Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. La rebelión cantonal.
2. Decrecimiento en Mundo Obrero.
3. El difícil retorno a lo rural.
4. Más sobre la situación actual en el Sahel.
5. Entrevista a Adrián Almazán.
1. La rebelión cantonal
Siempre he tenido simpatía por el movimiento cantonal por ese espíritu de federalismo municipalista en el espíritu de Saint-Just -«la soberanía reside en la comuna»-. Se acaba de publicar un libro sobre el tema y en Muy interesante entrevistan a su compilador, Julián Vadillo.
https://www.muyinteresante.es/
«El cantonalismo en España ni era independentista, ni era secesionista”
Entrevistamos al historiador Julián Vadillo, coordinador del libro La rebelión cantonal en la I República, publicado por la editorial Pinolia.
01.09.2023 | 16:00
En un contexto político agitado y en pleno proceso de desarrollo de las libertades, de transformación y de democratización, con la Primera República recién proclamada en 1873, tuvo lugar en España una insurrección liderada por diversos grupos políticos y sociales que buscaban la independencia de sus regiones. El objetivo era que se estableciera en el país un Gobierno federal y a la causa se sumaron treinta y dos provincias españolas, sobre todo de Andalucía, Levante y Castilla y León.
“Los cantones no buscaban una independencia del Estado republicano, sino que la construcción de la República se tenía que hacer desde la base política más básica que era el municipio”, dice Julián Vadillo, historiador y coordinador de La Rebelión Cantonal en la I República. Los intentos de instaurar en España un Estado federal, un libro de la editorial Pinolia. No te pierdas la entrevista al autor.
Pregunta. ¿Cuál fue el contexto político, social y económico que condujo a la rebelión cantonal durante la Primera República en España?
Respuesta. La España de 1873 era un país en pleno proceso de democratización y modernización, al igual que muchos otros países de su entorno. En 1868, España había comenzado un proceso de transformación que había llevado a prescindir de los Borbones, en consonancia con los acuerdos del Pacto de Ostende, y que sirvió para desarrollar en España el primer proceso democrático de su historia. Aunque las cortes optaron en un primer momento por la monarquía democrática de Amadeo de Saboya, el fracaso de esta condujo a que en una sesión conjunta de las Cortes españolas se proclamase la Primera República. Como dijo Emilio Castelar “con Fernando VII se acabó la monarquía absoluta, con Isabel II la monarquía liberal y con Amadeo la monarquía democrática”. Y por la estructura y composición del movimiento republicano de la época, esa República iba a ser federal.
Evidentemente, estamos ante un contexto político agitado, con un desarrollo de las libertades producto de la democratización y un interesante debate de cómo se tiene que organizar no solo política y sino económicamente el país. Pero no podemos olvidar una cosa. Es un periodo de cambio, de transformación y de democratización. No podemos hacer lecturas interesadas y presentistas, presentando el periodo como un caos permanente, algo que se trasmitió en la historiografía más conservadora. El propio Castelar se quejaba en aquellos días republicanos que la prensa conservadora presentaba un país que no existía.
P. En tu libro, mencionas que treinta y dos provincias se unieron a la rebelión cantonal. ¿Cuáles fueron las principales motivaciones y demandas de estas provincias en su búsqueda de independencia y autonomía?
R. El cantonalismo hay que entenderlo en el contexto de cómo construir la República federal. Hay que dejar una cosa clara y es que los cantones no buscaban una independencia del Estado republicano, sino que la construcción de la República se tenía que hacer desde la base política más básica que era el municipio. Algo dentro de la tradición liberal progresista, que veía como los ayuntamientos eran entidades a los que había que dotar de mayor poder político. Además, el republicanismo introducía en la cultura política española la concepción del federalismo. Tal como indica la profesora Jeanne Moisand, en España había existido una tradición de descentralización política, cosa que varió la llegada de los Borbones. Sin embargo, el federalismo era una cuestión más profunda que tenía ejemplos en países como Suiza o EEUU y tuvieron pensadores de cabecera como el anarquista francés Pierre Joseph Proudhon. La idea que tenían los republicanos federales que apoyaron el cantonalismo era construir la República española de abajo hacia arriba, partiendo de las unidades de poder local para construir una federación española.
P. ¿Qué papel desempeñaron líderes como Roque Barcia en la rebelión cantonal? ¿Cómo influyeron en el desarrollo y los objetivos del movimiento?
R. La figura de Roque Barcia ha sido ampliamente trabajada por la profesora e historiadora Ester García Moscardó. Barcia fue uno de los líderes federales más importantes de la España del momento que hoy apenas es conocido. Junto con Pi i Margall era el gran líder de ese republicanismo federal. Barcia representó en las cortes republicanas a los diputados más avanzados y que pretendían la construcción de la República desde la base, oponiéndose a la visión de Pi i Margall que pretendía un proceso más pausado que fuera concediendo esa descentralización. Esto llevó a Barcia a salirse del congreso y formar un Comité de Salud Pública que acabó asentándose en Cartagena bajo la llamada Federación Española. Aunque a nivel ideológico y práctico, Barcia es fundamental para entender el proceso, los sucesos de Cartagena no fueron producto de Barcia sino de un importante movimiento republicano federal en la zona y un desarrollo de las ideas más avanzadas. Como indica Jeanne Moisand en su libro Federación o muerte, Barcia fue el tercer líder más votado en una de las elecciones que se celebraron en Cartagena, lejos de la influencia, por ejemplo, de Antonio Gálvez.
Aun así, y aunque posteriormente se alejó de su propio pensamiento, no se puede desgajar a Barcia del proceso cantonal que se abrió en julio de 1873.
P. Uno de los capítulos trata sobre el cantón de Cádiz y su relación con el liberalismo, el republicanismo y el movimiento anarquista. ¿Cómo se entrelazaron estos elementos en la dinámica del cantón?
R. Cádiz fue una de las plazas fuertes del republicanismo y de los movimientos revolucionarios en la época. Andalucía en general y la zona de Cádiz en particular (también Córdoba, aunque allí el movimiento cantonal no pasó de embrionario) entendían que una República era sinónimo de reforma agraria. A la cabeza de este movimiento, tal como índica el profesor Juan Pablo Calero, estuvo Fermín Salvochea, alcalde de la ciudad, defensor del republicanismo federal intransigente y que con el paso del tiempo se convirtió a las ideas anarquistas, siendo uno de sus más afamados defensores. El problema vino dado por la represión rápida que sufrió el cantón de Cádiz, una vez que Pi i Margall dimitió y Salmerón comenzó una política represiva contra los mismos apoyándose en el ejército. Con esta dinámica, Salmerón rompió un elemento que caracterizó al republicanismo de la época, que era su crítica al militarismo. Cuestión que, incluso, se volvió en contra del propio Salmerón.
Salvochea, que como he dicho posteriormente fue uno de los defensores del anarquismo, muestra perfectamente esa evolución desde las filas del republicanismo federal a las ideas internacionalistas. De hecho, el anarquismo fue una ideología que siempre defendió el federalismo como forma de funcionamiento y el municipio libre como base de construcción de una sociedad sin Estado (tal como Felipe Alaiz planteaba años más tarde en su Federación de Autonomías Ibérica o Juan Montseny en su defensa de los municipios libres)
P. El libro explora las bases constitucionales de los cantones de Andalucía. ¿Qué caracterizaba a estas bases y cómo contribuyeron a la forma en que se desarrolló el cantonalismo en la región?
