DEL COMPAÑERO Y MIEMBRO DE ESPAI MARX, CARLOS VALMASEDA.
INDICE
1. Entrevista a Ilan Pappé.
2. Nos hemos creído la propaganda.
3. El desmoronamiento europeo visto desde Moscú.
4. La farsa «democrática» europea.
5. Repaso a la actualidad de Hudson y Wolff.
6. La congelación de la ayuda estadounidense a Ucrania (observación de Joaquín Miras).
7. Lectura ecológica de Marx.
8. Bookchin y el «municipalismo libertario» español (Observaciones de Joaquín Miras y de José Luis Martín Ramos)
1. Entrevista a Ilan Pappé.
Ilan Pappé ha estado por España presentando su último libro, y ha concedido alguna entrevista. Salvador ya publica una en su página, así que os paso esta otra de CTXT.
https://www.lamarea.com/2025/
«EL concepto de Estado-nación se está convirtiendo en un proyecto racista”
Diego Gómez Pickering Barcelona , 1/03/2025
En ocasión del lanzamiento en España de su más reciente libro, Breve historia del conflicto entre Israel y Palestina (Capitán Swing, 2024), traducido por Lidia Pelayo Alonso, conversé en un rincón de la Rambla barcelonesa con el historiador israelí afincado en el Reino Unido Ilan Pappé (Haifa, 1954) sobre la importancia de contextualizar históricamente la limpieza étnica de los palestinos y la necesidad de revalorizar la multiculturalidad de nuestras sociedades.
¿Por qué es importante escribir este libro ahora? ¿Por qué retomar la historia?
Considero que es relevante mirar al contexto histórico para entender lo que ha pasado en Palestina durante el último año y medio. Tras la irrupción de la guerra en Ucrania, Israel y Palestina dejaron de ser parte del ciclo noticioso, la gente olvidó lo que estaba pasando ahí. Llegado el 7 de octubre de 2023, Palestina volvió al centro de la opinión pública en muchos lugares del mundo. Fue muy interesante la respuesta que dio el secretario general de Naciones Unidas, condenando el ataque pero recalcando que no se dio en un vacío, sino que hay un contexto histórico relacionado, a lo que Israel reaccionó de forma inmediata solicitando su dimisión. Su comentario me alertó al respecto de que ahora los israelíes exigirán a todo periodista y académico en cualquier parte del mundo omitir el contexto, ninguna mención a la ocupación, a la colonización, al sufrimiento de los palestinos, a 1948. Tienen una narrativa preparada al respecto de lo que sucedió el 7 de octubre: Irán, el imperio del mal y sus agentes que pretenden destruir Israel y ya está, nada más. Me di cuenta de que incluso los mejores periodistas no tienen el tiempo ni el espacio para realizar esta investigación que provee contexto histórico, y sentí que ellos y la gente en general necesitan acceder y conocer de forma concisa y breve el contexto histórico del conflicto. Así es como escribí el libro.
En su libro menciona que Palestina nunca ha estado separada del mundo árabe, que es parte fundamental de éste. Sin embargo, en el terreno vemos una división que parece insalvable, ¿cómo la explica?
El Levante siempre estuvo interconectado de manera muy orgánica. Las personas se movían libremente entre Damasco, Beirut y Haifa. Sin embargo, dos fuerzas separaron a la gente. Por un lado, el colonialismo franco-británico que siguió al fin de la Primera Guerra Mundial y que dividió al Levante en pequeños Estados nacionales fraccionados, y por el otro, el sionismo. El sionismo tuvo un rol particularmente relevante en extraer a Palestina de dicho contexto histórico, social y cultural. Lo que me llama la atención es que, aunque la separación funcionó, el sistema que se creó para tal efecto no está aguantando: Siria ya colapsó, el futuro del Líbano no es muy esperanzador ni tampoco el de Palestina o el de Israel, y lo mismo podríamos decir incluso de Irak. El sistema político no funciona, por eso creo que existe la oportunidad de recrear el mundo que existía antes, claro que adaptándolo al siglo XXI, tomando como base los principios de coexistencia prevalentes entonces. Y esto conllevaría una realidad distinta para la Palestina histórica. Soy consciente de que estamos en un momento en que la separación y las divisiones son demasiado profundas, aun así, creo que estamos frente al fin de una era, no ante el inicio de una. Añadiría como mensaje a los israelíes: puede que piensen que son parte de Europa, pero pertenecen al mundo árabe, forman parte de los problemas del mundo árabe, pero también podrían ser parte de la solución. Eso depende de ustedes.
¿Considera que la reelección de Donald Trump a la Casa Blanca es una buena noticia para el sionismo?
Si pensamos en el primer período de Trump como presidente y en el equipo que le acompañó en aquel momento, es evidente que muchos de ellos pertenecen a la rama fundamentalista del cristianismo evangélico que cree que la presencia judía en Palestina obedece a un mandato divino. En esta nueva Administración hay mucha gente ocupando posiciones clave en el Gobierno que piensa de forma similar, aunque no considero que Trump sea uno de ellos, a pesar de que los vea como sus mejores aliados y por lo tanto esté dispuesto a apoyar sus ideas, hasta cierto punto. Lo hemos visto en la forma en que forzó a Netanyahu a acordar un alto al fuego, algo que éste rehusaba vehementemente, echando mano de sus amigos evangélicos para evitar que Trump le conminara a aceptarlo, sin éxito. Pareciera que Trump tiene su propia agenda, errática. Lo que es un hecho es que se trata de un hombre de negocios, para quien Israel conlleva un valor económico; el día que deje de hacerlo podría cambiar de parecer. De cualquier forma, considero que el lobby evangélico en los Estados Unidos es un gran activo para Israel. La pregunta que hay que hacerse es si esto es suficiente para Israel, si puede sostenerse Israel solamente con el apoyo de los evangélicos cristianos, por poderosos que sean, porque están perdiendo a la comunidad judía, sobre todo en Estados Unidos.
¿Ha alcanzado la deshumanización de los palestinos niveles insospechados?
Creo que el ataque de Hamás del 7 de octubre eliminó todas las inhibiciones que aún persistían entre los israelíes al respecto de la deshumanización de los palestinos. Antes había más prudencia, no se escuchaba a primeros ministros ni a miembros del gabinete hablar de esa manera al referirse a los palestinos, en inglés al menos, eran mucho más cuidadosos. Ahora, todo el mundo habla abiertamente de una manera completamente deshumanizada. Es interesante subrayar cómo la Corte Internacional de Justicia utilizó el mismo lenguaje de los funcionarios israelíes para justificar que lo sucedido en Gaza ha sido un genocidio.
Durante los últimos años hemos sido testigos de una creciente desconsideración hacia las principales instituciones multilaterales y el sistema internacional creado tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué implicaciones tiene esto?
Es importante entender que esto va más allá de Gaza y de Palestina, se trata del futuro del mundo. Sin un sistema internacional que sea respetado, el mundo no será capaz de lidiar con retos que requieren de la cooperación internacional, como es el caso del calentamiento global, la pobreza y la migración. Considero que hay una grave crisis de confianza en el sistema legal internacional que afecta a todas las instituciones que conforman las Naciones Unidas. El Sur Global observa detenidamente cómo se ha conducido este sistema en el caso de Gaza, pues existe la percepción de que el sistema legal internacional opera bajo un doble estándar, hipócrita, que ha ayudado a Occidente a controlar el resto del mundo en lugar de fomentar la justicia global. Es irónico presenciar cómo los estadounidenses están contribuyendo a desmantelar el sistema que ellos mismos ayudaron a crear en 1945. Y esto es muy peligroso, un mundo sin un sistema internacional respetado es un mundo incapaz de lidiar con los problemas más acuciantes a escala global.
¿Cuándo comenzó la limpieza étnica del pueblo palestino?
Como otros movimientos similares de colonialismo de asentamientos, el sionismo quiere apropiarse del territorio, pero sin incluir a la gente que lo habita. El problema es que cada vez que ocupa más territorio se enfrenta con un mayor número de personas que no quiere. En 1947-48, Israel expulsó a 750.000 palestinos de sus lugares de origen. Luego llegó 1967 y los sionistas liberales quisieron apropiarse de Cisjordania y Gaza, pensaban que fue un error no haberlo hecho antes y se alegraron de que la Guerra de los Seis Días les proveyera la oportunidad de hacerlo. Pero en lugar de expulsar a los palestinos que vivían ahí, decidieron dejarlos, hasta la fecha, bajo un régimen de ocupación permanente y sin derechos. Pero esto tampoco ha funcionado para su aspiración de crear un Estado judío desde el río Jordán hasta el Mediterráneo sin un solo palestino. La actual élite política israelí tiene la idea de continuar el trabajo que se hizo en 1948, creen que en este momento el mundo está listo para permitirles hacerlo porque hay gobiernos populistas y de extrema derecha que les apoyan. No considero que sea un proyecto exitoso, aunque el simple intento de llevarlo a cabo nos violenta.
¿Cómo podemos fortalecer y recalibrar el valor de la diversidad cultural, religiosa, étnica y lingüística en el interior de nuestras sociedades?
Me parece que el concepto de Estado-nación, en tanto creación humana, inició con un buen propósito: poner fin a modelos políticos feudales, aristocráticos, absolutistas, imperialistas. Ante esta clase de ejercicio del poder, el Estado-nación ofrecía una alternativa más justa de gobierno, democrática si acaso. Sin embargo, hoy en día el concepto de Estado-nación se está convirtiendo en algo completamente distinto, en un proyecto racista que permite incluso mayor opresión que la de los modelos políticos a los que sustituyó, pues los actuales Estados-nación trabajan de la mano y en colusión con grandes imperios tecnológicos para imponer su agenda, que en algunos casos podríamos calificar como terrorismo de Estado. Esta es la era del populismo y me parece que se trata de un momento histórico que se repite. La historia, desde mi perspectiva, es cíclica, no lineal. El populismo es una llamarada, puede ser muy dañina al encenderse, pero carece del oxígeno suficiente para mantenerse viva. Y me parece que en esta ocasión también se extinguirá, como ya lo fue en el pasado.
¿Por qué es importante diferenciar entre antisemitismo y antisionismo?
Hoy en día es más importante que nunca, puesto que Israel alega antisemitismo frente a cualquier argumento que contenga críticas legítimas a su forma de actuar, con el propósito de silenciarlas. En este sentido, es importante que la gente que está genuinamente consternada por la supervivencia de los palestinos no sienta que no puede alzar la voz, no debe sentirse intimidada por estas presuntas acusaciones de antisemitismo. El sionismo nació como una manera de combatir el antisemitismo, como una opción válida, el problema fue que conllevó casi desde su inicio la idea de dotar a los judíos de un territorio para crear un Estado-nación basado en la especificidad de su religión y que se eligió el territorio de Palestina para ello, aunque implicara deshacerse de los palestinos. Aquí es donde confluyeron antisemitismo y antisionismo. El antisemitismo es el odio a los judíos por su religión, el antisionismo es oponerse a una ideología que causa daño a otra gente.
En su libro menciona que la solución de dos Estados ha fracasado estrepitosamente porque sus premisas son erróneas. ¿Qué alternativa sugiere?
Desde mi punto de vista, la única alternativa es la construcción de un solo Estado, laico y multicultural, compartido por israelíes y palestinos. Sé que se trata de una idea utópica, incluso poco práctica, no creo que pueda convencerse a los israelíes de renunciar a sus privilegios o a sus aspiraciones de eliminar a todos los palestinos, aunque eso no sólo depende de los israelíes. Creo que el único futuro es el establecimiento de un solo Estado democrático que garantice igualdad de derechos para todos, independientemente de su religión, etnia, lengua o género, tal como existe en algunas otras partes del mundo. No es en absoluto un sistema político ideal ni la panacea, quizá la democracia sea el menos malo de los modelos que existen, y ojalá algún día se invente uno mejor, pero es lo que más efectivo resultaría para Israel y para Palestina. Sobre esto hemos debatido, durante años, varios colegas y yo, y no sólo se trataría de adoptar un modelo democrático a la europea, sino de recrear las buenas cosas que teníamos en esta parte del mundo antes de la creación de los Estados-nación, antes del imperialismo y la división franco-británica. Una sociedad que incluya respeto por las identidades colectivas, la coexistencia del siglo XIX traída al siglo XXI, con la fluidez que había entonces y sin olvidar la historia de los últimos cien años. Emular lo que se decía en algún momento: los mejores libros se escriben en El Cairo, se imprimen en Beirut y se leen en Jaffa.
2. Nos hemos creído la propaganda
Tomaselli cree que nuestra inepta clase política europea ha acabado creyéndose la propaganda de que estamos luchando por «valores», cuando estaba claro que no eran más que intereses.
https://giubberossenews.it/
El nudo Por Enrico Tomaselli 4 de marzo de 2025
Europa, que detesta a Trump, se dispone a hacer exactamente lo que quieren los EE. UU., pero convencida de hacerle una mala pasada al presidente estadounidense. Intentando comprender cuál es el nudo de toda la cuestión, porque Europa ya no sabe cómo moverse en el mundo.
Hay algo paradójico en esta defensa contra la administración Trump por parte de los líderes europeos, casi en su totalidad, que, por cierto, confirma que estos están compuestos en gran medida por ineptos, afectados por un infantilismo político aterrador que solo es comparable a su arrogancia.
Y lo paradójico es que, convencidos de hacerle una mala pasada a Trump, se disponen a hacer exactamente lo que Trump pide, es decir, encargarse ellos mismos de la defensa europea, ya que Estados Unidos ya no considera tan importante este teatro y quiere dirigir sus recursos militares a otros lugares. Por otra parte, para quien no estuviera ofuscado por su propia incapacidad cognitiva, estaba claro desde hacía tiempo que esta era la orientación hacia la que se dirigían los EE. UU. cuando Biden aún estaba en la Casa Blanca. Algo que se ha subrayado en varias ocasiones al escribir sobre el conflicto ucraniano. Esto pone de manifiesto que no se trata de un capricho del nuevo presidente, sino de una evolución estratégica estadounidense a la que Trump, en todo caso, solo ha aportado su estilo brusco y directo.
Lo que durante mucho tiempo ha escapado a los líderes europeos, y que evidentemente sigue escapándose, es que la crisis nacional e imperial de los Estados Unidos es profunda y significativa y que, por lo tanto, de una forma u otra, requiere medidas extraordinarias para ser abordada. Por lo tanto, en el fondo, no es tan sorprendente que la postura de Estados Unidos haya cambiado: son tiempos difíciles, en los que ya no hay espacio para el formalismo —que evidentemente se considera una pérdida de tiempo— y, en cambio, las relaciones de poder pasan brutalmente a primer plano. Lo que Trump está haciendo es quitarle a Estados Unidos el guante de terciopelo para agitar ostentosamente el puño de hierro. Pero que dentro del primero hubiera el segundo solo los tontos podían ignorarlo.
Así que tenemos una plétora de líderes y pequeños líderes que, frente a una administración estadounidense que nos dice que nos encarguemos nosotros mismos de la defensa del continente, corren de un lado a otro presa de la confusión, de acuerdo solo en que… ¡Europa debe defenderse sola! Convencidos, sin embargo, de que, al hacerlo, harán enfadar al insoportable inquilino de la Casa Blanca. De hecho, toda la retórica sobre la defensa de Ucrania «hasta el final» se reduce al final a la nada. Incluso los incompetentes como ellos son conscientes de que, en el estado actual, Europa no tiene ninguna posibilidad seria de intervenir a favor de Kiev, de una manera y/o en una medida siquiera vagamente significativa.
Lo que, sin embargo, creo que nadie ha señalado, y que, en cambio, es en mi opinión el verdadero quid de toda la cuestión, está en otra parte. Y reside en el hecho de que entre Europa y Estados Unidos hay una diferencia muy profunda, que está por encima de todas esas políticas, económicas, sociales y militares bien conocidas. De hecho, Estados Unidos siempre se ha movido en función de su propio interés nacional, incluso cuando lo ha revestido de nobles ideales válidos erga omnes, mientras que los países europeos, al menos desde 1945, cuando decidieron aceptar el papel de vasallos, han perdido esta ambición y esta capacidad. Y, si las primeras clases dirigentes de la posguerra tenían al menos el recuerdo de lo que significaba la defensa del interés nacional (y, cuando era posible, trataban de hacerlo valer, aunque fuera en el marco de la vasallaje), el progresivo declive de las siguientes, no solo desde el punto de vista político, sino literalmente desde el punto de vista cognitivo, ha producido la más absoluta incapacidad incluso para concebirlo. Por eso, entre otras cosas, toda esta agitación les parece a la vez triste y ridícula.
El punto de inflexión definitivo, desde cierto punto de vista, se produjo cuando, con la caída de la URSS, también cayó la división ideológica y la «izquierda» se alistó en el campo liberal (la tercera vía de Clinton y Blair). Mientras que Estados Unidos siempre ha sido pragmático, Europa del siglo XX ha estado fuertemente ideologizada; pero, cuando la confrontación en estos términos desapareció, no desapareció el sistema cultural en el que se basaba y las sociedades europeas de la posguerra fría se caracterizaron por una postura internacional en la que el complejo histórico de superioridad (forjado durante cinco siglos de colonialismo) desembocó en una nueva dimensión, en la que el lugar de las ideologías fue ocupado por los valores. La exportación de la democracia, las guerras humanitarias, que para Washington siempre han sido meros cortinas de humo para encubrir sus propios intereses, se han convertido para los europeos en manifestaciones de una noble misión de valores, en la que, una vez más, les correspondía llevar la civilización al mundo (esta vez precisamente en forma de democracia parlamentaria, libre mercado, etc.). En resumen, los europeos, en las últimas décadas, han creído realmente en las tonterías contadas por la propaganda estadounidense, de modo que mientras los EE. UU. tenían sus propias estrategias geopolíticas, y las llevaban adelante en base a sus propios intereses, aquí nos convencimos de ser los defensores-portadores de valores universales, que nuestros intereses estaban automáticamente garantizados por ello, y que en cualquier caso los valores debían prevalecer sobre los intereses.
Esto explica exactamente cómo fue posible que los países europeos, con un giro de 180° instantáneo, pasaran de la noche a la mañana a defender un régimen corrupto, antidemocrático y filonazi, arremetiendo ferozmente contra lo que hasta el día anterior se consideraba un vecino útil, y además con un fervor muy superior al de Estados Unidos. Esto explica por qué sacrificaron todo por ello (aceptando en silencio la destrucción de una arteria energética vital para su economía, enviando más ayuda a nivel mundial que la que enviaron los EE.UU., vaciando por completo sus arsenales), y porque hoy en día ni siquiera pueden concebir que se pueda renunciar a esta batalla por los valores democráticos, aunque no estén en absoluto en discusión en el conflicto, ni siquiera a costa de negarlos en su propia casa.
Aquí está el quid de la cuestión. Europa ha perdido toda noción de lo que significa reconocer y defender sus intereses y lo ha sustituido por una misión ilusoria de defensa de un sistema de valores considerado universal, pero al mismo tiempo de indiscutible primogenitura occidental. Y por eso odian a Trump: porque ha rasgado el velo de la hipocresía, poniendo en crisis toda la arquitectura imaginaria sobre la que se basaba la ilusión de vivir en el jardín de Eden democrático.
3. El desmoronamiento europeo visto desde Moscú
La visión rusa, de Lukyanov, sobre la esperpéntica situación en Europa occidental.
https://swentr.site/news/
Fyodor Lukyanov: Esta es la apocalíptica elección de Trump a la que se enfrenta la UE
Sin EE. UU., la estrategia de Ucrania se desmoronará
Por Fyodor Lukyanov, editor jefe de Russia in Global Affairs, presidente del Presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa, y director de investigación del Valdai International Discussion Club.
Los dramáticos acontecimientos del viernes por la noche en la Casa Blanca, protagonizados por el ucraniano Vladimir Zelensky, han colocado a Europa Occidental en una posición extremadamente difícil. Muchos de los líderes de la región, que van desde moderados hasta intensos escépticos del presidente estadounidense Donald Trump, han intentado, no obstante, preservar la tradicional alianza transatlántica. Han presionado a Washington para que encuentre una resolución al conflicto de Ucrania que se alinee con los intereses europeos. Pero la ruptura ahora pública entre Zelensky y Trump les ha despojado de esa oportunidad.
