Miscelánea 21/06/2024

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Reseña del último libro de Tanuro.
2. Las europeas en Grecia.
3. Fromenti sobre Canfora.
4. El México de Morena.
5. Historia del campesinado europeo.
6. Adiós al estado sionista.
7. Prashad sobre la desdolarización.
8. Resumen de la guerra en Palestina, 21 de junio.
9. Vijay Prashad – Ilan Pappé sobre el futuro de Palestina

1. Reseña del último libro de Tanuro

Ya os había pasado un fragmento del último libro de Daniel Tanuro, una de las entrevistas, pero publican ahora en Contretemps esta reseña, que me parece bastante buena. https://www.contretemps.eu/

Ecología, luchas sociales y revolución. Sobre un libro de Daniel Tanuro

Douglas Sepulchre

21 de junio de 2024 Écologie, luttes sociales et révolution. À propos d’un livre de Daniel Tanuro2024-06-21

Casi quince años después de su libro L’impossible capitalisme vert(Éditions La Découverte), Daniel Tanuro ha publicadoun nuevo libro, Écologie, luttes sociales et révolution, con prólogo de Timothée Parrique .

El libro adopta la forma de dos largas entrevistas (realizadas por Alexis Cukier y Marina Garrisi), cada una de ellas dividida en secciones. En la primera, titulada «Lo que sabemos», el intelectual y activista anticapitalista belga ofrece un análisis global de la catástrofe ecológica. En la segunda, titulada «Lo que podemos hacer», analiza diversas formas de afrontarla y esboza una estrategia de transformación ecosocialista.

Daniel Tanuro es un pensador central en la comprensión de las crisis ecológicas de nuestro tiempo. Sus libros anteriores, entre los que destaca El imposible capitalismo verde, han contribuido a difundir un análisis marxista no dogmático de los peligros que amenazan las condiciones de vida humanas y no humanas en nuestro planeta. Sin embargo, Ecología, luchas sociales y revolución constituye un capítulo aparte en la obra del autor. Aquí, su ambición es mucho más amplia: en primer lugar, porque se propone echar un vistazo crítico a la mayoría de los debates que animan el mundo intelectual y militante de la ecología social; en segundo lugar, y sobre todo, porque dedica una parte mayor que en el pasado a cuestionar las estrategias de desarrollo de una conciencia ecológica de clase.

«Lo que sabemos»

En la primera parte del libro, el autor pasa revista al estado actual de los conocimientos sobre la catástrofe ecológica. Esto le permite retomar una demostración ya desarrollada en L’impossible capitalisme vert, luego afinada en Trop tard pour être pessimistes: la imposibilidad de hacer frente a la gran catástrofe de nuestro tiempo sin poner en tela de juicio el sistema capitalista. Podemos alegrarnos de que tal manifestación parezca menos revolucionaria en nuestro tiempo y de que una parte de la izquierda se la haya apropiado. Por otra parte, es lamentable que, más de quince años después de que se formulara por primera vez, esté aún más de actualidad y que, mientras que la catástrofe climática ya está aquí, el cataclismo parezca más cercano que nunca.

El autor toma como punto de partida la crítica de Marx a la economía política y defiende su pertinencia para comprender los trastornos ecológicos. Este enfoque marxiano no se opone al del movimiento del decrecimiento, que ha demostrado cómo la búsqueda infinita del crecimiento es imposible en un mundo de recursos limitados [1]. Al contrario, la crítica marxiana «proporciona una explicación materialista de la naturaleza ‘crecentista’ del sistema» (p. 64). Demuestra que el capital, como relación social de explotación destinada a la renovación permanente de la ganancia, multiplica las mercancías y, por tanto, fomenta la lógica de «producir más» y «consumir más» (p. 64).

La defensa que hace el autor de un enfoque marxiano de la catástrofe ecológica es fértil y no dogmática. No ignora los numerosos debates en los círculos intelectuales y activistas marxistas sobre la presunta ecología de Karl Marx. También muestra cierto interés por las investigaciones de intelectuales (como John Bellamy Foster y Paul Burkett, y más recientemente Kohei Saito) que han demostrado cómo puede encontrarse pensamiento ecológico en la obra de Marx.

El autor sostiene, sin embargo, que estas investigaciones reflejan a veces un enfoque demasiado apologético de la obra de Marx, que no aborda las nuevas cuestiones ecológicas. Pero el autor no pretende realmente entrar en este debate, que en última instancia es más bien exegético, tratando de determinar, como hizo en su momento Daniel Bensaïd, si Marx era un «ángel verde» o un «demonio productivista». El enfoque marxiano defendido por Daniel Tanuro pretende en cambio situar la crítica marxiana del capitalismo en el centro del análisis de la catástrofe ecológica.

Esta crítica permite al autor analizar con matices los distintos lugares donde se produce el conocimiento ecológico. Reconoce la importancia del IPCC, afirmando que sus publicaciones «representan la mejor síntesis científica existente para comprender el cambio climático» (p. 37). No obstante, se muestra muy crítico: nos enteramos de que los gobiernos y sus representantes interfieren en el funcionamiento del IPCC (nombrando a sus directivos) y también en sus publicaciones (tienen derecho de revisión sobre los resúmenes publicados para los responsables de la toma de decisiones). Por supuesto, estas intervenciones están destinadas a defender los intereses del capitalismo de los combustibles fósiles. Sobre todo, el autor señala que para la mayoría de los miembros del IPCC «no hay salvación fuera del crecimiento del PIB, y por tanto del capitalismo» (p. 41).

Esta creencia en la naturaleza natural y permanente del capitalismo explica por qué las políticas de mitigación promovidas por el IPCC se basan tan a menudo en las tecnologías (en particular, las tecnologías de emisiones negativas), incluso cuando su eficacia no ha sido probada. Dicho de otro modo, en palabras del autor, un «espectro tecno-utópico sigue rondando los debates» en el seno del IPCC (p. 42). A pesar de ello, el autor constata que se están abriendo brechas y que, entre los científicos, el consenso capitalista y expansionista ya no es tan fuerte como en el pasado. Prueba de ello es la presencia de varios decrecentistas «justos» o «sociales» en el seno del IPCC.

El enfoque marxiano defendido por el autor también le permite echar un fértil vistazo antropológico a otro lugar de producción de conocimiento, esta vez no institucionalizado: el conocimiento ecológico popular tradicional. El enfoque marxiano nos ayuda a captar una extraña paradoja señalada por varios arqueólogos y antropólogos: ¿por qué «los conocimientos ecológicos tradicionales, con su parte de creencias y de magia» han resultado «más eficaces que los conocimientos científicos modernos» frente a las diversas catástrofes ecológicas que han marcado el curso de la historia (el autor utiliza el ejemplo de las poblaciones indígenas de la Isla de Pascua que se han enfrentado a crisis ecológicas)?

Una vez más, la razón reside en el desarrollo del capitalismo. Éste ha privado a las clases trabajadoras de los conocimientos ecológicos desarrollados y transmitidos a lo largo de muchas generaciones. La revolución industrial y el desarrollo de las fábricas transformaron a los trabajadores en «apéndices de las máquinas, sin una visión global de la actividad productiva» (p. 54). El trabajo, como actividad que implica la extracción y transformación de materia y energía, y a través del cual la humanidad regula su relación con la naturaleza, se ha vuelto opaco, y las clases trabajadoras han perdido todo control sobre él. La naturaleza está ahora en manos del capital, con toda la irracionalidad que ello conlleva (competencia, innovación, secreto empresarial) y los peligros que conlleva.

«Lo que hay que hacer»

En la segunda parte del libro, el autor analiza diferentes estrategias en un intento de responder a la pregunta de «qué hacer». En este sentido, el libro de Daniel Tanuro es tanto más importante cuanto que desarrolla su pensamiento estratégico de forma más completa.

Empecemos por estar de acuerdo con el autor sobre las pistas falsas. Identifica tres principales: el capitalismo verde, el ecofascismo y el tecnosolucionismo. Por supuesto, el capitalismo verde no puede presentarse como una solución, y el autor presenta este concepto como un oxímoron porque «no hay compatibilidad entre la dinámica intrínseca de la acumulación de capital y la gestión racional del intercambio de materia, tanto dentro de la sociedad humana como entre ésta y el resto de la naturaleza» (pp. 83-84).

Así pues, todas las nuevas actividades llamadas «verdes» (el desarrollo de la industria del hidrógeno, la economía circular, etc.) no son en el fondo más que nuevas fuentes de beneficios y no pueden en modo alguno responder a la catástrofe ecológica actual. Además, el capitalismo verde se inscribe en una lógica imperialista caracterizada por la competencia por el acceso a nuevos recursos, la mayoría de las veces situados en el Sur global (litio, etc.).

Ni que decir tiene que el ecofascismo, como proyecto autoritario, racista, antimigratorio y maltusiano, tampoco puede presentarse como una solución. Sin embargo, el autor no cree que constituya una amenaza inmediata y duda de la capacidad actual de la extrema derecha para movilizar a ciertos sectores de las clases populares contra las minorías en nombre de la ecología. Los acontecimientos actuales demuestran que la extrema derecha, ya sea en Argentina (Javier Milei), en los Países Bajos (Geert Wilders) o en Estados Unidos (Donald Trump), está más interesada en movilizar a las clases trabajadoras contra la ecología, principalmente jugando con las contradicciones del capitalismo verde.

El callejón sin salida creado por el capitalismo verde está claro: aparte de que no funciona [2], «da pábulo» a las reivindicaciones antiecológicas de la extrema derecha, que «explota demagógicamente las consecuencias antisociales» de tales políticas (p. 100).

Por último, el autor aborda su «campo social» evocando el tecnosolucionismo, es decir, la creencia en que la catástrofe ecológica puede resolverse mediante el uso de determinadas tecnologías (desarrollo masivo de nuevas energías descarbonizadas, tecnologías de emisiones negativas de carbono, etc.). Sostiene que no es sorprendente que los capitalistas recurran a ello en la medida en que la fe en la tecnología es «la única respuesta compatible con la dinámica de la acumulación» (p. 101).

Sin embargo, el autor advierte a los marxistas que creen que las tecnologías que escapan a la lógica del mercado y la competencia resolverán el problema. El desarrollo de estas nuevas tecnologías, argumenta el autor, requeriría ingentes cantidades de energía. Incluso la transición a las energías renovables sería muy intensiva en energía y provocaría por sí misma un fuerte aumento de las emisiones deCO2. Por ello, el autor sostiene que, si bien hay que defender un uso razonado de la tecnología, una política ecológica y social no puede prescindir de una reducción radical de la producción y el consumo: «Es cierto que las tecnologías digitales y los nuevos materiales ofrecen grandes posibilidades, pero tenemos más que suficientes para detener la catástrofe, siempre que rompamos con la acumulación. Las soluciones son políticas, no tecnocráticas: eliminar la producción y el consumo innecesarios, combatir radicalmente las desigualdades sociales, garantizar la participación democrática en la toma de decisiones. La urgencia absoluta de la situación no deja ninguna alternativa realista» (p. 101).

Puesto que ni el capitalismo verde ni el tecnosolucionismo de izquierdas son soluciones, y puesto que necesitamos «eliminar la producción y el consumo innecesarios», surge la pregunta: ¿cómo podemos conseguirlo? ¿Qué sectores de la población deben implicarse? El autor dibuja un espectro con dos perspectivas en cada extremo, que considera insostenibles. En un extremo del espectro se sitúan intelectuales como Bruno Latour y Nikolaj Schultz, que consideran que la clase trabajadora ha sido moldeada por un imaginario productivista y no puede ser objeto del desafío ecológico.

Según estos últimos, que ignoran bastante lo que es una clase social, que es más que una construcción social o política, se trata de construir una nueva clase ecológica que lidere la lucha contra la catástrofe. Daniel Tanuro no menciona a Andreas Malm que, aunque se declara adversario de Bruno Latour, desconfía casi tanto del mundo del trabajo. Para él, la clase obrera está demasiado asociada al compromiso productivista del siglo XX y empantanada en la búsqueda del reparto de los frutos del crecimiento. En la estrategia de «leninismo ecológico» que desarrolló, Andreas Malm no concedió ningún papel al mundo del trabajo: toda la batalla se libraría entre activistas muy politizados partidarios de la acción directa, incluso del sabotaje, y el Estado [3].

En el otro extremo del espectro, encontramos una estrategia esbozada por el geógrafo estadounidense Matthew Huber. Para él, la clase obrera sigue siendo, y más aún en tiempos de catástrofe ecológica, el sujeto revolucionario por excelencia. El autor no se opone a esta idea. La catástrofe ecológica (o su evitación) está ante todo determinada por las opciones de producción de una minoría capitalista. Así pues, luchar contra la catástrofe significaría permitir a la clase obrera apropiarse de los medios de producción, y luego garantizar que la clase obrera tome las decisiones correctas para evitar males mayores.

Según Daniel Tanuro, este enfoque es pertinente en la medida en que reconoce la centralidad del mundo del trabajo. Sin embargo, según el autor, Matthew Huber no pretende «ayudar al mundo del trabajo a romper con la estrategia sindical tradicional de compartir los ‘frutos del crecimiento’, que encierra a los trabajadores en un marco productivista y bloquea cualquier perspectiva política» (p. 109). En otras palabras, Matthew Huber no propone una estrategia para desarrollar una conciencia de clase que tenga en cuenta las limitaciones ecológicas. No podemos sino estar de acuerdo con la crítica de Daniel Tanuro: la conciencia de clase no surge espontáneamente, y corresponde a una organización política (o sindical) desarrollar nuevas identidades.

Abordando los puntos débiles del planteamiento de Matthew Huber, el autor propone a continuación reflexionar sobre el desarrollo de una conciencia ecológica de clase, pero también sobre los diversos obstáculos que se oponen a su desarrollo. Identifica dos obstáculos principales para su formación. El primero se deriva del hecho de que la fuerza de trabajo pertenece al capital (que la compra) y, por tanto, depende de él para garantizar su reproducción. Ni que decir tiene que un trabajador petroquímico que, como los jóvenes licenciados de AgroParisTech, decidiera «diversificarse» ya no tendría suficiente para alimentarse.

