No sé si el «versus» del título es realmente un versus, pero tiene mucho interés esta conversación entre Michael Lowy, Antonio Turiel y Miguel Fuentes. La referencia: http://www.sinpermiso.info/textos/ecosocialismo-versus-marxismo-colapsista-i-y-ii.
Apunto una crítica: es injusto que entre los primeros ecosocialistas que llamaron la atención sobre la situación de crisis y colapso civilizatorio no se cite a Manuel Sacristán.
La revista Ciudadano abre con esta nota: «Presentamos a continuación un material de discusión en torno a la relación entre la crisis ecológica-energética contemporánea, la posible perspectiva de un colapso civilizatorio cercano y la reciente polémica que ha estallado entre las posturas ecosocialistas y las nuevas posiciones teórico-ideológicas del llamado “Marxismo Colapsista”. Se ofrece aquí una contextualización de algunos aspectos de la crítica colapsista al ecosocialismo, reproduciéndose en la segunda parte de este material una conversación con el intelectual Michael Lowy en donde aquel realiza una replica a dicha crítica».
Les copio la parte final de la conversación:
Qué piensa respecto de estas críticas?
-Michael Lowy: Éstas criticas me parecen sencillamente fuera de la realidad. No veo como se puede decretar, como un dogma religioso, que el colapso civilizatorio sea ya “inevitable” o “imparable”. El consenso científico (GIEC) es que, si no se toman medidas enérgicas para reducir dramáticamente las emisiones de gases de efecto invernadero en las próximas décadas, entonces ya no será posible evitar que la temperatura del planeta suba de 1.5° a 2° centígrados, lo que representaría un salto irreversible. Un discurso “colapsista” que pone en duda este consenso científico es puro oscurantismo. Declarar, de forma dogmática, intolerante y sectaria que la única verdad es la “inevitabilidad” del colapso sólo tiene un resultado político: desmovilizar o sabotear la necesaria lucha por evitar el colapso.
¿Será posible crear una relación de fuerzas anticapitalistas que pueda acabar con las energías fósiles en las próximas décadas? ¡No es para nada seguro! Pero como lo decía Bertolt Brecht, quien lucha puede perder, quien no lucha, ya perdió… El combate para evitar el colapso es la gran tarea de nuestra época, un imperativo moral y político categórico. El ecosocialismo no es una replica acrítica del socialismo del siglo pasado (¿cuál? ¿el socialdemócrata? ¿el estalinista?) con “fraseología verde”. Es una nueva concepción del socialismo, en la cual la relación con la naturaleza y el respeto a los equilibrios ecológicos es un tema central. En varios puntos (por ejemplo, en el de la concepción marxista tradicional de un “desarrollo sin límites de las fuerzas productivas”), el ecosocialismo incluso se disocia de algunos escritos “clásicos” de Marx y Engels.
-Miguel Fuentes: Michael Lowy afirma que un calentamiento global catastrófico superior a los 1.5 grados centígrados sería todavía evitable, esto último apelando al llamado “consenso científico”. Lowy cierra este debate, sin embargo, demasiado rápido, aquello cuando lo que aquel debería hacer es precisamente abrirlo. Este intelectual parece olvidar aquí que los “consensos científicos” no han existido nunca (desde el origen de la concepción moderna de ciencia) al modo de cuerpos homogéneos y totalmente coherentes, escondiéndose con frecuencia en los mismos no sólo la ideología de las clases dominantes, sino que además las propias visiones particulares de mundo y los prejuicios de una comunidad científica determinada. Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en el caso de Copérnico y sus profundas creencias religiosas. Se hace así necesario, por lo tanto, una evaluación mínimamente crítica del consenso científico al cual Lowy hace referencia, esto para reconocer que aspectos de aquel vamos efectivamente a tomar como válidos y cuales deberíamos dejar, en el marco de una evaluación verdaderamente científica del asunto, de lado.
Una primera limitante que puede identificarse en el tipo de consenso científico existente hoy en torno a los estudios sobre cambio climático se encuentra, entre otras cosas, en las concepciones políticas hegemónicas de la comunidad científica que le sirve de sustento. Resalta aquí el hecho de que prácticamente la totalidad de los estudios sobre los que se basa este consenso no hayan ido más allá, en sus respectivas propuestas de solución ante la “problemática ambiental”, de una serie de tímidas “reformas ecológicas” de la sociedad capitalista. Un ejemplo evidente de lo anterior se encontraría en James Hansen, el llamado “padre del calentamiento global” y cuya “solución” ante la crisis ecológica no pasaría de un mero “impuesto verde” al uso de los combustibles fósiles. ¿Habrá considerado Lowy el hecho de que el consenso científico al cual apela, caracterizado por una confianza casi ciega en las posibles “soluciones tecnológicas” que supuestamente podría brindar el capitalismo para “detener” el avance de la crisis climática, se encontraría así, al menos en este punto, en directa contradicción con sus propios postulados anticapitalistas?
Al no preguntarse en que medida la idea de una supuesta “reversibilidad” de la actual dinámica catastrófica de calentamiento global no responde, en realidad, a un reflejo de la perspectiva tecno-optimista vulgar característica de la ideología capitalista, Lowy parece olvidar esos “otros” consensos científicos (esta vez en el ámbito de la investigación científica propiamente tal) que nos mostrarían una imagen mucho más sombría de aquella que suele acompañar a las promesas tecnológicas del “capitalismo verde”. ¿Qué acaso Lowy no toma en cuenta el consenso científico que nos muestra el carácter inédito que tendrían los actuales 415 ppm de CO2 atmosférico, un nivel no visto en los últimos 14 millones de años? ¿Integra Lowy en su evaluación de la gravedad del cambio climático el hecho de que, si consideramos el aumento anual (en aceleración) de alrededor de 2 ppm de CO2 atmosférico, estaríamos a menos de una década de alcanzar los 425 ppm necesarios para asegurar la ruptura de la barrera catastrófica de los 1.5 grados centígrados de calentamiento global fijada por la ONU? ¿Tendrá en mente Lowy que, de acuerdo con este escenario, no quedarían asimismo más de 15 años para alcanzar los niveles de CO2 atmosféricos suficientes para asegurar el quiebre de la todavía más catastrófica barrera de los 2 grados? ¿Tendrá presente Lowy el creciente consenso científico en torno a una posiblemente mucha mayor sensitividad climática a los niveles actuales de CO2 atmosférico, esto si se toman en cuenta, por ejemplo, las condiciones medioambientales imperantes durante el Plioceno, una época geológica caracterizada por niveles de CO2 semejantes a los de hoy y cuyas temperaturas habrían sido entre 2 a 3 grados centígrados superiores a las del siglo pasado?
Más todavía… ¿tendrá en consideración Lowy en su postura “anti- catastrófica” los estudios que indican que, de detenerse incluso de manera inmediata las emisiones contaminantes a nivel mundial en el corto plazo, la temperatura terrestre podría dispararse, de manera fulminante, entre 0.5 a 1 grados centígrados adicionales, poniéndonos así ante las puertas de los 2 grados de calentamiento global de manera casi inmediata, esto como producto de la remoción del efecto “enfriante” que ejerce sobre el clima global la presencia de los aerosoles industriales? ¿Integra Lowy en su análisis el creciente papel que están comenzando a tener una serie de “feedbacks” (o retroalimentadores) en el avance del calentamiento global: por ejemplo, la progresiva reducción del efecto albedo o la cada vez mayor descomposición del permafrost ártico y el consecuente aumento de las emisiones naturales de metano (un potente gas de efecto invernadero), existiendo en los hechos una alta posibilidad de que estos fenómenos se descontrolen rápidamente y se transformen en imparables (esto incluso en el caso de una disminución sustancial de las emisiones humanas en el corto plazo)? ¿Olvidará acaso Lowy que hoy, cuando todavía quedarían algunos años para la superación de la barrera de los 1.5 grados de calentamiento global, la situación medioambiental ya ha devenido en catastrófica, aquello tal como indica el creciente consenso científico en torno al inicio de la VI extinción masiva de la vida terrestre, la cual se caracterizaría actualmente por presentar tasas de desaparición de especies entre un 100% a un 1000% superiores a los rangos naturales?
Sería justamente integrando estos ámbitos del consenso científico en torno al cambio climático desde donde podemos afirmar que, lejos de los lugares comunes a los cuales nos tiene acostumbrado el “optimismo verde” ecosocialista, sería ya la propia “química terrestre” la que daría por asegurada, de manera inevitable, el comienzo de una pronta fase catastrófica de la crisis ecológica. Sería además precisamente desde aquí, si integramos asimismo a este escenario tanto el escaso periodo de tiempo que nos quedaría antes del inicio de dicha fase catastrófica, así como también la inexistencia de tecnologías en la escala y niveles necesarios para hacer frente a esta crisis durante las próximas décadas y los prontos golpes de la crisis energética mundial en ciernes, desde donde la perspectiva de un colapso civilizatorio se presentaría, por lo tanto, como la alternativa histórica más viable en el corto y mediano plazo. Deben considerarse aquí, igualmente, las propias características decadentes (putrefactas) del sistema capitalista y los modelos democráticos actuales, las cuales deberían producir un empeoramiento aún mayor, esto al menos durante la próxima década, de la ya gravísima situación ecológica-energética planetaria. Todo lo anterior en momentos en los cuales los próximos veinte a treinta años constituirían, de acuerdo con una serie de estudios, el límite definitivo para el inicio de un colapso social a escala global y de un posible fenómeno de extinción de nuestra especie. Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en un reciente informe del Breakthrough Centre de Australia que indicó la década de 2050 como una de las fechas límites para la preservación de la civilización contemporánea en el caso de un empeoramiento agudo de la crisis ecológica.
¿Pero quiere decir que asumir la inevitabilidad de la catástrofe ecológica y de un posible colapso civilizatorio sea lo mismo, en palabras de Lowy, a “abandonar la lucha”? ¡Para nada! Reconocer el carácter inevitable de la catástrofe, esto tal como en muchas otras ocasiones en la historia de la lucha de clases, aunque esta vez teniendo dicha catástrofe una escala histórico-social y “geológica” muchísimo mayor a cualquier otra a la cual nos hemos enfrentado, es en realidad la única manera de preparar la resistencia futura ante la misma. ¡Es necesario un análisis realista de nuestra situación… y no una perspectiva eco-dulzona (agradable para los oídos socialistas) que, negando la catástrofe inevitable, lo que hace es condenarnos, por la vía de la estupidez, a una derrota doble: una por la magnitud de la amenaza y la otra por ceguera! ¡No! Reconocer la catástrofe universal que se aproxima es el verdadero imperativo político, moral y ético de nuestro tiempo, esto porque sólo reconociendo dicha catástrofe inminente (y mirándola fijamente a los ojos) es que podremos aspirar a comprender de mejor manera los peligros que nos amenazan, esos peligros mortales (de escala titánica) que deberemos derrotar, tal como todo indica… en el infierno mismo. ¡Esa es nuestra tarea! ¡Mirar a los ojos a la catástrofe… aquello para lanzarnos al centro de la misma y, siendo devorados por ésta, abrirle luego el estómago de un tajo desde su interior para hacerla caer rendida y abrir con ello, bañados en su sangre, a cualquier precio, las puertas del futuro comunista!
-Antonio Turiel: La respuesta crítica de Miguel Fuentes a Michel Lowy es completamente acertada. Michel Lowy parece confundir el consenso científico con el consenso político del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático). En general, los estudios científicos suelen proyectar una imagen bastante más sombría del futuro que lo que reflejan los acuerdos de “mínimos” con los que siempre se cierran los informes del IPCC. Y en ocasiones el IPCC introduce incluso criterios sin base técnica real. Miguel Fuentes ya ha hecho una glosa bastante detallada, así que yo solo añadiré unos pocos más. Por ejemplo, cuando se fija la barrera de los 2ºC de calentamiento global, lo que se está diciendo es que, de acuerdo con la predicción por conjuntos de modelos climáticos (“ensemble forecast”) existe un 50% de probabilidades de que la temperatura del planeta no supere ese umbral. Eso quiere decir, por lo tanto, que existe un 50% de probabilidades de que SÍ supere ese umbral, lo cual es poco tranquilizador: ¿alguien se jugaría la vida de sus hijos en un cara o cruz? Está por supuesto la cuestión de que, a medida que se mejoran los modelos climáticos, las tendencias siempre empeoran (lo cual es lógico debido a cuestiones bastante técnicas sobre teoría de la turbulencia), con lo cual la probabilidad real de no superar los 2ºC seguramente está muy por debajo del 50%. Además, existen muchos aspectos oscuros en los modelos de la IPCC, introducidos en realidad para evitar dar un mensaje demasiado alarmante (eufemismo para decir que el mensaje debe ser aceptable por el actual -establishment- político). Un detalle: todos los modelos del IPCC asumen una gran disminución de las emisiones netas de CO2 gracias a la implantación masiva de sistemas de captura y secuestro de carbono. En los modelos del IPCC con menor uso de dichos sistemas se supone, de hecho, que aquellos serán capaces de absorber hasta el 40% de las emisiones. Pero los sistemas de captura y secuestro de carbono son termodinámicamente absurdos y geológicamente dudosos, por lo que es seguro que no se van a implementar nunca a dichas escalas.
Es curioso que en la argumentación de mis contertulios la cuestión de la escasez de recursos, y particularmente la del petróleo, pasa completamente desapercibida. Llevamos años de desinversión en el sector del petróleo a escala mundial, excepto en Estados Unidos por razones que sólo Trump comprende, aquello porque –como se reconoce públicamente- no quedan yacimientos rentables. La Agencia Internacional de la Energía, en su informe del año 2018, avisaba que ya hemos superado el “peak oil” y que de aquí a 2025 podría faltarnos hasta el 34% de todo el petróleo que esperan que se demande dicho año, esperándose además que lo anterior produzca recurrentes picos (subidas) de precio desde hoy hasta ese entonces… y sin embargo no lo comentan. Hace diez años, con el pico de precios de petróleo, mucha gente habló del “peak oil” y seguramente también mis contertulios, pero aquella crisis pareció superada para el observador superficial, considerándose ahora posiblemente demodé hablar de ello. Pues no. La raíz del problema con el suministro de petróleo no se solucionó, esto a pesar del balón de oxígeno del fracking que, en los hechos, se ha convertido en una verdadera ruina económica (todas las empresas que se dedican al fracking pierden dinero desde el año 2011, manteniéndose solamente gracias a una enorme burbuja de crédito). El fracking está ya llegando a su cenit, mientras que en el resto del mundo la situación se agrava. ¿Creen ustedes que los problemas en Venezuela o México son casuales? ¿O que la tensión en el Golfo Pérsico responde realmente a los pérfidos designios de Irán? Tenemos una grave crisis energética literalmente planeando sobre nuestras cabezas y, aún así, es justamente en este momento cuando más ignoramos el dilema que nos plantea.
El hecho de ignorar la crisis de los recursos hace que los análisis de mis contertulios pequen un poco de simplistas y que no tengan toda la perspectiva para ver la profundidad del problema. Tenemos que luchar contra el cambio climático porque, sí, es muy grave y de hecho es tan grave que a pesar del obligado descenso de emisiones que imponen el “peak oil”, el “peak coal” y el “peak natural gas”, aún así las previsiones son catastróficas. Pero tendremos que luchar en contra de aquel en un mundo en el que dispondremos de menos energía para hacer frente a dicho reto. Asimismo, tendremos que hacer frente a ambos retos (la crisis ecológica y la crisis energética) apoyándonos en unas energías renovables que, contrariamente a lo que se quiere hacer creer desde los postulados del capitalismo verde, no tienen un potencial tan grande como se plantea, pudiendo de hecho cubrir en el futuro sólo una parte de nuestro actual consumo energético… y eso con suerte.
Por tanto, es cierto, yo me adhiero a las críticas que se mencionan en el enunciado de la pregunta: es completamente acertado que el discurso ecosocialista más oficialista lo que hace es adornar con elementos “verdes” o “ecologistas” un discurso de izquierda más tradicional. Es justamente lo contrario de lo que debería hacerse: la sostenibilidad – mucho mejor que hablar simplemente de ecologismo – debería ser el puntal central ideológico, y todo nuestro discurso tendría que construirse alrededor de este aspecto, el cual pasaría a ser no sólo un “elemento más”, sino que, en realidad, la verdadera razón de ser de todo lo demás. No puede haber justicia social sin justicia ecológica, no puede discutirse un modelo de repartición de la riqueza sin primero cambiar el sistema productivo para que aquel sea sostenible, máxime cuando nuestro principal problema actualmente es la falta de sostenibilidad y el riesgo de colapso.