Miscelánea 22/09/2024

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Dos siglos de revolución.
2. La crisis de la deuda en Sri Lanka.
3. La visión de Ansarallah sobre el ataque a Israel (observación de Antonio Navas).
4. Lula quiere crecer.
5. Libertad para los presos políticos indios.
6. Potere al Popolo.
7. El despertar de Alemania.
8. Una respuesta a Lander sobre Venezuela (observación de Antonio Navas).
9. El marxismo-leninismo de Sitaram Yechuri.

1. Dos siglos de revolución

Formenti hace una tardía y muy larga reseña del libro de Traverso sobre dos siglos de revolución, entre 1789 y 1989, o más bien utiliza el formato de reseña para explayarse con sus reflexiones -«estructura rapsódica», lo llama él- sobre temas como por qué las revoluciones socialistas solo triunfaron en los países «periféricos» al capitalismo.

https://socialismodelsecoloxxi.blogspot.com/2024/09/se-due-secoli-vi-sembran-pochi-la.html

SI DOS SIGLOS LE PARECEN POCO. LA HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN SEGÚN TRAVERSO

A modo de introducción

A veces ocurre que uno ve el título de un libro que acaba de salir y se dice: «Tengo que leerlo». Es lo que me ocurrió con el libro de Enzo Traverso, Rivoluzione 1789-1989. Un’altra storia (Feltrinelli). Después, el acecho de otras prioridades de lectura, unido a una obra exigente cuya versión final estuve a punto de descartar (1), pero sobre todo la exhaustiva presentación del ensayo de Traverso que pude consultar en el blog de mi amigo Alessandro Visalli (2), me hicieron aplazar la compra y luego olvidar la intención de realizarla. Sin embargo, este verano, mientras traducía el libro de Kevin Ochieng Okoth, África Roja (la edición italiana llegará a las librerías de la mano de Meltemi el próximo mes de noviembre, con un epílogo mío), me topé con una cita de la edición inglesa del texto de Traverso, y mi interés se reavivó, sobre todo porque la cita forma parte de una crítica -compartida por el escritor- a un movimiento comunista occidental que prácticamente ha ignorado la contribución de las luchas de liberación del Sur global a la renovación del marxismo. Como creo recordar que Visalli también atribuye a Traverso interesantes reflexiones sobre el tema, me he resarcido de no haberlo comprado hace un par de años, y aquí estoy para comentar la contribución del autor al análisis de dos siglos de experiencias revolucionarias.

Antes de comenzar el discurso, haré un par de observaciones preliminares para facilitar al lector la comprensión del punto de vista del escritor, así como la decisión de comprar o no el libro. En primer lugar, debo confesar que me ha sorprendido gratamente que Traverso haya publicado una obra que (también) puede considerarse una profunda investigación iconográfica sobre la producción de símbolos, imágenes y figuras (pinturas, obras de arte, fotografías, banderas, carteles, uniformes, etc.) asociados a los diversos acontecimientos revolucionarios de los siglos XVIII, XIX y XX. Un extraordinario repertorio visual que, en mi opinión, vale por sí solo la compra del volumen. Pasando al análisis histórico, político e ideológico, debo confesar, en cambio, que he encontrado cierta dificultad para organizar mis reflexiones críticas, debido a que algunas de las ideas de Traverso que suscribo casi en su totalidad se entremezclan con valoraciones y juicios que considero insuficientes, o con los que discrepo. Esta coexistencia de impresiones positivas y críticas ha influido en la estructura rapsódica del texto que van a leer, así como en las repeticiones debidas a que los mismos temas se abordan desde distintos puntos de vista en diferentes partes.

¿Un Marx constructivista?

Creo que la aportación más interesante de Traverso consiste en la distinción entre dos regímenes discursivos distintos, si no incompatibles, que se encuentran en la obra de Marx. En particular, según Traverso, habría un Marx «determinista», que surge sobre todo de los textos fundacionales de la Crítica de la economía política, y un Marx «constructivista», cuyas ideas se encuentran sobre todo en los escritos histórico-políticos, como18 Brumaio y otras reflexiones sobre el ciclo de las luchas revolucionarias en la Francia del siglo XIX (3)

En la tendencia determinista del fundador del comunismo, sostiene Traverso, influyó el contexto histórico en el que se desarrolló su análisis del capitalismo, caracterizado por el despegue del industrialismo del siglo XIX. La visión marxiana de la función «revolucionaria» del desarrollo capitalista, como motor del progreso técnico, económico, civil y cultural capaz de barrer los restos de las sociedades preburguesas (visión que emerge paradigmáticamente en el Manifiesto), sostiene Traverso, es el reflejo, si no el producto, de la aceleración del tiempo, la neutralización de las distancias geográficas y la ruptura de las barreras geopolíticas que posibilitó la revolución industrial. La metáfora de la revolución como «locomotora de la historia » refleja el papel del desarrollo tumultuoso de las redes ferroviarias que devoran el espacio gracias a la aceleración temporal (sin olvidar las nuevas tecnologías de la comunicación, empezando por el telégrafo). La concepción casi salvífica del desarrollo de las fuerzas productivas que se encuentra en ciertos escritos de Marx, escribe Traverso, pertenece a la época de la física y la termodinámica modernas, y funda una visión «teleológica» de la historia como un largo camino lineal hacia el progreso. El punto de vista economicista/determinista, inspirado en el dogma del papel central del desarrollo de las fuerzas productivas en la dirección del proceso histórico, genera a su vez la creencia en la existencia de leyes históricas «objetivas», según las cuales la transición entre los modos de producción comunista primitivo, antiguo (o asiático), feudal, capitalista y socialista es interpretada por el «materialismo histórico y dialéctico» (la versión «osificada» del método marxista nacida de la ortodoxia) como el resultado de «necesidades» inmanentes a la historia.

Esta reflexión crítica sobre las tendencias deterministas de la teoría marxista, parcialmente legitimada por el propio Marx, no carece de precedentes. Cualquiera que haya frecuentado el debate ideológico en las últimas décadas sabe que posiciones similares han surgido en varias ocasiones. Entre otras, las defendidas en varias ocasiones (4) por mí mismo similares a las formuladas por Costanzo Preve en un libro de 1984 (5) . Preve no se limitó, sin embargo, a identificar dos regímenes discursivos en el corpus marxiano: enumeró al menos tres que definió, respectivamente, como gran narrativa, determinista-naturalista y ontológico-social. El primero identifica al proletariado industrial como el sujeto histórico «objetivamente» destinado a derribar el modo de producción capitalista; el segundo toma prestado de los modelos de la ciencia del siglo XIX el concepto de comunismo como resultado «científicamente previsible» de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción; el tercero, por el contrario, excluye la existencia de automatismos teleológicos inscritos en la historia.

Dado que las dos primeras coinciden, a grandes rasgos, con la visión determinista descrita por Traverso, aunque hay que señalar que no sólo se encuentran en los trabajos «científicos» (según los criterios althusserianos) del Marx crítico de la economía política, sino que también surgen ocasionalmente en los análisis de los acontecimientos históricos contemporáneos a él. Dado que la tercera -ya presente en el pasaje de la Sagrada Familia (oportunamente citado por Traverso) en el que se dice que no es la historia la que utiliza al hombre como medio para poner en práctica sus propios fines (la astucia hegeliana de la razón) sino que es la historia la que no es más que la actividad del hombre persiguiendo sus propios fines- encuentra su formulación más admirable y lograda en la obra maestra del último Lukacs laOntología del ser social (6), donde el autor señala al trabajo como modelo de toda acción intencional humana (volveré sobre ello más adelante). El propio Lukacs muestra cómo incluso en el análisis económico marxiano hay trazas consistentes de «constructivismo». Dicho todo esto, y al margen de las distinciones que se acaban de evocar, quisiera afirmar que, al menos hasta aquí, estoy de acuerdo con las tesis de Traverso, especialmente en lo que se deduce 1) que la transición del capitalismo al socialismo no tiene un carácter espontáneo e ineluctable; 2) que todas las revoluciones trascienden sus causas «objetivas» y siguen dinámicas particulares (contingentes) que cambian el curso «natural» de las cosas; y 3) que, por estas consideraciones, no es posible en modo alguno ignorar la autonomía de lo político ( 7) respecto de los factores «estructurales » .

Notas al margen (1). Benjamin

El pensamiento «herético» de Benjamin ejerce un fuerte impacto en la visión de Traverso, que parece fascinado por la crítica radical de Benjamin a la idea ilustrado-burguesa de progreso en general y a su variante marxista en particular. En marcado contraste con la cultura de la II Internacional, hegemonizada por la socialdemocracia alemana, y la visión «gradualista» de una transición al socialismo jalonada de reformas «progresistas» capaces de mejorar las condiciones materiales y el nivel sociocultural de la clase obrera, Benjamin consideraba estos «pasos adelante» como otros tantos clavos en el ataúd de cualquier perspectiva de cambio revolucionario. Al mismo tiempo, aunque apreciaba el giro revolucionario del XVII, Benjamin discrepaba del «modernismo» de sus dirigentes. Si Marx había visto la revolución como la locomotora de la historia, y si Lenin afirmaba que el socialismo en Rusia nacería de la combinación de los soviets y la electrificación, Benjamin invirtió la metáfora, equiparando la revolución con el freno de mano al que se aferra el pueblo para detener la carrera hacia el abismo de crisis y guerras provocadas por el «progreso» capitalista. El suyo, escribe Traverso, era un materialismo histórico antipositivista que aniquilaba la idea de progreso (8).

Refiriéndose en particular a las «Tesis sobre la Historia», Traverso insiste en el punto de vista de Benjamin que, contrariamente al historicismo, que liquida el pasado como un proceso irreversiblemente realizado (aunque hay que precisar que esta crítica no es extensible a la cultura marxista en general), cree que se cierne en el presente (piénsese en la imagen del Angelus Novus) y puede resucitar, redimiendo a los vencidos y oprimidos de cada época y reintegrando sus historias en el acontecimiento revolucionario presente (de ahí la otra metáfora de la revolución como un tigre que salta al pasado). Contra la crítica que ve a Benjamin como un pensador idealista y conservador, Traverso objeta que, al formular su proyecto de «salvar la historia», este brillante hereje no pretendía en absoluto «volver atrás y repetirla», sino una forma de cambiar el presente que pudiera salvar el pasado.

La revolución rusa: ¿marxismo oriental frente a marxismo occidental?

A diferencia de Domenico Losurdo (9), Traverso parece convencido de que la cultura bolchevique, a partir de Lenin y Trotski, era indiscutiblemente occidentalista. El hecho de que la Revolución de Octubre fuera, en palabras de Gramsci, «una revolución contra el Capital», en el sentido de que no respetó el «canon» marxista formulado a finales del siglo XIX por Engels y Kautsky, que excluía la posibilidad de realizar el socialismo en un contexto de atraso de las fuerzas productivas, como el ruso a principios del siglo XX, no parece socavar esta convicción.

Quizás por eso su simpatía parece ir más hacia Trotsky que hacia Lenin aunque, por lo que he leído, no creo que se le pueda llamar trotskista (al menos en sentido estricto). Lo que le fascina de Trotsky parece ser, sobre todo, el concepto de revolución permanente y el intento de identificar los factores «objetivos» que hicieron posible la revolución con la copresencia de formaciones sociales en diferentes niveles de evolución histórica (volveré sobre este punto cuando hable de las revoluciones del Tercer Mundo). En cuanto a Lenin, Traverso parece apreciar sobre todo al Lenin «antiautoritario» de Estado y revolución (10), en la medida en que, siguiendo la estela de Marx, señala a la Comuna de París como el modelo de un poder popular «sin Estado». En efecto , esa obra vuelve a proponer la visión decimonónica -compartida por marxistas y anarquistas- de una revolución destinada a destruir la idea misma de un poder soberano, aunque la concepción marxiana, y más aún la engelsiana, prefiriera razonar sobre la extinción más que sobre la abolición del Estado. El libro de Traverso, por otra parte, carece de un estudio en profundidad del pensamiento posrevolucionario de Lenin (sorprende la ausencia de una reflexión sobre la experiencia de la NEP, decisiva para analizar las formas inéditas de transición socialista actualmente en curso, empezando por la China posmaoísta).

Dicho esto, Traverso no cae en la trampa de los intelectuales postcomunistas que querrían ver en Lenin al precursor del «totalitarismo» comunista (por cierto, hay que alabarle su negativa tajante a aceptar la absurda asociación entre fascismo y comunismo, de la que recientemente ha sido culpable el Parlamento Europeo, con la complicidad de la mayoría del mundo intelectual «izquierdista»). Su atención se centra más bien en la militarización de la lucha de clases asociada a la guerra civil de los años 18, 19 y 20 (militarización a la que Trotsky contribuyó no menos que Lenin…) y a la concentración del poder en manos del partido en detrimento de la democracia de los soviets. Y he aquí una tesis que vuelve en todos los análisis que Traverso dedica a los procesos revolucionarios que considera – tesis que puede resumirse en una afirmación cuando menos «fuerte»: la tradición revolucionaria es la contradicción insoluble (subrayado mío) entre un momento extático de autoliberación y su inevitable (ídem como arriba) transformación en acción organizada. Y de nuevo: la emergencia de los símbolos y las instituciones de una nueva soberanía se corresponde inevitablemente con el reflujo y la invisibilidad de la multitud a la que teóricamente representan (de nuevo, la cursiva es mía).

Resumiendo: poniendo entre paréntesis la sintomática referencia al concepto negro de multitud (11) , Traverso parece indicar en la prevalencia del momento organizativo y en la «condensación» del poder popular en nueva soberanía estatal las causas fundamentales de la degradación del proyecto revolucionario . Cuidado, sin embargo: en ninguna parte de su obra se asocia esta degradación al concepto de contrarrevolución. La línea obrerista/populista de Stalin, bien descrita por Rita di Leo (12), que pretendía sustituir a la vieja dirección bolchevique, de origen burgués e ideológicamente cosmopolita, por nuevos cuadros dirigentes de extracción obrera y campesina, siempre ha reunido el consenso de la mayoría del pueblo ruso, como confirmó la gran movilización patriótica contra el nazismo. La cuestión es que todo el análisis de Traverso sobre la revolución bolchevique hasta su fracaso a finales del siglo XX adolece de una flagrante contradicción. Por un lado, se nos dice, en sintonía con la opción antideterminista recordada anteriormente, que la degradación de la Revolución del 17 no era ineluctable, no estaba «escrita en las estrellas», por otro lado, como acabamos de ver, se habla de la prevalencia inevitable del momento organizativo y del eclipse igualmente inevitable de la multitud por el nuevo poder soberano.

Intentaré ampliar este punto más adelante, razonando sobre las revoluciones del Tercer Mundo. Por el momento, me gustaría retomar la cuestión sobre el marxismo de los bolcheviques: ¿occidental u oriental? Sobre el occidentalismo de Trotsky no hay duda, su punto de vista, como reitera Traverso, era que el socialismo no era la negación sino la superación dialéctica del capitalismo y su civilización. En otras palabras, su pensamiento era interno a la propia visión eurocéntrica de Marx (superada en la última década de su vida), que había imaginado que la expansión capitalista salvaría a continentes enteros de la barbarie, el arcaísmo y el estancamiento económico. Incluso en Lenin no faltan elementos de occidentalismo, desde la consigna sobre los soviets a la electrificación pasando por la exaltación del taylorismo (compartida por Gramsci), sin embargo su teoría del imperialismo, que ampliaba el escenario de la lucha de clases a las luchas de liberación nacional de los pueblos coloniales, iba en dirección contraria al desplazarel eje del conflicto mundial del polo noroeste al polo sudeste (la conferencia de los pueblos coloniales celebrada en Bakú por iniciativa del régimen soviético sembró las semillas del espíritu de Bandung que germinarían después de la Segunda Guerra Mundial).

Notas al margen (2). Cultura revolucionaria e imaginería «sobrehumana»

Si hay una corriente de la cultura soviética que pueda definirse con razón como occidentalista, es sin duda la de cierto tipo de vanguardia artística y (pseudo) científica, así como imbuida de un imaginario utópico que, por un lado, presenta un estrecho parentesco con el futurismo italiano y europeo y su exaltación de la técnica y la velocidad, y por otro, anticipa el imaginario de la ciencia ficción angloamericana, hasta las corrientes más recientes del ciberpunk y los sueños «transhumanistas» (13) de hibridación hombre-máquina; todo ello mezclado con esperanzas y expectativas apocalípticas y proféticas. Tanto es así que, al analizar el fenómeno, Traverso cuestiona con razón el análisis de Koselleck (14) sobre el utopismo moderno como residuo secularizado de aspiraciones escatológicas. Traverso cita a este respecto, entre otros, al pionero de la ciencia ficción rusa Bogdanov (15) y a otros exponentes del grupo de los llamados «constructores de dioses». Estos círculos culturales anunciaban un futuro en el que la ciencia se convertiría en todopoderosa, hasta el punto de conceder la inmortalidad a nuestra especie. Incluso Trotsky, recuerda Traverso, presagiaba una época en la que «el hombre se acostumbrará a ver el mundo como arcilla dócil que debe ser moldeada en formas vitales cada vez más perfectas».

Personalmente creo que este aflato profético, claramente inspirado en temas judeocristianos y gnósticos secularizados, alcanzó su cima más significativa en un autor como Ernst Bloch, quien, en el monumental Principio esperanza (16), explota las escasas y reticentes alusiones marxianas a la realidad futura del socialismo forzando sus consonancias con los anuncios religiosos de un paraíso terrenal por venir. Así, como he mencionado en otro lugar (17), habla de «un único movimiento hacia adelante en el mundo transformable y que implica la felicidad», «de la quietud del fin de la historia», de un futuro similar a la «tierra donde fluyen real y simbólicamente la leche y la miel» anunciada por todas las religiones superiores, del devenir «auténticamente humano» del individuo emancipado del individualismo burgués en una comunidad socialista sin Estado, para llegar finalmente a imaginar el borrado de la frontera entre el hombre y la naturaleza a la cabeza de un movimiento dialéctico en el que esta última cumpliría su propio fin inmanente (evocando sugerencias místicas à la Teilhard de Chardin) haciéndolo todo posible, incluso la abolición de la muerte.

Qué decir de estas visiones, salvo que estaban destinadas a chocar con la realidad del proceso concreto de construcción de una sociedad socialista en las duras condiciones de la época (no es casualidad que Bloch, decepcionado por la realidad en cuestión, regresara a Occidente). Me parece que el divorcio entre el comunismo occidental y el oriental también tiene que ver con esta estridente diferencia, no menos que con la represión estalinista de la intelectualidad revolucionaria.

¿Libertad positiva o libertad negativa?

Había advertido al lector de que se encontraría con alguna repetición, y de hecho debo reiterar inmediatamente la observación hecha anteriormente: Traverso tiene el mérito de dejar salir por la puerta el determinismo estructural (economicista), tras lo cual lo vuelve a dejar entrar por la ventana en forma de determinismo «superestructural» (el partido, el Estado, las instituciones y otras formas organizativas ahogan inevitablemente la iniciativa autónoma de las multitudes). Lo vimos en la reconstrucción histórica de la revolución rusa, lo volvemos a ver en esta discusión sobre la crítica de los regímenes revolucionarios en la medida en que ahogan la democracia y la libertad.