El segundo obstáculo, más sutil, es el resultado del desarrollo del capitalismo y, más concretamente, de la revolución industrial, de la que se sabe que ha descualificado profundamente a los trabajadores. Al desposeerlos de sus conocimientos, perdieron prácticamente todo control sobre las opciones de producción. Estos factores, sostiene el autor, «hacen extremadamente difícil pensar en otra sociedad no sólo como una utopía abstracta, sino como un proyecto concreto» (p. 112).

Una vez identificados estos obstáculos y considerados los diversos puntos débiles del capitalismo, el autor propone una estrategia para el desarrollo de una conciencia de clase ecológica. Aclara que sólo se trata de hipótesis y que cualquier hipótesis puede ser corregida. Esta última parte del libro es más discutible, ya que las hipótesis planteadas apenas se apoyan en ejemplos concretos.

Sin embargo, sería difícil responsabilizar de ello al autor, ya que la investigación sobre los vínculos entre los mundos del trabajo y las preocupaciones ecológicas es aún relativamente reciente. Por el momento, sigue faltando una serie de estudios empíricos que puedan alimentar las estrategias ecosocialistas. No obstante, Daniel Tanuro propone trabajar para desvincular el movimiento obrero del productivismo apoyándose en diversos elementos.

Por un lado, hay que prestar especial atención al sector de la reproducción social («cuidados «) en el que «el trabajo tiene una dimensión relacional» (sanidad, transporte público, cuidados personales, etc.) (p. 117). Según la autora, se trata de un terreno fértil para la movilización: es difícil de deslocalizar, predominantemente femenino, inseguro y racializado. En su seno, «la idea de los cuidados podría constituir el hilo conductor de una ruptura obrera con el productivismo» (p. 117). La autora sostiene que las luchas antirracistas, ecologistas, campesinas, etc., que convergen en la cuestión de «cuidar», deberían tratar de situar la cuestión medioambiental en el centro de la conflictividad.

Por otra parte, el autor anima a intensificar los intercambios entre ecologistas, sindicalistas, etc. para «preparar las conciencias ante una crisis política y social de gran envergadura» (p. 129). Haciendo referencia a un texto de Lenin que subraya los «prejuicios» o las «fantasías reaccionarias» de ciertos explotados, no podemos sino estar de acuerdo con el autor cuando nos recuerda que la «lucha contra la hegemonía ideológica de la clase dominante» es «un proceso complicado, desigual y caótico de formación del sujeto» que implica debate y confrontación (pp. 115-116). Por ello, el autor anima a intensificar los intercambios con el mundo laboral, en particular participando en cursos de formación sindical.

Para el autor, la construcción de un nuevo sujeto obrero que rompa con el productivismo debe estar al servicio de un proyecto revolucionario al que el intelectual y militante anticapitalista no ha renunciado. Para ello, sigue apoyándose en el método «transicional» desarrollado por León Trotsky. Este método permite «tender un puente» entre las «reivindicaciones inmediatas» y el proyecto de una sociedad socialista. El autor actualiza el método, proponiendo adaptarlo a las limitaciones ecológicas de nuestro tiempo y someterlo a nuevas exigencias, como el decrecimiento justo.

Por supuesto, tal programa[4 ] representa una ruptura profunda con el estado actual de conciencia de los oprimidos del mundo. Pero el autor sostiene que lo que «la situación exige no puede ser adoptado de inmediato por las clases trabajadoras, pero debe formar parte del programa» (p. 140).

Apertura

El último libro de Daniel Tanuro tiene un valor incalculable. En primer lugar, porque resume las décadas de investigación y experiencia del autor y ofrece una mirada crítica sobre el desastre ecológico actual. En segundo lugar, porque, más que nunca, el autor emprende reflexiones estratégicas sobre cómo sacar al mundo del trabajo del productivismo y construir un nuevo sujeto revolucionario que tome nota de las limitaciones de las que no podemos escapar: la reducción global del consumo de materia y energía.

Las dos grandes pistas desarrolladas (apoyarse en el sector de la reproducción social con la estrategia del «cuidado» y multiplicar los enfrentamientos y los intercambios con vistas a construir una nueva hegemonía) son ricas. Preparan el camino para la investigación en ciencias sociales, que deberían poder ponerlas a prueba mediante encuestas empíricas. Me gustaría sugerir una tercera vía que el autor no menciona. La catástrofe ya está en marcha y está dando lugar a numerosos fenómenos climáticos extremos, que también están generando movilizaciones. En Camboya, por ejemplo, los monzones especialmente violentos de 2013 y 2014 debilitaron las cosechas de los agricultores[5]. Las malas cosechas también afectaron a los trabajadores textiles de los centros urbanos, ya que son interdependientes de sus familias en el campo (a través del apoyo financiero y material, etc.). Por ello, dieron lugar a una fuerte movilización de los trabajadores para mejorar su salario, precisamente para compensar la falta de recursos de los padres en las zonas rurales. Aunque estas huelgas tienen lugar en el lugar de trabajo, ya están arraigadas en las catástrofes climáticas. Un terreno tanto más fértil para que las reivindicaciones trasciendan los muros de la fábrica o la planta y se extiendan a la preservación de las condiciones de vida en el planeta.

Notas

[1 ] El prefacio del libro, escrito por el economista y teórico del decrecimiento Timothée Parrique, muestra el acercamiento entre los ecosocialistas y los defensores del «decrecimiento justo».

[2] En la lucha contra el cambio climático, por ejemplo, las emisiones deCO2 no están disociadas del crecimiento en la mayoría de los países. Y cuando lo están, es a un ritmo demasiado lento y/o demasiado tímido para garantizar el cumplimiento del Acuerdo de París.

[3] Malm, A., Comment saboter un pipeline, París, La fabrique, 2020.

[4]  La Cuarta Internacional, corriente política a la que pertenece el autor, ha publicado desde entonces el Manifiesto del marxismo revolucionario en la era de la destrucción ecológica y social del capitalismo.

[5] Lawreniuk, S., «Climate change is class war: Global labour’s challenge to the Capitalocene», en Natarajan N., Parsons L. (eds.), Climate Change in the Global Workplace, Londres, Routledge, 2021, pp. 172-188.

2. Las europeas en Grecia

Un análisis partido por partido de los resultados de las elecciones en Grecia. Es interesante porque llega hasta los grupúsculos de izquierda. El autor probablemente es de uno de ellos, pues considera al KKE poco menos que revisionista. http://alencontre.org/europe/

Grecia. La configuración sociopolítica tras las elecciones europeas está plagada de crisis políticas

21 de junio de 2024 AlencontreGrecia Por Antonis Ntavanellos

El resultado de las elecciones europeas en Grecia abre oficialmente un periodo de dificultades políticas, en el que el régimen necesitará grandes avances políticos si quiere garantizar su estabilidad, en un momento en el que todos los actores políticos actuales capaces de tomar iniciativas en este sentido están debilitados. Las urnas han validado el análisis de quienes insistían en que el gobierno de Kyriakos Mitsotakis no es estable, a pesar del triunfo electoral de Nueva Democracia hace un año, en mayo-junio de 2023 (cuando ND obtuvo los votos del 40,56% de los electores y obtuvo la mayoría absoluta de los escaños parlamentarios, es decir, 158 de 300). En aquel momento, el hecho de que el partido de derechas lograra superar en más de un 20% al segundo mayor partido, SYRIZA (liderado por Alexis Tsipras en aquel momento: 17,83% de los votos y pérdida de 24 escaños) fue principalmente producto de la crisis y el declive de SYRIZA, más que una señal de la capacidad de Mitsotakis para ganarse a la mayoría de la población.

El gran acontecimiento político de estas elecciones europeas del 9 de junio de 2024 fue la tasa de abstención, que fue la más alta (58,6%) del periodo posterior a la caída de la dictadura militar (1974). Para Grecia, un país con una tradición de intensa politización, el hecho de que sólo el 41,4% de los votantes registrados se molestara en votar supuso un shock. Las tasas de abstención son más altas entre la clase trabajadora, y aumentan aún más cuando se pasa a los sectores más pobres de la población: los desempleados, los empleados precarios, los agricultores pobres, etcétera. La abstención también está relacionada con la edad. Según los sondeos a pie de urna, el 51,5% de los votantes tenían más de 55 años.

La explicación es sencilla y la dan por sentada todos los estrategas de la clase dominante, incluidos los líderes de los partidos y la prensa dominante. La explosión de la desigualdad social en los últimos 15 años -más recientemente los elevados precios de los alimentos y la energía, el declive de las escuelas y hospitales públicos, la extrema inseguridad laboral, etc.- ha alejado a la mayoría de los trabajadores y los pobres de la UE y de sus instituciones. – ha alejado a la mayoría de los trabajadores y los pobres de la UE y de la política, incluidas las batallas electorales. Incluso en las elecciones parlamentarias nacionales de junio de 2023, en las que teóricamente estaba en juego la cuestión más relevante del poder gubernamental, sólo acudió a votar el 53,7% de la población.

Durante el periodo electoral y el propio día de las elecciones, no hubo ninguna actividad que sugiriera que la enorme tendencia a la abstención estuviera relacionada con el auge de una radicalización antiparlamentaria. La retirada de los ciudadanos de a pie de la política está vinculada a un clima de decepción social y política. Por eso no es sólo un problema para el establishment, sino también un momento difícil para todos los que formamos parte de la clase trabajadora y del movimiento de izquierdas.

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En este contexto general, los resultados concretos obtenidos por cada uno de los principales partidos el 9 de junio de 2024 representaron una segunda sacudida política.

Mitsotakis ya sabía que sería políticamente imposible repetir el 41% que logró en junio de 2023. Antes de las elecciones europeas, había puesto el listón del éxito por encima del 33%. Los encuestadores (no tan independientes) sugirieron que sería fácil para el partido gobernante cruzar este umbral. Al final, Nueva Democracia obtuvo el 28,31% (1.125.602 votos, 7 eurodiputados de un total de 21 para Grecia, pérdida de 1), perdiendo más de un millón de votantes respecto al resultado de hace un año.

El fracaso fue tan evidente que los esfuerzos iniciales de los dirigentes del partido por trivializar el resultado sólo duraron hasta la noche electoral. Mitsotakis no tardó en reconocer que «el 41% ya no existe». Entonces prometió cambios «radicales» en el gobierno.

Pero estos supuestos cambios «radicales» resultaron ser un fracaso, demostrando que cuando un partido se enfrenta a retos políticos y sociales, su margen de maniobra es limitado.

Lo único que hizo Nueva Democracia fue sacrificar a dos ministros (Kostas Skrekas, ministro de Desarrollo e Inversión, y Elefthérios Avgenakis, ministro de Desarrollo Rural y Alimentación) como chivos expiatorios de los precios persistentemente altos y la frustración de los agricultores, y lanzar la operación política de cortejar a los votantes de extrema derecha. Nikolaos Panayotopoulos, militar retirado y miembro de la corriente de «derecha dura» del partido, fue nombrado ministro de Migración y Asilo el 14 de junio (había sido ministro de Defensa de julio de 2019 a mayo de 2023). Se trata de un anuncio de tratamiento «bélico» de los migrantes y refugiados [1].

Niki Kerameos, una fanática «cruzada» neoliberal, ha sido nombrada para el Ministerio de Trabajo (en sustitución de Domna Michailidou), donde preparará una nueva reforma de las pensiones. Es este último caso el que, en mi opinión, reviste mayor importancia política: Mitsotakis no tiene ni la voluntad ni la capacidad de cambiar su orientación política. Insistirá en continuar por el camino de las «reformas» neoliberales antiobreras y antisociales hasta el final. Esto significa que en las futuras elecciones nacionales (previstas normalmente para 2027), incluso el bajo resultado electoral actual de Nueva Democracia podría parecer un objetivo optimista.

Si los resultados actuales se repiten en unas posibles elecciones parlamentarias (anticipadas), no se podrá formar gobierno. Los líderes de los partidos ya están en alerta y han empezado a debatir los cambios necesarios en la dirección del partido (debates que, de momento, siguen siendo «clandestinos»). Los dos «gurús» de la derecha griega, los ex primeros ministros Kostas Karamanlis [marzo de 2004-octubre de 2009] -perteneciente a la facción que se adhiere a un denominado «liberalismo de orientación social»- y Antonis Samaras [junio de 2012-enero de 2015] -perteneciente a la corriente nacionalista y soberanista de línea dura- guardan «silencio» sobre sus opiniones acerca de Mitsotakis. Este «silencio» es cada vez más amenazador y despectivo. Según la prensa de derechas, es probable que la cristalización de los cambios políticos en curso en Europa y el resultado de las elecciones estadounidenses sirvan como detonantes de nuevos desarrollos políticos en las filas de la derecha griega. Hasta ahora, existía un terreno común entre la corriente tradicionalista-nacionalista y la tendencia neoliberal «extremo-centrista» [2], pero el abismo entre ambas se está ensanchando.

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Pero las urnas también han deparado sorpresas desagradables para los dos partidos que pretenden representar la alternativa en términos de poder gubernamental, SYRIZA y PASOK.

En SYRIZA, la nueva dirección de Stefanos Kaselakis había fijado el listón del éxito en el 17,83%, el porcentaje obtenido por el partido en las elecciones nacionales de junio de 2023. Se trataba de un objetivo bastante modesto, ya que ese resultado significaba por sí mismo un colapso que condujo a la dimisión forzada de Alexis Tsipras y a la subsiguiente crisis y escisión de SYRIZA. Sin embargo, SYRIZA acabó con solo el 14,9% (4 elegidos, 2 perdidos), perdiendo un tercio de los votos que había obtenido hace un año. Stefanos Kaselakis intenta aferrarse a su posición, presentando como una «victoria» el hecho de que SYRIZA… se haya mantenido como segundo partido, aunque la diferencia con el PASOK [que obtuvo el 12,79% de los votos, con 3 electos, una ganancia de 1] se haya reducido a un margen de 2 puntos. Pero este porcentaje del 14,9% significa el fin de las «elaboraciones» de SYRIZA sobre las perspectivas de reclamar el poder gubernamental en solitario.