R. En la mayoría de las ocasiones hacemos una historia eminentemente política y dejamos apartadas algunas cuestiones que como las jurídicas son fundamentales para entender la historia. Eso es lo que nos trasmite el profesor Rubén Pérez Trujillano. Si la base del poder estaba en las unidades municipales, estos cantones se tenían que dotar de constituciones que dieran forma a la construcción republicana. Y como se indica en el capítulo, esa era base del republicanos español y andaluz. Y se ha visto en la anterior cuestión como Cádiz es ejemplo de ello, pero este modelo de cantonalismo constitucional, con bases de ordenamiento jurídico basado en un federalismo de abajo arriba, se ve en todas las provincias de Andalucía. Podemos destacar los casos de Córdoba, con una clara raigambre republicana en su concepción democrática, o Málaga donde el cantonalismo tuvo mucho eco junto a Cartagena.
P. En el capítulo sobre los generales del cantón de Cartagena, ¿cómo afectaron sus acciones y decisiones al curso de la rebelión cantonal?
R. El Ejército tiene un papel fundamental y protagonista en el siglo XIX. No se entienden los cambios y la evolución política si no es con el Ejército. Lo que hace en este capítulo el profesor Eduardo Higueras es poner frente a frente a dos de esos militares: Contreras, defensor del cantón, y López Domínguez, su represor por orden del gobierno. Y con ello lo que se intenta es plasmar que el estamento militar era diverso, heterogéneo y que combinaba en su interior desde los militares más conservadores y reaccionarios hasta los más progresistas. Contreras es un ejemplo de ello mostrando a la perfección la evolución del progresismo liberal desde su defensa del esparterismo hasta su incorporación al republicanismo federal intransigente. Tanto es así que la derrota del cantón de Cartagena fue la derrota de Contreras que vivió unos años exiliado en Argelia hasta que se pudo acoger a una amnistía. Los ejemplos de Contreras y López Domínguez son el reflejo del del ejército en la historia de España donde colisionó la pulsión progresista y avanzada frente a la conservadora. Y así fue hasta el final de la Guerra de España (1936-1939).
P. Se menciona que el cantonalismo tenía conexiones con el movimiento obrero y el socialismo. ¿Podría profundizar en la relación entre estas corrientes ideológicas y el movimiento cantonalista?
R. La posición del movimiento obrero en la época es ambivalente respecto al cantonalismo. Por una parte, está la posición formal y oficial de la Federación Regional Española (FRE), sección de la Primera Internacional en España. Oficialmente, la Internacional no apoyó el cantonalismo, al consideraron burgués y puramente político. Pero a nivel práctico, el movimiento obrero español se volcó en los cantones ya que diferentes integrantes de las federaciones locales de la FRE donde hubo cantonalismo se vincularon a sus estructuras. Es más, una parte importante del republicanismo federal español estaba afiliado a la Internacional. Aquí se puede entender, por ejemplo, que la base del cantonalismo fue popular. Y que muchas medidas adoptadas en Cartagena (pues en definitiva fue el cantón que más duró) tenían un amplio componente socialista y esto se debía, en gran parte, a la participación de estos obreristas. Personajes como Antonio de la Calle, que había participado en la Comuna de París, son fundamentales. El problema viene por las distorsiones que se dieron en la historia, mucha de ella responsabilidad de la lectura de Engels del proceso, donde vinculó todo al bakuninismo. Unos días antes de la proclamación del cantón de Cartagena se produjo el movimiento de Alcoy, que, si era de base obrerista e internacionalista, encabezado por Severino Albarracín, pero que no tenía nada que ver con el movimiento cantonal posterior. Aunque algunos de sus participantes se refugiaron en Cartagena y participaron del cantón cuando el movimiento de Alcoy fue reprimido. La profesora Jeanne Moisand habla del cantón “social” de Alcoy y del cantón “político” de Cartagena.
P. ¿En qué medida el cantonalismo dejó una marca duradera en la política española? ¿Existen paralelos entre las demandas de autonomía de los cantones y los movimientos regionalistas modernos?
R. El cantonalismo dejó una profunda huella en la política contemporánea española. Pero dado que fue liquidado por la fuerza el sesgo que se ha querido presentar ha sido siempre negativo. De hecho, la palabra “cantonalismo” o “cantonal” se utilizaba de forma peyorativa, asociándolo al caos y la disgregación. Una acepción errónea que se ha seguido utilizando hasta la actualidad. Sin embargo, su proyección política dentro del campo de debate republicano no se ha tenido en cuenta cuando fue fundamental. La derrota del cantonalismo fue también la derrota de la República y, no olvidemos, que esta derrota esta protagonizada por un golpe de Estado y no una derrota ideológica o política. Las Repúblicas en España fueron violentadas por la fuerza de las armas tanto en 1874 como en 1936. Durante ese último tercio del siglo XIX, el republicanismo se disgregó en escuelas y debatió cual era el mejor modo de desarrollar una República. Eso a nivel político hasta que se plasmó en la República de 1931. Pero a nivel social, el cantonalismo propuso medidas avanzadas que luego se fueron adquiriendo a lo largo de los años, evidentemente, con la fuerza del movimiento obrero que recoge mucha de esa tradición: reducción de jornadas laborales, servicios sociales, educación universal, acceso a la vivienda, etc. Cuestiones que se habían visto también la Comuna de París.
Sobre si hay conexión con los movimientos regionalista, pues en algún caso sí. Pero no es una evolución natural sino, mas bien, incorporación de algunas cuestiones defendidas por los cantonales y ya muy avanzado en el tiempo. La propia evolución del republicanismo federal en Catalunya dio paso a un modo de nacionalismo. Pero ya dije al principio de la entrevista que el cantonalismo ni era independentista ni era secesionista. Es otra cosa, imbricado dentro de la tradición del federalismo español. La historia no es tan sencilla ni tan simple y esa complejidad es la que nos puede llevar a analizar en su justa medida todo movimiento.
P. El cantonalismo también tuvo expresiones literarias y culturales, como se aborda en el libro. ¿Cómo influyó este movimiento en la producción literaria de la época y en la percepción pública de la Primera República?
R. Al ser un acontecimiento importante en la historia de España dejó su huella en la literatura. Tal como nos expone el profesor Feliciano Páez-Camino, literatos de la talla de Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán o Ramón J. Sender, pusieron el cantonalismo como protagonista o agente en sus obras. En parte, algunas de las visiones negativas del cantonalismo que hemos visto anteriormente se lega también de la literatura. Quizá, de todas las obras, Míster Witt en el cantón de Ramón J. Sender fue la más llamativa, por desarrollar toda la acción en la Cartagena cantonal. Libro que, por cierto, fue Premio Nacional de Literatura en 1936, previo al golpe de Estado contra la República. Aquí hay que decir que los literatos tienen libertad creativa, no son historiadores, lo que nos puede hacer sentir simpatías o animadversiones por personajes reales y ficticios de sus obras. Sin embargo, tras la Guerra de España y los largo años de la dictadura, este tema cayó en el olvido en todos los niveles literarios
P. Finalmente, ¿cómo crees que el estudio de la rebelión cantonal puede arrojar luz sobre los desafíos políticos y la construcción del sistema democrático en la España contemporánea?
