Miscelánea 8/06/2023

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda,
1. Contra el posibilismo (con dos comentarios de José Luis Martín Ramos).
2. Mi imagen del día: El gran reemplazo.
3. ¿Qué hace Arabia Saudí en el BRICS?
4. La «cancelación» de Roger Waters.
5. Crítica al decrecimiento.
6. A favor de la okupación.
7. ¡Qué tiempos aquellos!

1. Contra el posibilismo

Otro artículo crítico frente a lo que la autora considera «posibilismo» de la izquierda. Que conste que personalmente no tengo nada en contra de la participación electoral y les deseo la mayor de las suertes -aunque no les vote-. https://www.eldiario.es/

El eterno retorno del posibilismo en la izquierda

Si la apuesta de la izquierda transformadora es mimetizarse, en formas y discursos, con el progresismo existente, representado en España principalmente por el PSOE, la izquierda que debería ser rupturista pierde su razón de ser y se arriesga a ser barrida por la marca original

Arantxa Tirado,7 de junio de 2023 22:55h

Comentarios de José Luis Martín Ramos:

I. Me parece una crítica genérica, ideologizada, que concreta poco; que menosprecia la cuestión de la participación electoral y la propaganda misma del PCE – por ejemplo- fácil de conocer si se atiende a sus publicaciones, lo que una autora tan crítica no puede dejar de lado, pero no ha hecho. Ya que invoca al comunismo podría recordar todas las lecciones de Lenin sobre la política de coalición y sobre el discurso político que toca en cada momento.  (Sucede que estoy ahora leyendo el Lenin de Tamás Krausz, y las quejas de la Tirado se parecen mucho a las críticas de Bogdanov y Gorki a Lenin). Ciertamente puede hacerse alguna crítica al discurso personal de Yolanda Díaz, y a mí en particular me disgusta que eluda en todo momento la cuestión internacional; pero reducir la absolutamente necesaria- en mi opinión-  operación política de reagrupamiento al discurso actual de Yolanda y del grupo inmediato que le rodea (Urtasun, por ejemplo; pero también Agustín Moreno) es de un simplismo absoluto por parte de quien pretende ser analista en profundidad. Esa operación es absolutamente imprescindible para cortar lo que era la dinámica de fragmentación de la izquierda y de contraposición, artificial e injusta, entre viejos (el PCE-IU) y nuevos (los del 15 M). Podría extenderme, pero disculpad porque quiero acabar el plan de lecturas programadas antes de que los calores me obliguen a parar.

II. El principio de la participación electoral y parlamentaria solo a efectos de denuncia, como todo principio táctico, no es universal. Será oportuno en condiciones (un sistema representativo limitado) o períodos (cuando se ha entrado en una fase revolucionaria) determinados. Pero inoportuno en un sistema representativo universal con garantías básicas, y en las fases no revolucionarias. Siguiendo con Lenin, por eso defendió la participación en la Segunda Duma – no la primera- y lo hizo no solo agitando, sino proponiendo leyes que anticipaban el momento inmediato de la lucha contra el capitalismo. La cuestión no es que se participe solo para agitar, lo cual deja aislada a la izquierda, sino que no se resuelva adecuadamente la cuestión de la gestión; una cuestión que no puede ser descuidada y que se presenta a diversos niveles (municipal, territorial, nacional). Recuerdo la respuesta de Togliatti a Sweezy: el PCE no puede dejar de dar, proponer, respuestas concretas a los millones de trabajadores italiano. La construcción de una nueva hegemonía también pasa por eso.

2. Mi imagen del día: el gran reemplazo.

Supongo que conocéis la teoría de la extrema derecha, especialmente popular en Francia, del «gran reemplazo». Pues resulta que tienen razón, pero quizá no en el sentido que ellos le dan. ¡Quien quiere esos pedruscos por ahí en medio pudiendo haber un centro comercial!

Fuente: https://twitter.com/ (donde se explica con más detalle la historia)

3. ¿Qué hace Arabia Saudí en el BRICS?

Me ha gustado esta respuesta a la pregunta por parte del periodista estadounidense Ben Norton. El final, no obstante, me parece un poco contradictorio. Si al derrumbarse el sistema imperial sería fácil que eso supusiese el final de la dinastía Saud, lo lógico sería que este alejamiento de la dependencia de EEUU estaría muy limitado, a no ser que el nuevo sistema multipolar siguiese apuntalando al régimen saudí.

https://twitter.com/

¿Cómo explica la posible inclusión de Arabia Saudí en los BRICS y el impulso del Sur Global hacia la desdolarización? ¿No es malo?

Nadie considera seriamente que la monarquía saudí sea un modelo de nada positivo. Pero si alguna vez se va a producir un cambio sistémico en el Golfo (que creo que es inevitable en algún momento), es mucho más probable que se produzca a través de la integración con el Sur Global, no con el núcleo imperial.

Fueron los imperios británico y estadounidense los que crearon el régimen saudí en primer lugar, lo protegieron e impidieron cualquier cambio sistémico durante el siglo pasado.
Además, podría decirse que ha sido Estados Unidos quien históricamente ha presionado y/o forzado al régimen saudí a aplicar sus políticas exteriores más reaccionarias, como el apoyo de Riad a los contras salafistas y yihadistas (en Afganistán en la década de 1980, la antigua Yugoslavia, Libia, Siria, etc.), o su colaboración con el colonialismo israelí, el bombardeo de Yemen, la campaña de propaganda sectaria contra los chiíes y la campaña bélica contra Irán.

Si Arabia Saudí mantiene una política exterior más independiente y no alineada, eso ayuda a fortalecer el resurgente Movimiento de Países No Alineados, y sin duda es bueno para Asia Occidental. Eso no hace que la monarquía reaccionaria sea deseable de ninguna manera -o que ayude directamente a los trabajadores migrantes, en su mayoría del sur de Asia, que mantienen el país en funcionamiento a través de una brutal explotación de tipo esclavista-, pero sí significa la posibilidad de una paz potencial en la región después de décadas de guerras neocoloniales dirigidas por Estados Unidos, un debilitamiento de la campaña dirigida por Estados Unidos para normalizar el colonialismo israelí, y un probable fin de las guerras contra Yemen e Irán.
El hecho es simplemente que, como uno de los principales productores de petróleo del mundo, y el líder de facto de la OPEP, la inclusión de Arabia Saudí en el impulso liderado por el Sur Global hacia la desdolarización es muy importante. El petrodólar es absolutamente fundamental para apuntalar el sistema imperial de dominación económica dirigido por Estados Unidos, que se basa en el dólar como moneda de reserva mundial. El fin del respaldo saudí al petrodólar, aunque sólo fuera parcialmente, supondría un duro golpe para la hegemonía económica estadounidense.

Si ese sistema imperial acaba derrumbándose, la supervivencia del régimen saudí (o de los EAU, Qatar o cualquier otra monarquía del Golfo) también está en el aire, dado lo crucial que ha sido históricamente el apoyo militar estadounidense para proteger a las monarquías del Golfo.

Pero mientras el imperio estadounidense estuviera apuntalando al régimen saudí, éste no iría a ninguna parte.

4. La «cancelación» de Roger Waters

Especialmente en los últimos meses se está acentuando una campaña contra el músico Roger Waters, uno de los fundadores de Pink Floyd. Lleva 40 años representanto El Muro por el mundo, y acaban de descubrir que es «anti-semita». Los argumentos son francamente estúpidos, pero eso nunca ha impedido a nuestros políticos y nuestra prensa seguir adelante. La campaña ha sido especialmente fuerte en Alemania, donde parece que jamás se atreverán a criticar a Israel y donde los palestinos les importan un carajo. Intentaron impedir el concierto de Waters en Alemania, y al terminar tergiversaron groseramente su aparición en escena disfrazado de «nazi». Cuando claramente es una crítica, ellos vieron una apología. Para contrarrestar mínimamente esta campaña de acoso, os paso un par de vídeos interesantes.

En el primero, un periodista le da una paliza dialéctica a un representante del Departamento de Estado -al que por otra claro se ve claramente que, cínicamente, se la suda-. El motivo, unas peregrinas declaraciones de una embajadora estadounidense criticando a Waters y pidiendo su «cancelación». https://twitter.com/Glenn_

El segundo vídeo son unas declaraciones del propio Roger Waters. Son un poco largas, pero creo que interesantes. Recuerda, por cierto, que su padre, un cristiano que inicialmente se negó a combatir en la 2ª Guerra Mundial y trabajó en el cuerpo de ambulancias, luego se hizo comunista, quiso combatir al fascismo, y murió en Anzio cuando Roger tenía cinco meses. En el vídeo explica todas las últimas movidas con sus conciertos, pero queda claro el motivo de la persecución: defiende el derecho de los palestinos a una vida digna y libre. https://twitter.com/

5. Crítica al decrecimiento.

Creo que vale la pena pasar por aquí artículos críticos con el decrecimiento siempre que sean solventes -o al menos a mí me lo parezcan- y no sea pura propaganda mainstream. Con motivo de la reciente publicación del libro de uno de los asistentes a la reciente conferencia en el Europarlamento, Timothée Parrique, Ralentir ou perir, se acaba de publicar esta crítica al libro. https://letempsdesruptures.fr/

Reflexiones sobre el buen uso del PIB

Y algunas preguntas para Timothée Parrique y los defensores del decrecimiento

¿Es el decrecimiento un proyecto realista? Según sus principales defensores, es a la vez una respuesta a las injusticias del capitalismo de mercado y una solución para implantar una economía que respete los límites ecológicos del planeta. En una lectura crítica del último libro del teórico francés del decrecimiento Timothée Parrique, David Cayla explica por qué, en su opinión, el proyecto del decrecimiento representa una ruptura antropológica violenta con pocas posibilidades de aceptación social.
En un libro publicado hace unos meses, Ralentir ou périr : l’économie de la décroissance, el economista Timothée Parrique se propone ofrecer una reflexión general sobre el decrecimiento. Pero, curiosamente, a Parrique le cuesta encontrar una definición precisa, como también le cuesta definir el crecimiento o el PIB. «Pero, ¿qué es el crecimiento? escribe al principio del capítulo 1. Un aumento del PIB, responderán algunos. ¿Pero qué más? Definir el crecimiento como un aumento del PIB es como describir el calor como un aumento de la temperatura; es una descripción sin explicación».
En cuanto al decrecimiento, se proponen varias definiciones, lo que acaba creando cierta confusión. Al final de la introducción, el decrecimiento se define como «una reducción de la producción y del consumo para aligerar la huella ecológica, planificada democráticamente con un espíritu de justicia social y con una preocupación por el bienestar», lo que permitiría avanzar hacia una sociedad «postcrecimiento», es decir, indiferente al crecimiento. Pero siguen otras definiciones. En el capítulo 5, vemos una profusión de definiciones a menudo abstractas y carentes de contenido operativo: «El decrecimiento es ante todo una teoría crítica», leemos. Luego: «El decrecimiento es más que un concepto académico, se ha convertido en un vasto campo de acción». El comienzo del capítulo 6 se abre con estas frases: «¿Qué es el decrecimiento? La pregunta es sencilla, pero la respuesta no lo es tanto. El decrecimiento es muchas cosas a la vez: una estrategia de transición, pero también un movimiento, un mosaico de prácticas, una corriente de pensamiento, una teoría crítica y un campo de estudio.

¿Podemos decir que el decrecimiento significa una caída del PIB? Ni siquiera eso está muy claro. «Bajar el PIB no es un objetivo, sino sólo una de las consecuencias de una política de decrecimiento. Equiparar una recesión dolorosa con una política controlada de decrecimiento sólo porque provoca una caída del PIB es tan absurdo como comparar una amputación con una dieta sólo porque conduce a una pérdida de peso», escribe. Hay que llegar al principio del capítulo 7 para encontrar la fórmula que parece resumir mejor el pensamiento del autor: «el decrecimiento es una estrategia que pretende alcanzar un tamaño económico teórico que garantice el bienestar y la justicia social (los suelos sociales) sin sobrepasar la capacidad de carga de los ecosistemas (el techo ecológico)». Cabe señalar que se ha aclarado la redacción con respecto a la propuesta en la introducción. Ya no se habla de «preocupación» por el bienestar y de «espíritu» de justicia social, sino de garantizarlos. Además, se completa con dos líneas rojas. Un «suelo social», es decir, un nivel mínimo de producción socialmente aceptable, y un «techo ecológico», es decir, un nivel máximo de huella ecológica. Esta aclaración nos ayuda a entender por qué el decrecimiento es una apuesta. ¿Qué certeza tenemos de que el suelo social será inferior al techo ecológico? ¿Y qué hacemos si no lo es?
¿Reducir el PIB o reducir la economía?
La fórmula del capítulo 7 plantea otro problema: parece contradecir lo dicho en el capítulo 1 sobre el PIB. En este primer capítulo, Parrique insiste en la importancia de distinguir el indicador de lo que se supone que representa, es decir, la economía. El PIB, explica, sólo representa la punta del iceberg económico, porque la economía es ante todo «antropológica». Es «la organización social de la satisfacción de las necesidades». Sin embargo, una gran parte de la economía, la parte sumergida, es invisible para los responsables políticos porque no se tiene en cuenta en el indicador. «El PIB es sólo una estimación selectiva y aproximada de la producción, y sólo según una determinada concepción del valor. No mide la economía antropológica, sino una representación simplificada y cuantificable de la misma», escribe acertadamente.
La insistencia de este primer capítulo en distinguir entre el PIB (la medida cuantificable) y la economía antropológica (la satisfacción de las necesidades) sugiere que el decrecimiento pretende reducir el PIB preservando la plena satisfacción de las necesidades sociales. Sin embargo, acabamos de ver que no es así como se define el decrecimiento en el capítulo 7, ya que Parrique no habla de reducir el tamaño del PIB, sino el de la economía en su conjunto. Contrariamente a lo que escribe en el capítulo 1, el reto del decrecimiento no es «sacar el iceberg del agua», sino reducir el propio iceberg y, por tanto, reducir la capacidad de la sociedad para satisfacer determinadas necesidades sociales. Este es también el sentido de sus palabras introductorias: «El reto que tenemos ante nosotros es hacer menos, hacerlo más ligero, más despacio, más pequeño. Es el reto de la sobriedad, la frugalidad, la moderación y la suficiencia».

Moderación, frugalidad, sobriedad… El decrecimiento no sólo pretende reducir el PIB, sino sobre todo limitar las necesidades que la economía antropológica pretende satisfacer. Esta postura es coherente con el concepto de «techo ecológico». Desde el punto de vista del planeta, no importa si el daño medioambiental lo causa una actividad incluida o no en el PIB. Por ejemplo, si llamo a un taxi para que me lleve a la estación, aumento el PIB; si pido a un amigo que me lleve en coche, satisfago la misma necesidad sin que varíe el PIB. Pero desde el punto de vista del planeta, las dos operaciones son perfectamente equivalentes. En ambos casos se habrá consumido petróleo y emitido CO2. Transformar una actividad de mercado que se contabiliza en el PIB en una actividad voluntaria que no se contabiliza no reduce en absoluto el problema de las emisiones de CO2. Por tanto, no es el PIB lo que debe reducirse, sino la economía en su conjunto.
Si éste es el objetivo del decrecimiento -limitar nuestras necesidades sociales para limitar nuestro impacto sobre el medio ambiente-, ¿por qué empezar el libro con una crítica del PIB? En realidad, el libro de Timothée Parrique está lleno de rodeos y parece esforzarse por explicar claramente su proyecto. Por ejemplo, el capítulo 3, titulado «Mercado frente a sociedad», se refiere a la importancia de las «fuerzas reproductivas de la economía», es decir, al hecho de que una sociedad de mercado no puede funcionar de forma sostenible sin contar con el trabajo y el apoyo de las numerosas actividades no mercantiles que contribuyen a la reproducción social. En la introducción a L’Économie du réel planteo lo mismo, por lo que no puedo sino estar de acuerdo con la idea de que «el crecimiento de la actividad de mercado no siempre es sinónimo de progreso». Pero decir que hay que reducir la mercantilización de la sociedad no es lo mismo que decir que hay que reducir el PIB o el tamaño de la economía. No todo el PIB está mercantilizado, y no toda la economía puede resumirse en el PIB.

