Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda
1. La derrota del comunismo en el siglo XX (observación de Joaquín Miras).
2. ¿Un nacionalismo inglés de izquierda? (observación de José Luis Martín Ramos).
3. La era postoccidental en el mundo árabe.
4. Hezbolá.
5. Una semana de lucha en el sur del Líbano.
6. Discurso de Arundhati Roy.
7. Estructura de Bases de Contingencia Potencial = Retirada (observación de Joaquín Miras)
8. El derecho a la vivienda como un problema ecológico.
9. Irán nuclear.
1. La derrota del comunismo en el siglo XX
Los compañeros de Rete dei Comunisti han celebrado el Foro «Elogio del comunismo del siglo XX», con este texto introductorio.
La Gran Eliminación
¿El comunismo en el siglo XX? Una derrota, no un fracaso
por Mauro Casadio
Ayer fue el primer día de trabajo del Foro «Elogio del comunismo del siglo XX». Hoy continuarán por la mañana con la segunda y tercera sesiones, y luego se interrumpirán para asistir a la protesta contra la prohibición de manifestaciones. Los trabajos se reanudarán el domingo por la mañana con la cuarta sesión.
Publicamos el texto de la introducción a los trabajos del Foro por Mauro Casadio, de la Red Comunista.
En este nuevo cambio de época, se están determinando las condiciones para abordar más objetivamente la gran remoción política hecha, de buena y mala fe, sobre el movimiento de clase y comunista del siglo XX; una necesidad que se impone no sólo en términos históricos sino también para las perspectivas de una, ahora de nuevo, necesaria transformación social. Como RdC sentimos esta necesidad ya en los años 90, hasta el punto de que editamos una serie de publicaciones, tituladas «El niño y el agua sucia», para profundizar en esas experiencias, tratando, precisamente, de salvar al «niño».
Nos detuvimos, sin embargo, en esa investigación y elaboración tanto por nuestras limitaciones subjetivas como porque, en el contexto de la afirmación global del neoliberalismo, corríamos el riesgo de oscilar entre las sugerencias hipercríticas y el continuismo dogmático ante la imposibilidad de contar con comprobaciones ciertas en la realidad. Esto no excluye el hecho de que ya teníamos una idea de lo que había tenido lugar y se había producido en las experiencias comunistas de Europa del Este y del Oeste en particular, lugar del que había partido el movimiento revolucionario mundial del siglo XX.
Si para la subjetividad los exámenes nunca terminan, en el plano de la objetividad la situación actual viene ahora en nuestra ayuda en la medida en que la crisis de hegemonía del imperialismo euroatlántico nos proporciona más herramientas para concebir una nueva posibilidad de cambio de sistema.
Ciertamente, si el capitalismo no hubiera vuelto a recaer en sus contradicciones más íntimas, hablar del movimiento comunista del siglo XX sólo sería posible en términos de investigación histórica, lo cual es muy útil pero no es de nuestra competencia directa.
El fin del ‘Fin de la Historia’
En cambio, el fin del ‘Fin de la Historia’ nos permite trazar una línea roja a partir de la revolución bolchevique del 17 que es útil para interpretar las tendencias del conflicto de clases internacional, pero sobre todo para definir el papel que jugó en el proceso de emancipación general de toda la humanidad.
Y también para reivindicarla como producto directo de una gran subjetividad, aunque contradictoria, que se midió por primera vez con un proyecto de transformación social radical y racional que hoy debe ser aprehendido y relanzado, en las formas y condiciones específicas de nuestra contemporaneidad, en toda su grandeza y complejidad.
Al menos este es nuestro punto de vista como RdC, la tesis que queremos sostener.
Por otro lado, podemos decir que contamos con la «ventaja» de una lectura histórica de la sucesión de distintas fases en escalas temporales no tan largas como los últimos 50 años, desde la revolucionaria de finales de los 60 y 70, pasando por la crisis del socialismo real hasta la pérdida de hegemonía del capitalismo real, lo que nos permite analizar no sólo las tendencias inherentes a estos rápidos cambios sino también el potencial de transformación que resurge y que para nosotros es la re-proposición del socialismo posible hoy.
Por otra parte, es fundamental para los comunistas tener un sentido de la historia, leer las fuerzas materiales que la determinan, situarse dentro de este proceso pero huyendo de cualquier visión teleológica como la sostenida sobre la inevitabilidad del socialismo que desde la II Internacional ha producido distorsiones y ceguera política.
En el Foro realizado en marzo del ’23 «El Jardín y la Selva», y en los trabajos producidos anteriormente, habíamos identificado una tendencia a nivel estructural que iba desde la implosión de la URSS y la progresiva integración de China al mercado mundial hasta la crisis actual leída como crisis de hegemonía del imperialismo histórico. Esta crisis tiene como premisa material los límites puestos a la expansión ilimitada, como tendencia inmanente, del Modo de Producción Capitalista, tanto por sus contradicciones internas como por los límites objetivos que encuentra, empezando por los factores de crisis ambiental.
Nuestra lectura parte no de las especificidades de los capitalismos individuales sino del movimiento general del MPC que, encontrando los límites mencionados, busca recrear los espacios posibles de crecimiento ya no en el crecimiento general, como fue aproximadamente de 1991 a 2007, sino en los múltiples factores de competencia interna entre sujetos económicos y estatales produciendo el empuje hacia la fragmentación del mercado global ahora confirmada por el conflicto económico, político y militar que recorre el mundo.
Puede decirse que la omnipresencia y transversalidad del conflicto hoy es mucho más amplia que la conocida durante las décadas de la bipolaridad URSS-EEUU nacida tras la II Guerra Mundial con algunos momentos álgidos: en Corea en los años 50, en Indochina hasta los 70, en las guerras israelo-palestinas y en algunos momentos revolucionarios como el cubano.
Sin duda, el conflicto de clases dentro de cada país fue muy elevado tanto en los países capitalistamente avanzados como en los del Tercer Mundo, donde se expresó a menudo en guerrillas y golpes de Estado, pero siempre dentro de un equilibrio sustancial entre las potencias del campo roto sólo con el fin de la URSS.
Hoy la situación es diferente, no estamos en presencia de un equilibrio comparable al bipolarismo anterior y se desarrolla en un entorno social muy distinto. De hecho, hoy las desigualdades están mucho más acentuadas y extendidas que antes porque la capitalización de las economías ha implicado de hecho a casi todos los países, rompiendo los sistemas sociales anteriores, empezando por los socialistas, y reproduciendo los desequilibrios clásicos de las sociedades capitalistas. Esto está ocurriendo, aunque en momentos políticos y materiales diferentes, incluso en los países imperialistas donde crecen crisis sociales profundas e irresolubles.
Esta maceración de las condiciones sociales generales es la premisa de muchos conflictos y rupturas que reverberan en la esfera política, cf. el affaire Trump y la ultraderecha resurgente en la UE, y a menudo desbordan la esfera militar debido al conflicto geopolítico producido por la fragmentación antes mencionada.
Las huellas de este proceso están presentes en todas partes. En Occidente, el riesgo de un recrudecimiento de la competencia interna entre EEUU y la UE es latente pero real; la guerra de Ucrania sirvió para romper las relaciones entre Alemania y Rusia en particular, pero puso a la UE en dificultades económicas y aumentará aún más si EEUU toma una opción «neo-aislacionista» trumpiana; así como la competencia monetaria entre el dólar y el euro también es real.
También en el cuadrante occidental del planeta, el papel decreciente del imperialismo y el colonialismo produce conflictos y guerras. Sudáfrica, con los demás países del cono sur, ha elegido el camino de la alternativa y se ha unido a los BRICS; en el África subsahariana, países enteros dan la espalda al colonialismo francés, incluso con conflictos bélicos, mientras que los países árabes, tras las intervenciones en Libia, Siria e Irak, viven una condición permanente de guerras y guerras civiles. A este escenario se añade el papel genocida y gendarme que Israel sigue desempeñando contra los palestinos, pero también en relación con Líbano, Irán y el conjunto de los pueblos de Oriente Medio.
La otra fractura importante fue el nacimiento de los BRICS como el que puede crecer es un espacio económico autónomo y competitivo del euro-atlantismo, lo que reforzaría su crisis de hegemonía con importantes efectos económicos y políticos debilitando aún más a los EE.UU. así como a la UE.
Ciertamente no fue casual el estallido de la guerra en Ucrania, cuyo objetivo hasta ahora ha fracasado, reproducir con Rusia lo que se hizo en el pasado con la URSS, abriendo un frente militar en la piel de los ucranianos en particular, utilizados como carne de cañón, y que no da señales de terminar.
Incluso los acontecimientos latinoamericanos relegan al recuerdo el «patio trasero de EEUU» ya que existe un frente netamente antiimperialista que va desde Cuba, con su gran capacidad de experiencia y lucha, hasta Venezuela, Nicaragua y Bolivia, que mantienen una perspectiva socialista mientras que el resto de países del subcontinente oscilan entre posiciones reaccionarias y reformistas como confirmación de una situación en transición, como han demostrado las recientes manipulaciones diplomáticas y agresiones internacionales durante las elecciones venezolanas.
Si volvemos la mirada al cuadrante oriental del mundo, la situación es potencialmente aún más explosiva porque EEUU está construyendo un «cordón sanitario» alrededor de China, desde Australia hasta Japón con un acuerdo militar llamado AUKUS. Esa China tiene una dimensión demográfica, económica, financiera y militar tal que puede poner en entredicho la primacía mundial de EEUU, que sigue pensando en términos típicos de la Guerra Fría, tanto por falta de perspectivas alternativas como por la miseria cultural de su clase política democrática y republicana.
En una treintena de años, el neoliberalismo ha conseguido producir una crisis financiera doblegando a países enteros como Grecia, crisis sociales y humanitarias hechas en nombre de la democracia y los derechos civiles, dos guerras como la de Ucrania y la de Palestina que dura ya décadas y que en lugar de resolverse tienden a extenderse y enconarse, así como una miríada de conflictos catalogados bajo las categorías de fundamentalismo religioso o nacionalismo producidos por la globalización del sistema capitalista. Por último, todo ello empuja hacia la posibilidad de una guerra nuclear, que ahora es explícitamente evocada y planificada por los países que poseen este instrumento de muerte.
En resumen, hoy podemos decir que el capitalismo «victorioso» nos depara por el momento un futuro de guerra «a pedazos», una regresión social y política generalizada y en perspectiva quizás incluso la guerra nuclear, obligándonos a reflexionar sobre la trayectoria histórica y el papel desempeñado por el movimiento de clase, el movimiento comunista y los países socialistas en el siglo pasado.
Las paradojas de una historia que no ha terminado.
No sólo es evidente la barbarie capitalista, sino que hay que señalar una serie de paradojas generadas por ella que muestran hasta qué punto aquel siglo XX está presente en la historia de hoy a pesar de quienes «valientemente» en los años 80 aquí en Italia declararon que el empuje propulsor de la revolución de octubre estaba agotado.
La primera paradoja que se manifiesta es la alianza actual entre Rusia y China, ciertamente no en términos revolucionarios como hubiéramos deseado, pero sí como elemento de crisis de la hegemonía occidental. La ruptura querida por Jruschov en el 56 no sólo fue un error estratégico sino que mostró la limitación teórica del grupo dirigente que estaba surgiendo en la dirección del PCUS porque el choque, ya en esa fase, con el mundo occidental no era exclusivamente militar sino de la capacidad de crecimiento global de las fuerzas productivas y su posible socialización en esas sociedades.
La determinación de esa dimensión euroasiática de la producción habría ofrecido una posibilidad mucho más amplia para la afirmación de la perspectiva socialista de lo que entonces era realmente posible. Esta necesidad se repite paradójicamente en formas diferentes, no socialistas, pero es objetivamente la base material necesaria para romper, incluso hoy, con la dominación occidental.
La Rusia anticomunista de hoy, como una incongruencia más, ante la confrontación internacional se ve obligada, para darse legitimidad e identidad, a recurrir a plazos y símbolos propios de la Unión Soviética, los únicos irreductibles a la representación ideológica de la «civilización» occidental.
La otra paradoja que se está poniendo de manifiesto es que en el conjunto internacional opuesto al imperialismo se encuentran los países que todavía tienen una orientación socialista, cuando no abiertamente comunista, o que han dado lugar a luchas de liberación, a menudo victoriosas, pero que luego aceptaron los compromisos impuestos por el fin de la URSS. Más allá de Rusia y China están Cuba, Nicaragua, Sudáfrica, Irán, Corea del Norte, Yemen, Siria, Angola, Mozambique.
Esto ha sido posible porque en los PSM el capital tiende a expandir su omnipresencia y para ello generaliza las fuerzas productivas, la ciencia, la tecnología, la producción, las infraestructuras y la circulación de mercancías y la transformación de la fuerza de trabajo. Este proceso también ha permitido el crecimiento de esa parte del mundo que ya no es alternativa como sistema económico, pero que no desconoce la naturaleza y la historia del Occidente colonialista.
Muchos y continuos detonantes políticos han desmontado el mito del progresismo liberal. Algunos entre muchos:
- El crecimiento perturbador de China.
- La humillación impuesta a Rusia al introducir la OTAN dentro de sus fronteras a pesar de las garantías dadas a Gorbachov.
- La resistencia a la injerencia política continuada en países como Cuba y Corea del Norte.
- Las guerras coloniales iniciadas desde 1991 contra todos aquellos países que debían ser subyugados, desde Oriente Medio hasta América Latina, pasando por África y la antigua Yugoslavia.
- La estafa operó en la piel del pueblo afgano primero utilizado y armado contra los soviéticos y luego ocupado durante 20 años con retórica sobre las mujeres oprimidas y los derechos civiles.
Todo ello allanó el camino para la creación de la mayoría de los países que ahora están preparados para una alternativa económica y social. Una alternativa que se materializa en los votos del Sur Global emitidos en las Asambleas Generales de la ONU.
Hacia el multipolarismo
La forma que está tomando el cambio actual es por tanto la del mundo multipolar, es un escenario que refleja muy parcialmente nuestro pensamiento sobre el cambio social, no tiene necesaria y formalmente como meta el socialismo, arrastra elementos retrógrados como los religiosos, pero es la única perspectiva, de momento, que puede desafiar la dominación occidental. Para nosotros, esto es fundamental porque creemos que es necesario que los comunistas sigan luchando y poniendo en crisis su imperialismo.
Si esta es la condición objetiva e histórica en la que nos encontramos, pensamos que es igualmente importante tener una idea clara de lo que estamos hablando, evitando ilusiones de patrias socialistas redescubiertas, y comprender qué función desempeñar para las fuerzas comunistas en las ciudadelas imperialistas.
Para ser claros, y más allá de las tácticas políticas necesarias en una situación de remodelación general, seguimos pensando que Putin forma parte de esa clase político-financiera parasitaria que traicionó a la Unión Soviética y a la perspectiva socialista; por supuesto que nos alegraríamos si lo que está ocurriendo supusiera un cambio en las perspectivas de Rusia, pero sobre esto mantenemos un cierto escepticismo. Sin duda, la defensa nacional de Rusia es una gran contradicción para Occidente, que debe interpretarse y gestionarse políticamente, pero esto no debe afectar a nuestra capacidad, como comunistas, de leer racionalmente los complejos procesos en curso.
De nuevo para no divagar, es útil que nos representemos claramente lo que pensamos de China. En enero de 2021, en plena pandemia de ese país, celebramos un foro para hacer una valoración más orgánica de lo que estaba ocurriendo en el entonces país más poblado del mundo.
Sin entrar en los méritos de esa confrontación, el hecho básico fue que el PCCh había aceptado una relación política con los EE.UU. en la década de 1980, una elección apoyada por Mao de antemano, y simbólico fue el partido de Ping Pong entre los EE.UU. y China celebrada en 1971, y económicamente optó por gestionar el MPC operando en esto una especie de apuesta estratégica con sus propios objetivos socialistas.
Esto, desde nuestro punto de vista, aún no ha terminado, pero ciertamente se ha ganado en parte con un enorme crecimiento económico y un papel internacional igualmente enorme adquirido en los últimos años. Pero también hay que decir que desde este punto de vista las contradicciones que vive China son grandes, desde el papel del Estado en la economía, pasando por la corrupción generalizada, hasta el riesgo de que prevalezcan los «instintos animales» del MPC, dado que la apuesta del PCCh se basa en el control de éste.
Para nosotros, los riesgos están ahí y son muchos, y pensamos que hay que hacer un análisis lúcido de ellos, pero sobre un punto tenemos las ideas bastante claras, a saber, que China no es un país imperialista, y lo afirmamos no por principios ideológicos sino por una razón material.
Si adoptamos una visión de conjunto, desde las especificidades del «capitalismo» chino hasta los límites verificados del desarrollo del MPC, la cuestión que hay que plantearse es si en tal situación es posible asumir el paso del testigo imperialista de EEUU a China, como muchos pretenden.
En otras palabras, no creemos que se den las condiciones objetivas (el espacio material) para tal desarrollo a menos que se produzca una guerra mundial/nuclear con una destrucción generalizada de las fuerzas productivas, cuyo desenlace parece difícil de prever para todos los implicados.
Quizá sea precisamente por la conciencia de esta condición general por lo que la hipótesis del multipolarismo se impone y el mando occidental a escala mundial entra en crisis. Así pues, la utilización del MPC, con todas las contradicciones y desigualdades que produce, no implica necesariamente una evolución imperialista de China.
Las transiciones de la hegemonía de un país a otro ya se han producido en el pasado en la historia del capitalismo; ocurrió con el ascenso de Inglaterra como el mayor imperio a nivel planetario y con el ascenso de la hegemonía de EEUU tras la Segunda Guerra Mundial.
El éxito de estos imperialismos hegemónicos estuvo determinado no principalmente por los medios militares, sino por la capacidad de crecimiento industrial, económico y político que se convirtió en un modelo para los incipientes capitalismos del siglo XIX en lo que se refiere a Inglaterra, y para los EE.UU. la afirmación del mundo unipolar de los últimos cuarenta años. Hoy, esa dimensión del crecimiento para volver a proponer una nueva hegemonía imperialista en relación al capital mundial nos resulta evidentemente difícil, si no imposible.
La historia no ha terminado. La historia vuelve a su cauce devolviendo su papel a las fuerzas de clase de los países situados fuera de las ciudadelas imperialistas y a los países que de una u otra manera tuvieron un impacto en la historia del siglo XX. Por eso no estamos de acuerdo con la categoría de fracaso del socialismo y pensamos que la derrota estuvo ahí, fue evidente, hay que analizarla y comprenderla pero la derrota no es el cierre de toda perspectiva revolucionaria porque hoy las propias contradicciones del capital la revitalizan.
Este balance no es un mensaje consolador para los «nostálgicos», sino una señal que pretende devolver la esperanza a los afectados y penalizados, sobre todo en Europa, por el distorsionado desarrollo actual: los trabajadores, las jóvenes generaciones, los inmigrantes, y reafirmar que el cambio se está produciendo y que la partida se reabre para todos aquellos que quieran jugarla sin ilusiones y con conciencia del brutal choque que supondrá este nivel de contradicciones.
Ciertamente los paralelismos con el siglo XX son falaces, pensar en reproducir esas dinámicas en el nuevo contexto internacional modificado en los planos social, político y de relaciones internacionales de poder es un error de dogmatismo que no cuenta con la poderosa dialéctica «revolucionaria» producida por el Capital en las últimas décadas.
Por el contrario, necesitamos, sin dejar de reivindicar nuestra historia pero volviendo a poner las manos en la caja de herramientas marxista, adaptar nuestros instrumentos analíticos, captar las características nuevas y, en muchos sentidos, inéditas de la fase actual del capital, intentando dar, también en lo que respecta a la subjetividad comunista, un salto cualitativo en la acción política y organizativa a la altura del actual umbral de confrontación.
De hecho, el movimiento hacia el socialismo debe ser recuperado, valorizado y relanzado, convencidos de que todavía estamos dentro de un proceso histórico de cambio mundial, siendo conscientes de que el actual orden social sólo puede empeorar las condiciones de toda la humanidad, incluidos los pueblos que viven en los países imperialistas. De esto estamos profundamente convencidos como RCD y es una de las razones constitutivas de nuestra subjetividad y de nuestro proceso de construcción organizada.
Esto, sin embargo, no es sólo una afirmación apriorística sino que surge de la constatación de que los mismos principios sagrados de la burguesía internacional se desgastan en el seno de la reemergencia de contradicciones irresolubles y cada vez menos disimulables por las cortinas de humo ideológicas y narcotizantes montadas por los aparatos ideológicos del capital.
El neoliberalismo, sobre todo tras el fin de la URSS y a principios de los años 2000 con el pleno despliegue de la llamada Globalización, había prometido posibilidades de crecimiento para todos en la reafirmación de las libertades burguesas, pero lo que se está manifestando es una desigualdad económica y social cada vez más profunda, cada vez más reconocida por las mismas fuentes patronales, que aumenta la distancia entre los pueblos, dentro de los pueblos, entre las generaciones. No es casual que algunos académicos, del lado burgués, aludan a una crisis de civilización en las sociedades liberales y/o capitalistas.
El neoliberalismo había afirmado que el Estado era un perjuicio y que había que limitarlo al máximo procediendo a la privatización de empresas y servicios públicos, con reducciones de personal empezando por la sanidad y en todos los servicios gestionados por el bienestar.
De hecho, las políticas liberalistas han engordado los beneficios de las grandes empresas y las finanzas y han empobrecido no sólo a los sectores populares sino también a la «clase media» como base social y política de los gobiernos estables. La pandemia del Covid 19 mostró cómo el empobrecimiento de los servicios públicos produjo daños sin precedentes.
Hoy, desmintiendo definitivamente el supuesto de «menos Estado y más mercado», se hace evidente que el mercado no puede sostenerse por sí mismo y necesita cada vez más el apoyo financiero y regulador del Estado y, como última comprobación, asistimos al retorno del keynesianismo en forma de reactivación de la producción militar con todo lo que ello puede suponer para la paz mundial.
Por último, incluso el fetiche de la democracia burguesa se desmorona, empezando por los países imperialistas, con una corrupción cada vez más profunda, la multiplicación de los fenómenos populares y una verdadera degeneración económica y cultural cada vez más generalizada debido a la afirmación de los lobbies financieros e industriales.
Incluso la degeneración de clases políticas indecentes, inconsistentes y serviles a las potencias fuertes son otro síntoma de la crisis del sistema político burgués, como lo es el crecimiento del abstencionismo que, en los países del Este, alcanzó el 70% en las últimas elecciones europeas.
Elecciones durante las cuales surgió otra paradoja en las elecciones en Alemania, donde las fuerzas antigubernamentales de derechas obtuvieron la mayoría en toda la antigua Alemania del Este, levantando ese muro político que algunos creían haber derribado.
Este resultado se repitió en las dos siguientes elecciones regionales, que volvieron a confirmar la división política entre el Lander oriental y el occidental reforzada por las propias políticas sociales de un país capitalista, a pesar de la cínica anexión de los años noventa.
No sólo eso, sino que cuando los resultados electorales no son los deseados, se impugnan las elecciones como simulacros electorales y se ponen en marcha arteramente movimientos para restablecer el orden deseado, siendo el asunto venezolano el último ejemplo. Esto también se repitió de otras formas en Francia con el nombramiento de un Primer Ministro gaullista a pesar de la victoria y oposición del Nuevo Frente Popular.
¿Y nosotros?
Reconstruir la historia del movimiento de clase y comunista del siglo XX es un elemento importante no sólo para el pasado sino también para las perspectivas; ciertamente hay que tener en cuenta que este tipo de reconstrucción de un hilo revolucionario debemos llevarla a cabo en Italia, o mejor dicho en la Unión Europea, es decir en un polo imperialista de primera magnitud a pesar de sus muchas contradicciones.
Un polo al que le está costando convertirse en una entidad estatal sobre la base de los criterios históricos a los que estamos acostumbrados, pero que avanza, con caminos tortuosos, hacia una unificación «sui generis» de los Estados europeos, en cuyo sentido la guerra de Ucrania está proporcionando un fuerte pretexto tanto político como, más directamente, industrial. Cabe recordar a este respecto que Alemania e Italia se formaron en el siglo XIX como Estados nacionales precisamente mediante el uso de la confrontación militar.
El plan propuesto por Draghi parte de la oportunidad que ofrece la guerra en Ucrania, pero se centra en una homogeneización del sistema industrial continental que es fundamental para avanzar en el arduo camino de la unificación política de la UE.
Reafirmar el papel de los comunistas y del movimiento de clases es complejo y difícil porque el imperialismo, al mismo tiempo que explota y produce desigualdades en el resto del mundo, de alguna manera no debe sumir a sus clases subordinadas en la pobreza. Esto es así tanto por razones políticas, que ya se pueden ver en el creciente abstencionismo y volubilidad del electorado, como porque Occidente sigue siendo el mercado donde se pueden obtener beneficios en la valorización de bienes y servicios, así como con las formas más avanzadas tecnológicamente de explotación del trabajo.
No se puede, por tanto, prescindir, en los análisis y en las posibles evaluaciones consiguientes, de este dato estructural que, aunque cada vez más redimensionado por la crisis general, determina una condición específica en la que la existencia de la llamada «clase media» contiene las posibilidades efectivas de conflicto y crecimiento de una fuerza radicalmente antagónica.
Otros elementos estructurales, como la descomposición técnica y jurídica de la fuerza de trabajo, actúan también como ‘frenos’ en esta dirección; bien sabemos que el aumento de la composición orgánica del capital, más aún en los centros imperialistas, reduce el componente de trabajo vivo, tanto manual como mental, y por tanto debe necesariamente abaratar sus costes, lo que ocurre a través de la extensión de la precariedad en diversas formas tanto en el sector privado como en el público.
Significativo en este sentido es el desconcertante modo en que se elaboran las estadísticas sobre el empleo, de las que resulta un porcentaje ridículo de parados, ya que basta con haber trabajado una hora en la semana en que se toman las estadísticas para estar estadísticamente empleado a todos los efectos.
Por último, la principal dificultad que encontramos para organizar el conflicto es producto de la traición de las organizaciones históricas, políticas y sindicales, y de su integración en la gobernanza capitalista, que han conducido a la desaparición de la conciencia de clase, a la ausencia de referencias políticas y culturales, y al avasallamiento de las clases dominantes. Éstas, de hecho, operando en ausencia de cualquier tipo de conciencia y resistencia, lo tienen fácil no sólo para conseguir sus objetivos, sino también para lograr la adhesión pasiva a la ideología dominante.
Este aspecto es particularmente relevante en Italia, a diferencia de otros países europeos como Francia, España o Grecia, donde las clases dominantes derivadas del PCI y de la CGIL fueron particularmente hábiles a la hora de impedir la reconstitución de fuerzas políticas y sociales capaces de representar una alternativa política creíble, pudiendo así poner bajo el paraguas de la ideología neoliberal a las clases subalternas que hasta los años ochenta habían luchado y peleado por una sociedad mejor.
Remontar la pendiente producida por las variadas formas de arrepentimiento nostálgico no es fácil, precisamente porque en los penalizados existe la convicción de que ése es el único mundo posible, y hay que aceptarlo porque no hay alternativa.
En realidad, la acción de las burguesías para mantener la hegemonía en Italia y en Europa se ha desarrollado en diferentes niveles: el primero lo hemos visto con la política de «drenaje» económico hacia las clases subalternas, después con un uso astuto pero siempre presente de la represión, y en esto la izquierda gobernante ha estado siempre en primera línea y ha sido la más diligente. Aunque ahora el gobierno de Meloni intente superarlo con el decreto 1660.
Pero la principal arma que sigue garantizando la controlabilidad política desde dentro de la clase es la afirmación, el predominio de la ideología burguesa donde cada uno tiene que pensar por sí mismo y donde se está convencido de que no se puede imaginar la existencia de un mundo mejor.
Mientras que sobre el conflicto político y social y la represión las fuerzas antagónicas producen resultados a veces incluso notables, el desafío sobre la ideología como cosmovisión ha sido completamente soslayado.
Como RdC pensamos en cambio que este desafío es el más importante, que hay que retomar y reconstruir una visión ideológica general, más allá del miedo a las palabras al que nos han intentado habituar, porque el papel activo de la subjetividad es el único que puede trabajar por una perspectiva de cambio.
De hecho, el ‘espontaneísmo’, el ‘basismo’, el ‘economicismo’, el ‘pan-sindicalismo’, el ‘electoralismo’ se han agotado en el momento en que el capital político, social y organizativo del movimiento de clase y de izquierdas se ha consumido definitivamente en continuos intentos políticos fallidos. Ese capital entendido como el «tejido» material y la base de la conciencia de clase construida precisamente en el choque político del siglo XX, afirmado con fuerza por la revolución bolchevique y resistido durante décadas por un enemigo ciertamente más fuerte.
Este Foro nuestro, por tanto, titulado sin ambages «Elogio del comunismo del siglo XX», nace precisamente de la necesidad de construir otra visión del papel del movimiento comunista y de clase y otra visión del mundo actual como elemento constitutivo de un proceso político en el que queremos reafirmar que siempre se puede renacer de una derrota, incluso en las primeras y difíciles experiencias socialistas que tuvieron lugar durante unos setenta años en el siglo XX.
Observación de Joaquín Miras:
El análisis geoestratégico es bueno, más allá de si Angola, uno de los paises más corruptos, es socialista o no -dejo China, porque sé que hay quienes creen que es un país socialista o en construccion del socialismo; en mi opinión, un país objetivamente progresista, hoy-, pero sirve tanto para una internacional islámica como para un loquesea. y no analiza la derrota o el fracaso, o sea, la desaparición de los PCs en Europa y occidente en general. Lo atribuye a las «traiciones». Con lo que están dispuestos a volver a lo mismo, pero «sin traidores».
2. ¿Un nacionalismo inglés de izquierda?
Aunque esté escrito por alguien que tiene un apellido más bien galés, y sea profesor en Escocia, el artículo intenta analizar las posibilidades de un nacionalismo de izquierda inglés -no británico-. Me ha resultado curioso, aunque soy más bien un internacionalista bastante primario. https://www.versobooks.com/en-
Escapar de Inglaterra
Tras los disturbios del verano, George Evans relee Tom Nairn para examinar las posibilidades de un nacionalismo progresista de izquierdas inglés frente a la extrema derecha, preguntándose si es posible, o deseable, escapar de Inglaterra.
George Evans10 de octubre de 2024
Tom Nairn comprendía el potencial progresista del nacionalismo inglés, una idea que se hace más y no menos relevante en el contexto de los recientes disturbios de extrema derecha. El nacionalismo, para Nairn, tenía dos caras: potencialmente reaccionario y potencialmente progresista, a veces autoritario y a veces democrático, inherentemente excluyente y siempre popular; un dilema histórico de dos cuernos que debe ser comprendido políticamente, lo que él llamaba «el moderno Jano».
Recogido en la The Break-Up of Britain de 1977, el análisis de Nairn formó parte de la tesis más amplia desarrollada con Perry Anderson en la New Left Review a lo largo de las décadas de 1960 y 1970. Para ellos, en el siglo XVII, la emergente burguesía británica había quedado atrapada en un abrazo aristocrático, fundiéndose con la clase terrateniente, lo que condujo a un capitalismo dominado por las finanzas más que por la industria, a un imperialismo que servía a las necesidades de los capitalistas caballeros de los condados de origen, y a un Estado imperial arcaico, no a una nación británica moderna, que era incapaz de revertir el declive económico.
Para Nairn, una de las consecuencias de este acuerdo fue que la identidad inglesa quedó subsumida en su mayor parte en la ideología conservadora, patricia y decididamente no populista del Estado imperial del Reino Unido. Premoderna y prenacionalista, esta ideología anglobritánica, es decir, la ideología de un Reino Unido imperial y atrasado dominado por Inglaterra, se basaba en el imperialismo en el extranjero y la esclerosis política combinada con la veneración de reliquias como la Corona en el Parlamento en casa. Hubo poca oposición por parte de un Partido Laborista que se contentaba con trabajar dentro del sistema.
Lo que faltaba sobre todo, en opinión de Nairn, era lo que él llamaba el «lado populista del nacionalismo». El «mito movilizador del nacionalismo es una idea del pueblo» y casi «todas las naciones modernas tienen un mito así, la clave de su «nacionalismo»». Sin embargo, pensaba Nairn, «Inglaterra no posee uno». No existía un «mito-identidad suficientemente accesible y popular en el que el descontento de las masas pudiera encontrar un vehículo»; ningún nacionalismo que implicara la automovilización del pueblo o demos inglés, quizá contra el Estado británico, del mismo modo que los nacionalismos irlandés, escocés y galés se basaban en parte en una invocada oposición popular al Reino Unido;
En la raíz del entendimiento de Nairn estaba la percepción de Agosto de 1914, no octubre de 1917, como el momento decisivo para la izquierda mundial. El colapso de la II Internacional no fue simplemente el producto de la traición de sus cobardes dirigentes. Pensar así fue una distracción idealista. El proletariado no se nacionalizó por culpa de las malas ideas, sino porque si la clase daba forma a la nación, entonces las naciones que la clase formaba eran más poderosas que la propia clase: la existencia nacional material antes que la esencia de la clase, o nación-sobre-clase, como decía ocasionalmente Nairn.Si las implicaciones socavaban el materialismo histórico, que así fuera. Nairn quería un materialismo que pudiera dar cuenta del lugar de las naciones en la historia global desde 1914.
Influido por la obra de Ernest Gellner, Nairn propuso una teoría de la nación centrada en el desarrollo desigual del capitalismo. Para Nairn, algunas sociedades se desarrollaron primero, accediendo pronto a los medios políticos, económicos y militares de dominación sobre otras sociedades. Las élites de las sociedades menos desarrolladas querían los adornos del «progreso»: fábricas, parlamentos, tecnologías, etc. Pero no los querían al precio de la subordinación a las potencias dominantes. Pero no las querían al precio de la subordinación a los poderes dominantes. Los querían para sí mismos.
Para ello era necesaria la movilización de masas, que a su vez requería el nacionalismo. Para Nairn, las comunidades interclasistas se desarrollaron a partir del siglo XIX, en torno a una supuesta unidad nacional que se definía a sí misma frente a un poder opresor o competidor. Los nacionalismos pretendían injertar un desarrollo orientado hacia el futuro en las tradiciones y la historia locales, relatos de la nueva-vieja nación, mitos modernos de pueblos históricos. La ideología nacionalista no era puramente atávica, sino que recurría al pasado para impulsar a la nación hacia el futuro. Según Nairn, los nacionalistas movilizaban al «pueblo» contra poderosos adversarios, a veces, como en el caso de la Italia fascista y la Alemania nazi, con el fin de alcanzar y sustituir a los imperialismos dominantes por un nuevo nacional-imperialismo; y a veces para garantizar la autonomía nacional, como en el caso de las «guerras de independencia griega y latinoamericana» de principios del siglo XIX o la lucha vietnamita de la época de Nairn.
Para Nairn, una razón clave de la falta de nacionalismo populista en Inglaterra era que Inglaterra se había desarrollado primero, lo que significaba que el nacionalismo inglés se desarrolló en último lugar. Inglaterra se había impuesto en el mundo, primero en Gales, Escocia e Irlanda, y después, como componente dominante del Estado imperial británico, en muchos otros lugares. Esto estimuló, mediante un proceso serpenteante y vacilante, los nacionalismos en todas partes, porque «todas las demás partes se vieron obligadas a reaccionar de algún modo contra la exitosa ofensiva del comercio y el imperio ingleses (y más tarde, contra las cruzadas de sus rivales imperialistas)». Pero el principio nacionalista, argumentaba Nairn, bien podría «volver a Inglaterra, después de este prolongado desvío y desarrollo global».
Si esto ocurriera, el Reino Unido estaría acabado. Los nacionalismos eran lo suficientemente poderosos como para romper el reaccionario Estado anglo-británico. Una antigüedad premoderna sería sustituida por una colección de naciones modernas inglesas, escocesas y galesas; el «terrible dilema» de Irlanda del Norte, para Nairn, era un caso más complejo.
II. ¿Cómo se sostiene en 2024 el ambicioso análisis de Nairn, que él mismo actualizó, en particular en su After Britain, al tiempo que redoblaba más o menos sus aspectos esenciales? Hoy en día, muchos desconfiarían de los argumentos basados en nociones como «progreso» y «desarrollo», o incluso de que Nairn sitúe sin pudor a Inglaterra en el centro de la historia global. El historiador David Edgerton también ha cuestionado directamente la tesis Nairn-Anderson. A diferencia de Nairn-Anderson y su afirmación de que la nación británica es imposible, Edgerton sostiene que, de hecho, existió entre los años cuarenta y setenta. Otros, desde la derecha, se han mofado de la tan demorada ruptura británica. Las ideas de Nairn, sin embargo, no son un intento de adivinación que pierda valor si Gran Bretaña no se rompe en una fecha u otra. Tampoco son un análisis histórico al uso, que toma prestada una verosimilitud derivada en parte de los supuestos de una coyuntura contemporánea antes de ser superada u olvidada una vez que las modas avanzan. Son, y han sido utilizados, como un estímulo duradero para una nueva reflexión, y si las respuestas históricas que Nairn propuso son discutibles, y deberían serlo, sus preguntas, especialmente sobre la inglesidad, permanecen
Otros han tratado de llevar la visión de Nairn sobre el carácter inglés en nuevas direcciones. En este sentido, destaca el trabajo del estudioso de la literatura Alex Niven. Citando a Nairn-Anderson, la obra de Niven de 2019 New Model Island consideraba que la nación inglesa era inexistente, excepto en formas en gran medida irredimibles, conservadoras y pastorales. Defendiendo un regionalismo socialista, Niven sugirió que Inglaterra se dividiera en nueve regiones separadas, divididas en dos grupos de regiones más grandes (Noroeste y Sureste) para equilibrar el dominio de Londres;
La continuación de Niven en 2023, The North Will Rise Again, desarrolló brillantemente este análisis. Suavizando su anterior afirmación de que «el socialismo debería ser siempre antinacionalista en esencia», Niven veía ahora una identidad norteña, cuidadosamente delineada como no esencialista, inclusiva y muy incipiente, como el medio potencial para escapar de Inglaterra. El norte -que se extiende desde la frontera escocesa hasta el sur de Cheshire, las ciudades de Derby, Stoke y Nottingham, cercanas a Trent, y el norte de Lincolnshire- estaba subyugado política y económicamente por el sur, un proceso que, según Niven, se remonta a la noche de los tiempos nacionales, a la conquista normanda.
Esta subordinación estimuló una conciencia protonacional septentrional diferenciada. Niven defiende una identidad septentrional ampliamente progresista, moderna y modernista, principalmente porque se define a sí misma frente a la inglesidad procedente del tradicionalismo del sur. Esta identidad septentrional, para Niven, se personifica en cosas como la poesía modernista del regionalista-separatista de Northumbria Basil Bunting, la isla sagrada de Lindisfarne en la costa de Northumberland, «un lugar que sólo alguien sin corazón podría considerar sagrado», y la música post-punk producida por la Factory Records de Manchester, inspirada en el Situacionismo, un bricolaje histórico-moderno de la identidad norteña para contrarrestar la asfixiante cerveza tibia, largas sombras en los campos de cricket e invencibles suburbios verdes del tradicionalismo inglés o anglo-británico.
Para Niven, el nacionalismo septentrional es un gusto minoritario, y una solución separatista sigue siendo improbable, pero el Partido por la Independencia del Norte (NIP) ofrece un vehículo potencial para un norte independiente. Este partido separatista y socialista aboga por un Estado independiente del norte, que incluya «el noreste, el noroeste, Yorkshire y Humber, y High Peak». Pretende, al estilo nacionalista arquetípico, movilizar a la población del norte contra las desigualdades de Gran Bretaña, afirmando, por ejemplo, que entre «2010 y 2018 se recortaron 3.600 millones de libras del gasto público en el norte», mientras que «se añadieron 4.700 millones de libras al gasto público en el sur durante el mismo periodo». Niven se muestra comprensivo, aunque también es muy consciente de las limitaciones del NIP: el partido no presentó candidatos a las elecciones generales de 2024.
El análisis de Niven resta importancia a muchas cosas. No todos los sureños fetichizan lo pastoral. ¿Y qué hay del Londres progresista? Sin embargo, dar demasiada importancia a esto es no entenderlo. Las naciones suelen definirse frente a una potencia o potencias ajenas, en este caso el sur de Inglaterra, cuya imagen será en parte verdad y en parte mito. Se trata de una intervención básicamente nacionalista de izquierdas con cierta base histórica, que debe ser tratada críticamente, pero como lo que es, que no es un libro de texto sobre la historia de Inglaterra. Una crítica mejor es que este deslumbrante intento de escapar de Inglaterra descarta la posibilidad de un mito equivalente de una inglesidad histórica y moderna como fuerza progresista.
III. Aquí es donde merece la pena volver a una de las infravaloradas ideas de Nairn. Nairn veía el nacionalismo popular inglés como algo no desarrollado, pero no imposible. De hecho, existía un proto-nacionalismo inglés de izquierda gestándose desde la década de 1950. En Break-Up, Nairn identificó un «movimiento de reunión de revisión histórica y cultura socialista», que abarcaba desde partes del «laborismo e incluso del joven liberalismo» hasta partidos comunistas e intelectuales no alineados como E.P. Thompson. Más ecuménico que el marxismo sectario, y opuesto a la «estructura no populista» del Estado anglo-británico, este movimiento «necesariamente se inclinaba mucho en la dirección contraria», inspirándose en los análisis de los movimientos populares británicos: una «historia desde abajo», que equivalía a «algo así como un «poema épico» colectivo e interminable de logros populares y radicales». Suele calificarse de socialismo populista. Sin embargo: «no es difícil percibirlo desde otra perspectiva, derivada de la historia comparada de los movimientos nacionales. Todos esos movimientos han adoptado objetivos populistas análogos, y han tratado de manera similar de atribuir la historia real u oculta de la nación a la iniciativa popular.»
Cualquier nacionalismo proto-inglés de izquierdas no podía oponerse a un extranjero opresor de Inglaterra. No existía ninguno. En su lugar, desafió al «Estado y la cultura conservadores establecidos». Es cierto que este movimiento se articulaba sobre todo a través de un «socialismo bastante indefinido», no de «ideas de Inglaterra», pero era un «fenómeno inglés» engendrado por el declive del Reino Unido «tanto como el nacionalismo escocés o galés». Formaba parte de «lo que corresponde al modelo habitual de renacimiento nacionalista», el «intento de encontrar fuerzas para un futuro mejor y más democrático reexaminando (en ocasiones reinventando) un pasado mítico» – Nairn aquí habría hecho mejor en hablar de un modelo habitual de renacimiento nacionalista, ya que el nacionalismo es a menudo, pero no siempre, democrático. Nairn se dio cuenta de que su argumento sonaría extraño, y de que las peculiaridades inglesas hacían que este protonacionalismo fuera diferente de los nacionalismos de otros lugares. En última instancia, fue inequívoco: «Por extraño que parezca, la deformación de lo inglés por su historia estatal ha generado una variedad tardía pero inconfundible de cultura popular nacionalista de izquierdas».
¿Qué pasó con este movimiento? Un lugar hacia el que mutó, en el mundo académico y en la historia cada vez más popular, fue el estudio de la raza y el imperio, con Stuart Hall proporcionando un vínculo entre la vieja Nueva Izquierda y el nuevo interés por el imperialismo que surgió entre los historiadores especialmente a partir de la década de 1990. Desde una perspectiva nairniana, un elemento protonacionalista continuado está presente en estos análisis posteriores. Si un nacionalismo antiimperialista implica la afirmación de un colonizador externo que invade la nación, para estos historiadores posteriores se trata del «imperio de ultramar» de Inglaterra (o más a menudo de Gran Bretaña), en otras palabras, un imperio fuera de la nación, a menudo expresado en términos de ‘Gran Bretaña y su imperio’, que tuvo un profundo impacto sobre la nación y, de hecho, la dañó o la frenó, contribuyendo a problemas económicos, racismo, patrioterismo, etcétera.
Muchos historiadores o teóricos se centran en la identidad, con el objetivo político implícito de utilizar el análisis histórico para establecer un sentido más inclusivo de la nación. El jamaicano Hall, por ejemplo, se describió a sí mismo como el azúcar en una taza de té inglés, señalando que «la gente como yo que llegó a Inglaterra en la década de 1950» había estado «simbólicamente» en Inglaterra «durante siglos». Una intervención reciente ha argumentado que «si alguna vez vamos a entender lo que realmente significa ser británico’ hay que contar la historia completa de Gran Bretaña y el imperio.
Los estudiosos del nacionalismo global se darán cuenta de la importancia. Gellner, colega de Nairn, consideraba que la palabra más importante en el universo nacionalista era «despertar»: los nacionalistas suelen argumentar que «El hombre» debe ser despertado a «su identidad nacional y a los imperativos políticos implícitos en ella». La preocupación por articular el significado oculto de la identidad nacional, antes de concienciar a la nación, es arquetípicamente nacionalista. Crear o rehacer la identidad nacional con fines políticos particulares, a menudo antiimperiales, es la esencia del nacionalismo, como el propio Nairn reconoció.
Obviamente, existen diferencias significativas entre este imaginario histórico inglés y los nacionalistas del siglo XIX en los que se centró Gellner en su obra. Los nacionalistas de Gellner querían despertar en la nación la necesidad de crear un Estado que protegiera la cultura nacional de los extranjeros que querían «destruirla y degradarla».
Está claro que en la izquierda no existe un nacionalismo no reconocido e inalterado al estilo del siglo XIX. Hay análisis político-históricos de izquierda bastante claros que tienen algunos rasgos que cabría esperar de un nacionalismo antiimperialista inglés o británico. Quizá sea mejor decir que existen análisis particulares donde podría estar el nacionalismo inglés antiimperialista de izquierdas. Esto no es una crítica. Si el proyecto identitario de los historiadores imperiales ayudó a crear un nacionalismo inglés antirracista y progresista, igual que el nacionalismo escocés es a menudo oficialmente antirracista, esto sería algo bueno, la cara prospectiva de Janus.
Una forma de este proto-nacionalismo de la izquierda inglesa ha encontrado expresión política. Un ejemplo es Jeremy Corbyn. Esto puede parecer extraño; Corbyn es definido por sus oponentes como la anti-nación. Pero la nación que él considera odiar es fundamentalmente el Reino Unido (a veces denominado «Gran Bretaña» por quienes no tienen en cuenta a Irlanda del Norte), no Inglaterra: es el Reino Unido/Británica quien forma parte de la OTAN; el Reino Unido/Británica quien invadió Irak y el Reino Unido/Británica quien apoya a Israel. La monarquía es británica, al igual que Trident. Corbyn fue maltratado por una clase mediática que se identifica como británica de Westminster; Inglaterra es demasiado pequeña para su cosmopolitismo parroquial. La gente robusta de la «Inglaterra media» de la que este hombre criado en Shropshire era supuestamente ajeno era, en parte, una construcción metropolitana que ocultaba la base británica de la oposición occidental-británica.
Es cierto que el laborismo bajo Corbyn era más popular entre los votantes que se identificaban como británicos más o igual que ingleses. Como líder laborista, su visión también consistía en parte en hacerse con los poderes dictatoriales del Estado británico otorgados por los electores antes de utilizarlos. Por supuesto, a menudo hablaba de «Gran Bretaña», en ocasiones de «valores británicos».
Pero hay un claro componente inglés en la política de Corbyn. Corbyn reconoce que fue ‘criado’ con los libros de E.P. Thompson, una figura clave del movimiento protonacionalista de la izquierda inglesa identificado por Nairn, y que tenía vínculos con la larga tradición del radicalismo inglés. En una entrevista con el New Statesman, Corbyn sugirió que John Lilburne, el leveller del siglo XVII que defendía los derechos de los «ingleses nacidos libres», era la figura histórica que más admiraba.
También hay una dimensión constitucional en el elemento inglés de la política de Corbyn, aunque no sea necesariamente central. Corbyn apoyó el proyecto de ley Commonwealth of Britain Bill de Tony Benn de la década de 1990, que habría puesto fin al dominio británico en Irlanda del Norte y establecido tres legislaturas nacionales, incluida la inglesa, bajo un parlamento de la Commonwealth. Como líder laborista, encargó un informe que abogaba por medidas para garantizar que «Inglaterra tenga una voz fuerte y distinta en Westminster», en el contexto de un Reino Unido reformado y federal, y un ministro para Inglaterra. El manifiesto del Partido Laborista de 2017 proponía la creación de un Ministro de Inglaterra, aunque se abandonó en 2019.
A esto podría objetarse que Corbyn no es un nacionalista de izquierdas, sino un internacionalista. Sin embargo, como entendía Nairn, el internacionalismo se manifiesta en contextos nacionales, incluso cuando profesa lealtad al universalismo abstracto: hay internacionalismos ingleses e internacionalismos franceses. Para Nairn, el internacionalismo nacional de la izquierda laborista derivaba en parte del cristianismo disidente. El metodismo proporcionó un moralismo universalizador que rivalizaba con el internacionalismo proletario del marxismo. Esto, a su vez, contribuyó a un egoísmo nacional, por el que incluso los socialistas hablaban como si Inglaterra/Britania fuera a salvar el mundo. Desde esta perspectiva, el internacionalismo de Corbyn es la cara exterior de un radicalismo peculiarmente inglés.
La extraña noción, que se encuentra en la izquierda inglesa, de que el internacionalismo es necesariamente antitético al nacionalismo, es una prueba reveladora que favorece la noción de Nairn de la inarticulación inglesa sobre su nación. El internacionalismo se posiciona desde la izquierda como opuesto al Englishness, con poco sentido de que algunas formas de Englishness puedan ser una expresión particular del internacionalismo. En Inglaterra, un político irlandés que combine socialismo con aversión al imperialismo británico y a la monarquía británica, demandas de instituciones nacionales irlandesas y una voz nacional irlandesa más fuerte, y veneración de las luchas nacional-populares irlandesas, sería visto como un nacionalista de izquierdas o un socialista republicano, especialmente si se preocupara por Palestina y Chile.
IV. En la actualidad existen pruebas abrumadoras de que la cuestión inglesa está adquiriendo cada vez más relevancia política. Ya en 2012, la proporción de la población inglesa que priorizaba su identidad inglesa sobre la británica era más del doble que la de quienes priorizaban la britanidad sobre la inglesidad. Anthony Barnett, de orígenes de la Nueva Izquierda, ha argumentado que el Brexit fue la revuelta de la Inglaterra-sin-Londres, una arremetida contra una autoridad remota, la UE, como sustituto para acabar con la impotencia causada por la falta de instituciones inglesas, como un parlamento inglés. Los escoceses y los norirlandeses, con su parlamento y su asamblea, votaron por el «remain»; la mayoría galesa a favor del «leave» fue posiblemente aportada por residentes en Gales nacidos en Inglaterra.
El crecimiento del ‘political Englishness’ entre 2001 y 2019 favoreció ampliamente a los conservadores. En 2024, el Partido Laborista autoritario-austeriano de Starmer en Inglaterra aparentemente ganó una pluralidad de votos tanto entre los que se identificaban como ingleses no británicos como entre los más ingleses que británicos, mientras que obtuvo los mejores resultados entre los que priorizaban la britanidad.
También ha habido expresiones más reaccionarias de la inglesidad, en particular los recientes disturbios racistas; los alborotadores llevaban banderas de Inglaterra (también Union Jacks) y coreaban «Inglaterra hasta que me muera. El racismo expresado a través de formas de Englishness estuvo claramente presente, reflejando ideas de extrema derecha que ahora forman parte del discurso dominante; los alborotadores adoptaron el eslogan sunakiano ‘stop the boats’; Robert Jenrick recientemente relacionó los disturbios con la supuesta amenaza a la identidad inglesa creada por la inmigración.
No se debe, pues, pintar de rojo el nacionalismo, la acusación lanzada contra Nairn por Eric Hobsbawm. Pero ignorar los dilemas que plantea el nacionalismo no hace que desaparezcan. Incluso Hobsbawm admitió que el nacionalismo tiene ‘una fuerza enorme, que debe aprovecharse para el progreso, si es posible’.
El nacionalismo es intrínsecamente excluyente. La exclusión progresiva es posible: La histórica crítica de los laboristas a los conservadores como el partido de los intereses propietarios seccionales y no el de la nación británica es un ejemplo. La (muy difícil) tarea de cualquier nacionalismo inglés de izquierdas sería asegurarse de que los excluidos de la inglesidad sean los racistas, los reaccionarios y los explotadores y no nadie más, no porque traicionen los valores ingleses eternos, sino porque no reflejan lo que quiere o piensa el demos inglés. Un estudio de 2021, por ejemplo, descubrió que el 77% de los blancos de Inglaterra y el 68% de los ciudadanos de minorías étnicas estaban de acuerdo en que la inglesidad está abierta a personas de diferentes orígenes étnicos. Estas cifras demuestran por sí mismas que el racismo sigue siendo muy poderoso, pero los racistas que hablan de la Englishness étnica son una auténtica minoría. Recientemente, la selección masculina de fútbol de Inglaterra ha encarnado una Englishness inclusiva, un fenómeno etiquetado como ‘Southgatism’ por Niven, que lo ve como una Englishness progresiva poco común, con la Carta Querida Inglaterra del ex seleccionador Gareth Southgate haciendo hincapié en la igualdad y la inclusividad.
El argumento a favor de que la izquierda tenga algo que decir sobre Inglaterra no es que hacerlo transformaría sus perspectivas, sino que no hacerlo ignora la realidad. Se podría construir fácilmente un nuevo mito de una Inglaterra moderna, histórica y progresista a partir de la historia inglesa. El problema, de hecho, con la vieja afirmación de la Nueva Izquierda de que no existe una tradición republicana inglesa de izquierdas es que ellos mismos, y aquellos a los que influyeron, forman parte de esta tradición, a pesar de los orígenes escoceses de Nairn. Su existencia suprime su argumento, un bello testimonio con cara de Jano.
Hay razones instrumentales para apoyar la ruptura de Inglaterra. Se socavaría la ilusoria política exterior. Inglaterra Global no suena tan bien como Gran Bretaña Global.
El punto fundamental es democrático e internacionalista. El verdadero internacionalismo reconoce la particularidad, incluida la propia. Si se puede convencer a los ingleses, es decir, a todos los que viven en Inglaterra, de la necesidad de una mayor autonomía nacional, entonces deberían conseguirla, al igual que ocurriría con cualquier nación. Se trata de una exigencia democrática, que ocupa su lugar junto a la abolición de la monarquía, una segunda cámara elegida y la representación proporcional. Nairn probablemente tenía razón al afirmar que Gran Bretaña, en su forma actual, acabará desintegrándose, ya sea dentro de 20, 50 o 200 años. A largo plazo, no hay salida para Inglaterra;
George Evans es historiador en la Universidad de Edimburgo, interesado en la relación entre imperialismo e identidades nacionales en la historia británica e irlandesa del siglo XX.
Observación de José Luis Martín Ramos:
Mucha disertación para arropar un punto de partida que no comparto: la materialidad dominadora del nacionalismo -del nacionalismo, no de la identidad nacional- por encima de de la identidad de clase en un sistema político -estado- determinado. Ese es el punto de partida ¿y el de llegada? Parece que su propuesta es la fragmentacion del estado en funciones de nuevas construcciones nacionales “primigenias”, incluida la “Inglaterra del Norte” y pretende que con ese proyecto la izquierda triunfará. ¿De qué siciedad está hablando? ¿Cuál es el análisis concreto de la sociedad de hoy que dice que esa fragmentación de las clases trabajadoras le dará la victoria a la izquierda… y que pintarán los no blancos anglosajones de la sociedad británica actual en ese “despertar” nacionalista?
3. La era postoccidental en el mundo árabe.
Los países del Golfo están presionando a EEUU para que hagan que Israel no ataque Irán. Es una muestra de que ya se posicionan en un mundo postoccidental, según Bhadrakumar. https://www.indianpunchline.
Publicado el 12 de octubre de 2024 por M. K. BHADRAKUMAR
Los árabes están mostrando de forma transparente su paso al multialineamiento en una guerra de Oriente Medio liderada por EEUU
Reuters informó el viernes citando a tres fuentes en el Golfo Pérsico que los estados regionales están presionando a Washington para detener a Israel de atacar los sitios petroleros de Irán como «parte de sus intentos de evitar quedar atrapados en el fuego cruzado.» El informe exclusivo de Reuters señalaba a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar como países que también se niegan a que Israel sobrevuele su espacio aéreo para cualquier ataque contra Irán.
Estos movimientos se producen tras el impulso diplomático de Irán para persuadir a sus vecinos suníes del Golfo de que utilicen su influencia ante Washington. Arabia Saudí ha dejado claro a la Administración Biden que está decidida a proseguir la vía de la normalización con Irán iniciada con el acercamiento mediado por China en marzo de 2023. Esta afirmación, bien entrado el segundo año de la distensión irano-saudí, acaba con cualquier esperanza residual de que los Estados árabes puedan unirse finalmente a una «coalición de voluntarios» contra Irán.
El panorama general es que los Estados del Golfo se están posicionando entre los principales contribuyentes a la actual difusión de poder en su región y en el mundo. Teherán y Riad han encontrado la manera de compartir responsablemente la vecindad. Baste decir que el mundo árabe ya está en la era post-estadounidense y post-occidental.
Ahora, esto también señala el malestar de Riad porque Israel continúe su guerra contra Gaza y la frustración saudí con EE.UU. por negarse a presionar al gobierno del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu para que acepte un alto el fuego.
El ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araqchi, estuvo el miércoles en Riad y fue recibido por el príncipe heredero Mohammed bin Salman. El readout saudí dijo que discutieron las relaciones bilaterales y los desarrollos regionales, así como los «esfuerzos ejercidos hacia ellos.» A la reunión asistieron el ministro de Defensa saudí, príncipe Khalid bin Salman, el ministro de Asuntos Exteriores, príncipe Faisal bin Farhan bin Abdullah, y el ministro de Estado y consejero de Seguridad Nacional, doctor Musaed bin Mohammed Al-Aiban.
Araqchi también mantuvo conversaciones con el príncipe Faisal. «Las conversaciones se centraron en las relaciones y exploraron formas de reforzarlas en diversos campos», según el informe saudí. Sólo el día anterior, el príncipe Jalid había hablado con su homólogo estadounidense, el secretario de Defensa Lloyd Austin.
La Agencia de Prensa Saudí informó el martes de que los dos ministros de Defensa «discutieron los últimos acontecimientos regionales e internacionales, los esfuerzos para desescalar las tensiones en la región y las formas de garantizar la seguridad y la estabilidad regionales.»
Es evidente que los saudíes se han puesto manos a la obra, conscientes de que pueden desempeñar un papel fundamental para restablecer la calma y evitar que el conflicto se extienda por la región. El terreno bajo el enfrentamiento entre Israel e Irán está cambiando en términos sistémicos.
Las implicaciones militares son profundas cuando los Estados del Golfo cierran su espacio aéreo a Israel (y a EEUU) para operaciones contra Irán. Los jets israelíes tendrán ahora que tomar una ruta tortuosa a través del Mar Rojo y circunvalar la Península Arábiga para acercarse al espacio aéreo iraní, lo que por supuesto hará necesario el reabastecimiento en pleno vuelo y todo lo que ello conlleva en una operación tan delicada que puede tener que realizarse repetidamente. En una «guerra de misiles», Irán podría prevalecer.
Está por ver hasta qué punto funcionará el movimiento coordinado de los Estados del Golfo Pérsico para conseguir que Estados Unidos rebaje la tensión, ya que depende en gran medida de que Netanyahu se ablande, algo de lo que no hay indicios. No obstante, el presidente Joe Biden hizo su parte llamando a Netanyahu el miércoles. Pero la lectura de la Casa Blanca eludió cuidadosamente el principal tema de conversación entre ellos.
Es lógico, sin embargo, que la llamada de Biden tuviera algún efecto sobre Netanyahu. El New York Times informó de que el gabinete de seguridad de Israel se reunió el jueves y que Netanyahu discutió con los ministros de alto rango «el plan general para las represalias de Israel.»
Los resultados de la reunión no se hicieron públicos. Y el Times concluyó su informe señalando que «los analistas siguen diciendo que ninguna de las partes parece interesada en una guerra total». De hecho, la ansiedad de los Estados del Golfo se ha convertido en un tema de conversación clave entre los funcionarios estadounidenses y sus homólogos israelíes.
Tras la llamada de Biden, Netanyahu pidió al ministro de Defensa Gallant, que tenía previsto visitar Washington, que se retirara. Mientras tanto, el jefe del Mando Central estadounidense, el general Michael Kurilla, vino a Israel para «una evaluación de la situación». Lloyd Austin siguió el jueves con una llamada a con el ministro de Defensa israelí Yoav Gallant, pero el enfoque se centró en el Líbano. Sin duda, la administración Biden está moviendo muchos hilos en Tel Aviv.
Netanyahu es conocido por ser realista. La cuestión es que Teherán ha explicitado que Tel Aviv pagará un alto precio por cualquier nueva acción hostil. La advertencia se tomará en serio, ya que los militares y los servicios de inteligencia israelíes -de hecho, el propio Netanyahu- acaban de tener un anticipo de la capacidad disuasoria de Irán.
En segundo lugar, el precio del petróleo ya ha empezado a subir y eso es algo que la candidata Kamala Harris no querría que ocurriera. .
En tercer lugar, en cuanto a las instalaciones nucleares, Irán las ha dispersado por todo el país y la infraestructura crítica está enterrada en las entrañas de montañas de difícil acceso.
Sin duda, el ataque con misiles de Irán del 1 de octubre también demostró que dispone de una inteligencia extraordinaria para saber qué atacar, dónde y cuándo. En un país tan pequeño como Israel, es difícil esconderse, aunque Teherán no caiga tan bajo como para decapitar a sus oponentes.
Baste decir que, teniendo todo en cuenta, nace una terrible belleza en Oriente Próximo: ¿Hasta dónde llegará EE.UU. para rescatar a Israel?
El inicio de una alineación de los Estados árabes, como se ha puesto de manifiesto esta semana, negándose a formar parte de cualquier forma de ataque contra Irán y los signos de «solidaridad islámica» que tienden puentes entre las divisiones sectarias, son, por excelencia, puntos de inflexión. Esto es lo primero.
En segundo lugar, esta no va a ser una guerra corta y nítida. El coronel Doug Macgregor, un astuto veterano de combate estadounidense en la Guerra del Golfo y ex asesor del Pentágono durante la administración Trump y un destacado historiador militar, trazó acertadamente la analogía de la Guerra de los Treinta Años en Europa (1618-1648), que comenzó como una batalla entre los estados católicos y protestantes que formaban el Sacro Imperio Romano Germánico, pero evolucionó con el tiempo y se convirtió menos en una cuestión de religión y se convirtió en una lucha política, más sobre qué grupo gobernaría Europa en última instancia, y en última instancia, cambiando la cara geopolítica de Europa.
Citando un ensayo de 2017 de Pascal Daudin, veterano del CICR que estuvo desplegado en importantes situaciones de conflicto como Pakistán, Afganistán, Líbano, Irak, Irán, Asia Central, Cáucaso, Arabia Saudí y los Balcanes, la Guerra de los Treinta Años se convirtió en «un conflicto complejo y prolongado entre muchas partes diferentes, conocidas en el lenguaje moderno como actores estatales y no estatales. En la práctica, fue una serie de conflictos internacionales e internos, separados pero conectados, librados por fuerzas militares regulares e irregulares, grupos de partisanos, ejércitos privados y reclutas» (aquí).
Es cierto que una guerra en Oriente Próximo en el escenario actual ya tiene combatientes, espectadores y mirones que, a medida que el conflicto evoluciona hacia una Cruzada de los últimos tiempos, están obligados a intervenir, como Turquía y Egipto.
No cabe duda de que agotará a Israel -y acabará con la presencia estadounidense en Oriente Próximo-, aunque una guerra prolongada podría provocar una agitación intelectual que, en última instancia, traería la Ilustración a la región, como la Guerra de los Treinta Años hizo con Europa.
4. Hezbolá.
A pesar del título, esta entrevista está fundamentalmente dedicado a explicar la historia, funcionamiento e implantación social de Hezbolá, organización sobre la que el autor ha escrito un libro.
Donde el mundo ve crisis, Israel ve oportunidades
- Entrevista con Joseph Daher
Desde el 8 de octubre de 2023, Hezbolá mantiene una guerra limitada con Israel, que el gobierno de Netanyahu intensificó el mes pasado con una serie de ataques contra la sociedad libanesa. Jacobin habló con el académico libanés Joseph Daher sobre el dilema al que se enfrenta el partido.Entrevista realizada por John-Baptiste Oduor
Un día después del 7 de octubre, Hezbolá abrió un frente contra Israel como parte de su estrategia de «unidad de frentes», con la esperanza de prestar apoyo a Hamás y otros elementos de la resistencia palestina. Hasta el mes pasado, el partido había conseguido mantener una guerra limitada, que obligó a evacuar a sesenta mil personas del norte de Israel sin degradar significativamente la propia infraestructura militar de Hezbolá y manteniendo intacta su cúpula. La guerra en el frente norte pareció a los espectadores una repetición del conflicto de 2006, que terminó con la derrota israelí. Con unas capacidades militares de Hezbolá muy superiores a las de hace dieciocho años, parecía que Israel se enfrentaba a una auténtica amenaza existencial.
En menos de un mes, Israel ha asestado importantes golpes al «Partido de Dios», desde un ataque con localizadores que mató a civiles junto a amplios sectores de la oficialidad del partido hasta asesinatos de su cúpula política y militar, incluido el carismático secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah. Jacobin habló con Joseph Daher, autor de La economía política del Partido de Dios del Líbano, sobre los orígenes de Hezbolá, sus fuentes de apoyo tanto nacionales como internacionales y los dilemas estratégicos a los que se enfrenta.
John-Baptiste Oduor
La guerra actual entre Hezbolá e Israel es una repetición del conflicto de treinta y tres días que tuvo lugar en 2006. ¿Cómo pudo Hezbolá convertirse en una fuerza capaz de enfrentarse a Israel y qué puso fin a aquella guerra?
Joseph Daher. La creación y desarrollo de Hezbolá es producto de dos fuerzas: el ejército de ocupación israelí, que invadió Líbano en 1982 y lo ocupó hasta 2000, y la República Islámica de Irán, que ha visto alineadas sus propias ambiciones regionales con el destino del partido. Las primeras operaciones militares realizadas por Hezbolá antes de su creación oficial en 1985 fueron atentados suicidas contra embajadas y objetivos occidentales, así como secuestros de occidentales en la década de 1980. Pero desde entonces, y hasta la década de 2000, el desarrollo del aparato armado de Hezbolá ha estado estrechamente vinculado a las actividades militantes de la organización contra Israel, mientras que la narrativa de resistencia del partido le permitía ampliar su base social entre la población chií libanesa. En 2000, el ejército de ocupación israelí se retiró del sur de Líbano, poniendo fin a una ocupación que comenzó en 1978.
Tras la liberación del sur y la retirada de las tropas israelíes en mayo de 2000 (excluido el armamento antiaéreo) de la frontera, las granjas de Shebaa, una zona en disputa a caballo entre Líbano y los Altos del Golán sirios ocupados por Israel, se convirtieron en el lugar exclusivo de la actividad oficial de Hezbolá. A pesar de estas victorias estratégicas, las acciones militares del partido adquirieron un carácter principalmente defensivo tras la retirada del ejército de ocupación israelí.
El ejército de ocupación israelí lanzó otra guerra contra Líbano en 2006, con el apoyo de Estados Unidos. Para los estándares israelíes, las bajas fueron elevadas: 124 soldados murieron junto con 43 civiles, y los bombardeos de Hezbolá obligaron a evacuar a 300.000 personas de zonas del norte del país. En el lado libanés, las fuerzas de ocupación israelíes mataron a unos 1.200 y un millón más se convirtieron temporalmente en refugiados. A pesar del número de víctimas de los bombardeos israelíes, éstos no pudieron lograr su objetivo de debilitar significativamente a Hezbolá, un resultado que dio credibilidad al partido. Una diferencia importante entre la actual guerra israelí contra Líbano y la de 2006 es que no murió ni un solo cuadro de alto rango de Hezbolá durante los treinta y tres días de conflicto, a pesar de los numerosos intentos del ejército de ocupación israelí. El lanzamiento por parte de Israel de veintidós toneladas de bombas sobre un búnker en Beirut en el que supuestamente se encontraban altos cargos de Hezbolá, así como sus intentos de secuestrar a dirigentes clave, acabaron todos en fracaso.
Hezbolá aprovecharía esta victoria para aumentar su popularidad en Líbano y en el resto de Oriente Próximo y el Norte de África. Hezbolá fue celebrada por su bien disciplinada capacidad militar y propagandística y por su habilidad para resistir eficazmente al Estado israelí. Retratos de Hassan Nasrallah, secretario general del movimiento, podían verse en manifestaciones en las principales capitales del mundo árabe.
Sin embargo, tras el fin de la ocupación israelí del sur de Líbano en 2000, Hezbolá había empezado a cambiar su discurso argumentando que su capacidad militar no existía para liberar a Palestina del «enemigo sionista», como había afirmado desde su creación, sino para proteger a Líbano de una nueva agresión israelí. Esta evolución se reflejó en el manifiesto de Hezbolá de 2009. La sección relativa a la «resistencia» limita el papel del movimiento a la liberación de las tierras libanesas ocupadas y a la defensa de la soberanía del país frente a las amenazas israelíes. El documento no menciona la participación directa de la resistencia libanesa en la liberación de Palestina.
Esta evolución del discurso de Hezbolá se reforzó aún más al comienzo del levantamiento en Siria en 2011, en gran parte para justificar la creciente participación militar de Hezbolá en el bando del régimen sirio. Sin embargo, la guerra en Siria permitió un aumento sustancial del reclutamiento, con un número cada vez mayor de jóvenes combatientes con una experiencia significativa. El número exacto de soldados de Hezbolá es difícil de estimar, pero antes de la guerra de Siria se creía que oscilaba entre 5.000 y 7.500 soldados a tiempo completo y unos 20.000 reservistas. Después de 2011, algunos estimaban que el número total de soldados de Hezbolá rondaba entre 45.000 y 50.000, incluidos al menos 20.000 a tiempo completo.
Las capacidades militares de Hezbolá también se ampliaron masivamente tras la guerra de 2006. En particular, ha desarrollado un vasto arsenal de cohetes y misiles, incluidos distintos tipos de misiles Fadi (misiles de alcance medio). Éstos se utilizaron por primera vez desde el 7 de octubre, a finales de septiembre de 2024, para atacar emplazamientos militares en las afueras de las ciudades de Haifa y Tel Aviv.
Pero además, la principal evolución de Hezbolá vino de su creciente importancia como principal nexo de influencia iraní en la región, sobre todo tras el estallido de los procesos revolucionarios en Siria y en Oriente Próximo y el Norte de África desde 2011. Aunque Hezbolá es un actor libanés con algunas formas de autonomía política, el partido ha sido el principal actor que ha fomentado los intereses políticos regionales iraníes. Su papel ha sido esencial para la consolidación y expansión de la red de aliados regionales de Irán, incluidos actores estatales y no estatales. El asesinato del jefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), Qasem Soleimani, en 2020 no hizo sino reforzar las conexiones entre Irán y Hezbolá.
En otras palabras, la resistencia de Hezbolá contra Israel, que constituía el núcleo de su identidad en el momento en que se creó el partido, se ha ido subordinando cada vez más a los objetivos políticos nacionales del partido, sus aliados y su patrocinador, Irán. Entre 2006 y octubre de 2023, las armas de la «resistencia» se desviaron cada vez más de la lucha contra Israel y se utilizaron en su lugar tanto dentro como fuera de Líbano, especialmente en Siria, pero también para atacar a partidos políticos libaneses.
En consecuencia, el enfrentamiento militar de Hezbolá con Israel pasó a ser secundario frente a las fortunas políticas del partido y sus aliados regionales. El apoyo retórico al denominado Eje de la Resistencia y el aparato armado del partido han sido utilizados por Hezbolá para justificar sus políticas y acciones, incluida su implicación militar en Siria. Esto no significa ni significa que el componente militar de Hezbolá no haya estado desempeñando un papel contra la agresión y las guerras de Israel, como lo ha hecho desde el 7 de octubre. Pero sí significa que las fuerzas de Hezbolá se han utilizado cada vez más para otros fines, especialmente después de la guerra de 2006.
Por supuesto, Hezbolá no es sólo una organización paramilitar, sino que forma parte del tejido institucional del Líbano, organizando un sistema bancario y una especie de Estado del bienestar. ¿Cuál es el alcance de esta estructura administrativa y qué grado de desestabilización supondría para el Líbano en su conjunto cualquier intento de desarraigar a Hezbolá por la fuerza?
En efecto, Hezbolá no es un simple partido. Junto a su propio ejército, altamente organizado y con capacidades militares, superiores a las del ejército libanés en muchos aspectos, la organización es sin duda el mayor empleador del país después del Estado, alcanzando entre sus ramas armada y civil los 100.000 empleados. Si además tenemos en cuenta que cada miembro tiene una familia y que una familia, de media, son tres hijos y dos padres, llegamos rápidamente al medio millón.
El partido estructura la vida de toda una parte de la población chií a través de su propia sociedad civil, que incluye una red de instituciones y organizaciones caritativas que ofrecen multitud de servicios sociales, incluso a los sectores chiíes más populares. Las organizaciones de Hezbolá pueden considerarse parte de lo que Antonio Gramsci describió como las «asociaciones y grupos voluntarios de múltiples capas» que constituyen la sociedad civil: asociaciones, instituciones educativas y religiosas, medios de comunicación, una empresa de construcción (Jihad al-Bina), los exploradores de Hezbolá (al-Mehdi), empresas privadas, etc.
Este apoyo incluye ayuda financiera directa a través de la «institución del buen préstamo» de la organización (mu’assasa Al-Qard al-Hassan), creada en 1982 y que distribuye préstamos sin intereses según la ley religiosa islámica. Según su sitio web, Al-Qard al-Hassan ha prestado más de 4.300 millones de dólares desde 1983, en un total de más de dos millones de préstamos. Estos préstamos se financian mediante donaciones, impuestos religiosos, tasas administrativas y suscripciones a la institución. Al-Qard al-Hassan se convirtió en la mayor organización de microcréditos del país y amplió sus actividades tras el estallido de la crisis financiera de octubre de 2019. Esta institución emplea ahora a casi quinientas personas y cuenta con una treintena de sucursales en todo el país, casi todas en zonas predominantemente chiíes. La asociación cuenta con más de 400.000 contribuyentes. Al mismo tiempo, lo más probable es que el partido también haya utilizado la institución para sus propias necesidades de financiación. Varias de las sucursales de la organización en distintas regiones han sufrido daños como consecuencia de los ataques aéreos de Israel.
Hezbolá, al igual que los demás actores políticos libaneses dominantes, nunca ha tratado de construir o fortalecer el Estado y, en particular, sus servicios públicos. En su lugar, ha consolidado una base popular dependiente de sus propias instituciones y acciones caritativas. Esta es una de las razones, entre otras, por las que mantiene una base sólida entre la población chiíta. Otra es la falta de una fuerza política alternativa que se movilice en torno a un discurso integrador que promueva los derechos democráticos y sociales para todos en Líbano.
En la guerra actual, Israel también ha atacado parte de la red de instituciones económicas y sociales de Hezbolá en el país, incluidos centros de suministro, infraestructuras logísticas, almacenes y talleres afiliados al partido en muchas localidades del sur de Líbano, los suburbios del sur de Beirut y Baalbek-Hermel. Además, junto con la profundización del asalto económico y financiero a Líbano, la guerra ha aumentado drásticamente el número de personas necesitadas de ayuda, lo que pone a prueba la capacidad de las instituciones de Hezbolá para hacer frente a la crisis actual, mientras Israel continúa sus bombardeos y ataques contra la población civil. El futuro proceso de reconstrucción tras el fin de esta guerra también constituirá un reto para el partido, cuya base popular se verá considerablemente afectada por la destrucción de sus hogares y otras infraestructuras civiles.
Hezbolá ha utilizado sus instituciones sociales como medio para construir el consentimiento y el apoyo populares, así como la capacidad de coacción. No obstante, su visión no debe entenderse como un desafío completo y antisistémico a la sociedad en su conjunto. El proceso de compromiso de Hezbolá con la sociedad civil no ha desafiado las jerarquías contemporáneas dentro de la sociedad chií ni ha fomentado ninguna forma de automovilización independiente desde abajo. Por el contrario, las actividades populares se han utilizado para inculcar aún más los valores religiosos y suelen llevarse a cabo de forma descendente, desde los niveles ejecutivos hasta la base social.
Esta es también la razón por la que Hezbolá, al igual que los demás partidos políticos neoliberales y sectarios dominantes en Líbano, ha actuado en la práctica para impedir la aparición de un movimiento popular intersectario en Líbano, que sería capaz de enfrentarse a cuestiones sociales y económicas más profundas. La posible aparición de una dinámica de clase de este tipo podría desafiar al sistema sectario y neoliberal y a las posiciones de los partidos políticos dominantes, incluida la de Hezbolá.
En el pasado, Hezbolá no ha dudado en colaborar con otras élites libanesas en la oposición a diversos movimientos sociales que desafían las dinámicas sectarias y neoliberales en el país, a pesar de algunas diferencias políticas, especialmente durante períodos de mayor movilización social. Tras la Intifada libanesa de octubre de 2019, Hezbolá, al igual que los demás partidos del establishment, reforzó el sistema sectario y neoliberal dominante en el Líbano en lugar de desafiarlo.
La base de apoyo de Hezbolá se encuentra en gran medida dentro de la comunidad chiíta, aunque los últimos sondeos muestran que su resistencia a Israel ha aumentado algo su apoyo en todo el país; no obstante, el 55% de los libaneses dice no confiar en el partido. ¿Por qué Hezbolá está tan vinculado a la comunidad chiíta y cuáles son, a grandes rasgos, las principales razones de su oposición en el Líbano?
Es importante recordar que la representación política en Líbano está organizada según criterios sectarios, hasta las más altas esferas del Estado. El presidente debe ser maronita, el primer ministro suní y el presidente de la cámara de diputados chií. El sistema sectario libanés (como el sectarismo en general) es uno de los principales instrumentos utilizados por los partidos gobernantes para reforzar su control sobre las clases populares, manteniéndolas subordinadas a sus líderes sectarios. Al mismo tiempo, el sistema sectario libanés surgió paralelamente al desarrollo del capitalismo libanés y en interacción con la dominación colonial. Desde la independencia de Líbano en 1943, la naturaleza sectaria del Estado libanés ha servido a las élites políticas y económicas de los grupos sectarios dominantes, que se han apoyado en la orientación económica liberal del país para consolidar su poder. Tras el final de la guerra civil, dicho poder no ha hecho sino reforzarse.
Hezbolá no es excepcional dentro de la escena política libanesa por estar arraigada exclusivamente en la secta religiosa a la que dice pertenecer y representar. Hezbolá no se ha dedicado en absoluto a construir un proyecto contrahegemónico que desafíe el sistema sectario y neoliberal del Líbano. De hecho, lo ha sostenido activamente convirtiéndose en uno de sus principales defensores.
Dicho esto, Hezbolá sigue siendo el mayor partido político del país, con una amplia base popular entre la población chií libanesa, que incluye el apoyo de las clases medias y trabajadoras, las clases profesionales liberales y fracciones de la burguesía, tanto dentro como fuera del país.
La hegemonía de Hezbolá entre la población chiíta se originó en el contexto de una sociedad gobernada por milicias y un Estado libanés débil durante la Guerra Civil. En ausencia de un Estado operativo, Hezbolá construyó una base social muy visible en estas zonas durante las décadas de 1980 y 1990. Una razón clave del éxito de Hezbolá es su profunda penetración en la sociedad civil, expresada a través de su amplia red de instituciones sociales y su extenso aparato cultural. La debilidad del Estado libanés en el periodo posterior a la guerra civil aumentó tras la crisis financiera y económica de 2019. Esto permitió a Hezbolá reforzar su control sobre la población chií incrustándola en sus instituciones y en el bienestar social, creando apoyo social al tiempo que reforzaba su capacidad de resistencia militar contra Israel. El partido también utilizó los proyectos de reconstrucción asociados a las secuelas de la Guerra Civil y la invasión israelí para proporcionar servicios sociales muy necesarios a la población chií.
El crecimiento de la influencia que menciona entre los sectores no chiíes de la sociedad libanesa es significativamente menor que el repunte del apoyo al partido tras la guerra israelí contra Líbano en 2006, cuando Hezbolá gozaba de mayor popularidad entre otras comunidades religiosas. Aunque ha habido un ambiente de solidaridad nacional tras la oleada de víctimas civiles causadas por Israel, muchas cosas han cambiado desde 2006. En mayo de 2008, Hezbolá se levantó en armas contra otros libaneses cuando invadió el oeste de Beirut en respuesta al intento del gobierno de desmantelar la red de comunicaciones del partido.
Además de este conflicto interno, Hezbolá participó más tarde en la represión asesina del movimiento popular sirio junto al despótico régimen sirio, una medida que avivó las tensiones sectarias en Líbano. Por último, Hezbolá ha formado parte de todos los gobiernos desde 2005, por lo que se le considera uno de los responsables de la crisis económica y financiera de 2019, al igual que a los demás partidos libaneses dominantes. Hassan Nasrallah se mostró muy crítico con el movimiento de protesta, al que acusó de estar financiado por embajadas extranjeras, y envió a miembros del partido a atacar a los manifestantes.
En los últimos años, los miembros de Hezbolá también se han visto implicados en varias tensiones sectarias con miembros de otras sectas religiosas, y se ha acusado a Hezbolá de ser uno de los principales actores que obstruyeron la investigación de las explosiones en el puerto de Beirut en agosto de 2020.
Combinados, estos elementos han aislado a Hezbolá, tanto política como socialmente, de amplios sectores de la población libanesa fuera de la base del partido. Esta es una de las razones, entre otras, por las que el partido ha intentado evitar una guerra total contra Israel, adoptando acciones calculadas y moderadas dirigidas contra objetivos militares israelíes para evitar que este conflicto sea explotado por sus enemigos políticos internos, lo que convertiría a Hezbolá en el principal responsable de todas las desgracias del país.
El núcleo de la estrategia de Nasralá desde el 7 de octubre fue la idea de que Hezbolá podría entablar una guerra limitada con Israel, obligando a los civiles a evacuar el norte del país para forzar un alto el fuego y concesiones a las exigencias de Hamás de liberar a algunos de los miles de prisioneros palestinos retenidos por Israel. ¿Hasta qué punto fue esta decisión una decisión estratégico-militar y hasta qué punto se basó en la preocupación de Hezbolá de que iniciar una confrontación significativa podría ponerle en desacuerdo con otros sectores de la sociedad libanesa?
Esta decisión tuvo varios niveles. En primer lugar, antes del estallido de la guerra genocida del Estado de Israel contra la población de la Franja de Gaza, el fortalecimiento de la alianza entre Hezbolá y sus aliados palestinos con otros grupos apoyados por Teherán en la región tenía por objeto reforzar su capacidad de disuasión contra Israel, aunque Hezbolá nunca creyó que pudiera alcanzar la paridad. Esto se materializó después del 7 de octubre, con la estrategia de «unidad de frentes» planteada por los responsables de Hezbolá. Los primeros objetivos del movimiento libanés fueron las granjas de Shebaa, en territorio libanés ocupado, y no los territorios israelíes directamente.
Posteriormente, llevaron a cabo ataques calculados y moderados contra instalaciones militares israelíes, a pesar de que Israel violó todas las líneas rojas y amplió su campaña asesina contra Líbano. Sólo recientemente han aumentado la intensidad en respuesta a la escalada de mediados-finales de septiembre por parte de Israel. El objetivo de Hezbolá era mostrar su solidaridad con sus aliados políticos palestinos, para que el partido tuviera credibilidad cuando intentara movilizar a su base popular y a circunscripciones más amplias dentro de Líbano. El partido también pretendía proteger los intereses y las alianzas vinculadas a Irán en la región. Además, Hezbolá no quería que este conflicto fuera explotado por sus enemigos políticos internos.
La actual guerra de Israel contra Líbano, con el apoyo de Estados Unidos, ha puesto en entredicho este plan. En efecto, el ejército de ocupación israelí intensificó su guerra contra el Líbano a mediados de septiembre de 2024, provocando la muerte de más de mil personas, hiriendo a varios miles y causando la destrucción masiva de infraestructuras civiles, así como el desplazamiento forzoso de más de 1,2 millones de personas en menos de un mes. Es evidente que el ejército de ocupación israelí está intentando, mediante ofensivas terrestres, reocupar territorios del sur de Líbano, causando una amplia destrucción en el proceso. Sin embargo, los soldados de Hezbolá han destruido varios tanques Merkava israelíes, matado a treinta y nueve soldados y herido a muchos más en respuesta a la invasión terrestre.
Desde luego, no sospechaban que la guerra duraría tanto ni que alcanzaría el nivel de intensidad que ha alcanzado. Es probable que Hezbolá subestimara la superioridad militar israelí, aunque el partido dispone de capacidades militares mucho mayores que en 2006, sobre todo en lo que respecta a sus misiles.
A nivel regional, el principal apoyo de Hezbolá, Irán, ha compartido una postura similar a la del partido libanés. También ha intentado evitar una guerra regional, a pesar del asesinato del líder palestino Ismail Haniyeh en su territorio y de otros numerosos ataques israelíes contra activos iraníes en toda la región. Los objetivos estratégicos de Irán, sobre todo desde el 7 de octubre, han sido mejorar su posición política en la región para estar en las mejores condiciones para una futura negociación con Estados Unidos, especialmente en relación con las cuestiones nucleares y las sanciones, y garantizar sus intereses políticos y de seguridad, al tiempo que intenta evitar en la medida de lo posible un conflicto regional directo con Israel y Estados Unidos.
Sin embargo, si Hezbolá se degrada demasiado, eso sería problemático para la estrategia geopolítica y la red de influencia regional de Irán. Dentro del Líbano, los críticos que simpatizan con Hezbolá han señalado lo que perciben como un apoyo insuficiente de Irán a su aliado. El lanzamiento por parte de la República Islámica de casi doscientos misiles contra Israel debe entenderse como un intento de tranquilizar a estos críticos y restaurar su propia credibilidad dentro del llamado Eje de la Resistencia.
En el contexto de una previsible represalia israelí -llevada a cabo, por supuesto, con el pleno apoyo de Estados Unidos-, la estrategia de «unidad de frente» se ha vuelto, por tanto, cada vez más difícil de defender, a nivel internacional y también a nivel interno entre la población libanesa. Además, se ha producido una evolución política en esta cuestión por parte de Hezbolá. La prioridad principal y más urgente del partido es, en primer lugar, proteger sus estructuras internas y su cadena de mando, incluso llenando el vacío en la cúpula mediante la elección de un nuevo secretario general y la sustitución de sus dirigentes políticos y militares, todos ellos asesinados por el ejército de ocupación israelí.
Esto también forma parte de su intento de mantener y proteger sus capacidades militares, incluidos los misiles y cohetes de largo alcance, frente a los ataques y ofensivas israelíes. Estas prioridades explican en parte la reciente evolución retórica de Hezbolá respecto al objetivo declarado desde el 7 de octubre de 2023 de no separar los frentes de Gaza y Líbano hasta que se produzca un alto el fuego en la Franja de Gaza. El vicesecretario general, Naim Qassem, y los diputados del partido Hussein Hajj Hassan y Amin Sherri, declararon tras el asesinato de Hassan Nasralá que su prioridad era poner fin a la agresión israelí contra Líbano y apoyar un alto el fuego, independientemente de que cesaran los combates en Gaza. Asimismo, durante su gira por el Golfo, el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Abbas Araghchi, confirmó la separación entre los frentes libanés y gazatí, afirmando que «debe haber un alto el fuego en Gaza y Líbano, pero la idea de que detener los combates en Líbano es una necesidad y una prioridad también es correcta.»
Por supuesto, Israel ha hecho caso omiso de estas declaraciones y ha continuado su guerra asesina contra Líbano. Además, funcionarios israelíes, desde el primer ministro Benjamin Netanyahu hasta el portavoz Avichay Adraee, jefe de la división de medios de comunicación árabes del ejército de ocupación israelí, han intentado con sus declaraciones crear y promover tensiones sectarias entre las poblaciones libanesas para provocar las condiciones de una lucha interna o, peor aún, de una guerra civil en el país.
La guerra genocida continúa en Gaza a pesar de las acciones militares de Hezbolá, y el Líbano ha sufrido una destrucción masiva. Además, los objetivos de Israel en Líbano son, como ya he mencionado, muy probablemente no sólo limitarse a la retirada de las capacidades militares de Hezbolá desde el sur de Líbano hasta el norte del río Litani, como se establece en la resolución 1701 de la ONU de 2006, sino debilitar considerablemente al partido y al llamado Eje de la Resistencia dirigido por Teherán y las conexiones entre los diferentes actores.
Hezbolá se enfrenta definitivamente a su mayor desafío desde su fundación, con los asesinatos de los principales líderes militares y políticos, incluido Nasralá, que gobernó el partido durante treinta y dos años. Sin embargo, el partido sigue siendo el actor político más importante de Líbano, con una gran capacidad militar y una amplia red de instituciones. Aunque estas instituciones se han visto socavadas por la guerra y están bajo presión debido a las importantes necesidades de la población, el partido seguirá teniendo una influencia que sobrepasa sus fronteras nacionales, especialmente en Siria, y representando el límite superior de la capacidad de Teherán para proyectar poder dentro de la región.
Dadas las limitaciones estratégicas a las que se enfrenta Hezbolá, tanto a escala nacional como internacional, ¿cómo debe interpretar la izquierda, o cualquier persona interesada en un final justo del derramamiento de sangre, el momento actual?
La atención a las limitaciones estratégicas a las que se enfrenta Hezbolá, así como a sus limitaciones políticas, no debería, sin embargo, impedir a los socialistas mantener que los palestinos y los libaneses tienen derecho a resistir a la violencia racista, colonial y de apartheid del Estado de Israel, incluso mediante la resistencia militar. Esto incluye defender el derecho a resistir de Hezbolá en Líbano y de Hamás en Palestina, que son los principales actores implicados en la confrontación armada con el ejército de ocupación israelí. La guerra de Israel contra palestinos y libaneses forma parte de su intento de perseguir sus objetivos históricos como Estado colono-colonial al servicio del imperialismo occidental. Un elemento central de este proyecto es la eliminación de las poblaciones palestinas mediante una Nakba continuada y la consolidación de un orden regional al servicio de los intereses imperiales estadounidenses. Estos objetivos constituyen, sin excepción, una amenaza mortal para toda la región.
Sin embargo, la defensa del derecho de los pueblos a resistir la opresión no debe confundirse con el apoyo político a los proyectos políticos específicos de Hamás o Hezbolá en sus respectivas sociedades, ni llevarnos a imaginar que estos partidos serán capaces de lograr la liberación palestina o que tienen una estrategia que podría conducir a ella.
Por último, los socialistas deben seguir denunciando el papel cómplice de las clases dominantes occidentales en el apoyo no sólo al Estado racista, colono-colonial y de apartheid de Israel y su guerra genocida contra los palestinos, sino también a la guerra israelí contra el Líbano. Deben participar en los movimientos que presionan a esas clases dirigentes para que rompan toda relación política, económica y militar con Tel Aviv. Nadie debe esperar que las clases dominantes occidentales cambien fácilmente sus posiciones políticas respecto a Israel. Pero nunca en la historia las clases dominantes han concedido una auténtica democracia o justicia si no es bajo la presión de la movilización de la clase trabajadora desde abajo.
Joseph Daher es un activista y académico suizo-sirio de izquierdas. Es autor de Hezbolá: The Political Economy of the Party of God y Syria After the Uprisings, The Political Economy of State Resilience.
John-Baptiste Oduor es redactor en Jacobin.
5. Una semana de lucha en el sur del Líbano
Un repaso por parte del corresponsal militar de The Cradle a la situación en el sur de Líbano durante la última semana. Es difícil dar nada por sentado, pero sí sabemos que, de momento, voluntaria o involuntariamente, las tropas israelíes no han avanzado mucho en el sur del Líbano. https://thecradle.co/articles/
El frente de la guerra: Semana del 7 de octubre de 2024
En la última semana han surgido indicios de que Hezbolá se ha recuperado de los implacables golpes de Israel a su liderazgo y sus filas, y de que la resistencia mantiene el mando y el control de la batalla. Esta es la primera de la serie de actualizaciones de guerra de The Cradle mientras dure la batalla entre Israel y el Eje.
El corresponsal militar de The Cradle
12 DE OCTUBRE DE 2024
La escena en el sur del Líbano se repite a diario desde hace unos diez días. Las bombas israelíes atacan aldeas libanesas, matan a civiles y las fuerzas terrestres enemigas no consiguen penetrar en el territorio. Los combatientes de Hezbolá permanecen alerta para impedir cualquier invasión de las zonas fronterizas, galvanizados tanto por el dolor como por la ira por los asesinatos israelíes de su difunto secretario general Sayyed Hassan Nasrallah y otros altos dirigentes militares y políticos.
Desde el anuncio de la operación terrestre, bautizada como «Flechas del Norte» y descrita como de alcance «limitado» por Tel Aviv en un intento de restar importancia a sus objetivos, las metas declaradas de Israel son «golpear la infraestructura militar» de Hezbolá, una tarea que le resultó difícil durante batallas similares en el sur de Líbano durante la guerra de julio de 2006.
Esta vez, sólo en el segundo día de la operación israelí, el ejército de ocupación anunció la muerte de 8 oficiales y soldados de su unidad de comandos «Egoz» durante un enfrentamiento con combatientes de la resistencia.
La preocupación de Israel por la batalla terrestre queda clara al examinar el número de divisiones que lanzó a la batalla y la calidad de su entrenamiento. A cada una de estas divisiones se le ha asignado un área de responsabilidad de batallón en términos de penetración táctica en territorio libanés.
¿Con qué equipos cuenta Israel?
- 36ª División (Al-Barkan): La mayor división blindada en servicio regular en el Cuerpo Blindado En el ejército israelí, esta división ha participado en todas las guerras israelíes contra palestinos y árabes.
- 91ª División (Galilea): Responsable de todo el frente libanés desde Ras Naqoura, en el oeste, hasta las ocupadas Granjas de Shebaa en el este.
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División 146 (Explosión Cósmica): División de reserva afiliada al Mando Norte del ejército israelí. Fue la primera división de reserva en unirse a la Operación «Flechas del Norte» y participó tanto en la Primera como en la Segunda Guerra del Líbano.
- 98ª División (Liga de Fuego): Una división de infantería formada por paracaidistas y brigadas de comandos, especializada en el cerco mediante lanzamientos en paracaídas, aterrizajes de asalto utilizando helicópteros de ataque y aviones de transporte, y en la lucha en las profundidades del territorio de su oponente..
- 99ª División de Infantería (Al-Wameed): Entrenadas para desplazarse a pie y no en vehículos blindados de transporte de tropas y encargadas de operar drones en el campo de batalla, estas tropas se enfrentan a ataques electrónicos y cibernéticos, por aire y tierra.
- División 210 (Bashan): Establecida en medio de la guerra de octubre de 1973, a esta división se le asignó la tarea de atacar Siria vía Líbanomediant Ejército Árabe Sirio (SAA).
A pesar de esta acumulación, las fuerzas israelíes siguen operando en la franja fronteriza, que ha sido objeto de miles de incursiones y proyectiles desde el 8 de octubre de 2023, es decir, desde hace más de un año. Por ejemplo, la aldea fronteriza de Yaroun sufrió 650 incursiones en un año, y 200 incursiones sólo la semana pasada.
El ejército israelí adopta el método de rápidas incursiones cuerpo a cuerpo con infantería, apoyadas por artillería pesada y cobertura aérea, de modo que sus fuerzas se infiltran -a unos 700 metros de profundidad máxima- y luego regresan. Estas incursiones se realizan sobre todo por motivos propagandísticos, para conseguir imágenes de escenas terrestres tranquilizadoras que convenzan a los colonos israelíes desplazados de que existen logros militares que pueden establecer la seguridad para su regreso a los asentamientos. Por ejemplo, el ejército israelí publicó un vídeo que, según afirma, muestra el asalto a la aldea libanesa de Kafr Kila. Más tarde se supo que la grabación se remonta a 2006.
¿Ha avanzado Israel en el sur?
Algunas de las aldeas de primera línea del sur de Líbano, en la frontera con Israel, se consideran «militarmente derrotadas», en gran parte porque sus características geográficas no permiten a las fuerzas defensoras repeler al enemigo.
Yaron, uno de estos pueblos, ha sido destruido y abandonado durante meses. Tiene una elevación relativamente baja (780 metros sobre el nivel del mar) y representa una especie de protuberancia dentro de los territorios israelíes ocupados.
Yaroun, por tanto, no se considera una base defensiva, sino que es más adecuada para operaciones ofensivas como base de partida. El ejército israelí entró en ella tras su completa destrucción para tomar fotos y destruir una mezquita a 150 metros de la frontera.
Lo mismo ocurre en la zona libanesa de Maroun al-Ras, donde las tropas de ocupación publicaron hace meses fotografías en las que izaban una bandera israelí en un jardín del pueblo destruido. Esta zona es uno de los primeros puntos bombardeados después del 8 de octubre, da a la frontera palestina y es un punto avanzado desde territorio libanés.
La semana pasada, el ejército de ocupación aprovechó la presencia de una posición de las tropas de mantenimiento de la paz de la ONU (FINUL) al pie de la colina del parque para avanzar hasta él y tomar fotos de propaganda, y luego se retiró rápidamente por miedo a ser blanco de sus ataques.
Las fuerzas israelíes también pudieron avanzar hacia los dos pueblos cristianos libaneses de Rmeish y Ain Ebel. La sala de operaciones de Hezbolá tomó la decisión de evitar atacar estas aldeas, ya que sus residentes seguían dentro, y de preservar sus vidas y la cohesión nacional, lo que Israel aprovechó para posicionarse en las inmediaciones de las dos aldeas.
Hezbolá espera… y toma la iniciativa
La geografía del sur desempeña un papel importante a la hora de ayudar a las fuerzas defensoras a cubrirse y ocultarse del enemigo, así como a tender emboscadas. El ejército israelí lo sabe bien, y siempre recuerda cómo sus tanques cayeron en una audaz trampa de la resistencia en lo que en la guerra de 2006 se conoció como la «masacre de los tanques».
Hoy, Tel Aviv limita sus objetivos a controlar un grupo de zonas fronterizas sensibles. Cree que este enfoque le ayudará a asegurar sus asentamientos fronterizos, por un lado, y a facilitar sus futuras operaciones en lo más profundo del territorio libanés -como la zona de Balat, Yabal al-Bat, Al-Awaidah, Tal Al-Nahhas y otras-, por otro.
Hezbolá ya ha mostrado a Tel Aviv a lo que podría enfrentarse. En la zona de Al-Bat, la resistencia golpeó un tanque que se dirigía cuesta arriba, terreno que requiere excavadoras, tanques y grandes esfuerzos de ingeniería para escalar estas alturas, que son objetivos preferidos por las armas antiblindaje para golpear con precisión a los vehículos militares israelíes. Es importante destacar que estos ataques pueden realizarse con eficacia desde lugares remotos y relativamente seguros.
Pero Hezbolá no espera a que las fuerzas israelíes avancen. Más bien, toma la iniciativa de bombardear las concentraciones enemigas atacantes en los lugares fronterizos sin interrupción, para crear una especie de confusión y desorden que impida a las fuerzas de ocupación organizarse o formarse, obligándolas a desvíos «ocupados» como ponerse a cubierto y transportar a sus heridos para mermar su moral.
Estos son lo que se denominan «ataques de degradación» porque estropean las intenciones del enemigo. Lo que ocurrió recientemente en Ras al-Naqoura ofrece un claro ejemplo de la calidad de las medidas de resistencia que golpearon a las fuerzas enemigas, y los vehículos reunidos en el lugar las alcanzaron antes de que se movieran. Hezbolá ofreció una muestra a los israelíes: «Esto es lo que ocurrirá cuando coloquéis vuestro blindaje en una posición elevada» .
Dados los ataques que esperaba recibir, causando muertos y heridos entre sus filas, el ejército israelí ha empleado a su unidad de élite 669 para la evacuación médica aérea, únicamente en la frontera. Esto lleva a preguntarse qué planean hacer las fuerzas de ocupación si sus tropas consiguen penetrar un poco más en territorio libanés. ¿Habrá drones camilla para sus bajas, ya que Tel Aviv puede no querer llevar deliberadamente helicópteros más profundamente en el sur por temor a ser derribados? Las operaciones israelíes de evacuación médica serán más difíciles y peligrosas tanto para las vidas de las tropas heridas como para las de quienes trabajan para evacuarlas.
Las zonas militares aumentan los desplazamientos… también de israelíes
Mientras el ejército de ocupación intenta presionar a Hezbolá desplazando a sus electores y simpatizantes de sus hogares en el sur, la Bekaa y los suburbios del sur de Beirut -e incluso de zonas de desplazamiento como Biblos, el norte y Beirut- con el fin de devolver a sus colonos del norte a sus asentamientos, Tel Aviv dio un paso contraproducente al anunciar más zonas militares cerradas en la frontera, lo que prácticamente equivale a una expulsión para los residentes israelíes que permanecen en otros asentamientos del norte aún no perturbados.
El 6 de octubre, el ejército israelí anunció que establecía una zona militar cerrada, que incluía las áreas de Manara, Yiftah y Al-Malikiyah.
¿Ha perdido Hezbolá el mando y el control?
No cabe duda de que el golpe que sufrió Hezbolá con el asesinato de Nasralá y de la mayoría de sus altos mandos militares fue doloroso, confuso y tuvo una dimensión «estratégica». El difunto secretario general no sólo era un líder político y un símbolo para los millones de personas que apoyan a la resistencia, sino que esencialmente era también el director ejecutivo del Eje de Resistencia de Asia Occidental, dirigido por el Líder Supremo de Irán, Alí Jamenei.
Nasrallah gozaba de una amplia influencia en la región y mantenía sólidas relaciones con todas las potencias del Eje. Su asesinato sacudió no sólo a Hezbolá, sino a todo el Eje. En su panegírico por Nasrallah, Jamenei reveló la importancia de su papel y el impacto de esta pérdida al describir al difunto dirigente de Hezbolá como «la niña de mis ojos».
Los asesinatos no se limitaron a Nasralá, sino que incluyeron a comandantes militares clave como Fuad Shukr, Ibrahim Aqil y Ahmad Wehbi. Éstos llegaron en medio de la «masacre de buscapersonas y radios» de Israel, que sacudió a la comunidad de Hezbolá y llenó los hospitales de miembros del partido que sufrieron graves heridas en ojos y manos. Estos ataques rápidos y sucesivos bastaron para dividir a la resistencia libanesa, destruirla moralmente y cortar la comunicación entre sus dirigentes.
En las semanas siguientes, sin embargo, hay varios indicadores sobre el terreno de que el movimiento se está recuperando rápidamente y recuperando su capacidad para controlar el campo de batalla, sus unidades y sus fuerzas.
Estos indicadores pueden resumirse en los siguientes puntos:
- Consistencia en el número diario de misiles, hasta 200 proyectiles, indica disciplina entre las tripulaciones de misiles, teniendo en cuenta las necesidades de la batalla y los plazos previstos para mantener la continuidad y el impulso y mantener el frente israelí bajo presión constante.
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Consistencia en los objetivos, su naturaleza y calidad, ya que se adoptan varios tipos de objetivos (concentraciones en lugares y asentamientos fronterizos, los principales núcleos de población del norte, Safad, Tiberíades, Karmiel, las Krayot, Haifa y, desde hace poco, Tel Aviv).
- La distribución de la potencia de fuego -en proporción a la disponibilidad de objetivos- indica que las capacidades de inteligencia de Hezbolá permanecen intactas, ya que están produciendo, descubriendo y entregando objetivos diarios a través de un sistema de mando y control operativo a las fuerzas de fuego en tiempo real -como el objetivo de la casa en la que estaba estacionado el EGOZ en Al-Adaysah..
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La colocación de explosivos y el despliegue de emboscadas innovadoras en las líneas del frente y en las rutas adoptadas por las fuerzas israelíes es un indicio de la presencia de un mando sobre el terreno capaz de realizar evaluaciones sólidas, anticiparse a los movimientos del enemigo y emitir órdenes para adoptar medidas proporcionadas y eficaces.
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Dirigir un ataque con misiles de gran envergadura y sin precedentes contra las Krayot (un conjunto de ciudades y barrios de Haifa), junto con el discurso televisado del vicesecretario general de Hezbolá, Naim Qassem, es una muestra de que hay quienes planificaron, decidieron, ejecutaron y controlaron, y esto no puede llevarse a cabo sin un sistema eficaz de mando y control.
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Dirigir un ataque con misiles contra Tel Aviv el 7 de octubre indica específicamente la existencia de una decisión e intención de atacar esta ciudad en esa fecha concreta.
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La forma en que Hezbolá se enfrentó a las tropas israelíes fue tomando a los soldados de la FINUL como escudos humanos (colocándose detrás de ellos) en un momento crítico. La resistencia dio órdenes de no enfrentarse a las fuerzas enemigas para proteger la vida del personal de la FINUL, lo que confirma la existencia de un alto nivel de control.
A lo largo de su historia, Hezbolá ha sido capaz de superar muchas tribulaciones existenciales, algunas ya las hemos visto en esta guerra, pero las pruebas y los datos sobre el terreno en el sur indican que la resistencia es capaz de sobreponerse al golpe, reestructurar su liderazgo y ajustar sus fuerzas terrestres para adaptarse a las necesidades de la batalla.
6. Discurso de Arundhati Roy
Otro estupendísimo discurso de aceptación de un premio de Arundhati Roy. Yo le daría uno cada día, si sigue haciendo estos discursos.
‘No hay propaganda en la Tierra que pueda ocultar la herida que es Palestina: Discurso de aceptación del Premio PEN Pinter de Arundhati Roy
Me niego a entrar en el juego de la condena. Que quede claro. No digo a los oprimidos cómo resistir a su opresión ni quiénes deben ser sus aliados».
Arundhathi Roy acepta el Premio PEN Pinter 2024. Sostiene un retrato de Alaa Abd el-Fattah, escritor y activista británico-egipcio, nombrado Escritor de Coraje por ella. Foto: www.englishpen.org
La escritora y activista Arundhati Roy ha sido galardonada con el Premio PEN Pinter 2024. Se trata de un galardón anual creado por el PEN inglés en memoria del dramaturgo Harold Pinter. Poco después de haber sido nombrada para el premio, Roy anunció que su parte del dinero del premio se donará al Fondo de Ayuda a los Niños Palestinos. Nombró a Alaa Abd el-Fattah, escritor y activista británico-egipcio, «Escritor de Coraje» con quien compartiría el premio. A continuación reproducimos su discurso de aceptación del premio, pronunciado la noche del 10 de octubre de 2024 en la Biblioteca Británica.
Os doy las gracias, miembros del PEN inglés y miembros del jurado, por honrarme con el Premio PEN Pinter. Me gustaría comenzar anunciando el nombre del Escritor de Coraje de este año que he elegido para compartir este premio.
Mis saludos para ti, Alaa Abd El-Fattah, escritor del coraje y mi compañero galardonado. Esperábamos y rezábamos para que fueras liberado en septiembre, pero el gobierno egipcio decidió que eras un escritor demasiado bello y un pensador demasiado peligroso para ser liberado todavía. Pero estás aquí en esta sala con nosotros. Eres la persona más importante aquí. Desde la cárcel escribiste: «[M]is palabras perdieron todo su poder y, sin embargo, siguieron brotando de mí. Aún tenía voz, aunque sólo unos pocos me escucharan». Te escuchamos, Alaa. De cerca.
Saludos a ti también, mi querida Naomi Klein, amiga tanto de Alaa como mía. Gracias por estar aquí esta noche. Significa mucho para mí.
Saludos a todos los aquí reunidos, así como a aquellos que son invisibles quizás para esta maravillosa audiencia pero tan visibles para mí como cualquier otra persona en esta sala. Me dirijo a mis amigos y compañeros de prisión en la India -abogados, académicos, estudiantes, periodistas- Umar Khalid, Gulfisha Fatima, Khalid Saifi, Sharjeel Imam, Rona Wilson, Surendra Gadling, Mahesh Raut. Me dirijo a ti, amigo Khurram Parvaiz, una de las personas más notables que conozco, llevas tres años en prisión, y a ti también Irfan Mehraj y a los miles de encarcelados en Cachemira y en todo el país cuyas vidas han quedado devastadas.
Cuando Ruth Borthwick, presidenta del PEN inglés y del jurado Pinter, me escribió por primera vez sobre este honor, dijo que el Premio Pinter se concede a un escritor que ha tratado de definir «la verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades» a través de «una determinación intelectual inquebrantable, inquebrantable y feroz».Es una cita del discurso de aceptación del Premio Nobel de Harold Pinter.
La palabra «inquebrantable» me hizo detenerme un momento, porque me considero alguien que se acobarda casi permanentemente.
Me gustaría detenerme un poco en el tema de «acobardarse» y «no acobardarse». Lo que puede ilustrar mejor el propio Harold Pinter: «Estuve presente en una reunión en la embajada de Estados Unidos en Londres a finales de los años ochenta.
«El Congreso de los Estados Unidos estaba a punto de decidir si daba más dinero a los Contras en su campaña contra el Estado de Nicaragua. Yo formaba parte de una delegación que hablaba en nombre de Nicaragua, pero el miembro más importante de esta delegación era un tal padre John Metcalf. El jefe del cuerpo estadounidense era Raymond Seitz (entonces número dos del embajador, más tarde embajador él mismo). El padre Metcalf dijo: ‘Señor, estoy a cargo de una parroquia en el norte de Nicaragua. Mis feligreses construyeron una escuela, un centro de salud, un centro cultural. Hemos vivido en paz. Hace unos meses una fuerza de la Contra atacó la parroquia. Lo destruyeron todo: la escuela, el centro de salud, el centro cultural. Violaron a enfermeras y profesores, masacraron a médicos, de la manera más brutal. Se comportaron como salvajes. Por favor, exijan que el gobierno de EE.UU. retire su apoyo a esta espantosa actividad terrorista.’
«Raymond Seitz tenía muy buena reputación como hombre racional, responsable y muy sofisticado. Era muy respetado en los círculos diplomáticos. Escuchó, hizo una pausa y luego habló con cierta gravedad. Padre -dijo-, déjeme decirle algo. En la guerra, los inocentes siempre sufren». Se hizo un silencio sepulcral. Le miramos fijamente. No se inmutó.»
Recuerden que el presidente Reagan llamó a los Contras «el equivalente moral de nuestros Padres Fundadores». Una frase que le gustaba mucho. También la utilizó para describir a los muyahidines afganos apoyados por la CIA, que luego se transformaron en los talibanes. Y son los talibanes quienes gobiernan Afganistán hoy en día, después de librar una guerra de veinte años contra la invasión y ocupación estadounidenses. Antes de los Contras y los muyahidines, estaba la guerra de Vietnam y la inquebrantable doctrina militar estadounidense que ordenaba a sus soldados «matar a todo lo que se moviera». Si se leen los Papeles del Pentágono y otros documentos sobre los objetivos bélicos de EEUU en Vietnam, se puede disfrutar de animadas discusiones inquebrantables sobre cómo cometer un genocidio: ¿es mejor matar a la gente directamente o matarla de hambre lentamente? ¿Qué sería más bonito? El problema al que se enfrentaban los compasivos mandarines del Pentágono era que, a diferencia de los estadounidenses, que, según ellos, quieren «vida, felicidad, riqueza, poder», los asiáticos «aceptan estoicamente… la destrucción de riqueza y la pérdida de vidas», y obligan a Estados Unidos a llevar su «lógica estratégica hasta su conclusión, que es el genocidio». Una carga terrible que hay que soportar sin pestañear.
Y aquí estamos, todos estos años después, a más de un año de otro genocidio. El inquebrantable genocidio televisado de Estados Unidos e Israel en Gaza y ahora en Líbano en defensa de una ocupación colonial y un Estado de apartheid. El número de muertos hasta ahora es oficialmente de 42.000, la mayoría mujeres y niños. Esto no incluye a los que murieron gritando bajo los escombros de edificios, barrios, ciudades enteras, ni a aquellos cuyos cuerpos aún no se han recuperado. Un estudio reciente de Oxfam afirma que Israel ha matado a más niños en Gaza que en el periodo equivalente de cualquier otra guerra de los últimos veinte años.
Para mitigar su culpa colectiva por sus primeros años de indiferencia hacia un genocidio -el exterminio nazi de millones de judíos europeos-, Estados Unidos y Europa han preparado el terreno para otro.
Como todos los Estados que han llevado a cabo limpiezas étnicas y genocidios en la historia, los sionistas de Israel -que se creen «el pueblo elegido»- empezaron por deshumanizar a los palestinos antes de expulsarlos de sus tierras y asesinarlos. ‘¿Qué puede justificar lo que está haciendo Israel?
El Primer Ministro Menachem Begin llamó a los palestinos «bestias de dos patas», Yitzhak Rabin los llamó «saltamontes» que «podían ser aplastados» y Golda Meir dijo que «los palestinos no existían». Winston Churchill, ese famoso guerrero contra el fascismo, dijo: «No admito que el perro en el pesebre tenga el derecho final al pesebre, aunque haya estado allí durante mucho tiempo» y luego pasó a declarar que una «raza superior» tenía el derecho final al pesebre. Una vez que esas bestias de dos patas, saltamontes, perros y personas inexistentes fueron asesinados, limpiados étnicamente y convertidos en guetos, nació un nuevo país. Se celebró como una «tierra sin gente para gente sin tierra». El Estado de Israel, dotado de armas nucleares, debía servir de avanzada militar y puerta de acceso a las riquezas y recursos naturales de Oriente Próximo para Estados Unidos y Europa. Una encantadora coincidencia de fines y objetivos.
Se apoyó al nuevo Estado sin vacilar ni flaquear, se le armó y financió, se le mimó y aplaudió, sin importar los crímenes que cometiera. Creció como un niño protegido en un hogar rico cuyos padres sonríen orgullosos mientras comete atrocidad tras atrocidad. No es de extrañar que hoy se sienta libre para presumir abiertamente de cometer genocidio. (Al menos los Papeles del Pentágono eran secretos. Tuvieron que ser robados. Y filtrados). No es de extrañar que los soldados israelíes parezcan haber perdido todo sentido de la decencia. No es de extrañar que inunden las redes sociales con vídeos depravados en los que aparecen vistiendo la lencería de mujeres a las que han matado o desplazado, vídeos en los que aparecen imitando a palestinos moribundos y niños heridos o prisioneros violados y torturados, imágenes en las que aparecen volando edificios mientras fuman cigarrillos o bailan al ritmo de la música en sus auriculares. ¿Quiénes son estas personas?
¿Qué puede justificar lo que está haciendo Israel?
La respuesta, según Israel y sus aliados, así como los medios de comunicación occidentales, es el ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre del año pasado. La matanza de civiles israelíes y la toma de rehenes israelíes. Según ellos, la historia sólo comenzó hace un año.
Así que esta es la parte de mi discurso en la que se espera que me equivoque para protegerme a mí misma, mi «neutralidad», mi prestigio intelectual. Esta es la parte en la que se supone que debo caer en la equivalencia moral y condenar a Hamás, a los otros grupos militantes de Gaza y a su aliado Hezbolá, en Líbano, por matar a civiles y tomar a personas como rehenes. Y condenar a los habitantes de Gaza que celebraron el ataque de Hamás. Una vez hecho eso todo se vuelve fácil, ¿no? Ah, bueno… Todo el mundo es terrible, ¿qué se puede hacer? Mejor vayamos de compras…
Me niego a entrar en el juego de la condena. Que quede claro. Yo no digo a los pueblos oprimidos cómo resistir a su opresión ni quiénes deben ser sus aliados.
Cuando el presidente estadounidense Joe Biden se reunió con el primer ministro Benjamin Netanyahu y el gabinete de guerra israelí durante una visita a Israel en octubre de 2023, dijo: «No creo que haya que ser judío para ser sionista, y yo soy sionista.»
A diferencia del presidente Joe Biden, que se autodenomina sionista no judío y intransigentemente financia y arma a Israel mientras comete sus crímenes de guerra, yo no voy a declararme ni definirme de ninguna manera más estrecha que mi escritura. Soy lo que escribo.
Soy plenamente consciente de que siendo la escritora que soy, la no musulmana que soy y la mujer que soy, me resultaría muy difícil, tal vez imposible, sobrevivir mucho tiempo bajo el gobierno de Hamás, Hezbolá o el régimen iraní. Pero no se trata de eso. Se trata de informarnos sobre la historia y las circunstancias en las que surgieron. La cuestión es que ahora mismo están luchando contra un genocidio en curso. La cuestión es preguntarse si una fuerza de combate liberal y laica puede enfrentarse a una máquina de guerra genocida. Porque, cuando todas las potencias del mundo están en su contra, ¿a quién tienen que recurrir sino a Dios? Soy consciente de que Hezbolá y el régimen iraní tienen detractores en sus propios países, algunos de los cuales también languidecen en las cárceles o se han enfrentado a resultados mucho peores. Soy consciente de que algunas de sus acciones -el asesinato de civiles y la toma de rehenes el 7 de octubre por parte de Hamás- constituyen crímenes de guerra. Sin embargo, no puede haber una equivalencia entre esto y lo que Israel y Estados Unidos están haciendo en Gaza, en Cisjordania y ahora en Líbano. La raíz de todos los actos violentos, incluida la violencia del 7 de octubre, es la ocupación israelí de la tierra palestina y su sometimiento del pueblo palestino. La historia no comenzó el 7 de octubre de 2023.
Yo les pregunto, ¿quién de los que estamos sentados en esta sala se sometería de buen grado a la indignidad a la que han sido sometidos durante décadas los palestinos de Gaza y Cisjordania? ¿Qué medios pacíficos no ha intentado el pueblo palestino? ¿Qué compromiso no han aceptado, aparte del que les exige arrodillarse y comer tierra?
Israel no está librando una guerra de autodefensa. Está librando una guerra de agresión. Una guerra para ocupar más territorio, fortalecer su aparato de Apartheid y reforzar su control sobre el pueblo palestino y la región.
Desde el 7 de octubre de 2023, aparte de las decenas de miles de personas que ha matado, Israel ha desplazado a la mayoría de la población de Gaza, muchas veces. Ha bombardeado hospitales. Ha atacado y asesinado deliberadamente a médicos, cooperantes y periodistas. Se está matando de hambre a toda una población y se intenta borrar su historia. Todo ello con el apoyo moral y material de los gobiernos más ricos y poderosos del mundo. Y sus medios de comunicación. (Aquí incluyo a mi país, India, que suministra armas a Israel, así como miles de trabajadores). No hay luz de día entre estos países e Israel. Solo en el último año, EEUU ha gastado 17.900 millones de dólares en ayuda militar a Israel. Así pues, acabemos de una vez por todas con la mentira de que Estados Unidos es un mediador, una influencia restrictiva o, como dijo Alexandria Ocasio-Cortez (considerada en la extrema izquierda de la política estadounidense dominante), que «trabaja incansablemente por un alto el fuego». Una parte en el genocidio no puede ser mediadora.
Ni todo el poder y el dinero, ni todas las armas y la propaganda de la tierra pueden ocultar ya la herida que es Palestina. La herida por la que sangra el mundo entero, incluido Israel.
Las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos de los países cuyos gobiernos permiten el genocidio israelí han dejado claro que no están de acuerdo con esto. Hemos asistido a esas marchas de cientos de miles de personas, incluida una joven generación de judíos que están cansados de que los utilicen, cansados de que les mientan. ¿Quién habría imaginado que viviríamos para ver el día en que la policía alemana detendría a ciudadanos judíos por protestar contra Israel y el sionismo y los acusaría de antisemitismo? ¿Quién habría pensado que el gobierno estadounidense, al servicio del Estado israelí, socavaría su principio cardinal de Libertad de Expresión prohibiendo las consignas a favor de Palestina? La llamada arquitectura moral de las democracias occidentales -con algunas honrosas excepciones- se ha convertido en un tétrico hazmerreír en el resto del mundo.
Cuando Benjamin Netanyahu muestra un mapa de Oriente Próximo en el que Palestina ha sido borrada e Israel se extiende desde el río hasta el mar, se le aplaude como a un visionario que trabaja para hacer realidad el sueño de una patria judía.
Pero cuando los palestinos y sus partidarios corean «Del río al mar, Palestina será libre», se les acusa de pedir explícitamente el genocidio de los judíos.
¿De verdad? ¿O se trata de una imaginación enferma que proyecta su propia oscuridad en los demás? Una imaginación que no puede aceptar la diversidad, que no puede aceptar la idea de vivir en un país junto a otras personas, en igualdad de condiciones, con los mismos derechos. Como hace todo el mundo. Una imaginación que no puede permitirse reconocer que los palestinos quieren ser libres, como lo es Sudáfrica, como lo es la India, como lo son todos los países que se han liberado del yugo del colonialismo. Países que son diversos, profundamente, tal vez incluso fatalmente, defectuosos, pero libres. Cuando los sudafricanos coreaban su popular grito de guerra, ¡Amandla! Poder para el pueblo, ¿estaban pidiendo el genocidio de los blancos? No. Pedían el desmantelamiento del Estado del Apartheid. Igual que los palestinos.
La guerra que ahora ha comenzado será terrible. Pero acabará desmantelando el apartheid israelí. El mundo entero será mucho más seguro para todos -incluido el pueblo judío- y mucho más justo. Será como arrancar una flecha de nuestro corazón herido.
Si el gobierno estadounidense retirara su apoyo a Israel, la guerra podría terminar hoy mismo. Las hostilidades podrían terminar en este mismo instante. Los rehenes israelíes podrían ser liberados, los prisioneros palestinos también. En cambio, las negociaciones con Hamás y las demás partes palestinas interesadas que inevitablemente deben seguir a la guerra podrían tener lugar ahora y evitar el sufrimiento de millones de personas. Qué triste que la mayoría de la gente considere esto una propuesta ingenua y risible.
Para concluir, permítame referirme a sus palabras, Alaa Abd El-Fatah, extraídas de su libro de escritos carcelarios, Aún no has sido derrotado. Pocas veces he leído palabras tan hermosas sobre el significado de la victoria y la derrota, y sobre la necesidad política de mirar honestamente a los ojos a la desesperación. Pocas veces he visto escritos en los que un ciudadano se separe del Estado, de los generales e incluso de las consignas de la Plaza con tanta claridad de campana.
El centro es traición porque en él sólo cabe el General…El centro es traición y yo nunca he sido traidor. Creen que nos han vuelto a marginar. No se dan cuenta de que nunca la abandonamos, sólo nos perdimos por un breve espacio de tiempo. Ni las urnas ni los palacios ni los ministerios ni las cárceles ni siquiera las tumbas son lo bastante grandes para nuestros sueños. Nunca buscamos el centro porque no tiene espacio salvo para los que abandonan el sueño. Ni siquiera la plaza era lo bastante grande para nosotros, así que la mayoría de las batallas de la revolución ocurrieron fuera de ella, y la mayoría de los héroes se quedaron fuera del marco.
A medida que el horror que estamos presenciando en Gaza, y ahora en Líbano, se convierte rápidamente en una guerra regional, sus verdaderos héroes permanecen fuera del marco. Pero siguen luchando porque saben que un día-
Del río al mar
Palestina será libre.
Lo será.
Mira el calendario. No tu reloj.
II. Pues en algunos medios de izquierda -las respuestas al tuit del editor de Ebb, en concreto- le está cayendo la del pulpo por su referencia a que para ella seguramente sería difícil vivir bajo un gobierno de Hamás, Hezbolá, Irán. Traidora, racista, contrainsurgente, vomitiva… 😀 Para gustos, colores. https://x.com/Louis_Allday/
7. Estructura de Bases de Contingencia Potencial = Retirada
Con el estilo digamos peculiar de Indi, os envío este artículo suyo porque buena parte está basado en las declaraciones de un militar estadounidense -experto en huidas, según Indi- sobre la insostenibilidad de las bases militares estadounidenses en el Golfo. https://indi.ca/why-america-
La retirada de Estados Unidos del Golfo Pérsico
«Estructura de Bases de Contingencia Potencial» es la palabra blanca para retirada
Desde lo más profundo de la maquinaria bélica imperial, hay una sensación que se aproxima a la sensibilidad, o al menos a un tenue sentido de la autoconservación, aunque demasiado poco y demasiado tarde. Por mucho que los censores militares desprecien los ataques de Irán contra «Israel», el CENTCOM se está cagando encima. Como ha dicho el ex comandante del CENTCOM Frank McKenzie, «No hay profundidad estratégica» y «Estados Unidos no podrá mantener estas bases.» Lo que propone es una retirada total del Golfo Pérsico. Lo que no entiende es la naturaleza histórica de esta derrota.
El general retirado Frank «Spuds» McKenzie es especialista en huir. Se retiró de Irak, se retiró de Afganistán y luego se retiró por completo de servir a Estados Unidos. Ahora trabaja para JINSA, el Instituto Judío para la inSeguridad Nacional, que tiene «de América» añadido como una hoja de parra sobre la injerencia extranjera desnuda. Me importaría si «Israel» fuera un país de verdad, pero no lo es. Estados Unidos, «Israel», la grupa de Europa, todo es un Imperio Blanco y todos apestan. Como representante de la masa imperial, Spuds ha captado el mensaje de Irán, aunque, por supuesto, sigue abogando por asesinar al mensajero («se podrían considerar ataques contra el liderazgo nacional iraní.»).
En su nueva condición de mercenario de un think tank, Spuds al menos tiene el sentido común de recomendar que se retiren las fuerzas estadounidenses del Golfo. Dijo, «Estados Unidos no podrá mantener estas bases en un conflicto a todo gas, porque quedarán inutilizadas por un ataque iraní sostenido. Es la simple tiranía de la geografía» El problema del que habla es que el Imperio Blanco ha perdido la supremacía aérea sobre Israel, que tiene su mejor defensa aérea y la mayor profundidad estratégica. Israel está a 1000 km de Irán, mientras que la defensa estadounidense está a tiro de piedra. La ocupación estadounidense de Oriente Medio siempre fue moralmente indefendible, pero ahora también lo es militarmente.
Como dice el agrio Spuds, «Una lección secundaria de esta exitosa operación fue la importancia de la profundidad estratégica: los iraníes tenían que recorrer un largo camino para llegar a Israel, y había muchas oportunidades de alerta temprana e interceptación. Este es, por supuesto, precisamente el factor animador detrás de las bases occidentales. El corolario, por supuesto, y no tan positivo, es que las bases a lo largo de la costa sur del Golfo Arábigo no disfrutan de ninguna de estas ventajas geográficas.«.
Spuds se refiere a que Israel se gastó miles de millones de dólares en no detener la Operación Verdadera Promesa II de Irán. Los occidentales se ríen de que Irán no haya matado a nadie (sólo a tres, como accidentes reales), sin entender que para eso hace falta bastante más disciplina de fuego y control. Spuds está tratando de hacer un fino lloriqueo de uvas verdes llamando a la defensa israelí exitosa. Si la defensa ‘israelí’ -que incluyó todos los activos imperiales en la zona- fue tan exitosa, ¿por qué carajo te estás retirando?.
Si te fijas en el mapa, la retirada es precisamente lo que propone Spuds. Lo llama «Estructura de Bases de Contingencia Potencial,» que no es más que otra palabra para retirada. Dijo, «en caso de advertencia e indicios de guerra, las defensas aéreas terrestres se trasladarían a las bases occidentales desde sus ubicaciones a lo largo del Golfo Arábigo«Esto es huir con la imaginación. Como dijo Shakespeare, ‘eso que llamamos retirada, con cualquier otro nombre olería igual de dulce’.
Una bisagra histórica
El bosque que los perdedores como Spuds no ven por los árboles es la historia. Se ha pasado toda la vida retrocediendo, pero no conecta los puntos. Entiende bien los detalles -que las bases y la maquinaria de Estados Unidos están construidas para viejas guerras- pero no entiende en qué las convierte esto. Historia. La guerra está en constante coevolución (espada y escudo, fortaleza y misil) y no puedes dormirte en los laureles. La historia está llena de ejemplos de arrogancia abatida.
Los chinos pensaban que tenían las mejores defensas del mundo, pero entonces fueron invadidos por mongoles que podían disparar y cabalgar durante días. Europa Occidental pensaba que había trazado una línea alrededor de Alemania, pero los nazis la atravesaron. Puedes tener el mejor ejército del mundo, pero entonces el mundo cambia, y de repente tus activos se convierten en pasivos. Eso es lo que le está pasando a Estados Unidos ahora mismo.
El ejército estadounidense se basa en bases, bombarderos y defensas antimisiles (y/o «aviones de ataque, aviones cisterna y defensa aérea y antimisiles» como dice Spuds). Estos antiguos activos, sin embargo, son ahora pasivos. Como dice Spuds, «los miles de misiles de corto alcance que posee Irán son un factor aquí. No hay profundidad estratégica. Un F-35 es muy difícil de alcanzar en el aire. En tierra no es más que un trozo de metal muy caro y vulnerable sentado al sol.«Como también reconoce Spuds, «Si el atacante es capaz de eliminar los radares de defensa aérea con enjambres de drones, entonces será muy difícil llevar a cabo una defensa contra misiles balísticos con éxito.» No habla de portaaviones, pero Yemen ya echó a esos cubos oxidados del Mar Rojo, no tienen esperanzas en el Golfo. No es que Irán haya desarrollado un ejército similar al de Estados Unidos. Es que se les han adelantado. Los militares estadounidenses sólo pueden arremeter contra civiles y asesinar líderes, lo que tiene poco valor militar. Militarmente, están perdidos. Son dinosaurios, y el 7 de octubre fue el asteroide que los expuso.
Los aviones eran antes la forma por defecto de repartir bombas y ahora las bombas se reparten solas. Los satélites y los aviones espía eran la forma de reunir inteligencia, pero ahora se pueden conseguir drones de la estantería. Por último, las defensas antimisiles ofrecían impunidad, pero ahora hasta la Cúpula de Hierro se ve desbordada. Ahora hemos visto que las defensas antimisiles no funcionan contra masas de misiles, la contrainsurgencia no funciona contra kilómetros de túneles, y nada funciona contra un djillón de drones. Es una historia fascinante de evolución militar construida, como está, sobre un trono de un millón de huesos. La espada y el escudo siempre evolucionan juntos, y sólo ocasionalmente uno se adelanta. Este es uno de esos momentos.
Se trata de un cambio radical en la historia, como se puede comprobar observando los mares que rodean Arabia. La Marina estadounidense ha perdido el Mar Rojo a manos de un país sin Marina (el valiente Yemen) y el Todo el Mundo estadounidense ha perdido el aire a manos de un país sin Fuerza Aérea (el brillante Irán). Estados Unidos tiene una gran superioridad en armas tripuladas (aviones, barcos), pero son muy inferiores cuando se trata de misiles no tripulados y aviones no tripulados. Se han quedado atrás en la nueva generación de tecnología militar. Incluso dentro de la masa biliosa, hay una creciente conciencia de lo jodidos que están. La tecnología occidental sigue siendo muy buena para masacrar civiles, asesinar líderes y bombardear hospitales, pero ya no pueden llevar a cabo una guerra seria. Para ser sinceros, no han podido (y no lo han hecho) desde la Segunda Guerra Mundial. Por eso toda la carrera de Spuds ha sido un retroceso, incluida esta recomendación actual. El perro viejo sólo sabe un truco, que es cortar y correr.
La Larga Retirada
Llamo a este periodo de la historia La Larga Retirada de Estados Unidos, porque lo es. Estados Unidos conquistó mucho territorio en la Segunda Guerra Mundial, y desde entonces no ha dejado de perderlo. Estados Unidos ha sido incapaz de levantar un gran ejército desde Vietnam. Han sido incapaces de desplegar un ejército desde Afganistán. Sólo están sacrificando peones furiosamente para encubrir su propio cortar y correr. El hecho es que la depreciación y la desindustrialización han derrotado a los militares estadounidenses antes incluso de que salgan al campo de batalla. Sus armas simplemente están demasiado oxidadas y ya no pueden fabricar suficientes balas.
Estados Unidos está todavía flotando portaaviones de la década de 1970 y volando aviones de la década de 1980. Se supone que esto debe defender contra hipersónicos modernos y aviones no tripulados y no puede, no lo hará, y no lo hacen. América sigue desplegada para luchar contra una Unión Soviética que no existe. Sus cientos de bases ya no son activos con los que ofender, son pasivos que Estados Unidos tiene que defender, a un gran coste. Y, cada vez más, los sistemas de defensa aérea de Estados Unidos sólo asustan a sus contables. Están lanzando misiles de un millón de dólares a drones de mil dólares, y simplemente se ven superados. Como dijo Spuds, «En una guerra con Irán, el cálculo central será la medida de cuánto tiempo los iraníes podrían mantener un bombardeo de drones y misiles sobre los países vecinos, frente a nuestros esfuerzos por atacar sus sistemas de lanzamiento y sus instalaciones de mando y control. Es importante dejar muy claro que sólo hay una fuerza aérea en el mundo capaz de llevar a cabo una campaña sostenida contra las fuerzas iraníes de misiles y drones: la Fuerza Aérea de Estados Unidos (junto con la Armada estadounidense). Operar sobre Irán y buscar y encontrar sus misiles y lanzadores de drones significa tener la capacidad de reunir información de inteligencia, suprimir las defensas aéreas, desplegar plataformas de merodeo de baja visibilidad y la capacidad de comandar y controlar la operación en tiempo real. Israel posee algunas de las capacidades, pero no la capacidad para operaciones prolongadas. Se trata de una distinción importante, porque estas operaciones podrían durar semanas. Ningún estado árabe tiene estas capacidades.»
Tiene razón en que los proxies estadounidenses no pueden hacer nada, pero se equivoca en que Estados Unidos puede hacer mucho más. Se ha desplegado toda la fuerza de la Marina estadounidense y de todos sus vasallos para defender el espacio aéreo de Israel, y no pueden hacerlo. La Armada y la Fuerza Aérea de EE.UU. han perdido el Mar Rojo y se han reído todos de ellos. Meterse con Irán sería 1000 veces peor. Spuds tiene razón sobre la necesidad de retirarse de bases indefendibles, sólo que no entiende hasta dónde.
Spuds propone pasar a una «Red de Bases Occidentales,» es decir, a bases en Arabia Saudí e ‘Israel’. Pero A) esos países (incluso Israel) realmente no las quieren B) eso no es lo suficientemente lejos y C) ¿cómo? Spuds quiere retirarse desde el Golfo Pérsico hasta el Mar Rojo, que ya han perdido. Estados Unidos está al final de una larga retirada y lo entienden pero no lo entienden. No necesitan retirarse de un lado a otro de Arabia. Tienen que volver a casa.
Observación de Joaquín Miras:
Sarcasmos e insultos a parte, que me caen muy bien, pero que no son buenos cuando uno habla de armas y guerra a un público de izquierdas, que como sabemos opina que la guerra es muy mala, y que el amor es muy bonito, lo que dice es ajustado. Los porttaviones de EEUU han salido del golfo pérsico y se mantienen casi fuera del mar arábigo, y las bases esas de los EEUU, en estas condiciones, son fortines aislados, atacables facilmente. Hace ya casi dos años, lo decía un general USA, en activo, EEUU es una potencia marina en una guerra terrestre, y está preperada para una guerra tecnológica breve y contundente, basada en la supremacía aérea en un periodo de guerra de desgaste, en la que la supremacía aérea es combatida por guerra electrónica y del tipo de organización. No es nada nuevo. Miguel Candel podría hablarnos de ello. Los modelos de ejército promovidos por los generales europeos anti OTAN de los años 80 -Nino Pasti, Guert Sebastian…- el tecno comando, era eso: una red de unidades pequeñas desplegadas por el territorio con misiles portátiles anti tanque y anti helicóptero, capaz de convertir en chatarra lo que entara en un país, pero no útil para invadir otro pais. Imbombardeables, porque, a una unidad pequeña igual da que le tires una bomba de 10 kilotones que 500 KG de piedras, si le das con las piedras, la fulminas, pero «eso no es el juego, esas no son las reglas de juego». Hemos visto últimamente los misiles anti portaaviones rusos, que, seguramente, llevan en sí mismos aparatos electrónicos que los invisibilizan. Esos aparatos fueron utilizados en los misiles que el otro día los rusos lanzaron sobre la base OTAN de Odessa. Ni se detectó a los aviones, ni se detectó a los misiles; no que no se les alcanzara con misiles antimisil, que no se les detectó, y no hubo alarmas hasta después, cuando todo ardía. Por cierto, los israelies, segun infos, han retirado de servicio a los «Patriot». ¡Esta sí que es buena…!
8. El derecho a la vivienda como un problema ecológico
Hoy hay una manifestación en Madrid por el enorme problema del acceso a la vivienda. Ecologistas en Acción también convoca, porque el derecho a la vivienda también es un pilar del ecologismo social, como explican en este artículo. https://www.elsaltodiario.com/
¿Por qué el ecologismo social madrileño debe movilizarse el 13 de octubre?
El problema del acceso a la vivienda en Madrid es a día de hoy una consecuencia del modelo especulativo y depredador de recursos en el que estamos sumidas.
Yago Martínez, Luis Rico, Aurora Justo, Milena Radovich
Ecologistas en Acción -Madrid. 9 oct 2024
El ecologismo social parte de la crisis social y la crisis ambiental actual tienen un mismo origen: el modelo de producción y consumo, que impone un crecimiento y una generación de beneficios económicos continuos que derivan en el aumento de las desigualdades sociales y en la destrucción de la naturaleza.
Ambas crisis están además interconectadas y se retroalimentan: son las personas más precarias quienes más sufren las consecuencias de los problemas ambientales: olas de calor, frío, riadas o escasez de agua. Tenemos claro que si no se tiene en cuenta esta relación, muchas de las soluciones a los problemas ambientales que se plantean aumentan la segregación social poniendo en contradicción las políticas verdes con la justicia social o viceversa.
Podemos pensar en el impulso al coche eléctrico que solo se puede permitir una parte de la población, en la subvención directa a los carburantes o en la gran medida de todas las medidas absurdas: las paradas de autobús con aire acondicionado. Incluso la defensa sin perspectiva social de las zonas verdes en los barrios puede tener efectos perversos, como la subida de los alquileres de dichas zonas, lo que viene a ser una usurpación del derecho a disfrutar de la naturaleza. Por ello, la tarea del ecologismo consiste en apuntar a las causas y los efectos de las distintas crisis en nuestros territorios desde un análisis complejo y a largo plazo.
El caso de la vivienda ejemplifica bien dicha interconexión y la necesidad de abordar de manera integral la raíz de ambas crisis. El problema del acceso a la vivienda en Madrid es a día de hoy una consecuencia del modelo especulativo y depredador de recursos en el que estamos sumidas. Es la especulación inmobiliaria —ligada al sector turístico y de la construcción— junto a la ausencia de políticas decididas de vivienda pública, lo que ha elevado los precios de compra y alquiler a niveles inalcanzables para una gran parte de la población y lo que, a la vez, ha ampliado desenfrenadamente el suelo urbano a costa de la pérdida irreversible espacios naturales o suelos agrarios. El mejor ejemplo de esto es la Operación Chamartín, en Madrid, desarrollada en suelo público, con casi tres millones m2 edificables y sin vivienda pública.
No es de extrañar que, sin cuestionar el origen del problema, la única propuesta planteada sea la extensión aún mayor de los espacios urbanos —en la Comunidad de Madrid hay programadas 250.000 nuevas viviendas— a costa de la destrucción de los espacios naturales remanentes, con la consecuente pérdida de los servicios ecosistémicos que proveen. Como las más de 53 especies de mariposas polinizadoras que desaparecerán de Los Carriles de Alcobendas, uno de los lugares sacrificados para estos nuevos desarrollos.
Es perverso que la propia crisis de acceso a la vivienda generada por un mercado desregulado y la ausencia de vivienda pública, sea utilizada permanentemente por las administraciones públicas y las promotoras para justificar la construcción de más y más edificios y urbanizaciones como solución a una supuesta carencia de inmuebles que sirve para mantener en movimiento la rueda de la construcción y el negocio inmobiliario, pero no resuelve el problema, puesto que la nueva vivienda sigue sumando al negocio especulativo. No en vano, Madrid supera las 100.000 viviendas vacías, pero su función actual tiene más que ver con la reproducción del capital que con la de albergar a personas.
Por ello, no parece muy sensato, en medio de una emergencia climática en la que cada verano es un poco más invivible y un poco menos respirable, seguir urbanizando y construyendo sin considerar que estas actividades tienen un impacto importante sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). A pesar de que los nuevos desarrollos se publicitan cada vez más como “verdes” y “sostenibles” – el greenwashing acapara todos los sectores – lo cierto es que, la urbanización es responsable de forma directa o indirecta de hasta el 38% de las emisiones anuales de GEI relacionadas con el consumo de energía en el mundo según estudios de Naciones Unidas, con más del 50% de la huella de carbono de un edificio generada en su fase de construcción. La expansión urbana y de infraestructuras asociadas es también uno de los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad mundial según la plataforma intergubernamental IPBES. Además, como hemos visto con el modelo PAU y el crecimiento del urbanismo difuso en los últimos 25 años, la planificación de los nuevos desarrollos los hace totalmente dependientes del vehículo privado, y por tanto más intensivos en emisiones y más generadores de contaminación atmosférica.
Madrid, con su área metropolitana, es ya una megalópolis que necesita absorber infinidad de recursos de otros territorios y genera enormes cantidades de residuos. Pero, lejos de promover un reequilibrio territorial, el plan es que la región siga aumentando indefinidamente su población, atrayendo más turismo e inversiones, ampliando sus infraestructuras y profundizando en su insostenibilidad estructural.
Hasta aquí podríamos seguir pensando que el ecologismo se sigue ocupando de “lo que le toca”: el clima, los espacios naturales, los residuos. Sin embargo, ¿qué tiene de ecologista que la vivienda sea considerada como un derecho o, sencillamente, que se regule el mercado del alquiler? La vivienda constituye el núcleo de territorio más básico que defender, es de dónde partimos cada mañana y a dónde volvemos cada noche, después de coger tres transportes diferentes o de ir a una manifestación. Sin un techo seguro, sin acceso a los suministros básicos, sin romper las diferencias de clase, no podemos construir ecologismo social.
La vivienda es un asunto profundamente ecologista, porque es un derecho básico, una cuestión de redistribución equitativa e igualitaria de los recursos, pero también porque es fundamental a la hora de pensar cómo organizamos en el territorio. En este sentido, los movimientos de vivienda, que luchan contra la acumulación y la desigualdad, son movimientos ecologistas, aunque no se identifiquen necesariamente como tales. De hecho, la ordenación del territorio (adecuar los usos e infraestructuras a las posibilidades ecológicas del terreno) basada en los principios de sostenibilidad económica, ambiental, social y de equidad es una de las luchas del movimiento ecologista en defensa de ciudades para las personas y no para la especulación. Ciudades que dimensionen las necesidades de vivienda y adecuen el parque de vivienda a los diferentes niveles de renta y a las distintas situaciones sociales y de género.
Los ecologistas no queremos solo zonas verdes públicas (accesibles, arboladas, no mercantilizadas…). Queremos una ciudad accesible en todos los sentidos, (social, medioambiental y económico) y defendemos la necesidad de un parque de vivienda pública en régimen de alquiler, del fomento del régimen de cesión de uso (disfrute de una vivienda mientras se usa sin opción de venta o subarrendamiento) y de unas políticas de vivienda que desincentiven la vivienda vacía y reviertan la turistificación y la degradación del patrimonio residencial. También queremos una ley del suelo, que limite la calificación del suelo urbano y fomente la participación social, justo lo contrario a la que el gobierno actual está tramitando.
Por todo esto, Ecologistas en Acción convoca a la manifestación del día 13 y hace un llamamiento en defensa del derecho a la vivienda como un pilar básico del ecologismo social.
9. Irán nuclear
Personalmente, creo que es una intoxicación de Amar, partidario de que Irán tenga armas nucleares -como hemos visto anteriormente y deja claro en este artículo-, porque los sismólogos parece que han dejado claro que las características del terremoto no se corresponde en absoluto con la de una explosión nuclear -fue a 8 km de profundidad, entre otras cosas-, y además Amar no aporta la menor prueba, solo rumores. Tampoco me parece una casualidad que lo publiquen en RT. Pero como hemos hablado por aquí del tema, os lo paso. https://swentr.site/news/
¿Acaba Irán de probar un arma nuclear?
Un temblor similar a un terremoto ha desatado especulaciones de que fue algo más que sísmico, tal vez una explosión subterránea
Por Tarik Cyril Amar, historiador alemán que trabaja en la Universidad Koç de Estambul sobre Rusia, Ucrania y Europa del Este, la historia de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría cultural y la política de la memoria.
A última hora de la tarde del 5 de octubre, se detectaron temblores sísmicos de magnitud 4,6 en la escala de Richter en la región iraní de Semnan. Aunque se sintió incluso en la capital, Teherán, a más de cien kilómetros del epicentro, no fue un terremoto de gran magnitud: No fue terriblemente fuerte y no causó víctimas. Sin embargo, ha atraído la atención mundial. La razón es que no estamos seguros de que haya sido realmente un terremoto.
Desde que los temblores sacudieron el desierto iraní, las especulaciones de que se trataba, en realidad, de una prueba nuclear subterránea no se han apagado, en algunos medios tradicionales y en las redes sociales de todo el mundo. En el propio Irán, según el Tehran Times -una publicación en inglés orientada al exterior- «sismólogos y […] autoridades» han negado que se trate de una prueba nuclear. El periódico añadía que «El director de la CIA, William Burns, también dijo que no hay pruebas de que Irán haya decidido construir un arma nuclear» Teniendo en cuenta que, por larga y amarga experiencia, los iraníes no suelen considerar a la CIA una fuente de la verdad, se trata de un añadido intrigante, tal vez deslenguado.
No es difícil imaginar razones plausibles por las que los dirigentes de Teherán podrían tener interés en realizar una prueba que saben que deja rastros detectables y, al mismo tiempo, niegan oficialmente haberlo hecho: serviría, en esencia, para advertir a los enemigos y, al mismo tiempo, permitiría cierto grado de negación políticamente flexible. También crearía, quizás, cierta ambigüedad estratégica -es decir, incertidumbre entre los adversarios- si no sobre el acontecimiento en sí, sí sobre lo que exactamente pretenden hacer con él los dirigentes iraníes.
Sin embargo, es igualmente realista suponer que realmente no hubo ninguna prueba. Las discusiones sobre los temblores de Semnan que están a disposición del público parecen no ser concluyentes, al menos para los no expertos, y giran en torno a puntos como la naturaleza exacta de la onda sísmica y la localización del epicentro. Por ahora, la única conclusión segura parece ser que no lo sabemos: Puede haber sido sólo un terremoto ordinario, pero una prueba nuclear no se puede descartar en este momento.
Demos un paso atrás: En lugar de evaluar los argumentos a favor de una u otra versión de lo que ocurrió exactamente en Semnan (Irán) el 5 de octubre, hagámonos dos preguntas sencillas: ¿Por qué es tan importante y qué significaría que realmente se produjera una prueba nuclear?
En algunos aspectos, es obvio por qué los temblores han reverberado en todo el mundo: Irán ya está inmerso en una guerra de facto con Israel que está a punto de intensificarse aún más, pasando de unos ataques con misiles cada vez más destructivos a una guerra regional y posiblemente mundial aún mayor. Más allá de la larga hostilidad entre ambos países, esta escalada está en marcha por dos razones: En primer lugar, Israel ya ha cumplido un año cometiendo un genocidio contra los palestinos y no hay fin a la vista, mientras que también ha estado agrediendo a múltiples países de su entorno con ataques terroristas, bombardeos indiscriminados y, ahora en Líbano, también una invasión terrestre. En segundo lugar, Occidente se ha puesto del lado de Israel. En un mundo hipotético, uno en el que Occidente no hubiera pisoteado el derecho internacional y la ética elemental y, en cambio, hubiera frenado a Israel, la actual escalada no podría haberse producido.
Por estas dos razones -la completa caída de Israel en asesinatos masivos y agresiones de todo tipo y la ayuda de Occidente- el «Eje de Resistencia» regional de Irán se ha convertido en la clave, de hecho en el único actor internacional que se interpone en el camino del régimen sionista. Dada la forma en que la propaganda de los principales medios de comunicación occidentales vilipendia a este «eje» como «canalla» y «terrorista», resulta irónico que sus miembros sean los únicos que al menos intentan aplicar la Convención de la ONU de 1948 sobre el Genocidio contra los autores israelíes, cumpliendo así una obligación fundamental del derecho internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los verdaderos y monstruosos actores canallas son Occidente e Israel.
Sin el «Eje de la Resistencia» bajo la holgada hegemonía de Irán, la resistencia palestina estaría completamente sola. Para Israel, esto significa que destruir o al menos neutralizar a Irán es el mayor premio estratégico posible. Sin Teherán, el «eje» no desaparecería sin más. Para eso, sus diversos elementos -por ejemplo, el Hezbolá libanés y el movimiento Ansar Allah («huzíes») de Yemen- son demasiado autónomos, no meros apoderados. Pero no cabe duda de que se verían gravemente, tal vez fatalmente, debilitados.
En este contexto, las capacidades militares de Irán son un factor crucial. Aunque Teherán tiene una fuerza aérea mucho menos moderna que la de Israel, las fuerzas de misiles iraníes son formidables. A pesar de las afirmaciones en sentido contrario, el reciente ataque, aún contenido, de 180 proyectiles ha demostrado que Irán puede abrumar a las defensas aéreas israelíes y la ayuda estadounidense que éstas reciben. Si alguna vez lanzara un asalto realmente destinado a ser devastador -teniendo como objetivo la infraestructura económica y política de Israel-, Israel tendría que absorber los daños como nunca antes en su historia. El hecho de que los israelíes tengan la opción de marcharse hace que esta amenaza sea aún más poderosa: Su país ha intentado deliberadamente hacer de Gaza un lugar inhabitable. Como país civilizado, Irán no recurriría a la misma crueldad genocida. Pero podría hacer mucho menos cómoda o segura la estancia de los israelíes en Israel.
Y aquí es donde volvemos a la cuestión de por qué sería tan importante que se produjera realmente un ensayo nuclear en Irán el 5 de octubre: por un lado, Israel ha amenazado con atacar las numerosas instalaciones nucleares del país, si no en la próxima ronda de ataques, en la siguiente. Sin embargo, dado que las más importantes se encuentran a gran profundidad bajo tierra, eso es técnicamente difícil, como acaba de confirmar al New York Times un general estadounidense anteriormente implicado en la planificación pertinente. Pero, aun así, Israel cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Incluso si Washington ha murmurado algunas objeciones a esa locura israelí en particular, esto significa muy poco porque EE.UU. tiende a mentir e Israel tiende a hacer lo que quiere de todos modos y luego arrastra a EE.UU., de mala gana o de muy buena gana, según sea el caso.
Por otro lado, Irán ha estado desarrollando su propio programa nuclear. Aunque sus dirigentes insisten en que no tiene fines militares, si eso fuera cierto, serían idiotas que no cumplen con su deber de proteger a su país. Y ni son idiotas ni descuidan su deber.
Lo que añade una arruga de complicación es que la posibilidad de que Irán cruce el umbral de poseer armas nucleares ha sido exagerada una y otra vez por los políticos y medios de comunicación occidentales con la evidente intención de crear un pretexto para otra guerra de agresión occidental en Oriente Próximo. De hecho, el Wall Street Journal acaba de publicar otro largo artículo de ese género de «Mira-cuán-cerca-están.» Para quienes prefieran salidas más teóricas, la prestigiosa revista Foreign Policy acaba de exponer sin rodeos el «caso para destruir el programa nuclear iraní ahora.»
Así que, siempre que oiga -al menos en Occidente- que Teherán está cerca de tener armas nucleares, tenga en cuenta que es muy posible que esté ante propaganda de guerra. Y, sin embargo, también existe la posibilidad real de que Irán adquiera -o quizá ya haya adquirido- bombas nucleares. Por eso ha sido tan tentador interpretar la sacudida sísmica en la región de Semnan como un ensayo nuclear bien calculado. Si Irán ya ha fabricado armas nucleares, entonces la prueba podría haber sido una señal, indicando a Israel y a Occidente que ahora es demasiado tarde para adelantarse a un avance iraní porque ya se ha producido. Eso implicaría no sólo que tal ataque israelí u occidental es ahora inútil, sino también que se ha vuelto mucho más arriesgado puesto que Irán ya puede ser capaz de tomar represalias, incluso con armas nucleares.
El escenario descrito anteriormente sigue siendo especulativo como interpretación de los temblores sísmicos de Semnan del 5 de octubre. Pero lo que es más importante es el hecho de que incluso si aún no ha ocurrido, es probable que ocurra pronto. De un modo u otro, a pesar de la anterior orden religiosa iraní – fatwa – contra las armas de destrucción masiva, citada a menudo en Occidente, es probable que Teherán se convierta en una potencia nuclear en un futuro próximo. En ese caso, la fatwa será modificada o anulada. Si eso ocurre, y cuando ocurra, Occidente e Israel sólo podrán culparse a sí mismos, por tres razones.
En primer lugar, hace tiempo que sabemos que Occidente utiliza la nebulosa noción de «normas» y un «orden basado en normas» para eludir el derecho internacional y un papel significativo para las Naciones Unidas. El orden basado en normas es una farsa barata para quienes prefieren que no se les apliquen las leyes. Lo que el genocidio de Gaza y otros crímenes recientes de Israel han dejado inequívocamente claro es que el «orden basado en normas» incluye un privilegio muy especial para Israel y Occidente, a saber, el de cometer crímenes contra la humanidad. En un mundo así, todo gobierno que se precie y que se tome en serio su deber elemental de defender a su país y a su pueblo debe pensar en el peor de los casos. En resumen, en un mundo así, más vale tener armas nucleares.
En segundo lugar, no sólo hemos aprendido de qué es capaz exactamente el «orden basado en normas». También hemos aprendido que las normas e instituciones alternativas del derecho internacional no pueden detener a la multitud «basada en normas» una vez que ha tomado una decisión: Según las conclusiones del más alto tribunal de la ONU, la Corte Internacional de Justicia, también llamada Corte Mundial, Israel es un posible autor de genocidio incluso ahora; es probable que se le imponga una condena completa. Su primer ministro y su ministro de Defensa tienen solicitudes de orden de detención pendientes ante la Corte Penal Internacional. ¿Y cuál es el resultado? Nada. Ni a los gobiernos occidentales ni a Israel les ha importado un bledo la ley. De hecho, la desprecian abiertamente y la obstruyen sin pudor. De nuevo, en un mundo así, más vale armarse lo mejor posible.
En tercer lugar, el propio Irán ha intentado durante mucho tiempo llegar a un compromiso con Occidente y, de facto, con Israel. El Plan de Acción Integral Conjunto, también conocido como el Acuerdo Nuclear con Irán, se concluyó en 2015. Su esencia era sencilla: Teherán renunciaría a los usos militares de su poder nuclear y, a cambio, Occidente abandonaría las sanciones y normalizaría en general sus relaciones con Irán. En 2018, Estados Unidos renegó porque a Donald Trump -entonces presidente, ahora gritando temerariamente sobre atacar las instalaciones nucleares de Irán– le dio la gana. La administración Biden no reparó el daño y, en todo caso, empeoró las cosas. Y ni una futura presidencia de Trump ni una de Harris las mejorarán.
En resumen, en el «orden basado en reglas» de Occidente las reglas incluyen que Israel y Occidente pueden cometer genocidio, y algo más; el derecho internacional y otras leyes no tienen poder compensatorio y han sido desacreditados; y las negociaciones y compromisos individuales conducen a ser engañados.
Los dirigentes responsables de Irán, y de otros Estados, tienen que llegar a la conclusión de que sus países deben disponer de armas nucleares, así como de los medios para lanzarlas. Y, en el caso de Irán, esto significa realmente lo suficiente como para disuadir a Israel y a Estados Unidos. Especialmente este último debe, en el futuro, enfrentarse a la posibilidad -como ya hace con Corea del Norte- de una represalia nuclear iraní en su propia patria si Washington ataca directamente a Irán o ayuda a Israel a atacarlo. Esa es la cruda lógica de la disuasión. Es triste que no quede nada más. Pero, con su escandalosa violencia y, literalmente, anarquía, Occidente e Israel no han dejado a Irán -y a otros- otra opción que adoptar plenamente esta dura lógica.
Así es como el pueblo -no los generales- el pueblo que lucha por su liberación mide el tiempo.