R. El cantonalismo, como parte del federalismo, trasmite que la construcción nacional no es unívoca como se intentó trasmitir en muchos momentos de la historia de España. No hay una sola manera de construir el encaje territorial español, sino que este siempre ha sido diverso. Para algunos era el centralismo y la monarquía como su mejor baluarte. Para otros se podía establecer niveles de descentralización, manteniendo o no la forma de Estado monárquica. Para los federales y los cantonales, este modelo era el que mejor reflejaba la realidad plural de España donde todo tenía encaje con unos grados de autogobierno muy amplios. Además, tocando tanto lo político, lo económico como lo social.
Si nos atenemos al siglo XX, los dos periodos donde se han desarrollado procesos constituyentes, a saber 1931 con la Segunda República, y 1977-1978 en el actual sistema democrático, el encaje de la diversidad forma parte del debate. La Segunda República lo llamó Estado Integral y nuestro actual sistema democrático los llamó Estado de las Autonomías. En los dos casos, las lecturas de lo que ofreció y extendió el cantonalismo estuvieron presentes. Es evidente que no se adoptó en ningún caso una posición federal, pero desde luego el federalismo fue agente protagonista en ambos casos.
2. Decrecimiento en Mundo Obrero.
Reflexiones en Mundo Obrero sobre decrecimiento de la coordinadora del área de medio ambiente de Izquierda Unida
¿Y si ganamos? Reflexiones en torno al decrecimiento
Tenemos por delante un enorme reto cultural y de comunicación para reducir drásticamente los consumos, cambiar el modelo y saber explicarlo
Eva García Sempere(*) 23/09/2023
Recientemente se han publicado en castellano dos libros imprescindibles: Socialismo de medio planeta, de Troy Vettese y Drew Pendergrass, y Menos es más, de Jason Hickel.
En ambos se desarrolla un análisis de la situación actual y una posible alternativa al futuro distópico que, demasiado a menudo, nos vemos tentados a dibujar y no sin razón, porque la situación es dramática: olas de calor que nos llevan a batir récords de temperatura durante 23 días seguidos (al menos, mientras escribo esto), la circulación del océano Atlántico ralentizándose y con probabilidades de colapso, temperaturas insólitas en mares y océanos, hielo que no se forma en el Antártico, incendios sin control, tornados en Milán, extinción masiva de especies, sequía y sobreexplotación del agua que conduce a amplias zonas de nuestro territorio al colapso hídrico…
Y podríamos seguir, porque hay muchas otras señales que nos indican que hemos sobrepasado todos los límites de seguridad del planeta.
Esto es una realidad y no ha sido precisamente noticia de última hora: al menos 50 años llevamos siendo advertidos de que el planeta tiene límites y que, por tanto, también tiene límites el crecimiento. Y 50 años llevamos ignorando deliberadamente al grupo de 17 científicos liderado por Donella Meadows y su informe crucial para entender los grandes desafíos globales a los que aún hoy seguimos enfrentándonos, Los límites del crecimiento, sobre la sostenibilidad planetaria y que nos puso frente al espejo de una realidad que seguimos (aunque, todo hay que decirlo, cada vez menos) empeñados en no querer ver.
El informe nos planteaba 11 escenarios posibles que dependen de combinaciones entre cinco variables: contaminación, recursos naturales, producción industrial, población y producción de alimentos. En el caso de no hacer nada, y seguir como hasta ahora, se produciría un colapso por agotamiento de recursos no renovables que llevaría a una situación extrema a la población humana con altas tasas de mortalidad asociadas al hambre y a la falta de accesos a recursos básicos como la sanidad. Eso sí, también advertían de que este límite catastrófico no era inevitable: era posible detenerlo y lograr un equilibrio ecológico y económico que permitiera satisfacer las necesidades básicas de la sociedad sin comprometer la viabilidad de las generaciones futuras. ¿Cómo? Pues reduciendo drásticamente los consumos; o, dicho de otra manera, decreciendo.
Esto es una realidad y no precisamente noticia de última hora: al menos desde hace 50 años nos están advirtiendo que el planeta tiene límites y que, por tanto, también tiene límites el crecimiento. Y 50 años llevamos ignorando deliberadamente al grupo de 17 científicos liderado por Donella Meadowsy su informe crucial para entender los grandes desafíos globales a los que aún hoy seguimos enfrentándonos, Los límites del crecimiento, sobre la sostenibilidad planetaria y que nos puso frente al espejo de una realidad que seguimos (aunque, todo hay que decirlo, cada vez menos) empeñados en no querer ver.
¿En todos los aspectos? Evidentemente, no. Los servicios básicos como sanidad, educación o alimentación deberían ser reforzados. Rediseñados, también, para mejorar su eficacia con menor consumo energético, pero sin duda reforzados.
Más adelante, en 2009, un grupo de científicos liderados por Rockström, desarrollaron el marco de los «límites planetarios», haciendo referencia a los principales umbrales ecológicos que, de ser sobrepasados, nos llevarían a importantes alteraciones de los ciclos naturales. En total nueve fenómenos biogeológicos que marcarían el inicio de una serie de procesos sin retorno que amenazarían la vida misma.
En este momento, cinco de estos límites se han superado.
Estas alteraciones (y muchas más) que nos señala la comunidad científica han sido sistemáticamente apartadas de la toma de decisiones políticas y económicas.
La economía convencional, ignora el contexto físico en el que necesariamente debería enmarcarse y las leyes más elementales de la física, sin tener en cuenta que no es posible establecer ningún modelo económico que considere los recursos y la energía como ilimitados y en la que, por supuesto, la dimensión social en esta economía convencional también es ignorada, y se han encargado de hacernos creer que esta realidad es la única posible. Y que solo un capitalismo más o menos verde puede garantizar nuestra existencia. Ah, y que reces para nacer en el sitio y familia adecuado, aunque no suelen decirlo en voz alta.
Sin embargo, la realidad es que no solo este modelo capitalista es el único posible. Es que solo otro modelo es compatible con la vida.
Existen notables economistas, como Kate Raworth, que han trabajado un marco que incorpora las dimensiones social y ambiental en un ya famoso Modelo Donut que marca unos límites superiores, que no han de ser rebasados a riesgo de comprometer nuestra propia civilización (el techo ecológico) y unos límites inferiores que definen los mínimos vitales necesarios para sostener vidas que merezcan ser vividas (suelo social). Combinándose, así, en un modelo que integra la realidad biofísica con la lucha contra la pobreza, la desigualdad o el acceso a servicios esenciales.
Atendiendo a esta realidad inapelable de que nuestro planeta tiene límites y que estos límites marcan nuestra supervivencia, hemos de ser capaces de establecer el marco que permita superar la situación actual.
En primer lugar, es clave identificar lo que no cabe preguntarse ya. Preguntas como: ¿podemos seguir hablando de un crecimiento sostenible?, ¿hay alguna oportunidad para mantener el modelo de producción y consumo que ha caracterizado a nuestra sociedad?, ¿son las energías renovables la panacea que esperamos? Pues son falsos dilemas.
Con la mayor parte de los umbrales críticos sobrepasados no es posible hablar de mantener el crecimiento.
En segundo lugar, con poblaciones y países enteros en situación fallida no es posible plantearse si el colapso es o no una posibilidad. Existen vidas y territorios que ya lo están por lo que se hace necesario articular un discurso y una propuesta política alrededor de una agenda decrecentista que dé respuesta a este nuevo ¿qué hacer? Y sobre todo, que responda a un ¿y si ganamos?
Propuesta ecosocial transformadora
Si ganamos será porque hemos sido capaces de construir una propuesta ecosocial transformadora que plantee una alternativa real y factible desde parámetros de decrecimiento, identificando los sectores y las prácticas cotidianas que debemos transformar y cómo hemos de comunicarlas a la ciudadanía.
Hasta ahora nos han convencido de la identificación del bienestar con el crecimiento económico. Ya es momento de dejar atrás indicadores capitalistas como el PIB o la renta per cápita y otorgar la centralidad a la evaluación social de la actividad económica derivada de los empleos y trabajos más esenciales para el sostenimiento de la vida.
En una propuesta decrecentista justa, deberemos conectar trabajo y economía con la realidad de una tierra completamente sobrepasada, comprender que en la situación actual cada vez más gente está excluida y expulsada a los márgenes de la vida. Y no solo cada vez más gente: también más animales, más plantas, más microorganismos, con los que estamos indisolublemente unidos, aunque no lo creamos.
Cambio de modelo económico y energético
Los monocultivos del turismo, la construcción, la automoción, las grandes infraestructuras, son bases económicas fundamentales de un determinado modelo de economía española que tienen que ser revisadas, recuperando otros conceptos como la relocalización de la economía, la priorización de sectores y bienes o la redistribución de la riqueza proponiendo una renta básica universal, las propuestas del trabajo garantizado y la reducción de la jornada laboral.
Necesitamos abordar un modelo energético integral que permita dar respuesta a las necesidades sociales dentro del marco actual. Y estudiar mucho, analizando sectores y propuestas: ¿qué hacemos con el transporte, las ciudades, el urbanismo, la alimentación, la sanidad o la educación?, ¿cómo han de ser los servicios públicos en un contexto de decrecimiento de recursos?, ¿cómo abordar la sexta extinción en la que estamos instalados que nos sitúa en alta vulnerabilidad por pérdida de biodiversidad y de funciones ecosistémicas?, ¿qué nueva ética habremos de construir para ser capaces de crear un modelo de sociedad que ponga en el centro la vida del planeta y se aleje del Antropocentrismo que ha considerado al hombre como único dueño del planeta?
En resumen, si ganamos es porque hemos sido capaces de poner en pie un proyecto socialista para los retos de este siglo, creando un modelo económico y social que nos lleve a todas al espacio seguro y justo del donut, por debajo del cual se encuentran las carencias del sistema y por encima los excesos, satisfaciendo las necesidades de todas las personas dentro de los límites del planeta. Tenemos por delante un enorme reto cultural y comunicativo. No nos dejemos llevar por la desesperanza y tengamos presente siempre la pregunta oportuna: ¿y si ganamos?
(*) Coordinadora del Área Federal de Medio Ambiente de Izquierda Unida
3. El difícil retorno a lo rural
Un artículo de presentación en Soberanía alimentaria de una de las experiencias de reruralización comunitaria en Cataluña, la de la Fundació Emprius.
Comunalismo o barbarie. Cómo seguir cuando el sistema actual no es una opción
Edu Nus y Alba Hierro
Article disponible en català
Nos encontramos en un contexto de crisis en que múltiples esferas de la vida están colapsando en pocos años: la emergencia climática, la pérdida de biodiversidad y de fertilidad de los suelos y la crisis energética amenazan la vida en el planeta y especialmente suponen un reto para la producción de alimentos en el ámbito mundial. ¿Cómo alimentaremos a la humanidad si esterilizamos el suelo y para cultivar dependemos de un petróleo cada vez menos disponible?
El positivismo y la creencia en el progreso se encuentran en un callejón sin salida para responder a esta pregunta, porque la respuesta no es conveniente para los poderes fácticos: tenemos que cambiar el modelo alimentario y, por lo tanto, el sistema. Nos encontramos en esta situación tras 150 años de un capitalismo feroz, extractivista, patriarcal y colonialista, y solo podemos revertirlo cambiando desde las bases nuestras formas de vida. Estos cambios se tendrán que llevar a cabo a escala planetaria, pero para avanzar tenemos que probar y desplegar propuestas que nos sirvan a la vez de bastión y de utopía para fortalecer la resistencia contra los poderes actuales.
Los mundos posibles y deseables
¿Y qué son las formas de vida que imaginamos? ¿Cómo son las sociedades que aspiramos a construir? La respuesta es compleja, pero sabemos con certeza que no lo inventaremos todo de nuevo, que ya antes hemos vivido de maneras diferentes, en sociedades más sencillas y conectadas con la naturaleza.
En estas formas de vida nos podemos inspirar para construir desde los núcleos poblacionales más descentralizados y de escala humana hasta las relaciones interpersonales y los cuidados, más comunitarios. Una dimensión especialmente interesante es la economía, cómo gestionar y repartir los recursos; y en esto creemos que tenemos mucho que aprender de los comunales: formas de hacer economía que se relacionan con la naturaleza y los bienes sin pasar por la propiedad, estableciendo normas y formas de hacer que permiten que la comunidad que se beneficie sea a la vez quién los cuida y se responsabiliza de ellos. En Emprius creemos que el comunalismo es una fórmula clave para romper con la idea de propiedad privada que nos ha llevado hasta donde estamos.
Tenemos que ser capaces de imaginar y hacer realidad formas de vida que rompan con este aislamiento y estas vidas individuales que nos están haciendo enfermar. Reconocernos vulnerables e interdependientes, fomentar y apostar por formas de socialización más colectivas y comunitarias que nos permitan socializar los cuidados. Formas de vida que nos reconecten con la naturaleza y rompan con estos malestares cada vez más generalizados que encontramos en la sociedad. Formas de trabajar por un fin que tenga sentido, que nos dé el sentido a nosotros y que enriquezca de verdad nuestro entorno y la sociedad en general.
El entorno rural como propuesta
En muchos lugares del mundo quedan comunidades originarias que mantienen su relación con el territorio y la naturaleza como lo han hecho sus ancestros. En Catalunya no tenemos el privilegio de un legado tan nítido, pero muchas personas están haciendo posibles otras formas de vivir que rompen con el principio de propiedad privada y familia nuclear, permiten el autoabastecimiento, tienen un impacto positivo en sus territorios, fomentan nuevas formas de agricultura y sostienen las vidas de quienes trabajan en el campo con economías colectivas. A la vez, en una dimensión más espiritual y social, estos modos de vida alejados del aislamiento y en contacto con los ciclos de la naturaleza nos conectan con esta fuerza y sentido profundo de pertenencia que parecía que estaba perdido en nuestra sociedad líquida.
Algunas de estas comunidades nos hemos organizado para ensanchar el modelo y hemos constituido la Fundación Emprius. Defendemos la ruralidad y el comunalismo como el marco desde donde organizar y repensar el modelo de producción y desde donde crear estructuras e infraestructuras que sostengan la vida. Creemos, por nuestras experiencias vivenciales como comunidades de vida, que estas apuestas son mucho más potentes si las hacemos en comunidad y que tener comunidades vivas en el territorio rural es clave.
Las diferentes comunidades que impulsamos Emprius creemos que necesitamos estar organizadas. Vemos en el ámbito rural, desde una perspectiva táctica, el entorno donde se pueden tejer unas resistencias más sólidas contra los embates de este capitalismo tardío. Por un lado, porque es en la proximidad con el campo desde donde podemos construir espacios de autoabastecimiento y soberanía. Por otro, porque la propuesta de nuevo mundo que llevamos estará más descentralizada y más conectada con la tierra y la naturaleza, y esto es difícil de recuperar ahora mismo en la ciudad.
Reconstruir el comunal
El comunal fue una fórmula organizativa muy extendida en la edad media en Europa y Catalunya cuenta con un pasado rico en fórmulas comunales que permitían cosas muy diversas: la gestión del bosque de un pueblo por las familias que lo habitaban (para pastorear el ganado, conseguir leña…), la gestión y la construcción de infraestructura comunitaria o el «dret de rastoll»[1]. Todos estos usos permitían que las clases más modestas pudieran abastecerse de materias primas y alimentos sin necesidad de tener propiedad privada.
La constitución de estados, avalistas del capital, sirvió para ir desmantelando a lo largo de los siglos toda esta serie de usos comunales y desposeer a las clases bajas de la capacidad para gestionar su entorno y garantizarse lo básico para la vida.
Podemos ver cómo la gestión desde la base no es, pues, una utopía irrealizable, sino, muy al contrario, una forma de funcionamiento que ha organizado a las sociedades rurales durante siglos, reduciendo la pobreza y garantizando espacios participativos que permitían a las vecinas decidir cómo tenían que ser sus pueblos.
Los comunales en el siglo xxi
Y ¿qué quiere decir comunal en el siglo xxi? En Emprius utilizamos el término comunal para referirnos tanto a los recursos de custodia colectiva como a las dinámicas, relaciones, formas de organización y gobernanza que se establecen en la comunidad que los gestiona. Por recursos nos referimos a campos, bosques, montañas, herramientas, viviendas e infraestructuras como balsas, corrales, obradores, etc.
Si bien reconocemos el legado histórico de los comunales en el Principat y creemos que vienen a demostrar que otras formas de relacionarse con el entorno, el abastecimiento alimentario y la naturaleza son posibles, no queremos quedarnos en una simple idealización. Defendemos unos comunales al servicio de la transformación social que deseamos. Para hacerlo no es suficiente con que la gestión sea colectiva, sino que la comunidad que los gestiona debe tener los siguientes valores:
-
- Agroecología y soberanía alimentaria: Las propuestas de la agroecología y la soberanía alimentaria son esenciales para activar una transición en nuestros territorios hacia modelos alimentarios y de gestión de la tierra más justos social y ambientalmente.
- Resiliencia y regeneración del territorio.
- Democracia radical: Gestión y toma de decisiones basadas en la transparencia y la participación.
- Feminismos: Poner la vida en el centro, incluyendo la ética de los cuidados y la mirada interseccional en la manera en que nos organizamos y nos relacionamos.
- Apoyo mutuo y solidaridad: Promover el intercambio de conocimiento, bagajes y recursos entre comunidades y la creación de redes de articulación y buscar propuestas redistributivas y de justicia social.
Una propuesta de país
Volviendo a la actualidad, no podemos permanecer impasibles viendo cómo cada vez más productores, ganaderas y campesinos… abandonan. Cómo la carencia de relevo agrario desespera al campesinado. Cómo caen las masías. Cómo va quedando en cada vez menos manos la gestión de las tierras. Como transforman los fondos de inversión la tierra fértil en capital especulativo. Cómo queman los bosques por falta de una buena gestión. Este nuevo modelo de país tendrá que ser redistributivo y con justicia social, capaz de acoger a quienes migran desde otros países y de expropiar el patrimonio de fondos especulativos para ponerlo al servicio de la soberanía alimentaria y las personas que llenan de vida los pueblos. También serán necesarios mecanismos para redistribuir la riqueza y evitar las desigualdades de clase y las territoriales. También hará falta reconocer una deuda transgeneracional.
La propuesta de la Fundación Emprius
La Fundación Emprius pretende ser una herramienta para aglutinar la infraestructura: campos, casas y herramientas al servicio de un mundo rural comunitario y transformador. Emprius ha nacido este 2023 impulsada por varias comunidades intencionales del entorno rural de Catalunya (Cal Cases, Mas Les Vinyes, Can Tonal, Can Parera y la Tomassa) con el objetivo de impulsar una cultura comunal rural que garantice la sostenibilidad y dignifique la vida presente y futura. En un contexto de crisis civilizatoria, queremos ser un agente por un cambio de paradigma necesario, donde la vida sea el centro y la interdependencia y la ecodependencia sean la base. Para hacerlo aspiramos a recibir donaciones de dinero, patrimonio y herramientas, y nos comprometemos a encontrar colectivos que los custodien siguiendo los principios y los valores que defendemos.
Actualmente nos encontramos en proceso de difusión de nuestra propuesta en entornos afines y transformadores. Aspiramos a ser un espacio participativo y contar con una base amplia y sólida formada por personas activistas, especialistas en diferentes ámbitos y donantes que hagan posible el proyecto.
Si quieres formar parte de nuestra comunidad, visítanos: https://emprius.cat/collabora/
[1] Derecho a pastorear los animales en una tierra ajena después de la cosecha
4. Más sobre la situación actual en el Sahel
Un artículo de Globetrotter -que hace unas semanas que no nos envían nada- de Zoe Alexandra y Vijay Prashad sobre la situación en el Sahel y la posibilidad del fin del neocolonialismo francés en la zona. https://globalter.com/el-fin-
¿El fin del neocolonialismo francés en África?
ZOE ALEXANDRA Y VIJAY PRASHAD
En Bamako, la capital maliense, los gobiernos de Burkina Faso, Malí y Níger crearon este 16 de septiembre la Alianza de los Estados del Sahel (AES).
En X, la red social conocida con anterioridad como Twitter, el líder del Gobierno de transición de Malí, el coronel Assimi Goïta, escribió que la carta de Liptako-Gourma, firmada por los miembros de la AES, establecería “una arquitectura de defensa colectiva y asistencia mutua para el beneficio de nuestras poblaciones”.
Los intentos para establecer tal cooperación regional se originaron en el periodo en que Francia puso fin a su dominación colonial en África. Entre 1958 y 1963, Ghana y Guinea eran miembros de la Unión de Estados Africanos, organización que podría haber sido la semilla de una unidad panafricana más amplia. Malí también perteneció a ella entre 1961 y 1963.
Pero, en los últimos tiempos, estos tres países —y otros de la región del Sahel, como Níger— han luchado contra sus problemas comunes, como el caos desatado por las fuerzas islámicas radicales africanas, reforzadas tras la intervención de la OTAN en la guerra de Libia en 2011.
La indignación de la población regional contra Francia es tan intensa que ha provocado al menos siete golpes de Estado en África (dos en Burkina Faso, dos en Malí, uno en Guinea, uno en Níger y uno en Gabón) y ha desatado manifestaciones masivas desde Argelia hasta el Congo, y más recientemente en Benín.
La hostilidad que los habitantes de la zona exhiben hacia Francia es tal que sus tropas han sido expulsadas del Sahel, Malí ha eliminado el estatus lingüístico oficial del francés en su territorio y el embajador de Francia en Níger, Sylvain Itté, ha sido retenido como “rehén” —como ha dicho el presidente francés, Emmanuel Macron—.
El presidente de la Organización de los Pueblos del África Occidental (WAPO, por sus siglas en inglés), Philippe Toyo Noudjenoume, explica la base de esta emergente tendencia antifrancesa en la región. El colonialismo francés, dice, “no se fue en 1960”. Francia mantiene los ingresos de sus excolonias en el Banque de France en París.
La política exterior que los franceses aplicaban en África —conocida como Françafrique— incluía la presencia de bases militares francesas desde Djibouti hasta Senegal y desde Costa de Marfil hasta Gabón.
“De todas las expotencias coloniales en África”, dice Noudjenoume, “es Francia la que ha lanzado intervenciones militares en al menos seis ocasiones para derrocar gobiernos. Modibo Keïta en Malí en 1968, Félix-Roland Mmié en 1960 y Ernest Ouandié en 1971 en Camerún, Sylvanus Olympio en Togo en 1963, Thomas Sankara en 1987 en Burkina Faso… y muchos otros”.
Entre 1997 y 2002, durante la presidencia de Jacques Chirac, Francia desplegó sus tropas en el continente africano 33 veces. En comparación, entre 1962 y 1995, lo hizo 19 veces. En realidad, nunca ha dejado de lado su antigua ambición colonial.
Rompiendo el lomo del camello
Dos acontecimientos de la pasada década “rompieron el lomo del camello”, dice Noudjenoume: la guerra de la OTAN en Libia, liderada por Francia e iniciada en marzo de 2011, y la intervención francesa para eliminar a Koudou Gbagbo Laurent de la presidencia de Costa de Marfil un mes después.
“Durante años”, explica, “estos acontecimientos han provocado un fuerte sentimiento antifrancés, sobre todo entre la gente joven. Un sentimiento que no solo se ha desarrollado en el Sahel, sino que se ha extendido por todo el África francoparlante. Aunque es verdad que es en el Sahel donde se expresa con más fuerza en la actualidad”.
Las protestas masivas contra la presencia de los franceses en sus excolonias africanas son ahora evidentes. Tales protestas no han sido capaces de resultar en la devolución del poder a gobiernos civiles. En gran parte, esto es así porque el aparato político de esos países ha sido erosionado por cleptocracias de larga data respaldadas por Francia.
El mejor ejemplo de esta clase de regímenes es el de la familia Bongo, que gobernó en Gabón entre 1967 y 2023. Sus miembros se enriquecieron absorbiendo los beneficios generados por los pozos petrolíferos del país y, cuando Omar Bongo murió en 2009, la política francesa Eva Joly dijo que este gobernaba en nombre de Francia, no en el de los ciudadanos gaboneses.
París también envió tropas a Malí en 2013 para intentar controlar el caos desatado por la guerra de la OTAN en Libia dos años antes. Las milicias radicales islamistas capturaron la mitad del territorio maliense y, en 2015, se lanzaron sobre Burkina Faso.
Francia intervino, pero luego ordenó a los soldados de los ejércitos de los países sahelianos que lucharan contra los terroristas que ella misma había respaldado en Libia.
“Esta decisión aumentó los sentimientos hostiles hacia Francia entre los militares africanos”, dice Noudjenoume, “y por eso se han rebelado contra los Gobiernos profranceses y los han derrocado”.
Anti-intervención
Después del golpe en Níger, Occidente esperaba poder enviar una fuerza por delegación encabezada por la Comisión Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS), pero los líderes castrenses africanos se han opuesto a ello.
Los habitantes de la región han creado comités de solidaridad para defender al pueblo de Níger de cualquier ataque, y la amenaza ha provocado “revueltas e indignación entre las poblaciones”, explica Noudjenoume.
El presidente de Nigeria, Bola Ahmed Tinubu, se ha visto obligado a dar marcha atrás en la cruzada de la ECOWAS por el rechazo del Congreso de su país y las protestas masivas contra la intervención militar en el país vecino. Expirados los ultimátums de la ECOWAS para restituir al depuesto líder nigerino Mohamed Bazoum, ha quedado claro que su amenaza era un farol.
Mientras tanto, el pueblo nigerino, que ya pensaba resistir por sí solo ante cualquier enemigo, ha recibido la ayuda de Burkina Faso y Malí, los cuales han prometido enviar ayuda inmediata a Níger si se produce cualquier despliegue de tropas extranjeras. La nueva AES es producto de esta solidaridad mutua.
Queda claro que no es un simple pacto militar o de seguridad. En la ceremonia de firma, el ministro de Defensa de Malí, Abdoulaye Diop, dijo a los periodistas: “Esta alianza será una combinación de esfuerzos militares y económicos entre los tres países”.
La AES se basará en el acuerdo de febrero de 2023 entre Burkina Faso, Guinea y Malí para colaborar en el intercambio de combustible y electricidad, la construcción de redes de transporte, la venta de recursos minerales y el desarrollo de un proyecto agrícola y comercial regional.
Queda por ver si estos países serán capaces de crear una agenda económica que beneficie a sus pueblos y garantizar con ello que Francia no tenga medios para ejercer su autoridad sobre la región.
Zoe Alexandra es coeditora de la publicación Peoples Dispatch
Vijay Prashad es historiador y periodista indio. Director del Instituto de Investigación Social Tricontinental. Ha escrito más de 20 libros. El último en colaboración con Noam Chomsky: “La retirada. Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder de Estados Unidos”, reseñado por David Bollero en Globalter.
Este artículo se publica en colaboración con Globetrotter
5. Entrevista a Adrián Almazán
Otra entrevista a Adrián Almazán con motivo de la publicación de su reciente libro con Luis González Reyes. https://www.eldiario.es/
«La crisis económica es una forma de gestionar el empobrecimiento de la sociedad”
Adrián Almazán, doctor en Filosofía y coautor de ‘Decrecimiento: del qué al cómo. Propuestas para el Estado español’, aborda las claves sobre los límites ecológicos del planeta y propuestas alternativas
Santander — 21 de septiembre de 2023 22:06h Actualizado el 21/09/2023 22:42
Adrián Almazán (Madrid, 1990) llega este viernes a la Librería La Vorágine – Cultura Crítica de Santander con un libro de cuya lectura es difícil salir indemne. Escrito junto a Luis González Reyes, Decrecimiento: del qué al cómo. Propuestas para el Estado español (Icaria) es un aullido en la tradición política del “decrecimiento”. El texto analiza los diferentes sectores de la economía española —minería, transporte, agricultura, turismo, energía, pesca, finanzas o construcción— hasta desmontar los mitos que respaldan su buena salud. Por eso, cada uno de los ámbitos de la estructura económica y social bombeados por los combustibles fósiles resultan tener un claro final tal como se conocen. “Es crucial frenar rotundamente las dinámicas destructivas asociadas al capitalismo”, afirman los autores a sabiendas del choque del sistema económico con los límites materiales y energéticos del planeta.
El libro lo descorcha la antropóloga Yayo Herrero con un prólogo que los autores estiran y exponen al detalle para reventar las bases de las dinámicas productivas actuales. Las promesas del cacareado crecimiento económico naufragan en este libro: aquí no se encuentran consuelos del capitalismo verde o el crecimiento sostenible. Por esa razón, admite Adrián Almazán, “esta propuesta tiene la peculiaridad de ir en contra de muchos de los poderes establecidos”. Pero hay urgencias climáticas y escasez, y ya hemos atravesado el pico del petróleo, y la biodiversidad se está contrayendo, y los mares calentando, muchos ecosistemas están colapsando y especies animales extinguiendo. Y, además, en los primeros siete meses del año hemos agotado los recursos que el planeta puede ofrecer en equilibrio. A todos estos procesos ocultos en la maraña informativa los autores disparan con artillería pesada, sin compasión y con propuestas alternativas. Eso sí, todas las fórmulas de sociedad posibles se encuentran dentro del marco trazado por la disponibilidad de recursos materiales y energéticos. Todo un desafío al discurso dominante.
En el libro, argumentan muy sólidamente el reverso de las dinámicas económicas y sociales mediante indicadores objetivos. Me surge la pregunta de si la sociedad tiene idea de lo que realmente está sucediendo.
Yo pienso que sí vemos pero nos cuesta entender o enmarcar aquello que vemos. En ese sentido, tenemos un problema de enfoque. Es evidente que lo vemos, sobre todo, en la cuestión climática. También en la cuestión de la energía y los materiales, pues hemos sido testigos de desabastecimiento, inflación o paradas técnicas. Con la cuestión económica, cada vez es más claro que el modelo económico actual tiene límites y no es fácil que vaya a continuar adelante tal como existe. Es cierto que hay una sensación extendida de pesimismo hacia el futuro, y creo que tiene que ver con una conciencia difusa. A nivel general, sin embargo, nos cuesta entenderlo en un marco estructural, ya que se favorece más una visión de crisis puntual y que volveremos a la “normalidad”. Esa normalidad sigue siendo el referente. Pero eso no nos permite ver la gravedad y la urgencia de algunas transformaciones. Existe una conciencia emborronada, pero también cierta sensación de que la cosa es más grave de lo que pensamos, y por eso se expresa en un cierto pesimismo que no nos permite abrazar alternativas esperanzadoras.
¿Nos queda todavía el refugio mental del viejo mito del progreso y la tecnología?
Claro, ese es uno de los grandes bloqueos imaginarios a los que nos enfrentamos. La gran vía por la que la normalidad se va a mantener es ese mito del progreso. Y, a la vez, es tremendamente peligroso porque nos lanza a una dinámica de despolitización de los problemas: si va a haber una solución técnica ante todo de manos de empresarios y políticos, no hay verdaderos problemas, solo pequeñas disfunciones. Hay algunos ámbitos, como el climático, donde el mito del progreso es perverso: ya se habla de emisiones netas en lugar de hablar de frenar las emisiones. La gente ve eso y se tranquiliza. El mito del progreso, además, articula la ideología de las élites con mucha fuerza.
Unas élites que pasan por encima del concepto de decrecimiento, que son los límites materiales del planeta…
La cuestión de esos límites en el sistema capitalista es de todo menos nueva. Solemos tener como referencia el informe Los límites del crecimiento, pero ese informe fue iniciativa de las élites, que en ese momento querían reorganizar todo el sistema. Pero ese momento se cerró muy pronto y dio paso al ciclo neoliberal, inaugurándose un absoluto nihilismo: todo indica que ha habido una huida hacia adelante, un cierre en falso sobre las cuestiones de las limitaciones, pues al no haber chocado directamente con el agotamiento total del petróleo, han considerado que era algo así como una engañifa y han seguido apostando por el crecimiento perpetuo. Entonces, hay una frontera muy delgada entre las apuestas ideológicas de las elites para mantener a la población alineada con sus intereses y las mentiras que ellos mismos terminan por creerse. Porque todo el discurso del capitalismo verde, que plantea que tenemos que seguir desarrollándonos tecnológicamente para desacoplar el crecimiento de los impactos, es profundamente ideológico. A pesar de que el acoplamiento [entre consumo de energía, impactos ecológicos y crecimiento del PIB] es total, ese el credo de las élites y de las políticas, incluidas las de la Unión Europea.
¿Ignoran los “territorios de sacrificio” o pasan por encima de esos lugares para que la rueda siga girando? Esos territorios, por otro lado, cada vez son más cercanos.
La historia del capitalismo se basa sistemáticamente en la generación de territorios de sacrificio. El desarrollo capitalista siempre es desigual: para que haya un nivel de consumo y producción elevado en los países centrales hace falta que haya una depresión en otros. Nuestra gran tensión geopolítica, de hecho, tiene que ver con que más territorios quieren que acceder a nuestro estilo de vida. La competencia por los recursos está haciendo que los territorios de sacrificio estén cada vez más cerca. El estado español, por ejemplo, está destinado a convertirse en una semiperiferia, y por eso hay una explosión de minería y de instalaciones renovables en territorio de mucho valor ecológico, agronómico y cultural. Esas zonas de sacrificio ya no van a ser de países lejanos de los que nos beneficiamos, sino de los territorios periféricos y atravesados por la desigualdad de nuestro propio país: las zonas rurales. El plan es sacrificar las zonas rurales para el sostenimiento de los modos de vida de las ciudades.
Inciden mucho en que el problema es para el capitalismo, “no para la humanidad y menos aún para el resto de la vida”. ¿Hemos llegado a confundir “capitalismo” con “vida”, como si fueran lo mismo?
Está claro que la incompatibilidad con la finitud de los recursos y la buena salud de los ecosistemas es con el capitalismo. Lo que no podemos sostener es la pretensión de crecimiento permanente y la lógica de expropiación y mercantilización del capitalismo. Y efectivamente hemos llegado a confundirlo tanto con el conjunto de la vida humana como con la propia naturaleza. Pero eso no minimiza la magnitud del problema por una cuestión básica: el enorme grado en que nuestras necesidades están acopladas con el buen funcionamiento del capitalismo. Ese es nuestro gran problema. Si para tener una vida buena necesitamos un salario y servicios estatales pero todo eso depende de la buena salud de la economía, un mal funcionamiento del capitalismo industrial se convierte en un problema social. De ahí que todos tengamos miedo a palabras como crisis económica, recesión o paro. ¿Eso es inevitable? Por supuesto que no, porque podríamos organizar la vida, y se organiza en muchos territorios, a la contra de las dinámicas capitalistas. Pero eso requeriría de transformaciones muy profundas.
Definen la economía sostenible como aquella “que se inserta en el metabolismo de los ecosistemas”. Atendiendo a este criterio, ¿cuánto de lo que se está proponiendo pasaría el filtro de este concepto?
Bajo el principio general de la reinserción en los ecosistemas, nuestra guía rectora de la reorganización económica decrecentista, quedan fuera los procesos de digitalización, que van en dirección contraria. Hay otros dos grandes problemas: la reorganización social y la cuestión metabólica (la energética y material). En lo primero vemos una continuación de las políticas neoliberales, pues la mitad de los fondos Next Generation son deuda futura. Además, no se habla de cómo nos vamos a reorganizar socialmente para salir de la trampa del crecimiento. La cuestión de desfosilizar es la más ambigua de todas. Es evidente que hay que desfosilizar la economía para luchar contra el cambio climático, pero lo que realmente esconde el actual despliegue masivo de renovables es un intento de dar solución a la crisis geopolítica en el acceso a la energía.
Lo llaman transición ecológica…
Lo que se ha intentado poner en marcha de manera acelerada es una muleta energética que siga generando rentabilidad al entramado oligopólico. Eso distorsiona todo porque nos está enfrentando a una instalación de dispositivos especulativa, no planificada, que reproduce las mismas desigualdades en el territorio. El potencial de los captadores de energía renovable es su capacidad de situar la producción y consumo cerca y su compatibilidad con una gestión democrática, pero nada de ello está presente en el despliegue renovable actual: grandes instalaciones de titularidad privada guiadas por capital especulativo y financiero, concebidas al margen de la toma de decisiones democráticas y destinadas a volcar su producción a la red a largas distancias de manera muy ineficiente. Y todo ello vestido de una retórica engañosa porque se plantea que todo eso va a ser la solución, que va a ser una sustitución de los combustibles fósiles. Pero, entre otros problemas, las renovables no van a producir la misma cantidad de energía. Desfosilizar tiene que ser una cosa muy distinta, y lo primero es una reducción muy importante del consumo de energía, un 70 por ciento en 2050.
Los combustibles fósiles condicionan el funcionamiento de todos los ámbitos, desde la agricultura al turismo pasando por la industria, la movilidad o la construcción. ¿Cómo revolucionar todos esos ámbitos?
Ese es el gran reto, y eso nos habla de la urgencia de explorar alternativas, porque si vamos a estar esperando a que aumenten las dificultades de acceso a los recursos, como los conflictos y guerras, para tomar medidas, vamos a estar en el peor de los horizontes. La idea es pensar cómo se pueden hacer cosas de forma alternativa, y de esa forma es donde tendremos margen para eso que creemos que es el decrecimiento: conseguir vidas mejores en ese escenario de cambio. Lo que es desafiante es que no podemos permitirnos nuestros hábitos de vida, pero esta realidad colisiona con los intereses creados.
Como respuesta al entramado socioeconómico, proponen un viaje desde el mercado y el estado hasta lo local y comunitario, donde se puede poner en marcha virtudes humanas hoy marginadas.
Lo que vemos es que, debido a la colisión de intereses entre el mundo empresarial y el estado, es ingenuo pensar que va a haber una dádiva por su parte. Están demostrando que no y, por lo tanto, la iniciativa tiene que surgir del conjunto de la sociedad, que igual que ha cultivado el egoísmo o el individualismo puede cultivar la solidaridad, el apoyo mutuo o la preocupación por el bien común. Por eso pensamos que la construcción de alternativas es clave, ya que comienza a satisfacer necesidades de otra forma, genera comunidades de lucha y muestra que hay otra forma de hacer las cosas. La transformación es tan radical como urgente.
Hay un amplio consenso en el diagnóstico de la situación actual, pero hay mucha variedad en las respuestas.
Hemos conseguido grandes niveles de consenso en torno a la cuestión climática. Y en torno a la cuestión energética y material, la posibilidad del consenso es más complicada debido a que esta atravesada por muchos intereses. A día de hoy, por ejemplo, todavía no hay fiabilidad del nivel de las reservas de muchas materias primas. Lo que es indudable que es que nos enfrentamos a un declive más o menos acelerado de nuestro acceso a muchas materias primas clave, el petróleo entre ellas.
Teniendo en cuenta todas las evidencias por la escasez de materias primas y combustibles fósiles, el problema puede ser la lucha por los recursos cada vez más escasos. ¿Cómo puede afectarnos?
Hay muchísima incertidumbre sobre lo que pueda suceder, y por eso es urgente poder movilizar propuestas políticas e ideas alternativas. Ahora mismo, el decrecimiento no tiene nada de inevitable: lo que es inevitable es la inestabilidad climática, la pérdida de biodiversidad o la dificultad para acceder a energía y materiales. Pero si uno echa un vistazo al mundo, se ven, por ejemplo, sistemas donde hay unas élites hiperconsumistas y, sin embargo, una exclusión social que puede alcanzar a la mayoría de la población. La cuestión es plantear cómo podemos organizarnos de otra forma. Pero no va a haber ningún regalo, porque esa ilusión de expandir la normalidad está en quiebra: la crisis económica es una forma de gestionar el empobrecimiento de la sociedad.
Un cambio consciente debe de ser por movilización de los de abajo, no por imposición de los de arriba. ¿Estamos en ese punto?
Está claro que no estamos en el punto de que haya un sentir y una organización compartida que camine en esa dirección, pero tampoco vamos a estarlo si no empezamos a caminar. Nosotros tenemos la responsabilidad de mostrar otras vías, aunque sé todas las objeciones y dificultades que se ponen. No somos ingenuos.
Pero las propuestas teóricas, más allá de la manida dicotomía capitalismo-comunismo, supone tomar antiguos ingredientes (trabajo manual, tracción animal en la agricultura, fin de la hiperespecialización) que a mucha gente le puede sonar a chino…
Claro, pero a lo mejor no le suena a chino pertenecer a un grupo de consumo agroecológico en que consume verduras de mayor calidad a la vez que permite, a través de su dinero, que quien quiera vivir así lo haga protegiéndose de las dinámicas hipercompetitivas de la industria alimentaria, sosteniendo un territorio que se maneja de otra forma, integrándose y permitiendo esa dinámica de repoblación y favoreciendo la biodiversidad. Eso no es extraterrestre. Hay un trecho muy largo que nos separa de lo que podría ser idealmente esa sociedad decrecentista, pero hay muchos proyectos que ya funcionan hacia ese horizonte.
Tú nos haces independientes
Solo respondemos ante socios y socias: ante personas como tú que creen que nuestro trabajo importa. Por eso, si nos lees habitualmente y crees en el periodismo con valores, pedimos tu colaboración para que podamos seguir siendo independientes. Te llevará menos de un minuto y puedes hacerlo desde aquí con cuotas que van desde 1 € al mes.
Aunque parezca una cantidad pequeña, sumada a las de muchas más personas, es lo que hace posible que existamos.
Muchas personas, con pequeñas decisiones, pueden hacer grandes cosas.
Conscientes de lo atrevidas de esas propuestas, ¿por eso se preocupan de ejemplificar iniciativas que ya están funcionando?
Eso nos interesa mucho, porque el hecho de que algo no sea realidad porque no exista no implica que no sea realista. Creemos que a veces hay mucho bloqueo a nivel de conocimiento de otra forma de hacer las cosas. Nos hemos esforzado por intentar demostrar que hay otras formas de hacer las cosas, pero hace falta una fuerza social que trabaje por ello.