El verdadero significado del PIB

En definitiva, ¿cuál es el objetivo del decrecimiento? ¿Se trata de reducir el tamaño de la economía, es decir, de avanzar hacia una forma de sobriedad renunciando a algunas de nuestras necesidades superficiales (es lo que parecen decir la introducción y la definición del capítulo 7)? ¿Se trata de reducir el PIB, que es la parte de la economía que se monetiza (es lo que parece decir el capítulo 1)? ¿O se trata ante todo de reducir la cuota de mercado del PIB, como sugiere el capítulo 3?

Para entender lo que está en juego en este debate, tenemos que volver al PIB. En el capítulo 1, Timothée Parrique explica cómo se calcula sin detenerse demasiado en su significado y composición. En concreto, escribe que el PIB es «el resultado de una gigantesca suma» calculada de tres maneras: por la producción de valor añadido, por los ingresos y por los gastos. El lector poco atento tendrá dificultades para comprender la información esencial contenida en este pasaje. Porque el PIB no es un simple «cálculo»; en realidad representa el valor total de la producción monetarizada, el gasto total y la renta total. Uno de los sesgos sistemáticos de los teóricos del decrecimiento es que se apresuran a descartar la consecuencia de este hecho: reducir el PIB no significa necesariamente reducir la producción de riqueza, porque no toda la riqueza se monetiza y, por tanto, se contabiliza en el PIB. En cambio, reducir el PIB significa necesariamente reducir la renta. Es imposible reducir la producción de riqueza monetaria sin reducir la renta en la misma proporción. Si se reduce la producción del mercado en 100.000 millones de euros, se reducirá automáticamente la renta monetaria en 100.000 millones de euros. Al mismo tiempo, también se reducirán los ingresos fiscales y, por tanto, la capacidad de financiar la actividad no mercantil, es decir, los servicios públicos. Del mismo modo, el consumo individual de los hogares se reducirá inevitablemente en 100.000 millones de euros, o incluso más si se pone en marcha un bucle recesivo.
Hay un punto que conviene subrayar aquí. Es una falacia afirmar que el decrecimiento no tiene nada que ver con la recesión. No es lo mismo ponerse a dieta que amputarse un brazo, pero una caída del PIB es una caída del PIB. Que sea intencionada y planificada o indeseada e imprevista no influye en sus consecuencias: cualquier caída del PIB reducirá los ingresos y generará un efecto recesivo. No podemos desechar las aportaciones de la teoría keynesiana con el pretexto de que el decrecimiento es un proyecto global, ambicioso y democrático.

Composición del PIB francés

Resumamos. El PIB es igual a la suma de los valores de la producción monetarizada, la suma de los gastos de consumo y la suma de los ingresos. Estas tres sumas se refieren exactamente a lo mismo, por eso son idénticas.

Para entender lo que esto significa, veamos las cifras de la economía francesa. En 2022, según el INSEE, el PIB ascenderá a 2,351 billones de euros. Esta cantidad representa toda la renta producida por la economía para los agentes residentes (hogares, empresas, poderes públicos) a lo largo de un año. Algo más de la mitad de esta renta, es decir 1,213 billones de euros, fue gastada por los hogares en consumo personal. 625.000 millones de euros, es decir, alrededor de una cuarta parte del PIB, se dedicaron a financiar el consumo no de mercado (575.000 millones de las administraciones públicas y 50.000 millones de las organizaciones benéficas). El resto, 576.000 millones (algo menos de la cuarta parte del PIB), se destinó a la inversión, incluida la inversión de las empresas (332.000 millones), los organismos públicos (84.000 millones) y la inversión inmobiliaria de los hogares (128.000 millones). Si sumamos todos estos gastos, vemos que son superiores a los ingresos. 1213 + 625 + 576 = 2414. Esto significa que la economía francesa en su conjunto gastó más de lo que ingresó. La diferencia equivale a la balanza comercial, que fue negativa en 2022. Las exportaciones (744.000 millones) fueron inferiores a las importaciones (829.000 millones). La diferencia entre estas dos sumas (-85.000 millones), a la que hay que añadir el saldo de los ingresos procedentes del extranjero (+22.000 millones), representa el desfase entre ingresos y gastos (-63.000 millones).
Es importante tener en cuenta estas cifras. Porque antes de decir que hay que reducir el PIB, es importante saber exactamente de qué estamos hablando, cosa que los teóricos del decrecimiento raramente hacen. Para simplificar, podemos decir que la mitad del PIB está constituida por el consumo de mercado de los hogares, el 25% por el consumo no de mercado y el 25% por los gastos de inversión. Por último, añadamos que alrededor de un tercio de la riqueza monetaria consumida en Francia procede de nuestras compras en el extranjero, y que algo menos de un tercio de la riqueza monetaria producida se exporta.

¿Qué debemos recortar? Por qué no es tan sencillo

Ahora que estas cifras están claras, imaginemos que tuviéramos que reducir el PIB de forma organizada y democrática. ¿Qué habría que reducir prioritariamente? ¿El gasto de consumo de los hogares? ¿La producción de servicios públicos y de beneficencia? ¿La inversión? ¿Y en qué proporción habría que reducir el PIB?
El libro de Timothée Parrique no ofrece respuestas claras a estas preguntas. Esto es lo que dice en el capítulo 6.
«Imaginemos, en cambio, una reorientación progresiva y democráticamente planificada de la economía, en la que una parte de nuestros recursos, de nuestro tiempo de trabajo, de nuestra energía y de nuestros materiales deje de movilizarse para producir determinados bienes (sobre todo los que contaminan y contribuyen poco o nada al bienestar), y pueda entonces movilizarse parcialmente en beneficio de la sociedad. También hay que aclarar otro malentendido: reducir la producción mediante el decrecimiento no significa en absoluto empobrecerse. Es perfectamente posible reducir drásticamente el valor añadido monetario de una economía (PIB) y aumentar al mismo tiempo el valor añadido social y ecológico, por ejemplo aumentando el tiempo de ocio y mejorando los servicios de los ecosistemas».

El problema es que esta propuesta contradice la definición dada en el capítulo siguiente, donde el decrecimiento se define como una reducción del tamaño de la economía. En este pasaje, Parrique parece decir que las actividades no mercantiles y no monetarizadas deberían sustituir a las actividades mercantiles. Así pues, habría efectivamente una caída del PIB, pero no necesariamente una reducción del tamaño de la economía. Sigamos. ¿Cuánto tendría que reducirse la economía? Un poco más adelante se da una cuantificación indicativa: «Imaginemos que el contexto ecológico nos obliga a reducir a la mitad el tamaño total de la economía. Por lo tanto, tendríamos que producir la mitad y, por lo tanto, trabajar la mitad». Esta vez Parrique habla del «tamaño de la economía». Suponemos que se refiere a la economía antropológica. Pero esto contradice la solución propuesta, que consiste en reducir el tiempo de trabajo. El tiempo de trabajo representa una actividad remunerada y, por tanto, está vinculada al PIB. Si reducimos el tiempo de trabajo y aumentamos el tiempo libre en la misma proporción, la actividad económica se mantendrá al tiempo que se desmonetiza. En este caso, el tamaño de la economía no disminuye y no hay pruebas de que se reduzcan las restricciones ecológicas. Coger un taxi de pago o llevar a un amigo a la estación no reduce la huella de carbono del viaje.
No tenía sentido escribir un capítulo entero para distinguir el PIB de la economía antropológica, ¡sólo para confundirlos sistemáticamente en los capítulos siguientes! Una vez más, la confusión entre economía/PIB/mercado plantea problemas de coherencia al razonamiento.

Las consecuencias de una caída del PIB

Supongamos que queremos reducir el PIB para alcanzar el «techo ecológico», y supongamos que la actividad no monetarizada no puede sustituirlo totalmente. ¿Qué margen de maniobra tendríamos? ¿Cuánto podríamos reducir el PIB sin romper el suelo social? Seamos optimistas y supongamos que nuestro objetivo es una reducción del PIB del 25%. Si damos crédito a las estimaciones de la asociación Global Footprint Network, Francia alcanzó el «día del rebasamiento» el 5 de mayo, fecha en la que se considera que la economía francesa ha consumido todos los recursos que la naturaleza tarda un año en producir y renovar. El 5 de mayo, eso equivale aproximadamente a un tercio del año. Así pues, según esta estimación, el techo ecológico sería muy bajo y habría que pensar en una reducción del PIB de dos tercios y no sólo del 25%.

