“PALESTINA: DEL ZUGZWANG AL HARAKIRI, PASANDO POR LA TAQIYYA” por Ramón Qu

El zugzwang en ajedrez se da cuando un jugador está en una posición tal que cualquier movimiento que realice le empeora su situación. En consecuencia: preferiría no mover. Tras el anuncio del plan trampa de Trump – valga la redundancia – Hamás se encuentra en esta “posición” en el criminal tablero que la falaz descolonización occidental y el neo colonialismo sionista han ido construyendo escaque a escaque, canallada tras canallada, desde la Nakba hasta la actualidad. Si usted no sabe jugar al ajedrez o no está familiarizado con el alemán, podrá hablar con igual propiedad metafórica con un más castizo “estar entre la espada y la pared”.

Porque el chantaje con maneras de ultimátum y disfrazado de plan de paz trumpista – admitamos el neo oxímoron – es claro: o aceptáis nuestras condiciones o damos rienda al quinto jinete de la apocalipsis: terminaremos el trabajo: Delenda est Gaza. En realidad la propuesta de Trump pretende alcanzar todos los objetivos político-militares de Israel sin necesidad de añadir más crímenes de guerra a los crímenes de guerra ya perpetrados, romper la solidaridad internacional con el pueblo palestino y detener la ola de reconocimientos del estado de Palestina.

Para ello – volvemos a zugzwang y la espada y la pared – busca colocar a Hamás en una situación sin salida: por un lado, si Hamás acepta el plan en aras de detener los bombardeos y la continuación de la masacre sobre población civil evitará más muertes y destrucción pero a costa del suicidio del propio Hamás como organización político militar; si por el contrario no acepta el chantaje, Hamás podrá ser presentado como el culpable de la continuación de los sufrimientos del pueblo palestino.

De lo que se trata es, pues, de que haga lo que haga Hamás, pierda. Pero ¡cuidado!, ya se la considere organización político militar de liberación nacional, ya se la tenga por grupo terrorista o banda criminal, no se pretende solo que pierda Hamás, sea cuál sea la forma en que se haga el harakiri. Es más. Mucho más: “ese” más, el “más” del pueblo palestino como dueño de su destino. Porque con el vaciar la bañera del agua limpia o sucia de Hamás, lo que se busca es que se vaya por el desagüe de la historia el niño de los derechos como pueblo que tienen los palestinos, derechos reconocidos por la ONU y el derecho internacional, en definitiva, lo que se pide a los palestinos es que renuncien a su tierra, a su identidad, a sus derechos, a sí mismos, a ser lo que ellos decidan ser y convertirse en lo que otros – en realidad, sus enemigos – quieren que sean: polvo del desierto: el gran sueño sionista: una tierra sin habitantes para ser habitada por el pueblo elegido.

Dicen que Hamás está predispuesto a aceptar las condiciones del plan trampa de Trump – valga la redundancia – Es posible. Pero quien hace trampas se arriesga a que le trampeen de vuelta. Y en la religión mahometana existe algo que se llama Taqiyya.

La Taqiyya permite a un creyente en Mahoma disimular o negar su fe cuando existe una amenaza de daño para uno mismo o los demás. No es hipocresía, es estrategia última de supervivencia en tiempos o espacios hostiles. Bien puede ser que Hamás adopte la taqiyya y acepte con algún matiz el plan trampa con la boca pequeña, en espera de tiempos mejores para sus objetivos.

Sea como fuere, el plan trampa de Trump – valga la redundancia –, al responder solo a los intereses de una de las partes, podrá establecer una paz de cementerio en Palestina por un tiempo, pero no resolver el conflicto y, tarde o temprano, los muertos reencarnarán en los vivos y, se llame Hamás o se llame OLP, la resistencia Palestina a morir a manos del sionismo neo fascista cobrará vida de nuevo.

Y sus formas no serán amables, porque no se fue amable con ellos.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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