El comentario del historiador José Luis Martín Ramos. Sus palabras de cierre: «La división de la sociedad vasca, aunque ya no produce crímenes, sigue en pie; aunque los signos presentes sean mejores que los anteriores. La única posición moral que acepto es la de valorar todo avance que se dé y seguir en la exigencia de llegar hasta el final. Y no quiero dejar de añadir que me parece repugnante, vomitivo, el aprovechamiento político que el PP y Vox han hecho ayer y hoy de esta cuestión.»
Creo que lo de ayer y sus ecos aclaran bastante el pequeño debate que tuvimos sobre la sociedad vasca y la sociedad catalana. En mi opinión en favor de lo que opinaba Soledad Bengoechea.
No voy a repetir lo que dijo Otegi, que debemos conocer todos; a lo que se ha comentado, con mucha justicia, solo quiero añadir algo que no he oído a nadie: Otegi, como en anteriores ocasiones, habla para su propia gente, para la parte de la sociedad vasca que apoyó en el grado que fuese a ETA y, en ese sentido, le doy importancia a su retractación sobre lo que nunca tenían que haber hecho. Aunque sea interna, es una enmienda a la totalidad. No es baladí. Pero Otegi no habla a toda la sociedad vasca, ya no digamos al resto de la española, probablemente porque no está en condiciones de hacerlo. Primero los suyos habrán de digerir esa enmienda a la totalidad. No es fácil, por todo lo que vengo oyendo desde ayer la sociedad vasca sigue estando dividida, recelosa una parte de ella con respecto a otra parte. Y lo sigue porque ha sido una sociedad cómplice, y eso no es fácil de reconocer y no sé hasta qué punto los individuos que participaron en esa complicidad pueden ser capaces de dar marcha atrás. La parte que apoyó a ETA o disculpó, incluso los que solo lamentaron, los crímenes de ETA -eso que nunca debió haber sucedido- fue cómplice consciente o inconsciente. Ahora ella misma también ha de reconocer que esa complicidad nunca debió haberse producido, porque fue esa complicidad la que prolongó durante tanto tiempo lo que nunca debió haber sucedido. No es nada sencillo ese reconocimiento, que se ha de hacer en casa, en las calles, en los bares,… por parte de las instituciones civiles, de las laicas y de manera singular las religiosas. Pero la parte que apoyó, o consideró un mal menor necesario, o miró para otro lado, las torturas del cuartel de la guardia civil de Intxaurrondo, la acción de los GAL y otras acciones policiales ilegítimas e ilegales, también fue cómplice de todo ello, y esa parte, también ha de asumir y explicitar que nunca debió haber sucedido.
Veo que todavía queda camino por recorrer en ambas partes, y no acepto que se rechace considerar las dos en nombre de la fijación de la responsabilidad primera, que corresponde a ETA, y de la no equiparación de ambas violencias. Las violencias son distintas, en muchos aspectos, sin razones y formas; son diseccionables en el análisis histórico, en lo político, pero moralmente la violencia es indivisible. No tiene grados de justificación, aceptación o rechazo. Éstas y las de la guerra civil, que tanto nos cuesta todavía asumir.
La división de la sociedad vasca, aunque ya no produce crímenes, sigue en pie; aunque los signos presentes sean mejores que los anteriores. La única posición moral que acepto es la de valorar todo avance que se dé y seguir en la exigencia de llegar hasta el final. Y no quiero dejar de añadir que me parece repugnante, vomitivo, el aprovechamiento político que el PP y Vox han hecho ayer y hoy de esta cuestión.