Sobre Montenegro y el «yugoslavismo”.

Una reflexión de José Luis Martína Ramos sobre Montenegro y el ‘yugosvalismo’, con enseñanzas para la situación actual en .Cat. Será de su interés.

El otro día me [SLA] preguntaste cómo se conseguí invertir los términos de una determinada hegemonía, y te decía que no tenía «a mano» ninguna. Bueno, en realidad tenía a mano unas cuantas en el sentido contrario por el que apostamos. Como se destruye una hegemonía a caballo del nacionalismo. Hay uno muy cercano en el tiempo, muy trágico y que persiste que sería buenos estar recordándolo en Cataluña día sí y día también. Es el caso de Yugoslavia. Hoy leo en Le Monde Diplomatique un artículo interesante sobre Montenegro, su independencia forzada de un territorio con identidades diversas entre las que, sumando todas, la serbia era la mayoritaria. Lo conecto con lo que estoy trabajando estos meses, sobre las nacionalidades y la política comunista, deformada a partir de 1924 (me vais a tener que aguantar muchos rollos sobre eso). En los comienzos del siglo XX, una de las corrientes políticas importantes en los Balcanes, con base social popular, fue el «yugoslavismo», la unión de todos los eslavos del Sur, que compartían lengua, con variantes locales y variaciones alfabéticas, en una sola comunidad política, una sola nación política, un solo estado. Curiosamente los principales apoyos al yugoslavismo estaban en los territorios croatas, entre los campesinos y los pequeños sectores obreros; y su mayor enemigo era la burguesía serbia. El yugoslavismo defendía un solo estado, una sola nación política y reconocía a su vez las diferencias en su seno, que proponía articular en un sistema federal. Contra lo que hubiese sido lo más lógico, y de izquierdas, la Internacional Comunista forzó a partir de 1923/24 el rechazo del yugoslavismo, al que identificó – inadecuadamente- con el nacionalismo gran serbio y sumergió al comunismo yugoslavo en una dinámica de autodestrucción y de destrucción de un bloque popular único en toda Yugoslavia, cuya desmembración proponía como salida al «conflicto nacional». Con la política del Frente Popular, y sobre todo con la lucha contra la ocupación italiana y alemana, se recuperó la propuesta de una resistencia unida y una Yugoslavia unida, pero nunca plenamente la del yugoslavismo. Se dejó que siguieran presentes las dinámicas de disgregación nacional, conformándose con que la costra común del estado comunista y el liderazgo popular de Tito mantuvieran la unidad por encima de esa disgregación. El ejemplo, para mí, más claro de esa mala opción -heredera de la política de 1924-1935- fue la fragmentación del PC Yugoslavo en la Liga Comunista Yugoslava. En vez del yugoslavismo federal se optó por una confederalización del estado y del partido, unida en la cima por el «titismo». Ya sabemos el resultado.
En esa dinámica de cesión a los particularismos nacionalistas, ¿quien fue sustituyendo al débil proyecto unitario del comunismo yugoslavo? Las iglesias: la confrontación entre la iglesia ortodoxa y la católica, que nuclea a su vez la consideración sobre la población musulmana de Bosnia, aceptada por los católicos y rechazada por los ortodoxos.
La guerra de la desmembración de Yugoslavia, que es consecuencia de la descomposición burocrática del «titismo» se dobla con el componente de una guerra de religión, que resucita odios ancestrales y anatemas colectivos. Esa es una buena explicación de su violencia salvaje, que practican todos los bandos aunque los apoyados/instrumentalizados por Alemania y la OTAN hayan gozado de mejor propaganda internacional.
Vuelvo al comienzo. Montenegro, se independizó en 2006, en el contexto de las dificultades de la Yugoslavia superviviente y de la ambición de la OTAN de instalarse en ese territorio. Lo hizo en un plebiscito para el que la UE acordó como umbral de decisión el 55% y cuyo resultado fue ese por 2.300 votos. El promotor de todo ese proceso fue la burocracia ex-titista encabezada por Dusko Mirkovic. Esa independencia, partió al país en dos y está precipitando el fin de los epígonos del «titismo». Significativamente la división entre partidarios y contrario a la independencia se ha acabado expresando, ideológicamente, en una nueva confrontación religiosa. El partido gobernante desde 1945 ha venido promoviendo la creación de una iglesia ortodoxa autocéfala escindida de la iglesia ortodoxa serbia y eso, finalmente, ha llevado a su derrota electoral en las elecciones de agosto frente a una coalición pro-serbia y pro-iglesia ortodoxa serbia.
El gobierno ha cambiado de manos, pero la irracional división interna de Montenegro se ha agravado. Veremos como sigue.

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

Un comentario en “Sobre Montenegro y el «yugoslavismo”.”

  1. Tremendo. Y aleccionador. La descomposición de Yugoslavia ha sido una de las grandes tragedias del siglo XX, en la más negra y triste tradición balcánica. Y, como es sabido, no faltan aquí los admiradores de la «vía eslovena».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *