Un intercambio entre los compañeros Antonio Navas y José Luis Martín Ramos, miembros ambos de Espai Marx.
1. Antonio Navas.
Y abusando de ti José Luis, ¿crees que se puede sostener la tesis del historiador cuya entrevista motivó este intercambio? [1] Seguro que te estoy pidiendo algo muy complejo de valorar. Me refiero a la insistencia en que en esos años de intensa movilización obrera, especialmente en 1976, existe un grado de movilización que el PCE se niega a profundizar, acompañar, dirigir (si es que estaba en condiciones de tal cosa), o que incluso se dispone a poner sordina o sofocar, en base a una valoración poco optimista de las posibilidades políticas del movimiento, teniendo en cuenta todos los considerandos nacionales e internacionales.
Estoy acostumbrado a compartir esa clase de críticas en relación a momentos posteriores, Pactos de La Moncloa, desmontaje activo o abandono del movimiento obrero-popular, etc, etc. Pero la tesis de Enrique González parece ser más agresiva: se insinúa que el movimiento obrero (no he leído el libro, y parece que se centra mucho en el movimiento obrero exclusivamente) había llegado a un nivel en que podría haber determinado de otra manera, más rupturista, la salida política a la dictadura por un atribuido espíritu «revolucionario». Si bien, en la entrevista lo que explicita es que podría haber conseguido más avances desde el punto de vista sociolaboral. En ese punto, esa crítica no me resulta tan familiar en relación a las críticas elaboradas desde la militancia crítica del ámbito del PCE. Sí, seguramente a la proveniente de la izquierda maoísta o trotskista.
Disculpa. No tienes por qué responder en absoluto si te agobiamos con tantas peticiones.
Abrazos.
[1] Enrique González de Andrés https://ctxt.es/es/20231001/
2. José Luis Martín Ramos.
En mi opinión no se puede sostener. Esa tesis llevaría a considerar que se podía derrotar a la dictadura y al proyecto de transición postfranquista en aquel momento por el movimiento de masas; un movimiento de masas que no era tan amplio y no tenía el nivel de decisión política que se requería para desbordar a los poderes del estado. Estaba creciendo, partiendo de una base defensiva, sindicalista pero no tenía el nivel ni organizativo ni de conciencia -el movimiento, no las múltiples vanguardias- para desencadenar un proceso de huelga general política. La prueba del algodón está en el poco éxito para decirlo bondadosamente -fracaso, en realidad- de la huelga general del 12 noviembre de 1976 contra la Ley de reforma política que había de aprobarse el 18 de noviembre. Fue convocada por CCOO, UGT, USO, se paró total o parcialmente (la convocatoria era de paro de 24 horas) sobre todo en grandes empresas y hubo manifestaciones -no excesivamente potentes- en las calles. Algo más de un millón de obreros parados. Totalmente insuficiente. El envite a la reforma había fracasado y el PSOE y la UGT aprovecharon para descolgarse de inmediato (el PSOE ya lo estaba de hecho) y fue después de eso y solo después cuando el CC del PCE del 23 de noviembre consideró que no había fuerza para imponer la ruptura y que había de centrarse en el esfuerzo de la máxima legalización de partidos ante el proceso electoral que se venía encima. El referéndum de la reforma tuvo una participación del 77 % y un voto afirmativo de más del 90%. NO nos autoengañemos pensado que ese resultado del referéndum fue falso. Fue congruente con el mal resultado de la convocatoria de huelga general de un día.