooccidentales, los nacionalistas ucranianos y algunos «oligarcas» con bastión electoral en las regiones occidentales y centrales de Ucrania, y otro que unía a la mayoría de los principales «oligarcas» ucranianos con apoyo electoral en las regiones orientales más «prorrusas». más «prorrusas». La izquierda radical ucraniana fracasó como fuerza política independiente en oposición a ambos bandos, quedando reducida, por el contrario, a socios menores del bando «occidental» o del «oriental». La derrota del campo «oriental» tras el levantamiento de Maidan en 2013-14 contra el presidente Víktor Yanukóvich se convirtió en un desastre para la izquierda ucraniana.
Es cuestionable si se puede caracterizar al SPU y al PSPU de la década de 2000 como partidos de izquierda radical. El SPU moderó su programa en 2000, describiéndose a sí mismo como un partido «de centro-izquierda», y de 2004 a 2011 fue un partido consultivo en la Internacional Socialista. A diferencia de los comunistas, el SPU se alineó con la oposición neoliberal prooccidental y nacionalista ucraniana que protestaba contra Leonid Kuchma. En 2000-2001, el SPU fue uno de los iniciadores y la columna vertebral de la campaña «Ucrania sin Kuchma», y más tarde apoyó la «Revolución Naranja» de 2004 contra las elecciones robadas por el sucesor de Kuchma, Víktor Yanukóvich. Sin embargo, tras las elecciones parlamentarias de 2006, los partidos prooccidentales fracasaron en las negociaciones con el SPU después de que éste hubiera obtenido el 5,7% de los votos y, en contra de las expectativas del electorado del SPU, éste prefirió una coalición con el Partido de las Regiones (PR) de Yanukóvich y el KPU. Fue una jugada desastrosa, que tuvo como consecuencia la expulsión del SPU del Parlamento en las siguientes elecciones de 2007 y la destrucción efectiva de la base del partido.
Si el SPU se estaba transformando en un partido socialdemócrata, el populista PSPU avanzaba hacia posiciones más nacionalistas rusas y culturalmente conservadoras.1 La líder del PSPU, Natalia Vitrenko, abrazó plenamente la retórica del «conflicto civilizatorio», priorizando una orientación geopolítica prorrusa y la defensa de la «civilización ortodoxa eslava oriental» frente al imperialismo occidental por encima del conflicto de clases. Tras las elecciones parlamentarias de 2002, en las que el PSPU no logró entrar en el Parlamento con el 3,2 por ciento de los votos, el partido quedó marginado. Desde 2012, el PSPU ni siquiera ha sido capaz de formar una lista de partido para las elecciones.
Desde el punto de vista ideológico, el KPU se movía gradualmente en la misma dirección, apelando cada vez más a la retórica «civilizacional», aunque no en un grado tan extremo como el PSPU, más autoritario e impulsado por sus líderes. No obstante, el KPU luchó por mantener su bastión electoral en el este y el sur de Ucrania. En la primera parte de la década de 2000, el PR -representante político de algunos de los «oligarcas» más ricos de Ucrania, con una red de clientela mucho más sólida, el apoyo del ejecutivo y el control de los medios de comunicación populares- sustituyó al KPU como partido político más popular de las regiones meridional y oriental. Este último optó tres veces por unirse a una coalición con el PR, considerando a los oligarcas supuestamente «prorrusos» como un mal menor frente a los nacional-liberales prooccidentales (Haran & Belmeha, 2010, p. 19).
Estos acontecimientos contribuyeron a la crisis a la que se enfrentaron el KPU y la izquierda radical ucraniana tras la revolución Euromaidán de 2013-2014 (también llamada «Revolución de la Dignidad» por sus partidarios). Aunque vacilante al principio, el KPU apoyó al presidente Yanukóvich, ya que argumentaba que las acciones anticomunistas y la extrema derecha estaban adquiriendo mayor protagonismo entre los manifestantes de Euromaidán (Ishchenko, 2016b, pp. 27-32). Los partidarios de Euromaidán veían a la KPU como parte del Gobierno depuesto, como agentes de la política agresiva rusa y también como sucesores de la herencia soviética percibida como un problema fundamental para el desarrollo ucraniano.
Las organizaciones del partido de la KPU y el grupo parlamentario se convirtieron en objeto de la represión estatal y de ataques de extrema derecha a una escala incluso mayor que el Partido de las Regiones, principal partido del antiguo gobierno (pp. 84-86). Dicho esto, la posición de la dirección del KPU respecto a las protestas contra Maidan y el posterior levantamiento separatista en el Donbass entró en conflicto con las expectativas de muchos miembros y simpatizantes de una lucha radical contra el gobierno neoliberal-nacionalista posterior a Euromaidan. El KPU no consiguió entrar en el Parlamento en octubre de 2014 con solo el 3,9% de los votos. Este fue el primer parlamento ucraniano en el que no salió elegido ningún partido de izquierdas, ni siquiera un solo diputado de izquierdas.
Las llamadas leyes de «descomunización» aprobadas por el Parlamento ucraniano en abril de 2015 elevaron la represión contra la izquierda radical ucraniana a un nuevo nivel. El KPU no cumplió los requisitos de las leyes que prohíben toda propaganda y simbología del régimen comunista. El 16 de diciembre de 2015, una decisión judicial suspendió las actividades del partido. En junio de 2015, en previsión de la prohibición, el KPU formó la coalición Oposición de Izquierda con el PSPU, el muy pequeño Partido de los Trabajadores de Ucrania (marxista-leninista), RPU(ml), un partido fundado por exmiembros del KPU más ortodoxos, marxistas y clasistas, y una serie de partidos nacionalistas rusos marginales y organizaciones cívicas. Uno de los partidos técnicos de la coalición de la Oposición de Izquierda llamado Nova derzhava (el Nuevo Estado) fue utilizado por el KPU para participar en las elecciones locales de 2015 a pesar de la prohibición del Ministerio de Justicia, aunque todos los candidatos comu- nistas juntos solo obtuvieron el 1,3% de los votos (Ishchenko, 2016b, p. 89). No obstante, la dirección del KPU no puso mucho interés en desarrollar la coalición con la izquierda marginal (Vitrenko, 2016).
Los malos resultados electorales, la represión y la suspensión de las actividades del partido exacerbaron las luchas internas en el seno del KPU. Ha disminuido la actividad de protesta y mediática y ha perdido afiliados, células del partido, patrocinadores empresariales y recursos para apoyar el aparato del partido. Varios líderes regionales y organizaciones locales desleales fueron expulsados y disueltos por la dirección. Algunos antiguos miembros del KPU y del SPU se han unido a la Unión de Fuerzas de Izquierda (SLS), de corte social populista, que era uno de los varios proyectos, a veces iniciados o controlados por los oligarcas, que competían por la antigua circunscripción y el electorado de izquierdas (cuadro 23.1).
La Galaxia de la Izquierda Radical Extraparlamentaria
El restablecimiento del KPU en 1993 marginó a los grupos y partidos estalinistas más extremistas, como la Unión de Comunistas de Ucrania y la rama ucraniana del Partido Comunista Bolchevique de Toda la Unión. Aunque algunos estudiosos creían que podían haber sido un factor que impidiera la moderación socialdemócrata del KPU en la década de 1990 (Wilson, 2002, pp. 48-49), en la década de 2000 solían ser poco más que pequeños círculos de ancianos que distribuían prensa irrelevante y estaban más conectados con sus camaradas rusos que con la realidad ucraniana. Entre todos los partidos comunistas alternativos, sólo el Partido Comunista de Ucrania (renovado), fundado con el apoyo de la administración de Kuchma y con el principal objetivo de distraer a los votantes del KPU, obtuvo más del 1% en las elecciones generales de 2002. Los que sobrevivieron hasta la revolución de Euromaidán tuvieron que poner fin a sus actividades junto con el KPU.
Los radicales de izquierda extraparlamentarios más jóvenes que aparecieron en los últimos años de la perestroika también fueron muy débiles en Ucrania en comparación con sus análogos de Europa Occidental. La inmensa mayoría de las organizaciones, grupúsculos y redes fueron muy volátiles y, por lo general, de corta duración, dividiéndose con frecuencia y volviendo a unirse con una configuración diferente. En conjunto, nunca han llegado a contar con más de 1.000 activistas. En la década de 2000, antes del Euromaidán, poseían una identidad de «nueva izquierda». A pesar de todos los conflictos y diferencias ideológicas y tácticas entre marxistas y anarquistas, reformistas y revolucionarios, intelectuales, activistas obreros y luchadores callejeros antifascistas, normalmente se percibían mutuamente como partes del mismo campo de la izquierda «genuina» en oposición a los partidos burocráticos, «estalinistas» y «vendidos» de la «vieja izquierda». Estos últimos eran vistos como socios menores de los oligarcas, culturalmente conservadores y poco críticos con la política rusa y los nacionalistas rusos (Ishchenko, 2011). Por lo general, la «nueva izquierda» se resistía a cooperar con la «vieja izquierda».
La revolución de Euromaidán y la posterior guerra en el este de Ucrania tuvieron consecuencias muy negativas para la «nueva izquierda», al igual que para los partidos de la izquierda parlamentaria (Ishchenko, 2016b, 2020b). La «nueva izquierda» se dividió en grupos pro-Euromaidán (pro-ucranianos), anti-Maidán (pro-rusos o pro-separatistas) y «no-campistas». Todo el campo se reorganizó enormemente, con algunas organizaciones reprimidas y destruidas, otras desorientadas y algunas rompiendo completamente con el movimiento de izquierda radical. Por ejemplo, los activistas de una de las organizaciones más destacadas de la «nueva izquierda», Borotba («Lucha»), pasaron a la clandestinidad o emigraron. Borotba era producto de la evolución de los elementos más radicales de las organizaciones afiliadas al KPU: la Unión de Trabajadores de Ucrania (VSR) y el Komsomol, es decir, la Unión Comunista de la Juventud de Ucrania de Lenin (LKSMU). Borotba apoyó firmemente las protestas contra Maidan tras el cambio de gobierno en febrero de 2014, convirtiéndose después en uno de los grupos más activos en las movilizaciones de Járkov y Odessa y apoyó el levantamiento separatista prorruso en Donbass. Algunos de sus activistas incluso se unieron a las milicias separatistas. Otros, en particular un grupo en torno a la revista web Liva («Izquierda»), editada por el conocido periodista de izquierdas Andrii Manchuk, se mostraron algo más indecisos en su apoyo a los Estados títeres prorrusos. Borotba abandonó toda actividad pública en Ucrania a la espera de la represión. Algunos ex activistas de Borotba consiguieron poner en marcha actividades educativas en la Donetsk controlada por los separatistas (colectivo marxista-feminista Avrora).