Por un lado, Traverso aborda el tema con simpatía: se niega a definir el régimen estalinista como una contrarrevolución, añadiendo que nunca apareció en el horizonte una alternativa «de izquierdas» creíble a ese régimen, de modo que si los bolcheviques hubieran sido derrotados, habría triunfado un régimen fascista. Es más: añade que la crítica libertaria rara vez (ruego corregir: ¡nunca!) explica cómo las revoluciones pueden preservar la libertad completa sin ser derrocadas. Pero si esto es cierto, Lenin tenía razón al contrarrestar la crítica de Luxemburg -que acusaba a los bolcheviques de fetichizar el momento revolucionario descuidando las reglas necesarias para establecer la libertad como un orden duradero- diciendo que si la hubieran escuchado los contrarrevolucionarios los habrían barrido.

Abro aquí un paréntesis sobre las revoluciones bolivarianas (Venezuela, Bolivia y Ecuador en particular), ya que confirman plenamente lo que se acaba de afirmar. Todos estos regímenes revolucionarios llegaron al poder por medios legales (es decir, ganando elecciones) tras lo cual, habiendo mantenido las reglas de la democracia representativa (aunque las nuevas constituciones instituyeron formas inéditas de democracia directa y participativa), se vieron expuestos a contraofensivas reaccionarias apoyadas por el imperialismo occidental (EE.UU. y UE) que, en el caso de Ecuador, lograron restaurar un régimen neoliberal (18), en Venezuela fracasaron sólo gracias al apoyo de las fuerzas armadas dirigidas por oficiales progresistas, mientras que en Bolivia varios intentos de golpes militares se vieron frustrados por el amplio consenso de una población con amplia mayoría de etnia indígena.

Razonando sobre esta ola contrarrevolucionaria, el ex vicepresidente boliviano Álvaro Linera (19) destaca cómo las «izquierdas» libertarias, aunque incapaces -véase más arriba- de señalar alternativas políticas a los regímenes revolucionarios en el poder, se han puesto de hecho del lado de las oposiciones de derecha, en nombre de la «restauración de la democracia» (que nunca ha sido formalmente cuestionada). Frente a estas posiciones, Linera las atribuye a una visión demonizadora del poder político como tal, que ignora la necesidad de resolver el problema de su gestión si realmente se quieren cambiar las cosas. Traverso parece estar de acuerdo cuando afirma que durante las revoluciones árabes la cuestión del poder resultó ineludible. Pero luego retrocede ante el espectro de la soberanía. En la medida en que las revoluciones son una violencia que destruye el derecho tradicional y constituye la premisa para el surgimiento de una nueva soberanía, argumenta, se crea un vacío: por un lado, el poder democrático y popular es difuso e irrepresentable, por otro, el poder de la organización revolucionaria (el partido y las nuevas instituciones políticas) se concentra llenando este vacío y neutralizando/descubriendo el poder popular.

Por cierto, este riesgo no sólo inquieta a Traverso: autores no sospechosos de democratismo, como Costanzo Preve y Domenico Losurdo, expresan el mismo tormento, que el primero exorciza evocando la perspectiva de la comunidad de productores libres independientes (2), mientras que el segundo, tras rechazar la solución marxista que contrapone la libertad positiva (la libertad de actuar, la libertad revolucionaria o, si se quiere, constituyente), a la libertad negativa (la libertad del individuo burgués frente a las coacciones exteriores, es decir, la libertad de mercado), parece retomar la crítica de Bobbio a la falta de democracia de los regímenes socialistas e invita a los comunistas a aprovechar los mejores aspectos de la cultura liberal (21).

Concluiré este punto poniendo entre paréntesis esta contradicción y reconociendo a Traverso el mérito de haber criticado lúcidamente las ideas de dos monstruos sagrados como Foucault y Hannah Arendt en su reflexión sobre la libertad. Partiendo de la «microfísica» del poder, y de la reconceptualización de la resistencia como el desarrollo de prácticas que no se oponen al poder sino que redirigen sus efectos desde dentro, Foucault acabó aterrizando en las «tecnologías del yo», expresando simpatías cada vez más claras por el individualismo y el neoliberalismo, sin haberse interesado nunca, por este camino, por las revoluciones, ni clásicas ni contemporáneas. En cuanto a Hannah Arendt, exaltada como crítica del totalitarismo e inspiradora de aspiraciones de emancipación individual, Traverso desenmascara sus ideas radicalmente conservadoras y elitistas. Su contraste entre la Revolución Americana, que instituyó la libertad republicana, y que la filósofa exalta glosando su indiferencia ante la esclavitud y su espíritu íntimamente oligárquico, y la Revolución Francesa, cuyo supuesto fracaso se debió a su voluntad de aunar libertad y emancipación social, refleja un profundo desprecio por las masas populares. La democracia radical de Rousseau, y más aún el igualitarismo social-comunista, son así descartados como premisas del totalitarismo, mientras se afirma que la política sólo puede ejercer sus fines más nobles y elevados separándose de la interferencia de las reivindicaciones y demandas sociales.

¿Por qué el socialismo sólo gana en el Sur?

No es casualidad que uno de los escasos autores blancos, entre los cientos de estudiosos africanos, antillanos y afroamericanos, citados por Kevin Ochieng Okoth en África Roja (véase más arriba) sea Traverso. Aunque su libro trata principalmente de las revoluciones «atlánticas», con la excepción de la rusa, Traverso también dedica muchas páginas interesantes a las revoluciones del Sur Global, empezando por las revoluciones mexicana y haitiana (que precedieron en casi dos siglos a las demás luchas por la liberación nacional del dominio colonial). De nuevo, en sus análisis encontré muchas ideas compartibles junto con «agujeros» que reflejan, en mi opinión, la dificultad de liberarse completamente del legado eurocéntrico. Empezaré por lo primero.

En primer lugar, Traverso es uno de los pocos estudiosos occidentales de formación marxista que -tras el giro anti ‘tercermundista’ de los movimientos sociales que maduró a finales de los años setenta y que fue provocado por el desencanto generado por los acontecimientos posrevolucionarios en Cuba, Vietnam y Argelia, y por el fracaso de la Revolución Cultural china- siguió cuestionando las razones por las que las únicas revoluciones socialistas victoriosas se produjeron en el Sur global, mientras que las intentadas en los países capitalistas avanzados fueron abortadas. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, la cuestión fue abordada por autores como Baran y Sweezy, que habían retomado -aunque con otros argumentos- la tesis de Rosa Luxemburgo sobre la relación entre acumulación capitalista en los centros y subdesarrollo en las periferias. Posteriormente, autores como Samir Amin, Giovanni Arrighi, Gunder Frank e Immanuel Wallerstein, la «banda de los cuatro», como la define Alessandro Visalli en Dependence (22, dieron continuidad (en la sustancial indiferencia del marxismo «mainstream»).

Veamos cómo trata Traverso el tema sucesivamente. Aunque no lo explicita ni profundiza lo suficiente, me parece que su punto de vista tiene en cuenta los límites intrínsecos del estatus material y de la «antropología» del proletariado occidental: demasiado «rico» (también gracias a los márgenes creados por la dominación imperial sobre el resto del mundo) y demasiado hibridizado con las costumbres y valores de una clase media que ha crecido desmesuradamente gracias a los procesos de terciarización productiva (fenómeno completamente imprevisto por el análisis marxista «clásico»). Por ello, las revoluciones nunca han sido «puramente» proletarias, sino que han tenido como protagonistas a masas populares formadas por proletarios coaligados con otras clases (principalmente campesinos) y otros grupos sociales (intelectuales pequeñoburgueses y pequeños empresarios).

Esta verdad ya había surgido en el curso de la revolución mexicana, que tuvo como columna vertebral a las comunidades comunistas basadas en la propiedad colectiva de la tierra -véanse las reflexiones del difunto Marx sobre la obscina rusa, no sorprendentemente citadas por muchos marxistas latinoamericanos (23)- y ha sido confirmada innumerables veces. Dado que los comunistas ortodoxos latinoamericanos han ignorado sistemáticamente el potencial subversivo de los pueblos indígenas, las revoluciones en el subcontinente han adquirido a menudo un carácter «populista», dirigidas por líderes y partidos emergentes que, por el contrario, han sabido explotar ese potencial subversivo y ponerlo al servicio de amplias coaliciones antiimperialistas. También gracias a la contribución de intelectuales marxistas «heréticos», empezando por el peruano Mariátegui (24), que ya en la primera mitad del siglo XX había comprendido que el marxismo no debía «importarse» de Occidente sino fundirse con la tradición ancestral del comunismo incaico. Y de nuevo con el boliviano Álvaro García Linera (25) que describe a las comunidades ancestrales andinas como una clase revolucionaria sui generis, «antropológicamente» anticapitalista. O finalmente, para cambiar de continente, con el guineano Amílcar Cabral, cuyo proyecto revolucionario preveía un proceso de transición al socialismo articulado en tres fases: en la primera la lucha sería dirigida por la clase-nación, en la segunda se pondrían de relieve los conflictos de clase dentro y fuera del frente antiimperialista, y en la tercera la construcción del socialismo también se llevaría a cabo gracias al ‘suicidio’ de las vanguardias pequeñoburguesas y su disolución en las masas populares.

Pero Traverso destaca otro aspecto esencial de estas revoluciones «heréticas» (según el canon marxista ortodoxo): no es sólo una cuestión de composición de clase, es también (si no sobre todo) una cuestión de tradiciones culturales. En Asia, África y América Latina, el marxismo sólo pudo convertirse en una fuerza hegemónica hibridándose con las culturas indígenas. Confucianismo, budismo y taoísmo en China, islamismo en Indonesia, diversas formas de indigenismo en África y América Latina. Los comunistas chinos de la primera hora eran occidentalistas radicales y fieles al dogma de la revolución proletaria (así como a la línea dictada por la Tercera Internacional estalinista), pero tras la derrota de los levantamientos obreros abrazaron la línea «campesina» de Mao, que les llevó a la victoria (y hoy, añadiría yo, están cada vez más orgullosos de su herencia confuciana). Por eso el comunismo del tercer mundo se presenta, según la metáfora de Traverso, como un mosaico de comunismos.

Aquí termina la sintonía, porque las reflexiones de Traverso encallan en los bajos fondos de los prejuicios internacionalistas (léase cosmopolitas) y universalistas de la vanguardia intelectual occidental, no sin contradicciones que dan esperanzas para futuros replanteamientos críticos: por un lado, Traverso escribe que, a pesar de su manifiesto universalismo y dimensión global, las revoluciones suelen (¡yo diría que siempre!) inscribirse en una herencia nacional, y argumenta que esta deriva «nacionalista», así como el hecho de que en su mayoría fueran concebidas como guerras libradas por ejércitos de liberación, es la causa fundamental de que acabaran dando lugar a dictaduras de partido; por otro lado, dice que el indigenismo revolucionario de Mariátegui no estaba dictado por la nostalgia de un pasado arcaico, y admite que «en determinadas circunstancias históricas» (sin especificar cuáles) la idea de nación puede encarnar el espíritu de libertad. Por cierto, registré la misma incoherencia en el libro de Okoth, que por un lado reprocha a los críticos de los movimientos de liberación no saber indicar alternativas a la necesidad de constituirse como nación en un mundo de naciones, y por otro salva su alma ‘de izquierdas’ citando la frase de Negri de que el Estado-nación es el ‘regalo envenenado’ de las revoluciones de los pueblos coloniales.. .

¿Intelectuales orgánicos o bohemios?

Esto nos lleva a la parte del libro de Traverso en la que siento mayor distancia. Me refiero al largo capítulo sobre los intelectuales revolucionarios en el que, puede que me equivoque, pero me parece que el autor intenta redimir a esa capa de simpatizantes y/o militantes de los movimientos revolucionarios que los intelectuales «orgánicos» (hablaremos de este término más adelante) han tachado a menudo de «pequeñoburgueses».

Traverso describe una serie de figuras que desempeñaron papeles más o menos significativos en los movimientos revolucionarios de los casi dos siglos examinados por el libro, intentando de alguna manera extraer una especie de ideal-tipo, más o menos estable a lo largo del tiempo, hasta el punto de casi convertirlos en una (pseudo)clase social connotada por características ideales más que sociales. Entre los rasgos más comunes destaca el alto porcentaje de miembros de la comunidad judía de la diáspora, ajenos a las particularidades nacionales, portadores de una cultura cosmopolita e imbuidos de valores abstractos como la justicia, la igualdad y la libertad; grupos minoritarios de «parias» (artistas y escritores de vanguardia, negros, feministas, bohemios), «parias» por elección y lumpenproletarios del pensamiento (autodidactas reacios a ser enjaulados por la institución universitaria y las filas de la industria cultural). Todos ellos, obligados a menudo a desplazarse con frecuencia para escapar de la represión o ganarse la vida, son portadores de un espíritu cosmopolita y antinacionalista.

Me parece evidente que Traverso simpatiza mucho más con esta congregación compuesta -y hasta cierto punto imaginaria, ya que no tiene en cuenta las mutaciones históricas y culturales que la han transformado de vez en cuando- que con la categoría gramsciana de intelectual orgánico. Probablemente porque Gramsci identificaba tal figura con un estrato intelectual «autoproducido» por la vanguardia obrera políticamente organizada, algo demasiado próximo al «revolucionario profesional» teorizado por Lenin (a quien, como hemos visto, Traverso acusa de haber anulado la democracia de los consejos). Aunque, por poco que parezca amar a Gramsci, Traverso tiene el mérito de denunciar los estragos que el PCI, empezando por Togliatti, hizo de conceptos como hegemonía, bloque histórico y guerra posicional, convirtiéndolos en una especie de manifiesto del gradualismo socialista (sólo para deshacerse de ellos tras su transformación en una fuerza liberal democrática y neoliberal).

Pero volvamos a la obra. Incluso en el discurso que Traverso desarrolla sobre estas cuestiones, no faltan contradicciones e incoherencias. Por ejemplo, propone tres tipos ideales de intelectuales revolucionarios: los cosmopolitas atrincherados (como Ho Chi Min, que tras pasar la mayor parte de su vida deambulando entre Francia, Rusia y otros lugares, echó raíces en su país de origen y lo llevó a la victoria en la guerra antiimperialista), los revolucionarios telúricos (como Mao, que nunca abandonó China y se convirtió en líder indiscutible y fundador de la República Popular) y los internacionalistas desarraigados (aquí podría haber muchos ejemplos, aunque el más evidente es el Che Guevara). Pues bien, esta clasificación debería hacernos reflexionar sobre el hecho de que fueron los dos primeros los que triunfaron, mientras que el tercero fracasó sistemáticamente, por lo que, dado que este último es el que más se acerca al modelo que más parece gustar a Traverso, surge la duda de si el nuestro padece una fascinación romántica por la derrota.

Dejando a un lado las digresiones pseudopsicológicas (por las que me consideraré perdonado) vuelvo a las contradicciones. Traverso es lúcidamente consciente de la catástrofe que ha aniquilado todas las ambiciones revolucionarias en Occidente.En particular, es consciente de que: 1) que el capital ha vencido «porque ha logrado modelar nuestro habitus mental e imponerse como modelo antropológico» (26); 2) que el pensamiento crítico ha sido esterilizado en su origen confinándolo a los recintos universitarios; 3) que la lección de Marcuse (27) sobre las «contraculturas» americanas de hace unas décadas, donde ponía de relieve su manipulabilidad por las estrategias de desublimación y tolerancia represiva, sigue plenamente vigente; 4) que el objetivo de las revueltas post-sesenta y ocho no es deponer un régimen político sino cambiar a sus representantes (28). A pesar de todo esto, sale con la afirmación de que no-global, primaveras árabes, OWS, Black Lives Matter, Indignados, Syriza, chalecos amarillos, Lgbtq «son todos momentos de construcción de un nuevo imaginario subversivo (sic)». Sólo los paraguas de Hong Kong, agitados por los nietos de la burguesía compradora a sueldo del imperialismo británico, faltan en esta lista, junto con el Star Spangled Banner y la Union Jack. ¿Cómo no darse cuenta de que estos fenómenos son parte integrante del modelo antropológico mencionado, asimilado por el ala woke del capitalismo occidental?

Quienes me leen habitualmente saben que no me gustan las conclusiones. Por otra parte, en las páginas precedentes parece que he aclarado exhaustivamente tanto mis razones para estar de acuerdo como para discrepar de la obra de Traverso, que considero una de las más estimulantes que he leído en los últimos tiempos. Podría, pues, concluir aquí deseando que los nuestros logren cuanto antes deshacerse de ciertos restos de pensamiento crítico «alternativo» (tarea ardua, como puedo atestiguar personalmente, aunque goce de la dudosa ventaja de haber acumulado de diez a quince años más para enriquecer mi dote con razones para el desencanto). Sin embargo, sabiendo que a menudo se me acusa de adoptar un enfoque crítico destructivo, sin indicar soluciones alternativas (el fatídico «qué hacer») me pareció oportuno añadir, en lugar de una conclusión, el Apéndice que figura a continuación, en el que resumo lo que pienso sobre el caso chino. Por dos razones primero porque Traverso me pareció incapaz, como la mayoría de los marxistas occidentales, de ver la verdadera naturaleza de ese extraordinario experimento histórico; en segundo lugar, porque quien esto escribe, aunque ha desarrollado un profundo escepticismo ante las pretensiones universalistas de todas las teorías revolucionarias y de todos los intentos de llevarlas a la práctica, está convencido de que los actuales «socialismos imperfectos» (29), aunque no representan modelos, encarnan la posibilidad de transitar un estrecho pasaje entre la rendición a la contrarrevolución neoliberal y la repetición de los muchos errores cometidos por quienes hasta ahora han intentado cambiar el mundo.

Apéndice. China, o el elefante invisible en la cacharrería

China es el elefante que ha irrumpido en la cacharrería del equilibrio geopolítico mundial, desbaratando el proyecto estadounidense de dominación unipolar. Como tal, tanto los occidentales de derechas como los de izquierdas lo ven (y lo temen). Pero mientras que los de derechas ven la verdadera naturaleza del peligro, es decir, el hecho de que el crecimiento económico de China no haya ido acompañado de un cambio de régimen político, para los de izquierdas esta naturaleza permanece invisible, ya que eliminan la contradicción al considerar a China un país capitalista e imperialista similar a sus homólogos occidentales.

No es el caso de Traverso que, sin embargo, no comprende a su vez la naturaleza del problema. Por un lado, reconoce que no puede haber libertad sin liberación de la necesidad, consideración que comparte con un marxista poco tierno con el régimen chino como David Harvey, quien reconoce (30) que haber redimido a ochocientos millones de personas de la pobreza absoluta en un corto periodo de tiempo fue una hazaña milagrosa inexplicable según los paradigmas económicos occidentales. Por otra parte, afirma que la revolución china no fue, a diferencia de la soviética, una verdadera cesura social y política, juicio refutado, como veremos enseguida, por Giovanni Arrighi. Es más, repite el tópico de que el auge económico de países como Vietnam y China confirma que el mundo está ahora homogeneizado por el proceso de mercantilización global (tesis refutada tanto por la actual crisis de la globalización como por las causas que la provocaron). Por último, reaviva la tesis (muy querida por Negri y sus discípulos y de sabor exquisitamente occidentalista) de que -dado el actual nivel de desarrollo de las fuerzas productivas- el objetivo ya no puede ser la liberación del trabajo sino la liberación del trabajo, de modo que el único parámetro de juicio para evaluar el carácter socialista de un país es la cantidad de tiempo libre que ofrece a sus ciudadanos. En este apéndice explicaré por qué no estoy de acuerdo.