Todos los «barones» del partido, que solía identificarse con la izquierda radical, apuestan ahora por una recomposición del centro-izquierda, un esfuerzo conjunto con el PASOK para co-construir el campo «progresista», que ahora se ve como una condición previa necesaria si quieren arrebatar el poder gubernamental de las manos de Mitsotakis. El más bien incierto futuro político de Stefanos Kaselakis se determinará durante el proceso de esta recomposición, que ya está dando sus primeros pasos tras la reactivación política de Alexis Tsipras, que no oculta su intención de reclamar un nuevo papel protagonista en este proyecto.

El PASOK registró las menores pérdidas. Dado que ha perdido «sólo» 100.000 votos [509.399 votos el 9 de junio de 2024] en comparación con el 23 de junio [617.487 votos], en el actual contexto de altos índices de abstención, ha aumentado su cuota de votos hasta el 12,79%. El PASOK está ahora 85.000 votos por detrás de SYRIZA, y ya se ha establecido como segundo partido en 20 prefecturas. Pero los más veteranos de las batallas electorales dentro del PASOK, el «viejo zorro» de la política griega, son conscientes de que no se trata de un resultado político satisfactorio. Al fin y al cabo, se ha logrado en un momento en el que Nueva Democracia ha sufrido pérdidas masivas y ha retrocedido en sectores disputados del electorado, y en el que SYRIZA está dirigida por un liderazgo episódico. Como resultado, el PASOK se ha convertido en el primer partido cuyo liderazgo se enfrenta ya a un desafío abierto. Para mantenerse en su puesto, Nikos Androulakis [el mandato comienza en diciembre de 2021] tendrá que pasar la prueba de una elección anticipada de la dirección [la prensa de derechas se refiere actualmente a los conflictos internos del PASOK vinculados a este plazo]. Al igual que en SYRIZA, también en el PASOK los que se consideran más cualificados para la dirección del partido son los que mejor pueden prometer un papel de liderazgo en el proceso de formación del amplio campo «progresista».

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Al otro lado del espectro político, en línea con la tendencia europea, la extrema derecha se ha hecho especialmente fuerte. He aquí un breve resumen: el partido «Solución Griega» (Elliniki Lysi), dirigido por el ultranacionalista Kyriakos Velopoulos (9,3%, 2 elegidos), el partido ultraconservador griego-ortodoxo «Victoria» (Dimokratikó Patriotikó, Kinima «Niki»), 4,3%, 1 elegido), la lista racista-sexista «de moda» y «moderna» «Voz de la Razón» (Foni Logikis, 3,04%, 1 elegido) y los «Patriotas» (Prodromos Emfietzoglou, 1,41%), la formación del oligarca Prodromos Emfietzoglou donde los neonazis han encontrado refugio electoral. En total, representan casi el 20%. No hay que subestimar la amenaza que representa la extrema derecha, pero hay que hacer dos puntualizaciones.

1° Si tenemos en cuenta la tasa de abstención, este porcentaje electoral se traduciría en alrededor de un 8% de apoyo a la extrema derecha en la sociedad griega. Este es el tamaño de una corriente que siempre ha existido en Grecia, ya sea en forma de monárquicos y nostálgicos de la junta militar de los años setenta y ochenta, o en forma de votantes de Amanecer Dorado y LAOS (Agrupación Popular Ortodoxa) a principios del siglo XXI.

2° Los actuales líderes de los partidos de extrema derecha son figuras irrisorias y no pueden compararse ni con el firme liderazgo neonazi de Amanecer Dorado ni con el experimentado político y demagogo Georgios Karatzaferis que lideró LAOS [hasta 2019].

La verdadera amenaza en Grecia, al menos por el momento, es la propagación de ideas racistas-nacionalistas-

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Otra diferencia con muchos Estados miembros de la UE es la resistencia de la izquierda política organizada en Grecia. El Partido Comunista (KKE) mantuvo su nivel de apoyo (367.800 votos) y, en un contexto de alta abstención, esto se tradujo en un aumento del porcentaje del 9,25% (2 diputados electos). En junio de 2023, había obtenido 401.200 votos y un 7,69%. La existencia de una fuerza organizada en torno al Partido Comunista no es la misma en todas las circunstancias y en todos los momentos.

En las décadas de 1970 y 1980, esta fuerza sirvió como factor «estabilizador» durante la «transición» a la democracia parlamentaria (burguesa). Durante las luchas de masas de 2010-2015, el KKE funcionó como un impedimento a la necesidad de iniciativas políticas y sociales de lucha unidas y masivas contra el ataque frontal de la clase dominante y la Troika. Hoy, sin embargo, sirve como un recordatorio amenazador del potencial de las luchas obreras y como una barrera a ciertos apetitos represivos del gobierno (por ejemplo, la criminalización del apoyo público a Palestina).

Más allá del Partido Comunista, existe un abanico de fuerzas «radicales» con distintos niveles de carencias políticas.

La alianza MERA25, pagando el precio de las ambigüedades del discurso público de Yanis Varoufakis, no alcanzó el umbral para ser elegido diputado al Parlamento Europeo, aunque obtuvo la nada desdeñable cifra de 100.000 votos (2,54%).

El partido de Zoe Konstantopoulou, Navegando por la Libertad (Plefsi Eleftherias), siempre ha mantenido que no representa «ni a la izquierda ni a la derecha». Al ser muy elocuente en el Parlamento sobre cuestiones como la responsabilidad del gobierno en el crimen de Estado de Tempé (un accidente ferroviario), el feminicidio, la corrupción, etc., consiguió llevar a su partido por encima del umbral, obteniendo 135.000 votos y el 3,4% de los sufragios (1 diputado electo).

El partido «Nueva Izquierda» (Néa Aristera), resultado de la escisión de SYRIZA tras la elección de Kaselakis, fracasó electoralmente, obteniendo un 2,45% y 97.000 votos. Su negativa a reflexionar de forma autocrítica sobre la posición que adoptaron en 2015 y su insistencia en defender las decisiones del Gobierno de Tsipras solo podían tener efectos desmovilizadores.

ANTARSYA, el «frente» de ciertos grupos de la izquierda anticapitalista, que reúne en sus filas a una capa vital de militantes, se ha quedado en el estrecho nivel de limitarse a registrar su presencia. Tras obtener un 0,52% y 20.000 votos, no pueden darse por satisfechos con su táctica electoral.

Somos plenamente conscientes de que la suma total de estas fuerzas no existe como un todo unificado. Sus ideas, políticas y tácticas tienen diferencias significativas que las dividen. Pero las personas que han optado por una de estas opciones electorales comparten un punto de partida común: la voluntad de resistir a las políticas dominantes, desde el punto de vista de los intereses de los asalariados y una perspectiva de emancipación social.

Estas personas pueden servir de importante «fermento» para el surgimiento de futuras luchas, en las que tendrán que surgir orientaciones y tácticas dirigidas al conjunto de las masas trabajadoras. Y, en consecuencia, se estructurarán con una dimensión unitaria y radical. Sabiendo que el curso de estas luchas en el período venidero determinará las características de los desarrollos políticos prefigurados por las elecciones europeas de 2024. (Atenas, 17 de junio de 2024, traducido por A l’Encontre)

Antonis Ntavanellos, miembro del equipo directivo de la DEA, dirige la publicación Ergatiki Aristera (Izquierda Obrera).

[1 ] El 17 de junio, Lucile Smith y Ben Steele, de BBC TV Current Affairs, publicaron un documental sobre la forma en que las autoridades griegas «se deshacen de potenciales solicitantes de asilo a riesgo de sus vidas», como dijo Andrés Allemand Smaller en los diarios suizos La Tribune de Genève 24 heures ( 17 de junio). La BBC presenta así su documental: «Testigos afirman que los guardacostas griegos causaron la muerte de decenas de migrantes en el Mediterráneo durante un periodo de tres años, nueve de los cuales fueron arrojados deliberadamente por la borda. Los nueve forman parte de un grupo de más de 40 personas que se cree que murieron tras ser obligados a abandonar aguas territoriales griegas o devueltos al mar tras alcanzar islas griegas, según un análisis de la BBC. Los guardacostas griegos han comunicado que rechazan firmemente todas las acusaciones de actividad ilegal.

Mostramos a un ex alto cargo de los guardacostas griegos imágenes que mostraban cómo 12 personas eran cargadas en un barco de los guardacostas griegos y luego abandonadas en una lancha neumática. Cuando se levantó de su silla, con el micrófono aún encendido, declaró que aquello era «manifiestamente ilegal» y que se trataba de un «crimen internacional».

Desde hace tiempo se acusa al gobierno griego de llevar a cabo devoluciones forzosas, es decir, empujar a la gente de vuelta a Turquía desde donde cruzaron, lo que es ilegal según el derecho internacional.

Pero esta es la primera vez que la BBC ha calculado el número de incidentes en los que se alega que las acciones de los guardacostas griegos provocaron víctimas mortales. Los 15 incidentes que analizamos -fechados entre mayo de 2020 y mayo de 23- se saldaron con 43 muertos. Las fuentes originales fueron principalmente medios de comunicación locales, ONG y los guardacostas turcos.

Resulta extremadamente difícil verificar estos relatos, ya que los testigos suelen desaparecer o tienen demasiado miedo para hablar. Pero en cuatro de estos casos pudimos corroborar los relatos hablando con testigos presenciales.

Nuestra investigación, que aparece en un nuevo documental de la BBC titulado «Dead Calm: Killing in the Med?», nos ha permitido identificar un sistema claro». (Editor)

[2 ] Para una aproximación francófona al centrismo extremo, véase el trabajo de Jean-François Bayart. Véase su artículo del 19 de junio de 2024 en la página web de la AOC: «El rostro francés de una revolución conservadora mundial». (Ed.)

3. Fromenti sobre Canfora

Os había pasado hace unas semanas un fragmento del último libro de Canfora. Ahora Fromenti publica su opinión sobre este Dizionario politico minimo a partir de cuatro conceptos que reúnen varios de las entradas: democracia, imperialismo, fascismo, izquierda. https://socialismodelsecoloxxi.blogspot.com/2024/06/luciano-canfora.html

LUCIANO CANFORA . UN HISTORIADOR «SUBVERSIVO»

Para una lectura tendenciosa del «Diccionario Político Mínimo»

Prólogo

El diccionario político es un género que la industria editorial especializada en ciencias sociales viene proponiendo con cierta frecuencia en las últimas décadas, un fenómeno que también puede interpretarse como una reacción al horror vacui generado por la progresiva eliminación de la política -entendida como praxis orientada a cambiar el estado actual de las cosas- del horizonte de la realidad posmoderna, al verse superada por otras esferas de la acción humana, empezando por la economía. Se trata de un género que no me gusta especialmente, porque lo practican sobre todo académicos -filósofos, sociólogos y politólogos- que tienden a neutralizar el carácter antagónico de lo político, «encajonándolo» en encabezamientos atiborrados de categorías abstractas y transhistóricas (cuando no antihistóricas).

Dicho esto, el «Dizionario politico minimo» (Diccionario político mínimo) de Luciano Canfora (editado por Antonio Di Siena) (1) acaba de ser publicado por Fazi, lo que me ha gustado decididamente: en primer lugar, porque no se trata de un diccionario «real», en el sentido de que el editor, como explica en la Introducción, ha realizado una larga entrevista con Luciano Canfora, articulándolo en torno a cincuenta palabras clave que, más que entradas reales, son «estaciones» de un recorrido por la actualidad histórico-política (2); en segundo lugar porque la mirada de Canfora, como historiador, se centra en los hechos en lugar de perderse en disquisiciones abstractas; y finalmente porque, gracias al trabajo del editor (que también acredita la claridad expositiva del entrevistado), el texto es fluido y agradable de leer y -gracias también a su corta extensión- puede devorarse en pocas horas.

Lo que sigue no es una reseña, sino más bien un intento de extrapolar del libro cuatro vías temáticas (operación expuesta a riesgos inevitables de arbitrariedad y tendenciosidad) que he «extraído» de una treintena de entradas (omitiendo las demás) explotando las redundancias y los vínculos cruzados que las interconectan. Se trata de cuatro hilos que evocan otros tantos grand reçits -por utilizar la definición de Jean-François Lyotard (3)- de la modernidad política: democracia, imperialismo, fascismo, izquierda.

1.Democracia (véanse las entradas de democracia, elecciones, élites, libertad, populismo, posdemocracia, propaganda y libertad)

Comencé señalando cómo los filósofos son a menudo responsables de las definiciones transhistóricas de las categorías políticas. Esto es particularmente cierto en el caso del concepto de democracia, que muchos no dudan en describir como una categoría universal cuyas «encarnaciones» históricas, desde la antigua Grecia hasta nuestros días, presentarían afinidades sustanciales (4). En respuesta a las solicitudes del editor, Luciano Canfora se distancia de este enfoque afirmando repetidamente cómo el término corresponde a realidades (históricas) concretas radicalmente diferentes en el tiempo y en el espacio. En Atenas, como en la antigua Roma, nunca existió nada que pudiera compararse ni remotamente con las (diferentes) formas de la democracia moderna, a menos que se acepte la idea de que las instituciones que conceden a una ínfima minoría el derecho a participar en la toma de decisiones pueden definirse como democráticas (Canfora señala que la representación que hicieron los dirigentes jacobinos de la gran revolución burguesa como un retorno a las virtudes políticas de la Antigüedad clásica contribuyó a este malentendido).