Otro grupo intelectual, surgido de la escisión de los radicales de las organizaciones afiliadas al KPU, ha sido el círculo dirigido por Vasyl Pikhorovych. Sus alumnos publicaron las revistas web «Propaganda» y «Spinoza» e intentaron desarrollar el legado de un famoso filósofo marxista soviético, Evald Ilienkov, conocido sobre todo por sus trabajos sobre los problemas de la lógica dialéctica. En general, sin embargo, el desarrollo de los círculos marxistas (kruzhki) y los canales de YouTube en la Ucrania posterior al Euromaidán no igualó su expansión en Rusia y Bielorrusia en el mismo periodo, donde pudieron beneficiarse de un renacimiento más fuerte de la identidad neosoviética y de un contexto político más permisivo para la izquierda.
Muchos anarquistas ucranianos apoyaron activamente Euromaidán. Les ayudó a evitar la represión pero, en última instancia, no las escisiones, la decepción y la desorientación. El sindicato estudiantil Priama diia («Acción directa») solía ser una de las organizaciones libertarias de izquierda más vivas; por ejemplo, fue capaz de liderar una movilización de más de 10.000 estudiantes contra la introducción de servicios de pago en las universidades públicas de 14 ciudades ucranianas en 2009. Sin embargo, cuando comenzaron las protestas de Euromaidán, había perdido su posición en el movimiento estudiantil y no consiguió tener ningún impacto significativo en la agenda de movilización estudiantil de Euromaidán ni oponerse a las reformas neoliberales posteriores a Euromaidán en la educación superior (Ishchenko, 2017, 2020b).
La impotencia general de la izquierda radical durante las movilizaciones más masivas de la historia contemporánea de Ucrania empujó a algunos izquierdistas radicales a reconsiderar su estrategia. Uno de los productos es la iniciativa Sotsialnyi Rukh («Movimiento Social») para encontrar un nuevo partido de izquierda ascendente. La iniciativa reunió inicialmente a algunos representantes de organizaciones sindicales independientes, postrotskistas e intelectuales de izquierda. Sin embargo, las perspectivas de registrar realmente un partido de izquierda radical sin apoyo externo que comprometa su independencia parecen bastante sombrías teniendo en cuenta el declive del activismo de la «nueva izquierda» después de Euromaidán, un aumento significativo de la tasa de registro y los desarrollos no democráticos del régimen político desde 2014 (Ishchenko, 2018b). En el contexto posterior a Euromaidán, la nueva izquierda no se convirtió en una voz política diferenciada en la esfera pública de Ucrania, a pesar de que el colapso de la «vieja izquierda» abrió un nicho en el flanco izquierdo de la política ucraniana. En cambio, al converger con la sociedad civil de clase media prooccidental, la nueva izquierda no consiguió desempeñar un papel de liderazgo ni separar el compacto entorno liberal de izquierdas del público más influyente de derechas y nacionalista. Algunos grupos anarquistas, como Nihilist, han ido abandonando cada vez más la crítica social de izquierdas a las realidades de Ucrania en favor de la política nacionalista de identidad (Ishchenko, 2020b).
La única organización política de la izquierda alternativa que mostró al menos un aumento temporal de la actividad pública tras Euromaidán fue Avtonomnyi opir («Resistencia Autónoma»). Este grupo experimentó una enorme evolución, pasando de la extrema derecha a una especie de nacionalismo ucraniano de izquierda radical activo sobre todo en Ucrania occidental.
Avtonomnyi opir participó en ataques contra edificios gubernamentales en Lviv en los últimos días del levantamiento Euromaidán y tomó parte activa en protestas locales contra la privatización del espacio público y en defensa de los derechos laborales. Desde 2017, sin embargo, la organización está en declive, como otros colectivos de «nueva izquierda».
Los vínculos de cooperación de la izquierda radical -tanto la «nueva» como la «vieja»- con los sindicatos se han limitado normalmente a organizaciones locales individuales, ya que la institución sindical oficial sucesora postsoviética -la Federación de Sindicatos de Ucrania- solía ser leal al Gobierno, mientras que los sindicatos independientes relevantes solían cooperar con la oposición de derechas (Gorbach, 2019; Varga, 2014). En el momento de escribir estas líneas, Zakhyst pratsi («Defensa del Trabajo») solía ser el único sindicato de Ucrania bajo la dirección de activistas de izquierda ideológica. El sindicato cooperaba con Avtonomyi opir y Sotsialnyi Rukh.
En cuanto a los grupos de reflexión y los medios de comunicación, la Fundación Rosa Luxemburg ha apoyado análisis semiacadémicos y activistas sobre los problemas socioeconómicos de Ucrania y las posibles alternativas políticas antineoliberales, así como varias publicaciones web de tendencia izquierdista. Entre estas últimas, Spilne («Commons»), una revista de criticismo social, solía ser, durante cierto tiempo después de Euromaidan, la voz más significativa en el país de una posición de izquierdas contra los nacionalismos e imperi- alismos rivales en el conflicto dentro y alrededor de Ucrania. Aunque algunas de las publicaciones, como Spilne, atraían normalmente a entre 20.000 y 40.000 usuarios al mes que llegaban más allá de la esfera de los activistas de la izquierda radical, a nivel nacional su número de lectores seguía siendo reducido (Tabla 23.2).
El Partido Comunista de Ucrania (KPU)
Estructura y entorno del partido
El modelo organizativo del partido
En el contexto de un sistema de partidos débil en una democracia recién establecida, el KPU, «el partido más disciplinado de Ucrania», como se le solía llamar (Haran & Maiboroda, 2000, p. 49), se distinguió durante muchos años por contar con una afiliación masiva e ideológicamente comprometida. Otros grandes partidos ucranianos solían ser poco más que maquinarias electorales basadas en líderes carismáticos o grupos empresariales (Kudelia y Kuzio, 2014). Sin embargo, en comparación con la mayoría de los RLP europeos, el KPU tenía muy poco margen para la democracia interna.
El KPU heredó la tradición centralista democrática del antiguo partido gobernante soviético. La estructura del KPU consistía en organizaciones primarias, organizaciones locales (de distrito y ciudad), organizaciones regionales y congresos regulares del partido que se convocaban una vez cada tres años (KPU, 2016b). Las organizaciones locales proponían candidatos al Comité Central, que era elegido por el Congreso del partido cada tres años. Posteriormente, el Comité Central elegía al líder del partido (primer secretario) y a los órganos decisorios y ejecutivos, incluido el Presidium. El Congreso del partido también elige a los candidatos parlamentarios votando una lista propuesta por la dirección del partido. Aunque podría parecer que los procesos de selección otorgan opciones clave al Congreso del partido, los estatutos del KPU ponen de relieve una clara jerarquía entre las organizaciones del partido que permite a los comités de nivel superior anular las decisiones de los comités de nivel inferior y las conferencias de las organizaciones, disolver las organizaciones de nivel inferior y sus órganos ejecutivos, y despedir a sus secretarios. Además, los cambios introducidos en los estatutos de la KPU en 2011 solo permitían a los comités de nivel superior proponer un candidato para los puestos de primer secretario en las organizaciones de nivel inferior y excluir a un miembro del partido sin la decisión de su organización primaria (KPU, 2015, p. 78).
En la segunda mitad de la década de 2000, la dirección del partido estaba cada vez más preocupada por el drástico debilitamiento de los resultados electorales del KPU. La «modernización» del partido fue el tema de los congresos del KPU de 2008 y 2011 (KPU, 2011a, 2011c). La nueva edición del programa del partido aprobada en 2011 afirmaba que las condiciones necesarias para la «modernización» incluían el fortalecimiento de las organizaciones y los vínculos con las masas, la disciplina y el compromiso ideológico de los miembros del partido, la radicalización de las actividades del partido y también la democratización interna del partido (KPU, 2011a, p. 231). Sin embargo, no ocurrió casi nada de eso. Esencialmente, la única forma de que los miembros de base y las organizaciones primarias influyeran en las decisiones políticas críticas se redujo a la elección de los delegados a las conferencias de las organizaciones superiores del partido y al procedimiento del referéndum interno. Según los estatutos del KPU, el Comité Central podía ser el único iniciador del referéndum (KPU, 2016b). El procedimiento de referéndum solo se utilizó una vez en la historia de la KPU, en enero de 2014, para legitimar el apoyo de los diputados comunistas al presupuesto estatal propuesto por el Gobierno del RP y obstruido por la oposición pro-Euromaidán (Symonenko, 2013a).
A diferencia de los partidos comunistas renovados de Europa occidental y meridional (Tsakatika y Lisi, 2013, pp. 9-11), el KPU no introdujo procedimientos para promover la democracia ascendente o participativa (cuadro 23.3). Los malos resultados electorales del partido y su escaso potencial de movilización de las protestas en la segunda mitad de la década de 2000 hicieron que los dirigentes centraran su atención en la debilidad de su organización (Symonenko, 2010, 2013a). Sin embargo, el «fortalecimiento» del partido sobre el terreno se percibió en términos de aumento de la eficacia de sus actividades electorales, propagandísticas y de protesta, en lugar de ofrecer oportunidades de participación o incluir a otros movimientos en su organización. La selección de cuadros del partido más capacitados, la disciplina, la educación ideológica, un periodo de prueba para los nuevos miembros y la organización de actividades en red, como los campamentos de verano del partido, se consideraron soluciones en lugar de ampliar la participación en la toma de decisiones. Los esfuerzos por incluir a los simpatizantes del partido en su organización y sus reuniones fueron escasos (Symonenko, 2013b).
