DEL COMPAÑERO Y MIEMBRO DE ESPAI MARX, CARLOS VALMASEDA.
ÍNDICE
1. Por un solo estado.
2. Entrevista a Lavrov.
3. Hundimiento del establishment y Nueva Derecha.
4. La visión de Murray Craig sobre la reunión en Washington.
5. Solo la neutralidad ucraniana traerá la paz.
6. Otro tipo de unión de la izquierda.
7. Nueva etapa política para la izquierda en Sudáfrica.
8. La derrota de la izquierda en Europa en los años 70.
9. Resumen de la guerra en Palestina, 20 de agosto de 2025.
1. Por un solo estado.
Una reflexión sobre si todavía es posible la creación de dos estados en Palestina. El autor cree que no, y propone «una nación que permita la convivencia, independiente de religión u origen étnico».
https://www.revistadefrente.cl/son-posibles-dos-estados-por-guillermo-barreto/
«¿Son posibles dos Estados?»
15 agosto, 2025
«En la práctica lo que tenemos es un Estado fundado sobre masacres, asesinatos y desplazamientos forzados de la población originaria en violación permanente del derecho internacional. Un Estado de Apartheid que distingue ciudadanos de primera con disfrute de derechos y ciudadanos de segunda con derechos limitados o ausentes. La agresión que ocurre desde octubre de 2023 no es más que la continuación de un proyecto de desocupación, exterminio y reemplazo de todo un pueblo avalado, auspiciado y financiado por los EEUU y ejecutado por Israel. Un proyecto que se perpetúa porque además está generando ganancias extraordinarias a un importante número de corporaciones multinacionales del Norte Global, como ha sido evidenciado recientemente en el informe A/HRC/59/23 elaborado por la Relatora Especial de Naciones Unidas para Palestina, Francesca Albanece.»
Por: Guillermo Barreto
Haidar Eid es un profesor palestino que solía enseñar literatura postcolonial y postmoderna en la Universidad Al-Aqsa en Gaza. Esa universidad ya no existe, producto de la acción de los misiles y de las mentes sionistas que dispararon y dirigieron esos misiles. Recientemente su libro Descolonizando la mente palestina fue publicado en castellano por la editorial La Trocha, en Santiago de Chile. A Haidar lo conocí a principios de este año. Su hogar quedó totalmente destruido y quizás podríamos ironizar diciendo que tuvo la suerte de ser advertido por los criminales quienes le dieron 5 minutos para evacuar.
No todos ni todas tuvieron la misma “suerte”. Desde el 7 de octubre de 2023, 60.038 personas han sido asesinadas de las cuales 18592 son menores de 18 años. Estas cifras podrían estar subestimadas si revisamos las evaluaciones reportadas en la revista Lancet que, en junio de 2024, ya estimaba en 37.336 la cifra de muertes a las que se sumarían 14.400 desaparecidos y las llamadas muertes indirectas, esto es, las muertes por inanición, que en este último mes se han elevado de manera alarmante. La agresión realizada por el estado de Israel en la Franja de Gaza ha destruido más de 70% de las viviendas, desplazado a unas 2.3 millones de personas y se ha dirigido de manera abierta y selectiva contra la población civil, atacando y destruyendo escuelas, universidades, mezquitas, iglesias, hospitales, refugios, e incluso disparando a personas en sitios de recolección de alimentos. Se ha asesinado a periodistas, personal sanitario, trabajadores humanitarios, personal de la ONU y muy especialmente a niños y niñas como parte de un plan dirigido a desaparecer al pueblo de Palestina. Un plan que califica sin ambigüedad como crimen de genocidio.
La historia de esta agresión no comenzó el 7 de octubre. El proyecto sionista se remonta a más de un siglo. Un proyecto colonialista, racista y supremacista que ha utilizado el asesinato y el desplazamiento forzado como política, todo esto avalado por un mundo que observa con indiferencia lo que allí ocurre.
La ocupación de tierras palestinas por el sionismo europeo comenzó con la compra de tierras a principios del siglo veinte apoyado por el gobierno británico. El proceso de desocupación de la población palestina antes de 1936 fue descrito por el escritor y militante Ghassan Kanafani en su libro La revolución de 1936-1939 en Palestina, publicado por la editorial 1804 Books. Kanafani relata que en 1931 unas 20.000 familias campesinas ya habían sido desplazadas de sus tierras. En este interesante y fundamental texto se relata las condiciones a las cuales el Mandato Británico fue sometiendo a la población palestina, lo que incluyó no sólo la pérdida de sus tierras sino el cierre de sus espacios productivos y la imposición de regímenes laborales desventajosos.
El empleo de tácticas terroristas fue convirtiéndose en el modus operandi del sionismo con el objetivo de desplazar a la población indígena de Palestina. Son muchas las masacres cometidas por el sionismo especialmente durante y después de la Nakba en 1948. El 9 de abril de 1948, por ejemplo, escuadrones de Irgún (organización terrorista sionista) entró en la aldea de Deir Yassin asesinando a más de 100 palestinos de los que no escaparon ancianos, niños ni niñas. El 11 de julio de ese año, comandos bajo el mando de Moshe Dayan atacaron Lydd asesinando a 426 personas. Moshe Dayan se convertiría posteriormente en Ministerio de Defensa de Israel. Entre el 14 y 15 de octubre de 1953, el tristemente célebre batallón 101, liderado por Ariel Sharon entró en la población de Qibya asesinando a 69 personas. El mismo Sharon, quien se convertiría en Primer Ministro de Israel, sería el supervisor de la masacre de Sabra y Shatila en 1982 en la que al menos 3500 personas fueron asesinadas.
Pero no son solo masacres de este tipo las muchas cometidas por Israel. El asesinato selectivo de personas ha sido práctica común y política de Estado. Se trata de asesinatos planificados y ejecutados en cualquier lugar del mundo por el servicio secreto de Israel, el Mossad, conocido en las calles de Tel Avid como “el instituto”. Así tenemos recientemente el asesinato de Ismail Haniyeh, vocero y negociador oficial de Hamas, hecho ocurrido el 31 de julio de 2024 en Teherán y el asesinato del líder de Hezbolah, Sayyed Hasan Nasrallah en Beirut el 27 de septiembre de 2024.
Israel no es un Estado, es un proyecto colonial europeo cuyos fundadores no eran originarios de esa tierra. Theodor Herzl era húngaro, David Ben Hurion y Shimon Peres eran polacos, Golda Meir era ucraniana, Moshe Dayan hijo de ucranianos, Ariel Sharon, hijo de bielorrusos, por poner algunos ejemplos. El relato bíblico manipulado es solo una excusa conveniente que sirve para crear una narrativa mítica que da derechos de ocupación a una población foránea de una supuesta tierra prometida. En la práctica lo que tenemos es un Estado fundado sobre masacres, asesinatos y desplazamientos forzados de la población originaria en violación permanente del derecho internacional. Un Estado de Apartheid que distingue ciudadanos de primera con disfrute de derechos y ciudadanos de segunda con derechos limitados o ausentes. La agresión que ocurre desde octubre de 2023 no es más que la continuación de un proyecto de desocupación, exterminio y reemplazo de todo un pueblo avalado, auspiciado y financiado por los EEUU y ejecutado por Israel. Un proyecto que se perpetúa porque además está generando ganancias extraordinarias a un importante número de corporaciones multinacionales del Norte Global, como ha sido evidenciado recientemente en el informe A/HRC/59/23 elaborado por la Relatora Especial de Naciones Unidas para Palestina, Francesca Albanece.
¿Cómo es posible que tanto horror ocurra y no sea posible detenerlo? ¿Cómo es posible que el solo veto de los EEUU en el Consejo de Seguridad sea suficiente para no poder tomar acciones? ¿Cómo es posible que incluso quienes apoyan a Palestina sigan manteniendo la “solución de dos Estados” como solución? Haidar Eid, en el libro que referimos al principio, hace un cuestionamiento serio de esa “solución”. Dos Estados significa que naturalizamos la existencia de un Estado que utiliza la muerte como práctica, un Estado que naturaliza y enseña el racismo y el odio en sus escuelas, un Estado que no oculta su deseo de expansión a través de la violencia y del exterminio de otros pueblos. No finalizó la II Guerra Mundial entregando a los nazis una parte de Alemania. No se finalizará el conflicto entregando una parte de Palestina al sionismo.
El cese al fuego es imperativo, pero no suficiente. Se está cometiendo un crimen y los responsables deben responder por eso. Es momento de que el dinero que se usa para matar sea usado para reparar el daño e iniciar la reconstrucción. Palestina tiene derecho a existir y es obvio que ya se pasó una línea roja que hace inviable una “solución de dos Estados”. Solo una nación Palestina democrática y soberana puede considerarse como solución. Una solución que respete el derecho a la autodeterminación y el derecho a la existencia del pueblo palestino. Una nación que permita la convivencia, independiente de religión u origen étnico. Parece una utopía, pero es la utopía la que permite avanzar. ¡Hagámosla consigna! Hasta ahora no hay avance. Las Naciones Unidas se muestra inoperante y Palestina no puede esperar.
Biografía del autor: Este artículo fue producido por Globetrotter. Guillermo R Barreto es venezolano, Doctor en Ciencias (Univ Oxford). Profesor jubilado de la Universidad Simón Bolívar (Venezuela). Fue Viceministro de Ciencia y Tecnología, presidente del Fondo Nacional de Ciencia y tecnología y Ministro de Ecosocialismo y Aguas (República Bolivariana de Venezuela). Actualmente es investigador en el Instituto Tricontinental de Investigación Social y colaborador visitante del Centro de Estudio de Transformaciones Sociales-IVIC.
Fuente: Globetrotter
2. Entrevista a Lavrov.
El balance del ministro de exteriores ruso sobre la reunión en Anchorage y la visita de los vasallos europeos a Washington. Con pregunta sobre su sudadera de la URSS incluida…
https://mid.ru/en/foreign_policy/news/2041939/
19 de agosto de 2025, 14:04
Entrevista del ministro de Asuntos Exteriores Serguéi Lavrov con VGTRK, Moscú, 19 de agosto de 2025.
1341-19-08-2025
Pregunta: Qué pena que no lleve la sudadera con el logotipo de la URSS.
Sergey Lavrov: Creo que se ha exagerado toda esta historia para darle un carácter sensacionalista. Pero no hay nada extraordinario en ello. Tenemos a nuestro alrededor muchos productos que reproducen símbolos de la era soviética. No creo que deba avergonzarme de llevarlos. Es parte de lo que somos y de cómo vivíamos, es parte de nuestra historia: la URSS era nuestra patria. Hoy en día, ha evolucionado hasta convertirse en la Federación Rusa, que convive con las antiguas repúblicas soviéticas, nuestros vecinos amigos. Por supuesto, no se pueden evitar los choques de intereses, estos ocurren. Así es la vida.
Creo que se trata de una moda, por así decirlo. Vi que después de la cumbre de Anchorage, los jóvenes que estudian aquí lucían estas sudaderas. Por lo que yo puedo juzgar, no hay en esta postura ninguna aspiración imperial, ni tampoco intentos de revivir lo que algunos llaman una mentalidad imperial. No hay nada que lo sugiera. El mensaje aquí es que la historia existe y que tenemos un pasado. Es nuestro deber preservar esta historia, incluso con un ligero toque de humor.
Pregunta: ¿Cómo reaccionaron los estadounidenses cuando le vieron con este atuendo?
Sergey Lavrov: Se lo tomaron con calma, no hubo reacciones histéricas de ningún tipo. Simplemente dijeron que les gustaba la camiseta que llevaba, eso es lo que dijo el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio.
Pregunta: ¿Cómo describiría el ambiente general que se respiraba allí?
Sergey Lavrov: El ambiente era bastante bueno, de hecho, y así se reflejó en las declaraciones de los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump tras las conversaciones. Fue una conversación útil.
Demostró sin lugar a dudas, en primer lugar, que el líder estadounidense y su equipo son sinceros en su compromiso de lograr resultados tangibles mediante la consecución de algo duradero y sostenible. Esto es lo que les diferencia de los europeos, que en ese momento gritaban a los cuatro vientos que no aceptarían nada que no fuera un alto el fuego, mientras seguían suministrando armas a Ucrania incluso después de que se declarara.
En segundo lugar, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y su equipo han comprendido claramente que este conflicto tiene sus causas, lo que significa —como han dicho algunos presidentes y primeros ministros europeos— que todas las especulaciones que afirman que la invasión de Ucrania por parte de Rusia fue injustificada no son más que palabras vacías. No encuentro otra forma de plantearlo. Lo importante aquí es que siguen aferrados a esta narrativa. Su reunión con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en Washington, a la que convocaron a Vladimir Zelensky, demostró que siguen exigiendo un alto el fuego inmediato. Al menos algunos de estos líderes, como el canciller alemán Friedrich Merz, siguen hablando de la necesidad de presionar a Rusia con sanciones. Ninguno de estos señores mencionó el término «derechos humanos».
Siempre que plantean cuestiones de política exterior que afectan a países que no pertenecen a su bando y que no encajan en el molde neoconservador o neoliberal, ya sea Venezuela, China, Rusia e incluso Hungría en la actualidad, así como muchos otros países, se centran invariablemente en garantizar los derechos humanos como parte de lo que denominan un orden basado en normas.
Pero si miramos atrás desde donde estamos hoy y recordamos lo que han estado diciendo sobre Ucrania durante todos estos años, no encontraremos ninguna referencia a los derechos humanos. ¿Cómo es posible que alguien que se presenta como defensor de los principios democráticos no se sienta horrorizado por la prohibición total del idioma ruso en todas sus aplicaciones cotidianas? En absoluto. Nadie sintió ningún reparo ante el hecho de que este sea el único país del mundo que prohíbe una lengua. En cuanto a sus declaraciones sobre la necesidad de acordar un intercambio territorial, alguien de entre ellos dijo, en primer lugar, que la decisión corresponde a Vladimir Zelensky. En segundo lugar, continuaron perorando sobre el despliegue de algún tipo de misión de mantenimiento de la paz, lo que significa enviar allí una fuerza militar disfrazada de fuerzas de paz. ¿Qué significa esto? Significa que garantizar los derechos humanos dependerá de una persona bajo cuyo mandato se aprobaron leyes para privar a la población de habla rusa de sus derechos, incluidos los derechos al idioma, a la educación, al acceso a los medios de comunicación en ruso, así como normas que les niegan el derecho a practicar su religión. De hecho, existía una ley que prohibía de facto la Iglesia Ortodoxa Ucraniana canónica.
Por lo tanto, creen que este es el hombre que debe encargarse de llegar a un acuerdo con Rusia como considere oportuno. No hemos oído a nadie decir que este hombre debería empezar por derogar estas leyes antes de seguir adelante con las conversaciones, entre otras cosas porque la Carta de las Naciones Unidas estipula la necesidad de promover y fomentar el respeto de los derechos humanos para todos, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión.
Desde el punto de vista del idioma y la religión, la Carta de las Naciones Unidas está siendo flagrantemente violada en Ucrania. Es importante recordar que Vladimir Zelensky declaró en Washington que, aunque estaba dispuesto a entablar negociaciones, no aceptaría ningún debate sobre concesiones territoriales, ya que estas están prohibidas por la Constitución. Se trata de un punto intrigante, ya que, por absurdo que parezca, la Constitución ucraniana sigue obligando al Estado a garantizar plenamente los derechos de la lengua rusa (especialmente destacada como tal), junto con los de otras minorías étnicas, a pesar de la promulgación de leyes que prohíben el ruso en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Si está tan preocupado por su Constitución, le aconsejaría que empezara por sus artículos iniciales, que consagran explícitamente esta obligación.
No obstante, hace tiempo que es evidente que diversas figuras políticas han ignorado estas realidades: Ursula von der Leyen, Emmanuel Macron, Keir Starmer, Friedrich Merz y, antes que él, Olaf Scholz. Como era de esperar, Joe Biden y su Administración tomaron la iniciativa de ignorar y distorsionar los hechos que subyacen a la crisis ucraniana. Cabe destacar que estos delegados europeos, que acompañaron a Vladimir Zelensky como grupo de apoyo en Washington el 18 de agosto, hablaron de la necesidad de actuar y avanzar, en clara respuesta al hecho de que el presidente estadounidense, Donald Trump, y su equipo (especialmente tras la cumbre de Alaska) han adoptado un enfoque mucho más sustantivo para resolver la crisis ucraniana, reconociendo la necesidad imperiosa de abordar sus causas profundas, como han subrayado constantemente Rusia y el presidente Vladimir Putin.
Una de esas causas fundamentales radica en las preocupaciones de Rusia en materia de seguridad. Estas se derivan de la violación sistemática, durante décadas, de los compromisos contraídos con nosotros contra la expansión de la OTAN hacia el este. El presidente Putin ha reconocido en repetidas ocasiones que, tras estas garantías, la Alianza ha experimentado cinco oleadas de expansión. Sugerir que se trataba de meras promesas verbales es categóricamente falso. Se formalizaron por escrito mediante declaraciones políticas firmadas al más alto nivel durante las cumbres de la OSCE en Estambul (1999) y Astana (2010), en las que se afirma explícitamente que la seguridad es indivisible y que nadie puede reforzar su propia seguridad a expensas de los demás. La OTAN hizo precisamente eso. Ningún Estado u organización tiene derecho a afirmar su dominio sobre el espacio de la OSCE. Sin embargo, actuaron en contravención directa. Afirmar lo contrario es mendaz, entre otras cosas porque una promesa verbal tiene peso y, lo que es más importante, no solo existen pruebas documentadas de estos hechos, sino también documentos firmados al más alto nivel.
Cuando estos delegados en Washington insistieron en que los esfuerzos debían comenzar con la formulación de garantías de seguridad para Ucrania —y simultáneamente para Europa, como subrayó, entre otros, el primer ministro británico Keir Starmer—, no mencionaron ni una sola vez la seguridad de Rusia. Sin embargo, el documento de la OSCE al que me he referido (redactado de forma consensuada y adoptado por unanimidad) exige acuerdos de seguridad aceptables para todos.
El desprecio condescendiente por el derecho internacional, por las promesas a menudo hechas de forma engañosa y formalizadas en papel, sigue siendo evidente en el enfoque de estos funcionarios hacia la crisis ucraniana. Sin respeto por los intereses de seguridad de Rusia, sin el pleno reconocimiento de los derechos de los rusos étnicos y los rusoparlantes en Ucrania, no es posible alcanzar acuerdos duraderos, ya que estas son precisamente las cuestiones que requieren una resolución urgente en el contexto de la solución de la crisis.
Reitero: la cumbre de Alaska demostró que la Administración estadounidense está genuinamente comprometida con una solución que no consiste en rearmar Ucrania para la guerra (como ocurrió tras los acuerdos de Minsk), sino en garantizar que esta crisis no se repita, garantizando los derechos legítimos de todos los Estados de esta región y de los pueblos que la habitan.
Este entendimiento se reafirmó ayer durante la conversación telefónica mantenida a última hora de la noche entre el presidente Putin y el presidente estadounidense, Donald Trump, en la que este último informó a nuestro líder sobre sus conversaciones con Vladimir Zelenski y el denominado «grupo de apoyo europeo».
Pregunta: Uno de los defensores del «apoyo europeo», el presidente finlandés Alexander Stubb, estableció un paralelismo entre la situación actual en Ucrania y la guerra de 1944, cuando Finlandia cedió parte de su territorio. ¿Cómo debe entenderse esto?
Sergey Lavrov: Ese es un paralelismo, pero hay otros que deben tenerse en cuenta.
Durante décadas después de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia disfrutó de condiciones ideales para el crecimiento económico. Pudo abordar las cuestiones sociales y garantizar el bienestar de su población en gran medida gracias a su acceso a los recursos energéticos rusos y, en términos más generales, a su profunda cooperación con la URSS y, posteriormente, con la Federación de Rusia. Esto incluía empresas finlandesas que llevaban a cabo proyectos rentables en nuestro territorio. Los inmensos beneficios que Finlandia obtuvo de estos vínculos especiales (un estatus ganado por su neutralidad) se han descartado ahora casi de la noche a la mañana.
Esto da que pensar. En 1944, Finlandia, que había luchado del lado de la Alemania de Hitler, se vio implicada en las atrocidades del régimen nazi, con sus unidades militares involucradas en numerosos crímenes de guerra. Fue esa Finlandia la que firmó una serie de acuerdos definitivos con la Unión Soviética.
Recientemente, el propio presidente Alexander Stubb hizo referencia a esos mismos acuerdos. Lo conozco bien de su época como ministro de Asuntos Exteriores. Firmaron un acuerdo que consagraba el principio de neutralidad indefinida, en el que se establecía que ni la Unión Soviética ni Finlandia se unirían jamás a ningún bloque dirigido contra la otra. Así que hay que preguntarse: ¿dónde quedó ese compromiso?
Finlandia se ha unido ahora a una alianza que considera explícitamente a Rusia su enemigo. Por lo tanto, si el paralelismo del presidente Stubb pretendía evocar los cambios territoriales que se produjeron tras la Segunda Guerra Mundial, entonces sí, ese fue efectivamente uno de sus resultados. Esos ajustes territoriales suelen ser parte integrante del logro de una paz definitiva. Hay múltiples ejemplos de ello.
En este caso, me gustaría reiterar que nunca hemos manifestado ningún interés en apoderarnos de territorios. Ni Crimea, ni Donbás, ni Novorossiya fueron nunca un objetivo en sí mismos. Nuestro objetivo era, y sigue siendo, proteger al pueblo ruso, un pueblo que ha vivido en ese territorio durante siglos, que fue el primero en descubrir esas tierras y derramó su sangre por ellas. Son ellos quienes construyeron las principales ciudades de Crimea y de toda la región, ciudades como Odessa y Nikoláiev, y quienes desarrollaron los puertos, las fábricas y las plantas.
Todos conocen el papel que desempeñó Catalina la Grande en el desarrollo de esas tierras. Todos sabemos cómo se incorporaron posteriormente a la República Socialista Soviética de Ucrania y, en última instancia, pasaron a formar parte de una Ucrania independiente. Terminaron formando parte de ese Estado independiente mediante la Declaración de Soberanía Estatal de 1990, adoptada por los dirigentes de Kiev. En ese documento también se afirmaba que Ucrania seguiría siendo para siempre un Estado no nuclear, neutral y no alineado. Fue precisamente este compromiso el que sentó las bases para su posterior reconocimiento internacional como Estado independiente.
Si el régimen de Vladimir Zelenski rechaza ahora todos estos compromisos —al hablar de armas nucleares, aspirar a la adhesión a la OTAN y rechazar abiertamente la neutralidad—, entonces es lógico que esas disposiciones, esa base fundamental de la independencia de Ucrania, dejen de existir. Este es un punto crítico que debe tenerse en cuenta. De lo contrario, nos encontraremos en una situación en la que el derecho internacional no ocupa un lugar central. En su lugar, volveremos a ver la aplicación de las llamadas «normas», aquellas que Occidente nunca ha escrito formalmente, pero que parece inventar cada vez que necesita justificar una acción o condenar esa misma acción si sus intereses cambian. Esto ya no funcionará.
Una vez más, me gustaría reiterar que valoramos la comprensión mostrada por la actual Administración estadounidense. A diferencia del enfoque europeo, parece esforzarse sinceramente por comprender el núcleo del problema y ayudar a resolver las causas profundas de esta crisis, las que fueron alimentadas en Ucrania por Occidente, liderado por la anterior Administración estadounidense, bajo Joe Biden, con el objetivo de utilizar a Ucrania como instrumento para contener y reprimir a Rusia, con el fin último de infligirnos lo que ellos denominaron una «derrota estratégica».
Pregunta: ¿Discutió las sanciones con la parte estadounidense? Al fin y al cabo, como dijeron los estadounidenses, tuvieron que pagar la gasolina en efectivo.
Sergey Lavrov: Siempre hay que pagar la gasolina, sea en efectivo o no. Son los gastos que debe asumir el país cuyo líder visita otro Estado con una delegación.
No discutimos las sanciones. Muchos de nuestros expertos, políticos y funcionarios han declarado en repetidas ocasiones que el levantamiento de las sanciones podría tener efectos adversos. Eso crearía ilusiones en algunos sectores económicos de que ahora, por fin, podemos superar los problemas volviendo a las estrategias desarrolladas y aplicadas en los años noventa y principios de los dos mil.
Muchos creen que eso echaría por tierra los logros que hemos conseguido recientemente y que estamos experimentando de primera mano en términos de fortalecimiento de nuestra soberanía tecnológica y de cuestiones clave relacionadas con la seguridad militar, económica y alimentaria, así como la dependencia de nuestra propia tecnología. No cierren la puerta a la cooperación, pero no se vuelvan dependientes como cuando aquí escaseaban los bienes y tecnologías esenciales. En general, creo que el proceso actual es más fiable y tiene más perspectivas que incluso hace seis meses, cuando la administración de Joe Biden estaba terminando su mandato.
Pregunta: ¿Qué podemos esperar en el futuro? ¿Serán conversaciones bilaterales o trilaterales?
Serguéi Lavrov: No rechazamos ninguna forma de trabajo, ya sea bilateral o trilateral. El presidente ruso, Vladímir Putin, lo ha dicho en múltiples ocasiones. Es importante que cualquier formato, ya sea 1+1, 1+2 o multilateral, que existe en abundancia, incluso en el seno de la ONU, no se utilice con fines mediáticos, en los periódicos matutinos o en los informativos vespertinos, o en las redes sociales, para sacar propaganda. Estos formatos están diseñados para preparar paso a paso y de forma coherente las cumbres, desde el nivel de expertos en adelante. Siempre apoyaremos este tipo de enfoque serio. Cualquier contacto en el que participen altos funcionarios debe prepararse con sumo cuidado.
Pregunta: ¿Es posible que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, viaje a Moscú este año?
Serguéi Lavrov: Como saben, ha sido invitado. Durante la rueda de prensa en Alaska, el presidente Putin confirmó esta invitación. Por lo que recuerdo, el presidente Trump dijo que sería muy interesante.
Sin duda, sería interesante para todos.
3. Hundimiento del establishment y Nueva Derecha.
Amar cree que el fin de la guerra en Ucrania supondrá el hundimiento del establishment centrista en Europa y el ascenso de la Nueva Derecha.
https://swentr.site/news/623331-ukraine-peace-eu-establishment/
La paz en Ucrania destruirá el establishment de la UE
El fin de la guerra sacudirá al bloque tanto como la propia guerra, impulsando al poder a la reprimida Nueva Derecha
Por Tarik Cyril Amar
Las perspectivas de que termine la guerra de Ucrania nunca han sido tan buenas, a pesar de los continuos, aunque cada vez más débiles, intentos de Europa occidental de jugar a ser aguafiestas, con la excepción, por supuesto, de la casi paz de la primavera de 2022 que Occidente saboteó. Desde entonces, ha corrido mucha agua —o más bien sangre— por ese puente que no se ha cruzado.
Ahora existe una posibilidad real de que los presidentes de Rusia y Estados Unidos, Vladímir Putin y Donald Trump, obliguen —«persuadan», si se quiere— tanto al régimen de Zelenski en Kiev como a sus restantes partidarios en la Europa de la OTAN y la UE a volver a la realidad: es decir, a aceptar, aunque sea tácitamente, que Rusia está ganando la guerra sobre el terreno y que una paz posterior solo traerá más pérdidas innecesarias para Ucrania y sus usuarios occidentales.
Nada, excepto la muerte, es seguro hasta que pertenece al pasado. Esta paz aún está en un futuro —esperemos que cercano—. Sin embargo, ya podemos pensar en sus consecuencias. En lo que respecta a los 32 países europeos que pertenecen a la OTAN, a la UE o a ambas, esto se suele hacer teniendo en cuenta la postura militar, la política exterior y la economía (curiosamente, en ese orden). Por ejemplo, ¿cuánto tiempo tardarán en desaparecer las predicciones histéricas sobre un ataque ruso al menos contra los países bálticos, si no contra Varsovia, Berlín y, quién sabe, Luxemburgo? ¿Qué pasará con el nuevo militarismo impulsado por una deuda monstruosa? ¿Volverán los europeos de la OTAN y la UE a ser lo suficientemente sensatos como para redescubrir la diplomacia y la cooperación con Rusia? Si es así, ¿cuándo? ¿Antes o después de que finalmente se derrumben bajo el peso de los precios de la energía, la desindustrialización y la deuda pública?
La respuesta a todas estas preguntas dependerá de cómo evolucione la política interna de los principales Estados europeos. En este sentido, la cuestión más importante es el futuro de la Nueva Derecha europea, actualmente en auge, incluso en pleno crecimiento (término genérico que engloba a partidos comúnmente etiquetados, por ejemplo, como «populistas de derecha», «derecha dura» o «extrema derecha»). Pero esta lógica también funciona a la inversa. Si la guerra de Ucrania termina en su mayor parte en los términos de Moscú, como ahora apoya incluso Washington, esta paz influirá inevitablemente en la política dentro de la Europa de la OTAN y la UE y, en particular, en las posibilidades de la Nueva Derecha.
El avance de la Nueva Derecha es especialmente significativo en tres países clave: Francia, Alemania y Gran Bretaña. Todos ellos tienen en común que sus respectivos partidos de la Nueva Derecha —Rassemblement National (RN), Reform UK y Alternative für Deutschland (AfD)— lideran las encuestas nacionales. Aunque esto es similar a lo que ocurre en otros Estados europeos, como España y Austria, los casos británico, francés y alemán son especiales debido a su peso económico y político.
El auge de la nueva derecha no es en absoluto nuevo. Lleva gestándose desde hace unas dos décadas y, para algunos observadores, su triunfo es ya un hecho consumado: fue la primavera pasada, en vísperas de las elecciones al Parlamento Europeo, cuando Politico reconoció que el «esfuerzo prolongado» por mantener a la nueva derecha fuera del Gobierno había «terminado oficialmente».
Eso resultó ser un poco prematuro: en Austria, Alemania y Francia, las actuales configuraciones gubernamentales siguen basándose en la exclusión de la nueva derecha. Sin embargo, a veces, otra palabra para «prematuro» es «profético». La presión de los partidos de la nueva derecha no ha disminuido, sino que ha aumentado. Las medidas actuales para ignorar a toda costa su respaldo popular tienen un tufillo a desesperación y pueden fracasar por completo en un futuro próximo.
Tomemos, por ejemplo, los casos de Alemania y Rumanía. Para Ian Bremer, popular consultor geopolítico estadounidense, comentarista y órgano fiable de la línea del partido centrista mayoritario, representan el éxito en la defensa contra la Nueva Derecha. Sin embargo, irónicamente, ambos casos son reveladores, pero no por las razones que imagina Bremer. En Alemania y Rumanía, nos recuerda, las elecciones de este año dieron lugar a gobiernos centristas «a pesar del aumento del apoyo a la extrema derecha».Lo que Bremer olvida mencionar es que, en ambos casos, estas victorias del centro fueron el resultado de un juego sucio. En Rumanía, en los márgenes de la UE, los métodos utilizados fueron particularmente brutales y desvergonzados. El enorme desafío de la nueva derecha liderada por Calin Georgescu solo pudo ser detenido mediante una flagrante guerra jurídica. Sin ella, Bucarest ya tendría un presidente de la nueva derecha, al igual que Varsovia.
En Alemania, tierra del orden y las normas, las cosas fueron solo un poco más sutiles. Para mantener Berlín bajo control centrista a pesar del éxito electoral de la AfD, se hicieron dos cosas, una «simplemente» contraria al espíritu de la Constitución y la otra que, con toda probabilidad, equivale a una incompetencia literalmente increíble o a una falsificación electoral deliberada, aunque se haya llevado a cabo a nivel local.
El llamado «cortafuegos» (un eufemismo), una política del establishment para tratar a la AfD de forma diferente a todos los demás partidos y excluirla de la formación de coaliciones, es una ofensa a la justicia básica, así como al contenido de la Constitución alemana, ya que trata los votos de los votantes de la AfD como, en efecto, de menor peso. Esto supone una diferencia real y decisiva. Sin el «cortafuegos», una coalición de nueva derecha y centro ya gobernaría en Berlín.
El otro truco sucio sin el cual no se habría podido formar el actual Gobierno alemán fue «extraviar» de alguna manera un gran número de votos —nadie sabe exactamente cuántos, porque se está retrasando el recuento nacional que se necesita con urgencia— de su insurgente rival de la izquierda, el BSW de Sarah Wagenknecht. De lo contrario, el BSW habría obtenido casi con toda seguridad suficientes escaños en el nuevo parlamento para hacer aritméticamente imposible la actual coalición gobernante: la democracia alemana tiene la dudosa —aunque no única— distinción de haber perjudicado sistemáticamente tanto a su Nueva Derecha como a sus nuevos partidos de izquierda para «salvarse» de sí misma, en efecto, de los ciudadanos.
Si añadimos el caso de Francia, otro país en el que se manipuló descaradamente el resultado electoral para, en la práctica, privar del derecho al voto tanto a los votantes de la nueva derecha como a los de la nueva izquierda, la cuestión se hace aún más evidente. ¿Cuántas artimañas más de este tipo serán necesarias antes de que la palabra «democracia» pierda el significado que aún le queda? Por lo tanto, es fundamental señalar que los métodos que utilizan los centristas europeos para frenar el avance de la nueva derecha socavan la credibilidad de los centristas y aumentan la de la nueva derecha. Por no hablar del evidente impulso que la nueva derecha europea está recibiendo del éxito de su variante estadounidense.
Así que aquí estamos. Impulsada por las preocupaciones de los votantes sobre la inmigración, la economía, las normas sociales y culturales y el fracaso general de las élites cínicas, la Nueva Derecha europea está a la ofensiva. Las defensas de los centristas son desesperadas y contraproducentes. Y la ayuda del «papá» al otro lado del Atlántico no llegará para los centristas, sino para la Nueva Derecha. Aunque su ventaja no es (todavía) abrumadora y el calendario de las elecciones nacionales, así como las complicaciones para formar coaliciones, hacen que sea demasiado pronto para hacer predicciones firmes, una cosa es segura: existe una posibilidad real de que se produzcan uno o varios terremotos políticos nacionales con consecuencias de gran alcance para la política internacional.
No es de extrañar que los dirigentes rusos no oculten que observan atentamente, como es su derecho, de hecho, su deber como cuestión de diligencia debida en política exterior. Porque la pregunta obvia es: ¿qué significaría la participación o incluso el dominio de la Nueva Derecha en el Gobierno de Francia, Alemania y Gran Bretaña, los tres países problemáticos pero aún relativamente poderosos que albergan las mayores economías de la OTAN y la UE en Europa y que tradicionalmente han marcado en gran medida la pauta política? ¿Y qué efecto tendría el fin de la guerra de Ucrania —en la práctica, una victoria rusa— sobre las posibilidades de la Nueva Derecha de provocar estos terremotos?
En Francia, Alemania y Gran Bretaña, los políticos centristas y sus principales medios de comunicación llevan mucho tiempo acusando a la Nueva Derecha de servir a Rusia. Las afinidades genuinas en los objetivos ideológicos y políticos —que les gusten o no esos objetivos es otra cuestión— han sido malinterpretadas maliciosamente como, en efecto, nada más que el resultado del subterfugio y el soborno rusos.
Curiosamente, la misma «lógica» nunca se aplica a la coincidencia masiva, casi indecente, de las posiciones centristas que ha dado lugar, por ejemplo, al atlantismo. Si los europeos se alinean con las posiciones de Washington, como implica la norma, debe ser su libre elección y no puede tener nada que ver con la influencia estadounidense canalizada, por ejemplo, a través de los principales medios de comunicación, los think tanks y, por supuesto, también por medios encubiertos. Pero si los europeos muestran siquiera el deseo de comprender al menos las posiciones de Moscú, ahora eso simplemente tiene que ser algo que los malvados rusos les han obligado a hacer.
En este sentido, es probable que el fin de la guerra de Ucrania prive a los centristas europeos de una de sus herramientas favoritas para atacar a la nueva derecha neomccarthista. En Gran Bretaña, por ejemplo, el Partido Laborista en el poder acaba de iniciar una nueva campaña explícitamente orientada a dañar a Reform UK y a su líder, Nigel Farage, martilleando la versión local del estúpido tema de Rusia, Rusia, Rusia.
En la AfD alemana, algunos políticos considerados demasiado cercanos a Rusia acaban de ser marginados para crear una imagen general menos favorable a Rusia. Y, sin embargo, afortunadamente, se trata de un efecto superficial debido a la presión de los medios de comunicación. Prueba de ello son las recientes publicaciones en X de la líder más importante de la AfD, Alice Weidel. Weidel no ha dejado de criticar la agresiva postura del Gobierno alemán y su despilfarro de miles de millones en armar a Ucrania. Sigue exigiendo una normalización con Rusia a través de una política exterior realista centrada en los intereses nacionales alemanes.
Es muy probable que la paz en Ucrania y en torno a ella beneficie a la Nueva Derecha europea y dificulte aún más la vida de los centristas europeos. Los centristas perderán uno de sus principales instrumentos para avivar el miedo a la guerra entre sus poblaciones. La Nueva Derecha será menos vulnerable a las calumnias de ser la quinta columna de Rusia, mientras que sus posiciones realistas y constructivas sobre la política hacia Rusia serán aún más plausibles.
Por último, una vez que se alcance la paz, la guerra y quienes la provocaron y prolongaron en Occidente podrán ser finalmente objeto del intenso escrutinio que merecen. Una evaluación honesta y crítica de la sangrienta locura bélica de los centristas —incluidos políticos, expertos y medios de comunicación dominantes— socavaría aún más el dominio del centrismo. Todo el mundo sabe que la guerra de Ucrania ha traído grandes cambios a Europa. Y lo mismo puede ocurrir con la paz en Ucrania.
4. La visión de Murray Craig sobre la reunión en Washington.
Craig utilizó originalmente esa foto falsa de todos los líderes esperando en un pasillo sentados en una silla que se ha difundido mucho en redes. Pero la imagen real no fue mucho mejor, y él, como diplomático, nos explica su importancia.
https://www.craigmurray.org.uk/archives/2025/08/ukraine/
Ucrania
19 de agosto de 2025
Esta publicación incluía inicialmente una foto del pasillo que era falsa. Fue culpa mía, pero eso no cambiaba en absoluto el argumento.
Sin duda será bueno que la guerra en Ucrania llegue a su fin. Han muerto o han quedado mutiladas demasiadas personas, se han destruido demasiados bienes civiles. Sin embargo, el cinismo con el que se está impulsando el fin de la guerra es bastante extraordinario.
No estoy seguro de que haya habido en la historia moderna una imagen equivalente a la de los «líderes» europeos en la Casa Blanca.
No es una casualidad. La diplomacia es un arte; muchos países del mundo cuentan con servicios exteriores formados en su mayoría por personas con títulos universitarios en esta materia. Yo mismo he organizado dos visitas de Estado para la antigua reina, así como visitas de jefes de Gobierno.
Estas cosas siguen una coreografía cuidadosa y una parte absolutamente fundamental es presentar una imagen de igualdad entre las partes. Quién entra primero, si se dan la mano, el lugar exacto donde se da la mano, la disposición de la mesa alrededor de la cual se sientan, banderas del mismo tamaño, todo se planifica con gran detalle. Es fundamental para el trabajo.
Si hubiera sentado a Robin Cook, por ejemplo, en una silla frente a un interlocutor entronizado detrás de un escritorio, habría recibido una reprimenda muy severa. Sin embargo, aquí tenemos a jefes de Estado europeos y líderes de la UE sentados ante un escritorio en el Despacho Oval.
Esto es simplemente impensable para cualquiera que esté familiarizado con el arte de la diplomacia. Soy consciente de que no hace falta ser diplomático para sentir que hay algo que no cuadra en esta imagen, pero probablemente no estén tan sorprendidos como yo.
Las relaciones interpersonales desiguales son solo la manifestación física inmediata de la capacidad instintiva de Trump para maximizar la brutalidad de la realpolitik. El acuerdo que se está preparando para poner fin a la guerra en Ucrania es un testimonio notable de la capacidad de Trump para obtener ventajas económicas para Estados Unidos, o al menos para la clase social de Estados Unidos que le importa.
La presidencia de Trump se caracteriza por una voluntad manifiesta de aprovechar las enormes ventajas económicas que le reporta poseer la moneda de reserva mundial, lo que significa que puede inventarse dinero para comprar cualquier producto que desee a otro país, cuya economía se vuelve adicta a este flujo de «efectivo».
La guerra comercial de Trump ha demostrado su capacidad para obligar a otros Estados a hacer enormes concesiones, incluida la reinversión de cientos de miles de millones de dólares en la industria estadounidense, en lugar de enfrentarse a aranceles que les dificultarían renunciar a sus productos como tributo a los Estados Unidos a cambio de dólares simbólicos.
La moneda de reserva es esencialmente un truco de confianza. Siempre funciona, si y solo si el mundo cree en ella. El mundo estaba empezando a perder la fe en el poder del dólar, y Trump fue lo suficientemente inteligente como para saber que la forma de mantener un truco de confianza es redoblar la apuesta y ser aún más asertivo.
Sin duda, Trump ha prolongado, al menos un poco, la supremacía económica estadounidense.
El acuerdo con Ucrania es un truco relacionado. Parte de la «garantía» de la seguridad de Ucrania es que los europeos comprarán armas por valor de 100 000 millones de dólares a fabricantes estadounidenses para entregarlas a Ucrania.
No está previsto que el acuerdo incluya armas europeas ni que Estados Unidos financie ninguna arma. Una fuente de alto rango del FCDO me dice que Keir Starmer está diciendo que el Reino Unido aportará «mucho más» de 10 000 millones de libras para comprar armas estadounidenses para Ucrania.
La esperanza de la parte europea es poder pagar esta bonanza mercantilista con dinero ruso robado, es decir, con activos incautados en virtud de las sanciones. Hay dos obstáculos para ello. El primero son los tribunales internacionales, que es muy improbable que estén de acuerdo. El segundo es Vladimir Putin.
Nunca he creído en la idea de que Rusia sea militarmente infalible y esté a punto de triunfar de forma rápida y sencilla. Desde luego, nunca he aceptado la propaganda sin sentido de que el desastroso ataque inicial ruso en Kiev fuera solo una artimaña o una finta.
Pero Rusia está ganando y siempre iba a prevalecer en el campo de batalla. La retórica delirante de los líderes europeos en las últimas semanas, incluida la de Keir Starmer, ha intentado ignorar esta realidad evidente.
Las líneas de Ucrania en Donetsk son ahora tan insostenibles que Putin puede intentar insistir en que se le conceda el territorio que aún no ha conquistado, porque todo el mundo sabe que la conquista es imparable e inminente.
Se trata de una realpolitik tan dura como la de Trump.
El equipo que Trump llevó a Alaska contaba con muchos más funcionarios relacionados con la política comercial que con la militar o la exterior, y no debemos subestimar hasta qué punto este intento de acuerdo está motivado por el dinero.
Putin, que está ganando la guerra, insistirá en el levantamiento de las sanciones económicas y simplemente no va a aceptar que los europeos compren armas estadounidenses para Ucrania con dinero ruso.
Dado que el apoyo al ejército ucraniano es una parte esencial de la estructura de «garantías de seguridad» que se está debatiendo —en contraposición al compromiso de defensa mutua—, habrá que encontrar financiación. Y ello a pesar de que toda la filosofía de Rachel Reeves consiste en complacer a los mercados financieros con medidas de austeridad.
Mi fuente del FCDO me dice que el plan B, para cuando fracase la idea de pagar con dinero ruso, es la financiación privada de la compra por parte del Reino Unido de armas estadounidenses para Ucrania. Este ha sido un punto importante de preparación.
Al igual que con los aviones que despegan de Brize Norton, la idea es que un consorcio de capital privado financie la compra de las armas para Ucrania, con el reembolso por parte del Reino Unido en un periodo de veinte años.
Esto significa que 10 000 millones de libras en armamento acabarían costando al Reino Unido unos 38 000 millones. Sí, ha leído bien. Blackrock y el propio Trump se encuentran entre los diversos inversores que se incorporarían al plan como financiadores.
Por supuesto, no hay industria como la de las armas en lo que se refiere a la corrupción: sobornos, cargos directivos, contratos de servicios a empresas ficticias, puestos de trabajo tras la jubilación. A los políticos les encanta la industria de la defensa.
Esos 100 000 millones de dólares estadounidenses para armas proporcionarán un montón de prebendas a absolutamente todos los que aparecen en la foto. Fíjese en la riqueza de Tony Blair. Vuelva a preguntarme dentro de diez años y discutiremos la fortuna personal que habrá amasado cada una de las personas que aparecen en esta foto.
Zelensky es probablemente el que más se beneficia de todo esto (aunque también tiene jefes a los que pagar).
Explico con todo detalle en mis dos memorias, Murder in Samarkand y The Catholic Orangemen of Togo, que los asuntos internacionales siempre están impulsados no solo por el control de los recursos naturales, sino por los intereses corruptos de los políticos en las empresas que los adquieren.
Lo comprobé de primera mano con el petróleo y el gas en Uzbekistán y con el rutilo y los diamantes en Sierra Leona.
Con Trump, estas motivaciones ocultas salen de las sombras y pasan a primer plano. Así que aquí tenemos una guerra que, por suerte, parece estar llegando a su fin, pero sobre la base de acuerdos abiertamente comerciales.
Espero que los líderes europeos se alegren. El dinero puede comprar mucha indignidad.
Como he afirmado con frecuencia, era y es simplemente imposible que Ucrania recuperara todo su territorio de 1991 sin una guerra impulsada por la OTAN a una escala que sin duda habría degenerado en una conflagración nuclear.
Ahora habrá ajustes fronterizos, ya sean de facto o también de jure, con la integración de algunas zonas de habla rusa del este de Ucrania en Rusia, incluida Crimea y al menos la gran mayoría del Donbás.
Es simplemente una constatación de un hecho que nunca existió un Estado ucraniano antes de 1991 y que nunca hubo ningún Estado con fronteras similares a las de la Ucrania de 1991. No sé por qué a la gente le resulta tan ofensiva una verdad histórica incontrovertible.
Vamos a tener una Ucrania modestamente más pequeña y alineada con Occidente. Me parece que eso es algo que deberían celebrar los ucranianos que quieren estar alineados con Occidente.
El porcentaje del territorio de Ucrania que probablemente conservará Rusia —algo menos del 20 %— es una aproximación bastante acertada al porcentaje de la población ucraniana que preferiría ser rusa.
Si se logra el supuesto acuerdo de paz, sin duda será mejor que continuar la guerra. Será ligeramente menos ventajoso para los nacionalistas ucranianos que el acuerdo que se alcanzó en Turquía hace más de dos años, pero que la OTAN vetó.
Esperemos que los ucranianos se hayan dado cuenta de que sacrificar a toda una generación como carne de cañón para la OTAN no es una buena política.
Los líderes europeos siguen intentando hacer alarde de su poderío amenazando a Putin con nuevas sanciones si no se llega a un acuerdo. Esto simplemente no funciona; a Moscú no le afecta. No contrarresta en absoluto la ventaja militar de la que disfruta ahora Putin.
Me gustaría creer que la paz en Ucrania podría conducir a una reducción de la histeria rusófoba en toda Europa. Pero la verdad es que el alarmismo al estilo de la Guerra Fría es realmente lo único que tienen estos líderes europeos fracasados para aterrorizar y controlar a su población descontenta y empobrecida en la actualidad.
Sin embargo, cada vez serán menos convincentes.
5. Solo la neutralidad ucraniana traerá la paz.
El análisis de Rafael Poch sobre los resultados de las reuniones en Alaska y Washington
https://rafaelpoch.com/2025/08/20/un-paso-adelante-y-otro-atras/#more-2227
Un paso adelante y otro atrás
Las tropas de países de la OTAN en Ucrania son garantía de que el conflicto continúe. Moscú inició la guerra para evitarlas y no las va a bendecir ahora que se ha hecho con el 20% del territorio ucraniano pagando un gran precio en todos los terrenos, pero los europeos no tienen un plan de paz, ni están preparados para ello.
La escenificación que Trump organizó en la cumbre de Alaska con Putin el viernes 15 de agosto, quiso mostrar un encuentro entre iguales. Alfombra roja, cordialidad y respeto. Eso es algo que provoca erecciones a los machos de la elite rusa, que recuerdan con nostalgia los tiempos en los que la URSS era temida y respetada, y sus intereses tomados en serio en Washington, lo que no ocurre desde hace más de treinta años.
La cumbre fue una debacle para los europeos. “No se habló de sanciones contra quienes compren petróleo ruso, desaparecieron los ultimatums y la exigencia de un alto el fuego que Rusia rechaza”, resumía el mismo día 15 The New York Times. “Putin no dio a entender ninguna renuncia respecto de sus posiciones anteriores”, asombrábase el Frankfurter Allgemeine Zeitung. “En las últimas semanas parecía que Trump se había desengañado de Putin y que aumentaba su desagrado, pero el viernes no vimos ninguna señal de todo eso”, constataba, desolado, el Neue Zürcher Zeitung.
Para los europeos, el gran peligro de la cumbre era que “pueda salir algo de ella” , decía uno de los chihuahuas mediáticos de Madrid. Al día siguiente casi todos esos medios respiraban aliviados enfatizando que, afortunadamente, no se había alcanzado acuerdo alguno. Pero sí que hubo algo.
El encuentro de Alaska mostró que Trump cambiaba, desde la exigencia de un alto el fuego, a una perspectiva de acuerdo de paz que tenga en cuenta los “motivos profundos” del conflicto alegados por Rusia: Ucrania sin OTAN y cediendo territorios. Ambos aspectos eran considerados “innegociables” por los europeos, así que el lunes siguiente, primer día hábil, la “delegación europea” (el inglés, el francés, el alemán, el ahijadito holandés de la OTAN, la italiana, el finlandés que juega al golf y la Presidenta de la Comisión Europea) más Zelenski, corrieron a Washington. No hubo alfombra roja. Una funcionaria de tercer orden les recibió en la puerta de la Casa Blanca. No fue un “encuentro entre iguales”, sino una recepción del vanidoso emperador a sus humildes vasallos que le expresaron, uno tras otro, su agradecimiento de forma tan reiterada como exagerada. La delegación intentaba salvar los muebles. “Garantías de seguridad” para Ucrania, se llamaba su alarmado propósito.
Como cualquier persona informada sabe, o debería saber, la única garantía de seguridad de Ucrania es su neutralidad. Esa neutralidad, que Ucrania no participe en bloques, ni pueda albergar tropas ni armas que amenacen a Rusia, es también una garantía de seguridad para Rusia. Por haber roto esa neutralidad, animado por la OTAN y sus socios europeos, y por imponer su etnonacionalismo a la mitad del país que no lo compartía, Ucrania deberá pagar ahora un elevado precio territorial. Pero todo eso es algo que los dirigentes europeos, sus medios de comunicación y sus laboratorios de ideas, todavía no han llegado a comprender, pese a que Moscú lo viene repitiendo desde hace muchos años. El ministro ruso de exteriores, Sergei Lavrov, repetía, una vez más, el mensaje el día 19:
“Para nosotros nunca se trató de hacernos con territorios. Ni Crimea, ni el Donbas, ni Novorrosía fueron nunca nuestro objetivo. Todo el mundo sabe que esos territorios eran parte de la República Socialista Soviética de Ucrania y después pasaron a serlo de la Ucrania independiente. Quedaron en la Ucrania independiente en base a la declaración de soberanía que los dirigentes ucranianos adoptaron ya en 1990 en la que se proclamaba con toda claridad que Ucrania sería para siempre un estado desnuclearizado, neutral y no alineado en bloques. Precisamente esa circunstancia era el fundamento del reconocimiento internacional de Ucrania como estado independiente. Si ahora el régimen de Zelenski renuncia a todos esos principios y ya habla de armas nucleares, ingresar en la OTAN y de renunciar a la neutralidad, entonces ese fundamento del reconocimiento de Ucrania como estado independiente, desaparece”.
Los dirigentes europeos ignoran eso y prefieren apuntarse a las leyendas de la amenaza rusa, la ampliación del imperio ruso hacia el oeste, la recreación de la URSS y la maldad intrínseca de Putin, pero eso cambia poco la realidad del problema: sin entender ni reconocer los “motivos profundos” del conflicto no se saldrá de el. Para los occidentales reconocer eso supone una marcha atrás demoledora, pues tales motivos ya estaban perfectamente expuestos en el documento de diciembre de 2021 que Moscú hizo llegar a la OTAN y a Washington y que ni siquiera fueron considerados. Si ahora se reconocen, Trump puede alegar con todo cinismo, y lo hace, que esa fue la “guerra de Biden”, su predecesor, pero, ¿los europeos? Imposible retroceder sin perder la cara ni responder a la pregunta de los tres años de barbarie y sufrimiento bélico entonces perfectamente evitables. Así que lo que ahora toca son las “garantías de seguridad” para Ucrania, entendidas como tropas de países de la OTAN en suelo ucraniano. Sin ayuda e implicación americana eso es imposible. A los europeos les faltan recursos, sobre todo de defensa antiaérea, aviación e inteligencia, así que la delegación le pidió el lunes a Trump que participe en el asunto.
Las tropas de países de la OTAN en Ucrania son garantía de que el conflicto continúe. Moscú inició la guerra para evitarlas y no las va a bendecir ahora que se ha hecho con el 20% del territorio ucraniano pagando un gran precio en todos los terrenos, pero los europeos no tienen un plan de paz, ni están preparados para ello.
“Ha habido demasiados vítores y fanatismo de cambio de régimen en el ámbito político y mediático europeo, con muchos titulares recientes insistiendo en que la agresión rusa no debe ser premiada, claro que ninguno de esos autores tiene una estrategia militar para la victoria, porque pensamiento estratégico no es precisamente lo que abunda entre los europeos formados”, dice el analista Wolfgang Munchau. Trump ha respondido a la petición de sus chihuahuas con una declaración que les ha aliviado:
“Ucrania no formará parte de la OTAN, pero están los países europeos que ya están implicados en el proceso. Algunos de ellos, Francia, Alemania e Inglaterra, de momento tres de ellos, quieren tener tropas allá. No creo que eso sea un problema. Estamos dispuestos a ayudar en eso, especialmente en lo que respecta a apoyo aéreo, porque nadie dispone dela capacidad que tenemos”, ha dicho.
La declaración borra para Moscú todo lo que se ganó, o se creyó ganar, en Alaska. Pero, ¿hay que tomarse esa declaración en serio?
El analista ruso Dmitri Trenin dice que lo dicho por Trump sobre tropas europeas con apoyo aéreo americano como “garantía de seguridad” es “un caramelo de consuelo para los europeos que no cambiará la posición del Presidente”. Trump sabe que los europeos no disponen de las tropas necesarias para brindar a Ucrania lo que ellos consideran que es seguridad y que en realidad no es más que una promesa de mantener el conflicto. Como tantas otras veces, donde dijo “digo”, dirá “Diego”, sin el menor problema y se concentrará en lo suyo que el sociólogo filipino Walden Bello enuncia así:
“Trump parece imprevisible pero hay una tendencia que se mantiene a través de los zig zags de su acción. Simplemente reconoce lo que sus predecesores no reconocían: que el Imperio está desbordado por sus obligaciones y que ya no tiene recursos para sostener sus múltiples compromisos”.
Si este extraño acuerdo de paz, en el que su propiciador es parte principal del conflicto pero actúa como si fuera mediador, se demuestra imposible, el Presidente quizá se desentienda de Ucrania transfiriéndole el muerto a los europeos que en su estupidez multiplicarán por cien sus compras de armas a Estados Unidos para realizar la quimera militar que les está convirtiendo en irrelevantes en el mundo a marchas forzadas… Estados Unidos gana en cualquier caso y por partida doble.
Todo esto, evidentemente, es de lo más inestable e inseguro y los rusos son conscientes de ello. Como dice el comentarista anglo-italiano Thomas Fazi ( En Trump’s Ukraine endgame – UnHerd ), “probablemente no se hagan ilusiones sobre los verdaderos objetivos del establishment imperialista estadounidense. Y saben perfectamente que cualquier acuerdo alcanzado con Trump podría ser revocado en cualquier momento. Sin embargo, los objetivos a corto plazo de Putin coinciden con los de Trump. Se podría decir que Rusia y Estados Unidos son adversarios estratégicos cuyos líderes, no obstante, comparten un interés táctico en la cooperación”.
(Publicado en Ctxt)
6. Otro tipo de unión de la izquierda.
Lordon arremete con el tipo de «unión de la izquierda» existente en Francia y aboga por una de otro tipo, en torno a FI y la CGT.
https://communispress.com/la-fuerza-o-la-farsa/
¿La fuerza? ¿O la farsa?
Frédéric Lordon
Aug 19, 2025

«L’union ? Quelle union ?», de Frédéric Lordon, apareció originalmente en La pompe à phynance, el blog de Lordon en Le Monde diplomatique, el pasado 30 de junio de 2025. Se tradujo al español y se publica ahora en Communis con la autorización del autor.
«Vivimos un momento excepcional en el que pensar políticamente no es de carácter facultativo. Se dirá que la dirección de la CGT así lo había comprendido cuando llamó a votar por el Nuevo Frente Popular en julio de 2024. Habrá que decirle que no es suficiente, aunque haya que recordarle que en 1934, ante la amenaza fascista, no dudó en unir sus fuerzas con las de los partidos de izquierda para ofrecer una respuesta unitaria. Como debería volver a hacer hoy: con Francia Insumisa.»
A propósito de «la unión»
Es un fetiche y una constante lamentación: «la unión». ¿Para qué? No se sabe. Lo importante es estar «unidos». Todos juntos hacia el talud: iremos a parar en el techo, pero habremos permanecido «unidos» como si nos hubiesen soldado los unos con los otros. El viejo sentido común que, como el tinto barato, mancha, no obstante protesta: «Unidos somos más fuertes que divididos; divididos no llegaremos a nada.» Lo que se dice a nada. En materia sindical, los prodigios de la «unión» permanecen frescos en la memoria y se prestan de lo mejor para no tener que devanarnos los sesos: fue en 2023, con motivo de las jubilaciones. Todo salió a pedir de boca, de tan unidos que estábamos. Con la Confederación Francesa Democrática del Trabajo. Como lo prueba el hecho de que no «llegamos a nada»: pues durante dos meses sacamos a millones de personas a la calle para, al final, perder lo imperdible. Por haberse alineado la «unión» con la molicie política, la incomprensión de las situaciones históricas y la ineptitud estratégica. Todos juntos… en la derrota. Pero ojo, no cualquier derrota, sino una derrota triunfal, unánimemente celebrada. Por la burguesía, y la prensa de la burguesía, toda ella embelesada: lo que se dice una verdadera unión, de esas que jamás ocasionarán perjuicio alguno.
¿Acaso no es urgente replicar en el ámbito político lo que tan mal ha salido en el sindical? Es lo que opina la misma prensa; y ello, incluso más que en el caso anterior. En este caso tampoco escatimaremos al viejo sentido común tan dado a dejar manchas (como el tinto barato) y cuya impronta en las organizaciones consagradas a la renegación no puede ser más obvia. Las mismas que tan decididas se muestran a doblegar a golpe de sentido común a los recalcitrantes: Francia Insumisa. Con tan mala pata, pues FI es a la vez la de mayor peso y la menos ingenua.
«La unión» según las urnas
Si realmente quisiéramos dar algún crédito a la «unión», al menos podríamos tomarnos la molestia de hacer un mínimo análisis táctico. Que comenzaría por diferenciar las elecciones. Por ejemplo: ¿elección presidencial? Afortunadamente, FI nunca ha sido tan tonta como para embarcarse con la tomadura de pelo de las primarias populares/ciudadanas/de la izquierda/de toda la izquierda/o incluso del centro/y más allá —de haber afinidades—, o de cualquier otro tipo de candidatura común, «totalmente abierta»; siempre que no recaiga en FI. Son muchas las razones para no querer seguir viéndoselas con las inclinaciones autocráticas de la Quinta República, pero por el momento no tenemos otra. Por tanto, el juego (electoral…) se analiza en función de las limitaciones que ella misma impone: en particular, la ultrapersonalización de las elecciones. Ahora bien, independientemente de toda cuestión de línea, en este ejercicio nadie tiene tanto empuje como lo Viejo —Faure, Autain, Tondelier o la alianza de los «tours» y los «bourgs»—: personalidades «destacadas», si se quiere, pero sobre todo por su mediocridad intelectual, su consistencia de ectoplasma y el carisma de un cucharón.
¿Elecciones legislativas? Historia por completo diferente, a no dudarlo. Esta vez, la necesidad de formar alianzas es mucho mayor. Pero hay que saber distinguir: unas elecciones legislativas que sucedan a unas elecciones presidenciales en las que se haya ganado ofrecen un impulso que propicia que la unión se forme al amparo de una hegemonía, situación en la que no hay por qué esconderse si se tiene en cuenta lo podrido que está el entablado por sobre el que hay que caminar. Ejemplo (sin victoria): la Nueva Unión Popular Ecológica y Social; la que, por cierto, ha confirmado ampliamente el estado en que se encuentran los tablones. Y que quizás incluso nos haya dado ganas, en retrospectiva y de cara al futuro, de convertirlos en aserrín.
Última configuración: unas elecciones legislativas «sorpresa». Es el peor de los casos. Ni la ventaja comparativa de la personalización, ni el impulso de unas presidenciales bien negociadas: no queda sino el follón estilo Nuevo Frente Popular, apenas enderezado por el estado de las fuerzas en el momento de la disolución; a saber, tras unas elecciones europeas que hasta ahora nunca han sido particularmente memorables para FI. Lo único cierto es que extraer conclusiones «presidenciales» de tan atípicas elecciones legislativas es la mayor de las estupideces.
Socialdemocracia: cierre por liquidación
Aun así, hay que seguírselas viendo con la cuestión del carisma, y con la cuestión de la línea. En ese sentido, decir que el Partido Socialista «traiciona» es un enunciado carente ya de todo sentido. Para empezar, tendría que ser de izquierda para que sus posiciones revistieran carácter de traición. Lógicamente, no se traiciona a la izquierda cuando se es de derecha. El PS no traiciona nada: es lo que es. No falta sino acabar con ese efecto de persistencia retiniana que se empeña en verlo a la izquierda.
Se preguntará, sin embargo, ¿no es socialdemócrata el PS? Es eso lo que afirma el propio PS. Y la socialdemocracia, ¿no es «de izquierda»? Si se quiere, pero para calificarla de alguna manera sería necesario, sobre todo, que todavía existiera… la socialdemocracia. Pero precisamente ahí es donde está el problema. La radicalización de la burguesía ha anulado el espacio socialdemócrata del «compromiso» desde el momento en que la mutación de las estructuras del capitalismo (alias «globalización neoliberal») ha dado al capital la libertad estratégica de rechazar todo compromiso. Cuando se desvanecen los márgenes del compromiso, ¿qué les queda a los partidos del compromiso? Aceptar la desaparición del compromiso y convertirse a la derecha. Una derecha pasiva, una derecha por defecto, una derecha por la pendiente más pronunciada, para empezar, por cuanto nunca se sabe hasta dónde puede llevar la pendiente más pronunciada.
Por lo demás, algo ya se sabe, viendo hasta dónde ha llevado a algunos: privación de la nacionalidad, estado de emergencia por conveniencia, desacato de las autoridades, delito de apología del terrorismo, etc. De hecho, la pendiente —irresistible— es la objeción definitiva a la hipótesis estratégica de la falsa izquierda, según la cual, entre «los extremos» abandonados a la suerte de sus radicalismos simétricos (cuando no idénticos, ya que es sabido que «convergen»), se recrearía en toda su amplitud el espacio de la sensatez, del compromiso y del valor de los matices. Lamentablemente, ese espacio tiene forma de mantel de punto y redistribuye a un lado u otro todo lo que lo atraviese, sin poder mantener nada en su inestable equilibrio. Y, por defecto, hacia la extrema derecha.
Porque no hay —ya no hay— centro, espacio central ni bloque central. No hay más que una caída en cadena de todas las fuerzas hegemónicas hacia el polo de la extrema derecha, como demuestra una vez más Bayrou, hasta ahora figura tutelar del centro amable, cuyo gobierno, entre Betharram–vs–Averroès y Retailleau-Darmanin, habrá propiciado los avances más notables del racismo sistémico de Estado y la fascistización general. Trágico efecto gravitatorio de «la pendiente»: salvo que se disponga del arsenal ideológico opuesto, único capaz de hacernos llegar al otro lado, todo seguirá deslizándose hacia el peor de los destinos. De ahí que ya nadie sea capaz de distinguir entre la Agrupación Nacional y Les Républicains, ni tampoco entre estos dos y el macronismo real.
«La unión», engañabobos
En cualquier caso, por no tener idea alguna sobre el capitalismo, el PS no corría ningún riesgo de tener la menor idea sobre la crisis orgánica del capitalismo. Tampoco, como partido burgués por excelencia, estaba en condiciones de calibrar la radicalización de la burguesía, es decir, la inclinación de la pendiente. Decidida a todo con tal de salvar su orden, la burguesía muestra, como es siempre el caso en épocas de crisis, su verdadero rostro. Y ello, en una coyuntura que lleva al extremo el callejón sin salida estratégico del PS —al que, a decir verdad, se había ido a parar hace mucho tiempo —, tal como nos lo ha hecho saber con sus pretensiones de gobernar una farsa esencial, confirmada, repetitiva y, por desgracia para el PS, muy susceptible de discernimiento por el electorado, que ya ha «tratado» a Jospin, Holland, Hamon e Hidalgo. De modo que, bajo el único criterio de la eficacia, que es el único argumento de los unionistas, el fracaso está más que garantizado.
Por lo general, llegados a este punto, deberíamos empezar a medir la vacuidad esencial del propósito de forjar, con fuerzas que son de derecha, una «unión de fuerzas de izquierda». Y es que, en algún momento, hay que decidirse a llamar por su nombre ese grotesco vicio que convierte a la «unión» en un engañabobos que no es secreto para nadie: tiovivo para una feria de atracciones. De seguro, del tipo de atracción que prefiere la prensa burguesa que —a mano siempre la ayuda que le prestan los sondeos— se afana sin desmayo por rellenar su «unión de la izquierda» con farsa de la derecha. Empresa que, por supuesto, jamás confesará. En realidad, la adhesión de esa prensa al orden burgués es tal que no tiene nada que ocultar ni que confesar: que la izquierda sea de derecha es algo natural. Por eso se queda boquiabierta, atónita, cuando se le dice lo contrario. No es que sea para ella cuestión de lógica o de contradicción formal: es simplemente un vacío. ¿Acaso no ha defendido durante mucho tiempo la existencia del gamusino y le ha caído detrás al «ala izquierda del macronismo»? En ese caso, evidentemente, Valls, Cazeneuve, Delga, Lombard, Moscovici, Cambadélis, Hollande, Vallaud, etc., todo eso,es-la-izquierda. Entretanto, Marine Tondelier, con sus tulipanes a las Compañías Republicanas de Seguridad y sus coreografías al pie de la torre Total, es-la-izquierda. Fabien Roussel, con sus pasiones carnívoras y su «racismo antiblanco», es-la-izquierda. ¿En qué punto nos encontramos con respecto a toda noción de lo que significa ser de izquierda cuando llegamos al extremo de proclamar, como hace Libération, que «[e]ntre los dos, Raphaël Glucksmann y François Ruffin forman un candidato de izquierda que no tiene desperdicio»? Podemos imaginar la fisonomía del personaje reconstruido, entre cuadro de Boucher y monstruo de Frankenstein: todo él costuras y el andar algo rígido.
Otra unión
Es todo lo que encontramos en el fondo del vórtice «La unión», ese sumidero de energía y palabrería inútiles, lugar ridículo del que salir a la carrera sin el menor remordimiento. O más bien, que trasladar, que reinvertir en otro lugar. Porque si hay una unión que considerar, pero de otro tipo, es allí hacia donde nadie está mirando: en la constitución de un arco de fuerza antifascista. En particular, en torno a sus principales componentes, designados por su capacidad de movilización, los más poderosos del momento: FI y la Confederación General del Trabajo (CGT).
En este caso, esa unión, que no es obvia, merita cierto esfuerzo. En primer lugar, un esfuerzo de imaginación, porque al no andar ocupada con programas, circunscripciones y desistimientos, hay que concebirle unos objetivos originales. En lo esencial, contenidos de coordinación en los discursos, las consignas y, más aún, en la movilización, es decir, en la creación de oportunidades de movilización. De modo que al final nos salgamos con una concentración de FI en Place de la République contra la extrema derecha un domingo, una concentración de la CGT en Place de la République contra la Agrupación Nacional el domingo siguiente, una manifestación por Palestina de FI un sábado y una manifestación por Palestina de la CGT una semana después.
El trabajo de «organización», o más bien de organizaciones, vendrá después, y sobre todo. Porque a priori todo parece oponerse a ese acercamiento, que no tiene, precisamente por ello, nada de orgánico. No se puede decir que FI se haya afanado mucho por disimular su propensión a instrumentalizar a los sindicatos y su fuerza de movilización. De sobra se sabe que sus relaciones con la CGT, en particular, rápidamente se torcieron. Sin embargo, es difícil reprochar a un partido tan comprometido con la conquista del poder institucional que se desvíe de sus objetivos para alcanzar sus fines electorales: ello forma parte de su concepto. Del mismo modo, no se puede reprochar a la CGT, ni a su dirección ni a sus militantes, que se resistan a verse objetivamente involucrados en empresas que no son las suyas: es su legítimo derecho. Seguramente, para romper el mano a mano entre FI y la CGT, habrá en el arco —en cualquier caso, tiene que haberlas— otras fuerzas políticas. Tampoco hay que exagerar sus respectivos poderes de «dilución»: FI es un bocado demasiado grande.
En realidad, el principal obstáculo no está, o al menos no lo está tanto, donde se cree: no en la propensión a afiliarse a una organización política que, por naturaleza, funciona por medio de la afiliación, sino en el hecho de que una organización sindical considere acertado «no hacer política», en plena época de fascistización. Punto de agobio: en la dirección de la CGT, parece que todavía no se entiende el significado del término «política». Más exactamente, se entiende como lo entienden los periodistas. «Política» son las elecciones, los partidos, los diputados, las mociones de síntesis, el debate en segunda vuelta, las urnas, los ministerios, la cafetería de la Asamblea Nacional. En cambio, las cuestiones sociales no son política. Porque son cuestiones sociales. Los sindicatos tampoco son política, porque si lo fueran serían partidos (¡por favor!).
Un solo grupo social suele tener interés en mantener esa concepción escandalosamente restrictiva de la política: el capital, por supuesto, cuyo esfuerzo constante ha estado siempre dirigido a negar rotundamente que lo que ocurra en cualquier empresa, y más en general en «la economía», tenga el más mínimo carácter político. Han sido necesarias todas las interpretaciones erróneas, las derivas y la obsolescencia de la Carta de Amiens, pero aún más el triunfo de la ideología de los «interlocutores sociales», para llevar a los sindicatos a hacer suya esa negación de la política. El hecho es que ni siquiera en la CGT se permite a la dirección sindical «hacer política», para gran disgusto de no pocos militantes, como los estibadores de Marsella que se niegan a cargar armas para Israel, sus homólogos del aeropuerto Charles de Gaulle por el mismo motivo, o los sindicatos de profesores de Île de France que convocaron a una huelga el 17 de junio contra el genocidio en Gaza: evidentemente, todos ellos persisten ejemplarmente en sus luchas reivindicativas sin por ello abandonar las perspectivas políticas, y piensan «políticamente» al mismo tiempo que piensan «sindicalmente».
Por desgracia, vivimos un momento excepcional en el que pensar políticamente no es de carácter facultativo. Se dirá que la dirección de la CGT así lo hubo de comprender cuando, armándose de valor, cruzó el Rubicón y llamó a votar por el Nuevo Frente Popular en julio de 2024. Lo peor es que, en relación con sus propios estándares, sí, la CGT ha hecho algo «excepcional». Habrá que decirle que no es suficiente, aunque haya que recordarle su propia historia, la de febrero de 1934, época en la que comprendía mejor lo que significaba «política», tal vez auxiliada por su sojuzgamiento al Partido Comunista…, pero también porque la perspectiva revolucionaria no había desaparecido de su ideario. De modo que entonces, ante la amenaza fascista, no dudó en unir sus fuerzas con las de los partidos de izquierda para dar una respuesta unitaria. De eso mismo es de lo que habrá que convencerla que vuelva a hacer hoy. Sí: con los partidos de izquierda. En este caso, con el principal de ellos: FI.
Lo que resulta un poco aterrador en la despolitización del sindicalismo, como en el caso de la CGT, es la falta de conciencia del peligro —que se considera fuera de su ámbito, por cuanto se supone que sea un asunto «electoral»— y, lo que es peor, aunque no sea más que una consecuencia de lo anterior, la falta de conciencia de la responsabilidad política que le incumbe. Es entonces que, en lo que sin duda es un segundo cruce del Rubicón, en su llamamiento por el Primero de mayo la CGT menciona a «Trump», a «la internacional reaccionaria» y a «la extrema derecha». Desafortunadamente, para después volver al silencio político el resto del tiempo, toda vez que el primero de mayo tiene la mala costumbre de caer un solo día al año.
No es concebible, en un período tan peligroso, que una organización de izquierda tan poderosa como la CGT no se redefina, de la manera más explícita, como componente de un arco antifascista, o incluso como fuerza antifascista pura y simple, declaración que, por ello mismo, denotaría su disposición a trabajar con todas las fuerzas políticas que se definan de manera similar, independientemente de su naturaleza, incluida la partidista.
Dos fuerzas de izquierda, FI y la CGT, tienen en sus manos nuestro destino político. Si tenemos energía para exhortar a la «unión», es en ello que debemos emplearla, y que sean otros los que empleen la suya en ferias de atracciones. Que esa unión sea perfectamente heterogénea con respecto a las coordenadas habituales de la «unión», que tenga que superar considerables obstáculos, que exija inventar nuevas prácticas, todo eso se entiende. Al menos vale la pena intentarlo.
Se busca «artillería pesada»
Vale más que la pena: vale la urgencia. El alcance y la intensidad de la amenaza son tales que habría que plantearse muchos otros cambios en el funcionamiento habitual de las organizaciones. Al menos por precaución. Por ejemplo, porque la burguesía estará dispuesta a todo para impedir la llegada de la izquierda al poder, hasta a distorsionar, o incluso a pisotear, el propio proceso electoral, por el que siente respeto sólo si este respeta los intereses de la burguesía. Hasta su golpe de fuerza del verano de 2024, el macronismo habrá sido un ensayo general.
En un caso similar, en que la mentira institucional y electoral queden expuestas a la luz del día, vendría bien estar en condiciones de sacar la «artillería pesada». Veamos: ¿con qué «artillería pesada» contamos? En realidad, no con mucha. Básicamente con dos cosas.
En primer lugar, están los disturbios de tintes insurreccionales, al estilo de los chalecos amarillos o de Nahel, o cualquier combinación convexa de ambos. Pero nadie sabe cómo funcionan ni cómo se desencadenan, si es que, frente a sus virtudes, también se tienen en cuenta sus riesgos y peligros. El segundo artículo es mucho más interesante: se titula «movilización masiva del campo del trabajo». ¿Tampoco sabemos en ese caso cómo funciona? No es del todo falso, pero tampoco del todo cierto: por ejemplo, el 16 de marzo de 2023, cuando un 49,3 llevó a su punto de ebullición a un cuerpo social presa de la rabia: ese día se presentó una oportunidad política e histórica para convocar a una huelga general. Que quedó abandonada a las corrientes de aire.
De todos modos, esa ya no es la cuestión. En contra de todos los sociólogos realistas de las organizaciones sindicales, hay que poner el problema patas arriba: no desde la crítica mecánica de la «incitación a la huelga general», sino desde la coyuntura, que es histórica, y el peligro sin precedentes bajo la Quinta. Es de ahí de donde hay que partir. Es eso lo que tiene la sartén por el mango, lo que las organizaciones deben pensar imperativamente. Es la sensación de peligro lo que hace que se encuentren los recursos. Y mover cielo y tierra para hacer posible lo que hasta ese momento se consideraba imposible, pero que se revela imperiosamente vital. Aun así es necesario que la sensación de peligro se experimente con la intensidad requerida…
Que el campo del trabajo se implique políticamente en un arco antifascista es algo defendible desde el punto de vista sindical. Debería quedar bastante claro que el fascismo no es precisamente su aliado. Las leyes antisindicales más controvertidas ocupan un lugar muy importante en su agenda: normalmente, ello sería motivo más que suficiente para que las confederaciones se movilizaran en serio; sería estúpido verse aniquiladas sólo por no haber querido «hacer política».
Por lo demás, el argumento es válido para todas las organizaciones, tanto sindicales como políticas, que se sentirían contrariadas de tener que apoyar a uno de los componentes del arco: lo que se avecina para 2027 es lo suficientemente grave, de hecho lo suficientemente peligroso, para todos. Porque las disoluciones y las persecuciones políticas, las mismas de las que el macronismo nos ha dado ya una muestra, se nos vendrían encima tan rápidamente como las leyes antisindicales. Normalmente, no debería ser demasiado pedir que se imagine lo lejos que se puedan llevar las cosas, para convencernos de hacer todo lo posible por evitarlo.
En cualquier caso, sabemos dónde estamos con sólo escuchar a Retailleau, quien considera que «la Agrupación Nacional es muy de izquierda», pausa, «en materia económica», combinación más que acertada para a la vez indicar en términos generales su más auténtica inscripción en la dinámica fascista del momento y lo que esos términos generales conllevan en materia social.
Hacer visible el vínculo entre las dos luchas, la política y la sindical, construir una disposición —a participar de una práctica seguramente inusual— es una cuestión de línea, confederal. Y de discurso. Que recae en la dirección, ya que, si se lee correctamente, es la dirección la que se encarga de marcar el rumbo. Nos gustaría mucho que la CGT comprendiera que, en este momento histórico, se encuentra, lo quiera o no, ante una responsabilidad histórica. Que va un poco más allá de un primer comunicado «Nuevo Frente Popular» entre las dos vueltas —o de un segundo, aterrador, para exhortar junto con la Medef a la «estabilidad»… Hay momentos en los que el sindicalismo sindical de los «interlocutores sociales» simplemente no es sostenible. Ya no existe la izquierda sindical y la izquierda partidista, las luchas de unos y de otros, las reivindicaciones y las elecciones: existe la izquierda y la extrema derecha.
Featured image: The Corkscrew, a new roller coaster, makes its debut at Cedar Point, Sandusky (OH) on May 15, 1976 | Bettmann via Getty Images. Courtesy of Popular Mechanics.
Translated from the original in French by Rolando Prats.
7. Nueva etapa política para la izquierda en Sudáfrica.
Como hemos visto anteriormente, el PCSA ha decidido empezar a romper su alianza con el CNA y presentar candidatos propios en las próximas elecciones. Os paso un artículo «desde fuera» y el último comunicado de su Politburó.
https://links.org.au/south-africa-can-sacp-help-rebuild-democratic-militant-left
Sudáfrica: ¿Puede el SACP ayudar a reconstruir una izquierda democrática y militante?
Por Brian Ashley
Publicado el 20 de agosto de 2025
Publicado por primera vez en Zabalaza for Socialism.
La decisión del Partido Comunista Sudafricano (SACP) de presentarse de forma independiente al Congreso Nacional Africano (ANC) en las próximas elecciones municipales merece ser acogida con satisfacción. Durante décadas, los socialistas independientes y otros militantes han argumentado que la subordinación del partido dentro de la Alianza Tripartita debilitaba la independencia política de la clase trabajadora y vinculaba el destino de la política socialista a la suerte del CNA. El hecho de que el SACP haya decidido ahora mantenerse independiente, aunque sea tarde, representa un posible paso adelante para reconquistar la independencia de la clase trabajadora y avanzar en una política de clase basada en la renovación socialista.
La hegemonía política del ANC se ha roto, su autoridad moral está destrozada y su base electoral fracturada. Sin embargo, el espacio político que se ha abierto ha sido ocupado en gran medida por fuerzas de derecha como la Alianza Democrática, la Alianza Patriótica y otras formaciones populistas. La izquierda, por su parte, se ha debilitado y fragmentado, precisamente cuando la profundización de la crisis social, económica y política exige una alternativa clara y de clase.
La pregunta que deben hacerse todas las corrientes de la izquierda es obvia: ¿por qué es tan débil la izquierda hoy en día, dada la magnitud de la crisis que enfrentan la clase trabajadora y los pobres? ¿Y qué se puede hacer para revertir la situación? Si el giro electoral del SACP quiere ser algo más que otra falsa salida —como la ruptura de NUMSA con la Alianza en 2013, que nunca dio lugar a un partido obrero viable y acabó colapsando—, debe ir acompañado de una profunda reflexión, un debate riguroso y la voluntad de replantearse la teoría y la estrategia políticas.
Lecciones de la Alianza
Cualquier renovación de la política socialista debe comenzar con un balance honesto del pasado. ¿Por qué el SACP permaneció en la Alianza y en el Gobierno incluso cuando el ANC se convirtió en un vehículo para una élite depredadora? ¿Por qué se mantuvo leal cuando el ANC impuso el GEAR, afianzando el neoliberalismo? ¿Por qué defendió a Jacob Zuma como «alternativa de izquierda» a Mbeki, para acabar encadenado a otro proyecto corrupto y autoritario? ¿Por qué defendió al Estado tras la masacre de Marikana en lugar de apoyar inequívocamente a los mineros en huelga?
Las respuestas no se encuentran solo en los errores tácticos, sino en el marco político que ha guiado al SACP durante décadas, moldeado sobre todo por el estalinismo y solo parcialmente cuestionado por renovadores como Joe Slovo, Ruth First y Chris Hani.
Estalinismo y vanguardismo
Uno de los problemas fundamentales es el persistencia de las ideas estalinistas. Tras la caída de la URSS, Slovo advirtió contra el burocratismo y afirmó que la democracia era fundamental para el socialismo en su artículo «¿Ha fracasado el socialismo?». Sin embargo, nunca se llevó a cabo un examen exhaustivo de la estrategia central del partido.
El SACP mantuvo una concepción dogmática de sí mismo como «vanguardia de la clase obrera». Este modelo burocrático sustituye la actividad consciente de las masas por una élite ilustrada, difuminando la distinción entre el papel del partido y el papel de la clase.
Esto va en contra de la insistencia de Marx en que «la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera». Al confundir su propia supervivencia institucional con los intereses de la clase obrera, el SACP debilitó la resistencia a la reestructuración neoliberal y socavó el principio de que el socialismo significa libertad, es decir, la transformación democrática de todos los aspectos de la sociedad.
El etapismo y la revolución democrática nacional
Una segunda debilidad radica en la concepción del partido de la «revolución democrática nacional» (RDN). Desarrollada en la era estalinista de la Comintern, consolidó una rígida teoría de la revolución en dos etapas: primero, una etapa «democrática nacional»; después, una etapa «socialista». En Sudáfrica, esto se vinculó a la idea de que el apartheid era una «colonia de tipo especial».
Si bien este marco reconocía la importancia de las luchas nacionales y democráticas, ocultaba hasta qué punto la opresión racial era parte integral de la acumulación capitalista. Pensadores como Harold Wolpe, Martin Legassick y Neville Alexander demostraron que el capitalismo racial no puede reducirse a «dos economías», sino que debe entenderse a través del desarrollo combinado y desigual, en el que la riqueza de los enclaves del «primer mundo» dependía del subdesarrollo de los townships y las periferias rurales.
Esta concepción etapista llevó al SACP a considerar el capitalismo desracializado como un trampolín hacia el socialismo, en lugar de una barrera para la transformación. El fracaso de la transición desde 1994 confirma el error: tomar el control del Estado del apartheid e intentar desracializar el capitalismo no abrió el camino al socialismo, sino que lo bloqueó.
La burocracia y la pequeña burguesía
El SACP también subestimó el papel corrosivo de la pequeña burguesía posapartheid. La crítica de Frantz Fanon a la «burguesía nacional» resultó profética. Los líderes del partido en el Parlamento, el Gobierno y los sindicatos se incorporaron a la nueva élite gracias a los salarios, las ventajas y el clientelismo. Esto creó conflictos de intereses que los predisponían a defender el statu quo en lugar de liderar las luchas contra la globalización neoliberal.
Internacionalismo y campismo
Otra debilidad ha sido el internacionalismo distorsionado del SACP. Moldeado por la política «campista», a menudo subordinó la solidaridad a la defensa de regímenes autoritarios opuestos a Estados Unidos. Esto significó ignorar o incluso oponerse a las luchas genuinas desde abajo, desde las revueltas obreras en Europa del Este hasta los levantamientos en Siria e Irán. Incluso hoy en día, el partido lucha por criticar la invasión de Rusia a Ucrania, equiparando la oposición a Putin con el apoyo a la OTAN.
El verdadero internacionalismo exige rechazar ambos bandos imperialistas y apoyar a los trabajadores y los pueblos oprimidos de todo el mundo.
Hacia la renovación socialista
El giro electoral del SACP podría ser la chispa de un nuevo capítulo, pero solo si forma parte de una renovación más amplia de la política socialista, arraigada en la democracia, la autoorganización de masas y la unidad en la lucha. Esto significa:
- Reafirmar la democracia como esencia del socialismo.
- Reconocer la pluralidad de la izquierda y construir frentes unidos.
- Reconstruir las organizaciones de masas y la movilización de base.
- Unir las luchas en torno a las demandas inmediatas de clase —empleo, renta básica, reforma agraria, vivienda, servicios— mientras se lucha contra el sexismo, el racismo, la xenofobia y la destrucción ecológica.
- Recuperar el internacionalismo como solidaridad desde abajo, no como alineamiento con Estados autoritarios.
Un momento de posibilidades
La decisión del SACP de presentarse a las elecciones de forma independiente llega con mucho retraso. Pero si se convierte en otro vehículo para las carreras de la élite, se hundirá en la irrelevancia. Sin embargo, si desencadena un profundo ajuste de cuentas con el legado y los hábitos burocráticos del partido, podría abrir el camino a una renovación genuina.
Sudáfrica se enfrenta a una profunda crisis: desempleo masivo, colapso de los servicios, desigualdad, violencia de género, xenofobia y colapso ecológico. El ANC no tiene respuestas. Los populistas de derecha solo ofrecen chivos expiatorios.
La clase trabajadora sigue siendo la única fuerza capaz de sacar a la sociedad de este callejón sin salida. La elección ante el SACP es clara: aferrarse a viejos dogmas y repetir los errores del pasado, o abrazar la renovación socialista y ayudar a forjar una izquierda democrática y militante para el siglo XXI.
https://www.sacp.org.za/content/sacp-politburo-statement-1
Declaración del Politburó del SACP
Lunes, 18 de agosto de 2025: La reunión del Politburó del Partido Comunista Sudafricano (SACP) tuvo lugar en Kotane House, la sede del SACP en Marshalltown, Johannesburgo, el viernes 15 de agosto de 2025. El Politburó debatió diversas cuestiones relacionadas con la situación política nacional e internacional con el fin de determinar la estrategia y las tácticas a corto y medio plazo del Partido en relación con esas cuestiones políticas. Entre otras cosas, el Politburó planificó la próxima reunión del Comité Central del SACP, que se celebrará del 29 al 31 de agosto de 2025.
Caravana Roja del Pueblo
El Politburó reflexionó sobre el programa del 104.º aniversario del Partido, cuyo punto álgido fue el mitin del Partido en KwaDlangezwa, en la provincia de KwaZulu-Natal. El aniversario del SACP coincide con la histórica Caravana Roja del Pueblo, que ha tenido lugar en la aldea de Motlhabe, en el noroeste, en junio, y en la aldea de Matibidi, en Mpumalanga, en julio. Durante estos eventos, que duraron una semana, el SACP se instaló en estas aldeas para trabajar con la comunidad en la construcción de la autosostenibilidad a través de sistemas de producción local de alimentos basados en la solidaridad y la autosuficiencia. La Caravana Roja del Pueblo refleja la orientación de nuestro partido como organización arraigada en las bases, que trabaja como parte de la comunidad para sentar las bases de nuestra visión socialista.
La Revolución Democrática Nacional y la Alianza
El Politburó reafirmó las resoluciones del 15.º Congreso Nacional del SACP y del 5.º Congreso Nacional Extraordinario del SACP, en las que se afirma la urgente necesidad de que el partido y la clase obrera rescaten la revolución nacional de la deriva hacia la derecha provocada por el aumento del dominio de los intereses políticos y económicos burgueses en la gestión de la economía política nacional. El Politburó tomó nota del tangible declive político del campo progresista, que pone a la revolución nacional en un peligro cada vez mayor de sufrir una derrota decisiva. El declive de la hegemonía política del movimiento de liberación democrática exige un reexamen estratégico de las tácticas utilizadas por el SACP y la Alianza en su conjunto. El Politburó reafirmó el enfoque del Partido respecto a las elecciones y la defensa de la Alianza como mecanismo político para profundizar la revolución democrática nacional.
Diálogo nacional
El Politburó debatió los diversos procesos en curso en relación con el Diálogo Nacional. El SACP reafirma la idea de un diálogo nacional como plataforma para una reflexión nacional en profundidad sobre los retos a los que se enfrenta el país, entre los que se encuentran la crisis, las altas tasas de pobreza, el desempleo, la desigualdad en todas sus expresiones y el flagelo de la delincuencia y la violencia.
Sin embargo, desde el punto de vista del SACP, el proceso en curso en este momento concreto se ve empañado por cuestiones de falta de inclusividad, lo que conduce a una aparente crisis de legitimidad del propio proceso de diálogo. La legitimidad del proceso de diálogo nacional reside en su inclusividad, que garantiza que sea un proceso verdaderamente participativo de toda la sociedad. En la situación actual, el proceso deja mucho que desear y requiere una reestructuración urgente. La función del Gobierno en un proceso de esta naturaleza es ofrecer todo el apoyo y la coordinación necesarios para facilitar un diálogo nacional eficaz entre la ciudadanía, y no la de una institución que decide la agenda, el contenido, la dirección y los resultados del proceso.
El diálogo, en un nivel sustantivo, pertenece a la ciudadanía y no a las autoridades gubernamentales. Esto se debe a que el diálogo es una plataforma para que los ciudadanos, entre otros, dirijan sus críticas al Gobierno sobre cuestiones sociales y políticas clave y, por lo tanto, pidan una revisión de las políticas gubernamentales. En ese sentido, la diversidad del proceso y su carácter inclusivo son fundamentales y no deben verse limitados por la presencia dominante de elementos burocráticos del Gobierno que desean que los resultados reafirmen la política gubernamental, a pesar de sus fracasos durante más de 30 años para superar las crisis de desempleo, pobreza y desigualdad y para reprimir la delincuencia y la violencia, entre otras cosas.
Un ejemplo de la concepción y el funcionamiento inadecuados del diálogo es la exclusión del SACP del diálogo nacional. Mientras que algunos se retiraron incluso antes de ser invitados y fueron persuadidos por el Gobierno para que no lo hicieran, y otros se retiraron después de haber sido invitados y de formar parte de los procesos preparatorios iniciales, el SACP fue excluido por completo. Por lo tanto, nuestra ausencia en la Convención Nacional de Diálogo del viernes 15 de agosto de 2025 no se debió a que rechazáramos una invitación, sino a que fuimos excluidos y dejados de lado en un proceso en el que el lema clave del Gobierno era no dejar a nadie atrás.
El SACP sigue pidiendo un diálogo nacional basado en los intereses populares de la mayoría de nuestro pueblo, es decir, la clase trabajadora y las masas populares, y no un ejercicio de marcar casillas o un proceso impulsado principalmente por intereses elitistas. Con ese fin, el SACP colaborará con todos los implicados para garantizar que se modifique el proceso y se eliminen estos defectos.
Crisis nacional de delincuencia y violencia
El Politburó debatió el agravamiento de la crisis de violencia y delincuencia en la República. Tras la ya famosa rueda de prensa del comisario de policía de KZN, el general Nhlanhla Mkhwanazi, el SACP pide una investigación exhaustiva de las acusaciones formuladas por el general Mkhwanazi. De ser ciertas, las acusaciones del general Mkhwanazi confirman la opinión del SACP de que el sistema de justicia penal está plagado de corrupción que vincula a ciertos funcionarios, incluidos altos cargos, con el mundo del crimen, lo que hace ineficaz al núcleo existente de funcionarios y agentes honestos, íntegros y diligentes.
Por lo tanto, el SACP elogia la valiente iniciativa del general Mkhwanazi, que supone una oportunidad real para limpiar el sistema de justicia penal de la corrupción y la captura a través de la comisión judicial de investigación anunciada por el presidente. El SACP pide que se apoye la investigación judicial y que se agilice de conformidad con las disposiciones establecidas en su promulgación.
Mandato del Banco de la Reserva de Sudáfrica
El Politburó del SACP debatió la urgente necesidad de reposicionar el Banco de la Reserva de Sudáfrica para que desempeñe un papel en el desarrollo del Estado. Esto debe incluir explícitamente el empleo como parte de su mandato y responsabilizarlo del incumplimiento del mandato constitucional de garantizar un crecimiento equilibrado y sostenible.
Sin duda, Sudáfrica nunca ha logrado un crecimiento equilibrado y sostenible desde la adopción de la Constitución, que encomienda al Banco de la Reserva de Sudáfrica, en su calidad de banco central de la República, el ejercicio de sus poderes y funciones en aras de lograr un crecimiento sostenible y equilibrado. Por problemático que sea, el régimen de objetivos de inflación establecido por el Tesoro Nacional permite cierta flexibilidad, dentro de un rango que oscila entre un límite inferior del 3 % y un límite superior del 6 %. Sin embargo, el Banco de la Reserva de Sudáfrica ha optado por ignorar todo lo que se encuentra dentro de ese rango y aplica una política monetaria más conservadora, fijando como objetivo el límite inferior del mismo. Aunque no ha indicado cómo pretende lograrlo, la experiencia y la historia nos dicen que el Banco de la Reserva aumentará los tipos de interés.
Las subidas de los tipos de interés aumentarán el coste de los préstamos, incluidos los destinados a inversiones productivas nuevas o expansivas y a la continuidad operativa y la sostenibilidad de las cooperativas y las pequeñas, micro y medianas empresas que se ven obligadas a pedir préstamos para pagar los salarios y los gastos de funcionamiento, entre otras cosas, debido a que el Gobierno no les paga en un plazo de 30 días. Los resultados serán negativos para la economía, incluido el crecimiento inclusivo, un objetivo que aún no se ha alcanzado. Los tipos de interés elevados estrangulan la economía. No desbloquean la inversión productiva, sino que enriquecen a los monopolios del capital financiero mientras asfixian a los trabajadores, los hogares, las cooperativas y las pequeñas empresas. Bajo el régimen de tipos de interés elevados y las subidas asociadas, las familias se ven obligadas a pagar más por las hipotecas, los vehículos y los préstamos básicos, lo que reduce su capacidad para satisfacer las necesidades diarias. El resultado es el estancamiento, el persistencia del alto desempleo, la pobreza y la desigualdad. Llevamos mucho tiempo en esta situación de crisis.
Se diga lo que se diga, no puede ser mandato del Comité de Política Monetaria del Banco de la Reserva aplicar una política monetaria más conservadora en un contexto en el que la estrecha política de objetivos de inflación, respaldada por un régimen de tipos de interés elevados y subidas asociadas, ha fracasado estrepitosamente a la hora de ayudar a Sudáfrica a alcanzar un crecimiento equilibrado y sostenible y a superar las tasas de desempleo, pobreza y desigualdad.
La actuación del Comité de Política Monetaria del Banco de la Reserva deja mucho que desear. Es profundamente problemática y exige un examen minucioso. Por lo tanto, el SACP insta al Tesoro Nacional a que adopte medidas en consonancia con su mandato de coordinación de la política macroeconómica, tal y como se establece en la Ley de Gestión de las Finanzas Públicas, sobre la base de la Constitución y tal y como se expone en la declaración en respuesta al Banco de la Reserva emitida por el Tesoro Nacional el 1 de agosto de 2025.
En la declaración, el ministro de Finanzas, Enoch Godongwana, dejó claro que «está bien establecido que la responsabilidad de la formulación de políticas en este ámbito recae en el ministro de Finanzas, en colaboración con el presidente y el Gabinete, que fijan el objetivo de inflación en consulta con el Banco de la Reserva de Sudáfrica (SARB)».
Las medidas que deben adoptarse incluyen la finalización del mandato del Banco de la Reserva de conformidad con la Constitución, mediante un proceso de revisión basado en los valores democráticos y el mandato. Esto debe abarcar el imperativo constitucional de que las facultades y funciones del Banco de la Reserva y su ejercicio por parte de este den lugar a un crecimiento equilibrado y sostenible. Debe apoyar la industrialización y, en relación con ello, incluir explícitamente el máximo empleo sostenible como mandato indispensable y objetivo clave de rendimiento por el que el Banco de la Reserva, entre otros, debe rendir cuentas.
El SACP lleva mucho tiempo abogando por un marco de tipos de interés dual, que incluya un apoyo adecuado a las cooperativas y a las pequeñas, micro y medianas empresas, con condiciones más favorables, como tipos de interés moderados para la inversión productiva y la sostenibilidad operativa, con miras a un crecimiento equilibrado y sostenible. Hemos luchado contra el sistema explotador de los tipos de interés compuestos, por ejemplo, en los bonos hipotecarios de los hogares, y hemos pedido su revisión. Seguimos siendo estratégicamente coherentes y reiteramos estas reivindicaciones en materia de política de desarrollo.
Comité Central de COSATU
El SACP espera con interés la próxima reunión del Comité Central de COSATU, que constituye una plataforma clave para que la federación aborde cuestiones fundamentales que afectan a la clase trabajadora en general y a sus miembros en particular. COSATU sigue siendo la federación sindical más grande, influyente y significativa del país. Sus actividades y decisiones son importantes para el destino tanto de los trabajadores organizados como de los no organizados de Sudáfrica.
El Politburó expresó el apoyo del SACP al COSATU en la preparación y celebración de las reuniones de su Comité Central. Como parte de ese apoyo, el SACP seguirá colaborando con el COSATU en todas las cuestiones que afecten a la clase trabajadora, al tiempo que reafirmará la independencia organizativa de la federación y de sus sindicatos afiliados. El Partido Comunista está convencido de que un COSATU fuerte es fundamental para la visión de un futuro socialista para Sudáfrica.
La unidad del COSATU sigue siendo una preocupación importante para el SACP. Por ello, hacemos un llamamiento a la celebración de una reunión unitaria del Comité Central del COSATU. Esto debería conducir a su vez a una federación unida capaz de impulsar un programa obrero con conciencia de clase, que incluya la lucha contra el neoliberalismo y su reestructuración y sus repercusiones políticas sobre los trabajadores, y que lidere la lucha por el fin de la explotación y la dominación de los trabajadores y la sociedad por parte de la burguesía.
Asuntos internacionales
El Politburó analizó el equilibrio de fuerzas internacional y observó que el contexto internacional cambiante se caracteriza, entre otras cosas, por una relación desarticulada entre las potencias occidentales. Aunque sigue siendo fuerte debido a los lazos imperialistas, la relación desarticulada entre las potencias occidentales se manifiesta en contradicciones entre Europa occidental y los Estados Unidos de América. La discordia estratégica entre estas potencias imperialistas refleja el surgimiento de una nueva era en los asuntos internacionales, una era de un mundo multipolar. El mundo multipolar a punto de surgir se produce en un contexto de incapacidad de los Estados Unidos para responder al crecimiento industrial de China y a sus propias limitaciones industriales, agravadas por los reajustes geopolíticos concomitantes que prácticamente han deshecho el estatus de control aparentemente incontestable del imperialismo occidental. Esta realidad refleja el cambio inminente en la formación del imperialismo tal y como lo conocemos, incluyendo el frente tecnológico y los frentes comercial, de inversión y militar.
El Politburó debatió los retos a los que se enfrenta Cuba como consecuencia del bloqueo impuesto por Estados Unidos. La larga lucha por la liberación del pueblo cubano del imperialismo estadounidense sigue siendo una prioridad para el SACP en su trabajo. El Partido sigue mostrando su solidaridad con el pueblo cubano y seguirá abogando por unas relaciones concretas entre el Estado cubano y el Estado sudafricano, incluso en cuestiones de salud, como el tratamiento de la diabetes, una lacra en la que los cubanos han logrado avances revolucionarios.
El genocidio israelí contra el pueblo palestino es motivo de gran preocupación para el SACP y, en este sentido, el Politburó ha confirmado la posición firme del Partido de apoyar al pueblo palestino ante la violencia sin precedentes que se ha visto agravada por el aumento de la hambruna en Gaza.
EMITIDO POR EL PARTIDO COMUNISTA DE SUDÁFRICA,
FUNDADO EN 1921 COMO PARTIDO COMUNISTA DE SUDÁFRICA.
8. La derrota de la izquierda en Europa en los años 70.
Entrevista al autor de un libro sobre la historia de la izquierda europea en los 70, que él cree poderosa, y de cómo se produjo su retroceso.
https://jacobinlat.com/2025/08/la-derrota-del-socialismo-europeo-no-era-inevitable/