Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda
1. Nueva era de plagas del capitalismo, 5
2. Más sobre la desoccidentalización
3. El ejército sudafricano en la RD del Congo.
4.Gideon Levy sobre las acusaciones del Tribunal penal internacional (observación de José Luis Martín Ramos)
5. El horror.
6. Nueva Guerra Fría en Asia.
7. Estrategia estadounidense para Asia-Pacífico.
8. Resistencia indígena en Colombia.
9. Palestina y el derecho internacional.
1. Nueva era de plagas del capitalismo, 5
La última entrada hasta el momento de la serie de Ian Angus sobre plagas. https://climateandcapitalism.
La nueva era de plagas del capitalismo. Parte 5: Las máquinas pandémicas
15 de mayo de 2024
Las nuevas enfermedades zoonóticas están inextricablemente relacionadas con la industrialización de las aves de corral, los cerdos y el ganado vacuno
Quinta parte de un artículo en varias partes sobre las causas e implicaciones del descenso del capitalismo mundial a una era en la que las enfermedades infecciosas son cada vez más comunes. Mis opiniones están sujetas a un debate continuo y a su comprobación en la práctica. Espero sus comentarios, críticas y correcciones. [Parte 1][Parte 2][Parte 3][Parte 4] [Parte 5] por Ian Angus
«El sistema alimentario mundial es un desastre que avanza lentamente, pero no está roto. Está funcionando precisamente como se supone que debe funcionar un sistema alimentario capitalista: se expande constantemente, concentrando la riqueza en unos pocos y poderosos monopolios, mientras transfiere todos los costes sociales y medioambientales a la sociedad.» -EricHolt-Giménez[1] |
En marzo, Cal-Maine Foods, el mayor productor de huevos de Estados Unidos, informó de que los pollos de una de sus fábricas de Texas habían contraído la gripe aviar altamente patógena de tipo A, más conocida como gripe aviar. Para evitar la propagación de la enfermedad, la empresa sacrificó 1,6 millones de aves. Se trata del último sacrificio masivo de la actual epidemia de gripe aviar: desde principios de 2022 han muerto más de 100 millones de aves de granja e innumerables aves silvestres en Estados Unidos y Canadá[2].
En todo Estados Unidos, Cal-Maine gestiona 42 «instalaciones de producción» en las que 44 millones de gallinas ponen más de 13.000 millones de huevos al año. En 2023 obtuvo unos beneficios brutos de 1.200 millones de dólares con unas ventas de 3.100 millones de dólares[3]. En ese contexto, la pérdida de 1,6 millones de aves en Texas es un inconveniente menor, sobre todo porque el gobierno estadounidense (en respuesta a los grupos de presión de la agroindustria) paga por las aves sacrificadas en los brotes de gripe aviar. Millones de pollos muertos son un coste del negocio, y no uno importante.
Denominación de los virus |
Los virus de la gripe han sido transportados por las aves acuáticas durante siglos sin enfermarlas, pero cuando una variante apodada H5N1 saltó a los patos de granja en el sur de China en 1996, evolucionó rápidamente hasta convertirse en una forma altamente infecciosa y mortal para las aves de corral. Posteriormente, esa versión saltó de nuevo a las aves silvestres y ha seguido mutando mientras se extendía por todo el mundo. La enfermedad afecta principalmente a las aves de corral, pero entre 2003 y 2019 se notificaron 861 casos humanos en 17 países, y 455 de los pacientes fallecieron[4].
Una variante de la gripe que apareció por primera vez en cerdos en Estados Unidos y México en 2009 pasó a infectar a millones de personas en todo el mundo, matando entre 150.000 y 575.000 personas.
Desde finales de los años 90, una nueva variante altamente patógena del H5N1 se ha convertido en la principal causa de gripe aviar en Europa, África, Asia y Norteamérica, responsable de millones de muertes de aves de corral. En abril de 2024, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos informó de que por primera vez había infectado al ganado lechero. El 8 de mayo, los CDC informaron de que 36 rebaños lecheros de 9 estados estaban afectados por el H5N1, pero sin duda se trata de una subestimación, ya que muchos operadores se niegan a realizar pruebas al ganado o a informar de las infecciones.
Un trabajador lácteo de Texas es el primer ejemplo conocido de transmisión del virus H5N1 de mamífero a humano, pero también en este caso es posible que no se hayan notificado otros casos, sobre todo porque los síntomas humanos de esta gripe son leves y de corta duración. En la actualidad se considera que el riesgo para la salud humana es bajo, pero como señala el epidemiólogo Michael Mina, «la transmisión incontrolada entre el ganado significa que el virus choca cada vez más con los humanos. Cada exposición humana, a su vez, ofrece la oportunidad de nuevas mutaciones que podrían permitir la transmisión entre humanos. … Aunque el riesgo de una pandemia de H5N1 sea actualmente bajo, las consecuencias de la inacción podrían ser catastróficas»[5].
Fábricas de gripe
Hasta el tercer cuarto del siglo XX, un virus de la gripe aviar que saltara a un pollo o un cerdo domésticos se habría topado rápidamente con un callejón sin salida. Casi todos los pollos se criaban en granjas familiares en bandadas de unas pocas docenas de aves: 400 era una bandada muy grande. Los cerdos se criaban en cantidades mucho menores. Así que, aunque el virus fuera muy contagioso, pronto se quedaría sin nuevos huéspedes a los que infectar…
Eso cambió con lo que se ha denominado «la alteración más profunda de la relación entre animales y humanos en 10.000 años»[6 ]: la rápida expansión de las Operaciones Concentradas de Alimentación Animal (CAFO, por sus siglas en inglés), más exactamente llamadas granjas industriales.
En la actualidad, un puñado de gigantescas empresas controlan la producción de pollos de engorde (pollos criados para carne) y ponedoras (pollos criados para huevos). Una instalación típica tiene cientos de miles de aves hacinadas en edificios sin ventanas con poco espacio para moverse. A finales del siglo XX, la industria avícola norteamericana se había transformado por completo y sus métodos se copiaron ampliamente, sobre todo en el sudeste asiático y China.
La porcicultura se transformó aún más rápidamente, a partir de los años noventa.
«En 1992, menos de un tercio de los cerdos estadounidenses se criaban en granjas con más de dos mil animales, pero en 2004 cuatro de cada cinco cerdos procedían de una de estas gigantescas explotaciones, y en 2007, el 95 por ciento. Un análisis de Food & Water Watch descubrió que entre 1997 y 2007 se añadieron 4.600 cerdos a una granja industrial cada día, aumentando el total a más de 62 millones»[7].
En todo el mundo, tres cuartas partes de las vacas, pollos, cerdos y ovejas se crían en instalaciones industriales confinadas. En Estados Unidos, la proporción de granjas industriales es mucho mayor, incluyendo más del 99% de los pollos y el 98% de los cerdos.
Las aves y los animales de estos sistemas industriales han sido criados para crecer rápidamente, produciendo cantidades constantes de carne o huevos y consumiendo un mínimo de pienso. Gracias a los programas de cría con fines lucrativos, las aves de corral comerciales han perdido más de la mitad de la diversidad genérica de sus antepasados salvajes[8] . Las granjas industriales están pobladas por animales genéticamente idénticos que responden de forma similar a las nuevas infecciones: un virus que enferma a un animal puede hacer lo mismo con los demás sin más mutaciones. Si un pollo de un mega-granero contrae la gripe aviar, la mayoría del resto morirá en pocos días.
Si se quisiera construir una máquina de crear pandemias, difícilmente se podría mejorar el sistema de granjas industriales. Como escribe Rob Wallace. «Nuestro mundo está rodeado de ciudades de millones de monocultivos de cerdos y aves de corral apretados unos contra otros, una ecología casi perfecta para la evolución de múltiples cepas virulentas de gripe»[9].
«Por involuntaria que sea, toda la cadena de producción se organiza en torno a prácticas que aceleran la evolución de la virulencia de los patógenos y su posterior transmisión. Los monocultivos genéticos -animales y plantas destinados a la alimentación con genomas casi idénticos- eliminan los cortafuegos inmunitarios que en poblaciones más diversas frenan la transmisión. Ahora, los patógenos pueden evolucionar rápidamente en torno a los genotipos inmunitarios comunes del huésped. Mientras tanto, las condiciones de hacinamiento deprimen la respuesta inmunitaria. El mayor tamaño de las poblaciones de animales de granja y las densidades de las granjas industriales facilitan una mayor transmisión e infección recurrente. El alto rendimiento, que forma parte de cualquier producción industrial, proporciona un suministro continuamente renovado de susceptibles a nivel de establo, granja y región, eliminando el límite en la evolución de la letalidad de los patógenos. Alojar a muchos animales juntos recompensa a las cepas que mejor pueden quemarlos. Reducir la edad de sacrificio (a seis semanas en el caso de los pollos) puede favorecer la selección de patógenos capaces de sobrevivir a sistemas inmunitarios más robustos»[10].
Del mismo modo, un grupo de trabajo multidisciplinar patrocinado por el Consejo de Ciencia y Tecnología Agrícolas, entidad sin ánimo de lucro, llegó a una conclusión:
«Uno de los principales efectos de los sistemas modernos de producción intensiva es que permiten la rápida selección y amplificación de patógenos que surgen de un ancestro virulento (frecuentemente por mutación sutil), con lo que aumenta el riesgo de entrada y/o diseminación de enfermedades. … En pocas palabras, debido a la Revolución Ganadera, los riesgos mundiales de enfermedad están aumentando»[11].
La aceleración de la aparición de enfermedades zoonóticas está inextricablemente ligada a la industrialización de las aves de corral, los cerdos y el ganado, que a su vez está inextricablemente ligada al afán de expansión del capital, sin importar el daño que cause. Los beneficios anuales de 4.900 millones de dólares (Cargill), 4.400 millones (JBS Foods) y 4.100 millones (Tyson Foods)[12] sólo son posibles porque descargan los costes de las pandemias y la contaminación sobre la sociedad en general. Mientras las granjas industriales generen tales beneficios, la agroindustria seguirá considerando las enfermedades epidémicas como un coste aceptable del negocio.
La agroindustria, en palabras de Rob Wallace, mantiene una alianza estratégica con la gripe. Big Food está en guerra con la salud pública, y la salud pública está perdiendo[13].
Notas a pie de página
[1] Eric Holt-Giménez, ¿Podemos alimentar al mundo sin destruirlo?, Global Futures (Cambridge, UK ; Medford, MA: Polity Press, 2018), 86.
[2] Andrew Jacobs, «¿Una forma cruel de controlar la gripe aviar?Poultry Giants Cull and Cash In», The New York Times, 2 de abril de 2024, sec. Science.
[3] Cal-Maine Foods, «3Q 2024 Investor Presentation«.
[4] Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, «Highlights in the History of Avian Influenza (Bird Flu)«, Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, 8 de julio de 2022.
[5] Michael Mina y Janika Schmitt, «How to Stop Bird Flu From Becoming the Next Pandemic«, TIME, 9 de mayo de 2024.
[6] Michael Greger, Gripe aviar: A Virus of Our Own Hatching (Nueva York: Lantern Books, 2006), 109-10.
[7] Wenonah Hauter, Foodopoly: The Battle over the Future of Food and Farming in America (Nueva York: New Press, 2012), 171.
[8] William M. Muir et al., «Genome-Wide Assessment of Worldwide Chicken SNP Genetic Diversity Indicates Significant Absence of Rare Alleles in Commercial Breeds«, Proceedings of the National Academy of Sciences 105, no. 45 (11 de noviembre de 2008): 17312-17.
[9] Rob Wallace, Big Farms Make Big Flu: Dispatches on Infectious Disease, Agribusiness, and the Nature of Science (Nueva York: Monthly Review Press, 2016), 38.
[10] Rob Wallace et al., «COVID-19 and Circuits of Capital», Monthly Review 72, nº 1 (1 de mayo de 2020): 1-15.
[11] Consejo de Ciencia y Tecnología Agrícolas, «Global Risks of Infectious Animal Diseases«, Issue Paper, febrero de 2005, 6.
[12] Warren Fiske,«‘Big Four’ Meat Packers Are Seeing Record Profits«, Politifact, 30 de junio de 2022.
[13] Wallace, Big Farms Make Big Flu, 11; «COVID-19 and Circuits of Capital», 12.
2. Más sobre la desoccidentalización
Quizá recordéis el artículo sobre un mundo «apolar» que os pasé hace unos días. Era de Didier Billion que ha escrito un libro con Christophe Ventura sobre «desoccidentalización». Ambos participaron recientemente en una conferencia con Mélenchon. Tras la de Billion, esta es la intervención de Ventura. Como en el caso del artículo de Billion, tampoco es que aclare mucho, más allá de considerar a los BRICS una alianza coyuntural antiestadounidense. https://lvsl.fr/face-a-la-
Frente a la desoccidentalización, el esquivo horizonte de los BRICS
LVSL Christophe Ventura 23 de mayo de 2024
Pocas veces, desde la Guerra Fría, las cuestiones nacionales han estado determinadas por factores internacionales. Frente a esta geopolitización del mundo, hay que decir que las cuestiones internacionales siguen siendo el pariente pobre de la vida política, mediática e intelectual – y, admitámoslo, de la izquierda. Por razones comprensibles, ya que son los temas que dividen y generan las líneas de fractura más profundas. Sin embargo, si un gobierno rupturista llegara al poder en 2027, tendría que abordar una serie de cuestiones urgentes, que es necesario abordar ahora mismo. ¿Enviaríamos cañones César a Ucrania? ¿Hablaríamos con los rusos? ¿Firmaríamos un tratado propuesto por Estados Unidos? ¿Aceptaríamos que otros países adquirieran la bomba nuclear? Y así sucesivamente. Todas estas son cuestiones sobre las que no existe un consenso natural en la izquierda.
El siguiente artículo se basa en una contribución a la conferencia organizada por el Institut la Boétie y LVSL el 30 de enero de 2023 titulada «¿Es buena noticia la desoccidentalización del mundo?», basada en el libro de Christophe Ventura y Didier Billion, Désoccidentalisation (Agone, 2023). Intervinieron junto a Martine Bulard y Jean-Luc Mélenchon.
¿En qué consiste la desoccidentalización?
Desoccidentalización: aunque este término describe claramente un proceso en curso, debemos ser cautelosos a la hora de utilizarlo de forma acrítica. La razón es sencilla: Occidente es un concepto problemático, plástico y sobreutilizado. Algunos lo consideran sinónimo de «civilización europea» y de su sustrato judeocristiano. Otros lo relacionan con la génesis del capitalismo y su expansión mundial. Occidente es también la alianza euroatlántica de la Guerra Fría contra el mundo «totalitario». Por último, Occidente es una noción política que divide el mundo en «democracias», entendidas necesariamente como liberales, y todo lo demás: «autocracias», «dictaduras», etc. Y los países que se clasifican como «democracias» son los que no lo son. Y los países que se clasifican como tales suelen ser los del Sur, que también pretenden ser miembros del «Sur global».
La definición que nos interesa es diferente, y es geopolítica: Occidente es una comunidad de intereses estratégicos garantizada, en última instancia, por Estados Unidos y su alianza militar, la OTAN. Esto permite dejar de lado un gran número de criterios problemáticos, ya sean geográficos, culturales o étnicos. Incluye a Estados Unidos, Canadá, la mayoría de los países europeos, así como Japón, Corea del Sur, Israel y ciertos países latinoamericanos aliados de Washington, contrariamente a la tesis del «choque de civilizaciones» (expresión acuñada por el investigador estadounidense Samuel Huntington, según la cual la geopolítica es una cuestión de lucha entre bloques unidos por afinidades culturales ). Es en este sentido en el que nos interesa la desoccidentalización: se refiere al fin del monopolio del poder de Estados Unidos y sus aliados.
Esto no significa en absoluto que la OTAN ya no tenga ningún peso. Estados Unidos sigue siendo la primera potencia militar y financiera del mundo, y conserva un dominio absoluto sobre las patentes y la propiedad intelectual. No puede decirse lo mismo de su poder productivo, que está disminuyendo, y forma parte de la erosión de su hegemonía frente a la emergencia de los países del «Sur global».
Relaciones transaccionales frente a lógica de afinidad
¿Qué tienen en común? No necesariamente un proyecto o una ideología. Simplemente el deseo de cuestionar la jerarquía actual del sistema internacional, pero no el sistema internacional en sí. Este último debe entenderse como un modo de producción, un régimen de acumulación y un sistema de competencia entre Estados, que intentan captar los beneficios generados por el sistema económico. La disputa se refiere al orden en la jerarquía de este sistema.
Adoptar este análisis nos permite alejarnos de las perspectivas campistas, según las cuales las lógicas que rigen las relaciones entre Estados son afinidades, ideologías o difíciles de invertir: el mundo está estructurado en «campos» opuestos entre sí. Tal discurso se encuentra en el corazón de la diplomacia de los BRICS: Rusia y China se presentan como los heraldos de un bloque opuesto a «Occidente», retratado como monolítico e intrínsecamente dominante. La cara negativa de este discurso está presente en quienes oponen las «democracias» a los regímenes autoritarios. Razonan a partir de las mismas premisas: existen «campos» estructurados por afinidades o ideologías.
Sin embargo, cada día observamos acontecimientos que desmienten este supuesto y contradicen esta lógica de «bloques». Las relaciones entre Estados son transaccionales. Cada uno hace valer sus propios intereses, lo que hace que los sistemas de alianzas sean transitorios y volátiles: están diseñados para permitir que cada país compita por el dominio en la jerarquía internacional.
Esto explica por qué India participa tanto en los BRICS como en el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (QUAD) junto a Estados Unidos [QUAD es el nombre que recibe la cooperación diplomática y militar entre India, Estados Unidos, Japón y Australia, destinada a frenar el avance de China (Nota del editor)]. O por qué la diplomacia brasileña está volcada tanto en los BRICS como en el G20, siguiendo la fórmula de Lula de que «Brasil habla con todo el mundo». A través de estas dos organizaciones, Lula pretende eludir el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el G8. Su brújula es el interés nacional de Brasil y su proyecto neodesarrollista. Este último punto no es baladí: Lula lidera un proyecto de industrialización, cuyo objetivo es transferir patentes y tecnologías para conducir a Brasil hacia una producción de alto valor añadido… radicalizando así la dinámica económica en el corazón de la desoccidentalización.
Disputa por el liderazgo mundial
Por tanto, la noción de «desoccidentalización» no dice nada en sí misma sobre los horizontes políticos de los implicados. Si este término no dice nada sobre el proyecto de los países BRICS, es sencillamente porque consiste ante todo en disputar el liderazgo a las potencias occidentales. Los principales miembros de los BRICS no tienen un proyecto alternativo al orden capitalista neoliberal.
¿Cuál es el plan de Estados Unidos ante esta situación? Simplemente quiere frenar su declive y preservar su lugar en el orden mundial. A este respecto, es dudoso que una administración demócrata y una administración Trump tengan un enfoque distinto de las relaciones internacionales: convergen en defender su imperio financiero y su imperio militar. Estos no están desligados: cuanto más depende un país de los suministros militares estadounidenses, mayor es su necesidad de dólares.
Por ello, no es baladí constatar que, para muchos países europeos, el aumento de sus gastos militares exigido por la OTAN se ha traducido en un incremento de las importaciones de armamento estadounidense. Es el caso del fondo especial de 100.000 millones de dólares destinado por Alemania a la modernización de la defensa, que absorbe esencialmente la producción estadounidense: ¡todo un ejemplo de una Europa supuestamente autónoma! También es emblemático del equilibrio de poder en juego: Europa nunca ha estado tan subyugada por Estados Unidos.
Estados Unidos se defenderá, a riesgo de fracturar el bloque occidental. Y está claro que las medidas económicas estrella de Joe Biden – Inflation Reduction Act, Build Back Better – se han tomado en detrimento de sus aliados[estas medidas, que incluyen subvenciones masivas a la industria estadounidense, han sido denunciadas como contradictorias con el espíritu y las normas de la OMC por la Unión Europea (Nota del editor)]. Del mismo modo, la política de la Fed de subir los tipos de interés ha contribuido a una repatriación de capitales hacia Estados Unidos, obligando al Viejo Continente a alinearse con esta política monetaria.
Concluyamos con una mirada a las próximas elecciones en Estados Unidos. A pesar de la prevalencia de un consenso bipartidista, es posible especular sobre el cambio de rumbo que supondría la reelección de Donald Trump a la Casa Blanca. Es previsible un giro aislacionista, caracterizado por un repliegue sobre los intereses a corto plazo de Estados Unidos y sus problemas fronterizos. Por el contrario, los demócratas intentan estrechar lazos con los europeos para compartir la carga de la OTAN y de Estados Unidos. Pero tanto demócratas como republicanos comprenden que su país ya no está en condiciones de gobernar el mundo en solitario: ya no es el imperio que fue.
3. El ejército sudafricano en la RD del Congo
En el galimatías de las intervenciones extranjeras en la RD del Congo, se acaba de incorporar de nuevo el ejército sudafricano. En el artículo se explican también las malas relaciones de Ruanda con Sudáfrica. https://africanarguments.org/
¿Qué hacen los sudafricanos en el este de la RDC?
Por Stephanie Wolters 23 de mayo de 2024
A diferencia del contingente de la SADC que derrotó al M23 en 2013, el tímido enfoque de la fuerza SAMIDRC ante la propagación del conflicto está suscitando dudas sobre los verdaderos motivos de Sudáfrica en el Congo-K, rico en minerales.
Tras cuatro años de guerra prolongada entre la RDC y el grupo rebelde M23, apoyado por Ruanda, el este de la RDC está inundado de actores militares nacionales, regionales e internacionales. Además del ejército congoleño, hay tropas burundesas desplegadas en virtud de un acuerdo militar bilateral con la RDC; tropas ugandesas que luchan junto al ejército congoleño contra las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF); mercenarios franceses y rumanos contratados por el gobierno congoleño; una coalición de grupos armados congoleños aliados oportunistamente con Kinshasa contra el M23; Fuerzas de Defensa Ruandesas (RDF) que apoyan clandestinamente al M23; y fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU desplegadas con la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la RDC (MONUSCO). En este entorno hipermilitarizado, la SADC ha desplegado su propia fuerza regional: la Misión de la SADC en la RDC, compuesta por tropas sudafricanas, tanzanas y malawianas. Desde diciembre de 2023, la SAMIDRC ha ido constituyendo muy lentamente su fuerza, que se supone contará con una dotación completa de 4.800 efectivos cuando esté totalmente desplegada. Cinco meses después del inicio de la misión, hay menos de 1.000 soldados sobre el terreno.
La SADC anunció por primera vez su intención de desplegarse en la RDC en mayo de 2023. En ese momento, otra fuerza regional -la Fuerza Regional de la Comunidad del África Oriental (EACRF, por sus siglas en inglés), compuesta por tropas de Kenia, Sudán del Sur, Uganda y Burundi- llevaba seis meses sobre el terreno en el este de la RDC. A pesar de que Kinshasa aprobó el despliegue de la EACRF, el gobierno congoleño y la CAO no tardaron en discrepar sobre el mandato de la fuerza. Kinshasa sostenía que la EACRF tenía un mandato ofensivo para localizar y desarmar por la fuerza a los rebeldes del M23, mientras que la EACRF argumentaba que se había desplegado para estabilizar la situación y ayudar a mantener el alto el fuego, no para perseguir activamente a los rebeldes. A medida que evolucionaba la disputa, el Presidente congoleño Felix Tshisekedi empezó a buscar en otros lugares aliados que le apoyaran en su batalla contra el M23 y Ruanda; entre Sudáfrica y la SADC.
Para el gobierno congoleño, el SAMIDRC tenía varias ventajas sobre el EACRF: el análisis del conflicto realizado por la SADC reconocía claramente el papel de Ruanda y su apoyo al M23, algo que la Comunidad del África Oriental, de la que Ruanda es miembro, nunca reconoció. La SADC también declaró que el SAMIDRC tendría un mandato ofensivo y trataría activamente de derrotar al M23. Ambos elementos supusieron importantes victorias políticas para el gobierno de Tshisekedi en mayo de 2023. Existía un importante descontento popular con la EACRF y con el hecho de que su despliegue no hubiera cambiado la situación sobre el terreno en Kivu del Norte, y el país se dirigía hacia las elecciones presidenciales de diciembre. Tshisekedi había construido su campaña de reelección en torno al fin de la crisis del M23, y necesitaba empezar a dar resultados.
No está tan claro qué motivó específicamente a la SADC y a Sudáfrica a implicarse en una misión cuyo coste anual, según sus propias estimaciones, asciende a 500 millones de dólares. Funcionarios del gobierno sudafricano explican que el Pacto de Defensa Mutua de la SADC obliga a ésta a ayudar a un Estado miembro cuando se enfrenta a una agresión militar externa. Pero, dados los costes que implica, resulta difícil creer que ésta sea la única motivación. El gobierno sudafricano ya ha sido objeto de escrutinio por su decisión de gastar 100 millones de dólares para financiar el despliegue, en un momento en que el país se enfrenta a múltiples y graves crisis internas. Y aunque el gobierno congoleño dice que está cubriendo 200 millones de dólares de los 500 millones de coste anual, eso sigue dejando un agujero de 200 millones de dólares sólo para el primer año de despliegue del SAMIDRC. El problema de la financiación ya está socavando claramente la misión: en mayo de 2024, sólo se habían desplegado 1.000 efectivos, entre informes de que las condiciones de las tropas del SAMIDRC sobre el terreno son inadecuadas para el éxito de la operación.
Además de enfrentarse a graves problemas operativos, el despliegue ha suscitado la ira del presidente ruandés, Paul Kagame. Sudáfrica y Ruanda tienen un historial de malas relaciones, desde que Kigali envió escuadrones de asalto a Sudáfrica para eliminar a disidentes políticos a los que Sudáfrica había concedido asilo político. En una entrevista concedida a la South African Broadcasting Corporation (SABC) a principios de abril, Kagame criticó a Sudáfrica por no informar a Ruanda de sus planes de despliegue en el este de la RDC. Antes de eso, Ruanda había enviado una comunicación oficial al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) y al Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana (UA-PSC) calificando el despliegue del SAMIDRC de acto de agresión e instando a ambos organismos a no respaldar la misión. Sin embargo, los esfuerzos diplomáticos de Ruanda fracasaron y tanto la ONU como la UA han dado luz verde al SAMIDRC, allanando el camino para que la misión solicite financiación internacional.
Kagame parece sentirse amenazado por el despliegue del SAMIDRC; aunque la fuerza no esté a pleno rendimiento, lucha en el lado congoleño y Ruanda no puede influir en ella como podría hacerlo sobre la fuerza de África Oriental. También está el hecho de que el vecino de Ruanda, Tanzania, eligió desplegarse con la SADC y no con la CAO, de la que también es miembro. Burundi es otro vecino hostil con el que Kigali está enfrentada. Burundi acusa a Kigali de apoyar a los rebeldes antigubernamentales y lucha contra el M23 junto al ejército congoleño, mientras que Uganda, considerada el hermano mayor de Kigali y con quien tiene una larga y a menudo turbulenta historia, también está actualmente más alineada con Kinshasa.
Kagame y Ramaphosa mantuvieron conversaciones bilaterales al margen de las conmemoraciones del genocidio ruandés en abril. Muy poco se ha filtrado de la reunión, pero al parecer Kagame pidió a Sudáfrica que no siguiera adelante con su despliegue, mientras que Sudáfrica pidió a Ruanda que dejara de apoyar al M23. Parece muy poco probable que ninguno de los dos países atienda la petición del otro, dado lo que está en juego para ambos: La lucha a largo plazo de Ruanda por el control del este de la RDC, y la independencia y credibilidad de la política exterior de Sudáfrica.
Dicho esto, la decisión de Sudáfrica de participar en el SAMIDRC no sólo es económicamente costosa e incierta, sino que el caos sobre el terreno también podría tener un impacto negativo en Sudáfrica y en la reputación del SAMIDRC. La decisión del gobierno congoleño de formalizar una coalición con grupos armados congoleños -conocidos como los Wazalendo, «patriotas» en kiswahili- para luchar contra el M23 significa que el SAMIDRC se encuentra ahora en una coalición de facto con actores armados no estatales fundamentalmente deshonestos, muchos de los cuales están acusados de violaciones de los derechos humanos y de participar en la economía ilícita. Y aunque tengan el mismo enemigo que el gobierno congoleño, no están bajo el control del ejército congoleño. Burundi también tiene su propia agenda, lucha con los congoleños pero también persigue sus propias prioridades económicas y de seguridad.
Si se quiere que el SAMIDRC se convierta en un elemento positivo para poner fin al conflicto en el este de la RDC, una de las prioridades debe ser conseguir que cuente con todos sus efectivos. Esto significa encontrar el dinero para pagar el despliegue cuanto antes. Por el momento, el M23 sigue ganando terreno, mientras que el SAMIDRC apenas influye en la situación militar. Esto podría provocar desacuerdos entre la SADC y el gobierno de la RDC sobre los compromisos de la SADC. Tshisekedi, que descarta las conversaciones con el M23, está desesperado por conseguir la ventaja militar, y si la SADC no cumple sus expectativas, no se puede descartar que la descarte del mismo modo que descartó la CAO. En última instancia, sin embargo, una situación militar más equilibrada sólo es útil para llevar a las partes beligerantes a la mesa de negociaciones; la resolución a largo plazo de este conflicto es política.
Stephanie Wolters es investigadora principal del Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales y directora de Okapi Consulting.
4. Gideon Levy sobre las acusaciones del Tribunal penal internacional
Por fin, justicia. ¿Pero empezarán también a despertar los israelíes?
Lo mejor para Israel, en este momento complicado, es mirarse hacia dentro, para ver, al fin, su propio retrato
Gideon Levy (Haaretz) 23/05/2024
Por fin, justicia; los primeros indicios del inicio de una justicia tardía y parcial, pero aun así algo de justicia. No es motivo de alegría que el primer ministro y el ministro de Defensa de tu país vayan a ser buscados en todo el mundo, pero es imposible no sentir cierta satisfacción porque se empiece a hacer algo de justicia. En el regodeo y victimismo de los israelíes; en los interminables debates fariseos de la televisión; en los clamores sobre un mundo antisemita y la injusticia de equiparar a Israel con Hamás, falta una pregunta fundamental y fatídica: ¿cometió Israel crímenes de guerra en Gaza? Nadie se atreve a abordar este gran dilema: ¿hubo o no hubo crímenes?
Si se cometieron crímenes de guerra, matanzas masivas y se provocaron hambrunas, como sugirió el valiente fiscal Karim Khan (en cuyo nombramiento participó Israel bajo cuerda al considerar sospechoso a su predecesor), hay criminales responsables de ellos. Y si hay criminales de guerra, el mundo tiene el deber de llevarlos ante la justicia. Hay que declarar su búsqueda y captura.
Si Hamás cometió crímenes de guerra –y no parece haber discusión al respecto–, sus criminales deben ser llevados ante la justicia. Y si Israel cometió crímenes de guerra –y no parece haber discusión al respecto en el mundo, excepto en el Israel autoengañado y suicida–, sus responsables también deben ser llevados ante la justicia.
Juzgarlos a la vez no implica simetría moral ni equivalencia jurídica. Incluso si Israel y Hamás fueran acusados por separado, Israel habría armado un escándalo contra el tribunal.
El único argumento que se oye ahora en Israel es que el juez es un hijo de puta. El único medio sugerido para impedir su dura sentencia es causar daño al Tribunal Penal Internacional de La Haya. Convencer a las naciones amigas de que no acaten sus sentencias, imponer sanciones (¡!) a sus jueces. Así piensan todos los criminales, pero un Estado no tiene derecho a pensar así. Los dos tribunales internacionales, en los que se juzga a Israel y a los israelíes, merecen el respeto del Estado, no su desprecio. El desprecio que muestra Israel hacia el tribunal no hará sino engrosar la lista de acusaciones y sospechas en su contra.
Lo mejor para Israel, en este difícil momento, es mirar, por fin, hacia dentro para ver su propio retrato. Lo mejor es que se culpe a sí mismo de algo, de lo que sea, en lugar de culpar al mundo entero. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? debería ser la pregunta, en lugar de ¿cómo han llegado ellos hasta aquí?. ¿Cuándo asumiremos por fin la responsabilidad de algo, de algo que se ha hecho en nuestro nombre? Los 106 diputados de la Knéset que han firmado la demanda contra el Tribunal Penal Internacional y los cero diputados que han firmado la inexistente demanda contra los crímenes de guerra israelíes son un triste reflejo del país: unidos en contra de hacer justicia, unidos en un eterno sentimiento de victimismo, sin derecha ni izquierda, un coro celestial. Si algún día Israel es condenado por crímenes de guerra, habrá que recordar que 106 diputados de la Knéset votaron a favor de blanquear los cometidos por Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant.
La Franja de Gaza está en ruinas, y sus habitantes muertos, heridos, huérfanos, hambrientos, desamparados, aunque la mayoría de ellos eran inocentes. Se trata claramente de un crimen de guerra. En Israel todo el mundo considera que el hambre es un medio legítimo que hay que apoyar o al que hay que oponerse, al igual que los asesinatos masivos intencionados. ¿Cómo puede alguien argumentar que no hubo hambruna ni asesinatos masivos intencionados?
El día después de la actuación del Tribunal Penal Internacional, Israel debe reagruparse para llevar a cabo un ajuste de cuentas nacional introspectivo, cosa que nunca ha hecho antes. Cada israelí debe preguntarse: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? No basta con culpar a Netanyahu, el principal culpable, ni con encubrirlo con argumentos evasivos sobre la hasbará, el asesoramiento jurídico deficiente y las declaraciones radicales de funcionarios israelíes. La cuestión es mucho más profunda: durante 57 años Israel ha mantenido un régimen repleto de injusticia y maldad, y ahora, por fin, el mundo está despertando y empezando a actuar contra ello. ¿Será también capaz de despertar al menos a algunos israelíes de su negligente y retorcido sentido de la justicia?
Este artículo se publicó el 23 de mayo en Haaretz.
Traducción de Paloma Farré
Observación de José Luis Martín Ramos:
Puede que alguien considere que no es pertinente la alusión a Hamas; yo no creo que sea impertinente, ni una compensación del TPI a la acusación contra Israel. Entra dentro de la lógica jurídica que si se inventigan los crímenes de un conflicto se considere todo el conflicto. Por otra parte, no hay que temer a que puedan develarse crímenes concretos en la acción del 7 de octubre; las noticias falsas de Israel y sus ataques sobre su propia población no fueron la única realidad de esos días. Y no pueden aceptarse crímenes de guerra ni bajo la argumentación de la causa de liberación nacional, o de la causa revolucionaria. Aceptarlos sería volver a caer en la trampa del estalinismo. Israel, el Estado, incluso su población, queda manchada por el genocidio; no hay que dejar manchadas a las organizaciones armadas palestinas. Si el 7 de octubre se produjeron comportamientos individuales -parece claro que no hubo una directiva general exterminadora, a diferencia de Israel- han de ser aclarados y ser objeto de la respuesta correspondiente por parte de las organizaciones palestinas.
5. El horror.
Jonathan Cook hace un relato escalofriante del sistema de tortura sistemática de Israel a la población palestina. https://www.middleeasteye.net/
El mensaje de las cámaras de tortura israelíes va dirigido a todos nosotros, no sólo a los palestinos
Por Jonathan Cook 24 de mayo de 2024 12:51
Los «sitios negros» recuerdan a los colonizados y esclavizados una sencilla lección: la resistencia es inútil.
En una brumosa mañana de noviembre de hace 21 años, intentaba desesperadamente permanecer camuflado. Oculto entre el follaje de un naranjal de la Galilea rural israelí, me apresuré a fotografiar un monótono edificio de hormigón que no aparecía marcado en ningún mapa.
Incluso la señal de tráfico original que identificaba el lugar como Instalación 1391 había sido retirada después de que una investigación del periódico local Haaretz revelara que albergaba una prisión secreta.
Fui el primer periodista extranjero en rastrear la instalación 1391, la mayor parte oculta en un complejo fuertemente fortificado construido en la década de 1930 para reprimir la resistencia al dominio británico en Palestina.
Durante décadas, Israel mantuvo cautivos en secreto en el lugar a ciudadanos extranjeros, en su mayoría árabes, desconocidos para los tribunales israelíes, la Cruz Roja y los grupos de derechos humanos. Muchos eran ciudadanos libaneses secuestrados durante los 18 años de ocupación israelí del sur del Líbano. Pero también había jordanos, sirios, egipcios e iraníes.
Este lugar pronto sería conocido como «lugar negro», término popularizado por la invasión de Irak por Washington ese mismo año. Basándose en las técnicas perfeccionadas por Israel en la Instalación 1391, Estados Unidos torturaría, en los meses y años siguientes, a iraquíes y a otras personas en Abu Ghraib y en el Campo X-Ray de Guantánamo.
Nadie sabía cuántos cautivos había en la Instalación 1391 de Israel, cuánto tiempo llevaban allí o si había más prisiones de este tipo.
Sin embargo, los primeros testimonios de los reclusos revelaron condiciones espeluznantes. Durante la mayor parte del tiempo, se les mantenía en un estado de privación sensorial, obligándoles a llevar gafas oscurecidas, excepto cuando se les torturaba. En un caso que más tarde llegó a los tribunales, un libanés cautivo había sido sodomizado con una porra por el «Mayor George», torturador en jefe del centro.
El mayor George llegaría a ser jefe de las relaciones de la policía israelí con la población palestina de Jerusalén.
Otra prisión secreta
Era difícil no acordarse de la Instalación 1391 este mes, cuando la CNN publicó una investigación sobre una nueva prisión secreta israelí, Sde Teiman.
Esta prisión se creó hace meses para procesar no a extranjeros, sino a miles de hombres y niños palestinos, víctimas de la ocupación israelí, secuestrados en las calles de Gaza y Cisjordania desde que Hamás perpetró un ataque de un día el 7 de octubre. Unos 1.150 israelíes murieron y 250 fueron arrastrados a Gaza como rehenes.
Al igual que en el caso de la Instalación 1391, las revelaciones sobre los horrores que tienen lugar en el nuevo lugar negro de Israel apenas han recibido atención por parte de los medios de comunicación occidentales.
La CNN, conocida por suprimir las atrocidades israelíes de su cobertura por orden de los ejecutivos, debe ser aplaudida por hacer por fin lo que los medios de comunicación occidentales a menudo afirman falsamente que es su papel: pedir cuentas al poder.
Titulado «Atados, con los ojos vendados, en pañales», el extenso artículo detalla las condiciones degradantes y brutales a las que son sometidos los palestinos secuestrados en Gaza y Cisjordania.
Se desconoce el número de palestinos que pasan por el secreto campo de detención, situado en el desierto del Néguev. Pero las fotos por satélite muestran que el lugar se está ampliando rápidamente, presumiblemente para alojar a cada vez más «prisioneros».
Algunos palestinos que han salido totalmente destrozados de este sistema de encarcelamiento -en el que el mundo vio desfilar a hombres y niños atados con bridas, casi desnudos y con los ojos vendados por las calles y estadios de Gaza en noviembre y diciembre- empezaron a contar sus experiencias hace meses.
Como era de esperar, los medios de comunicación occidentales ignoraron en gran medida los testimonios.
Incluso cuando el personal de Sde Teiman empezó a revelar historias de terror hace semanas, los medios occidentales bostezaron colectivamente, salvo la CNN.
Patrón de fallo de los medios de comunicación
Esta pauta de fracaso se viene observando desde hace meses en las páginas de Middle East Eye.
Por ejemplo, los medios de comunicación occidentales han evitado cuidadosamente mirar los informes israelíes según los cuales una parte de los muertos del 7 de octubre no eran víctimas de Hamás, sino del famoso «procedimiento Aníbal» del ejército israelí, un protocolo que consiste en matar a otros israelíes antes que dejarlos cautivos.
Los periodistas occidentales siguen evitando en su mayoría poner de relieve el hecho de que Israel está privando activamente de alimentos y agua a toda la población de Gaza, un crimen incuestionable contra la humanidad. En su lugar, los periodistas se hacen eco de sus propios gobiernos al calificar esta hambruna inducida por Israel de «crisis humanitaria«, como si se tratara de un desafortunado desastre natural.
Los medios de comunicación también ocultan el hecho de que las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos y Reino Unido, están ayudando directamente a Israel en su hambruna masiva de la población de Gaza, tanto negando la financiación a la principal agencia de ayuda de la ONU, Unrwa, como negándose a ejercer cualquier presión significativa sobre Israel para que permita la entrada de ayuda.
Haciéndose eco de la administración Biden, los medios de comunicación siguen dudando en calificar las acciones de Israel en Gaza como lo que son, prefiriendo una evaluación ocasional de boca harinosa de que Israel «puede estar en riesgo» de cometer crímenes de guerra. Ninguno apunta a la idea general de que todos estos «posibles» crímenes de guerra individuales equivalen indiscutiblemente a un genocidio.
Esa ofuscación se ha hecho aún más difícil de mantener con la solicitud esta semana por parte del fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) de órdenes de detención por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, junto con tres dirigentes de Hamás.
No obstante, los medios de comunicación han hecho hincapié en la indignación de Israel y de la administración Biden ante el tribunal más que en el fondo de sus acusaciones, incluida la de que Israel está exterminando a los palestinos de Gaza mediante una inanición planificada.
Los medios de comunicación evitan la claridad en estos temas porque la claridad sería inconveniente. ¿Por qué? Porque, como veremos, el propósito de los medios de comunicación occidentales es crear una narrativa que sirva a los gobiernos occidentales en la consecución de sus objetivos generales de política exterior en Oriente Medio, rico en petróleo, no poner fin al sufrimiento sin límites en Gaza o hacer que Israel rinda cuentas por sus crímenes.
Utilizados como ratas de laboratorio
Como revelaron a CNN un puñado de informantes, los palestinos permanecen encarcelados durante semanas en Sde Teiman mientras son torturados, tanto en los interrogatorios formales como en las condiciones en las que permanecen recluidos.
Se les obliga a permanecer sentados al aire libre con los ojos vendados en un delgado colchón durante el calor del desierto y a dormir en el frío de la noche desértica. Continuamente esposados, se les obliga a permanecer inmóviles y en silencio. Por la noche, los perros los persiguen. Cualquiera que hable o se mueva corre el riesgo de ser golpeado salvajemente hasta romperle los huesos.
Hombres palestinos fueron detenidos y desnudados por las fuerzas israelíes en Gaza antes de ser trasladados a un lugar no revelado (Screengrab/X)
Las manos y las piernas de las personas permanecen atadas con bridas durante tanto tiempo que, según el informe, algunas han necesitado la amputación de miembros.
Como relató un informante israelí a la CNN, ninguno de estos abusos tiene que ver con la recopilación de información. «Se hicieron por venganza», admitió. Los reclusos son sacos de boxeo para los soldados y guardias israelíes.
Pero se trata de algo más que de simple venganza. Entender lo que está ocurriendo en Sde Teiman proporciona una imagen más clara de lo que está ocurriendo a una escala mucho mayor, incluso más industrial, en Gaza.
Especialmente reveladoras son las condiciones de un hospital de campaña del campo de detención, que alberga a palestinos mutilados en la salvaje destrucción de Gaza por Israel o heridos por palizas de soldados israelíes.
Están esposados a camillas fila tras fila, con los ojos vendados y desnudos salvo por un pañal para adultos. No se les permite hablar.
Allí yacen día tras día, noche tras noche, en un estado de absoluta privación sensorial, sin nada que les distraiga de sus heridas y su dolor. En medio de todo esto, los médicos internos israelíes pueden utilizar su carne expuesta y vulnerable como lienzo para la experimentación.
Según un denunciante, el centro de detención se ha ganado rápidamente la reputación de ser «un paraíso para los internos».
Allí se les permite utilizar a los palestinos como poco más que ratas de laboratorio y se les anima a llevar a cabo procedimientos médicos para los que no están cualificados.
Un denunciante declaró a la CNN: «Me pidieron que aprendiera a hacer cosas en los pacientes, realizando procedimientos médicos menores que están totalmente fuera de mi experiencia».
Estas intervenciones se realizaban a menudo sin anestesia. A diferencia de los médicos de Gaza, los médicos israelíes tienen fácil acceso a los analgésicos. No utilizarlos es una opción.
Falta personal médico
Con los medios de comunicación occidentales tan dispuestos a colaborar en la deshumanización de los palestinos, es importante recordar quiénes son estos «prisioneros».
Israel quiere hacernos creer que su objetivo es Hamás y que las personas que «detiene» -el eufemismo ampliamente aceptado, utilizado por la CNN en este artículo, para referirse a las personas que Israel toma como rehenes- son palestinos sospechosos de tener vínculos con el grupo militante.
Sin embargo, uno de los testimonios más significativos de los abusos de Sde Teiman recogidos por la CNN procede del Dr. Mohammed al-Ran, el canoso jefe de cirugía del ahora destruido hospital indonesio de Gaza.
Fue «detenido» -secuestrado- por Israel en diciembre y trasladado a Sde Teiman. No hay indicios de que participara en un combate armado contra las tropas israelíes invasoras ni de que estuviera vinculado a Hamás de ninguna otra forma. Fue secuestrado, junto con otros miembros del personal médico, mientras trabajaba en un turno de tres días en otro centro médico, el Hospital Baptista de Al Ahli al Arabi.
Se había visto obligado a huir del hospital indonesio después de que Israel lo bombardeara y el personal recibiera fuertes palizas.
Un número incalculable de personal médico ha sido asesinado o desaparecido por Israel durante sus ataques sistemáticos contra los hospitales de Gaza. La destrucción del sector sanitario del enclave es otro flagrante crimen contra la humanidad que los medios de comunicación occidentales han evitado cuidadosamente identificar.
El contraste con la certeza implacable de los medios de comunicación sobre los crímenes de guerra de Rusia en Ucrania hace poco tiempo es realmente marcado.
Los grupos de derechos humanos intentan desesperadamente localizar a estos rehenes palestinos con recursos de habeas corpus, igual que antes intentaron encontrar a los extranjeros cautivos en la Instalación 1391. Los tribunales israelíes se han mostrado deliberadamente obstruccionistas.
En un caso de prueba, el grupo israelí de derechos humanos HaMoked, que fue fundamental en la identificación de la Instalación 1391, ha estado solicitando al Tribunal Supremo de Israel -entre cuyos jueces hay algunos que viven en asentamientos judíos ilegales de Cisjordania- que encuentre a un técnico de rayos X palestino desaparecido desde febrero.
Fue capturado por las tropas israelíes en el hospital Nasser, en el sur de Gaza. Se sospecha que está retenido en Sde Teiman.
Según HaMoked, más de 1.300 palestinos de Gaza están desaparecidos, presuntamente bajo custodia israelí, entre ellos 29 mujeres.
Se sabe que otro cirujano, el Dr. Adnan al-Bursh, figura entre las más de dos docenas de palestinos que han muerto en misteriosas circunstancias en cautiverio israelí. Lo más probable es que fuera torturado hasta la muerte o posiblemente asesinado en un procedimiento médico fallido.
Abusos «sin precedentes»
En una prueba más de que esta oleada de violencia contra los presos no guarda relación alguna con las sospechas de que pertenezcan a Hamás o hayan participado en el atentado del 7 de octubre, durante el fin de semana se conocieron detalles de los implacables y salvajes abusos sufridos por el preso palestino más destacado detenido por Israel.
Marwan Barghouti, del Movimiento Palestino de Liberación Nacional dirigido por el presidente palestino Mahmoud Abbas – archienemigo de Hamás – lleva 22 años encerrado. A veces llamado el «Mandela palestino», Barghouti está considerado un futuro líder potencial del pueblo palestino.
Según sus compañeros de prisión y grupos de derechos humanos, Barghouti apenas se reconoce tras una serie de palizas, una de las cuales le ha dejado con dificultades para ver por el ojo derecho.
Según los informes, sufre dolores constantes por una supuesta luxación de hombro resultante de una agresión, lesión que no ha sido tratada.
Según su abogado israelí, lo han arrastrado por el suelo esposado y desnudo delante de otros reclusos de la prisión de Ayalon.
Barghouti ha perdido mucho peso debido a las severas restricciones alimentarias impuestas a todos los presos palestinos desde octubre y se le ha negado el acceso a libros, periódicos y televisión.
Tal Steiner, del grupo israelí de derechos humanos Comité Público contra la Tortura en Israel, declaró a The Guardian que Barghouti estaba siendo sometido a abusos «sin precedentes» y que ese tipo de tortura se había convertido en «norma» para los 8.750 palestinos que se sabe que están encarcelados desde octubre.
El ministro del gobierno que supervisa el servicio penitenciario israelí, Itamar Ben Gvir, pertenece al partido declaradamente fascista Poder Judío, cuyas raíces ideológicas en el kahanismo consideran explícitamente a los palestinos poco más que alimañas.
Fichas de negociación
Los medios de comunicación occidentales se han centrado sin cesar en el sufrimiento de los más de 100 rehenes israelíes que siguen retenidos en Gaza, aunque siguen sin mencionar que gran parte de ese sufrimiento se deriva de las acciones de Israel.
Los rehenes, como los palestinos de Gaza, están bajo la lluvia de bombas de Israel. Y, al igual que los palestinos, se enfrentan a una continua escasez de alimentos provocada por el bloqueo de la ayuda por parte de Israel. La violencia indiscriminada contra Gaza afecta tanto a los rehenes como a los palestinos.
Sin embargo, según los informes de la CNN y los medios de comunicación israelíes, parece probable que muchos de los miles de palestinos secuestrados por Israel desde octubre se enfrenten a un destino mucho más cruel que el de los rehenes israelíes de Gaza.
A Hamás le interesa mantener a los rehenes israelíes lo más a salvo posible porque son valiosas monedas de cambio para sacar al ejército israelí de Gaza y liberar a los palestinos de lugares de tortura como Sde Teiman.
Israel no se enfrenta a tales presiones. Como potencia ocupante y Estado cliente favorito de Washington, puede infligir cualquier castigo que desee a los palestinos sin apenas repercusión.
Esa es otra faceta de los últimos siete meses que los medios de comunicación se niegan a reconocer.
Destruir la ayuda
Mientras tanto, se difama a la opinión pública occidental si intenta calificar los crímenes de Israel de genocidio o explicar cómo se está desarrollando el genocidio. Esto se hace eco de las sospechas de una abrumadora mayoría de jueces de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en enero y está implícito en la solicitud de órdenes de detención presentada esta semana por el fiscal jefe de la CPI.
La reciente, perversa e interesada redefinición occidental del antisemitismo -una victoria para los grupos de presión pro-Israel- equipara el odio a los judíos con la crítica a Israel más que con el odio real a los judíos.
Según la nueva definición de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, es antisemita establecer un paralelismo entre las acciones de Israel y el genocidio con el que los occidentales están más familiarizados: el Holocausto.
Convenientemente para Israel, las instituciones occidentales pueden ahora negar una lección demasiado obvia de la historia y la psicología humana: las víctimas de abusos son muy capaces de cometerlos ellas mismas.
La reconstrucción de la CNN del hospital de campaña de Sde Teiman muestra a palestinos deshumanizados -atados, con los ojos vendados y desnudos- en filas de camillas listos para ser sometidos a experimentos. ¿Por qué no evocaría eso, para el público occidental, recuerdos de Josef Mengele, el tristemente célebre médico nazi que consideraba a los internos de los campos de concentración menos que humanos, mero forraje para sus experimentos?
¿Qué ecos deben sentir los occidentales al ver cómo extremistas judíos de los asentamientos ilegales de Israel tienden emboscadas a los camiones de ayuda que se dirigen a Gaza, destrozan los suministros que necesita desesperadamente una población hambrienta, queman los camiones y golpean a los conductores, todo ello mientras los soldados y la policía israelíes permanecen impasibles, permitiendo que se produzca la destrucción?
¿Cómo podría ser erróneo -antisemita, nada menos- reflexionar sobre si un racismo brutal y genocida similar impulsó a los extremistas en Alemania en 1938 cuando se ensañaron contra los judíos en la Kristallnacht?
¿Y qué decir de quienes han comparado la pequeña Gaza con un campo de concentración durante los 17 años de asedio israelí por tierra, aire y agua, con palestinos enclaustrados privados de libertades básicas y de lo esencial para vivir? ¿O los que ahora llaman a Gaza campo de exterminio mientras Israel mata de hambre a la población?
¿Son tales apreciaciones realmente una prueba de odio a los judíos? ¿O son la prueba de que estos observadores han entendido bien las lecciones de la historia y del Holocausto? La degradación y el abuso sistemáticos de un pueblo deberían considerarse siempre un crimen contra nuestra humanidad común.
El deber moral de todos nosotros es detener estas atrocidades, no abstenernos de juzgarlas y contemplarlas en silencio hasta su conclusión lógica.
Cámaras de tortura
Los actuales horrores que Israel está infligiendo a los reclusos de Sde Teiman y, a una escala aún mayor, a los palestinos del campo de exterminio de Gaza, son mucho más que una simple venganza por el 7 de octubre.
Sde Teiman es la pequeña cámara de tortura, reflejo de la mucho mayor cámara de tortura de la propia Gaza, donde las bombas y el hambre están consiguiendo precisamente los mismos fines.
Hasta hace siete meses, el objetivo de Israel era mantener a los palestinos como un pueblo sometido, esclavizado y sin esperanza, confinado en una serie de campos de concentración en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Se esperaba que permanecieran mudos en su sufrimiento e invisibles para el mundo exterior.
A largo plazo, se asumió que los palestinos preferirían huir de su inmiseración en estas tierras permanentemente ocupadas y colonizadas.
La revuelta de los esclavos del 7 de octubre – brutal y fea como lo han sido tales revueltas a lo largo de la historia – fue una conmoción devastadora. No sólo para un Israel aferrado a su proyecto colonial racista y práctico de subyugar al pueblo palestino. También fue una sacudida para el proyecto colonial más amplio de Occidente, en el que Israel está tan estrechamente integrado.
En el «orden basado en reglas» de Washington, la única regla significativa es que lo que Washington y sus clientes quieren, lo consiguen. El planeta, sus recursos y sus pueblos son considerados poco más que juguetes por la superpotencia mundial en jefe.
No se puede permitir que las revueltas contra este orden -ya sean las promovidas por Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano, los Houthis en Yemen o el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en Irán- se conviertan en un modelo. El «orden basado en reglas» debe restaurarse con el salvajismo necesario para enseñar a los colonizados y esclavizados cuál es su lugar.
Ese era el mensaje de los propios lugares negros que Washington necesitaba en su inútil «guerra contra el terror», desde Abu Ghraib hasta Guantánamo, lugares que se basaban en las experiencias israelíes de «quebrar» a los reclusos de la Instalación 1391.
La complicidad de las instituciones occidentales en el actual genocidio de Israel no es una anomalía. No deriva de un malentendido o una confusión. La clase política y mediática occidental ve el genocidio de Gaza tan claramente como el resto de nosotros. Pero para ellos está justificado, incluso es necesario. Hay que enseñar a los colonizados y oprimidos que la resistencia es inútil.
Sde Teiman, como el campo de exterminio de Gaza, cumple su propósito. Está ahí para quebrar el espíritu humano. Está ahí para convertir a los palestinos en colaboradores voluntarios de su propia destrucción como pueblo, de su propia limpieza étnica.
Y al mismo tiempo se está dirigiendo un mensaje subliminal al público occidental: éste también podría ser su destino si no se une a los vítores de las atrocidades cometidas por Israel en Gaza.
6. Nueva Guerra Fría en Asia
Nuevo dossier del Instituto Tricontinental sobre los intentos de EEUU de desestabilizar el noreste de Asia con el objetivo de atacar a China. https://thetricontinental.org/
La Nueva Guerra Fría hace temblar el noreste asiático
Este dossier analiza cómo la Nueva Guerra Fría de EE. UU. contra China desestabiliza el noreste asiático, enfocándose en la Península de Corea, el Estrecho de Taiwán y Japón.
mayo 21, 2024
Este dossier se elaboró en colaboración con el International Strategy Center (ISC) de Seúl, Corea del Sur, y ha sido redactado por Dae-Han Song. Queremos expresar un agradecimiento especial a los miembros del equipo de contenidos del ISC (Alice Kim, Giovanni Vastida, Greg Chung, Mariam Ibrahim, Matthew Philipps y Zoe Yungmi Blank) y al equipo del Instituto Tricontinental de Investigación Social por su apoyo, contribuciones y ediciones que han hecho posible este dossier.
Los paneles de Hiroshima fueron creados por los artistas japoneses Maruki Iri (1901–1995) y Maruki Toshi (1912–2000), marido y mujer, durante un periodo de 32 años para representar los horrores causados por las bombas nucleares lanzadas por el gobierno de Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Durante este periodo, pintaron alrededor de 900 figuras humanas, que representan a algunas de las personas asesinadas en las dos ciudades (aunque se desconoce el recuento exacto de muertos, se estima que llegó a 220.000) (Wellerstein, 2020). Realizada en estilo sumi-e, o pintura tradicional japonesa de tinta lavada, esta serie de 15 paneles plegables transmite un poderoso mensaje contra la guerra y a favor de la paz, un estandarte que este dossier sigue llevando para la región y el mundo.
El 18 de agosto de 2023, los jefes de Estado de Corea del Sur, Japón y Estados Unidos se reunieron en una cumbre histórica en Camp David. En el aislado retiro presidencial estadounidense del condado de Frederick, en el estado de Maryland, los tres líderes anunciaron un nuevo acuerdo de “cooperación trilateral en materia de seguridad” en el noreste de Asia, destinado principalmente a contener el ascenso de China (Casa Blanca, 2023a). Los esfuerzos anteriores de Washington por crear un pacto de este tipo no lograron superar las crispadas relaciones entre Japón y Corea del Sur, derivadas del legado del colonialismo japonés. Pero esta vez, para allanar el camino a este bloque militar, el presidente surcoreano Yoon Suk Yeol eximió a Japón del pago de reparaciones por sus crímenes coloniales y de guerra.
La Nueva Guerra Fría contra China, liderada por Estados Unidos, está desestabilizando el noreste asiático aprovechando las fracturas históricas de la región, y como parte de una campaña de militarización más amplia que se extiende desde Japón y Corea del Sur, a través del Estrecho de Taiwán y Filipinas, hasta Australia y las islas del Pacífico. Respaldado por Washington, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, ha acelerado el rearme de su país, con el objetivo de duplicar el gasto militar para 2027 y adquirir misiles de largo alcance para atacar objetivos enemigos (Yeo, 2022). Mientras tanto, el proceso de paz de Corea se ha descarrilado a medida que Estados Unidos amplía la proyección de su poder en la región. Aunque a menudo se ha señalado a Corea del Norte como la razón del aumento de la militarización, ésta siempre ha sido un pretexto para las estrategias de contención estadounidenses, primero contra la Unión Soviética y hoy contra China.
De hecho, la “vieja” Guerra Fría nunca terminó en el noreste de Asia, y sus brasas siguen ardiendo en la Península de Corea y en el Estrecho de Taiwán. A pesar del colapso de la Unión Soviética y de la integración de China en la economía mundial, la red estadounidense de alianzas militares bilaterales creada tras la Segunda Guerra Mundial ha mantenido dividida a la región. En forma paralela a estas líneas de conflicto, movimientos contrarios luchan por la paz, la supervivencia ecológica y el bienestar de la población en todo el noreste asiático, desde las islas Okinawa hasta la bulliciosa metrópolis de Seúl. Para construir un futuro de paz y cooperación, es necesario poner fin a la Nueva Guerra Fría liderada por Estados Unidos y desmantelar el sistema de alianzas bilaterales que ha impedido la justicia y la reconciliación en la región durante más de 70 años.
Parte I: La Nueva Guerra Fría
El giro estadounidense a Asia
Desde el colapso financiero internacional de 2008, el orden mundial ha transitado de un sistema firmemente centrado en el Grupo de los Siete (G7) liderado por Estados Unidos hacia otro menos unipolar, aunque aún no bien definido. Las potencias occidentales enfrentan una crisis de liderazgo y legitimidad debido a la incapacidad de Estados Unidos y sus aliados para abordar la actual crisis económica (o Tercera Gran Depresión), el ascenso económico de China y la emergencia de importantes países del Sur Global en la escena política mundial, particularmente a través de los BRICS.1
Para más información sobre la Tercera Gran Depresión, ver nuestro Cuaderno no. 4, El mundo en depresión económica: Un análisis marxista de la crisis, 10 de octubre de 2023. Disponible en: https://thetricontinental.. Para más información sobre las economías del Norte Global y el imperialismo contemporáneo, ver nuestro Estudio sobre dilemas contemporáneos no. 4, Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa, 23 de enero de 2024. Disponible en: https://thetricontinental.org/.Nota al pie
En este contexto, la política exterior de Estados Unidos bajo las sucesivas administraciones se ha enfocado cada vez más en el Este para contrarrestar el ascenso de China, vista por Washington como la principal amenaza para su dominio global. La administración Obama lo denominó el “pivote asiático”, un cambio estratégico con dimensiones tanto económicas como militares. Por un lado, el Acuerdo Transpacífico (TPP), según Obama, buscaba “asegurar que sea Estados Unidos —y no países como China— quien escriba las reglas de la economía mundial de este siglo” (2015). Por otro, la expansión del Comando del Pacífico de Estados Unidos (luego rebautizado como Comando Indo-Pacífico de Estados Unidos en 2018), ubicaría el 60% de los buques de guerra estadounidenses en la región de Asia-Pacífico para 2020 (Panetta, 2012). Es relevante señalar que Estados Unidos inició este viraje hostil en política exterior a pesar de que el gobierno chino indicó que no buscaba la primacía mundial. En su XVIII Congreso Nacional de 2012, por ejemplo, el Partido Comunista de China (PCCh) expuso una política exterior que aspiraba a establecer “un nuevo modelo de relaciones entre grandes potencias” en las que el “ascenso pacífico” de China no enfrentaría frontalmente a Estados Unidos (Xiao, 2013).
Tanto Donald Trump como Joe Biden, con sus propias particularidades, han continuado con el “pivote asiático” de Obama, pero con una diferencia importante. Cuando Trump asumió el cargo, quedó claro que el Congreso estadounidense no respaldaría el TPP, que pronto se desmoronó (no obstante, los países asiáticos —con China como la mayor economía entre ellos— avanzaron con la Asociación Económica Integral Regional, firmada en 2020). La guerra comercial de Trump contra China sustituyó a la intervención económica multilateral de Obama en la región, ya que Washington adoptó una postura más confrontativa hacia Beijing (Tricontinental, agosto de 2018). En su Estrategia de Seguridad Nacional (2017), la administración Trump delineó un marco “Indo-Pacífico libre y abierto” que retrataba explícitamente a China como una amenaza, argumentando que el país intentaba “desafiar el poder, la influencia y los intereses estadounidenses, tratando de socavar la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos” y, en última instancia, “dar forma a un mundo contrario a los valores e intereses de Estados Unidos” (Trump, 2017).
La administración Biden ha profundizado la política de proteccionismo económico (a menudo denominado “desacoplamiento”) y militarismo iniciada por Trump. A través de amplios controles a las exportaciones, el gobierno de Biden ha intentado restringir el acceso de China a semiconductores de vanguardia (fundamentales en la Cuarta revolución industrial) y tecnologías relacionadas, mientras presiona a líderes de la industria de semiconductores como Corea del Sur, Japón, Taiwán y Países Bajos para que impongan restricciones similares (Shivakumar, Wessner y Howell, 2024). Mientras tanto, con la Ley CHIPS y de Ciencia (2022), Biden ha intentado promover la “deslocalización” de la fabricación de semiconductores a Estados Unidos (Lovely, 2023). Como señaló el exfuncionario del Pentágono Jon Bateman, refiriéndose a las políticas de la administración Biden, “El objetivo estratégico y el compromiso político están ahora más claros que nunca. El ascenso tecnológico de China se frenará a cualquier precio… [Estados Unidos] bloqueará abiertamente el camino de China para convertirse en un par económico avanzado” (Bateman, 2022).
Y lo que es más alarmante, Biden ha intensificado la estrategia militarista indo-pacífica de su predecesor. Su gobierno ha desarrollado aún más el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad), un grupo estratégico de Estados Unidos con Australia, India y Japón, reactivado bajo Trump, y ha creado nuevos bloques como el pacto de submarinos de propulsión nuclear Australia-Reino Unido-Estados Unidos (AUKUS, por su sigla en inglés), y la asociación de seguridad Japón-Corea del Sur-Estados Unidos (JAKUS, por su sigla en inglés). Estas acciones están intensificando las tensiones y alimentando una carrera armamentística en Asia, especialmente en el noreste asiático, donde se encuentra la mayor presencia militar estadounidense de ultramar del mundo (Hussein y Haddad, 2021).
¿Construyendo una OTAN asiática?
En la región Asia-Pacífico, el “orden basado en reglas” liderado por Estados Unidos se mantiene gracias a su inmensa presencia militar en ultramar, desde Hawái y Guam hasta la costa china. En el noreste asiático, esta fuerza se encuentra principalmente en Japón y Corea del Sur, que en conjunto albergan más de 80.000 soldados y 193 bases militares estadounidenses, representando casi una cuarta parte de todas las bases extranjeras de Estados Unidos (Hussein y Haddad, 2021). Sobre la base de esta presencia armada, la asociación militar trilateral de Estados Unidos con Japón y Corea del Sur se está aproximando a un nivel de compromiso similar al de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Al finalizar la Cumbre de Camp David de 2023, Estados Unidos, Japón y Corea del Sur emitieron una declaración conjunta en la que delinearon su “cooperación trilateral en materia de seguridad”. En ella, se comprometieron a “consultarse mutuamente” y “coordinar [sus] respuestas a los desafíos, provocaciones y amenazas regionales”, mencionando a China y Corea del Norte entre sus “preocupaciones comunes». Además, Estados Unidos “reafirmó inequívocamente” que sus “compromisos de disuasión» tanto con Japón como con Corea del Sur eran “férreos y respaldados por toda la gama de capacidades estadounidenses” (Casa Blanca, 2023a). En conjunto, estas promesas se acercan peligrosamente al principio de “defensa colectiva” que sustenta la alianza militar de la OTAN.
Estados Unidos ha tratado de restar importancia a estas comparaciones, y su consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, ha afirmado con contundencia que el acuerdo JAKUS “no es explícitamente una OTAN para el Pacífico” y ha insistido en que “no es nuevo” en términos de política exterior estadounidense. Al mismo tiempo, sin embargo, Sullivan celebró la asociación como un “avance significativo” (2023). Aunque los compromisos JAKUS de “consulta» y “coordinación de respuestas” no alcancen el principio de “defensa colectiva” de la OTAN, los funcionarios estadounidenses han elogiado el acuerdo por elevar “la seguridad y la coordinación al siguiente nivel de una forma realmente fundamental” (Katz, 2023). Al comprometerse los tres países a proteger un conjunto de valores comunes, identificar a China como una amenaza y comprometerse a la defensa antimisiles y a ejercicios trilaterales anuales, la cooperación en materia de seguridad JAKUS posee importantes elementos de una alianza militar que podría arrastrar a Corea del Sur y Japón a un conflicto entre Estados Unidos y China, especialmente en torno a Taiwán.
Desde el punto de vista militar, el pacto JAKUS aumentará el acceso estadounidense a la “primera cadena de islas” frente a la costa china, que se extiende desde Japón, pasando por Taiwán y Filipinas, hasta Malasia. Durante la Guerra Fría, las autoridades estadounidenses concibieron esta “cadena” de islas como la primera línea de su estrategia de contención contra la Unión Soviética y China. Las maniobras militares que antes se realizaban de forma puntual se han institucionalizado ahora como maniobras trilaterales anuales multidominio, que mejoran la interoperabilidad de los ejércitos de los tres países (Comando del Indo-Pacífico de Estados Unidos, 2023). En términos más generales, Estados Unidos pretende utilizar esta alianza trilateral para preservar y reforzar su proyección de fuerza en la región, atacando el sistema de misiles A2/AD2
Una estrategia, arma o sistema de armas A2/AD, o anti-acceso/negación de área, o simplemente de negación de área, dificulta el acceso a un cierto teatro de operaciones, sea aéreo, terrestre o marítimo. El método puede no ser totalmente efectivo en impedir el acceso, pero siempre causa demora, restricción o daño al enemigo.Nota al pie de China —que impide el acceso y la maniobrabilidad de los buques de guerra estadounidenses en la región— mediante una estrategia de Defensa integrada antiaérea y antimisiles (IAMD, por su sigla en inglés) (Savage, 2022). La estrategia A2/AD de China implica el despliegue de misiles de largo alcance para disuadir a los portaaviones estadounidenses de realizar operaciones cerca de las costas chinas. Para contrarrestarlo, la IAMD planea enlazar los activos militares —desde los misiles de defensa terminal de área a gran altitud (THAAD, por su sigla en inglés) en Corea hasta los buques de guerra Aegis japoneses— en una red unificada con “integración ofensiva-defensiva” para blindar las operaciones de ataque (Comando del Indo-Pacífico de Estados Unidos, 2021). Además, los radares de los tres países se integrarían en una plataforma común estadounidense en Hawái (Domínguez, 2023).
La creación de esta red unificada ha estado en el centro del impulso estadounidense para que Corea del Sur y Japón establezcan una mayor cooperación en materia de seguridad, incluso compartiendo inteligencia militar a través del Acuerdo General de Seguridad de la Información Militar (GSOMIA, por su sigla en inglés), firmado en 2016. Aunque el GSOMIA se anunció como una medida destinada a contrarrestar las actividades de misiles de Corea del Norte, su amplio intercambio de inteligencia significa que las partes también están legalmente obligadas a compartir información relacionada con China y Rusia (Pacific Forum, 2020). Sobre la base de los acuerdos bilaterales existentes entre Estados Unidos y Corea del Sur y Japón, GSOMIA ha allanado el camino para el intercambio trilateral de inteligencia, incluidos los datos de alerta de misiles en tiempo real (Domínguez, 2023).
El “cuco” norcoreano
Dos de las principales justificaciones para el aumento de las capacidades militares estadounidenses y aliadas en el noreste asiático son la “amenaza” que supone Corea del Norte y la necesidad de “defender” Taiwán. Sin embargo, es importante señalar que la paz con Corea del Norte siempre ha sido secundaria con respecto a las estrategias más amplias de contención estadounidenses dirigidas contra la Unión Soviética y China. Estados Unidos aún no ha buscado seriamente la paz de forma sostenida con Corea del Norte desde que se firmó el acuerdo de armisticio de la Guerra de Corea en 1953. A lo largo de las décadas, cualquier avance en las negociaciones ha sido saboteado, interrumpido y/o desatendido por los cambios de gobierno. Por ejemplo, durante el gobierno de Clinton, Estados Unidos y Corea del Norte firmaron el Marco Acordado (1994), que casi ofrecía un camino hacia la paz y la desnuclearización hasta que fue paralizado por un Congreso estadounidense dominado por los republicanos y luego entorpecido por los neoconservadores John Bolton y Robert Joseph durante la administración Bush Jr. (Hecker, 2023: 77, 86). Esta dinámica se repitió de nuevo en 2019, cuando las conversaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte colapsaron después de que la administración Trump cambiara abruptamente los términos de un posible acuerdo durante una cumbre en Hanoi, Vietnam (con Bolton una vez más desempeñando un papel clave) (Seong, 2020).
Mantener un estado de tensión y conflicto controlados en la Península de Corea sirve de pretexto útil para la actividad militar estadounidense en la región. Por ejemplo, la instalación del sistema antimisiles THAAD, de propiedad estadounidense, en Corea del Sur en 2017 se justificó como una medida defensiva contra los misiles norcoreanos, a pesar de que la ubicación elegida le impide defender a la mitad de la población del país, incluida el área metropolitana de Seúl (Kang, 2017). Sin embargo, la ubicación del THAAD sí le permite observar en profundidad el sistema de misiles de China (Taylor, 2017). A través de la Nueva Guerra Fría, Estados Unidos sigue obstaculizando la búsqueda de la paz en la Península de Corea y fomentando divisiones geopolíticas más agudas, con el sur acercándose a Estados Unidos y el norte a Rusia y China.
El punto caliente de Taiwán
Del mismo modo, la paz nunca ha sido el principal objetivo de Estados Unidos en el Estrecho de Taiwán. Aunque Beijing, Taipéi y Washington reconocen oficialmente que la isla y el continente forman parte de “Una Sola China”, la intervención estadounidense los ha mantenido divididos desde el final de la Guerra Civil China en 1949. Las tensiones más recientes en torno a Taiwán comenzaron en 2016 con la elección de Tsai Ing-wen, del Partido Democrático Progresista (PDP), pro-estadounidense y de tendencia separatista, que defiende la postura de que Taiwán es un “Estado soberano” y “no forma parte de la República Popular China” (2024).
La situación se ha agravado tanto con Trump como con Biden, salpicada por una serie de polémicas visitas sin precedentes a la isla por parte de funcionarios y legisladores estadounidenses de los dos principales partidos. En 2020, el secretario de Salud y Servicios Humanos de Trump, Alex Azar, se convirtió en el funcionario de mayor rango del gabinete estadounidense en visitar Taiwán desde 1979. Dos años más tarde, durante el gobierno de Biden, la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, visitó la isla, convirtiéndose en la primera presidenta de la Cámara en ejercicio que lo hacía desde 1997. Estos encuentros han provocado que China responda con maniobras militares a gran escala, de acuerdo con su Ley Antisecesión de 2005, que establece que “empleará medios no pacíficos y otras medidas necesarias para proteger la soberanía y la integridad territorial de China” en caso de que “las posibilidades para una reunificación pacífica hayan sido completamente agotadas” (2005). En el XX Congreso Nacional del PCCh, celebrado en 2022, el presidente chino, Xi Jinping, insistió en esta postura en su informe: Taiwán es de China. La resolución de su cuestión es asunto propio de los chinos, y deben ser los chinos quienes la decidan. Persistiremos en trabajar con la mayor sinceridad y el máximo esfuerzo por una perspectiva de reunificación pacífica, pero nunca nos avendremos a renunciar al uso de la fuerza armada y nos reservamos la opción de adoptar todas las medidas necesarias, lo cual no va dirigido de ninguna manera contra los numerosos compatriotas taiwaneses, sino contra la intromisión de fuerzas externas, así como contra una ínfima minoría de secesionistas adeptos a la “independencia de Taiwán” y contra sus actividades secesionistas.
La creciente atención de Washington a Taiwán refleja el relativo declive de la fuerza militar respaldada por Estados Unidos en la isla frente a la del continente. Como se señala en un informe de 2022 del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, “durante décadas, el ejército de Taiwán fue más avanzado que el de China… A medida que las fuerzas aéreas, navales, misilísticas y anfibias de China se han vuelto más capaces, el equilibrio de poder en el Estrecho de Taiwán se ha inclinado significativamente a favor de la República Popular China” (Lawrence y Campbell, 2022). Ante una China mucho más capaz, Estados Unidos ha presionado a Taiwán para que adopte una “estrategia puercoespín”, incrementando la venta de armas a la isla para dotarla de la capacidad de infligir daños suficientes contra la China continental, a fin de impedir que Beijing pueda lograr la reunificación por la fuerza (Kaushal, 2020). La estrategia depende, en última instancia, de la voluntad de infligir grandes bajas y daños contra la China continental y de aceptar niveles de destrucción aún mayores para Taiwán.
La amenaza de una escalada militar
Si los temores sobre una posible escalada militar en la Nueva Guerra Fría se disipan con la idea de que las tecnologías de defensa antimisiles pueden blindar a Estados Unidos y sus aliados, un contraargumento sería la porosidad de los sistemas de defensa antimisiles. Por muchos recursos que se dediquen a crear radares para detectar misiles e interceptores para neutralizarlos, el costo relativamente más barato y la mayor facilidad de producción de misiles permiten al país ofensivo “simplemente construir más misiles para abrumar la defensa” (GMD, 2024). Esto se debe a que los sistemas de defensa requieren una mayor precisión que los misiles ofensivos, ya que tienen la misión de derribar un objetivo móvil en el cielo. En efecto, la defensa debe derribar una bala con una bala. De hecho, el sistema Ground-Based Midcourse Defence (GMD) [Defensa terrestre a medio camino], que protege a Estados Unidos de los ataques con misiles, sólo ha sido eficaz el 55% de las veces en ejercicios altamente programados. Para alcanzar un nivel de confianza del 90%, el sistema GMD tendría que disparar tres interceptores por ojiva entrante. En toda la red estadounidense de defensa antimisiles, incluidos los sistemas de menor alcance, el porcentaje de éxito en las pruebas sigue limitándose a aproximadamente el 80% (GMD, 2024). Las tecnologías de defensa antimisiles son sencillamente incapaces de blindar por completo a Estados Unidos, por no hablar de Taiwán, Corea del Sur o Japón. Por lo tanto, la única “disuasión” realmente viable es la amenaza de represalias masivas inmediatas, con el riesgo de desencadenar conflictos que se descontrolen y desemboquen en la destrucción mutua.
Parte II: La “vieja” Guerra Fría nunca terminó
Las actuales tensiones en el noreste de Asia se están gestando a lo largo de las históricas líneas divisorias que se abrieron en la región durante la “vieja” Guerra Fría. A un lado de la línea estaban Estados Unidos, Corea del Sur, Japón y Taiwán, y al otro la Unión Soviética, China y Corea del Norte. Para entender la Nueva Guerra Fría, es importante comprender cómo esta historia ha marcado a Japón, la península de Corea y Taiwán.
El rearme de Japón
En 1947, después de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, se promulgó una nueva “Constitución de paz” en la que el país se comprometía a “renunciar para siempre a la guerra… y a la amenaza o el uso de la fuerza como medio para resolver disputas internacionales” (1947). Sin embargo, ante la inminente revolución china y el temor a la expansión del comunismo, Estados Unidos buscó fortalecer a Japón como un bastión anticomunista en la región. Según los historiadores del Departamento de Estado estadounidense, “la idea de un Japón rearmado y militante ya no alarmaba a los funcionarios estadounidenses; en su lugar, la verdadera amenaza parecía ser el avance del comunismo, especialmente en Asia” (Departamento de Estado de Estados Unidos, s.f.). A partir del Tratado de Paz de San Francisco de 1951 entre las potencias aliadas y Japón, Estados Unidos construyó una red de alianzas bilaterales en la región conocida como el Sistema de San Francisco, basado en el tratado de paz, que dividía el noreste asiático a lo largo del Estrecho de Taiwán y la Península de Corea (San Francisco Peace Treaty Project). Durante más de siete décadas, el Sistema de San Francisco ha mantenido las divisiones regionales y ha avivado las tensiones en el Estrecho de Taiwán y la Península de Corea.
La principal preocupación de Estados Unidos no era establecer una paz duradera en la Asia de la posguerra, sino aumentar su fuerza militar para su enfrentamiento contra el comunismo. John Foster Dulles, el principal negociador estadounidense del Tratado de Paz de San Francisco, describió la postura de Washington de la siguiente manera: “¿Tenemos derecho a estacionar tantas tropas en Japón como queramos, donde queramos y durante el tiempo que queramos? Esa es la cuestión principal” (Departamento de Estado de Estados Unidos, 1977: 812).
Para alcanzar sus objetivos, Estados Unidos obstaculizó el proceso de justicia después de la guerra, ignorando la responsabilidad de Japón por sus crímenes coloniales y de guerra (incluidas masacres, guerra biológica, esclavitud sexual, experimentación humana y trabajos forzados) (Guillemin, 2017). El tratado eximió a Japón de pagar reparaciones a sus principales víctimas. Sin embargo, China continental, Taiwán y Corea del Norte y del Sur, todas ellas sometidas a la ocupación japonesa, no participaron en las negociaciones del Tratado de San Francisco. Además, numerosos criminales de guerra y altos cargos del Estado Imperial Japonés (1868-1945) fueron indultados tras la Segunda Guerra Mundial y restaurados en el poder por Estados Unidos, que estaba firmemente centrado en reforzar su posición en la Guerra Fría.
Entre ellos, se encontraba Nobusuke Kishi, antiguo gobernador del estado títere japonés de Manchukuo, en el noreste de China, conocido como el “Monstruo de la Era Shōwa”.3
La era Shōwa abarca el reinado del emperador Shōwa (1926-1989), cuyo inicio marcó el surgimiento del militarismo en Japón.Nota al pie
Arrestado tras la guerra como presunto criminal de guerra de clase A, Kishi fue liberado y, con el respaldo de Estados Unidos, se convirtió en primer ministro de Japón entre 1957 y 1960 (Levidis, 2022). El derechista y nacionalista Partido Liberal Democrático de Kishi recibió millones de dólares de apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense durante la Guerra Fría y ha gobernado el país casi sin interrupción desde 1955 (excepto en 1993-1994 y 2009-2012) (Weiner, 1994). Como señala el historiador Andrew Levidis, “una línea recta conecta a Kishi con el presente, vinculando a la élite conservadora [actual] de Japón con la época de la guerra y el imperialismo” (Weiner, 1994).
Al mantener a la derecha en el poder, Estados Unidos impidió que Japón tuviera que reconocer su pasado imperialista y manipuló su historia para promover la remilitarización de Japón y reforzar la posición estratégica estadounidense en Asia. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha mantenido una presencia militar masiva en Japón, incluida la ocupación de Okinawa de 1945 a 1972 (año en el que Okinawa fue devuelta a Japón, aunque el ejército estadounidense ha mantenido su presencia en la isla). Durante este tiempo, Japón, impulsado por Estados Unidos, ha continuado reforzando sus fuerzas armadas y ampliando su alcance. Lo más destacado ha sido:
- En 1954, se creó un nuevo ejército llamado Fuerzas de Autodefensa de Japón (FDAJ), a pesar de la oposición de la población japonesa, que estaba cansada de la guerra.
- En 1960, las FDAJ se comprometieron a responder a los ataques contra el ejército estadounidense en territorio japonés.
- En 1992, el ejército japonés comenzó a participar en misiones internacionales de mantenimiento de la paz.
- En 1997, Estados Unidos y Japón adoptaron nuevas directrices que permitían a las FDAJ operar en “zonas circundantes”.
- En la década de 2000, Japón participó en operaciones militares de ultramar en Afganistán e Irak en apoyo de Estados Unidos (Xu et. Al., 2021).
En la actualidad, Japón es el país con más bases militares estadounidenses en el mundo (120) y más personal (alrededor de 54.000) (Hussein y Haddad, 2021).
En medio del giro estadounidense a Asia, la remilitarización de Japón se ha acelerado significativamente. En 2014, el entonces primer ministro Shinzo Abe (nieto de Nobusuke Kishi) propuso la idea de “pacifismo proactivo” para reinterpretar la Constitución japonesa de posguerra.4
Esta reinterpretación de 2014 evadió el proceso establecido de enmienda constitucional y, en su lugar, se llevó a cabo mediante una decisión del gabinete. El gabinete de Abe estaba dominado por miembros del Nippon Kaigi, una organización no gubernamental japonesa de extrema derecha de la que también formaba parte Abe (Kawasaki y Nahory, 2014).Nota al pie
La reinterpretación permitió el uso de la fuerza por parte de Japón en situaciones de “autodefensa colectiva”, incluido el caso de “ataques armados contra un país extranjero que tenga una estrecha relación con Japón y, como resultado, amenace la supervivencia de Japón” (Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, 2014). En diciembre de 2022, bajo el mandato del primer ministro Fumio Kishida, Japón publicó una nueva Estrategia de Seguridad Nacional que identificaba a China como “el mayor desafío estratégico para garantizar la paz y la seguridad de Japón y la paz y la estabilidad de la comunidad internacional” (Gobierno de Japón, 2022). Al mismo tiempo, Kishida eliminó un límite que, desde 1976, había restringido el gasto militar al 1% del producto interno bruto (PIB) del país y anunció que Japón duplicaría el gasto hasta el 2% del PIB en 2027, igualando el objetivo de gasto de los miembros de la OTAN y convirtiendo a Japón en el tercer país del mundo con mayor gasto militar (2014). En 2022, el gasto militar per cápita de Japón ya era casi el doble que el de China, una diferencia que seguirá aumentando con el incremento del gasto militar japonés (SIPRI, 2024).
La división de Corea
El 15 de agosto de 1945, inmediatamente después que Corea obtuviera su independencia del dominio colonial japonés (1910-1945), Estados Unidos dividió la península a lo largo del paralelo 38, creando lo que eventualmente se convertiría en la República de Corea (RDC) en el sur y la República Popular Democrática de Corea (RPDC) en el norte. Esta división, que persiste hasta el día de hoy, no tuvo más fundamento histórico ni material que la intervención de Estados Unidos: dos coroneles estadounidenses trazaron una línea arbitraria en un mapa de National Geographic y, en un instante, dividieron a un pueblo en dos (Fry, 2013). Cinco años después, estalló la Guerra de Corea. A pesar de declarar que defendía los valores democráticos liberales, el Gobierno Militar del Ejército de Estados Unidos en Corea (USAMGIK, por sus sigla en inglés), en el sur, se negó, como dijo el historiador Bruce Cumings, a “entregar Corea a los coreanos” (2005: 200). En lugar de reconocer las asambleas populares democráticas de base en toda la Península de Corea, el USAMGIK las reprimió y persiguió como comunistas. En un intento por inculcar relaciones de mercado entre la población del sur —“la gran mayoría de la cual eran campesinos pobres y una pequeña minoría que poseía la mayor parte de la riqueza”, como señaló Cumings— Estados Unidos apoyó a la pequeña y despreciada élite que había colaborado con la ocupación japonesa (2005: 193).
Este fue el contexto de la división de la Península de Corea y del estallido de la Guerra de Corea. A pesar de la naturaleza indirecta de la guerra, sus horrores, muertes y destrucción sentaron las bases para una ideología anticomunista en el Sur que respaldó a dictadores y reprimió la disidencia durante décadas bajo la Ley de Seguridad Nacional (Kyung-san, 2018). Aunque los periodos de acercamiento a Corea del Norte han reducido la polarización provocada por el anticomunismo, este sigue impidiendo un verdadero y abierto debate en Corea del Sur. Además, el legado de la colaboración durante la ocupación colonial aún no se ha abordado y continúa moldeando al Sur. En el 70 aniversario de la liberación de Corea, el medio de comunicación Newstapa estrenó Collaboration and Forgetting [Colaboración y olvido] (2015), un documental que revelaba que, en el Sur, muchos descendientes de independentistas coreanos viven en la pobreza porque sus familias han sido estigmatizadas como comunistas, mientras que los descendientes de colaboradores japoneses viven de sus cuantiosas herencias de tierras.5
De los 430 km2 de tierras surcoreanas que estuvieron en manos de colaboracionistas durante la ocupación japonesa, lo que equivale a aproximadamente dos tercios del tamaño de Seúl, solo el 3 % ha sido recuperado por el Estado desde la liberación (Kim Ri-taek, 2019).Nota al pie
El pacto trilateral de seguridad JAKUS es el último capítulo de esta historia. En el pasado, el legado colonial japonés en Corea impidió que se materializara una asociación de este tipo entre Japón y Corea del Sur. Para superar este obstáculo, la administración conservadora surcoreana de Yoon Suk Yeol exoneró a Japón de su responsabilidad por sus crímenes. Por ejemplo, Yoon ignoró una sentencia del Tribunal Supremo de Corea del Sur de 2018 que responsabilizaba a empresas japonesas como Mitsubishi del trabajo forzado de coreanos (Je-Hun, 2023). En contraste con el enfoque más equilibrado adoptado por la anterior administración de Moon Jae-in hacia Estados Unidos y China, la administración de Yoon ha adoptado una postura pro-estadounidense mucho más marcada.6
El gobierno de Moon se comprometió con los “tres no”: ningún despliegue adicional del THAAD, ninguna participación en la red de defensa antimisiles de Estados Unidos y ningún establecimiento de una alianza militar trilateral con Estados Unidos y Japón. En cambio, el gobierno de Yoon adoptó la visión de un “Indo-Pacífico libre y abierto” promovida por Estados Unidos. Además, Yoon fue el primer presidente en participar en una cumbre de la OTAN (Park Byong-su, 2017).Nota al pie
El Partido del Poder Popular, al que pertenece Yoon, es la última encarnación política del movimiento conservador surcoreano, cuyas raíces se remontan a la colaboración con el colonialismo japonés y la ocupación estadounidense.7
Las raíces del Partido del Poder Popular y del movimiento conservador más amplio de Corea del Sur se remontan a la dictadura militar de Park Chung-hee (1961-1979) y están impregnadas de una ideología anticomunista. Antes de la liberación de Corea de Japón, Park sirvió en el Ejército Imperial Japonés, ayudando a perseguir a los independentistas. Más tarde, Japón proporcionaría tanto la inspiración como los fondos para los proyectos de modernización de Park. La hija de Park, Park Geun-hye, fue presidenta de Corea del Sur de 2013 a 2017, año en fue destituida y condenada por cargos de corrupción. A raíz de este escándalo, se formó el Partido del Poder Popular mediante la fusión de múltiples partidos conservadores, incluido el sucesor del Partido Saenuri de Park Geun-Hye.Nota al pie
Taiwán: un “portaaviones insumergible”
La Guerra Civil China se libró de manera intermitente entre 1927 y 1945 entre el Partido Comunista de China (PCCh) y el Kuomintang (KMT) nacionalista. Con la intención de evitar una victoria comunista, Estados Unidos apoyó enérgicamente al KMT, proporcionándole más de 2.000 millones de dólares en ayuda entre 1945 y 1949 (Departamento de Estado de los Estados Unidos, 1949). Sin embargo, el PCCh prevaleció y estableció la República Popular China (RPC) en el continente, mientras que el KMT se refugió en Taiwán, donde estableció un gobierno rival en el exilio, la República de China (ROC, por su sigla en inglés). Ubicada a unos 150 kilómetros de la costa continental, Taiwán fue utilizada por Washington como una plataforma para ejercer presión sobre Beijing y aislar a China de la comunidad internacional. Por ejemplo, entre 1949 y 1971, Estados Unidos y el KMT lograron excluir a la RPC de las Naciones Unidas argumentando que el gobierno de la ROC en Taiwán era el único gobierno legítimo de toda China. De hecho, los funcionarios estadounidenses se refirieron abiertamente a la isla como un “portaaviones insumergible” (Time, 1950).
Durante la Guerra Fría, la República de China, respaldada por Estados Unidos, estableció una dictadura represiva en Taiwán, que incluyó un periodo consecutivo de 38 años de ley marcial entre 1949 y 1987, conocido como el “Terror Blanco”. Este periodo se caracterizó por una severa represión política, el encarcelamiento y tortura de entre 140.000 y 200.000 personas, y la ejecución de entre 3.000 y 4.000 más (Ministerio de Cultura, Taiwán, 2014). Aunque Washington puso fin a sus relaciones oficiales con Taiwán en la década de 1970, cuando normalizó sus relaciones con China, ha mantenido relaciones “no oficiales” con la isla, incluidos amplios vínculos militares, políticos y económicos. Como parte de su Nueva Guerra Fría, Estados Unidos está incrementando el armamento de Taiwán en colaboración con las fuerzas separatistas (Wingfield-Hayes, 2023). Dado que China ha dejado claro que considera Taiwán como una “línea roja que no debe cruzarse”, la continua intervención estadounidense amenaza con desencadenar un conflicto de gran envergadura en la región (No Cold War, 2023).
Parte III: Un camino hacia la paz en el noreste asiático
Para evitar la escalada de conflictos en el noreste de Asia, es crucial desmontar el sistema de alianzas militares liderado por Estados Unidos y detener la tendencia a la militarización que está exacerbando las tensiones en la región. Sin embargo, para construir una paz duradera, los movimientos sociales y los gobiernos deben ir más allá y desmantelar las divisiones históricas arraigadas por el colonialismo, la Guerra Fría y la actual intervención extranjera. Las dos Coreas deben tener la capacidad de forjar su propio camino hacia la paz y la reconciliación. China continental y Taiwán deben tener la autonomía para determinar su futuro sin interferencias externas. Japón debe asumir su responsabilidad y reconciliarse con su pasado imperialista. Y, sobre todo, el ejército estadounidense debe retirarse.
Los días 28 y 29 de octubre de 2023, el International Strategy Center (ISC) organizó un foro internacional titulado “Construyendo la paz: Prevención de la guerra en el noreste asiático”, en el que participaron organizaciones y personas involucradas en las luchas de vanguardia contra el militarismo estadounidense (ISC, 2023). Las experiencias de los movimientos de base locales de la región, compartidas en este foro y otros espacios similares, ayudan a ilustrar tanto los obstáculos como las posibles vías hacia la paz.
Luchas contra la militarización en Okinawa
A pesar de que Okinawa representa menos del 1% de la tierra de Japón, acoge el 74% de las bases militares estadounidenses del país (Hibbett, 2019). En un referéndum no vinculante de 2019, el 72% de los habitantes de Okinawa votaron en contra de la propuesta de construir una nueva base militar estadounidense en la bahía de Henoko-Oura, que sustituiría a la Estación Aérea del Cuerpo de Marines de Futenma (Hibbett, 2019). Esta oposición tiene sus raíces en la violenta historia de la ocupación estadounidense, incluido el atroz incidente de la violación en grupo de una niña de doce años por soldados estadounidenses en 1995, así como en el historial de traición de Japón hacia la isla. Por ejemplo, la población civil de Okinawa fue utilizada como escudo humano por el Japón continental contra el avance del ejército estadounidense durante algunas de las batallas más cruentas del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial (Song, 2013). Posteriormente, Okinawa fue sacrificada al dominio militar estadounidense para que Japón pudiera recuperar su soberanía nacional como parte del Tratado de Paz de San Francisco.
Además de buscar la paz, los movimientos sociales de Okinawa luchan contra la presencia de bases militares estadounidenses por motivos relacionados con el medio ambiente, la salud pública y la violencia de género. Por ejemplo, el Proyecto de Justicia Medioambiental de Okinawa se opone al traslado de la base de Futenma a la zona costera de la bahía de Henoko-Oura debido a la contaminación tóxica generada por las bases militares estadounidenses (2024). Mientras tanto, la resistencia contra la base aérea estadounidense de Kadena está relacionada con la violencia sexual perpetrada por soldados estadounidenses, así como con los accidentes vinculados a los aviones estadounidenses que sobrevuelan áreas urbanas. A menudo, los movimientos que surgen inicialmente en respuesta a otras preocupaciones evolucionan hacia luchas más amplias por la paz y la justicia.
La expansión del gasto militar japonés requerirá que el gobierno aumente los impuestos o recorte el bienestar social, lo que podría erosionar el apoyo público. Para obtener respaldo, el gobierno japonés ha promovido el despliegue de fuerzas de las JSDF en algunas de las islas del sur de Okinawa, cuya población no comparte las mismas experiencias de guerra u ocupación, y ha recurrido a una avalancha de propaganda sobre las amenazas relacionadas con China, Taiwán y Corea del Norte. Según Hideki Yoshikawa, director del Okinawa Environmental Justice Project [Proyecto de Justicia Medioambiental de Okinawa], las organizaciones de base están respondiendo trabajando para “crear un movimiento pacifista más amplio y cohesionado”, organizando eventos y concentraciones para unir a grupos pacifistas de Japón continental y del extranjero. Yoshikawa señala que la creciente alianza trilateral JAKUS ha “provocado una contraalianza entre los movimientos pacifistas” de los tres países (Song, 2023).
Un tratado de paz en la Península de Corea
Entre junio de 2020 y julio de 2023, marcando los 70 años desde el inicio de la Guerra de Corea y el acuerdo de armisticio, respectivamente, movimientos y ciudadanos de Corea del Sur y de todo el mundo recolectaron cientos de miles de firmas para una petición de un tratado de paz que ponga fin definitivamente a la Guerra de Corea. Esta lucha por la paz y la reunificación tiene raíces en los esfuerzos de la sociedad civil que alcanzaron su punto máximo en la primera cumbre intercoreana, celebrada del 13 al 15 de junio de 2000 en Pyongyang, y en la declaración conjunta de los presidentes surcoreano, Kim Dae-Jung, y norcoreano, Kim Jong-il. La reunión, llevada a cabo en Corea del Norte bajo estricto secreto (para evitar la intervención estadounidense), declaró que la paz y la reunificación se lograrían mediante “los esfuerzos conjuntos del pueblo coreano, que es el dueño del país” (2000). Sin embargo, Estados Unidos tenía otros planes. Después de los ataques del 11 de septiembre al World Trade Center, el presidente estadounidense George W. Bush incluyó a Corea del Norte, junto con Irán e Irak, en el “eje del mal”, lo que interrumpió el incipiente proceso de paz que había florecido como una gran esperanza para Corea del Sur y que había sido respaldado por el predecesor de Bush, Bill Clinton. Este fue otro ejemplo en el que la paz en la Península de Corea fue rehén de los intereses geopolíticos de Estados Unidos.
Además de estos esfuerzos civiles y diplomáticos para poner fin a la Guerra de Corea, Corea del Sur también continúa luchando contra la presencia militar estadounidense en la península. Desde 2007, los residentes de Gangjeong se han opuesto a la construcción de una base naval que albergaría buques de guerra estadounidenses en la isla de Jeju. Al igual que la lucha en la bahía de Henoko-Oura, en Okinawa, este movimiento surgió inicialmente debido a la preocupación por la destrucción medioambiental que causaría la construcción de la base, pero pronto se convirtió en una lucha más amplia contra la militarización. Aunque el movimiento contra la base de Jeju ha disminuido de tamaño con el tiempo, sigue existiendo, lo que muestra cómo la militarización puede transformar las comunidades afectadas en defensores de la paz.
Paz en el Estrecho de Taiwán
En comparación con Corea del Sur y Japón, el movimiento pacifista en Taiwán está menos desarrollado. Según Daiwie Fu, profesor de la Universidad Nacional Yang-Ming Chao-Tong de Taipei y participante en el foro internacional del ISC, la población de Taiwán está más o menos dividida en cuanto a la posición internacional de la isla: el 50% desea un mayor alineamiento con Estados Unidos (de los cuales el 10% está a favor de la independencia y el 40% de un statu quo favorable a Estados Unidos) y el 50% restante prefiere un mayor reequilibrio hacia China (de los cuales el 10% está a favor de la reunificación y el 40% de un statu quo más neutral). Sin embargo, Fu señaló que existe una contradicción entre la militarización de Taiwán y la necesidad de un mayor gasto social, y criticó la “estrategia del puercoespín” impulsada por EE.UU. y adoptada por Taipei, por presuponer una eventual guerra de desgaste que podría cobrar muchas vidas civiles al otro lado del Estrecho de Taiwán.
Aunque el Partido Progresista Democrático (PPD), con tendencia separatista, ganó las elecciones generales de enero de 2024, los últimos sondeos indican un posible cambio en las opiniones de la población taiwanesa. Mientras que en las elecciones de 2016 y 2020 el PPD obtuvo mayorías, su porcentaje de votos cayó al 40% en las elecciones de 2024, 17 puntos menos que en 2020. Por otro lado, los partidos de la oposición más inclinados hacia Beijing – el KMT y el Partido Popular de Taiwán – obtuvieron juntos el 60% de los votos en 2024. Además, en vísperas de las elecciones, una encuesta de American Portrait reveló que solo el 34% de la población taiwanesa consideraba que Estados Unidos era un país digno de confianza, once puntos menos que en 2021, y algunos comentaristas señalaron que la guerra en Ucrania había dañado la credibilidad de Estados Unidos (Hui Lin, 2023).
Una propuesta para el movimiento por la paz
Estados Unidos está librando una Nueva Guerra Fría contra China para mantener su primacía mundial y el “orden basado en reglas” que ha construido. Aunque estas “reglas” se equiparan a menudo con los principios de la Carta de las Naciones Unidas, ambos no son lo mismo.8
Para más información sobre el “orden basado en reglas” y el sistema de la ONU, ver nuestro dossier no. 62, Soberanía, dignidad y regionalismo en el nuevo orden internacional.Nota al pie
Mientras que la Carta de la ONU refleja el consenso de sus 193 Estados miembros, las “reglas” del “orden basado en reglas” no se derivan del derecho internacional, sino que son autoproclamadas por Estados Unidos para servir a sus intereses nacionales. A este respecto, un informe de 2022 del Consejo de Relaciones Exteriores señalaba que “Estados Unidos tiene uno de los peores historiales de todos los países a la hora de ratificar tratados sobre derechos humanos y medio ambiente” (Wahal, 2022).
La inhumanidad del “orden basado en reglas” se ha puesto de manifiesto durante el genocidio de Israel contra los palestinos de Gaza, que ha recibido el respaldo total de Estados Unidos. Por encima de todo, no son los derechos humanos, la justicia o la libertad lo que este orden pretende defender, sino un mundo dominado por Estados Unidos y respaldado por una red global de más de 900 bases militares estadounidenses, varios centenares de las cuales rodean China (Tricontinental, 2024; Hussein y Haddad, 2021).
Los cambios sísmicos que se están produciendo en el noreste asiático están empujando a la región hacia la guerra. En estos momentos, los movimientos pacifistas de la región deben unirse bajo un conjunto común de demandas y principios, entre los que se incluyen los siguientes:
- Poner fin a la cooperación en materia de seguridad JAKUS. Los acuerdos militares multilaterales que aíslan o tienen como objetivo a otros países, por su naturaleza, tienden a dividir las regiones en bloques o campos opuestos, fomentando las tensiones y el gasto militar. El pacto trilateral entre Estados Unidos, Japón y Corea del Sur no es diferente.
- Poner fin a los juegos de guerra estadounidenses. Aunque etiquetados como “rutinarios”, estos ejercicios militares son hostiles y provocadores. Por ejemplo, los “juegos de guerra” conjuntos entre Estados Unidos y Corea del Sur han ensayado el lanzamiento de ataques nucleares contra Corea del Norte, la “decapitación” de sus dirigentes y una invasión a gran escala. Mientras tanto, los juegos de guerra de Estados Unidos con Australia y Filipinas han ensayado ataques de largo alcance contra la China continental. Estas actividades de línea dura cierran la puerta a aperturas diplomáticas y dejan a los países objetivo sin otra opción real que movilizar sus ejércitos en respuesta.
- Poner fin a la intervención estadounidense. Durante más de 70 años, Estados Unidos ha avivado las llamas del conflicto en el noreste asiático, especialmente en la Península de Corea y el Estrecho de Taiwán. En toda la región Asia-Pacífico, debe permitirse a los pueblos de la región determinar su futuro y su camino hacia la paz, libres de injerencias extranjeras y militarismo.
- Apoyarse mutuamente en la lucha. La lucha por la paz en el noreste asiático debe ser regional. Aunque es fácil dejarse absorber por las exigencias inmediatas de la lucha local de cada uno, los problemas a los que se enfrenta la región están interconectados. Abordarlos requiere una visión a largo plazo y el compromiso de fortalecer todas estas luchas. Esto exige que las organizaciones participen activamente en campañas y luchas en toda la región, no sólo en el propio país, como la marcha anual por la paz que tiene lugar en Okinawa cada mes de mayo, las conmemoraciones de la cumbre intercoreana del 15 de junio de 2000 y otras iniciativas.
- Apoyar las luchas en primera línea. Aunque la guerra y la militarización puedan parecer abstractas y distantes de la vida cotidiana, son concretas e inmediatas para quienes viven cerca de los lugares de lucha en primera línea, como la base aérea de Kadena y la bahía de Henoko en Okinawa; y las instalaciones del THAAD en Soseong-ri y la base naval de Jeju en Corea del Sur. Las luchas en estos lugares, que en gran parte comenzaron como respuesta al impacto inmediato y local que la gente sentía en su vida cotidiana, ofrecen focos de resistencia que transforman a las personas implicadas y al público en general.
Vivimos en tiempos peligrosos. Es imperativo que encontremos un terreno común y un entendimiento para que podamos trabajar juntos en objetivos tácticos y estratégicos. Nuestra capacidad para hacerlo determinará si podemos evitar la guerra y lograr la paz en la región y en el mundo, permitiéndonos centrarnos en mejorar el bienestar de las personas y del planeta.
Notas
1 Para más información sobre la Tercera Gran Depresión, ver nuestro Cuaderno no. 4, El mundo en depresión económica: Un análisis marxista de la crisis, 10 de octubre de 2023. Disponible en: https://thetricontinental.. Para más información sobre las economías del Norte Global y el imperialismo contemporáneo, ver nuestro Estudio sobre dilemas contemporáneos no. 4, Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa, 23 de enero de 2024. Disponible en: https://thetricontinental.org/.
2 Una estrategia, arma o sistema de armas A2/AD, o anti-acceso/negación de área, o simplemente de negación de área, dificulta el acceso a un cierto teatro de operaciones, sea aéreo, terrestre o marítimo. El método puede no ser totalmente efectivo en impedir el acceso, pero siempre causa demora, restricción o daño al enemigo.
3 La era Shōwa abarca el reinado del emperador Shōwa (1926-1989), cuyo inicio marcó el surgimiento del militarismo en Japón.
4 Esta reinterpretación de 2014 evadió el proceso establecido de enmienda constitucional y, en su lugar, se llevó a cabo mediante una decisión del gabinete. El gabinete de Abe estaba dominado por miembros del Nippon Kaigi, una organización no gubernamental japonesa de extrema derecha de la que también formaba parte Abe (Kawasaki y Nahory, 2014).
5 De los 430 km2 de tierras surcoreanas que estuvieron en manos de colaboracionistas durante la ocupación japonesa, lo que equivale a aproximadamente dos tercios del tamaño de Seúl, solo el 3 % ha sido recuperado por el Estado desde la liberación (Kim Ri-taek, 2019).
6 El gobierno de Moon se comprometió con los “tres no”: ningún despliegue adicional del THAAD, ninguna participación en la red de defensa antimisiles de Estados Unidos y ningún establecimiento de una alianza militar trilateral con Estados Unidos y Japón. En cambio, el gobierno de Yoon adoptó la visión de un “Indo-Pacífico libre y abierto” promovida por Estados Unidos. Además, Yoon fue el primer presidente en participar en una cumbre de la OTAN (Park Byong-su, 2017).
7 Las raíces del Partido del Poder Popular y del movimiento conservador más amplio de Corea del Sur se remontan a la dictadura militar de Park Chung-hee (1961-1979) y están impregnadas de una ideología anticomunista. Antes de la liberación de Corea de Japón, Park sirvió en el Ejército Imperial Japonés, ayudando a perseguir a los independentistas. Más tarde, Japón proporcionaría tanto la inspiración como los fondos para los proyectos de modernización de Park. La hija de Park, Park Geun-hye, fue presidenta de Corea del Sur de 2013 a 2017, año en fue destituida y condenada por cargos de corrupción. A raíz de este escándalo, se formó el Partido del Poder Popular mediante la fusión de múltiples partidos conservadores, incluido el sucesor del Partido Saenuri de Park Geun-Hye.
8 Para más información sobre el “orden basado en reglas” y el sistema de la ONU, ver nuestro dossier no. 62, Soberanía, dignidad y regionalismo en el nuevo orden internacional.
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7. Estrategia estadounidense para Asia-Pacífico
El último boletín de Vijay Prashad para el Tricontinental está dedicado a la estrategia indopacífica de EEUU, con motivo de la publicación de un nuevo dossier -que os paso en otro mensaje-. https://thetricontinental.org/“Keep on rockin’ in the free world…” | Boletín 21 (2024)
Mientras EEUU celebra la concesión de USD 95.300 millones en financiación militar a Israel, Taiwán, Ucrania y EEUU, analizamos su estrategia indo-pacífica y que está en juego. mayo 23, 2024
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Para Prabir, que ya está fuera de la cárcel.
La noche del 14 de mayo, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken se subió al escenario del Barman Dictat de Kiev (Ucrania) para coger una guitarra eléctrica y unirse a la banda punk ucraniana 19.99. Los ucranianos están “luchando no solo por una Ucrania libre, sino por un mundo libre”, dijo. A continuación, Blinken y 19.99 tocaron el estribillo de Rockin’ in the Free World [Rockin’ en el mundo libre], de Neil Young, ignorando por completo las implicaciones de su letra, al igual que Donald Trump, quien, para irritación de Young, utilizó el estribillo en su campaña presidencial de 2015-2016.
En febrero de 1989, el día después de que Young recibiera la noticia de que la gira de su banda por la URSS había fracasado, escribió la letra de la canción, apoyándose en sus críticas a los años de Reagan y al primer mes de la presidencia de George H. W. Bush. Aunque a primera vista suena patriótica, esa canción —como Born in the USA (1984) de Bruce Springsteen— es profundamente crítica con las jerarquías y humillaciones de la sociedad capitalista.
Las tres estrofas de “Rockin’ in the Free World” pintan un cuadro de desesperación (“people shufflin’ their feet/ people sleepin’ in their shoes”: “la gente arrastra los pies/ la gente duerme en sus zapatos”) definido por la epidemia de drogas que azota a los pobres (una mujer “puts the kid away/ and she’s gone to get a hit’: ‘aleja al niño/ y se va a buscar droga”), el colapso de las oportunidades educativas (“there’s one more kid/ that will never go to school”: ‘hay un niño más/ que nunca irá a la escuela’), y una creciente población que vive en la calle (“we got a thousand points of light/ for the homeless man”: ‘tenemos mil puntos de luz/ para el vagabundo”). La canción de Springsteen, escrita a la sombra de la guerra de EE.UU. contra Vietnam (“so they put a rifle in my hand/ sent me off to a foreign land/ to go and kill the yellow man”: “así que me pusieron un rifle en la mano/ me enviaron a una tierra extranjera/ para ir a matar al hombre amarillo”), también captó el estrangulamiento de la clase trabajadora en EE.UU., muchos de los cuales no pudieron encontrar trabajo tras regresar de una guerra que no deseaban (“down in the shadow of the penitentiary/ out by the gas fires of the refinery/ I’m ten years burning down the road/ nowhere to run ain’t got nowhere to go”: “a la sombra de la penitenciaría/ junto a los fuegos de gas de la refinería/ llevo diez años ardiendo en la carretera/ no tengo adónde ir”).
Son canciones de angustia, no himnos de guerra. Corear “born in the USA” o “keep on rockin” in the free world” no evoca un sentimiento de orgullo por el Norte Global, sino una feroz crítica a sus despiadadas guerras. “Rockin’ in the free world” está cargada de ironía. Blinken no lo entendió, ni tampoco Trump. Quieren el encanto del rock and roll, pero no la acidez de sus letras. No entienden que la canción de Neil Young de 1989 es la banda sonora de la resistencia a las guerras estadounidenses que se sucedieron contra Panamá (1989-1999), Irak (1990-1991), Yugoslavia (1999), Afganistán (2001-2021), Irak (2003-2011), y muchas más.
Blinken viajó a Kiev para celebrar la aprobación de tres proyectos de ley en la Cámara de Representantes de Estados Unidos que destinan 95.300 millones de dólares a los ejércitos de Israel, Taiwán, Ucrania y EE. UU. Esto se suma a los más de 1,5 billones de dólares que EE. UU. gasta cada año en su ejército. Es obsceno que este país siga suministrando a Israel municiones mortíferas para su genocidio contra el pueblo palestino de Gaza, incluidos los 26.400 millones de dólares que prometió a Israel en los nuevos proyectos de ley, mientras finge preocupación por la hambruna y la matanza de palestinos. Es espantoso que Estados Unidos siga impidiendo las conversaciones de paz entre Ucrania y Rusia mientras financia al desmoralizado ejército de la primera (incluidos 60.800 millones de dólares para armamento solo en los nuevos proyectos de ley), ya que EE. UU. pretende utilizar el conflicto para “ver a Rusia debilitada”.
En el otro extremo de Eurasia, Estados Unidos también ha utilizado la cuestión de Taiwán en sus esfuerzos por “debilitar” a China. Por eso, esta asignación suplementaria destina 8.100 millones de dólares a la “seguridad indo-pacífica”, incluidos 3.900 millones en armamento para Taiwán y 3.300 millones para la construcción de submarinos en EE. UU. Taiwán no está solo como potencial Estado de primera línea en esta campaña de presión contra China: el recién formado Squad, constituido por Australia, Japón, Filipinas y EE. UU., utiliza los conflictos solucionables entre Filipinas y China como oportunidades para armar maniobras peligrosas con la esperanza de provocar una reacción de China que dé a EE. UU. una excusa para atacarla.
Nuestro nuevo dossier, La Nueva Guerra Fría hace temblar el noreste asiático, publicado en colaboración con el International Strategy Centre (Seúl, Corea del Sur) y Basta de Guerra Fría, sostiene que “La Nueva Guerra Fría contra China, liderada por Estados Unidos, está desestabilizando el noreste asiático aprovechando las fracturas históricas de la región, y como parte de una campaña de militarización más amplia que se extiende desde Japón y Corea del Sur, a través del Estrecho de Taiwán y Filipinas, hasta Australia y las islas del Pacífico”. La excusa de esta acumulación en lo que EE. UU. denomina el “Indo-Pacífico” (un término desarrollado para atraer a la India a la alianza para cercar a China) es Corea del Norte, cuyos programas nucleares y de misiles se utilizan para justificar la movilización asimétrica a lo largo del borde del Pacífico de Asia. El hecho de que el presupuesto militar de Corea del Sur en 2023 (47.900 millones de dólares) fuera más del doble del PIB de Corea del Norte (20.600 millones de dólares) en el mismo año es solo un ejemplo que pone de manifiesto este desequilibrio. Este uso de Corea del Norte, argumenta el dossier, “siempre ha sido un pretexto para las estrategias de contención estadounidenses, primero contra la Unión Soviética y hoy contra China”.
En los primeros años del desarrollo estadounidense de la “estrategia indopacífica”, académicos chinos como Hu Bo, Chen Jimin y Feng Zhennan argumentaron que el término era meramente conceptual, limitado por las contradicciones entre los países implicados en el desarrollo de la estrategia china de contención. Sin embargo, en los últimos años se ha desarrollado una nueva opinión según la cual estos cambios en el Pacífico suponen una seria amenaza para China y esta debe responder con contundencia para evitar cualquier provocación. Es esta situación, caracterizada por la creación por parte de Estados Unidos de alianzas diseñadas para amenazar a China ( el Quad, AUKUS, JAKUS y el Squad) junto con la negativa de China a doblegarse ante el hiperimperialismo del Norte Global, la que crea una seria amenaza en Asia.
La última sección del dossier, “Un camino hacia la paz en el noreste asiático”, ofrece una ventana a las esperanzas de los movimientos populares de Okinawa (Japón) y la península coreana, así como de China de encontrar un camino hacia la paz. Este camino se basa en cinco sencillos principios: poner fin a las peligrosas alianzas, a los juegos de guerra dirigidos por EE. UU. en la región y a la intervención estadounidense en la misma, y apoyar la unidad entre las luchas de la región, así como las luchas en primera línea para acabar con la militarización en Asia. Este último punto está siendo combatido en varios frentes por quienes viven cerca de la base aérea de Kadena en Okinawa y de la bahía de Henoko, así como de la instalación de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud en Corea del Sur y de la base naval de Jeju, por nombrar algunas.
Hace varios años visité la Galería Maruki, a las afueras de la ciudad de Higashi-Matsuyama, en Saitama, donde vi los extraordinarios murales realizados por Ira Maruki (1901-1995) y Toshi Maruki (1912-2000) para recordar la terrible violencia de las bombas nucleares que el gobierno estadounidense lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki. Estos murales, realizados en el tradicional estilo japonés sumi-e de tinta lavada, representan el inmenso impacto humano de la crueldad de la guerra moderna. Gracias al conservador jefe Yukinori Okamura y a la coordinadora internacional Yumi Iwasaki, hemos podido incluir algunos de estos murales en nuestro dossier y en este boletín.
En 1980, la dictadura militar surcoreana detuvo a Kim Nam-ju (1945-1994) y a otros 35 izquierdistas por su participación en el Comité de Preparación del Frente de Liberación Nacional. Kim era poeta y traductor, y tradujo al coreano Piel negra, máscaras blancas, de Frantz Fanon, y los escritos de Ho Chi Minh. Durante los ocho años que pasó en la prisión de Gwangju, Kim escribió una serie de poemas impactantes, que pudo sacar de contrabando para su publicación. Uno de esos poemas, “Las cosas realmente han cambiado”, trata de cómo se ahogan las ambiciones del pueblo coreano sobre su propia península.
Bajo el imperialismo japonés si el pueblo Joseon
gritaba “¡Viva la independencia!”
los policías japoneses venían y se los llevaban.
Los fiscales japoneses los interrogaban.
Los jueces japoneses los llevaban a juicio.
Japón se retiró y EE.UU. intervino
Ahora si los coreanos
dicen “Yankee go home”
la policía coreana viene y se los lleva
Los fiscales coreanos los interrogan
Los jueces coreanos los juzgan
Las cosas realmente han cambiado tras la liberación
Porque grité “¡Fuera los invasores extranjeros!”
gente de mi propio país
me detuvo, interrogó y juzgó.
Cordialmente, Vijay
8. Resistencia indígena en Colombia
El viaje de ida y vuelta del francés al español de un manuscrito enterrado por un indígena colombiano testigo y participante de algunas luchas anticoloniales en ese país. El manuscrito ha sido publicado en francés en 2023.
Desafiar el orden y el legado coloniales con Manuel Quintín Lame
Treinta años después de haber sido enterrado en las montañas de Colombia, un manuscrito fue desenterrado y publicado en 1971. Era el testamento político y espiritual de Manuel Quintín Lame, figura central de las luchas indígenas de América Latina, fallecido pocos años antes. Contra el despojo de tierras, económico y político, queda por lograr una ambiciosa descolonización. Una mirada retrospectiva a un libro, una filosofía y una carrera subversivas.
Philippe Colin – Cristina Moreno
24 de mayo de 2024
Este texto es una versión ampliamente revisada y ampliada de la introducción al libro de Manuel Quintín Lame Les Pensées de l’Indien qui s’est éduqué dans les forêts colombiennes, traducido y presentado por Philippe Colin y Cristina Moreno , Wildproject, Marsella, 2023.
[…] porque ni las cosas pasadas pasan ni las futuras acontecen
Manuel Quintín Lame
Que un lector francés pueda tener hoy en sus manos Les pensées de l’Indien qui s’est éduqué dans les forêts colombiennes (Pensamientos del indio que creció en los bosques de Colombia) no es en absoluto evidente, dado hasta qué punto las fuerzas del orden neocolonial, en sus formas estatales, religiosas o económicas, se han esforzado por silenciar y proscribir a su autor y relegar su obra y su memoria a la insignificancia.
Sin embargo, la persistencia de su pensamiento no debe nada a la casualidad. Es el resultado de la tenaz resistencia de las comunidades indígenas del centro y sur de Colombia que, en circunstancias radicalmente adversas, han prolongado y actualizado constantemente su poder político. Desde las luchas por la recuperación de sus territorios en las décadas de 1930 y 1940 hasta el reconocimiento constitucional de la diversidad étnica del país a principios de la década de 1990, pasando por el surgimiento de organizaciones políticas indígenas en la década de 1970, la trayectoria de la memoria colectiva de Manuel Quintín Lame sigue la de las luchas indígenas desde la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, el hecho de que el recuerdo del hombre que se hacía llamar el «indio lobo», en un gesto de reivindicación del insulto, permanezca en la memoria de las comunidades no tiene nada que ver con una mitificación reverencial: constantemente investido de nuevos significados según el presente de las luchas, pertenece a una memoria viva en la que se despliegan las expectativas, anticipaciones y aspiraciones decoloniales de los pueblos indígenas del sur de Colombia. Es en las sedimentaciones profundas y complejas de estas luchas políticas y culturales donde este tratado, impregnado de mesianismo, religiosidad popular, teología erudita y cosmovisiones Nasa, nos invita a sumergirnos.
La figura de Manuel Quintín Lame (1880-1967) es desorientadora. En contraste con el «indio hiperreal» – al que la literatura militante nos ha acostumbrado con demasiada frecuencia, Lame es un personaje complejo e impuro que frustra todas las definiciones esencialistas de la indianidad1. No nació en un resguardo2 -según la taxonomía estatal, no era «indígena»-; no hablaba nasa yuwe, la lengua de sus antepasados, sino español; vivió la mayor parte de su vida lejos de los territorios nasa; sabía leer y escribir; visitaba con frecuencia bibliotecas y archivos. Durante toda su vida fue un ferviente católico, aunque desarrolló una lectura herética de la Biblia. En un tiempo compañero de viaje del Partido Socialista Colombiano, se acercó más tarde al Partido Conservador antes de rechazar toda política partidista; propugnaba la separación de los blancos al tiempo que se identificaba con la patria colombiana; negaba toda legitimidad al derecho positivo colombiano pero lo utilizaba sistemáticamente para hacer avanzar su causa.
Pero esta maraña de experiencias, identidades y lealtades, ya sean transversales o contradictorias, no es exclusiva de Lame: refleja el modo en que, desde la Conquista, los indígenas han tenido que remodelar constantemente su identidad, apropiarse de los códigos de la cultura occidental y reinventarse para resistir a la brutalidad de la dominación racial y a la desarticulación de su mundo, asaltado por los sucesivos asaltos de la acumulación capitalista y el Estado moderno.
Como muchos nasas, Lame nació y pasó su infancia en una hacienda3. Sus padres eran terrajeros (aparceros), que debían pagar por el uso de una parcela trabajando para el hacendado. Hasta principios del siglo XIX y el desmembramiento del imperio español, las comunidades indígenas del sur de Colombia habían logrado conservar una relativa autonomía frente al gobierno central. Refugiadas en las alturas de la Cordillera desde su derrota militar a manos de los invasores españoles en el siglo XVII, vivían en tierras concedidas por las potencias coloniales(resguardos ) y mantenían una estructura comunal. Estas zonas de la Cordillera Central, hasta entonces descuidadas y aparentemente sin valor, fueron absorbidas por la economía capitalista a finales del siglo XX, lo que marcó el inicio de una segunda colonización, impulsada por el auge sucesivo de las economías agroexportadora y extractivista4.
El avance de la gran propiedad y la ganadería sobre las tierras altas de Tierradentro, por mucho tiempo inaccesibles, fue un punto de inflexión que obligó a muchos miembros de la comunidad, despojados de sus medios de subsistencia, a abandonar los resguardos y sobrevivir, como la familia de Lame, como campesinos en las haciendas aledañas. Este proceso de despojo de tierras contó con el apoyo, activo o pasivo, de las autoridades regionales y nacionales. Sobre el terreno, se estaba llevando a cabo lo que era uno de los proyectos centrales de la República, independientemente de las filiaciones políticas: la liquidación de la comunidad indígena en sus formas políticas, éticas y territoriales, en nombre de la necesaria modernización del país. En la gramática del Estado-nación, la separación del indio de su resguardo implicaba necesariamente un cambio categorial: se convertía ipso facto en un ex indio, en un campesino mestizo.
En ese estrecho universo social, marcado por la alienación, el sometimiento radical y el dominio de la territorialidad colonial, creció Manuel Quintín Lame. La carrera de Lame dio un giro brusco durante la Guerra de los Mil Días (1899-1902), una guerra civil en la que se enfrentaron los dos grandes partidos históricos del país: el Partido Conservador, entonces en el poder, y el Partido Liberal. En 1901, fue reclutado en las tropas conservadoras y enviado al departamento de Panamá para luchar contra el ejército liberal. La ampliación de sus horizontes sociales que le aportó el reclutamiento le permitió salir de la lógica de aislamiento que regía el mundo de la hacienda. A su regreso al Cauca, con la ayuda de abogados afiliados al ala radical del Partido Liberal, se sumergió en el estudio del derecho y comenzó a desarrollar una crítica radical al sistema de tenencia de la tierra vigente, basada en una concepción renovada de la indianidad. Para Lame, las tierras de hacienda pertenecían legítimamente a los indios desposeídos en virtud de un » derecho superior» («derecho mayor «): el derecho ancestral a habitar los territorios. Por otro lado, remite el actual sistema de ocupación de tierras, definido por la lógica de la propiedad privada, a la violencia originaria de la Conquista, de la que es heredero.
A partir de 1910, armado con esta interpretación a contracorriente de la historia y la ley dominantes, Lame comenzó a educar a los terrajeros de la región, multiplicando el número de mingas5 en las que exponía la ilegitimidad fundamental de la ocupación colonial de la tierra y predicaba la rebelión contra los grandes terratenientes blancos6. Sus arengas, pronunciadas en español -que se había convertido en la lengua franca de las comunidades indígenas de la región-, le permitieron construir un amplio movimiento anticolonial panindio que trascendía las identidades étnicas. Manuel Quintín Lame, cuya aura y reputación de invencible se extendió por todas las comunidades nasa, fue nombrado «jefe, representante y defensor general» de las comunidades indígenas del Cauca en 1914. Esto marcó el comienzo de la Quintiada, el primer y mayor levantamiento indígena de la era republicana en Colombia. Ocupaciones de tierras, saqueos de haciendas, tomas de caseríos, hostigamiento a la policía: durante seis años los rebeldes montaron una serie de acciones de resistencia. El miedo se extendió entre los terratenientes blancos, que agitaron el fantasma de una «guerra racial» y pidieron la militarización de la región. La captura de Lame y de sus principales lugartenientes en 1917, tras una cacería de varios meses, y la campaña de terror emprendida por el ejército y las milicias locales contra los militantes lamistas supusieron la sentencia de muerte para la primera fase de la rebelión lamista.
Convertido en persona non grata en el departamento del Cauca, en 1922 Lame y sus colaboradores más cercanos se trasladaron más al norte, al departamento del Tolima, donde varias comunidades pijaos luchaban por defender sus tierras comunales frente a los embates de los grandes terratenientes. Aunque en un principio Lame intentó sentar las bases de una democracia indígena directa y autónoma -en particular mediante la creación de un órgano deliberante y ejecutivo, el Consejo Supremo de Indias-, la violencia de la represión orquestada por los grandes terratenientes y las autoridades locales le obligó a adoptar una estrategia legalista y a negociar directamente con las autoridades nacionales.
A pesar de la implacable persecución sufrida por Lame y sus seguidores, esta estrategia dio sus frutos: condujo a la reconstitución y el reconocimiento oficial del resguardo de Ortega y Chaparral por parte del Estado colombiano en 1939. Sin embargo, la victoria duró poco: a finales de los años 40, la región se vio desbordada por una ola de violencia política que provocó la dispersión del movimiento lamista y el desplazamiento de comunidades. Hasta su muerte, el 7 de octubre de 1967, Lame continuó su labor de defensa de los territorios, prestando sus conocimientos jurídicos a las comunidades en lucha. El destierro de Lame, que había pasado más de dieciocho años en prisión, se prolongó más allá de su muerte: las autoridades de Ortega se negaron a que fuera enterrado en el cementerio municipal. Sus restos fueron enterrados por un puñado de activistas en la cima de una colina a las afueras de la ciudad.
Aunque la larga lucha de Lame fue finalmente aplastada por la violencia de la represión, el recuerdo del viejo indio y sus mingas siguió impregnando las comunidades y movimientos indígenas de la región. En 1970, el sociólogo y teólogo de la liberación Gonzalo Castillo lanzó un proyecto de investigación militante en colaboración con el cabildo de Ortega. En línea con los métodos y objetivos del grupo La Rosca, del que es miembro, el trabajo de Gonzalo-Castillo pretende coproducir conocimiento crítico práctico que pueda ser movilizado inmediatamente por las comunidades en las luchas agrarias locales. Durante su visita de investigación-acción, Gonzalo Castillo participó en una peregrinación a la tumba de Manuel Quintín Lame7 con unos cincuenta «indios patriotas».
En la ceremonia de homenaje, Castillo quedó impresionado por la fuerza política de los textos leídos por los militantes. Poco a poco se convenció de que formaban parte de un corpus más amplio, al que la comunidad se refería cuando hablaba de «doctrina y disciplina». Seis meses más tarde, los miembros del cabildo le presentaron un manuscrito de 118 páginas en folio, «medio consumido por el tiempo y las polillas», que llevaba 30 años enterrado. Con la anuencia del cabildo, Castillo lo transcribió y, como parte de la política editorial de La Rosca de promover el conocimiento popular y militante, lo publicó bajo el título En defensa de miraza.8 Con la anuencia del cabildo, Castillo lo transcribió y, como parte de la política editorial de La Rosca de promover el conocimiento popular y militante, lo publicó bajo el título En defensa de mi raza.
La publicación del texto en 1971 coincidió, en un contexto de radicalización de las luchas campesinas en todo el país, con el segundo gran momento de las luchas indígenas en el sur de Colombia: el surgimiento de una poderosa organización indígena supraétnica, el CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca), cuyo programa retomaba casi punto por punto las consignas formuladas por Manuel Quintín Lame cincuenta años antes. En un momento en que la imagen del indio lobo parecía desvanecerse, la constelación de acontecimientos volvió a arrancarlo del pasado histórico y lo devolvió al presente de las luchas: las reflexiones circulaban de mano en mano entre los militantes del CRIC y eran objeto de intensos debates en las asambleas políticas.
En 1984, a medida que se intensificaba la lucha por recuperar las tierras bajas del norte del Cauca y la represión diezmaba la dirección del CRIC, un grupo de militantes nasa decidió responder a la violencia con las armas y fundó el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL). Muy diferente de las guerrillas de izquierda que operaban en Colombia en aquella época, el MAQL, bajo el mando de los cabildos, siguió siendo hasta su desmovilización en 1990 una estructura militar fundamentalmente comunitaria, orientada hacia la autodefensa, la protección de la autonomía y la lucha contra la ocupación colonial de los territorios ancestrales.
Si bien la Constitución multicultural de 1991 sentó las bases para la autonomía política, cultural y jurídica de los pueblos indígenas y afrodescendientes del país, la institucionalización de las políticas de reconocimiento ha sido también una estrategia de captura y cooptación de los movimientos. El marco legal para el reconocimiento de los resguardos no ha calmado las luchas territoriales, que siguen de trágica actualidad en el sureste colombiano. Frente al clientelismo y la corrupción que pretenden desmantelar los derechos consagrados en la Constitución, y frente a las atrocidades de las milicias paramilitares que a menudo actúan en concierto con el agronegocio, las comunidades recurren más que nunca a esta doble estrategia lamista, que consiste en una hábil combinación de acción directa y combate legal.
Desde 2005, las comunidades Nasa del norte del Cauca, agrupadas en el Movimiento Sin Tierra – Pequeños Hijos de Quintín Lame (MST-NQL), vienen adelantando un proceso de «Liberación de la Madre Tierra», a través del cual pretenden no sólo recuperar los territorios ancestrales de los que han sido expulsados, sino también cuestionar la relación con el mundo vivo que traen consigo los regímenes de plantación característicos del extractivismo neocolonial. La acción combina la ocupación de tierras, la erradicación de monocultivos legales (caña de azúcar) e ilegales (coca, marihuana), la reforestación y la protección de la biodiversidad de la Madre Tierra(Uma Kiwe) para devolver a la tierra su función nutricia y defender la vida9.
Al mismo tiempo, para contrarrestar la lógica necropolítica, las comunidades indígenas del Cauca han creado una red de protección comunitaria compuesta por hombres y mujeres desarmados. La guardia indígena , cuya figura tutelar es Quintín Lame, trabaja para expulsar y castigar a los grupos armados ilegales10 y a los militares de los territorios comunitarios, según sus propios métodos de impartir justicia.
La historia ha demostrado que estaban equivocados todos aquellos que, hasta hace poco, desechaban a Lame y su pensamiento como un remanente anacrónico, el último espasmo de una premodernidad moribunda. Si bien el pensamiento de Lame es hoy objeto de un renovado interés académico, más allá del enfoque etnológico que ha dominado durante mucho tiempo, se ha difundido sobre todo en el seno de las comunidades indígenas del sur de Colombia en formas que van más allá de la mera textualidad: leído y discutido en asambleas políticas y talleres de educación popular, es hoy parte integrante del presente vivido de la resistencia indígena11. Esta metabolización dinámica del pensamiento de otro tiempo nos recuerda que el tiempo de la historia lineal, ese tiempo sucesivo que se agota en el presente, es un tiempo mutilado, y que los viajes desde otras temporalidades, en cuanto redescubren su territorialidad fundamental, pueden no sólo empezar a hablar sino contribuir a poner «la palabra de nuevo en circulación«12.
El proyecto de traducir los Pensées de Lame al francés nació de una convicción13: el poder de interpelación de las palabras de Lame -su capacidad de resurgir y recomponerse- tiene tanto que ver con la forma en que han sido pensadas y actuadas en diferentes épocas y contextos como con la forma en que piensan nuestro mundo; en otras palabras, con su capacidad de problematizar e iluminar nuestro presente, desde su radical alteridad. Pues la disputa articulada por Lame se refiere tanto al problema -el despojo colonial de las tierras ancestrales- como a la forma en que surge el problema -la relación con la tierra y con los saberes implicados por el orden mundial colonial-. Frente a las reconfiguraciones del régimen capitalista en la era republicana, Les pensées busca elaborar las condiciones de una descolonización integral, concebida como inseparablemente política, epistémica y metafísica.
Este proyecto decolonial se basa en una densa red que articula tanto la materialidad del territorio como las fuerzas subterráneas y supraterrenas que lo señalan. Para Lame, el pensamiento no es pura cognición, sino un viaje espacial y temporal que, al recorrer incansablemente las líneas de habitabilidad trazadas en el territorio, permite entrar en relación con las entidades tangibles e invisibles que la violencia colonial trató de borrar: (…) la cólera de los siglos y de las épocas no ha podido destruir ni borrar las leyendas que sellan los cementerios de nuestra prehistoria, esos cementerios que hoy yacen en el vientre de la tierra o en las profundidades de los lagos y que sirven de depósito a las grandes riquezas de nuestros antepasados soberanos, los que antaño gobernaron a las masas (…)14.
La inmersión de Quintín Lame en los bosques y montañas de la Cordillera no es en modo alguno una introspección en un hipotético origen. Se trata más bien de un trabajo de relación, de anudamiento de una multitud de linajes, historias y significados que anidan en los pliegues mismos del territorio vivo. Reactualizar esta memoria latente, interrumpida por el desplazamiento forzoso de sus habitantes, supone un trabajo de tejido que sólo puede tener lugar a través de una intensa prospección territorial: El humo es el signo natural del fuego, y la huella es la del hombre que atravesó el valle, la del hombre que, desde las cumbres, escribía acompañado de ese espejo que nunca se velaba porque lo llevaba esa imagen misteriosa; esa misma imagen que me acompañó en el calabozo, que me ayudó a soportar los hierros y que me habló desde dentro para mostrarme el presente y el futuro del mañana15.
La topografía no sólo permite a Lame experimentar lo que él llama la «climatología helada de mi raza proscrita»: al igual que las huellas dibujan nuevas líneas sobre la tierra, el sujeto incorpora la textura del espacio que recorre a lo largo del viaje. Esta experiencia es constitutiva del movimiento de re-existencia, y es esta experiencia la que permite la recomposición de una identidad dislocada, oscurecida por la violencia racial y la represión de las memorias subalternas. Así, el viaje -lo que las naciones nasas y misaks llaman hoy el andar- no es simplemente una operación de desplazamiento de un lugar a otro: es a través de su práctica constantemente renovada que el territorio se convierte en el espacio de una cosmo-memoria dinámica que vincula el pasado, el presente y el futuro y garantiza la persistencia comunitaria16.
Este viaje físico y metafísico, jalonado por una serie de revelaciones epifánicas, enriquece nuestra comprensión del pasado, permitiéndonos interpretar su significado e imaginarlo bajo una nueva luz. Abre simultáneamente un horizonte de expectativas -en forma de utopía emancipadora- y el pasado: Encaramado en este roble, a la edad de 6 años, vi un árbol inmenso cuya copa orgullosa e insolente coronaba las selvas vírgenes donde nací, como lo fueron mis antepasados, antes y después del 12 de octubre de 1492. (…) Me vino el pensamiento de que ésa era la altura donde debían situarse mis ideas, una vez que hubiera descendido de la montaña a los valles para defender a mi raza india, mi raza proscrita, perseguida, despreciada, robada y asesinada por los no indios17.
La emergencia de un pasado y un futuro soñados lo impulsó a viajar por todo el país, cruzando las fronteras socio-raciales que separan las zonas relegadas donde sobrevive la comunidad nasa y lo que Lame llama el «valle de la civilización» blanco-metis. Porque Lame no sólo viajó dentro de las comunidades indígenas de la cordillera central: obligado a abrir canales de diálogo con la sociedad mayoritaria -los juristas, funcionarios y políticos regionales y nacionales-, fue y vino entre mundos y formas distintas de «hacer mundo». En estos viajes entre mundos, experimentó de primera mano la violencia de las fronteras que separan el altiplano y el «valle de la civilización». Pero fueron también esos viajes, hechos de múltiples reapropiaciones y traducciones, los que le permitieron trastocar la geografía moral trazada por la división colonial y establecer una brecha dentro de las representaciones muy eurocéntricas de la modernidad.
A lo largo de su testamento político, Lame contrasta explícitamente la sabiduría cultivada a lo largo de los caminos que le llevaron de las montañas a los valles con el pensamiento abstracto producido en las instituciones educativas modernas: No es cierto que sólo los hombres que han estudiado durante quince o veinte años, sólo los que han aprendido a pensar por pensar, tengan vocación porque han subido del valle a la montaña. Porque yo nací y crecí en el bosque, y hoy he bajado del bosque al valle para escribir esta obra18.
Para Lame, los intelectuales de la «civilización colombiana», los formados en los «claustros de la educación», envejecieron leyendo libros sin haber aprendido a pensar. Al dar cuerpo al discurso erudito y hacer visible su ubicación concreta, Lame problematiza las condiciones de producción y enunciación del conocimiento legítimo, marcadas por la estaticidad, el enclaustramiento y el corte radical con el mundo. Frente a este saber cerrado, Lame afirma la superioridad de una sabiduría enraizada y dinámica, una sabiduría-viaje que se mueve en espiral a través del reconocimiento de los territorios. Viajar como un «indio lobo» es atravesar las montañas, vagar por los bosques, encontrarse con la Madre Tierra y recibir de ella la enseñanza que imparte: la de «las interminables discusiones de los arroyos «. Presentada a su vez como refugio, divinidad y señora, la naturaleza es para Lame la escuela de la verdad donde se revelan al indio «las leyes sagradas de la naturaleza humana». Es el pensamiento de un montañés, que encontró su inspiración en las montañas, que se educó en las montañas y que aprendió a pensar para pensar en las montañas19.
Al trastocar la cartografía simbólica de la colombianidad y las jerarquías raciales asociadas a ella, Quintín Lame afirma una diferencia radical entre el conocimiento de la ocupación producido en el valle (el resultado de una ruptura radical entre el movimiento y la cognición, entre el sujeto que conoce y el objeto conocido), y el conocimiento del habitar, el conocimiento sin objeto que proviene de las montañas. «Aprender a pensar para pensar en la montaña» significa hacer del acto de pensar una actividad fundamentalmente situada; una actividad que reconoce el hecho de que no puede abstraerse de lo que pretende pensar.
Pensar como indio es también acceder a una memoria colectiva de los vencidos, a un espacio-tiempo profundo que se inscribe en la textura del territorio y que contiene potencialmente el movimiento mismo de una liberación futura. A diferencia de la historia hegemónica, marcada por la linealidad y la necesidad, la narrativa lamista es una historia hecha de constelaciones espacio-temporales que enlazan el pasado, el presente y el futuro. Por ejemplo, la fecha crucial del 12 de octubre de 1492, mencionada no menos de 22 veces en los Pensées, se aparta del desarrollo lineal del tiempo histórico. Si bien es cierto que el acontecimiento catastrófico al que se refiere esta fecha ha pasado, no es en absoluto cosa del pasado: para Lame, el pasado de la catástrofe se actualiza constantemente en el presente violento de las relaciones coloniales. El 12 de octubre de 1492 es el nombre de una lógica estructural de dominación, de una conquista que nunca ha terminado: Hoy el pobre indiecito está dentro del recinto construido con mis lágrimas y mi sangre, derramadas por la codicia y la soberbia del español, que llegó a nuestro país el 12 de octubre de 1492 para enriquecerse, y que nos ha tratado y nos trata como bestias de carga20.
Para Lame, la historia es la continuación por otros medios de la necropolítica colonial iniciada el 12 de octubre de 1492: Muchos historiadores carecen de discernimiento y se apoyan en una ciencia que es enemiga de la historia y le ha hecho la guerra hasta el día de hoy, porque, como en la selva, el zorro ataca a la gallina, el pez grande ataca al chico (…). Así es como el hombre blanco de Colombia me ha hecho la guerra, porque se considera el único hombre de ciencia, el único con un alto nivel de conocimientos, frente al indio Quintín Lame, que soy yo21.
Sin embargo, Lame no ve esta historia de siglos de opresión como una fatalidad histórica: incrustada en las vidas, los cuerpos y las prácticas cotidianas de los colonizados, es sobre todo un proceso y una praxis continuos en los que ya están en marcha la emancipación futura y la redención del pasado opresivo.
La profunda historia sedimentada en la experiencia india de la tierra alimenta el mesianismo profético. Por mesianismo profético entendemos esa interpretación del tiempo que hace añicos la creencia en el progreso, destroza todas las figuras modernas de la necesidad -civilización, progreso, ciudadanía- y, en última instancia, vuelve del revés la propia historia. Para Lame, los lugares y el pasado inscrito en ellos no son sólo lugares de memoria: son portadores de una queja que exige reparación. Topografiar los territorios ancestrales consiste precisamente en sacar a la luz el pasado latente conservado en esos lugares y vincularlo al presente.
El pueblo Nasa celebra el ritual de revitalización de la Madre Tierra (Sauukelu Kiwe Kam). Durante este ritual, los Nasa recorren los distintos lugares sagrados de la región de Tierradentro portando el tronco de un roble, que es erigido en la cima de una montaña como ofrenda a la Madre Tierra. Las ofrendas adheridas al poste tienen como objetivo fecundar, equilibrar y proteger el territorio y la comunidad. Créditos: Ariel Arango, del colectivo Entrelazando.
La trayectoria territorial -como política de emergencia y reconexión- forma parte de una espiral temporal. Esta concepción alternativa del tiempo y la historicidad despliega una temporalidad que no es estática ni está cerrada sobre sí misma. El tiempo como espiral es un tiempo de paso en el que el pasado puede suceder al presente y el presente al futuro. Al abrir una brecha hacia el inframundo que permanece invisible para los blancos, el tiempo en espiral permite vislumbrar la inminente inversión del mundo: Así, muchas familias indias hicieron sus lúgubres hogares en el vientre de la tierra para escapar de la cuchilla de los malhechores que se abalanzaron como lobos voraces sobre el pueblo indio colombiano en 1502, 1503 y 1509. Este crimen se ha ocultado, señores; pero la justicia vendrá; el indio colombiano recobrará su trono, etc., etc.22.
Si bien el mesianismo de Lame puede vincularse a una concepción escatológica judeocristiana, también hunde sus raíces en el imaginario cultural andino y su concepción cíclica del cambio, ilustrada por la noción aymara -pero muy extendida en los Andes- de pachakuti. Esta palabra asocia el espacio-tiempo en su dimensión cíclica (pacha) con la idea de inversión, de cambio radical (kuti). Pachakuti describe a la vez una revolución (en el sentido cósmico) y una renovación del mundo. Lejos de ser una simple tabula rasa, esta gran inversión es más bien un proceso de resurgimiento durante el cual el espacio-tiempo interior, sepultado por el espacio-tiempo de la ocupación colonial, emerge y resurge. Es, literalmente, una subversión del poder y del orden existente: lo que está dentro sale a la luz y lo que está fuera vuelve a la oscuridad.
El ascenso de la humanidad no se resuelve con la integración en la comunidad nacional, ni con el reconocimiento: implica la emergencia, desde las profundidades de la tierra, de un mundo nuevo; un espacio-tiempo liberado de la lógica de la dominación colonial y de la relación con el mundo característica de la modernidad occidental; un mundo en el que resurgirían las formas de vida dejadas en desorden y en el que se restaurarían la dignidad y la soberanía política de las comunidades. Lame llama a este «Nuevo Mundo» Guanahani23.
9. Palestina y el derecho internacional
Una larga pero interesante entrevista a un especialista palestino en derechos humanos sobre las recientes decisiones de los tribunales internacionales mundiales y las posibilidades que ofrecen a los palestinos. https://www.972mag.com/issam-
«El orden jurídico internacional necesita reparaciones, y Gaza forma parte de ellas».
El director de Al Mezan, Issam Younis, explica los obstáculos y las oportunidades para los palestinos tras las grandes intervenciones de los principales tribunales del mundo.
Por Ghousoon Bisharat 24 de mayo de 2024
En una semana vertiginosa para la evolución jurídica mundial, dos de los más altos tribunales del mundo adoptaron medidas históricas para hacer frente a la guerra de Gaza que se libra desde los atentados del 7 de octubre.
El 20 de mayo, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Khan, anunció que solicitaba órdenes de detención contra varios altos dirigentes israelíes y de Hamás por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad: El primer ministro Benjamín Netanyahu y el ministro de Defensa Yoav Gallant, a quienes acusó de matar de hambre intencionadamente y dirigir ataques contra civiles palestinos en Gaza; y Yahya Sinwar, Mohammed Deif e Ismail Haniyeh, a quienes responsabilizó de dirigir la matanza y el secuestro de civiles israelíes el 7 de octubre.
Más tarde, el 24 de mayo, en el marco de la causa en curso contra Sudáfrica, que acusa a Israel de genocidio, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ordenó a Israel que detuviera inmediatamente su invasión terrestre de Rafah, de varias semanas de duración, exigió a Israel que reabriera el paso fronterizo de Rafah con Egipto para permitir la entrada de ayuda humanitaria y de investigadores bajo mandato de la ONU, y reiteró su llamamiento a la liberación inmediata de todos los rehenes israelíes aún retenidos en Gaza.
Para desentrañar la importancia de estos acontecimientos, +972 habló con Issam Younis, director del Centro Al Mezan para los Derechos Humanos, con sede en Gaza , y ex comisario general de la Comisión Independiente Palestina para los Derechos Humanos. Younis fue desplazado con su familia de la ciudad de Gaza al comienzo de la guerra, antes de abandonar la Franja para dirigirse a El Cairo, donde permanece actualmente.
En una amplia entrevista, Younis acogió con satisfacción la petición de Khan de órdenes de detención, haciendo hincapié en la necesidad de utilizar todas las herramientas legales para que Israel rinda cuentas; del mismo modo, consideró la sentencia de la CIJ como un paso importante para garantizar un alto el fuego permanente en Gaza. Sin embargo, advirtió Younis, el sistema global de derecho internacional está claramente en su punto de ruptura.
Los palestinos, explicó, sienten que existe un «antagonismo crónico» entre su búsqueda de justicia y un mundo en el que las normas del Derecho internacional sólo se aplican de forma selectiva a determinados actores. Gaza, en opinión de Younis, es por tanto una prueba para el orden jurídico, ya que los países del Sur Global luchan por mantener las convicciones morales articuladas por el Norte Global hace casi ocho décadas.
Younis argumentó además que apuntar a Netanyahu y Gallant era lo «más fácil de hacer», ya que son las caras públicas impopulares de la campaña militar de Israel. Pero subrayó que la CPI debe perseguir a toda una serie de funcionarios que ejecutaron los crímenes, incluidos los que están siendo examinados por la investigación más amplia de la Corte sobre los territorios ocupados, como la expansión de los asentamientos en Cisjordania. Aun así, Younis se mostró prudentemente optimista: «La justicia no se consigue por KO, sino por puntos», afirmó.
La entrevista ha sido editada para mayor extensión y claridad.
Muchos palestinos llevan mucho tiempo sintiendo que el derecho internacional no les ha protegido ni ha hecho avanzar su lucha, culminando en lo que vemos hoy en Gaza. Como persona que ha dedicado su vida a este campo, ¿qué les diría a sus compatriotas palestinos sobre cómo ver la evolución jurídica actual?
Hay dos respuestas a la petición de Khan de órdenes de detención. La primera es que somos optimistas a largo plazo, en el plano estratégico. No somos ingenuos, y somos conscientes de que el derecho internacional es el producto de lo que los Estados aceptan para sí mismos. Pero intentamos en la medida de lo posible utilizar las herramientas existentes. Como escribió el poeta Al-Tughra’i, «qué estrecha sería la vida sin el espacio para la esperanza», así que debemos mantener viva la esperanza.
La segunda respuesta requiere comprender el sistema jurídico internacional. Las Naciones Unidas, las Convenciones de Ginebra y otros regímenes e instituciones de posguerra fueron creados por los vencedores: para proteger la paz y la seguridad internacionales, mantener el orden mundial y facilitar la cooperación internacional. Estas normas se han vuelto demasiado estrechas para hacer frente a las injusticias existentes en el mundo, hasta el punto de que ahora el derecho internacional sólo se aplica claramente a algunos países y a algunos seres humanos, pero no a todos. ¿Cómo puede explicarse de otro modo esta inmoralidad [en la respuesta de los países occidentales a Gaza]?
Por supuesto, el statu quo [de aplicar selectivamente el derecho internacional] es peligroso. Pone de manifiesto una crisis en todo el sistema. El genocidio de Gaza confirma que este orden internacional ha llegado a su vejez; las normas de 1945 no pueden mantenerse en pie en la actualidad. Pero sigue formando parte de nuestro sistema como palestinos. Si podemos lograr justicia a través de estos recientes acontecimientos, bien; si no podemos, es una oportunidad para maximizar nuestro compromiso político y legal y demostrar la ausencia de justicia.
Los palestinos de todo el mundo -ya sea en Cisjordania, Gaza, Jerusalén, la diáspora o dentro de Israel- sienten que existe un antagonismo crónico entre la justicia y la realidad del mundo. El asalto a Gaza, como la degradación más brutal y criminal de los valores morales y jurídicos, ha puesto [la falta de justicia] en el primer plano de la agenda mundial.
Sin embargo, a los palestinos les digo: por brutal y criminal que sea la situación, la justicia prevalecerá. Porque por mucho que la gente se acostumbre a ver sangre y muerte, ésta es una situación anormal. No está bien y algún día las cosas cambiarán. La justicia no se consigue por KO, sino por puntos totales, y la víctima siempre debe hacer buen uso de las herramientas de que dispone.
Existe un claro movimiento en todo el mundo: hay protestas masivas en las calles y en los campus. La guerra de Gaza no sólo está alterando el orden mundial, sino que está revelando una nueva relación entre el Norte y el Sur globales. El hecho de que Sudáfrica liderara el caso de genocidio en la CIJ no fue sólo simbólico; la alineación de Estados del Sur tras él, tanto declarados como no declarados, es importante.
El otro mundo, el de los europeos blancos del Norte, debe darse cuenta de que las cosas ya no son como antes. El orden internacional necesita reparaciones, y Gaza forma parte de ello. Pensábamos que, a pesar de la brecha entre el Sur y el Norte, compartíamos algunos valores con toda la comunidad internacional, sólo para descubrir que ni siquiera [los conceptos más básicos] están consensuados.
La prueba de esta inmoralidad es que la guerra contra Gaza sigue en curso después de ocho meses, y que el asesinato de [más de 15.000] niños es un tema discutible. Mientras el mundo no intervenga, y siga enviando cargamentos de armas y prestando apoyo político, significa que el mundo está aceptando la matanza de niños porque el niño no es blanco, y cree que todo palestino es un escudo humano, un terrorista o un obstáculo en el camino hacia un nuevo Oriente Medio.
¿Qué opina de la decisión de hoy de la CIJ?
Se trata de un avance muy significativo, un paso crucial [no sólo] para poner fin al genocidio en Gaza, sino también para allanar el camino para que Israel rinda cuentas por el crimen de genocidio.
La CIJ pide a Israel que «detenga inmediatamente su ofensiva militar, y cualquier otra acción en la gobernación de Rafah, que pueda infligir al grupo palestino de Gaza condiciones de vida que puedan provocar su destrucción física total o parcial». Entiendo este texto como un llamamiento al alto el fuego: la CIJ está ordenando a Israel que detenga su operación militar en toda la Franja de Gaza, añadiendo a continuación una coma muy importante, seguida de «cualquier otra acción en la Gobernación de Rafah».
En mi opinión, se trata de la CIJ ordenando a Israel que ponga fin a toda su guerra, aunque esperaba que el tribunal fuera más claro [en su formulación].
¿Qué piensan los palestinos de Gaza de estos acontecimientos en la CPI y la CIJ?
Los habitantes de Gaza están muy enfadados con todo el orden mundial y con las instituciones de justicia existentes. El tiempo se mide con sus cadáveres, y el resto sólo está vivo por casualidad. Se sienten abandonados, y que el mundo es cómplice de lo que les está ocurriendo. Mientras no detengan esta guerra, formarán parte de ella.
ONG palestinas como Al Mezan han colaborado con la CPI para investigar casos que se remontan a la guerra de 2014. Qué opina de la lentitud de esas investigaciones, que aún no han dado lugar a ninguna acusación, y de las rápidas que se hicieron a causa de la guerra actual?
El origen de la historia se remonta a la guerra de Gaza de 2008-9. Acudimos al entonces fiscal de la CPI, Luis Moreno Ocampo, y le pedimos que investigara [la conducta de Israel en la guerra] como violación del Estatuto de Roma. Tres años más tarde, Ocampo volvió a nosotros para decirnos que la condición jurídica del Estado de Palestina no estaba clara para las tres partes principales -la Asamblea General de la ONU, el Consejo de Seguridad de la ONU y los Estados Partes en el Estatuto de Roma-, por lo que no podía abrir una investigación.
Cuando Palestina se convirtió en Estado observador no miembro de la Asamblea General de la ONU en noviembre de 2012, tuvimos una nueva apertura: Palestina tenía ahora el «carácter» de un Estado que podía firmar el Estatuto de Roma, por lo que se convirtió en una de las 124 partes de la CPI.
Ocho años más tarde, la fiscal de la CPI, Fatou Bensouda, decidió que habíauna base sobre el asunto, y la Sala de Cuestiones Preliminares [tras confirmar el estatuto de Palestina como Estado] permitió la apertura de una investigación en 2021. Desde entonces, la investigación no ha avanzado ni un milímetro, a pesar de varias guerras lanzadas contra Gaza, la continuación del bloqueo y otros crímenes.
Así que creo que la reciente decisión de Khan sugiere que no puede permanecer callado ante esta salvajada. También muestra la magnitud de la presión ejercida sobre el tribunal.
La solicitud de Khan de dictar órdenes de detención contra Netanyahu y Gallant -ambos figuras políticas impopulares e indeseables para muchos, incluido Estados Unidos- era lo más fácil. El mundo se dio cuenta, aunque tarde, de que Netanyahu es un obstáculo. Y en cuanto a Gallant, sus declaraciones diciendo «Estamos luchando contra animales humanos» y «He ordenado el asedio total de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible» son pruebas de brutalidad política. El fiscal no pudo permanecer neutral.
Elegir el camino fácil explica por qué no hay órdenes de detención contra quienes ejecutaron y ordenaron esos crímenes: los oficiales de seguridad y militares, y todos los demás miembros del gabinete de guerra israelí. El criminal, según el Estatuto de Roma, es aquel que ordenó, ejecutó, ayudó e incluso condonó el crimen, por lo que es inconcebible que no se den órdenes a otros responsables directos.
¿Por qué pidió el fiscal órdenes de detención relacionadas únicamente con delitos cometidos desde el 7 de octubre?
Espero que ésta sea la primera ronda. El deber del fiscal es investigar todos los delitos que amenazan la paz y la seguridad internacionales y examinar todo el expediente, no ser selectivo y parcial.
Pero parece que está bajo presión y no podría ir más allá del 7 de octubre. Si lo hiciera, significaría abrir el expediente de los asentamientos [en Cisjordania]. Para los palestinos, los asentamientos no son menos peligrosos que la guerra actual, porque significan eliminar cualquier posibilidad de existencia del pueblo palestino. El traslado de una población a un territorio ocupado es un delito grave según el Estatuto de Roma y los Convenios de Ginebra. Esperaba que formara parte del actual caso de la CPI, pero parece que esto es lo máximo que Khan puede hacer ahora.
La presión sobre él también explica por qué optó por solicitar órdenes de detención contra tres miembros de Hamás y sólo dos israelíes. Además, a los palestinos se les imputan ocho delitos, a los israelíes siete, y sólo a los palestinos se les acusa de tortura, malos tratos, etc., mientras que los delitos de secuestro, desaparición y detención de palestinos en prisiones militares israelíes ni siquiera se mencionan. Llevo 35 años trabajando en este campo y nunca he visto tanta brutalidad [contra los presos]: 27 palestinos fueron asesinados en cárceles israelíes, no «combatientes ilegales», sino trabajadores que casualmente estaban en sus lugares de trabajo cuando Hamás lanzó su ataque, todos pasaron la verificación de seguridad y se les concedieron permisos para trabajar dentro de Israel.
El fiscal también optó por no mencionar el delito de genocidio. Sin embargo, lo que está ocurriendo ahora es un genocidio en todos los sentidos, y el equipo jurídico sudafricano presentó pruebas fiables [de ello] ante la CIJ.
Una cuestión clave en relación con la intervención de la CPI es la complementariedad (es decir, que Israel se investigue a sí mismo). ¿Cuál ha sido la experiencia de Al Mezan con el sistema judicial israelí a la hora de exigir responsabilidades?
Como institución de derechos humanos, tratamos con la autoridad existente siempre que ofrezca cierto respeto por los derechos humanos de los ciudadanos. Entre las partes con las que nos relacionamos, por ejemplo, está el Cuerpo de Abogados Generales Militares de Israel ( Cuerpo MAG). En la guerra de 2014 y antes, presentamos cientos de solicitudes sobre los delitos más graves cometidos. La gran mayoría de los casos no se investigaron, salvo los relacionados con la disciplina militar, como el caso de un soldado que robó una tarjeta de crédito. No se investigaron los asesinatos de familias enteras que fueron borradas del registro civil, ni la destrucción de un hospital. Pero tenemos que agotar todos los medios de litigio a nivel nacional frente a la potencia ocupante.
Israel es casi el único país del mundo donde el poder judicial boicotea a la víctima. Así se recoge en la Enmienda de 2012 de la Ley de Responsabilidad del Estado [nº 8]. En muchos países, las víctimas boicotean al poder judicial porque consideran que no es independiente, imparcial o neutral.
Nuestro planteamiento era: «Somos de Gaza y los jueces israelíes tienen que hacernos justicia», pero siempre dan cobertura política y jurídica [al Estado]. Una víctima [a la que representamos] perdió su casa en 2008 y la reconstruyó; en 2012, mataron a un familiar suyo; y en 2014, el ejército volvió a destruir su casa. Ningún tribunal israelí le hizo justicia. Entonces, ¿adónde va? El principio de complementariedad es fundamental, pero en el caso de Israel, su sistema judicial no puede proporcionar justicia a los palestinos.
¿Cómo ve la reacción de Estados Unidos ante la noticia de la CPI?
Estados Unidos es parte del problema, no de la solución. Estados Unidos presionó al tribunal, y cuando la anterior fiscal Fatou Bensouda abrió una investigación, fue castigada: la Administración Trump revocó los visados de Bensouda y otros ayudantes, además de otras medidas de represalia. Durante la Administración Bush, Estados Unidos también firmó acuerdos con la mayoría de los Estados parte del Estatuto de Roma para no extraditar ni detener a ningún ciudadano estadounidense acusado de crímenes de guerra, y concedió así inmunidad a sus soldados. Esta semana, senadores estadounidenses firmaron declaraciones amenazantes contra el tribunal. Esto no tiene precedentes.
¿Qué se puede esperar de un país que piensa y actúa así? Si Estados Unidos quisiera poner fin a la guerra, lo habría hecho en cinco minutos, con una llamada telefónica de Biden. Para Estados Unidos, el tribunal es excelente mientras emita una decisión para detener a Putin, pero se convierte en un problema cuando se ocupa de otros casos de sus aliados cercanos. Estados Unidos está arrastrando al mundo hacia situaciones peligrosas e incluso catastróficas.
¿Qué significan las órdenes de detención para las obligaciones de Palestina como signataria del Estatuto de Roma, incluido el hecho de que Sinwar y Deif se encuentren en territorio palestino?
Convengamos en que el Estado de Palestina no ejerce ningún tipo de soberanía y es un Estado bajo ocupación. Es un Estado virtual. Si el propio presidente quiere desplazarse de un lugar a otro de Cisjordania o fuera de ella, necesita la aprobación de los israelíes. El mundo es consciente de que la Autoridad Palestina no tiene poderes para detener a nadie. Quiere cumplir sus obligaciones legales como Estado independiente, pero no puede.
[En cuanto a Hamás, no somos nosotros quienes establecemos el derecho internacional, pero hay normas que se aplican a todos y que todos deben respetar. La resistencia y la lucha forman parte de la naturaleza humana, que trata de hacer hincapié en la moralidad y en las leyes humanitarias que el mundo civilizado ha aceptado para sí. Siempre es necesario reflexionar sobre los medios de resistencia y sobre cómo puede lograr los mejores resultados posibles. La resistencia siempre necesita revisiones, pero esto no niega que haya una ocupación y que haya que resistirse a ella.
La pregunta más importante es cómo puede hacerlo el pueblo palestino mientras está sometido a este salvajismo y agresión. Al final, el árbol de la vida es perenne, y la teoría es gris.
Hay que poner fin a este conflicto y proporcionar a los palestinos todos los recursos morales, jurídicos y humanitarios para que puedan ejercer su derecho a la autodeterminación. Por cierto, no se trata sólo del derecho a un Estado propio; estoy en contra de la idea de que el problema de los palestinos es que no tienen un Estado. De hecho, el pueblo palestino busca el derecho a la autodeterminación para poder decidir nuestro destino. ¿Quizá no queremos un Estado?
Es la primera vez que se acusa formalmente a dirigentes palestinos de crímenes de guerra internacionales. ¿Qué significa esto para la lucha y la resistencia palestinas? ¿Significa también la decisión de la CPI que existen líneas rojas para la resistencia?
Como instituciones de derechos humanos, creemos que todo aquel que viole el Estatuto de Roma, independientemente de su nacionalidad, debe comparecer ante la justicia y asumir la responsabilidad de sus actos.
Soy de la opinión de que, aunque esta decisión de solicitar órdenes de detención contra Sinwar, Deif y Haniyeh sea inaceptable para algunos palestinos, es una oportunidad para que cualquier acusado comparezca ante el tribunal, defienda su versión, ponga las cosas en contexto y presente pruebas. Al fin y al cabo, aunque se dicten órdenes de detención, los acusados siguen siendo inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
No somos nosotros quienes decidimos qué es un crimen de guerra: al final, el tribunal decidirá. Pero el propio tribunal tiene que ser muy creíble, y no politizar la cuestión, porque el sistema internacional está ahora a prueba. Y seguimos preguntando en voz alta: «¿Quién está cometiendo un genocidio?».
En cuanto a la elección entre resistir y negociar [con Israel], en mi opinión, ambas son problemáticas mientras estas opciones no cuenten con el consenso del pueblo. Pagaremos un precio por cualquiera de las dos opciones, pero es un precio que estamos dispuestos a pagar. Lo importante es que existe una causa justa y queremos poner fin a la ocupación, pero hay un esfuerzo organizado para tachar de inmoral cada una de nuestras acciones.
¿Confía en que el mundo acatará las órdenes de detención?
Seguimos creyendo que mantener la seguridad, la estabilidad y la paz internacionales es un deber del mundo. Es interesante que un país que da cobertura al genocidio, como Alemania, diga que hay que respetar las decisiones del tribunal. El incumplimiento de estas decisiones significaría que el mundo ha olvidado el Estado de derecho y está pasando al imperio de la selva.
¿Cómo podría influir en el caso de la CIJ el hecho de que la CPI haya dictado órdenes de detención?
Son dos espacios diferentes y cada tribunal tiene plena independencia, sin relación oficial entre ellos. Pero dado que la CIJ está debatiendo el caso de genocidio, esto puede ayudar al fiscal de la CPI a acusar a los israelíes imputados. Sin duda, el caso de la CIJ ayuda a crear el entorno adecuado [para las acciones de la CPI]. La CIJ aceptó la petición de Sudáfrica, lo que significa que la demanda tiene fundamento. Corresponde al tribunal decidir sobre el fondo, pero desde un punto de vista procesal, el fiscal de la CPI no debería haber tenido miedo de presentar los cargos de genocidio contra los individuos israelíes.
Usted y su familia abandonaron Gaza en diciembre y ahora se encuentran en El Cairo. ¿Cómo se siente en este momento?
Estamos vivos por casualidad, y seguimos vacilando entre la vida y la muerte. Lo más importante para mí es ser fuerte y apoyar a mi mujer y a mis hijos. Estoy en El Cairo, pero mi corazón y mi mente están con mi familia, mis vecinos, mis colegas y mis amigos de Gaza.
Hemos perdido nuestras casas y propiedades. El 13 de octubre me vi obligado a abandonar mi casa en el barrio de Al-Rimal, en la ciudad de Gaza. Mi casa y mi oficina sufrieron graves daños, y todo el edificio de mi hijo quedó destruido, alcanzado por un misil. Estuvimos desplazados en Rafah durante unos meses, a diferencia de muchos otros que murieron cuando sus casas fueron blanco de los ataques, y abandonamos Gaza el 3 de diciembre.
Lo que vivimos en Gaza fue increíble. Nunca olvidaré el miedo que me producían los bombardeos con cinturones de fuego. Imagina el sonido de los disparos de un fusil automático; ahora imagina lo mismo desde aviones. Se lanza a la misma velocidad, segundos entre cañón y cañón, en una zona residencial llena de niños y mujeres. El estado de terror es indescriptible. He perdido a muchos familiares y amigos. Intento no escuchar las noticias, porque las noticias siempre te traen los nombres de las personas que fueron asesinadas.
¿Volverás a Gaza?
Sí, por supuesto. Cuando acabe la guerra, quiero volver y contribuir a reconstruir Gaza. No hay dignidad para ti salvo en tu tierra natal. Quiero volver, pero puede que mi familia no regrese porque no hay casas, hospitales, escuelas ni universidades.
Comprendo a los que dicen que no pueden volver, porque todas las necesidades de la vida han sido completamente destruidas. Comprendo a los jóvenes que consiguieron salir y no quieren volver. Pero yo volveré para reconstruir Gaza para la generación joven, para mis hijos y mis nietos.
Ghousoon Bisharat es redactora jefe de +972 Magazine.