Volviendo a la actualidad, Canfora utiliza las preguntas del editor para desmitificar la operación ideológica que interpone el doble guión del signo matemático de igualdad entre los términos de democracia, libertad y capitalismo (libre mercado). Que democracia y capitalismo se sitúan en los polos opuestos de una contradicción es evidente: mientras que el segundo reivindica el respeto absoluto del interés subjetivo, individual (identificado con la libertad de iniciativa económica y la inviolabilidad de la propiedad privada), el primero se identifica con la toma de decisiones colectiva y la búsqueda del bien común. En cuanto al carácter antitético de la democracia y la libertad (entendida como la libertad del individuo frente a toda forma de limitación política), no sólo Marx lo señaló, mostrando cómo el hombre libre es una mera abstracción filosófica (5), sino también liberales burgueses como Alexis de Tocqueville, que anticipó (6) las preocupaciones de los modernos fundadores del neoliberalismo (7) respecto a los riesgos de la «dictadura de la mayoría».

Los pasajes en los que emerge claramente la mayor lucidez de la mirada histórica respecto a lecturas sobredeterminadas por la abstracción filosófica y/o la ideología son, en mi opinión, especialmente los dedicados al tema de la relación entre democracia y representación electoral. Canfora cita la ilusión (compartida por los propios padres fundadores del marxismo) de que el advenimiento del sufragio universal conduciría a la inversión automática de las relaciones de poder en la representación política (y, por tanto, en las relaciones de clase). A la ilusión socialista se unieron las preocupaciones de sus homólogos burgueses que, como es bien sabido, hicieron todo lo posible por retrasar la extensión del sufragio. Sólo para darse cuenta, sin embargo, una vez superada la «catástrofe», de que podían captar fácilmente el consenso de las clases medias que cultivaban la ilusión de poder incorporarse a la élite.

Al mismo tiempo, los devotos de la ilusión «electoralista» fueron inducidos a tomar nota de la dura realidad que Lenin y Gramsci, entre otros, contribuyeron a desvelar: las ideas de las clases dominantesse convierten en las ideas dominantes de todo el pueblo (o de la inmensa mayoría de él). Un mecanismo que refleja una verdad banal: aquellos que tienen la fuerza (y las herramientas: control de los medios de comunicación, recursos económicos para alimentar campañas masivas de propaganda, etc.) para moldear la opinión pública están inexorablemente destinados a ganar (para disgusto de los teóricos de la comunicación que teorizan la relativa autonomía de la opinión pública respecto a la información de los medios de comunicación (8)).

Donde no llega la hegemonía cultural, se manipulan las reglas del juego: desde el doble turno que deja fuera de la competición a las «alas extremas» (véase el caso francés), hasta los amañados dispositivos made in USA que rigen la «mayor democracia del mundo» (denunciados, entre otros, por Bernie Sanders (9)), diseñados para que la representación sea sistemáticamente monopolizada por la minoría de los superricos, pasando por las reformas «mayoritarias» que en nuestro país han desguazado el sistema proporcional para pisotear la voluntad popular e incentivar la abstención. En resumen: estamos a años luz de la gran ilusión que a finales del siglo XIX y principios del XX soñaba con sepultar a las élites burguesas bajo una montaña de votos. Tanto es así que Canfora puede burlarse irónicamente del término postdemocracia acuñado por Colin Crouch (10), definiéndolo como un concepto superado por la realidad incluso antes de que consiguiera imponerse en el debate teórico-político.

Más arriba he mencionado la importancia del papel de las clases medias a la hora de garantizar una base de consenso difícilmente superable (si no insuperable) para la élite dirigente. A este respecto, Canfora cita la proliferación de nuevos estratos de clase (tanto ascendentes como descendentes, desmintiendo la predicción marxiana de una creciente polarización trabajadores/capital), un fenómeno que contribuye a aumentar la complejidad de la lucha por el consenso y que, por otra parte, puede abrir perspectivas de contestabilidad del poder en situaciones de crisis institucional. Por eso no se alinea con el coro de condenas al «populismo». En la mencionada situación de articulación de la composición de clase, argumenta, la palabra «pueblo» no representa un atraso ideológico con respecto a la palabra «clase», sino que, por el contrario, puede ayudar a ensamblar todos esos segmentos en un nuevo proyecto político (11). De ahí la repulsión que suscita en las cámaras del poder constituido.

2. Imperialismo (véanse las entradas correspondientes a China, descolonización, globalización, internacionalismo, imperialismo, mundo multipolar, nación, patria, revolución, soberanía)

Extraer de una serie de pasajes dispersos en varias partes de la entrevista un esbozo de una teoría del imperialismo sería demasiado (después de todo, no es lo que podemos esperar de un texto con ambiciones más limitadas). Sin embargo, escarbando aquí y allá, es posible destacar una red de percepciones significativas. Intentaré resumirlas a través del siguiente diagrama de puntos.

a) En primer lugar, Canfora valora el giro -el salto de paradigma- que Lenin impuso a la teoría marxista. Es cierto que muchos ven en el Manifiesto una ingeniosa anticipación del proceso que hoy llamamos globalización, pero no hay que olvidar que Marx «vio y describió un mundo de hace 150 años», mientras que fue Lenin quien diagnosticó la realidad específica del imperialismo como expresión del capitalismo tardío y de sus formas tanto políticas como económicas. En particular, Lenin era consciente del hecho de que en los centros metropolitanos, las clases subalternas también participan del beneficio asociado a la explotación de las colonias -un fenómeno que Marx intuyó cuando se dio cuenta de cómo la opresión inglesa en detrimento de Irlanda hacía imposible una revolución proletaria en Inglaterra, y que la escuela de la dependencia (12) ha profundizado desde la Segunda Guerra Mundial. En Lenin esta toma de conciencia se tradujo en la exaltación del papel estratégico de las luchas de liberación nacional en la lucha anticapitalista mundial, hasta el punto de que, tras el fracaso de la revolución en Occidente, empezó a mirar hacia Asia para albergar la esperanza de una revolución mundial.

b) Partiendo del nudo que acabamos de destacar, Canfora hace una afirmación contundente que echa por tierra las lecturas dogmáticas (tanto las nostálgico-hagiográficas como las liquidacionistas) del desenlace de la Revolución Rusa: aquel gran acontecimiento histórico, argumenta, no coincidió con el advenimiento del socialismo mundial, sino con el despertar de Asia y luego de otros mundos dependientes, en definitiva, fue la chispa que desencadenó el proceso de descolonización. Lo que desvela la verdad histórica de ese punto de inflexión epocal es la evolución de la Revolución china: tras los desastres del Gran Salto Adelante y de la Revolución Cultural -asociados al sueño maoísta de una transición directa del subdesarrollo al socialismo- se impuso el denghismo, que puede describirse como una gigantesca NEP (13) (impuesta, como la que Lenin había querido medio siglo antes, de la necesidad de pasar por una fase caracterizada por el capitalismo de Estado y la reintroducción de robustas dosis de economía de mercado). ¿Sigue siendo posible hablar de socialismo? Canfora -al contrario que el escritor (14)- no se expresa con claridad sobre el tema, prefiriendo hablar de «socialismo nacional» y comparando la vía china a la seguida, entre otros, por Tito, Castro y Chávez, a los que define como una opción obligatoria para quienes desean obtener el consenso de las poblaciones que aspiran a la emancipación y a la redención nacional.

c) Que la descolonización es una necesidad patriótica, que el concepto de patria es un combustible estratégico de la movilización antiimperialista y que todas las luchas de liberación nacional han culminado en el nacimiento de nuevos Estados-nación, son elementos indigeribles para una izquierda occidental anclada en el concepto abstracto de internacionalismo. Desgraciadamente, señala Canfora, con otra de las contundentes afirmaciones que representan lo mejor de este diccionario-entrevista, hay que admitir que los únicos verdaderos internacionalistas son las clases dominantes, para quienes la dimensión mundial, transnacional, global o como se quiera definir, es el terreno ideal en el que están seguros de derrotar a las clases subalternas, para quienes es en cambio el Estado-nación la única dimensión en la que es posible defender sus intereses y gobernar la sociedad en caso de conquistar el poder. La bandera del internacionalismo, cuando es enarbolada por una nación en la que ha triunfado la revolución, corre el riesgo de legitimar las operaciones imperialistas: desde el internacionalismo jacobino convertido en imperialismo francés por Napoleón, hasta el internacionalismo socialista convertido en imperialismo ruso por Stalin. En cuanto a nuestras propias izquierdas radicales y su ideología antiestatista y antinacional, Canfora cita su fracaso frente a la tragedia del neocolonialismo, como atestigua su desprecio de las luchas de los pueblos periféricos como «tercermundistas», al igual que cita la ideología obrerista del «fin del trabajo», destacando su complicidad de facto con el neocolonialismo: la ilusión de que se acerca la fase del no trabajo, argumenta, es expresión de una situación de prosperidad, «del privilegio de las zonas a las que les va bien».

3. Fascismo (véanse las entradas antifascismo, fascismo, Hitler, Mussolini, nacionalsocialismo, Cuadernos de la cárcel)

No creo estar lejos de la verdad al afirmar que el análisis de Canfora sobre el fenómeno fascista debe mucho al concepto de revolución pasiva de Gramsci. Un concepto que la izquierda y la filología gramsciana de los marxistas académicos ha despotenciado ofreciendo una lectura doctrinal y abstracta del mismo (es decir, asociándolo a la capacidad «en general» de las élites conservadoras para resolver una crisis captando el consentimiento de las clases subalternas mediante una propaganda demagógica basada en palabras de moda «populares»). A la inversa, Canfora «encarna» este modelo abstracto en la historia concreta de las «revoluciones» fascista y nazi. Es decir, no ignora el hecho de que tanto fascistas como nazis se presentaron en sus orígenes como movimientos anticapitalistas. El programa de los fasci de 1919, escribe en particular, presentaba caracteres que no podían definirse de otro modo que subversivos (no es casualidad que el Partido Comunista en la clandestinidad hiciera en 1936 un llamamiento -que a nuestros izquierdistas no les gusta recordar- «a los hermanos de camisa negra»).

En cuanto al nacionalsocialismo, el segundo término de la entrada no fue elegido al azar, sino que sirvió para evocar la interconexión programática entre la defensa de los intereses nacionales y las políticas sociales. Una yuxtaposición que las fuerzas social-comunistas aborrecían por considerarla contraria a los dogmas del internacionalismo. Así, Mussolini pudo presentarse como un socialista que rendía el debido respeto al sacrificio de las masas populares que habían pagado un pesado tributo de sangre durante la Primera Guerra Mundial, mientras que los comunistas se enajenaban las simpatías de los veteranos al denunciar como «inútil» y sin sentido ese sacrificio (véase el sectarismo demencial que impidió a los comunistas aceptar las ofertas de alianza de los Arditi del Popolo y cf. el Partido Comunista), añadiría yo, la crítica del dirigente bolchevique Karl Radek al KPD por no haber sabido rebatir la capacidad de los nazis para movilizar la cólera del pueblo alemán contra las condiciones de capestro impuestas a Alemania por las potencias vencedoras (15)). Pintar a Mussolini como un payaso y a Hitler como un loco subestima su habilidad política para explotar el interés nacional como palanca para la movilización de masas, del mismo modo que elimina el hecho de que ni siquiera el componente «socialista» de las revoluciones pasivas en Italia y Alemania es reducible a mera propaganda: A su manera, argumenta Canfora, el IRI y las industrias estatales representaban una forma de «Estado del bienestar» autoritario, y la política económica del Tercer Reich, podríamos añadir, se caracterizaba por aspectos no menos «keynesianos» que los del New Deal en ultramar.

4. Izquierda (ver entradas constitución, derechos, Manifiesto, Marx, corrección política, izquierda, soberanía)

Hemos visto cómo Canfora, al hablar de democracia, hace hincapié en los diferentes significados que el término ha adquirido a lo largo del tiempo (y que adquiere en el contexto de los diferentes planteamientos ideológicos de quienes lo evocan). Del mismo modo, cuando se le pide que defina el significado de la palabra «izquierda», comienza afirmando que, cuando hablamos de la izquierda, «no tenemos claro de qué estamos hablando». La vaguedad semántica de un concepto históricamente asociado (una asociación que se remonta, sin embargo, a épocas lejanas) a partidos y movimientos políticos que pretenden promover los intereses de las clases subalternas, ha llegado a ser tal que puede servir de traje de preportero para los sujetos más inverosímiles.

Me limitaré aquí a destacar tres juicios -más o menos explícitos- contenidos en el discurso que Canfora dedica al tema en algunos pasajes de su «diccionario mínimo». El primero se refiere a la trayectoria histórica que llevó al que fue el mayor partido comunista occidental a suicidarse primero y a transformarse después en una formación liberal. El gran giro ideológico que Togliatti impuso al PCI tras la Segunda Guerra Mundial, y que puede resumirse en los conceptos de democracia progresista y reformas estructurales, proporcionó un marco ideal -aunque no lo legitimara directamente- que sus sucesores aprovecharon para emprender un camino que convirtió al partido en un partido radical de masas que se ocupaba de los derechos civiles y descuidaba los derechos sociales. Esta mutación está asociada al proceso paralelo -en este caso de tipo estructural más que ideológico- que ha tenido lugar en la composición de clase de nuestro país (y más en general en los países occidentales, no menos afectados por el fenómeno del eclipse de la izquierda). Se trata del proceso ya evocado en las voces analizadas más arriba: es decir, la monstruosa dilatación de las clases medias, ampliadas hasta constituir un enorme corpus que comprende «aristocracias obreras, burguesías decadentes, profesiones liberales, crimen organizado, lobbies, clientelas parlamentarias», etc. Las fuerzas social-comunistas, incapaces de analizar ni de frenar esta mutación, se han limitado a adaptarse a ella, cambiando su cuenca electoral de referencia (sabemos bien, señala Canfora, que lo que antaño se llamaba izquierda, y que hoy preconiza los derechos civiles como su principal batalla, está hoy constituido predominantemente por clases acomodadas).