Ya sea a propósito o por accidente, Zelensky ha obligado a Estados Unidos a aclarar su postura: Washington es un mediador, no un combatiente, y su prioridad es poner fin a la escalada, no tomar partido. Esto marca un marcado alejamiento de la posición anterior, en la que Estados Unidos lideraba una coalición occidental contra Rusia en defensa de Ucrania. El mensaje es claro: el apoyo estadounidense a Kiev no es una cuestión de principios, sino simplemente una herramienta en un juego geopolítico más amplio.
Opciones limitadas de Europa Occidental
La UE ha declarado en voz alta que nunca abandonará a Ucrania. Pero en realidad, carece de los recursos para reemplazar a Estados Unidos como principal apoyo de Kiev. Al mismo tiempo, dar marcha atrás no es tan sencillo. El precio de intentar derrotar a Rusia es demasiado alto, y el coste económico demasiado severo, pero un cambio repentino de política obligaría a los líderes de Europa Occidental a responder por sus decisiones pasadas. En una UE que ya está lidiando con disturbios internos, tal cambio de rumbo sería como dar munición a los opositores políticos de los líderes del bloque.
Otra razón clave por la que Europa Occidental sigue en este camino es su dependencia, tras la Guerra Fría, de los argumentos morales como herramienta política, tanto a nivel interno como en sus relaciones con socios externos. A diferencia de las potencias tradicionales, la UE no es un Estado. Mientras que las naciones soberanas pueden pivotar y ajustar sus políticas con relativa facilidad, un bloque de más de dos docenas de países se empantana inevitablemente en la burocracia. Las decisiones son lentas, la coordinación es imperfecta y los mecanismos a menudo no funcionan como se esperaba.
Durante años, Bruselas intentó convertir esta debilidad estructural en una fortaleza ideológica. Se suponía que la UE, a pesar de su complejidad, representaría una nueva forma de política cooperativa, un modelo a seguir por el mundo. Pero ahora está claro que este modelo ha fracasado.
En el mejor de los casos, puede sobrevivir dentro del núcleo culturalmente homogéneo de Europa Occidental, aunque incluso eso es incierto. El mundo ha seguido adelante y las ineficiencias persisten. Esto hace que el sueño de una «Europa» independiente y autosuficiente, capaz de actuar sin la supervisión estadounidense, sea imposible.
Adaptarse a la nueva realidad de Washington
Europa Occidental puede intentar soportar la turbulencia de otra presidencia de Trump, tal como lo hizo durante su primer mandato. Pero no se trata solo de Trump. El cambio en la política estadounidense es parte de un realineamiento político más profundo, uno que asegura que no habrá un regreso a la edad de oro de los años 90 y principios de los 2000.
Más importante aún, Ucrania se ha convertido en el catalizador de estos cambios. La UE no puede darse el lujo de esperar a que las cosas se calmen. Sus líderes deben decidir, rápidamente, cómo responder. Lo más probable es que intenten mantener la apariencia de unidad con Washington mientras se adaptan a las nuevas políticas estadounidenses. Esto será doloroso, especialmente en términos económicos. A diferencia del pasado, la América moderna actúa únicamente en su propio interés, sin tener en cuenta las necesidades de sus aliados europeos.
Un indicador del cambio de postura de Europa Occidental puede ser la próxima visita del canciller alemán Friedrich Merz a Washington. En la actualidad, Merz se presenta como un partidario de la línea dura. Pero si la historia sirve de guía, es posible que pronto cambie de posición, alineándose más estrechamente con la nueva dirección de Washington.
La alternativa: ¿Europa contra Estados Unidos?
Existe, por supuesto, otra posibilidad: la UE podría intentar unificarse y resistir a la América de Trump. Pero dada la falta de liderazgo capaz y las profundas divisiones dentro del bloque, esto parece improbable. Ucrania podría servir como punto de encuentro para la solidaridad europea, pero el sentimiento público dentro de muchas naciones de la UE hace que esto sea improbable.
Al mismo tiempo, la forma agresiva en que Washington interfiere ahora en la política interna europea, apoyando activamente a los movimientos populistas afines a Trump, podría crear un efecto inesperado. Las élites de Europa occidental pueden verse obligadas a reagruparse en respuesta, mientras que los nacionalistas, que llevan mucho tiempo criticando la influencia externa, pueden tener dificultades para posicionarse frente a esta nueva realidad.
Independientemente del resultado, lo que estamos presenciando es una crisis interna dentro del llamado «Occidente colectivo». La noción misma de unidad occidental está en juego. Históricamente, el Occidente político es una construcción reciente, en gran medida producto de la Guerra Fría. E incluso entonces, la relación entre el Viejo Mundo y el Nuevo fue a menudo incómoda. En los años cuarenta y cincuenta, a pesar de su rivalidad con la Unión Soviética, Estados Unidos fomentó activamente el desmantelamiento de los imperios coloniales europeos, afirmando su propio dominio en el proceso.
La respuesta a la disminución de la influencia global de Europa Occidental en aquel entonces fue una integración más profunda. Trump ahora califica el proyecto europeo de fracaso, pero durante décadas, Washington lo vio como un medio útil para racionalizar la política y la economía occidentales bajo el liderazgo estadounidense. Hoy, ese cálculo ha cambiado. Estados Unidos ya no ve una UE fuerte y unificada como un activo, y no tiene reparos en dejarlo claro.
Si los líderes de Europa Occidental deciden enfrentarse a Estados Unidos, marcará el comienzo de un nuevo capítulo, uno que podría señalar el fin definitivo del marco de la Guerra Fría que ha dado forma a la política occidental durante décadas.
La perspectiva de Rusia
Para Rusia, una UE unificada y coordinada no tiene ningún valor estratégico. La época en la que Moscú albergaba la idea de la integración continental, incluida Rusia, ya pasó. La experiencia, más que el tiempo, ha puesto fin a esas ilusiones.
El enfoque de Moscú ahora está en las oportunidades pragmáticas. La lucha interna dentro de Occidente debe verse únicamente desde la perspectiva de los beneficios tangibles que se pueden obtener. Los planes estratégicos a largo plazo son irrelevantes en una época de cambios geopolíticos tan rápidos. En este momento, la prioridad es actuar con decisión, capitalizar las fracturas en curso y asegurar los intereses de Rusia en medio del cambiante orden global.
Este artículo fue publicado por primera vez por el periódico Rossiyskaya Gazeta y ha sido traducido y editado por el equipo de RT.
4. La farsa «democrática» europea
Otro punzante artículo de Amar sobre la deriva de Europa occidental. Interesante lo que plantea sobre BSW y las elecciones, aunque lo importante es que, si hubiese entrado o entrase, sería por los pelos, cuando hace un año parecía que se iba a comer el mundo.
https://swentr.site/news/
La democracia no «muere en la oscuridad», sino que está muriendo en la UE en este momento
Las recientes elecciones dentro del bloque y sus estados satélites han mostrado una vigorosa «alteridad» de los candidatos no pertenecientes al establishment
Por Tarik Cyril Amar, historiador alemán que trabaja en la Universidad Koç de Estambul sobre Rusia, Ucrania y Europa del Este, la historia de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría cultural y la política de la memoria @tarikcyrilamartarikcyrilamar. tarikcyrilamar.com
Hora del test: ¿Qué tienen en común Alemania, Moldavia y Rumanía (en orden alfabético)? Parecen muy diferentes, ¿verdad?
Alemania es un miembro tradicional, grande y, en este momento, todavía relativamente acomodado (aunque cada vez menos debido a la obediente autonomización de Alemania para mayor gloria de Ucrania) de la Guerra Fría «occidental» (con sus idas y venidas de la «reunificación» y todo eso). Actualmente, tiene una población de más de 83 millones de personas y un PIB equivalente a 4,53 billones de dólares. Rumanía es un antiguo satélite soviético con poco más de 19 millones de ciudadanos y un PIB inferior a una décima parte del alemán (343 800 millones de dólares). Moldavia, que surgió de una antigua república soviética, es la más pequeña: 2,4 millones de habitantes y un PIB de 16.500 millones de dólares.
Y, sin embargo, si se mira más de cerca, no son tan diferentes: todos están dentro de la UE y la OTAN (Alemania y Rumanía) o vinculados a estas dos organizaciones como un activo estratégico externo pero importante (el caso de Moldavia, a pesar y en violación de facto de su neutralidad constitucionalmente anclada, como ocurre). Y además, los tres tienen serios problemas para llevar a cabo elecciones justas y limpias. Qué casualidad. No.
Echemos un vistazo rápido a cada caso: En las recientes elecciones federales de Alemania, el Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW) no logró superar el umbral de representación en el parlamento (el 5 % de los votos nacionales) por un margen muy estrecho: el partido obtuvo oficialmente el 4,972 % de los votos. En cifras absolutas, casi 2 469 000 alemanes votaron por el BSW (con el decisivo llamado «segundo voto»). Solo un 0,028 % más (unos 13 000 o 14 000 votos) y el partido habría superado la barrera del 5 %.
Incluso los resultados extremadamente ajustados pueden, por supuesto, ser reales y legítimos. El problema en Alemania ahora es que hay pruebas cada vez más numerosas de que las elecciones se vieron comprometidas por graves fallos y errores repetidos. Lo que hace que esto sea aún más urgente es el hecho de que parece haber un patrón claro en el que los errores no se producen al azar, sino que se cometen principalmente en detrimento del BSW.
Ya conocemos dos problemas clave, aunque no ha pasado más de una semana desde las elecciones del 23 de febrero: en primer lugar, unos 230.000 votantes alemanes viven en el extranjero, pero muchos de ellos no pudieron votar porque los documentos necesarios les llegaron demasiado tarde, a veces incluso después de las elecciones. Por supuesto, no podemos saber exactamente cómo habrían votado estos votantes si hubieran tenido la oportunidad. Pero esa no es la cuestión. El mero hecho de que no pudieran participar arroja serias dudas sobre la legitimidad de los resultados. Y especialmente en el caso del BSW, donde tan pocos votos adicionales habrían sido suficientes para cambiar principalmente el resultado, es decir, asegurar escaños, y probablemente dos o tres docenas, en el próximo parlamento.
El segundo problema, aún más preocupante, es que cada vez hay más pruebas de que los votos reales del BSW en Alemania se asignan a otro partido. En el caso de la gran ciudad de Aquisgrán, por ejemplo, se registró un resultado del 7,24 % para el BSW en el «Bündnis für Deutschland» (un partido completamente diferente y mucho más pequeño que no tiene ninguna posibilidad de representación parlamentaria). El voto del BSW se registró erróneamente como 0 %. Solo las protestas de los votantes locales del BSW sacaron a la luz el escándalo.
Los principales medios de comunicación alemanes están tratando de presentar lo ocurrido en Aquisgrán como una excepción. Sin embargo, ya hay informes de «errores» similares en toda Alemania, y no hay que olvidar que el proceso de búsqueda de estos casos no ha hecho más que empezar. En resumen, hay buenas razones, y cada día son mejores, para creer que, para el BSW, la diferencia entre procedimientos electorales correctos e incorrectos equivale en realidad a la que existe entre estar y no estar en el parlamento. Eso implica, por supuesto, que todos aquellos ciudadanos que han votado por el BSW pueden haber sido privados de su debida representación democrática prevista por la ley.
¿Existe algún motivo para jugar sucio? Por supuesto. El BSW, un partido insurgente que combina posiciones sociales de izquierdas con posiciones culturales y de política migratoria de derechas, ha sido perseguido por ser demasiado amistoso con Rusia porque exige la paz en Ucrania; también se ha manifestado abiertamente en contra de la instalación de nuevos misiles estadounidenses en Alemania y de los crímenes de Israel.
En la Alemania actual, todas estas son razones para campañas de calumnias neomacartistas y represión mediante, al menos, trucos sucios de los medios de comunicación, todo lo cual ya ha sucedido. Es muy posible que a esa desagradable caja de herramientas se haya añadido una ola de «errores» locales deliberados. Y, un tema ligeramente diferente, hacer valer los derechos legales del BSW ahora será especialmente difícil, en particular porque una revisión del resultado de las elecciones para incluir al partido en el parlamento alteraría inmediatamente la complicada aritmética de la formación de la coalición gubernamental. El BSW y sus votantes, en resumen, bien pueden haber sido engañados, y pueden ser engañados de nuevo en caso de que busquen reparación.
El hecho de que uno de los problemas de esas elecciones alemanas tenga que ver con los votantes que viven en el extranjero nos recuerda a Moldavia, por supuesto. Allí, el pasado mes de noviembre, Maia Sandu ganó por poco las elecciones presidenciales, que implicaron una manipulación masiva del voto exterior. En esencia, los moldavos en el extranjero, especialmente en Rusia, que probablemente votaran en contra de ella, fueron privados de su derecho al voto, ya que les fue imposible emitir su voto; los moldavos en Occidente, más propensos a votar por ella, no se enfrentaron a tales problemas.
Esta burda artimaña fue decisiva: sin ella, Sandu habría perdido y su rival de izquierdas, Alexandr Stoianoglo, habría ganado. En Occidente, cuyo candidato ha sido Sandu, este resultado fue, por supuesto, aclamado como una victoria de la «democracia», una elección pro-UE y una derrota de la «injerencia rusa». Como ocurre a menudo, es difícil decidir qué es más asombroso: la inversión orwelliana de la realidad o la proyección freudiana de la propia manipulación de Occidente sobre el gran y malvado Otro ruso.
Esa proyección, en cualquier caso, también está en juego en Rumanía. De hecho, en este momento, el caso rumano de juego sucio electoral es claramente el más brutal. Allí, la esencia de una larga saga que también comenzó en noviembre pasado es simple: Calin Georgescu, un recién llegado insurgente, tiene muchas posibilidades de ganar las elecciones presidenciales. Sin embargo, está siendo denunciado como un populista de extrema derecha y, redoble de tambores, también como cómplice de Rusia.
Las consecuencias no fueron sorprendentes, excepto en lo drástico que se han vuelto las cosas: primero, cuando Georgescu estaba cerca de ganar una elección, el Tribunal Constitucional abusó de su poder para cancelar todo el ejercicio. El pretexto fue un archivo de pseudo-evidencia improvisado por los servicios de seguridad de Rumania que, a estas alturas, incluso los principales medios de comunicación occidentales admiten que es ridículamente de mala calidad.
Como era de esperar, este asalto abierto a su derecho al voto ha hecho que los rumanos apoyen a Georgescu más, no menos, como muestran las encuestas. Dado que el próximo intento de elecciones está previsto para mayo y Georgescu sigue siendo el favorito, las autoridades han seguido con una represión aún más torpe. Esta vez, Georgescu fue detenido temporal y dramáticamente, cuando se dirigía a registrar su candidatura renovada, y luego acusado de media docena de delitos graves. Se le ha restringido el acceso a las redes sociales; su equipo y sus asociados están siendo objeto de registros, acusaciones y, por supuesto, ataques mediáticos. Es posible que se le prive de su derecho a presentarse a las elecciones.
Los partidarios de Georgescu han celebrado grandes manifestaciones; él mismo ha pedido ayuda en su lucha contra el «Estado profundo» de Rumanía a la administración Trump en Washington. El hombre de confianza de facto de Trump, el oligarca tecnológico Elon Musk, ha utilizado su plataforma X para mostrar su apoyo a Georgescu. Y no hace mucho, el vicepresidente estadounidense J. D. Vance advirtió a los europeos sobre la primera ronda de ataques a Georgescu.
Sin embargo, el papel clave de Rumanía en las estrategias de la OTAN es sin duda una de las razones principales por las que el escéptico de la OTAN y soberanista Georgescu se ha metido en tantos problemas, no solo con las élites rumanas, sino también, entre bastidores, con los que aún dirigen la UE. Ahora que Washington está revisando su enfoque tanto hacia Rusia como hacia sus clientes de la OTAN en Europa, el destino de Georgescu podría depender de uno de los mayores cambios geopolíticos de este siglo. Y ese cambio podría favorecerle.
La victoria amañada de Maia Sandu en Moldavia no está sujeta a revisión. Las posibilidades de que el BSW consiga una reparación deberían ser buenas, pero, en realidad, no lo son, por desgracia. Sin embargo, la suerte de Georgescu puede volver a cambiar. Ya cuenta con un apoyo electoral masivo; es muy posible que aumente aún más precisamente debido a la escalada de trucos sucios utilizados en su contra, y tiene a Estados Unidos de facto de su lado.
Lo que es seguro, en cualquier caso, es un simple hecho: el Occidente «jardín», con su interminable discurso de «valores» y «reglas», no cree, en la práctica, en elecciones reales. En su lugar, prevalece la geopolítica. Y, trágicamente, esa geopolítica no solo es prepotente, sino estúpida. Impulsado por una obsesión por luchar contra Rusia (y China, por supuesto; y también contra los Estados Unidos trumpistas, si es necesario) y por rechazar la diplomacia como tal, este es un Occidente dispuesto a sacrificar la poca democracia que le queda por una ilusión de grandeza que será su perdición.
5. Repaso a la actualidad de Hudson y Wolff
Michael Hudson vuelve a conversar con Richard Wolff en el programa de Alkhorsid sobre la actualidad económica estadounidense.
https://michael-hudson.com/
El horizonte se acerca en el viaje financiero libre de Estados Unidos
NIMA ALKHORSHID: Hola a todos, hoy es jueves, 20 de febrero de 2025, y nuestros amigos Richard Wolff y Michael Hudson están de vuelta con nosotros. Bienvenidos de nuevo.
RICHARD WOLFF: Encantado de estar aquí.
NIMA ALKHORSHID: Empecemos, Michael, con su reciente artículo sobre el precio del oro y cómo Estados Unidos está tratando de gestionarlo. ¿Cuál es su punto en ese artículo?
MICHAEL HUDSON: Bueno, el punto es que la demanda de oro ha estado muy por delante de la oferta durante los últimos 15 años, y sin embargo los precios se mantuvieron notablemente tranquilos. Hace unos diez años, el oro oscilaba entre 1400 y 1600 dólares la onza, y luego hubo otro rango de 1800 a 2000 dólares la onza hasta hace apenas uno o dos años, y de repente, finalmente, los precios comenzaron a subir. Hay notas en los periódicos sobre los comerciantes de lingotes de Inglaterra que envían enormes aviones cargados de oro a los Estados Unidos. Así que, no hace falta decirlo, ¿cómo explica lo que está pasando?
Pues bien, justo media hora antes de que empezara este programa, recibí una llamada telefónica de una de las grandes cadenas de televisión por cable para que fuera a su programa y explicara por qué el oro ha alcanzado hoy un nuevo precio. Y estoy hablando con usted, no con ellos. Así que, esta es la situación.
Estados Unidos quiere mantener el dólar como principal reserva internacional. Y lo único que asustaba a los responsables políticos estadounidenses era que otros países empezaran a desdolarizarse aumentando la proporción de oro en sus reservas de divisas. China, al alza. Rusia, al alza.
Hace unos seis años, Alemania dijo: «¿Recuerdan el oro que les transferimos en la década de 1950 para que lo mantuvieran en la Reserva Federal? ¿Podrían devolvernos ese oro físico? Nos hemos dado cuenta de que están acaparando las reservas de oro de países como Venezuela que no les gustan. Nos gustaría tener el oro aquí». Y Estados Unidos dijo: «Bueno, ya sabe, realmente no podemos enviarlo ahora mismo. ¿Qué tal dentro de seis años?». Que es ahora mismo. Todavía no han enviado el oro.
Y la pregunta es: ¿queda oro en Fort Knox? ¿Y por qué no? ¿Cómo es posible que el Tesoro de EE. UU. haya mantenido bajo el precio del oro manipulándolo?
Y resulta que ahora todos podemos ver que el precio del oro no es como el precio del cobre o del trigo. No se basa en la oferta y la demanda. Todo se basa en que el Tesoro manipula el precio del oro. Y lo hace de dos maneras. Una es una forma muy técnica en la que no voy a entrar. Vende oro en corto. En otras palabras, vende. Bueno, el precio puede ser de 2900 dólares ahora, pero se lo venderemos dentro de tres meses por 2800 dólares la onza. Bueno, eso significa que nadie va a comprar más oro ahora si sabe que puede comprarlo a 2800 dólares la onza dentro de tres meses. Así que mantienen el precio bajo.