1. Para empezar: bibliografía mínima para parciales y desinformados

G. Gabellini, Krisis. Genesis, formazione e sgretolamento dell’ordine economico statunitense, Mimesis, Milano-Udine 2021; F. M. Parenti, La via cinese, Meltemi, Milano 2021; V. Giacché, Economía y propiedad. Stato e mercato nella Cina contemporanea, En AAVV, Più vicina. La Cina del XXI secolo, Roma 2020; V. Giacché (ed.) Economía de la revolución (colección de textos de Lenin), il Saggiatore, Milán 2017; D. A. Bertozzi, China popular. Orígenes y caminos del socialismo con características chinas, L’Antidiplomatico 2021; D. Bell, El modelo chino. Meritocracia política y límites de la democracia, Luiss, Roma 2019; R. Sciortino, I dieci anni che sconvolsero il mondo, Asterios, Trieste 2019; R. Herrera, Z. Long, ¿Es China capitalista?, Marx 21, Bari 2012; A. Gabriele, Empresas, industria e innovación en la República Popular China, Springer, Berlín 2020; Z. Boyng, Socialismo con características chinas. ¿Por qué funciona? Marx 21, Bari 2019.

2 . La lección de Giovanni Arrighi.

¿Podemos definir a China como un país que, habiendo realizado una revolución antiimperialista, ha iniciado el proceso de transición al socialismo? Empecemos por una serie de hechos. En particular: incluso después de las reformas de los años 70, los sectores estratégicos de la economía siguieron bajo el control del Estado/partido; la agricultura se liberalizó (parcialmente), pero no se privatizó; las inversiones extranjeras se utilizan para acelerar el desarrollo tecnológico, científico y económico, sin afectar a los equilibrios generales del sistema; las inversiones extranjeras directas se orientan a promover el desarrollo de los países beneficiarios y no a enjaularlos en la economía de la deuda; los intentos de la burguesía nacional de transformar su poder económico en poder político fueron puntualmente aplastados; el extraordinario éxito económico impuso fuertes sacrificios a las clases trabajadoras, pero luego fue utilizado para redimir a cientos de millones de ciudadanos de la pobreza absoluta, elevar los salarios de los trabajadores y los ingresos de los campesinos, mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las masas y desplazar el motor del desarrollo de las exportaciones al consumo interno; por último, este rápido proceso de transformación socioeconómica no favoreció una evolución en la dirección liberal-democrática del sistema político.

Esto por sí solo no bastaría para justificar mi valoración de la naturaleza del experimento chino, que se basa más bien en la obra maestra de Giovanni Arrighi, Adam Smith en Pekín (31). Siguiendo los pasos de Fernand Braudel y Karl Polanyi, Arrighi desplaza el análisis del plano puramente económico al sociológico, histórico y antropológico. En particular, parte de una lectura «lateral» de algunos aspectos de la obra de Adam Smith, quien, recuerda Arrighi, sostenía que China era más rica que cualquier país europeo gracias al carácter «estacionario» de su economía, es decir, gracias a que, aunque no estaba impulsada por el empuje occidental de acumulación ilimitada, había alcanzado la plenitud de riqueza que le permitían la naturaleza del suelo, el clima y la posición geográfica. Smith calificó este tipo de desarrollo, basado en la agricultura y el comercio interior, de «natural», contraponiéndolo al desarrollo «antinatural» de las economías europeas, basado en el comercio exterior.

Partiendo de esta yuxtaposición, Arrighi critica la tesis marxiana que ve en el desarrollo capitalista la etapa por la que todo el mundo tendrá que pasar antes de poder liberarse de él. Para Marx, el desarrollo que Smith llama «natural» no podía sobrevivir en un mundo en el que se había extendido el desarrollo «antinatural» del capitalismo. Marx estaba convencido de que cualquier otra formación social se derrumbaría en cuanto entrara en contacto con el mercado capitalista. Sin embargo, sostiene Arrighi, el aplanamiento «globalista» previsto por Marx no se ha hecho realidad: hay culturas, tradiciones, modelos de relaciones sociales y formas de vida que no sólo han resistido, sino que han generado modelos de desarrollo alternativos al dominante, algunos de los cuales se basan en el mercado pero no son capitalistas, siendo China el ejemplo más significativo.

Arrighi comienza evocando ciertas constantes que han caracterizado la historia milenaria de China. En particular, recuerda que la revolución industrial occidental sólo consiguió imponerse a la «revolución industriosa» oriental en el siglo XIX, concepto con el que se refiere a la estructura institucional dominante en Asia que, aunque carecía de innovaciones a gran escala, inversión de capital fijo y comercio a larga distancia, favorecía las tecnologías intensivas en mano de obra, privilegiando los recursos humanos sobre los materiales. Arrighi señala a continuación que China nunca libró guerras a gran escala ni intentó construir imperios de ultramar en los siglos en que el escenario europeo se caracterizó por la feroz competencia militar entre naciones y las conquistas imperiales. En el siglo XVIII, el Estado nación chino existía desde tiempos inmemoriales y había desarrollado un inmenso mercado interior. Las dinastías Ming y Qing dedicaron todos sus recursos a consolidar unas relaciones pacíficas con sus vecinos y una economía nacional basada en la agricultura. Estas políticas generaron prosperidad y crecimiento demográfico, pero China estaba ciega ante el peligro que acechaba desde Occidente. Sin embargo, no fue la supuesta superioridad económica del modelo occidental lo que la puso de rodillas: desafiando la predicción de Marx y Engels de que los productos occidentales baratos serían «la artillería pesada con la que la burguesía europea derribaría las murallas chinas», los comerciantes británicos descubrieron que no podían vencer la competencia de los comerciantes chinos. Para subyugar a China, los occidentales tuvieron que desencadenar las Guerras del Opio, a las que siguió un siglo de humillaciones y acoso por parte de los «bárbaros» occidentales y de Japón, hasta la invasión de este último en previsión de la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué permitió a China, tras liberarse con la revolución de 1949, aumentar su poder hasta el punto de asumir el papel de competidor del imperio estadounidense? Arrighi sitúa el inicio del proceso en la época del gran levantamiento de los pueblos asiáticos y africanos contra Occidente en la década de 1950, cuando un amplio frente de antiguas naciones coloniales -el movimiento de los «no alineados»- se unió para exigir un nuevo orden económico internacional. Aunque derrotado, aquel levantamiento no dejó las cosas como estaban. En particular, sentó las bases para el ascenso del poder colectivo de un archipiélago asiático que se propuso rápidamente como «taller del mundo» y fuente de enormes reservas de liquidez. Y China, aunque llegó la última a este concierto, se convirtió en el líder de este desafío a Occidente.

A quienes ven en este «milagro» el producto de la conversión del Estado/partido comunista al credo neoliberal, Arrighi ofrece otra explicación: fue el hecho de que, rechazando las terapias de choque empaquetadas por el Consenso de Washington para «rehabilitar» las economías de la antigua Unión Soviética y sus satélites, Deng tomara una vía reformista inspirada en el gradualismo estricto. Lo que hizo despegar la economía fue la decisión de obligar a las empresas estatales a competir entre sí y aceptar la competencia de las empresas extranjeras y de las nuevas empresas privadas. También contribuyó a la formación del enorme mercado interior chino la decisión de permitir a los residentes de las zonas rurales la oportunidad de participar en actividades de transporte y comercio incluso a larga distancia. Por último, Arrighi desmiente dos mitos: no fue el bajo coste de la mano de obra lo que favoreció el enorme flujo de inversión extranjera en las Zonas Especiales creadas tras las reformas de 1978, sino la alta calidad de la mano de obra en términos de sanidad, nivel educativo y amplios márgenes de autonomía, tres características heredadas de la época maoísta; en cuanto a la inversión extranjera: más que las multinacionales occidentales, fueron las empresas de la diáspora china las que la impulsaron. Por último, las inversiones occidentales tuvieron que ser mediadas por «casamenteros» locales, por lo que la lengua, las costumbres y las redes sociales contribuyeron a proteger la economía china de los excesivos condicionamientos del capital extranjero.

Todo ello, argumenta Arrighi, favoreció un desarrollo de mercado no capitalista (lo que los chinos llaman socialismo con características chinas o socialismo de mercado). Para los marxistas ortodoxos, esto es una herejía. Cierto, pero la cuestión es que Arrighi evoca un cambio de paradigma: abandonando la perspectiva globalista de un mundo nivelado por el proceso de acumulación capitalista, destaca la novedad de un país de mil quinientos millones de habitantes que ha hibridado tres factores aparentemente incompatibles: una tradición milenaria capaz de generar riqueza basada en la estabilidad social y la atención al bien común; el empuje innovador de una revolución de liberación nacional dirigida por un partido marxista-leninista; y un uso del mercado tan poco escrupuloso como sometido al férreo control del partido-Estado.

Puede que el libro de Arrighi no resuelva todas las dudas sobre la naturaleza de la sociedad china, pero es suficiente para descartar las etiquetas de capitalismo de Estado y potencia imperialista emergente como un sinsentido. El dilema persiste: ¿se trata de un país socialista o de una formación social de nuevo tipo? Vladimiro Giacché señala (32) las diferencias entre el socialismo al estilo chino y la visión marxista «clásica» (tomada de la Crítica del Programa de Gotha de Marx y del Anti Duhring de Engels). Según la versión «canónica», el socialismo se caracteriza no sólo por la socialización de los medios de producción, sino también por el fin de la producción mercantil y de las relaciones monetarias. Un dogma que no sería cuestionado ni siquiera por los bolcheviques en los primeros años que siguieron a la Revolución de 1917, pero a partir de 1921-23, Lenin criticó a quienes sostenían que era posible pasar directamente al socialismo sin pasar por una fase de transición, y argumentó que esta fase sería larga y se caracterizaría por la persistencia de las relaciones mercantiles y monetarias.

Pues tiene razón al afirmar que «si se toma la desaparición de la producción mercantil como único parámetro del carácter socialista de una sociedad, ni la China de Mao ni la de Deng y sus sucesores pueden considerarse como tales». Recordemos, sin embargo, que Lenin dijo en 1918: «Estamos lejos del final del período de transición del capitalismo al socialismo (…). Sabemos lo difícil que es el camino del capitalismo al socialismo, pero tenemos el deber de decir que nuestra república soviética es socialista, porque hemos emprendido este camino. Por tanto, tenemos derecho a decir que nuestro Estado es una «república soviética socialista». ¿Por qué negar a los comunistas chinos el derecho a reivindicar el carácter socialista de la República Popular? La cuestión sigue siendo si China es un país en transición hacia el socialismo o hacia un modelo de formación social sin precedentes. Los marxistas ortodoxos podrían replicar que reconocer el carácter socialista de China es un acto de fe basado en argumentos ideológico-políticos pero insostenible en el plano socioeconómico a menos que reformulen algunas categorías fundamentales del marxismo. Esto es precisamente lo que intentan hacer Alberto Gabriele y Elias Jabbour en un libro (33) que comentaré en la siguiente sección.

3. Ley del valor y socialismo

Según Gabriele y Jabbour, en la actualidad no existen países que reflejen modelos de socialismo «puro » , sino países que pueden definirse como «socialistas» u «orientados al socialismo » si cumplen dos condiciones: a) están gobernados por fuerzas políticas que afirman de forma oficial y creíble estar comprometidas con el desarrollo de un sistema socialista; b) han avanzado en un grado apreciable en la dirección de la construcción del socialismo. El grado de orientación socialista está correlacionado con objetivos como la reducción de las desigualdades, la satisfacción universal de las necesidades básicas, la sostenibilidad medioambiental, etc. Como puede verse, la propiedad de «ser socialista» se define aquí en un sentido «débil». Por ejemplo, en otro pasaje aluden a formas de distribución de la renta y la riqueza claramente más igualitarias que las en boga en los países capitalistas (una economía mixta como la de Italia en los años sesenta no estaba tan lejos de cumplir este requisito). Por último, Gabriele y Jabbour afirman que el socialismo como modo de producción sólo está arraigado en determinadas zonas del Sur y se encuentra aún en sus inicios (de hecho, sólo consideran «de orientación socialista» a China, Vietnam y Laos, mientras que guardan silencio sobre los socialismos latinoamericanos).

¿En qué medida puede utilizarse el concepto de modo de producción en este contexto? La categoría marxiana de modo de producción presupone la existencia de una serie de factores muy específicos (el modo de producción capitalista no sólo se define por la producción de mercancías, sino también por figuras sociales precisas -burguesía y proletariado- y las relaciones de producción e intercambio que las interconectan, etc.). En el sentido más abstracto, el modo de producción es un sistema dotado de coherencia interna y de leyes de autoconservación y movimiento (Gabriele y Jabbour señalan que el concepto es compatible con el de sistema elaborado por la teoría de sistemas, y yo añadiría con el de estructura). Sin embargo, se trata precisamente de un modelo abstracto, al que las formaciones socioeconómicas concretas, histórica y geográficamente determinadas, pueden adherirse en grados significativamente diferentes (con el término formación socioeconómica, Gabriele y Jabbour definen un sistema dotado de cierto grado de consistencia interna y estabilidad que prevalece históricamente en un lugar dado identificado por coordenadas espaciotemporales). Mientras que Marx suponía que el modo de producción capitalista estaba destinado a extenderse por todo el mundo hasta suplantar a todos los demás (a menos que fuera derrocado por una revolución socialista), Gabriele y Jabbour sostienen que, incluso en el contexto actual del capitalismo «globalizado» tardío, su primacía puede ser, en diferentes contextos histórico-geográficos, absoluta o relativa. Estados Unidos es un claro ejemplo de la supremacía absoluta del modo de producción capitalista, pero en otras formaciones socioeconómicas pueden coexistir dos o más modos de producción en contextos que presentan relaciones de rivalidad y/o simbiosis, del mismo modo que pueden darse situaciones de transición de un modo de producción a otro.

Este pluralismo de modos de producción -especialmente en el Sur global, donde coexisten con el capitalismo tanto formaciones socioeconómicas de orientación socialista como relaciones sociales precapitalistas- no impide reconocer que el modo de producción dominante en todo el mundo sigue siendo el capitalismo, pero, al mismo tiempo, no prohíbe afirmar que, allí donde coexiste con otros modos de producción, a menos que adoptemos una visión teleológica de la historia, no es posible establecer a priori qué modo de producción prevalecerá a largo plazo. En particular, hay que reconocer que el modo de producción capitalista, aunque dominante, lo es menos que en el pasado, ya que el proceso de globalización ha ofrecido a los países de orientación socialista la oportunidad de integrarse en la economía mundial y competir con los países capitalistas sin renunciar a su propio proyecto de transición al socialismo. Por último, Gabriele y Jabbour definen el Meta Modo de Producción como el sistema mundial actual, que se define por las siguientes características: la producción de mercancías y las relaciones de producción e intercambio, la fuerza de la ley del valor y el proceso de extracción de la plusvalía, la coexistencia de un macrosector productivo y un macrosector improductivo.

La tesis más radical de Gabriele y Jabbour es que la existencia de plusvalía no es en sí misma un indicio de explotación de clase, ni determina el grado de justicia en una sociedad dada. Como relación social, escriben, la explotación debe considerarse una categoría sociológica que implica un juicio ético-político, en la medida en que es fruto de la asimetría de poder entre capitalistas y trabajadores. La apropiación privada del excedente social, argumentan, no es un mero hecho económico, sino que debe reinterpretarse como un fenómeno social holístico producido por la extrema disparidad entre individuos pertenecientes a distintas clases sociales. En cierto sentido, esto equivale a decir que no es la apropiación privada del excedente la que produce la desigualdad de clases, sino que es la desigualdad de poder entre clases la que genera las condiciones para la apropiación privada. Ahora bien, si la ley del valor y las interacciones del mercado mantienen su papel en una formación social en transición hacia el socialismo, es evidente que este último debe ser un contexto en el que las categorías en cuestión experimenten un debilitamiento progresivo. Dejando de lado la tesis común a Trotsky y a otros teóricos marxistas que niegan la posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país, es evidente que el concepto de transición al socialismo debe formularse en términos menos ambiciosos y describirse como un proceso a largo plazo en el que persisten los conflictos sociales.

Según la visión presentada hasta ahora, el reto del socialismo como modo de producción sui generis es conseguir imponer las razones de la política sobre las razones de la economía. Para lograrlo se han seguido dos caminos: el soviético, caracterizado por la planificación centralizada de la economía, y el de las economías socialistas de mercado como China, Vietnam y Laos (personalmente añadiría a la lista algunos países latinoamericanos). Estas últimas se caracterizan: a) por el hecho de que el mecanismo de precios de mercado y la ley del valor son la forma de regulación predominante (al menos a corto y medio plazo); b) por el hecho de que el papel directo e indirecto del Estado y su control sobre la economía son cualitativa y cuantitativamente mucho mayores que en los países capitalistas; c) por el hecho de que el gobierno reivindica como objetivo a largo plazo la consecución del socialismo.

4. Sobre las reformas chinas

En los años 50 y principios de los 60 (al menos hasta la ruptura con la URSS), China había intentado imitar el modelo soviético: colectivización del campo mediante la creación de comunas agrícolas, concentración de recursos en el sector de la industria pesada e intento de construir un sistema de planificación centralizado. Aunque con la oposición de una parte del partido, Mao insistió en este camino lanzando primero el Gran Salto Adelante y, tras su fracaso, la Revolución Cultural contra la dirección del PCCh que exigía un cambio. Tras la muerte de Mao, comenzaron las reformas en el sector agrícola, donde se aplicó el principio de liberalización sin privatización. Mientras que la línea anterior obligaba a los campesinos a soportar la carga de la acumulación forzosa del sector industrial, el desmantelamiento de las comunas y la vuelta a la empresa individual como unidad productiva básica reavivó la alianza entre obreros y campesinos. La intuición de Deng es que estos últimos pueden ser un factor estratégico para las nuevas estrategias de desarrollo. Con el nuevo sistema, se establecen contratos entre el Estado y los campesinos, que deben pagar una parte del excedente al primero, pero pueden vender el resto en los mercados locales (en una fase posterior también en mercados lejanos). Al mismo tiempo, se realizan inversiones en investigación y desarrollo que fomentan un rápido progreso tecnológico en el sector. La combinación de estas innovaciones conduce a un formidable aumento de la producción agrícola, que constituye un poderoso motor para el desarrollo de toda la economía.

En la primera fase de las reformas, el desmantelamiento de las comunas también contribuyó de forma importante al despegue desde otro punto de vista. En tiempos de Mao, las comunas habían desarrollado una serie de infraestructuras industriales para hacerse autónomas y actuar como islas de resistencia económica, además de político-militar, en caso de invasión. Estas infraestructuras fueron heredadas por las pequeñas y medianas empresas de los pueblos (cooperativas, municipales, en algunos casos privadas), que desencadenaron un auge en los años ochenta y noventa, antes de verse socavadas por el crecimiento del sector privado o integradas en el sector estatal.

