“»Salva» para los amigos” por Miguel Candel

Por suerte se está extendiendo en este país la buena costumbre, conocida ya hace tiempo en otros pagos, de homenajear a la gente de mérito antes de que la vida (que es la que realmente mata) se la lleve por delante.

Lo «clásico» era esperar a que las esquelas sirvieran de reclamo para el acto en sí y de publicidad para el consabido libro resultante. Cierto que en esto, como en casi todo, solemos no apreciar lo que tenemos hasta que lo perdemos. Por suerte, tal no ha sido el caso con Salvador López Arnal, «Salva» para los amigos (potencialmente, casi todo el mundo, pues hace falta tener la cáscara muy amarga para, conociéndolo, no sentirse bien predispuesto hacia él). Hay que agradecer, pues, a los editores que hayan tenido esta iniciativa, y a los colaboradores, que se hayan sumado a ella.

El título, ciertamente, hace justicia a los dos rasgos que la práctica totalidad de los textos que componen el volumen destacan en el homenajeado. En cualquier caso, Salvador es sin duda un sabio que rehúye sistemáticamente hacer alarde de su sabiduría, rasgo que contribuye precisamente a agrandar ésta. Esa actitud, como señala la práctica totalidad de los colaboradores, hace que tienda a fundirse con el pensamiento de los autores a cuyo estudio y difusión dedica sus principales esfuerzos, hasta el punto de que un lector poco atento puede sacar la impresión de que Salvador no tiene pensamiento propio. Pues bien, creo que sería un buen tema de tesis doctoral, justamente, entresacar, de los miles de páginas que ha dedicado a presentar, comentar y glosar a otros autores, los múltiples elementos que componen su propio pensamiento, ordenarlos y darles forma discursiva coherente.

El libro que reseñamos, ciertamente, no puede sustituir a la tesis que acabo de proponer, pues más allá de los rasgos que hemos señalado y del recuento y somero comentario de la ingente cantidad de escritos salidos de la pluma de Salvador, poca cosa substantiva aportan los cuarenta y pico textos que componen el volumen. La inmensa mayoría de ellos se centran en la figura y la obra del homenajeado, pero con escasa penetración en el detalle de sus ideas, lo que hace que el conjunto, más allá de tal o cual apunte novedoso o curioso, resulte a veces reiterativo. Unos pocos, en cambio, hacen lo que personalmente creo que debe hacer el contribuyente a este tipo de obras (y que, por supuesto, yo tampoco he hecho en mi aportación): desarrollar algún tema mínimamente substantivo que, aun guardando relación con la persona a la que va dedicado, no tiene por qué circunscribirse a los principales temas tratados por ella. No se trata de «aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid», pero tampoco de dar vueltas y más vueltas en torno a lo mismo.

No quiero con ello restar mérito a los textos aportados, la mayoría de ellos elegantemente escritos y todos con su dosis de información sobre las múltiples facetas de la personalidad y la actividad de Salvador. Sólo que quizá los editores deberían haber sido algo más «dirigistas» al invitar a los contribuyentes a fin de evitar redundancias y asegurar la complementariedad de los distintos textos. Afortunadamente, el volumen se abre con una excelente «semblanza biobibliográfica» del homenajeado y se cierra con una impresionante (pese a no ser exhaustiva) relación de los diversos escritos de Salvador. Los contribuyentes (44 en total) hacen gala de conocer bien y apreciar más aún a Salvador López Arnal, lo que, al margen de los problemas arriba señalados, hace que el volumen deje al lector con la impresión y el buen sabor de boca de hallarse ante un auténtico monumento a la amistad en su más pura versión aristotélica: la amistad no fundada en el placer ni en la utilidad, sino en la admiración y el reconocimiento del amigo como alter ego.

Para acabar, si tuviera que quedarme con una sola frase del libro, elegiría la siguiente, de César Rendueles: «Cuando los miles de papers de doxografía filosófica que apenas un puñado de especialistas son capaces de desentrañar hayan sido completamente olvidados, cuando ya nadie se acuerde de las polémicas idiotas que nos quitan el sueño, los futuros historiadores de la cultura recurrirán al trabajo de Salvador para entender cuál era el clima intelectual de nuestra época».

Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2024.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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