Y al contrario, durante los últimos 15 o 20 años, el Tesoro de los Estados Unidos, el Banco de Inglaterra y otros bancos centrales han ganado dinero alquilando su oro a los comerciantes de lingotes de oro. En otras palabras, es como si Avis alquilara un coche a alguien para que lo condujera. Y Estados Unidos alquilará a los comerciantes de lingotes por un precio determinado. Sí, le alquilaremos este oro. Este es el precio actual del oro. Nos pagará una prima por alquilar este oro. Y luego los comerciantes de lingotes se abastecerán de oro de los acaparadores, ya sean joyeros, inversores o fondos de cobertura.
Y esto ha funcionado prácticamente desde que Estados Unidos dejó de utilizar el oro en 1971. Pero lo que ha pasado es que este ganar dinero alquilando el oro a otros países de repente significa que no hay oro aquí. Estados Unidos tiene derecho a reclamar a los comerciantes de lingotes que le devuelvan el oro que les hemos alquilado. Es como si Avis dijera: «Usted ha alquilado nuestro coche durante dos semanas. Devuélvanos el coche».
Pero los comerciantes de lingotes han vendido la mayor parte del oro. Y entonces, dirán, bueno, les daremos el dinero por el oro, pero no tenemos el oro. Así que, parece que de repente, Estados Unidos, no diré un tigre de papel, ¿cómo se llama, un tigre de lamé dorado? Parece que Estados Unidos no tiene en su poder el oro que se ha informado.
Y así, hace unos días, el Sr. Musk dijo: «Hemos estado tratando de averiguar cómo hacer una auditoría para ver cuánto oro hay en la Reserva Federal en la ciudad de Nueva York (que actúa para mantener las tenencias de oro extranjero en Fort Knox).
Bueno, algunos de los conservadores monetarios en el Congreso, como el senador Paul, dicen: «Quiero ir a Fort Knox. Y miren, déjenme ver si hay algo en las bóvedas. No lo dejaron entrar. Y él dijo: «Miren, soy senador. Estoy en el Congreso. Saben, tienen que dejar que el Congreso [lo vea]. Tenemos que entrar». La respuesta fue: «Esto es seguridad nacional». El Congreso no puede saber cuánto oro tenemos o no tenemos allí.
Así que ahora, el Sr. Musk dice que vamos a hacer una auditoría de la Reserva Federal, y vamos a hacer una auditoría de la Reserva Federal, de Fort Knox. Tienen que dejarnos entrar. Y Estados Unidos entró en pánico, y ha sido, la especulación es ahora, el precio del oro está subiendo porque Estados Unidos ya no puede tener el oro para mantenerlo bajo. Y, de hecho, Estados Unidos está intentando recomprarlo todo para volver a meterlo en Fort Knox y que la gente piense: «Caramba, no es que no tengan el oro, al fin y al cabo».
Así que, de repente, se ven los vínculos con los que… De repente, la motivación para comprar oro que ha existido desde 1971 se ha desatado.
Y todo el mundo dice: «Vale, ahora que la demanda de oro está aumentando, eso significa que el precio del oro va a subir». Cuando la demanda supera a la oferta, eso es lo que ha pasado. Y a medida que el oro sube, otros países, no solo Rusia y China, sino toda Europa, todo el mundo va a decir: «Podemos ganar mucho más dinero manteniendo oro en nuestras reservas que manteniendo bonos del Tesoro de EE. UU. o valores en nuestras reservas». Así que vendamos nuestros bonos del Tesoro de EE. UU. y compremos oro.
Bueno, si eso sucede, pueden imaginarse la desdolarización del mundo. Y ahí va todo el eje del control financiero estadounidense de la economía mundial. Ahí va el papel central del dólar estadounidense. De repente, no solo se renuncia al oro, sino que se renuncia a las monedas extranjeras, a los países que comercian con la moneda de los demás, como China y Rusia que comercian con sus propias monedas nacionales para sus importaciones y exportaciones.
Así que se está desmoronando toda la ficción de que, de alguna manera, no hay alternativa a los valores del Tesoro que los gobiernos extranjeros mantienen en sus reservas de divisas que sea una compra mejor que los bonos del Tesoro de EE. UU. De repente, sí, hay una compra mejor. Es el oro. Y así, los fanáticos del oro se están lanzando a por él.
Y todos estamos esperando a ver si el Sr. Musk y su equipo de investigación consiguen entrar en Fort Knox y en la Reserva Federal y preguntar: ¿hay realmente oro allí? ¿Qué ha pasado con él? ¿Y quiere decir que no ha habido un mercado libre de oro todos estos años? ¿Puede explicarnos qué hay detrás de la política estadounidense?
Y, en esencia, será la dinámica de Estados Unidos que tiene el privilegio exorbitante de poder pagar todos sus gastos militares en el extranjero, su Guerra Fría, su desindustrialización, simplemente imprimiendo pagarés que acaban en bancos centrales extranjeros. Y, finalmente, tienen una alternativa, simplemente decir: vamos a comprar más y más pagarés. Cuando, si se hace la contabilidad básica, Estados Unidos debe tanto dinero a los gobiernos extranjeros, mientras tiene un déficit en la balanza de pagos, principalmente debido a la guerra, que no hay forma de que pueda pagar a los demás países el dinero que les debe en dólares por los dólares que tienen en sus reservas.
Así que todo el eje del viaje financiero gratuito de Estados Unidos, que describí en mi libro Super Imperialism, se está deshaciendo. Junto con todo lo demás que estamos viendo desmoronarse en la política exterior estadounidense en estos días.
NIMA ALKHORSHID: Richard, ¿Vamos?
RICHARD WOLFF: Sí, creo que puede ver esto, y supongo que Michael y yo tocamos este dúo con bastante frecuencia. Déjeme intentar poner lo que él está diciendo en un contexto histórico más amplio.
El declive de un imperio adopta muchas formas. Se necesitaron muchas maniobras complicadas para construir el imperio. El sistema que Michael acaba de resumir. La capacidad del dólar estadounidense para desempeñar un cierto papel en el mundo, y luego poder seguir haciéndolo, incluso cuando pasa de un presupuesto superavitario a un presupuesto equilibrado, a un presupuesto deficitario, y ahora a déficits que calculamos en billones de dólares al año.
Vale, no hace falta ser un genio para entender que lo que puede funcionar a un nivel no funcionará. Lo que se puede hacer si no se tiene una deuda nacional superior a su PIB se convierte en una cuestión más cuestionable cuando la deuda nacional es mayor que el PIB. Hemos pasado de uno a otro, y no es una cuestión técnica.
Básicamente, lo que Michael nos está enseñando es cuáles son los mecanismos que empiezan a no funcionar a un nivel, aunque funcionaron a otro nivel.
¿Por qué es ahora cuando la gente se hace estas preguntas? Bueno, es porque el precio del oro se está volviendo loco. Y cuando uno se pregunta, ya sabe, ¿qué es? Porque, literalmente, el precio del oro, si echa un vistazo a los últimos 10 años, verá movimientos de precios que no tienen explicación posible en el lenguaje normal que usamos para eso.
Ahora, ya sabe, la gente inteligente empezará a decir, bueno, ¿qué está pasando aquí? Claro. Al inversor solo le importa si puedo venderlo por más de lo que lo compré. Pero el resto de nosotros estamos tratando de saber qué está pasando aquí.
Ahora empiezan a ver que, oh, miren, los chinos que una vez fueron el acreedor número uno de los Estados Unidos ahora son el número dos. ¿Por qué? Porque Japón, que solía ser el número dos, se ha convertido en el número uno.
Y la relación política entre Japón y Estados Unidos es casi opuesta a lo que es. Quiero decir, Japón se subordina a Estados Unidos por todo tipo de razones. China no lo hace. Y eso es una gran pista de lo que está pasando aquí.
Y luego, cuando se señala que Rusia también lo está, yendo aún más lejos, que nuestro gran aliado Inglaterra también lo está, son declaraciones de personas que toman una decisión muy antigua. Cuanto más endeudado esté el deudor al que le está dando crédito, más debe replantearse lo que está haciendo, porque esa persona, si llega al punto que mencionó Michael, al no poder pagar porque no puede jugar al viejo juego, usted se va a quedar atascado. Y usted no quiere quedarse atascado. E incluso si solo se queda atascado temporalmente, ese atascamiento temporal podría ser el momento en el que lo necesite y no pueda conseguirlo.
Es como si la gente no lo entendiera, la FDIC garantiza su depósito bancario, pero no garantiza la rapidez con la que lo va a recuperar. Si su banco quiebra y usted presenta una reclamación, de acuerdo, tramitarán la reclamación. Dos años después, recibirá el dinero. Sí, pero en esos dos años, necesitaba el dinero para la operación de su esposa que no lo recibió y que murió. Quiero decir, me lo estoy inventando, pero solo quiero que la gente vea que hay una forma racional en la que un imperio en declive…
Permítanme ir aún más lejos. Permítanme dejar esto claro. A los europeos, en los últimos 10 días, se les ha transmitido un mensaje que no querían oír. Que las dificultades del imperio estadounidense no solo requieren aranceles y protección, porque ya no pueden competir como antes, sino que también se van a comer a sus aliados. Van a matarlos de hambre y a quebrarlos, y a quitarles todo lo que creen que les dieron.
Y, ya sabe, es una historia muy antigua. Si hace mucho frío en su casa y no tiene más leña, empieza a quitar las tablas de madera del lateral de su casa y las mete en la estufa. ¿Eso le da calor? Sí, lo hace. Pero la próxima vez que haya una tormenta, la nieve entrará directamente en su salón.
No puede hacer lo que está haciendo. No es gratis quitar las tablillas. Puede parecerlo porque no tiene que pagar por ello. Ya están en su casa, pero no puede hacerlo. Y no puede hacer a los europeos lo que está haciendo sin que ellos tomen medidas, no con hostilidad, sino para salvarse a sí mismos, que interfieren con su plan de utilizar sus recursos para salvarse a sí mismo.
Estamos en un momento clave. Sé que Michael y yo llevamos un tiempo diciendo eso, pero me parece que, tanto si se miran los precios del oro como si se observa el notable comportamiento del vicepresidente Vance en Europa la semana pasada, se está viendo la aceleración de los signos de declive.
MICHAEL HUDSON: Bueno, Richard, para eso están los aliados. Los llamaremos
protectorados.
Quiero dejar claro que de lo que estamos hablando es de la deuda externa de Estados Unidos. El problema no es la deuda interna.
Hace unos meses, en el programa de Neiman, explicamos que no hay ningún problema interno en tener un déficit, porque mientras Estados Unidos tenga deudas en dólares, siempre podrá imprimirlas para los estadounidenses.
El problema es que si tiene deudas en dólares con países extranjeros, no puede imprimir su moneda y ellos no quieren más dólares. Ahora hay un exceso de dólares. Y es ese exceso de dólares, creo, lo que ha llevado al presidente Trump a decir que tenemos que recortar nuestro gasto militar. El gasto militar no solo está aumentando el déficit presupuestario nacional que ahora está causando enormes pagos de intereses a los tenedores de bonos, sino que también está creando un verdadero problema a nivel internacional. La gente ahora duda del hecho de que el dólar pueda pagar.
¿Dudar? Están calculando que saben que el dólar no puede pagar. Así que él está tratando de decir, bueno, ¿qué hacemos? Haremos que los aliados paguen. Enviémosles una factura por la Guerra Fría. Vamos a dejar de gastar dinero en Rusia, una guerra con Rusia, porque ese ha sido el factor más importante en el déficit de la balanza de pagos de EE. UU., inyectando todos estos dólares en la economía mundial que terminan en bancos centrales extranjeros que quieren usarlos ahora para comprar oro.
Así que esa es la conexión entre el gasto militar y la razón por la que el oro está subiendo. Y Trump, creo que es para evitar que esta realidad se abra paso, que el dólar ahora se ha quedado sin su capacidad de dominar la economía mundial de la manera en que lo ha hecho desde la Primera Guerra Mundial, al tener la mayor parte del suministro mundial de oro.
En 1950, Estados Unidos poseía el 80 % del oro monetario del mundo. Bueno, ya se imaginan cuánto ha bajado ahora. Era la principal potencia exportadora de productos agrícolas, petróleo e industria porque Europa había quedado destruida durante la guerra.
Ya no existe nada de eso. El mundo entero que se formó después de la Segunda Guerra Mundial se está desmoronando. Y Trump lo está reconociendo y está tratando de desvincularse de la Guerra Fría.
Y el problema es que, al desvincularse, no solo ha mostrado la ficción que subyace al precio del oro en dólares estadounidenses, sino la ficción de que Europa necesita protección de la Guerra Fría, que Europa necesita protección militar en caso de que Rusia vaya a invadir.
Y en los últimos días se ha visto, por primera vez, un cambio radical en toda la narrativa sobre el significado de la Guerra Fría y el significado de la guerra en Ucrania de la OTAN contra Rusia y la OTAN contra China.
Se está produciendo un cambio total en la narrativa y se encuentra con una negación absoluta. Anoche vi en la NBC y la CBS a Trump diciendo que, ya saben, fueron la OTAN y Ucrania quienes atacaron a Rusia. Rusia respondió a eso. Ucrania tuvo una oportunidad de paz y no la quiso. Por eso no la queremos en la mesa. Ha tenido tres años para negociar la paz. Estaba sobre la mesa, todo firmado. Y entonces Boris Johnson vino de Inglaterra y dijo: no, no, no hay pelea.
Y Trump está diciendo: esto es lo que realmente pasó. Y Europa, ya saben, no vamos a pagar por la ficción de que Europa va a estar dispuesta a perder 10 millones de personas, 10 millones de soldados invadiendo militarmente Europa. No va a pasar. No necesita a Europa. Europa no tiene nada que ofrecer a Rusia. Todo es ficción. Y la ficción la inventan los fabricantes de armas militares que intentan decir: «Tienen que comprar nuestras armas. Tienen que hacernos enormemente rentables para evitar que los elefantes rusos invadan». Toda esta narrativa ficticia se está desmoronando ahora.
Y en parte es la narrativa financiera. Es la narrativa militar. Es la narrativa completa de que los países van a invadir. El único país que lo está haciendo, que está invadiendo, el único grupo que se está expandiendo es la OTAN. Y Trump dice que no podemos permitirnos el lujo de malgastar dinero subvencionando el complejo militar industrial. Y de hecho, su equipo, Musk y los demás están investigando el enorme sobrepago del Pentágono por gastos militares, el enorme sobrepago por los gastos de la Guerra Fría a través de la AID [EE. UU.] y la Fundación Nacional para la Democracia y todo el presupuesto negro de la CIA. Todo esto se está calculando y presentando. Creo que cuando Donald Trump pronuncie el mensaje sobre el Estado de la Unión en marzo, dará todos los resultados preliminares de las conclusiones. Y dirá: «Esto es lo que hemos encontrado.
La razón por la que tenemos un déficit es este enorme despilfarro en proyectos que no necesitamos, que no ayudan a Estados Unidos, que solo ayudan a los intereses especiales de los fabricantes de armas, los neoliberales, los neoconservadores que se han hecho con el poder, todo el Partido Demócrata, y los periódicos, las revistas y los medios de comunicación que el gran Wurlitzer de la política de la CIA estadounidense ha estado manipulando la opinión extranjera para que se imagine que Rusia atacó a Ucrania sin que se lo provocaran, en lugar de que se lo provocaran por todas las razones que el presidente Putin de Rusia y el secretario Lavrov han estado desvelando en una charla tras otra. La CIA ha estado manipulando la opinión extranjera para que se imagine que Rusia atacó a Ucrania sin que se lo provocaran, en lugar de que lo hiciera provocada por todas las razones que el presidente Putin de Rusia y el secretario Lavrov han estado desgranando en una charla tras otra.
Creo que todo esto se debatió en Arabia Saudí en la reunión de la semana pasada, y está muy claro cuando tienes a Marco Rubio y al Secretario de Estado y a las demás personas allí que en el pasado no han sido, en realidad han sido guerreros fríos, no han sido blandos con Rusia. Están reconociendo que la realidad de lo que ha estado sucediendo históricamente se parece mucho a Nixon yendo a China.
Solo los republicanos podrían haber hecho esto. No porque sea obvio que no son marionetas de Putin. No son marionetas de China. Solo ellos podrían haber sido capaces de hacer esto sin que se les dijera: «Oh, solo son agentes extranjeros».
Toda la narrativa ficticia de la administración Biden y la administración demócrata, la administración Obama antes de eso, que inició todo este giro de la Guerra Fría hacia la lucha contra Rusia, se está desenredando ahora. Y vamos a ver cómo se desvela en los próximos meses.
RICHARD WOLFF: Permítanme añadir de nuevo que esto es el desmoronamiento de un imperio. Es el esfuerzo de un grupo concreto de personas para gestionar ese proceso y lograrlo proporcionando apoyo a la gente de arriba, el 10 % de los estadounidenses que poseen el 80 % de las acciones, que forman parte de los consejos de administración, todo eso, y el enorme aparato que crearon durante los últimos 80 años de hegemonía estadounidense. Esto es un reconocimiento por parte de una parte de ellos. Todavía una minoría en mi opinión, por lo que puedo decir. Pero una minoría que capturó el poder, lo que ya le dice mucho. Y van a intentar mantenerse en la cima, en la cima, mientras se ajusta el panorama general porque ya no pueden hacerlo. Y están dispuestos a decirlo.
Quiero recordar a la gente, porque Michael me acaba de recordar, que volvamos a 1971, cuando lo impensable, entre otras cosas, era sacar a Estados Unidos del patrón oro que se había establecido en Bretton Woods al final de la Segunda Guerra Mundial como parte del nuevo orden internacional. Y Nixon dijo: «Ya no vamos a comprar oro al precio acordado. Vamos a salir del estándar». Y el oro entonces, ¿sabe qué es ahora? Son miles de dólares, no 42 o lo que fuera entonces.
Vale, así que ese era un conservador republicano, que estaba en posición de decir lo impensable, que un demócrata no podría haber, ya sabe, no podría haberlo hecho.
Y creo que estamos viendo de nuevo a alguien que, por sus propios motivos de progreso político, se aferra a algo mucho más grande que él, que puede aprovechar durante un tiempo.
Pero ahora, y tal vez aquí hay un desacuerdo entre Michael y yo, no sé. Los neoconservadores pensaban que tenían la forma de dirigir el sistema. Durante un tiempo, parecía que podían hacerlo. Durante un tiempo, lo hicieron. Y luego ya no pudieron hacerlo. Y ahora han caído.
Nadie debe pensar que las personas que ahora están al mando no están igualmente llenas de contradicciones que tal vez no puedan controlar. Puede que no.
Por ejemplo, puede que no, por decirlo en los términos más generales, puede que no funcione aferrarse a la riqueza y los privilegios del 10 o 15 por ciento de la población de Estados Unidos mientras el resto del imperio se hunde. Y mientras esas personas en la cima descargan los costes del declive sobre la masa de la población.
Eso me viene a la mente cuando veo el despido masivo de grandes grupos de trabajadores federales. ¿Qué, qué, qué es eso? No somos estúpidos. Así que la idea de que todo esto es por eficiencia. Quiero decir, eso es demasiado estúpido. No voy a tratar con eso. Eso es como decir que todo es por culpa del roble de allí en la esquina. Entiendo que el roble es muy poderoso, pero no voy a tomar eso en serio.
Entonces, ¿qué están haciendo? Bueno, Michael nos da parte de la respuesta. Tienen que hacer algo con el nivel de déficit que ahora está fuera de control. Así que van a, van a recortar los trabajadores del gobierno. Nos van a decir que es por eficiencia. Pero todos sabemos que, ya saben, la eficiencia es como la belleza. Eso está en el ojo del que mira.
Van a arrasar con todo tipo de programas. No solo los de diversidad, igualdad, inclusión, DEI, obviamente eso, sino que muchas otras cosas van a desaparecer. Ya vemos una docena de ejemplos en la prensa de despidos y luego recontrataciones a la mañana siguiente cuando se dan cuenta de que este no es un grupo de trabajadores sobre los que se puede contar la historia de la eficiencia.
Ya sabe, eso se hará mucho. Se obtendrá mucha atención mediática porque la derecha, los medios liberales, no entienden la situación. Así que le dan la historia adecuada para que Trump los derroque. Quiero decir, estamos viendo estupidez al cuadrado, pero eso de nuevo es una señal de declive.
Pero la clase trabajadora puede que no lo acepte. La clase trabajadora puede entender que si realmente despides a cientos de miles de empleados del gobierno federal, estás enseñando a una parte de tu clase trabajadora que aceptó salarios más bajos de lo que podrían haber exigido porque tenían seguridad en su trabajo. Sí, es difícil trabajar para la oficina de correos, pero una vez que tienes el trabajo, lo tienes para el resto de tu…
Se les dice que no, que no la tienen. No hay seguridad en el empleo federal. Eso es un shock para el sistema estadounidense. ¿Y saben quiénes han sido la mayor parte de los empleados del gobierno durante 50 años? Los excluidos de la corriente principal de esta cultura: mujeres, negros y morenos. Esos son los que se ven en la oficina de correos. Estoy exagerando, pero ya se entiende.
Están tomando a personas cuya lealtad al capitalismo ya era cuestionable, y los están lastimando, y los están conmocionando, y les están quitando la seguridad que era lo que negociaron al aceptar el resto de esta cultura. Vamos a ver cómo se desarrolla eso, y les garantizo que sacudirá a esta sociedad.
Pero no he terminado. Esas personas despedidas en el sector público, ¿adónde diablos van a ir? Tendrán que ir al sector privado, donde habrá un exceso de mano de obra y bajarán los salarios, las condiciones de trabajo y todo lo demás. A medida que se ofrezcan, desesperados sin un trabajo en el gobierno que los salve, tendrán que ir y unirse a los otros recepcionistas en el lugar de trabajo de Amazon, o de compras, o en Walmart, o donde sea que puedan conseguir los pésimos trabajos que estarán disponibles para ellos, también sin seguridad.
Ya tenemos un movimiento obrero en auge en este país. Esto va a suponer un gran impulso para su reclutamiento. Esperemos que lo sepan, lo entiendan y lo aprovechen.
Pero no tengo tan claro que el Sr. Trump lo haya entendido lo suficientemente bien. Que un multimillonario esté al frente de los que están despidiendo a todo el mundo, eso no es inteligente, es estúpido. Porque lo que hace es aumentar la brecha entre ellos y yo. Soy un trabajador de correos, acabo de perder mi trabajo, y esa noche en la televisión, veo al hombre más rico del mundo regodeándose de lo que está haciendo. Oh, oh, eso no es inteligente. No es inteligente en absoluto. Y ese tipo de error puede volver y morderte en el trasero.
Los europeos, último punto. Hay algo patético en lo que estamos viendo. Todos esos líderes europeos, que no se ponen de acuerdo en casi nada, reunidos en algún palacio caro en el centro de París, escuchando al Sr. Macron, cuyos días como líder de Francia están contados, y el número es pequeño. Saben, hay algo patético aquí. «Vamos a gastar miles de millones en defensa». Claro que sí. Por supuesto que sí.
¿Y de dónde va a salir ese dinero? ¿Cómo va a hacerlo? Alemania es su potencia. Están ante otro año de recesión. No son una potencia en nada. Lo que más necesitan de Rusia es petróleo y gas, y parece que ni siquiera lo van a aceptar, aunque se lo proporcionen u ofrezcan. Están tan perdidos. Y estas son personas de las que lo mejor que puedo decir es que, al salir de la Segunda Guerra Mundial, hicieron lo que entiendo que tenía sentido entonces. Pero a lo largo de las décadas, deberían haber llegado a comprender, los líderes, que lo apostaron todo al caballo equivocado.
MICHAEL HUDSON: Richard, creo que lo que está describiendo es, bueno, por un lado, todos aprobamos los movimientos de los republicanos para poner fin a la Guerra Fría y detener el conflicto militar.
El objetivo de todo esto es posicionarse para la guerra de clases interna que usted describe. Y no puedo estar en desacuerdo con usted en eso. Eso es precisamente lo que ha estado sucediendo.
Y cuando vea al, iba a decir presidente Musk, cuando vea a Musk apoyando a Alternativa para Alemania y a los partidos de derecha en Europa, a los otros partidos que están haciendo lo que nos gusta ver, poner fin a la Guerra Fría, poner fin a la confrontación militar, poner fin a la matanza, todo esto está motivado por el hecho de que ya no queremos tener un déficit presupuestario. Y no solo vamos a dejar de cancelar el presupuesto militar y de volver a gastar en armas militares industriales, sino que vamos a seguir adelante y recortar el déficit del gasto en servicios públicos, gasto público y gasto social, de la manera que usted acaba de describir.
Ahora bien, lo que resulta tan sorprendente de esto históricamente es que son los partidos de derecha los que se han preparado para todo esto. Y es desde Alemania, a Italia, y a Holanda, a Austria, a otros países, y diciendo, bueno, no vamos a parar por terminar [la Guerra Fría, que] se acabó, la guerra de clases está de vuelta en el negocio. Nos hemos posicionado para empezar a equilibrar el presupuesto. Vamos a tener que gastar mucho más de nuestro dinero comprando petróleo y gas estadounidenses. Eso va a crear nuestro déficit de balanza de pagos. La razón por la que tenemos un déficit es este enorme despilfarro en proyectos que no necesitamos, que no ayudan a Estados Unidos, que solo ayudan a los intereses especiales de los fabricantes de armas, los neoliberales, los neoconservadores que se han hecho con el poder, todo el Partido Demócrata, y los periódicos, las revistas y los medios de comunicación que el gran Wurlitzer de la política de la CIA estadounidense ha estado manipulando la opinión extranjera para hacer creer que Rusia atacó a Ucrania sin que se lo provocaran, en lugar de que lo hiciera por todas las razones que el presidente Putin de Rusia y el secretario Lavrov han estado desvelando en una charla tras otra. CIA ha estado manipulando la opinión extranjera para que se imagine que Rusia atacó a Ucrania sin que se lo provocaran, en lugar de que lo hiciera provocada por todas las razones que el presidente Putin de Rusia y el secretario Lavrov han estado desgranando en una charla tras otra.
Y es que la armonía de intereses de clase entre las clases financieras, el 1 % superior, es tan desigual en Europa, especialmente en países socialistas como Suecia, como lo es en Estados Unidos.
Y parte de la característica sorprendente de esto es que no hay defensa de la izquierda al respecto. Lo que usted y yo estamos diciendo hoy es lo que usted pensaría que el movimiento sindical, el movimiento de izquierda, estaría actuando y preparándose, y poner en un plano tan importante como el acuerdo de la OTAN con Europa.
Pero ese no es el caso porque la izquierda ha puesto su fe durante tanto tiempo en el partido ultraderechista, el partido demócrata en Estados Unidos. Ha puesto su fe en los demócratas, que son el partido de la guerra, el partido neoconservador, el partido neoliberal, el partido de Obama, el partido que en 2016 preferiría perder las elecciones contra Trump con Hillary que ganar las elecciones con Bernie Sanders, que era cuasi socialista. El partido que se negó a celebrar primarias en 2024 y preferiría perder contra Trump antes que permitir que se celebraran unas primarias abiertas en las que algún candidato pro-laboral pudiera barrer del mapa a Harris.
Así que se está viendo la necesidad de crear un partido político completamente independiente. Y eso requiere un movimiento político, una ideología política y un programa político.
Y la única candidata presidencial que tenía un programa para eso era Jill Stein, a quien hemos tenido en el programa de Nima varias veces, explicándolo.
Y en lo único en lo que los demócratas y los republicanos están de acuerdo es en que vemos el peligro de que surja un partido de la clase trabajadora y un interés propio de la clase trabajadora. Tenemos que evitar que cualquier tercer partido tenga acceso a la papeleta para las elecciones presidenciales y para las elecciones estatales y locales. Tenemos que asegurarnos de que los votantes estadounidenses se limiten a votar entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata, los cuales respaldan al 1 %. Y la única diferencia entre nosotros es: ¿el 1 % va a ganar la mayor parte de su dinero con acciones del complejo militar-industrial o con otros gastos no militares, no bélicos?
Exactamente lo mismo está sucediendo en Europa. Esta es la lucha común con Europa, donde el Partido Laborista en Inglaterra, bajo el liderazgo de Starmer, acaba de firmar un acuerdo de 100 años para apoyar a Ucrania. Creo que va a reunirse con el presidente Trump la próxima semana en Washington. Va a ser muy interesante escuchar eso.
Alemania está diciendo que vamos a prohibir que el partido Alternativa para Alemania (AfD) se presente por ser fascista. ¿Qué es fascista? Oponerse a la guerra con Rusia. ¿Qué es fascista? ¿Oponerse al genocidio en Gaza? Prohibieron la crítica al genocidio y al fascismo desde Oriente Próximo hasta Ucrania. Están tratando de prohibir los partidos políticos que no son de la Guerra Fría allí y, desde luego, los partidos que representarían el gasto social y los intereses laborales.
Y como los intereses laborales han sido cooptados por grupos que se autodenominan pro-laboristas, como el Partido Laborista en Inglaterra o el Partido Socialdemócrata, el SPD en Alemania, se está viendo que esto es lo que va a determinar los próximos 10 o 20 años. Y Estados Unidos está dentro, y Europa ha dejado que los medios de comunicación se concentren en manos de intereses de derechas.
En Estados Unidos, es el interés de la derecha neoconservadora. The New York Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, los principales periódicos de Inglaterra, Alemania y otros países también están controlados por la derecha.
El premio en esta lucha es la narrativa. ¿A quién va a creer la gente? ¿Van a creer que la forma de estabilizar la economía es, bueno, hay que crear desempleo? Hay que evitar, tenemos que salvar a los trabajadores de la inflación despidiendo a tantos trabajadores como podamos. Si solo podemos mantener sus salarios lo suficientemente bajos, el precio de los huevos no subirá tanto. Esta es la corriente neoliberal, esta es la profesión económica dominante. Esta es la filosofía de cómo operan los bancos centrales, y es la filosofía tanto de los gobiernos de izquierda como de derecha en Europa.
Así que supongo que lo que estamos tratando de hacer aquí por nuestra cuenta es crear una narrativa alternativa, con la esperanza de que de alguna manera esto se solidifique y cree un movimiento político concreto y un programa político concreto para oponerse a esto desde la casi ausencia de cualquier programa que tenga acceso a los medios públicos a la prensa, a la televisión, al cable a los medios fuera de Internet aquí.
RICHARD WOLFF: Permítanme añadir dos consideraciones, si puedo. Una, para que todo esto funcione, tiene que haber una redistribución de la riqueza y el poder. En otras palabras, para que este programa que Michael ha esbozado, para que ustedes pongan fin a la Guerra Fría, para que vuelvan a conectar a EE. UU. y Rusia, para que subordinen a Europa, todo esto, van a intentar redistribuir la riqueza de diversas formas.
Una, de la que hemos hablado, descargando los costes del declive del imperio sobre sus clases medias y bajas, concentrando su riqueza para que puedan crear, cito, una arquitectura de defensa europea, tratando de mantener el poder en este universo de «Rusia es nuestra amenaza. Somos los líderes a los que todos deberían votar porque, miren, los estamos salvando de Rusia».
Ya saben, la alianza con Estados Unidos se racionalizó y celebró de esa manera. Ahora que Estados Unidos no va a desempeñar ese papel, lo van a hacer con la defensa. Y eso significa recortar los programas sociales.
Para que esto funcione, tiene que haber una aceptación por parte de la masa de la población de una disminución de su nivel de vida. No veo ninguna salida. Ciertamente una disminución relativa, pero posiblemente una disminución absoluta. Vale, entonces, ¿cómo van a conseguir eso?
La única manera de conseguirlo, dado lo que vemos en el mundo actual, es si las coaliciones políticas del tipo que vemos en Trump, o en la Unión Demócrata Cristiana, o los socialdemócratas en Alemania, o Macron, todo eso, es lo siguiente: la clase dirigente, un pequeño grupo de personas, del uno al cinco o diez por ciento que se sientan en la cima, siempre han entendido que en un universo de sufragio universal, su control del poder es inseguro.
No tienen, por usar un lenguaje antiguo, una base de masas. Y por eso han ideado una forma de hacerlo. Voy a usar el ejemplo estadounidense, pero con los ajustes adecuados, también se aplica en Europa.
Así que aquí en Estados Unidos, el Partido Republicano se presenta tradicionalmente como la mejor manera de hacerlo. En las últimas décadas, el Partido Demócrata ha intentado convertirse en un competidor para hacer lo mismo.
Así que los republicanos construyen su coalición de la siguiente manera. Van a los supremacistas blancos y les dicen: «Si apoyan al Partido Republicano, y en particular, los recortes de impuestos para los ricos, gratis, haciendo lo que queramos, les daremos una oportunidad de vida, que el resto de la sociedad estadounidense no les dará».
Número dos, iremos a aquellos de ustedes que están muy molestos por el aborto. Les daremos más de lo que los republicanos les han dado en el pasado, si nos dan el apoyo que necesitamos para tomar las medidas económicas que sean necesarias.
Van a los entusiastas de las armas. Van a los fundamentalistas cristianos. Podemos hacer una lista. Todos conocemos las comunidades que han llegado a un acuerdo. En palabras del hijo de Billy Graham: «El Sr. Trump no es un buen cristiano, pero es muy bueno para el cristianismo». Vale, ahí está. No hace falta una brújula para saber de qué va todo esto. Esto es un trato.
Los demócratas no pudieron o no quisieron hacer lo necesario para mantener su base de masas: los no blancos, los sindicatos, las mujeres, las minorías, todo eso, los intelectuales, porque los líderes del Partido Demócrata no fueron capaces de ofrecerles nada a nivel social, así que decidieron ir a por el dinero de los ricos para competir con los republicanos por las grandes donaciones. Y los consiguieron con la condición de que restaran importancia a los sindicatos y las minorías. Y eso hicieron. Así que perdieron a esa gente y acabaron votando por Trump.
Vale, ahora la pregunta es y esto es lo que me gustaría decir. Son conversaciones como esta, sacar a relucir los aspectos que los principales medios de comunicación ignoran o restan importancia. Esa es nuestra mejor oportunidad y aquí está el político que hay en mí para debilitar, romper, atrofiar esa alianza.
Si podemos dejar claro que el coste de lo que proponen Trump y Musk, y lo que aceptan, como estoy seguro de que veremos, los demócratas, es socavar la posición social de las personas cristianas, de las personas que son supremacistas blancas.
No podemos, y no queremos, convencerlos de que abandonen sus prejuicios. Así son ellos. Eso es otra cosa. Seremos sus enemigos, hagamos lo que hagamos. Lo entenderán. Lo sabemos.
Pero podemos apelar a ellos basándonos en lo que les está sucediendo, atrapados en las mismas cosas que discutimos en este programa. Y esa es la manera de debilitar, de romper esa coalición, de hacer mucho más difícil para los Trump y los Musk conseguir el apoyo de todas esas bases de masas con las que cuentan.
Eso es crucial. Creo, y debemos entender que esa es una función tan importante de nuestras discusiones como cualquier otra cosa. Sí, queremos equipar a la izquierda para que comprenda mejor, para que elabore mejores estrategias, para que descubra los puntos débiles que hay que atacar. Sí, debemos hacerlo. Pero también podemos hacer un trabajo muy importante en la coalición sin la cual nada de esto va a suceder. Nada de eso.
Y, por cierto, si no lo hacemos nosotros, lo hará el Partido Demócrata. Tendrán que hacerlo para volver a ser el partido en el poder con sus bases de masas superando en votos a las bases de masas que obtienen los republicanos.
Y en esa lucha, siempre veremos a Jamie Dimon explicando al mundo que no le importa cuál de estos partidos gane. Porque él gana en cualquier caso.
Y ya lo veo. No le molesta en absoluto ver cómo el Sr. Musk utiliza la eficiencia para justificar el recorte de los programas sociales. Eso es tan viejo como Matusalén. Todos los empresarios quieren creer que se pueden recortar los impuestos y que lo único que se consigue es eliminar la grasa de los gorrones del presupuesto federal. Así es como hablan. Se les ha educado en esa forma de pensar. Y en ese sentido, el Sr. Trump no tiene nada de nuevo.
MICHAEL HUDSON: Richard, hay una palabra que no hemos dicho, y no la he oído en ningún medio de comunicación público. Y es «dividendo de paz». Basta pensar que, después de cada final de guerra, siempre se hablaba de un dividendo de paz al final de la guerra. Ahora no se oye hablar de eso. ¿Y por qué no?
Bueno, usted acaba de describir cómo el dividendo de la paz no va a llegar a las personas que lo han esperado al final de guerras anteriores. Creo que esta frase, dividendo de la paz, puede ser nuestra estaca que clavemos en el corazón de Dracula y del Partido Demócrata y de la derecha republicana. ¿Qué van a hacer por un dividendo de la paz? ¿A quién va a ir? ¿El dividendo de la paz va a tomar la forma de desempleo a gran escala, de despidos en las agencias reguladoras del gobierno? Acaban de empezar a despedir a los funcionarios del IRS. Así que nadie puede comprobar las declaraciones de impuestos de las personas más ricas. Y ya las investigaciones de las declaraciones de impuestos se centran principalmente en la clase media, no en el 1 %. Así que eso es realmente lo que estamos…
Veamos qué tipo de recortes se están produciendo. Y para cada tipo de recorte que se le ocurra al equipo de Musk y diga: ¿es esto un dividendo de paz o un dividendo de la lucha de clases? Esa es la frase, esa es la narrativa, creo, que queremos poner en marcha. Y es un dividendo de paz, no gastar tanto dinero en el presupuesto militar, Raytheon y todos los demás mercaderes de la muerte.
Pero, básicamente, ¿se trata de reducir el déficit para no tener que gastar tanto en intereses por refinanciar la deuda federal y poder reducir los intereses junto con el gasto militar? Pero van a por todas. Y cuando Musk dice que vamos a recortar en todos los ámbitos, lo que quiere decir es que vamos a recortar el dividendo de la paz, así como el fin de la Guerra Fría.
Eso es exactamente lo que queremos señalar, que el fin de la Guerra Fría debería ser una capacidad para aumentar los salarios, el gasto de los consumidores, para aumentar el nivel de vida de los asalariados y lo que se llama la clase media, que son asalariados que no quieren considerarse asalariados, sino una especie de inversores inmobiliarios en miniatura, capitalistas en miniatura, queremos un cambio de narrativa.
Creo que usted dijo que tal vez los votantes pueden cambiar el Partido Demócrata, no creo que eso sea posible. Creo que el Comité Nacional Demócrata ha estructurado el Partido Demócrata como una entidad corporativa separada controlada por la junta directiva existente del partido que es más soviética de lo que solía ser la Unión Soviética.
Y acaba de decir el último jefe del Comité Nacional Demócrata que cualquier partidario de Bernie Sanders, queremos mantenerlo fuera del Comité Nacional y de la votación.
Así que el Comité Nacional, cuando se trata de la convención de nominación de presidentes, puede superar en votos a todos los votantes. Hablando de que el 0,1 % tiene más votos que el 99,9 %. Así es como está estructurado el Partido Demócrata con el Comité Central.
Así que no creo que se pueda hacer a través de los demócratas. Tiene que hacerse a través de un nuevo movimiento político que no se deje engañar pensando que de alguna manera la única alternativa para apoyar a los trabajadores y asalariados es el Partido Demócrata.
Trump ya se ha ganado más apoyo de los trabajadores. Y creo que con su habilidad narrativa, probablemente mantendrá el apoyo. Y no veo a ninguno de los demócratas en el Congreso en todas las votaciones de línea del partido que se han ido sucediendo, como dispuesto a tomar una postura en el tipo de cosas que solían llamarse, asociadas con Bernie Sanders y el escuadrón. Han estado completamente en silencio en todo esto.
Están encantados de ver, finalmente, que el Partido Demócrata y los republicanos tienen hoy un consenso de que pueden lograr el sueño del presidente Obama, que va a cambiarlo todo.
Por fin pueden desmantelar la Seguridad Social y Medicare. Ese era el sueño de Obama, la oportunidad bipartidista, el acuerdo bipartidista. La crisis de 2008, cuando rescató a los bancos, le impidió hacerlo. Pero ese sigue siendo el sueño tanto de los demócratas como de los republicanos juntos como duopolio.
Así que estamos luchando contra dos partidos. No estamos luchando contra un solo partido. Usted ha descrito cómo los republicanos movilizan su propia base, lo cual es bastante singular. Pero la base demócrata es igualmente singular. Y ese es realmente el problema aquí.
Y es el mismo problema que tienen en Alemania, Francia y los demás países. Tienen a Macron aferrado al poder y a toda la élite del poder allí. Lo tienen en toda Europa.
Mientras todo eso sucede, justo hoy en las reuniones del grupo de los 20, hay imágenes del presidente Putin reuniéndose con el presidente Xi, o los delegados rusos y chinos, lo siento, reuniéndose juntos, ofreciendo la alternativa.
Así que creo que podemos yuxtaponer la posición en los países de la OTAN con los debates mucho más agradables que se están produciendo en la mayoría mundial.
RICHARD WOLFF: Sí. Uno está en el ascensor subiendo y otro está en el ascensor bajando. Y se cruzan, pero el movimiento es inconfundible.
Aquí hay dos cosas con las que terminar que creo que ilustran su punto, Michael. Ayer noté en la prensa que alguien en la operación de Musk está nervioso. Y la forma en que articuló el nerviosismo fue la reacción. Hacen muchas encuestas, la reacción de los trabajadores de todo el país ante el despido masivo de empleados públicos. Nadie se lo pierde.
Así que la sugerencia de este trabajador es que lo que mejor deben hacer es tener un dividendo inmediato. Sus palabras, un dividendo inmediato. No lo llamó dividendo de paz. Lo llamó conseguir que la gente apoye el esfuerzo de eficiencia para que puedan enviar a cada votante un cheque de 82 dólares y 19 centavos, que es su beneficio de la eficiencia lograda al despedir a 280 000 trabajadores, o lo que sea.
Pero verá, están preocupados. Están preocupados por lo que están haciendo y cómo podría salirse de su control y volverse en su contra.
Y aquí hay un segundo ejemplo. Los portavoces de los productores militares hacen un esfuerzo tremendo para decir que lo que estamos haciendo es muy importante, prepárense, el giro hacia Asia. ¿Saben lo que es eso? Es un intento de decir, vale, pueden recortar el presupuesto, pero tenemos que hacer de China un peligro tan grande como solíamos hacer de Rusia. Cuando Rusia ya no sea útil como archienemigo contra el que protegerse, tendremos que decirlo contra China.
Estados Unidos, que comparte el Océano Pacífico, podría lograrlo. Para los europeos, es demasiado. No pueden hacerlo. Tienen que aferrarse a Rusia. Y en esa dificultad para ellos, nosotros también tendremos oportunidades extraordinarias.
MICHAEL HUDSON: Estoy de acuerdo.
NIMA ALKHORSHID: Entonces terminemos. Muchas gracias, Richard y Michael, por estar hoy con nosotros. Como siempre, ha sido un gran placer. Escucharlos y aprender de ustedes.
RICHARD WOLFF: Aprendo cada vez y también estoy agradecido.
NIMA ALKHORSHID: Cuídense. Adiós.
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6. La congelación de la ayuda estadounidense a Ucrania
La visión de Korybko sobre la decisión de Trump de congelar la ayuda a Ucrania.
https://korybko.substack.com/
Cinco conclusiones de la crucial decisión de Trump de congelar toda la ayuda militar a Ucrania
Andrew Korybko 4 de marzo de 2025
Los lazos transatlánticos, las relaciones entre Rusia y EE. UU. y la naturaleza de la hegemonía estadounidense se están transformando ante los ojos de todos mientras Trump toma medidas audaces para obligar a Zelensky a sentarse a la mesa de paz con Putin.
Un alto funcionario del Departamento de Defensa, cuyo nombre no se ha revelado, declaró a los medios de comunicación el lunes por la noche que Trump había decidido congelar toda la ayuda militar a Ucrania hasta que sus líderes demuestren un compromiso de buena fe con la paz. Esto ocurre tan solo unos días después de que Zelensky eligiera su lucha con Trump y Vance en la Casa Blanca. El Wall Street Journal previó anteriormente que, en tal escenario, Ucrania solo podría seguir luchando al nivel actual hasta este verano. He aquí cinco conclusiones de este monumental acontecimiento:
1. Trump va en serio con la negociación de la paz
Zelensky dejó claro durante su desastrosa visita a la Casa Blanca el viernes pasado que está decidido a luchar hasta el último ucraniano a menos que su país obtenga la membresía de la OTAN o tropas occidentales. Ninguna de esas demandas es aceptable para Trump, ya que supondrían un riesgo de Tercera Guerra Mundial, pero ese riesgo también podría seguir aumentando si el conflicto no termina pronto. Por lo tanto, Trump se dio cuenta de que la única forma de obligar a Zelensky a sentarse a la mesa de paz con Putin es congelar toda la ayuda militar hasta que modere su postura extrema.
2. Es probable que él y Putin tengan un acuerdo secreto
Trump dijo la semana pasada que «un alto el fuego podría tener lugar inmediatamente», lo que podría considerarse una admisión involuntaria de un acuerdo secreto con Putin. No se puede alcanzar una paz duradera hasta después de las próximas elecciones presidenciales de Ucrania, pero no pueden celebrarse durante la ley marcial, de ahí la necesidad de un alto el fuego. Aunque Putin anteriormente condicionó esto a que Ucrania se retirara de las regiones en disputa, podría apoyar un alto el fuego para justificar la reducción de la ayuda de EE. UU. a Ucrania y legitimar los acuerdos económicos ruso-estadounidenses.
3. Pero aún no es un acuerdo integral
Si la especulación anterior es correcta, eso no significa que ambos países hayan llegado a un acuerdo global. Aún no se han acordado cuestiones importantes, como la frontera definitiva entre Rusia y Ucrania y la cuestión de las fuerzas de mantenimiento de la paz, y es posible que no se resuelvan hasta después de las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias de Ucrania. Por lo tanto, es prematuro predecir que la línea de contacto se convertirá en la frontera definitiva y que se desplegarán allí fuerzas de paz occidentales, sobre todo porque Rusia se opone a ambas cosas.
4. Polonia podría tener un papel fundamental que desempeñar
Alrededor del 90 % de la ayuda militar occidental a Ucrania pasa por Polonia, por lo que Trump podría pedirle que impida que los europeos utilicen su territorio para armar a Ucrania durante un alto el fuego a cambio de ventajas posteriores al conflicto. No quiere que los británicos, franceses o alemanes animen a Ucrania a violar el alto el fuego o provoquen a Rusia para que lo haga, y puede incentivar a Polonia para que lo impida prometiendo mantener allí a las tropas estadounidenses, posiblemente reubicando algunas de Alemania a Polonia, y convirtiendo a Polonia en su principal socio en Europa.
5. La «nueva distensión» es la máxima prioridad de Trump
Cada uno de los principales movimientos que se han producido desde la llamada de Trump a Putin a mediados de febrero se ha basado en el avance de su gran objetivo estratégico de una «nueva distensión» entre Rusia y Estados Unidos, cuya esencia es revolucionar las relaciones internacionales a través de una asociación integral que cambie las reglas del juego entre ellos. Los lectores pueden obtener más información sobre los detalles en los tres análisis anteriores a los que se accede mediante hipervínculos, pero es la búsqueda de este objetivo lo que, en última instancia, llevó a Trump a tomar la fatídica decisión de congelar toda la ayuda militar a Ucrania.
Los lazos transatlánticos, las relaciones ruso-estadounidenses y la naturaleza de la hegemonía estadounidense se están transformando ante los ojos de todos mientras Trump toma medidas audaces para obligar a Zelensky a sentarse a la mesa de paz con Putin. Su última acción fue, literalmente, uno de los peores escenarios posibles desde la perspectiva de Ucrania y Europa, pero poco pueden hacer en respuesta, salvo capitular ante sus exigencias. Estados Unidos tiene todas las cartas, como le recordó Trump a Zelensky el viernes pasado, y quienes piensen lo contrario se arriesgan a pagar las consecuencias.
Observación de Joaquín Miras:
Un acuerdo secreto, es mucho especular, sobre todo porque da por bueno un alto el fuego antes del acuerdo y tropas extranjeras futuras en Ucrania, cosas que tanto el ministro de AAEE ruso Sergei Lavrov como el portavoz del Kremlin, Dmitri Peshkov, y el mismo Vladimir Putin desmienten una y otra vez.
Hubo ayer una nueva información desde EEUU: Zelenski, antes de reunirse con el presidente de EEUU en la Casa Blanca, se había visto con congresistas del Partido demócrata que le aconsejaron montar el escándalo en la comparecencia pública para forzarle la mano a Trump; el resto ya lo conocemos.
7. Lectura ecológica de Marx
Quizás sea conocido de sobra, pero no está mal este fragmento de Lowy sobre su último libro, reflexionando sobre la actualidad de Marx para el ecologismo contemporáneo.
https://www.contretemps.eu/
¿Qué lectura ecológica se puede hacer de Marx?
Michael Löwy 4 de marzo de 2025
¿Hasta qué punto el pensamiento de Marx y Engels es compatible con la ecología moderna? ¿Se puede concebir una lectura ecológica de Marx? ¿Cuáles son los logros del marxismo indispensables para la constitución de un ecosocialismo a la altura de los desafíos del siglo XXI? ¿Y cuáles son las concepciones de Marx que exigen una «revisión» en función de estas exigencias?
Es sobre todo a estas preguntas a las que responde el filósofo Michael Löwy en este texto. Este es un extracto de su último libro, Étincelles écosocialistes, publicado por la editorial Amsterdam, en el que repasa los orígenes, los retos estratégicos y el contenido político del proyecto ecosocialista.
Mi punto de partida es la siguiente constatación: en primer lugar, los temas ecológicos no ocupan un lugar central en el dispositivo teórico marxiano; en segundo lugar, los escritos de Marx y Engels sobre la relación entre las sociedades humanas y la naturaleza están lejos de ser unívocos y, por lo tanto, pueden ser objeto de diferentes interpretaciones. A partir de estas premisas, intentaré poner de manifiesto algunas tensiones o contradicciones en los textos de los fundadores del materialismo histórico, subrayando, sin embargo, las pistas que ofrecen para una ecología de inspiración marxista.
Las principales críticas de los ecologistas al pensamiento de Marx y Engels
En primer lugar, se describe a los dos pensadores como partidarios de un humanismo conquistador, «prometeico», que opone al hombre a la naturaleza y lo convierte en «amo y señor» del mundo natural, según la fórmula de Descartes. Es cierto que en ambos se encuentran numerosas referencias a los conceptos de «control», «dominio» o incluso «dominación» de la naturaleza. Por ejemplo, según Engels, en el socialismo, los seres humanos «se convierten por primera vez en amos reales y conscientes de la naturaleza, porque y en tanto que amos de su propia vida en sociedad[1]». Sin embargo, como veremos más adelante, los términos «dominio» o «control» de la naturaleza a menudo se refieren al conocimiento de las leyes de la naturaleza.
Por otro lado, lo que llama la atención desde los primeros escritos de Marx es su naturalismo manifiesto, su visión del ser humano como un ser natural, inseparable de su entorno natural. La naturaleza, escribe Marx en los Manuscritos de 1844, «es el cuerpo inorgánico del hombre». O también: «Decir que la vida física e intelectual del hombre está indisolublemente ligada a la naturaleza no significa otra cosa sino que la naturaleza está indisolublemente ligada a sí misma, porque el hombre es parte de la naturaleza».
Ciertamente, Marx se reivindica del humanismo, pero define el comunismo como un humanismo que es al mismo tiempo un «naturalismo consumado»; y, sobre todo, lo concibe como la verdadera solución del «antagonismo entre el hombre y la naturaleza». Gracias a la abolición positiva de la propiedad privada, la sociedad humana se convertirá en «la culminación de la unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo completo del hombre y el humanismo completo de la naturaleza[2]».
Estos pasajes no tratan directamente el problema ecológico, ni a fortiori las amenazas al medio ambiente, pero se inscriben en una lógica que permite un enfoque de la relación hombre-naturaleza que no sea unilateral. En un famoso texto de Engels titulado La función del trabajo en la transformación del mono en hombre (1876), es esta concepción del naturalismo la que fundamenta su crítica de la actividad depredadora del hombre sobre el medio ambiente: «No debemos jactarnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Por cada una de estas victorias, la naturaleza se venga de nosotros. Es cierto que cada victoria nos da, en primera instancia, los resultados esperados, pero en segunda y tercera instancia, tiene efectos diferentes e inesperados que con demasiada frecuencia anulan el primero. Las personas que en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otros lugares destruyeron los bosques para obtener tierra cultivable nunca imaginaron que al eliminar junto con los bosques los centros de recolección y los depósitos de agua, sentaron las bases para el desolado estado actual de esos países.
Cuando los italianos de los Alpes talaron los bosques de pinos de las laderas sur, tan apreciados en las laderas norte, no tenían ni la menor idea de que, al hacerlo, cortaban las raíces de la industria láctea de su región; mucho menos preveían que, con su práctica, privaban a sus fuentes montañosas de agua durante la mayor parte del año […].
Los hechos nos recuerdan a cada paso que no dominamos la naturaleza como un conquistador domina a un pueblo extranjero, como alguien que está fuera de la naturaleza, sino que le pertenecemos con nuestra carne, nuestra sangre, nuestro cerebro, que estamos en su seno y que todo nuestro dominio sobre ella reside en la ventaja que tenemos sobre resto de criaturas de conocer sus leyes y poder usarlas con sensatez”[3].
Ciertamente, este pasaje es muy general; no cuestiona el modo de producción capitalista, sino las civilizaciones antiguas, y no deja de ser un argumento ecológico de una sorprendente modernidad, tanto por su advertencia contra las destrucciones generadas por la producción como por su crítica a la deforestación.
Según los ecologistas, Marx, siguiendo al economista inglés David Ricardo, atribuiría el origen de todo valor y riqueza al trabajo humano, descuidando la contribución de la naturaleza. Esta crítica es, en mi opinión, el resultado de un malentendido: Marx utiliza la teoría del valor-trabajo para explicar el origen del valor de cambio en el marco del sistema capitalista. En cambio, la naturaleza contribuye a la formación de la riqueza real, que no son los valores de cambio, sino los valores de uso. Esta tesis es expuesta muy explícitamente por Marx en la Crítica al Programa de Gotha (1875), texto dirigido contra las ideas del socialista alemán Ferdinand Lassalle y sus discípulos: «El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza misma es la fuente de los valores de uso (¡que son, después de todo, la riqueza real!) tanto como el trabajo, que en sí mismo no es más que la expresión de una fuerza natural, la fuerza de trabajo del hombre[4]».
No, en la medida en que nadie ha denunciado tanto como Marx la lógica capitalista de producir para producir, la acumulación de capital, riqueza y mercancías como un fin en sí mismo. La idea misma del socialismo —a diferencia de sus miserables falsificaciones burocráticas— es la producción de valores de uso, de bienes necesarios para satisfacer las necesidades humanas. El objetivo supremo del progreso técnico según Karl Marx no es el aumento infinito de bienes (el «tener»), sino la reducción de la jornada laboral[5] y el aumento del tiempo libre (el «ser[6]»).
En algunos escritos de juventud, incluso se encuentra la intuición de que las fuerzas productivas tienen un potencial destructivo, como por ejemplo en este pasaje de La ideología alemana:
En el desarrollo de las fuerzas productivas, llega un momento en el que surgen fuerzas productivas y medios de circulación que solo pueden ser perjudiciales en el marco de las relaciones existentes y que ya no son fuerzas productivas, sino destructivas (la maquinaria y el dinero)[7].
Por desgracia, esta idea no se desarrolla y no está claro si la destrucción de la que se habla aquí es la de la naturaleza.
Sin embargo, es cierto que a menudo encontramos en Marx o en Engels (y aún más en el marxismo posterior) una postura poco crítica hacia el sistema de producción industrial creado por el capital, y una tendencia a hacer de la «desarrollo de las fuerzas productivas» el principal vector del progreso. Desde este punto de vista, el texto «canónico» es el famoso prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política (1859), uno de los escritos de Marx más marcados por cierto evolucionismo, por la filosofía del progreso, por el cientificismo (el modelo de las ciencias naturales) y por una visión nada problemática de las fuerzas productivas:
En cierta etapa de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes […]. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en obstáculos. Entonces se abre una época de revolución social. […] Una formación social nunca desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que es lo suficientemente amplia como para contener[8].
En este famoso pasaje, las fuerzas productivas aparecen como «neutrales», y la revolución solo tiene la tarea de abolir las relaciones de producción que se han convertido en un «obstáculo» para su desarrollo ilimitado.
El siguiente pasaje de los Grundrisse es un buen ejemplo de la admiración poco crítica de Marx por la obra «civilizadora» de la producción capitalista y por su brutal instrumentalización de la naturaleza:
Así, pues, la producción basada en el capital crea, por un lado, la industria universal, es decir, el trabajo excedente al mismo tiempo que el trabajo creador de valores; por otro lado, un sistema de explotación general de las propiedades de la naturaleza y del hombre. […] El capital comienza, por tanto, a crear la sociedad burguesa y la apropiación universal de la naturaleza y establece una red que abarca a todos los miembros de la sociedad: esta es la gran acción civilizadora del capital. Se eleva a un nivel social tal que todas las sociedades anteriores aparecen como desarrollos puramente locales de la humanidad y como un idolatría de la naturaleza. De hecho, la naturaleza se convierte en un mero objeto para el hombre, una cosa útil. Ya no se la reconoce como una potencia. La inteligencia teórica de las leyes naturales tiene todos los aspectos de la astucia que busca someter la naturaleza a las necesidades humanas, ya sea como objeto de consumo o como medio de producción[9].
Parece que en este escrito de Marx falta una noción de los límites naturales al desarrollo de las fuerzas productivas.
En realidad, hay que considerar los escritos de Marx (o de Engels) sobre la naturaleza no como un bloque uniforme y definitivo, sino como un pensamiento en movimiento. Este es el aporte que hace la obra del joven investigador japonés Kohei Saito, Karl Marx’s Ecosocialism: Capitalism, Nature, and the Unfinished Critique of Political Economy (2017): muestra la evolución de las reflexiones de Marx sobre el medio ambiente natural, en un proceso de aprendizaje, rectificación y reformulación de su pensamiento.
Sin embargo, en algunos temas hay una gran continuidad en sus escritos. Este es el caso, en particular, de la negativa a la «separación» capitalista entre los seres humanos y la tierra, es decir, la naturaleza. Marx estaba convencido de que en las sociedades primitivas existía una especie de unidad entre los productores y la tierra, y consideraba que una de las tareas importantes del socialismo era restablecer esta unidad destruida por la sociedad burguesa, pero a un nivel superior (negación de la negación). Esto explica el interés de Marx por las comunidades premodernas, tanto en su reflexión ecológica (por ejemplo, a partir de Carl Fraas) como en su investigación antropológica (Franz Maurer): dos autores a los que consideraba «socialistas inconscientes».
Pero en la mayoría de las cuestiones relacionadas con el medio ambiente, Kohei Saito destaca notables evoluciones. Antes de El Capital (1867), en los escritos de Marx encontramos una visión bastante acrítica del «progreso» capitalista, una actitud a menudo descrita con el término mitológico bastante vago de «prometeísmo». Esto es evidente en el Manifiesto Comunista, que celebra la «subyugación de las fuerzas de la naturaleza» y la «tala de continentes enteros» por parte de la burguesía. Pero también es válido para los Cuadernos de Londres (1851), para los Manuscritos económicos de 1861-1863 y otros escritos de esos años. Curiosamente, Kohei Saito (como antes John Bellamy Foster) parece excluir los Grundrisse (1857-1858) de esta crítica, lo que no me parece justificado, como hemos visto anteriormente.
Los cambios comienzan a partir de 1865-1866, cuando Marx descubre, al leer los escritos del químico agrícola Justus von Liebig, los problemas del agotamiento de los suelos y la ruptura metabólica entre las sociedades humanas y la naturaleza. Esto le llevará, en el volumen 1 de El Capital (1867), pero también en los otros dos volúmenes inacabados, a una visión mucho más crítica de los daños del «progreso» capitalista. Después de 1868, al leer los trabajos del científico alemán Carl Fraas, descubre la deforestación y los cambios climáticos locales.
