Sobre la cruz de ceniza en la frente en USA y otros asuntos complementarios

De la filóloga y filósofica y miembro de Espai Marx, Cristina García González (con una observación de José Luis Martín Ramos).

I. Es muy, muy habitual ver a mucha gente (por lo menos en Boston y Nueva York) con la cruz de ceniza todo el día en la frente, y muy bien marcada. El primer año que lo vi me quedó muy desconcertada; cuando yo era pequeña y en el colegio nos hacían la cruz de ceniza en la frente lo primero que hacía todo el mundo era limpiársela. Aquí la exhiben el día entero muy a propósito, van a clase, a restaurantes, etc. con ella. Quiero decir que no es una excentricidad de Rubio sino un guiño a un sector de sus electorales y una declaración de valores. En las misas católicas de domingo no se cabe en las iglesias y la edad media de los feligreses es muy muy baja, y hay mucho debate interno entre católicos progresistas y católicos conservadores de distinto nivel, etc. En Manhattan hay 22 jesuitas jóvenes en formación –no sé cuántos habrá en Barcelona. Todo eso sin contar los luteranos, los evangelistas, los baptistas, los judíos… que tienen también su gran público. Es una realidad cotidiana muy distinta a la española.

II. La vida en Estados Unidos es menos desamparada si uno pertenece a una comunidad religiosa: socialización que de otra forma no existe, ayuda mutua, reparto de alimentos con colas que dan la vuelta tres veces a la manzana, residencias en las que vivir, duchas para yonquis y mendigos en la iglesia de la cienciología que está cerca de nuestro piso, hospitales de caridad religiosa en los que, si eres pobre, puedes tratarte un cáncer sin pedir un préstamos de cientos de miles de dólares (recuérdese Luigi Mangione), etc.

III. En USA hay 3.000 seminaristas, en España 1.000. Pero tengo entendido que España sigue siendo la primera en seminaristas jesuitas. De todas formas, me da que la gente que se hace jesuita en España no es tan joven ni variada como la que hay aquí: estudiantes de filosofía veinteañeros, hijos de exiliados cubanos, de vietnamitas, canadienses muy simpáticos de 40 años que no sabían qué hacer con su vida y que han vivido mucho, historiadores colombianos, ingenieros mexicanos. Me da la sensación de que en España hacerse seminarista es algo propio de círculos muy reducidos, raro. Aquí ningún adolescente lo encuentra extravagante, es una opción más de vida. Y luego están todos los protestantes, que son curas pero tienen familia y trabajo.

IV. En la iglesia católica estadounidense no hay opción comunista, solo hay línea woke o línea conservadora anticomunista (es un reflejo de la sociedad en general). Es bastante impensable hablar de comunismo o comunitarismo aquí y que alguien lo comprenda o empatice con ello. En la comunidad de los seminaristas jesuitas del Bronx tienen un altar a un jesuita que dio apoyo a los blancos y se pasó 40 años en un gulag.  Otro amigo nuestro, sacerdote de 35 años de la orden de la Holy Cross, una buena persona doctorando en filosofía, nos explicaba muy orgulloso que el fundador de su orden fue un cura francés anti-revolución francesa. Es su sentido común.

V. Pues Joaquín, yo lo único que he leído de Ratzinger es una Introducción al cristianismo donde acusa a Vico, en línea con Hegel, de inaugurar un historicismo que va directo a la secularización -y eso obviamente no le gusta. No sabía que había estado en el ala reformista de Concilio Vaticano II, sí sabía que sus teólogos contemporáneos de cabecera eran de Lubac (antisuareciano) y Rahner (muy pegado a Kant y Schleiermacher). También sabía que trabajó, después del concilio y muchos años, en un organismo que es un resto de la inquisición y ahí persiguió la teología de la liberación.

Observación de José Luis Martín Ramos:
Con Rahner fue uno de los teólogos de apoyo a Juan XXIII en el Vaticano II. A partir de 1968 evolucionó hacia una reflexión autocrítica del Vaticano II, sobre todo en el ámbito de la política católica, en dirección opuesta al curso emprendido por los jesuitas con Arrupe. Se identificó con el freno al Vaticano II dado por Pablo VI y sobre todo con la reacción de Juan Pablo II. Creo que sus críticas al relativismo eran justas pero, para mí, se pasó de frenada. Su gestión al frente de la Congregación para la Doctrina de la fe (que yo de ninguna manera identificaría con la Inquisición) fue dura para todos los desarrollos de izquierda de la política católica, en particular con la teología de la liberación. No fue lo mejor para los “arrupianos” y para movimientos como Cristianos por el Socialismo. Dicho eso, su pensamiento teológico es digno de consideración, no es banal en absoluto. Pero de todo esto Joaquin Arriola puede decir muchas cosas y mejor. Yo solo soy un alumno, agradecido, de los jesuitas. En cualquier caso tengo todo el respeto por Ratzinger, que nunca me pareció que tuviese ambición de poder.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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