Además, la referencia social que acabamos de evocar se aplica también a esa «nueva izquierda» que, en la segunda mitad del siglo pasado, se eligió a sí misma como la alternativa revolucionaria a la izquierda tradicional. Quizá por eso el juicio de Canfora sobre la llamada Nueva Izquierda es aún más duro: fue, afirma lapidariamente, «un renacimiento del anarquismo en forma pueril». Lo demuestra la elección de reivindicar, frente al realismo y al oportunismo de las formaciones «revisionistas», la puesta en práctica de los aspectos más trasnochados (e insostenibles por la realidad histórica) de la utopía marxista. Hablamos de la idea de que puede haber un fin de la historia, de que el Estado se extinguirá y el trabajo se disolverá. Al propugnar esta utopía, comenta Canfora, el propio Marx acabó identificándose con esos socialistas y anarquistas utópicos contra los que tanto había tronado. Frente a esta visión decimonónica, Canfora reitera su convicción de que la historia no terminará , sino que seguirá articulándose en una serie de conflictos siempre cambiantes.

Concluyo con una cuestión de la que no me resulta fácil extrapolar un juicio claro del autor (como he hecho hasta ahora, quizás forzando a veces sus intenciones). Me refiero a los pasajes en los que Canfora alude al supuesto carácter «subversivo» de nuestra Carta Constitucional. Como historiador, no puede dejar de evocar el compromiso entre las diferentes fuerzas políticas que contribuyeron a su redacción, un compromiso que reflejaba el equilibrio de posguerra entre los dos bloques a los que pertenecían las potencias vencedoras. Dicho esto, admite que si se quisiera aplicar el artículo 3 («Todos los ciudadanos tienen la misma dignidad social y son iguales ante la ley, sin distinción de sexo, raza, lengua, religión, opinión política o condición personal y social») habría que llevar a cabo una verdadera revolución social; del mismo modo que admite que el contenido del artículo 5, que consagra el principio de que «es deber de la República remover los obstáculos que impiden el pleno desarrollo de la persona y la participación efectiva del trabajador en la organización política de la nación», no es aplicable a la Constitución. del trabajador en la organización política del país», es indudablemente subversivo con respecto a los principios que rigen el orden económico, social y político actual. ¿Significa esto que está de acuerdo con la tesis, querida por los militantes de lo que queda de la izquierda radical, de que un programa anticapitalista podría resumirse aún hoy en la exigencia de poner en práctica los primeros artículos de la Carta del 48?

Como ya se ha dicho, no puedo dar una respuesta inequívoca a esta pregunta (o quizá no la he captado en lo que he leído). Lo que me parece cierto es que Canfora, razonando sobre la progresiva exautorización del dictado constitucional por parte de los gobiernos que aplican servilmente las decisiones de la UE, constata que nuestro país (como los demás miembros de la Comunidad) se encuentra hoy bajo el yugo de lo que es «a todos los efectos una carta que viene de arriba y se burla de las constituciones nacionales». Por esta razón, la cuestión de la soberanía nacional parece ineludible para cualquier proyecto político que se proponga recrear las condiciones mínimas para poder intervenir en las relaciones de fuerza entre las clases sociales, desafiando los anatemas que los partidos y los medios de comunicación del régimen, pero también ciertos opositores autodenominados radicales, lanzan a diario contra el llamado «soberanismo».

Notas

(1) Luciano Canfora, Dizionario politico minimo , (editado por Antonio Di Siena), Fazi, Roma 2024.

(2) Es una solución similar a la que el escritor adoptó hace unos años al editar una película-entrevista con Mario Tronti, publicada por DeriveApprodi con el título «Abecedario».

(3) J-F Lyotard, La condizione postmoderna (traducido por Carlo Formenti), Feltrinelli, Milán 1980.

(4) En Il socialismo è morto. Viva il socialismo (Meltemi, Milano2019), cito un ejemplo típico de esta tendencia de los filósofos a postular una continuidad sustancial entre la Grecia antigua y el mundo moderno (europeo), un hilo rojo que uniría la civilización griega a la Europa contemporánea, y más en general a Occidente, y marcaría una clara distinción entre las naciones y pueblos «filosóficos» y el resto del mundo. Véase mi comentario (pp. 187 y ss.) al artículo de Roberto Esposito «Europa y la filosofía»(aut aut, n.º 378, 2018).

5) Para Marx, el hombre libre de la sociedad burguesa es «el hombre replegado sobre sí mismo, sobre su interés privado y su voluntad privada, y aislado de la comunidad»(Opere scelte,Editori Riuniti, Roma, pp.961-962.

(6) Véanse las observaciones críticas de Tocqueville sobre el exceso de democracia que caracteriza a las instituciones estadounidenses en La democracia en América, Rizzoli, Milán 1999.

(7) El autor contemporáneo que más radicalmente ha denunciado el «exceso de pretensiones» asociado a la democracia moderna es el gurú del pensamiento neoliberal Friedrich von Hayek (véase, entre otras obras, La società libera, Rubettino 2011).

(8) Apoyando la tesis de que el efecto manipulador de los medios de comunicación es mucho menos eficaz de lo que generalmente se cree han estado, entre otros, autorizados filósofos y sociólogos de la comunicación en casa, desde Umberto Eco a Alberto Abruzzese.

(9) Me refiero en particular a las críticas de Bernie Sanders a los procedimientos de elección presidencial en Estados Unidos (véase Un extraño en la Casa Blanca, Jaka Book, Misano 2016).

(10) C. Crouch, Postdemocracia , Laterza, Roma-Bari 2003.

(11) Sobre el debate teórico en el seno de la izquierda acerca del concepto de populismo, desencadenado por las tesis del filósofo argentino Ernesto Laclau (véase La ragione populista, Laterza, Roma-Bari 2008 y Le fondamenta retoriche della società, Mimesis, Milano 2017), este escritor ha intervenido en varias ocasiones (véase Il socialismo è morto…op. cit. y Guerra e rivoluzione, Meltemi, Milano 2023).

(12) Cf. A. Visalli, Dipendenza,Meltemi, Milán 2020.

(13) Para una reconstrucción precisa de la historia de la revolución china y las reformas posmaoístas de los años setenta, véase D. A. Bertozzi, People’s China. Origins and Paths of Socialism with Chinese Characteristics, The Antidiplomatic 2021. Sobre la NEP en la Rusia revolucionaria de principios de los años veinte, véase entre otros R. di Leo, L’esperimento profano, Futura, Roma 2011, véase también la antología de los escritos económicos de Lenin editada por Vladimiro Giacché L’economia della rivoluzione, il Saggiatore, Milán 2017.

(14) He expresado mis ideas -que se hacen eco abiertamente de las tesis expresadas por Giovanni Arrighi en su obra maestra Adam Smith en Pekín (Feltrinelli, Milán 2007)- sobre la naturaleza socialista del experimento chino en el segundo volumen («Elogio de los socialismos imperfectos») de Guerra y revolución , op. cit.

(15) Radek argumentaba que los comunistas alemanes debían defender los intereses de la Alemania postrada por las condiciones impuestas por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial volcando la ira popular contra la burguesía nacional (cómplice de las potencias vencedoras y culpable de haber arrastrado al país a la guerra), a diferencia de los nazis que negaban la lucha de clases culpando a los judíos del desastre.

4. El México de Morena

Ya sabéis que no suelo enviar cosas sobre América Latina y, en concreto sobre México, porque ya José Luis nos envía alguna cosa cuando lo cree conveniente. Pero este artículo en Sidecar de Ackerman me parece una buena síntesis de la situación política en el país y las recientes elecciones. https://newleftreview.org/

Transformar México Edwin F. Ackerman 21 de junio de 2024

Claudia Sheinbaum obtuvo una aplastante victoria en las elecciones presidenciales mexicanas del 2 de junio. Con cerca del 60% de los votos, la magnitud de su victoria superó a la de Andrés Manuel López Obrador en 2018. Su partido, Morena, formado hace sólo una década, se aseguró una mayoría de dos tercios en el Congreso y está a sólo dos representantes de hacerlo en el Senado. Los opositores PRI, PAN y PRD -que se presentan en una candidatura de unidad- obtuvieron alrededor del 27%, un descenso significativo desde la anterior votación. Tres cosas llaman especialmente la atención. En primer lugar, la claridad del mandato: una anomalía en las democracias occidentales, cada vez más acostumbradas a contiendas marginales y estancamientos políticos. En segundo lugar, las particularidades del electorado de Morena: un bloque de votantes anclado en las clases trabajadoras, pero capaz de plegarse a partes de los estratos medios. Tercero, la sensación de que está surgiendo un nuevo régimen político, fundado en un pacto social posneoliberal.

La principal competidora de Sheinbaum era Xóchitl Gálvez, que encabezaba la coalición del PRI, el PAN y el PRD. Gálvez dirigió una campaña errática, representando los intereses de las grandes empresas salpicados de un liberalismo social light. Incapaz de presentarse con un programa abiertamente neoliberal -el término se ha vuelto tóxico en México-, optó en su lugar por la política de identidad: su discurso de apertura hacía hincapié en sus raíces indígenas y sus orígenes humildes, mientras que el de cierre se inclinaba por los ataques al no catolicismo de Sheinbaum. Su plataforma siempre estuvo demasiado desenfocada para enmarcar la elección en torno a lo que posiblemente sea el punto más débil del gobierno: los altísimos niveles de narcoviolencia en el país, que Morena heredó del PAN y del PRI y que ha luchado por reducir de manera significativa.

El agotamiento de la derecha mexicana quedó patente en sus mensajes contradictorios. Atrapada entre la necesidad de defender los populares programas de transferencias monetarias implementados por AMLO y la crítica a su despilfarro y clientelismo, Gálvez osciló entre pedir su expansión y exigir su contracción mediante límites de tiempo y comprobación de recursos. Uno de sus lemas de campaña, «Los programas se quedan, Morena se va», no caló en un electorado que había visto cómo su partido, el PAN, votaba en contra de ellos sólo unos años antes.

Gálvez, una política de carrera que ha ocupado varios puestos en el gabinete y ha sido elegida durante décadas, intentó sin embargo presentarse como una ciudadana corriente, distanciándose públicamente de los desacreditados partidos que la propusieron y dirigieron su campaña. La opinocracia -la clase de comentaristas y articulistas de opinión que dominan los principales medios de comunicación (y alimentan a gran parte de la prensa extranjera)- describió la votación como una elección entre «democracia» con Gálvez y «autoritarismo» con Sheinbaum. Pero esta estrategia nació muerta. Mientras tanto, el candidato del «tercer partido», Jorge Álvarez Máynez, del Movimiento Ciudadano -una formación sin sustancia cuyo único objetivo era recoger los votos no captados por los dos principales contendientes- denunció «las viejas formas» de hacer política, pero no especificó las nuevas. Acabó ganando el 10%. Sin embargo, su partido demostró que puede tener suficiente visión estratégica para posicionarse a largo plazo como posible sustituto del PRI-PAN-PRD.

Incapaz de enarbolar la bandera del neoliberalismo, incapaz de defender su historial legislativo o el legado de su partido, ofreciendo poco más que eslóganes vacíos y apelaciones abstractas a la «democracia», lo que la oposición consiguió finalmente fue un tipo de antipolítica. En sus momentos más cínicos, sus expertos argumentaban que «¡todos son iguales!», «¡Morena es tan corrupto como nosotros!». Su principal objetivo no era desacreditar las políticas de AMLO u ofrecer un programa alternativo, sino socavar la convicción básica de que un partido político puede dirigir el Estado al servicio de los intereses colectivos. El electorado rechazó esta oferta desesperada.

Una reciente encuesta de Gallup sugiere que la mayoría de los mexicanos están, de hecho, profundamente implicados en el proceso político. No sólo AMLO tiene un índice de aprobación del 80%; también hay una creciente «confianza en el gobierno nacional», que ha saltado del 29% al 61% durante el mandato de Morena: la más alta en los veinte años desde que Gallup empezó a hacer la pregunta. En 2023, el 73% de los mexicanos consideraba que su nivel de vida «estaba mejorando», y el 57% decía lo mismo de su economía local. Antes de AMLO, la «confianza en la honestidad de las elecciones mexicanas» promediaba apenas 19%; durante los últimos seis años subió a 44%. Asimismo, el Pew Research Center ha mostrado que ‘la satisfacción de los mexicanos con su democracia’ ha aumentado 42 puntos porcentuales desde 2017. El número de personas que se identifican como simpatizantes del partido Morena ha crecido 10 puntos desde 2018, alcanzando ahora 34%, frente a 8% tanto del PRI como del PAN. El poder de organización de Morena se exhibió en 2022, cuando convocó a más de tres millones de personas para elegir a los delegados de su Congreso Nacional del Partido. En una época de insatisfacción generalizada con la forma de partido y el bien contado vaciamiento de la política de masas, el efecto de AMLO en la cultura política nacional es impresionante.

Sheinbaum, climatóloga y ex Jefa de Gobierno de Ciudad de México, tenía una ventaja de dos dígitos desde el principio de la campaña. Sin embargo, la amplitud de su apoyo, que abarca múltiples regiones y grupos demográficos, sigue siendo notable. Morena ganó en 31 de los 32 estados mexicanos. En 17 de ellos consiguió más del 60% de los votos, y en los estados sureños de Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Guerrero y Quintana Roo su recuento superó el 70%. Sheinbaum venció a sus oponentes en el 78% de las mesas electorales. Ganó tanto en hombres como en mujeres, en todos los grupos de edad y en casi todos los niveles educativos y de ingresos. Morena también tuvo un fuerte voto a la baja y siguió ganando terreno a nivel local por sexto año consecutivo, ganando o reteniendo una serie de puestos de gobernador, incluida la Ciudad de México. Se espera que consiga los votos adicionales necesarios para aprobar las reformas constitucionales.

Un análisis más detallado de los datos electorales revela algunos patrones interesantes. El Financiero Bloomberg informa de que el 74% de los votantes con estudios primarios y el 71% en el grupo de ingresos más bajos apoyaron a Sheinbaum, frente al 48% con estudios universitarios y el 49% en el grupo de ingresos más altos. El Parametría muestra una diferencia similar de 20 puntos entre los grupos de menores y mayores ingresos. Encuentra que mientras 65% de los votantes con educación elemental apoyaron a Morena, y 49% con un título universitario, sólo 17% de los que tienen títulos avanzados lo hicieron. Las encuestas a pie de urna indican que el mayor apoyo a Sheinbaum, en torno al 60%, provino de los empleados del sector privado, los campesinos, los maestros, los trabajadores autónomos y las amas de casa, mientras que su menor apoyo se encontró entre los profesionales (46%) y los empresarios (39%). La candidata obtuvo mejores resultados en los estados del sur, históricamente marginados, mientras que las zonas más ricas, incluidas muchas de las capitales de los estados, fueron las más proclives a apoyar a la derecha. La popularidad de Morena, pues, se sitúa en torno al 60-70% entre las clases populares. Entre las clases altas es más baja, aunque -y esto es crucial- sigue rondando el 40%.

Esto señala el surgimiento de una coalición de voto multiclasista anclada en las clases trabajadoras. Inusualmente, Morena no ha intentado ganarse a las clases medias moviéndose hacia la derecha. La actual administración ha aprobado una oleada de reformas en favor de los trabajadores y ha redoblado sus esfuerzos para relegitimar al Estado como actor social, incluido un importante gasto en infraestructuras y una reestructuración del suministro energético en favor del sector público. Los salarios reales han aumentado en torno a un 30% con AMLO. Los datos de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos señalan que la participación del trabajo en los ingresos ha ganado 8 puntos porcentuales tras un largo periodo de estancamiento. El 10% de los que menos ganan ha aumentado sus ingresos en un 98,8%. El coeficiente de Gini del país ha disminuido y la pobreza global se ha reducido un 5%, el mayor descenso en 22 años, lo que supone más de cinco millones de personas. El desempleo es el más bajo de la región, incluida una ligera reducción del trabajo informal. Y todo ello en medio de una pandemia mundial y una inflación galopante.

Sheinbaum se presentó a las elecciones con la promesa de defender esos logros. Planteó las elecciones como un referéndum sobre la continuación del proceso de transformación política o la vuelta al neoliberalismo. Su programa incluía la ampliación de los programas sociales, la reducción de la edad de jubilación de las mujeres de 65 a 60 años y la concesión de ayudas sociales a los estudiantes de distintos niveles, al tiempo que impulsaba los planes de sanidad pública universal. En medio de una crisis del agua que afecta a todo el país, el gobierno entrante se ha comprometido a poner fin a la privatización del agua y a imponer normas más estrictas sobre su uso por parte de las grandes empresas. Y pretende satisfacer cada vez más la demanda de electricidad con fuentes de energía sin emisiones de carbono, como la eólica, la solar, la hidroeléctrica y la geotérmica. El apoyo de Morena entre las clases medias no es un signo de cooptación; parece ser el resultado de la mejora generalizada del nivel de vida, así como de la prudente retórica política de Sheinbaum.

La administración de AMLO describe su papel como la promulgación de una Cuarta Transformación. Al igual que la declaración de independencia en 1810, las reformas liberales del Estado de la década de 1850 y la Revolución Mexicana de principios del siglo XX, la victoria de 2018 estaba destinada a marcar no sólo un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen. A nivel de sistemas de partidos, esto es cierto. La coalición que postuló a Gálvez está compuesta por partidos que fueron feroces competidores hasta la presidencia de AMLO. El PRI fue el heredero de la Revolución que gobernó durante la mayor parte del siglo pasado. El PAN, que data de la década de 1930, fue la oposición histórica, a la derecha del PRI durante este periodo, mientras que el PRD se formó en la década de 1980 como una escisión a la izquierda del PRI. Siguieron dominando la política electoral durante toda la era neoliberal, definiendo el llamado regímen de la transición que tomó forma tras la primera derrota presidencial del PRI en el año 2000.

Este orden está ahora en desorden. El PRI y el PRD, y en menor medida el PAN, están acosados por crisis internas. El PRI se ha visto afectado por una serie de deserciones de alto nivel. El PRD -el antiguo partido de AMLO, que en su día estuvo afiliado al Partido Comunista Mexicano pero que se ha desplazado al centro desde 2012- se enfrenta al olvido, tras haber perdido su registro como partido al no conseguir el 3% de los votos nacionales. Las tensiones entre la oposición ya habían estallado a principios de este año, cuando el líder del PAN denunció públicamente que el PRI no había repartido puestos ni botín tras ganar la gubernatura de Coahuila. Ahora, tras la derrota del 2 de junio, su coalición está al borde del colapso. El sistema de partidos mexicano nunca volverá a ser el mismo. Morena se ha beneficiado hasta ahora de esta ruptura, pero debe evitar la autocomplacencia. A menos que desarrolle mecanismos institucionales para resolver los desacuerdos internos, también puede ser vulnerable a escisiones más adelante.

Las elecciones se celebraron tras una serie de reveses legislativos para el Gobierno. Importantes reformas constitucionales en una amplia gama de áreas -energía, seguridad pública, ley electoral- se vieron frustradas por una oposición obstruccionista. El «Plan A» de AMLO era conseguir que las medidas se ratificaran sin modificaciones. Cuando esto falló, el «Plan B» fue alterarlas para asegurar su aprobación. Pero una Corte Suprema hostil bloqueó los cambios incluso después de que hubieran sido aprobados por la legislatura. El «Plan C» consistía en esperar a las elecciones y confiar en obtener una mayoría absoluta en el Congreso y el Senado, lo que permitiría a Morena aprobar 18 disposiciones constitucionales, incluidas reformas del sistema judicial que permitirían elegir a los jueces en lugar de nombrarlos. Se trata de un intento de transformar uno de los pilares institucionales de la era neoliberal. En la actualidad, el Alto Tribunal tiene poca independencia de los grupos de interés privados. Los Altos Magistrados se han negado a aceptar una reducción salarial por mandato constitucional como parte del impulso de AMLO a una burocracia más austera. Y recientemente se reveló que Norma Piña, la presidenta de la Suprema Corte, había organizado una reunión secreta con el jefe del PRI, por razones que siguen siendo oscuras. El intento del gobierno de hacer que estos actores del poder sean más responsables ha resultado enormemente controvertido.

También se están produciendo cambios importantes a nivel ideológico. A finales de la década de 1990, el bloque neoliberal del país monopolizó la retórica de la «democracia». El antipriismo del PAN se duplicaba fácilmente como antiestatismo; su crítica al sistema de partido único era también un ataque al bienestar y al sector público. La llamada «transición democrática», con sus conceptos rectores como «sociedad civil» y «el ciudadano», y su comprensión de la política como la búsqueda de soluciones tecnocráticas, proporcionó la cobertura perfecta para el avance del capital. A los comentaristas que elaboraron esta narrativa les gustaba presentarse como apartidistas, como guardianes apolíticos de la democracia y críticos del poder estatal que no rinde cuentas. Con AMLO, sin embargo, se vieron obligados a abandonar esta pretensión de imparcialidad y alinearse con la oposición. Durante los últimos seis años, han impulsado la narrativa de que, al desafiar el neoliberalismo y reconcebir la política como un proceso de negociación entre intereses opuestos, el presidente representa una regresión a la autocracia. Los resultados del 2 de junio pusieron de manifiesto su incapacidad para resonar fuera de la cámara de eco mediática. Poco después de la votación, una de las columnistas estrella del país, Denise Dresser, se lamentaba de que los mexicanos «se habían vuelto a poner las cadenas que nosotros» -la clase experta- «nos habíamos quitado».

El orden social emergente en México -basado en el aumento de los niveles de vida y en un mayor bienestar social- es el resultado del capitalismo nacionalista-desarrollista dirigido por el Estado de AMLO. Tales avances se lograron en circunstancias económicas adversas, en contraste con el auge mundial de las materias primas que financió la Marea Rosa. Sin embargo, aún quedan importantes retos por delante. El crimen organizado está muy extendido. El gobierno ha cedido en gran medida a las exigencias de Estados Unidos de que controle el flujo de solicitantes de asilo a través de la frontera. Y hasta ahora ha evitado un arriesgado enfrentamiento en torno a la reforma fiscal, que puede ser necesaria en los próximos años. Con todo, hay indicios que apoyan el argumento de que estamos asistiendo a una Cuarta Transformación. Todas las transformaciones anteriores coincidieron con cambios de paradigma económico a escala mundial: el fin del mercantilismo colonial en el caso de la Independencia, la expansión capitalista global en el caso de la Reforma Liberal, la era del Estado de bienestar tras la Revolución Mexicana. El actual, con todas sus posibilidades y limitaciones, tiene lugar en el contexto de la fractura del consenso neoliberal. Sheinbaum ha recibido ahora un importante mandato para consolidarlo.

5. Historia del campesinado europeo

Acabo de empezar esta serie de la cadena Arte, subtitulada en español, así que no puedo juzgar todavía, pero tiene buena pinta. Son cuatro capítulos de una hora. Los que estáis en Europa creo que lo podéis ver directamente. Yo he tenido que usar Tor porque no hay derecho de emisión para Filipinas. https://www.arte.tv/es/videos/

6. Adiós al estado sionista

Hoy doblete de Pappé. Además de la discusión con Prashad, os paso esto mucho más legible, su último artículo para Sidecar sobre el futuro del sionismo.

https://newleftreview.org/

El hundimiento del sionismo Ilan Pappé 21 de junio de 2024

El asalto de Hamás del 7 de octubre puede compararse a un terremoto que sacude un viejo edificio. Las grietas ya empezaban a aparecer, pero ahora son visibles en sus mismos cimientos. Más de 120 años después de su creación, ¿podría el proyecto sionista en Palestina -la idea de imponer un Estado judío en un país árabe, musulmán y de Oriente Medio- enfrentarse a la perspectiva del colapso? Históricamente, una plétora de factores puede hacer zozobrar a un Estado. Puede ser el resultado de constantes ataques de países vecinos o de una guerra civil crónica. Puede seguir al desmoronamiento de las instituciones públicas, que se vuelven incapaces de prestar servicios a los ciudadanos. A menudo comienza como un lento proceso de desintegración que cobra impulso y luego, en poco tiempo, derrumba estructuras que antes parecían sólidas y firmes.

La dificultad reside en detectar los primeros indicadores. Aquí argumentaré que éstos son más claros que nunca en el caso de Israel. Estamos asistiendo a un proceso histórico -o, para ser más exactos, al comienzo de uno- que probablemente culminará con la caída del sionismo. Y, si mi diagnóstico es correcto, también estamos entrando en una coyuntura especialmente peligrosa. Porque una vez que Israel se dé cuenta de la magnitud de la crisis, desatará una fuerza feroz y desinhibida para intentar contenerla, como hizo el régimen del apartheid sudafricano durante sus últimos días.
1. Un primer indicador es la fractura de la sociedad judía israelí. En la actualidad se compone de dos campos rivales incapaces de encontrar un terreno común. La fractura tiene su origen en las anomalías de la definición del judaísmo como nacionalismo. Mientras que la identidad judía en Israel ha parecido a veces poco más que un tema de debate teórico entre facciones religiosas y laicas, ahora se ha convertido en una lucha por el carácter de la esfera pública y del propio Estado. Esta lucha no sólo se libra en los medios de comunicación, sino también en las calles.

Un bando puede denominarse el «Estado de Israel». Está formado por judíos europeos y sus descendientes, más laicos, liberales y, en su mayoría, aunque no exclusivamente, de clase media, que contribuyeron decisivamente a la creación del Estado en 1948 y siguieron siendo hegemónicos en él hasta finales del siglo pasado. No se equivoquen, su defensa de los «valores democráticos liberales» no afecta a su compromiso con el sistema de apartheid que se impone, de diversas formas, a todos los palestinos que viven entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Su deseo básico es que los ciudadanos judíos vivan en una sociedad democrática y pluralista de la que estén excluidos los árabes.

El otro bando es el «Estado de Judea», que se desarrolló entre los colonos de la Cisjordania ocupada. Goza de crecientes niveles de apoyo dentro del país y constituye la base electoral que aseguró la victoria de Netanyahu en las elecciones de noviembre de 2022. Su influencia en las altas esferas del ejército y los servicios de seguridad israelíes crece exponencialmente. El Estado de Judea quiere que Israel se convierta en una teocracia que se extienda por toda la Palestina histórica. Para lograrlo, está decidido a reducir el número de palestinos al mínimo y contempla la construcción de un Tercer Templo en lugar de al-Aqsa. Sus miembros creen que esto les permitirá renovar la era dorada de los Reinos Bíblicos. Para ellos, los judíos laicos son tan herejes como los palestinos si se niegan a unirse a este empeño.

Los dos bandos habían empezado a enfrentarse violentamente antes del 7 de octubre. Durante las primeras semanas tras el asalto, parecieron dejar de lado sus diferencias frente a un enemigo común. Pero esto era una ilusión. Los enfrentamientos callejeros se han reavivado, y es difícil ver qué podría propiciar la reconciliación. El resultado más probable ya se está produciendo ante nuestros ojos. Más de medio millón de israelíes, que representan al Estado de Israel, han abandonado el país desde octubre, lo que indica que el país está siendo engullido por el Estado de Judea. Se trata de un proyecto político que el mundo árabe, y tal vez incluso el mundo en general, no tolerarán a largo plazo.

2. El segundo indicador es la crisis económica de Israel. La clase política no parece tener ningún plan para equilibrar las finanzas públicas en medio de perpetuos conflictos armados, más allá de depender cada vez más de la ayuda financiera estadounidense. En el último trimestre del año pasado, la economía se desplomó casi un 20%; desde entonces, la recuperación ha sido frágil. Es poco probable que la promesa de Washington de 14.000 millones de dólares revierta esta situación. Por el contrario, la carga económica no hará sino empeorar si Israel sigue adelante con su intención de entrar en guerra con Hezbolá, al tiempo que incrementa la actividad militar en Cisjordania, en un momento en que algunos países -entre ellos Turquía y Colombia- han empezado a aplicar sanciones económicas.