Si pasamos al nivel de las grandes empresas industriales y las finanzas, vemos cómo los medios de comunicación y los «expertos» occidentales entonan un coro unánime: el «milagro» chino se explica por el hecho de que el país se ha convertido al capitalismo permaneciendo bajo el dominio totalitario del Estado/partido, ergo es cuestión de tiempo que estallen crisis industriales y financieras similares a las de los mercados occidentales y que el régimen comunista se derrumbe, allanando el camino para la transformación del país en una dirección liberal-democrática. Pero las cosas no han ido, y es poco probable que vayan, por ese camino en el futuro. De hecho, el abandono del modelo soviético de planificación centralizada no coincidió con el fin de la planificación. El auge del mercado como mecanismo regulador del sistema económico no ha ido asociado a procesos de desregulación al estilo occidental, sino todo lo contrario: el propio mercado está configurado en gran medida por el Estado, y la planificación no ha muerto, sino que se ha flexibilizado, articulándose por sectores y proyectos. Las directrices que rigen la acción del Estado y de los partidos exigen que se respete el principio de prevalencia de la propiedad estatal y que se rechace la ideología «mercantilista» occidental: Mao ha muerto, pero el lema «la política debe dirigirlo todo» no ha muerto. Así, si bien es cierto que las empresas estatales son hoy menos numerosas que en el pasado y contribuyen menos al producto global, también lo es que son más grandes y más avanzadas tecnológicamente y que sus resultados en términos de eficacia y rentabilidad son superiores a los de las empresas privadas. Esto se ha conseguido aplicando el principio de «mantener lo grande manteniendo lo pequeño»; dando mayor autonomía a los gestores; permitiendo que los productos se vendan a precios superiores a los fijados por el plan; y exponiendo progresivamente a las empresas públicas a la competencia, tanto nacional como internacional.

El recurso de China a la globalización (hasta que Estados Unidos se dio cuenta de que estaba resultando un bumerán y emprendió una estrategia de «desvinculación» del mercado chino y medidas proteccionistas) le ha permitido integrar el país en las redes mundiales del comercio y las finanzas sin ceder a los fundamentalistas del mercado. Esto ha sido posible gracias al control político de las finanzas y el consiguiente mantenimiento de una relativa autonomía frente al dólar. Por supuesto, China aún no disfruta de una soberanía monetaria total, pero gracias al enorme tamaño de su economía, al cambio gradual del motor del desarrollo de las exportaciones al consumo interno y al control político sobre el sistema financiero, fue posible contener el impacto de la crisis de los tigres asiáticos de 1997 y de la crisis financiera mundial de 2007-2008.

El proceso de reforma se ha desarrollado durante mucho tiempo de forma relativamente caótica, a base de ensayo y error, pero ahora está adoptando formas, principios y valores cada vez más definidos y consolidados, y el liderazgo de Xi Jinping ha coincidido con el relanzamiento de las ambiciones de transformación en una dirección socialista, sancionada por el refuerzo del control capilar del Partido sobre las empresas (tanto públicas como privadas) y las instituciones económicas y el lanzamiento de políticas redistributivas en favor de las clases trabajadoras, financiadas mediante el endurecimiento de los gravámenes fiscales sobre los beneficios. Dicho esto, el proceso chino está asociado a factores históricos, geográficos y culturales únicos, por lo que no puede tomarse como un modelo exportable a otros contextos. Sin embargo, no cabe duda de que contiene una lección general: para Marx y Engels, el comunismo era un objetivo alcanzable ya en su tiempo histórico, coronando un corto proceso de transición socialista; Lenin, enfrentado a las dificultades de la transición, lanzó la NEP contra las exigencias de la izquierda bolchevique que reclamaba la abolición inmediata de las relaciones de intercambio monetario; De la experiencia china heredamos en cambio la conciencia de que la transición de la regulación mercantil de la economía a formas avanzadas de planificación es inevitablemente un proceso muy lento y complejo, y sólo puede tener lugar cuando el proceso de transformación del modo de producción ha alcanzado un nivel muy avanzado (sin olvidar que la persistencia de diferencias y conflictos de clase podría decretar su fracaso, como ocurrió en Rusia, aunque en un contexto diferente).

Concluiré con una nota sobre la distinción entre la emancipación del trabajo y la emancipación del trabajo, objetivo reivindicado, entre otros, por los «constructores de dioses» (véase más arriba), por el Bloch del principio de esperanza, por los teóricos del post-trabajo como Negri, Gorz y, me parece, por el propio Traverso. A esta visión, que corre el riesgo de quedar reducida a una especie de apología del consumo (cf. la reivindicación de una renta universal incondicional con independencia de la realización de cualquier actividad laboral), prefiero oponer la de Lukacs que, en laOntología del ser social, considera el trabajo como un intercambio orgánico hombre-naturaleza como el modelo de toda praxis social y el fundamento de toda visión materialista del ser social, es decir, algo de lo que no tiene sentido «emanciparse»: dado que sólo la sociedad capitalista oculta el fundamento concreto-ontológico del trabajo para reducirlo a mercancía fuerza de trabajo y fuente de valor de cambio, la emancipación del trabajo significa emanciparse de esta aberración y no emanciparse del trabajo, sino reconducirlo a su naturaleza de intercambio orgánico hombre-naturaleza.

Notas

(1) C. Formenti, Guerra y revolución, 2 vols., Meltemi, Milán 2023.

(2) https://tempofertile.blogspot.

(3) Véase K. Marx, Il 18 Brumaio di Luigi Bonaparte, Editori Riuniti, Roma 2022; véase también Le lotte di classe in Francia dal 1848 al 1850, Editori Riuniti .

(4) Véase, en particular, Guerra y revolución, op. cit., vol. I, cap. I. I cap. I.

(5) C. Preve, La filosofia imperfetta, Franco Angeli, Milán 1984.

(6) G. Lukacs, Ontología del ser social, 4 vols., Meltemi, Milán 2023.

(7) El filósofo italiano que ha tratado con mayor profundidad y convicción el concepto de autonomía del político es Mario Tronti.

(8) Cf. W Benjamin, Angelus Novus, Einaudi, Turín 1962.

(9) Véase D. Losurdo, Il marxismo occidentale, Laterza, Roma-Bari 2017.

(10) V. I. Lenin, Estado y Revolución , Ediciones Clandestinas, Massa 2017.

(11) Cf. M. Hardt, A. Negri, Imperio, Rizzoli, Milán 2001.

(12) Véase, en particular, R. di Leo, L’esperimento profano, Futura, Roma 2011.

(13) Me he ocupado del transhumanismo y las demás utopías de las ciberculturas californianas en Encantados por la red, Cortina, Milán 2000.

(14) Véase R. Koselleck, Future Past, Hoepli, Milán 2007.

(15) La novela de ciencia ficción más conocida de Bogdanov es Estrella roja (Alcatraz 2019, con presentación de Wu Ming)

(16) Cf. E. Block, Il principio speranza, 3 vols. Mimesis, Milán-Udine 2019.

(17) Véase Guerra y Revolución, op. cit. vol. I, cap. I. I, cap. I.

(18) Pude estudiar Revolución Ciudadana de Rafael Correa durante el verano de 2012, que pasé en Quito. Como he argumentado en White Magic Black Magic (Jaka Book, Milán 2013), las contradicciones (en particular el conflicto entre el gobierno y las asociaciones de la minoría de origen indio) que permitirían a la derecha neoliberal recuperar el poder ya eran evidentes entonces.

(19) Véase A. G. Linera, Democracia, Estado, Revolución, Meltemi, Milán 2020.

(20) C. Preve, Opere, vol. II, Manifesto filosofico del comunismo comunitario. II,Manifesto filosofico del comunismo comunitario, ediciones Inschibbolleth.

(21) Véase D. Losurdo, La questione comunista, Carocci, Roma 2021.

(22) A. Visalli, Adicción, Meltemi, Milán 2020.

(23) Véase la carta de Marx a Vera Zasulic, en K. Marx, F. Engels, India China Rusia, il Saggiatore, Milán 1960; véase también E. Dussel, L’ultimo Marx, Manifestolibri, Roma 2009, véase finalmente P. P. Poggio, L’obscina. Comune contadina e rivoluzione in Russia, Jaka Book, Milán 1976.

(24) J. C. Mariategui, Sette saggi sulla realtà peruviana, Einaudi, Turín 1972.

(25) A. G. Linera, Forma valor y forma comunidad, Traficantes de suenos, Quito 2015.

(26) Considero que La nueva razón del mundo de P. Dardot y C. Laval (DeriveApprodi, Roma 2013) el mejor análisis de esta contrarrevolución cultural.

(27) Véase H. Marcuse, Eros y civilización, Einaudi, Turín 2001. Para un análisis actual de la compatibilidad sustancial entre la cultura de la nueva izquierda libertaria y el sistema neoliberal, véase L. Boltanski y E. Chiapello, El nuevo espíritu del capitalismo, Mimesis, Milán-Udine 2014.

(28) Sobre la abdicación de los nuevos movimientos respecto a cualquier proyecto de conquista del poder véase P. Rosanvallon, Controdemocrazia, CastelvecchiRoma 2012.

(29) Así es como defino los regímenes de China, Vietnam, Cuba, Venezuela, Bolivia, etc. en el segundo volumen de Guerra y revolución, op. cit.

(30) Véase D. Harvey, The Anti-capitalist Chronicles, Pluto Press, Londres 2020.

(31) G. Arrighi, Adam Smith en Pekín, Feltrinelli, Milán 2007 (nueva edición en Mimesis).

(32) Véase V. Giacché, Economía y propiedad. Estado y mercado en la China contemporánea, En AAVV, Più vicina. China en el siglo XXI, Roma 2020; V. Giacché (ed.) Economía de la Revolución (colección de textos de Lenin), il Saggiatore, Milán 2017.

(33) A. Gabriele, E. Jabbour, Desarrollo económico socialista en el siglo XXI. Un siglo después de la revolución bolchevique, Routlege, Londres- Nueva York 2022.

2. La crisis de la deuda en Sri Lanka

Ayer hubo elecciones presidenciales en Sri Lanka, como hemos visto estos días, y Michael Roberts hace uno de sus siempre útiles análisis sobre la situación económica del país. https://thenextrecession.

Impago de la deuda de Sri Lanka

Hoy, 21 de septiembre, Sri Lanka celebrará sus primeras elecciones presidenciales desde el levantamiento popular de julio de 2022, conocido como Aragalaya, que expulsó del poder al corrupto presidente Gotabaya Rajapaksa. Sri Lanka había entrado en la crisis económica más dañina desde su independencia del dominio colonial británico en 1948. Tras la total mala gestión de la economía por Rajapaksa y el golpe de la pandemia de COVID, en 2021 el gobierno de Sri Lanka declaró oficialmente la peor crisis económica del país en 73 años. La mayoría de los reembolsos de la deuda externa se suspendieron tras dos años de impresión de dinero para apoyar los recortes fiscales. La economía se contrajo un 7,8% y el porcentaje de la población que ganaba menos de 3,65 dólares al día se duplicó hasta alcanzar alrededor del 25% de la población.

El aumento del endeudamiento y la preocupación por la capacidad de hacer frente al servicio de la deuda externa, el fuerte deterioro de la capacidad exportadora del país (las exportaciones de bienes y servicios, que representaban en torno al 35% del PIB a principios de la década de 2000, se desplomaron hasta situarse en torno al 20% en 2010), la degradación de la gobernanza, el aumento de la corrupción (véase el índice más abajo) y la ralentización del crecimiento fueron las características de la trayectoria de Sri Lanka en la última década y media.

La relación entre deuda pública y PIB había saltado al 119% en 2021. La deuda externa, que ascendía a 11.000 millones de dólares en 2005, había superado los 56.000 millones en 2020, lo que equivalía al 66% del PIB.

Con Rajapaksa expulsado del poder por una revuelta popular, las órdenes gobernantes consiguieron llevar a la presidencia a Ranil Wickremesinghe, quien solicitó inmediatamente un rescate al FMI que finalmente se acordó en marzo de 2023.El FMI prestó 3.000 millones de dólares al país como parte de un programa de alivio de la deuda de 48 meses. El primer tramo de 330 millones de dólares se desembolsó poco después, y se espera que le sigan otros 3.750 millones del Banco Mundial, el Banco Asiático de Desarrollo y otros prestamistas.

Como de costumbre, el FMI ha impuesto estrictas medidas de austeridad al gobierno de Wickremesinghe a cambio del rescate. Se han recortado las pensiones, se ha subido el impuesto sobre la renta un 36% y se han eliminado las subvenciones a los alimentos y otros productos de primera necesidad.La factura de la electricidad ha subido un 65%. Como en otros lugares, la inflación ha disminuido en el último año, pero los precios siguen subiendo más de un 75% desde la crisis de 2021. Y la rupia de Sri Lanka sigue siendo más de un tercio más débil frente al dólar que antes de la crisis.

Y el gobierno quiere privatizar empresas estatales como Sri Lankan Airlines, Sri Lankan Insurance Corporation y Sri Lanka Telecom. Esto ha desencadenado una nueva oleada de protestas. » El gobierno no debería hacer recaer el peso de las reformas sobre la clase asalariada y la clase media, que ya se han visto afectadas por la crisis económica» , declaró Anupa Nandula, Vicepresidenta del Sindicato de Empleados Bancarios de Ceilán.

El Programa Mundial de Alimentos calcula que 8 millones de ceilandeses -más de un tercio de la población- padecen «inseguridad alimentaria», y el hambre se concentra especialmente en las zonas rurales. Casi la mitad de las familias esrilanquesas gastan cerca del 70% de sus ingresos familiares sólo en alimentos. «Muchas familias de clase media han caído por debajo del umbral de la pobreza», afirma Malathy Knight, economista del grupo privado Verite Research. El Banco Mundial afirma: «Se prevé que la pobreza se mantendrá por encima del 25% en los próximos años debido a los múltiples riesgos para los medios de subsistencia de los hogares » Los jóvenes están desesperados por abandonar la isla. Sólo en 2022 se marcharon más de 300.000; muchos trabajadores cualificados, como médicos, paramédicos y profesionales de la informática.

Según el Laboratorio Mundial de Desigualdades, el 10% de la población de Sri Lanka con más ingresos se lleva el 42% de todos los ingresos y posee el 64% de toda la riqueza personal; el 1% con más ingresos tiene el 15% de todos los ingresos y el 31% de toda la riqueza; ¡el 50% de la población con menos ingresos sólo tiene el 17% de todos los ingresos y el 4% de toda la riqueza personal!

El Banco Mundial calcula que la economía de Sri Lanka se contrajo un 9,2% en 2022 y otro 4,2% en 2023, con una ligera recuperación (1,7%) este año. El sector manufacturero ha salido por fin de la recesión en los últimos meses.

El Presidente Wickremesinghe espera ganar las elecciones como candidato del tradicional partido conservador, el Partido Nacional Unido (UNP), y se enfrenta a Sajith Premadasa, líder del partido Samagi Jana Balawegaya (SJB), que rompió con el UNP en 2020.Premadasa es partidario de una mezcla de políticas económicas «intervencionistas» y de libre mercado, y mantendría el programa económico impuesto por el FMI. Pero la verdadera sorpresa es el ascenso de Anura Kumara Dissanayake, figura de la oposición desde hace mucho tiempo y líder del Frente Popular de Liberación, o JVP, que ahora lidera las encuestas. El JVP es ahora la formación líder del Poder Popular Nacional (NPP), una alianza política de izquierdas. Dissanayake ha prometido renegociar las condiciones del programa del FMI. «La aplicación del programa del FMI ha causado importantes dificultades a la población«. También ha prometido eliminar el sistema presidencialista de Sri Lanka y volver a la democracia parlamentaria de estilo británico, que existió hasta 1978.

Pero ninguno de los cuatro candidatos presidenciales de los principales partidos cuenta con el apoyo de la mayoría de los votantes. El líder del NPP/JVP, Dissanayake, lidera con el 36% de todos los adultos, seguido del líder del SJB, Sajith Premadasa, con el 32%, el Presidente Ranil Wickremesinghe, con el 28%, y Namal Rajapaksa (¡de la familia Rajapaksa!), con el 3%.

Dissanayake es más fuerte entre los jóvenes, con una mayoría (53%) que le apoya, y entre los votantes cingaleses (42%). El tercio más rico de los votantes (38%) apoya a Wickremesinghe. En cambio, Premadasa lidera entre el tercio más pobre de los 17 millones de votantes (40%). Dado que el voto en las elecciones de Sri Lanka se basa en la representación proporcional, todo dependerá de las segundas y terceras preferencias, lo que probablemente irá en contra del JVP, que de todas formas sólo tiene tres escaños en el Parlamento actual.

Quienquiera que gane se enfrenta al poderoso reto de rectificar el colapso de esta pequeña economía insular. El PIB de SriLanka ronda los 80.000 millones de dólares. De 2003 a 2019, el crecimiento medio fue del 6,4% anual, muy por encima de sus pares regionales. Este crecimiento se vio impulsado por el crecimiento de los sectores no comercializables, es decir, la construcción y el transporte. Aparte del turismo, que no recaudó suficientes divisas para financiar el gasto masivo que el gobierno de Rajapaksa lanzó para mantener su poder político. La expansión económica comenzó a ralentizarse en 2019 y luego la pandemia de COVID empujó a la economía a una profunda recesión de la que apenas se ha recuperado. Para cumplir con sus obligaciones con el FMI y los acreedores extranjeros, se avecinan años de austeridad y reducción del nivel de vida.

Uno de esos acreedores extranjeros es China. Los medios de comunicación occidentales afirman que es China quien ha forzado a Sri Lanka a entrar en crisis mediante una política de endeudamiento trampa, al prestarle más de lo que puede devolver y luego hacer que deje de pagar, con lo que adquiere el control de los activos (el ejemplo más famoso es el proyecto del puerto de Hambantota). Pero esto es un mito. Sólo un poco más del 15% de la deuda externa de Sri Lanka se debe a China y la mayor parte es en forma de préstamos en condiciones favorables. La mayor parte se debe a acreedores comerciales de Occidente y de India. A diferencia de los préstamos en condiciones favorables obtenidos para llevar a cabo un proyecto de desarrollo específico, estos empréstitos comerciales no tienen un largo plazo de amortización ni la opción de pago en pequeños plazos y los tipos son más elevados.

La verdadera historia del proyecto del puerto de Hambantota puede consultarse aquí.

Economistas de la London School of Economics consideran que la respuesta a la crisis económica de Sri Lanka es privatizar su improductivo sector estatal. Es cierto que el gobierno de Rajapaksa ordeñó los activos de las empresas estatales para su propio enriquecimiento: «Las empresas estatales han sido atractivas para los políticos por la capacidad de distribuir recursos, empleos, contratos y otros beneficios para ellos y sus compinches. Este ha sido sin duda el caso en la era Rajapaksa».

Estas empresas estatales, cuyo número oscila entre 420 y 520, han tenido por lo general malos resultados y cuantiosas pérdidas. La productividad de las empresas públicas ha disminuido sustancialmente en la última década, y su coste medio de la mano de obra es alrededor de un 70% superior al del sector privado (es decir, el empleo estatal está mejor remunerado). Además, la deuda total de las empresas públicas ha aumentado constantemente, pasando de alrededor del 6,5% del PIB en 2012 a más del 9% en 2020. Pero el sector capitalista de Sri Lanka no es mucho mejor. La inversión productiva es muy baja, y eso se debe a que la rentabilidad se ha desplomado desde principios de la década de 2000.

Sri Lanka es un claro ejemplo de la crisis de la deuda en tantas economías del Sur Global, especialmente desde el final de la pandemia. La respuesta no son las medidas de austeridad y las privatizaciones impuestas por el FMI, sino la condonación de la deuda externa, junto con la inversión pública en la restauración de las empresas estatales y la reactivación de la industria basada en las nuevas tecnologías y en los conocimientos altamente cualificados de muchos ciudadanos de Sri Lanka. Pero no contengan la respiración.

