Miscelánea 19/11/2023

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. Novedades desde Globetrotter: Vijay Prashad: Cómo la guerra contra Gaza ha paralizado el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa.
2. La lucha de clases en el análisis geopolítico (observación de José Luis Martín Ramos).
3. El saqueo de los recursos minerales en África
4. Solidaridad con Palestina desde el Sur de Asia
5. Cambio de paradigma en Palestina (observación de Joaquín Miras)
6. Las revoluciones y Hegel.
7. Resultados de la cumbre Xi-Biden
8. Estrategias de Hamás y de Israel (observaciones de Joaquín Miras y José Luis Martín Ramos)
9. Discurso de Arundhati Roy (observación de Joaquín Miras).
10. Situación militar en la guerra de Palestina, 18 de noviembre.

1. Novedades desde Globetrotter: Vijay Prashad: Cómo la guerra contra Gaza ha paralizado el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa

Titular: Cómo la guerra contra Gaza ha paralizado el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa

Por Vijay Prashad

Biografía del autor: Este artículo fue producido para Globetrotter. Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y The Withdrawal: Iraq, Libya, Afghanistan, and the Fragility of U.S. Power (con Noam Chomsky).

Fuente: Globetrotter

Etiquetas: Asia/India, Medio Oriente, Europa, Comercio, Asia/China, Norteamérica/Estados Unidos, Medio Oriente/Irán

El 9 de septiembre de 2023, durante la reunión del G20 en Nueva Delhi, los Gobiernos de siete países y la Unión Europea firmaron un memorando de entendimiento para crear un Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa. Sólo tres de los países (India, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos o EAU) formarían parte directamente de este corredor, que debía comenzar en India, atravesar el Golfo y terminar en Grecia. Los países europeos (Francia, Alemania e Italia), así como la Unión Europea, se unieron a esta iniciativa porque esperaban que el IMEC fuera una ruta comercial para que sus productos llegaran a la India y para acceder a los productos indios a un coste – esperaban – reducido.

Los Estados Unidos, que fue uno de los promotores del PIEM, lo impulsó como medio tanto para aislar a China e Irán como para acelerar la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí. Parecía un instrumento perfecto para Washington: aislar a China e Irán, acercar a Israel y Arabia Saudí y estrechar los lazos con India, que parecían haberse debilitado por la reticencia de este país a unirse a los Estados Unidos en su política respecto a Rusia.

La guerra de Israel contra los palestinos y las palestinas en Gaza ha cambiado toda la ecuación y ha paralizado la IMEC. Ahora es inconcebible que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos participen en un proyecto de este tipo con los israelíes. La opinión pública del mundo árabe está en llamas, con una ira inflamada por los bombardeos indiscriminados de Israel y la catastrófica pérdida de vidas civiles. Los países de la región que mantienen estrechas relaciones con Israel – como Jordania y Turquía – han tenido que endurecer su retórica contra Israel. A corto plazo, al menos, es imposible imaginar la puesta en marcha del IMEC.

Pivote hacia Asia

Dos años antes de que China inaugurara su iniciativa “una franja, una ruta” o la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), los Estados Unidos ya había planeado una ruta comercial financiada por el sector privado para unir India con Europa y estrechar los lazos entre Washington y Nueva Delhi. En 2011, la entonces secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, pronunció un discurso en Chennai (India) en el que habló de la creación de una Nueva Ruta de la Seda que iría desde India hasta Asia Central, pasando por Pakistán. Esta nueva “telaraña y red internacional de conexiones económicas y de tránsito” sería un instrumento para que los Estados Unidos creara un nuevo foro intergubernamental y una “zona de libre comercio” de la que los Estados Unidos sería miembro (de forma muy similar a como los Estados Unidos forma parte de la Cooperación Económica Asia-Pacífico o APEC).

La Nueva Ruta de la Seda formaba parte de un “pivote hacia Asia” más amplio, en palabras del presidente estadounidense Barack Obama. Este “pivote” se diseñó para frenar el ascenso de China e impedir su influencia en Asia. El artículo de Clinton en Política Exterior (America’s Pacific Century, 11 de octubre de 2011) sugería que esta Nueva Ruta de la Seda no era antagónica a China. Sin embargo, esta retórica del “pivote” llegó junto con el nuevo concepto AirSea Battle del ejército estadounidense que se diseñó en torno al conflicto directo entre Estados Unidos y China (el concepto se basaba en un estudio del Pentágono de 1999 llamado “Asia 2025” que señalaba que “las amenazas están en Asia”).

Dos años más tarde, el Gobierno chino declaró que construiría un proyecto masivo de infraestructuras y comercio denominado “Una Franja, una Ruta”, que más tarde se llamaría Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). En los diez años siguientes, de 2013 a 2023, las inversiones de la BRI ascendieron a 1,04 billones de dólares repartidos en 148 países (tres cuartas partes de los países del mundo). En este breve periodo, el proyecto BRI ha dejado una huella considerable en el mundo, especialmente en las naciones más pobres de África, Asia y América Latina, donde el BRI ha realizado inversiones para construir infraestructuras e industria.

Los Estados Unidos, escarmentado por el crecimiento de la BRI, intentó bloquearla a través de varios instrumentos: la América Crece para América Latina y la Corporación del Desafío del Milenio para el sur de Asia. El punto débil de estos intentos fue que ambos dependían de la financiación de un sector privado poco entusiasta.

Complicaciones del IMEC

Incluso antes del bombardeo israelí de Gaza, la IMEC se enfrentaba a varios problemas graves.

En primer lugar, el intento de aislar a China parecía ilusorio, dado que el principal puerto griego del corredor – en El Pireo – está gestionado por la China Ocean Shipping Corporation, y que los puertos de Dubai cuentan con considerables inversiones del puerto chino de Ningbo-Zhoushan y del puerto marítimo de Zhejiang. Arabia Saudí y los EAU son ahora miembros del BRICS+, y ambos países participan en la Organización de Cooperación de Shanghai.

En segundo lugar, todo el proceso IMEC depende de la financiación del sector privado. El Grupo Adani – estrechamente vinculado al primer ministro indio Narendra Modi y en el punto de mira por prácticas fraudulentas – ya es propietario del puerto de Mundra (Gujarat, India) y del puerto de Haifa (Israel), y pretende hacerse con una participación en el puerto del Pireo. En otras palabras, el corredor IMEC está dando cobertura geopolítica a las inversiones de Adani desde Grecia hasta Gujarat.

En tercer lugar, la vía marítima entre Haifa y El Pireo atravesaría aguas disputadas entre Turquía y Grecia. Esta “disputa del Egeo” ha provocado que el Gobierno turco amenace con la guerra si Grecia sigue adelante con sus designios.

En cuarto lugar, todo el proyecto dependía de la “normalización” entre Arabia Saudí e Israel, una extensión de los Acuerdos de Abraham que llevó a Bahréin, Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos a reconocer a Israel en agosto de 2020. En julio de 2022, India, Israel, los Emiratos Árabes Unidos y los Estados Unidos formaron el Grupo I2U2, con la intención, entre otras cosas, de “modernizar las infraestructuras” y “avanzar en vías de desarrollo con bajas emisiones de carbono” medianteasociaciones de empresas privadas”. Éste fue el precursor del IMEC. Ni la “normalización” con Arabia Saudí ni el avance del proceso I2U2 entre EAU e Israel parecen posibles en este clima. Los bombardeos israelíes contra los palestinos de Gaza han congelado este proceso.

Los anteriores proyectos indios de rutas comerciales, como el Corredor Internacional de Comercio Norte-Sur (con India, Irán y Rusia) y el Corredor de Crecimiento Asia-África (liderado por India y Japón), no han pasado del papel al puerto por multitud de razones. Éstos, al menos, tenían el mérito de ser viables. El IMEC correrá la misma suerte que estos corredores, en cierta medida debido al bombardeo de Gaza por Israel, pero también a la fantasía de Washington de que puede “derrotar” a China en una guerra económica.

2. La lucha de clases en el análisis geopolítico

Podemos estar de acuerdo o no con el análisis de Drweski, pero al menos intenta introducir un elemento a menudo obviado, la lucha de clases, en los análisis geopolíticos actuales. https://investigaction.net/

Palestina: geopolítica y relaciones internacionales
Bruno Drweski 16 de noviembre de 2023
Bruno Drweski nos ayuda a adquirir cierta perspectiva sobre el conflicto palestino-israelí, que analiza a la luz del equilibrio de poder en la escena internacional. Una perspectiva que nos ayuda a comprender por qué la cuestión palestina es tan importante, y por qué «Palestina, y Gaza en particular, es la ‘olla a presión’ del mundo que está a punto de estallar». (I’A)
La geopolítica fue en su origen un método de análisis burgués que se desarrolló en los círculos de investigadores al servicio de ciertas potencias imperialistas para analizar, a partir de datos geográficos y territoriales, los intereses fundamentales de cada Estado que se suponía opuesto o, por el contrario, socio de otros Estados según criterios geográficos. Este método tendía a determinar mecánicamente las luchas que se consideraban casi «naturales» e inevitables para conquistar un «espacio vital». En su forma más extrema, condujo a la justificación del nazismo y de su política de exterminio de poblaciones en el camino hacia la conquista del «espacio vital necesario para el pueblo alemán». Después de 1945, la geopolítica fue deslegitimada como ciencia burguesa, antes de que se redescubrieran gradualmente elementos relevantes de este método en la URSS de los años 70 y en Estados Unidos, especialmente si se dinamizaban mediante un análisis de clase de la política estatal.

Geopolítica y lucha de clases internacional

Para utilizar la geopolítica de manera progresista, es necesario primero determinar la base de clase de cada Estado, sabiendo que en nuestra época, la de la transición del capitalismo al socialismo, no existe ningún sistema «químicamente puro», ya que cada Estado se enfrenta a tendencias que lo empujan hacia el capitalismo o, por el contrario, lo empujan fuera de él, lo que se denomina socialismo, como fase de transición hacia el comunismo. En una sociedad capitalista, siempre hay competencia entre las fuerzas burguesas y proletarias, así como toda una serie de estratos intermedios que pueden inclinarse hacia el capitalismo o hacia el socialismo. Y es en este contexto en el que el lugar que ocupa cada país en la era de la globalización del imperialismo en la «división internacional del trabajo» se combina con el territorio que ocupa y el potencial económico que esto le confiere. En el conocimiento de que las potencias dominantes están controladas por burguesías imperialistas que pueden saquear el mundo, fijar los precios de las mercancías («términos de intercambio») y extraer riquezas que pueden ser utilizadas, entre otras cosas, para corromper a sus clases nacionales locales que tienen un interés general en romper con el capitalismo. En los países dominados, en cambio, tenemos una burguesía compradora que aprovecha su papel de intermediario local para las burguesías imperialistas extranjeras. Frente a esto, también encontramos burguesías nacionales que buscan defender su mercado nacional, su territorio, y lanzar políticas de desarrollo autocentrado para contrarrestar las presiones competitivas de las burguesías imperialistas más poderosas.
Las masas proletarizadas o semiproletarizadas de los países dominados y sobreexplotados, cuando no han tomado el poder directamente a través de un partido revolucionario, actúan como acicate empujando a sus burguesías nacionales a mostrar mayor independencia y firmeza frente a las burguesías compradoras locales. En esta lucha, las fuerzas proletarias y las burguesías nacionales se apoyan en las ventajas de su territorio nacional, en términos de recursos y de posición geoestratégica. Su objetivo es conquistar zonas de autonomía que les permitan lanzar políticas de desarrollo, industrialización y reformas socialmente progresistas. Por ello, la geopolítica puede convertirse en una ciencia útil si combina el análisis de la situación territorial de cada entidad política, en términos de estrategia, recursos, vínculos históricos con sus vecinos («geoeconomía» y «geocultura»), etc. con el análisis de la base de clases de cada formación estatal a la que pertenecen las poblaciones de cada entidad.

Geopolítica de Palestina

Si observamos el mapa de Palestina y la entidad israelí que se hizo con su control total entre 1948 y 1967, lo primero que salta a la vista es el hecho de que sus fronteras se trazaron durante los acuerdos anglo-franceses Sykes/Picot de tal manera que abarcan todo el desierto meridional (Negev o Naqab), Esto permite que el territorio se extienda hasta el Mar Rojo, dando a quien controle Palestina una «daga» que corta en dos a la nación árabe, al mundo islámico y a la zona afroasiática. Estas dos partes, situadas a ambos lados del territorio palestino redibujado por el colono inglés, ya no pueden comunicarse directamente sin pasar por territorio palestino («israelí»). Como resultado, cada árabe, cada musulmán y cada activista anticolonial de África o Asia ve su espacio territorial, nacional, cultural, religioso o de solidaridad anticolonial, y por lo tanto tanto tanto su espacio imaginario como político, bloqueado o bajo el control de quienquiera que sea el propietario del territorio palestino. Esta fue la realidad histórica del Estado cruzado en la Edad Media y, geopolíticamente hablando, es exactamente la misma posición que ocupa la entidad israelí creada por el sionismo bajo la protección del imperialismo británico y luego angloamericano (véase el contexto geoestratégico e histórico del sionismo a partir del desarrollo del imperialismo británico).
Por ello, la cuestión palestina se convirtió en la causa emblemática de todos los movimientos anticoloniales, islámicos y árabes de liberación nacional. En función de sus sensibilidades políticas y culturales y de sus divisiones de clase, los activistas identificados con cada una de estas causas han sabido acentuar el componente antiimperialista, nacionalista, cultural o religioso de este estado de cosas. Así pues, en la geopolítica de Palestina existen simultáneamente una vertiente geopolítica antiimperialista, una vertiente social destinada a promover la lucha de las clases trabajadoras contra la burguesía imperialista del «Occidente colectivo» y su variante local, la burguesía sionista, y una vertiente simbólica e identitaria que puede adoptar la forma de un nacionalismo árabe, de un socialismo árabe, de un nacionalismo palestino más específico o de un Islam considerado como un elemento de diferenciación y de afirmación del colono. Tanto más cuanto que, como señaló en una ocasión Thomas Sankara, «no se lee la Biblia o el Corán de la misma manera si se es rico o si se es pobre, de lo contrario habría dos ediciones de la Biblia y dos ediciones del Corán», una forma de decir que la lucha de clases también tiene lugar dentro de la religión como dentro de cualquier corriente filosófica laica, marxismo y socialismo científico incluidos. Así lo demostró el desmantelamiento de la Unión Soviética, donde sí hubo lucha de clases dentro del socialismo y, por tanto, también dentro de los partidos comunistas, lo que condujo a la victoria de las fracciones políticas burguesas en su seno.

Palestina en el centro de las contradicciones geopolíticas del mundo contemporáneo

Este aspecto central de la cuestión palestina, a la vez geopolítico, político e identitario, explica la existencia de una fractura particularmente violenta entre las burguesías compradoras árabes a la cabeza de regímenes poco legitimados, y por tanto débiles y particularmente autoritarios, y la «calle árabe», término utilizado para designar a las masas árabes, especialmente a los palestinos, incluidas las masas palestinas refugiadas en países vecinos como Jordania, Líbano, Siria, Irak y los Estados del Golfo. Esta situación explica también por qué todos los conflictos en Asia Occidental, África del Norte y, en general, en el resto del mundo tienen un vínculo más o menos directo con la lucha del pueblo palestino. Lo vemos muy claramente en el espacio cultural árabe e islámico, pero también en el África subsahariana, en los países socialistas, en América Latina y entre las poblaciones marginadas de Occidente. La movilización excepcional visible hoy y en el pasado del pueblo irlandés en apoyo de Palestina parece, pues, extremadamente lógica por las razones objetivas y subjetivas antes mencionadas y en relación con la lucha de liberación nacional del pueblo irlandés, pero también porque Irlanda está geopolíticamente enfrentada al imperialismo británico como lo estaba el pueblo palestino, y como lo sigue estando hoy en el marco del mundo unipolar centrado en las potencias anglosajonas.

Palestina y las luchas de liberación nacional

La geopolítica palestina está marcada por el intento realizado por los sionistas desde el comienzo de la colonización de Palestina de «desterritorializar» a la población autóctona y sustituirla por colonos coloniales importados que se supone que «territorializarán» en su lugar. Esto explica por qué «Israel» ha sido y sigue siendo percibido por todos los pueblos árabes como un «cuerpo extraño» que bloquea cualquier posibilidad de integración y desarrollo regional. Esta situación explica también por qué, con toda naturalidad, hasta la desaparición de la URSS, los palestinos pudieron apoyarse en general en los países socialistas, antiimperialistas por naturaleza de clase, y en los países no alineados que se habían descolonizado. Tras la crisis y el fin de este mundo «bipolar», los palestinos se encontraron solos en un entorno en el que, como es natural, las burguesías compradoras del Golfo, Egipto, Líbano y Jordania tendían a dominar la región. La revolución iraní, el ascenso al poder de la República Popular China y, posteriormente, el regreso a la política mundial de una Rusia en la que se ha afirmado parcialmente una burguesía nacional en oposición a la burguesía compradora local, explicaron el desarrollo del proceso de integración euroasiática que condujo a la formación de los BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghai, que constituyeron gradualmente un contrapeso que ayudó a aflojar el dominio imperialista sobre Asia Occidental y África. Y a medida que el imperialismo euroatlántico entraba en una profunda crisis, sobre todo a partir de 2008, sectores de la burguesía de países clave para el orden imperialista, como los Estados del Golfo, Turquía, Indonesia, Pakistán y Venezuela, se han visto cada vez más tentados de distanciarse del centro unipolar y abrazar la aventura multipolar. El último episodio fue la adhesión de países como Arabia Saudí y Egipto al BRICS, que objetiva e indirectamente insufló nueva vida a la resistencia del pueblo palestino al debilitar el polo occidental. Hoy, gracias al aspecto militar de la acción del 7 de octubre de 2023, y tras las derrotas del imperialismo estadounidense-europeo en Irak, Siria, Afganistán y, al menos en parte, en Ucrania, los palestinos han podido recuperar su lugar central en la línea divisoria entre imperialismo y antiimperialismo.

