Del historiador y miembro de Espai Marx, José Luis Martín Ramos.
Hasta ahora no he podido leer con calma el programa electoral que os remití. Me ha decepcionado no poco.
Es un programa que no se mueve del marco de la socialdemocracia clásica de la segunda mitad del siglo: economía social de mercado, industrialismo fuerte y política intensiva de protección social (esto último es lo más avanzado del programa). Reivindica la política alemana de finales del siglo XX, hasta -implícitamente- la dimisión de Oskar Lafontaine por el giro neoliberal del canciller Schöder. Hasta aquí lo relativamente «bueno» del programa electoral, que no iría mucho más allá del programa de Sumar.
Junto a eso hay varias cuestiones muy discutibles: ese industrialismo fuerte le lleva a minimizar los costes ecológicos y a no ofrecer una política clara sobre el cambio climático y la cuestión de las energías fósiles; es cierto que prescindir del gas ruso ha supuesto elevación del costes de la energía, pero el consumo de gas, sin freno, no es un maná sin consecuencias negativas. La afirmación de que la industrialización alemana no tiene bastante con “sol y aire” es una frase provocadora, sin más alternativa que la de pretender una gestión sin costos de las energías tradicionales. La posición de BSW en esta cuestión es más que débil, discutible, aunque puedan ser ciertas algunas críticas a las derivadas de la Ley de calefacción.
La cuestión de la inmigración puede incluir también críticas ciertas al tratamiento del problema, pero parece que quiere curar el dolor de cuello cortando la cabeza; hay además un sesgo antiislamista -que no estaba en el libro de SW-, una identificación de la criminalidad -y en particular de la criminalidad sexual- con la inmigración que es completamente inaceptable. El principio de negar derecho de residencia a cualquier que proceda de un «tercer país seguro» es inaceptable y todavía más negar la protección social universal de manera absoluta (aplicado al ámbito sanitario es una barbaridad, escupir al cielo). La cuestión de la etapa de la pandemia se aborda desde una poco oculta posición antivacunas y una exageración -incluso en el ámbito político- de los costes de la política de confinamiento.