“Sacristán versus Bueno. Crónica de una polémica filosófica” por David Sánchez Piñeiro

El pasado 5 de septiembre se cumplieron cien años del nacimiento de Manuel Sacristán Luzón (1925-1985), militante comunista y uno de los filósofos marxistas más importantes del siglo XX en nuestro país. Nuestra forma particular de homenajear a Sacristán en su centenario consiste en revisitar su figura y su producción teórica tomando como punto de referencia el debate que mantuvo con Gustavo Bueno en las postrimerías de la dictadura franquista sobre el sentido de la filosofía como disciplina.

Sacristán había nacido en Madrid y la militancia falangista de su padre llevó a la familia a exiliarse durante la guerra fuera de España. Tras la victoria del bando franquista acabaron asentándose en Barcelona, donde Sacristán permanecerá el resto de su vida. En 1940 ingresa en Falange, organización en la que milita hasta 1945-1946 y en la que llega a ser jefe de centuria. A finales de los años cuarenta padece una tuberculosis renal y tienen que extirparle un riñón. Desde entonces le acompañarán siempre los problemas de salud. El escritor Vázquez Montalbán llegará a definir su vida como “transitoria” y “delicada”, la de una “máquina de pensar a punto de ser traicionada por las vísceras más innobles”.

Entre los años 1954 y 1956 se traslada a Alemania, donde realiza una estancia en el Instituto de Lógica Matemática y de Investigación de Fundamentos de la Universidad de Münster. También entra en contacto con militantes comunistas e ingresa en el PCE. A su regreso a Barcelona imparte clases en la Facultad de Filosofía (como profesor no numerario) y también en la Facultad de Económicas. En 1959 publica su tesis doctoral sobre Las ideas gnoseológicas de Heidegger. La intensa militancia comunista que lleva a cabo en aquella época le pasa factura en su trayectoria académica, hasta el punto de que en 1962 se le niega la Cátedra de Lógica en la Universidad de Valencia por motivos ideológicos. Dos años después publicará una Introducción a la lógica y el análisis formal. En 1963 es detenido en Barcelona por ser uno de los impulsores de una pequeña manifestación de protesta contra el asesinato de Julián Grimau. También firma públicamente junto a otros intelectuales una carta dirigida al ministro Fraga Iribarne para protestar contra las torturas que sufrían los mineros asturianos en huelga y sus mujeres, que habían sido rapadas al cero. En 1966 Sacristán participa en la fundación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona, en un evento que pasará a la historia como la Caputxinada.

La intervención que da origen a la polémica con Bueno es la publicación por parte de Sacristán en 1968 de un opúsculo titulado Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, en la editorial Nova Terra de Barcelona. En aquel texto Sacristán defendía la tesis radical de que la existencia de la filosofía como disciplina académica independiente y autónoma carece de sentido, por lo que proponía “suprimir las secciones de Filosofía de las Facultades de Letras –suprimir, esto es, la Licenciatura en Filosofía– y eliminar, consiguientemente, la asignatura de Filosofía de la enseñanza media”. La diatriba de Sacristán contra la disciplina filosófica es furibunda y no se deja nada en el tintero. A diferencia, por ejemplo, de las ciencias positivas, la filosofía no está en condiciones de ofrecer un saber sustantivo. La filosofía “licenciada y burocrática” tiene un interés “exclusivamente endo-gremial” y el licenciado en filosofía es un “especialista en Nada”. Para Sacristán representa un sinsentido la idea de que “se puede ser conocedor del Ser en general sin saber nada serio de ningún ente en particular”. La filosofía tampoco tiene razón de ser en su sentido tradicional de prescriptora de contenidos ideológicos, ya que tiene una influencia residual a la hora de elaborar las concepciones o imágenes del mundo contemporáneo, una empresa que le corresponde de facto a “científicos, artistas y políticos”. 

El texto de Sacristán no es, sin embargo, exclusivamente destructivo. Desde un punto de vista más propositivo, entiende la Filosofía como un “pensamiento crítico (metodológico e histórico) respecto del propio saber positivo”. Es por esa razón que Sacristán propone, como sustituto de la licenciatura, la creación de un Instituto central o general de Filosofía, que funcione como un “centro articulador del filosofar de los diversos científicos”. Sacristán piensa que “no hay filosofía, pero hay filosofar” y considera legítima, por ejemplo, la actividad filosófica de quienes “tienen algo en que basarla”, como pueden ser “el científico teórico capaz de investigación de fundamentos, el historiador capaz de repensar sus operaciones, el ‘metafilósofo’ capaz de practicar calas útiles en la tradición filosófica, el artista capaz de problematizar discursivamente su obra y la de sus colegas [o] el práctico capaz de explorar los condicionamientos y las perspectivas de su hacer”.

El opúsculo de Sacristán recibió la réplica de Gustavo Bueno, por aquel entonces Catedrático de Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos en la Universidad de Oviedo, que escribió un texto considerablemente más largo y conceptualmente farragoso. Bueno, al igual que Sacristán, también había sido falangista en sus años de juventud, sobre todo por influencia de Santiago Montero Díaz, que fue el director de su tesis, titulada Fundamento formal y material de la moderna filosofía de la religión. Entre 1949 y 1960, antes de trasladarse a Oviedo, Bueno ejerce como profesor de secundaria en Salamanca. Tras su periodo falangista, Bueno no llega a implicarse nunca en la militancia política organizada de izquierdas a la manera de Sacristán, aunque como relata Pablo Batalla en uno de los capítulos de su libro Los nuevos odres del nacionalismo español, en Asturias Bueno “salta a la trinchera antifranquista: se vuelve filosoviético y compañero de viaje del PCE, presta apoyo a las huelgas mineras, baja a un pozo a impartir clase, colabora con los proyectos culturales de la izquierda, llega a sufrir un atentado de la Alianza Apostólica Anticomunista –que incendia un todoterreno de su propiedad– y, en general, ejerce padrinazgo sobre los jóvenes contestatarios”.

La respuesta de Bueno a Sacristán se publica en 1970 en la editorial Ciencia Nueva con el título El papel de la filosofía en el conjunto del saber. El propio Bueno introduce la advertencia preliminar de que, a pesar de que el libro fue escrito dos años antes –coincidiendo con la aparición del texto de Sacristán– su publicación tuvo que retrasarse debido a “circunstancias muy conocidas”. Al mismo tiempo, Bueno se disculpa por la premura con la que tuvo que redactar su respuesta y aduce, además, que “ni siquiera he tenido tiempo de consultar los [libros] que tengo en las estanterías más altas, para llegar a las cuales necesito de una escalera que no he tenido a mano”. El objetivo declarado de la respuesta de Bueno es impugnar el “hara-kiri filosófico” que había tratado de llevar a cabo su “amigo” Sacristán. Por un lado, Bueno parece buscar bajarle el precio a la intervención de Sacristán calificándola como un mero “discurso retórico”, pero por otro lado reconoce que “es un discurso brillante, llamado a desempeñar un importante papel, como punto de referencia, en las discusiones universitarias de los próximos años. Es un discurso que interesará a universitarios de todas las facultades, y que convencerá a una gran masa de ellos”. Esta última es la razón que empuja a Bueno a tratar de ofrecer un planteamiento alternativo anclado en sus propias coordenadas filosóficas.

En primer lugar, Bueno introduce la distinción  de origen kantiano entre filosofía mundana y filosofía académica. La primera sería aquella que “consiste precisamente en no aceptarse en posesión de ningún saber definitivo” y puede ser ejercida por un político, un matemático, un metalúrgico o un músico. La segunda, por su parte, es la tarea propia de ‘los filósofos’, considerados como especialistas en un aspecto del conjunto de la cultura, con su propia tradición gremial (Descartes, Spinoza, Kant…)”. El filósofo José Luis Moreno Pestaña ha resaltado algunas coincidencias entre los planteamientos de Sacristán y de Bueno sobre la filosofía, como la influencia de las ideas de Ortega y Gasset que estaría presente en ambos. Otro de los puntos de acercamiento aparece cuando Bueno define la filosofía como un saber de segundo grado, es decir, “un saber que, en cuanto disciplina crítica, es siempre un ‘saber sobre otros saberes’”, acercándose así a las tesis ya mencionadas de Sacristán. No obstante, Bueno trata de proponer, contra Sacristán, una definición de los contenidos propios de la filosofía como disciplina, a la que concibe en este texto temprano como una “Geometría de las Ideas”. Bueno define la filosofía como la “institucionalización de ese trabajo con las Ideas que llamamos ‘reflexión’. El trabajo específico de la filosofía consiste así en la “determinación de las Ideas trascendentales (…) que están ‘disueltas’ en las categorías científicas, técnicas o prácticas en general”.