II. Hablando de las elecciones, ha empezado el recuento y van así:

https://www.aljazeera.com/

  • Se están contando los votos de las elecciones presidenciales de Sri Lanka, con Anura Kumara Dissanayake, de tendencia marxista, a la cabeza de los primeros resultados oficiales, según la Comisión Electoral.
  • Dissanayake fue primero con el 47% del total de votos escrutados, seguido del líder de la oposición, Sajith Premadasa, con casi el 28%, y del titular del cargo, Ranil Wickremesinghe, con el 15%.

3. La visión de Ansarallah sobre el ataque a Israel

De Ansarallah sabemos bastante lo que hacen, pero quizá no tanto lo que dicen. Os paso un análisis en su página del reciente ataque con un misil presuntamente hipersónico a Israel. Como es lógico, el primer y el último punto que destacan es su influencia sobre Arabia Saudí, con la que están en estado de tregua pero no se ha llegado todavía a un acuerdo de paz.

https://www.ansarollah.com.ye/archives/715973

Misil Yaffa: Implicaciones regionales

نشر في Sep 17, 2024
El reciente ataque yemení con misiles contra Yaffa, «Tel Aviv|», va a tener sin duda importantes repercusiones regionales. Aunque involuntarios, los efectos son ya palpables. Es inconcebible que un misil de este tipo pase sobre la Península Arábiga sin incitar el miedo en las mentes de los líderes regionales. Al fin y al cabo, estas naciones llevan casi una década enzarzadas en una guerra de agresión contra Yemen. Arabia Saudí, en particular, sigue resistiéndose a los esfuerzos por encontrar una solución pacífica y obstruye la aplicación de la hoja de ruta acordada, a pesar de las conversaciones directas mantenidas tanto en Riad como en Saná, con la mediación de las Naciones Unidas y Omán.

Más de dos años después, la hoja de ruta sigue estancada en el primer paso -escalada- sin avanzar hacia las medidas humanitarias. Estas incluyen la reanudación de las exportaciones de petróleo, la prestación de servicios esenciales al pueblo yemení y el pago de salarios, suspendidos desde el traslado del banco central a Adén en 2016. Esto agrava la ya grave situación humanitaria, con el aumento de la pobreza, el desempleo y el deterioro de las condiciones de vida, cuestiones que Saná no puede seguir ignorando.

Enfrentamiento directo de Yemen con Israel

Desde el inicio de la operación «Inundación Al-Aqsa», el 7 de octubre del año pasado, Yemen declaró oficialmente su participación en la batalla en apoyo de Gaza. Las Fuerzas Armadas yemeníes prepararon todas las herramientas necesarias para el compromiso, comenzando con operaciones en el Mar Rojo, que incluyeron impedir el paso de barcos israelíes y realizar ataques con drones y misiles contra el puerto de Umm al-Rashrash «Eilat». Estas acciones proporcionaron a Estados Unidos un pretexto para interrumpir cualquier avance en la hoja de ruta para la paz, presionando a Riad para que paralizara el proceso. Los enviados estadounidenses y británicos vincularon abiertamente el apoyo de Yemen a Gaza con el proceso de paz, con la intención de presionar a Saná para que pusiera fin a su respaldo a Gaza.

En una postura de principios arraigada en valores humanitarios y religiosos, Yemen persistió en su apoyo a Gaza, intensificando sus operaciones militares en múltiples fases. En la quinta fase, Yemen atacó el corazón del centro político y económico de Israel, Tel Aviv, ocupó Yaffa con un avión no tripulado que eludió todos los sistemas de defensa y detonó cerca de la embajada de Estados Unidos. Este claro mensaje a Washington e Israel puso de relieve el compromiso de Yemen con la acción mientras pueda adoptar cualquier postura contra el régimen israelí, especialmente a la luz del silencio internacional sobre las atrocidades cometidas contra la población de Gaza.

Washington atrapado en Yemen

Mientras tanto, Estados Unidos intentó formar una alianza militar bajo el nombre de «Coalición de la Prosperidad» para proteger la navegación israelí en el Mar Rojo. Sin embargo, el tiro les salió por la culata, ya que los buques estadounidenses y británicos también se vieron bloqueados y obligados a desviarse por el Cabo de Buena Esperanza. Lejos de asegurar la navegación israelí, las rutas marítimas estadounidenses y británicas se han visto gravemente perturbadas.

Las operaciones militares de Yemen se han extendido más allá del Mar Rojo, adentrándose en el Mar Arábigo, el Golfo de Adén, el Océano Índico y el Mediterráneo. Las fuerzas yemeníes se han enfrentado en múltiples ocasiones a destructores y portaaviones estadounidenses, obligando incluso al USS Eisenhower a huir de aguas yemeníes en más de cuatro ocasiones. Su sucesor, el USS Roosevelt, no se atrevió a acercarse al territorio yemení por miedo a correr la misma suerte. Del mismo modo, el USS Lincoln se mantuvo alejado del alcance de misiles y drones de Yemen.

Los logros de las fuerzas armadas yemeníes han suscitado una mezcla de admiración y preocupación, especialmente en Occidente y entre sus aliados árabes de Riad y Abu Dhabi. Los avances en tecnología, táctica y estrategia empleados por Yemen han llegado a los centros de investigación militar y estratégica tanto de Oriente como de Occidente.

Consecuencias de no disuadir a Yemen

El último ataque con misiles balísticos en la ocupada Yaffa, como parte de la quinta fase de la escalada que comenzó con el ataque con drones en Yaffa el 19 de julio, ha dejado un fuerte impacto en el pensamiento político tanto occidental como regional. El misil, junto con el avión no tripulado, penetró todas las capas de los sistemas de defensa israelíes, estadounidenses, británicos y árabes, incluidos los radares avanzados, los satélites y las redes de defensa de múltiples capas de las que Israel se había jactado durante mucho tiempo.

El fracaso de Estados Unidos a la hora de proteger la profundidad estratégica de Israel, a pesar del estado de alerta máxima en todos los sectores y de los despliegues militares masivos en la región, proyecta una oscura sombra sobre la toma de decisiones en los países de la coalición liderada por Arabia Saudí. Estas naciones están reconsiderando ahora sus posturas, ya que su dependencia de las infraestructuras petrolíferas y de la seguridad es primordial. Anteriormente, las fuerzas yemeníes habían atacado instalaciones petrolíferas críticas de Arabia Saudí y EAU, incendiando las instalaciones de Aramco en Yeda y causando daños generalizados en la refinería Al-Misfah de Abu Dhabi durante la operación «Tormenta de Yemen».

El papel transformador de Yemen

El ataque con misiles balísticos contra Tel Aviv influirá sin duda en la toma de decisiones de Riad y brindará a Saná la oportunidad de aprovechar estos logros militares para aliviar el sufrimiento del pueblo yemení garantizándole servicios y derechos. Más allá de acelerar la hoja de ruta entre Saná y Riad, los avances militares de Yemen, especialmente en misiles balísticos y aviones no tripulados, representan un cambio estratégico en el equilibrio de poder en la región.

Yemen ya no se considera un país marginal y devastado por la guerra. Sus proezas militares lo han catapultado a una posición de gran influencia en los asuntos regionales e internacionales, convirtiéndolo en un actor fundamental a la hora de configurar el futuro del panorama geopolítico. Yemen tiene ahora un mayor poder de negociación con las fuerzas regionales e internacionales y se considera un foco clave de atención mundial, tanto política como militarmente. Las principales potencias internacionales observan con gran interés la evolución de la situación en Yemen y tratan de comprometerse con el país como actor central en la estructura de la región.

Para los Estados del Golfo, las crecientes capacidades militares de Yemen se consideran una amenaza directa que les obliga a replantearse sus estrategias de seguridad. Sin embargo, Yemen ha dejado claro que sus fuerzas militares no suponen una amenaza para ninguna nación árabe, ni pretenden perjudicar los intereses de los pueblos árabes o musulmanes. Los ataques centrados de Yemen contra la coalición estadounidense, británica e israelí en apoyo de Gaza han enviado un claro mensaje de paz y un llamamiento a las capitales del Golfo, especialmente Arabia Saudí y EAU, para que se resistan a las continuas provocaciones estadounidenses y consideren a Yemen como un aliado, en lugar de un campo de batalla en el patio trasero.

Observación de Antonio Navas:

Muy bien todo esto, pero si en la actual guerra en curso, en la que de momento es Israel la que está matando como chinches a la oficialidad de Hizbulá y trabajando a fondo para anular la capacidad operativa de su sistema misilístico, todo ello para recuperar el control del sur de Líbano, y no está recibiendo, de momento, y que se sepa, daño significativo equivalente, Yemen se irá también al garete, y será la siguiente pieza en caer. Si las fuerzas antiimperiales de Oriente Medio entienden que su misión principal es derrotar a Israel, llegado es el momento. De lo contrario el resultado habrá sido el desarme y retroceso de Hizbulá y su insignificancia político-militar y la desaparición del pueblo palestino como entidad organizada con capacidad de resistencia. Desde el inicio de la operación de Israel contra Hizbulá no creo que tengamos, aunque es cierto que es muy precipitado hacer todavía esta clase de juicios, muchos motivos para ser optimistas. Se verá en las próximas semanas o meses.

4. Lula quiere crecer

Al menos Lula no piensa que el cambio climático es una conspiración marxista, como Bolsonaro. Pero fuera de eso, poco más hace. Es cierto que si tienes combustibles fósiles es difícil no utilizarlos, como nos muestra el caso Yasuní en Ecuador, pero tampoco parece que tenga ninguna propuesta seria de cara a la transición ecosocial. https://newleftreview.org/

¿Brasil verde?

Bernardo Jurema 19 de septiembre de 2024 Medioambiente

Uno de los muchos contrastes entre el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y su predecesor Jair Bolsonaro es su diferente enfoque del medio ambiente. Mientras Bolsonaro describe el calentamiento global como un «complot marxista», Lula ha prometido convertir el país en una «potencia medioambiental» de talla mundial. El primero flexibilizó la normativa sobre las empresas madereras, autorizó la prospección petrolífera en zonas de rara biodiversidad y debilitó las agencias medioambientales estatales. El segundo, desde que volvió al poder para un tercer mandato en enero de 2023, ha aplicado restricciones más estrictas a la deforestación, que se redujo un 68% en la Amazonia ese año. Ha frenado determinadas actividades mineras, ha recurrido a los servicios de seguridad para reprimir prácticas empresariales ecológicamente destructivas, ha financiado parques nacionales y lugares de conservación y ha cambiado el nombre del antiguo Ministerio de Medio Ambiente para poner en primer plano el cambio climático.

Sin embargo, mientras otros países amazónicos como Ecuador y Colombia han tomado medidas concretas para frenar el capital fósil, Brasil -el séptimo emisor mundial, con un sector del petróleo y el gas que representa el 10% de su PIB- sigue dando largas. A pesar de algunos avances en iniciativas ecológicas, Lula parece decidido a utilizar los recursos fósiles para impulsar el desarrollo, con la esperanza de consolidar su apoyo entre el subproletariado y mantener a raya al Bolsonarismo. En este sentido, apoya el proyecto de la petrolera estatal Petrobras de explorar petróleo en el Margen Ecuatorial, a 500 kilómetros de la desembocadura del río Amazonas: una zona que podría contener hasta 5.600 millones de barriles de petróleo y aumentar las reservas de Brasil en un 37%. También ha respaldado una serie de megaproyectos de infraestructuras: una línea de ferrocarril que podría acelerar la deforestación en tierras indígenas, una autopista que atravesaría la selva virgen y la renovación de la licencia para una gran presa hidroeléctrica. Cuestionado por el impacto medioambiental de tales medidas, Lula ha insistido en que «no vamos a desperdiciar ninguna oportunidad de crecer».

¿Cómo debemos entender esta brecha entre la retórica verde de la presidenta y la realidad? Los intereses empresariales y la política nacionalista llevan mucho tiempo unidos en apoyo de la industria brasileña de combustibles fósiles. En 1939, el descubrimiento de petróleo en Bahía provocó la llegada de empresas extranjeras y la protesta de la población nacional, que veía sus actividades como una violación de la soberanía brasileña. ¡Esto dio lugar a la campaña nacionalista O petróleo é nosso! (encabezada por el Presidente Getúlio Vargas, que culminó con la creación de Petrobras en 1953. Durante las dos décadas siguientes, la exploración en alta mar fue un elemento clave del esfuerzo del país por reducir su dependencia del combustible extranjero, y el gobierno se fijó el objetivo de producir 500.000 barriles diarios en 1985. Con el tiempo se descubrieron importantes yacimientos en la plataforma continental, primero en Sergipe y luego en la cuenca de Campos, que convirtieron a Brasil en el primer productor de la región.

En 1997 se desmanteló el monopolio estatal del petróleo en Brasil y se creó la Agencia Nacional del Petróleo como organismo federal para supervisar el sector. El Estado seguía siendo el accionista mayoritario de Petrobras, pero ahora la empresa tenía que competir en igualdad de condiciones con las empresas privadas en los procesos de licitación, de acuerdo con el programa neoliberal del presidente Fernando Henrique Cardoso. Fue este marco el que el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula se propuso desafiar durante sus catorce años de gobierno (2003-2016), aumentando las inversiones y desarrollando nuevas y extensas reservas. Al final de este período, la producción nacional de petróleo se había disparado a más de 2,6 millones de barriles diarios, el 78% de los cuales eran producidos por Petrobras. El desarrollo industrial se priorizó sistemáticamente sobre las preocupaciones ecológicas. El Estado financió la expansión de la industria de la carne de vacuno en la Amazonia, uno de los principales motores de la deforestación, al tiempo que supervisaba la puesta en marcha de varios proyectos de nuevas presas, como la de Belo Monte, que aumentaron los niveles de pobreza local y provocaron la invasión urbana de la selva. A menudo se recurrió a la represión para hacer frente a las consecuencias sociales, con medidas drásticas contra las protestas y despliegues militares en las zonas pobres.

En la actualidad, Lula suele presentar la industria petrolera como una herramienta de justicia económica, afirmando que «los que viven en la Amazonia tienen derecho a los bienes materiales que todos los demás tienen», aunque es mucho menos elocuente cuando se trata de la destrucción e inmiseración que puede infligir a las poblaciones locales. El historial de accidentes del sector en la gran Amazonia y en otros lugares, incluidos 62 vertidos de petróleo sólo en 2022, es cuando menos alarmante. Y la carrera por el petróleo en el Margen Ecuatorial ya parece estar provocando la emigración de las zonas cercanas, incluso antes de que se haya perforado el primer pozo. La agencia estatal de medio ambiente, Ibama, denegó la primera solicitud de exploración de Petrobras alegando que no había ofrecido suficientes garantías sobre posibles vertidos de petróleo ni había considerado el impacto en las tierras indígenas. Ahora se está revisando otra solicitud.

Sin embargo, el desarrollismo nacional no es el único factor que impide la adopción de políticas climáticas más sólidas. La poderosa industria agroalimentaria brasileña también se ha movilizado contra ellas a cada paso, utilizando su influencia para socavar las protecciones medioambientales, los derechos de los indígenas y las normativas sobre pesticidas. El gobierno también se enfrenta a la presión sostenida de Petrobras, que está decidida a convertirse en el tercer productor mundial para 2030, y de los políticos que buscan atraer más empleos e ingresos a sus regiones. El resultado es una típica economía extractivista acosada por el déficit comercial y la dependencia exterior. Aunque el primer gobierno de Lula fue capaz de generar superávits gracias al aumento de los precios de las materias primas en la década de 2000, esto fue imposible de sostener una vez que bajaron en la década de 2010. Ahora está claro que mientras el país se resista a una transición verde significativa, tendrá que seguir produciendo bienes y servicios para el Norte Global a expensas de su ecología doméstica. Esto, junto con las condiciones comerciales desfavorables y los aranceles impuestos por los países avanzados, atrapará a Brasil en un círculo vicioso: depender de sus industrias extractivas para financiar sus importaciones y deudas.

A pesar de la necesidad de cambiar de rumbo, el último plan de negocio de Petrobras asigna el 72% de su inversión total a los sectores del petróleo y el gas y sólo el 11% a iniciativas de «bajas emisiones de carbono» en los próximos cinco años. Sólo destinará 7.000 millones de dólares a fuentes de energía no fósiles, como la eólica, la solar y los biocombustibles, a pesar de que las condiciones para la transición a energías más limpias son relativamente favorables. El principal cliente de petróleo de Brasil, China, planea alcanzar un pico de consumo antes de 2030 y reducir su dependencia del combustible importado en medio de las tensiones con Estados Unidos. En este contexto, tener una empresa pública como Petrobras, así como la propiedad pública sobre los recursos naturales, debería permitir al Estado adaptarse a este cambiante panorama económico: priorizar las inversiones estratégicas a largo plazo sobre los imperativos del mercado a corto plazo. Pero todavía no hay señales de ello.

Con sus intentos retóricos de equilibrar «sostenibilidad» y «desarrollo», Lula puede haber ganado tiempo suficiente para evitar un desastre de relaciones públicas cuando organice la COP30 en la ciudad amazónica de Belém do Pará en 2025. Pero pronto se dará cuenta de que no puede cuadrar este círculo. El verano pasado se produjeron olas de calor sin precedentes en Perú, Paraguay y Bolivia, y las temperaturas superaron los 40 °C en algunas zonas de Brasil. Un estudio reciente predice que el medio oeste, el noreste, el norte y el sureste del país podrían ser inhabitables dentro de cincuenta años. Mientras tanto, se estima que entre el 10% y el 47% de la selva amazónica sufrirá un aumento del estrés hídrico, lo que podría llevar al ecosistema a superar un punto de inflexión crítico y arriesgarse a un colapso irreversible. Ante la inacción del gobierno, corresponderá a los movimientos sociales brasileños desafiar el dominio del capital fósil y la agroindustria, presionando para que se prohíba la exploración petrolera y se regenere la selva tropical. Se trata de un conflicto en el que no hay término medio. Lula tendrá que elegir de qué lado está.

5. Libertad para los presos políticos indios

Se dice pronto, pero los presos políticos indios detenidos en venganza por oponerse a los pogromos antimusulmanes con motivo de las protestas por la Ley de Enmienda de la Ciudadanía -que pretendía privar de esta a tantos musulmanes como pudiesen-, llevan cuatro años de prisión a la espera de juicio por la draconiana ley antiterrorista india. Están también los de Bhima Koregaon, que tiene características similares. Una absoluta vergüenza para «la mayor democracia del mundo».

https://peoplesdispatch.org/

Activistas cumplen cuatro años en prisión en virtud de la Ley de Prevención de Actividades Ilegales de India sin juicio ni libertad bajo fianza Umar Khalid y más de una docena de activistas han pasado cuatro años en prisión en virtud de la controvertida Ley de Prevención de Actividades Ilegales de India sin juicio ni libertad bajo fianza. Los casos se consideran en general un intento políticamente motivado de reprimir la disidencia.

20 de septiembre de 2024 by Peoples Dispatch

Fuente: Dipankar Bhattacharya/X

Varios familiares de presos políticos y activistas de derechos civiles se reunieron en Delhi, capital de India, el martes 17 de septiembre para reiterar su exigencia de liberación inmediata de todos los presos políticos. Destacaron que su permanencia en las cárceles durante años sin juicio ni fianza es una parodia de la justicia y del Estado de derecho en el país.

La reunión fue organizada por la Asociación para la Protección de los Derechos Civiles (APCR). Además de los familiares de los activistas encarcelados, asistieron a ella destacados abogados, periodistas de alto nivel, un ex juez del Tribunal Supremo de India y varias celebridades.

La reunión se organizó para poner de relieve el caso de líderes estudiantiles y activistas como Umar Khalid, Gulfisha Fatima, Khalid Saifi, Meeran Haider, Sharjeel Imam, Athar Khan y otros, que han pasado más de cuatro años en prisión sin fianza ni juicio desde sus detenciones en 2020.

La mayoría de ellos proceden de destacadas universidades de Delhi, como la Universidad Jawaharlal Nehru (JNU) y Jamia Millia Islamia (JMI), y fueron organizadores activos de las protestas nacionales contra la Ley de Enmienda de la Ciudadanía (CAA) en 2019-2020. La CAA fue promovida por el gobierno supremacista hindú liderado por el Partido Bharatiya Janata en 2019.

La ley, que finalmente se implementó a principios de este año a pesar de la oposición, promete la ciudadanía india a cualquier ciudadano no musulmán de sus países vecinos de Afganistán, Pakistán y Bangladesh. La ley suscitó oposición por ser discriminatoria y desafiar el principio de laicidad fundamental de la Constitución india.

La CAA también suscitó oposición porque iba acompañada de una propuesta de Registro Nacional de Ciudadanía (NRC). El NRC, que el gobierno abandonó posteriormente, habría exigido a todos los residentes en India que presentaran pruebas documentales para demostrar su ciudadanía india.

La policía de Delhi detuvo a Umar y a decenas de activistas y organizadores contrarios a la ACAA en febrero de 2020, tras el estallido de disturbios en algunas partes de la ciudad cuando aún continuaban las protestas contra la ACAA.

Los disturbios estallaron cuando algunos miembros del partido gobernante, el BJP, y sus organizaciones afines, que habían calificado a los manifestantes contrarios al ACA de «antinacionales», atacaron algunos de los lugares de protesta en el noreste de Delhi. En la violencia que estalló tras el ataque murieron más de 53 personas, en su mayoría musulmanes de localidades mayoritariamente obreras, y sus propiedades fueron saqueadas o quemadas. La policía detuvo a cientos de personas, en su mayoría musulmanes. Miles de musulmanes fueron desplazados temporalmente y obligados a vivir en refugios.

El Estado utilizó los disturbios para reprimir las protestas contra el ACA y detener a los organizadores. Las detenciones se llevaron a cabo en virtud de la Ley de Prevención de Actividades Ilegales. Umar y otros fueron acusados de urdir una «conspiración mayor» para organizar los disturbios. Ninguno de los miembros destacados del BJP implicados en los ataques a los lugares de las protestas fue detenido.

La UAPA ha sido considerada draconiana por la mayor parte de la oposición, incluidos los partidos de izquierda de India.

El Partido Comunista de la India (Marxista) ha pedido que se elimine la UAPA, alegando que el gobierno del BJP dirigido por Narendra Modi la ha utilizado para silenciar a la oposición y encarcelar a sus críticos en casos como los disturbios de Bhima Koregaon y Delhi.

Decenas de académicos y activistas fueron detenidos en India en 2018 y posteriormente acusados en virtud de la UAPA por el gobierno del BJP bajo la acusación de que conspiraban para matar al primer ministro Modi. Algunos de ellos quedaron en libertad bajo fianza tras pasar años en la cárcel sin juicio ni siquiera un pliego de cargos. Algunos de los detenidos en 2018 siguen en prisión sin fianza ni juicio.

Justicia tardía

Salvo unos pocos, la mayoría de los detenidos en el caso de los disturbios de Delhi en 2020 siguen languideciendo en la cárcel, ya que los tribunales de primera instancia y superiores han rechazado sus peticiones de libertad bajo fianza o han retrasado las vistas de sus casos utilizando diversas tácticas. En algunos casos, los jueces se han inhibido de las vistas en el último momento o, en algunos casos, han sido trasladados o ascendidos, lo que ha provocado más retrasos en las vistas.

Los defensores de los derechos humanos alegan que el retraso en la celebración de las vistas es deliberado, ya que los jueces se pliegan a la presión política del gobierno, que no quiere que Umar y los demás queden en libertad. Los familiares de los activistas también han criticado el retraso en los juicios bajo fianza, cuestionando el Estado de derecho en el país. Algunos de ellos destacaron cómo los retrasos violan los principios básicos de la justicia, especialmente en un momento en que el Tribunal Supremo del país habla repetidamente del principio de «la libertad bajo fianza es una norma y la cárcel una excepción».

Dipankar Bhattacharya, secretario general del Partido Comunista de la India (Marxista-Leninista) Liberación, también participó en la reunión celebrada el martes. Cuestionó la dualidad de las prácticas que parecen seguir incluso los tribunales superiores de India. Hablan de libertad de movimiento pacífico en algunos casos, pero permiten la persecución de activistas que llevaron a cabo movimientos pacíficos en otros.

El lunes se proyectó en varios puntos del país un documental realizado sobre la vida de Umar, con el acto principal organizado en Calcuta. Varios amigos y compañeros de Umar hablaron antes y después de la proyección, afirmando que la difícil situación de Umar y otros acusados de los disturbios de Delhi refleja el fracaso total del Estado de derecho bajo el BJP. Afirmaron que la discriminación religiosa en India bajo el gobierno del BJP se ha convertido en una norma, lo que explica por qué se retrasan las peticiones de libertad bajo fianza de Khalid.

6. Potere al Popolo

Muy interesante esta reflexión sobre una experiencia organizativa reciente de la izquierda italiana, aunque me preocupa que en lugar de seguir en esa línea se hayan lanzado, como siempre, muy pronto al terreno electoral.

https://democraticmodernity.com/es/entre-el-mutualismo-el-poder-popular-y-las-instituciones-el-ejemplo-de-potere-al-popolo-italia/.

Entre el mutualismo, el poder popular y las instituciones – El ejemplo de Potere al Popolo, Italia

Potere al Popolo4 meses atrás

Esta presentación pretende ser una contribución al debate estratégico sobre «¿qué hacer?», en el contexto específico en el que entramos en Europa en general y en Italia específicamente desde la Tercera Gran Depresión (1) (crisis financiera de 2008 y la crisis de la deuda europea a partir de 2010/2011). Esta crisis ha provocado una reorganización ultraconservadora de la política y la sociedad en nuestra región. Las fuerzas conservadoras y neofascistas han recuperado el poder institucional y social a través del avance electoral de la ultraderecha y la hegemonía emergente de valores conservadores como el individualismo y la xenofobia. Además, las políticas sociales apuntan cada vez más a garantizar la reducción de la rentabilidad del capital en detrimento del bienestar social y los derechos democráticos de los trabajadores (como se ve en las reformas de las pensiones, el aumento de la edad de jubilación y la precariedad laboral generalizada y el desempleo desproporcionado de los jóvenes y las mujeres). Una vez más, las guerras se han convertido en la «continuación de la política con otros medios»(2), como lo demuestran los incentivos económicos para la guerra en Ucrania y el conflicto palestino-israelí (3). Pero no se trata simplemente de «acontecimientos» políticos y económicos aislados; Todas son piezas interdependientes que forman una imagen completa del capitalismo global actual.

Es en este contexto global que necesitamos construir nuestras acciones estructuradas y organizadas hacia alternativas radicales. La cuestión estratégica de cómo construir la transición de lo que el movimiento kurdo define como «modernidad capitalista» al socialismo debe volver a nuestra agenda política, sobre todo por la profunda crisis estructural que está produciendo el sistema global y por las (muchas) derrotas y los (pocos) éxitos que el movimiento socialista ha experimentado en las últimas décadas. Desde una perspectiva revolucionaria, esta cuestión de la transición a una alternativa radical sólo puede responderse a partir de un «análisis concreto de la situación concreta», que debería conducir a la culminación de una síntesis genuina de teoría y práctica (4).

Para responder a las preguntas principales que se han planteado, necesitamos enmarcar teórica e históricamente dos puntos principales: en primer lugar, los Estados nacionales pueden estar debilitados en el contexto de la globalización y la transferencia de soberanía (en nuestro caso, sobre todo a la Unión Europea), pero estamos convencidos de que las naciones, los gobiernos nacionales y las instituciones siguen manteniendo una gran parte de la soberanía nacional. También configuran la estructura ideológica, cultural, política y económica de las relaciones de clase y vinculan los territorios con el Estado. El Estado sigue siendo el espacio estratégico en el que se organizan nuestra clase y nuestras acciones. En segundo lugar, la historia avanza en ciclos, a través de las etapas alternas de revolución, contrarrevolución y nuevas revoluciones. En los últimos quince años, los movimientos sociales europeos se han visto abocados a una posición defensiva y se ha iniciado un período contrarrevolucionario que aún continúa. Para «no seguir como siempre» (y fracasar) o rendirnos a la contrarrevolución, necesitamos adaptar y reorientar nuestras estrategias y tácticas a este contexto específico. Hoy en día, nadie diría que la revolución, en el sentido clásico y estricto del término, es una cuestión de actualidad (en el sentido inmediato). Estamos mucho más en una fase en la que necesitamos preparar las condiciones de las que pueda surgir una situación revolucionaria (5).

El rostro de la crisis en Italia

Como opción electoral, Potere al Popolo nació oficialmente en noviembre de 2017 (6), pero el proceso político que dio lugar al lanzamiento de la nueva organización política se puede remontar a 2014/2015 y se ubicó en la ciudad de Nápoles, en el sur del país. Hay dos hitos importantes en este proceso: primero, la publicación, en 2014, de Dove sono i nostri. Lavoro, classi e movimenti nell’Italia della crisi [¿Dónde estamos? Trabajo, clases y movimientos en Italia en crisis] por el colectivo político Clash City Workers (7). Es un libro sobre la composición de clase de la Italia contemporánea, las formas de representación y lucha que la clase está adoptando, y las perspectivas de un cambio radical en el país. En segundo lugar, la ocupación de una antigua cárcel psiquiátrica abandonada por las instituciones públicas en el centro de la ciudad de Nápoles y su transformación en un lugar de sociabilidad, organización y lucha (8).

Pero antes de entrar en los detalles de este proceso organizativo, es necesario dar un paso atrás y mirar las condiciones económicas, sociales y políticas contemporáneas de Italia en la que nació y se desarrolló este proceso. Italia se caracteriza por una gran división social y económica entre un Norte bien industrializado y un Sur poco desarrollado. La primacía económica del Norte está definida por las pequeñas y medianas empresas proveedoras que producen para las industrias de los principales países europeos del continente, una mayor integración de la mano de obra joven y de mujeres en la economía regular, y salarios más altos y estructuras de bienestar social mejor desarrolladas. Por el contrario, el sur de Italia se caracteriza por una mayor tasa de desempleo que alcanza picos de alrededor del 45% para las personas menores de 25 años en los principales centros urbanos (Nápoles y Palermo, por ejemplo), una menor integración de las mujeres en el mercado laboral regular, una mayor precariedad laboral debido al trabajo irregular y los salarios más bajos, la desindustrialización y una orientación de la economía hacia el turismo y los servicios. Además, la presencia del Estado principalmente como una fuerza de represión, más que como un proveedor de beneficios de bienestar social. En la última década (2010-2020), esta situación socioeconómica llevó a una tasa de migración neta negativa de 600.000.

Políticamente, los últimos quince o veinte años también representaron un cambio importante en el panorama italiano. Primero: En las elecciones generales de 2008, los partidos de izquierda radical perdieron sus escaños en el parlamento nacional, y desde entonces no ha habido más diputados socialistas o comunistas representados en él. En segundo lugar, a partir de 2009, la versión italiana del «giro populista» se aclaró con la irrupción del Movimiento Cinco Estrellas en el juego electoral. Su populismo se caracterizó fuertemente por posiciones conservadoras e incluso reaccionarias como la «ideología post-ideológica» o «ni de derecha ni de izquierda», por un lado, y por posiciones progresistas como «el pueblo contra la élite política corrupta» y el apoyo a un beneficio social básico para las familias pobres y los trabajadores, por el otro. Esto llevó a crecimiento en las elecciones generales de 2013 (25% de los votos) y 2018 (más del 32%), con sus bases electorales clave concentradas en las regiones más pobres y desindustrializadas del Sur. En tercer lugar, hemos visto el fortalecimiento del actual partido gobernante de derecha, Fratelli d’Italia, que pasó de menos del 2% en 2013 y el 4,4% en 2018 al 26% de los votos en 2022.

Este partido tiene sus raíces históricas en la cultura del fascismo y el neofascismo y mantiene posiciones ultraconservadoras que se encarnan en la consigna «dios, patria y familia». En su política económica, social y exterior, el partido representa la continuación de posiciones neoliberales y atlánticas (a favor de la UE y de la OTAN). También hay que añadir que el refuerzo de Hermanos de Italia no constituye per se un giro fascista del voto italiano, ya que, en términos absolutos, la coalición de centro-derecha se ha mantenido estable durante años. Lo que ha cambiado es la distribución entre los socios de la coalición, con la pérdida de apoyo de Forza Italia de Berlusconi. En cuarto lugar, la participación electoral ha caído drásticamente en los últimos años. En las elecciones generales de 2006, el 84% de las personas con derecho a voto acudieron a las urnas, mientras que en 2022 esta tasa había disminuido al 64%. En las elecciones regionales de 2023 en las dos principales regiones de Italia, solo participaron el 37% (Lacio) y el 41% (Lombardía) de los posibles votantes. Aunque las elecciones siguen siendo un momento central de politización para la sociedad en general, el abstencionismo es una realidad que debemos enfrentar hoy.

Con esta mutación del panorama político vino una mutación del conflicto social en Italia. Los sindicatos confederales aceleraron su integración en las instituciones burguesas y, en consecuencia, perdieron su capacidad para organizar con éxito acciones obreras o movilizaciones políticas coordinadas a nivel nacional. Por otro lado, han surgido nuevas formas de organizaciones sindicales, los llamados sindicatos de base, en sectores precarios como la logística y la agricultura, donde las condiciones laborales se caracterizan por una alta explotación, bajos salarios y trabajo irregular e indocumentado. Los movimientos sociales comunistas y autónomos, históricamente fuertes (aquellos con una ideología radical y marxista, pero organizados fuera de los partidos tradicionales de izquierda) han perdido su posición como punto de referencia para grupos sociales más amplios (sobre todo estudiantes) y, por lo tanto, su capacidad para movilizar el poder social y político. En los años 2008-2012 se rompió la clásica «división del trabajo político» entre los movimientos obreros y juveniles fuertes fuera de las instituciones y los representantes políticos radicales que defendían sus reivindicaciones dentro de las instituciones.

Recomponer la clase obrera y una cultura de lucha

Este contexto cambiante obligó a las organizaciones políticas y sociales a reorientar sus prácticas políticas. En Nápoles, el colectivo estudiantil CAU (Collettivo Autorganizzato Universitario) y los ya mencionados Clash City Workers decidieron ocupar la antigua prisión psiquiátrica abandonada en marzo de 2015 con el fin de reestructurar el trabajo social y político que llevaban a cabo en la ciudad. En el Ex Opg Je Soo’ pazzo se desarrolló un modo de hacer política que intentaba superar las dificultades enfrentadas en las últimas décadas y dar un paso adelante política y organizativamente (9). Para ello, necesitamos entender las tres prácticas principales.

En primer lugar, el pazzo Ex Opg Je Soo fue inmediatamente conceptualizado como una Casa del Pueblo, es decir, un lugar físico donde la clase trabajadora de un territorio específico puede reunirse, organizarse y desarrollar actividades de ayuda mutua para responder a sus necesidades sociales específicas. La idea de las Casas del Pueblo está históricamente ligada a la tradición posterior a la Segunda Guerra Mundial del Partido Comunista de Italia. «Una célula del partido para cada campanario» (Pietro Secchia) era el lema de la idea de que el Partido Comunista debía ser una potencia contra-hegemónica contra el proyecto dominante del Partido Demócrata Cristiano de Italia, no solamente política e institucionalmente, sino también cultural y socialmente. Las Casas del Pueblo tienen exactamente este objetivo, ser un proyecto de contra-hegemonía al abordar la vida humana en su totalidad, y no solo como sujeto político. Si bien la ocupación del pazzo Ex Opg Je Soo en Nápoles sirvió de ejemplo para otros territorios del país, las ocupaciones no deben ser fetichizadas. Si los espacios son difíciles de ocupar y mantener, se debe procurar alquilar un espacio físico en el que se pueda abrir una Casa del Pueblo. Porque no se trata de ocupar, sino de tener un espacio donde se puedan desarrollar relaciones sociales inclusivas como alternativa a la modernidad capitalista. En este sentido, las Casas del Pueblo deben ser consideradas como «islas del socialismo».

En segundo lugar, si las Casas del Pueblo son el esqueleto, el mutualismo y las prácticas de ayuda mutua son la carne viva del cuerpo de la organización. Es la herramienta que vincula la militancia de la organización con las clases trabajadoras y populares en el territorio específico, refleja las necesidades sociales del pueblo y responde a ellas, y actúa como una herramienta clave de organización política. Así, las prácticas de ayuda mutua sirven como herramienta de indagación social y nos ayudan a encontrar las respuestas a las siguientes preguntas: ¿cuáles son las condiciones materiales del pueblo trabajador? ¿Cuáles son sus necesidades sociales inmediatas? ¿Cuáles son sus perspectivas políticas? Al mismo tiempo, las prácticas de ayuda mutua son una respuesta a la fragmentación social de la clase trabajadora actual. Tales prácticas recomponen y unen a las personas socialmente divididas en el trabajo y en la vida cotidiana. La ayuda mutua interviene en los campos que el Estado de bienestar social ha abandonado en el proceso de reestructuración neoliberal siguiendo los principios de gratuidad, autoorganización y reciprocidad. Los campos típicos de intervención son el apoyo jurídico a los trabajadores precarios y a los migrantes, el apoyo médico, pero también las actividades culturales y recreativas como el teatro, el deporte y la danza.** Los objetivos principales son responder a las necesidades sociales de la gente y demostrar que, incluso en las condiciones dadas, es posible desarrollar nuevas relaciones sociales respondiendo a estas necesidades**. Por eso, el mutualismo no es simplemente caridad, sino que sirve como uno de los principales instrumentos políticos en la lucha de clases de nuestro tiempo.

Para politizar el mutualismo y construir el poder popular debemos pasar del nivel individual al colectivo y desarrollar nuestras luchas sociales y políticas alrededor de esto. Por ejemplo, significa que si el apoyo legal para los trabajadores precarios se proporciona repetidamente a los trabajadores irregulares, se debe desarrollar una campaña política contra el trabajo irregular. Una campaña de este tipo podría presionar a la inspección de trabajo para que denuncie la irregularidad, intervenga contra los empleadores que contratan sin contrato o movilice a los migrantes indocumentados contra las instituciones políticas que los mantienen explotables en torno a la demanda de papeles para todos (10). Este enfoque no considera a las instituciones del Estado liberal ni como el brazo represivo prolongado y exclusivamente de la burguesía, ni como un campo neutral en el que el cabildeo es suficiente para cambiar el curso de las cosas. Las instituciones estatales son mucho más que un campo de batalla social y político a través del cual podemos obtener mejoras materiales para las clases populares, organizar el poder popular desde y para el pueblo y demostrar que podemos vencer con un mensaje de esperanza.

En resumen, nuestro análisis de las Casas del Pueblo, el mutualismo y el poder popular constituye la base de nuestra comprensión del socialismo. Entendemos nuestra tarea como un proceso político y social que no pospone la realización del socialismo a un tiempo aún por determinar, sino que practica su construcción aquí y ahora. Organizar la ayuda para asegurar una vida digna, recomponer la clase obrera, rescatar la vida colectiva, hacer práctica la solidaridad y reconstruir la cultura de la lucha son elementos fundamentales en la práctica socialista actual.

El campo de la representación: ¿un campo en el que invertir?

En el trienio 2015-2017, el pazzo Ex Opg Je Soo de Nápoles fue un modelo para la apertura de muchas otras Casas del Pueblo en Roma, Florencia, Turín, Padua y otras ciudades del país. La intensificación de las actividades de ayuda mutua produjo una activación de las generaciones más jóvenes sin formación ideológica política, ya que fue la propia práctica social la que sirvió como herramienta de agregación política. Esta ola de mutualismo correspondió a una renovación de las experiencias históricas de los Centros Sociales de la década de 1990, pero no superó automáticamente las dificultades inherentes a ellos. De hecho, el mutualismo exige esfuerzo, tiempo y energía en las actividades sociales militantes, lo que significa que se corre el riesgo de reproducir errores sin ninguna reflexión (auto)crítica, ya que los hábitos pueden convertirse en una «segunda naturaleza» y formar un movimiento de «cosas» que ya no controlamos y que, por el contrario, nos controla a nosotros. Además, la concentración en el nivel social de la intervención ha significado, para muchos movimientos sociales italianos, abandonar el campo de la política en favor de lo que podría llamarse una «ilusión social». En esta perspectiva, el mundo puede ser cambiado sin tomar el poder político y estatal o conformándose solo con el contrapoder (11). Por lo tanto, el campo de la representación política y las elecciones se considera insignificante o como una máquina que coopta a los líderes individuales de los movimientos sociales en las instituciones estatales.

Cuando Potere al Popolo entró en el campo electoral a finales de 2017, principios de 2018, el nuevo movimiento político tuvo que enfrentarse a todo este panorama. En el plano institucional, nos enfrentamos a una situación aparentemente paradójica: la falta de partidos de izquierda en el parlamento capaces de integrar las reivindicaciones de la clase trabajadora en las instituciones del Estado, la afirmación de un «momento populista» representado por el crecimiento electoral del Movimiento Cinco Estrellas y, al mismo tiempo, una creciente desmovilización de las generaciones más jóvenes en el proceso electoral (abstencionismo). Una situación paradoja similar persiste también en el plano social: un debilitamiento de fuertes movilizaciones sociales y sindicales conflictivas sobre temas políticos concretos desde 2008-2010, una fragmentación de las organizaciones de los movimientos sociales y la consiguiente concentración de sus actividades en lo local, y al mismo tiempo el surgimiento de nuevas formas de activación social a través del mutualismo.

Entrar en el campo de la representación pretende dar respuesta a los dos desafíos que producen estas dos tendencias: Construir la autorrepresentación de los movimientos y organizaciones sociales desarrollados en torno al mutualismo en ausencia de una verdadera izquierda institucional y, al mismo tiempo, utilizar también las elecciones para politizar a una generación más joven que busca una alternativa política (a pesar de un creciente abstencionismo, las elecciones siguen siendo un «momento político», aunque sea negativo; durante las elecciones generales de 2018 y 2022, Potere al Popolo fue capaz de movilizar y organizar permanentemente a una gran cantidad de jóvenes en los territorios donde trabaja). Esta perspectiva se basa en la convicción de que las elecciones representan un «espacio político» que no es homogéneo, ni «vacío» y que simplemente espera ser ocupado por una alternativa. Es un campo de fuerzas eminentemente inestable. Esta inestabilidad se deriva del hecho de que las movilizaciones sociales sufren más derrotas que victorias y del hecho de que el vínculo con la transformación del panorama de la representación política sigue siendo muy tenue y frágil.

«Lucha contra lo imposible y gana»

¿Qué conclusiones pueden extraerse de seis años de experiencia con la estrategia mencionada? El «giro electoral» de Potere al Popolo no fue una maniobra de arriba hacia abajo basada exclusivamente en un líder carismático y una comunicación modernizada. En los tres meses de preparación de la campaña electoral de Potere al Popolo en 2017 y 2018, se construyeron varias asambleas territoriales en toda Italia, asambleas que trascienden el tiempo de las elecciones y que todavía hoy constituyen el núcleo central de la organización (con alrededor de 60 en todo el país). A diferencia de otras alianzas electorales, Potere al Popolo nació durante las elecciones, pero no exclusivamente para las elecciones. Los momentos electorales sirven como catalizadores de la activación política, pero solo un proceso fuerte de construcción permite que los movimientos crezcan después de las elecciones. Esta construcción contiene el arraigo territorial a través de las Casas del Pueblo, el mutualismo, la educación política y las campañas políticas.

Si nos fijamos en los resultados electorales de las elecciones generales, Potere al Popolo obtuvo más de 370.000 votos en 2018 (correspondientes al 1,1%) y más de 400.000 votos en 2022 (1,4% en la coalición Unione Popolare). ¿Qué nos dicen estos números? En primer lugar, hoy en día, el espacio electoral para una izquierda radical corresponde a unos 400.000 votantes. En 2018, probablemente sobreestimamos el potencial de irrumpir en el espacio electoral e ir más allá del aluvión del 3% al subestimar el consenso que el Movimiento Cinco Estrellas fue capaz de reunir en el contexto dado. Las elecciones de 2022 confirmaron que, sin un arraigo más profundo en los territorios y las clases populares y sin la reactivación de un movimiento general de masas, el espacio electoral que ocupará Potere al Popolo seguirá siendo limitado. ¿Significa esto que no vale la pena presentarse a las elecciones? Desde nuestras experiencias, las elecciones son un momento político en el que la gente se politiza; Por lo tanto, no se trata de una cuestión de sí o no, sino de la forma de aprovechar estos momentos electorales creando consensos en torno a un programa político para fortalecer el proceso de organización de las clases populares.

Hoy estamos convencidos de que es imposible imaginar un proceso revolucionario como otra cosa que no sea una transferencia de legitimidad que dé prioridad al «socialismo desde abajo» a través de la interferencia con las formas representativas de la política. Es un proceso largo durante el cual no podemos ignorar ningún campo de conflicto (territorios, lugares de trabajo, sectores sociales, instituciones estatales, etc.). Solo enfrentando lo que parece imposible podemos construir las condiciones para una alternativa radical.

Fuentes:

(1) Ver Tricontinental: Instituto de Investigación Social, El mundo en depresión económica: Un análisis marxista de la crisis, cuaderno n° 4, publicado el 10 de octubre de 2023.
(2) See E. Brancaccio, La guerra capitalista. Competizione, centralizzazione, nuovo conflitto imperialista, 2022.
(3) Ver F. Schettino, Le caratteristiche economiche della questione palestinese, 2023.
(4) Ver G. Lukács, Lenin: A Study on the Unity of his Thought, 1924.
(5) E.M.S. Namboodiripad, P. Govinda Pillai, Gramsci’s Thought, 2021.
(6) Potere al popolo,  Interview Je Pazzo
(7) Para un resumen y un debate crítico, véase M. Coppola, Dove sono i nostri?, 2014.
(8) Revolutionary social centre in an occupied prison – Ex OPG in Naples. 
(9) See the publication Manuale del mutualismo published by Ex Opg Je so’ pazzo in 2019:
(10) Para un análisis más profundo de la lucha social y política con y por los migrantes, véase M. Coppola, Tackling the Rightward Shift with Solidarity. In Naples, activists are turning to mutualism and new class politics, en Solidarity cities in Europe, 2019
(11) D. Bensaïd, On the return of the politico-strategic question, 2006

7. El despertar de Alemania

Hoy son las elecciones en Brandenburgo y, como marco general de la situación de Alemania, hoy os paso un artículo no de algún medio más o menos de izquierda, sino del puro establishment: Politico. No parece esperarle un futuro muy halagüeño. La fantasía del «acero verde» con hidrógeno, por cierto, es la misma que se proponía para Arcelor, pero no sé si el proyecto sigue adelante.

https://znetwork.org/

https://znetwork.org/znetarticle/germanys-rude-economic-awakening/

El brusco despertar económico de Alemania

Tras una serie de malas noticias relacionadas con gigantes como Volkswagen e Intel, el ambiente en Alemania se ha vuelto sombrío.

Por Matthew Karnitschnig 21de septiembre de 2024

Fuente: Político

Alemania sale por fin de la primera fase del duelo económico: la negación.

Después de años de hacer la vista gorda ante lo que el resto del mundo veía claramente, los alemanes están aceptando poco a poco la realidad de que se encuentran en graves problemas a medida que los cuatro jinetes de su apocalipsis económico salen a la luz: el éxodo de la gran industria, el rápido empeoramiento del panorama demográfico, el desmoronamiento de las infraestructuras y la escasez de innovación.

Mientras los alemanes han estado preocupados en los últimos años por la migración y la guerra en Ucrania, su economía ha estado implosionando silenciosamente. El malestar económico está avivando los temores de que el país pueda sufrir un nuevo viraje hacia los extremos políticos. La coalición del Canciller Olaf Scholz, lastrada por los límites constitucionales de gasto que hacen prácticamente imposible que el Gobierno emprenda ambiciosas medidas de estímulo económico, se ha visto acosada por luchas internas y parece haberse quedado sin ideas sobre qué hacer.

Aunque los problemas económicos han estado presentes en la mente de los alemanes durante algún tiempo, han pasado repentinamente a un primer plano tras una serie de noticias económicas desalentadoras que afectan a las fábricas de empresas de primer orden con sede en Alemania, como Volkswagen e Intel. En una reciente encuesta de la televisión pública, en la que se les pedía que clasificaran los «problemas más importantes» del país, los alemanes situaron la economía en segundo lugar, por detrás de la inmigración.

Son malas noticias para Scholz y su asediada coalición tripartita. Incluso antes de los recientes problemas económicos, ya había obtenido los índices de aprobación más bajos jamás registrados para un dirigente alemán. Sólo el 18% de los alemanes están satisfechos con el trabajo de Scholz. En comparación, el nivel más bajo jamás registrado por Angela Merkel durante sus 16 años de mandato fue del 40%. Gerhard Schröder, su predecesor, tocó fondo con un 24%.

Para Scholz, este domingo se avecina una nueva humillación en forma de posible victoria de la extrema derecha en unas elecciones regionales del este, esta vez en su estado natal de Brandeburgo. El Partido Socialdemócrata (SPD) de Scholz, de centro-izquierda, ha gobernado en Brandeburgo desde la reunificación de Alemania. Pero las encuestas muestran que el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) lidera allí. Si la extrema derecha vuelve a ganar en el este, como hizo en Turingia a principios de este mes, supondría otro repudio al liderazgo de Scholz, aumentando las especulaciones de que su debilitada coalición no durará hasta las próximas elecciones federales previstas para dentro de un año.

Los últimos indicadores económicos ciertamente no ayudarán a las posibilidades de Scholz. Alemania es ya la economía más débil del G7.

La magia menguante del «Made in Germany»

Hace apenas 15 años, cuando gran parte de Occidente aún se tambaleaba por la crisis financiera, Alemania parecía haber descifrado el código de la prosperidad duradera. Consiguió compensar la debilidad de Estados Unidos y Europa aumentando las exportaciones a China, donde la demanda de sus bienes de capital seguía siendo fuerte. Ya no.

Con una base industrial arraigada en tecnologías del siglo XIX, como la química y la maquinaria, y un enorme déficit digital, Alemania tiene cada vez más dificultades para competir. Antaño sede de algunas de las principales empresas mundiales, desde BMW a Adidas, el país es cada vez más un segundón. De las 100 empresas más valiosas del mundo, por ejemplo, sólo una -la desarrolladora de software SAP- es alemana.

Para disgusto del histórico sector alemán de la ingeniería, los chinos se han puesto al día y dependen menos de la magia menguante del «Made in Germany». Mientras tanto, una combinación letal de agresiva política industrial e ingenio estadounidense ha colocado a los alemanes en una situación de creciente desventaja en EE.UU. Tesla, una empresa de la que antes se burlaban los ejecutivos automovilísticos alemanes, vale ahora más de cuatro veces la industria automovilística alemana combinada. Además, el gasto de los consumidores chinos está pasando apuros.

La última salva de la fatalidad alemana llegó a última hora del lunes con el anuncio del gigante estadounidense del chip Intel de que congelaba su plan de expansión alemana de 30.000 millones de euros. La inversión, que prometía crear 3.000 puestos de trabajo, habría sido la mayor de una empresa extranjera en la historia de Alemania. Aunque Intel dijo que el proyecto se retrasaría «aproximadamente dos años», no hay garantías de que llegue a materializarse.

La decisión de Intel, bautizada por el tabloide Bild como el «fracaso del chip», sigue a la noticia de principios de mes de que Volkswagen se plantea cerrar fábricas en Alemania por primera vez en sus 87 años de historia. El gigante automovilístico, junto con el resto de la antaño célebre industria automovilística alemana, tardó en invertir en vehículos eléctricos y ha luchado por alcanzar a rivales como Tesla, de Estados Unidos, y BYD, de China. Ahora está pagando el pato.

La revelación por parte de la dirección de Volkswagen de que los grandes recortes son probablemente inevitables sacudió a Alemania de su letargo colectivo. Aunque los datos económicos de Alemania no han sido óptimos durante algún tiempo -el país ha atravesado un prolongado periodo de estancamiento que comenzó en 2020-, la profundidad del malestar no llegó a calar porque el empleo se mantuvo robusto.

Pero puede que no sea así durante mucho más tiempo. Parece que las perspectivas económicas no harán más que empeorar. Como dijo recientemente el muy respetado instituto económico Ifo, con sede en Múnich: «La economía alemana está sumida en una crisis».

La amenaza del aumento del desempleo

Además de los retos arraigados a los que se enfrenta Alemania, como el rápido envejecimiento de su sociedad y la baja productividad de su mano de obra, el país también se ha visto duramente afectado por la evolución cíclica, incluida la ralentización de China y la caída del consumo interno.

Dicho esto, el desempleo, un indicador económico rezagado, se ha mantenido bastante moderado hasta ahora. En agosto se situó en el 6,1%, un 0,3% más que un año antes. Pero el clima laboral podría cambiar rápidamente si empresas como VW y otros grandes grupos industriales empiezan a recortar sus plantillas.

Estas preocupaciones no se limitan a la industria automovilística. Aunque los precios alemanes de la energía se han estabilizado tras la conmoción provocada por la invasión a gran escala de Ucrania por Rusia en 2022, que cortó el acceso de la industria alemana al gas ruso barato, las empresas  siguen citando los altos costes energéticos como una desventaja competitiva, una situación agravada por unas normas medioambientales cada vez más estrictas para las industrias tradicionales de Alemania.

En Duisburgo, sede de las mayores plantas siderúrgicas de Europa, los trabajadores se preparan para importantes recortes. ThyssenKrupp, el antiguo campeón nacional del acero, lucha por mantener su competitividad a pesar de la promesa de unos 2.000 millones de euros en subvenciones públicas para facilitar su «transformación» y abandonar la producción que emite CO2.

El objetivo del gobierno es convertir Duisburgo en un centro del acero «verde», sustituyendo los hornos de acero de carbón por otros nuevos alimentados con hidrógeno. No está claro que sea un objetivo realista, ya que para crear «hidrógeno verde», o hidrógeno producido con energías renovables, se necesitan grandes cantidades de energía eólica y eléctrica, lo que resulta caro y difícil desde el punto de vista logístico.

Bärbel Bas, Presidenta del SPD en el Parlamento alemán y natural de Duisburgo, visitó esta semana su ciudad natal con motivo de una «cumbre del acero» para debatir la crisis que envuelve a la industria. Invocando las decenas de miles de puestos de trabajo en juego, Bas insistió en que «debe haber un futuro» para el polo siderúrgico de Duisburgo.

«La producción nacional de acero también es esencial para Alemania», añadió. «Alemania no debería depender de otros para esta importante materia prima».

La cuestión, sin embargo, es cómo sobrevivirá la industria siderúrgica ante un reto adicional: el retraso de la demanda. La industria siderúrgica alemana emplea a unos 80.000 trabajadores, pero la mayoría de los productores han reducido la producción en medio de un creciente exceso de oferta, provocado por la debilidad de los sectores automovilístico y de maquinaria de Alemania. Las acciones de ThyssenKrupp han caído casi un 60% en el último año. El mes pasado, varios miembros del consejo de administración de la filial siderúrgica de ThyssenKrupp, entre ellos el ex líder del SPD y ministro de Economía Sigmar Gabriel, dimitieron en medio de una disputa sobre la estrategia de la dirección para el negocio.

Problemas en el corazón socialdemócrata

Hace unos meses, parecía que las cosas no podían ir peor para el SPD. En las elecciones europeas de junio, el partido obtuvo su peor resultado en unas elecciones nacionales en más de un siglo. A principios de mes, en las elecciones estatales del este de Alemania, los partidos de la coalición liderada por el SPD sufrieron grandes pérdidas.

Ahora, los problemas económicos están afectando especialmente a lo que queda de los bastiones manufactureros tradicionales del SPD, desde la siderurgia alemana en el oeste hasta la base de VW en Baja Sajonia.

Esto significa que la tarea de enderezar el rumbo de la economía alemana recaerá probablemente en la oposición de centro-derecha y en Friedrich Merz, líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU), que actualmente está muy por delante de todos los demás partidos en las encuestas. Esta semana, Merz, antiguo abogado de empresa con estrechos vínculos con el mundo empresarial alemán, anunció que se presentará como principal candidato de los conservadores, lo que le convierte en el probable próximo canciller.

Merz se presenta con una plataforma para recuperar los buenos tiempos de la economía alemana, entre otras cosas salvando el motor de combustión e impulsando la productividad. «Queremos y debemos seguir siendo un país industrial», declaró recientemente en Berlín.

Pero, dados los problemas estructurales de la economía alemana, es poco probable que ningún partido sea capaz de provocar un cambio industrial a corto plazo.

En otras palabras, ya es hora de que los alemanes pasen a la siguiente fase del duelo por su otrora gran economía: la aceptación.

8. Una respuesta a Lander sobre Venezuela

Vimos hace poco la crítica en TNI de Edgardo Lander al gobierno de Maduro y las últimas elecciones, que el consideraba fraudulentas. En Links publican hoy esta réplica, de un australiano, imagino, que no añade mucho a lo que ya hemos discutido por aquí.

https://links.org.au/

Venezuela: El bloqueo estadounidense y las elecciones – una respuesta a Edgardo Lander

Por Chris Slee

Publicado el 22 de septiembre de 2024

Edgardo Lander describe al gobierno venezolano presidido por Nicolás Maduro como neoliberal y autoritario. Aunque menciona brevemente las sanciones estadounidenses como un factor que contribuye a los problemas de Venezuela, dedica la mayor parte del artículo a denunciar al gobierno de Maduro. Esto significa que ofrece una imagen unilateral.

Dice Lander: “Durante la última década, Venezuela ha sufrido una profunda crisis política, económica y humanitaria. En la actualidad, el producto interior bruto del país es aproximadamente una cuarta parte del que tenía hace diez años. Los servicios públicos -agua, electricidad y telecomunicaciones- son deficientes y se prestan en condiciones extremadamente precarias. La educación y la sanidad pública están colapsadas. La crisis humanitaria se manifiesta, entre otras cosas, en los altos niveles de desnutrición infantil y la emigración de casi ocho millones de personas, una cuarta parte de la población, en su mayoría jóvenes que no ven futuro en este país”.

Lander ve dos causas de la crisis: “Esta profunda crisis tiene dos determinantes fundamentales. Por un lado, la ineficacia, la corrupción y el control militar de gran parte de la economía, junto con la expansión a gran escala de una economía criminal vinculada al narcotráfico y las actividades extractivas. Por otro, las severas sanciones económicas impuestas por el gobierno estadounidense en violación del derecho internacional. Las sanciones han constituido un bloqueo virtual que ha afectado a toda la economía nacional, en particular a la industria petrolera, que ha sido la principal fuente de ingresos del país durante más de un siglo. Estas sanciones no afectan significativamente a la élite gobernante, pero han causado enormes daños a la población, principalmente entre los sectores más vulnerables. Es difícil determinar el peso relativo de estos dos factores por separado a la hora de explicar la crisis actual”.

Pero en el resto del artículo Lander ignora en gran medida el bloqueo dirigido por Estados Unidos. Por ejemplo, dice: “En la industria petrolera, muchas instalaciones son muy antiguas y ya están obsoletas, con fugas por todas partes como consecuencia de una mala gestión y de la falta de inversión. Precisamente estos días, Venezuela sufre un vertido de petróleo que ha afectado a más de 200 kilómetros cuadrados de la costa caribeña. El gobierno no hace nada ante el vertido, a pesar de que las fotografías publicadas en las redes sociales muestran una enorme mancha negra. No hay preocupación por la naturaleza. Se ve exclusivamente como una fuente de ingresos.”

El hecho de que las instalaciones de la industria petrolera sean «viejas» y «obsoletas» refleja el éxito del bloqueo. El gobierno no puede conseguir piezas de repuesto para los equipos fabricados en Estados Unidos o sus aliados. Muchos trabajadores cualificados también han abandonado el país debido a las dificultades creadas por el bloqueo, lo que se suma a la dificultad de reparar los equipos defectuosos.

Lander afirma que Maduro perdió las recientes elecciones presidenciales. Afirma que los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) son falsos. El hecho de que el CNE no haya publicado un desglose detallado de los resultados por colegio electoral es sospechoso, pero no prueba que los resultados a nivel nacional sean falsos. Podría deberse a que algunos resultados locales son embarazosos para Maduro, por ejemplo, si hubiera una fuerte pérdida de apoyo en algunas zonas tradicionalmente chavistas.

Pero si Lander tiene razón y la mayoría de la gente votó a la oposición de extrema derecha, esto sería en gran parte el resultado del bloqueo estadounidense. El propósito del bloqueo era crear dificultades extremas para el pueblo venezolano. Estados Unidos les ofreció entonces una opción: si votaban a Maduro, el bloqueo continuaría; si votaban a la oposición de derechas, el bloqueo se levantaría. Si Lander está en lo cierto sobre las cifras de votos, esto indicaría que este chantaje funcionó: la gente votó por Edmundo González como la única forma de poner fin al bloqueo.

Dice Lander: “El enfrentamiento actual en Venezuela no es entre izquierda y derecha. En el período previo a la campaña electoral tuvo lugar un extraordinario proceso de inteligencia colectiva. Se construyó un consenso asombroso. Hubo un reconocimiento generalizado de la importancia de esta elección, reconociendo que lo que estaba en juego no era el programa presentado por los distintos candidatos, sino el objetivo compartido de derrotar a Maduro para recuperar la democracia y la Constitución de 1999. Para ello, por muchos candidatos que hubiera, había que votar por el candidato que, según las encuestas y las movilizaciones durante la campaña electoral, tenía más posibilidades de derrotar a Maduro. Este resultó ser un total desconocido, un candidato nominado por la coalición de partidos de derecha: Edmundo González Urrutia.”

Lander asume que la elección de González restaurará la democracia. Pero dado que la líder más destacada de la oposición, María Corina Machado, participó en el golpe de 2002 y en los intentos de golpe posteriores, no veo ninguna razón para suponer que una victoria del candidato que ella elija conduzca a la restauración de la democracia. Es más probable que desemboque en una dictadura de derechas.

Dice Lander: “En este contexto, a lo más que podríamos aspirar a corto plazo es a una especie de gobierno de transición, que seguramente daría continuidad a las actuales políticas económicas neoliberales, pero con la recuperación de derechos democráticos básicos. Creo que es más probable que se produzca una profundización del neoliberalismo, acompañada de una represión violenta de los restos del movimiento chavista». Lander admite que una parte importante de la población sigue apoyando a Maduro: “El movimiento chavista está vivo y sigue constituyendo una parte esencial de la sociedad venezolana. Maduro obtuvo alrededor del 30% de los votos, lo que significa varios millones de personas. Estas son las personas que serían reprimidas violentamente por un gobierno de extrema derecha. Durante las protestas y disturbios de los días posteriores a las elecciones, dos mujeres activistas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) fueron asesinadas. Fue un anticipo de lo que ocurriría si la extrema derecha llegara al poder”.

Dice Lander: “El gobierno de Maduro es un gobierno de derecha. Su política económica es neoliberal. Las condiciones de vida de la clase trabajadora se han deteriorado enormemente. El salario mínimo mensual es de apenas tres dólares. Para sobrevivir, la población depende de bonos monetarios y algunos paquetes de alimentos que el gobierno reparte discrecionalmente, lo que opera como un eficiente mecanismo de control social.”

Los salarios de los trabajadores cayeron casi a cero como resultado de la hiperinflación, que fue en gran parte consecuencia del bloqueo. En su intento de sortear el bloqueo, el gobierno hizo concesiones a la clase capitalista, entre ellas mantener los salarios bajos. Muchas de las políticas de Maduro que a menudo se denominan neoliberales están motivadas por el deseo de eludir el bloqueo. El gobierno estadounidense trata de impedir que las empresas de todo el mundo tengan tratos con organismos gubernamentales venezolanos (a menos que se conceda una exención, lo que sólo se hace en condiciones muy desfavorables para Venezuela).

El gobierno venezolano intenta eludir las sanciones utilizando empresas privadas como intermediarias. Por supuesto, los intermediarios esperan un beneficio. Así, las sanciones enriquecen a una parte de la clase capitalista. Además, el secretismo que rodea los intentos del gobierno de eludir el bloqueo crea mayores oportunidades para la corrupción. Así pues, el bloqueo es parcialmente responsable del aumento de la corrupción.

Aunque el gobierno de Maduro ha adoptado políticas que pueden describirse como neoliberales, aún continúa con algunas políticas que se apartan de la ortodoxia neoliberal. Continúa el programa de construcción de viviendas iniciado por el ex presidente Hugo Chávez. Proporciona servicios básicos baratos y transporte público gratuito. Fomenta y ayuda a las comunas. Estas políticas probablemente se abandonarían bajo un gobierno de derechas.

Hay muchas razones para criticar a Maduro. La maniobra de privar al Partido Comunista de su registro electoral es un ejemplo. La no publicación detallada de los resultados electorales es otro.

El gobierno es cada vez más represivo; no es de extrañar en una sociedad asediada, pero aun así debe ser criticado.

Dice Lander: “Parte de la izquierda internacional contribuye a legitimar a este gobierno en lugar de lo que deberíamos esperar de la izquierda: solidaridad con el pueblo que lucha contra un régimen antidemocrático.”

No menciona la necesidad de que la izquierda internacional haga campaña contra el bloqueo estadounidense a Venezuela. Esta es una tarea esencial para los socialistas de Estados Unidos y sus aliados, como Australia.

El gobierno estadounidense utilizará la supuesta falsificación de los resultados electorales como pretexto para continuar e intensificar su guerra económica contra Venezuela. La izquierda debe oponerse a ello. Debemos exponer y denunciar las formas en que Estados Unidos ha contribuido a la crisis económica y social que afecta al pueblo venezolano. Al mismo tiempo, también debemos criticar las acciones represivas y antidemocráticas del gobierno de Maduro.

Observación de Antonio Navas:
A mí me parece un resumen sobrio y sensato sobre una buena postura ante la cuestión venezolana. No se puede decir mucho más, pero lo que dice es lo esencial. Y nuestra postura hoy, en este caso, debe ser del lado del actual gobierno venezolano. Y luchar porque el imperialismo quite sus manos asesinas, ensangrentadas por la vida de millones de seres humanos, del cuerpo de todos los pueblos del mundo.
Me pasa igual con el asunto cubano. Creo que Cuba está condenada a una desaparición del actual régimen, sea por implosión pacífica o fruto de la revuelta de su propio pueblo. Creo que ya es demasiado tarde para recuperar la legitimidad moral de un gobierno continuista con el régimen que asentó Fidel. Quizás no lo fuera para Venezuela. Pero yo jamás voy a estar a favor de que la fuercen, ni a Cuba ni a Venezuela (ya he asumido que el gobierno de Maduro perdió las elecciones) a unas elecciones «libres» hasta que el bloqueo/embargo criminal y la intromisión de los USA y sus estados almorranas desaparezca. Y eso requiere años en el implausible caso de que eso fuera posible en la actual coyuntura internacional.
A nosotros nadie nos invadió para librarnos del fascismo ni recibimos ayudas políticas, en el cogollo de la muy democrática Europa. Nos lo tuvimos que comer nosotros solitos. Que dejen a Venezuela y Cuba regir sus propios destinos esa pandilla de malnacidos imperiales.

9. El marxismo-leninismo de Sitaram Yechuri.

Como es lógico, el último número de la revista Peoples democracy, que él dirigió tantos años, está dedicado a la memoria de Sitaram Yechuri. Entre las intervenciones aparece destacada la del que fue su antecesor en la secretaría general del partido, Prakash Karat -no sé si, al estilo soviético, eso significará que se apunta como su sucesor-. Karat destaca el papel como ideólogo de Yechuri, siempre sobre las bases del marxismo-leninismo, lo que les llevó a ser unos de los primeros críticos de Gorbachov. https://peoplesdemocracy.in/

Un homenaje al camarada Sitaram

Prakash Karat

Escribir sobre el camarada Sitaram Yechury en pasado me resulta sumamente difícil y doloroso. Durante cinco décadas, nuestras vidas políticas han estado estrecha e intrincadamente entrelazadas, al tiempo que hemos atravesado juntos diversas fases y altibajos del Partido y del movimiento de Izquierda. Nuestra camaradería comenzó hace 50 años, en la Universidad Jawaharlal Nehru en 1974, continuó en la Federación de Estudiantes de la India y más tarde en el Partido. Trabajamos juntos en el Centro del Partido durante más de 37 años, habiéndome incorporado yo al trabajo del Centro del Partido en 1985 y Sitaram dos años más tarde. Nuestra trayectoria en el Partido ha seguido casi el mismo camino. Ambos nos convertimos en invitados permanentes del Comité Central en 1984 y fuimos elegidos miembros del Comité Central en el 12º Congreso de 1985, luego en el Secretariado Central en el 13º Congreso de 1988 y posteriormente en el Buró Político en el 14º Congreso de 1992.

Una visión general de las polifacéticas y variadas contribuciones que Sitaram hizo al PCI(M), al movimiento de izquierda y democrático y a la causa progresista, en general, requerirá más tiempo y deliberación para situarla en su perspectiva adecuada. En esta apreciación me gustaría concentrarme en las contribuciones distintivas que hizo a las posiciones ideológicas, programáticas y políticas del Partido.

Mucho se ha dicho en los principales medios de comunicación sobre la capacidad de Sitaram para acercarse a los líderes de los partidos seculares de la oposición y su habilidad para reunirlos en una plataforma conjunta. Si bien esto es cierto sobre la cara más pública de sus actividades, me gustaría detenerme aquí en algunas de sus importantes contribuciones al Partido y al marxismo. Lo distintivo de su trabajo en el Centro del Partido y en el Buró Político fue su papel en la configuración de las posiciones ideológicas del Partido basadas en el marxismo-leninismo.

El PCI(M), desde el principio de su fundación, se caracterizó por su férrea adhesión al marxismo-leninismo y la lucha contra las desviaciones tanto de derecha como de izquierda. El informe y la resolución que se adoptaron en el Pleno de Burdwan sobre cuestiones ideológicas en 1968 fueron un hito importante en el movimiento comunista indio. Trazaron un camino independiente, aplicando el marxismo-leninismo a las cuestiones ideológicas y a las diferencias que existían en el movimiento comunista internacional en aquel momento. Es este enfoque el que Sitaram llevó adelante.

En 1987, con motivo del 70 aniversario de la Revolución de Octubre, el secretario general del PCUS, Mijaíl Gorbachov, pronunció un discurso en la reunión del aniversario en Moscú. Este discurso contenía muchas formulaciones que se apartaban del análisis marxista predominante de las contradicciones sociales y del carácter de la lucha contra el imperialismo. El PCI(M) fue el primer partido en criticar las formulaciones de Gorbachov en una resolución adoptada por el Comité Central en su reunión de mayo de 1988. A ésta le siguió otra resolución del Comité Central en su reunión de agosto de 1988, Sobre los recientes acontecimientos en la Unión Soviética, en la que se advertía del peligro que suponían para la Unión Soviética los acontecimientos internos del Partido Comunista de la Unión Soviética y los errores que estaba cometiendo en nombre de la perestroika y la glasnost. El Comité Central adoptó una tercera resolución en mayo de 1990 en la que las crisis a las que se enfrentaban los países de Europa del Este, que provocaron la caída de los gobiernos socialistas, se situaban en el contexto de la erosión ideológica y las distorsiones en la construcción del socialismo en estos países. Sitaram desempeñó un papel importante en la redacción de esta resolución, que se convirtió en la base del posterior documento ideológico global.

Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, el Partido tuvo que hacer balance de este revés histórico para el socialismo y trazar sus posiciones ideológicas postsoviéticas. Esto se hizo en el XIV Congreso celebrado en Madrás en 1992. Tras discusiones en toda regla, el Congreso del Partido adoptó una resolución sobre ciertas cuestiones ideológicas. Fue el camarada Sitaram quien pilotó la resolución en el Congreso y resumió las discusiones en su respuesta. Por primera vez, se preparó un documento ideológico y, en nombre del Buró Político, fue presentado por un miembro del Secretariado Central, un trabajo que normalmente habría realizado M Basavapunnaiah. Esto demostró el reconocimiento del Partido a Sitaram como teórico marxista. Desde entonces, Sitaram se convirtió en la principal fuerza motriz del Buró Político en cuestiones ideológicas.

Equipado con esta armadura ideológica, el PCI(M) organizó un seminario internacional de partidos comunistas para conmemorar el 175 aniversario del nacimiento de Karl Marx en Calcuta en mayo de 1993. El tema del seminario fue «La situación mundial contemporánea y la validez del marxismo». Este fue el primer esfuerzo internacional para discutir la validez del marxismo en el trasfondo de los reveses sufridos por el socialismo con la desintegración de la Unión Soviética y el colapso de los regímenes socialistas en los países de Europa del Este. 21 delegados de partidos comunistas asistieron al seminario y presentaron ponencias. Sitaram, como jefe del departamento internacional, redactó la ponencia del Partido y fue el organizador del seminario.

Más tarde, cuando el Comité Central decidió actualizar nuestros conocimientos sobre cuestiones ideológicas, la responsabilidad recayó naturalmente en Sitaram para redactar un documento completo y actualizado. Esta resolución -Resolución sobre algunas cuestiones ideológicas- fue presentada por Sitaram al XX Congreso del Partido en Kozhikode en 2012 y adoptada tras un profundo debate.

Sitaram hizo una contribución vital a otra importante esfera de la lucha ideológica a la lucha contra la ideología fascista Hindutva. Un ejemplo ilustrará el papel clave desempeñado por Sitaram en esta lucha. En 1993, Sitaram escribió una crítica de un libro de M S Golwalkar, el segundo jefe del RSS (sarsanghchalak). Golwalkar había escrito un libro de 77 páginas -Nosotros o nuestra nacionalidad definida- que se publicó en 1939. Este libro presenta el núcleo fascista del Hindu Rashtra, pero era difícil conseguir copias de la publicación original. Sitaram consiguió un ejemplar de la edición original de 1939 y realizó una crítica aguda e incisiva del linaje y las ideas fascistas que se escondían tras el concepto de Hindu Rashtra. Se publicó en Frontline el 12 de marzo de 1993 y más tarde en forma ampliada como publicación de Frontline. La importancia de este folleto fue comprendida por el difunto A G Noorani, una autoridad en el RSS, que lo valoró muy positivamente y felicitó a Sitaram por ello. Es esta clarividencia y claridad a la hora de comprender los fundamentos ideológicos del Hindutva lo que motivó el compromiso político de Sitaram de defender el laicismo y contrarrestar las fuerzas comunales del Hindutva.

Para un partido comunista, el Programa es el documento básico que establece su camino estratégico. El PCI(M) había adoptado su Programa en 1964 en el 7º Congreso. Este Programa fue el producto de una prolongada lucha en el seno del partido comunista unido sobre cuál debía ser la estrategia para la revolución democrática en la India posterior a la independencia. Sin embargo, se produjeron dos acontecimientos importantes -internacionales y nacionales- que exigieron la actualización del Programa. El primero fue el gran cambio en la correlación de fuerzas de clase a escala internacional con el fin de la Unión Soviética y el fortalecimiento de la hegemonía imperialista. El segundo fue el cambio en la vía capitalista de desarrollo en la India con el inicio del neoliberalismo.

El Partido creó una Comisión del Programa para preparar un proyecto de Programa actualizado. Sitaram era miembro de esta Comisión, de la que Harkishan Singh Surjeet era el convocante. Sitaram, con su conocimiento del funcionamiento del capital financiero internacional y del capitalismo neoliberal, desempeñó un papel clave en la actualización de la sección sobre la vía capitalista de desarrollo. En las discusiones en el Buró Político y posteriormente en el Comité Central, Sitaram desempeñó un papel activo. En un momento dado, Sitaram y yo tuvimos que hacer un esfuerzo decidido para conservar en la versión actualizada la formulación del carácter del Estado indio contenida en el Programa de 1964.

Con el giro a la derecha de la política india y el cambio cualitativo que supuso la victoria del BJP en las elecciones de 2014 y la instauración del gobierno de Modi, Sitaram desempeñó un papel destacado en la formulación de la línea político-táctica para hacer frente a los nuevos desafíos políticos y a la grave amenaza que se cernía sobre los principios laico-democráticos de la Constitución india.

Tras las elecciones a la Lok Sabha de 2024, que confinaron el recuento electoral del BJP por debajo de la mayoría, Sitaram Yechury se dedicó a formular una línea político-táctica que pudiera aprovechar este éxito y que también tuviera en cuenta la continua amenaza de las fuerzas autoritarias del Hindutva.

La última decisión adoptada por el Buró Político a iniciativa suya fue la de elaborar un calendario de conferencias y de preparación de los documentos conducentes al 24º Congreso del Partido que se celebrará en abril del próximo año.

Durante su estancia en el hospital, me expresó repetidamente su preocupación por cómo podría afectar su enfermedad a los preparativos del Congreso. Tuve que asegurarle que todo iría sobre ruedas y que saldría del hospital en unos días. Por desgracia, no fue así.

Me resulta difícil en este momento hacer una valoración objetiva de las contribuciones más amplias de Sitaram Yechury. Para nosotros, sus camaradas del Partido al que dedicó su vida, su profundo compromiso con el marxismo-leninismo y su capacidad para hacer un «análisis concreto de la situación concreta» (un uso leninista favorito suyo), su destacado papel en la defensa del laicismo y la democracia y su visión más amplia de una sociedad socialista, libre de explotación, seguirán inspirándonos a nosotros y a las generaciones venideras de comunistas y progresistas.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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