La crisis se agrava aún más por la incompetencia del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, que canaliza constantemente dinero hacia los asentamientos judíos de Cisjordania, pero que por lo demás parece incapaz de dirigir su departamento. El conflicto entre el Estado de Israel y el Estado de Judea, junto con los acontecimientos del 7 de octubre, está provocando entretanto que parte de la élite económica y financiera traslade su capital fuera del Estado. Los que se plantean trasladar sus inversiones constituyen un parte significativa del 20% de israelíes que pagan el 80% de los impuestos.

3. El tercer indicador es el creciente aislamiento internacional de Israel, a medida que se convierte gradualmente en un Estado paria. Este proceso comenzó antes del 7 de octubre, pero se ha intensificado desde el inicio del genocidio. Se refleja en las posiciones sin precedentes adoptadas por la Corte Internacional de Justicia y el Tribunal Penal Internacional. Anteriormente, el movimiento mundial de solidaridad con Palestina fue capaz de galvanizar a la gente para que participara en iniciativas de boicot, pero no consiguió avanzar en la perspectiva de sanciones internacionales. En la mayoría de los países, el apoyo a Israel seguía siendo inquebrantable entre la clase dirigente política y económica.

En este contexto, las recientes decisiones de la CIJ y la CPI -que Israel puede estar cometiendo genocidio, que debe detener su ofensiva en Rafah, que sus dirigentes deben ser detenidos por crímenes de guerra- deben verse como un intento de tener en cuenta las opiniones de la sociedad civil mundial, en lugar de un mero reflejo de la opinión de las élites. Los tribunales no han aliviado los brutales ataques contra la población de Gaza y Cisjordania. Pero han contribuido al creciente coro de críticas al Estado israelí, que cada vez proceden más de arriba y de abajo.

4. El cuarto indicador, interconectado, es el cambio radical que se ha producido entre los jóvenes judíos de todo el mundo. Tras los acontecimientos de los últimos nueve meses, muchos parecen ahora dispuestos a deshacerse de su conexión con Israel y el sionismo y participar activamente en el movimiento de solidaridad con Palestina. Las comunidades judías, especialmente en Estados Unidos, proporcionaron en su día a Israel una inmunidad efectiva frente a las críticas. La pérdida, o al menos la pérdida parcial, de este apoyo tiene importantes implicaciones para la posición mundial del país. El AIPAC puede seguir contando con la ayuda de los sionistas cristianos y con el apoyo de sus miembros, pero no será la misma organización formidable sin un importante electorado judío. El poder del lobby se está erosionando.

5. El quinto indicador es la debilidad del ejército israelí. No cabe duda de que las IDF siguen siendo una fuerza poderosa con armamento de vanguardia a su disposición. Sin embargo, sus limitaciones quedaron al descubierto el 7 de octubre. Muchos israelíes consideran que el ejército tuvo mucha suerte, ya que la situación podría haber sido mucho peor si Hezbolá se hubiera unido en un asalto coordinado. Desde entonces, Israel ha demostrado que depende desesperadamente de una coalición regional, liderada por Estados Unidos, para defenderse de Irán, cuyo ataque de advertencia en abril supuso el despliegue de unos 170 aviones no tripulados, además de misiles balísticos y guiados. Más que nunca, el proyecto sionista depende de la rápida entrega de enormes cantidades de suministros por parte de los estadounidenses, sin los cuales ni siquiera podría luchar contra un pequeño ejército guerrillero en el sur.

La población judía del país percibe ahora de forma generalizada la falta de preparación y la incapacidad de Israel para defenderse. Esto ha provocado una gran presión para que se elimine la exención militar de los judíos ultraortodoxos, en vigor desde 1948, y se empiece a reclutar a miles de ellos. Esto apenas cambiará las cosas en el campo de batalla, pero refleja la magnitud del pesimismo sobre el ejército, que, a su vez, ha profundizado las divisiones políticas dentro de Israel.

6. El último indicador es la renovación de la energía entre la generación más joven de palestinos. Está mucho más unida, orgánicamente conectada y tiene más claras sus perspectivas que la élite política palestina. Dado que la población de Gaza y Cisjordania es una de las más jóvenes del mundo, esta nueva cohorte tendrá una inmensa influencia en el curso de la lucha de liberación. Los debates que están teniendo lugar entre los grupos de jóvenes palestinos muestran que están preocupados por establecer una organización genuinamente democrática -ya sea una OLP renovada o una nueva- que persiga una visión de la emancipación que sea antitética a la campaña de la Autoridad Palestina por el reconocimiento como Estado. Parecen preferir la solución de un Estado al desacreditado modelo de dos Estados.

¿Serán capaces de dar una respuesta eficaz al declive del sionismo? Es una pregunta difícil de responder. El colapso de un proyecto de Estado no siempre va seguido de una alternativa más brillante. En otros lugares de Oriente Próximo -en Siria, Yemen y Libia- hemos visto lo sangrientos y prolongados que pueden ser los resultados. En este caso, se trataría de una descolonización, y el siglo pasado ha demostrado que las realidades poscoloniales no siempre mejoran la condición colonial. Sólo la agencia de los palestinos puede hacernos avanzar en la dirección correcta. Creo que, tarde o temprano, una fusión explosiva de estos indicadores tendrá como resultado la destrucción del proyecto sionista en Palestina. Cuando esto ocurra, debemos esperar que un robusto movimiento de liberación llene el vacío.

Durante más de 56 años, lo que se denominó «proceso de paz» -un proceso que no llevaba a ninguna parte- fue en realidad una serie de iniciativas estadounidense-israelíes a las que se pedía a los palestinos que reaccionaran. Hoy, «paz» debe sustituirse por descolonización, y los palestinos deben poder articular su visión de la región, y a los israelíes se les debe pedir que reaccionen. Sería la primera vez, al menos en muchas décadas, que el movimiento palestino tomara la iniciativa de exponer sus propuestas para una Palestina poscolonial y no sionista (o como quiera que se llame la nueva entidad). Al hacerlo, probablemente mirará a Europa (quizás a los cantones suizos y al modelo belga) o, más acertadamente, a las antiguas estructuras del Mediterráneo oriental, donde los grupos religiosos secularizados se transformaron gradualmente en grupos etnoculturales que convivían en el mismo territorio.

Tanto si a la gente le agrada la idea como si le aterra, el colapso de Israel se ha convertido en algo previsible. Esta posibilidad debería influir en el debate a largo plazo sobre el futuro de la región. Se impondrá en la agenda a medida que la gente se dé cuenta de que el intento de un siglo, liderado por Gran Bretaña y luego por Estados Unidos, de imponer un Estado judío en un país árabe está llegando lentamente a su fin. Tuvo el éxito suficiente para crear una sociedad de millones de colonos, muchos de ellos ahora de segunda y tercera generación. Pero su presencia sigue dependiendo, como cuando llegaron, de su capacidad para imponer violentamente su voluntad a millones de indígenas, que nunca han renunciado a su lucha por la autodeterminación y la libertad en su tierra natal. En las próximas décadas, los colonos tendrán que abandonar este planteamiento y mostrar su voluntad de vivir como ciudadanos iguales en una Palestina liberada y descolonizada.

7. Prashad sobre la desdolarización

También doblete hoy de Vijay Prashad con su último boletín para el Tricontinental sobre la desdolarización. https://thetricontinental.org/

¿Está llegando a su fin el reinado del dólar? | Boletín 25 (2024)

Aunque el régimen dólar-Wall Street sigue siendo muy poderoso, la desdolarización y las posibilidades de un orden mundial cambiante están siendo impulsadas por la debilidad económica de Estados Unidos, el uso agresivo de sanciones ilegales por parte de dicho país y sus aliados del Norte Global, y la creciente fuerza política y económica del Sur Global a través de plataformas como los BRICS. junio 20, 2024

Queridos amigos y amigas,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

A principios de junio, empezó a circular el rumor —que gran parte de la prensa india dio por cierto— de que el gobierno de Arabia Saudita había permitido que caducara su acuerdo del petrodólar con Estados Unidos. Este acuerdo, firmado en 1974, es bastante sencillo y satisface varias necesidades del gobierno estadounidense: EE. UU. compra petróleo a Arabia Saudita, y Arabia Saudita utiliza ese dinero para comprar equipamiento militar a los fabricantes de armas estadounidenses, mientras mantiene los ingresos de las ventas de petróleo en letras del Tesoro estadounidense y en el sistema financiero occidental. Este acuerdo para reciclar los beneficios del petróleo en la economía estadounidense y en el mundo bancario occidental se conoce como el sistema del petrodólar.

Este acuerdo no exclusivo entre ambos países nunca obligó a los saudíes a limitar sus ventas de petróleo a dólares ni a reciclar sus beneficios del petróleo exclusivamente en bonos del Tesoro estadounidense (de los que posee la considerable cantidad de 135.900 millones de dólares) y bancos occidentales. De hecho, los saudíes son libres de vender petróleo en múltiples divisas, como el euro, y participar en plataformas de divisas digitales como mBridge, una iniciativa experimental del Banco de Pagos Internacionales y los bancos centrales de China, Tailandia y Emiratos Árabes Unidos (EAU).

No obstante, el rumor de que este acuerdo de décadas sobre el petrodólar había llegado a su fin refleja la expectativa generalizada de que un cambio sísmico en el sistema financiero derrocará el dominio del régimen dólar-Wall Street. Era un rumor falso, pero encerraba una verdad sobre las posibilidades de un mundo post-dólar o desdolarizado.

La invitación a seis países a unirse al bloque BRICS el pasado agosto fue un indicio más de que ese cambio está en marcha. Entre estos países se encuentran Irán, Arabia Saudita y los EAU, aunque Arabia Saudita aún no ha concretado su adhesión. Con la ampliación de sus miembros, el BRICS incluiría a los dos países con las mayores y las segundas mayores reservas de gas del mundo (Rusia e Irán, respectivamente) y los dos países que representaban casi una cuarta parte de la producción mundial de petróleo (Rusia y Arabia Saudita, todas las cifras son de 2022). La apertura política entre Irán y Arabia Saudita, mediada por Pekín en marzo de 2023, así como los indicios de que los EAU y Arabia Saudí, aliados de Estados Unidos, buscan diversificar sus vínculos políticos, demuestran el posible fin del sistema del petrodólar. Ese era el núcleo del rumor de principios de junio.

Sin embargo, no hay que exagerar esta posibilidad, ya que el régimen dólar-Wall Street sigue intacto y con un poder considerable. Los datos del Fondo Monetario Internacional muestran que, en el último trimestre de 2023, el dólar estadounidense representaba el 58,41% de las reservas de divisas asignadas, una cifra muy superior a las reservas en euros (19,98%), yenes japoneses (5,7%), libras esterlinas británicas (4,8%) y renminbi chinos (poco menos del 3%). Mientras tanto, el dólar estadounidense sigue siendo la principal moneda de facturación en el comercio mundial, con un 40% de las transacciones comerciales internacionales de bienes facturadas en dólares, a pesar de que la cuota de Estados Unidos en el comercio mundial es de solo el 10%. Aunque el dólar sigue siendo la divisa clave, se enfrenta a retos en todo el mundo, ya que la proporción del dólar estadounidense en las reservas de divisas asignadas ha disminuido de forma gradual pero constante en los últimos 20 años.

Tres factores impulsan la desdolarización: la falta de fuerza y potencial de la economía estadounidense, que comenzó con la Tercera Gran Depresión en 2008; el uso agresivo de sanciones ilegales —especialmente financieras— por parte de EE. UU. y sus aliados del Norte Global contra una cuarta parte de los países del mundo; y el desarrollo y fortalecimiento de las relaciones entre los países del Sur Global, especialmente a través de plataformas como BRICS. En 2015, los BRICS crearon el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), también conocido como el Banco de los BRICS, para navegar en un régimen post-Dollar-Wall Street y producir facilidades para fomentar el desarrollo en lugar de la austeridad. La creación de estas instituciones BRICS y el mayor uso de monedas locales para pagar el comercio transfronterizo crearon la expectativa de una desdolarización acelerada. En la cumbre de los BRICS de 2023 en Johannesburgo, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, repitió el llamamiento para aumentar el uso de las monedas locales y quizás crear un sistema monetario denominado BRICS.

Ha habido un vibrante debate sobre la desdolarización entre quienes han trabajado en las instituciones de los BRICS y en los grandes países interesados en la desdolarización, como China, sobre su necesidad, perspectivas y las dificultades de encontrar nuevas formas de mantener las reservas de divisas y facturar el comercio mundial. El número más reciente de la revista internacional Wenhua Zongheng (文化纵横), una colaboración entre el Instituto Tricontinental de Investigación Social y Dongsheng, está dedicado a este tema.

En la introducción “Los BRICS y el desafío de la desdolarización” (vol. 2, nº 1, mayo de 2024), Paulo Nogueira Batista Jr, primer vicepresidente del BND (2015-2017), resume sus reflexiones sobre la importancia de alejarse del régimen dólar-Wall Street y sobre las dificultades políticas y técnicas de tal transición. El BRICS —afirma correctamente— es un grupo diverso de países con fuerzas políticas muy diferentes al frente de los distintos Estados. Las agendas políticas de sus miembros —incluso con el nuevo estado de ánimo en el Sur Global— son particularmente diversas cuando se trata de teoría económica, ya que muchos de los estados BRICS siguen comprometidos con fórmulas neoliberales mientras que otros buscan nuevos modelos de desarrollo. Uno de los puntos más importantes planteados por Nogueira es que Estados Unidos “muy probablemente utilizará todos los instrumentos a su disposición para luchar contra cualquier intento de destronar al dólar de su condición de eje del sistema monetario internacional”. Estos instrumentos incluirían sanciones y amenazas diplomáticas, todo lo cual mermaría la confianza de los gobiernos que tienen compromisos políticos más débiles y no están respaldados por movimientos populares comprometidos con un nuevo orden mundial.

La desdolarización avanzó a un ritmo muy lento hasta 2022, cuando los países del Norte Global comenzaron a confiscar los activos rusos mantenidos en el sistema financiero dólar-Wall Street y se extendió la ansiedad en muchos países sobre la seguridad de sus activos en los bancos norteamericanos y europeos. Aunque esta confiscación no era nueva (Estados Unidos ya lo había hecho antes con Cuba y Afganistán, por ejemplo), la escala y la severidad de estas confiscaciones operaron como una medida “destructora de la confianza”, como señala Nogueira.

A la introducción de Nogueira le siguen tres ensayos de destacados analistas chinos sobre los actuales cambios en el orden mundial. En “¿Qué impulsa el debate sobre la desdolarización entre los países BRICS?”, el profesor Ding Yifan (investigador principal del Instituto Taihe de Pekín) describe las razones por las que muchos países del Sur Global ahora buscan comerciar en monedas locales y liberarse de su dependencia del régimen dólar-Wall Street. Destaca dos factores que ponen en duda que el dólar pueda seguir sirviendo de moneda ancla: en primer lugar, la debilidad de la economía estadounidense debido a su dependencia del gasto militar frente a la inversión productiva (el primero representa el 53,6% del total del gasto militar mundial) y, en segundo lugar, el historial de incumplimiento de contratos por parte de Estados Unidos. Al final de su artículo, Ding reflexiona sobre la posibilidad de que los países del Sur Global acepten el renminbi chino (RMB) como moneda de referencia, ya que las capacidades manufactureras de China hacen que el RMB sea valioso como forma de comprar productos chinos.

Sin embargo, en su ensayo “Las reservas de divisas de China: desafíos de seguridad pasados y presente”, el profesor Yu Yongding (miembro de la Academia China de Ciencias Sociales) se muestra cauto sobre la posibilidad de que el RMB suplante al dólar. Para que el RMB se convierta en moneda de reserva internacional, Yu argumenta que “China debe cumplir una serie de condiciones previas, entre ellas establecer un mercado de capitales sólido (especialmente un mercado de bonos del tesoro profundo y de gran liquidez), un régimen de tipo de cambio flexible, flujos de capital transfronterizos libres y crédito a largo plazo en el mercado”. Esto significaría que China tendría que renunciar a sus controles de capital y empezar a ofrecer bonos del Tesoro en RMB a compradores internacionales. La internacionalización del RMB, sostiene Yu, “es un objetivo que merece la pena perseguir”, pero no es algo que pueda tener lugar a corto plazo. “El agua lejana no saciará la sed inmediata”, escribe poéticamente.

Entonces, ¿a dónde vamos? En su artículo “De la ‘reducción de riesgos’ a la desdolarización: la moneda de los BRICS y el futuro del orden financiero internacional”, el profesor Gao Bai, que imparte clases en la Universidad Duke de Estados Unidos, coincide en que existe una necesidad acuciante de superar el régimen dólar-Wall Street y en que no hay un camino fácil en estos momentos. Se ha extendido el uso de la moneda local —como entre Rusia y China, así como entre Rusia e India—, pero estos acuerdos bilaterales son insuficientes. Cada vez más, como muestra un informe reciente del Consejo Mundial del Oro, los bancos centrales de todo el mundo han estado comprando oro para sus reservas y, por tanto, haciendo subir su precio (el precio al contado del oro supera los 2.300 dólares por onza, muy por encima del precio de 1.200 dólares por onza en el que rondó en 2015). Si no se dispone de una moneda inmediata que sustituya al dólar estadounidense, argumenta Gao, entonces los países del Sur Global deberían establecer un “valor de referencia para las liquidaciones en sus monedas locales y una plataforma de intercambio que respalde dichas liquidaciones. La gran demanda de una referencia de valoración de este tipo brinda una oportunidad para la creación de una moneda BRICS”.

El nuevo número de Wenhua Zongheng ofrece una evaluación clara y reflexiva de los problemas del régimen dólar-Wall Street y de la necesidad de una alternativa. El amplio abanico de ideas que se ponen sobre la mesa refleja la diversidad de los debates que tienen lugar en los círculos políticos de todo el mundo. Queremos resumir estas ideas y comprobar su viabilidad técnica y su viabilidad política.

Es importante señalar que dos de los países BRICS han elegido nuevos gobiernos este año. En India, el gobierno de extrema derecha dirigido por el primer ministro Narendra Modi vuelve al poder, pero con un mandato mucho más limitado. Dado que el gobierno de Modi ha planteado una política de “interés nacional”, es probable que siga desempeñando un papel en el proceso de los BRICS y que utilice las divisas locales para comprar bienes como el petróleo ruso. Mientras tanto, la alianza oficialista de Sudáfrica, encabezada por el partido Congreso Nacional Africano (CNA), ha formado gobierno con la derechista Alianza Democrática, comprometida con el imperialismo estadounidense y poco partidaria de la agenda de los BRICS. Con la probable entrada de Nigeria en el bloque BRICS, el centro de gravedad del BRICS en el continente africano podría desplazarse hacia el norte.

Durante los duros años de lucha contra el gobierno del apartheid en Sudáfrica, Lindiwe Mabuza —conocida como Sono Molefe y miembro del CNA— empezó a recopilar poemas escritos por mujeres de los campamentos del CNA. Guerrilleras, maestras, enfermeras y otras mujeres enviaron poemas que ella publicó en un volumen titulado Malibongwe (‘Alabado seas’), que hacía referencia a la Marcha de las Mujeres de 1956 en Pretoria. En su ensayo introductorio, Mabuza (1938-2021) escribió que en la lucha “no hay romanticismo”, solo hay “la martilleante realidad”. Esa frase, “la martilleante realidad”, merece hoy una reflexión. Nada surge de la nada. Hay que aporrear a la realidad para crear algo, ya sea una nueva apertura política en lugares como India y Sudáfrica o una nueva arquitectura financiera más allá del régimen del dólar y Wall Street.

Cordialmente,

Vijay

8. Resumen de la guerra en Palestina, 21 de junio

Hoy no hay resumen de Mondoweiss. Os paso solo el de Haaretz.

https://www.acro-polis.it/

HAARETZ: Esto es lo que hay que saber 259 días después del comienzo de la guerra De A D
Los residentes de Gaza y el ejército israelí dijeron que las FDI atacaron zonas de toda la Franja y entablaron combates cuerpo a cuerpo con miembros de Hamás. En una protesta frente a la casa de Netanyahu, la madre de un israelí cautivo en Gaza dijo que no permitirá que el Primer Ministro «juegue a la política mezquina a costa de los rehenes». El Departamento de Estado de EEUU dijo que una reacción pública contra un vídeo de Netanyahu -en el que criticaba a EEUU por retrasar los envíos de armas a Israel- no sería «productiva». Armenia reconoce oficialmente el Estado palestino.

Lo que ha pasado hoy

GAZA: Los residentes de Gaza y el ejército israelí afirmaron el viernes que las FDI atacaron zonas de toda la Franja y libraron combates cuerpo a cuerpo con combatientes de Hamás. El avance israelí se centra en dos zonas: Rafah y los alrededores de Deir al-Balah, en el centro de Gaza.

Según la Media Luna Roja Palestina, 18 palestinos murieron y 35 resultaron heridos en un ataque israelí contra tiendas de desplazados en Rafah.

El director del hospital Al-Ahli, Dr. Fadel Naim, dijo que unas 30 personas murieron el viernes a manos de las fuerzas israelíes en varios lugares de la ciudad de Gaza.

El ejército israelí afirmó haber destruido el jueves una base de lanzamiento de cohetes de la Yihad Islámica palestina en la zona humanitaria de Jan Yunis. Las IDF también afirmaron haber matado a un operador de drones de Hamás durante la semana pasada.

El Pentágono informó el jueves de que el muelle flotante del ejército estadounidense frente a Gaza ha reanudado la entrega de ayuda humanitaria. Según el Mando Central de EEUU, se han descargado 656 toneladas de ayuda desde que el muelle temporal fue anclado de nuevo.

Casi 70 legisladores demócratas instaron al gobierno de Biden a considerar la posibilidad de abrir vías para que los palestinos obtengan el estatuto de refugiado en Estados Unidos, en particular para aquellos que ya tienen familia en el país.

Hasta el jueves, al menos 37.431 palestinos habían muerto y 85.653 habían resultado heridos desde el comienzo de la guerra, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, controlado por Hamás.

«El gobierno y el ejército son incapaces de salir de la profunda trampa estratégica en la que están atrapados desde el 7 de octubre. No se vislumbra ningún plazo en el horizonte: ni para la devolución de los rehenes, ni para el colapso de Hamás (un objetivo casi imposible de alcanzar), ni para el regreso a casa de los israelíes que viven a lo largo de la frontera norte.» – Amos Harel

OBSTÁCULOS: El primer ministro qatarí, Mohammed bin Abdulrahman, declaró que se han producido avances en las negociaciones para el alto el fuego en Gaza, pero que siguen existiendo diferencias entre Israel y Hamás.

EE.UU.-ISRAEL: En respuesta a los comentarios de la Casa Blanca -que calificó de «decepcionante» y «molesto» un vídeo del primer ministro Netanyahu en el que criticaba a Estados Unidos por retrasar los envíos de armas- Netanyahu escribió en X: «Estoy dispuesto a sufrir ataques personales mientras Israel reciba de Estados Unidos la munición que necesita en la guerra contra su existencia.» El portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Matthew Miller, advirtió el jueves de que una reacción pública sobre el asunto no sería «productiva».

Netanyahu continuó diciendo que consideraba necesaria la publicación del vídeo porque las conversaciones mantenidas por funcionarios israelíes y estadounidenses y las conversaciones que Netanyahu mantuvo con Biden no condujeron a una solución del problema del retraso en los envíos.

El senador republicano Tom Cotton criticó el retraso en la entrega de las armas a Israel, diciendo a Biden que «está jugando con el honor de la nación y la seguridad de nuestro aliado».

El representante demócrata Ritchie Torres lanzó una rara crítica a Netanyahu en referencia al vídeo, afirmando que «los desacuerdos deben tratarse en privado. Hamás se envalentona incluso ante la apariencia de una relación rota».

El director del Financial Times, Ed Luce, pidió al Congreso que rescindiera la invitación de Netanyahu para dirigirse a los legisladores, afirmando: «Estoy verdaderamente perplejo de por qué personas como el líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, han aceptado que Netanyahu hable.

«La Casa Blanca no sabe cómo responder a los trucos y bromas de Netanyahu. Saben muy bien con quién y con qué están tratando y, sin embargo, se sorprenden cada vez que ocurre.» – Yossi Verter

LÍBANO: La CNN ha informado de que funcionarios estadounidenses han expresado su preocupación por que las defensas aéreas de Israel en el norte, incluido el sistema Cúpula de Hierro, se vean desbordadas en caso de guerra total con Hezbolá.

El Departamento de Estado norteamericano informó de que el Secretario de Estado, Antony Blinken, subrayó la necesidad de evitar una nueva escalada en Líbano durante la reunión que mantuvo el jueves con responsables israelíes.

Al advertir contra una escalada entre Israel y Hezbolá, el jefe de la ONU, Antonio Guterres, declaró el viernes que «los pueblos del mundo no pueden permitir que el Líbano se convierta en otra Gaza».

ISRAEL: Más de 3.000 israelíes protagonizaron una protesta antigubernamental el jueves por la noche frente a la residencia privada de Netanyahu en Cesarea. La policía montada se desplegó por primera vez desde el 7 de octubre.

En el acto celebrado en Cesarea, Einav Zangauker -madre del rehén Matan Zangauker- dijo: «No permitiremos… [que Netanyahu] juegue a la política mezquina a costa de los rehenes».

El viernes, las FDI dieron a conocer los nombres de dos reservistas muertos en Gaza: el sargento Omer Smadga, de 25 años, y el sargento Saadia Yaakov Dery, de 27 años. El ejército dijo que tres reservistas también resultaron gravemente heridos en el mismo incidente.

El ejército israelí informó el jueves de que dos soldados israelíes de la Brigada Blindada 401 resultaron gravemente heridos por un misil antitanque en el sur de Gaza.

CISJORDANIA: Después de que el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, afirmara que en las operaciones de las FDI en Cisjordania debería utilizarse «la fuerza mínima», el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, criticó a Gallant por lo que calificó de «línea de pensamiento occidental, desconectada de la realidad».

La policía israelí ha declarado que una unidad de élite de la policía israelí ha matado a dos palestinos en la ciudad cisjordana de Qalqilya. La policía dijo que los dos eran miembros de la Yihad Islámica Palestina y que uno de ellos había planeado llevar a cabo un atentado terrorista.

ESTADO PALESTINO: El Ministerio de Asuntos Exteriores armenio declaró el viernes que Armenia reconocía oficialmente un Estado palestino. Tras esta medida, el embajador de Armenia en Israel fue convocado por el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí para una reprimenda.

Fuente: Haaretz, 21-06-2024

9. Vijay Prashad – Ilan Pappé sobre el futuro de Palestina

El pasado 18 de junio retransmitieron esta interesante discusión entre Vijay Prashad y Ilan Pappé sobre cuatro posibles escenarios para el conflicto palestino: – Solución de dos Estados en el marco de la ONU – Anexión completa de Palestina por Israel – Una Palestina y fin de Israel – Escalada a una guerra global. https://www.youtube.com/live/

Para los que no podáis seguir el inglés ni con los subtítulos automáticos, os paso la transcripción de esos subtítulos. Es absolutamente macarrónica, claro, pero menos es nada

[SLA: no reproduzco por ser lo que indica Carlos, muy macarrónica].

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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