La nueva etapa de la lucha del pueblo palestino como apertura hacia luchas objetivamente revolucionarias

Mientras la deslocalización y desindustrialización de los países del bloque OTAN centrado en Estados Unidos, los «Cinco Ojos» anglosajones, la UE y Japón, con Israel como avanzadilla en la encrucijada afroasiática, han reforzado el peso del único sector productivo de estos países que no ha sido deslocalizado, el complejo militar-industrial. Las potencias contrahegemónicas emergentes, por su parte, se ven tentadas a promover un desarrollo económico pacífico. Esto explica por qué Rusia esperó de 2014 a 2022 antes de reaccionar ante el empuje de la OTAN hacia el este que la amenazaba en Ucrania, y por qué China e Irán prefieren la diplomacia y los lazos económicos al uso de la fuerza para cambiar el equilibrio de poder internacional. Esto coincide totalmente con los intereses de las burguesías nacionales locales, que también son orgánicamente reticentes a cualquier tensión internacional que pueda empujar a las masas populares a asumir la lucha por la soberanía nacional y, por tanto, por la soberanía popular y la democratización de las relaciones sociales y los sistemas políticos. Evidentemente, las cosas son diferentes en los países de concepción socialista, donde son las fuerzas populares las que controlan al menos una parte de las herramientas políticas e ideológicas, y en los países donde son sólo las burguesías nacionales patrioteras las que mandan.
La diferencia entre la burguesía nacional y la burguesía compradora en los países del Sur Global es claramente perceptible cuando se observa el miedo al pueblo que asola a la segunda, mientras que la primera busca mantener el apoyo de su pueblo al tiempo que desea conservar el monopolio del poder. Traición por un lado y tendencia al oportunismo por otro. En un contexto en el que las tensiones sociales tienden a estallar en todo el mundo debido al empobrecimiento relativo y a menudo absoluto de las masas, Palestina, y Gaza en particular, es la «olla a presión» del mundo que estaba destinada a explotar debido a los intentos de las potencias occidentales y de los regímenes conservadores árabes y africanos de enterrar la cuestión palestina planteando cuestiones menos candentes.

Y ésta es una de las razones por las que la dirección militar del Hamás palestino decidió responder a las aspiraciones del hasta entonces desesperado pueblo de Gaza y Palestina, pero también de los humillados países vecinos y más lejanos, preparando durante mucho tiempo el golpe del 7 de octubre que, se piense lo que se piense en detalle, cambió fundamentalmente el equilibrio internacional de poder. Esto explica la extraordinaria respuesta a Gaza de la población de todo el mundo, incluso en el corazón del imperialismo. En Estados Unidos, por ejemplo, las movilizaciones en apoyo de los palestinos representan las manifestaciones más masivas que han tenido lugar en ese país en las dos últimas décadas, hasta el punto de que el 40% de los judíos de Estados Unidos se desvinculan de Israel y el 30% de los neoevangélicos están ahora a favor de los palestinos. Esto demuestra que los prejuicios destinados a esencializar a uno u otro grupo religioso son contraproducentes, porque incluso la vida de las religiones refleja, de forma más o menos clara o más o menos distorsionada, la evolución real de las relaciones de clase y de las relaciones entre el imperialismo y los movimientos de liberación nacional o social.

En Francia, la prohibición del gobierno de Macron de manifestarse para denunciar el genocidio en curso en Gaza, pero también las repetidas agresiones dirigidas contra Líbano y Siria y la extensión del terror en Cisjordania, no es un signo de la fuerza del poder, sino todo lo contrario, de su debilidad. Las autoridades se ven obligadas a mostrar un autoritarismo particular que no se veía desde la guerra de Argelia para evitar lo que en realidad les aterroriza, la posible «convergencia de luchas» entre los «pro palestinos», los barrios obreros, el movimiento por unas pensiones dignas, el campo y las pequeñas ciudades periféricas, los Gilets jaunes, los sindicalistas, los militantes comunitarios, los militantes políticos radicales, etcétera. Para cualquier progresista en Francia o en el mundo, e independientemente de lo que algunos puedan pensar de la herramienta palestina constituida por Hamás (seguida, además, por sus aliados laicos o marxistas en Palestina, Líbano, Yemen e Irak), esta herramienta ha sabido asumir las contradicciones del momento, lo que ha permitido un salto cualitativo en la lucha palestina. Bond explica por qué ninguna organización palestina, ni siquiera la Autoridad Palestina de Ramala, pensó que podía criticar esta acción. Los progresistas deben evitar siempre el fetichismo que a veces conduce a la adulación de ciertas organizaciones o, por el contrario, a la demonización de otras. Las organizaciones no son más que herramientas que, a veces conscientemente y a veces menos conscientemente, a veces sirven a los enemigos del pueblo y de sus pueblos, a veces desencadenan un nuevo proceso de lucha que sirve objetivamente al pueblo y a sus pueblos. Esto explica la inmensa alegría de la «calle árabe», y más ampliamente de los barrios y capas populares de todo el mundo, al ver a jóvenes «vanupieds» palestinos asaltando los últimos tanques israelíes o deteniendo en su cama al general al mando de todo el frente sur de Israel. Para hacernos olvidar estas extraordinarias proezas de armas, se nos contaron los horrores cometidos por estos nuevos fedayines (o «muyahidines»), incluso cuando ciertos testigos israelíes o ciertas investigaciones de los escasos medios de comunicación israelíes aún libres empezaron a ponerlos en duda, al menos en parte. Habrá que llevar a cabo investigaciones independientes antes de poder responder a la pregunta de la amplitud de la («¿posible?») violencia palestina cometida contra israelíes desarmados, pero es seguro que se está ejerciendo una violencia «desproporcionada», para utilizar el lenguaje de «nuestros» medios de comunicación, a escala masiva contra los habitantes de Gaza.
Todo esto nos recuerda el artículo escrito por Karl Marx en el New York Daily Tribune describiendo la violencia cometida por los insurgentes indios cipayos contra los colonos británicos responsables de violencias y humillaciones mucho más dolorosas en el pasado. Así pues, aunque el dolor extremo que sentimos ante el martirio de Gaza nos recuerde a otros mártires de la historia, la Comuna de París, los miles de pueblos oradures, soviéticos, yugoslavos, polacos, chinos, griegos, argelinos, vietnamitas, coreanos, etc., cuyas poblaciones fueron exterminadas para castigarlas por haber dado a luz a rebeldes que también podían haber cometido actos de violencia cuestionables o censurables. Lo esencial, a la luz de la historia, es que la cuestión palestina va mucho más allá de la cuestión de Hamás únicamente, que no es más que una herramienta del pueblo palestino en un momento dado de la historia. Pero la acción de Hamás ha permitido situar en el centro de la contradicción mundial la cuestión palestina, cuestión central en las relaciones entre el polo imperialista y las distintas corrientes contrahegemónicas que surgen en el mundo. Esto es lo que ya han recordado los pueblos del mundo y esto es lo que recordará la historia mundial.
PS. Para reflexionar sobre el posible futuro de una Palestina reunificada y multiétnica tras el fracaso, por culpa de Israel, de la «solución de los dos Estados», véase 
mi artículo en el número de 2020 de Géostratégiques.

Observación de José Luis Martín Ramos:
Sí, es una consideración diferente de la geopolítica, pero no sé por qué tiene que seguir considerándola una ciencia. Por otra parte, en su análisis hay cosas que a mí me chirrían, como eso de la lucha de clases dentro de las religiones o dentro del marxismo; me recuerda demasiado a lo de la lucha de clases dentro del partido.
Y hay más cosas que no me convencen. Eso de la “ geopolítica progresista” no se qué quiere decir exactamente. ¿Es la transposición a las relaciones internacionales del ambiguo concepto de “ política progresista” en las políticas nacionales? Puede querer decir muchas cosas.
Lo mismo me ocurre con esa distinción entre Estados con tendencias hacia el capitalismo o con tendencias hacia el socialismo, Todo muy confuso y que me temo que pueda servir para justificar determinados desarrollos capitalistas que por la ley de la desigualdad tengan características no imperialistas. No me convence, como tampoco la distinción categórica que hace entre “burguesías nacionales” y “burguesías compradoras”.
Aunque introduzca la consideración de clases sociales me da la impresión de que el eje de su análisis no es el de la clase sino el del Estado.

3. El saqueo de los recursos minerales en África

Estamos acostumbrados a ver imágenes de minas precarias a cielo abierto en África en las que trabajan niños, se derrumban frecuentemente, etc. Lo que no sabemos es que esas imágenes pueden formar parte del plan de las grandes multinacionales mineras para expulsar a mineros africanos de su medio de vida. Es uno de los puntos que se tratan en este artículo en el que se reseña un nuevo libro sobre la evolución de la apropiación de los recursos minerales en África a manos de multinacionales a partir del caso del Congo. https://roape.net/2023/11/16/

El proceso en tres etapas por el que se cedió la soberanía de los recursos africanos a las empresas mineras extranjeras

Por ROAPE – 16 de noviembre de 2023

En la década de 1960, los gobiernos africanos recién independizados reivindicaron la soberanía sobre sus recursos metálicos y minerales, en un proceso inverso a su anterior explotación colonial por parte de las corporaciones mineras europeas. En este extracto de su nuevo libro Disrupted Development in the Congo: The Fragile Foundations of the African Mining Consensus, Ben Radley muestra cómo las empresas transnacionales han vuelto a convertirse en la fuerza dominante que asume la propiedad y la gestión de los proyectos mineros industriales. Radley sostiene que este último cambio se ha producido a través de un proceso en tres fases basado en una lectura errónea del estancamiento económico africano desde mediados de los años setenta. Las recientes revisiones de los códigos mineros de varios países han sido anunciadas por algunos como el inicio de una nueva era de nacionalismo de los recursos. Sin embargo, los nuevos códigos distan mucho de la anterior época de soberanía de los recursos. Los tres primeros capítulos del libro pueden descargarse gratuitamente aquí.

Primera etapa: Culpar al Estado africano
La primera oleada de independencia política en África, que comenzó a mediados de la década de 1950, dio paso a un periodo de soberanía de los recursos, incluida la búsqueda del socialismo africano en varios países. Esto se basaba en el reconocimiento de que, durante el periodo colonial, los recursos naturales de África habían sido explotados por empresas mineras europeas en beneficio de los países colonizadores. Para que estos recursos sirvieran a los intereses de los países, las economías y los pueblos africanos, se sostenía que había que reducir el control y la propiedad externos. Impulsados por el largo auge de las materias primas de la década de 1950 y el espíritu de acontecimientos como la Conferencia de Bandung de 1955 y la Conferencia de Todos los Pueblos Africanos de 1958, los gobiernos africanos recién independizados se comprometieron en general a arrebatar a sus antiguos colonizadores el control y la gestión de su riqueza en recursos naturales.
En la República Democrática del Congo (RDC), el primer paso se dio bajo la presidencia de Joseph-Désiré Mobutu con la Ley Bakajika de junio de 1966. Esta ley constituía un ataque explícito a la polémica ley belga de 1960 que concedía la nacionalidad belga a las empresas coloniales congoleñas pocas semanas antes de la Independencia. Exigía a todas las empresas extranjeras cuyas actividades principales se desarrollaran en la RDC que establecieran su sede en el país antes de finales de año.
El gobierno no consiguió llegar a un acuerdo sobre la nacionalidad de la mayor filial minera colonial de propiedad belga, Union minière de Haut Katanga. Por ello, el 31 de diciembre de 1966, el gobierno de Mobutu anunció su decisión de expropiar la empresa y transferir sus activos a una nueva compañía, la Société générale Congolaise des minerais (Gécamines), que acabaría siendo 100% estatal. La política de aumento de la participación estatal en la economía productiva continuó en otros sectores. En 1970, el sector público congoleño controlaba el 40% del valor añadido nacional.
Los esfuerzos en otros lugares fueron igualmente ambiciosos, como la iniciativa zambiana de Kenneth Kaunda del Consejo Intergubernamental de Países Exportadores de Cobre (CIPEC) y la prohibición nacionalista de las extractivas de Julius Nyerere, «destinada a mantener los recursos en el suelo hasta que la nación pudiera desarrollar las fuerzas productivas para gestionar las extractivas para el desarrollo nacional». Los primeros resultados fueron impresionantes. En la RDC y Zambia, la producción de cobre aumentó de forma constante entre 1960 y 1974 -durante los años inaugurales del CIPEC-, pasando de unas 300.000 a 500.000 toneladas y de 500.000 a 700.000 toneladas, respectivamente.
En la RDC, un mayor control soberano del valor añadido contribuyó a triplicar los ingresos del Estado, que pasaron de 190 millones de dólares en 1967 a 630 millones en 1970, gracias en parte a un impuesto del 50% sobre los beneficios del sector minero. Se estableció un sistema nacional de salud con 500.000 empleados, considerado un modelo de atención primaria en el Sur global. Se nacionalizó el sistema educativo, logrando una tasa de escolarización primaria del 92% y un mayor acceso a los sectores secundario y terciario.
El periodo culminó en mayo de 1974 con la adopción por las Naciones Unidas de una Declaración y Programa de Acción sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional. Esta declaración y este programa «establecen principios para la igualdad entre las naciones, incluida la soberanía sobre los recursos naturales y una relación equitativa entre los productores y los consumidores de materias primas». Sin embargo, en lugar de inaugurar un nuevo orden económico internacional, el periodo en el que se firmó esta declaración fue un duro recordatorio de la solidez del antiguo orden.
La declaración se inauguró en un momento en el que el precio del petróleo empezaba a subir y la demanda de exportaciones africanas empezaba a disminuir debido a la recesión en el Norte global, lo que provocó un descenso de los precios de las materias primas. En la RDC y Zambia, el precio del cobre se desplomó de 1,40 dólares la libra en abril de 1974 a 0,53 dólares a principios de 1975 y se estancó a partir de entonces. Por la misma época, de 1973 a 1977, el coste de las importaciones de petróleo se cuadruplicó. Junto con el aumento de la inflación en todo el mundo durante este período, el efecto de estos cambios de precios en los ingresos del gobierno habría sido aún mayor en términos reales. Además, a medida que vencían los reembolsos de los préstamos del gobierno africano, los tipos de interés de los préstamos empezaron a subir, ya que Estados Unidos intentaba controlar la inflación mediante la política monetaria.

Los niveles de producción minera, antes en alza, se estancaron o descendieron, el crecimiento se ralentizó y la deuda creció en todo el continente, reduciendo las divisas disponibles para adquirir las importaciones necesarias para impulsar la industrialización. Entre 1980 y 1988, 25 países africanos reprogramaron su deuda 105 veces. En la RDC, las exportaciones de cobre y cobalto disminuyeron bruscamente y acabaron hundiéndose a principios de los años noventa.
Por supuesto, los choques externos no fueron la única causa del retroceso. La dinámica interna desempeñó un papel fundamental. En la RDC, los choques externos desenmascararon los fracasos y las limitaciones del proyecto de construcción del Estado-nación de Mobutu. Las medidas de nacionalización emprendidas en 1973 y 1974 para proporcionar a una clase político-comercial emergente de altos burócratas estatales acceso al capital productivo -conocida como zairianización- se planificaron y aplicaron mal y salieron mal. La agricultura se había descuidado, recibiendo menos del 1% del gasto estatal entre 1968 y 1972, y el sector manufacturero congoleño estaba en declive.
Sin embargo, en los influyentes análisis de los años ochenta que intentaban comprender las causas del estancamiento económico africano a partir de mediados de los setenta no se tuvo en cuenta el impacto de los choques externos, ni se reconocieron los progresos realizados por los gobiernos africanos recién independizados en el corto periodo de tiempo transcurrido hasta esa coyuntura.
En su lugar, la intervención equivocada del Estado africano y la corrupción gubernamental se presentaron como principales explicaciones causales, excluyendo otros factores. Defendida en gran medida por africanistas afincados en universidades norteamericanas (como Robert Bates y Eliot Berg, autor este último del informe del Banco Mundial de 1981 Accelerated Development in Sub-Saharan Africa: A Plan for Action), esta línea de pensamiento fue inmediatamente adoptada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
En la RDC, los informes del Banco Mundial de la década de 1980 muestran lo arraigada que estaba esta opinión en la época. En uno de ellos, el Banco sostenía que el declive económico del país se debía a «una larga serie de decisiones económicas y financieras inadecuadas. Nada en la última década ha tenido un efecto más duradero y devastador en la economía que las medidas de Zairianización y Nacionalización de 1973 y 1974».
No cabe duda de que las mal concebidas políticas de nacionalización de los años setenta tuvieron una parte de responsabilidad en las dificultades económicas de la RDC durante este periodo. Sin embargo, estos factores deberían sopesarse con el impacto de los choques externos -que comenzaron para la RDC con la caída del precio del cobre en 1974- y los logros alcanzados por la administración Mobutu hasta ese momento. Este ejercicio de ponderación está ausente en ambos informes.
Desde una perspectiva regional, merece la pena citar en detalle el trabajo fundamental de Mkandawire y Soludo sobre las causas del declive de los resultados económicos africanos a mediados de la década de 1970: Nuestra intención aquí no es racionalizar, ni mucho menos ignorar, la infame mala gestión de las economías por parte de los gobiernos africanos. Nuestra intención no es racionalizar ni mucho menos ignorar la infame mala gestión de las economías por parte de los gobiernos africanos, sino más bien subrayar que el éxito del ajuste será difícil de alcanzar a menos que se reconozca la vulnerabilidad de África a los factores externos. Este reconocimiento servirá para replantear la forma y el contenido de la transformación estructural de África. Si no se tienen en cuenta estos factores, aunque se corrijan los errores de política interna, pueden frustrarse los intentos de cambio y condenarlos a un retroceso involuntario.
Al restar importancia a lo externo y poner en primer plano lo interno, el resultado es un análisis y un diagnóstico que culpa firmemente a las estructuras de gestión y propiedad del Estado que sustentaban las ambiciones desarrollistas nacionales en los años sesenta y principios de los setenta, excluyendo las perturbaciones externas y las tendencias de la economía mundial.

