Una carta de Daniel Jiménez Schlegl

Queridos,
No doy abasto. El ritmo de publicaciones vuestras, de las referidas a Sacristán sobre las que siento especial avidez, la carga de trabajo alimenticio, el doméstico…
Os leo, sigo y comparto al ritmo que puedo, que es menor al de vuestra ingente producción.
Sobre el plan de paz escribí lo siguiente, aderezado tras la lectura de tu texto, R.:

La propuesta Trump es la propuesta unilateral y paternalista de un Estado vencedor de una guerra. Como la historia nos enseña, en esos planes de paz no participa el pueblo perdedor, contienen ultimátums y amenazas como cualquier “acuerdo” con cláusulas penales para que sea eficaz. En ese sentido no veo nada nuevo salvo que se trata de un plan personalista y una oportunidad de negocio.

En esos planes de “paz”, el pueblo perdedor se ve forzado a asumir las cargas que se le imponen. En este caso la ausencia de decisión sobre su futuro y la humillación que supone aceptar la impunidad de los que planifican, ejecutan y son cómplices de su exterminio. Ahora bien, como entiendo que sionismo y judaísmo no deben asimilarse, tampoco se debe hacer (como lo hace el estado de Israel o Trump) con el pueblo palestino y Hamas.

En el caso presente, el plan es además la reafirmación del nuevo orden mundial trumpista que “el derecho internacional es Trump” y sus caprichosas decisiones. Es un plan a su medida para reafirmarle frente a la comunidad internacional. El MAGA frente a la ONU.

El plan de “paz” para Gaza a medida de Trump contiene una perversión de fondo: facilitar una gigantesca operación urbanística en una superficie de 365 km2. Tabula rasa y erigir la Riviera soñada por Trump y el negocio inmobiliario participado por domesticados aliados como los saudíes, cataríes, y, desde luego, israelíes. La población palestina, marginada a una periferia será la mano de obra barata, la sirvienta, subalterna del futuro resort.

Veamos alguna de las cláusulas que inducen a pensar en ello:

9. El organismo internacional de transición “la “Junta de Paz”, que estará dirigida y presidida por el presidente Donald J. Trump, junto con otros miembros y jefes de Estado que se anunciarán próximamente, entre ellos el ex primer ministro Tony Blair” (sí, el del Pacto de las Azores…) que establece el marco y financiación de la reconstrucción de Gaza (“Este organismo recurrirá a los mejores estándares internacionales [es decir, norteamericanos] para crear una gobernanza moderna y eficiente que sirva al pueblo de Gaza y favorezca la atracción de inversiones”).

10. Se creará un plan de desarrollo económico de Trump para reconstruir y dinamizar Gaza, convocando a un panel de expertos que han contribuido al nacimiento de algunas de las prósperas ciudades milagrosas modernas de Oriente Medio [véase modelo Qatar, Dubai, Kuwait,… en cualquier caso Suníes frente a los archienemigos Chiíes de Irán o Yemen] .

11. Se establecerá una zona económica especial con aranceles preferenciales y tasas de acceso que se negociarán con los países participantes. [El objetivo de establecer un territorio abierto a fondos de inversión internacionales (sobre todo israelís, me imagino) para comprar suelo. Es decir, esa forma de colonización capitalista neoliberal].

12. Nadie será obligado a abandonar Gaza, y quienes deseen marcharse serán libres de hacerlo y de regresar. Animaremos a la gente a quedarse y les ofreceremos la oportunidad de construir una Gaza mejor”.

En este sentido, no acabo de ver que la propuesta de Trump pretenda alcanzar todos los objetivos político-militares de Israel y detener el reconocimiento internacional del Estado palestino. Las cláusulas, 16, 19 y 20 del plan establecen lo siguiente:

16. Israel no ocupará ni anexionará Gaza. (…)

19. A medida que avance la reconstrucción de Gaza y se lleve a cabo fielmente el programa de reformas de la Autoridad Palestina, podrían darse finalmente las condiciones para una vía creíble hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino, lo que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino

20. Estados Unidos establecerá un diálogo entre Israel y los palestinos para acordar un horizonte político que permita una coexistencia pacífica y próspera”.

De acuerdo: es posibilista, desiderativo y hueco (sin garantías). Pero, pacta sunt servanda, no es una resolución de la ONU que Israel incumple sistemáticamente, sino del máximo aliado político y militar de Israel el que dice “vía creíble hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino, lo que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino”.

No obstante lo anterior, en cualquier caso, ese plan de “paz” es a mi entender papel mojado.

A bote pronto por dos razones:

1. Israel ya ha dicho -después de volver a leerse los 20 puntos del acuerdo-, que pasará el “cepillo” al plan por lo que se refiere básicamente a defender su presencia militar permanente y su oposición radical a la creación de un Estado palestino. Necesita mantener un régimen de apartheid si la comunidad internacional (particularmente los EEUU) no acepta la anexión de Gaza, mediante la ocupación de un ejército permanente, con el objeto de hacer la vida de los palestinos invivible en su tierra y seguir su planificado proceso de colonización. A la vez mantiene a la población de Israel militarizada e igualmente en un estado de excepción permanente.

Si Hamas acepta el plan, y su desmantelamiento y conversión o depuración permite sobrevivir a sus antiguos militantes, tendría la victoria de deslegitimar a Israel frente a su principal aliado. Sospecho que muchos de los militantes de Hamas son fanáticos y que la lógica de movilización internacional por los crímenes cometidos contra el pueblo palestino favorece su causa. Su responsabilidad les obliga a hacer lo posible para parar la barbarie agresiva de Israel y ceder. Sin embargo, los efectos reales de esa victoria póstuma de Hamas si Israel incumple el plan sospecho que quedará como agua de borrajas. Porque en definitiva Hamas es presentado en el relato oficial como el terrorismo que causó la guerra.

2. Por otro lado, en mi opinión, ese plan para Gaza es infructuoso sin abordar el conflicto sangrante de la colonización de Cisjordania. Lo que sirve para un territorio ha de servir para el otro. Si hay plan factible para Gaza también lo ha de haber para Cisjordania. Cualquier plan de paz resulta inútil sin el reconocimiento del Estado palestino en Gaza y Cisjordania a la vez. Lo que implicaría desbaratar la “solución final” sionista y desmantelar los asentamientos colonos en Cisjordania con el conflicto civil interno en Israel que ello comportaría.

Que el plan sólo sea para Gaza responde a los intereses inmediatos de EEUU y de Trump: un eventual Estado árabe aliado para neutralizar el conflicto y una inversión inmobiliaria.

Si eso no funciona, el plan B es exterminio y expulsión de la población palestina (seguirá la de Cisjordania) y que Israel se las componga en la franja, a pesar de la amenaza de su aislamiento. Israel confiará en que el tiempo y el olvido lo curará todo.

Abrazos

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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