Pero limitémonos a una reducción del 25% y veamos adónde nos lleva. ¿Qué deberíamos reducir? Leyendo el libro de Parrique, el objetivo sería reducir la proporción del PIB dedicada al consumo de bienes. A la inversa, habría que preservar el PIB dedicado al consumo no mercantil. ¿Y las inversiones? Parrique no lo menciona en su libro, pero es razonable pensar que, si creemos el informe Pisani-Ferry – Mahfouz sobre la estrategia de transición climática, muchas inversiones tendrán que aumentar. Es cierto que este informe no es en absoluto partidario del decrecimiento, pero los imperativos ecológicos nos obligarán a realizar cambios profundos en nuestro sistema de producción, lo que significa invertir en ferrocarriles, renovar edificios, descarbonizar nuestro sistema de producción, etc. ¿Cuál sería el equilibrio global? La respuesta no está clara. Como, que yo sepa, no existe ningún cálculo al respecto entre los teóricos del decrecimiento, nos vemos obligados a especular. Así que optemos por una cantidad preservada de gastos de inversión en comparación con el volumen actual, y supongamos que las enormes necesidades de la transición pueden compensarse con una desinversión de la misma cantidad en el sector del mercado.
Como hemos visto anteriormente, el PIB actual representa el 50% del consumo de mercado de los hogares, el 25% del consumo no de mercado y el 25% de los gastos de inversión. Si queremos preservar tanto el gasto en inversión como el gasto en consumo no de mercado, entonces cualquier reducción del PIB sólo puede basarse en el consumo de mercado. Por tanto, una reducción del PIB del 25% implica una reducción a la mitad del gasto en consumo de los hogares. Por lo tanto, sería necesario pasar de una economía 50/25/25 a una economía 25/25/25 para reducir el PIB en un 25% sin reducir el gasto no de mercado y de inversión. Para ello, habría que reducir a la mitad la renta disponible de los hogares (en realidad un poco menos, ya que hay que tener en cuenta el ahorro correspondiente a la renta no gastada).

La ilusión de una feliz sobriedad

¿Es posible, desde una perspectiva decreciente y democrática, organizar una reducción del 25% del PIB reduciendo a la mitad la renta disponible de los hogares? Esta es la pregunta que hay que responder. Afirmar que esto sería políticamente aceptable en un sistema democrático me parece totalmente irrazonable. También hay que señalar que esta reducción a la mitad de los ingresos se haría sin ninguna mejora significativa de los servicios públicos y sin ninguna aceleración del gasto en inversión. Y nada hace pensar que los países vecinos seguirían la misma política. Y sin embargo, dentro de la UE existe la libre circulación de personas; no se puede impedir que las familias se trasladen al extranjero para aprovechar el doble de ingresos al otro lado de la frontera. ¿Cómo podemos gestionar políticamente un declive así, y la conmoción que produciría? En el capítulo 1, Parrique afirma que «lo que cuenta al final no es el ‘poder adquisitivo’, sino el ‘poder de vida'». Una vez más, se trata de una fórmula práctica, pero poco eficaz. Para muchos franceses, el poder adquisitivo es el poder de vivir: el poder de irse de vacaciones, de salir a comer, de ir al cine, de renovar su vestuario… ¿Deben reducirse a la mitad todas estas compras comerciales? ¿Quién decidirá qué consumo es útil y qué es superfluo? Y, sobre todo, ¿cómo conseguir que los ciudadanos acepten estas decisiones?
Lejos de ser un instrumento absurdo, el PIB es una medida perfecta de la renta monetaria. Y aunque, como se dice, «el dinero no puede comprar la felicidad», es difícil sostener que la reducción de los ingresos garantizará que los hogares sean más felices, más emancipados y más libres, sobre todo si esta reducción pesa exclusivamente sobre la parte del consumo que pueden elegir libremente.
Los teóricos del decrecimiento tienen sin duda razón en un punto: la caída del PIB, y en todo caso el fin de su aumento indefinido, será sin duda necesaria a largo plazo para evitar el colapso ecológico. Digámoslo de forma más realista: el riesgo de colapso ecológico llevará sin duda a la humanidad a reorganizar radicalmente su economía para alcanzar una forma de post-crecimiento. Cuantitativamente, ¿cuál será el nivel del PIB de esta economía? ¿Seremos capaces de limitar su declive al 25%? Nadie puede asegurarlo. Y si el techo ecológico exige que el PIB se reduzca a la mitad, ¿hay que suprimir toda producción mercantil y organizar una forma de colectivización de los medios de producción para que todos puedan vivir con un mínimo de comodidad a pesar de las fortísimas restricciones que pesarán entonces sobre el consumo? ¿Y hay que limitar el acceso a ciertos recursos para que, en su tiempo libre, los individuos no sigan produciendo y profundizando su huella ecológica?
Lo que es seguro es que es muy poco probable que la transición al postcrecimiento sea feliz para todos. Del mismo modo, es absurdo afirmar que el decrecimiento sólo afectará a una minoría de la sociedad. La realidad es que el decrecimiento representará una ruptura antropológica de una violencia sin precedentes para todos. No se puede reducir el consumo de los hogares a la mitad gravando un poco al 10% más rico. Al enmascarar esta violencia para hacer deseable su proyecto, los partidarios del decrecimiento corren el riesgo de hacer mucho más difícil la aceptación de las medidas que tendrían que tomar si llegaran al poder. Churchill tuvo el valor de decir al pueblo británico que le había prometido «sangre y lágrimas» para derrotar a la Alemania nazi. Esperamos la misma honestidad intelectual del movimiento por el decrecimiento. ¿Sería tan amable?

6. A favor de la okupación.

Entrevista a un geógrafo estadounidense que acaba de publicar en España el libro La Ciudad Autónoma y defiende aquí la utilidad de la okupación.
https://ctxt.es/es/20230601/

Alexander Vasudevan / Autor de ‘La ciudad autónoma’
Okupar implica resignificar espacios perdidos en las ciudades”
Aldo Conway 6/06/2023

En inglés se le dice squatting a lo que aquí llamamos okupación, y según Alexander Vasudevan, (Fredericton, New Brunswick, Canadá) eso implica resignificar los espacios perdidos para los barrios. Se ha publicado en español un ensayo, instructivo, impertérrito, impecable, de este profesor de Geografía Humana de la Universidad de Oxford titulado La Ciudad Autónoma –publicado originalmente en Verso en 2017– en el que se aborda la historia del movimiento okupa europeo desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días. Nos cuenta, por videollamada, que la cuestión de fondo, la colectivización de lo que es de todos, está convirtiéndose en un arma política de enorme alcance y calibre: medios de comunicación, empresas de seguridad privadas y partidos políticos han abanderado la lucha contra la okupación. 

En la sociedad española –y, según nos cuenta el profesor, también en la europea– el miedo a que usurpen su propiedad durante una ausencia es cada vez mayor y esos miedos son una herencia de la crisis del ladrillo: los problemas de acceso a la vivienda. El propósito de la charla es la pedagogía: ¿qué es un okupa y qué lo diferencia de todo lo demás? Ya en el prólogo a la edición española de La Ciudad Autónoma (Alianza Editorial, 2023), Javier Gil esgrime una diferencia fundamental entre usurpación –la okupación de inmuebles que no constituyen morada– y allanamiento de morada –que es, efectivamente, allanar una morada ajena– y uno de los principales desafíos es encontrar la terminología correcta para no caer en confusiones.

7. ¡Qué tiempos aquellos!

No sé por qué -bueno, sí lo sé-, estos días esta volviendo a circular un antiguo tuit de 2017 de la cuenta oficial de la OTAN. Era propaganda de una película: Los hermanos del bosque. Aquellos angelitos de las SS que siguieron luchando en zonas de Ucrania, el Báltico, etc. contra el poder soviético tras el fin de la 2ª Guerra Mundial.

https://twitter.com/NATO/


Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *