DEL COMPAÑERO Y MIEMBRO DE ESPAI MARX, CARLOS VALMASEDA.
ÍNDICE
1. Los fracasos «pacifistas» de Trump.
2. La Generación Z en Madagascar.
3. La decadencia de EEUU.
4. Los riesgos de Abraham.
5. Enésimo paso en la escalada.
6. Prashad sobre China.
7. Método: Filosofía y economía.
8. Nosotros.
9. Resumen de la guerra en Palestina, 24 de octubre de 2025.
1. Los fracasos «pacifistas» de Trump.
Antes de saberse que Trump y Putin finalmente no se reunen en Hungría, Sachs y Fares escribieron este texto instando a volver a la diplomacia.
De la ilusión a la paz real: la prueba de Trump en Gaza y Ucrania
La paz real exige la creación de un Estado palestino, la neutralidad de Ucrania y el valor de desafiar al lobby bélico.
Por Jeffrey Sachs y Sybil Fares
Publicado el 23 de octubre de 2025
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se presenta a sí mismo como un pacificador. En su retórica, se atribuye el mérito de sus esfuerzos por poner fin a las guerras en Gaza y Ucrania. Sin embargo, bajo esa grandilocuencia se esconde una falta de sustancia, al menos hasta la fecha.
El problema no es la falta de esfuerzo de Trump, sino su falta de conceptos adecuados. Trump confunde «paz» con «alto el fuego», que tarde o temprano vuelve a convertirse en guerra (normalmente más pronto que tarde). De hecho, los presidentes estadounidenses desde Lyndon Johnson en adelante han estado subordinados al complejo militar-industrial, que se beneficia de la guerra sin fin. Trump simplemente sigue esa línea al evitar una resolución genuina de las guerras en Gaza y Ucrania.
La paz no es un alto el fuego. La paz duradera se consigue resolviendo las disputas políticas subyacentes que llevaron a la guerra. Para ello es necesario abordar la historia, el derecho internacional y los intereses políticos que alimentan los conflictos. Sin abordar las causas profundas de la guerra, los altos el fuego no son más que un interludio entre rondas de matanzas.
Trump ha propuesto lo que él denomina un «plan de paz» para Gaza. Sin embargo, lo que esboza no es más que un alto el fuego. Su plan no aborda la cuestión política fundamental de la creación de un Estado palestino. Un verdadero plan de paz uniría cuatro resultados: el fin del genocidio de Israel, el desarme de Hamás, la adhesión de Palestina a las Naciones Unidas y la normalización de las relaciones diplomáticas con Israel y Palestina en todo el mundo. Estos principios fundamentales están ausentes en el plan de Trump, razón por la cual ningún país lo ha firmado, a pesar de las insinuaciones de la Casa Blanca en sentido contrario. A lo sumo, algunos países han respaldado la «Declaración para la paz y la prosperidad duraderas», un gesto dilatorio.
El plan de paz de Trump se presentó a los países árabes y musulmanes para desviar la atención del impulso mundial a favor de la creación de un Estado palestino. El plan estadounidense está diseñado para socavar ese impulso, permitiendo a Israel continuar con su anexión de facto de Cisjordania y su bombardeo continuo de Gaza y las restricciones de la ayuda de emergencia con el pretexto de la seguridad. Las ambiciones de Israel son erradicar la posibilidad de un Estado palestino, como dejó explícito el primer ministro Benjamin Netanyahu en la ONU en septiembre. Hasta ahora, Trump y sus asociados simplemente han estado promoviendo la agenda de Netanyahu.
El «plan» de Trump ya se está desmoronando, al igual que los Acuerdos de Oslo, la Cumbre de Camp David y todos los demás «procesos de paz» que trataron la creación de un Estado palestino como una aspiración lejana en lugar de como la solución al conflicto. Si Trump realmente quiere poner fin a la guerra —una propuesta algo dudosa—, tendría que romper con las grandes tecnológicas y el resto del complejo militar-industrial (beneficiarios de enormes contratos de armas financiados por Estados Unidos). Desde octubre de 2023, Estados Unidos ha gastado 21 700 millones de dólares en ayuda militar a Israel, gran parte de la cual vuelve a Silicon Valley.
Trump también tendría que romper con su principal donante, Miriam Adelson, y con el lobby sionista. Al hacerlo, al menos representaría al pueblo estadounidense (que apoya un Estado palestino) y defendería los intereses estratégicos de Estados Unidos. Estados Unidos se sumaría al abrumador consenso mundial, que respalda la aplicación de la solución de dos Estados, basada en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y las opiniones de la CIJ.
El mismo fracaso de la mediación de Trump se repite en Ucrania. Trump afirmó repetidamente durante la campaña que podría poner fin a la guerra «en 24 horas». Sin embargo, lo que ha propuesto es un alto el fuego, no una solución política. La guerra continúa.
La causa de la guerra de Ucrania no es ningún misterio, si se mira más allá de la propaganda de los principales medios de comunicación. El casus belli fue el impulso del complejo militar-industrial estadounidense para la expansión sin fin de la OTAN, incluyendo a Ucrania y Georgia, y el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en Kiev en febrero de 2014 para llevar al poder a un régimen pro-OTAN, lo que desencadenó la guerra. La clave para la paz en Ucrania, entonces y ahora, era que Ucrania mantuviera su neutralidad como puente entre Rusia y la OTAN.
En marzo-abril de 2022, cuando Turquía medió en un acuerdo de paz en el Proceso de Estambul, basado en el retorno de Ucrania a la neutralidad, los estadounidenses y los británicos presionaron a los ucranianos para que abandonaran las conversaciones. Hasta que Estados Unidos renuncie claramente a la expansión de la OTAN a Ucrania, no puede haber una paz sostenible. La única forma de avanzar es un acuerdo negociado basado en la neutralidad de Ucrania en el contexto de la seguridad mutua de Rusia, Ucrania y los países de la OTAN.
El teórico militar Carl von Clausewitz caracterizó famosamente la guerra como la continuación de la política por otros medios. Tenía razón. Sin embargo, es más exacto decir que la guerra es el fracaso de la política que conduce al conflicto. Cuando los problemas políticos se aplazan o se niegan, y los gobiernos no logran negociar sobre cuestiones políticas esenciales, con demasiada frecuencia se produce una guerra. La paz real requiere el valor y la capacidad de dedicarse a la política y de hacer frente a los especuladores de la guerra.
Reciba alertas y actualizaciones instantáneas basadas en sus intereses. Sea el primero en enterarse cuando sucedan noticias importantes.
Ningún presidente desde John F. Kennedy ha intentado realmente lograr la paz. Muchos observadores cercanos a Washington creen que fue el asesinato de Kennedy lo que puso irrevocablemente al complejo militar-industrial en el poder. Además, la arrogancia del poder estadounidense ya señalada por J. William Fulbright en la década de 1960 (en referencia a la errónea guerra de Vietnam) es otro de los culpables. Trump, al igual que sus predecesores, cree que la intimidación, la desinformación, las presiones financieras, las sanciones coercitivas y la propaganda de Estados Unidos serán suficientes para obligar a Putin a someterse a la OTAN y al mundo musulmán a someterse al dominio permanente de Israel sobre Palestina.
Trump y el resto de la clase política de Washington, en deuda con el complejo militar-industrial, no superarán por sí mismos estos delirios continuos. A pesar de décadas de ocupación israelí de Palestina y más de una década de guerra en Ucrania (que comenzó con el golpe de Estado de 2014), las guerras continúan a pesar de los continuos intentos de Estados Unidos por imponer su voluntad. Mientras tanto, el dinero sigue fluyendo hacia las arcas de la maquinaria bélica.
No obstante, todavía hay un atisbo de esperanza, ya que la realidad es algo obstinado.
Cuando Trump llegue pronto a Budapest para reunirse con el presidente ruso Vladimir Putin, su anfitrión, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, profundamente conocedor y realista, puede ayudar a Trump a comprender una verdad fundamental: la ampliación de la OTAN debe terminar para traer la paz a Ucrania. Del mismo modo, los homólogos de confianza de Trump en el mundo islámico —el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan; el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman; el presidente de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi, y el presidente de Indonesia, Prabowo Subianto— pueden explicarle a Trump la absoluta necesidad de que Palestina sea ahora un Estado miembro de la ONU, como condición previa para el desarme de Hamás y la paz, y no como una vaga promesa para el fin de la historia.
Trump puede traer la paz si vuelve a la diplomacia. Sí, tendría que enfrentarse al complejo militar-industrial, al lobby sionista y a los belicistas, pero tendría al mundo y al pueblo estadounidense de su lado.
2. La Generación Z en Madagascar.
Otro artículo sobre las movilizaciones de la generación Z, esta vez en Madagascar, con la entrevista a un historiador de ese país.
https://roape.net/2025/10/24/madagascars-gen-z-uprising-an-interview-with-harilala-ranjatohery/
El levantamiento de la Generación Z en Madagascar: entrevista con Harilala Ranjatohery
24/10/2025
El 20 de octubre de 2025, Pascal Bianchini, de ROAPE, entrevistó al historiador malgache Harilala Ranjatohery sobre la revuelta juvenil que derrocó al presidente Andry Rajoelina. Ranjatohery explica que las protestas de la generación Z de Madagascar comenzaron con demandas de servicios básicos como agua y electricidad, pero rápidamente se convirtieron en un llamamiento nacional para un cambio sistémico. El movimiento, respaldado por sindicatos y funcionarios públicos, acabó provocando la intervención del ejército, que asumió el poder.
Bianchini: A raíz de la movilización de una parte de la juventud, el jefe de Estado Andry Rajoelina perdió el poder, tras ser destituido por los parlamentarios y abandonado por el ejército, que ahora reclama el liderazgo del Estado malgache. ¿Podemos ahora examinar más de cerca este movimiento social? ¿Cómo podemos calificar el movimiento de la Generación Z? ¿Cómo surgió? ¿Cuáles eran sus reivindicaciones? ¿Cuáles eran las inclinaciones políticas de los manifestantes?
Ranjatohery: En primer lugar, me gustaría aclarar que el ejército no reclamó inicialmente el poder. Ante la violenta represión de las fuerzas de seguridad[1], especialmente de la gendarmería nacional, contra el movimiento de protesta de la Generación Z, los soldados del CAPSAT (Corps d’Armée des Personnels et des Services Administratifs et Techniques) intervinieron para defender a los manifestantes. Gracias a la intervención de estos hombres uniformados, liderados por el coronel Michaël Randrianirina, el equilibrio de poder se inclinó a favor del movimiento. El presidente Rajoelina huyó, dejando vacante el puesto de presidente de la República. El presidente del Senado ya había sido destituido por sus pares, mientras que el Gobierno encabezado por el general de división Ruphin Zafisambo, nombrado por Andry Rajoelina, con no todos los puestos cubiertos, fue incapaz de ganarse la aceptación y gestionar la situación. Este vacío institucional convenció al ejército de asumir la responsabilidad. Posteriormente, en una decisión dictada el 14 de octubre de 2025, el Tribunal Constitucional, tras constatar la flagrante ausencia de autoridades públicas, pidió al ejército que ejerciera temporalmente el liderazgo del Estado. Esta decisión otorgó legalidad al acceso al poder del coronel Michaël Randrianirina, que también goza de legitimidad popular.
Volviendo a su pregunta, el movimiento Gen Z es el resultado de una revuelta espontánea que se ha estado gestando durante mucho tiempo. Es la voz de una juventud totalmente decidida a hacer valer sus derechos fundamentales. Este movimiento nació de los lazos forjados entre los jóvenes, que han observado el fracaso de las autoridades públicas, totalmente incapaces de satisfacer las demandas más básicas del pueblo. La Generación Z exigió inicialmente agua y electricidad, pero su discurso se radicalizó posteriormente, lo que llevó a la reforma del sistema. La Generación Z afirma ser apolítica. No profesa ninguna ideología en particular. A pesar de ello, a medida que la situación evoluciona, la Generación Z se está convirtiendo en una fuerza de cambio.
¿Qué otras fuerzas sociales y políticas se han sumado al movimiento? ¿Podemos mencionar a los sindicatos o a las fuerzas de la oposición?
En los días posteriores al estallido de las protestas lideradas por la Generación Z, el movimiento ganó rápidamente adeptos: se sumaron sindicatos, como Randrana syndikaly[2], seguidos de otros grupos, como profesores y funcionarios. Mientras tanto, los partidos políticos, incluidos los de la oposición, son a menudo criticados por la opinión pública y cuentan con poco apoyo y autoridad, lo que significó que al principio mantuvieron un perfil bajo. Posteriormente, la plataforma Firaisankina[3], a través de sus diputados, emprendió una acción política concreta para destituir al presidente de la República.
¿La movilización fue generalizada en términos geográficos? ¿Afectó principalmente a la capital? ¿Solo a las grandes ciudades? ¿O el movimiento fue aún más amplio?
El movimiento de la Generación Z fue inesperadamente grande, con una movilización generalizada en las principales ciudades del país, lo que reflejó el descontento general de la población. La proliferación de manifestaciones de apoyo iniciadas por la diáspora malgache en el extranjero dio al movimiento un alcance mundial.
¿Cuál fue el enfoque estratégico del régimen? ¿Por qué fracasó hasta el punto de que el ejército y los partidarios políticos del régimen lo abandonaron? También conviene recordar los orígenes del régimen, que surgió de una crisis anterior en 2009.
El régimen intentó, como suele hacer, detener a los líderes de las protestas, difundir todo tipo de información falsa para desacreditar el movimiento e intensificar la represión. Sin embargo, la línea dura adoptada por el poder gobernante no ha logrado debilitar el movimiento. Al contrario, solo ha servido para avivar el fuego de la protesta. Además, los abusos cometidos por miembros de la gendarmería en el contexto de la aplicación del ROP (Restablecimiento del Orden Público) fueron la gota que colmó el vaso. El ejército, profundamente conmocionado por estos actos ilegales de represión, que equivalían a una masacre, le dio la espalda al régimen de Rajoelina. Es una ironía de la historia que sea la misma unidad CAPSAT que lo llevó al poder en 2009 la que ahora le devuelva el favor.
¿Cómo se explica el papel del ejército? Esto no es nada nuevo, pero ¿qué tiene de especial la actual intervención militar? ¿Quién es el nuevo hombre fuerte: el coronel Randrianirina y la CAPSAT, la unidad especial de la que tanto se ha hablado?
En la historia de Madagascar, durante las crisis políticas que marcaron la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas de nuestro milenio, el ejército ha sido el último baluarte de la República. A partir de la Segunda República (1975-1992), el Gran Mudo se politizó cada vez más. Aunque fue concebido como una herramienta institucional para garantizar el dominio del jefe del Estado, fue también el ejército el que le falló cuando menos lo esperaba. El presidente Ratsiraka vivió esta desafortunada situación en 2002. Lo mismo le ocurrió a Marc Ravalomanana en 2009. Actualmente, el coronel Michaël Randrianirina, del bando CAPSAT, se ha convertido en el hombre fuerte del país. Algunos lo comparan con oficiales de varios países africanos considerados los artífices del despertar de África, decididos a liberarse del yugo neocolonial de Occidente. Su aspecto sobrio, su sonrisa expresiva y su lenguaje sencillo le dan el aire de un hombre sincero y decidido.
¿Estamos ante un régimen militar «de transición» destinado a perdurar, como hemos visto en otros países que fueron colonias francesas en África, o debemos creer a los militares cuando dicen que no quieren permanecer en el poder?
El tiempo dirá si el coronel Michaël Randrianirina, que acaba de ser aprobado por el HCC (Tribunal Constitucional Superior) con el poder de dirigir el país como jefe de Estado, será fiel a su palabra.
¿Es posible establecer comparaciones con los levantamientos populares que han marcado la historia contemporánea de Madagascar desde mayo de 1972?
En mayo de 1972, las huelgas estudiantiles se convirtieron en protestas generalizadas, lo que provocó la caída del régimen de Tsiranana[4]. El parecido con los acontecimientos de las últimas tres semanas en el país es innegablemente sorprendente. En 1972, los estudiantes de la Facultad de Medicina de Befelatanana comenzaron a protestar en enero, seguidos por los de la Universidad de Ankatso. Cinco meses después, el 18 de mayo, el presidente Tsiranana se vio obligado a ceder todos los poderes al ejército. En cuanto al régimen de Rajoelina, su caída tras solo veinte días fue tan rápida como espectacular, y esto es lo que distingue especialmente al movimiento popular de septiembre-octubre de 2025.
En 1991, las reivindicaciones iniciadas por los líderes de Hery Velona[5] se centraron desde el principio en la reforma de la Constitución para evitar que el poder se concentrara en manos del presidente. El movimiento de la generación Z, por su parte, reclama un cambio de sistema y apuesta por una verdadera ruptura con el pasado. En 2009, Andry Rajoelina utilizó el apoyo militar que había recibido para expulsar por la fuerza al presidente Marc Ravalomanana del palacio presidencial. El movimiento popular que lideró fue acompañado efectivamente por un golpe militar a gran escala, ya que el CAPSAT asaltó Ambohitsorohitra e Iavoloha[6] en ese momento. Según relatos posteriores, el principal objetivo de Rajoelina en 2009 era derrocar a Ravalomanana. Por el contrario, al comienzo del levantamiento, el movimiento Gen Z no buscaba la salida de Rajoelina. Su caída fue simplemente el resultado de la decadencia de su propio régimen.
Francia intervino sacando al jefe de Estado del país. ¿Cómo es esto sintomático de la persistencia de las relaciones neocoloniales? Más allá de este detalle, ¿qué relaciones existen entre el Estado francés y el régimen derrocado?
El enfoque de Francia, que todavía se considera en cierta medida la antigua metrópoli, refleja una actitud neocolonialista. Sea lo que sea lo que se pueda decir de esta operación del Gobierno francés, con la intervención flagrante del ejército francés en territorio extranjero —hay que subrayarlo—, revela ante todo el carácter urgente de la operación y la determinación de Francia de hacer todo lo posible para rescatar a uno de sus fieles servidores, guardián de los intereses franceses en Madagascar.
Esto era aún más cierto si se tiene en cuenta que Andry Rajoelina también tiene la nacionalidad francesa. La naturalización de Rajoelina significaba que tenía que dar prioridad a las relaciones con su país de adopción de una forma u otra. La puesta en marcha del costoso y descabellado proyecto de transporte en teleférico en la capital fue un ejemplo notable de ello.
¿Puede este movimiento social continuar tras la marcha de Andy Rajoelina y cambiar el panorama político de Madagascar? Incluso podemos preguntarnos: ¿hay perspectivas revolucionarias?
La caída de Andry Rajoelina es un hito en la historia política de Madagascar. El actual impulso popular podría ser el punto de partida de una auténtica revolución multidimensional. En cualquier caso, el panorama político del país está destinado a cambiar.
Fotografía destacada: Manifestantes de la generación Z en Madagascar (wiki commons)
Harilala Ranjatohery es especialista en historia política y cultural malgache y miembro de la Academia Malgache
[1] Según la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, al menos 22 personas han muerto y más de un centenar han resultado heridas en las protestas.
[2] Movimiento sindical que agrupa a varias asociaciones de trabajadores
[3] Alianza de los principales partidos de la oposición
[4] Sobre los acontecimientos, véase: Irène RABENORO, «Mayo de 1972 en Madagascar: un movimiento estudiantil que provocó la caída del «padre de la independencia»», en: BIANCHINI Pascal, SYLLA Ndongo Samba y ZEILIG Leo, Movimientos revolucionarios en África. Una historia no contada. Pluto Press & CODESRIA, 2024, pp. 175-191
[5] Plataforma política que agrupa a varios grupos de la oposición en 1991
[6] Ambohitsorohitra es el palacio presidencial e Iavoloha es la residencia oficial del presidente.
3. La decadencia de EEUU.
Un resumen bastante correcto de Iannuzzi sobre la situación política actual en EEUU.
https://robertoiannuzzi.substack.com/p/aggressivita-e-autolesionismo-di
Agresividad y autodestrucción de un Estados Unidos en decadencia
Con una economía amenazada por una deuda fuera de control y la peligrosa burbuja de la IA, Washington sigue promoviendo acciones militares inútiles y peligrosas, y medidas comerciales que se vuelven en su contra.
Roberto Iannuzzi
24 de octubre de 2025
Tras presentarse a las elecciones presidenciales como un «candidato de paz» que quería cerrar el capítulo del aventurerismo estadounidense en el extranjero, el presidente Donald Trump ha marcado su mandato con amenazas militares y chantajes comerciales.
Su lema «America First» se ha traducido, de hecho, en un torpe intento de restablecer la hegemonía estadounidense en un mundo que es cada vez más inequívocamente multipolar.
Este intento se ha materializado en una serie de acciones bélicas tan inconclusas (en Yemen, en Irán) como sangrientas (el apoyo al exterminio israelí en Gaza), a las que han seguido las recientes amenazas a Venezuela.
En Ucrania, donde Trump ha intentado persuadir a Rusia para que acepte una congelación del conflicto en lugar de una solución real, la paz sigue estando tan lejos como la posibilidad de una afirmación militar occidental.
En el frente económico, la guerra de aranceles debería haber persuadido a otros países a firmar acuerdos comerciales e inversiones ventajosos para Estados Unidos con el fin de evitar la trampa de los aranceles. El objetivo de la Casa Blanca era dar un nuevo impulso a la economía y a las desastrosas finanzas estadounidenses.
A pesar de los ingresos derivados de los aranceles, la deuda nacional estadounidense ha alcanzado los 38 billones de dólares, tras haber aumentado en 11 billones en cinco años. El último salto de un billón se ha producido en solo dos meses y medio.
Se trata de un crecimiento insostenible incluso para una superpotencia como Estados Unidos, que puede imprimir dólares a su antojo.
Mientras tanto, muchos países han comenzado a rebelarse contra el chantaje de Washington, empezando por China, que ha respondido golpe por golpe a los aranceles y otras restricciones impuestas por Estados Unidos.
Las recientes restricciones chinas a la exportación de tierras raras y de las tecnologías necesarias para procesarlas otorgan de hecho a Pekín un poder de veto sobre tres cadenas de suministro cruciales: semiconductores avanzados, vehículos y drones a batería, y algunos procesos de producción de precisión.
En la práctica, China está volviendo contra Washington las restricciones estadounidenses a la exportación de semiconductores. La medida china, además de crear problemas a las industrias de defensa estadounidenses, puede asestar otro duro golpe al ya tambaleante auge de la inteligencia artificial (IA), otro supuesto pilar del ansiado renacimiento estadounidense.
Según el Financial Times, los cientos de miles de millones de dólares que las empresas estadounidenses están invirtiendo en IA contribuyen a un increíble 40 % del crecimiento del PIB estadounidense de este año. Sin esta contribución, la economía estadounidense ya estaría estancada.
Pero estas inversiones no están obteniendo ni los beneficios ni los aumentos de productividad esperados. Mientras tanto, los «magníficos 7» —Nvidia, Microsoft, Alphabet, Apple, Meta, Tesla y Amazon— representan ya el 35 % del valor del mercado bursátil estadounidense, que nunca antes se había concentrado en un número tan reducido de acciones.
Si esta burbuja, cuya existencia ya reconocen todos, llegara a estallar, las repercusiones para la economía estadounidense podrían ser desastrosas.
Por su parte, el director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, ha reconocido que las restricciones a la exportación de microchips a China han sido una de las decisiones más autodestructivas jamás tomadas por un Gobierno estadounidense, ya que han hecho caer la cuota de mercado de su empresa del 95 % al 0 % en China.
En tres años, desde la introducción de estas restricciones en 2022, se han convertido en un catalizador que ha acelerado de manera impresionante el desarrollo de las cadenas de suministro y las empresas emergentes chinas para la producción de microchips.
Pero las medidas «boomerang» de Washington no terminan ahí. Recientemente, las presiones de Estados Unidos han llevado al Gobierno neerlandés a tomar el control del fabricante de microchips Nexperia, de propiedad china.
La decisión de pisotear los derechos de propiedad no solo compromete la credibilidad y el atractivo de Europa a los ojos de los inversores extranjeros, sino que ha provocado la obvia represalia de Pekín, que ha expulsado a la empresa de sus cadenas de suministro.
Además de decretar quizás la muerte de Nexperia, esta represalia crea graves problemas de suministro a Europa e incluso a Estados Unidos, ya que esta empresa producía decenas de miles de millones de microchips al año.
Pero Washington sigue mostrándose fuerte con los débiles (en el caso mencionado, Europa) y débil, además de autodestructivo, con los fuertes.
La guerra comercial con Pekín ha resultado ser un fracaso. Los aranceles contra Nueva Delhi han irritado a un aliado clave en Asia y a un contrapeso potencial a China.
En Ucrania, Trump amenaza ahora al presidente ruso Putin (a través de la anunciada entrega de misiles Tomahawk a Kiev, que afortunadamente se ha retractado por el momento), ahora a su homólogo Zelensky (según el Financial Times, la última reunión entre ambos habría sido tormentosa) sin obtener resultados.
Y en el Caribe, su administración sigue ordenando asesinatos extrajudiciales de presuntos traficantes de drogas. A la acusación del presidente colombiano Gustavo Petro de haber violado la soberanía del país al matar a un simple pescador, Trump respondió que recortaría las ayudas a Bogotá.
Esas mismas ayudas que contribuyen a la lucha contra el narcotráfico del Gobierno colombiano, que debería ser importante para Washington.
Este artículo apareció en Il Fatto Quotidiano
4. Los riesgos de Abraham.
El ataque del 7 de octubre de las milicias palestinas tenía como uno de sus principales objetivos que Palestina volviese a estar en el panorama internacional. Desde luego, eso lo han conseguido, pero Arabia Saudí parece decidida a seguir la ruta que tenía marcada de acercamiento a Israel con los Acuerdos de Abraham. En el artículo se analizan sus repercusiones.
El camino de Arabia Saudí hacia la normalización con Israel amenaza con provocar una ruptura regional
La posible adhesión del reino a los Acuerdos de Abraham podría catalizar un nuevo orden de seguridad regional, pero a un gran coste político, ideológico y moral.
Fouad Ibrahim
24 DE OCTUBRE DE 2025
El 17 de octubre, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, declaró a Fox News: «Espero que Arabia Saudí se sume, y espero que otros se sumen. Creo que cuando Arabia Saudí se sume, todos se sumarán». La declaración fue calculada para reavivar el impulso de normalización de Washington y reafirmar el lugar de Riad en el centro del plan de alianza regional entre los Estados Unidos e Israel.
Trump está decidido a completar la reorganización regional que inició en 2020 con la firma de los Acuerdos de Abraham. La inclusión de Arabia Saudí coronaría su legado en política exterior y alteraría fundamentalmente el orden político árabe. Pero los costes pueden ser mayores que los beneficios.
El acuerdo casi cerrado de 2023 que fracasó
En los meses previos a la guerra genocida de Israel contra Gaza, las conversaciones mediadas por Estados Unidos entre Riad y Tel Aviv estaban a punto de alcanzar un avance decisivo. El reino buscaba garantías de seguridad de Estados Unidos, acceso a sistemas de armas avanzados y respaldo para sus ambiciones nucleares civiles. La parte israelí, ávida de legitimidad regional, vio en Riad una oportunidad histórica.
Pero la Operación Al-Aqsa Flood del 7 de octubre de 2023 y el consiguiente bombardeo intensivo de Gaza por parte de Tel Aviv desbarataron todo el proceso. Los funcionarios saudíes se vieron obligados a retroceder ante la abrumadora indignación pública en todo el mundo musulmán.
Sin embargo, la renovada confianza de Trump sugiere que el marco forjado antes de la guerra nunca se descartó realmente. Simplemente se ha dejado de lado, a la espera de un clima político más favorable.
Arabia Saudí no es un Estado árabe más. Su peso simbólico deriva de una rara trifecta: la custodia de los dos lugares más sagrados del islam, su enorme riqueza petrolera y su influencia económica, y su considerable liderazgo político en la corriente principal árabe e islámica.
Si el reino normaliza sus relaciones con Tel Aviv, podría producirse un efecto dominó en las naciones árabes y musulmanas. Para Israel, esto sería el máximo premio regional. Para Washington, consolidaría un bloque liderado por Estados Unidos desde el Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico, destinado directamente a contener tanto a Irán como a China.
¿Qué podría impulsar la normalización?
A pesar de las repercusiones políticas de Gaza, varios factores siguen empujando a Riad hacia la normalización. Tanto Arabia Saudí como Israel consideran a Irán y al Eje de la Resistencia como sus principales adversarios regionales.
Esta alineación estratégica no se ha deshecho por completo con el deshielo de 2023 negociado por China entre Teherán y Riad. Mientras tanto, el plan Visión 2030 de Arabia Saudí para diversificar su economía ve potencial en sectores israelíes como la tecnología de defensa y la ciberseguridad.
La preferencia de Trump por la diplomacia transaccional significa que un gran acuerdo que ofrezca pactos de defensa, cooperación nuclear o flujos de inversión sustanciales podría resultar atractivo para las ambiciones saudíes. Y dentro del reino, una población más joven y en sintonía con el mundo puede estar menos opuesta ideológicamente a la normalización, si se presenta como parte de un impulso de modernización más amplio.
Sin embargo, las encuestas realizadas por el Washington Institute antes y después del 7 de octubre de 2023 muestran una inclinación diferente. Las encuestas de diciembre indicaban que la mayoría de los saudíes se oponen a la normalización de las relaciones con Israel.
Riesgos estratégicos y morales
La normalización no está exenta de peligros. Al contrario, su propio éxito podría desestabilizar la región.
Cualquier acuerdo entre Arabia Saudí e Israel que deje de lado los derechos palestinos se consideraría una traición al mandato religioso y al papel de liderazgo del reino. La devastación en Gaza ha reavivado la solidaridad panislámica, y cualquier alineamiento de Arabia Saudí con Tel Aviv mientras los palestinos soportan el asedio y los bombardeos podría destrozar la legitimidad del reino en el mundo musulmán en general.
El Eje de la Resistencia —en particular Irán, Hezbolá y Ansarallah— aprovecharía la normalización para presentarla como una alianza de apóstatas y ocupantes, lo que alimentaría enfrentamientos más intensos y frecuentes. Al comprometerse con una volátil asociación entre Estados Unidos e Israel, Riad corre el riesgo de verse envuelta en conflictos más amplios, lo que socavaría su autonomía estratégica y la expondría a repercusiones que no puede controlar.
La dimensión de la seguridad: un eje trilateral
Si la normalización da paso a una arquitectura de seguridad entre Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, las implicaciones para Asia Occidental serían profundas. Tel Aviv aportaría inteligencia y poderío militar, Washington proporcionaría supervisión y garantías, y Riad financiaría la empresa.
Pero esta alianza se interpretaría en Teherán como otra estrategia de cerco más, lo que llevaría a la República Islámica a acelerar sus capacidades nucleares y de misiles. La región podría caer en una carrera armamentística que socavaría el desarrollo, agotaría los presupuestos y magnificaría los riesgos de errores de cálculo.
Además, ese giro podría deshacer los recientes logros diplomáticos de Arabia Saudí —entre ellos su acercamiento a Irán, Irak y las conversaciones mediadas por Omán con el Gobierno de Saná en Yemen— y alejar a sus socios euroasiáticos, como China y Rusia. El resultado neto podría ser una disminución de la influencia regional y una mayor dependencia de Occidente.
A nivel interno, el reino también se enfrentaría a retos. Los críticos clericales y las voces nacionalistas podrían describir la normalización como una rendición ideológica. El Gobierno se vería más dependiente del respaldo de Estados Unidos e Israel para reprimir la disidencia, lo que agravaría sus vulnerabilidades internas.
En este sentido, las propias garantías de seguridad que se buscan a través del eje trilateral podrían, paradójicamente, generar nuevas formas de inseguridad, tanto interna como regional, haciendo que la estabilidad del reino dependa cada vez más de actores externos y de dinámicas de poder volátiles.
Integración económica
Los incentivos económicos son fundamentales para la propuesta de normalización. La integración entre Arabia Saudí e Israel podría desbloquear flujos de inversión masivos y asociaciones tecnológicas en campos que van desde la inteligencia artificial (IA) hasta las energías renovables.
Sin embargo, esta alineación corre el riesgo de reforzar las dependencias estructurales. Las empresas israelíes, respaldadas por el capital occidental y la superioridad tecnológica, dominarían las cadenas de valor. La economía saudí podría pasar de la dependencia del petróleo a la subordinación digital.
Además, tal medida podría agriar las relaciones con China, actualmente el mayor socio comercial de Riad. Una alineación excesiva con el eje Estados Unidos-Israel podría poner en peligro la estrategia multivectorial del reino y reducir su margen de maniobra diplomático.
Incluso la promesa de modernización puede sonar hueca si se percibe como un enriquecimiento de la élite a costa del público. El corredor económico podría convertirse en una herramienta de desigualdad, modernizando las infraestructuras sin tocar los contratos sociales.
La integración económica puede traer prosperidad a la región si es justa y equilibrada, pero sin salvaguardias, corre el riesgo de reforzar la dependencia y alimentar los conflictos.
Estado de vigilancia: el lado oscuro de la normalización
Uno de los aspectos menos discutidos de la normalización es la colaboración cibernética. El papel de Israel como centro de vigilancia global y los profundos bolsillos de Arabia Saudí podrían converger para crear una formidable red de control digital.
Un sistema de este tipo, que integrara software espía, policía predictiva y vigilancia mediante inteligencia artificial, reforzaría la red de inteligencia liderada por Estados Unidos en Asia occidental, mejorando los sistemas de alerta temprana, la coordinación de la defensa antimisiles y la contención digital del Eje de la Resistencia.
También podría ampliar el alcance de la inteligencia occidental a teatros de operaciones como Yemen, Irak, Líbano y el Mar Rojo. En términos prácticos, la alianza podría evolucionar hacia un sistema militar y de inteligencia regional integrado que abarque el mando, el control, las comunicaciones, la informática, la inteligencia, la vigilancia y el reconocimiento, respaldado por centros de datos conjuntos, análisis de amenazas basados en inteligencia artificial y redes de satélites compartidas.
Sin embargo, esta integración tendría profundas implicaciones éticas y políticas. Las mismas herramientas diseñadas para disuadir las amenazas externas podrían reutilizarse fácilmente para el control interno. Al combinar el software espía desarrollado por Israel, los algoritmos de policía predictiva y el hardware de vigilancia suministrado por Estados Unidos, el Gobierno saudí ampliaría enormemente su capacidad para vigilar la disidencia, prevenir las protestas y neutralizar a la oposición política.
El proceso de normalización podría servir así como tapadera legitimadora de lo que podría convertirse en el aparato de vigilancia más sofisticado del mundo árabe.
A nivel regional, una asociación cibernética entre Arabia Saudí e Israel alarmaría a los Estados vecinos, en particular a Irán y Qatar, que la percibirían como una amenaza para su propia soberanía y seguridad nacional. La respuesta probable sería la aceleración de alianzas cibernéticas rivales, en las que posiblemente participarían Rusia, China o Turquía, lo que daría lugar a una nueva Guerra Fría digital en el Golfo Pérsico.
A largo plazo, la fusión de la tecnología de vigilancia y la autoridad política plantea una cuestión civilizatoria más profunda: ¿puede la búsqueda de seguridad del mundo árabe coexistir con la preservación de la libertad y la privacidad? Si la frontera digital se convierte en otro instrumento de dominación, la prometida «paz tecnológica» podría acabar protegiendo a los gobiernos, no a los pueblos, convirtiendo el sueño de la innovación en una arquitectura de control.
Las opciones de Riad: tres posibles trayectorias
Los dirigentes saudíes se enfrentan ahora a tres opciones generales. En primer lugar, la normalización condicional, en la que el reconocimiento de Israel está vinculado a avances cuantificables en la creación de un Estado palestino y su soberanía. Dada la acelerada expansión de los asentamientos de Tel Aviv en la Cisjordania ocupada, esto parece cada vez más irrealista.
En segundo lugar, el compromiso gradual (normalización suave), que implica una cooperación discreta por debajo del umbral del reconocimiento formal y que sienta gradualmente las bases para futuros acuerdos.
En tercer lugar, la cobertura estratégica, en la que Riad sigue equilibrando la presión de Estados Unidos y la diplomacia regional, manteniendo la normalización en reserva como moneda de cambio.
Entre la realpolitik y la ruptura regional
La declaración de Trump ha reavivado el debate sobre el camino a seguir por el reino. Las ventajas inmediatas de la normalización —garantías de seguridad, incentivos económicos y prestigio— son tentadoras. Pero las consecuencias a largo plazo podrían ser corrosivas.
Unirse a los Acuerdos de Abraham mientras Gaza sigue en ruinas dañará irreparablemente la credibilidad de Arabia Saudí como líder del mundo islámico. Podría separar al reino de la calle árabe, provocar represalias de la resistencia y afianzar un orden de seguridad neocolonial.
A menos que la normalización esté vinculada a la justicia para Palestina, no se recordará como paz, sino como traición.
5. Enésimo paso en la escalada.
Bhadrakumar analiza la escalada en la que se ha metido Trump respecto a Rusia, tanto con las sanciones a las petroleras como con la entrega de Tomahawks. Esta vez, quizá sí, la respuesta rusa puede ser contundente.
https://www.indianpunchline.com/trump-may-not-follow-through-on-russian-oil-or-tomahawk/
Publicado el 25 de octubre de 2025 por M. K. BHADRAKUMAR
Es posible que Trump no cumpla con lo prometido sobre el petróleo ruso o los misiles Tomahawk
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, parece haber cambiado de estrategia para impedir que Rusia siga creando nuevos hechos consumados en Ucrania. Las fuerzas rusas tienen la ventaja a lo largo de los 1250 km de frente ucraniano, lo que agota las defensas y los recursos de Kiev, y ninguna ayuda militar occidental puede revertir esta situación en un futuro previsible. Trump está obligando a Rusia a buscar una victoria militar en Ucrania.
Hasta ahora, Trump ha dado muestras de ser un estadista muy angustiado por los aspectos humanitarios del conflicto. Moscú toleró el espectáculo teatral para complacer la personalidad egocéntrica de Trump, hasta que Putin destrozó el mito la semana pasada al revelar que Trump ostenta en realidad el récord de presidente estadounidense que más sanciones ha impuesto a Rusia, superando incluso el recuento de su predecesor, Joe Biden.
Trump, en su nueva encarnación como belicista, ha desvelado una estrategia para escalar la guerra hasta que Putin capitule. Con ese fin, ha ampliado el régimen de sanciones para incluir a la industria petrolera rusa y está barajando la idea de suministrar a Ucrania misiles Tomahawk de largo alcance que pueden alcanzar el interior del territorio ruso.
El comunicado de prensa del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en el que se anuncian las nuevas sanciones contra Rusia parece estar hecho a medida para apuntar a la India. La India y China representan alrededor del 80 % de las exportaciones de petróleo de Rusia, pero esta última es el principal comprador, con el 60 % de las importaciones transportadas a través de oleoductos, mientras que la India depende de transportistas contratados por la parte rusa («flota fantasma»), que ahora también están sujetos a sanciones occidentales.
El comunicado de prensa afirma que «el objetivo último de las sanciones no es castigar, sino provocar un cambio positivo en el comportamiento». Se trata de una declaración de hechos, ya que en realidad no se trata del petróleo, sino de geopolítica. Aún no está claro si Trump seguirá adelante con las sanciones petroleras, ya que mantener el petróleo ruso fuera del mercado mundial conlleva el riesgo de que los precios del petróleo suban, lo que podría tener un efecto boomerang en la economía estadounidense y ser perjudicial políticamente para Trump.
La reacción inicial de Putin el jueves pasado fue que las sanciones petroleras son un acto «hostil» que «tendrá ciertas consecuencias, pero no afectarán significativamente a nuestro bienestar económico». Putin afirmó que el sector energético ruso se siente seguro. Añadió: «Se trata, por supuesto, de un intento de presionar a Rusia. Pero ningún país que se precie y ningún pueblo que se precie decide nada bajo presión».
Mientras tanto, la hipocresía occidental ha llegado al límite, ya que el canciller alemán Friedrich Merz, uno de los defensores más entusiastas de la guerra, está a las puertas de Trump suplicando una exención de las sanciones. Al parecer, Alemania ha estado comprando discretamente petróleo ruso, incluso mientras presentaba a Rusia en términos hostiles, ¡por miedo a que su PIB cayera otro 3 %!
Alemania tomó «temporalmente» el control de tres filiales de la petrolera rusa Rosneft (sancionada por Estados Unidos) para garantizar su suministro energético. Curiosamente, el primer ministro británico Keir Starmer, artífice de la denominada «coalición de voluntarios» ansiosa por desplegar tropas en Ucrania para luchar contra las fuerzas rusas, está en el mismo barco que Merz, buscando la exención de Trump.
Este comportamiento turbio con connotaciones raciales por parte de los países occidentales es una lección para la India. Es evidente que la eficacia de las nuevas sanciones contra los gigantes petroleros rusos dependerá del celo con que Estados Unidos las aplique mediante sanciones secundarias a las entidades que comercian con petróleo ruso. Si nos basamos en la experiencia pasada, Washington no podrá mantener una presión total, aunque solo sea porque los mercados le obligarán a hacerlo cuando los precios del petróleo se disparen.
Es decir, gracias a la laxitud en la aplicación de las sanciones, el petróleo ruso seguirá llegando al mercado mundial. Los compradores como la India, que han reducido sus suministros de petróleo de Rusia, acabarán pagando precios más altos. Al cumplir dócilmente el dictado de Trump, han comprometido sus intereses. La sensación de humillación es tal que Delhi rehúye relacionarse con Trump.
Sin embargo, en lo que respecta a los misiles Tomahawk de largo alcance (alcance: 3000 km), Putin fue educado pero franco en su reacción, diciendo: «Se trata de un intento de escalada. Pero si se utilizan armas de este tipo para atacar el territorio ruso, la respuesta será muy seria, por no decir abrumadora. Que lo piensen bien».
El vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitry Medvedev, fue aún más directo al transmitir el pensamiento del Kremlin: «Estados Unidos es nuestro enemigo, y su locuaz «pacificador» se ha embarcado ahora de lleno en la senda de la guerra con Rusia… ¡Este es ahora su conflicto, no el del senil Biden! Las decisiones tomadas son un acto de guerra contra Rusia. Y ahora Trump se ha puesto del lado de la Europa enloquecida.
Pero también hay una ventaja clara en este último giro del péndulo de Trump: podemos atacar todos los escondites de Bandera con una amplia variedad de armas sin tener en cuenta negociaciones innecesarias. Y lograr la victoria precisamente donde solo es posible: sobre el terreno, no en un escritorio. Destruyendo enemigos, no concluyendo «acuerdos» sin sentido».
Al parecer, el mensaje llegó a su destino. Trump, antes de embarcar hacia Malasia en su gira por tres países asiáticos, se aseguró de que su enviado especial a Rusia, Steve Witkoff, invitara a su interlocutor ruso, Kirill Dmitriev, director general del Fondo Ruso de Inversión Directa, a ir a Miami para mantener una conversación tranquila y discutir el asunto. Los dos antiguos hombres de negocios se reúnen hoy.
Mientras tanto, Trump ha insinuado, en previsión de su próxima reunión con el presidente chino Xi Jinping el sábado en Kuala Lumpur, que puede que, después de todo, no aplique los aranceles del 100 % sobre los productos chinos y otras restricciones comerciales a partir del 1 de noviembre, en represalia por la amplia expansión de los controles de exportación de imanes y minerales de tierras raras por parte de China. La dura postura de China está dando sus frutos.
Del mismo modo, la contundente amenaza de represalias del Kremlin contra Tomahawk se tomará muy en serio. Putin tiene muchas opciones: el Oreshnik, capaz de alcanzar una velocidad de Mach 10, por ejemplo, es un misil hipersónico con capacidad nuclear, contra el que Occidente no tiene defensa. El arma ha entrado en producción en serie y se ha suministrado a las fuerzas armadas.
Una vez más, la nueva bomba planeadora propulsada por jet de Rusia proporciona un aumento significativo del alcance y una resistencia superior a las contramedidas electrónicas. Es capaz de alcanzar la frontera occidental de Ucrania. También se está pasando a la producción en serie y Occidente no tiene defensa contra ella.
6. Prashad sobre China.
Entrevista a Prashad en un programa sobre la actualidad en China. Se centra en esta ocasión en la guerra comercial que está -o estaba- impulsando Trump. Veremos cómo va tras la entrevista con Xi esta semana. En la configuración se puede escoger audio en español.
Guerra comercial entre EE. UU. y China: Washington quiere un nuevo siglo de humillación. Con Vijay Prashad
7. Método: Filosofía y economía.
Fineschi presenta un nuevo número de la revista Método, que edita junto con Pablo Pulgar Moya.
https://marxdialecticalstudies.blogspot.com/
Miércoles, 22 de octubre de 2025
FILOSOFÍA Y/DE LA ECONOMÍA. ENFOQUES CRÍTICOS A LAS TEORÍAS ESTÁNDAR
Es un placer anunciar la publicación del nuevo número de «Metodo», editado por mi amigo y compañero Pablo Pulgar Moya y por mí.
El título es FILOSOFÍA Y/DE LA ECONOMÍA. ENFOQUES CRÍTICOS DE LAS TEORÍAS ESTÁNDAR y ofrece contribuciones para la crítica de la economía dominante.
Con Erzsébet Rózsa, Juan Ormeño Karzulovic, Clara Navarro Ruiz, Patrick Murray, Pablo Pulgar Moya, Roberto Fineschi y Roberto Escorcia Romo, Federica Giardini, María Ignacia Banda Cárcomo y Nicole Darat Guerra, Óscar Orellana Estay y Roland Durán Allimant, Joan González Guardiola.
El acceso es gratuito: https://metodo-rivista.eu/pub-266289
¡Por favor, difúndanlo ampliamente! ¡Gracias!
8. Nosotros.
Los compañeros trostkistas le están dando mucha publicidad a este artículo, que sale tanto en Contretemps, como en Communis, Historical materialism y Jacobin Lat. Sigue la discusión que vimos por aquí sobre el artículo de Houria Bouteldja sobre «patriotismo internacionalista».
https://communispress.com/reimaginar-el-nosotros-de-la-emancipacion/
Reimaginar el «nosotros» de la emancipación
Panagiotis Sotiris
Oct 24, 2025
El siguiente texto recoge una intervención de Panagiotis Sotiris en la conferencia Historical Materialism Paris : Conjurer la catastrophe / Combating the Catasthrophe celebrada del 26 al 28 de junio de 2025. En él se propone una redefinición del sujeto político de la emancipación que —lejos de oponer entre sí— articule la dimensión de clase con las de pueblo y nación. La recuperación de la soberanía popular se entiende así como una dimensión constitutiva de un nuevo bloque histórico, antagónico con respecto a la hegemonía burguesa. Panagiotis Sotiris parte de Antonio Gramsci y Nicos Poulantzas para ampliar la perspectiva desde la cual integrar la pluralidad de formas de dominación y, a tal fin, examina la noción de «patriotismo internacionalista» propuesta por Houria Bouteldja.
«De la nación al pueblo: reimaginar el “nosotros” de la emancipación» se publica en español simultáneamente en Communis y Jacobin América Latina, en francés en Communis y Contretemps. Revue de critique communiste, y en inglés en Communis y Historical Materialism.
«Debemos arrivar a una concepción posnacional y descolonial de pueblo y nación que, aunque remita a una idea políticamente performativa de pueblo y —para utilizar la terminología gramsciana— de «pueblo-nación», se base al mismo tiempo en la clase. Ya no se trata de la «comunidad imaginaria» de la «sangre común», sino de la unidad en la lucha de las clases subalternas, de la unidad de quienes comparten los mismos problemas, la misma miseria, la misma esperanza, el mismo bregar. Pueblo no es origen común, sino condición y perspectiva comunes. En ese sentido, siguiendo a Deleuze, hablamos de un «pueblo que falta», de un pueblo que hay que producir, de un pueblo por venir.»
— Panagiotis Sotiris
De la nación al pueblo: reimaginar el “nosotros” de la emancipación
Uno de los más cruciales desafíos a que nos enfrentamos es cómo transformar las tendencias generalizadas de protesta e impugnación de que somos testigos en un sujeto colectivo coherente, capaz de revertir la desintegración y la atomización en curso de las clases subalternas.
Desafío más crucial aún si tenemos en cuenta que en los últimos quince años hemos asistido a impresionantes momentos de movilización de masas, que en algunos casos han sido de naturaleza casi insurreccional, al mismo tiempo que han puesto de manifiesto notables divisiones en el seno de las clases subalternas. De hecho, lo que se ha denominado auge de la extrema derecha podría describirse, en gran medida, como desplazamiento de amplios segmentos de la clase obrera y, en general, de las clases subalternas hacia la extrema derecha.
En una época en la que el capitalismo neoliberal se vuelve aún más disciplinario y cínico y alimenta un imperialismo belicoso y genocida que no oculta sus designios neocoloniales con respecto al Sur, la cuestión de la creación de un «nosotros» colectivo de resistencia y emancipación no es sólo, ni principalmente, de orden analítico, simo ante todo una cuestión estratégica cuya urgencia es asunto casi de vida o muerte.
¿Clase o pueblo?
Tradicionalmente, la respuesta a esa pregunta se contenta con exhortar a la clase obrera a que articule una posición común y a rechazar las identidades nacionales, étnicas y religiosas en favor de una nueva identidad proletaria.
Debemos, sin embargo, recordar que los explotados y dominados comparten como condición la necesidad de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir y que los enemigos a quienes se enfrentan, desde las empresas globales hasta los Estados genocidas y los agresores imperialistas, se basan en ese tipo de explotación específicamente capitalista.
Al mismo tiempo, sabemos que las relaciones de clase reales son complejas y que existen diferencias entre los distintos segmentos de la clase trabajadora, así como un problema que en épocas pasadas alcanzara alarmantes dimensiones y que aún persiste hoy; a saber, que una parte importante de los subalternos no son trabajadores, sino campesinos, trabajadores autónomos o pobres.
No se trata, por tanto, solamente de pensar en términos de alianzas sociales en sentido amplio, es decir, más allá de la sola clase obrera, algo que de por sí implica reimaginar las diferentes formas de designación e interpelación del sujeto colectivo de la emancipación. Se trata igualmente de reimaginar la forma misma que adoptan los antagonismos políticos de la modernidad.
Pienso, en este caso, en la dialéctica entre clase y masa, de la que se puede decir, siguiendo a Etienne Balibar, que es el resultado del «cortocircuito» que entre la economía y la política —a las cuales añadiría yo la ideología—provocara Marx (Balibar 1997). Cabría decir, siguiendo una vez más a Balibar, que el proletariado es a la vez clase y masa. Que, en cierto sentido, no es un sujeto histórico, sino el resultado de coyunturas y relaciones de fuerza particulares, de las que dependen todas las formas de subjetividad e identidad colectivas. Se trata, por tanto, de
obligarse a buscar las condiciones que, en cada coyuntura, puedan precipitar las luchas de clases en movimientos de masas, así como las formas de representación colectiva que, en esas condiciones, puedan mantener en los movimientos de masas la instancia de la lucha de clases[1].
Antonio Gramsci captó ese reto cuando subrayó que :
Las clases subalternas, por definición, no están unificadas y no pueden unificarse mientras no puedan devenir «Estado» : su historia, por tanto, se entrelaza con la historia de la sociedad civil, es una función «disgregada» y discontinua de la historia de la sociedad civil y, a través de ella, de la historia de los Estados o grupos de Estados.[2]
Y es en esa misma nota del cuaderno 25 de sus Cuadermos de la cárcel que Gramsci también sostiene que el objetivo de las clases subalternas es contar con formaciones políticas que afirmen su «completa autonomía».
Nación y lucha de clases
Ahora bien, «devenir Estado» también significa «devenir nación» y «devenir pueblo». De modo que la cuestión es determinar si tal aleación no entra en contradicción con una larga tradición según la cual nación y pueblo son fundamentalmente construcciones ideológicas que mistifican el antagonismo social y las divisiones de clase y que, además, sirven de justificación del racismo sistémico, creando con ello «comunidades imaginadas»[3].
En primer lugar, recordemos que «imaginado» no significa «irreal». Cabe citar una vez más a Balibar, quien en la década de los ochenta hizo una importante observación: «toda comunidad social, reproducida por el funcionamiento de las instituciones, es imaginaria, es decir, se basa en la proyección de la existencia individual en el entramado de un relato colectivo, en el reconocimiento de un nombre común y en las tradiciones vividas como huella de un pasado inmemorial (incluso en aquellos casos en que se hayan fabricado e inculcado en circunstancias recientes). Pero ello equivale a afirmar que, en determinadas condiciones, sólo las comunidades imaginarias son reales.»[4]
Sin embargo, creo que sería útil volver a Gramsci y a su conceptualización de las formas políticas de la modernidad. En ese proceso histórico, vemos no sólo el despliegue del poder y la influencia de la burguesía en su «larga marcha» hacia la hegemonía, sino también el surgimiento de nuevas formas de movilización de las clases subalternas, formas que constituyen el aspecto fundamental de la constitución de esa voluntad colectiva nacional-popular contradictoria, especialmente en los casos en que la propia burguesía ha pasado por una fase revolucionaria. Sin embargo, en ningún momento Gramsci pierde de vista cómo posteriormente la burguesía intenta contrarrestar el surgimiento de esa voluntad colectiva nacional-popular o socavar sus características radicales y emancipatorias.
El propio término «nacional-popular» es, en cierto sentido, foco de tensiones, por lo que Gramsci estableció explícitamente una distinción entre pueblo-nación [popolo-nazione] y nación-retórica. También subrayó que la clase obrera, aunque internacional por naturaleza y portadora de un cierto universalismo subalterno, debía asimismo nacionalizarse, tanto para adaptarse a cada relación de fuerzas nacional particular como para unificar a las clases subalternas:
Una clase de carácter internacional, en la medida en que guía a estratos sociales estrictamente nacionales (intelectuales) y de hecho a menudo menos aún que nacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos), debe «nacionalizarse», en cierto sentido.[5]
Ante los intentos de «nacionalismo proletario» promovidos por algunos segmentos del movimiento fascista, que justifican el chovinismo y el expansionismo colonial-imperialista, Gramsci propone convertir esa idea de nación proletaria en la base de un nuevo cosmopolitismo proletario. Como subrayara André Tosel:
Es la Italia de los inmigrantes y los consejos de fábrica, de las comunas y el humanismo civil, la de la reforma intelectual y moral, de la «catarsis» de lo económico en ético-político, la que puede producir la reforma trascendental de la religión de la libertad en herejía creadora de un nuevo conformismo de masas y, al mismo tiempo, un internacionalismo tanto laborista como cívico.[6]
Del mismo modo, Nicos Poulantzas propone reexaminar la cuestión de la nación, a cuyo propósito subraya su carácter ineludible. Poulantzas analizó, en lo que constituye uno de los enfoques más originales de la cuestión de la nación, «la historicidad de un territorio y la territorialización de una historia»[7] en el marco del surgimiento de la nación, así como la articulación espacial específica del capitalismo y el imperialismo, el surgimiento de las fronteras, del interior y del exterior, y, por supuesto, el papel del Estado: «Ese Estado lleva a cabo un proceso de individualización y unificación, constituye el pueblo-nación en el sentido de que representa su orientación histórica.»[8] Al mismo tiempo, Poulantzas insistió en que la relación de las clases trabajadoras con el nacionalismo no es la simple expresión de dominación ideológica de esas clases por la burguesía, ya que
la espacialidad y la historicidad de cada clase obrera son una variante de su propia nación, tanto porque están enmarcadas en las matrices espaciales y temporales, como porque son parte integrante de esa nación entendida como resultado de la relación de fuerzas entre la clase obrera y la burguesía[9].
Por otro lado, como ha señalado Sadri Khiari, el Estado nacional también se constituye siempre como Estado racial:
A la integración nacional «gala» en el espacio de las fronteras hexagonales se ha yuxtapuesto una integración nacional colonial que enmarca la pertenencia al grupo estatutario «francés» en una pertenencia a un grupo estatutario más amplio, la civilización blanca-europea-cristiana.[10]
Soberanía nacional, soberanía popular
Es evidente, por tanto, que no podemos eludir sin más la cuestión de la nación. A ese propósito, también me gustaría mencionar otro concepto, sobre todo porque nación (y pueblo) no son simplemente designaciones de comunidades. Esos términos se refieren además a una forma política; a saber, el Estado-nación. Y todo concepto de Estado y de nación supone igualmente un concepto de soberanía.
Sé que cierto reduccionismo de clase tiene una respuesta fácil: el poder real y la soberanía real pertenecen a la clase social dominante, hoy en día los segmentos más agresivos e internacionalizados del capital. Sin embargo, una de las particularidades de las formas sociales y políticas asociadas con la modernidad capitalista es que la soberanía se proyecta para articularse y ejercerse en nombre de una comunidad más amplia; a saber, el pueblo y la nación.
Creo que es muy importante introducir el concepto de soberanía, por cuanto el de soberanía es uno de los conceptos en juego en el antagonismo social y político contemporáneo. No me refiero sólo al hecho de que una soberanía subalterna emancipatoria se encuentre en el centro de esa tradición específicamente marxista que afirma la necesidad de tomar el poder para cambiar el mundo. Me refiero también al hecho de que el neoliberalismo disciplinario contemporáneo opera, en particular en el contexto de la Unión Europea, como una forma de soberanía nacional reducida, como una cesión de la soberanía, pero también como un ataque constante contra la soberanía popular. Se podría decir que la Unión Europea representa un ejemplo de soberanía limitada o reducida como estrategia de clase, en particular a través de la arquitectura monetaria, financiera e institucional de la zona del euro. Ya en la primera década de este siglo fuimos testigos, en «campos de prueba» como Grecia, de la violencia de ese proceso. En cierto sentido, lo que habría evitado el desastre social y político ocurrido en Grecia habría sido precisamente una recuperación de la soberanía nacional y popular tras el impresionante resultado del referéndum de julio de 2025, una recuperación de la soberanía que habría implicado la salida de la zona euro y de la Unión Europea.
A ese propósito, me gustaría destacar lo siguiente. Muchos compañeros, cuando oyen hablar de soberanía nacional, piensan inmediatamente en las fronteras. Ahora bien, nosotros estamos en contra de las fronteras. Estamos a favor de la apertura de las fronteras. Sin embargo, en el contexto europeo, es en realidad la limitación, la reducción de la soberanía, lo que ha permitido la imposición de las políticas de la Unión Europea contra los inmigrantes y los refugiados, en particular después de 2016 y del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. Y será necesario recuperar la soberanía para restablecer plenamente el derecho de asilo y la libertad de circulación. ¡Para abrir las fronteras hay que ser realmente soberanos!
Permítaseme pasar ahora a consideraciones más estratégicas. ¿Significa esto que hay simplemente que volver a la nación y a una referencia nacional?
En algunos casos, como en el período posterior a la crisis de la zona euro, hemos asistido a ese tipo de retorno. Podría citar la forma en que algunos segmentos de la izquierda italiana de origen comunista decidieron, sin mucho éxito, marchar en esa dirección, O también los numerosos debates que tuvieron lugar en Grecia en el marco más amplio de la lucha contra la austeridad, así como la aparición de la idea de un «espacio político patriótico». O incluso, para acercarnos a Francia, los problemas de ciertas concepciones neorrepublicanas del «retorno al Estado». ¿Cuáles son los límites de tal retorno a la nación, ya sea en su modalidad republicana o tradicionalmente «patriótica»? En pocas palabras, ese retorno tiende a excluir del espacio político (y cultural) de la nación y del pueblo ciertos puntos de referencia culturales o religiosos, a pesar de su importancia para amplios segmentos de las clases subalternas procedentes de la inmigración. Y en ningún momento aborda el colonialismo como un aspecto permanente del funcionamiento de los Estados-nación actuales. Se trata, en efecto, de una concepción de la nación que no encara ese aspecto de la exclusión de todos aquellos que no se consideran parte de la nación. Por tanto, es un retorno a la nación que socava la unidad subalterna que estamos tratando de construir. Además, esa concepción «neorrepublicana», «patriótica» o «soberanista» puede conducir a posiciones francamente reaccionarias, como ilustra el ejemplo de Jacques Sapir[11], quien en 2015 propusiera una alianza «soberanista» de la que formase parte Rassemblement National (RN) y, a raíz de ello, asistió a la universidad de verano de RN en 2016.
Un concepto estratégico de pueblo
Sobre esa base, sostuve que la única manera de replantearse la posibilidad de reclamar la soberanía popular de una manera que eluda las trampas del universalismo cosmopolita y el nacionalismo excluyente es redefinir pueblo (y nación) partiendo de la condición contemporánea de subalternidad. Una condición que ha ampliado los vínculos entre la subalternidad y el sojuzgamiento a la acumulación capitalista, tanto de forma directa como indirecta. Lo cual conlleva una redefinición de pueblo (y de nación) que los disocie de la etnicidad, el origen o la historia compartida y que más bien los vincule a una condición, un presente y una lucha comunes. Consiguientemente, se trata de una concepción «escindida» del pueblo y la nación, por cuanto también supone un enfoque que se oponga a los «enemigos del pueblo», muchos de los cuales son formalmente «miembros de la nación».
Por último, ello se inscribiría en una concepción posnacional y descolonial de pueblo y nación que, aunque remita a una idea políticamente performativa del pueblo y —para utilizar la terminología gramsciana— del «pueblo-nación», se base al mismo tiempo en la clase. Ya no se trata de la «comunidad imaginaria» de la «sangre común», sino de la unidad en la lucha de las clases subalternas, de la unidad de quienes comparten los mismos problemas, la misma miseria, la misma esperanza, el mismo bregar. Pueblo no es origen común, sino condición y perspectiva comunes. En ese sentido, siguiendo a Deleuze, hablamos de un «pueblo que falta», de un pueblo que hay que producir, de un pueblo por venir,
no [d]el mito de un pueblo pasado, sino [de] la fabulación del pueblo por venir. Es necesario que el acto de habla se forge como una lengua extranjera dentro de una lengua dominante, precisamente para expresar la imposibilidad de vivir bajo la dominación.[12]
¿Significa esto abandonar el análisis de clase en tal perspectiva? ¡De ninguna manera! Pues son las formas contemporáneas de acumulación capitalista las que crean las condiciones materiales «objetivas» que aglutinan a capas de la clase obrera con capas de la «nueva pequeña burguesía» (en el sentido de Poulantzas: los asalariados de cuello blanco y los ejecutivos), los funcionarios y hasta segmentos de las capas pequeñoburguesas tradicionales, debido a la incapacidad de las políticas neoliberales contemporáneas para constituir un bloque histórico duradero en torno a las finanzas y los capitales multinacionales. En efecto, el movimiento del capital crea demandas e intereses comunes, basados en la condición común del trabajo, la precariedad, el desempleo, la explotación y la dificultad cada vez mayor para satisfacer las necesidades básicas, que, de alguna manera, pueden aglutinar a una amplia gama de agentes, desde los inmigrantes indocumentados hasta los jóvenes titulados que pasan del desempleo a un empleo precario a tiempo parcial y de vuelta al desempleo. Si bien los teóricos del populismo han tendido a considerar los grandes cambios políticos recientes y los movimientos de protesta masiva como acontecimientos esencialmente políticos, articulados en torno a reivindicaciones políticas comunes, esos momentos también representan el encuentro visible de segmentos de la fuerza de trabajo colectiva que comparten una condición común. No debe ignorarse el carácter de clase de esas movilizaciones de masas.
Sería erróneo creer que lo que aquí sostenemos es que una reconceptualización del pueblo debería basarse exclusivamente en criterios de clase. La condición contemporánea de subalternidad abarca asimismo las consecuencias del patriarcado, el sexismo, el racismo y el colonialismo. Las formas contemporáneas de acumulación capitalista integran el racismo, el neocolonialismo y el sexismo en el régimen dominante de acumulación en cuanto aspectos cruciales de la reproducción social. Esos aspectos contribuyen a la formación de grupos sociales subalternos y, al mismo tiempo, nos ponen ante el desafío de inscribir esas luchas y prácticas antagónicas en el intento de «hacer pueblo» o «hacer nación». Ello propicia nuevos encuentros entre los movimientos populares y las luchas dirigidas no sólo contra el racismo y el nacionalismo (luchas que durante mucho tiempo se han considerado parte integrante de la política de clase emancipatoria), sino también contra el sexismo, el patriarcado y la heteronormatividad, en cuanto condiciones para la formación de la necesaria unidad del pueblo. Esa articulación está sobredeterminada por la dinámica de la acumulación capitalista, las numerosas formas en que el sexismo y el racismo se convierten en aspectos indispensables del régimen dominante de acumulación, pero también en intentos de las clases dominantes de mantener a los subalternos en una posición desintegrada y pasiva.
Desde esa perspectiva, es obvio que el concepto de pueblo no es una construcción discursiva a posteriori, como han sostenido los teóricos del «populismo de izquierda», y que, por tanto, no sería más que el resultado de una interpelación ideológica. Se trata de un concepto estratégico basado en el análisis de clase, en el sentido descrito por Poulantzas:
La articulación de la determinación estructural de clase y las posiciones de clase dentro de una formación social —lugar de existencia de las coyunturas— requiere conceptos particulares. Se trata, en este caso, de lo que denominaré conceptos de estrategia, que abarcan en particular los fenómenos de polarización y alianzas de clases. Es lo que ocurre, por ejemplo —en lo que respecta a la dominación de clase—, con el concepto de «bloque de poder», el cual designa una alianza específica de las clases y las facciones de clase dominantes; también es el caso, en lo que respecta a las clases dominadas, del concepto de «pueblo», el cual designa una alianza específica de estas últimas.[13]
Desde esa perspectiva, debemos volver a Gramsci y a su concepción estratégica y transformadora que vincula al pueblo-nación con un bloque histórico potencial:
Si la relación entre intelectuales y pueblo-nación, entre dirigentes y dirigidos, entre gobernantes y gobernados, la da una adhesión orgánica en la que el sentimiento-pasión se convierte en comprensión y por tanto en saber (no mecánicanmente, sino de forma viviente), sólo entonces la relación es de representación, y acaece el intercambio de elementos individuales entre gobernados y gobernantes, entre dirigidos y dirigentes, esto es, se realiza la vida de conjunto, que es la única fuerza social; se crea el «bloque histórico».[14]
No obstante, esa concepción del bloque histórico remite a algo más complejo que la formación del pueblo mediante un proceso de significación que crea a la vez una identidad común y una oposición a un «enemigo» común, por importantes que sean esos aspectos para el resurgimiento del pueblo como agente colectivo de transformación y emancipación. Ante los problemas particulares que plantea la necesidad de crear nuevas formas de unidad popular entre los diferentes segmentos de las clases y grupos subalternos separados por motivos étnicos o religiosos, pero también por la división institucional entre ciudadanos, inmigrantes e indocumentados, las prácticas colectivas, las reivindicaciones, las estrategias, las reescrituras de la historia, los saberes de unos y otros y, sobre todo, las aspiraciones comunes son más importantes que los «referentes culturales» comunes y pueden, de hecho, inducir a la identificación común como pueblo. Ese proceso también requiere luchas concretas para construir formas institucionales que hagan posible esa convergencia, en particular de los derechos sociales y políticos, pero también formas de organización política y de intelectualidad política de masas que vinculen esa condición común a proyectos hegemónicos comunes de transformación y emancipación. Formas que contribuyan a articular luchas y alianzas comunes y al advenimiento de eso que Gramsci intentó definir como el «Príncipe moderno», forma política de un Frente Unido moderno.
Por tanto, cuando hablamos de pueblo o de nación como metonimia de un posible bloque histórico subalterno, no nos referimos a una alianza social o a una «identidad colectiva». Tampoco hablamos de una simple intervención política. Hablamos, en cambio, de una práctica con un fuerte objetivo hegemónico, de un proceso histórico. Un proceso que abarca no sólo interpelaciones ideológicas o discursivas, sino sobre todo un programa político estratégico, así como las tácticas y las formas de organización capaces de propiciar que ese programa se transforme en un nuevo relato histórico para un país dado.
¿Se puede reivindicar la nación?
La cuestión ahora es si se puede describir esa línea como una recuperación de la nación. Me refiero en particular a las recientes intervenciones de Houria Bouteldja[15]. Independientemente de qué nombre le demos a esa unidad potencial, diría que en general estoy de acuerdo con el planteamiento de Bouteldja. Lo que me parece muy original y también importante para los debates contemporáneos y las exigencias políticas es el hecho de que Bouteldja no intente mostrar cómo los diferentes segmentos pueden aglutinarse sobre la base de la «realización», de la «toma de conciencia» de que comparten una esencia común o un momento de revelación en que trascenderian sus diferencias. Bouteldja nos muestra, en cambio, cómo puede haber objetivos políticos comunes y, en particular, una recuperación de la soberanía nacional mediante la salida de la Unión Europea y un «patriotismo internacionalista» como medio para crear una nueva unidad política y social que agrupe a las capas subalternas que hoy se sienten atraídas por la izquierda (al menos en los lugares donde todavía existe una izquierda) con las clases trabajadoras y otras capas subalternas que actualmente constituyen el núcleo principal del electorado de la extrema derecha:
De ahí que el retorno al Estado-nación también deba considerarse como un momento de esa utopía, incluso como su condición. Habría que pensar simultáneamente en una estrategia descolonial de retorno al marco nacional en favor de los autóctonos a quienes les importa un bledo Europa, pero que carecen de patria, y en una estrategia antiliberal en favor de las clases populares blancas, para quienes la patria es un valor refugio tan fuerte y seguro como el oro.[16]
Y sigo estando de acuerdo con Bouteldja cuando describe los impasses de las tradiciones actuales de la izquierda:
Cuando la izquierda es internacionalista, no comprende la necesidad de la nación (y, por tanto, de la seguridad); cuando es republicana y universalista, no comprende la necesidad identitaria y religiosa. Cuando es antifascista, no comprende las consecuencias perjudiciales de la diferencia de trato por parte del Estado entre el antisemitismo y otros racismos. Y cuando es feminista, no comprende la opresión de las masculinidades no hegemónicas, ya sean blancas o no blancas. Sea cual sea el rostro de esa izquierda, se obstina en aplicar análisis y respuestas inadecuadas sin tener en cuenta seriamente la singularidad de los sujetos subalternos de clase o raza.[17]
Para concluir, es igualmente importante señalar que tal concepción del pueblo —y de la nación— como nuevo «bloque histórico» potencial se opone tanto a cierta concepción del multiculturalismo que tiende a considerar a las sociedades como simples aglomeraciones de personas y diferencias y que de hecho es perfectamente compatible con el neoliberalismo, y a una versión neorrepublicana de la nación como historia y «valores nacionales» comunes, que tendería a excluir a gran parte de las clases y grupos subalternos contemporáneos. A lo que remite, en cambio, es a un pueblo y una nación por construir y a la aceptación de todos los puntos de referencia de las clases subalternas como elementos necesariamente contradictorios de un pueblo (y una nación) por venir y de una nueva historia por escribir juntos.
En esa concepción, el elemento «nacional-popular» no se define sobre la base de los elementos o la herencia del pasado, sino más bien como algo que viene del futuro. El elemento «nacional-popular» debe construirse, ser objeto de un proceso constante de reconstrucción, reproducción y renovación. Contrariamente a la creencia nacionalista fundamental de que «los otros» deben aprender nuestra historia o «nuestros» valores, se trata en este caso de producir una nueva perspectiva popular a la que «los otros» estén llamados a contribuir desde el principio, una perspectiva que considere que «nosotros» y «los demás» podemos producir efectivamente un nuevo «nosotros», una nueva forma de unidad basada no en el intercambio de elementos culturales, sino principalmente en la condición común de explotación y resistencia, en contraposición a todas las visiones de una «guerra de civilizaciones» presuntamente inevitable. Una perspectiva, en fin, que insista en que el punto de partida necesario es la aceptación de la diferencia relativa, es decir, el reconocimiento de que los segmentos de las clases subalternas constituidos por inmigrantes o refugiados tienen un derecho inalienable a la organización autónoma y a la identidad colectiva y que ese reconocimiento es la condición necesaria para el surgimiento de una nueva forma de unidad popular.
En ese sentido, con lo que hay que habérselas es con una concepción de pueblo y de nación que no deje de lado el antagonismo de clases, sino que lo trate como una condición constitutiva. Se trata, por tanto, de una concepción antagonista y agonística de la unidad potencial del pueblo que no teme su carácter contradictorio.
Optar por la recuperación de la soberanía popular, en forma de ruptura con los acuerdos institucionales supranacionales que socavan la democracia y refuerzan los agresivos regímenes capitalistas de acumulación, como la zona euro y la Unión Europea, al tiempo que se exigen derechos y una ciudadanía plena para todas las personas que viven y trabajan en cada país (y contribuyen en general a la vida social), ofrece una alternativa real.
Permítaseme un último señalamiento. Como he subrayado, el debate que hemos sostenido en estas reflexiones no es un debate sobre la identidad. No se trata simplemente de examinar cómo designar a un sujeto colectivo, si bien los nombres y las designaciones desempeñan un papel importante. Se trata más bien de reimaginar la política. Reimaginar una política de emancipación que, en palabras de Maquiavelo, apunte alto para llegar más lejos, una política de emancipación que se atreva a pensar en grande, que se conciba en términos de nuevos bloques históricos y de un «príncipe moderno» capaz de crear esos bloques históricos, una política revolucionaria que evite la comodidad de las pequeñas sectas y trate de comprometerse realmente con la historia. Una práctica política que, sí, se crea capaz de construir un pueblo y una nación, a partir de la explosiva combinación contemporánea de impugnación masiva y desintegración cada vez mayor de las clases subalternas.
Referencias bibliográficas
Benedict Anderson, Imagined Communities, Verso, Londres, 1983.
Étienne Balibar, La crainte des masses. Politique et philosophie avant et après Marx, Galilée, París, 1997.
Étienne Balibar e Immanuel Wallerstein, Race, nation, classe. Les identités ambiguës, La Découverte, París, 1988.
Houria Bouteldja, Beaufs et barbares. Le pari du nous, La Fabrique, París, 2023.
Houria Bouteldja, 2025, «Rêver ensemble. Pour un patriotisme internationaliste», Contretemps, 11 de febrero de 2025.
Gilles Deleuze, Cine 2. L’image-temps, Minuit, París, 1985.
Antonio Gramsci Cuadernos de la cárcel (traducción y notas de Antonio J. Antón Fernández), Akal, Madrid, 2023 (3 volúmenes).
Sadri Khiari, La contre-révolution coloniale en France. De de Gaulle à Sarkozy, La Fabrique, París, 2009.
Nicos Poulantzas, Les classes sociales dans le capitalisme aujourd’hui, Seuil, París, 1974.
Nicos Poulantzas, L’Etat, le pouvoir, le socialisme, PUF, París, 1978.
André Tosel, Le marxisme du 20e siècle, Syllepse, París, 2009.
Notas
[1] Balibar 1997, p. 248. (La traducción es mía. [N. del T.])
[2] Gramsci 2023, III. Cuadernos 12-29 (1932-1935), Q25, § 5, p. 730.
[3] Anderson 1983. (La traducción es mía. [N. del T.])
[4] Balibar en Balibar y Wallerstein 1988. (La traducción es mía [N. del T.])
[5] Gramsci 2023, III. Cuadernos 12-29 (1932-1935), Q14, §68, p. 197.
[6] Tosel 2009, p. 179. (La traducción es mía. [N. del T.])
[7] Poulantzas 1978, p. 126. (La traducción es mía. [N. del T.])
[8] Poulantzas 1978, p. 125. (La traducción es mía. [N. del T.])
[9] Poulantzas 1978, p. 130. (La traducción es mía. [N. del T.])
[10] Khiari 2009 citado en Bouteldja 2023, p. 56. (La traducción es mía. [N. del T.])
[11] Sapir 2016. (La traducción es mía. [N. del T.])
[12] Deleuze 1985, p. 290. (La traducción es mía. [N. del T.])
[13] Poulantzas 1974, p. 21. (La traducción es mía. [N. del T.])
[14] Gramsci 2023, II. Cuadernos 6–11 (1930-1935), Q11, §67, p. 740.
[15] Bouteldja 2025. (La traducción es mía. [N. del T.])
[16] Bouteldja 2023, p. 234. (La traducción es mía. [N. del T.])
[17] Bouteldja 2023, p. 223. (La traducción es mía. [N. del T.])
Featured image: Clashes in France amid labour reform unrest, 26 May 2016. Credit : picture-alliance/AP Photo/F. Mori. Courtesy of DW.
Translated from the original in French by Rolando Prats.
9. Resumen de la guerra en Palestina, 24 de octubre de 2025.
El seguimiento en directo de Middle East Eye.
https://www.middleeasteye.net/live/live-israel-dropped-153-tonnes-bombs-gaza-sunday
En directo: Gaza sepultada bajo 61 millones de toneladas de escombros
Mientras tanto, las ONG alertan sobre el rechazo israelí a las solicitudes para transportar ayuda a Gaza
Puntos clave
La ONU afirma que Israel nunca ha permitido la entrada de 600 camiones de ayuda en Gaza en un solo día
Gaza se enfrenta a décadas de amenaza por municiones israelíes sin detonar, advierte un experto
Trump descarta la anexión israelí de Cisjordania
Actualizaciones en directo
Nuestro blog en directo cerrará en breve hasta mañana por la mañana.
Estos son los acontecimientos más destacados del día:
- La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), una controvertida organización estadounidense sin ánimo de lucro encargada de proporcionar ayuda a la población civil palestina en Gaza, declaró a la AFP que estaba dispuesta a reanudar los envíos en virtud del alto el fuego negociado por Estados Unidos.
- El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, afirmó que no prevé una división permanente de Gaza, a pesar de que las tropas israelíes permanecen en una zona que ha sido prioritaria para la reconstrucción.
- La agencia de noticias Wafa informa de que colonos israelíes armados agredieron e hirieron a dos ancianos en la localidad de Surif, al noroeste de Hebrón, en el sur de la Cisjordania ocupada.
- El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, dijo que los funcionarios estadounidenses están recabando opiniones sobre una posible resolución de la ONU o un acuerdo internacional para autorizar una fuerza multinacional en Gaza y que debatirán la cuestión en Qatar el domingo.
- Una agencia de la ONU ha advertido de que Gaza está sepultada bajo más de 61 millones de toneladas de escombros, y que tres cuartas partes de los edificios del enclave asediado han quedado destruidos tras dos años de guerra.
Khalil Al-Hayya, jefe de Hamás en la Franja de Gaza, dijo que el domingo se entrará en nuevas zonas para buscar algunos de los cuerpos de los cautivos israelíes, según informó Al Jazeera Arabic.
También dijo que Hamás está de acuerdo con todas las facciones [palestinas] en que la misión de la ONU es reconstruir Gaza.
Un grupo privado estadounidense dice estar listo para reanudar la ayuda a Gaza
Hace 53 minutos
La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), una controvertida organización estadounidense sin ánimo de lucro encargada de proporcionar ayuda a los civiles palestinos en Gaza, declaró el sábado a la AFP que estaba dispuesta a reanudar los envíos en virtud del alto el fuego negociado por Estados Unidos.
Cientos de palestinos han muerto por disparos israelíes mientras buscaban ayuda en los puntos de distribución de la GHF, según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, y en agosto los relatores especiales de las Naciones Unidas pidieron su disolución.
El portavoz de la GHF, Chapin Fay, afirmó que la fundación había suspendido sus operaciones durante la primera fase del alto el fuego en Gaza y que ahora estaba a la espera de órdenes para reanudar su labor.
«Aunque la situación sigue siendo inestable sobre el terreno, se ha ordenado a la GHF que se mantenga preparada para reanudar sus actividades y, en concreto, que no tome ninguna medida que le impida reanudar sus operaciones de inmediato», declaró Fay.
Palestinos caminan con la ayuda que recibieron en un centro de distribución gestionado por la controvertida Fundación Humanitaria de Gaza, respaldada por Estados Unidos e Israel, en la Franja Central de Gaza, el 22 de agosto de 2025 (Eyad Baba/AFP).
Rubio afirma que no ve una división permanente de Gaza
El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, afirmó el sábado que no prevé una división permanente de Gaza, a pesar de que las tropas israelíes permanecen en una zona que ha sido prioritaria para la reconstrucción.
En virtud de un alto el fuego negociado por Estados Unidos, las fuerzas israelíes se han retirado a una «línea amarilla», lo que les deja el control de aproximadamente la mitad de Gaza, y Estados Unidos ha hablado de ayuda para la reconstrucción en la zona bajo control israelí.
Rubio afirmó que una fuerza internacional, que Estados Unidos y los mediadores regionales están tratando de crear, se trasladaría para garantizar la seguridad en todo el territorio palestino.
«Creo que, en última instancia, el objetivo de la fuerza de estabilización es desplazar esa línea hasta que, con suerte, cubra toda Gaza, lo que significa que toda Gaza quedará desmilitarizada», declaró Rubio a los periodistas en su avión entre Israel y Qatar.
«En última instancia, cuanto más se desmilitarice Gaza, más se eliminará el terrorismo de Gaza, más se parecerá a esa zona verde y, como resultado, esa línea se desplazará», afirmó.
«Ese es el plan a largo plazo. Los israelíes han dejado muy claro que no tienen ningún interés en ocupar Gaza».
Palestinos caminan con la ayuda que recibieron en un centro de distribución gestionado por la controvertida Fundación Humanitaria de Gaza, respaldada por Estados Unidos e Israel, en la franja central de Gaza, el 22 de agosto de 2025 (Eyad Baba/AFP).
Katz, de Israel, afirma que el 60 % de los túneles de Hamás siguen en Gaza
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, afirmó que la desmilitarización de Gaza mediante la destrucción de lo que él denominó «túneles del terror» y el desarme de Hamás es el «objetivo estratégico más importante para lograr la victoria en Gaza».
«La misión moral más urgente es, por supuesto, el regreso de todos los rehenes y los caídos a sus hogares, y haremos todo lo posible para cumplir esta misión sagrada y crucial», afirmó Katz el X, alegando que el 60 % de los túneles siguen en Gaza.
«He dado instrucciones al [ejército] para que dé prioridad a la destrucción de los túneles como tarea central en la zona amarilla que actualmente controlamos, junto con la protección de los soldados y las comunidades», afirmó.
Colonos israelíes hieren a dos ancianos cerca de Hebrón, en Cisjordania
La agencia de noticias Wafa informa de que colonos israelíes armados agredieron e hirieron a dos ancianos en la localidad de Surif, al noroeste de Hebrón, en el sur de la Cisjordania ocupada.
Los colonos estaban bajo la protección de soldados israelíes cuando agredieron a residentes en la zona de al-Quraynat, en Surif, hiriendo a Abdullah Ghneimat, de 82 años, y a su hermano Ibrahim, de 72, según la agencia.
Los colonos también incendiaron un vehículo y rompieron las ventanas de dos viviendas del barrio, según Hazem Ghneimat, alcalde de Surif.
Israel afirma que sus fuerzas llevaron a cabo un ataque en Nuseirat, en el centro de Gaza
El ejército israelí afirmó el sábado que sus fuerzas habían atacado a un presunto miembro del grupo Yihad Islámica Palestina con «un ataque preciso» llevado a cabo en la zona de Nuseirat, en el centro de Gaza.
El ataque contra un coche en el campo de refugiados hirió al menos a cuatro personas, según informó Al Jazeera Arabic, citando al hospital al-Awda.
Trump se reúne con el emir y el primer ministro de Catar durante una escala en su viaje a Asia
El presidente estadounidense, Donald Trump, se reunió el sábado con el emir y el primer ministro de Catar, un aliado clave para preservar el frágil acuerdo de paz en Gaza, durante una escala para repostar en su viaje a Asia, según informaron fuentes oficiales.
Los líderes qataríes subieron al Air Force One cuando este aterrizó en la base aérea de Al Udeid, que alberga el cuartel general regional del ejército estadounidense y a miles de soldados estadounidenses.
Trump afirmó que ambos habían desempeñado un papel crucial en el proceso de paz de Oriente Medio y añadió que el primer ministro, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, había sido su «amigo en el mundo».
El presidente estadounidense, Donald Trump, escucha al emir de Catar, el jeque Tamim bin Hamad Al-Thani, durante una reunión a bordo del Air Force One en Doha el 25 de octubre de 2025, mientras hace una parada para repostar en su camino a Malasia para la cumbre de la ASEAN. (AFP)
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, afirmó que los funcionarios estadounidenses están recabando opiniones sobre una posible resolución de la ONU o un acuerdo internacional para autorizar una fuerza multinacional en Gaza y que debatirán la cuestión en Qatar el domingo.
«Muchos de los países que han expresado su interés en participar en algún nivel, ya sea monetario, con personal o ambos, van a necesitar eso (una resolución de la ONU o un acuerdo internacional) porque sus leyes nacionales lo exigen», dijo Rubio a los periodistas que viajaban en su avión entre Israel y Qatar, de camino a Asia.
«Así que tenemos a todo un equipo trabajando en ese esbozo», afirmó.
Colonos israelíes atacan a palestinos y activistas en Cisjordania
Más de 20 colonos israelíes enmascarados atacaron a palestinos y activistas de derechos humanos en la comunidad beduina de Mukhmas, al sureste de Ramala, en la Cisjordania ocupada, informó la agencia de noticias Wafa.
Según una declaración de Hassan Malihat, supervisor general de la organización de derechos humanos Al-Baidar, un grupo de colonos atacó la comunidad y agredió a los residentes, vertiendo materiales inflamables sobre los olivos, lo que provocó un incendio en los cultivos cercanos.
Un ataque israelí mata a una persona en el sur del Líbano
El ejército israelí afirmó haber matado a una persona en la zona de Jebchit, en el sur del Líbano, el sábado.
En un comunicado, el ejército identificó a la persona como Zayn al-Abidin Hussein Fatouni y afirmó que era un comandante de Hezbolá en la unidad antitanque del batallón, sin aportar pruebas.
El Departamento de Estado de EE. UU. nombró el viernes al diplomático de carrera y actual embajador en Yemen, Steven Fagin, como responsable civil de un nuevo centro encargado de aplicar el acuerdo de paz en Gaza y facilitar la entrega de ayuda humanitaria al enclave asediado.
El anuncio se produjo después de que el secretario de Estado, Marco Rubio, visitara el Centro de Coordinación Civil-Militar en el sur de Israel y se comprometiera a que más diplomáticos estadounidenses se unieran a los aproximadamente 200 militares estadounidenses destinados allí.
«El embajador Steven Fagin será el responsable civil del Centro de Coordinación Civil-Militar, que apoya la aplicación del Plan de Paz de 20 puntos del presidente para Gaza», dijo el departamento en un comunicado.
Las fuerzas israelíes asaltan Jenin en Cisjordania
Las fuerzas israelíes han rodeado una casa en Jenin, en la Cisjordania ocupada, según la agencia de noticias Wafa, que cita fuentes locales.
Las tropas asaltaron la ciudad y tomaron posiciones en el barrio de al-Marah antes de rodear una casa en la Ciudad Vieja. Los soldados abrieron fuego contra las cámaras de vigilancia que rodeaban el edificio, según las fuentes.
Rubio promete la devolución de los cuerpos de todos los cautivos israelíes de Gaza
El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, prometió la devolución de todos los cautivos fallecidos retenidos en Gaza durante una reunión con dos cautivos israelíes-estadounidenses fallecidos durante una visita a Israel.
«No olvidaremos las vidas de los rehenes que murieron en cautiverio de Hamás», dijo Rubio en X.
«Hoy me he reunido con las familias de los ciudadanos estadounidenses Itay Chen y Omer Neutra. No descansaremos hasta que sus restos, y los de todos los demás, sean repatriados».
Gaza sepultada bajo 61 millones de toneladas de escombros: ONU
Una agencia de la ONU ha advertido de que Gaza está sepultada bajo más de 61 millones de toneladas de escombros, con tres cuartas partes de los edificios del enclave asediado destruidos tras dos años de guerra.
Una evaluación realizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha determinado que casi dos tercios de los escombros de Gaza se generaron en los primeros cinco meses de la guerra.
La destrucción de edificios también se aceleró en los meses previos al actual alto el fuego.
Entre abril y julio de 2025, se generaron 8 millones de toneladas de escombros, principalmente en la parte sur del territorio, entre Rafah y Khan Younis.
Un análisis preliminar del PNUMA también señaló que 2,9 millones de toneladas de escombros podrían estar contaminados con «residuos peligrosos procedentes de instalaciones industriales conocidas».
El análisis satelital realizado por el programa del Centro de Satélites de las Naciones Unidas también reveló que el ejército israelí destruyó casi 193 000 edificios en Gaza, lo que representa alrededor del 78 % de las estructuras existentes antes de que comenzara la guerra el 7 de octubre de 2023.
Israel mata a 93 palestinos en Gaza desde el alto el fuego: Ministerio de Salud
El Ministerio de Salud palestino en Gaza afirmó que Israel ha matado a un total de 93 palestinos desde que entró en vigor el alto el fuego el 11 de octubre.
Las autoridades sanitarias señalaron que 324 palestinos han resultado heridos desde el alto el fuego.
Añadieron que, en las últimas 48 horas, Israel ha matado a 19 personas y ha herido a otras siete.
Según el Ministerio, el número de muertos por el genocidio de Israel en Gaza ha ascendido a 68 519 palestinos, con otros 170 382 heridos desde octubre de 2023.
La Defensa Civil Palestina lleva a cabo 38 operaciones en las últimas 24 horas
La Defensa Civil Palestina ha llevado a cabo aproximadamente 38 operaciones de rescate en las últimas 24 horas en toda la Franja de Gaza.
En un comunicado publicado en Telegram, la Defensa Civil afirmó que había realizado 11 misiones de rescate, 21 misiones de ambulancia y otras seis misiones.
Buenos días, lectores de Middle East Eye.
Aquí tienen las últimas noticias de Palestina, donde los palestinos de Gaza regresan lentamente a lo que queda de sus hogares, buscando entre los escombros a sus seres queridos y sus pertenencias personales.
- Las autoridades sanitarias palestinas informan de que los servicios médicos en la Franja de Gaza siguen deteriorándose, y que los centros de atención primaria tienen dificultades debido a la escasez de recursos esenciales.
- El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha advertido de que las enormes cantidades de escombros presentes en Gaza suponen un grave riesgo para la salud pública, y estima que al menos 4,9 millones de toneladas de escombros pueden estar contaminadas con amianto procedente de edificios antiguos.
- Mientras tanto, en la Cisjordania ocupada, la violencia de los colonos está perturbando la cosecha anual de aceitunas, lo que amenaza el sustento de los agricultores palestinos en todo el territorio.