Una parte importante del texto de Bueno está relacionada con la categoría de “organizaciones totalizadoras”. El filósofo entonces radicado en Oviedo le reprocha a Sacristán que su impugnación de la filosofía viene motivada principalmente por su aversión a “los dos modelos más importantes de ‘dogmatismo filosófico’ que viven en la actualidad – o vivían hasta hace poco”, es decir, la escolástica cristiana (tomismo) y la escolástica marxista (materialismo dialéctico o DIAMAT). Esos dos dogmatismos filosóficos se vinculan a sendas organizadores totalizadoras: la Iglesia católica y el Estado soviético. Bueno define una organización totalizadora como aquella que “incluye desde su perspectiva el planeamiento prácticamente integral de la conducta humana” y postula que “sólo puede haber filosofía en el marco de una organización totalizadora, o en los subproductos de esta organización”, lo cual no implica que esa filosofía tenga que ser necesariamente dogmática, como en los dos casos mencionados. En cualquier caso, este punto de su argumentación es clave porque en él se establece un vínculo entre la filosofía y la idea de imperio, que va a funcionar como una suerte de punto de referencia permanente de toda su obra posterior. Escribe Bueno que, desde una perspectiva histórica, la filosofía supone “imperios universales que hacen posible la ‘trituración’ de los mitos y de las pautas heredadas, que hacen posible la trayectoria hacia el ‘logos’”. Concluye Pablo Batalla sobre la filosofía de Bueno que, más allá de los virajes ideológicos que efectuó con el paso de las décadas (falangismo-comunismo-conservadurismo autoritario), en él “permanece siempre la necesidad de sistema, de totalización, de un proyecto de implantación efectiva y alcance universal, conductor armado de obras culturales de primer rango; de un imperio en suma”.

Sacristán nunca llegó a responder a la réplica de Bueno, una decisión que Moreno Pestaña interpreta como un desprecio “como interlocutor al candidato de Oviedo”. En 1995, veinticinco años después de su respuesta a Sacristán, Bueno publicó un texto en el que actualizaba y complementaba su intervención originaria, aunque sin retomar de nuevo la polémica con Sacristán, a quien apenas volvía a mencionar. Llevaba por título “El papel de la filosofía en el conjunto del saber constituido por el saber político, el saber científico y el saber religioso de nuestra época” y fue incluido como apéndice en su obra ¿Qué es filosofía?

La trayectoria posterior de ambos personajes, en términos biográficos, políticos e intelectuales, no puede ser más dispar. La precaria situación laboral de Sacristán dentro del sistema universitario español le obliga a desempeñarse como traductor, compilador, prologuista o consejero editorial y le quita “energías y tiempo para la creación intelectual”. Sacristán traducía del inglés, alemán, francés, italiano, griego clásico y catalán y según algunas estimaciones “tradujo un promedio de seis libros por año durante mucho tiempo”, incluyendo a autores como Marx, Gramsci, Lukács, Galbraith, Schumpeter, Adorno, Marcuse o Quine. En una ocasión llegó a referirse al “desastre que en muchos de nosotros produjo el franquismo”, pues les obligó a producir “escritos de ocasión, sin tiempo suficiente para la reflexión ni para la documentación”. Bueno, por el contrario, no solamente consiguió asentarse cómodamente como catedrático universitario, desde donde fue elaborando un sistema conocido como “materialismo filosófico”, sino que también se convirtió en el fundador de una escuela filosófica que durante muchos años fue generosamente financiada por la administración local del Partido Popular en Oviedo. La muerte de Bueno en 2016 coincide en el tiempo con el despegue político de Vox, partido de extrema derecha del que termina por convertirse en uno de sus referentes ideológicos.

Desde un punto de vista político, Sacristán abandonó las direcciones del PSUC y del PCE poco después de su polémica con Bueno, disconforme con la reacción superficial de ambos partidos frente a la invasión soviética de Checoslovaquia y el aplastamiento de la Primavera de Praga de 1968. No obstante, continuó siendo un militante de base y con el paso de los años tuvo una implicación intensa en las campañas contra la OTAN y en los movimientos pacifista y ecologista. También fue partidario de integrar el feminismo como parte imprescindible del movimiento emancipatorio. Sacristán cultivó una importante formación intelectual en lógica, filosofía de la ciencia, filosofía analítica y marxismo, y fue elaborando de manera fragmentaria multitud de textos a lo largo de toda su vida sobre dichas temáticas. Muchos de ellos han sido recopilados y publicados tras su muerte, como los cuatro volúmenes de Panfletos y materiales de la editorial Icaria. Joaquim Sempere cuenta la anécdota de que alguna vez, al ser Sacristán “puesto en la tesitura de elegir, como modelo personal para él, entre Gramsci, el intelectual, y Togliatti, el político y hombre de acción, sus preferencias iban por este último”. Tras su muerte en 1985, muchos de los discípulos de Sacristán coincidieron en la idea expresada por Francisco Fernández Buey de que “el hombre valía todavía más que la obra que nos ha legado”.

https://www.nortes.me/2025/09/28/sacristan-versus-bueno-cronica-de-una-polemica-filosofica/.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *