MISCELÁNEA 8/06/2025

DEL COMPAÑERO Y MIEMBRO DE ESPAI MARX, CARLOS VALMASEDA.

ÍNDICE
1. Por una política industrial verde.
2. Entrevista a Jason Moore.
3. Otras visiones del mundo.
4. Rearme alemán.
5. La pelea del siglo.
6. La resistible ascensión de Nigel Farage.
7. Israel en el Gran Juego de África.
8. La filosofía de Hans Heinz Holz.
9. Resumen de la guerra en Palestina, 7 de junio de 2025.

1. Por una política industrial verde.

Una propuesta muy interesante de Hauge y Hickel sobre cómo podría ser una «política industrial verde que combina las perspectivas tradicionales de la política industrial verde con las ideas de la economía ecológica y la bibliografía sobre el poscrecimiento y el decrecimiento».

https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/13563467.2025.2506655

Un marco progresista para la política industrial ecológica

Jostein Hauge & Jason Hickel

Aceptado el 9 de mayo de 2025, publicado en línea el 5 de junio de 2025

RESUMEN

En la era del colapso ecológico, existe una necesidad creciente de una política industrial «verde». Sin embargo, los marcos existentes para la política industrial verde no abordan el crecimiento insostenible del uso de la energía y los recursos en las economías de altos ingresos. En este sentido, no son adecuados para alcanzar los objetivos ecológicos fundamentales. Este documento llena un vacío en la bibliografía al ofrecer un marco progresista para la política industrial verde que combina las perspectivas tradicionales de la política industrial verde con las ideas de la economía ecológica y la bibliografía sobre el poscrecimiento y el decrecimiento. El marco se basa en tres pilares fundamentales: 1) reducir las industrias y los sectores perjudiciales para el medio ambiente con el fin de reducir directamente el consumo de energía y recursos; 2) organizar la producción en torno al beneficio público, con un mayor control democrático y una mayor orientación de la inversión y la producción; y 3) trabajar en pro de la justicia ecológica mundial y permitir un mayor «espacio de política ecológica» para que el Sur global pueda perseguir el desarrollo industrial. El documento sostiene que este enfoque progresista de la política industrial verde es necesario debido a la magnitud y la urgencia de la crisis ecológica. El marco muestra cómo se puede liberar la capacidad productiva y reorientarla hacia fines más beneficiosos para la sociedad y el medio ambiente, al tiempo que se democratiza el control de la economía.

Introducción

La política industrial es cada vez más popular. Aunque los gobiernos siempre han intervenido de una u otra forma en los mercados para desarrollar industrias específicas e impulsar la innovación —o incluso han configurado y establecido los límites de los mercados para hacerlo—, la política industrial ha experimentado un renacimiento desde la década de 2010 como objetivo explícito de los gobiernos (Stiglitz et al. Citation2013, Cherif y Hasanov Citation2019, Aiginger y Rodrik Citation2020, Juhász et al. Citation2023). Evenett et al. (Citation2024) consideran que las menciones y el uso de la política industrial en todo el mundo han aumentado de forma constante debido a la mayor intervención estatal tras la crisis financiera mundial de 2007/08, la intensificación de la competencia geopolítica y los esfuerzos por reforzar la industria manufacturera nacional a raíz de las perturbaciones de las cadenas de suministro. La Ley CHIPS y Ciencia de los Estados Unidos es un claro ejemplo de ello. En agosto de 2022, el Congreso de los Estados Unidos autorizó el mayor proyecto de ley de política industrial de la historia: 280 000 millones de dólares en nuevos fondos para impulsar la investigación y la fabricación nacional de semiconductores y las industrias auxiliares de alta tecnología (Casa Blanca Citation2022). La idea era tanto reforzar la industria manufacturera estadounidense como reducir la dependencia de las importaciones de productos manufacturados de Asia Oriental, en particular de China.

Los gobiernos también están reconociendo ahora que la política industrial puede ser útil o necesaria para alcanzar determinados objetivos ecológicos, y que la propia producción industrial debe prestar atención a los impactos ecológicos. De ahí la aparición de la «política industrial verde». Este enfoque comenzó a ganar terreno en la década de 2010, impulsado por los llamamientos al crecimiento verde, es decir, la idea de que el crecimiento económico puede y debe ser más sostenible desde el punto de vista ecológico (Jacobs Citation2013, Pollin Citation2015, Hickel y Kallis Citation2020). Hauge (Citation2023) destaca que tres observaciones económicas y políticas específicas de la economía mundial contemporánea sustentan la justificación de la política industrial verde: (i) es necesario cambiar el statu quo del sistema económico mundial, prestando mayor atención a la sostenibilidad ecológica; (ii) el sector manufacturero debe desempeñar un papel en la transición verde, tanto ofreciendo nuevas soluciones tecnológicas verdes como haciendo que los sistemas energéticos y los métodos de producción existentes sean más ecológicos; (iii) la acción, la participación y los incentivos estatales, así como la inversión, son fundamentales para lograr una transición verde, especialmente porque los mercados privados —que organizan la producción en función de lo que es más rentable en lugar de lo que es más necesario— no tienen un buen historial en el tratamiento de los problemas relacionados con la degradación ecológica. los incentivos y la inversión son fundamentales para lograr una transición verde, especialmente porque los mercados privados —que organizan la producción en función de lo que es más rentable y no de lo que es más necesario— no tienen un buen historial a la hora de abordar los problemas relacionados con la degradación ecológica.

En la era de la degradación ecológica, la economía mundial necesita una política industrial verde más fuerte. Sin embargo, hay dudas sobre si la política industrial, tal y como está formulada actualmente, puede ser verdaderamente verde. Un número cada vez mayor de publicaciones sobre ecología industrial y economía ecológica, desarrolladas bajo el paraguas del poscrecimiento y el decrecimiento, sostiene que el crecimiento agregado continuado en los países de altos ingresos probablemente sea incompatible con la sostenibilidad ecológica (Weiss y Cattaneo Citation2017, Haberl et al. Citation2020, Vogel y Hickel Citation2023). Según esta bibliografía, los países de altos ingresos deberían perseguir una reducción planificada del uso de energía y recursos para permitir una rápida descarbonización y aliviar otras presiones sobre el ecosistema (Hickel Citation2021). Parte de esto puede lograrse mediante mejoras en la eficiencia, pero también requiere reducir las formas de producción menos necesarias para reducir directamente el uso de energía y recursos, de modo que las capacidades productivas puedan reorientarse hacia objetivos más necesarios para la sociedad.

En la medida en que uno de los objetivos de la política industrial es aumentar la producción agregada, esto entra en conflicto con la crítica al crecimiento que se ha desarrollado en el ámbito de la ecología industrial y la economía ecológica. De hecho, existen claras contradicciones entre este objetivo de la política industrial, tal y como se ha formulado tradicionalmente, y la sostenibilidad ecológica. En este documento se analizan estas contradicciones y se ofrece un nuevo marco progresista para la política industrial verde. Este marco llena un vacío en la bibliografía existente al basarse en las aportaciones de la bibliografía sobre política industrial verde y decrecimiento. En primer lugar, el documento explora el camino recorrido por la política industrial hacia las consideraciones ecológicas, esbozando los fundamentos y los pilares tanto de la política industrial como de la política industrial verde. A continuación, explora las contradicciones de la política industrial verde desde una perspectiva del decrecimiento. Sobre la base de estos análisis críticos, el documento ofrece un marco progresista para la política industrial verde, basado en tres áreas de actuación: reducir las formas de producción perjudiciales e innecesarias, organizar la producción en torno al beneficio público y perseguir la justicia ecológica global.

El viaje verde de la política industrial

La política industrial puede definirse, en términos generales, como la intervención del Estado para orientar la economía hacia una estructura deseada a medio o largo plazo. A un nivel más detallado, la política industrial se refiere a la intervención estratégica del gobierno a nivel empresarial o industrial para desarrollar la economía, a menudo con el objetivo de fomentar actividades innovadoras, productivas y de alto valor (Chang Citation1994, Pack y Saggi Citation2006, Rodrik Citation2008, Hauge Citation2023, Juhász et al. Citation2023). La política industrial puede diseñarse de muy diversas maneras, por lo que, en la práctica, el conjunto de herramientas de la política industrial es muy amplio. La política comercial es un ejemplo evidente, como los aranceles a la importación y las subvenciones a la exportación para proteger y ayudar a los productores nacionales. Pero la política industrial también puede incluir instrumentos menos evidentes, como la regulación de los precios, la política cambiaria, la política de formación de la mano de obra, la financiación a largo plazo por parte de los bancos de desarrollo, la creación de empresas estatales y la inversión en infraestructuras, por citar algunos.

El grado adecuado de intervención estatal siempre ha sido fundamental en los debates sobre política industrial. Esto hace que el papel de la política industrial sea un tema controvertido, ya que se relaciona con los debates entre el Estado y el mercado. Independientemente de las opiniones al respecto, la política industrial ha sido utilizada por los gobiernos durante cientos de años y ha sido una herramienta invaluable para las estrategias de crecimiento y desarrollo económico. Alexander Hamilton, uno de los fundadores de los Estados Unidos, fue un ferviente defensor de la política industrial y sentó las bases para un siglo de elevadas barreras arancelarias a las importaciones de productos manufacturados en los Estados Unidos, lo que contribuyó a la industrialización del país (Chang Citation2002). En la segunda mitad del siglo XX, la política industrial fue fundamental para el rápido desarrollo económico de los llamados «tigres asiáticos» (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán) (Wade Citation1990, Amsden Citation1992, Chang Citation1994, Woo-Cumings Citation1999).

Incluso los gobiernos que se han opuesto ideológicamente a la intervención estatal han utilizado la política industrial. Ronald Reagan protegió las industrias siderúrgica y automovilística estadounidenses de la competencia de las importaciones, y Margaret Thatcher diseñó incentivos financieros para aumentar las tasas de inversión en la industria automovilística británica (Juhász et al. Citation2023). Dicho esto, el periodo de neoliberalismo encabezado por Thatcher y Reagan en la década de 1980 vio un declive en el uso de la política industrial a nivel mundial, y en particular en el Sur global. Esto se debió en gran medida a que la política industrial fue prohibida de facto por organizaciones internacionales —como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Banco Mundial— mediante la aplicación de acuerdos de libre comercio y programas de ajuste estructural (Wade Citation2003, Chang Citation2007, Gallagher y Kozul Wright Citation2022).

Sin embargo, desde la década de 2010, la política industrial ha vuelto con fuerza (Stiglitz et al. Citation2013, Cherif y Hasanov Citation2019, Aiginger y Rodrik Citation2020, Juhász et al. Citation2023). Esto se debe a varias razones (para un análisis detallado, véase Evenett et al. (Citation2024)). En primer lugar, a raíz de la crisis financiera mundial de 2007/08, los gobiernos se han vuelto más cautelosos a la hora de dejar en manos del mercado objetivos nacionales clave y, en general, han aumentado los niveles de regulación e intervención. En segundo lugar, hemos sido testigos de una creciente competencia geopolítica, especialmente entre Estados Unidos y China, las dos mayores economías del mundo. Ambos países están aumentando más activamente la inversión en fabricación e innovación como parte de estrategias más amplias para reforzar su competitividad internacional y su poder económico internacional. En tercer lugar, la pandemia de COVID-19 y la invasión de Ucrania por parte de Rusia han sacudido las cadenas de suministro mundiales, recordando a los países los peligros de depender en exceso de las importaciones de bienes críticos e insumos intermedios. La respuesta de los gobiernos de todo el mundo ha sido utilizar la política industrial para reforzar la producción nacional.

El retorno de la política industrial también se debe a la creciente preocupación por el medio ambiente. Los gobiernos están reconociendo que la economía mundial debe ser más limpia y ecológica, lo que implica un cambio del statu quo. Hasta ahora, el sector privado no ha realizado las inversiones necesarias en energías renovables, transporte público, aislamiento de edificios, etc., porque no se consideran suficientemente rentables (Christophers Citation2024). En vista de ello, los gobiernos están reconociendo que la intervención estatal es necesaria para lograr una transición ecológica. Por supuesto, la motivación para desarrollar industrias verdes no proviene únicamente de la perspectiva del respeto a los límites del planeta, sino también del deseo y la necesidad de ser competitivos a nivel internacional en los clústeres tecnológicos que están configurando nuestro futuro (Lebdioui Citation2024). Los países compiten por convertirse en líderes mundiales en industrias relacionadas con las energías renovables, como las baterías, los vehículos eléctricos, la energía fotovoltaica y las turbinas eólicas, por nombrar algunas. China, por ejemplo, se ha convertido en el primer fabricante mundial de vehículos eléctricos y energía fotovoltaica gracias a años de política industrial estratégica (IEA Citation2024).

Como era de esperar, la idea de la «política industrial verde» ha cobrado mayor importancia en los debates sobre la sostenibilidad ecológica y la política de desarrollo/planificación económica nacional (Hallegatte et al. Citation2013, Rodrik Citation2014, Schmitz et al. Citation2015, Altenburg y Assman Citation2017). La idea de la política industrial verde ha crecido junto con la idea del «crecimiento verde» y se basa en ella. El crecimiento verde como agenda fue impulsado por diversas organizaciones internacionales en la década de 2010 y, en la actualidad, se ha convertido en la corriente dominante. La idea es lograr un crecimiento del PIB junto con una reducción de los impactos ecológicos a niveles sostenibles, por ejemplo, desvinculando totalmente el PIB de las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso de recursos (Jacobs Citation2013, Pollin Citation2015, Dale et al. Citation2016, Hickel y Kallis Citation2020, Green Citation2023).

En cuanto a cómo se ha definido y debatido la política industrial verde en la bibliografía existente, puede entenderse como la intervención estatal que apoya la agenda del crecimiento verde. Una lente a través de la cual se puede entender la política industrial verde es la idea de los New Deals verdes (aunque algunos de ellos, como el New Deal verde para Europa, son críticos con la idea del crecimiento verde). Se trata de paquetes de políticas públicas de gran alcance con la intención de hacer frente al cambio climático y al calentamiento global, al tiempo que se crean puestos de trabajo y se reduce la desigualdad económica (por ejemplo, Pettifor Citation2019, Rifkin Citation2019, Chomsky y Pollin Citation2020, Ajl Citation2021). Los Green New Deals están estrechamente relacionados con la política progresista, especialmente en Estados Unidos, y se basan en el famoso New Deal de Franklin D. Roosevelt de la década de 1930. Tanto en Europa como en Estados Unidos, el concepto de Green New Deal comenzó a cobrar impulso en la década de 2010. Llegó al debate político mainstream en 2019, cuando los demócratas Alexandria Ocazio-Cortez y Ed Markey intentaron que se aprobara una ley para un Green New Deal en el Senado de los Estados Unidos.

En línea con el crecimiento verde y los Green New Deals, la política industrial verde se centra en gran medida en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero mediante la inversión en nuevos sistemas energéticos, infraestructuras energéticas y eficiencia energética. La bibliografía sobre política industrial verde es muy rica y contiene numerosos estudios de casos de países sobre estrategias de inversión pública en energías renovables, pero también ofrece información detallada sobre la intervención gubernamental verde, incluidos los impuestos sobre el carbono, las tarifas reguladoras, el apoyo a la investigación y el desarrollo (I+D), los créditos subvencionados y la contratación pública (por ejemplo, Hallegatte et al. Citation2013, Altenburg y Assman Citation2017, Pollin Citation2020).

Es evidente que se necesita una política industrial más verde. Sin embargo, cabe cuestionar la capacidad de la política industrial para ser verdaderamente verde, al menos en la forma en que se ha concebido hasta ahora. En esencia, los marcos existentes de política industrial verde apoyan la idea de un mayor crecimiento económico agregado. Pero cada vez hay más pruebas que sugieren que, en los países de altos ingresos, los enfoques de decrecimiento pueden ser necesarios para la sostenibilidad ecológica.

Las contradicciones de la política industrial verde: una perspectiva de decrecimiento

La idea de los límites ecológicos al crecimiento económico comenzó a recibir una atención seria por parte de los economistas ya en la década de 1970 (por ejemplo, Georgescu-Roegen Citation1971, Meadows et al. Citation1972, Daly Citation1973). Durante la última década, las investigaciones en ecología industrial y economía ecológica han demostrado que la crisis ecológica mundial está impulsada de manera abrumadora por el exceso de producción y consumo en los países de altos ingresos. En los países de ingresos altos, el uso de recursos materiales supera los límites sostenibles en una media de cuatro veces (Hickel et al. Citation2022), y son responsables de alrededor del 90 % de las emisiones globales de carbono que superan el límite planetario seguro (Hickel, Citation2020b; Fanning y Hickel Citation2023). Por el contrario, los países de bajos ingresos tienen bajos niveles de uso de recursos y energía, muy por debajo de los niveles sostenibles, y de hecho necesitan aumentar el uso de recursos y energía para alcanzar los objetivos de desarrollo humano.

Los defensores del crecimiento verde afirman que, aprovechando los cambios tecnológicos y las mejoras en la eficiencia, los países de altos ingresos pueden seguir aumentando la producción total y, al mismo tiempo, reducir el uso de recursos a niveles sostenibles y llegar a cero emisiones para 2050. Sin embargo, los investigadores en ecología industrial y economía ecológica han planteado importantes cuestiones empíricas sobre la viabilidad de estos objetivos.

Veamos primero el uso de los recursos. Varias revisiones importantes han concluido que, a pesar de las fuertes mejoras en la eficiencia, los países de ingresos altos no están logrando una disociación absoluta y sostenida del PIB y el uso de los recursos, y mucho menos las tasas de disociación necesarias para alcanzar niveles sostenibles, y los modelos existentes indican que es poco probable que esto ocurra en un escenario orientado al crecimiento, incluso con hipótesis optimistas (Haberl et al. Citation2020, Hickel y Kallis Citation2020, Vadén et al. Citation2021). Esto se debe a que, en una economía orientada al crecimiento, las ganancias (ahorros) derivadas de la eficiencia se aprovechan para ampliar la producción total, lo que hace muy difícil lograr reducciones absolutas en el uso de recursos.

Las emisiones son un caso algo diferente, pero tienen paralelismos con la evolución del uso de los recursos. Muchos países de ingresos altos han logrado la disociación absoluta del PIB de las emisiones, incluso en términos de consumo (aunque el número total de países que han logrado la disociación absoluta sigue siendo relativamente bajo; Hubacek et al. Citation2021). Sin embargo, ningún país de ingresos altos está en camino de cumplir sus compromisos climáticos de París. Al ritmo actual de mitigación, tardarán en promedio más de 200 años en descarbonizarse y quemarán 27 veces su parte justa del presupuesto de carbono restante (Vogel y Hickel Citation2023). Se necesita una mitigación mucho más rápida. Para los países de ingresos altos, esto supone un reto, ya que tienen altos niveles de consumo de energía, lo que significa que se requiere un esfuerzo enorme para construir suficiente infraestructura de energía renovable. Los científicos climáticos y los ecologistas industriales indican que la única forma de que los países de altos ingresos logren una descarbonización suficientemente rápida es reducir el consumo total de energía. Parte de esto se puede lograr con mejoras en la eficiencia, pero, una vez más, dados los efectos de rebote en toda la economía (Berner et al. Citation2022), esto no es suficiente por sí solo.

Para resolver estos problemas, investigaciones recientes indican que los países de altos ingresos deben abandonar el crecimiento agregado como objetivo (Kallis et al. Citation2025) y adoptar un enfoque más específico para cada sector industrial en su desarrollo económico. Esto implica centrarse en aumentar y mejorar las actividades social y ecológicamente necesarias, al tiempo que se reducen o «descrecen» las formas de producción perjudiciales y menos necesarias para reducir directamente el consumo de energía y de recursos (Hickel et al. Citation2021). Esto puede incluir la reducción de la producción de, por ejemplo, SUV, cruceros, moda rápida, carne industrial, mansiones, jets privados, aviación comercial, publicidad, armas, etc. En la literatura sobre política climática y en los informes del IPCC, esto se denomina mitigación orientada a la «demanda» o a la «suficiencia» (Creuzig et al. Citation2022, IPCC Citation2022). El desempleo que pueda generarse como consecuencia de las reducciones específicas de cada sector se mitigará mediante la aplicación de una garantía de empleo público, que proporciona un mecanismo para reasignar la mano de obra de los sectores perjudiciales e innecesarios a otras formas de producción (por ejemplo, la producción de energía renovable, el transporte público, la vivienda pública, etc.) (Olk et al. Citation2023). Con este enfoque, los países de ingresos altos pueden acelerar el progreso hacia la descarbonización y otros objetivos ecológicos, al tiempo que mejoran los resultados sociales.

Es importante subrayar que la necesidad de reducir la producción agregada se aplica únicamente a los países de ingresos altos, y no a los países en desarrollo (aunque estos también pueden beneficiarse del enfoque general de reducir la producción perjudicial e innecesaria para aumentar la producción socialmente beneficiosa y económicamente estratégica). Además, es importante señalar que los estudios sobre el decrecimiento abarcan la innovación tecnológica (Hickel Cita 2023). Todos los escenarios de poscrecimiento y decrecimiento publicados comienzan con un rápido cambio tecnológico y mejoras en la eficiencia, acelerados por la inversión pública, y luego añaden medidas de suficiencia y equidad (Victor y Rosenbluth Cita 2009, D’Allesandro et al. Cita 2020). Por ejemplo, los escenarios para la descarbonización del sector del transporte requieren vehículos eléctricos (tecnología, eficiencia), pero también una reducción rápida y a gran escala del uso del automóvil y un cambio hacia el transporte público (suficiencia y equidad) (Winkler et al. Citation2023). Un estudio reciente publicado en Nature Energy concluye que este enfoque —eficiencia más suficiencia— puede permitir al Reino Unido reducir el consumo de energía en más del 50 %, sin comprometer la calidad de vida de los ciudadanos, y así poner al alcance de la mano la mitigación conforme al Acuerdo de París (Barret et al. Citation2022).

Esta beca contrasta claramente con la política industrial tradicional, incluso en su formulación «verde». El decrecimiento cuestiona la búsqueda del crecimiento agregado y quiere distinguir entre la producción socialmente beneficiosa y la perjudicial o innecesaria. Además, a diferencia de la mayor parte de la literatura sobre política industrial verde, el decrecimiento ofrece una evaluación de la crisis ecológica que va más allá de las emisiones, para incluir el uso de los recursos y otras presiones ecológicas (Hickel Citation2020a, Fanning et al. Citation2022, Parrique Citation2024). Con este enfoque, surgen contradicciones adicionales de la literatura tradicional sobre política industrial verde. Por ejemplo, si los países de altos ingresos mantienen una producción elevada y creciente, la estrategia de descarbonización tendrá que exigir niveles elevados y crecientes de extracción de materiales para construir la infraestructura y los dispositivos de energía renovable necesarios, lo que agravará las presiones ecológicas asociadas al uso de los recursos. Gregoir y van Acker (Citation2022) consideran que Europa tendrá que aumentar de forma extraordinaria su demanda de metales, en particular de cobalto y litio, para cumplir sus objetivos de energía limpia para 2050. En el caso del litio, se estima que el mundo necesitaría un aumento del 2700 % en la extracción con respecto a los niveles de 2020 (Hickel Citation2020a). Esto implicaría una mayor explotación minera en los fondos marinos, lo que tendría un impacto devastador en los ecosistemas y la biodiversidad de las profundidades marinas (WWF Citation2021). Estos problemas pueden mitigarse reduciendo el consumo energético total.

Los marcos tradicionales de la política industrial verde incluyen elementos que son claramente importantes y necesarios para hacer frente al desafío del colapso ecológico. Pero es evidente que también es necesario desarrollar un marco más progresista para la política industrial verde, que tenga en cuenta no solo las emisiones, sino también el uso de los recursos materiales, y que ofrezca una alternativa sólida al enfoque convencional de aumento constante de la producción y el consumo. En el resto de este documento se esboza dicho marco.

Un marco progresista para la política industrial verde

Nuestro marco progresista para la política industrial verde se basa en tres pilares: 1) reducir las industrias perjudiciales para el medio ambiente; 2) producir para el beneficio público y no para el privado; y 3) tomar medidas para lograr la justicia ecológica mundial. El marco combina las perspectivas tradicionales de la política industrial verde con las ideas de la economía ecológica y la literatura sobre el poscrecimiento y el decrecimiento.

El cuadro 1 resume el marco. Los detalles se describen en el texto que sigue.

Cuadro 1. Un marco progresista para la política industrial verde.

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Reducir las industrias perjudiciales para el medio ambiente

Las industrias que consumen mucha energía, son perjudiciales para el medio ambiente y menos necesarias desde el punto de vista social deben reducirse para permitir una descarbonización suficientemente rápida y alcanzar los objetivos ecológicos. No tiene mucho sentido seguir aumentando la producción de cosas como SUV, mansiones, yates, jets privados, moda rápida y carne industrial en medio de una emergencia climática. Sin embargo, sorprendentemente, esto aún no se tiene en cuenta en los marcos de política industrial verde existentes. De hecho, ni siquiera existe un plan para reducir la producción de combustibles fósiles, un sector que claramente debe reducirse.

Curiosamente, algunas definiciones de política industrial ya reconocen que parte del objetivo de la política industrial no es solo aumentar el crecimiento de la productividad, sino también gestionar el declive de determinadas industrias (por ejemplo, Chang Citation1994, Chang et al. Citation2016). La gestión del declive (o el intento de gestionarlo) del potencial de empleo y la competitividad internacional de la industria siderúrgica del Reino Unido o la industria automovilística de los Estados Unidos son ejemplos instructivos de los últimos años. Aunque este aspecto de la política industrial se ha centrado históricamente en responder al declive industrial que se produce por otras razones (es decir, no como parte de un plan) y ha tenido poco que ver con las preocupaciones ecológicas, puede ofrecer un punto de partida para considerar los retos que se avecinan.

Al pensar en qué tipo de industrias y sectores reducir, algunos abarcan toda la economía y otros pueden entenderse más tradicionalmente como «industrias». La industria de los combustibles fósiles y la industria publicitaria se encuentran entre las que abarcan toda la economía y han causado daños ecológicos masivos. La industria de los combustibles fósiles ha comenzado a recibir más atención en los debates sobre el clima, pero la industria publicitaria sigue siendo un tema de discusión tangencial. La publicidad es irracional desde el punto de vista social y medioambiental. Uno de los objetivos fundamentales de la industria publicitaria es empujar a las personas a comprar cosas que en realidad no necesitan ni desean, algo que muchos directores ejecutivos admiten abiertamente (Hickel Citation2020a). Reducir la industria publicitaria es más factible en la práctica de lo que se cree tradicionalmente. Muchos gobiernos ya imponen restricciones sobre dónde, qué y cómo pueden anunciarse las empresas. Estas restricciones y regulaciones pueden ampliarse, por ejemplo, legislando contra el uso de técnicas de manipulación psicológica y liberando los espacios públicos de la publicidad.

En cuanto a las industrias específicas que deben reducirse, los gobiernos deben centrarse en aquellas que consumen más energía y recursos y que son más innecesarias para el bienestar humano. La industria de la aviación es un buen ejemplo, dado que es difícil de descarbonizar y presta un servicio desproporcionado a las clases más ricas (Gössling y Humpe Citation2020). Cada vez está más claro que la aviación comercial tendrá que reducirse si queremos cumplir los objetivos climáticos de París, salvo que se produzca algún avance tecnológico que permita una descarbonización rápida del sector. Otro sector, quizás menos obvio, es el de la carne de vacuno. La industria cárnica está estrechamente relacionada con la degradación del suelo y la deforestación en todo el mundo. Alrededor del 60 % del uso de la tierra agrícola a nivel mundial está relacionado con la industria cárnica a través del pastoreo y la producción de piensos (Boucher Citation2012). La carne de vacuno es también uno de los alimentos menos eficientes en términos de recursos, por la tierra y la energía que requiere por caloría y por unidad de proteína. La reducción de la producción y el consumo de carne de vacuno, especialmente en América y Europa, reduciría considerablemente las emisiones procedentes de la agricultura y el cambio de uso del suelo, y liberaría tierras para la regeneración ecológica y la captura de carbono.

Existen varios enfoques políticos que pueden aprovecharse para reducir la escala de industrias específicas. El enfoque más potente y eficaz es la aplicación de un marco de política crediticia. Los bancos centrales tienen la facultad de imponer normas a los bancos comerciales para limitar la cantidad de dinero que pueden prestar a sectores «problemáticos» (y, como veremos en la siguiente sección, redirigir el capital hacia objetivos más beneficiosos). Este enfoque podría utilizarse, por ejemplo, para reducir los préstamos a la industria de los combustibles fósiles y, de este modo, reducir la producción de estos combustibles. En última instancia, el Estado tiene el poder de crear dinero. Este poder debe entenderse como un bien público; quien crea el dinero controla la producción, movilizando la mano de obra y los recursos de la sociedad. En las economías capitalistas, este poder se concede en gran medida a los bancos comerciales, que crean dinero cuando conceden préstamos. Al ejercer el poder del crédito, los bancos comerciales pueden determinar la asignación de la inversión y, por lo tanto, lo que se produce. Toman estas decisiones basándose en la producción más rentable o que genera los rendimientos más seguros, independientemente de si es beneficiosa o destructiva.

La política crediticia representa un marco ratificado democráticamente para orientar los préstamos de los bancos comerciales en consonancia con los objetivos sociales y ecológicos, en lugar de limitarse a la maximización de los beneficios. Por supuesto, el crédito comercial no es la única fuente de inversión en la economía. Las grandes empresas también pueden recurrir a sus beneficios acumulados para realizar inversiones. La industria de los combustibles fósiles es un buen ejemplo de ello: las empresas utilizan habitualmente los beneficios extraordinarios para ampliar la producción o invertir en otras iniciativas que les resultan rentables, aunque sean claramente perjudiciales. Para hacer frente a esta situación, el marco de la política crediticia puede ampliarse para incluir orientaciones más amplias en materia de inversión, a fin de garantizar que las inversiones de las personas adineradas y las grandes empresas se ajusten a los objetivos ratificados democráticamente. Por ejemplo, en el marco de dicho marco, las personas y las empresas se enfrentarían a límites en la cantidad de dinero que podrían invertir en determinados sectores perjudiciales.

Además, existen otras opciones. Una de ellas es la fiscalidad progresiva, que puede reducir el poder adquisitivo de los ricos y disminuir su consumo innecesario. La fiscalidad también puede utilizarse para gravar determinados productos (como los productos nocivos o los artículos de lujo) que deben reducirse. Otra opción es hacer menos rentables las inversiones perjudiciales para el medio ambiente (y más rentables las inversiones relacionadas con la transición ecológica). Este tipo de cambio puede impulsarse mediante la introducción de impuestos sobre el carbono más sólidos, subvenciones ecológicas más generosas y prohibiciones y eliminaciones graduales (Lutkenhorst et al. Citation2014, Christophers Citation2025). El problema más fundamental es, por supuesto, que el capital privado tiene demasiado control sobre nuestras capacidades productivas colectivas, un problema que analizaremos con más detalle en la siguiente sección. Un tercer enfoque para lograr una reducción específica de la industria consiste en financiar campañas de sensibilización pública para educar a la población sobre las industrias perjudiciales para el medio ambiente y las alternativas más sostenibles. También pueden ser útiles unas leyes más claras en materia de etiquetado ecológico y transparencia medioambiental. Estas políticas pueden contribuir a reducir la escala de industrias específicas muy orientadas al consumo, como la industria cárnica y la aviación. En cuarto lugar, la reducción de la escala específica de cada industria será difícil si las empresas que dañan nuestro medio ambiente pueden influir en las decisiones políticas, tanto a nivel nacional como internacional. Por lo tanto, es esencial limitar el poder de las empresas en la política. Además, es necesario apoyar los acuerdos internacionales que impulsan con fuerza la eliminación gradual de los combustibles fósiles, como el Tratado de No Proliferación de los Combustibles Fósiles (Fossilfueltreaty Citation2024). Ya hay ejemplos de países que han logrado cierto éxito con la reducción a escala específica de la industria y la reorganización de la producción mediante una combinación de estas políticas, como Francia (prohibición de productos químicos nocivos), China (reorientación de la inversión hacia la fabricación renovable), el Reino Unido (eliminación gradual de la energía del carbón) y Alemania (fomento de la producción de acero limpio) (Ergen y Schmitz Citation2023, Stechemesser et al. Citation2024).

Otra herramienta política clave es la intervención para poner fin a la práctica de la obsolescencia programada. La obsolescencia programada se remonta a principios de la década de 1990, cuando los fabricantes de bombillas de Estados Unidos y Europa formaron un cártel (liderado por General Electric) y consiguieron acortar la vida útil de las bombillas incandescentes de una media de 2500 horas a menos de 1000 horas (Krajewski Citation2014). Hoy en día, la producción para el uso desechable es visible en todas partes, desde teléfonos y ordenadores hasta juguetes y muebles. Se ha vuelto especialmente preocupante en la fabricación de teléfonos inteligentes. Entre 2010 y 2019, las empresas tecnológicas vendieron un total de 13 000 millones de teléfonos inteligentes. En 2020, menos de 3000 millones de ellos estaban en uso (Hickel Citation2020a). El problema de la obsolescencia programada puede abordarse de varias maneras. Por ejemplo, a través de las leyes de protección del consumidor, se podría exigir a las empresas que fabricaran productos más duraderos. Si los fabricantes de bienes de consumo estuvieran obligados a ofrecer garantías de 10 años en lugar de 2, que es la norma, la longevidad de los productos aumentaría. Los países también deberían tratar de aplicar leyes que garanticen el «derecho a reparar», de modo que sea ilegal que las empresas fabriquen productos que no puedan ser reparados por los usuarios o por mecánicos independientes. Estas medidas contribuirían a reducir el consumo total de energía y materiales. También reducirían el número de vertederos de residuos electrónicos, que actualmente suponen un grave peligro para el medio ambiente, ya que contienen mercurio, arsénico y otras sustancias tóxicas que se filtran al suelo.

La idea de que reducir ciertas áreas de la economía es beneficioso para la sociedad resulta incómoda para muchos economistas, especialmente si la reducción conlleva una disminución de la producción agregada (es decir, una reducción del PIB). Curiosamente, hay muchos casos en los que las políticas que mejoran la vida de las personas (no solo desde el punto de vista medioambiental, sino también social) reducirían directamente el PIB, si el resto de factores se mantuvieran iguales. El PIB es una medida de la producción expresada en precios. Por lo tanto, la transición hacia sistemas de provisión de menor coste da lugar a una disminución del PIB. Tomemos como ejemplo el transporte. El transporte público cuesta menos de la mitad que el transporte en coche por pasajero y kilómetro (Wardman Citation2014). Por lo tanto, una transición hacia un mayor uso del transporte público provocaría una disminución del PIB en el sector del transporte, incluso si la gente aumentara su movilidad. La sanidad es otro ejemplo. Estados Unidos gasta más en sanidad per cápita que casi todos los países europeos, pero en general obtiene peores resultados en cuanto a esperanza de vida y otros indicadores de salud. La comparación con España es un ejemplo llamativo. El gasto sanitario per cápita de España es un tercio del de Estados Unidos, pero su esperanza de vida es seis años mayor (Datos del Banco Mundial Citation2024). Si Estados Unidos pasara a un modelo sanitario como el de España, el PIB del sector sanitario disminuiría.

Esto implica que el nivel del PIB no es importante en sí mismo. El PIB es una medida de la producción agregada calculada en precios de mercado, donde un millón de dólares en armas se considera equivalente a un millón de dólares en asistencia sanitaria. Es evidente que, cuando se trata del bienestar humano y el progreso social, lo que importa no es la producción agregada, sino lo que producimos y en beneficio de quién. En lugar de fijarse como objetivo el aumento del PIB, los responsables políticos deberían fijarse como objetivo el aumento de las formas específicas de producción necesarias para mejorar los resultados sociales y ecológicos. Así lo entendió Simon Kuznets (Cita1962), el economista que desarrolló la medida del PIB, quien señaló:

dada la variedad de contenidos cualitativos de la tasa cuantitativa global de crecimiento económico, los objetivos deben ser explícitos: las metas de «más» crecimiento deben especificar más crecimiento de qué y para qué. No sirve de mucho instar a que la tasa de crecimiento global se eleve al x % anual, sin especificar los componentes del producto que deben crecer a tasas más elevadas…

Es evidente que la reducción de determinadas actividades económicas reporta beneficios ecológicos y sociales evidentes y directos. Pero también hay otro beneficio menos evidente. La reducción de las actividades perjudiciales para el medio ambiente liberaría capacidades productivas (en forma de mano de obra, conocimientos, materiales, etc.), que a su vez podrían reorientarse hacia la innovación y la producción necesarias para una transición verdaderamente ecológica y socialmente justa. Las fábricas que actualmente producen SUV podrían producir autobuses eléctricos; los informáticos e ingenieros que trabajan en algoritmos publicitarios podrían trabajar en innovación ecológica; y los materiales utilizados para construir casinos podrían utilizarse para construir viviendas asequibles. Es evidente que la reconversión de la mano de obra para alcanzar estos objetivos no se produce de la noche a la mañana, pero está lejos de ser imposible. Un marco de política industrial progresista puede reorientar el trabajo y los recursos colectivos hacia objetivos beneficiosos para el medio ambiente.

Vemos, pues, que el decrecimiento de determinados sectores de la economía permitiría acelerar otros sectores más respetuosos con el medio ambiente y socialmente más útiles. Por supuesto, la remobilización de las capacidades productivas hacia objetivos verdaderamente ecológicos y sociales no se produce simplemente reduciendo ciertas actividades. Es fundamental garantizar que la capacidad excedentaria se remobilice de forma democrática. El sector privado tiene un historial deficiente en este sentido, por lo que es necesario aumentar el control público o la orientación sobre las capacidades productivas. Este es el tema que se aborda a continuación en este documento.

Organizar la producción en torno al beneficio público

El control de las finanzas y el dinero se traduce en el control de nuestro trabajo y nuestros recursos colectivos. En el sistema económico actual, el capital —es decir, las grandes empresas financieras, los bancos comerciales, las mayores corporaciones y el 1 % más rico— tiene un control abrumador sobre los activos financieros y, por lo tanto, determina la producción. Para el capital, el objetivo de la producción no es lograr el progreso social y ecológico, sino maximizar y acumular beneficios. Por eso muchas sociedades producen de forma crónica en exceso muchas cosas perjudiciales e innecesarias, como los combustibles fósiles y los superyates (que son muy rentables para el capital), y al mismo tiempo producen de forma crónica en defecto cosas socialmente útiles, como las energías renovables, el transporte público, la vivienda asequible y los servicios sanitarios universales (que son menos rentables o no lo son en absoluto). En este sentido, no es de extrañar que el sector privado tenga un historial deficiente en materia de inversión en actividades beneficiosas para el medio ambiente (Christophers Citation2022, Citation2024).

Los marcos de orientación crediticia pueden ayudar a superar este problema. En la sección anterior describimos cómo la política crediticia puede reducir los préstamos y las inversiones en sectores perjudiciales que deben reducirse. También se puede utilizar un enfoque similar para orientar activamente la financiación privada hacia actividades más beneficiosas desde el punto de vista social y ecológico, garantizando así una inversión suficiente en la producción necesaria pero menos rentable, en consonancia con los objetivos ratificados democráticamente. La orientación crediticia se utilizó ampliamente en el período de posguerra (Monnet Citation2018). Ayudó a muchos Estados europeos a desarrollar su capacidad industrial y acelerar la innovación en sectores clave. En la economía mundial contemporánea, China representa un claro ejemplo de orientación crediticia en acción (Sperber Citation2024). En China, las principales instituciones financieras y bancos están controlados por el Estado, lo que permite al Gobierno asignar estratégicamente el capital en consonancia con los objetivos a largo plazo. La política industrial verde ha sido un aspecto fundamental de la orientación crediticia impulsada por el Estado en China y ha logrado un éxito notable: China es ahora líder mundial en la fabricación de muchos dispositivos de energía renovable, como la energía fotovoltaica, los vehículos eléctricos, las baterías de ionen litio y las turbinas eólicas. La orientación crediticia también tiene otros beneficios económicos potenciales, como contrarrestar las presiones inflacionistas y prevenir posibles burbujas de deuda.

Los mecanismos de financiación pública también pueden aprovecharse para aumentar la inversión en la producción social y ecológicamente necesaria, y son especialmente importantes en los casos en que la producción necesaria no es en absoluto rentable. Cualquier gobierno que tenga suficiente soberanía monetaria puede emitir la moneda nacional para invertir directamente en la aplicación de una garantía de empleo público, la mejora de los servicios públicos, el aislamiento de los edificios, la innovación en tecnologías más eficientes y el establecimiento de un sistema nacional de energía renovable, sin estar limitado por la cuestión de la rentabilidad (Kelton Citation2020). Aumentar las finanzas públicas de esta manera puede suponer un riesgo de inflación si la nueva producción excede la capacidad productiva de la economía. Pero este riesgo puede evitarse aplicando medidas para reducir otras formas de producción menos necesarias (y utilizando los impuestos para reducir el poder adquisitivo de los ricos), lo que reduce el exceso de demanda y evita las presiones inflacionistas (Olk et al. Citation2023). Por lo tanto, las medidas orientadas al decrecimiento descritas anteriormente liberan recursos reales que pueden reorientarse hacia el aumento de la producción para el bien público.

Ya hemos mencionado la garantía de empleo público y los servicios públicos universales. La idea de la garantía de empleo es prevenir el desempleo que puede surgir de la reducción de la producción en determinados sectores y permitir que la mano de obra se forme y participe en una producción socialmente significativa y en las ambiciosas obras públicas necesarias para la transición (Kaboub Citation2008, Sylla Citation2023). El programa de garantía de empleo también puede utilizarse para establecer salarios dignos y buenas condiciones de trabajo, obligando así a las empresas privadas a cumplir normas similares o arriesgarse a perder personal. Se trata de un mecanismo estabilizador crucial para lograr el empleo universal, unos buenos medios de vida y una producción suficiente de los bienes y servicios necesarios, independientemente de las fluctuaciones de la producción agregada. La idea de los servicios públicos universales —por los que entendemos no solo la educación y la sanidad, sino también la vivienda asequible, el cuidado de los niños y cantidades suficientes de agua y energía limpia para el consumo doméstico— es garantizar que los bienes y servicios necesarios se produzcan y estén siempre disponibles para todos, independientemente de las variaciones de la producción agregada.

En la actualidad, muchos Estados adoptan un enfoque pasivo en materia de política industrial verde, limitando su intervención a corregir las «fallas del mercado», por ejemplo, mediante impuestos sobre el carbono, sistemas de comercio de emisiones y subvenciones a las energías renovables, como se ha señalado anteriormente (Gabor y Braun Citation2025). Aunque estas medidas pueden ser útiles, los gobiernos deben adoptar un enfoque más activo en materia de inversión si queremos lograr una rápida reducción de las emisiones y situar el uso de los recursos en niveles sostenibles. En este tipo de sistema, la dirección de la inversión la determinan el Estado, el público y la población, y no el capital. En la práctica, esto significa una mayor provisión pública de bienes y servicios esenciales, una política de finanzas públicas y crédito acorde con los objetivos ratificados democráticamente y una mayor democratización de la producción del sector privado en forma de propiedad de las empresas por parte de los trabajadores o la comunidad.

También necesitamos una mayor coordinación financiera entre las distintas palancas políticas del Estado, ya sea la política monetaria, la política fiscal, la política crediticia o la política de represión financiera (Gabor y Braun Citation2025). Para muchos organismos estatales, esto supondría una transformación radical, pero nada menos es necesario dada la magnitud y la urgencia de los retos a los que nos enfrentamos. Los bancos centrales, en particular, deben cambiar su forma de operar, pasando de centrarse simplemente en «arreglar el mercado» y en la estabilidad de los precios a corto plazo, a desempeñar un papel más activo en la orientación del crédito (Kedward et al. Citation2024).

Reorganizar la economía para producir en beneficio del público también permitiría a nuestras sociedades avanzar hacia una vida más centrada en la comunidad, lo que a su vez nos ayudaría a descarbonizar y reducir más rápidamente la huella material (Hickel Citation2020a; Kallis et al. Citation2020, Schmelzer et al. Citation2022). Muchas ciudades y países han comenzado a aplicar políticas con ese fin. Por ejemplo, muchas ciudades europeas han comenzado a incentivar un mayor uso del transporte público y un menor uso de los vehículos privados. Oslo ha cerrado gran parte del centro de la ciudad al tráfico rodado, Londres ha introducido zonas de emisiones ultrabajas y Milán ha ampliado considerablemente su red de carriles bici. Las investigaciones han demostrado que una descarbonización suficientemente rápida no solo requiere más vehículos eléctricos, sino también una reducción a gran escala del uso del coche (Winkler et al. Citation2023).

En términos más generales, la provisión pública es crucial en la era del colapso ecológico. En las décadas de 1950 y 1960, activos como la tierra y la vivienda estaban a menudo en manos del sector público, pero desde la ola de neoliberalismo que comenzó en la década de 1970, la tierra y la vivienda se vendieron en abundancia al sector privado (Harvey Citation2007). Estos deberían volver a ser de propiedad pública, para que puedan ser proporcionados a las personas en condiciones más accesibles. El mercado de la vivienda se ha vuelto especialmente problemático. La vivienda se ha financiarizado tanto que la mayoría de las personas ahora ven las casas como activos de inversión para generar rendimientos en lugar de lugares para vivir. La desregulación del mercado de la vivienda ha allanado el camino para el aumento de los alquileres, el déficit creciente de viviendas sociales y el número cada vez mayor de casas en ruinas que se ponen en alquiler. En Inglaterra, se ha producido una pérdida neta de entre 20 000 y 35 000 viviendas sociales casi todos los años desde 1981. En 2023, había 1,4 millones de hogares menos en viviendas sociales en comparación con 1980 (Shelter Citation2024).

Justicia ecológica global

Los países de altos ingresos —y, en concreto, sus inversores y empresas— son los principales responsables del colapso ecológico. Son responsables del 74 % del exceso de uso de recursos a nivel mundial y de alrededor del 90 % del exceso de emisiones de carbono a nivel mundial (Hickel Citation2020b, Hickel et al. Citation2022, Fanning y Hickel Citation2023). En este contexto, se entiende por «exceso» las emisiones y el uso de recursos que superan los límites planetarios seguros. Por el contrario, los países de bajos ingresos (países de ingresos medios-bajos y países de bajos ingresos) son responsables de menos del 1 % del exceso de uso de recursos y de las emisiones a nivel mundial. Este último grupo de países representa más de la mitad de la población mundial, lo que significa que más del 50 % de la población mundial es responsable de menos del 1 % del exceso de uso de recursos y de las emisiones a nivel mundial.

Es evidente que los países del Norte global son los que deben reducir rápidamente su consumo de energía y recursos. Por lo tanto, el decrecimiento no se aplica ni debe aplicarse en todas las partes del mundo. De hecho, los países de ingresos más bajos producen y consumen demasiado poco y necesitan aumentar su consumo de energía y recursos para satisfacer las necesidades humanas y alcanzar los objetivos de desarrollo económico. La literatura sobre desarrollo económico es inequívoca al respecto: para mejorar el nivel de vida y el bienestar, los países de bajos ingresos deben desarrollar sus capacidades industriales, tecnológicas y productivas (Amsden Citation1992, Chang Citation1994, Szirmai Citation2012, Nayyar Citation2013, Hauge Citation2023). Aunque se puede debatir hasta qué punto el proceso de desarrollo económico debe implicar un mayor uso de energía y recursos, actualmente este proceso es imposible sin aumentar la intensidad energética y de recursos (Semieniuk Citation2025). En este sentido, los países del Sur global necesitan disponer de un mayor «espacio de política ecológica» en la formulación de su política industrial. En otras palabras, los países que no tienen ninguna responsabilidad en el colapso ecológico mundial, ni histórica ni actual, no deberían enfrentarse a las mismas limitaciones ecológicas en la formulación de sus políticas industriales. Dicho de otro modo, los países de ingresos altos deben abordar su propio exceso ecológico antes de predicar la sostenibilidad a los países de ingresos más bajos.

Esto no significa que los países de bajos ingresos deban aplicar una política industrial «sucia» en lugar de una política industrial verde en todos los sectores. Como se ha mencionado anteriormente, los países compiten actualmente por desarrollar capacidades en industrias y tecnologías verdes, como los vehículos eléctricos, la energía fotovoltaica y las baterías. No sería prudente que los países del Sur global ignoraran las oportunidades económicas que ofrece la transición verde. Muchos países del Sur global controlan grandes yacimientos de minerales y metales necesarios para la transición hacia las energías renovables. Estos países deberían tratar de añadir valor al proceso de fabricación en lugar de limitarse a exportar los minerales y metales en bruto (UNCTAD Citation2023) o, como mínimo, cooperar para garantizar que las exportaciones de materias primas alcancen buenos precios en los mercados internacionales. Ignorar o retrasar la transición hacia las tecnologías verdes también entraña muchos peligros. Entre ellos se encuentran el peligro de quedar atrapados tecnológicamente en sectores intensivos en carbono, perder la ventaja de ser los primeros en entrar en industrias estratégicas y tener que recurrir a medidas de reestructuración de alto costo en el futuro (Pérez Citation2016, Pegels y Altenburg Citation2020, Lebdioui Citation2024).

Por lo tanto, la necesidad de un mayor espacio de maniobra para las políticas ecológicas de los países del Sur global significa simplemente que estos deben tener más influencia y opciones a la hora de formular sus políticas industriales. Si las políticas industriales del Sur global (tanto ecológicas como no ecológicas) implican un aumento del consumo de energía y recursos para satisfacer las necesidades humanas, esto es aceptable y no tiene por qué suponer un problema ecológico, siempre que se mantenga dentro o cerca de su parte justa de los límites ecológicos.

En el Norte global, por el contrario, la política industrial debe incluir un elemento de decrecimiento, como hemos descrito anteriormente. Además, es esencial que la política industrial del Norte incorpore los principios de la justicia ecológica global. La transición verde requerirá el abastecimiento de minerales críticos que actualmente se encuentran en gran parte en el Sur. Estos deben obtenerse en condiciones justas, de manera que se ponga fin al intercambio desigual y se garanticen buenas normas laborales, salarios y precios para los trabajadores y productores del Sur, en consonancia con el «Marco Común para la Extracción» esbozado en la Conferencia de La Habana de la Internacional Progresista (Internacional Progresista Citation2024).

Independientemente de que los países del Sur global apliquen una política industrial «tradicional» o «verde», siguen existiendo muchos retos globales. Lo más importante es que, dado que el Norte global se ha apropiado esencialmente de los bienes comunes ecológicos del planeta, los países del Sur global no solo se enfrentan a limitaciones a la hora de formular una política industrial, sino que también soportan de manera desproporcionada los costes del cambio climático. Muchos investigadores piden ahora a los países de ingresos altos que compensen o indemnicen a los países de ingresos bajos por los daños relacionados con el clima y la apropiación de nuestros bienes comunes ecológicos (Burkett Citation2009, Perry Citation2020, Taiwo Citation2022). En lo que respecta a las emisiones de carbono, un estudio reciente calcula que los países del Norte global tendrán que compensar a los países del Sur global con un total de 192 billones de dólares para 2050 por apropiarse de su parte justa de la atmósfera del presupuesto de carbono conforme al Acuerdo de París, lo que les obliga a descarbonizarse más rápido de lo que sería necesario en otras circunstancias (Fanning y Hickel Citation2023). Para ello se utilizan los costes de reducción estándar publicados por el IPCC, suponiendo un escenario optimista en el que todos los países se descarbonizan hasta alcanzar el «cero neto» para 2050. Por supuesto, las cifras exactas pueden ser objeto de debate, pero es evidente que se deben grandes transferencias por la apropiación atmosférica y los daños relacionados con el clima en el Sur global.

¿Cómo podemos lograr este tipo de justicia ecológica global? ¿Cómo podemos lograr el decrecimiento en el Norte global, más influencia para la política industrial en el Sur global y una compensación por la apropiación atmosférica? En primer lugar, la transición verde debe determinarse democráticamente, tanto dentro de los países como entre ellos. Dadas las crecientes demandas de una transición verde rápida, los Estados están cada vez más desfasados con respecto a la opinión pública. Una encuesta reciente realizada a más de 80 000 personas en cuarenta países reveló que el 70 % de las personas considera que el cambio climático es un problema muy grave. Menos del 3 % afirmó que el cambio climático no es grave en absoluto (Newman et al. Citation2020). Otro estudio del World Inequality Lab reveló que una amplia mayoría en Europa y Estados Unidos apoya que los países con altos ingresos compensen a los países con bajos ingresos por los daños relacionados con el clima (Douenne et al. Citation2023).

El camino hacia una transición determinada democráticamente es ambicioso, pero no irrealista. Es necesario lograr un mayor control democrático y una mayor propiedad pública del capital (como se ha descrito anteriormente), y se debe reducir el dinero de las empresas en la política. Un primer paso para reducir el dinero de las empresas en la política es una legislación antimonopolio más estricta, que prohíba las donaciones políticas del sector privado con ánimo de lucro y apoye las estructuras de propiedad basadas en los trabajadores. A escala mundial, deben democratizarse las estructuras de gobernanza global. En la actualidad, los países del Sur global tienen un poder mínimo para influir en la agenda de organizaciones internacionales poderosas como el FMI, el Banco Mundial y la OMC (Gallagher y Kozul-Wright Citation2022). Además de otorgar más poder a los países en desarrollo dentro de estas organizaciones, debemos apoyar las iniciativas de gobernanza global que provienen del Sur global (más información al respecto a continuación) y crear un orden internacional basado en los principios de la justicia global y la prosperidad compartida. Dicho orden debe basarse en los principios del pleno respeto de la igualdad soberana entre los Estados, un sistema comercial multilateral equitativo que responda a las demandas de las naciones más pobres y un sistema monetario internacional que no otorgue privilegios exorbitantes a unos pocos miembros selectos (Progressive International Citation2024).

Los países del Sur global también pueden hacer mucho para presionar a los países del Norte global, y ya lo están haciendo. Por ejemplo, trece Estados nacionales del Pacífico, liderados por Vanuatu y Tuvalu, han firmado un tratado de no proliferación de combustibles fósiles (Fossilfueltreaty Citation2024). Su motivación para firmar este tratado es que el mundo necesita un plan vinculante para abandonar los combustibles fósiles, sobre todo teniendo en cuenta que el Acuerdo de París ni siquiera los menciona. Los países del Sur también tienen más poder para aprovechar la política industrial cuando se unen para formar alianzas comerciales, en lugar de estar sujetos a acuerdos comerciales injustos con el Norte. A estas alturas, está bien documentado que el sistema de gobernanza global y comercio internacional basado en normas establecido por el Norte global favorece enormemente a los Estados ricos y a las empresas con sede en esos Estados, a expensas de la industrialización y el desarrollo económico del Sur global (Wade Citation2003, Shadlen Citation2005, Gallagher y Kozul Wright Citation2022, Lebdioui Citation2024, Stiglitz Citation2024). Por lo tanto, es positivo ver avances en la cooperación Sur-Sur. La Asociación Económica Regional Integral (RCEP), firmada por los países de Asia-Pacífico en 2020, es ahora el mayor bloque comercial de la historia. La Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) es otro ejemplo, creada en 2018 por cincuenta y cuatro de los cincuenta y cinco países de la Unión Africana. También estamos asistiendo a cómo las instituciones crediticias tradicionales Norte-Sur se ven desafiadas por nuevas iniciativas Sur-Sur. Los ejemplos más destacados son el Nuevo Banco de Desarrollo, creado por los Estados del BRICS, y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, inicialmente vinculado a la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda de China.

La distinción entre el Norte global y el Sur global es importante. Pero también debemos prestar atención a las dinámicas de clase nacionales. Las clases trabajadoras del Norte global no tienen control sobre las finanzas y los medios de producción, ni sobre la política energética, ni sobre la legislación nacional, y su responsabilidad en la degradación ecológica es mínima. Mientras tanto, en el Sur global hay ciertas facciones de la clase élite que están alineadas con los intereses del capital multinacional y que tienen una responsabilidad sustancial en la contaminación. Cada vez hay más pruebas que sugieren que, para reducir el consumo de energía y recursos, debemos hacer frente a la élite mundial, no solo reduciendo su consumo, sino también reduciendo su poder sobre nuestras capacidades productivas colectivas (Barros y Wilk Citation2021, Cozzi et al. Citation2023, Khalfan et al. Citation2023).

En su gran mayoría, son los más ricos del mundo los que están superando los presupuestos de carbono y los umbrales sostenibles de uso de los recursos. Investigaciones recientes muestran que solo los millonarios están en camino de quemar el 72 % del presupuesto de carbono restante para 1,5 grados (Gössling y Humpe Citation2023). En 2019, las emisiones totales de carbono del 1 % más rico del mundo fueron iguales a las emisiones totales de carbono del 66 % más pobre del mundo, que representa a más de 5000 millones de personas (Khalfan et al. Citation2023). En 2022, las emisiones medias de los jets privados de las celebridades más jet set superaron las 3000 toneladas métricas (Yard Citation2022). Esto es aproximadamente 500 veces más que las emisiones totales de una persona media en un año. Esto sin tener en cuenta el uso de energía y recursos que conlleva la producción de aviones privados. La política industrial tiene un papel importante que desempeñar en este sentido, especialmente en lo que se refiere a desviar la producción de artículos que solo o principalmente satisfacen las necesidades de los ricos.

Conclusión

En este documento se ha propuesto un marco progresista para una política industrial verde que aborda las deficiencias de los enfoques existentes ante los urgentes retos ecológicos. Combinando las ideas de las perspectivas tradicionales de la política industrial verde con la literatura sobre economía ecológica, poscrecimiento y decrecimiento, hemos esbozado un enfoque de tres pilares que tiene por objeto alcanzar los objetivos ecológicos fundamentales y, al mismo tiempo, permitir transformaciones económicas justas.

El primer pilar exige la reducción de las industrias y sectores perjudiciales para el medio ambiente con el fin de reducir directamente el consumo de energía y recursos, utilizando la política crediticia y otros mecanismos. Este enfoque reconoce que el crecimiento continuo del consumo de energía y recursos es insostenible y que es necesario reducir estratégicamente el tamaño de determinadas industrias. Esto no solo reduce el daño ecológico, sino que también libera capacidad productiva que puede reorientarse hacia fines más beneficiosos para el medio ambiente y la sociedad.

El segundo pilar aboga por reorganizar la economía para producir en beneficio del público y no del privado, con un mayor control y orientación públicos sobre la inversión y la producción. Esto implica aumentar la inversión pública en la producción ecológicamente necesaria, alinear las políticas con los objetivos de transición ecológica determinados democráticamente y aumentar la provisión pública de bienes y servicios esenciales. También exige una mayor coordinación financiera entre las diversas palancas políticas del Estado y un papel más activo de los bancos en la orientación del crédito hacia objetivos medioambientales.

El tercer pilar hace hincapié en la necesidad de la justicia ecológica mundial y de un mayor «espacio de política ecológica» para que el Sur global pueda perseguir el desarrollo industrial. Reconociendo que los países de altos ingresos son los principales responsables de la degradación ecológica, este enfoque exige responsabilidades climáticas diferenciadas. Aboga por garantizar que los países de bajos ingresos tengan más influencia en la formulación de sus políticas industriales, al tiempo que defiende la compensación o la reparación por parte del Norte global por los daños relacionados con el clima y la apropiación de los bienes comunes ecológicos.

Este marco progresista supone una ruptura con los enfoques tradicionales de la política industrial verde. Reconoce que la magnitud y la urgencia de la crisis ecológica requieren algo más que soluciones basadas en el mercado o cambios incrementales. En su lugar, propone una reestructuración fundamental de las prioridades económicas y los enfoques de la política industrial, centrándose en la reducción del uso global de recursos en las economías de altos ingresos y permitiendo al mismo tiempo el desarrollo sostenible en el Sur global.

El tipo de transformación progresista que pedimos requiere cambios en el statu quo, alejándose de un sistema económico que se basa principalmente en soluciones orientadas al crecimiento. Afortunadamente, estos cambios son muy demandados. En la comunidad investigadora, una encuesta realizada a casi 800 investigadores en materia de política climática de todo el mundo reveló que el 73 % apoya las posiciones que abogan por avanzar hacia un mundo que no se centre en el crecimiento (es decir, un mundo poscrecimiento) (King et al. Citation2023). Entre el público, un estudio de investigación sobre el consumo reveló que el 70 % de las personas de 20 países de ingresos altos y medios apoyan la afirmación de que «el consumo excesivo está poniendo en peligro nuestro planeta y nuestra sociedad» (Sustainable Brands Citation2014). Incluso en Estados Unidos, donde se supone que el apoyo al consumismo y al crecimiento es fuerte, el 70 % de las personas cree que «la protección del medio ambiente es más importante que el crecimiento económico» (Yale Climate Opinion Maps Citation2018). En el ámbito de la justicia climática, una amplia mayoría en el Norte global apoya la compensación al Sur global por los daños relacionados con el clima (Fabre et al. Citation2023).

Es evidente que el cambio sistémico que reclamamos no está en desacuerdo con la opinión pública ni con los científicos. Por supuesto, incluso un fuerte apoyo público a un marco político no garantiza su aplicación. De hecho, es razonable esperar una resistencia muy fuerte por parte de las élites que se benefician enormemente del orden existente. El camino a seguir requerirá no solo protestas y manifestaciones —la forma dominante de participación política popular en las últimas décadas—, sino también la creación de partidos políticos de masas que puedan representar los intereses de las clases trabajadoras, alcanzar el poder y aplicar medidas de política industrial que puedan resolver las crisis sociales y ecológicas del siglo XXI. Los cambios socioeconómicos significativos y sistémicos han sido a menudo impopulares entre las élites políticas, como el movimiento sufragista británico, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos y el movimiento contra el apartheid en Sudáfrica (Malm Citation2020). Nelson Mandela, reconociendo que el movimiento contra el apartheid pedía un cambio que las élites políticas de la época consideraban irrealista, señaló que «siempre parece imposible hasta que se hace».

Aunque el marco que esbozamos anteriormente exige una transformación sistemática, las vías políticas no son simples experimentos teóricos. Se basan en medidas ya existentes, tanto en la actualidad como en el pasado, entre las que se incluyen los impuestos sobre el carbono, las directrices sobre el crédito, la legislación antimonopolio, las leyes de protección de los consumidores y las estructuras de propiedad pública. Sin embargo, cuestionamos el statu quo del sistema económico capitalista de forma más fundamental que los marcos existentes para la política industrial verde.

Es hora de que los marcos de política industrial verde tengan más en cuenta las opiniones de los científicos climáticos y de la ciudadanía. Si bien debemos seguir aprendiendo de los marcos existentes de política industrial verde, debemos avanzar en este ámbito en una dirección más progresista. El objetivo de este documento es dar un paso en esa dirección.

Agradecimientos

Jason Hickel agradece el apoyo del Consejo Europeo de Investigación (ERC-2022-SYG, número de referencia 101071647) y la subvención de la Unidad de Excelencia María de Maeztu (CEX2024-001506-M) del Ministerio de Ciencia e Innovación de España.

Notas sobre los colaboradores

Jostein Hauge

Jostein Hauge es profesor adjunto de Estudios sobre el Desarrollo en el Departamento de Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge. Su sitio web es www.josteinhauge.com.

Jason Hickel

Jason Hickel es profesor ICREA en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB). Su sitio web es http://www.jasonhickel.org.

Referencias

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2. Entrevista a Jason Moore.

Moore ha estado de visita en España para presentar su último libro, La gran implosión, y le han hecho esta entrevista en El Salto.

https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/jason-w-moore-entrevista-capitaloceno

Jason W. Moore: “La crisis climática es una lucha de clases”

El autor de ‘La gran implosión’ y ‘El Capitalismo en la trama de la vida’ critica “el ecologismo de los ricos” y propone una vuelta a la centralidad del trabajo como solución a la actual crisis climática.

Pablo Elorduy
7 jun 2025

No es el historiador más conocido del mundo, pero Jason W. Moore (Corvallis, Oregon, 1971) es quien ha puesto en circulación y defiende con más tesón investigador el concepto ‘Capitaloceno’. Una respuesta con la que Moore discute el uso de ‘Antropoceno’, nacido, asegura, para repartir las culpas de la crisis climática entre sus verdaderos responsables y quienes padecen ese cambio del clima. Se basa en datos que son conocidos, como que el 1% más rico es responsable del doble de las emisiones que la mitad de la humanidad más pobre. Pero, a pesar de esa evidencia, como señala Moore, el concepto de antropoceno se extiende también entre la izquierda.

En ese hecho Moore justifica la que, sin duda, es la propuesta más arriesgada de su obra: una crítica rigurosa al ecologismo estadounidense y su complicidad con el capitalismo. Partiendo de la base de que —como se señala en el prólogo de su último libro— el ecologismo profesional estadounidense está alejado de la tradición de la ecología política, más vinculada con la lucha sindical y los movimientos sociales, que conocemos mejor en Europa, las advertencias de Moore sobre el “ecologismo de los ricos” y su abordaje de la crisis climática resuenan en discursos sobre el Green New Deal (nuevo pacto verde), que son moneda corriente en la literatura producida por la Comisión Europea y los partidos que, a izquierda y derecha, la sostienen.

Por eso, el autor de La gran implosión y El capitalismo en la trama de la vida (Traficantes de Sueños, años 2020 y 2025) basa su trabajo en la relación entre el trabajo y la crisis climática, en una crítica al capitalismo y a sus maneras de dominación, así como en una explicación con distintos grados de complejidad, pero clara, de los sucios secretos de la acumulación capitalista.

La tesis de los “cuatro baratos” desarrollada por Moore incide en que el capital no habría podido desarrollarse sin una explotación del trabajo, la energía, las materias primas y los alimentos basada en su devaluación. El Capital, de este modo, y a través de mecanismos ideológicos como la separación entre Hombre y Naturaleza (las mayúsculas son importantes) ha tomado históricamente lo que necesitaba a bajos precios, arrasando con lo que precisaba arrasar para su desarrollo. La sorpresa de finales del siglo XX y de principios de este siglo es que ya no lo puede hacer más, porque ha llegado a las fronteras biofísicas del planeta.

Hay una constatación de ello en la manía del apocalipsis que se ha extendido en los últimos años, que comparten desde el desquiciante millonario broligarca Peter Thiel hasta una parte de la izquierda hambrienta de malas noticias. Situado en una posición rara —pero anclado en la tradición marxista—, Moore cree que lo que estamos experimentando es un nuevo episodio en los que el cambio del clima y las transformaciones sociales forman una tormenta.

En uno de tus artículos al decir que los estadounidenses están obsesionados con el apocalipsis. ¿De dónde viene esta pulsión?
Desde el principio, los estadounidenses han estado enamorados del apocalipsis, un concepto que significa en su significado clásico, revelar o poner al descubierto la verdad fundamental. Esto, por supuesto, se acerca mucho a la imaginación protestante, que sigue resonando en la cultura estadounidense. Se trata de la fantasía de un día de éxtasis, de la división entre el bien y el mal. En este sentido es una forma de milenarismo, solo que con una diferencia: muchos movimientos, desde los husitas en el siglo XVI hasta el movimiento de Danza fantasma de los pueblos indígenas norteamericanos o la secta Loto Blanco de China de finales del siglo XVIII, tomaban el milenarismo como el clamor de los oprimidos. Veían venir el fin de los tiempos porque sus mundos habían sido destruidos. La versión estadounidense es diferente: es el milenarismo de los ricos, de los poderosos.

Es otro tipo de pensamiento apocalíptico.
Es importante entender eso porque el ecologismo estadounidense, el pensamiento ambiental de los poderosos, ha tenido mucha influencia en el mundo. Y es una forma de milenarismo. Cuando estos ecologistas hablan del clima como una amenaza existencial expresan una idea, una visión del mundo, que ha estado germinando en los Estados Unidos desde principios del siglo XVII y que se repite en la historia estadounidense, por ejemplo, a principios de la década de 1980, cuando Ronald Reagan habló de la Unión Soviética como el imperio del mal. Hay una esencia moralizante y existencial en el imaginario estadounidense que ha infectado el pensamiento de las élites de todo el mundo. No en Oriente, no en China, sino en el Occidente imperial. Y el ecologismo es una parte fundamental de ese milenarismo de los ricos.

La izquierda política también acaricia la idea de que el fin del mundo ya está aquí. ¿Cómo podemos romper esta tendencia sin caer en la autocomplacencia y sin proponer medidas que no aborden el meollo de los problemas?
Creo que debemos empezar por analizar la historia del pensamiento ambiental incluso antes del ecologismo, incluso antes del siglo XIX. Debemos volver a Thomas Malthus y antes de Malthus debemos ir a René Descartes, Thomas Hobbes y Francis Bacon, que no eran simplemente científicos y filósofos, eran ideólogos. Ideólogos del imperio. Para ellos, los habitantes nativos de las tierras coloniales eran salvajes. Eran parte de la Naturaleza. Hay una larga historia que parte de la izquierda se ha negado a reconocer; se ha negado a entender que el pensamiento ambiental, el ecologismo, el pensamiento científico ha sido fundamental para la ideología burguesa. Uno de mis ejemplos favoritos: la palabra ecología proviene de Ernst Haeckel, un científico alemán. Haeckel fue uno de los cofundadores a principios del siglo XX de la Liga Monista Alemana, que desarrolló su concepción del Lebensraum [espacio vital] basándose en el ecologismo de Heckel. Los elementos de ese pensamiento reaccionario se han mantenido. El pensamiento ambiental es históricamente antidemocrático. Históricamente es la política de la élite profesional alineada con el capital.

¿Qué hacemos para empezar a cambiar el rumbo del debate?
Creo que esa es la pregunta de la izquierda. Debemos insistir en que la cuestión del clima, la cuestión del cambio ambiental, es historia del trabajo. La crisis climática es una lucha de clases. Para Marx es una cuestión dialéctica: es decir, el trabajo es el punto de partida que nos permite empezar a ver todos los problemas del mundo como relacionados. La lucha de clases para Marx y Engels es siempre una lucha de clases en la trama de la vida.

Con respecto a la actual crisis climática, usted fijó la fecha clave del descubrimiento de América en 1492 como punto clave en el desarrollo del capitalismo que nos ha traído hasta aquí. Otros autores prefieren situar el inicio en torno a la revolución industrial. ¿Por qué es importante tomar ese punto de partida mucho antes de que se generalice el uso de combustibles fósiles?
Esta es una cuestión importante y se plantea dentro de un debate que no ha tenido lugar, el debate con el llamado capitalismo fósil. El libro de Andreas Malm, Capital fósil, es, en muchos sentidos, un libro excelente. Sin embargo, la teoría del capital fósil que nos presenta, es una teoría malthusiana, y eso sonará incendiario, pero voy a explicar por qué. Si analizamos la tesis de Capital Fósil, vemos lo que Malm ignora: la cuestión del imperialismo. En el corazón del capitalismo está el imperialismo moderno, que tiene que ver con los mecanismos políticos que producen los “cuatro baratos”: mano de obra, alimentos, energía y materias primas. No se puede tener una fábrica mundial sin la granja mundial o sin una mina mundial, ya que esas son, de hecho, las condiciones previas de la industria a gran escala. Esta es, por supuesto, la posición de Marx de que el capitalismo comienza en el siglo XVI: es absolutamente explícito al respecto. Puede que Marx esté equivocado en otros asuntos, pero en este punto tiene toda la razón. Y la relevancia de ese argumento en comparación con el argumento sobre la llamada Revolución Industrial es que los argumentos del capital fósil ignoran el imperialismo. No se habla de los cercamientos en Irlanda, no se habla del proletariado de las plantaciones, del empleo masivo de la esclavitud en las plantaciones para producir algodón.