Así, en varios pasajes de El Capital relativos a la agricultura, se puede vislumbrar una verdadera problemática ecológica y una crítica radical de las catástrofes resultantes del productivismo capitalista: Marx propone una especie de teoría de la ruptura del metabolismo entre las sociedades humanas y la naturaleza, que resultaría del productivismo capitalista. El punto de partida de Marx son los trabajos de Justus von Liebig, de quien escribe que «uno de sus méritos inmortales […] es haber puesto de manifiesto ampliamente el lado negativo de la agricultura moderna desde el punto de vista científico».
La expresión «Riß des Stoffwechsels», literalmente «ruptura» o «desgarro» «del metabolismo» o «de los intercambios materiales», aparece en particular en un pasaje del capítulo 47, «Génesis de la renta agraria capitalista», en el libro III de El Capital: «Por un lado, la gran propiedad de la tierra reduce la población agrícola a un mínimo en constante declive, por otro lado, se enfrenta a una población industrial en constante crecimiento, hacinada en las grandes ciudades: Por lo tanto, crea condiciones que provocan una ruptura irreparable (unheilbaren Rißs) en la conexión del metabolismo (Stoffwechsel) social, un metabolismo prescrito por las leyes naturales de la vida; el resultado es que la fuerza del suelo se desperdicia (verschleudert), y este desperdicio se extiende gracias al comercio mucho más allá de las fronteras de cada país (Liebig). […] La gran industria y la gran agricultura industrializada actúan conjuntamente. Mientras que en un principio se distinguían en que la primera devastaba (verwüstet) y arruinaba la fuerza de trabajo y, por tanto, la fuerza natural de los seres humanos, mientras que la segunda hacía lo mismo directamente con la fuerza natural del suelo, en su posterior desarrollo unieron sus esfuerzos, en la medida en que el sistema industrial en el campo también debilita al trabajador, mientras que la industria y el comercio proporcionan a la agricultura los medios para agotar el suelo».
Como en la mayoría de los ejemplos que veremos a continuación, la atención de Marx se centra en la agricultura y en el problema de la devastación de los suelos, pero vincula esta cuestión a un principio más general: la ruptura en el sistema de intercambio material (Stoffwechsel) entre las sociedades humanas y el medio ambiente, en contradicción con las «leyes naturales» de la vida. También es interesante señalar dos sugerencias importantes, aunque Marx no las desarrolló mucho: la cooperación entre la industria y la agricultura en este proceso de ruptura, y la extensión de los daños, debido al comercio internacional, a una escala global.
El tema de la ruptura del metabolismo también se encuentra en un pasaje conocido del libro I de El Capital: la conclusión del capítulo sobre la gran industria y la agricultura. Es uno de los textos de Marx en los que se habla más explícitamente de los estragos provocados por el capital en el medio ambiente natural; en él se perfila una visión dialéctica de las contradicciones del «progreso» inducido por las fuerzas productivas:
La producción capitalista […] no solo destruye la salud física de los obreros urbanos y la vida espiritual de los trabajadores rurales, sino que también perturba el intercambio material (Stoffwechsel) entre el hombre y la tierra, y la condición natural eterna de la fertilidad sostenible (dauernder) del suelo, al dificultar cada vez más la restitución al suelo de los ingredientes que se le quitan y se usan en forma de alimentos, ropa, etc. Pero al trastornar las condiciones en las que se lleva a cabo casi espontáneamente esta circulación, obliga a restablecerla de manera sistemática, en una forma adecuada para el desarrollo humano integral y como ley reguladora de la producción social. Además, cada progreso de la agricultura capitalista es un progreso no solo en el arte de explotar al trabajador, sino también en el arte de despojar al suelo; cada progreso en el arte de aumentar su fertilidad por un tiempo es un progreso en la ruina de sus fuentes duraderas de fertilidad. Cuanto más se desarrolla un país, por ejemplo, los Estados Unidos de América del Norte, sobre la base de la gran industria, más rápidamente se lleva a cabo este proceso de destrucción. La producción capitalista, por lo tanto, desarrolla la técnica y la combinación del proceso de producción social solo al socavar (untergräbt) al mismo tiempo las dos fuentes de las que brota todo el riqueza: la tierra y el trabajador[10].
Varios aspectos son notables en este texto: en primer lugar, la idea de que el progreso puede ser destructivo, un «progreso» en la degradación y el deterioro del medio ambiente natural, por lo tanto. El ejemplo elegido no es el mejor, y parece demasiado limitado —la pérdida de fertilidad del suelo—, pero al menos plantea la cuestión más general de los daños al medio natural, a las «condiciones naturales eternas», por la producción capitalista. La explotación y el menosprecio de los trabajadores y de la naturaleza se ponen aquí en paralelo, como resultado de la misma lógica depredadora, la que prevalece en el desarrollo de la gran industria y la agricultura capitalistas. Es un tema que vuelve a menudo en El Capital, por ejemplo en el capítulo dedicado a la jornada de trabajo:
La limitación del trabajo manufacturero ha sido dictada por la necesidad, por la misma necesidad que hizo esparcir el guano por los campos de Inglaterra. La misma codicia ciega que agota el suelo atacaba hasta la raíz la fuerza vital de la nación. […] En su pasión ciega y desmesurada, en su voracidad por el trabajo extra, el capital no solo supera los límites morales, sino también el límite fisiológico extremo de la jornada laboral. […] Y alcanza su objetivo acortando la vida del trabajador, al igual que un agricultor codicioso obtiene un mayor rendimiento de su suelo agotando su fertilidad[11].
Esta asociación directa que hace Marx entre la explotación del proletariado y la explotación de la tierra inicia una reflexión sobre la articulación entre la lucha de clases y la lucha en defensa del medio ambiente, en una lucha común contra la dominación del capital.
Todos estos textos ponen de manifiesto la contradicción entre la lógica inmediata del capital y la posibilidad de una agricultura «racional» basada en una temporalidad mucho más larga, es decir, en una perspectiva sostenible e intergeneracional que respete el medio ambiente:
Incluso los químicos agrícolas más conservadores, como Johnston, por ejemplo, reconocen que la propiedad privada es una barrera infranqueable para una agricultura verdaderamente racional. […] Todo el espíritu de la producción capitalista, orientada al beneficio monetario inmediato, está en contradicción con la agricultura, que debe tener en cuenta el conjunto (ständigen) de las condiciones de vida de la cadena de generaciones humanas. Los bosques son un ejemplo llamativo de ello, que solo se administran de acuerdo con el interés general en cierta medida cuando no están sujetos a la propiedad privada, sino a la gestión estatal[12].
Después del agotamiento del suelo, el otro ejemplo de catástrofe ecológica mencionado con frecuencia por Marx y Engels es el de la destrucción de los bosques. Aparece varias veces en El Capital:
El desarrollo de la civilización y la industria en general […] siempre ha sido tan activo en la devastación de los bosques que todo lo que se ha podido hacer para su conservación y producción es completamente insignificante en comparación[13].
Los dos fenómenos —la degradación de los bosques y la del suelo— están, por lo demás, estrechamente relacionados en sus análisis. En un pasaje de la Dialéctica de la naturaleza, Engels habla de la destrucción de los bosques cubanos por parte de los grandes productores de café españoles y de la desertificación resultante de la explotación de la tierra; la califica de ejemplar de la «actitud inmediata y depredadora hacia la naturaleza del actual modo de producción» y de indiferencia hacia los efectos naturales perjudiciales de sus acciones a más largo plazo[14].
El problema de la contaminación ambiental no está ausente de las preocupaciones de ambos pensadores, pero se aborda casi exclusivamente desde el punto de vista de la insalubridad de los barrios obreros de las grandes ciudades inglesas. El ejemplo más llamativo está en las páginas de La situación de la clase obrera en Inglaterra[15]: En él, Engels describe con horror e indignación la acumulación de basura y residuos industriales vertidos en las calles y los ríos; habla de las emanaciones de dióxido de carbono que envenenan la atmósfera, de las «exhalaciones de los ríos contaminados y contaminantes», etc. Implícitamente, estos pasajes, y otros similares, denuncian la contaminación del medio ambiente por la actividad industrial capitalista, pero la cuestión nunca se plantea directamente.
¿Cómo definen Marx y Engels el programa socialista en relación con el medio ambiente natural?
¿Qué transformaciones debe experimentar el sistema productivo para ser compatible con la conservación de la naturaleza? Los dos pensadores parecen concebir a menudo la producción socialista como la apropiación por parte de la colectividad de las fuerzas y los medios de producción desarrollados por el capitalismo: una vez abolido el «obstáculo» que representan las relaciones de producción y, en particular, las relaciones de propiedad, estas fuerzas podrán desarrollarse libremente. Por lo tanto, habría una especie de continuidad sustancial entre el aparato productivo capitalista y el socialista, siendo el reto socialista ante todo la gestión planificada y racional de esta civilización material creada por el capital.
Por ejemplo, en la famosa conclusión del capítulo sobre la acumulación originaria de El Capital, Marx escribe:
El monopolio del capital se convierte en un obstáculo para el modo de producción que ha crecido y prosperado con él y bajo sus auspicios. La socialización del trabajo y la centralización de sus resortes materiales llegan a un punto en el que ya no pueden mantenerse en su envoltura capitalista. Esta envoltura se hace añicos. Ha llegado la hora de la propiedad capitalista. […] La producción capitalista engendra su propia negación con la fatalidad que preside las metamorfosis de la naturaleza[16].
Independientemente del determinismo fatalista y positivista que lo caracteriza, este pasaje parece dejar intacto, desde la perspectiva socialista, todo el modo de producción creado «bajo los auspicios» del capital, cuestionando solo la «envoltura» de la propiedad privada, que se ha convertido en un «obstáculo» para los resortes materiales de la producción. Encontramos una concepción similar del socialismo en el Anti-Dühring (1878) de Friedrich Engels:
La fuerza expansiva de los medios de producción hace saltar las cadenas que el modo de producción capitalista le había impuesto. Su liberación de las cadenas es la única condición necesaria para un desarrollo ininterrumpido de las fuerzas productivas, que avanza a un ritmo cada vez más rápido, y, por consiguiente, para un aumento sin límites de la producción misma[17].
No hace falta decir que el problema del medio ambiente no está presente en esta concepción del paso al socialismo. Sin embargo, también hay otros escritos que tienen en cuenta la dimensión ecológica del programa socialista y abren algunas vías interesantes. Hemos visto que los Manuscritos de 1844 se refieren al comunismo como la «verdadera solución del antagonismo entre el ser humano y la naturaleza». Y en el pasaje citado del volumen I de El Capital, Marx da a entender que las sociedades precapitalistas aseguraban «espontáneamente» (naturwüchsig) el metabolismo (Stoffwechsel) entre los grupos humanos y la naturaleza; en el socialismo (la palabra no aparece directamente, pero se puede inferir por el contexto), habrá que restablecerlo de forma sistemática y racional, «como ley reguladora de la producción social». Es una pena que ni Marx ni Engels desarrollaran más su intuición basada en la idea de que las comunidades precapitalistas vivían «espontáneamente» en armonía con su entorno natural, y que la tarea del socialismo es restablecer esta armonía sobre nuevas bases[18].
Varios pasajes de Marx parecen considerar la conservación del medio ambiente natural como una tarea fundamental del socialismo. Por ejemplo, el volumen III de El Capital opone a la lógica capitalista de la gran producción agrícola, basada en la explotación y el desperdicio de las fuerzas del suelo, otra lógica de naturaleza socialista: el «tratamiento conscientemente racional de la tierra como propiedad comunitaria eterna y como condición inalienable (unveräußerlichen) de la existencia y reproducción de la cadena de sucesivas generaciones humanas». Un razonamiento similar se encuentra unas páginas más arriba:
Ni siquiera una sociedad entera, una nación, en definitiva, todas las sociedades contemporáneas juntas, son propietarias de la tierra. Solo son sus ocupantes, sus usufructuarios (Nutznießer), y deben, como boni patres familias, dejarla en mejores condiciones a las generaciones futuras[19].
En otras palabras, Marx parece defender el «principio de responsabilidad» que, mucho más tarde, será apreciado por Hans Jonas. En algunos textos, el socialismo se asocia con la abolición de la separación entre la ciudad y el campo y, por lo tanto, con la eliminación de la contaminación industrial urbana: «Solo mediante la fusión de la ciudad y el campo se puede eliminar la actual intoxicación del aire, el agua y el suelo; solo ella puede llevar a las masas que hoy languidecen en las ciudades al punto en que su estiércol sirva para producir plantas, en lugar de producir enfermedades[20]».
La formulación es torpe —¡la cuestión se reduce a un problema de metabolismo del estiércol humano!—, pero plantea un problema crucial: ¿cómo poner fin a la contaminación industrial del medio ambiente? La novela utópica del gran escritor marxista libertario William Morris, Noticias de ninguna parte (1890), es un fascinante intento de imaginar un nuevo mundo socialista, en el que las grandes ciudades industriales habrían dado paso a un hábitat urbano-rural respetuoso con el medio ambiente natural.
Por último, siempre en el mismo tomo III de El Capital, Marx ya no define el socialismo como la «dominación» o el «control» humano sobre la naturaleza, sino más bien como el control sobre el intercambio material con la naturaleza: En el ámbito de la producción material, «la única libertad posible es la regulación racional, por parte del ser humano socializado, por parte de los productores asociados, de su metabolismo (Stoffwechsel) con la naturaleza, que lo controlen juntos en lugar de ser dominados por ella como por una potencia ciega[21]».
No sería difícil encontrar otros ejemplos de una verdadera sensibilidad hacia la cuestión del entorno natural de la actividad humana. No obstante, Marx y Engels carecen de una perspectiva ecológica general.
A este respecto, Kohei Saito me parece que se equivoca cuando escribe que para Marx «la insostenibilidad medioambiental es el contradicción del sistema»; o que en sus últimos años Marx percibió la ruptura metabólica como «el problema más grave del capitalismo»; o que el conflicto con los límites naturales es, para él, «la contradicción principal del modo de producción capitalista[22]». Me pregunto dónde encontró Kohei Saito en los escritos de Marx —libros publicados, manuscritos o cuadernos de notas— afirmaciones como estas… No existen, y por una buena razón: la insostenibilidad del sistema capitalista no era todavía una cuestión decisiva en el siglo XIX, como lo es hoy; o mejor dicho, desde 1945, cuando el planeta entró en una nueva era geológica, el Antropoceno.
Mi otro desacuerdo se refiere a la idea de que la ruptura metabólica o el conflicto con los límites naturales es «un problema del capitalismo» o «una contradicción del sistema»: ¡se trata de mucho más que eso! Es una contradicción entre el sistema capitalista y las «condiciones naturales eternas» (Marx), y por lo tanto con las condiciones naturales para la vida humana en el planeta. De hecho, como observa Paul Burkett (citado por Kohei Saito), el capital puede seguir acumulándose, bajo cualquier condición natural, incluso degradada, mientras no haya una extinción completa de la vida humana.
Si bien es cierto que la ecología no ocupa un lugar central en el dispositivo teórico y político de Marx y Engels, no es menos cierto que es imposible pensar una ecología crítica a la altura de los desafíos contemporáneos sin tener en cuenta la crítica marxiana de la economía política, su cuestionamiento de la lógica destructiva inducida por la acumulación ilimitada de capital. Una ecología que ignore o desprecie el marxismo y su crítica del fetichismo de la mercancía está condenada a ser solo un correctivo de los «excesos» del productivismo capitalista.
Podríamos concluir provisionalmente esta discusión con una sugerencia, que me parece pertinente, planteada por Daniel Bensaïd en su notable obra dedicada a Marx: reconociendo que sería tan abusivo eximir a Marx de las ilusiones «progresistas» o «prometeicas» de su tiempo como convertirlo en un adalid de la industrialización desenfrenada, nos propone un enfoque mucho más fructífero: adentrarse en las contradicciones de Marx y tomárselas en serio. La primera de estas contradicciones es, por supuesto, la que existe entre el credo productivista de algunos textos y la intuición de que el progreso puede ser fuente de destrucción irreversible del medio ambiente[23].
Notas
[1]. Friedrich Engels, Anti-Dühring, trad. fr. É. Bottigelli, París, Éditions sociales, 1950, p. 322.
[2]. Karl Marx, Manuscritos de 1844, trad. fr. É. Bottigelli, París, Éditions sociales, 1962, p. 62, 87, 89.
[3]. Friedrich Engels, Dialéctica de la naturaleza, trad. fr. É. Bottigelli, París, Éditions sociales, 1968, p. 180-181.
[4]. Karl Marx, Crítica de los programas de Gotha y Erfurt, trad. fr. É. Bottigelli, París, Éditions sociales, 1950, p. 18. Cf. El Capital, Madrid, Siglo XXI, 1973, I, p. 47: «La fuerza de trabajo no es, pues, la única fuente de los valores de uso que produce, del bienestar material. Es el padre, y la tierra, la madre, como dice William Petty».
[5]. Cf. Karl Marx, Das Kapital, vol. 3, Berlín, Dietz Verlag, 1968, p. 828.
[6]. «Cuanto menos eres, cuanto menos manifiestas tu vida, cuanto más posees, cuanto más crece tu vida enajenada, más acumulas de tu ser enajenado» (Manuscritos de 1844, op. cit., p. 103).
[7]. Karl Marx, La ideología alemana, trad. fr. colectiva, París, Éditions sociales, p. 67-68.
[8]. Karl Marx, prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política, trad. fr. M. Husson y G. Badia, París, Éditions sociales, 1977, p. 3
[9]. Karl Marx, Fundamentos de la crítica de la economía política, trad. fr. R. Dangeville, París, Anthropos, 1967, p. 366-367.
[10]. Karl Marx, El Capital, libro I, trad. fr. J. Roy, París, Éditions sociales, 1969, p. 363, traducción revisada y corregida según el original alemán: Das Kapital, vol. 1, Berlín, Dietz Verlag, 1960, p. 528-530.
[11]. Ibíd., p. 183-200.
[12]. Karl Marx, Das Kapital, vol. 3, Berlín, Dietz Verlag, 1968, p. 630-631.
[13]. Karl Marx, Das Kapital, vol. 2, op. cit., p. 247.
[14]. Friedrich Engels, Dialéctica de la naturaleza, Moscú, Progreso, 1964, p. 185.
[15]. Friedrich Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, en Marx, Engels, Sobre Gran Bretaña, Moscú, Editorial de Lenguas Extranjeras, 1953, p. 129-130.
[16]. Karl Marx, El Capital, libro I, op. cit., p. 566-567.
[17]. Friedrich Engels, Anti-Dühring, op. cit., p. 321.
[18]. Este aspecto del texto se pierde en la traducción de El capital de Jean-Pierre Lefebvre, citada en la traducción del artículo de Ted Benton, en la medida en que naturwüchsig, «espontáneo», se traduce por «origen simplemente natural».
[19]. Karl Marx, Das Kapital, vol. 3, op. cit., p. 784, 820. El término «socialismo» no aparece en estos pasajes, pero está implícito.
[20]. Friedrich Engels, Anti-Dühring, op. cit., p. 335. Véase también este pasaje de La cuestión de la vivienda (París, Éditions sociales, 1957, p. 102): «La supresión de la oposición entre la ciudad y el campo no es más una utopía que la supresión del antagonismo entre capitalistas y asalariados. […] Nadie lo ha reclamado con más fuerza que Liebig en sus obras sobre química agrícola, en las que pide en primer lugar y constantemente que el hombre devuelva a la tierra lo que recibe de ella y donde demuestra que solo la existencia de las ciudades, especialmente de las grandes ciudades, lo impide. El resto del argumento gira, una vez más, en torno a los «fertilizantes naturales» producidos por las grandes ciudades.
[21]. Karl Marx, Das Kapital, vol. 3, op. cit., p. 828. Ted Benton, que parece haber leído este texto en traducción, se pregunta si, al hablar de «controlar juntos», Marx se refiere a la naturaleza o al intercambio con ella. El texto alemán no deja lugar a dudas, ya que se trata del masculino (ihm) de la palabra «metabolismo» y no del femenino de «naturaleza»…
[22]. Kohei Saito, Karl Marx’s Ecosocialism: Capitalism, Nature, and the Unfinished Critique of Political Economy, Nueva York, Monthly Review Press, 2017, p. 142.
[23]. Daniel Bensaïd, Marx l’intempestif, París, Fayard, 1996, p. 347.
8. Bookchin y el «municipalismo libertario» español
Entre vosotros hay mucho mejores especialistas en el tema, pero por si tenéis curiosidad sobre cómo veía Bookchin la experiencia libertaria en España, un artículo aparecido en Francia con motivo de la reedición de su Los anarquistas españoles.
La España roja y negra de Murray Bookchin
27 de febrero de 2025
https://www.revue-ballast.fr/lespagne-rouge-et-noire-de-murray-bookchin/
En el prólogo de Los anarquistas españoles, Murray Bookchin recuerda «el lugar importante» que ocupó en su adolescencia el conflicto civil que tuvo lugar en la península ibérica entre 1936 y 1939. «Como miembro de las Juventudes Comunistas, me ofrecí como voluntario para participar en los combates, pero me rechazaron por mi edad.» Y añadió: «Al final, acabé sabiendo lo suficiente sobre la situación como para romper por completo con los estalinistas y empezar a simpatizar con otras corrientes, primero antiestalinistas y luego socialistas libertarias». El apoyo a un giro ideológico, la guerra de España fue un hito decisivo en la vida del teórico estadounidense. ¿Lleva su obra la huella de ello? ¿Qué herencia del anarcosindicalismo hay en Bookchin? Esto es lo que analiza aquí el filósofo Christian Solioz al volver sobre la reciente y inédita traducción, por parte de Lux, de Los anarquistas españoles.
El levantamiento militar contra la República el 17 y 18 de julio de 1936 precipitó una revolución social de una magnitud insospechada: autogestión de fábricas y servicios públicos, regímenes comunales de propiedad de la tierra, sistemas libertarios de logística, consejos obreros y campesinos, democracia directa y deliberativa, federaciones de consejos y colectividades. Al mismo tiempo, acaba de comenzar la Guerra Civil Española (1936-1939). «El escándalo más inmundo de la historia de la humanidad»1, grita un Thomas Mann, solidario con Federico García Lorca y vehemente como Georges Bernanos. Con demasiada frecuencia, la guerra civil ha ocultado la revolución social y el papel decisivo de los anarquistas, especialmente de la CNT-FAI»2. Junto con otros estudios que son autoridad, Los anarquistas españoles de Murray Bookchin permite medir la importancia del anarquismo en España.
En el laberinto español (1868-1936)
Homenaje a los anarquistas españoles
Aunque Bookchin no es un hispanista, el mérito de su libro es doble: en primer lugar, evita el escollo de una historia de acontecimientos al trazar —atento a los particularismos y regionalismos específicos del país— las dinámicas socioeconómicas, culturales y políticas propias de la España de los años 1868 a 1936. Este enfoque es tanto más indispensable cuanto que «las transformaciones estructurales que afectaron a España durante las tres primeras décadas del siglo XX son la base orgánica de la crisis revolucionaria y del conflicto civil»3 y permiten comprender tanto las metamorfosis como el auge del movimiento anarquista.
En segundo lugar, al poner el énfasis en el anarquismo español, Bookchin contribuye a una historia de la contracultura de los años treinta en España, que integra los discursos y prácticas de los círculos libertarios en un país donde, caso único, las ideas de Bakunin dieron lugar en julio de 1936 a un movimiento de masas y a un proceso revolucionario libertario. El enfoque adoptado por Bookchin, inspirado por el escritor británico y autor de El laberinto español, Gerald Brenan, es privilegiar una perspectiva histórica que contextualice este movimiento que no se limita al «breve verano de la anarquía»4 en 1936». Por lo tanto, para el autor no se trata tanto de investigar el movimiento espontáneo de colectivización en la agricultura, la industria y los servicios públicos, y la implementación, los éxitos y fracasos de un sistema de autogestión que pertenece al consejismo[6], sino de estudiar el movimiento social que sentó las bases de estas estructuras sociales libertarias: el movimiento anarquista español.
A lo largo de su libro, Bookchin insiste en «los retos organizativos y sociales que marcaron el periodo en el que el anarquismo español experimentó su auge» y demuestra de manera convincente que «durante casi tres generaciones, los trabajadores y campesinos de a pie lograron construir las organizaciones en las que se basarían estos colectivos» del verano de 1936. Por lo tanto, fueron los «años heroicos», desde 1868 hasta 1936, y no solo este último año, los que estuvieron marcados «por un fascinante proceso de experimentación con formas organizativas, técnicas de toma de decisiones, valores individuales, objetivos educativos y métodos de lucha».
Si bien el libro de Bookchin se preocupa por trazar los grandes hitos del anarcosindicalismo español, nunca pierde de vista su dimensión ética ni su arraigo en la vida cotidiana. El estilo de vida que promueve se guía por el deseo de una transformación radical del individuo según los principios libertarios: «Los anarquistas españoles se preocupaban por los aspectos concretos de una futura sociedad libertaria y discutían ávidamente sobre casi todos los cambios que una revolución podría traer a su vida cotidiana. Muchos de ellos pusieron inmediatamente en práctica sus principios, en la medida en que les era humanamente posible hacerlo. Miles de ellos cambiaron su dieta y renunciaron a vicios adictivos como el consumo de alcohol o tabaco.» Además de los evidentes vínculos políticos, lo que anima a los grupos de afinidad anarquistas es sobre todo un profundo compromiso personal: «Inscritos en una corriente que preconizaba la acción directa, estos grupos producían individuos dotados de una fuerza de carácter y una audacia excepcionales.»
A lo largo de su libro, Bookchin considera la anarquía española «como la expresión de los propios sectores populares españoles, más que como un conjunto de doctrinas libertarias herméticas». A pesar del fracaso de 1936, una derrota atribuida a la indecisión de los líderes autoproclamados, a pesar de la terrible tragedia de la guerra civil, es necesario elogiar el idealismo de aquellos que lucharon y murieron bajo la bandera roja y negra: «Estos muertos merecen el mínimo homenaje que consiste en identificar el anarquismo con la revolución social, y no con los conceptos de moda de descentralización y autogestión que coexisten cómodamente con el poder del Estado, la economía de mercado y las multinacionales.» De hecho, añade Bookchin, «las concepciones de la comuna, la autogestión y la innovación tecnológica que defendían los anarquistas españoles son totalmente incompatibles con cualquier sistema basado en el poder del Estado y la propiedad privada, e impermeables a cualquier compromiso con la sociedad burguesa».
Primer balance
A mediados de agosto de 1936, la CNT-FAI disolvió los diferentes comités revolucionarios y colectividades y aceptó la militarización de la milicia para poder participar en los dos gobiernos republicanos: el gobierno central y el gobierno regional autónomo de Cataluña. Al olvido la larga tradición antipolítica y de acción directa que se remonta al primer congreso de la Internacional Española organizado en 1870 en Barcelona7. La razón de ser de un movimiento histórico se derrumba en dos tiempos, primero el 26 de septiembre de 1936 con la entrada de tres ministros de la CNT en el gobierno de Cataluña, y luego el 4 de noviembre de 1936 con el nombramiento de cuatro ministros de la CNT en el gobierno del socialista Francisco Largo Cabellero, el «Lenin español».
La necesidad hizo ley, la urgencia era entonces ganar la guerra. «Había que silenciar los principios, hacer concesiones transitorias»8, comenta el militante anarcosindicalista Gaston Leval. Después de haber apoyado la participación gubernamental durante la guerra, Leval se opone firmemente a ella: «Cuando se hace balance de esta colaboración, se llega a la conclusión de que el paseo por los pasillos del poder fue negativo en todos los aspectos» (9). Como señala el hispanista François Godicheau, la guerra civil precipitó el fortalecimiento del Estado y la institucionalización del movimiento anarquista que, a punto de hacer realidad su «idea», dio la espalda a sus principios fundacionales. 10
Por su parte, Bookchin hace balance a la luz de su filosofía política. Así, en su capítulo final subraya que el anarquismo español, especialmente en Cataluña, «pudo haber marcado […] la última etapa del desarrollo del socialismo proletario revolucionario antes de que este degenerara en una variante de la ideología capitalista-estatista». Si bien el autor recuerda los logros de los años heroicos, argumentando que «los trabajadores tomaron el control de la industria y los campesinos formaron colectivos libres de gestión de la tierra, pero en muchos lugares incluso se abolió el dinero y las normas comunistas más radicales sustituyeron a las concepciones burguesas del trabajo, la distribución y la administración», no es menos consciente de las limitaciones del sindicalismo revolucionario español. Incluso en el caso de un hipotético triunfo, el autor duda de que se hubiera podido desarrollar una sociedad anarcosindicalista. Esta lectura crítica no le impide subrayar que «el genio del anarquismo español residía en su capacidad para unir las preocupaciones del socialismo proletario clásico con aspiraciones más amplias y contemporáneas», es decir, la aspiración a vivir en «una sociedad libertaria no jerárquica […] cuyos miembros se agruparían en colectividades libres, practicarían la democracia directa y controlarían plenamente su vida cotidiana».
Evolución de las posiciones de Bookchin
En el corazón de su obra, el anarquismo español
Bookchin esperaba volver en un segundo volumen sobre el período 1936-1939, proyecto que no verá la luz. El autor menciona dos razones: por un lado, a partir de finales del verano de 1936, la dirección de la CNT-FAI se aleja de sus principios y, por otro, «el anarquismo y el anarcosindicalismo españoles alcanzaron sus cumbres más notables antes de 1936». Sin embargo, el anarquismo español está en el centro de varias publicaciones de Bookchin[11]. Dedica el cuarto y último volumen de su ensayo sobre la historia revolucionaria a la Revolución española. En el prefacio de este volumen, que iba a ser el último publicado en vida, subraya que el tiempo le ha «concedido generosamente el privilegio de probar y reexaminar ideas que, cuando era joven, le parecían indiscutibles» (12). Poco a poco, su apreciación del movimiento anarquista español se distancia de los análisis de los expertos (Peirats, Leval, Brenan y Bolloten) y de los historiadores (Bernecker, Ealham, Broué y Témime) para presentar una narrativa que critica el anarquismo en nombre de la filosofía política que ha formulado entretanto.
Si las disensiones y disputas internas en el «municipalismo libertario» explican en parte un cambio de rumbo, también hay que tener en cuenta que el autor ha evolucionado y desarrollado bajo el término de ecología social una filosofía política que incluye una crítica del anarquismo. Aún así, hay que precisar que se trata del anarquismo en su forma contemporánea, como expone en términos particularmente vivos el texto titulado «El anarquismo: ¿revolución social o modo de vida?». En él escribe que «estos supuestos anarquistas han abandonado el terreno social, que era el preferido de los anarquistas de antaño, tanto los anarcosindicalistas como los revolucionarios comunistas libertarios, para preferir la ayuda puntual, que no requiere ni organización ni coherencia intelectual, y, lo que es más preocupante, una actitud abiertamente egoísta alimentada por la decadencia generalizada de la actual sociedad burguesa13.»
Esta crítica se inscribe en una perspectiva más amplia que también apunta al marxismo, el sindicalismo y el socialismo. Todas estas ideologías tienen una comprensión errónea de la política: «ninguna ha […] mantenido la relevancia que tenían en fases anteriores del desarrollo capitalista y en períodos pasados del progreso tecnológico. Ninguna puede esperar abarcar la multitud de cuestiones, opciones, problemas y desafíos que el capitalismo no ha dejado de plantear a lo largo del tiempo» (14). En un texto dedicado a «El futuro de la izquierda» publicado en la antología La Revolución por Venir, el autor retoma su argumentación insistiendo en la capacidad de imaginar el futuro sin anteojeras: «En última instancia, el futuro de la izquierda depende de su capacidad para aceptar lo que es relevante tanto en el marxismo como en el anarquismo para hoy y mañana. […] Al evaluar la tradición revolucionaria, una izquierda razonada debe deshacerse de las tradiciones obsoletas que, como nos advirtió Marx, pesan sobre los vivos, y comprometerse a crear una sociedad racional y una civilización plenamente desarrollada. 15»
Hacia el municipalismo libertario
En la década de 1960, Bookchin se dedicó, en un tono aún conciliador, a redefinir el anarquismo combinando anarquía, ecología, democratización directa y descentralización. 16 El autor se vuelve más mordaz en 1995 con la publicación de un libro de combate: Changer sa vie sans changer le monde. Bookchin quema sus naves, salda sus cuentas tanto con el movimiento anarquista, del que fue una figura destacada,17 como con el sindicalismo revolucionario, se distancia del modelo de grupos afines —forma clásica de organización de los anarquistas y a menudo privilegiada en los círculos de la contracultura y la Nueva Izquierda— y, por último, aunque se enfade con todo el mundo, critica las supuestas virtudes de la espontaneidad revolucionaria para insistir en la importancia de la organización y la necesidad de elaborar orientaciones estratégicas precisas. Como veremos, estos tres puntos se basan en su relectura del anarquismo español y movilizan nociones fundamentales de su filosofía política.
En Una sociedad que rehacer, publicado en 1990, el autor se esfuerza por redefinir las líneas de fuerza de todo proyecto revolucionario. En la línea de los trabajos de la Escuela de Frankfurt, la refutación del paradigma del obrerismo permite «considerar la historia en términos de intereses más amplios, como la libertad, la solidaridad, el amor al prójimo: el deseo, en verdad, de participar activamente en el equilibrio de la naturaleza. Estos centros de interés ya no eran exclusivos de una clase, un sexo, una raza o una nacionalidad en particular. Se trataba de intereses universales, comunes a la humanidad en su conjunto. Los problemas económicos y los conflictos de clase no podían, por supuesto, ser ignorados, pero limitarse a ellos dejaba de lado toda una serie de sensibilidades y relaciones pervertidas que, por el contrario, debían afrontarse y corregirse con vistas a un cambio social de mayor alcance. 18»
Dicho de otro modo, Bookchin tiene en mente el interés social general, lo «común», con el espacio municipal como lugar privilegiado, el «derecho a la ciudad», diría Henri Lefebvre, cuya creación supone no solo un compromiso a largo plazo, sino también reflexión y organización. De hecho, para Bookchin es imposible no tener en cuenta las cuestiones de poder, las instituciones sociales y la estrategia política. El rompimiento con el anarquismo —especialmente con el anarquismo individualista calificado de lifestyle anarchism— es aquí manifiesto. Más adelante, el autor desarrolla una filosofía política en consonancia con la ecología social, cuyos pilares son el «municipalismo libertario» y la confederación de municipios ecológicos autónomos.
No sin una referencia a lo que Hannah Arendt llamó el «tesoro perdido» de las revoluciones[19], es decir, la experiencia moderna de autoinstitución democrática en referencia a los consejos de soldados y consejos obreros alemanes (1918), soviéticos (Kronstadt, 1921) y húngaros (1956), el «comunismo» se afirma como una nueva perspectiva política. El «municipalismo libertario» tiene como objetivo devolver la ética a la política, una ética basada en el reparto y la cooperación, y democratizar su funcionamiento. En términos operativos, «se basa en candidatos de la izquierda libertaria que reclaman, a nivel municipal, una división de los municipios en distritos que permita la creación de tantas asambleas populares como sea necesario para que los ciudadanos puedan participar directamente en la vida política. De este modo, al trabajar en su propia democratización, los municipios se confederarían en un poder paralelo opuesto al Estado-nación» 20.
En resumen, el Estado es el intruso y se trata de rehabilitar la democracia local, reconfigurar la economía a nivel regional; es decir, dar poder a los municipios conectados en una red confederal. Aquí encontramos las ideas tanto de Lewis Mumford, de quien Bookchin era cercano, como las de Leopold Kohr, autor de El colapso de las potencias, así como las del ecoanarquista Peter Berg, figura destacada del biorregionalismo. Estas posiciones también recuerdan a las defendidas por Diego Abad de Santillán, una de las figuras más importantes del anarquismo español, que critica el localismo y prefiere una federación de municipios y consejos[21].
Concepto clave para Bookchin, el «comunismo», concebido como una crítica de la sociedad jerárquica y capitalista en su conjunto, subraya «la dimensión democrática del anarquismo, su apego a una administración de la esfera pública por la mayoría»; de ahí se desprende que « la democracia y el anarquismo no son antitéticos; la regla de la mayoría y las decisiones no consensuadas, por su parte, no son en absoluto incompatibles con una sociedad libertaria» (22). No hay duda de que con estas palabras Bookchin tiene en mente las prácticas de colectivización, socialización y comunismo libertario experimentadas en la España revolucionaria. Tantas ilustraciones ejemplares de los cuatro principios básicos del autor: «una confederación de municipios descentralizados; una oposición inquebrantable al estatismo; una creencia en la democracia directa; y su visión de una sociedad comunista libertaria»23.
Reinterpretar la revolución española a la luz de una nueva filosofía
Varios análisis sobre los experimentos libertarios en España legitiman este punto de vista. En general, los éxitos de la revolución social fueron numerosos y «la acción social y cultural fue a menudo notable y el balance económico honorable, aunque muy diverso y a veces negativo en la industria», en palabras del mesurado Bartolomé Bennassar. El hispanista e historiador de Toulouse precisa: «La realidad de la revolución libertaria en los antiguos Estados de la Corona de Aragón (Cataluña, Aragón, Valencia), en Nueva Castilla y en parte de Andalucía interior no ofrece ninguna duda. Incluso se puede afirmar que fue el intento de revolución más profundo y completo jamás realizado en Europa. Fue un movimiento mesiánico cuya ambición política, económica, social y ética, formulada o no, era el nacimiento del hombre nuevo. Su objetivo era a la vez la naturaleza y las formas de designación de los poderes de decisión, la organización del trabajo y la distribución de sus frutos, la educación, la cultura y el ocio24.
Por su parte, el hispanista Walther Bernecker presenta uno de los análisis más rigurosos y detallados de la revolución. Examina minuciosamente las prácticas de la espontánea colectivización en los sectores agrícola, industrial y de servicios. Al final de su estudio, subraya que, aunque en el ámbito de la agricultura es difícil obtener información precisa, el balance de algunas explotaciones colectivas es «sorprendentemente positivo»; en el sector industrial, aunque están presentes los elementos estructurales de una economía de guerra, las experiencias llevadas a cabo han experimentado un «desarrollo dinámico»; en el ámbito del transporte público en Barcelona, se ha demostrado « de la capacidad de los trabajadores catalanes para asumir la responsabilidad de la dirección de una gran empresa» y, en los ámbitos socio-humanitario, cultural y educativo, así como en la salvaguarda comunitaria de los medios de subsistencia individuales, el autor constata «que los colectivos han obtenido éxitos indiscutibles» (25).
Por su parte, Bookchin centra su argumentación en un punto neurálgico del anarquismo y en un desafío estratégico para el resultado de la revolución: la cuestión del poder. Tomemos un texto de 2002: «Fue porque no tenían los medios para analizar su situación que los sindicalistas (y los anarquistas) españoles, tras derrotar a las fuerzas franquistas en el verano de 1936, se mostraron incapaces de dar el siguiente paso y establecer una forma de gobierno obrero y campesino».26» El autor se refiere aquí al pleno regional de la CNT catalana del 23 de julio de 1936. En lugar de dar lugar a una «Comuna de Barcelona» cambiando la totalidad del orden social, como era entonces concebible, el pleno se negó a seguir ese camino. Bookchin comenta este momento clave en un texto titulado «Anarquismo y poder en la revolución española», publicado el mismo año: «Al negarse a ejercer el poder que ya tenía, el pleno no lo eliminó como tal, sino que lo abandonó en manos de sus aliados más pérfidos», y añade: Mientras que la CNT-FAI por fin tenía los medios para cambiar la sociedad española, «permaneció aturdida, desestabilizada por el éxito de sus miembros obreros en alcanzar los objetivos inscritos en su retórica. No se trata de una falta de nervio, sino de una falta de perspectiva teórica por parte de la CNT-FAI sobre las medidas que debería haber tomado para conservar el poder».