Con gobiernos de todo el Sur endeudados y con escaso o nulo acceso a los mercados internacionales de capital durante este periodo, el FMI y el Banco aumentaron significativamente su influencia, formulando un conjunto neoliberal de políticas ahora bien conocidas que llegaron a conocerse como el Consenso de Washington. La doctrina política de privatización, liberalización y desregulación se aplicó en toda África mediante programas de ajuste estructural (PAE) financiados por el Banco Mundial y el FMI. Fundamentalmente, la mayoría de los PAE se centraban en aumentar las exportaciones de productos básicos, pero esta vez -para corregir los fracasos percibidos en el pasado reciente- bajo una nueva gestión.
Segunda fase: Liberalizar y privatizar
Fue en este contexto político e ideológico neoliberal en el que, como han resumido Hormeku-Ajei y Goetz, «el Banco Mundial dijo a los gobiernos africanos que abandonaran toda noción de utilizar los recursos minerales al servicio de las prioridades sociales o de desarrollo y cedieran la explotación y gestión de los minerales y la riqueza mineral a las empresas transnacionales». Entre 1980 y 2021, el Banco proporcionó 1.100 millones de dólares en subvenciones y préstamos para el sector minero a quince de los diecisiete países de renta baja ricos en minerales (LIC) del continente (Tabla 1)…

Tabla 1 Riqueza metálica y mineral de los LIC africanos
Insignificante o modesta Alta
Benín, Burundi, Gambia, Guinea-Bissau, Ruanda, Somalia, Sudán del Sur Burkina Faso, República Centroafricana (RCA), Chad, RDC, Eritrea, Etiopía, Guinea, Liberia, Madagascar, Malawi, Malí, Mozambique, Níger, Sierra Leona, Tanzania, Togo, Uganda
Fuentes: Clasificación del autor basada en las clasificaciones de países por nivel de renta del Banco Mundial para el ejercicio fiscal 2020, informes de países del Servicio Geológico de Estados Unidos y The Artisanal and Small-Scale Mining Knowledge Sharing Archive.
Antes del auge de China como fuente alternativa de financiación vinculada a los recursos, y dado que muchos países africanos seguían sin poder acceder a los mercados internacionales de capital, el Banco pudo ejercer una influencia significativa a través de estas subvenciones y préstamos para poner en práctica su visión estratégica sobre cómo debería organizarse y gestionarse la minería, expuesta en su informe de 1992 Strategy for African Mining:
El sector privado debe tomar la iniciativa. Los inversores privados deben poseer y explotar las minas…. Las empresas mineras estatales existentes deberían privatizarse lo antes posible para mejorar la productividad de las operaciones y dar una señal clara a los inversores de la intención del gobierno de seguir una estrategia basada en el sector privado.
En la RDC, el personal del Banco trabajó en estrecha colaboración con un comité congoleño en la redacción de la ley minera. El Código Minero de 2002, que achacaba el declive del sector minero a la mala gobernanza durante el gobierno de Mobutu, pretendía privatizar las empresas mineras estatales y atraer nuevas inversiones extranjeras directas (IED) ofreciendo un régimen fiscal generosamente liberal, con exenciones fiscales y bajos cánones. Esto incluyó la privatización de las dos mayores empresas estatales del país, la productora de cobre Gécamines y la productora de diamantes Société minière de Bakwanga.
Tres décadas después, la lógica subyacente de la estrategia minera africana del Banco sigue vigente. En 2021, el Banco tenía en marcha programas de reforma minera en siete países africanos de renta baja ricos en minerales: Níger (100 millones de dólares), Guinea (65 millones), Mozambique (50 millones), Malí (40 millones), Sierra Leona (20 millones), Togo (15 millones) y la República Centroafricana (10 millones). Cada programa se centraba, total o parcialmente, en el cambio institucional y normativo dentro de un marco general que daba prioridad global a la minería de capital intensivo y propiedad extranjera.
Una vez revisado el marco normativo, la inversión extranjera se lanzó a la búsqueda de nuevas oportunidades. La exploración minera en África pasó del 4% del gasto total en exploración minera en todo el mundo en 1991 al 17,5% en 1998, y la inversión minera global en África se duplicó entre 1990 y 1997. El inicio de un superciclo de materias primas en 1999 dio un nuevo impulso a esta actividad. En 2004, los 15.000 millones de dólares invertidos en minería en África representaban el 15% del total de la inversión minera mundial, frente al 5% de mediados de la década de 1980, y situaban a la región en el tercer puesto mundial, por detrás de América Latina y Oceanía. Entre 2002 y 2012, un periodo que abarca la mayor parte del superciclo, el gasto en exploración minera en África aumentó más de un 700%, alcanzando los 3.100 millones de dólares en 2012.
En 2007, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) señaló que:
los cambios radicales en la política minera africana en las décadas de 1980 y 1990 tenían como objetivo atraer IED y aumentar las exportaciones, en lo que han tenido éxito. Las entradas totales de IED en los países africanos menos desarrollados se multiplicaron por cuatro, pasando de una media anual de 1.700 millones de dólares en la década de 1990 a 6.800 millones entre 2000 y 2005… la mayor parte de las cuales se destinaron a las industrias extractivas de minerales.
En la RDC, las entradas de IED se centraron casi exclusivamente en la minería, multiplicándose por diecisiete entre 2002 y 2012, de 188 millones de dólares a 3.300 millones. En el mismo periodo, los stocks de IED aumentaron de 907 millones de dólares a 22.500 millones, es decir, del 10% al 59% del producto interior bruto.

El análisis del nivel agregado de entradas de IED en el grupo de 17 países africanos de renta baja ricos en minerales entre 1970 y 2019 confirma este panorama. Las entradas totales de IED en el grupo fueron bajas y estables durante las décadas de 1970 y 1980, con una media anual de apenas 200 millones de dólares, y aumentaron ligeramente hasta 600 millones en la década de 1990. Posteriormente, aumentaron hasta una media anual de 3.900 millones de dólares en la década de 2000 y 13.900 millones en la de 2010.
A nivel nacional, las entradas de IED han crecido significativamente en los 17 países de este grupo, con la única excepción de Eritrea. Aunque países como Madagascar, Guinea, Malí, Sierra Leona, Malawi, Togo y Burkina Faso recibieron los niveles más bajos de inversión extranjera de todo el grupo, han experimentado no obstante pronunciados aumentos de estos flujos desde el cambio de siglo, gran parte de los cuales se han destinado a la búsqueda de minerales. Y como se ha destacado anteriormente, es en varios de estos países situados en los puestos más bajos donde, en 2021, el Banco Mundial tenía activos programas de liberalización y privatización del sector minero.
El espectacular aumento del crecimiento de la IED desde la década de 1990 ha alterado la composición de estas economías, que se han vuelto cada vez más dependientes de la IED como fuente de financiación del desarrollo, y este nivel de dependencia es hoy mayor en relación con otros grupos de países y regiones.
Tercera etapa: Criminalizar a los mineros africanos
Antes de que las empresas mineras transnacionales pudieran pasar a primer plano, era necesaria una última etapa. Esto implicaba enfrentarse a la realidad sobre el terreno de que, para muchas de las transnacionales entrantes, sus preciados yacimientos ya estaban ocupados por mineros africanos que se dedicaban a una amplia gama de formas de minería con gran intensidad de mano de obra. La minería africana de uso intensivo de mano de obra, más comúnmente asociada con el oro y los diamantes, también está implicada en la producción de plata, cobre, cobalto, estaño, tantalio, mineral de hierro, aluminio, tungsteno, wolframita, fosfatos, piedras preciosas y semipreciosas y minerales de tierras raras, entre otros. Se calcula que, a escala mundial, la minería intensiva en mano de obra representa hasta el 30% de la producción total de cobalto, el 25% de la de estaño, tantalio y diamantes, el 20% de la de oro y el 80% de la de zafiros.
La minería africana intensiva en mano de obra ha crecido significativamente desde la década de 1980 hasta emplear directamente a millones de trabajadores en todo el continente, impulsada por tres factores. En primer lugar, la crisis de la agricultura africana ha hecho que el empleo no agrícola desempeñe un papel cada vez más importante. En segundo lugar, el declive del desarrollismo nacional dirigido por el Estado y el colapso de las prestaciones sociales bajo el peso del ajuste estructural durante la década de 1980 ejercieron una presión significativa sobre la capacidad productiva y reproductiva de los hogares rurales africanos. En tercer lugar, el aumento de los precios de los productos básicos, especialmente durante el superciclo de 1999-2012, empujó a la gente hacia el sector, donde a menudo se podían obtener salarios y beneficios más elevados que con las alternativas disponibles localmente.
A pesar de la importancia del sector para el empleo rural, el Banco Mundial, los gobiernos africanos y parte de la literatura académica han tachado a los mineros africanos de «primitivos», «básicos», «ineficaces», «rudimentarios» e «improductivos» (en contraste con la «eficaz», «moderna», «compleja» y «productiva» empresa minera). Como resultado, la minería africana intensiva en mano de obra ha sido periférica en las estrategias de desarrollo minero del continente. Criminalizados por los marcos políticos a menos que se sometan a una serie de exigencias procedimentales complejas, burocráticamente onerosas y financieramente costosas para formalizar sus actividades, y considerados como invasores ilegales de una concesión una vez que ha sido asignada a una corporación, los mineros africanos han sido desplazados a la fuerza una y otra vez de sus emplazamientos para dejar paso a la construcción de minas industriales dirigidas por corporaciones. El desplazamiento, a menudo financiado por las propias empresas entrantes y que recuerda las violentas prácticas coloniales del pasado, se ha producido con frecuencia en forma de «barridos» dirigidos por el ejército.
En 2017, el ejército y la policía ugandeses desplazaron a 70.000 mineros en Mubende para dejar paso a una empresa minera canadiense. En declaraciones a los medios de comunicación locales poco después del desplazamiento, Edwards Katto, director del Ministerio de Energía y Desarrollo Minero de Uganda, afirmó: “Esa gente [los mineros ugandeses] que sigue bromeando debería cambiar de estilo. No sólo soy director [del Ministerio], sino también comandante de la Unidad de Protección de Minerales de la Policía de Uganda. Así que los mineros ilegales que sigan comportándose como los de Mubende [que fueron desalojados], deberían hacer las maletas y desalojar las minas, de lo contrario, mi fuerza policial les ayudará a hacer las maletas».

Esta afirmación habla muy bien de la consideración general que se tiene de los mineros africanos dentro del proceso de (re)industrialización minera de capital intensivo y propiedad extranjera. Estas dinámicas recuerdan la descripción de Marx de la acumulación primitiva, o la reconceptualización de Harvey (2004: 74) de ésta como un proceso continuo de acumulación por desposesión, que implica «la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión forzosa de las poblaciones campesinas, la conversión de diversas formas de derechos de propiedad en derechos exclusivos de propiedad privada, [y] la supresión de los derechos a los bienes comunes». Desplazados por la fuerza y alejados de los mejores yacimientos, los mineros africanos se ven obligados a trabajar en zonas menos productivas.
Con el Estado africano tachado de corrupto y mal gestionado, y los mineros africanos de criminales ineficaces e improductivos, se despejó el camino para la llegada masiva de empresas mineras transnacionales a un grupo de países mucho más amplio que durante el periodo colonial (cuando la mayoría de los yacimientos minerales seguían siendo desconocidos para el capital extranjero, sobre todo en África Occidental). Desde Glencore y Pengxin en la RDC y Emirates Global Aluminium en Guinea, pasando por Cluff Minerals y Etruscan Resources en Burkina Faso y Shandong Iron en Sierra Leona, hasta AngloGold Ashanti y Acacia Mining en Tanzania y Río Tinto en Madagascar, la lista es interminable: las empresas extranjeras dominan el panorama actual.

Las recientes revisiones de los códigos y políticas mineros lideradas por gobiernos africanos como Tanzania, la RDC, Sierra Leona y Malawi han empezado a contrarrestar este dominio, inspirándose en la Visión Minera de África, un marco desarrollado por la Unión Africana en 2009 para profundizar en los vínculos entre la minería de propiedad extranjera y las economías nacionales y reforzar la capacidad de los gobiernos para negociar con las empresas mineras extranjeras y obtener beneficios para el desarrollo.

La industria minera, los principales medios de comunicación y algunos académicos se han apresurado a anunciar que estas revisiones marcan una nueva era de nacionalismo de los recursos. Como proclamaba un artículo de Bloomberg en 2019, «la lucha entre los mineros y los Gobiernos africanos no ha hecho más que empezar». Sin embargo, los cambios hasta la fecha aún no suponen un desafío fundamental al modelo dominante de industrialización minera de capital intensivo y propiedad extranjera en el continente. Siguen estando muy lejos del período anterior de soberanía de los recursos de los años sesenta y setenta al que alude el discurso sobre el nacionalismo de los recursos.

Ben Radley (@RadleyBen) es profesor de Desarrollo Internacional en la Universidad de Bath. Sus intereses de investigación se centran en la economía política de la transformación económica en África, con especial atención a la industrialización basada en los recursos, las transiciones ecológicas y la dinámica laboral. Es miembro del Grupo de Trabajo Editorial de ROAPE y miembro afiliado del Centro de Investigación Minera de la Universidad Católica de Bukavu (República Democrática del Congo).

4. Solidaridad con Palestina desde el Sur de Asia

Creo que no os había pasado este editorial de la revista de izquierdas sudasiática Jamhoor. Otra muestra de cómo se ve el conflicto palestino desde otros lugares del Sur Global. https://www.jamhoor.org/read/

Editorial: Por Palestina
16 de octubre de 2023 Publicación Jamhoor

Nuestra historia compartida de colonialismo, ocupación, genocidio y solidaridad

La historia se repite de las formas más violentas e inhumanas: la última semana de agresión genocida israelí contra los 2,4 millones de palestinos atrapados en el mayor campo de concentración del mundo nos lo demuestra. Bombardeos en alfombra, uso de fósforo blanco, incumplimiento de promesas de paso seguro, asesinatos indiscriminados y bombardeos de objetivos civiles, incluidos hospitales: los crímenes de guerra se acumulan. También lo hace el número de muertos: hasta el 15 de octubre, 2.383 palestinos habían muerto y más de 10.000 habían resultado heridos. Los dirigentes occidentales se desviven por comprometer su apoyo al Estado de apartheid de Israel, llegando a extremos siniestros para denunciar a cualquiera que hable de los horrores infligidos a los palestinos. No hay nada nuevo que decir aquí, excepto que Gaza está en nuestros pensamientos, nuestras oraciones, nuestras lágrimas, nuestros puños cerrados. Prometemos nuestra solidaridad -sin equívocos- con la demanda palestina de liberación.

Nuestra solidaridad proviene de nuestras historias compartidas de colonialismo y expulsiones forzosas. Como sudasiáticos, somos muy conscientes de los horrores de los desplazamientos forzosos. En 1947, el imperio británico medió en la partición del subcontinente indio, desarraigando a millones de personas de sus hogares. Un año después, los británicos mediarían en otro desplazamiento histórico -el de los palestinos, la Nakba- y participarían en la creación del Estado de Israel. Después de cada cisma de proporciones sísmicas, el Imperio moribundo se lavaba las manos mientras los escindidos debían recoger los pedazos, nuestros traumas por tal separación alimentando un conflicto interminable.

Nuestra solidaridad surge de nuestra propia experiencia con la ocupación. El cierre de los medios de comunicación, la inminente presencia militar, los puestos de control, la interrupción de las necesidades básicas y la persecución de los periodistas que se atreven a revelar la verdad: desde Cachemira hasta Gaza, conocemos demasiado bien el libro de jugadas de los ocupantes y lo lejos que llegarán para silenciar a los ocupados y reprimir sus derechos.

Nuestra solidaridad surge de nuestros traumas de genocidio, aunque es cierto que dentro de nuestras propias filas. Desde las matanzas masivas del ejército paquistaní en Bangladesh en 1971, al genocidio tamil del gobierno de Sri Lanka entre 1948-2009, las atrocidades del gobierno indio contra sijs, dalits, musulmanes y adivasis, y los ataques del gobierno de Bangladesh contra las tribus indígenas adibashi, nuestra historia bañada en sangre muestra nuestra familiaridad umbilical con la limpieza étnica que el gobierno israelí está llevando a cabo actualmente en Gaza.

Nuestra solidaridad se basa en nuestra comprensión de que el ascenso de gobiernos autoritarios, fascistas y etnorreligiosos en los países del sur de Asia está alineado con el gobierno fascista del apartheid de Netanyahu en Israel. La alineación no es sólo ideológica, sino también estratégica. Modi y Netanyahu expresan su solidaridad mutua en los medios de comunicación. A puerta cerrada, India también compra programas espía y material militar a Israel para mantener a raya a sus electores y reprimir la disidencia. Para no quedarse atrás, Bangladesh, Sri Lanka y Pakistán han seguido su ejemplo.

Nuestra solidaridad actual con los palestinos se nutre de solidaridades forjadas en el pasado. Mientras partidos comunistas paquistaníes como el Mazdoor Kisan Party lanzaban campañas masivas de recaudación de fondos para apoyar la liberación palestina en la década de 1970, miles de jóvenes bangladeshíes se ofrecieron voluntarios para luchar con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) durante la década de 1980. Muchos incluso murieron junto a sus camaradas palestinos y están enterrados en las tumbas de la OLP en Líbano. Mientras que hoy India se arrima a Israel, fue el primer país no árabe en reconocer a la OLP y al Estado palestino en los años 80, incluso lanzando un sello conmemorativo en solidaridad con los palestinos.

No podemos salir de la ocupación y el apartheid «de los dos lados». Nuestro deber y nuestra responsabilidad son siempre, y deberían ser siempre, por la causa de los oprimidos. El Movimiento de la Juventud Palestina escribió recientemente: «Sabemos por qué Gaza está en el punto de mira: porque es el corazón de nuestra resistencia». La resistencia palestina es inquebrantable». También debería serlo nuestra solidaridad. Hemos llenado las calles -de Dhaka a Delhi, de Lahore a Londres- y seguiremos manifestándonos, porque Palestina necesita ser libre.

Del río al mar, Palestina será libre.

5. Cambio de paradigma en Palestina

Una charla de un historiador palestino en la universidad de Columbia, lo que explica supongo un llamamiento a que los resistentes moderen la violencia para atraer a la población de la metrópoli como, según él, hicieron argelinos, vietnamitas o sudafricanos, algo totalmente incierto, como hemos visto en recientes artículos. Pero, por lo demás, el artículo vale la pena. https://mondoweiss.net/2023/

¿Un cambio de paradigma en la guerra de cien años contra Palestina?

Desde el 7 de octubre se han producido cinco elementos que indican que podríamos estar asistiendo a un cambio de paradigma en la guerra de cien años librada contra el pueblo palestino.
Por Rashid Khalidi 18 de noviembre de 2023 2
Nota del editor: Lo que sigue se basa en una charla que Rashid Khalidi pronunció el 16 de noviembre de 2023 en la Universidad de Columbia.
Hace seis semanas, esta charla habría tenido un título diferente y habría ofrecido un contenido algo distinto. Habría presentado los antecedentes históricos del momento actual a través del marco establecido en mi libro, The Hundred Years’ War on Palestine: A History of Settler-Colonialism and Resistance. Este libro explica los acontecimientos en Palestina desde 1917 como el resultado de una guerra librada contra la población palestina indígena en diferentes etapas por una variedad de grandes potencias que estaban aliadas con el movimiento sionista -un movimiento que era a la vez colonialista de colonos y nacionalista. Estas potencias se aliaron más tarde con el Estado-nación israelí que surgió de ese movimiento.
Sigo considerando que ese marco es la mejor manera de explicar la historia del siglo pasado y más allá. Así pues, no se trata de un conflicto milenario entre árabes y judíos, ni ha existido desde tiempos inmemoriales. Es un producto totalmente reciente de la irrupción del imperialismo en Oriente Próximo y del auge de los nacionalismos modernos de los Estados-nación, tanto árabes como judíos. Además, esta guerra no fue sólo una guerra entre el sionismo e Israel por un lado y los palestinos por otro, con el apoyo ocasional de estos últimos por parte de actores árabes y otros. Siempre implicó la intervención masiva de las grandes potencias del lado del movimiento sionista y de Israel: Gran Bretaña hasta la Segunda Guerra Mundial, y Estados Unidos y otras potencias desde entonces. Estas grandes potencias nunca fueron neutrales, nunca fueron intermediarios honestos, sino que fueron y son partes activas en esta guerra del lado de Israel. Dados estos hechos, lejos de existir una equivalencia entre los dos bandos, ésta ha sido una guerra entre colonizador y colonizado, entre opresor y oprimido, y siempre ha habido un gran desequilibrio entre los dos bandos en Palestina a favor del sionismo e Israel.
Sin embargo, aunque creo que ese marco se ha visto reforzado en las últimas seis semanas por el musculoso nivel de participación de Estados Unidos y el carácter relativamente limitado de la de Irán y los Estados árabes, es posible que estemos asistiendo a un cambio de paradigma debido a los nuevos elementos que han aparecido desde el 7 de octubre. Lo que voy a exponer a continuación es muy provisional. Como historiador, soy reacio a predecir cómo podrían desarrollarse los acontecimientos. Pero, a la luz del curso de esta guerra durante más de un siglo, está claro que han aparecido nuevos elementos que posiblemente indiquen que esta guerra está entrando en una nueva fase. Quiero destacar cinco de estos elementos.
I. El primero es el número de muertos israelíes, más de 1.200, el tercero más alto de la historia del país. Más de 800 civiles israelíes fueron asesinados, así como más de 350 miembros del ejército y de la policía, todo ello en el espacio de poco más de un solo día. Desde entonces han muerto 64 soldados israelíes. Se trata probablemente del mayor número de víctimas civiles israelíes de la historia [719 civiles murieron en la segunda intifada durante cuatro años; la mayoría de los 6.000 muertos de Israel en 1948, su mayor número de víctimas en cualquier guerra, eran soldados]. Las bajas militares y policiales israelíes, sumadas a las que se han producido desde que comenzó la invasión terrestre hace varias semanas, ya superan con creces los 400 muertos. Pronto se acercarán al número de soldados israelíes muertos durante la invasión israelí del Líbano en 1982 [cuando murieron más de 450].
La cifra actual de más de 11.500 muertos palestinos, al igual que la de Israel, aún no es definitiva, y se verá incrementada por las elevadas tasas de muertes evitables por enfermedad, mortalidad infantil y otras causas, así como por la probable adición de la mayoría de los 2.700 desaparecidos. Esto ya la convierte en la segunda cifra más alta de muertos palestinos desde 1948, cuando murieron unos 20.000, la mayoría civiles, y es probablemente superior a la cifra de muertos palestinos durante la guerra israelí de 1982 contra Líbano, cuando murieron 20.000 personas, más de la mitad palestinos y el resto libaneses [durante la segunda intifada murieron unos 5.000 palestinos].

Recito estas espeluznantes estadísticas como prueba de un elemento de lo que puede ser un cambio de paradigma. El número de víctimas israelíes, en particular el de civiles muertos, ha creado una conmoción traumática que ha reverberado en Israel, en las comunidades judías de todo el mundo y en todo Occidente. Sus efectos políticos a largo plazo son imposibles de predecir, pero ya han afectado significativamente a la toma de decisiones de los gobiernos israelí y estadounidense, haciendo a ambos países más agresivos e intransigentes. Mientras tanto, el impacto político a largo plazo de un número tan enorme de muertes palestinas en un corto periodo de tiempo, no sólo sobre los palestinos, sino también sobre el mundo árabe, y quizá más allá, es también incalculable y puede muy bien afectar a la política interna de varios Estados árabes, así como al futuro de Israel en la región.
II. Estas cifras deben considerarse en el contexto de otras dos características. La primera es que el ataque por sorpresa de Hamás, su arrollamiento de las defensas de Israel, incluida la derrota de toda una división del ejército israelí (la división de Gaza), el completo fracaso de la tecnología israelí de inteligencia y vigilancia, y la matanza de tantos civiles israelíes, representan la primera vez que se libra una guerra con esta ferocidad en suelo israelí desde 1948. Israel ha sufrido antes graves ataques contra su población civil, con cohetes y terroristas suicidas, pero desde 1948, todas las grandes guerras israelíes -1956, 1967, la guerra de desgaste de 1968-70, 1973, 1982, la segunda intifada y todas las guerras en Gaza- se libraron esencialmente en suelo árabe. A Israel no le ha ocurrido nada parecido en 75 años.
III. Otra característica es que esta guerra representa el colapso temporal de la doctrina de seguridad de Israel. A menudo se la denomina erróneamente «disuasión», pero en realidad deriva de la doctrina agresiva que enseñaron por primera vez a los fundadores de las fuerzas armadas israelíes expertos británicos en contrainsurgencia como Orde Wingate. Esta doctrina sostiene que atacando de forma preventiva o en represalia con una fuerza abrumadora, el enemigo puede ser derrotado de forma decisiva, intimidado permanentemente y obligado a aceptar las condiciones israelíes. En el caso de Gaza, esto significaba golpear periódicamente a los gazatíes y matar a un gran número de ellos para obligarles a aceptar un asedio y un bloqueo que han durado 16 años.
Digo el colapso temporal de esta doctrina porque aunque lo ocurrido el 7 de octubre debería haber demostrado su total bancarrota, el establishment de seguridad israelí claramente no ha aprendido nada y ha redoblado la apuesta. Parecen haber olvidado el dictado Clausewitziano de que la guerra es una continuación de la política por otros medios. Es evidente que los dirigentes israelíes no tienen un objetivo político claro al librar esta guerra, más allá de la venganza por el número de víctimas civiles y la humillante derrota militar del 7 de octubre, que se presenta como el restablecimiento de la «disuasión». En lugar de tener un objetivo político preciso para esta guerra, el gobierno y el ejército israelíes han planteado el objetivo imposible de la destrucción de Hamás, una entidad político-militar-ideológica que tal vez pueda ser derrotada militarmente pero que no puede ser destruida por ello. Tanto si al final Hamás se debilita como si se fortalece, algo que sólo sabremos bien cuando termine esta guerra, no será destruida como fuerza política y como ideología mientras continúen la ocupación y la opresión del pueblo palestino.
IV. Otro elemento nuevo que puede formar parte de un cambio de paradigma es que, tras una amplia simpatía inicial por Israel a nivel mundial al principio, se han producido intensas reacciones negativas a la guerra de Israel contra Gaza. Este ha sido el caso en todo el mundo árabe, en la mayoría de los países musulmanes y en la mayor parte del resto del mundo (o más bien del mundo real, excluyendo a Estados Unidos y a unos pocos países occidentales). Ha habido una reacción negativa igualmente intensa incluso entre amplios segmentos de la población estadounidense y europea. Es imposible decir si esta reacción tendrá un efecto duradero. Desde luego, no ha tenido casi ningún efecto discernible en la política de la administración Biden de apoyo general a Israel, que se eleva al nivel de participación activa en su guerra contra Gaza, y que puede llevar al compromiso de fuerzas estadounidenses en combate si, Dios no lo quiera, este conflicto se convierte en una guerra más amplia.

La reacción en los países árabes demuestra al menos la absoluta ignorancia de los responsables políticos y expertos occidentales e israelíes que afirmaban con ligereza que «a los árabes no les importa Palestina». Al afirmar esto con confianza, confundieron a los autócratas y cleptócratas que gobiernan la mayoría de los países árabes con sus pueblos, a los que muy claramente sí les importa Palestina, lanzando las mayores manifestaciones vistas en la mayoría de las capitales árabes en una docena de años. Como cualquier historiador serio podría haberles dicho, desde hace más de un siglo, los pueblos árabes han mostrado una profunda preocupación por Palestina. Es imposible saber si esta fuerte reacción negativa hacia Israel será duradera, y si los regímenes antidemocráticos que asolan la región conseguirán reprimir la expresión de estos sentimientos, y cuándo lo harán. Lo que está claro es que, en sus futuras políticas hacia Israel, tendrán que ser mucho más cuidadosos que antes a la hora de tener en cuenta el apasionado apoyo de sus pueblos a la causa palestina.
V. Existe un quinto y último elemento en este posible cambio de paradigma. Las medidas desiguales por las que las élites y los políticos occidentales valoran las vidas marrones o árabes, por un lado, y las vidas blancas o israelíes, por otro, han engendrado una atmósfera tóxica en los espacios dominados por estas élites, como la arena política, las corporaciones, los medios de comunicación y las universidades como Columbia. Estas élites, y muchas otras, consideran que las masacres de civiles israelíes son fundamentalmente diferentes de las masacres de más de una docena de veces más civiles palestinos. El sufrimiento de los civiles israelíes, y sólo de ellos, fue citado expresamente una vez más por el presidente Biden el pasado 15 de noviembre, al tiempo que encubría el bombardeo israelí de Gaza y, con su característica incoherencia, repetía de memoria los argumentos israelíes.
Este enfoque descaradamente desigual es un arma de doble filo: si bien puede servir a Israel a corto plazo, la parcialidad y el doble rasero inherentes a él desnudan al mundo, y a segmentos crecientes de la opinión en Occidente, especialmente a los más jóvenes. Esto es generalmente cierto para todos aquellos que no están intoxicados por las ofertas fuertemente sesgadas de los medios corporativos dominantes, que generalmente presentan todas las noticias que Israel considera oportuno publicar. El apoyo del 68% de los estadounidenses, incluida una gran mayoría de demócratas, al alto el fuego en Gaza, una medida a la que se oponen ferozmente el gobierno israelí y su facilitador en la Casa Blanca, es un indicador de importancia, si no el presagio de un cambio de paradigma.
Sin embargo, a pesar de la burda explotación política de las muertes de civiles israelíes y el secuestro de rehenes civiles, es vital reconocer que estas cuestiones plantean un grave problema moral, además de jurídico y político, para los partidarios de los derechos palestinos. El elemento moral es obvio: las mujeres, los niños, los ancianos y todos los no combatientes desarmados deben ser protegidos incuestionablemente en tiempo de guerra. El elemento jurídico también debería ser obvio. Se puede optar por no aplicar las normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH). Sin embargo, si uno quiere emplearlas, deben aplicarse a todos. Israel afirma falsamente que se adhiere al DIH, aunque ha admitido explícitamente, a través de su «doctrina Dahiya» enunciada en 2007 por un antiguo general, Gadi Eizenkot, que ahora es miembro del gabinete de guerra israelí, que no lo hace. Los dirigentes de Israel han declarado repetida y abiertamente que no obedece al menos dos de los elementos clave del DIH, la proporcionalidad, que exige que la pérdida de vidas humanas o bienes no sea excesiva en relación con la ventaja que se espera obtener de la destrucción de un objetivo militar, y la distinción, que exige distinguir entre la población civil y los combatientes. En sus ataques diarios contra Gaza, como tantas otras veces en el pasado, Israel ha demostrado su total desprecio por estos principios al destrozar la vida de un número incalculable de civiles con el supuesto objetivo de matar a uno o varios militantes.
Es cierto que, según el derecho internacional, los pueblos bajo ocupación tienen derecho a resistir, y esto es cierto, por supuesto, en el caso de los palestinos. Sin embargo, si se quiere exigir la aplicación del DIH a Israel, debe aplicarse igualmente a los actores palestinos, y hay que admitir que, a pesar de las atroces violaciones de estas leyes por parte de Israel, las violaciones de Hamás y otros deben estar sujetas a las mismas normas.
El problema político es que mientras Israel viola el DIH con total impunidad y con la aprobación general de Estados Unidos y de algunos gobiernos occidentales, las violaciones palestinas de la moral y del DIH relacionadas con el asesinato y el secuestro de civiles, que desprecian estos principios morales y legales, se explotan para desprestigiar y deslegitimar toda la causa palestina, y no sólo a los autores. Como se desprende de la reacción política, mediática e institucional en Estados Unidos y Europa desde el 7 de octubre, totalmente centrada en estas violaciones, como hemos visto en Columbia y en otros campus, la lucha por los derechos palestinos es el objetivo.

Lo que ocurre en el hostil espacio político, mediático e institucional de Estados Unidos y Occidente que muchos de nosotros ocupamos importa enormemente. Si aceptamos que Israel es un proyecto colonial (además de nacional) de colonos, Estados Unidos y Occidente son su metrópoli. Como comprendieron los movimientos de liberación irlandés, argelino, vietnamita y sudafricano, no bastaba con resistir al colonialismo en la colonia. También era necesario ganarse a la opinión en la metrópoli, lo que a menudo implicaba limitaciones en el uso de la violencia, así como el uso de medios no violentos (por difícil que sea hacerlo ante la violencia masiva del colonizador). Así es como los irlandeses ganaron su Guerra de Independencia desde 1916 hasta 1921, como ganaron los argelinos en 1962, y como ganaron también los vietnamitas y los sudafricanos. En los hostiles espacios políticos y mediáticos en los que operan quienes apoyan los derechos palestinos en Estados Unidos y Europa, la claridad absoluta sobre estas cuestiones es esencial, no sólo por razones morales y jurídicas, sino también políticas.
Aunque el resultado de esta guerra es obviamente imposible de predecir a estas alturas, al menos ha conducido a los cambios que he esbozado. ¿Conducirá a profundos cambios de paradigma humanitario y político? Yo veo tres grandes interrogantes:
1.) ¿La expulsión de un millón y medio de personas de la parte norte de la Franja de Gaza, incluida la ciudad de Gaza, que ya es una especie de nueva Nakba, conducirá a la limpieza étnica permanente de esta región del norte?
2.) ¿Presentará la comunidad internacional, o Estados Unidos (que a menudo actúa como si constituyera por sí solo la comunidad internacional), una resolución política original y novedosa del conflicto basada en la igualdad y la justicia?
3.) ¿O, como es más probable, se limitará a restablecer alguna forma del anterior statu quo opresivo de ocupación y encierro de los palestinos en espacios cada vez más pequeños, mientras se bombea más formaldehído en el cadáver putrefacto de la «solución de los dos Estados», muerta hace tiempo?
Hoy es imposible responder a estas preguntas, aunque creo que las respuestas podrían ser sí a la primera, no a la segunda y sí a la tercera.
Sin embargo, cabe esperar que pueda excluirse un resultado: se trata de la limpieza étnica de parte o de toda la población de la Franja de Gaza y Cisjordania expulsándola de la Palestina histórica hacia el Sinaí egipcio y Jordania. Durante sus primeras visitas a la región tras el estallido de la guerra, el Secretario de Estado Anthony Blinken, aparentemente actuando como recadero de Israel, presionó a los gobernantes de Egipto, Jordania y Arabia Saudí para que aceptaran este resultado. Todos ellos le rechazaron con decisión. Al hacerlo, estos gobiernos estaban actuando sobre la base del interés nacional de sus Estados y en interés de la preservación de sus regímenes, pero también en interés de los palestinos, que saben por 75 años de amarga experiencia que Israel nunca ha permitido regresar a nadie a quien haya expulsado de Palestina.
La pistola humeante que prueba las malignas intenciones de la Casa Blanca de Biden se encuentra en la solicitud presupuestaria de la Oficina de Gestión y Presupuesto del 20 de octubre de 2023 al Congreso de miles de millones de dólares para ayuda militar a Ucrania e Israel. Esto incluye una solicitud de financiación bajo el epígrafe de «Migración y Ayuda a Refugiados» para «necesidades potenciales de los gazatíes que huyen a países vecinos», para «desplazamientos a través de frontera[s]» y para «necesidades de programación fuera de Gaza».
A la miopía de la administración Biden al alinearse servilmente con un esfuerzo bélico israelí que implica múltiples y probables crímenes de guerra, y que no tiene ningún resultado político discernible o alcanzable, hay que añadir su locura política interna. Ha ignorado resueltamente la creciente oposición a su apoyo ilimitado a la guerra de Israel contra Gaza por parte de muchos de sus propios funcionarios, así como de elementos clave de la base del partido demócrata. Ésta está formada en gran parte por votantes jóvenes, elementos liberales y progresistas de las comunidades judía y cristiana, árabes, musulmanes y elementos destacados de la comunidad negra y otras comunidades minoritarias. A medida que el asalto de Israel a Gaza continúa con el pleno apoyo de la administración, es cada vez más difícil ver cómo un gran número de estos grupos, en particular los situados en estados indecisos cruciales, se atreverán a votar por Joseph Biden en 2024.
Más allá del apoyo estadounidense a Israel para obligar a más de un millón de personas a abandonar el norte de la Franja de Gaza, si no fuera por la decidida oposición (hasta ahora) de unos pocos gobiernos árabes, se habría añadido la vergonzosa participación de Estados Unidos en una nueva fase del proceso de 75 años de limpieza étnica israelí de los palestinos de su patria. No hemos llegado a ese punto, y esperemos que nunca lo hagamos. Sin embargo, aunque hasta ahora se le ha impedido la complicidad en esa atrocidad específica, la administración Biden ya se ha precipitado de cabeza a un abismo de depravación moral al apoyar materialmente a Israel en la masacre de miles de palestinos y en hacer inhabitable Gaza, y al condonar su limpieza étnica dentro de Gaza.

Observación de Joaquín Miras:
La guerra guerrillera tiene su lógica y más la que se da en sociedades en que los sometidos que se ven obligados a asumirla, no son reconocidos como seres humanos, algo que no es solo propio de la extrema derecha israeli, sino de la totalidad de la sociedad israelí, de sus leyes etc -en fisssno: «apartheid»-. Matar a uno no acarrea consecuencias , meterlo en la cárcel años y años, sin pasar por el sistema judicial, no pasa nada y es algo masivo… etc. Los comunistas, antes, declarábamos la necesidad de los frentes de liberación para esas situaciones. No es solo el enfrentamiento psicológico, sino la táctica. Te voy a demostrar que tú no eres más que yo, aunque me bombardees los canales de irrigación de los arrozales, en el norte, con B 52, desde 6 mil metros de altura todos los días, pero si ahí yo no puedo, verás qué pasa cuando estés patrullando en el delta del Mekong, o en el Pico del Loro, o tomándote un refresco en un bar de Saigón o con una puta en un hotel… Y a los que colaboren, les va a dar el sol.
Lo mismo en Argelia.

6. Las revoluciones y Hegel

En Jacobin han publicado esta reseña de un libro nuevo sobre Hegel. No sé qué os parecerá a los hegelianos… https://jacobin.com/2023/11/

Hegel sigue siendo un pensador importante para la izquierda
Samuel McIlhagga
En el siglo pasado, los liberales afirmaban que Hegel había inspirado el fascismo, y los socialistas le acusaban de haber frenado la teoría marxista. Hoy, el idealista alemán ha caído en el olvido. Un nuevo libro defiende su relevancia contemporánea.
Reseña de Hegel’s World Revolutions por Richard Bourke (Princeton University Press, 2023)
La reputación del filósofo alemán G. W. F. Hegel ha pasado por una serie de reevaluaciones positivas y negativas desde su muerte hace casi dos siglos. En su apogeo, Hegel fue tanto el principal filósofo del Estado prusiano como una inspiración para la naciente izquierda alemana. Los hegelianos de izquierda, como llegó a conocerse a la facción antiautoritaria inspirada por los idealistas, veían la filosofía de Hegel como un ataque a los principios que los hegelianos de derecha creían que celebraba: el mercado, el Estado y Dios. Cuando Karl Marx empezó a desarrollar su economía política inspirada en Hegel, pudo observar que el gran filósofo alemán había sido desechado por la posteridad y tratado como un «perro muerto».
La Segunda Guerra Mundial echó un jarro de agua fría sobre la segunda oleada de entusiasmo por Hegel, que comenzó a finales del siglo XIX. Tanto en la izquierda como en la derecha, los críticos acusaron al autor de la Fenomenología del espíritu de totalitarismo y lamentaron lo que consideraban una creencia optimista en el progreso, un compromiso considerado indefendible tras los horrores infligidos por dos grandes guerras.
Pero Hegel siguió ejerciendo su influencia en intelectuales que seguían comprometidos con diversas visiones del progreso. En la izquierda, György Lukács defendía una variante humanista del hegelianismo, mientras que en la derecha, Giovanni Gentile, el filósofo de cabecera del fascismo italiano, profesaba su propia lealtad al idealismo, que rebautizó como «actualismo», un credo que pretendía remodelar la sociedad italiana a través de un «geist» volkish expresado dentro de un Estado totalitario palingético. El emigrante ruso Alexandre Kojève proporcionó quizá la síntesis más ambiciosa y clarividente, reimaginando a Hegel como profeta del federalismo liberal paneuropeo posnacional.
Sin embargo, dentro de la corriente política e intelectual dominante, el interés por Hegel se convirtió en un extraño pasatiempo. Parecía que a muy poca gente le preocupaban las cuestiones fundamentales sobre si el progreso era real o el Estado la forma más racional de organización social. Por eso, el filósofo liberal Richard Rorty, que escribía en nuestra era de supuesta resolución política, podía bromear triunfalmente diciendo que los hegelianos de izquierdas y de derechas habían «acabado resolviendo sus diferencias en un seminario de seis meses llamado la Batalla de Stalingrado».

Hegel reevaluado

Sin embargo, para muchos, la campana fúnebre de Hegel sonó demasiado pronto. Entre estos pensadores se encuentra el profesor de historia del pensamiento político de Cambridge Richard Bourke. El nuevo libro de Bourke, Hegel’s World Revolutions (2023), se propone contrarrestar lo que él denomina la «insurgencia anti-Hegel de posguerra». Los combatientes en el bando enemigo son, según Bourke, el posmodernismo, una corriente dominante de la filosofía angloamericana, que llegó a conocerse como «analítica», y un conjunto de teóricos liberales anacrónicos de la Guerra Fría preocupados por diagnosticar retrospectivamente el pensamiento del pasado como «totalitario».
Bourke retoma este enfoque revisionista en su estudio de Hegel, atacando nociones preconcebidas sobre el «utopismo» y el «autoritarismo» del filósofo alemán. El propio Bourke tiene sus orígenes intelectuales en lo que a veces se denomina la Escuela de Cambridge del contextualismo histórico. Este enfoque, que insiste en leer la historia del pensamiento político como respuestas a problemas locales y no atemporales, tiene una tendencia al parroquialismo, que Bourke rechaza como «anticuarismo». En su lugar, defiende de forma limitada la relevancia política contemporánea del hegelianismo.

Hegel’s World Revolutions traza las revoluciones anteriores al siglo XIX que Hegel consideraba vitales para el progreso y la modernidad, como la sustitución del paganismo europeo por el cristianismo, la Reforma protestante, la caída del feudalismo, la destrucción del Sacro Imperio Romano Germánico, el auge del pensamiento de la Ilustración y la Revolución Francesa. Sin embargo, Bourke también estudia los cambios de paradigma de finales del siglo XIX, XX y XXI en la política y la academia, que han vinculado la reputación de Hegel tanto a proyectos totalitarios fallidos como a la propia modernidad.
La insurgencia antihegeliana

Bourke está interesado principalmente en deconstruir las interpretaciones de Hegel de mediados del siglo XX, como el enfoque «liberal clásico» de Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos (1945), que interpretaba el hegelianismo como protototalitario. Las revoluciones mundiales de Hegel desafía estas lecturas paranoicas de la Guerra Fría, argumentando que su sujeto era un humanista de gran capacidad interesado en la emancipación humana, el crecimiento de la democracia, el constitucionalismo, la sociedad civil y el progreso histórico. Para Bourke, el rechazo de Hegel ha coincidido con una hostilidad más amplia hacia los logros de la modernidad y una tendencia a tirar lo bueno con lo malo. «Los valores duramente conquistados se desechan como instrumentos de coerción» y «en consecuencia, se condena el universalismo y se menosprecian los derechos».

Bourke acusa a un elenco de filósofos europeos de influir y liderar la «insurgencia anti-Hegel de posguerra». Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Theodor Adorno, Jacques Derrida y Michel Foucault son los principales culpables. Para Bourke, las tres últimas figuras deseaban refundir la emancipación humana en términos individuales como autorrealización personal, escapando de un presente «desencantado» sin comprometerse en lo que Hegel habría llamado el «trabajo de lo negativo».
A su vez, Nietzsche y el filósofo nazi Heidegger abrazaron un retorno nostálgico a las antiguas y brutales civilizaciones aristocráticas esclavistas de Grecia y Roma. Para Bourke, la parte más vital del pensamiento de Hegel es el rechazo tanto de nuestra capacidad de volver atrás en el tiempo como de desear que desaparezca el legado de lo que ya ha sucedido. En su lugar, la política y la filosofía deben mirar sin complejos hacia adelante y encontrar lo que Hegel describió en sus Elementos de la Filosofía del Derecho (1821) como «la rosa en la cruz del presente».

Revoluciones en la actualidad

Lo que hace a Hegel tan valioso como pensador tanto para la izquierda como para la derecha es su rechazo de la nostalgia y el utopismo ahistórico y su abrazo de lo que él denominaba «actualidad» o Wirklichkeit. Para los críticos de Hegel, este realismo -resumido en la conocida frase «lo racional es actual; y lo actual es racional» que se encuentra en el prefacio de Hegel a los Elementos de la Filosofía del Derecho– era uno de los principales problemas del pensamiento del idealista. Estas preocupaciones no estaban motivadas por un simple romanticismo ingenuo. Expresaban serias preocupaciones por el sufrimiento ignorado por la obstinada creencia en el progreso. ¿Cómo, por ejemplo, podía considerarse racional la crueldad implacable del siglo pasado, por no hablar de las guerras que asolan el mundo en el presente?
Hegel, por supuesto, no ignoraba en absoluto el sufrimiento endémico de la historia, a la que se refería como un «banco de matanza». Pero este frío realismo inspiró la crítica más radical de la modernidad que pretendía comprender. Marx y sus seguidores se basarían en este doble rechazo, criticando tanto las formas nostálgicas como utópicas del socialismo a lo largo del Manifiesto Comunista (1848), al tiempo que promovían una política preocupada por movilizar a las clases políticas existentes en el presente y por comprender las fuerzas que podían reunir para transformar el mundo.
Inicios idealistas
Hegel creció en una Alemania fragmentada y dispar, situada en un continente europeo que se encontraba en medio de una profunda transición entre el feudalismo y el capitalismo, la Ilustración y la época romántica. Nació en 1770, en el Ducado de Württemberg, al sur de Alemania, en el seno de una familia de funcionarios «meritocráticos» de clase media o Bildungsbürgertum. Estos plebeyos educados, en una Europa Central comparativamente subdesarrollada, constituían el segmento más moderno y progresista de la sociedad antes del ascenso del proletariado industrial de Marx.
En su obra de madurez, especialmente en Elementos de la filosofía del derecho, Hegel valoriza a esta clase por su ruptura con los ideales aristocráticos. Bourke señala que esta corrosión del viejo orden fue desencadenada por el auge de un modelo más personal de subjetividad humana. Esto cambió la forma en que la gente pensaba sobre el trabajo, ya no como una profesión en la que se nacía, sino como algo elegido. Los líderes de este nuevo mundo regido por la libertad humana eran, según Bourke «una élite burocrática formada en la universidad» que se convirtió en fundamental para el funcionamiento del Estado moderno, dirigido según normas de «deber público» y no de «autoridad arbitraria». Para Hegel, una sucesión de acontecimientos, a lo largo de miles de años, había permitido que la subjetividad y su poder pasaran del control de uno solo (monarquía), a unos pocos (aristocracia), y ahora a muchos (democracia).
La clave de este crecimiento de la subjetividad fue el auge del cristianismo protestante en Europa. La familia de Hegel le envió a un estricto seminario luterano ortodoxo, el Tübinger Stift. Allí, junto a otras luminarias del idealismo alemán como el poeta Friedrich Hölderlin y el filósofo Friedrich Schelling, arremetería contra el asfixiante dogma de la Iglesia, al tiempo que se empapaba de él. Bourke, en un breve ensayo para el New Statesman, ha señalado que «[Hegel] pronto cayó bajo la influencia de Jean-Jacques Rousseau e Immanuel Kant, y no tardó en extender las implicaciones de su pensamiento… rechazó la idea de una deidad trascendente junto con la doctrina de la inmortalidad del alma».

De hecho, Hegel prefiguraría a pensadores alemanes secularizadores, como Ludwig Feuerbach y Marx, al sugerir que Dios y la religión eran, en última instancia, expresiones del valor humano contingente. Así, el protestantismo, a pesar de sus hipocresías y fracasos, revelaba un deseo humano más profundo de actuar. Según Bourke, Hegel vio la reforma luterana como una revolución necesaria e inacabada que «introdujo un horizonte temporal totalmente nuevo» mediante la liberación del individuo de la arbitraria autoridad eclesiástica. Esta liberación presagiaría la apertura de otras escapatorias potenciales del poder social, político y económico arbitrario.

La revolución cristiana inacabada

Bourke dedica gran parte de Las revoluciones mundiales de Hegel a las actitudes de Hegel, comparativamente poco estudiadas, ante las transiciones entre paganismo y cristianismo y catolicismo y protestantismo en su obra temprana. Bourke sostiene que para Hegel ambas transiciones eran revoluciones histórico-mundiales necesarias, pero no suficientes.
A pesar de su potencial emancipador, Hegel, según Bourke, interpretaría el cristianismo como una revolución fallida, o inacabada, de la conciencia humana que había descendido a la corrupción: «Jesús había sido un defensor de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Sin embargo, a medida que avanzaba la transformación cristiana, cada una de estas aspiraciones se deshizo. La libertad de autolegislación moral dio paso a la jurisdicción de confesores y prelados».
Bourke, como muchos intérpretes anteriores, sugiere que, tras sus primeros trabajos en teología, Hegel se volvió hacia la historia y el desarrollo moral humano para intentar diagnosticar el fracaso del cristianismo, inspirándose profundamente en su predecesor filosófico Immanuel Kant. Ambos creían, según Bourke, que el cristianismo «acabó en fracaso». Sin embargo, Hegel difería de Kant en que pensaba que era necesaria una explicación histórica, y no puramente filosófica, para esta insuficiencia.

¿Revoluciones futuras?

Bourke nos informa de que: «La historia del pensamiento político es más diagnóstica que prescriptiva. Nos ayuda a entender las estructuras políticas como productos de constelaciones de fuerzas anteriores». En consecuencia, el abrazo de Hegel a la «actualidad» se manifestó como un análisis muy temprano, aunque único, de las estructuras e instituciones sociales que se habían desarrollado en el siglo XIX: el Estado, la sociedad civil y una economía de mercado moderna. Hegel, en manos de Bourke, se convierte en practicante de una especie de sociología descriptiva. Este enfoque sala eficazmente la tierra contra lecturas hostiles y anacrónicas, a la vez que nos deja con un pensador exorcizado del tipo de extravagancia metafísica y criptoteología con las que se le suele asociar.
Dentro de estas estrechas limitaciones historicistas, Bourke consigue generar ideas, pero las lecciones que ofrece no son nuevas. Hegel, limitado por su contexto, tenía una concepción comparativamente plana y conservadora de la política y la sociedad. En su núcleo estaba la unidad familiar, los gremios comerciales, las grandes corporaciones y el Estado constitucional encabezado por un monarca. Hay poco en este «diagnóstico» histórico de Hegel que hable del ascenso, y consiguiente caída, de la política de clases de masas en la Europa de los siglos XX y XXI. La principal razón de ello son las limitaciones de la perspectiva del propio Hegel, que escribió cuando las clases modernas estaban naciendo, pero antes de que hubieran creado instituciones para proteger sus intereses.
Por supuesto, Hegel intenta reflexionar sobre estas cuestiones. A primera vista, las organizaciones que Hegel denomina corporaciones, que son instituciones gremiales para los trabajadores, podrían considerarse protouniones, y la Polizei, responsable de la administración del espacio municipal y del cuidado de los pobres, son claramente precursoras del moderno Estado del bienestar.

Pero Hegel ni siquiera concibió los movimientos radicales que pusieron de relieve estas dos instituciones como objetos dignos de análisis. Lo más cerca que estuvo de un debate sobre los sectores de la sociedad abandonados por la modernidad fueron unas pocas observaciones sobre lo que él llama la «chusma». En cambio, tras el fracaso de la racionalista y utópica Revolución Francesa, Hegel vio a las monarquías y repúblicas constitucionales protestantes del norte de Europa, como Gran Bretaña, los países nórdicos, Alemania y los Países Bajos, capaces de lograr la liberación humana por medios más concretos y considerados «prácticos». «La Revolución había acabado en fracaso. El camino a seguir, concluyó Hegel, estaba en la Europa protestante».
Las revoluciones mundiales de Hegel sugiere no sólo que veamos a Hegel como un filósofo «práctico», sino también como alguien impulsado por este pragmatismo hacia una versión naciente de la socialdemocracia. De hecho, Bourke señala que «[algunos] vieron su influencia tras el ascenso del movimiento socialdemócrata bajo el liderazgo de Ferdinand Lassalle». Para Bourke, la importancia última de Hegel parece residir en su capacidad para reconocer que un «sistema de necesidades, surgido en la sociedad civil moderna, resultaba compatible con la libertad constitucional». Puesto que necesidad y libertad no eran antitéticas en Hegel, podían reconciliarse dialécticamente». Dicho de un modo más prosaico, Hegel reconocía que la libertad humana requería instituciones colectivas para ser protegida y que éstas no tenían por qué considerarse impedimentos para la autorrealización.
En cierto nivel de abstracción, estos elevados ideales coinciden con la ideología dominante en casi toda Europa, incluso en los países gobernados por conservadores. Pero un examen más detenido nos da motivos para dudar del valor de pensar a este nivel de distanciamiento práctico. Lo que hizo posible la redistribución introducida por la socialdemocracia fue la organización de masas de los trabajadores, que se movilizaron a través de instituciones claramente modernas: el partido político, el sindicato y la prensa libre. En Hegel no hay un debate serio sobre estos pilares, lo que quizá sea una señal de que, a pesar de la profundidad de sus ideas, sigue siendo un pensador claramente premoderno.

7. Resultados de la cumbre Xi-Biden

Bhadrakumar no es muy optimista sobre los resultados de la reciente reunión de Biden con Xi. https://www.indianpunchline.

Publicado el 18 de noviembre de 2023 por M. K. BHADRAKUMAR
Ningún esfuerzo serio para recomponer las relaciones entre EEUU y China en la cumbre de San Francisco
La señal de la cumbre entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping celebrada el miércoles en San Francisco es que un año rocoso en la relación entre EE.UU. y China tuvo un cambio de atmósfera. Siguen existiendo serias diferencias y también está el reto de navegar por las dos elecciones presidenciales de alto riesgo en 2024: en Taiwán en enero y en EE.UU. en noviembre.
Tanto Washington como Pekín hicieron un balance positivo de la cumbre y se mostraron deseosos de exhibir una diplomacia exitosa. Para Biden, es muy urgente reivindicar el éxito de la política exterior cuando la guerra por poderes en Ucrania está prácticamente perdida y otra guerra acaba de comenzar en Oriente Medio. La guerra, después de todo, es un fracaso de la diplomacia.
Después de la Cumbre, Biden exageró diciendo que sus conversaciones con Xi «fueron algunas de las discusiones más constructivas y productivas que hemos tenido… hemos hecho algunos progresos importantes, creo… Y en los próximos meses, vamos a seguir preservando y persiguiendo la diplomacia de alto nivel con la RPC en ambas direcciones para mantener abiertas las líneas de comunicación, incluso entre el presidente Xi y yo». Él y yo acordamos que cualquiera de los dos podía coger el teléfono, llamar directamente, y seríamos escuchados inmediatamente». Biden terminó su rueda de prensa calificando a Xi de dictador, pero añadió el comentario final: «De todos modos, hemos progresado».
La lectura china terminó con un extraordinario resumen: «La reunión ha sido positiva, exhaustiva y constructiva. Ha trazado el camino para mejorar y desarrollar las relaciones entre China y Estados Unidos. Y San Francisco debería ser un nuevo punto de partida para estabilizar las relaciones entre China y Estados Unidos. Ambos [Xi y Biden] dieron instrucciones a sus equipos para que se basen en los acuerdos alcanzados en Bali y realicen un seguimiento oportuno e implementen la nueva visión acordada en San Francisco. Los dos jefes de Estado acordaron continuar sus contactos regulares».
La lectura destacaba que Biden «recibió calurosamente» a Xi, ofreció un almuerzo en su honor y «le acompañó hasta su limusina para despedirse». Asimismo, los dos presidentes mantuvieron «un sincero y profundo intercambio de puntos de vista sobre cuestiones estratégicas y generales críticas para la dirección de las relaciones entre China y EE.UU. y sobre los principales asuntos que afectan a la paz y el desarrollo mundiales».
La lectura de la Casa Blanca decía, a su vez, que «los dos líderes mantuvieron un debate sincero y constructivo sobre una serie de cuestiones bilaterales y globales, incluidas áreas de cooperación potencial, e intercambiaron puntos de vista sobre áreas de diferencia».
Aunque era demasiado esperar un gran avance en la relación, las conversaciones de cuatro horas de duración produjeron algunos resultados: las dos partes acordaron trabajar juntas para controlar los flujos de estupefacientes, reanudar las comunicaciones entre militares, cooperar en los riesgos que plantea la inteligencia artificial y ampliar los intercambios en educación, negocios y cultura e incrementar el número de vuelos entre sus países. Algo es mejor que nada. No se emitió ninguna declaración conjunta tras la cumbre.
Además, está la cuestión controvertida, que ninguna de las partes se atreve a discutir públicamente: China ha empezado a vender sus enormes tenencias de bonos del Tesoro estadounidense. El daño que una venta china podría causar a los mercados financieros, a las finanzas de Washington y a la economía en general no necesita explicación. Durante décadas, EE.UU. fue un gran consumidor, pero como los estadounidenses tenían un déficit comercial, necesitaban pedir prestado para apoyar la compra de importaciones chinas y Pekín adelantaba ese préstamo indirectamente a través de sus compras de bonos del Tesoro estadounidense. Pero la matriz ha cambiado.
Tal y como están las cosas, la demanda de bonos estadounidenses no es alta, ni mucho menos; de hecho, uno de los compradores más entusiastas de bonos estadounidenses es la Reserva Federal de Estados Unidos. Esto se ha comparado con algo así como tener tu propia panadería y comprar la mayor parte del pan no vendido al final del día para que no se forme una opinión negativa de tus ventas. El hecho de que la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, haya aparecido en el primer plano de las relaciones entre Estados Unidos y China es una señal.
En la cumbre de San Francisco, ninguna de las partes regaló nada en absoluto. Xi afirmó que, haga lo que haga EE UU, la reunificación de Taiwán es «inevitable». Xi propuso la «coexistencia pacífica», el modo de vida elegido entre la Unión Soviética y Estados Unidos, pero Biden insistió en que «Estados Unidos y China compiten» y que Estados Unidos «siempre defenderá sus intereses, sus valores y a sus aliados y socios».

Si Pekín esperaba una vuelta al «espíritu de Bali», Washington ni siquiera reconoce tal cosa. Al parecer, Estados Unidos no recuerda que Biden diera garantías del tipo «cinco noes». El informe de la Casa Blanca sobre la reunión de San Francisco tampoco menciona estas garantías. Está claro que existen importantes lagunas en la percepción estratégica y el entendimiento mutuo. Y hay motivos para dudar de que durante las cuatro horas que duró la conversación se entablara negociación alguna.
Un estudio minucioso de las dos lecturas -y de los informes posteriores de los medios de comunicación- da la impresión de que, ante todo, Biden estaba grandilocuente ante su público político nacional, mientras que Xi hablaba con la vista puesta en el público mundial.
Biden demostró su disposición a ser duro con China y a evitar cualquier concesión sustancial o unilateral, además de mostrar que su vasta experiencia en diplomacia internacional sirve hoy de forma óptima a los intereses de Estados Unidos y que no cabe dudar de su agilidad mental y su capacidad de atención a los 80 años para soportar los rigores de la diplomacia personal.
Para Xi, no hubo tal consideración subjetiva. Se elevó alto, como la alondra de Shelley, brotando de la tierra «como una nube de fuego… como una alegría sin cuerpo cuya carrera acaba de empezar». La de Xi fue la voz de la razón y la cooperación que contrastó con el enfoque de confrontación de Biden. Xi exhortó a que Washington y Pekín deben «aunar esfuerzos para hacer frente a los desafíos globales y promover la seguridad y la prosperidad mundiales» en lugar de «aferrarse a la mentalidad de suma cero» y así «conducir al mundo hacia la agitación y la división».
La narrativa occidental se tambalea. Xi no parecía estar en una posición política y diplomáticamente débil, mientras China lidia con problemas económicos. Evidentemente, tampoco es el caso de que necesitara una cumbre «exitosa» más que Biden. Al contrario, la cumbre de San Francisco transmitió el resonante mensaje de que China ha llegado como potencia mundial.
Sin embargo, aunque la cumbre no pareció haber hecho un esfuerzo serio por recomponer la relación abordando los intereses vitales y las preocupaciones fundamentales de cada uno, es positivo que se hayan reabierto los lazos de comunicación, lo que será útil para gestionar la relación y construir «barandillas» a su alrededor y un «suelo» bajo ella.
Mientras tanto, hay una pequeña esperanza de que, en el tema potencialmente más explosivo – Taiwán -, circunstancias fortuitas puedan calmar las agitadas aguas. No cabe duda de que las elecciones de Taiwán tendrán una importancia crucial para la relación entre Estados Unidos y China, ya que si los dos principales partidos de la oposición, el Kuomintang (KMT) y el Partido Popular de Taiwán (TPP), que finalmente han decidido unirse, presentan un candidato conjunto en las elecciones del 13 de enero, será una candidatura formidable que tendrá asegurada una fácil victoria.
Esto, por supuesto, afectará a la delicada dinámica de la cuestión de Taiwán, dada la clara voluntad del KMT y el TPP de mejorar conjuntamente los diálogos a través del estrecho tras las elecciones, que ofrecen la perspectiva de algo así como un bienvenido respiro para el triángulo Washington-Pekín-Taipei.
La gran pregunta sigue siendo: ¿Ha conseguido Biden afirmar que, a pesar de la derrota en la guerra de Ucrania y de la guerra eterna que acaba de empezar en Oriente Próximo, Estados Unidos se encuentra en «una posición de fuerza» en la relación con China? Dicho de otro modo, ¿está China haciendo caso a las súplicas de Estados Unidos para que dé marcha atrás en sus relaciones con Rusia e Irán? Todo parece indicar lo contrario.

8. Estrategias de Hamás y de Israel

Tomaselli parece pensar que mientras Hamás tiene una estrategia militar clara, los israelíes van un poco como pollo sin cabeza. Es curioso, porque otros analistas dicen totalmente lo contrario, que Hamás se lanzó a una aventura militar sin prever las consecuencias. https://giubberosse.news/2023/

Palestina: comparación de estrategias
Enrico Tomaselli 18 de noviembre de 2023
Intentemos investigar la fase actual del conflicto israelo-palestino desde un punto de vista estrictamente militar: las estrategias, las tácticas, las elecciones realizadas -y las condiciones objetivas- de una guerra en la que interactúan, directa o indirectamente, muchos actores, cada uno con sus propios intereses y necesidades. Precisamente por ello, un rompecabezas complicado de resolver.
En todo conflicto, no sólo existe el choque entre fuerzas militares, siempre hay también -o mejor dicho, antes- dos estrategias que se enfrentan. Y si, como nos recordaba von Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios, entonces estas estrategias nunca son exclusivamente militares.

Hablar de estrategias, sin embargo, implica la idea de que existe un diseño, un plan, que aúna los objetivos a alcanzar con los movimientos necesarios para conseguirlos. Lo que, a su vez, implica que hay una prevalencia del cálculo racional sobre los datos emocionales, lo que también es ineludible.

Lo primero que hay que preguntarse, pues, es si efectivamente existen estrategias enfrentadas en el conflicto israelo-palestino tal y como se está desarrollando desde el 7 de octubre en adelante. Y sólo entonces, si procede, investigarlas.

Ahora bien, en un conflicto tan largo (casi siglos) y tan enconado, es obvio que hay componentes enraizados en sentimientos y emociones; dolor, nostalgia, ira, miedo, odio. Así que no podemos esperar no encontrar rastro de ellos en ninguno de los bandos. Se trata más bien de ver en qué medida esto actúa a la hora de determinar las opciones de unos y otros.
Una cosa es cierta y evidente: puesto que fueron las fuerzas de la Resistencia palestina las que abrieron esta fase del conflicto, y puesto que la acción del 7 de octubre requirió una larga y cuidadosa preparación, se puede afirmar sin temor a equivocarse que esta acción forma parte de un diseño estratégico más amplio. Que a su vez, más allá de los objetivos políticos igualmente claros que se marcó (y que en parte ya ha alcanzado), debe incluir necesariamente las grandes líneas del desarrollo militar posterior.

No cabe duda de que la elaboración de dicho plan (que, recordemos, no es obra exclusiva de Hamás/al-Qassam, sino de no menos de cinco organizaciones político-militares diferentes) tuvo en cuenta la reacción israelí; y desde luego no podía ignorar el hecho de que, en términos numéricos y de medios, la supremacía de las IDF era indiscutible. La estrategia palestina, por tanto, sólo podía tener en cuenta el elevado número de bajas y, al mismo tiempo, centrarse en otra cosa para derrotar al enemigo. Bien mirado, estos son exactamente los principios básicos de cualquier guerra de guerrillas.

La premisa estratégica de la Operación Tormenta al-Aqsa es que el punto débil de Israel es su personal humano. La capacidad política y social para soportar bajas relativamente altas es sin duda mucho menor para Tel Aviv que para la Resistencia. Los militares israelíes son chicos (y chicas) reclutas que no están preparados para una guerra de desgaste prolongada. Su resistencia psicológica (así como la de sus familias) está contenida por debajo de ciertos límites -de tiempo y de bajas. Obviamente, esto se ve afectado por numerosos factores, más o menos comunes a todas las sociedades occidentales; pero en el caso de Israel hay un elemento adicional, a saber, la obsesión demográfica. De hecho, la población no árabe es extremadamente pequeña, en comparación con la masa de palestinos y árabes de los países vecinos, y tiene una tasa de fecundidad muy inferior.
La estrategia palestina, por tanto, puede resumirse de forma sencilla. Hay una primera fase, el ataque, durante la cual se rompe el mito de la invencibilidad del enemigo, se mina la relación de confianza entre la población y su ejército, se reposiciona la cuestión palestina en el centro del mundo, se socava el plan estadounidense de normalizar el statu quo y, por último, pero no por ello menos importante, se infligen pérdidas al enemigo y se toman prisioneros que serán necesarios para las siguientes fases.

La segunda fase, implica -en sentido literal- resistencia; se cuenta con la reacción airada y feroz de las IDF, y se trata de desaparecer hasta que se descargue. La tercera fase (la actual) implica el enfrentamiento sobre el terreno entre las fuerzas combatientes y el ejército enemigo, durante el cual la guerrilla intentará infligir el mayor número posible de bajas al enemigo y debilitar (su) resistencia; en este marco, el intercambio de prisioneros civiles sirve para amortiguar el impacto de la respuesta israelí. La última fase, cuando el enemigo esté cansado, aislado, indefenso y dividido internamente, consistirá en un largo alto el fuego como preludio al intercambio de prisioneros militares por miles de palestinos encarcelados.

En ese momento, la victoria política -y también militar- de la resistencia sería evidente.

Esto, por supuesto, es sólo presumiblemente la estrategia palestina, y en cualquier caso es lo que imaginó, no necesariamente lo que sucederá.

Ahora podemos preguntarnos, en cambio, cuál es la estrategia israelí.

Por paradójico que parezca, mi respuesta a esta pregunta es que -simplemente- no existe una estrategia israelí. Y ello por dos sencillas razones: la primera es que la iniciativa fue totalmente palestina, y cogió por sorpresa a todo el establishment político-militar; la segunda es que, dentro de las fuerzas armadas y los servicios de seguridad israelíes, nadie pensó nunca que la Resistencia pudiera llevar a cabo una operación de este nivel, y por tanto no había planes sobre cómo hacer frente a esta eventualidad. Además, la reacción militar de las primeras 48 horas, caracterizada claramente por el caos y el pánico, lo confirma empíricamente.

Lo que ahora se presenta como la estrategia del Estado judío, a saber, la conquista de Gaza y su control directo en los próximos años, acompañada de la expulsión del mayor número posible de palestinos, no es en realidad en modo alguno una estrategia, ni política ni militar. Es, en el mejor de los casos, un diseño geopolítico a largo plazo, exhumado para cubrir precisamente la falta de una idea estratégica con la que abordar la situación. En términos militares, pues, es absolutamente insignificante.

La realidad es que la respuesta israelí al 7 de octubre no es la aplicación de un plan específico y adecuado, sino una mera reacción visceral; la rabia por el desaire sufrido, la conciencia del daño infligido por el enemigo, el dolor por las pérdidas, el deseo de venganza, han armado la mano de Netanyahu y de las IDF, pero sin ninguna idea de adónde ir y cómo -excepto la voluntad genérica de aniquilar a Hamás. Un objetivo inalcanzable, por otra parte [1].

La ausencia de una verdadera estrategia militar es evidente no sólo por la vaguedad de los objetivos (y la pura certeza de poder alcanzarlos), sino por lo que siguió al 7 de octubre.

La primera respuesta fue, obviamente, iniciar la campaña de bombardeos sobre la Franja. Un movimiento puramente reivindicativo, de cuya inutilidad militar es imposible que el Estado Mayor israelí no se diera cuenta. Su única utilidad, de hecho, era transmitir la idea de la disposición de Israel a responder a la amenaza, y ganar tiempo para decidir cómo actuar, y preparar las fuerzas para hacerlo. No en vano, la Operación Espada de Hierro se lanzó 20 días después del ataque palestino.

El segundo paso fue movilizar a los reservistas en masa, haciendo incluso que aquellos que -al tener doble nacionalidad- residían habitualmente en el extranjero regresaran con vuelos especiales. También ésta fue una medida militarmente inútil, al menos en los términos cuantitativos en que se aplicó, pero da testimonio del pánico que se apoderó de los dirigentes políticos y militares.

Cuarenta días después de que todo comenzara, está claro que no existe ni un objetivo claro, ni siquiera una idea clara de cómo alcanzarlo – aunque todo ello enmascarado por un bombardeo verbal extremadamente agresivo, si no mesiánico.

También hay que señalar que, para las IDF, surgió casi de inmediato un problema adicional. De hecho, además del frente del sur de Gaza, se hizo evidente de inmediato que existían otras amenazas, aunque de distinta peligrosidad. Las formaciones chiíes iraquíes y yemeníes, de hecho, comenzaron a atacar a Israel desde la distancia, en particular Eilat y la costa del Mar Rojo. Obviamente, Cisjordania entró en agitación. Y especialmente en la frontera libanesa, Hezbolá asumió inmediatamente una postura extremadamente ofensiva, golpeando continuamente las posiciones israelíes.

Todo esto significó que las IDF y la fuerza aérea tuvieron que desplegarse de forma que cubrieran al menos tres frentes: Gaza, Cisjordania y Líbano. Como se desprende de la prensa israelí, el país (ciertamente consciente de los acontecimientos de 2006) está sencillamente aterrorizado por Hezbolá, y la idea de que pueda implicarse más activamente en la guerra es la mayor preocupación de las IDF.

Si tratamos de bajar un nivel, y vamos a analizar los movimientos tácticos, lo que hemos argumentado hasta ahora se hará aún más evidente.

Desde el punto de vista táctico, en efecto, el movimiento palestino del 7 de octubre es una maniobra clásica: se ataca al enemigo cuando y donde no se lo espera, se le golpea con fuerza, y luego se retira a sus posiciones, a la espera de que reaccione y venga a atacar, pero en nuestro territorio. El ataque por sorpresa, por lo tanto, es a su vez funcional para empujar al enemigo a venir a luchar donde la Resistencia es más fuerte: su propio territorio, donde actuará defensivamente (por lo tanto, con más ventaja), explotando su propia red de fortificaciones, en concreto, en gran parte subterránea.

En este punto, también es importante referirse a algunos elementos que, en la tormenta de comunicación que acompaña al conflicto, acaban perdiéndose.

Empecemos diciendo que en la fase de ataque del 7/10 participaron probablemente 6/700 combatientes en total. Si tenemos en cuenta que era necesario devolver inmediatamente a Gaza a los prisioneros capturados, lo que afirmaron las Brigadas al-Qassam, que hubo una rotación de unidades de combatientes durante las primeras 24/48 horas, parece creíble. Todos los vídeos que hemos visto de esas horas muestran pequeños grupos, nunca más de una docena de hombres, actuando sobre diversos objetivos. Por tanto, es muy posible que inicialmente actuaran unos trescientos o cuatrocientos combatientes, que luego retrocedieron a Gaza con los prisioneros al ser sustituidos por otras unidades de primera línea.

Las IDF, en el bombo de los primeros días, afirmaron haber matado al menos a mil combatientes durante los enfrentamientos que siguieron al ataque palestino. Pero, aparte del hecho de que apenas había tantos combatientes en acción, es francamente asombroso que no haya pruebas de esta afirmación. No hemos visto imágenes de esos cientos de cadáveres, que es poco probable que la propaganda israelí haya explotado. Aparte del hecho, por supuesto, de que incluso tomar esta cifra al pie de la letra, en ausencia casi total de combatientes capturados, significaría que todos fueron ejecutados en el acto (lo que, por cierto, no hay que descartar). Lo más probable, por tanto, es que tal vez un centenar de combatientes resultaran muertos o heridos, mientras que todos los demás regresaron a sus bases.

Cabe señalar aquí, a este respecto, que mientras la propaganda palestina difunde continuamente vídeos en los que se ve a sus combatientes atacando y golpeando tanques Merkava, vehículos blindados de diversos tipos y soldados de Tsahal, en las imágenes difundidas por las IDF, el enemigo palestino es prácticamente siempre invisible, cuando no ausente, de modo que las alegaciones de pérdidas infligidas no tienen confirmación objetiva.

Si nos fijamos ahora en el desarrollo táctico de la maniobra israelí, podemos observar tanto su previsibilidad como su (previsible) falta de eficacia.

De hecho, esta táctica parece basarse en un esquema de libro de texto, a saber, la subdivisión (y limpieza) progresiva del territorio enemigo en cuadrantes. El primer paso fue dividir la Franja en dos cuadrantes, uno en el sur y otro en el norte, cortándola horizontalmente justo por encima de Wadi Gaza. Después se rodeó el cuadrante norte por los cuatro costados. Y ahora ha comenzado la penetración hacia el este, partiendo de la línea costera, para cortar a su vez este cuadrante en dos partes, norte y sur.

La limitación general de esta táctica es que, no sólo lleva tiempo, sino que, sobre todo, requiere el despliegue de fuerzas cada vez mayores. Porque, obviamente, no estamos hablando de territorios vacíos, sino de zonas urbanas, donde cada cuadrante -una vez despejado de fuerzas de combate enemigas, si eso es posible- debe ser guarnecido. Y mientras que las operaciones de cuadratura pueden llevarse a cabo utilizando principalmente fuerzas acorazadas, las operaciones de limpieza y guarnición requieren el uso de infantería.

Aun así, las IDF demuestran que están muy expuestas al fuego enemigo, si en tres semanas tuvieron que contabilizar más de doscientos vehículos blindados de transporte de tropas destruidos o dañados. Es fácil imaginar las pérdidas que sufrirían si se vieran obligadas a utilizar unidades desmontadas.

Volvamos ahora, una vez más, a algunos de los elementos faltantes mencionados.

Primer hecho: 40 días después de la captura de unos 200 prisioneros, entre militares y civiles, está demasiado claro que las IDF no tienen ni idea de dónde están. Doscientas personas es un número considerable, porque si están concentradas en unos pocos lugares se requiere una vigilancia masiva, y una logística considerable, mientras que si están dispersas en pequeños grupos significa que al menos alguien debería estar identificado. En esto, sin embargo, Israel anda a tientas en la oscuridad. Lo que significa básicamente que no tiene ni idea de cómo/dónde se articula la red de refugios subterráneos. Exactamente esa red que permitiría a los combatientes desplazarse de un punto a otro, sin ser interceptados.

Otro elemento: la fuerza de combate de la Resistencia se estimaba, antes del comienzo de la guerra, en unos 20-30.000 hombres, con capacidad para movilizar hasta 50.000. Las IDF están desplegando alrededor de 20.000 hombres en la operación de Gaza. Esto significa que los atacantes están claramente superados en número, además de ser tácticamente inferiores. Y lo que es más importante, podría significar que antes de conseguir neutralizar a un número tan elevado de combatientes, podrían infligir una cantidad insoportable de bajas, para el ejército y para la sociedad israelí en su conjunto. 

Si, a pesar de todo, las IDF consiguieran infligir pérdidas 10 veces superiores a las sufridas, incluso entonces tendrían que registrar miles de bajas. Y presumiblemente varios centenares de vehículos blindados. En la práctica, el precio a pagar podría ser tan alto como para dejar a Tsahal fuera de combate durante un periodo significativo; lo cual, como bien saben en Tel Aviv, podría ser una tentación para algunos de los muchos enemigos de Israel en la región…
Por supuesto, todo esto no significa que Israel no pueda ganar su batalla, a corto plazo. Ciertamente posee los medios para hacerlo; la cuestión es si también tiene la capacidad de resistencia, es decir, si puede soportar no sólo importantes pérdidas militares, sino también considerables pérdidas económicas (ya mucho mayores de lo esperado), así como la presión y el aislamiento internacionales.

Hay un elemento en todo esto que debe tenerse en cuenta, y que hace que todo sea muy incierto. La conmoción causada por el atentado del 7 de octubre (mucho más fuerte y profunda de lo que ahora parece) no sacudió simplemente a la sociedad israelí desde sus cimientos -lo que habría ocurrido de todos modos-, sino que se produjo en un momento muy peculiar para Israel. Por un lado, la figura de Netanyahu no sólo era vista antes como extremadamente negativa y con ambiciones autoritarias, hasta el punto de ser fuertemente contestada por una gran parte de la población, sino que ahora también es visto como el máximo responsable del desastre militar. Al mismo tiempo, hay que recordar que, después de todo, es la expresión de una mayoría electoral, gran parte de la cual es incluso más extremista que él, y que puede contar con el apoyo de muchos de los colonos, que son un componente importante, en muchos aspectos, de la sociedad.

Todo ello contribuye a una gestión totalmente irracional de la crisis actual, y que busca una venganza capaz de curar (aunque ilusoriamente) la herida.
Por último, hay que examinar los otros dos frentes principales del conflicto, tanto porque nos dicen mucho sobre la posible evolución, como porque nos dicen algo sobre qué orientación prevalece dentro del establishment israelí.

Por lo que respecta a Cisjordania, hay que recordar en primer lugar que -a diferencia de Gaza- se trata de una zona donde la presencia de zonas palestinas es irregular, inmersa y fragmentada en un territorio ocupado en gran parte por asentamientos coloniales israelíes. Además, estas zonas palestinas están administradas por la ANP, la Autoridad Nacional Palestina, que es básicamente un gobierno títere, prácticamente en manos de la administración estadounidense, y es útil sobre todo para que la comunidad internacional tenga un punto de referencia palestino que no sea Hamás. Además, todo este Estado semicolonial está guarnecido por las FDI, que tienen el control militar total del mismo.

Todo esto, para aclarar primero una cuestión relevante: mientras que Hamás ha tenido un control casi absoluto sobre Gaza, lo que le ha permitido desarrollar una fuerza armada considerable, dotada de importantes estructuras logísticas y armamento, en Cisjordania esto no ha sido posible en absoluto.

La realidad de estos territorios, por tanto, es la de una red de ciudades y pueblos en territorio hostil, administrados por una fuerza colaboracionista y guarnecidos militarmente por las IDF, en los que obviamente se ha desarrollado de todas formas una organización de Resistencia, pero en términos militares apenas suficiente. En la práctica, por tanto, Cisjordania no estaba en condiciones de abrir realmente otro frente militar desafiante, ya que no podía ir más allá de una intensificación de las revueltas periódicas. No obstante, Israel decidió intervenir fuertemente en la región con sus fuerzas militares.
Las fuerzas de las IDF que intervienen aquí están ejerciendo activamente -y a diario- una presión sobre la población totalmente injustificada, en comparación con acontecimientos anteriores. Además de las continuas incursiones violentas, que a menudo desembocan en enfrentamientos armados con las fuerzas de la Resistencia, el ejército israelí está destruyendo sistemáticamente infraestructuras (las excavadoras blindadas de las FDI derriban monumentos e incluso destruyen carreteras), volando las casas de presuntos miembros de la Resistencia y realizando cientos y cientos de detenciones, sin cargos concretos (detención administrativa). Más recientemente, han comenzado a volver a encarcelar a todos aquellos que habían sido detenidos anteriormente y luego puestos en libertad.
La lógica (si es que existe) de todo esto no está muy clara desde el punto de vista táctico. Por ciertos aspectos de la gestión militar, parecería que las IDF están utilizando Cisjordania como un gigantesco campo de entrenamiento, donde las unidades de reservistas recién retiradas están siendo reintroducidas en la guerra urbana -pero de forma segura, dada la total desproporción de fuerzas- con el fin de prepararlas para posteriores despliegues en condiciones mucho más duras.

Teniendo en cuenta que Israel tiene bastantes otros frentes en los que debe ejercer sus esfuerzos ofensivos/defensivos, activar el fuego en Cisjordania, sin embargo, no parece precisamente la medida más oportuna.

Sin embargo, es probable que esto también deba enmarcarse en un impulso emocional, que implique tanto la búsqueda de la venganza antes mencionada como el deseo de encontrar una solución definitiva al problema palestino. Por último, también es posible que, en un momento de gran dificultad política y militar, la búsqueda de una victoria fácil sirva también para amortiguar las repercusiones de la debacle del 7 de octubre.

Otro frente, por último, es el libanés. Este es sin duda el más peligroso, para Israel, y las IDF lo saben bien. El recuerdo de la guerra de 2006 (cuando, en cualquier caso, Hezbolá era mucho menos fuerte que ahora), en la que la invasión israelí se estrelló contra las defensas de la milicia chií, hasta el punto de que una mediación internacional tuvo que intervenir a toda prisa para salvar la cara de Tel Aviv, está muy bien arraigado en la memoria de Israel. Tanto es así que hoy basta con hojear los medios de comunicación israelíes para darse cuenta del terror real que inspira Hezbolá.

La formación chií, organizada y armada como un verdadero ejército, ejerce actualmente su presión sobre Israel mediante una serie continua de ataques transfronterizos, utilizando misiles antitanque, drones y artillería. Y el hecho de que las IDF desplieguen aquí un tercio de sus fuerzas armadas es una prueba más de la preocupación en este frente.

Por supuesto, Israel responde a los ataques desde Líbano, utilizando principalmente la fuerza aérea. Pero la cuestión es cuál será la evolución en este frente.

Por el momento, Hezbolá cree que ya está haciendo su parte al mantener inmovilizada a una parte considerable de las fuerzas israelíes y, no menos importante, al mantener bajo amenaza constante a toda la alta Galilea, gran parte de la cual ya ha sido evacuada (con las consiguientes repercusiones económicas).

Pero, si la situación en Gaza alcanza un nivel que ponga seriamente en peligro la supervivencia político-militar de la Resistencia, es evidente que habrá una evolución del enfrentamiento también en este frente. Y seguirá un patrón similar al adoptado por los palestinos con la Operación Inundación de Al-Aqsa. En una primera fase, Hizbulá descargará una serie creciente de ataques con misiles sobre todo el territorio israelí; a ello seguirá la reacción de Tel Aviv, que -exactamente igual que en Gaza- consistirá en fuertes ataques aéreos sobre Líbano. Sin embargo, estos ataques no podrán resolver el problema (los misiles seguirán lloviendo sobre ciudades y asentamientos militares israelíes), por lo que será necesaria una operación terrestre: las IDF tendrán que invadir por tercera vez la tierra de los cedros. Exactamente lo que Hezbolá está esperando.

En la práctica, Israel se encontraría comprometido en dos frentes -en el norte y en el sur- en conflictos sangrientos y de no rápida resolución. Manteniendo aún la espina clavada de Cisjordania, y la de las formaciones chiíes iraquíes y yemeníes en el este.

Como bien saben en Washington, Tel Aviv sencillamente no podría resistir un conflicto de estas características, ni política ni militarmente, lo que implicaría la necesidad ineludible de que Estados Unidos interviniera directamente. Con todas las consecuencias oportunas.

Ello no sólo supondría el riesgo de desencadenar un conflicto regional de gran envergadura, con las fuerzas armadas rusas sobre el terreno, en el que probablemente participarían al menos tres/cuatro países vecinos, sino que también tendría consecuencias devastadoras en el interior de EEUU. El problema, por desgracia, es que -como dice Seymour Hersch [2]- «Biden y Estados Unidos no tienen influencia en nada. (…) Hay un vacío de poder en Washington; nadie dirige el curso de los acontecimientos. Sólo intentan ser reelegidos».

Ahora mismo, por tanto, es como si Israel avanzara a gran velocidad pero sin tener ni idea de adónde va a ir, un poco como un tren sin conductor. Es evidente que Estados Unidos es incapaz de ejercer presión o persuasión alguna sobre su aliado, del que es incapaz de distanciarse en modo alguno. Y las cosas avanzan sin -precisamente- una verdadera estrategia, sino según un diseño casi mesiánico. Un diseño que, sin embargo, precisamente por su naturaleza totalmente irracional, corre el riesgo de conducir a todos hacia un abismo.

Como dijo el Canal 14 israelí, «después de la Franja de Gaza será el turno del Líbano, y luego de Irán». Un delirio de furia y omnipotencia se ha apoderado de Israel, pero son perfectamente conscientes de ello tanto en Beirut como en Teherán. Por eso no dejarán que Gaza caiga sin que Israel pague un precio enorme.

Notas

[1] «Pero los jefes de seguridad israelíes saben que el objetivo de destruir a Hamás está probablemente fuera de su alcance. Hamás tiene una base política y un amplio apoyo externo de Irán. La guerra urbana es dura», en «Israel debe saber que destruir a Hamás está fuera de su alcance», entrevista con John Sawers (ex embajador del Reino Unido ante la ONU, ex director del MI6, el servicio secreto británico), Financial Times.
[2] Véase «El Álamo de Hamás», Seymour Hersch, Substack

Observación de Joaquín Miras:
Creo que en lo fundamental, acierta. Israel no tiene estrategia porque daba por liquidada la cuestión. Su estrategia, la que ha ejercido desde Oslo, y antes, es invadir con colonos, e ir preparando una solución final, con la ayuda internacional, en la que se extinguiera a los palestinos por expulsión. Estaba por completo avanzada ya la última fase. No había plan B. No se esperaba respuesta. La estrategia política de Hamas es la de toda fuerza política que opta por la vía guerrillera, un muerto del enemigo por cada diez muertos nuestros, y la finalidad era la desestabilizacion de Israel y de la zona. Eso está logrado. Jordania está en un tris, Líbano, lo mismo. El régimen egipcio se tienta la ropa, porque las poblaciones interiores están en motín, y la tensión aumenta a medida que prosigue la guerra en Gaza. La Autoridad Palestina ha muerto y todo palestino que no chupe está a favor de Hamas, algo inaudito. Militarmente creo que todo será como se espera, habrá que bajar a los túneles… Por eso el tsahal se lo está tomando con calma. No se me había ocurrido que, en caso de participación de Hezbolá, éste lo hará provocando que el tsahal tenga que invadir Líbano. Lógico, una vez te lo explican. Cómo acabe esta guerra y toda esta desestabilización, eso es lo que nunca se sabe. Sí queda clara la derrota inflingda a EEUU y a Israel en el plano internacional y en cuanto a su intocabilidad. Eso ya está en la columna de lo descontado. Y la vergüenza de Europa. Sobre la tasa de natalidad israelí, no me parece, para lo inmediato, un dato de interés, sí para mostrar que la población israelí no es semita -término definidor de cultura de vida- sino occidental euroamericana. Semitas son los árabes (no los iraníes).

Comentario de José Luis Martín Ramos:
Todavía desconocemos cuál era el objetivo concreto de la acción del 7 de octubre, así que me parece prematuro hablar de estrategias claras. Sí me parece que de haber un diseño de Hamas-Yihad éste ha podido tener algún error, como es el caso de la evaluación de la reacción árabe y es extraño que no hubiera ningún tipo de comunicación previa con Hezbollah. Ls estrategia israelí ha tenido que construirse como reacción; parece que su objetivo es dar un golpe a Hamas- Yihad que destruya el liderazgo que ahora tiene en la población palestina. Eso incluye el castigo colectivo no como venganza sino como elemento estratégico por parte de Israel. Desde luego ese castigo, ese crimen de guerra, tiene costes en las relaciones internacionales, pero mientras tenga detrás a EEUU -que sigue siendo la potencia externa predominante en Asia occidental- está en condiciones de digerir esos costes (no hablo, obviamente de la profunda y criminal inmoralidad de esa política). Y no parece que en la población israelí haya disidencias importantes, ni tampoco que se produzca una huida -a la ucraniana- ante la duración de esta guerra y la perduración del conflicto. En el plano más estrictamente militar podía parecer inicialmente que Hanas-Yihad confiaban en su superioridad relativa en el combate de tropa casa por casa; pero no parece que el Ejército israelí tenga ninguna prisa por llegar a ese enfrentamiento.

9. Discurso de Arundhati Roy.

No es ninguna novedad lo que dice, pero que quede como testimonio.

https://scroll.in/article/

Arundhati Roy: El asedio a Gaza es un crimen contra la humanidad. El mundo debe intervenir

Texto de las declaraciones de la escritora en el Festival de Literatura de Múnich el 16 de noviembre.

Arundhati Roy 17 de noviembre de 2023

No puedo aparecer en una tribuna pública, no, ni siquiera en Alemania, donde sé que opiniones como la mía están prácticamente prohibidas, sin sumar mi voz a la de millones de personas -judías, musulmanas, cristianas, hindúes, comunistas, ateas, agnósticas- que marchan por las calles de todo el mundo pidiendo un alto el fuego inmediato en Gaza.

Si permitimos que continúe esta masacre descarada, incluso mientras se retransmite en directo en los recovecos más privados de nuestras vidas personales, seremos cómplices de ella. Algo en nuestra moral quedará alterado para siempre. ¿Vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras se bombardean hospitales, se desplaza a un millón de personas y se saca a miles de niños muertos de entre los escombros? ¿Vamos a contemplar una vez más cómo se deshumaniza a todo un pueblo hasta el punto de que su aniquilación no importa?

La ocupación israelí de Cisjordania y el asedio de Gaza son crímenes contra la humanidad. Estados Unidos y otros países que financian la ocupación son cómplices del crimen. El horror que estamos presenciando ahora mismo, la matanza despiadada de civiles por parte de Hamás y de Israel son consecuencia del asedio y la ocupación.

Ningún comentario sobre la crueldad, ninguna condena de los excesos cometidos por uno u otro bando, ninguna falsa equivalencia sobre la magnitud de estas atrocidades conducirá a una solución.

Es la ocupación la que está engendrando esta monstruosidad. Está haciendo violencia tanto a los perpetradores como a las víctimas. Las víctimas están muertas. Los autores tendrán que vivir con lo que han hecho. Y sus hijos también. Durante generaciones.

La solución no puede ser militarista. Sólo puede ser una solución política en la que israelíes y palestinos vivan juntos o uno al lado del otro con dignidad, con los mismos derechos. El mundo debe intervenir. La ocupación debe terminar. Los palestinos deben tener una patria viable.

Si no, la arquitectura moral del liberalismo occidental dejará de existir. Siempre fue hipócrita, lo sabemos. Pero incluso eso proporcionaba algún tipo de refugio. Ese refugio está desapareciendo ante nuestros ojos.

Así que, por favor -por el bien de Palestina e Israel, por el bien de los vivos y en nombre de los muertos, por el bien de los rehenes retenidos por Hamás y los palestinos en las cárceles de Israel- por el bien de toda la humanidad, alto el fuego ya.

Observación de Joaquín Miras:
Es un breve texto muy importante, principalmente porque denuncia la destrucción de la libertad, la nuestra, la de la UE. Censura, prohibición, persecución, asumida a pies juntillas por lo que se quiere denominar izquierda, que luego va y acusa de rojipardismo a troche y moche. ¿Para cuándo reservamos la palabra «canalla»? Arundhati es una buen candidata a ser denominada rojiparda.

10. Situación militar en la guerra de Palestina, 18 de noviembre

El resumen de Rybar y el mapa de Suriyak.

https://rybar.ru/chto-

Lo que está pasando en Palestina e Israel: Crónica del 18 de noviembre
18 de noviembre de 2023 Rybar
Las Fuerzas de Defensa de Israel continúan su operación en la Franja de Gaza. Hay combates en los distritos del norte de la propia Gaza, así como en Jabaliya, Beit Lahiya y Beit Hanoun. No se han producido cambios significativos en la línea del frente, pero es imposible hablar de un cese de las hostilidades. Más bien, las IDF simplemente se están preparando para un nuevo avance en la zona urbana urbanizada.
En la frontera norte, continúa el intercambio de ataques entre Hezbolá y las IDF. Las fuerzas libanesas lanzaron varios ataques contra puestos fronterizos con PTRK y morteros. Los israelíes respondieron con decenas de ataques en el sur del Líbano.
En la autonomía de Cisjordania continuaron las detenciones masivas y los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes. Varios médicos del hospital Ibn Sina fueron detenidos en Yenín, mientras que en Tulkarm y Hebrón las detenciones se convirtieron en enfrentamientos.

Mapa de alta resolución en inglés https://rybar.ru/piwigo/

Estado de las hostilidades

Franja de Gaza

Continúan los enfrentamientos activos en Beit Hanoun, en la sección norte. Las IDF no parecen estar intentando activamente entrar en el centro urbano, habiéndose aferrado a las afueras de la ciudad durante los primeros días de la operación. Y aunque los israelíes dominan fuera de los barrios residenciales con apoyo aéreo y un gran número de vehículos blindados, las IDF se enfrentan a problemas evidentes en las laberínticas calles de edificios típicamente árabes.
El grupo militante Kataib Izz ad-Din al-Qassam publicó imágenes de combates en la ciudad, en las que los militantes consiguieron atrapar a varios grupos de israelíes cuando se adentraban en estructuras ocupadas. Las imágenes muestran varios impactos de RPG contra casas en las que se registró la presencia de infantería de las IDF, así como disparos de armas ligeras contra el grupo. Es difícil decir cómo terminaron estas situaciones de combate. A juzgar por la falta de imágenes de cadáveres, el campo de batalla quedó a merced de las IDF, o los israelíes consiguieron retirarse al amparo de vehículos blindados. Es igualmente probable que los palestinos tuvieran que retirarse, ya que los ataques aéreos pueden dirigirse contra puntos de tiro incluso en zonas urbanas.

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En el norte del enclave, en la Franja de Gaza, continúan los enfrentamientos a lo largo de toda la línea de contacto, según informan los canales palestinos. No se han registrado avances de las IDF,

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La Fuerza Aérea israelí está llevando a cabo múltiples ataques aéreos en Jabaliya, Al-Fallujah, Beit Lahiya y los alrededores del Hospital Indonesio, así como en la propia ciudad de Gaza. También se están produciendo ataques en la parte sur del enclave. En el campo de Nuseirat, las localidades de Al-Breij, Deir Al-Balah y Khan Younis, se destruyeron edificios residenciales y hubo civiles heridos. Además, un ataque aéreo de las FDI contra Hamad JK, al norte de Khan Younis, causó 28 muertos y 23 heridos entre la población civil.

Sur

No se produjeron acontecimientos significativos al sur del enclave. Formaciones palestinas informaron del lanzamiento de cohetes contra Be’eri y Miftahim, así como de un intento de ataque contra la base aérea de Tseherim. Además, se bombardearon posiciones de las FDI en el barrio de Al-Sanati, aunque por el momento se desconoce desde qué lado de la valla. A su vez, las IDF lanzaron varios ataques aéreos sobre Rafah y la localidad de Khuza. También se informó de ataques de artillería de la Marina israelí en la costa de la provincia de Rafah.

La frontera con Líbano

En el norte de Israel, la situación se recrudece cada día. Anoche en Safed se dispararon las defensas antiaéreas y un objeto desconocido fue derribado cerca del asentamiento.

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«Hezbolá llevó a cabo al menos diez ataques contra diversos puntos fronterizos y concentraciones de fuerzas de las FDI. Fueron atacados los pasos fronterizos de Hadab al-Bustan, Shtula, al-Bayad y la base de Ramim, así como las localidades de Shtula, Margaliot y los alrededores del kibutz Sasa.

En respuesta, las IDF lanzaron más de 30 ataques aéreos y de artillería contra centros de población del sur de Líbano. Cerca de Nabatiyah, aviones de las FDI alcanzaron una fábrica de productos de aluminio en la carretera de Tul-al-Kafur. No se informó de víctimas. Los ataques en las proximidades de núcleos de población se justifican por la supuesta presencia de Hezbolá, pero las imágenes de control objetivo publicadas por los portavoces israelíes no lo confirman claramente.

Cisjordania

Continúan las operaciones de las IDF en la Autoridad Palestina en Cisjordania. Una operación policial tuvo como objetivo el hospital Ibn Sina de Yenín, donde se detuvo a varios trabajadores de urgencias.

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Jóvenes palestinos se enfrentaron a las fuerzas de seguridad israelíes en Tulkarm, Tubas, el campo de Balata y las localidades de Al-Bira y Al-Dahiriya. Varias personas fueron detenidas en Hebrón, Al-Yab’ah y Jericó.

Acciones de las milicias proiraníes en Oriente Próximo

Mapa de alta resolución en inglés https://rybar.ru/piwigo/

A última hora de la tarde, las milicias iraquíes proiraníes anunciaron un ataque con vehículos aéreos no tripulados contra la base de At-Tanf, en la frontera sirio-iraquí-jordana. No hubo información sobre víctimas o daños.

Trasfondo político y diplomático

Rumores sobre una posible tregua

En los medios de comunicación circula la información de que Israel ha renegado de un acuerdo con Hamás para liberar rehenes a cambio de un alto el fuego. Los israelíes exigían la liberación de mujeres con niños, así como un aumento del número de liberados de 50 a 70 personas, que se había acordado anteriormente. Los representantes de Hamás, por su parte, también iban a recibir a 50 de los palestinos capturados anteriormente.
Críticas de Erdogan a Israel
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, sigue criticando a los israelíes casi a diario, y afirma con rotundidad que los turcos harán todo lo posible para que los dirigentes israelíes paguen por sus crímenes en la Franja de Gaza. Dijo que había ordenado a las agencias de inteligencia que investigaran los ataques israelíes contra el enclave palestino en los que murieron tanto civiles como rehenes de Hamás. El presidente turco también pidió que se investigue si Israel tiene armas nucleares antes de que sea demasiado.
Como antes, Erdogan prometió reconstruir Gaza y pidió al mundo islámico que se consolide en torno a Palestina. En general, el presidente turco ha pronunciado discursos similares cada semana desde el comienzo de la escalada del conflicto palestino-israelí. Pero sólo sobre acciones reales, salvo la concesión de privilegios a los nativos de Palestina en Turquía, no hay que hablar todavía.
Los medios de comunicación iraníes filtraron la grabación de la conversación del general de las FDI.

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La publicación iraní The Tehran Times publicó un archivo de audio, afirmando que el discurso grabado pertenece al general Aviv Kochavi, en el que afirma que Hamás puede ser derrotado, pero los palestinos siempre resistirán a los israelíes. Además, declaró los problemas de las IDF en la Franja de Gaza y las operaciones aéreas activas sobre el enclave. La guinda del pastel fue la afirmación de que algunos judíos supuestamente desean abandonar el país, no dispuestos a vivir con la amenaza constante del conflicto israelo-palestino.

La veracidad del dato es difícil de confirmar, pero desgraciadamente suena como un discurso propagandístico no muy bien pensado, diseñado para enfatizar los problemas de Israel. Ciertamente lo son, pero la trágica valoración del general sobre el estado de las cosas parece bastante sensiblera. Y además, las Fuerzas de Defensa de Israel no tienen especiales problemas con el apoyo popular: la población local apoya casi absolutamente a sus soldados, y las voces sobre la necesidad de detener la operación terrestre en Gaza son raras y casi inauditas.

El mapa de Suriyak

Situación en la franja de Gaza [18/11/2023]:
Las IDF hicieron avances significativos en el eje de Tal al-Hawa entrando en el centro del distrito de Zeitun, muy cerca con el eje en el centro de la ciudad de Gaza. Además, las fuerzas israelíes siguen avanzando en Um Al-Nasser y Beit Hanoun, en las que las tropas controlan el 70% de la ciudad. 

Mapa: https://google.com/maps/d/

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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