¿Por qué es esto importante desde el punto de vista político hoy?
Es importante porque nos ayuda a entender que el desarrollo de la clase obrera mundial es combinado y desigual. También es fundamental para un internacionalismo proletario para todo el planeta, que es esencial que opere en todas las zonas de la ecología mundial capitalista. Parece abstracto discutir sobre si el origen del capitalismo lo situamos a principios del siglo XIX o principios del siglo XVI y XVII, pero está íntimamente ligado a nuestras prioridades políticas. Si creemos que hacer estallar los oleoductos cambiará el mundo, entonces hay que hacer estallar los oleoductos. Pero hemos visto que es una política fallida. En cambio, si trascendemos las relaciones que crearon los oleoductos, que crearon las centrales de carbón, que crearon los campos petrolíferos, si anulamos y trascendemos esas relaciones, entonces podemos tener una política revolucionaria con respecto al cambio climático.

Hombre y Naturaleza, ¿por qué estos conceptos antiguos siguen siendo tan importantes hoy en día?
Desde el principio, este es el código binario del poder capitalista. En el inglés anticuado se dice Hombre, ahora decimos ‘humanidad’, seguimos diciendo Naturaleza, en ambos casos se trata de inventos de los siglos XVI y XVII. Junto con la civilización forman la trinidad: el hombre, la naturaleza y la civilización, a la que hoy llamamos sociedad. Esencialmente, lo que la burguesía ha construido es una visión del mundo basada en lo que yo llamo el conflicto eterno: el Hombre contra la Naturaleza. ¿Quién media en los conflictos eternos? Los civilizadores, los imperialistas, los ricos y poderosos y la ciencia que compraron, la gente ilustrada. La estructura binaria del mundo moderno en el pensamiento está relacionada con la proposición marxista clásica sobre los orígenes del capitalismo. La separación del Hombre y la Naturaleza es una expresión abstracta de la separación del campesino de la tierra. Y también es un código operativo en términos de gestión.

¿En qué sentido?
Todos hemos tenido trabajos en los que el gerente “lo sabe todo” y el “trabajador no sabe nada”. El gerente le dice al trabajador: “No queremos que pienses, queremos que obedezcas: eres una extensión de nuestra mente”. Esa es una forma de pensar que fue cristalizada por René Descartes en el siglo XVII, en un momento de crisis climática, en un momento de revolución política. Fue una forma de pensar que surgió entonces y que se ha reproducido desde entonces. Es una mentalidad gerencial. Los socialistas que se niegan a ver esto están renunciando a la política y a la lucha contra el gerencialismo.

También ha dicho que la división de género y el racismo nacen en estos períodos. ¿Cómo ocurre? ¿Por qué era tan importante para el capitalismo que así fuera?
El racismo es un mecanismo político para tener mano de obra barata, se desarrolla en esa época. Muchos estudiosos dicen que el racismo estuvo ahí desde el principio, pero está muy claro que no tenemos formas institucionales e ideológicas completamente maduras de racismo hasta algún momento a mediados del siglo XVI. Antes había expresiones de ello, por supuesto. Lo mismo ocurre con el género.

¿Cómo se construyen esas ideas?
Desde el punto de vista de la burguesía, las categorías de raza y género se expresan y conceptualizan a través de la Ley Natural. Quizá sea una nota a pie de página, pero la primera revolución capitalista en torno a esa ley natural provino de Francisco de Vitoria y el intrumentalismo metafísico. El hecho es que la Raza y el Género se inventan en el momento de la gran proletarización, entre los años 1550 y 1750. Esta es, por supuesto, la acumulación primitiva de Marx y no se limita a Inglaterra. En Europa occidental, la proporción de la población que está proletarizada pasa de aproximadamente una cuarta parte a aproximadamente la mitad entre esos años. Ésta es también la era del nacimiento y la génesis del sexismo, que es una estrategia de control laboral y un esfuerzo por colocar a las mujeres en la categoría de “Naturaleza” de modo que no sea necesario pagarlas.

¿Qué implica?
Es una estrategia laboral “barata”. Con el desarrollo de la trata transatlántica de esclavos y de la esclavitud africana, que comienza a producirse masivamente después de 1600, el racismo se desarrolla progresivamente como ideología, pero también, como siempre —no solo la raza sino la etnicidad— es una consecuencia de la organización política de los mercados laborales. Como sabemos hoy, los inmigrantes se mantienen en una parte del mercado laboral, el mercado laboral más barato y explotado. A otros se les ha permitido entrar en las profesiones liberales. Así es cómo funcionan la raza y la etnia, pero en el fondo se trata de estrategias de obtención de trabajo barato, estrategias que buscan, ante todo, dividir y conquistar, el antiguo proverbio romano dīvide et īmpera. Muchos miembros de la izquierda profesional han abrazado el “divide y vencerás”. Han abrazado la política de raza y género como algo esencial, por encima de la lucha de clases, siguiendo el esfuerzo de la burguesía por dividir a la clase obrera dentro de las naciones y entre las naciones

¿Cómo cree que el capitalismo cognitivo, el poder de Silicon Valley, encaja con la hipótesis del saqueo?
Desde sus orígenes en las décadas de 1940 y 1950, la industria de la información y la tecnología fue un producto del complejo industrial militar y del imperio mundial de los Estados Unidos. El trabajo de la informática y ahora de la inteligencia artificial ha ido esencialmente en dos direcciones: una es mejorar los poderes de vigilancia y control policial de los grandes estados imperiales. Básicamente, aumentando los poderes del Estado de seguridad nacional —o del “Estado profundo”, si se quiere— más allá de lo imaginado por parte de cualquier estado anterior. Yasha Levine tiene un libro llamado Surveillance Valley, que creo que resume la esencia de ese proceso.

¿Cuál es la segunda función?
Es, por supuesto, hacer lo que hacen todas las tecnologías capitalistas: expulsar a la mano de obra de la producción. Estamos viendo, especialmente en el propio Silicon Valley y en Hollywood y otros sectores de los media, la expulsión masiva de los trabajadores profesionales. Esto es parte de una crisis del orden neoliberal que comenzó en la década de 1970, que se basa en reducir directamente el número o expulsar al profesionalismo y reducir así el tamaño de la clase profesional.

¿Puedes explicarlo?
El orden neoliberal se basaba en una alianza entre los profesionales y los capitalistas. Ambos estuvieron de acuerdo en que destruirían a la clase obrera en los Estados Unidos, destruirían la industria, destruirían las comunidades, encarcelarían a la clase obrera, especialmente a la clase trabajadora negra y latina, pero también a muchos trabajadores blancos. Todo era posible, pensamos en demócratas como Clinton y republicanos como Bush, porque la política neoliberal dependía de la clase profesional. Y las clases profesionales prometían buenos trabajos y buenas vidas. Cuando Trump dice: “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande”, está respondiendo a esa devastación neoliberal de Estados Unidos. Ahora, como sabemos, la inteligencia artificial, entre otros procesos, está expulsando a los trabajadores de la clase profesional. Esas son las dos funciones principales de la IA y esa clase de procesos en la actualidad: expulsar a los trabajadores y mejorar el estado de seguridad.

China es el otro polo que marca el devenir del mundo. ¿Qué relación tiene con los “cuatro baratos” de los que has hablado en tus ensayos?
La China actual, el Partido Comunista de China (PCCh), está organizando una política, una geopolítica, para una transición poscapitalista. No es socialista, pero quizá esté más abierto al socialismo que lo que vemos en el Occidente imperial, que también se está organizando para una transición poscapitalista. Los chinos han sido muy superiores en su capacidad para organizar relaciones en todo el mundo, pero especialmente en África, con el fin de garantizar los recursos estratégicos. Sin embargo, no existe un paralelismo con los momentos anteriores de nacimiento de nuevos imperialismos, el más reciente de los Estados Unidos durante el Consenso de Washington.

¿Por qué?
China no está organizando un nuevo régimen de naturaleza barata para el capitalismo en su conjunto. Creo que hace una orientación consciente hacia un mundo poscapitalista, un mundo basado en la acumulación política, en el que la política tendrá el mando. Seguirán existiendo bancos, habrá trabajadores asalariados, habrá comercio y producción de materias primas como la que ha habido en muchos otros lugares del mundo y en China durante milenios, o al menos en los dos milenios previos. El capitalismo es un tipo específico de entidad que debe acumular, crecer y expandir esa acumulación.

Pero dices que vamos hacia un mundo postcapitalista.
Hemos llegado hoy a un momento en el que el número de empresas dominantes en los principales sectores económicos es extremadamente limitado. Ya no compiten. De hecho, no es que no compitan es que se fusionan entre sí: cada vez son menos empresas y marcan una centralización absoluta del capital. En cierto punto, y creo que hemos llegado a ese punto, la dinámica competitiva ha terminado. Hay maneras en las que China aborda la competencia de maneras muy interesantes. Sin embargo, a escala mundial, la dinámica de competir por la tasa de ganancia ha terminado. El objetivo de los principales bloques—el bando de Beijing y el bando de Washington en la actualidad— es proteger las enormes ganancias por medios políticos.

¿Dónde se percibe esa tendencia?
Lo vemos claramente en los Estados Unidos con el complejo industrial militar, con Silicon Valley, que está estrechamente relacionado con el complejo industrial militar, con las grandes farmacéuticas. En China se ve diferente, es más sofisticado, más dinámico, tienen más aliados, por lo que el mundo de las próximas dos o tres décadas estará determinado por una guerra económica y militar en curso entre estos dos bandos. Eso es Oriente Medio hoy en día, y eso también es Ucrania. Se trata de guerras entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, por así decirlo, y Washington-OTAN.

También has advertido de la explosión del etnonacionalismo, generada por ciertos enfoques del cambio climático. ¿Cuáles crees que son los riesgos de esa conexión?
Históricamente, el fascismo ha tenido una relación íntima con el ecologismo. La patria siempre es un concepto ecológico, y si lo reconocemos, hay algunas implicaciones incómodas en ello. En la izquierda actual existe una forma de ecología nacionalista. El fascismo es una forma extrema de nacionalismo burgués. Y en sus etapas más desarrolladas, un imperialismo sangriento: Alemania en el siglo XX, Israel hoy. De hecho, los líderes del gobierno de Israel se describen a sí mismos como fascistas, como se ha publicado. Sin embargo, hay otra realidad incómoda que los ecologistas profesionales y los ecosocialistas se niegan a decir en voz alta. Y es que la distancia entre el ecologismo liberal y el ecofascismo no es grande. Hay una relación muy estrecha entre esas dos posiciones.

¿Puedes explicarlo?
El ecologismo centrista de los últimos 50 años y desde sus orígenes se basó en una política antidemocrática; me refiero específicamente a la experiencia estadounidense. Era una ideología que se creó a través de la Ciencia, una política del Estado administrativo y de la Ley. No se parecían en nada, no tenían relación con la política democrática de los movimientos sindicales o del movimiento por los derechos civiles. Se trataba de una operación de clase profesional que fue financiada por fundaciones multimillonarias. Si nos fijamos en el escenario mundial a finales de los 60 y principios de los 70, la creación de un complejo ecologista global estuvo directamente relacionada con la respuesta imperial a la revuelta del tercer mundo, al nuevo orden económico internacional. La Cumbre de la Tierra de Estocolmo en 1972, una famosa conferencia de las Naciones Unidas, fue un proyecto imperial. Su intención era encontrar una manera de permitir que los capitalistas europeos y norteamericanos, tal vez algunos de Japón, organizaran un sistema planetario. Tenían un nombre para ello: la gestión planetaria.

¿Cómo ha evolucionado?

Hoy en día, los académicos liberales hablan de la “administración planetaria”. La línea del proyecto imperialista de Estocolmo y el ecologismo global era una respuesta a los procesos de descolonización. Hoy, los actores han cambiado, pero los objetivos siguen siendo los mismos: es el ecologismo de los ricos del norte global, es la iniciativa china de la Ruta y la Franja, son los BRICS… y esto es muy peligroso. Esto es lo que en el nivel político buscan conceptos como el Antropoceno. Los ecosocialistas tratan estos conceptos como ideas académicas, en lugar de proposiciones ideológicas.
Hemos visto un cambio de las políticas del New Deal Verde de Joe Biden a la sentencia de Trump “drill, baby, drill” (perfora, bebé, perfora). ¿Es posible que el medioambiente de los ricos muera el año que viene?
No lo creo. Primero, Biden y antes que él, Obama, estaban entusiasmados con la perforación, pero no lo dijeron en voz alta. Al menos no muy a menudo. Tenemos que entender que el ecologismo estadounidense se ha opuesto estratégicamente a los intereses de la clase trabajadora. El mejor ejemplo histórico de esto es que, en los primeros años 90, las principales organizaciones ecologistas de los Estados Unidos apoyaron la expansión del libre comercio en América del Norte. Y ese fue el logro de la administración Clinton. Como sabemos, el libre comercio abrió las compuertas para las emisiones de gases de efecto invernadero. He escrito sobre esto y he hablado sobre esto con frecuencia: la clase obrera estadounidense odia el ecologismo porque los ecologistas se han opuesto a sus intereses. Tenemos que entender lo que Trump está haciendo en ese contexto.

¿Cómo?
El proyecto de Ley de Infraestructuras de Biden [Plan Build Back Better] no era un New Deal Verde. Fue un subsidio masivo a la energía verde y ha sido un fracaso total. A los Estados Unidos les habría ido mucho mejor comprar autobuses eléctricos en China a un precio de entre una cuarta y una décima parte de lo que se ha gastado con esa ley, ese es un ejemplo fáctico. Se trataba de un subsidio masivo para una parte del capital estadounidense. El hecho es que Trump, a pesar de sus muchas carencias, ha identificado un problema grave. Es un problema que había sido prioritario para la izquierda durante muchas décadas: se identificaba que el libre comercio es perjudicial, que destruye los empleos estadounidenses, que destruye la industria y que lo que se necesita es una política industrial. Hasta ahora, Trump no ha ido lo suficientemente lejos en esa dirección, pero el hecho es que la política de Trump habla de esa dimensión de la realidad.

En todo caso, se basa también en el puro negacionismo climático.
Aunque depende de la forma en que se haga la pregunta, si analizamos el negacionismo climático en Estados Unidos, éste se sitúa por debajo del 15% de la población, no mucho más. Casi todos tienen más de 60 o 65 años. Así que ahora casi todo el mundo está de acuerdo en que el cambio climático es una amenaza actual. Hay un nuevo consenso climático. De vez en cuando, Trump se refiere al cambio climático como un timo, pero lo que quiere con eso es decirle a la clase obrera estadounidense que las políticas climáticas los ha arruinado y que lo que quieren hacer los ecologistas de la clase profesional es imponer la austeridad climática. “Quieren usar el cambio climático para joderos a vosotros, trabajadores estadounidenses”. Y hay otras versiones de esto en todo el mundo, en Alemania, Francia y el Reino Unido. La izquierda, sin duda la izquierda socialdemócrata, pero incluso la izquierda ecosocialista ha cedido este territorio a la derecha populista. No ha logrado presentar un argumento claro y agresivo de que la crisis climática no es una crisis malthusiana, no es una crisis ambiental en la forma en que nos han enseñado: es una crisis de clase, es una crisis del trabajo, es la crisis de su nivel de vida. Y tenemos que enfrentarnos agresivamente al ecologismo de los ricos, según el cual todos debemos consumir menos. No todos necesitamos consumir menos. Algunas personas necesitarán consumir mucho, mucho menos. Y, por cierto, el problema no es el consumo. El problema es quién organiza la producción y con qué fin.

¿Qué es el “despilfarroceno”?
El despilfarroceno es un concepto de mi amigo Marco Armiero, que enseña en Barcelona. No te preocupes, no hablaré de más -cenos, pero diré que lo que aprendí de eso es una idea básica: el imperialismo funciona depositando residuos tóxicos en lugares que no afecten a la rentabilidad, por eso existen fronteras de lo desechado y no tenemos que pagar por ello. Para mi argumento es importante ya que la contradicción biofísica fundamental del capitalismo bien puede tener más que ver con la sobreacumulación de residuos, de los tóxicos, incluidos los gases de efecto invernadero, que en cierto momento se convierten en tóxicos. Pero la otra parte de ese proceso es que, cuando se crea un páramo tóxico, se abre un momento para arrasar. La historia de ese proceso se remonta a la era de la acumulación primitiva en Inglaterra e Irlanda y a la conquista inglesa de Irlanda. Los residuos eran bienes comunes de los campesinos. Entonces, el capitalista inglés entraba, cercaba el terreno, encerraba esos bienes comunes y los ponía a rendir. Pero no podrías hacerlo sin arrasar a los irlandeses, que fueron definidos como salvajes y belicosos, y se dijo que debían ser civilizados y, de este modo, fueron sometidos de la misma manera en que se trataría después a los pueblos indígenas y a muchos otros pueblos de todo el mundo.

¿Qué quiere decir cuando habla de esa contradicción biofísica?
El problema de los residuos puede ser incluso más importante que el problema de los recursos. A pesar de las carencias de ese texto, los autores de Los límites del crecimiento [Donella H. Meadows, et al.] dijeron en 1972 exactamente esto. Fue una gran revelación, y muy pocas personas han estado dispuestas a abordar el problema de la toxificación como una contradicción de clase y metabólica al mismo tiempo. Es importante porque no se trata solo de los gases de efecto invernadero, sino que si tomáramos una muestra de nuestra sangre, de la sangre de cualquiera de sus lectores, habría microplásticos, pesticidas y herbicidas, metales pesados. Son residuos que nos enferman y deprimen. Esto es por lo que el trabajo es tan importante, porque trabajo, cuerpo y clase forman un todo dialéctico. En los Manuscritos de 1844, Marx habló sobre la alienación espiritual y corporal, la enfermedad y la violencia del capitalismo. Esto, creo, lo han evitado los ecosocialistas. No han vuelto a abordar estas cuestiones. Marx no es Moisés, pero dijo algunas cosas muy importantes sobre el trabajo y el cuerpo y sobre cómo los humanos formaban parte de la naturaleza y fueron creados a través del trabajo mismo. Frederic Engels tiene un famoso ensayo sobre el papel del trabajo en la evolución biológica de los humanos modernos, y, ya sabes, tenían razón.

El de las fronteras del capitalismo es un concepto clave en tu obra. ¿Cuál es la relación entre esas fronteras y las fronteras políticas? Estamos viendo las razzias del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas estadounidense (ICE) y tenemos el mar Mediterráneo, que es una gigantesca morgue. ¿Qué relación hay entre ambos conceptos?
Ahora que han desaparecido las fronteras físicas del capitalismo, las fronteras políticas están militarizadas de una manera que no tiene precedentes, especialmente en las principales potencias imperialistas. El Transnational Institute publicó un informe hace cuatro años llamado Global Climate Wall y han escrito mucho sobre la militarización sin precedentes en las fronteras del Reino Unido, los Estados Unidos, Alemania, Australia, etc. La profunda violencia en el Mediterráneo es una estrategia de control laboral. Es una estrategia de terror.

¿Cómo opera?
Históricamente las fronteras de la naturaleza barata han cumplido una función muy, muy específica. Prácticamente todos los historiadores de la economía lo reconocen, pero no siempre saben lo que observan: cada gran época dorada del capitalismo requirió mano de obra barata, comida barata, energía barata, materias primas baratas. El precio de estos insumos fundamentales de la producción capitalista tenía que bajar para que los capitalistas pudieran invertir y para que las ganancias fueran altas.

Se produce entonces la crisis del capital de la que hablabas.
Una ganancia alta significa una inversión alta, una ganancia baja significa una inversión baja. Prácticamente todos los economistas críticos del Occidente imperial de los últimos 50 años dicen lo mismo: la inversión se ha derrumbado, ¿por qué? Porque la rentabilidad se ha derrumbado. ¿Por qué? Porque las naturalezas baratas que serían necesarias para elevar la tasa de ganancia, que serían necesarias para atraer inversiones, no existen. El contraejemplo que es muy importante, y se remonta a tu pregunta anterior, es China. ¿Por qué China ha tenido éxito en la innovación y el desarrollo? Porque ha adoptado, gracias a su pasado comunista, un modelo de acumulación política en el que el estado disciplina al capital. En ningún lugar del oeste imperial el estado disciplina al capital. No hay separación, hablando claro, entre el Estado y el capital.

Puedes poner un ejemplo.
Mira al nuevo canciller de Alemania, que fue un antiguo ejecutivo de BlackRock, mira a los Estados Unidos. La única diferencia hoy es que vemos que en los Estados Unidos ahora hay un conflicto entre la base militante de Trump y los globalistas como Elon Musk; Musk ha sido esencialmente expulsado de la administración Trump. El problema de fondo es que en todo el Occidente imperial no hay separación entre Estado y capital. No hay ningún Estado que pueda disciplinar al capital y no hay ninguna oportunidad dentro del capitalismo de adoptar un programa keynesiano. Un programa keynesiano supondría la independencia del Estado a un nivel suficiente como para que los gobernantes ilustrados y los capitalistas ilustrados pudieran disciplinar al resto de la clase capitalista. Las condiciones para eso dependían en última instancia de la naturaleza barata. La naturaleza barata siempre viene de las fronteras. Las fronteras están completamente agotadas. No habrá otra edad de oro en el futuro. Así que la consecuencia es lo que llamo capitalismo zombi en mi nuevo libro. Las fuentes de vitalidad del capitalismo han desaparecido, pero el cuerpo sigue vivo. Está muerto, pero es mortífero. Existe para alimentarse del cerebro de los vivos mientras gesta una nueva civilización.

Sostienes que la crisis climática es un momento de posibilidades revolucionarias. ¿Cómo puedes presentar este argumento para un público que tiene que lidiar con la tristeza ante el estado actual de cosas?
Bueno, lo primero que debemos darnos cuenta es que el catastrofismo climático es una estafa ideológica. Es una operación fraudulenta. El catastrofismo climático, la retórica de las amenazas existenciales, son herramientas alarmistas de la élite mundial para pacificarnos. Y quieren pacificarnos porque la clase capitalista imperial transnacional, el que gira en torno a Davos y el Foro Económico Mundial, el Grupo Bilderberg, el Club de Roma, la Trilateral, el Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, muchas otras entidades de todo el mundo que involucran a universidades y ONG, las grandes fundaciones… tienen un proyecto deliberado para infundirnos miedo, porque el miedo y la solución que proponen están íntimamente relacionados. Eso es algo de lo que hay que darse cuenta.

¿Y lo segundo?
La otra cosa que hay que entender es que, históricamente, desde hace 3.000 años, los cambios en el clima son malos para las clases dominantes. No implica necesariamente que haya una revolución. Pero hay que volver a leer lo que sucedió en la Edad del Bronce y, luego, en el siglo XII a. C., volver a la crisis del Occidente romano y a la crisis climática del Período Frío de la Edad Media, otro momento de crisis civilizatoria, ir a la crisis de un feudalismo, ir a la crisis del siglo XVII, una gran era de crisis política, depresión económica y guerra. También hay que aprender de las revoluciones francesa y haitiana y de la revuelta popular de finales del siglo XVIII. Todos estos fueron momentos de muy mal clima. No es que el clima determine nada, pero desde una perspectiva marxista, una perspectiva socialista, la crisis climática es un multiplicador de contradicciones. Aumenta la intensidad de todas las contradicciones del sistema agrícola, de los conflictos entre las élites políticas gobernantes, de la contradicción entre el trabajo y la cultura. Así que si nos fijamos, por ejemplo, en la crisis del feudalismo en el siglo XIV, llega la Pequeña Edad de Hielo y todo entra en crisis: la iglesia, los aristócratas luchan entre sí, los campesinos se rebelan. Todo esto está ocurriendo en este momento de cambio climático, porque el clima es un multiplicador de contradicciones. Es una fuerza de la naturaleza sobrealimentada dialécticamente que luego se ramifica a través de la sociedad de clases. Sin conocer esa historia estamos indefensos y por eso siempre vuelvo a Marx y Engels, quienes dijeron que nuestras diferencias teóricas, nuestras diferencias políticas, las cuestiones de la praxis deben resolverse, en sus palabras, sobre el terreno de la realidad.

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3. Otras visiones del mundo.

En Terrestres publican esta reseña de un libro de Ed Yong de hace unos años. En español se publicó como La inmensidad del mundo en 2023.

https://www.terrestres.org/2025/06/02/aux-sens-larges-comment-lethologie-agrandit-le-monde/

En sentido amplio: cómo la etología amplía el mundo

Centrados en nosotros mismos, en la singularidad de nuestros sentidos y en la primacía de nuestra visión, a menudo olvidamos que el mundo es mucho más vasto de lo que podemos ver, multiplicado por las percepciones infinitamente diversas de sus demás habitantes. Una lección de perspectivismo etológico siguiendo los pasos de Ed Yong, autor del best seller «Un mundo inmenso».

Thibault De Meyer · Vinciane Despret

2 de junio de 2025

A propósito de Un monde immense : comment les animaux perçoivent le monde, Ed Yong, Les Liens qui Libèrent, 2023
Uno de nosotros se lo recomendó al otro: «A ti, que te gusta escribir ficción e incluso ciencia ficción con animales como protagonistas, encontrarás muchas cosas que alimentarán tu imaginación». Ed Yong es, ante todo, un periodista científico interesado, de manera privilegiada, en las ciencias de la vida. Sus blogs tuvieron rápidamente un gran éxito, al igual que sus publicaciones en National Geographic, Nature, el New York Times y muchos otros. Este éxito se debe tanto a su innegable talento como narrador como a su creciente interés por los seres vivos no humanos, un interés al que incluso las ciencias humanas y sociales, que durante mucho tiempo se mostraron bastante reacias a la historia natural, se han sumado. Cabe añadir que en 2016 ya había publicado su primer libro sobre microbios y microbiotas, I Contain Multitudes: The Microbes Within Us and a Grander View of Life1. Por lo tanto, todos los trabajos de Ed Yong están orientados por una doble preocupación por la exactitud científica y la familiarización.

Maravillar

No era, por tanto, su intención alimentar a autores con falta de imaginación. Pero se podría decir que, en cierto modo, eso es lo que Un monde immense puede esperar, o puede suscitar: imaginación. En primer lugar, es un fuego artificial, pasamos de una sorpresa a otra, de un asombro a otro. El efecto no es, evidentemente, fortuito: este libro está impulsado por la increíble curiosidad de su autor, al tiempo que da testimonio de su asombrosa erudición científica. Un mundo inmenso es un título que cumple lo que promete, aunque solo sea porque Ed Yong ha ampliado precisamente ese mundo, que está poblado por muchas más maravillas de las que podríamos haber imaginado. Y a los dos nos gusta la idea de que, si puede alimentar nuevas ficciones científicas, es porque ahora sabemos que las tecnologías más sorprendentes y sofisticadas que habríamos tenido que inventar imaginariamente para escribirlas ya existían, en forma de técnicas corporales, de posibilidades perceptivas, esperando simplemente a ser descubiertas y comprendidas en su gran ingenio2. Baptiste Morizot no se equivocaba cuando afirmaba que durante años hemos ido a buscar la materia prima de nuestras historias a otros planetas ficticios, cuando en nuestro mundo teníamos todo lo necesario para que proliferaran las historias3.

Pero el mayor mérito de Ed Yong, al menos a nuestros ojos de aficionados a los dispositivos del conocimiento, no es solo eso. Su fascinante investigación le lleva a contextualizar siempre, es decir, a velar por insertar en una red de relaciones lo que inventaría: no se trata del buitre, la gallina o la rata topo, sino de la gallina de tal investigador, el buitre de tal otro, la rata topo de tal equipo. ¿Cómo se investiga? ¿Cómo se encuentra? ¿Qué requiere en cuanto a sagacidad, creatividad, paciencia, horas de observación, intuición? Esto también se cuenta en el libro.

Pero, sobre todo, lo que destaca especialmente de su lectura, si seguimos este hilo, es una forma muy particular de narrar las aventuras científicas, que queremos honrar. Porque detrás de cada hallazgo, de cada resultado de investigación, se esconde una pregunta crucial: ¿qué ha puesto en marcha tal o cual descubrimiento en términos de lo que llamaríamos «creación de acuerdos»? Así, cuando Rulon Clarck le dice a Ed Yong: «El estudio de los reptiles hace que el investigador sea muy sensible a la temperatura y al tiempo que hace» (p. 181), o cuando Graham Martin le señala este contraste recordando que el mundo visual de los seres humanos se encuentra delante de ellos, y que los seres humanos se desplazan entrando en él, mientras que, por el contrario, «el mundo de las aves se encuentra a su alrededor y ellas se desplazan atravesándolo» (p. 89).

Barbara Smuts entre varios babuinos con los que ha realizado investigaciones en Gilgil, Kenia.

Ed Yong nos recuerda que entrar en un mundo completamente diferente requiere aprender a convertirse un poco en «otro». Es decir, aprender, como subrayaba Donna Haraway sobre el trabajo de Barbara Smuts para familiarizar a los babuinos con su presencia4, a «deshacerse» y «reconstruirse». Aprender a desaprender, en cierto modo. «Todo lo que sabemos hasta ahora sobre la visión animal», le dice Sumner-Rooney, «se basa en el ojo. Nos basamos completamente en todo un siglo de trabajos sobre retinas contiguas, cuyos fotorreceptores están próximos y agrupados». Sin embargo, precisa el investigador, «un animal no necesita ver una imagen para utilizar la visión. Pero los seres humanos son criaturas que dependen tanto de la visión que intentar concebir sistemas completamente ajenos es muy difícil5» (p. 87).

Lea también en Terrestres, Roméo Bondon, «Pensar desde el pájaro», diciembre de 2020.

Sintonizar

Por eso Yong también se interesa por ciertas particularidades de algunos científicos. Así, muchos biólogos sensoriales han estudiado arte, lo que les permite ver «más allá de los mundos sensoriales creados automáticamente por nuestro cerebro», otros tienen «facultades divergentes» : uno, que estudia la visión de los cefalópodos, no puede reconocer los rostros; otro, daltónico, estudia la visión del color en las mariposas; otro más, que estudia las señales visuales y vibratorias en los pavos reales, ve los colores de forma diferente según los mira con un ojo u otro.

Esto es también lo que llamamos «creaciones de acuerdo», pero no se trata solo de eso. Se trata, para cada uno de estos científicos, de «sintonizarse» (el término inglés attunement sería perfecto aquí), de pensar no en la cabeza del otro, sino en el mundo del otro, el mundo que el otro crea con sus percepciones, sus intereses, sus posibilidades de actuar. Y para ello, a menudo deben replantearse todo lo que creían saber, no solo en lo que respecta a sus propias formas corporales, sensibles y perceptivas de ser como seres humanos, sino también el legado de décadas de investigación. Se trata de desacordarse de su propio mundo, de sus propios usos. Y ese es precisamente el motivo de la larga investigación llevada a cabo por Ed Yong. No se trata de descentrarnos (¿no sería eso volver a arrogarse la posición central?), ni de ponernos «en la cabeza» de otro, sino de buscar habitar de otra manera un mundo diferente. Volverse sensible a otras cosas, como la temperatura y el tiempo que hace; aprender a ver el mundo no como algo que está delante de nosotros (como un cuadro), sino como un paisaje que nos rodea, no solo alrededor, sino por encima y por debajo. Un mundo inmenso, en realidad.

El libro tiene como subtítulo: «Cómo perciben el mundo los animales». Es una oportunidad para volver sobre algo que oímos decir a menudo: que es imposible ponerse en la mente de un animal. Que nunca podremos «realmente» saber lo que piensa o cómo piensa. Pero ¿no es este el malentendido más tóxico? Lo que más nos entristece de este tipo de advertencias, rechazos o críticas cientificistas o positivistas es que se basan en una concepción, o más bien en una ambición, de un conocimiento «totalizante». Es como si lo que hay que descubrir fuera el espejo idéntico de una realidad que espera ser «desvelada»: quienes hayan leído el extraordinario libro de Carolyn Merchant, La muerte de la naturaleza, verían inmediatamente en esta ambición de desvelamiento el producto de una historia de las ciencias que aún lleva las temibles marcas de la Inquisición.

Imaginar

En otras palabras, esta concepción del conocimiento, de la relación entre lo que sabemos y la realidad, no puede ser más que carente de imaginación. Por el contrario, los conocimientos de los científicos que nos gustan, porque nos interesan, porque realmente logran modificar lo que sabemos y porque esos conocimientos tienen efectos en este mundo, solo pueden aprender de aquellos a quienes estudian especulando, aproximándose, deshaciéndose, a menudo de forma lúdica, las formas habituales de habitar el campo de nuestras percepciones —lo que Yong denomina «un salto imaginativo iluminado»— aunque solo sea para resistir la tentación de ver su sentido a través del nuestro (p. 22): «Durante este viaje (…) nuestras intuiciones serán nuestros mayores obstáculos y los frutos de nuestra imaginación nuestras mayores bazas» (p. 23).

De hecho, con este mismo término se abre el libro, con sus primeras palabras: «Imaginen un elefante en una habitación. Un mamífero imponente. Una evidencia masiva. Imaginen una habitación lo suficientemente grande como para albergarlo (…) Imaginen un ratón que se cuela en la habitación trotando». Ya estamos avisados, esto es lo que se espera de nosotros: aceptar la prueba de la imaginación. La escritura de Ed Yong, desde el principio, realiza una puesta en condición, es un dispositivo. Él mismo lo reconocerá un poco más adelante, de eso se trata cuando anuncia los temas de cada uno de los capítulos: «A continuación [cuando hayamos recorrido los capítulos sobre los sentidos que nos son cercanos y aún fácilmente accesibles], como viajeros sensoriales experimentados cuya imaginación ha sido plenamente preparada, daremos nuestro salto imaginativo más difícil al mundo de los sentidos extraños» (p. 26).

Françoise Chanut, The Sound of Dinner, PLoS Biology Vol. 4/4/2006, e107 https://dx.doi.org/10.1371/journal.pbio.0040107

Detengámonos primero un poco más en la primera escena, el encuentro entre un elefante y un ratón en una habitación. A continuación, aparecen un petirrojo, un búho, un murciélago, una serpiente de cascabel, una araña y un mosquito. Cada uno de estos seres se mueve, canta y envía señales. Algunos las perciben, otros no: cada uno recibe una pequeña parte de lo que los demás perciben sensorialmente, unos con el oído, otros con el tacto, la vista, el olfato, la termorrecepción, los infrarrojos, los ultrasonidos, los ultravioletas, los infrasonidos, los campos magnéticos, las corrientes eléctricas, las feromonas… a veces incluso con una combinación de varios regímenes sensoriales. «Ninguna criatura puede percibirlo todo, y ninguna lo necesita» (p. 18). ¿Por qué íbamos a ser diferentes?

Poblar

No se trata, pues, de «revelar» mecanismos perceptivos, sino de intentar comprender, de habitar con la imaginación un mundo «que se extiende y se profundiza» (p. 24). Y ese es precisamente el objetivo, el motivo de este libro: ampliar y profundizar el mundo. Poblándolo. O más precisamente (y lo que nos parece responder a la tentación tóxica de un conocimiento «totalizante»), atreviéndonos a acuñar un neologismo inspirado en William James, «pluriversificándolo», reconociéndolo como un «pluriverso6». Un mundo entendido como una pluralidad de mundos heterogéneos con conexiones y fronteras móviles, «un mundo, como escribía James, ni enrollado sobre sí mismo, ni cerrado». Busquen las conexiones, abrirán las puertas del universo, y eso son experimentos: escuchen a los pequeños chupadores de savia que son los membrácidos y se darán cuenta, propone Yong, de que «las plantas están recorridas por cantos vibratorios», sigan a un perro durante un paseo y descubrirán que «las ciudades están cuadriculadas por una maraña de olores que transportan las biografías y las historias de sus habitantes7» (p. 24).

Uno de nosotros podría dar un nombre a este particular enfoque del conocimiento: «perspectiva etológica8». El adjetivo «etológico» permite insistir en un aspecto que atraviesa el libro de Ed Yong cuando describe el trabajo de los científicos, pero que queda en gran medida borrado cuando comenta este trabajo, a saber, que la imaginación es una condición necesaria, pero no suficiente, para acercarse a las perspectivas animales. Además, es necesario acercarse a los animales que hacen realidad estas perspectivas, observarlos y, en su caso, interactuar con ellos: «para comprender el Umwelt de otro animal, hay que observar su comportamiento» (p. 186).

Lo que queremos destacar es que la observación siempre está mediada. Se necesitan cámaras infrarrojas para estudiar los movimientos de las serpientes de cascabel en la oscuridad. Altavoces y una sala insonorizada para evaluar los sonidos que oyen las ranas túngara. Radares para darse cuenta de que las ballenas se comunican (o al menos están «en contacto acústico tenue», p. 274) a través de miles de kilómetros de distancia. Programas informáticos para ralentizar las grabaciones de sonido con el fin de escuchar la música que emiten aves como los diamantes mandarines y confirmar al mismo tiempo lo que «los apasionados de las aves sospechan desde hace tiempo, [en este caso] que el oído de un pájaro capta muchos más detalles por unidad de tiempo que el nuestro» (p. 265).

Por la noche, los arbustos suelen estar más calientes que el sustrato circundante, lo que permite obtener fondos térmicos variados. Las serpientes de cascabel los utilizan para detectar mejor a sus presas por contraste gracias a su visión infrarroja · Fig. 1, en Schraft, H.A., Bakken, G.S. & Clark, R.W. Las serpientes con sensores infrarrojos seleccionan la orientación de la emboscada en función de los fondos térmicos. Sci Rep 9, 3950 (2019). https://doi.org/10.1038/s41598-019-40466-0

Todas estas tecnologías son improvisaciones que los etólogos se esfuerzan por perfeccionar para acercarse a las perspectivas animales. Ya sean simples o avanzadas, estas tecnologías nunca ofrecen un acceso inmediato a los mundos animales: «Para apreciar los colores que ve otro animal, no basta con añadir un filtro de Instagram a su visión» (p. 127). La descripción detallada de las mediaciones permite evitar la ilusión del doble clic que criticaba Bruno Latour, la ilusión de que se puede pasar de un estado de ignorancia a un estado de conocimiento en un abrir y cerrar de ojos, en uno o dos clics como mucho, con los que se podría pasar de la nada a todo, sin esfuerzo ni transformaciones9.

Por el contrario, la descripción minuciosa que Ed Yong hace de los dispositivos de observación científica sirve de baluarte contra lo que Donna Haraway llamaba la ilusión de la movilidad infinita. Lo que afirmaba en su artículo seminal «Les savoirs situés» (Los conocimientos situados) sobre las imágenes que intentan mostrar cómo ve el mundo una abeja es igualmente válido para Un mundo inmenso en su conjunto: «Todas estas imágenes del mundo [y todos los capítulos del libro de Yong] no deberían ser alegorías de una movilidad y una intercambiabilidad infinitas, sino más bien alegorías de la elaboración de especificidades y diferencias, así como del cuidado afectuoso con el que algunas personas se esfuerzan por aprender a ver fielmente desde el punto de vista de otra10 […]».

Lo que importa

La perspectiva elaborada por Ed Yong puede considerarse etológica también por otra razón. Cuando nos aproximamos a la perspectiva de otro animal, surge una pregunta recurrente: «Si los dicromáticos pueden crecer y prosperar con unas pocas decenas de miles de colores, ¿para qué pueden servir millones de colores a los tricromáticos?». (p. 112). «Pero si las mantis ya tienen 12 categorías de fotorreceptores, ¿para qué les podrían servir seis receptores adicionales especializados en el análisis de la polarización de la luz?». (p. 138), «Pero, dado que dicha radiación [infrarroja] se atenúa rápidamente con la distancia, ¿para qué podría servir a un animal [el lobo] que ya tiene un oído y un olfato muy desarrollados?» (p. 187). He aquí, pues, la pregunta etológica: ¿para qué pueden servir estas perspectivas? ¿Por qué son importantes para los seres que las han desarrollado?

La influencia de la luz del faro de Eddystone en la migración de las aves / Marian Eagle Clarke · Frontispicio de la obra Studies in bird migration de William Eagle Clarke (1912)

Para responder a esta pregunta, Yong comienza a relatar los hábitos y costumbres de los animales: ¿qué comen? ¿A qué hora del día? ¿En qué lugar? ¿Cómo se aparean? ¿Qué les atrae o les repele? ¿Con quién se comunican? ¿A qué distancia, en qué medio (acuático, aéreo)? ¿Quiénes son sus depredadores y cómo se protegen de ellos? Así, por poner solo un ejemplo, si los calamares gigantes tienen los ojos más grandes de todos los animales (del tamaño de un balón de fútbol), es para ver desde lejos a los grandes cachalotes (sus principales depredadores): «Los grandes cachalotes no producen su propia luz. Pero, al igual que un sumergible que desciende a las profundidades, cuando chocan con pequeñas medusas, crustáceos o plancton, provocan en ellos destellos de bioluminiscencia. Con sus ojos desproporcionadamente grandes, el calamar es capaz de ver estos destellos característicos a 120 metros, una distancia suficiente para poder huir» (p. 103).

Acercarse a una perspectiva es, por tanto, sumergirse en el entorno de los animales. Ed Yong habla de perspectiva o punto de vista, pero también podríamos hablar de puntos de audición, puntos de olfato, puntos de vibración u otros sentidos, ya que el autor les da voz a todos ellos. También deberíamos concebirlos como «puntos de vida11)», ya que todas estas formas de percibir son formas de vivir.

Una última razón para llamar a estas perspectivas «perspectivas etológicas» es que nos invitan a modificar nuestros comportamientos. En efecto, «en lugar de entrar con cautela y respeto en los Umwelten de otros animales, les imponemos nuestro propio Umwelt bombardeándolos con estímulos de nuestra propia fabricación» (p. 396). Lo mismo ocurre con todas esas «contaminaciones sensoriales» que, en comparación con otras formas de contaminación, se mencionan con menos frecuencia: «Por nuestra culpa, la luz invade la noche, el ruido ahoga el silencio y nuevas moléculas contaminan el agua y el suelo. Desviamos la atención de los animales de lo que deberían percibir, ahogamos sus señales vitales engañándolos con trampas sensoriales, como las polillas son atraídas por la luz de una llama» (pp. 396-7). Al ampliar el mundo, al pluralizarlo, Yong no busca hacerlo sólido e indestructible, sino mostrar toda su fragilidad, todas las relaciones sutiles e inestables entre los seres y las perspectivas: demasiado luz, demasiado ruido, demasiadas señales olfativas ponen en peligro incluso el más inmenso de los mundos.

Para profundizar, lea también Frans de Waal, «La invasión silenciosa. La primatología de Imanishi y los prejuicios culturales en las ciencias», enero de 2022.

Notas

  1. La traducción del título al francés, realmente desafortunada, era: «Yo, microbiota, amo del mundo».[]
  2. Sin embargo, sabiendo en qué mundo vivimos, las empresas y los ejércitos no han dejado de ver el beneficio que podían obtener de las innumerables posibilidades de biomimética que ofrecía cada descubrimiento a la ingeniería inversa.[]
  3. Baptiste Morizot, Manières d’être vivant, Arles, Actes Sud, 2020.[]
  4. El análisis del trabajo de Barbara Smuts por Donna Haraway figura en el libro de esta última: Quand les espèces se rencontrent, La Découverte, 2021.[]
  5. Y si recordamos que la visión se constituyó originalmente a partir de tentáculos quimiosensibles, que se improvisó a partir de un sistema que inicialmente servía para percibir los olores y el tacto, el cuadro se complica aún más (nota, p. 85).[]
  6. Para el filósofo William James, en A Pluralistic Universe (1909), no puede haber un conocimiento «global», sino un conocimiento del que sabemos que siempre habrá algo o alguien que escapará a nuestro conocimiento, que seguirá sin ser considerado; el pluriverso, dice, se parece más a una república federal que a un reino. Esta noción de pluriverso ha fecundado ampliamente el pensamiento de la descolonización.[]
  7. «Hacer volar una cometa permite, quién sabe, pensar como el viento», concluía Sophie Krier al final de su correspondencia con Tim Ingold, «Habiter le monde et être habité», Perspectives, 2021, 2: 89-110.[]
  8. Thibault De Meyer, Qui a vu le zèbre ?, Les Liens qui libèrent, 2024.[]
  9. Bruno Latour, Enquête sur les modes d’existence, París, La Découverte, 2012, p. 103.[]
  10. Donna Haraway, «Les savoirs situés : la question de la science dans le féminisme et le privilège de la perspective partielle», trad. Denis Petit, Manifeste cyborg et autres essais, pp. 102-142, París, Exils, 2007, p. 118 (traducción ligeramente modificada).[]
  11. Según la bella expresión que encontramos tanto en Emanuele Coccia (La vida de las plantas. Una metafísica de la mezcla, Payot-Rivage, 2016, como en Bruno Latour (¿Dónde aterrizar, La Découverte, 2017[]

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4. Rearme alemán.

Yo creo que tienen que darse prisa, porque para 2030 se anuncian la guerra de la OTAN contra Rusia, contra China y lo que se nos ponga por delante. Ya vamos un poco justos de tiempo. Y además, después de todo, ¿qué puede salir mal con un rearme alemán? Un análisis de Iannuzzi sobre el tema.

https://robertoiannuzzi.substack.com/p/il-riarmo-tedesco-riporta-leuropa

El rearme alemán hace retroceder a Europa un siglo

Se necesitarán años para reconstruir el ejército alemán, pero esta decisión marca un punto de inflexión que cambiará el rostro de Alemania. Y de Europa.

Roberto Iannuzzi

6 de junio de 2025

BREVE NOTA DE SERVICIO: La próxima semana no se publicará el boletín porque tengo que someterme a una pequeña intervención quirúrgica (nada grave). Espero poder retomar la publicación con normalidad a partir de la semana siguiente.

El anunciado rearme alemán devuelve al viejo continente a una lógica de poder largamente olvidada, en un contexto de tensiones y desequilibrios europeos, además de una dura confrontación con Rusia, lo que sin duda no augura nada bueno para el futuro de Europa.

Países como Gran Bretaña, Francia y Polonia pretenden seguir el ejemplo alemán, mientras que otros observan con preocupación.

La idea de reforzar el ejército alemán no es nueva. Se remonta al anuncio del llamado «giro histórico» (Zeitenwende) por parte de Olaf Scholz, predecesor del actual canciller, tras la invasión rusa de Ucrania en 2022.

Sin embargo, dos años después de ese anuncio, el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores publicó un informe en el que afirmaba que el «giro» no se había producido.

Pero con la llegada de Friedrich Merz a la cancillería, las cosas parecen haber cambiado. En primer lugar, ha reformado el techo de la deuda, una novedad sin precedentes en la política fiscal alemana, que permite desbloquear cientos de miles de millones de euros en gastos de defensa.

Este flujo de dinero también servirá para financiar el ya considerable apoyo a Kiev (Alemania es el segundo proveedor de ayuda militar a Ucrania después de Estados Unidos).

La reconstrucción del ejército alemán llevará años y habrá que superar obstáculos internos, pero esta decisión marca un punto de inflexión que cambiará el rostro de Alemania. Y de Europa.

En su discurso de investidura ante el Bundestag, el pasado 14 de mayo, Merz prometió convertir las fuerzas armadas alemanas en «el ejército convencional más fuerte de Europa», una decisión que rompe un tabú histórico.

El rearme alemán ha sido un tema tabú durante toda la posguerra tras la catastrófica experiencia del nazismo. Incluso después de la reunificación de 1990, Alemania ha dado prioridad a su influencia económica frente a la militar.

A pesar de ello, Merz calificó la decisión de invertir masivamente en defensa como «más que apropiada para el país más poblado y económicamente más fuerte de Europa».

Llegó incluso a afirmar que «nuestros amigos y socios […] nos lo están pidiendo». Una tesis que puede valer para los Estados Unidos de Trump, que ha pedido a sus aliados europeos que destinen hasta el 5 % del PIB a defensa, pero que ciertamente no se ajusta a varios países continentales que están preocupados por la perspectiva del rearme alemán.

Sobre todo porque el correspondiente plan de gasto militar promovido por la Unión Europea favorece a quienes ya disponen de recursos financieros (como Alemania), mientras que los demás países solo podrán invertir en defensa a costa de recortar otras partidas presupuestarias.

En cualquier caso, la reacción más dura, a la luz de los antecedentes históricos, ha sido la de Rusia. El ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, ha calificado de «preocupante» el plan de rearme alemán, añadiendo que «muchos han recordado inmediatamente el siglo pasado, cuando Alemania se convirtió por dos veces en la principal potencia militar, y los problemas que eso provocó».

La irritación rusa se ve acentuada por la actitud claramente hostil hacia Moscú del canciller Merz.

Nada más tomar posesión, mostró un gran activismo en política exterior visitando numerosas capitales europeas para discutir la «amenaza» de lo que calificó de «Rusia militante y revisionista».

Merz viajó a Kiev y recibió al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky en Berlín. Planteó la posibilidad de suministrar a Ucrania misiles Taurus de largo alcance (más de 500 km) de fabricación alemana, pero luego se vio obligado a dar marcha atrás ante la resistencia interna de su propio Gobierno.

Como alternativa, Berlín y Kiev han firmado un memorando de entendimiento para la producción de misiles de largo alcance en territorio ucraniano basados en tecnología alemana. El acuerdo forma parte de un paquete de 5000 millones de euros con el que Berlín financiará la industria bélica ucraniana.

Estas noticias han suscitado duras reacciones en Moscú. El presidente de la Comisión de Defensa de la Duma, Andrei Kartapolov, ha declarado que Rusia atacaría objetivos en territorio alemán si Berlín llevara a cabo su amenaza de entregar los Taurus a Kiev.

Mientras tanto, el 22 de mayo, Merz viajó a Lituania para inaugurar la primera brigada alemana desplegada de forma permanente en el extranjero desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Se prevé que cuente con 5000 efectivos para 2027.

Y es precisamente desde territorio lituano, no lejos de la frontera rusa, donde el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, ha hablado de una «Rusia agresiva y revisionista», calificándola de «principal amenaza para la seguridad europea».

Por una amarga ironía de la historia, el cuartel general de la brigada alemana se encuentra en Nemenčinė, a solo dos kilómetros del lugar donde los nazis alemanes y lituanos masacraron a gran parte de la población judía de la ciudad en el otoño de 1941.

La masacre de Nemenčinė formó parte del exterminio masivo de los judíos de Lituania, del que sobrevivieron menos del 5 %.

Las autoridades alemanas y lituanas no hicieron ninguna referencia a esa dramática página de la historia el pasado 22 de mayo.

Sin embargo, recordar episodios como este sería útil para no olvidar cómo el militarismo y la intransigencia política ya sumieron a Europa en el abismo en el pasado.

Este artículo apareció en Il Fatto Quotidiano.

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5. La pelea del siglo.

Para terminar la semana con la trifulca que tan buenos ratos nos ha hecho pasar, os paso un par de análisis sobre el tema. Empiezo con la visión digamos «liberal» en el sentido estadounidense del término, de Adam Tooze, y el resumen de Ferrero con numerosos enlaces a otros análisis. Pero, como ya sabemos, todo está en Los Simpsons:

ImagenFuente: https://x.com/MathRestaurant/status/1930722643860193759

https://adamtooze.substack.com/p/chartbook-388-trump-v-musk-alien

Chartbook 388: Trump contra Musk: ¿Alien contra Predator o «marcha fúnebre» hacia un vacío político?

(Ah, y el Sr. Merz también va a Washington).

Adam Tooze

6 de junio de 2025

¡Los historiadores del futuro van a tener mucho trabajo! ¿Cómo van a explicar esta imagen de un sitio web de noticias indio sobre lo que parece ser una disputa entre el hombre más poderoso del mundo y el que hasta hace poco era el hombre más rico del mundo, delante de alguien llamado «Merz»? ¿Por qué la disputa? ¿Por qué la vergüenza? ¿Y quién es Merz?
Resulta que la visita a la Casa Blanca del canciller alemán Friedrich Merz el jueves 5 de junio de 2025 puede, después de todo, pasar a la historia. No como el evento cuidadosamente orquestado en las relaciones entre Estados Unidos y Europa que Berlín ansiaba, sino por los comentarios realizados por Trump durante la conferencia de prensa, que fue terriblemente parcial.

Mientras las cámaras ignoraban a Merz y se centraban en el presidente, Trump aprovechó el momento para arremeter contra Musk por sus críticas al Big Beautiful (Budget) Bill.

La parte alemana se alegró de que Trump acaparara toda la atención. Esto minimizó la posibilidad de que Merz cometiera un paso en falso y mantuvo a J. D. Vance al margen. Berlín temía que Vance pudiera ventilar los temas de su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich. En particular, temían que Trump o, más probablemente, Vance se pusieran públicamente del lado de la extrema derecha AfD y obligaran a Merz a hacer una embarazosa declaración de principios sobre los «cortafuegos» democráticos.

Al final, Trump divagó. La reunión terminó. Merz, Trump y sus equipos se retiraron para un almuerzo de negocios que, según todas las fuentes, transcurrió sin incidentes. Mientras tanto, el mundo estalló cuando Musk tomó represalias contra Trump. Musk afirmó que sin su apoyo Trump y los republicanos no estarían en el poder. Sacó a relucir los archivos de Epstein y respaldó los llamamientos a la destitución de Trump.

La dinámica entre Trump y Musk dará lugar a infinitos comentarios. La pregunta más importante es cómo es posible esto:

a. ¿Cómo puede la facción dominante del poder en Estados Unidos estar tan poco unida? ¿Cómo pueden las líneas de poder ser tan poco claras?

y

b. Desde el punto de vista político: ¿por qué la mayoría política que apoya la agenda política clave de Trump es tan frágil que es concebible que la ley más importante de Trump sea objeto de ataques tan agresivos desde dentro de su propio bando?

Dado que la incoherencia de los republicanos como bloque de poder ha sido ampliamente analizada, centrémonos en el aspecto político.

Al fin y al cabo, al menos en apariencia, la discusión entre Trump y Musk es una discusión sobre política. Musk se opone al Big Beautiful Bill (BBB) de Trump por el enorme déficit que prevé y por no recortar el gasto público de forma más agresiva. El hecho de que sea posible un choque tan vivo entre el presidente y un partidario tan importante como Musk pone de manifiesto la fragilidad de la agenda política de Trump. Y esto destaca, una vez más, un aspecto verdaderamente notable del segundo mandato de Trump.

Lo sorprendente tanto de la política arancelaria de Trump como del gigantesco amalgama de políticas que es el BBB es hasta qué punto, a pesar de su agresividad y magnitud, existen en el vacío político creado por el dominio de Trump sobre el Partido Republicano.

El Partido Republicano quiere ser «todo Trump». Si no lo es, ¿qué es? Así que Trump consigue lo que quiere. Pero cuando Trump consigue lo que quiere —aranceles realmente elevados y la permanencia de sus grotescos recortes fiscales de 2017—, ¿quién más en la clase política lo quiere realmente?

Los aranceles son el ejemplo más gratuito de este vacío de la política trumpista.

Lo llamativo de los aranceles no es solo que sean tan altos o tan descabellados, sino que ningún grupo de interés poderoso de la sociedad estadounidense los está pidiendo realmente. Es cierto que algunas empresas y algunos sindicatos desearían que se adoptaran medidas de protección. No es de extrañar. Pero nadie pide una guerra comercial con Canadá o México, ni aranceles del 140 % sobre el comercio con China.

Esta falta de respaldo queda al descubierto en la debilidad de la posición negociadora de Trump frente a China. A pesar de todas sus bravuconadas sobre las muñecas Barbie, el presidente se ha dado cuenta claramente de que un impuesto al consumo gigante sobre el hogar medio estadounidense sería una mala idea. Mientras tanto, las tensiones causadas por la agresividad arancelaria de Trump están dividiendo su coalición de manera importante. Estas fisuras son menos espectaculares que la pelea con Musk, pero no por ello menos significativas.

Matt Ford, en un artículo reciente publicado en New Republic, ha puesto de manifiesto un conflicto con la coalición de Trump en torno al papel de los tribunales a la hora de juzgar los poderes presidenciales de Trump para imponer aranceles. Trump se enfrenta ahora a sentencias inconvenientes dictadas por jueces que fueron nombrados en su primer mandato en estrecha colaboración con la Federalist Society, un grupo muy influyente de la derecha estadounidense. Refiriéndose a Leonard Leo, copresidente del consejo de administración de la Federalist Society, el titular de New Republic reza:

«El antiguo hombre fuerte de la Sociedad Federalista utilizó al presidente para lograr la supremacía judicial. Ahora todo ese trabajo podría quedar arruinado por el monstruo que él mismo ha desatado».

Una reciente sentencia de un tribunal de tres jueces de la Corte de Comercio Internacional de Estados Unidos, por lo demás desconocido, que anula la política económica estrella de la Casa Blanca, supone una amenaza fundamental para la política comercial estrella de Trump. Es revelador que la demanda contra los aranceles presidenciales fuera presentada por un grupo que cabría esperar que perteneciera a la base del MAGA, una «coalición de propietarios de pequeñas empresas» que se opuso por diversos motivos legales a las políticas comerciales arbitrarias de Trump.

La sentencia del tribunal no dejó lugar a discusión. Independientemente de la interpretación que se aplique, «cualquier interpretación de [la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional de 1977] que delegue una autoridad arancelaria ilimitada (al presidente) es inconstitucional».

Un tribunal federal de apelación intervino rápidamente y es posible que el Tribunal Supremo se vea obligado a resolver la disputa. Pero, como señala Ford, el enfrentamiento pone de manifiesto una «fractura pública entre Trump y el movimiento legal conservador». Y no son solo los jueces o los propietarios de pequeñas empresas los que están en pie de guerra. Trump también está furioso. En una publicación en TruthSocial, Trump denunció la sentencia del Tribunal de Comercio Internacional de Estados Unidos como

«¡tan errónea y tan política! … Esperemos que el Tribunal Supremo revoque esta horrible decisión que amenaza al país, RÁPIDAMENTE y con DECISIÓN. ¡No se debe permitir que los «estafadores» de trastienda destruyan nuestra nación! La horrible decisión establecía que yo tendría que obtener la aprobación del Congreso para estos aranceles… En otras palabras, cientos de políticos se sentarían en Washington durante semanas, e incluso meses, tratando de llegar a una conclusión sobre qué cobrar a otros países que nos tratan injustamente».

Por supuesto, esto es precisamente lo que exige la interpretación convencional de la Constitución de los Estados Unidos. Y eso significa que no solo están involucrados los propietarios de pequeñas empresas, sino también los profundos compromisos profesionales de los abogados conservadores. Los abogados conservadores son un grupo de presión importante. Están profundamente arraigados en el tejido del Estado estadounidense. Y en la primera administración de Trump fueron un aliado clave.

Como explica Ford, en el momento de su candidatura a la presidencia en 2016:

«Trump tenía tanto interés en las teorías jurídicas conservadoras como en la poesía medieval búlgara. Las élites jurídicas conservadoras temían que eligiera a sus propios candidatos judiciales en lugar de a los que habían estado preparando durante una generación. Los dos bandos se reconciliaron después de que Trump publicara en septiembre una lista reducida de candidatos al Tribunal Supremo entre los que elegiría para sustituir a Scalia si resultaba elegido. La lista incluía a algunos de los juristas conservadores más destacados del momento, lo que dio a antiguos adversarios como el senador de Texas Ted Cruz una razón para apoyarlo abiertamente. Tras ganar y tomar posesión, Trump se apoyó en esas mismas élites jurídicas conservadoras para dar forma a su estrategia general de nombramientos judiciales, cumpliendo así su parte del acuerdo implícito».

Ahora Trump está furioso.

«Estoy muy decepcionado con la Sociedad Federalista por los malos consejos que me dieron en numerosas nominaciones judiciales», se desahogó Trump. «¡Esto es algo que no se puede olvidar!».

La ruptura entre la Sociedad Federalista y Trump puede no atraer la misma atención que su ruptura con Musk, pero es importante. No hay un campo de batalla más importante en la política y la sociedad estadounidenses actuales que la ley y los tribunales, y no hay un grupo más influyente que la Sociedad Federalista.

No sabemos cómo terminará esta lucha, pero como señala Ford: «El problema del movimiento legal conservador es que Trump ya no los necesita realmente. Su control sobre el Partido Republicano es férreo».

Así es como parecía hasta ahora. Pero esa es también la cuestión que se está poniendo a prueba en lo que es en realidad el punto de conflicto entre Trump y Musk: la lucha por aprobar en el Congreso el llamado Big Beautiful Bill de Trump.

Cam y yo hablamos de esto en el último episodio del podcast.

Y también publiqué un artículo en el Times esta semana en el que situaba la actual situación presupuestaria de Estados Unidos en una perspectiva histórica.

La BBB ofrece beneficios tan enormes y gratuitos a la clase alta estadounidense que se podría pensar que hay un poderoso impulso político detrás. Como explica Emily Jashinsky, de UnHerd:

«La ley de recortes fiscales era una promesa electoral emblemática del Partido Republicano, y la Casa Blanca la ha presentado como un complemento necesario a las duras subidas de aranceles. La BBB contiene una especie de política industrial, con disposiciones destinadas a atraer la relocalización y la inversión nacional».

Trump está impaciente. Quiere tener la ley en su escritorio antes del 4 de julio. Pero si escuchamos las voces conservadoras, empezamos a preguntarnos si esto no será un puente demasiado lejos. Los republicanos de la Cámara de Representantes apenas han remitido el paquete de reconciliación al Senado, y los cambios introducidos por este último aún deben ser aprobados por la Cámara». Incluso teniendo en cuenta los egos desmesurados y frágiles que hay en juego, cuanto más se analizan las maniobras en torno a la BBB, más parece que la explosión entre Trump y Musk era un accidente anunciado.

Al fin y al cabo, oponerse al BBB de Trump, aunque sea por diferentes razones, es algo en lo que Steve Bannon y Elon Musk están realmente de acuerdo. Mientras que Musk declaró que este «proyecto de ley de gastos del Congreso, enorme, escandaloso y lleno de prebendas, es una abominación repugnante», Bannon exigió que, para detener la «bomba de deuda», los ricos «no puedan obtener una prórroga de la rebaja fiscal». Varios senadores han expresado sus dudas sobre la falta de recortes adecuados en el gasto y el exceso de deuda. Otros, como Josh Hawley, se han distanciado de los recortes a Medicare.

Como dice Jashinsky, la «lucha por el BBB está enfrentando a tantas corrientes diferentes del republicanismo MAGA que es prácticamente una batalla real por el alma del Partido Republicano de Trump».

Sobre el estado de ánimo en las filas republicanas en torno al BBB, me pareció especialmente esclarecedora una entrevista concedida por Oren Cass a Politico.

Cass es el economista jefe del think tank de derecha American Compass y, según Politico, «uno de los principales defensores del populismo económico conservador». En la entrevista, Cass no se anda con rodeos. En su opinión, el esfuerzo por aprobar el Big Beautiful Bill es «una marcha fúnebre a través de una serie de decisiones que nadie quería tomar realmente».

Como resume Politico:

Hay un puñado de disposiciones en el proyecto de ley que atraen a quienes intentan alejarse de la ortodoxia económica republicana. Pero, en general, dijo, el proyecto de ley es una mezcolanza desordenada de prioridades conservadoras convencionales que no ayudarán mucho a los votantes de clase trabajadora de Trump ni al público en general. El eje central de la legislación es una prórroga de los recortes fiscales de Trump de 2017, que aumentará significativamente el déficit federal, incluso aunque incluye recortes profundos en Medicaid y en los programas de cupones de alimentos para los estadounidenses con bajos ingresos. «No es algo que tenga una lógica especialmente coherente ni muchas perspectivas de lograr realmente lo que creo que la gente quiere»,

Las respuestas de Cass son esclarecedoras. Cuando se le pregunta si el BBB no es un ejercicio convencional de recorte de impuestos republicano, responde:

Creo que «convencional» es quizás un término un poco generoso, en la medida en que un paquete fiscal republicano convencional parte de una idea económica motivadora que entusiasma a la gente. Este parece ser simplemente —lo comparo con una marcha fúnebre a través de una serie de decisiones que nadie quería tomar realmente—. Nadie tiene realmente argumentos a favor, y no está claro por qué se está haciendo. Supongo que eso es lo mejor que se puede decir al respecto. … Parece que aprobaron la rebaja fiscal en 2017 y estaba a punto de expirar, por lo que había que prorrogarla. Pero, obviamente, ni siquiera había un apoyo especialmente sólido para ello. Es sorprendente hasta qué punto no se escuchan argumentos coherentes sobre por qué es algo que necesita la economía, o qué relación tiene realmente con alguna prioridad importante o con el impulso del crecimiento o cualquier otra cosa. Si hay un cambio interesante, es que, mientras que en el pasado se habría dicho simplemente: «Bueno, esto se paga solo», esta vez se reconoce que no se paga solo… Creo que el proceso por el que lo han conseguido demuestra el poco entusiasmo que hay por ello y la poca coherencia que tiene. … Recuerde cómo fue el debate la última vez que Donald Trump fue elegido presidente y llegó al cargo con mayoría en el Congreso, y compárelo con el debate actual. Es evidente que las cosas han cambiado mucho. Hay mucha menos confianza en los recortes fiscales al estilo de 1980, basados en la oferta, mucha más preocupación por recortar los programas de protección social y más entusiasmo por las políticas familiares y por destinar recursos a las familias. … Creo que es un ejercicio mental muy interesante preguntarse: «Si no existiera este recorte fiscal que expira en el primer año del segundo mandato de Trump, ¿sería esto lo primero en la lista?». Por la forma en que la gente lo está abordando, la respuesta es bastante obvia: no. Mientras que en 2001, con la llegada de George W. Bush, era la prioridad absoluta, y con Trump entrando en su primer mandato con Paul Ryan en la presidencia de la Cámara de Representantes, era lo que todo el mundo estaba deseando hacer. No creo que «hagamos una gran rebaja fiscal» sea lo que ocuparía un lugar central en la agenda si no fuera por el hecho de que la última gran rebaja fiscal está a punto de expirar justo en medio de todo esto. … La realidad es que hay una serie de disposiciones que están a punto de expirar y que, en general, esta gente votó a favor la primera vez, y obviamente hay un presidente que ha dado mucha prioridad a su prórroga.

Así pues, si se ponen en paralelo los dos principales ejes políticos de los primeros seis meses de la Administración Trump —los aranceles y el BBB—, se obtiene un fenómeno político realmente extraño, impulsado en última instancia por la preocupación de Trump por su propio legado personal, que es a la vez poderoso, dominante y frágil.

Un escenario plausible es que el resultado sea la desintegración y el estancamiento. ¿El enfrentamiento con Musk obstaculizará o acelerará la aprobación de la BBB? ¿Quién sabe? Recientemente, se habría imaginado que Musk libraría una guerra política sin cuartel contra los partidarios de la BBB. Quizás ahora tenga otras preocupaciones en mente.

Tampoco debemos ignorar la posibilidad de que la rivalidad policrática y la disfunción en torno a una única figura dominante no conduzcan a un punto muerto, sino a una radicalización acumulativa.

Para ver esta lógica en acción, pregúntese lo siguiente: si la actitud autoritaria de Trump en materia de aranceles y el desequilibrio del BBB están empezando a generar disensiones y desacuerdos, ¿en torno a qué podrían unirse los republicanos? Una respuesta obvia es la xenofobia racista. ¿Y quién mejor para transmitir ese mensaje que Stephen Miller?

Como Emily Jashinsky informó en UnHerd en términos bastante dramáticos:

El asesor de la Casa Blanca Stephen Miller pasó la noche del martes defendiendo en X que el controvertido proyecto de ley fiscal de Donald Trump es «la ley más importante que se está debatiendo actualmente en todo el mundo occidental en generaciones». Miller basó esa afirmación en el «Big, Beautiful Bill» (Gran y Hermoso Proyecto de Ley), ahora conocido en Washington como BBB, que aumenta «en varios órdenes de magnitud el alcance, la escala y la velocidad de la expulsión de extranjeros ilegales y delincuentes de los Estados Unidos». Este dramático planteamiento se produce en un momento en que la Casa Blanca se esfuerza por convencer a los halcones fiscales de que deben aceptar los recortes fiscales en medio de una crisis de deuda. … Las dramáticas publicaciones de Miller en X, que califican las disposiciones sobre inmigración como «la legislación más importante para el proyecto conservador en la historia de la nación», son reveladoras. La lucha contra la inmigración ilegal es lo que une al Partido Republicano alineado con Trump, tanto en Washington como entre los votantes. Miller y Trump, desesperados por cumplir una promesa clave de la campaña y reforzar la política arancelaria para detener la hemorragia, saben que esta es su mejor arma para presionar a los halcones fiscales y a los moderados. Criticar el BBB parecerá entonces criticar la aplicación de la ley de inmigración. Mientras los senadores se reúnen con Trump para alcanzar compromisos, es probable que aprovechen estas disposiciones para ceder menos en las negociaciones. En última instancia, con la Cámara de Representantes y el Senado, Trump podrá aprobar un proyecto de ley que los republicanos podrán vender como una gran victoria. La pregunta es si eso será realmente cierto, política e ideológicamente, y si serán capaces de conseguirlo antes de las vacaciones del Día de la Independencia, antes del receso de agosto y antes de entrar en un año de elecciones intermedias.

Cuando la economía política más directa ya no tenga fuerza, cabe esperar que entren en escena el racismo, la xenofobia y los llamamientos civilizatorios al «Occidente». Era lógico que un día que comenzó con la canciller alemana apelando al «ADN» común de Estados Unidos y Alemania y al espíritu del Día D para cortejar a Donald Trump en favor de la alianza atlántica, terminara con Steve Bannon pidiendo que se declare a Elon Musk extranjero ilegal y que se nacionalice SpaceX.

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https://www.elsaltodiario.com/analisis/musk-trump-lineas-fractura-trumpismo

“Izquierda europea, el rearme y la austeridad de la OTAN” por John Ross

TopoExpress, 6/06/2025. “Ante las desastrosas propuestas presentadas a la cumbre de la OTAN, la izquierda europea ha comenzado a coordinar sus actividades contra el aumento del gasto militar mediante la creación de Stop ReArm Europe. ¿Y la izquierda española?” Continuar leyendo «“Izquierda europea, el rearme y la austeridad de la OTAN” por John Ross»

MISCELÁNEA 7/06/2025

DEL COMPAÑERO Y MIEMBRO DE ESPAI MARX, CARLOS VALMASEDA.

ÍNDICE
1. Contra el capitalismo verde.
2. Los líderes como reflejo de la estupidez colectiva.
3. Trump y Musk vistos por Amar.
4. Trump, Eisenhower, y el estado profundo.
5. La intervención de la OTAN en los ataques a Rusia.
6. Más sobre las elecciones en Polonia.
7. Caja de herramientas para el embargo energético de Israel.
8. La maquinaria y el desempleo.
9. Resumen de la guerra en Palestina, 6 de junio de 2025.
Continuar leyendo «MISCELÁNEA 7/06/2025»

Reflexiones de Daniel Jiménez Schlegl

Como S., la política nacional me parece pelea cansina de patio de colegio. Y comparto plenamente que, como en su momento jugaron un papel determinante en el genocidio de Ruanda, ciertos medios de comunicación y periodistas dinamitan la deontología periodística y sólo van a crear opinión incendiaria de manera absolutamente irresponsable, escudados en la supuesta libertad de prensa. Continuar leyendo «Reflexiones de Daniel Jiménez Schlegl»

Donde se habla de Introducción a la lógica y al análisis formal y de Lógica elemental (y de otros asuntos complementarios, incluyendo las oposiciones a la cátedra de lógica de 1962)

Manuel Sacristán Luzón

Edición de Salvador López Arnal y José Sarrión Continuar leyendo «Donde se habla de Introducción a la lógica y al análisis formal y de Lógica elemental (y de otros asuntos complementarios, incluyendo las oposiciones a la cátedra de lógica de 1962)»