Análisis y reflexiones del presidente de Espai Marx, Joaquín Miras. «Todo tipo de pensamiento se entrecruza con la acción y puede pasar a ser apropiado por la misma, o impuesto a la misma… Pero es recibido y apropiado por el actor, desde su contexto de recepción, desde el cual reelabora -contexto receptor convertido en contexto genético- nuevo pensar desde su intento de aplicarlo.»
Querido Salvador, el mensaje mío anterior es ambiguo, y tienes mucha razón en que hay que aclararlo, porque, entre otras cosas, deja en el aire la deslumbrante apreciación de Gramsci sobre la Revolución Francesa, a mi juicio plenamente acertada, que la considera, consecuencia del catolicismo, como «herejía católica», según escribe Gramsci en uno de sus últimos Quaderni, en un contexto en que esto va en contra, precisamente, de la ingeniería social; trato de explicar lo que a mi juicio es la ingeniería social o lo que entiendo por ello. Y lo que hay, a mi juicio, tras la apreciación de Gramsci.
Como sabemos, y lo hemos compartido -o al menos, yo lo he compartido- una vanguardia o una elite política se siente constituida como tal porque posee un determinado conocimiento. Cree que este, que siempre es saber humano, sea cual sea su estatuto, siempre es elaboración intelectual humana, surgida de la experiencia y la reflexión, le posibilita conocer cuál puede ser el futuro, elaborar, por consiguiente, un proyecto de futuro, desde el conocimiento poseído, y lograr que ese proyecto, basado en su saber, sea aceptado y compartido por una mayoría. Que luego, y según esa misma elaboración teorética, la mayoría deba dejar hacer a la minoría, o la mayoría deba movilizarse para que…esa minoría acceda a las posiciones de control y dirección sobre la acción de la totalidad social, etc, eso ya son variantes.
Según estas teorizaciones, el discurso de la minoría y sus alternativas, calan en la sociedad, poco a poco, y las mayorías, las masas, asumen y hacen, y desde luego, ponen en la dirección a esa minoría.
Es el esquema del socialismo clásico. El del qué hacer de Lenin.
La revolución rusa, sin embargo, no se produce así. Ni la del cinco -muchísimo menos, esa- que en los imaginarios vanguardistas revolucionarios, no contaba con el protagonismo campesino -y solo a raíz de ella, tras su fracaso, Lenin, muchísimo más lúcido que Rosa Luxemburg, escribe Dos tácticas de la socialdemocracia rusa, y hace aparecer la necesidad de la alianza con el campesinado, 120 millones sobre 125 según Shanin, y habla de tratar de crear una democracia «jacobina»; mientras la Luxemburg ni se entera y se dedica a escribir lo bonitos que eran los soviets de obreros.
Tampoco la del 17, que, en primer lugar, resulta imprevista para la prognosis de la socialdemocracia rusa y es consecuencia del levantamiento campesino de soldados en el frente, a partir de su saber, que no es la teoría de la lucha de clases sino el del ethos de la comunidad y la asamblea comunal. Revolución «rusa», no «bolchevique», tal como escribe Christopher Hill. La posibilidad de que el pequeño grupo bolchevique, en expansión desde luego -de 5.000 a 40 mil (¿) en el 17-, llegue a hacerse con la dirección del proceso, Lenin como Comisario, etc. es bien conocida, y desde luego, pasa porque Lenin tire a la papelera el último intento de iluminar doctrinaria y políticamente a las masas, las tesis de abril, y asuma el «programa» campesino -eso que se denomina «eserista», pero que es la aspiración campesina-. Shanin nos explica. Una vez en el poder, Lenin es siempre leal al campesinado, la NEP, etc.
No se trata de negar que un grupo ilustrado por alguna teoría no pueda hacerse históricamente con las riendas del control social -la historia es siempre singular e impredecible- e imponer su política. Stalin lo hace, debido precisamente, a la situación posrevolucionaria, al nuevo partido que se configura, etc, etc., Moshe Lewin… -. Pero las consecuencias son 1989 para decirlo con simplicidad: algo insospechado, algo que no estaba en el proyecto y algo que no puede ser evitado.
Se puede imponer -otros casos- por parte de un grupo iluminado la desregulación económica y el mercado. Pero las consecuencias de eso impuesto -con el uso de muchísima violencia- no son ni predecibles ni controlables; por ejemplo, las crisis capitalistas…
La historia -es lo que pretendía decir- no puede ser predicha ni pronosticada, ni dirigida por un grupo que logre imponer su criterio y consiga sus fines -la idea de los condicionales contrafácticos está ahí, pero no es eso solo eso a lo que me refiero.
Todo mundo está siempre en constante cambio, pues es el resultante de la suma «infinita» y capilar de nuestro hacer o actividad, de los millones de actos capilarmente generados por millones de personas que hacen que la actividad esté en variación. Toda sociedad está atravesada por corrientes de pensamiento, pues el ser humano piensa para dirigir su acción. El ser humano es la totalidad de las actividades y relaciones sociales, y del pensamiento intersubjetivamente generado que las produce, sin que haya unas actividades y un pensamiento que tengan prelación sobre otras. Somos una totalidad, sin base/causa que determine una sobrestructura/efecto.
Todo tipo de pensamiento se entrecruza con la acción y puede pasar a ser apropiado por la misma, o impuesto a la misma… Pero es recibido y apropiado por el actor, desde su contexto de recepción, desde el cual reelabora -contexto receptor convertido en contexto genético- nuevo pensar desde su intento de aplicarlo.
Vamos hacia la frase de Gramsci…
Cuánta influencia -y de qué tipo- puede tener un pensamiento, en este caso, el elaborado por una minoría intelectual de teóricos: según sus recursos. El pensamiento denominado Ilustración tuvo poco recorrido fuera de las elites aristocráticas y burguesas debido precisamente a lo caros que eran los libros. El circuito librero circunscribía su alcance. La Enciclopedia, la obra más difundida, cada año un tomo, durante 20 años -o así- era por suscripción y se puede saber qué sectores sociales europeos la leían. La aristocracia, la burguesía, el mundo culto del absolutismo. No calaba en el campesinado ni tan siquiera en las gentes pobres de las ciudades. Su pensamiento era capitalista, como se puede ver en las diversas antologías que hay de la misma -la de Soboul, u otras-. Por cierto que los intelectuales más conocidos de la revolución, y los documentos más representativos -Declaración de derechos…- eran, no ilustrados, sino iusnaturalistas. «Declaración», derecho «declarado», el que se ponía como «preámbulo a» es derecho «natural». El «derecho positivo» no se «declaraba», se «creaba»; solo se declaraba a título de «testigo», el derecho que se suponía creado por «otra fuente». La ilustración fue siempre el enemigo encarnizado del iusnaturalismo. Y la Revolución Francesa fue iusnaturalista -Florence Gauthier, Triomphe et mort du droit naturel en révolution, 1789, 1795, 1802, PUF…-. Pero la Ilustración, tal y como proponía mucho después el padre de la sociobiología, E. O Wilson, respecto de la propia sociobiología -para prestigiar la sociobiología se hace conveniente denominar sociobiólogo a todo biólogo prominente-, o sus hijos posteriores, liberales, positivistas, decide denominar ilustrado a todo pensador relevante del siglo XVIII y fines del XVII. Y Spinoza, Leibniz, Wolff, Vico,…son denominados Ilustrados, a pesar de ser ontólogos, metafísicos, «teodiceos», defensores de la Retórica, de los «mundos posibles», etc…
Vuelvo a tratar de retornar al hilo de la pregunta.
En determinadas situaciones históricas, como las del último tercio del XVIII en Francia, un amplísimo y muy capilar movimiento de masas campesino, desde las comunas, articula y da capacidad de protagonizar la acción, en un grado cada vez mayor, a una mayoría social, el campesinado. ¿Cuándo comienza? Seguramente a fines del XVII. Qué extensión y poder tiene pues en 1775 -la «guerra de las harinas o del blé»-: en Francia se produce una «jacquerie» que abarca todo el territorio nacional y tumba a Turgot, ministro defenestrado por el rey para parar la cosa. Toda Francia. Qué tupida e intercomunicada era esta red campesina de comunidades con control sobre su hacer y en lucha por la defensa del mismo, pues sabemos que al comienzo de la RF un rumor que surge en la cosa de Normandía -los ingleses nos invaden- atraviesa Francia en 7 días y llega a la costa mediterránea, mientras que todavía el gobierno -la corte, en Paris- no sabe nada al respecto.
Estas masas campesinas capilarmente organizadas, -economía moral de la multitud: el libro en el que Florence Gauthier y Gui Robert Ikni explican la guerra de las harinas AAVV La guerre du blé au XVlll siècle 1888 , ED, Les éditions de la Passion, donde escribe un soberbio artículo la Gauthier «De Mably a Robespierre- lo encabezan con la traducción del artículo de Thompson que se titulaba precisamente «La economía moral de la multitud»; por cierto que éste, Edward Palmer Thompson, se irritó el muy atontao y sintió la cosa no como homenaje y rendición, que lo era, sino como plagio, y criticó que se usara ese texto para explicar ese proceso del XVIII francés, porque, decía, eso de la economía moral era solo propio de Inglaterra, era solo inglés: en fin, qué decir…; los dos discípulos mejores y más aventajados de Soboul buscaban una alianza con Te Hache. Pero éste les respondió con una patada, y lo llevaron mal, claro, así lo contaba F. Gauthier…-, estas masas campesinas, de las que trato de hablar sin dejarme hacerlo yo a mi mismo, partían de sus ethos, de sus culturas materiales de vida, o sea del saber hacer que está en la mente , y desde el que dirigimos nuestro hacer, nuestra manos, desde el que experimentamos consecuencias, a partir del cual compartimos y deliberamos en conjunto -ya el ethos es un saber hacer creado intersubjetivamente y en proceso de cambio permanente-. Los campesinos y todos, somos seres que nos gobernamos por ideas y con ideas. En este cosmos de ideas, había estado presente el discurso católico, el Iusnaturalismo, secularmente transmitido desde los púlpitos, y desde los centros docentes católicos, -La Fleche- jesuitas para Descartes; Robespierre, los Oratorianos de Arras, y el Louis Le Grand de Paris..-, pero, insisto, principalmente desde los púlpitos -por cierto, hubo mucho cura en la R F.
Ese cuerpo teórico iusnaturalista, apropiado por las masas campesinas, fue reinterpretado por las mismas, desde su experiencia y desde su capacidad de hacer, dado que era el cuerpo intelectual o teórico, fuerte, al alcance de las mismas, y que les permitía elaborar creativamente su experiencia. Pero es una apropiación desde abajo, y una reinterpretación a la luz de su experiencia de actividad, a su vez, reelaborar su experiencia de poder práxico: «herejía».
Como lo acaecido en el siglo XVI, en Münster, con los taboritas, con los campesinos de Tomás Münzer, que usaban el Génesis para reflexionar y apoyar su proyecto, o lo que nos cuenta Christopher Hill, en El mundo trastornado, sobre la revolución inglesa del XVII… Lecturas «heréticas». Es decir, activas, que usan un cuerpo teórico poseído en común para reflexionar en común sobre su nueva, emergente capacidad de protagonizar la actividad, y para elaborar propuestas en proceso…
Creo que esto es algo por entero diverso a un pensamiento de vanguardia. Es precisamente, también, lo que propone elaborar Gramsci. Una sociedad civil, un bloque histórico, se va conformando a medida que una actividad capilar de infinidad de personas organizadas va generando nuevo hacer y nuevo saber hacer, nueva eticità. Sobre ese mundo en emergencia, mundo en conatus, o mejor, en ese mundo en conatus, se dan debates, surgen teorías, escriben autores, circulan elaboraciones teóricas que tratan de dar cuenta de lo que hay, que tratan de hacer propuestas, que tratan de influir, de dirigir. En la medida en que de veras, hay un tejido social activo, es éste, el que, desde su experiencia, reflexiona, y usa para ello las teorías e ideas que corren, se las apropia. Las reelabora y enriquece. En la medida en que va emergiendo conativamente, un hacer nuevo y un saber hacer, un ethos-eticità nuevo, un nuevo todo ordenado en conato, en conación, esto es causa y consecuencia -causa sui- de una nueva elaboración intelectual orgánica de la nueva experiencia cultural.
Es una visión del mundo nueva. Porque Gramsci sí defiende la visión del mundo. El marxismo no puede serlo, solo puede ser pensamiento que anima a la praxis…Salvo que se conciba a sí mismo, no como teoría crítica, sino como la consciencia reflexionada de la nueva praxis, como saber de la experiencia de la consciencia nueva fruto de la praxis nueva. Pero entonces, no es el nombre de la teoría del plusvalor, que es valiosa, ni de la crítica a las teorías económicas, orgánicas del capitalismo, crítica teórica que es valiosa, ni de la crítica al capitalismo mismo, que es valiosa, ni de los análisis, que hemos considerado marxistas, pero que son de Hobson, sobre el imperialismo, que son valiosos -aunque, elaborados para prevenir guerras nunca hayan servido para ello, si bien señalaban claramente lo que acaecía…-. Sino algo por venir, orgánico a una praxis generadora de una posible eticidad aún no existente.
Por eso yo prefiero el término filosofía de la praxis.
Pero me doy cuenta de que lo único que hago ahora es abrir nuevos interrogantes, y yo deseaba responder a tu pregunta a tu apostilla sobre si la frase de Gramsci no implicaba un vanguardismo pero de otra ideología.
Espero no haberme descarriado -la traviatta…- en exceso y haber sabido articular mi interpretación de forma mínimamente inteligible.
Un abrazo,
Joaquín
PD. Sí debo decir que esta interpretación mía es doble, en el sentido de que es, en primer lugar, interpretación de una frase de Gramsci, hecha, en segundo lugar, desde la interpretación que yo me hago sobre lo que es su modelo de filosofía de la praxis.