Publicado en 1948, el análisis de Grandizo Munis, trotskista ortodoxo que criticaba a todas las organizaciones de la España republicana, corrobora el de Bookchin: «El proletariado español tenía con la CNT una organización de gran potencial revolucionario. Podría haber obtenido la victoria por sí sola, si hubiera integrado la necesidad de conquistar el poder político y crear un Estado proletario. Liderada por ideas anarquistas, estaba condenada a la derrota, al oportunismo y a su propia ruina27». Por supuesto, este callejón sin salida no se refiere únicamente al contexto español; en general, Bookchin ve en él el síntoma de un anarquismo al que le falta un «cuerpo teórico coherente». La alternativa, según él: «En lugar de rechazar el poder que le fue dado por sus propios miembros, la asamblea plenaria de la CNT debería haberlo asumido y luego legitimado y aprobado las nuevas instituciones, que ya habían sido creadas, para que el proletariado y el campesinado españoles pudieran mantener su poder económico y político.» Y extraer la lección de esta dolorosa experiencia: «En lugar de cerrar los ojos ante el problema del poder, los revolucionarios sociales deben preguntarse cómo darle una forma institucional concreta y emancipadora» (28).
Encontramos el mismo análisis formulado por Bookchin en términos más severos en The Third Revolution, publicado en 2005: «A falta de líderes competentes, el proletariado español se dotó de líderes mal inspirados. Federica Montseny, Juan García Oliver y Diego Abad de Santillán eran ciertamente idealistas y a veces nobles, pero carecían de comprensión histórica, compromiso teórico y capacidad estratégica. El resultado de su liderazgo fue desastroso: a principios de la década de 1930, en un período no revolucionario, estos influyentes activistas llamaron a levantamientos y actuaron como si cada huelga marcara el comienzo de una insurrección. Pero cuando se presentó la situación revolucionaria en 1936-1937, no tuvieron el valor de cruzar la espinosa frontera que separa el capitalismo del comunismo libertario.» Por supuesto, además de la lógica interna del movimiento anarquista, la importancia de factores exógenos como el auge de los comunistas, la movilización de la derecha española y el papel de las grandes potencias también fueron decisivos y son elementos que invitan a matizar las palabras de Bookchin.
Otros autores analizan en términos similares los factores endógenos del fracaso de la revolución. Además de Bernecker, el historiador Chris Ealham cree que la dirección de la CNT-FAI no sabía cómo llevar a cabo una revolución comunista libertaria[29]. La evaluación de Brenan es mucho más crítica: «en comparación con sus objetivos proclamados, a pesar de su gran aire revolucionario, los anarcosindicalistas nunca salieron de la mera fanfarronería e infantilismo», antes de continuar de manera más matizada: «Ineficaz como fuerza revolucionaria, el anarquismo español solo obtuvo éxitos limitados en la lucha por la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, y se dedicó a obstaculizar la acción de todos los gobiernos sucesivos, buenos o malos, progresistas o reaccionarios. Esta actitud lo llevó necesariamente a aliarse repetidamente con la reacción. Sin embargo, expresó, mucho mejor de lo que podían hacerlo el socialismo o el liberalismo, las aspiraciones profundas de los pobres, y por eso no se puede descuidar su influencia moral. 30»
Por último, es interesante inscribir esta discusión en una perspectiva más global. En La démocratie des conseils, el investigador Yohan Dubigeon invita a una comprensión dinámica de estos últimos teniendo en cuenta su posible perpetuación. Dubigeon subraya que «una construcción estratégica favorable a la instauración revolucionaria del poder de los consejos es una condición necesaria —pero no suficiente— para la perpetuación de la democracia desde abajo» (31). Dicho esto, los casos tanto de Rusia como de Alemania, Hungría o España recuerdan que «las experiencias de democracia desde abajo son a la vez escasas e inestables, a menudo atrapadas en una temporalidad y un espacio muy cortos», como si fueran fatalmente «incapaces de superar la temporalidad insurreccional de la brecha» (32). Una brecha condenada a cerrarse. El sueño roto, queda el recuerdo: «Quizás la primera fase de una revolución es siempre la más hermosa: cuando todas las esperanzas están permitidas, cuando todo parece fácil, cuando la oposición entre el ideal y la realidad se desvanece, cuando ninguna rutina obstaculiza el vuelo de las ideas más audaces»33.
Si bien es evidente que algunos análisis del anarquismo español están filtrados por la filosofía política de Bookchin, también se puede afirmar que esta última está significativamente influenciada por la revolución libertaria española. Recordemos que la Guerra Civil española ocupó un lugar significativo en su juventud: «Como miembro de las Juventudes Comunistas, me había ofrecido como voluntario para participar en los combates, pero me rechazaron debido a mi edad». Cuanto más aprende Bookchin sobre el conflicto, más cuestiona su afiliación, primero al Partido Comunista, para terminar «rompiendo completamente con los estalinistas y empezando a simpatizar con otros movimientos, primero antiestalinistas y luego socialistas libertarios» antes de que, en los años 60, esta simpatía por el anarquismo socialista se convirtiera explícitamente en anarquismo, momento en el que publicó Los anarquistas españoles. Posteriormente, la anarquista española se convirtió para Bookchin en reveladora, «baño de parada» y fijadora tanto de la teoría como de la práctica libertarias en permanente construcción. Queda la nostalgia de esos «años heroicos» que son para el autor «la época […] más inolvidable, una época en la que ardíamos de pasión por ideales por los que valía la pena luchar».
*
Otro contexto, otras necesidades. Si bien es necesario desarrollar nuevas formas de concebir la sociedad, es importante «retomar un socialismo ético» y mostrar «una fidelidad inquebrantable a una visión racional de la actualización de las potencialidades humanas […], una fidelidad que demostraron los militantes anarquistas españoles».
Una botella al mar.
Este manifiesto, que data de 1936, denuncia la política de no intervención y tacha a las democracias de «capitalistas». André Gide prologa y publica el libro de Thomas Mann, Avertissement à L’Europe, (trad. Rainer Biemel), Gallimard, 1937, p. 50. [↩]
- Confederación Nacional del Trabajo (fundada en 1910) — Federación Anarquista Ibérica. Mientras que la CNT se disuelve durante el Directorio, primero militar (1923-1925) y luego civil (1925-1930) de Miguel Primo de Rivera, la FAI se funda en la clandestinidad en 1927. [↩]
- Grandizo Munis, Leçons d’une défaite promesse de victoire. Critique et théorie de la révolution espagnole, 1930-1939, París, Science marxiste, 2017 (1948), p. 29. [↩]
Expresión que hace referencia a la novela collage que Hans Magnus Enzensberger dedica a Buenaventura Durruti, El breve verano de la anarquía, Anagrama, 2017. [↩]
- Expresión que hace referencia a la novela collage que Hans Magnus Enzensberger dedica a Buenaventura Durruti, El breve verano de la anarquía, Anagrama, 2007. [↩]
- Sin embargo, Bookchin no está de acuerdo con Brenan cuando este presenta el anarquismo español como la reliquia de un pasado lejano y lo limita a ser una movimiento campesino y milenarista. [↩]
- Para un enfoque científico, consulte la obra de Walther Bernecker, Colectividades y Revolución Social. Anarquismo en la guerra civil española 1936-1939, Grijalbo, 1982. Merecen ser mencionados varios libros, a veces altamente propagandísticos, escritos por anarquistas o anarcosindicalistas —que Bookchin conocía personalmente—: Gaston Leval, Espagne libertaire (36-39). L’œuvre constructive de la révolution espagnole, Éditions du Monde Libertaire, 1983 (1971); Frank Mintz, L’Autogestion dans l’Espagne révolutionnaire, Maspero, 1976; Sam Dolgoff (ed.), The Anarchist Collectives. Workers’ Self-Management in the Spanish Revolution, 1936–1939, Free Life Editions Inc., 1974; y José Peirats, La CNT dans la révolution espagnole. Tome 1, Éditions Noir & Rouge, 2017.[↩]
- Las discusiones internas de la CNT-FAI son expuestas por el historiador anarquista, secretario de la CNT en el exilio en 1947, José Peirats, Una revolución como horizonte. Los anarcosindicalistas españoles, 1869-1939, Ediciones CNT-RP & Libertalia, 2013, p. 229-248. Véase también José Peirats, La CNT dans la révolution espagnole. Tome 2, Éditions Noir & Rouge, 2019.[↩]
- Gaston Laval, « L’Autogestion, l’État et la Révolution », Noir et Rouge, 1961, suplemento al n.º 41, p. 16.[↩]
- Leval, España libertaria (36-39), op. cit., p. 363. [↩]
- François Godicheau, La Guerra de España. De la democracia a la dictadura, Gallimard, 2006, p. 28. [↩]
- Murray Bookchin, To Remember Spain. The Anarchist and Syndicalist Revolution of 1936, AK Press, 1994. [↩]
- Murray Bookchin, The Third Revolution. Popular Movements in the Revolutionary Era. Volume 4, Continuum, 2005, p. VIII. [↩]
- Murray Bookchin, Changer sa vie sans changer le monde. L’anarchisme contemporain entre émancipation individuelle et révolution sociale, Agone, 2019, p. 12.[↩]
- Murray Bookchin, La Révolution à venir. Assemblées populaires et promesses de démocratie directe, Agone, 2022, p. 11.[↩]
- Ibíd., p. 279-280. [↩]
- Publicado en 1971, Más allá de la escasez. El anarquismo en una sociedad de abundancia (Écosociété, 2016) reúne ensayos publicados originalmente en la revista Anarchos en la década de 1960. [↩]
- Recordemos que Bookchin fue en 1964 cofundador de la Federación Anarquista de Nueva York. [↩]
- Murray Bookchin, Una sociedad que rehacer. Hacia una ecología de la libertad, Écosociété, 2010, p. 233. [↩]
- El conseillismo es el núcleo de la filosofía política de Hannah Arendt, Cornelius Castoriadis y Miguel Abensour. Lea Yohan Dubigeon, La démocratie des conseils. Aux origines modernes de l’autogouvernement, Klincksieck, 2017; así como la obra colectiva, Communistes de Conseils contre le capitalisme d’État, Eterotopia, 2023.[↩]
- Bookchin, La revolución que viene, op. cit., p. 145. [↩]
- Diego Abad de Santillán, «El socialismo libertario en la sociedad del futuro», Autogestión y socialismo. Estudios, debates, documentos, enero-abril de 1972. [↩]
- Bookchin, Changer sa vie sans changer le monde, op. cit., respectivamente p. 101 y 102. [↩]
- Ibid., p. 106. [↩]
- Bartholomé Bennassar, La Guerra de España y sus consecuencias, Tempus-Perrin, 2006 (2004), respectivamente p. 276 y p. 277. [↩]
- Walther Bernecker, Anarchismus und Bürgerkrieg. Zur Geschichte der Sozialen Revolution in Spanien 1936–1939, Graswurzelrevolution, 2006, p. 365. [↩]
- Bookchin, La revolución que viene, op. cit., p. 16-17. [↩]
- Munis, Lecciones de una derrota, promesa de victoria, op. cit., p. 60. [↩]
- Ibid., respectivamente p. 203, p. 204, p. 205 y p. 206. [↩]
- Chris Ealham, «From the summit to the abyss: the contradictions of individualism and collectivism in Spanish Anarchism», en Paul Preston y Ann L. Mackenzie (dir.), The Republic Besieged. Civil War in Spain, Edinburgh University Press, 1996, p. 140. Del mismo autor: Les Anarchistes dons la ville. Revolución y contrarrevolución en Barcelona (1898-1937), Agone, 2021. [↩]
- Brenan, El laberinto español. Orígenes sociales y políticos de la guerra civil, Champ Libre, 1984 (1943), respectivamente p. 234 y p. 237. [↩]
- Dubigeon, La Démocratie des conseils, op. cit., p. 243. [↩]
- Ibid., p. 216 y p. 242, respectivamente. [↩]
- Hanns-Erich Kaminski, Ceux de Barcelone, Allia, 2003 (1937), p. 8. [↩]
Christophe Solioz
Filósofo y politólogo, trabaja en el análisis de los procesos de transición y democratización, así como en la cooperación regional en los Balcanes. Es autor de Passages à Sarajevo (Georg, 2022) y de Belfast, ville partagée (L’Harmattan, 2024).
Observación de Joaquín Miras:
Mi tocayo Joaquín Maurín escribió que la guerra civil española enfrentó a dos ejércitos campesinos, con lo que todo eso significa, acarrea e implica. Ahora, eso sí: en el norte, la guerra se pierde en 1937, y eso implica la pérdida. Con comités UHP en Asturias y Santander y un gobierno nacionalista vasco que crean milicias propias y además IMPRIMEN dinero que obligan a aceptar manu militari. El general del norte, Llano de la Encomienda nunca tuvo ejército que enfrentar a las tropas italianas mecanizadas.. Los vascos se rinden en cuanto se los desaloja del Pais vasco -en Santoña-…etc. Lo demás estupideces, y son estupideces anticomunistas.
Observación de José Luis Martín Ramos:
Nota Previa (sobre el comentario de Joaquín). Supongo que el texto al que te refieres es a la segunda edición del libro de Maurín, «Hacia la Segunda Revolución» publicado en 1935, y reeditado por Ruedo Ibérico en 1966, con el significativo cambio de título de «Revolución y contrarrevolución». Lo de que la guerra civil enfrentó a dos ejércitos campesinos si está formulado así requiere algo más que una matización. Maurín tenía interés en establecer una analogía directa entre la deseada revolución española y la realizada revolución rusa, y es probable que por ello extremara la analogía de ejércitos campesinos que tiene sentido -sociológico y político- en el caso de la revolución rusa pero no en el de la guerra civil española. Ciertamente, en la guerra civil, los ejércitos enfrentados tuvieron una importante composición campesina, pero ya desde la perspectiva de la composición social de esos ejércitos la situación era claramente desigual. La sublevación fascista dominó en la España campesina y fracasó en la España urbana -dicho a grosso modo-, por lo que además de las tropas moras y legionarias su composición se nutrió desde el primer momento de la leva de campesinos… y de la conversión de no pocos propietarios en alféreces provisionales de sus tropas jornaleras (caricaturizo un poco). Por el contrario, las tropas que se enfrentaron a la sublevación fueron en los primeros meses tropas voluntarias, surgidas del movimiento obrero muy mayoritariamente, sobre todo en la zona Centro, Cataluña y Asturias. Hablando de Cataluña, los alrededor de 50.000 milicianos del frente procedían de las ciudades, grandes y pequeñas. Con Largo Caballero se inicia la formación del Ejército Popular a través de las quintas y éstas desde luego siguen la estructura social de las regiones que controla la República, con una presencia creciente de los soldados que proceden de Cataluña después de que con el Gobierno Negrin le levante el bloqueo de la CNT a la llamada a filas. En julio de 1937, con la incorporación de las primeras quintas catalanas el 30% de los efectivos del Ejército Popular eran catalanes; en mayo de 1938, cuando el Ejército Popular llegó a 690.000 efectivos, eran un 44% y es posible que algo más. En ese momento la población catalana ya no era mayoritariamente campesina: el 55 % de la población residía en poblaciones de más de 10.000 habitantes; y por otra parte la mayor resistencia a las quintas y el mayor número de prófugos correspondió a la Cataluña rural. El Ejército Rojo fue en buena medida un ejército campesino y los que se le opusieron, tanto los Cosacos del Sur, los blancos de diversos lados o los anarquistas ucranianos, eran también «ejércitos campesinos». El ejército sublevado tenía una composición campesina muy mayoritaria, pero yo nunca lo consideraría un «ejército campesino»; el Ejército Popular no era un «ejército campesino» ni tenía una composición campesina mayoritaria.
Por lo demás estoy de acuerdo con la observación de Joaquín
Nota sobre el artículo
No entro en el relato político-filosófico de la segunda parte, que me parece una disgresión intelectual poco conectada con la realidad. Sí, en esa escasa conexión con la realidad de toda una literatura más o menos libertaria sobre la “revolución española”, que se niega a considerar que sea más que anarquista porque desconocen la realidad y se refleja en la primera parte del artículo. Y lo peor es que B. y algunos tienen en sus manos las claves para considerar y entender mejor la realidad, B, decía, como Ealham, citan la decisión de la CNT-FAI del 23 de julio, de no secundar la propuesta de García Oliver de “ir a por todas”, proclamar la “ revolución social” por ser ilusoria. García Oliver se queda absolutamente solo, no lo apoya ni Durruti. Es una estupidez decir que recién derrotados a los sublevados los anarcosindicalistas abandonaron sus principios. Pero lo peor es que no explican que se acordó no ya pactar con el gobierno de la Generalitat- lo de la entrada en el gobierno fue más tarde- sino también centrar todo el esfuerzo en el control de los centros de producción y de las calles. Pero ese control no fue una colectivización espontánea como se pretende sino la ocupación sindical -sindical, sí- de empresas industriales y comerciales -grandes y medias-, que tuvieron que compartir con otros sindicatos, que mayoritariamente fueron agrupándose en la UGT. Conviene leer el libro de Ana Mojo sobre la CNT, para no inventársela. Ocupación sindical masiva, no colectivización espontánea, dinámica de control sindical, no dinámica de control asamblea estrictu sensu. Decir que eso fue consejismo es o bien ignorar lo que fue el consejismo o ignorar lo que era la CNT-FAI y más ampliamente el movimiento obrero catalán. Para la CNT-FAI ese control de los centros de producción era el primer paso y el camino para la revolución social, que -por otra parte- no todos veían de la misma manera con respecto a la organización de la Comuna revolucionaria y el papel de los sindicatos.
El problema principal para la CNT-FAI no fue que se traicionaran a sí mismos, ni que los aplastaran sus contrincantes supuestamente contrarrevolucionarios. El problema en Cataluña, escenario de la supuesta colectivización espontánea, fue que los anarcosindicalistas ya no estaban en mayoría absoluta como en los años diez y veinte, tenían que competir con otros sindicatos, y en el modelo de sindicalización de los centros de producción y distribución estaban abocados al compromiso con los otros sindicatos y finalmente con la UGT y eso generó la importante disidencia interna que llevó a la aventura de mayo de 1937.
Los anarcosindicalistas no tenían el poder el 23 de julio, y no lo abandonaron por tanto. No es que no supieran enfocar la cuestión del poder, lo hicieron mejor que tantos historiadores (contar entre ellos a Peirats ofende a la razón) que vertieron lágrimas por lo que no se hizo el 23 de julio. Aquel día los anarquistas tenían armas, muchas armas, y tenían capacidad de intimidación; pero tener armas no es tener ya el poder. Empezando porque no tenían la organización suficiente para hacer un uso eficiente de las armas que tenían… y bien que se demostró en el frente de Aragón. Abrir una guerra interna dentro de la guerra civil no podía sino beneficiar a los sublevados; en el mejor de los casos habrían constituido una Comuna anarquista sin posibilidades de supervivencia, en perjuicio de la República. Eso es lo que supo ver Durruti y no, de momento, García Oliver. Y lo que no han sabido ver quienes han hecho historia desde el tópico, desde la aplicación de las ideas a la realidad y no desde el reconocimiento de la realidad desde las ideas.
Otro tópico es el de las colectividades agrarias. Un hecho importante en el frente de Aragón, bajo la protección de las milicias anarquistas y del POUM, y también en Ciudad Real y Castellón. Pero no tanto en Cataluña y en los territorios de explotacion familiar en el País Valenciano. El pequeño campesino no quería -salvo excepción- entregar su tierra a la colectividad, sino conseguir más tierra. El arrendatario quería ser el poseedor de la tierra que arrendaba; y no por ello eran “contrarrrevolucionarios” como pretendieron muchos anarquistas y siguen pretendiendo algunos historiadores. Las colectividades agrarias fueron minoría. La prensa anarquista dijo que había 400, Hugh Thomas las redujo a 200 y Bernecker, el principal historiador anarquista de las colectividades, a un poco más de un centenar.
La “revolución española” con contenido anarquista es una revolución inventada, un ideal apenas. Eso no quiere decir que no se hubiese abierto un proceso revolucionario. La sublevación fascista lo hizo primero en términos de reacción contra ella y y luego en los términos del inicio de una transformación de las relaciones sociales y del régimen republicano que, si no hubiese sido derrotada, habría dado lugar a una democracia popular. Claro que quien considere que la revolucuón solo puede ser anarquista, o socialdemócrata o comunista, no puede ser capaz de ver la realidad propia, concreta, de un proceso revolucionario desarrollado no en los libros sino en los hechos.