La falta de compromiso del partido con la democracia electrónica se debió en parte al analfabetismo tecnológico de sus miembros, cada vez más viejos. Todavía en 2013, el líder del KPU, Petro Symonenko, se quejaba de que el 20% de las organizaciones locales todavía no utilizaban el correo electrónico, lo que significaba que no podían recibir las decisiones de las autoridades superiores y información a tiempo (Symonenko, 2013b). Sin embargo, como muestra el destino de los distintos grupos de oposición dentro del partido (véase la sección «Vida dentro del partido»), la dirección del partido en torno a Petro Symonenko tampoco estaba dispuesta a renunciar al poder y permitir procedimientos institucionalizados para expresar la disidencia. Es probable que esto se debiera tanto a su interpretación autoritaria de los principios leninistas como a su interés económico en mantener los puestos de liderazgo (véase la sección «Rostros del partido: sobre el terreno, en los cargos públicos y en la oficina central»). La capacidad de Symonenko para mantenerse como líder desde 1993 hasta el momento de escribir estas líneas puede explicarse como resultado de la limpieza de cualquier oposición real dentro del partido y de su capacidad para sobrevivir a través de redes clientelares. Fuera del partido, fue criticado por su falta de carisma y sus índices personales en las encuestas de opinión eran generalmente más bajos que los del partido.
Afiliación al partido
El carné de miembro del partido no se introdujo hasta 2001 y el nuevo registro de miembros demostró cifras muy inferiores a los 142.000 miembros que afirmaba el KPU en 2000 (Haran & Maiboroda, 2000, p. 49). Las estadísticas fiables no comenzaron hasta 2002 y los últimos datos publicados son del 1 de diciembre de 2014, antes del 49º Congreso.
A pesar de las expectativas generalizadas de que el KPU, como «partido de pensionistas», simplemente se extinguiría, el partido mostró una dinámica de afiliación generalmente positiva y un crecimiento de más del 30% entre 2002 y 2014. Este crecimiento de la afiliación parece desconcertante, ya que el apoyo electoral al KPU disminuyó a mediados de la década de 2000 (véase el cuadro 23.6). Sin embargo, como explicaré en la sección «Apoyo electoral», esto último fue el resultado de la combinación de la polarización electoral regional y el declive del poder clientelar del KPU en favor del «oligárquico» PR. No afectó al núcleo de simpatizantes del KPU y la estructura del partido se resistió a las escisiones de radicales decepcionados que casi nunca pudieron llevarse consigo a un número significativo de miembros del partido. La única excepción fue la escisión con una parte de la organización del partido en Crimea, dirigida por Leonid Hrach, después de que el KPU entrara en la coalición de gobierno con el PR en 2010 (véase la sección «Vida interna del partido»).
Durante 2014, el número de afiliados disminuyó en al menos 13.000 miembros tras la pérdida de organizaciones del KPU en la Crimea anexionada, el aumento de la represión del Gobierno posterior a Euromaidán, los ataques de extrema derecha y la pérdida de representación parlamentaria y recursos. En octubre de 2016, Petro Symonenko informó de que quedaban menos de 50.000 miembros en el partido (Symonenko, 2016) (cuadro 23.4).
A diferencia del electorado del KPU, los miembros del partido no se concentraban en las regiones del sudeste de Ucrania de habla rusa. En un artículo de 1997, Andrew Wilson calificó al KPU de «partido apoderado de la protesta de las «minorías» etnolingüísticas» (1997, p. 1301) y, de hecho, elevar el estatus de la lengua rusa en Ucrania fue siempre una reivindicación importante en todos los programas del KPU, mientras que los diputados comunistas utilizaban a menudo el ruso cuando hablaban en el parlamento y en los medios de comunicación. Sin embargo, en 2000 la proporción de rusos étnicos entre los miembros de la KPU correspondía aproximadamente a su proporción en la población total de Ucrania-28,7% (Haran & Maiboroda, 2000, p. 49) y a partir de entonces disminuyó al 17,4% en 2011 y luego al 12,7% en 2014 (calculado sin Crimea y Sebastopol anexionadas) (KPU, 2011b, p. 37, 2014, p. 49). A finales de la década de 2000, la proporción de miembros de la KPU procedentes de las regiones del sudeste (45,2%) era ligeramente inferior a la población de las regiones como porcentaje de la población ucraniana en general (47,3%). De forma contraintuitiva, en 2014 las regiones centrales y las zonas más rurales y de habla ucraniana del oeste y el sur estaban sobrerrepresentadas entre los miembros de la KPU en lugar de las del este (las regiones más rusoparlantes y urbanizadas).4
Además, las organizaciones del KPU en las regiones occidentales y centrales también tenían miembros más jóvenes que las organizaciones comunistas en los bastiones electorales del sudeste. Por ejemplo, a 1 de enero de 2014, el 32% de los miembros del KPU en las regiones occidentales tenían menos de 40 años y el 27% más de 60, en comparación con el 21% y el 46%, respectivamente, en las regiones orientales. Las mujeres también parecen estar infrarrepresentadas entre los miembros del partido, ya que en 2011 representaban en torno al 35% de los afiliados. El envejecimiento de los afiliados siempre ha preocupado a los dirigentes del KPU. Sin embargo, en los años anteriores a la revolución de Euromaidán, el partido experimentó una dinámica positiva de rejuvenecimiento: en 2008, el 17% tenía menos de 40 años y el 42% tenía más de 60 años, pero en 2014 ya eran más de 60 los afiliados. % tenía más de 60 años, pero en 2014 ya el 25% tenía menos de 40 años y el 38% más de 60 años. ¿Cómo se explica esto? A pesar de su débil rendimiento electoral en 2006 y 2007, el KPU siguió siendo el único partido de izquierdas relevante en Ucrania. También se fue «modernizando» gradualmente, ya que empezó a funcionar como una organización más eficiente (véase la sección «Rostros del partido: sobre el terreno, en los cargos públicos y en la oficina central»). Sin embargo, la dirección del partido estaba preocupada por la educación ideológica de los miembros más jóvenes «criados en el capitalismo, que desconocían incluso los principios básicos del marxismo-leninismo y las normas de la vida del partido» (Symonenko, 2013b). La lealtad y el compromiso de la nueva generación con la causa del partido parecían ser más débiles que los de la «vieja guardia». Muchos de los primeros abandonaron el partido tras su represión sostenida en 2014.
Vínculos con el entorno
La dirección del KPU repetía a menudo frases rituales sobre la necesidad del partido de desarrollar fuertes «vínculos con las masas». Sin embargo, no se produjo ningún cambio en la democratización de las relaciones ni en la inclusión de las organizaciones de la sociedad civil en los procesos de toma de decisiones del partido. El KPU trabajaba en un contexto postsoviético típico de sociedad civil débil en el que predominaban las pequeñas ONG (neo)liberales, a menudo dependientes de donantes occidentales y escasamente conectadas con sus respectivas comunidades (Howard, 2003; Narozhna, 2004). Las mayores campañas de protesta en Ucrania (la «Revolución Naranja» y el Euromaidan) también tuvieron una importante presencia de la extrema derecha (Ishchenko, 2016a, 2018a, 2020a; Katchanovski, 2020) combinada con el anticomunismo, mientras que el movimiento obrero ha sido débil y los «nuevos» movimientos sociales de izquierda-libertarios en torno a cuestiones posmaterialistas o identitarias han sido casi inexistentes hasta hace poco.
En este contexto, debido a la edad de sus miembros y a su ideología, el KPU cooperó sobre todo con las organizaciones de veteranos de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra soviética de Afganistán, con los «liquidadores» de la catástrofe de Chernóbil (como se conoce a los que participaron en la limpieza inmediata de la catástrofe) y con los pensionistas, es decir, con los grupos sociales dependientes de las ayudas sociales del Estado. En los actos dirigidos contra el nacionalismo ucraniano y las instituciones internacionales occidentales, el KPU cooperó a menudo con organizaciones nacionalistas rusas (Ishchenko, 2016b, pp. 24-25). El partido también apoyó el movimiento Anti-Maidan -una contramovilización masiva en la primavera de 2014 contra el «golpe» de Euromaidan en Kiev y el nuevo gobierno de la «junta fascista» que sustituyó a Víktor Yanukóvich, a favor de la autonomía e incluso la separación de las regiones del sudeste de Ucrania-, mientras que en Járkov y Odesa, los comunistas desempeñaron un papel comparable o incluso más importante que los nacionalistas rusos. Cuando comenzó la revuelta separatista prorrusa en Donbass, la dirección del KPU se distanció de ella, en contra de las expectativas de muchos de los comunistas locales, que apoyaron de diversas formas a los separatistas y a las instituciones de las nuevas «repúblicas populares» no reconocidas, e incluso se unieron a la milicia (pp. 54-62). Sin embargo, las actividades de los partidos comunistas recién creados en las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk se redujeron rápidamente a actividades rituales y humanitarias en los regímenes políticos cerrados de los Estados títeres prorrusos.
Como se explica en la sección «La galaxia de la izquierda radical extraparlamentaria», los vínculos entre la izquierda y los sindicatos en Ucrania eran, en general, débiles. Por ello, el KPU creó su «propia» organización sindical, el VSR, que concentraba el ala más radical del KPU y que finalmente fue expulsada del partido en 2009. Al mismo tiempo, la dirección del KPU se apoyó en una serie de organizaciones para establecer su influencia en otros grupos sociales y en torno a otras cuestiones que fueron fundadas intencionadamente por el KPU y/o controladas por destacados miembros del KPU. Entre ellas estaban el Comité Antifascista de Ucrania, una coalición que pretendía unir a más de 30 partidos y ONG contra el nacionalismo radical ucraniano; la Organización de Veteranos de Ucrania y la Unión Panucraniana de Oficiales Soviéticos; la Inteligencia Ucraniana por el Socialismo y la Unión de Estudiantes Comunistas; la Unión de Mujeres Trabajadoras «Por el futuro de los niños ucranianos». Nótese la ausencia de cualquier organización en torno a un tema de «nueva política»; incluso la organización de mujeres tenía una agenda tradicional, no feminista. La más importante y la mayor de estas «correas de transmisión» era la organización juvenil (LKSMU), tanto para la movilización de protesta como porque la dirección del KPU la consideraba la principal fuente de cuadros jóvenes del partido. Sin embargo, su número de miembros siempre fue inferior a 10.000 personas y muchos jóvenes comunistas coincidían en su afiliación al partido y al LKSMU.
Estas organizaciones organizaban actos educativos, actividades benéficas y comunitarias y movilizaciones para protestas. Una de las funciones más importantes de estas organizaciones «de fachada» era movilizar (o imitar) el apoyo electoral al KPU y sus candidatos. Sin embargo, aunque han sido activas, no han conseguido llegar a las masas (cuadro 23.5). Los líderes de estas organizaciones solían figurar en las listas electorales del partido, pero cuando el apoyo de éste se redujo en la década de 2000, por lo general no podían esperar ser elegidos. Cuando los líderes de estas organizaciones se separaron del partido, como ocurrió con el líder del VSR, Oleksandr Bondarchuk, o con la líder de la organización de mujeres, Kateryna Samoilyk, sus organizaciones también rompieron con el KPU.
Vida intrapartidista
Desde su creación, el KPU no permitió facciones intrapartidistas con su disciplina y estructura internas, sino solo plataformas de debate para el periodo previo a la toma de una decisión del partido (KPU, 2005, p. 34). Además, en la revisión de 2011 de los estatutos del partido tras la ruptura con el ambicioso líder de los comunistas de Crimea Leonid Hrach, el partido prohibió las críticas a las decisiones del partido fuera de la prensa del partido (KPU, 2016b).
Como era de esperar, el apoyo del KPU a Víktor Yanukóvich y el hecho de que se convirtiera en el socio menor de las coaliciones de gobierno del PR fueron recibidos con críticas internas. La ausencia La ausencia de canales para expresar la oposición dentro del partido hizo que esas críticas acabaran normalmente en escisiones y no desencadenaran reformas. En 2005, los elementos más radicales del VSR y el LKSMU se separaron del partido tras criticar el apoyo de facto de la KPU a Víktor Yanukóvich en la «Revolución Naranja», así como sus posiciones prorrusas y culturalmente conservadoras. En 2009, el líder del VSR, Oleksandr Bondarchuk, fue expulsado del partido, mientras que el KPU exigió que todos los miembros del partido abandonaran el VSR (KPU, 2011a, pp. 231-233). A finales de 2010, un conflicto con el líder de la organización de Crimea del KPU, Leonid Hrach, alcanzó su punto álgido y fue expulsado del partido junto con la mayoría de los comunistas de Crimea (pp. 337-342). La organización de Crimea era la más grande del KPU y Hrach había sido percibido como un posible aspirante al puesto de líder del partido. En 2010, exigió que el KPU abandonara la coalición de gobierno con el PR ante el creciente descontento con sus políticas y la débil posición del KPU en el órgano legislativo de Crimea. Tras la escisión, Hrach se convirtió en el líder del Partido Comunista de Obreros y Campesinos, más ortodoxo. Este partido, sin embargo, al igual que otras organizaciones y partidos que se han escindido del KPU, siguió siendo pequeño y marginal.
La represión y las derrotas electorales tras la victoria del Euromaidán exacerbaron los conflictos internos del KPU. Las críticas internas se centraron en la figura de Petro Symonenko, líder inamovible del KPU desde la (re)fundación del partido en 1993, a pesar de todas las conversaciones sobre el rejuvenecimiento del partido. La crítica más dura fue la de Spiridon Kilinkarov, líder popular de la organización regional de Lugansk, apoyado después por otros destacados dirigentes comunistas de Járkov, Zaporozhie y Jerson. Criticó a Symonenko por fracasar como líder del partido: adoptó una posición defensiva e indecisa en un momento difícil para el partido, su valoración personal estaba muy por debajo del apoyo al partido, y destruyó las células locales más fuertes por deslealtad y no dio suficiente apoyo a los miembros de base reprimidos. Sin embargo, a pesar de lanzar muchos ataques personales y llamamientos aparentemente justos para rejuvenecer la dirección, Kilinkarov no presentó ninguna propuesta concreta de cambios sustanciales en las posiciones o la política del KPU. La dirección respondió de una forma típica, excluyendo a los disidentes del Comité Central, destituyéndolos de los cargos del partido y, finalmente, expulsándolos del partido y disolviendo varias organizaciones locales por acciones «antipartido» y perturbadoras (Ishchenko, 2016b, pp. 89-90).
Apoyo electoral
La edad y la región han sido las características más importantes del electorado del KPU (véase la Tabla 23.7). En todas las elecciones, la inmensa mayoría de los votantes comunistas tenían más de 50 años (por eso también tenían menos estudios) y se concentraban en las regiones del sur y el este de Ucrania (incluidos Donbass y Crimea). En la década de 1990, el KPU era casi el líder indiscutible en estas regiones, pero más tarde perdió la primacía en favor del PR de Yanukóvich. En las elecciones parlamentarias de 2002, el KPU no obtuvo por primera vez la pluralidad de votos para las listas de partidos, quedando en segundo lugar con un 20,0%, tras el bloque electoral prooccidental de Viktor Yushchenko. También perdió la región crucial de Donetsk frente al bloque pro-Kuchma «Por una Ucrania unida». En las elecciones consecutivas entre 2004 y 2010, el apoyo al KPU en las elecciones parlamentarias y al líder del partido, Petro Symonenko, en las presidenciales cayó drásticamente hasta el 3-5 por ciento; sólo en las elecciones parlamentarias de 2012 el partido recuperó algo de posiciones hasta el 13,2 por ciento (véase la Tabla 23.6). Explicaciones provisionales (Zimmer & Haran, 2008,
p. 557) apuntan a la mayor capacidad del PR tanto para proporcionar beneficios clientelistas como para acosar con presiones administrativas a los votantes mayores y a los empresarios dependientes del Estado. Los antiguos «directores rojos» (gerentes de las empresas soviéticas) apoyados por el KPU en la década de 1990 se fueron pasando gradualmente al nuevo «partido del poder» en torno a Leonid Kuchma. Al mismo tiempo, la polarización regional de las elecciones ucranianas hizo que los votantes se decantaran por los representantes de las regiones del sudeste frente a los partidos nacionalistas y prooccidentales ucranianos, especialmente después de que el líder del KPU, Petro Symonenko, se mostrara incapaz de ganar a Leonid Kuchma en las elecciones presidenciales de 1999, cuando este último había recibido el apoyo predominante de las regiones occidentales y centrales. La polarización regional también explica la sorprendente mejora de los resultados del KPU en las elecciones de 2007 y 2012. Ambos resultados se produjeron después de haber participado en gobiernos dirigidos por el PR. Los votantes decepcionados con el partido gobernante dominante se pasaban no a los partidos del oeste y el centro, sino al principal competidor del PR en el este y el sur: el KPU. Así, a pesar de las predicciones sobre el declive del electorado del KPU, el partido aumentó su apoyo entre los votantes más jóvenes y con mayor nivel educativo en 2012 (Bekeshkina, 2012, p. 50).
Sin embargo, en las elecciones anticipadas de 2014 tras la victoria de la revolución Euromaidán, el KPU no logró entrar en el Parlamento por primera vez en su historia. Crimea fue anexionada por Rusia, mientras que amplias zonas de Donbass estaban controladas por separatistas prorrusos, lo que excluyó de las elecciones ucranianas a gran parte del electorado tradicional del KPU. Al mismo tiempo, muchas personas que se oponían al gobierno neoliberal-nacionalista posterior al Euromaidán no votaron, y la participación electoral fue la más baja de la historia de las elecciones parlamentarias ucranianas. El KPU no pudo participar en las elecciones generales (tanto presidenciales como parlamentarias) de 2019 en virtud de la ley de «descomunización».
El partido dentro del sistema de partidos
Rostros del partido: Sobre el terreno; en la oficina pública; en la oficina central
Una parte importante de la «modernización» de la KPU desde la segunda mitad de la década de 2000 fue la profesionalización del aparato del partido, que supuso poner a los secretarios de las organizaciones locales en una nómina combinada con su formación en el partido. Se trataba de un proceso descendente, con certificaciones anuales de los secretarios por parte de los órganos superiores del partido y un nivel de rotación relativamente alto (entre el 13% y el 16% cada año en 2010-2013) como resultado (Symonenko, 2009).
(Symonenko, 2013b). Sin embargo, el núcleo de la dirección representado en el máximo órgano ejecutivo del partido -el Presidium del Comité Central- ha sido muy estable, mientras que el primer secretario del Comité Central, Petro Symonenko, ha ocupado su cargo desde la fundación del partido. Según los estatutos del partido, sus actividades deberían haber sido dirigidas por el Presidium y se suponía que debía informar al Comité Central (KPU, 2016b). Sin embargo, en la década de 1990, el grupo parlamentario del KPU ya había empezado a consolidar el control sobre el partido. Desde 2000, más de dos tercios de los miembros del Presidium eran diputados.6 El núcleo de la dirección del partido y del grupo parlamentario eran casi las mismas personas.
El KPU obtuvo un mal resultado electoral en 2006; sin embargo, cuando el bloque de partidos «naranja» no logró formar una coalición, se abrió una oportunidad para que el Partido de las Regiones formara una coalición con el SPU y el KPU. No fue sorprendente que el KPU se uniera a la coalición de gobierno en 2006, dado que muchos de los que la formaron y dirigieron tenían experiencia de gobierno (al menos a nivel local) en la época soviética.
Sin embargo, la coalición de 2006 con los partidos oligárquicos PR y SPU duró poco y desembocó en una crisis política y en la convocatoria de elecciones anticipadas al año siguiente, que ganaron los partidos prooccidentales. Cuando Yanukóvich fue elegido presidente en 2010 y, mediante sobornos y amenazas, se hizo con el control de la mayoría de los diputados, el KPU formó coalición con el PR y el Bloque Lytvyn, de centro y menor importancia. La coalición con el PR sobrevivió a las elecciones de 2012 y no terminó hasta la victoria del Euromaidán (cuadro 23.8). Como condición para apoyar a Yanukóvich durante las elecciones, el KPU firmó con él una «plataforma de actividades prácticas» que Yanukóvich estaba obligado a poner en práctica tras ser elegido presidente (KPU, 2011a, pp. 265-272). Junto con la habitual agenda cultural e internacional prorrusa, la plataforma incluía una extensa lista de políticas relativamente progresistas sobre cuestiones socioeconómicas e instaba a la reforma política. Sin embargo, la KPU se sintió rápidamente decepcionada por el fracaso del Gobierno de Yanukóvich a la hora de aplicar la plataforma; en su lugar, procedió a privatizar empresas estratégicas y a preparar el acuerdo de asociación con la UE (hasta noviembre de 2013). El 49º Congreso de la KPU, celebrado en diciembre de 2014, calificó de «grave error táctico» que la KPU, pese a criticar al Gobierno y ser una «oposición interna» dentro de la coalición, no lo hubiera abandonado a tiempo (KPU, 2015, p. 140).
Al igual que otros grandes partidos ucranianos, el KPU ha sido criticado por incluir a empresarios en sus listas electorales a cambio de apoyo financiero y de otro tipo. El «patrocinador» más mencionado del KPU fue el multimillonario ruso-ucraniano Konstantin Grigorishin (Haran & Belmeha, 2010, p. 7), a quien el partido supuestamente agradeció su apoyo a las privatizaciones de las compañías energéticas regionales y a los derechos de propiedad de otras empresas. El apoyo de Grigorishin fue confirmado por el líder disidente de los comunistas de Crimea Leonid Hrach (Gordon, 2016) y por el propio Grigorishin (Musaieva-Borovik & Sheremet, 2015), aunque siempre fue negado por Petro Symonenko (Obozrevatel, 2009) y nunca se ha tratado en los documentos del partido. No obstante, parte de la razón del relativo éxito electoral de 2012 fue una campaña electoral evidentemente cara. Además, algunas transferencias al KPU se mencionan en el «libro negro de caja» del Partido de las Regiones encontrado y publicado por periodistas de investigación ucranianos tras Euromaidán (Leshchenko et al., 2016). El propio Symonenko ha sido acusado a menudo de poseer propiedades «no comunistas» y un estilo de vida lujoso.
En el poder, la influencia de la KPU sobre la política fue limitada, pero se benefició de impedir la entrada en el gobierno de los partidos «naranjas», a los que consideraba prooccidentales y anticomunistas. La posición de la KPU en el gobierno también ofrecía oportunidades de clientelismo. Los cargos que los comunistas consiguieron en coalición con el PR tenían un poder político o un significado simbólico limitados, pero eran especialmente relevantes para los negocios y las finanzas. El empresario Ihor Kalietnik, elegido en la lista del KPU e incluso incluido en el Presidium del Comité Central, fue nombrado jefe del Servicio de Aduanas; otras figuras del KPU fueron nombradas jefes de los servicios financieros estatales y del fondo estatal de propiedades; el hijo de Symonenko fue nombrado subdirector de la agencia estatal de inversión y desarrollo (Haran & Belmeha, 2010, p. 19). Tras la victoria del Euromaidán y la represión de la KPU, hubo indicios de que estas prácticas se estaban desmoronando. En la primavera y el verano de 2014, una docena de diputados abandonaron el grupo parlamentario de la KPU, entre ellos Ihor Kalietnik y su prima Oksana Kaletnyk, la mujer más rica del Parlamento (KPU, 2015, p. 55).
Relaciones con otros partidos
Por lo general, el KPU ha adoptado un enfoque competitivo con otros partidos de izquierda, pero en ocasiones ha entablado una cooperación táctica. Después de que los partidos de izquierda no lograran ponerse de acuerdo sobre un candidato común y fueran derrotados en las elecciones presidenciales de 1999, la dirección del SPU propuso la cooperación en un «frente popular-patriótico» al KPU, a otros partidos de izquierda y a los partidos opuestos a Leonid Kuchma. El KPU rechazó la propuesta, al no estar de acuerdo con disolver el partido en una coalición tan amplia (KPU, 2005, pp. 477-80). Es posible que los dirigentes del KPU temieran que su partido perdiera el liderazgo de la izquierda en favor del SPU. De hecho, en las elecciones de 2006, la KPU obtuvo menos votos que el SPU. Sin embargo, la competencia entre la KPU y la SPU siguió siendo limitada porque sus bases electorales diferían: Los votantes del KPU se concentraban en las regiones orientales y meridionales, mientras que el SPU obtenía mejores resultados en las regiones centrales de Ucrania (Wilson, 2002, pp. 49-51).
Después de que el SPU «traicionara» las expectativas de su electorado y se pasara a la coalición con el PR y el KPU, quedó marginado, dejando al KPU como fuerza dominante indiscutible de la izquierda. Antes de las elecciones presidenciales de 2010, el KPU puso en marcha el «Bloque de partidos de izquierda y de centro-izquierda», al que sólo se unieron partidos marginales, mientras que tanto el SPU como el PSPU lo ignoraron. Los dirigentes del PSPU criticaron ferozmente a la KPU, aunque los partidos cooperaron esporádicamente en actos de protesta a nivel local. En tres ocasiones, el KPU se unió al PR en coaliciones nacionales, pero trató de mantener una distancia crítica con el partido del gran capital y sólo en contadas ocasiones cooperó con él a nivel popular (algo de lo que prácticamente carecía el PR, que era poco más que una máquina electoral). Al mismo tiempo, el KPU criticó duramente a los partidos neoliberales-nacionalistas «naranjas» por considerarlos nacionalistas «extremos», «marionetas occidentales» y representantes del capital comprador. No obstante, en 2007-2010 el grupo parlamentario del KPU prestó un apoyo aparentemente incoherente al Gobierno de Yulia Timoshenko, que se enfrentaba a críticas mociones de confianza. Los críticos solían relacionar este hecho con la influencia de Grigorishin en el partido, lo que amplificaba la imagen de que los líderes del KPU no estaban a la altura de las circunstancias.
imagen de falta de integridad política de los líderes del KPU.
Como era de esperar, el KPU entró en confrontación con los nacionalistas ucranianos de extrema derecha y, en particular, con el partido Svoboda («Libertad»). Hubo enfrentamientos físicos regulares con los nacionalistas, especialmente en los aniversarios de las fiestas soviéticas y nacionalistas, pero también escaramuzas esporádicas y ataques a las oficinas del partido. Por lo general, los comunistas de más edad eran víctimas de los agresivos nacionalistas más jóvenes. Los consejos regionales de las regiones occidentales de Ucrania, donde el partido Svoboda había dominado desde las elecciones locales de 2009-2010, intentaron prohibir las actividades del KPU y del PR en el momento álgido de las protestas de Euromaidán en 2014, aunque tales «prohibiciones» no tuvieron consecuencias legales en aquel momento. Posteriormente, los ataques de la extrema derecha se intensificaron con incendios provocados de oficinas de la KPU, palizas a activistas y desmantelamiento de monumentos de la era soviética, junto con un aumento de la represión estatal contra los comunistas sospechosos de apoyar actividades separatistas (véase la sección «Vinculación con el medio ambiente»). Al mismo tiempo, los diputados comunistas fueron ridiculizados en el Parlamento, el grupo parlamentario del KPU fue disuelto en junio de 2014 y, en abril de 2015, el Parlamento aprobó leyes de «descomunización» que prohibían el rechazo público de la «naturaleza criminal y totalitaria» del régimen comunista, los símbolos de la URSS y los países aliados de la Unión Soviética, las citas públicas de los líderes soviéticos, etc. El Ministerio de Justicia no permitió al KPU participar en las elecciones locales de 2015 (aunque los comunistas participaron bajo un partido técnico «Nuevo Estado») (Ishchenko, 2016b, pp. 83-90), así como en las elecciones generales de 2019. Como ya se ha señalado, el 16 de diciembre de 2015 se suspendieron las actividades de la KPU por decisión judicial.
Programa del partido
El KPU adoptó su primer programa de partido en 1995 (KPU, 2005, pp. 149-184) y en 2011 adoptó una «nueva edición» bastante diferente (KPU, 2016a). La necesidad de la nueva edición era evidente. En 1995, los restos de las instituciones soviéticas en Ucrania estaban todavía bastante fuertes, ya que el ritmo de las reformas neoliberales era lento. Los comunistas solían oponerse a las acusaciones de que solo querían volver a la URSS. Sin embargo, el antiguo programa se centraba en gran medida en detener la «capitalización» tras el colapso de la Unión Soviética y restaurar las cosas como estaban antes. La edición de 2011 del programa del partido, sin embargo, diagnosticaba una nueva situación en la que Ucrania se veía en la periferia del mundo capitalista, con otros países extrayendo sus materias primas. En lugar de dar marcha atrás a los cambios postsoviéticos aparentemente reversibles, el KPU proponía ahora un programa mínimo centrado en el desarrollo dirigido por el Estado, que incluía la nacionalización de los recursos naturales y las empresas estratégicas, la creación de un sector público fuerte, junto con créditos preferenciales y normas fiscales para las empresas privadas de alta tecnología. Los cambios que se introdujeron en el programa del partido fueron un intento de actualizar las posiciones del partido a la luz de los cambios que se habían producido en Ucrania desde el colapso de la Unión Soviética. Los cambios también se produjeron tras los malos resultados electorales del partido en 2006 y 2007 y pueden representar un intento parcial (y hasta ahora incumplido) de «modernizar» sus llamamientos.
El programa mencionaba la abolición de la propiedad privada y el objetivo final del comunismo (mientras que el socialismo soviético se considera la primera etapa del comunismo), pero más allá de establecer un programa mínimo de desarrollo económico, los compromisos del partido eran bastante vagos y abstractos. Aunque el programa del partido identificaba el marxismo-leninismo como la base de la ideología del partido, la interpretación del partido no estaba realmente desarrollada. Las políticas sociales esbozadas en el programa mínimo del partido tenían similitudes con el modelo de bienestar soviético y el partido daba prioridad al pleno empleo, a unas garantías sociales sólidas, a la vivienda social, al desarrollo de infraestructuras y a la sanidad y la educación gratuitas.
El KPU se opuso firmemente a los préstamos de las instituciones financieras internacionales, ya que argumentaba que las condiciones impuestas eran «discriminatorias» y limitaban la soberanía del Estado. Su objetivo era financiar el desarrollo económico y la expansión de las prestaciones sociales a partir de fuentes internas (no de la inversión extranjera), incluidos los beneficios de las empresas nacionalizadas, los monopolios estatales, la fiscalidad progresiva y la devolución de la riqueza de los oligarcas ucranianos en paraísos fiscales (aunque no especificaba cómo se haría).
El KPU fue típicamente criticado por «rechazar» la independencia ucraniana debido a su exigencia de restaurar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como se esbozaba en su programa de 1995 (KPU, 2005, p. 175). Sin embargo, incluso allí se suponía que la URSS iba a revivir sobre «nuevas bases» y sólo siguiendo la voluntad soberana de todos los pueblos «hermanos». En realidad, el KPU explotó en gran medida la retórica patriótica y a menudo expresó su preocupación por las amenazas a la soberanía del Estado ucraniano. Esto no es una paradoja, ya que el KPU apelaba a la versión «eslava oriental» de la identidad nacional ucraniana, en la que «ruso» y «soviético» no se consideran antitéticos a lo ucraniano, a diferencia de la versión ucraniana occidental, antirrusa y antisoviética de la iden- tidad nacional ucraniana (Riabchuk, 2015). Resulta revelador que el partido considere que la amenaza imperialista procede únicamente de Occidente, en particular de Estados Unidos, pero no del Este. El KPU se opuso firmemente a cualquier cooperación con la OTAN y apoyó un nuevo sistema de seguridad europeo sin bloques. El partido también prefería firmemente la unión económica con Rusia, Bielorrusia y Kazajstán como socios más igualitarios para Ucrania, en lugar de la integración europea, que se percibía como un aumento de la dependencia de Ucrania. El partido rechazó cualquier amenaza imperialista por parte de Rusia. Combinó estas reivindicaciones con otras, como elevar el estatus de la lengua rusa (el idioma de comunicación preferido por casi la mitad de la población ucraniana) y dar más poder a las regiones (y federalizarlas), junto con un rechazo intransigente incluso de las formas moderadas de nacionalismo antirruso. Tales exigencias, aun siendo democráticas en lo esencial, dieron al KPU una imagen fuertemente prorrusa entre los segmentos liberales y nacionalistas prooccidentales de la opinión pública ucraniana.
Las cuestiones postmaterialistas y de «nueva política» estuvieron completamente ausentes incluso en la nueva edición del programa del KPU. Los problemas medioambientales recibieron escasa atención y sólo en el contexto de las pensiones para los liquidadores de la catástrofe de Chernóbil. El partido habló poco de la inmigración porque no era un tema importante en los debates políticos en Ucrania, dado que Ucrania se encontraba como un simple país de tránsito para los inmigrantes que entraban en la UE. En cambio, el partido mencionó el problema de la emigración masiva desde Ucrania. Aunque el KPU declaró que se oponía a todas las formas de xenofobia, en general era un partido culturalmente conservador y en la prensa del partido aparecían a veces artículos polémicos sobre cuestiones de raza y sexualidad, aunque no figuraban en el programa del partido.
Las desigualdades de género sólo se mencionan en el contexto de la seguridad social para madres e hijos. Además, el conservadurismo cultural del partido se expresa en la preocupación por la moralidad de los jóvenes y el partido critica el «libertinaje» propagado por la cultura de masas americanizada. Una de las posiciones políticas más exóticas del partido (no incluida en el programa del partido, pero sí regularmente en los programas electorales), que lo diferenciaba de la mayoría de los demás partidos comunistas, ha sido su apoyo a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana «canónica» (subordinada al Patriarcado de Moscú) frente a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana rival del Patriarcado de Kiev (desde 2019 reconocida como «Iglesia Ortodoxa de Ucrania» y subordinada al Patriarcado de Constantinopla) y frente a la Iglesia Católica y las confesiones protestantes.
En general, el KPU combinaba la retórica marxista-leninista con las políticas programáticas inmediatas de desarrollo capitalista regulado por el Estado, restauración del asistencialismo soviético, orientación geopolítica prorrusa, conservadurismo cultural, defensa de la versión «eslava oriental» de la identidad nacional ucraniana y de los derechos de la población rusoparlante.
Conclusión
El KPU pasó de ser el partido más popular de la década de 1990, que defendía la identidad soviética y se resistía a las reformas neoliberales, a convertirse en un socio menor del bloque «oriental» de los «oligarcas» ucranianos. En comparación con estos últimos, el KPU era más radical no sólo en política económica y social, sino también en posiciones prorrusas. El KPU se vio perjudicado cuando el bloque «oriental» fue derrotado en la revolución del Euromaidán. ¿Podría el partido haber movilizado la oposición al régimen «oligárquico» en lugar de ponerse de su lado frente a los neoliberales prooccidentales y los nacionalistas ucranianos?
El fracaso del SPU tras romper su camino de transformarse en un socio socialdemócrata menor del bloque «occidental» puso de relieve los riesgos de intentar encontrar una vía intermedia en la política ucraniana, polarizada a nivel regional.
Sin embargo, esto no explica por qué el KPU no respondió suficientemente a la amenaza terminal ni se adaptó a ella. Hizo algunos avances hacia la «modernización» desarrollando estructuras descendentes más eficientes y profesionales. Sin embargo, se enfrentó a varios retos. Atrajo a miembros y votantes más jóvenes, pero su nivel de compromiso era menor. Los miembros más radicales se sintieron decepcionados por su participación en la política «oligárquica» y fueron expulsados regularmente del partido. El núcleo de simpatizantes comunistas leales a la dirección del partido envejecía. Las «correas de transmisión» del partido a las masas no incluían movimientos reales ni facilitaban el acceso a grandes grupos sociales. Además, la mayoría de los militantes comunistas se unieron al levantamiento separatista contra la «junta fascista» posterior al Euromaidán, excluyéndose así de la política ucraniana.
Los dirigentes del KPU también desempeñaron un papel importante en este proceso. Durante más de 20 años habían sido capaces de convertir el apoyo al partido en carreras políticas, una fuente estable de ingresos para ellos mismos, y encontraron oportunidades para promover las preferencias económicas de los patrocinadores y familiares del partido. Cuando esta situación se vio amenazada en 2014, la dirección del partido optó por mantener un perfil bajo para evitar perderlo todo. Por eso el KPU se convirtió en un chivo expiatorio tan fácil tras la victoria del Euromaidán (Ishchenko, 2015). Aunque, según las encuestas, la «descomunización» no fue demandada ni apoyada por la mayoría de los ciudadanos ucranianos, formaba parte de la radicalización nacionalista promovida por la sociedad civil nacionalista. Sirvió como ruptura simbólica con el pasado, que compensó la falta de un cambio «revolucionario» fundamental tras la revolución de Euromaidán (Ishchenko, 2018b; Ishchenko y Zhuravlev, 2021).
Antes del estallido de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022, el KPU estaba centrado en su supervivencia organizativa, informando a otros partidos de la izquierda radical sobre los acontecimientos en Ucrania y luchando en los tribunales contra la represión anticomunista. Al no permitírsele participar en las elecciones presidenciales de 2019, el KPU trató de movilizar apoyos contra el presidente en funciones, Petro Poroshenko, que votó con una plataforma nacionalista polarizadora, y a favor de un candidato sin experiencia política, Volodymyr Zelenskyi, con una retórica relativamente unificadora y conciliadora (KPU, 2019a). Sin embargo, la aplastante victoria de Zelenskyi no mejoró la situación del KPU. En verano de 2019, el Tribunal Constitucional confirmó la legitimidad de la ley de «descomunización», y la publicación del principal periódico del partido fue suspendida por otra decisión judicial. Durante las elecciones parlamentarias de ese mismo año, la KPU llamó efectivamente a votar por los partidos sucesores del PR que se oponían a los desarrollos prooccidentales y nacionalistas tras Euromaidan (KPU, 2019b). En resumen, la estrategia de la KPU consistía en pasar desapercibida y esperar a que se produjera un cambio de régimen o a que se levantara la suspensión que le afectaba. La Comisión de Venecia y la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE criticaron duramente la ley de «descomunión», en particular, las partes que permitían la prohibición de partidos (Comisión de Venecia & OSCE/ODIHR, 2015).
Tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el KPU fue finalmente prohibido junto con otros partidos calificados de «prorrusos», incluidos casi todos los partidos nominalmente de izquierdas del país (Ishchenko, 2022). Algunas figuras públicas y activistas comunistas y de izquierdas sufrieron más represión. El resultado de la guerra afectará sin duda a las perspectivas de las estructuras, los activistas y los líderes que quedan del KPU. Sin embargo, no parece probable que en un futuro próximo tengan oportunidades de realizar actividades públicas o capacidad de trabajo clandestino en el territorio bajo control del gobierno ucraniano. Los jóvenes activistas más expertos en tecnología de los círculos marxistas pueden estar más capacitados para continuar la actividad política ante el aumento de la represión. En los territorios ucranianos anexionados a Rusia, es probable que las organizaciones del KPU se unan al Partido Comunista de la Federación Rusa. Al mismo tiempo, muchos de los activistas de la «nueva izquierda» se han unido a los esfuerzos militares ucranianos contra la invasión o a iniciativas humanitarias. Queda por ver si la destrucción de la economía, la creciente militarización, el nacionalismo y las restricciones políticas en Ucrania les dejarán alguna oportunidad política y cómo afectarán estos acontecimientos a su evolución.
6. La imagen del día: llega la cura
La mala noticia es que tiene humanos en fase avanzada. La buena es que están a punto de terminar su curso y debería recuperarse pronto.
Fuente: https://twitter.com/
7. Rosatom
Buenas noticias: no parece que un nuevo ‘despegue’ nuclear estadounidense o europeo sea posible. Aunque la gente en general no lo sabe, los estadounidenses, curiosamente, llevan años utilizando como combustible para sus centrales nucleares antiguas bombas soviéticas desmanteladas por los tratados de paz. La situación actual: «Occidente no tiene suficiente combustible nuclear y carece de capacidad para aumentar rápidamente la producción. La mayor fuente de ingredientes críticos y principal proveedor de combustible para centrales nucleares es Rusia y su monopolio estatal Rosatom. La dependencia de EE.UU. del combustible ruso se ha hecho insalvable.»
El artículo está tras muro de pago y no os lo puedo pasar.
The West Needs Russia to Power Its Nuclear Comeback
8. Rifirrafe
Las cosas van cambiando también en el aspecto diplomático. Si la Unión Europea publicó una resolución contra Argelia, a diferencia de otros tiempos, la Unión Africana responde con este duro comunicado. Pero para ser sinceros, si nos ponemos tiquismiquis, la verdad es que la prensa tiene tan poca libertad en Europa como en África. https://pap.au.int/en/news/
El Parlamento Panafricano se ha enterado con pesar de la Resolución que el Parlamento Europeo adoptó para pedir a las autoridades argelinas más libertad para la prensa argelina.
El Parlamento Panafricano recuerda que los medios de comunicación en Argelia gozan de total libertad desde que este país se embarcó en un proceso democrático iniciado hace más de tres décadas. El número de diarios y de cadenas de televisión públicas y privadas atestigua la existencia de la libertad de prensa en Argelia.
El Parlamento Panafricano condena y rechaza cualquier injerencia en los asuntos internos de Argelia y de todos los países africanos y recuerda que los dos Parlamentos continentales habían acordado en diciembre de 2022 en Bruselas que debían consultarse sobre las cuestiones relativas a los dos Continentes antes de tomar cualquier resolución o decisión.
9. Charla de Fineschi sobre Hegel.
Charla de Roberto Fineschi sobre la sociedad civil hegeliana y la ontología del proceso de trabajo. ????????ª ???????????????????????? «????????????????????-????????????????????????????»: ???????????????????????????? ???????????????????????????????? (????????????????????)
10. Pepe Escobar sobre Asia Occidental
Si ayer veíamos la opinión de Bhadrakumar sobre las elecciones en Turquía, hoy os paso la opinión de Pepe Escobar, similar a la de Bhadrakumar en este punto, aunque el artículo se centra básicamente en la situación geopolítica en Asia Occidental.
Gambitos audaces en el tablero de ajedrez de Asia Occidental
Viernes, 12 de Mayo de 2023 – 11:40 AM
Escrito por Pepe Escobar vía The Cradle,
En la competición de Grandes Potencias, todo está conectado: Las inciertas negociaciones entre Rusia y la OTAN sobre Ucrania pueden verse afectadas por el pivote postelectoral de Turquía y el regreso de Siria a la Liga Árabe.…
Asia Occidental es una región que está experimentando actualmente una gran actividad geopolítica. Los recientes esfuerzos diplomáticos, iniciados por Rusia y supervisados por China, han garantizado un acercamiento entre Irán y Arabia Saudí largamente añorado, mientras que el regreso de Siria a la Liga Árabe ha sido acogido a bombo y platillo. La oleada diplomática señala un alejamiento de las tácticas imperiales de «divide y vencerás» que se han utilizado durante décadas para crear divisiones nacionales, tribales y sectarias en toda esta región estratégica.
La guerra por poderes en Siria, respaldada por el Imperio y sus organizaciones terroristas -incluida la ocupación de territorios ricos en recursos y el robo masivo de petróleo sirio- sigue causando estragos a pesar de que Damasco ha ganado la partida. Esa ventaja, debilitada en los últimos años por un aluvión de sanciones económicas asesinas occidentales, crece ahora exponencialmente: el Estado sirio se vio reforzado aún más por la reciente visita oficial del presidente iraní Ebrahim Raisi -que prometió ampliar los lazos bilaterales- en vísperas del regreso de Siria a la Liga Árabe.
El «Assad debe irse» -un meme sacado directamente de la arrogancia colectiva occidental- al final, no se fue. A pesar de las amenazas imperiales, los Estados árabes que habían tratado de aislar al presidente sirio volvieron a alabarlo, encabezados por Moscú y Teherán.
En los círculos informados de Moscú se habla mucho de Siria. Existe una especie de consenso en que Rusia, concentrada ahora en la guerra por poderes «a todo o nada» contra la OTAN, no podrá imponer actualmente una solución de paz para Siria, pero eso no impide que los saudíes, iraníes y turcos estén al frente de un acuerdo liderado por Rusia.
Si no hubiera sido por el comportamiento agresivo de los neoconservadores straussianos en el cinturón de Washington, se podría haber logrado una paz multiterritorial integral, que incluyera desde la soberanía de Siria hasta una zona desmilitarizada en las tierras fronterizas occidentales rusas, estabilidad en el Cáucaso y un cierto grado de respeto por el derecho internacional.
Sin embargo, es poco probable que ese acuerdo se materialice y, en cambio, es probable que la situación en Asia Occidental empeore. Ello se debe en parte a que el Atlántico Norte ya ha desplazado su centro de atención hacia el Mar de China Meridional. Una «paz» imposible
El Occidente colectivo parece carecer de un líder decisivo, con el Hegemón actualmente «dirigido» por un presidente senil teledirigido por una jauría de belicistas de rostro reluciente. La situación ha degenerado hasta el punto de que la tan cacareada «contraofensiva ucraniana» puede ser en realidad el preludio de una humillación de la OTAN que hará que Afganistán parezca Disneylandia en el Hindu Kush.
Podría decirse que hay algunas similitudes entre Rusia-OTAN ahora y Turquía-Rusia antes de marzo de 2020: ambas partes apuestan por algún avance militar crucial en el campo de batalla antes de sentarse a la mesa de negociaciones. Estados Unidos está desesperado por ello: incluso el «Oráculo» del siglo XX, Henry Kissinger, dice ahora que, con China implicada, habrá negociaciones antes de finales de 2023.
A pesar de la urgencia de la situación, Moscú no parece tener prisa. Su estrategia militar clave, como se vio en Bajmut/Artemiovsk, consiste en utilizar una combinación de la técnica del caracol y la máquina de picar carne. El objetivo final es desmilitarizar a la OTAN en su conjunto y no sólo a Ucrania, y hasta ahora parece estar funcionando brillantemente.
Rusia está en esto a largo plazo, anticipando que un día el Occidente colectivo tendrá un momento «¡Eureka!» y se dará cuenta de que es hora de abandonar la carrera.
Supongamos ahora, por alguna intervención divina, que las negociaciones comenzaran dentro de unos meses, con la participación de China. Tanto Moscú como Pekín saben que no pueden confiar en nada de lo que diga o firme el Hegemón.
Además, la crucial victoria táctica estadounidense ya ha sido concluyente: Rusia sancionada, demonizada y separada de Europa, y la UE convertida en un vasallo desindustrializado e inconsecuente.
Suponiendo que haya una paz negociada, podría decirse que se parecerá a una Siria 2.0, con un equivalente masivo de «Idlib» justo a las puertas de Rusia, algo totalmente inaceptable para Moscú.
En la práctica, tendremos grupos terroristas banderistas -la versión eslava del ISIS- libres para vagar por la Federación Rusa en ataques con coches bomba y aviones kamikaze. El Hegemón podrá encender y apagar la guerra por poderes a voluntad, como sigue haciendo en Siria, Irak y Afganistán con sus células terroristas.
El Consejo de Seguridad en Moscú sabe muy bien, basándose en la farsa de Minsk reconocida incluso por la ex canciller alemana Angela Merkel, que esto será Minsk con esteroides: el régimen de Kiev, o más bien el régimen post-Zelensky seguirá siendo armificado hasta la muerte con nuevos trucos de la OTAN.
Pero entonces la otra opción -en la que no hay nada que negociar- es igualmente ominosa: una Guerra para Siempre.
Indivisibilidad de la seguridad
El verdadero trato que hay que negociar no es la Ucrania «peón en su juego»: es la indivisibilidad de la seguridad. Exactamente lo que Moscú intentaba sensatamente convencer a Washington a través de esas cartas enviadas en diciembre de 2021.
En la práctica, lo que Moscú está haciendo actualmente es realpolitik: machacar a la OTAN en el campo de batalla hasta debilitarla lo suficiente como para que acepte una Operación Militar Estratégica (OME). La SMO incluiría necesariamente una zona desmilitarizada entre la OTAN y Rusia, una Ucrania neutral y ningún arma nuclear estacionada en Polonia, el Báltico o Finlandia.
Sin embargo, dado que el Hegemón es una superpotencia en declive y «no capaz de llegar a un acuerdo», es incierto si algo de esto se mantendría, especialmente teniendo en cuenta la obsesión del Hegemón con la expansión infinita de la OTAN. «Capaz de no llegar a un acuerdo» (недоговороспособны), por cierto, es un término que los diplomáticos rusos acuñaron para describir la incapacidad de sus homólogos estadounidenses para atenerse a cualquier acuerdo que firman, desde Minsk hasta el acuerdo nuclear con Irán.
Esta mezcla incandescente se complica aún más con la introducción del vector turco.
El ministro turco de Asuntos Exteriores, Cavusoglu, ya ha dejado claro que si el presidente Recep Tayyip Erdogan conserva el poder en las elecciones presidenciales del 14 de mayo, Ankara no impondrá sanciones a Rusia ni violará la Convención de Montreux, que prohíbe el paso de buques de guerra hacia y desde el Mar Negro en tiempo de guerra.
Riesgos del giro geopolítico de Ankara
El principal asesor de Erdogan en materia de seguridad y política exterior, Ibrahim Kalyn, ha señalado acertadamente que no existe una guerra entre Rusia y Ucrania, sino más bien una guerra entre Rusia y Occidente, con Ucrania actuando como representante.
Esta es la razón por la que el Occidente colectivo está fuertemente invertido en una campaña de «Erdogan debe irse», que está profusamente financiada para propulsar a una coalición extrañamente emparejada al sillón presidencial. En caso de que gane la oposición turca -y comience su pago al Hegemón-, las sanciones y las violaciones de Montreux pueden estar de nuevo sobre la mesa.
Sin embargo, Washington podría llevarse una sorpresa. El líder de la oposición turca, Kemal Kilicdaroglu, ha dado a entender que habrá una postura más o menos continuada de equilibrio en la inclinación de la política exterior de Ankara, mientras que algunos observadores creen que, incluso si Erdogan es derrocado, habrá límites al pivote de Turquía hacia Occidente.
Erdogan, que se beneficia del aparato estatal y de su inmensa red de clientelismo, va a por todas para asegurarse la reelección. Sólo entonces podrá dejar de hacer continuamente apuestas arriesgadas y convertirse en un verdadero actor de la integración euroasiática.
La Ankara de Erdogan, en su forma actual, no es prorrusa; básicamente, trata de sacar provecho de ambas partes. Los turcos venden drones Bayraktar a Kiev, han cerrado acuerdos militares y, al mismo tiempo, bajo el manto de los «Estados turcos», invierten en tendencias separatistas en Crimea y en Kherson.
Al mismo tiempo, Erdogan necesita imperiosamente la cooperación militar y energética rusa. En Moscú no se hacen ilusiones sobre «el Sultán» ni sobre hacia dónde se dirige Turquía. Si el giro geopolítico de Ankara es hostil, serán los turcos los que acaben perdiendo asientos de primera en el tren de alta velocidad euroasiático, desde los BRICS+ hasta la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y todos los espacios intermedios.
11. Situación en Ucrania.
Así ve el diplomático indio Bhadrakumar la situación actual en Ucrania. Recuerdo que suele incluir varios enlaces, que en esta versión traducida no paso. En otro orden de cosas, Lugansk fue bombardeada ayer por los ucranianos. Se encuentra a más de 100 km del frente, por lo que posiblemente haya sido uno de los nuevos misiles británicos de largo alcance que se anunció ayer habían sido entregados a Ucrania. Otra línea roja cruzada. https://www.indianpunchline.
Posted on mayo 12, 2023 by M. K. BHADRAKUMAR
La guerra de Ucrania: A corto plazo
El presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, ha aliviado un poco el suspense al comentar el jueves a los medios de comunicación occidentales que su ejército tiene que esperar y aún necesita «un poco más de tiempo» para lanzar la tan esperada contraofensiva contra las fuerzas rusas.
Reconoció que las brigadas de combate ucranianas están «preparadas», pero razonó que el ejército aún necesita «algunas cosas», entre ellas vehículos blindados que están «llegando por lotes» de los países de la OTAN.
Zelensky ofreció la explicación de que «podemos avanzar y, creo, tener éxito. Pero perderíamos a mucha gente. Creo que eso es inaceptable. Así que tenemos que esperar. Todavía necesitamos un poco más de tiempo».
Sin embargo, la afirmación de Zelensky de que los militares ucranianos aún necesitan algo de equipamiento no concuerda con la asertiva declaración de los funcionarios occidentales. Nada menos que el jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró hace quince días, una semana entera después de regresar de Kiev tras las conversaciones con Zelensky y sus principales ayudantes, que las entregas de la OTAN constituían más del 98% de los vehículos de combate prometidos a Ucrania.
Stoltenberg añadió: «En total, hemos entrenado y equipado a más de nueve nuevas brigadas acorazadas ucranianas. Esto pondrá a Ucrania en una posición fuerte para seguir retomando el territorio ocupado».
El pasado martes, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, respaldó en líneas generales lo dicho por Stoltenberg, durante una conferencia de prensa conjunta con el Ministro de Asuntos Exteriores británico, James Cleverly, que se encontraba de visita, aunque también se cuidó de añadir una advertencia:
«Tienen (los militares ucranianos) lo que necesitan para seguir recuperando con éxito el territorio del que se apoderó Rusia por la fuerza… No se trata sólo de las armas, sino también de la formación. Es asegurarse de que los ucranianos pueden mantener los sistemas que les proporcionamos, y es importante, por supuesto, que tengan los planes adecuados, de nuevo, para tener éxito».
Cleverly estuvo de acuerdo con la deriva de lo que dijo Blinken, pero le dio una perspectiva política. Eso es perfectamente aceptable, ya que se trata de una guerra más política que militar.
Cleverly dijo que la gente no debería esperar una contraofensiva de película por parte de Kiev. Advirtió: «El mundo real no funciona así. Espero que lo hagan muy, muy bien, porque siempre que he visto a los ucranianos, han superado las expectativas… (pero) tenemos que ser realistas. Esto es el mundo real. No es una película de Hollywood».
Para ser justos, Stoltenberg también había advertido en una vía paralela, diciendo que «nunca debemos subestimar a Rusia». Afirmó que Rusia estaba movilizando más fuerzas terrestres y está «dispuesta a enviar miles de tropas con un índice de bajas muy elevado».
Quizás lo más destacado de lo que insistían estos tres funcionarios era que, independientemente del resultado de la ofensiva ucraniana prevista, los países de la OTAN «deben mantener el rumbo y seguir proporcionando a Ucrania lo que necesita para prevalecer» ante lo que parece un conflicto prolongado. De hecho, tanto Blinken como Cleverly coinciden con lo dicho por Stoltenberg.
De hecho, el mismo día en que hablaron los dos ministros de Asuntos Exteriores, Estados Unidos anunció una ayuda adicional de 1.200 millones de dólares a Ucrania, destinada a reforzar las defensas aéreas y mantener el suministro de municiones.
En las últimas semanas se ha planteado la cuestión de si se está preparando una contraofensiva ucraniana. La respuesta es un rotundo «sí». En cuanto a su calendario, parece que podría haber diferencias de opinión.
Las condiciones meteorológicas ya no son un factor insuperable y los patrocinadores occidentales de Zelensky quieren que ponga en marcha la ofensiva, cuanto antes mejor. Su cálculo es que la ofensiva tiene una posibilidad razonable de éxito, lo que contribuiría en gran medida a aplacar la opinión interna occidental de que ese costoso apoyo a Ucrania no iba, después de todo, a parar a un pozo sin fondo.
En segundo lugar, la ofensiva es útil políticamente para apuntalar la opinión europea. De hecho, la Comisión Europea encabezada por su presidenta (y ardiente atlantista), Ursula von der Leyen, acaba de confirmar que la UE se dispone a dar los primeros pasos para adoptar métodos de sanciones estadounidenses e imponer medidas punitivas extraterritoriales (colaterales) a empresas de terceros países, incluidas las de Emiratos Árabes Unidos y posiblemente las de Turquía.
Al parecer, la UE se centrará primero en la reventa a Rusia de productos comunitarios sancionados. En el futuro, las empresas serán sancionadas aunque no tengan su sede en la UE y, por tanto, no estén sujetas a las normas comunitarias.
De hecho, tal aplicación extraterritorial del propio sistema de normas constituirá una violación del derecho internacional -y la propia UE había mantenido oficialmente esa postura hasta hace poco-, pero Von der Leyen está impulsando un «orden basado en normas» revisado para añadir un nuevo filo a la estrategia occidental de debilitar a Rusia.
El supuesto subyacente es que las sanciones debilitarán la economía rusa y crearán desafección social. Esto sólo demuestra que, sea cual sea el destino de la contraofensiva de Zelensky, no va a haber tregua en la guerra por poderes contra Rusia. Por otra parte, nadie puede culpar al presidente Biden de una derrota ucraniana.
Sin embargo, hay una trampa: Zelensky también tiene sus prioridades: ante todo, su propia supervivencia política. Sabe que su narrativa sobre una inminente derrota rusa, etc., se ha desmoronado y puede convertirse en el chivo expiatorio de cualquier juego de acusaciones tras una aplastante derrota en las cruciales semanas o meses venideros.
De hecho, el Juego de Tronos en Kiev se acerca a una fase crítica. Sintiendo el peligro, Zelensky vacila. Está ganando tiempo. (El general Valerii Fedorovych Zaluzhnyi, jefe de las fuerzas armadas de Ucrania, se saltó una reunión de la OTAN). Pero, ¿cuánto tiempo puede Zelensky resistir la creciente presión de Estados Unidos y la OTAN para lanzar la ofensiva? Su estrategia de salida podría haber sido abrir una línea con Moscú, pero esa opción ya no existe.
Por su parte, Rusia está haciendo muy bien en mantener sus cartas bien guardadas. Rusia tiene capacidad para lanzar una ofensiva de «gran flecha» hacia el Dniéper, pero el Kremlin prefiere seguir machacando al ejército ucraniano, una estrategia que ha demostrado ser rentable en términos humanos y materiales, productiva y sostenible.
Así pues, dependiendo de la trayectoria de la ofensiva ucraniana, Rusia tiene la opción de pasar a un ataque masivo para pulverizar al adversario. En la actualidad, su campaña de bombardeos pesados pretende crear conmoción y pavor en Kiev y abatimiento en las capitales europeas, y degradar la movilización de Ucrania. Occidente se mantiene a la expectativa sobre las intenciones rusas.
11. Como aumentar la biodiversidad y el empleo
Un importante informe publicado ayer por varias cooperativas y organizaciones ecologistas. https://www.
Una economía respetuosa con la biodiversidad podría generar un millón de empleos nuevos
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Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, SEO/BirdLife y WWF, junto a las cooperativas Biodiversia, Fractal, Garúa y Transitando, publican un informe que caracteriza las relaciones entre la biodiversidad, la economía y el empleo en España. Recorre las contribuciones negativas y positivas del actual sistema económico sobre la biodiversidad y plantea posibles escenarios de futuro.
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Solo un 0,12% del PIB en 2019 se empleó en protección de la biodiversidad y el territorio. Además, se identifica un estancamiento del empleo ambiental, con un total 327.000 empleos, un 1,78% del total.
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Para una transición ecológica socialmente justa es necesario crear nuevos sectores sostenibles, reconvertir otros y redistribuir el empleo mediante la reducción de la jornada laboral. En algunos sectores, el empleo podría incrementarse notablemente. En la prevención y extinción de incendios, con entre 69.000 y 172.000 empleos nuevos, o en el sector agropecuario con un perfil agroecológico, con una ampliación de entre 137.000 y 740.000 empleos.
12. El vídeo de hoy: «hablo hebreo de punto de control»
Probablemente el hebreo iría bastante atrás en mi lista de idiomas por aprender. Los palestinos conocen una variante: el «hebreo de punto de control». Al parecer, cuando alguien dice «no aprendería esa lengua ni aunque me apuntasen a la cabeza con un arma» es porque no lo ha probado. Parece ser bastante motivador.