Miscelánea 20/III/2024

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. La situación de la mujer en la RDA.
2. Armas para Palestina.
3. Resumen de la guerra en Palestina, 20 de marzo.
4. Crítica al decrecimiento.
5. Hacia la guerra directa con Rusia.
6. Yankees go home.
7. Los Hermanos Musulmanes y el estado egipcio.
8. Medidas económicas en Egipto forzadas por el FMI.
9. Land of the free

1. La situación de la mujer en la RDA

Un nuevo dossier del Trincontinenta, en colaboración con el Zetkin Forum for Social Research, sobre la mujer y el trabajo en la República Democrática Alemana. En realidad, las notas biográficas están incrustadas en recuadros a la izquierda en el original, que no puedo reproducir en un mensaje de correo.

https://thetricontinental.org/

Emancipación interrumpida: Mujeres y trabajo en Alemania Oriental

Este dossier examina la historia del proceso inacabado de liberación de las mujeres en la República Democrática Alemana: sus logros, su legado y los retos que enfrentó.

19 de marzo de 2024

Un nuevo comienzo

El período posterior a la Segunda Guerra Mundial en Alemania se caracterizó por la destrucción, el hambre, la escasez y la propagación de enfermedades. Las mujeres representaban el 60 % de la población alemana, y un número considerable de hombres estaban heridos, incapacitados permanentemente para trabajar o aún eran prisioneros de guerra (Schröter y Rohmann, 2002: 503). Las mujeres, obligadas por la necesidad y la voluntad de sobrevivir, se unieron para apoyarse mutuamente, retirando escombros y atendiendo a niñas, niños, personas ancianas, traumatizadas y heridas. Al finalizar la guerra, se formaron comités de mujeres antifascistas, dirigidos en su mayoría por socialdemócratas y comunistas. Como agrupaciones no partidistas del ámbito municipal en la Zona de Ocupación Soviética (la parte de Alemania bajo administración de la URSS), estos comités asumieron importantes tareas de bienestar social, como la creación de salas de costura y lavanderías, suministro de comida a través de comedores comunitarios y la prestación de apoyo médico y psicológico a las mujeres (Enkelmann y Külow, 2019: 9; Kaminsky, 2016: 31).

Los debates en el seno de los comités de mujeres antifascistas, en consulta con la Administración Militar Soviética en Alemania (SMAD), propiciaron la formación de la Federación Democrática de Mujeres de Alemania (DFD) en 1947. Esta organización se convertiría en una fuerza motriz de la reconstrucción democrática antifascista que abarcaría tanto Alemania Oriental como Occidental, antes de ser prohibida en esta última en 1957. En el congreso fundacional de la DFD, la delegada Käthe Kern, del Partido Socialista Unificado (SED), subrayó la importancia de esta organización de masas de mujeres, que, según ella permitiría «la participación en el desarrollo democrático de Alemania de un gran número de mujeres sin afiliación a ningún partido político» (Bundesvorstand DFD, 1989: 9).

Katharina “Käthe” Kern

(1900–1985) // Katharina se involucró en la lucha por los derechos de la mujer en múltiples frentes. Desde ser miembro activo en la resistencia antifascista del Partido Socialdemócrata (SPD), hasta cofundar la Federación Democrática de Mujeres de Alemania (DFD) en 1947 y miembro de su consejo hasta su fallecimiento. Encabezó la secretaría de la mujer del SPD y posteriormente del Partido Socialista Unificado (SED) hasta 1949, así como la fracción del DFD en el Parlamento hasta 1984. Fue directora del Departamento de la Madre y el Niño del Ministerio de Salud entre 1949 y 1970. Katharina dirigió la Sociedad de Amistad Germano-Soviética de 1958 a 1962.

La formación política de masas y el trabajo cultural se convirtieron en campos de acción decisivos en una lucha ideológica que pretendía impartir un nuevo conjunto de valores, entre los cuales la igualdad de género era un componente clave. Igualmente, la DFD desempeñó un papel crucial en la consagración de la igualdad en la Constitución de la República Democrática Alemana (1949) y en la elaboración de nuevas leyes que favorecieron la emancipación de la mujer, como el Código de Familia, que codificaba las nuevas relaciones sociales que se estaban desarrollando bajo el socialismo.

Hilde Benjamin

(1902–1989) // Hilde, llamada «Hilde la Roja», como abogada del Socorro Rojo, defendió a comunistas perseguidos por los nazis. Enviudó a manos del régimen nazi cuando su compañero, Georg Benjamin, fue asesinado en un campo de concentración en 1942, sin que ello le impidiera continuar su labor contra el fascismo. Perdió su derecho a ejercer la abogacía, pero se reincorporó a la profesión después de la guerra. Llegó a ser vicepresidenta del Tribunal Supremo (1949-1953) y fue la primera mujer ministra de Justicia del mundo (1953-1967), promoviendo reformas administrativas y legales como el Código de Familia. También se incorporó al Comité Ejecutivo Nacional de la Federación Democrática Alemana de Mujeres (DFD) en 1948.

En el campo, la reforma agraria llevada a cabo entre 1945 y 1948 puso fin a la servidumbre de siglos de las campesinas y trabajadoras agrícolas, al entregarles las tierras expropiadas a los grandes terratenientes. En 1952 surgió la cooperativa agraria, que cambió radicalmente las condiciones de vida campesinas al establecer horarios de trabajo fijos, ingresos estables y vacaciones pagadas, codificados en los acuerdos de cada cooperativa y reforzados por el código laboral de la República Democrática Alemana (RDA) (Hörz, 2010: 66). El movimiento cooperativo buscaba transformar las jerarquías en el campo, con nuevos acuerdos —como la prestación de servicios de cuidado infantil— para suplantar «ideas y hábitos anticuados», como decía la DFD (Bundesvorstand DFD, 1989: 129). Las campesinas, que históricamente eran las que menos derechos tenían en el campo y quizá las que más tenían por ganar, desempeñaron un papel decisivo en este movimiento.

Las nuevas leyes eran un reflejo del radical programa democrático que siguió la RDA en la posguerra. Las mujeres, seguras de sí mismas, desempeñaron un papel activo y protagonista en la construcción de un movimiento de mujeres socialistas que impulsó estas reformas hasta convertirlas en leyes y trató de reconstruir la sociedad. Este nuevo comienzo en la RDA fue también un renacimiento político que pretendía superar las condiciones antidemocráticas y burguesas y garantizar la igualdad de participación en el proceso de producción, abriendo el camino a un nuevo papel social para las mujeres.

La vida de las mujeres mejoró enormemente durante los 40 años de existencia de la RDA en materias como la autodeterminación, derechos reproductivos y acceso a una atención infantil y de salud asequibles y de calidad. Su participación en el proceso de producción desempeñó un papel decisivo en la consecución de estos derechos, siendo el lugar de trabajo socialista el que ancló estas transformaciones.1

Para más información sobre el sistema de salud de la RDA, ver también: Internationale Forschungsstelle DDR e Instituto Tricontinental de Investigación Social, «El socialismo es la mejor profilaxis»: El sistema de salud en la República Democrática Alemana, Estudios sobre la RDA nº 2, 14 de febrero de 2023, https://thetricontinental.org/.N

En este dossier, el Foro Zetkin de Investigación Social, el Centro Internacional de Investigación de la RDA (IF DDR) y el Instituto Tricontinental de Investigación Social examinan la historia y la labor inconclusa de la emancipación de las mujeres en la RDA. A pesar de las condiciones poco favorables tras la disolución de la RDA en 1990, este proceso continúa en el presente y ofrece valiosas lecciones para las luchas contemporáneas.

Igualdad legal

Las nuevas leyes y reglamentos de la RDA derogaron el derecho burgués de propiedad y de familia. Esto se produjo en varias direcciones: económicamente, mediante la expropiación de grandes empresas y latifundios; jurídicamente, a través de la abolición gradual de las leyes burguesas; e ideológicamente, mediante el desmantelamiento de los valores morales burgueses. En marcado contraste con Alemania Occidental, donde la supremacía de los hombres estuvo protegida legalmente hasta finales de la década de 1970 —y permitía, por ejemplo, que los maridos se opusieran a que sus esposas aceptaran un empleo— las mujeres de la RDA participaron directamente en la redacción, aplicación y vigilancia del cumplimiento de las leyes que abolían su subordinación.

El Código de Familia, aprobado en 1965, es resultado de estos esfuerzos. Basándose en una concepción de la familia como «la célula más pequeña de la sociedad», el Código de Familia estableció los derechos y deberes de mujeres, hombres y niños como miembros iguales de la sociedad, tanto dentro como fuera del matrimonio (RDA, 1965: preámbulo). Como declara su preámbulo:

Con el desarrollo del socialismo en la República Democrática Alemana, surgen relaciones familiares de un nuevo tipo. El trabajo creativo libre de explotación, las relaciones de camaraderías entre las personas basadas en él y el estatus igualitario de las mujeres en todas las áreas de la vida, así como las oportunidades educativas para todos los ciudadanos, son requisitos importantes para fortalecer la familia y hacerla duradera y feliz. (…) Es tarea del Código de Familia promover el desarrollo de las relaciones familiares en la sociedad socialista (RDA, 1965: preámbulo).

El Código de Familia aportó avances en una serie de medidas, como facilitar el divorcio y repartir equitativamente los bienes al producirse el divorcio.2

Respecto a los hijos ilegítimos, ver también Grandke, 2008: 211; RDA, 1965: secciones 13 y 39Nota al pie

También fomentó la emancipación de la mujer al ordenar que «ambos cónyuges asuman su parte en la crianza y cuidado de los hijos y en la gestión del hogar» y que «las relaciones entre los cónyuges deben diseñarse de tal manera que la mujer pueda desempeñar sus actividades profesionales y sociales al tiempo que ejerce la maternidad» (RDA 1965: 10). Aunque el matrimonio seguía siendo un compromiso para toda la vida, también se podía poner fin a él en cualquier momento sin consecuencias, ya que «los factores que en la sociedad burguesa ejercen una compulsión externa para mantener un matrimonio poco sano [habían] sido superados en gran medida» (RDA, 1965: preámbulo; Kuhrig, 1973: 29). Esto también se vio reflejado en las tasas de divorcio y matrimonio: mientras que el número de matrimonios per cápita en la RDA era similar o a veces incluso superior al de la Alemania Occidental conservadora cristiana, la RDA tenía una de las tasas de divorcio más altas del mundo, el 60% de los cuales eran solicitados por mujeres.3

Para más información ver el Anuario Estadístico de la República Federal de Alemania, 1990, 70 y el Anuario Estadístico de la República Democrática Alemana, 1990: 404; Schröter, 2019: 6; Enkelmann y Külow, 2019: 113.Nota al pie

Además, el trabajo reproductivo social, que hasta entonces había sido en gran medida no remunerado y a menudo invisible, ganó visibilidad y pasó a ser gestionado socialmente a través de guarderías gratuitas, jardines infantiles, centros de asesoramiento sobre maternidad y policlínicos.4

Para más información: Internationale Forschungsstelle DDR e Instituto Tricontinental de Investigación Social, El socialismo es la mejor profilaxis.Nota al pie

La Ley de Protección de la Madre y el Niño y de los Derechos de la Mujer (1950), por ejemplo, obligaba a las organizaciones de masas y a las empresas de producción a crear guarderías, lavanderías y salas de costura (Hörz, 2010: 89).

Como explicara Hilde Benjamin, ministra de Justicia de la RDA de 1953 a 1967, era esencial que las leyes no solo proporcionaran un marco para garantizar y hacer cumplir los derechos sociales, sino que también «lograran nuevos avances en el desarrollo de la conciencia socialista» (Benjamin, 1958). Las políticas de la RDA lo consiguieron de varias maneras, como la socialización del cuidado infantil y de personas ancianas, permitiendo así a la ciudadanía de la RDA disponer de más tiempo para desempeñar un papel activo en la construcción de una sociedad socialista.

Como consecuencia de este cambio social, las mujeres exigen cada vez mejores oportunidades de planificación familiar. Con la aprobación de la Ley de Interrupción del Embarazo en 1972, por primera vez las mujeres alemanas podían decidir si querían abortar o no en las primeras 12 semanas de embarazo. No era necesario presentar ningún motivo, ni se ordenaba una evaluación.

Lykke Aresin(1921–2011) // Lykke, quien había sido neuróloga y psiquiatra, se convirtió en una de las sexólogas y especialistas en derechos de la mujer y reproductivos más destacadas del mundo, desempeñando un papel fundamental en las políticas de la RDA sobre métodos anticonceptivos asequibles y aborto libre. También fue clave en la lucha contra la discriminación de las personas de diversa orientación sexo genérica y la garantía de los derechos de las personas transgénero en el sistema de salud público. Tenía un profundo compromiso con la educación popular y publicó varios libros para jóvenes lectores que proporcionaban información sobre el matrimonio, la sexualidad y la planificación familiar. Contribuyó en más de 200 publicaciones científicas e intervino en numerosas conferencias en África, Asia, Europa y América Latina. Además, fue miembro influyente de la Federación Internacional de Planificación Familiar y de la Organización Mundial de la Salud.

Grete Groh-Kummerlöw (1909–1980) // Nacida en el seno de una familia de clase trabajadora, Grete fue militante del sindicato textil y miembro del Partido Comunista (KPD). En 1930, a los 21 años, obtuvo un escaño por su partido en el parlamento regional de Sajonia, lo que la convirtió en la diputada más joven de Alemania en aquella época. Durante la Segunda Guerra Mundial, Grete luchó en la resistencia y fue encarcelada. Tras la guerra, se dedicó a la reconstrucción y renovación del movimiento obrero. Representó a la Federación de Sindicatos de Alemania Libre (FDGB) en el Parlamento de la RDA de 1950 a 1971. Como jefa del departamento de política social de la FDGB, desempeñó un papel importante en la reorganización del sistema de seguridad social, ayudando a implantar un sistema unificado gestionado por los propios sindicatos y trabajadores de la RDA ( Groh-Kummerlöw, 2024).

La prensa de Alemania Occidental advirtió que tales medidas llevarían a la «destrucción de la familia». Sin embargo, esto no ocurrió. Por el contrario, las medidas políticas de la RDA aumentaron la libertad de las mujeres. Por ejemplo, proporcionando subsidios para ayudar en el período inicial de cuidado de hijas/os y una licencia de maternidad completamente remunerada durante 6 meses, además de licencia para madres y padres de hasta 12 meses con un pago de hasta el 90 por ciento del ingreso promedio neto, y garantizando en ambos casos la conservación del empleo (Hörz, 2010: 103; Kaminsky, 2016: 173).

Aunque el desmantelamiento del derecho burgués y la introducción del Código de Familia y otras leyes similares fueron pasos decisivos hacia la igualdad, se reconoció que esto por sí solo no lograría la igualdad social. Como lo expresó el SED:

Lo importante ahora es la solución gradual de todos aquellos problemas que determinan hasta qué punto las mujeres pueden hacer uso de su igualdad de derechos. Sin subestimar la creciente cooperación de los hombres en el hogar, sigue siendo un hecho que la carga principal la soportan las mujeres. (…) [Debemos] mejorar el cuidado de las niñeces para que las mujeres puedan trabajar (Kranz, 2005: 73).

Estos problemas se manifestaron sobre todo en la falta de mujeres en puestos directivos y en la carga del trabajo doméstico y de cuidado.

Trabajo

Tras la Segunda Guerra Mundial, el creciente número de mujeres que se incorporaron al mercado laboral se enfrentó a diversos retos, como la falta de guarderías adecuadas, los largos desplazamientos, el subdesarrollo de la infraestructura de transporte, los horarios de trabajo inadecuados para las madres y la persistente discriminación respecto a su capacidad para desempeñar funciones directivas. Todos estos factores limitaban la participación de las mujeres en la sociedad. La integración de las mujeres en el mercado laboral era, por tanto, una prioridad en la RDA, ya que, como sostenía la especialista en ética Helga Hörz, la posición de las mujeres en la sociedad solo podía «cambiar a través de su papel en el proceso laboral» (2015: 23). Según ella, la incorporación de las mujeres a la vida laboral no consistía únicamente en proporcionar ingresos adicionales al hogar o en dar a las mujeres su propio dinero para gastos. Más bien, el nuevo carácter social del trabajo, construido a través de la propiedad pública de los medios de producción, permitió a las mujeres participar más en la vida pública. Para las mujeres, esto significaba no solo una mayor participación en la vida económica, sino también una implicación activa en los procesos sociales y una plena participación en el sistema político.

Sin embargo, a pesar de la integración sin precedentes de las mujeres en el mercado laboral, pronto se hizo evidente que se dedicaban principalmente a tareas menos complejas y que se les privaba de la oportunidad de seguir formándose y desarrollándose profesionalmente. En su Comunicado de la Mujer, publicado en diciembre de 1961, el politburó del Comité Central del SED condenó el «hecho de que un porcentaje totalmente insuficiente de mujeres y muchachas ejerzan funciones medias y directivas», culpando, en parte, a «la infravaloración del papel de la mujer en la sociedad socialista que todavía existe entre muchos –especialmente hombres– incluidos los principales funcionarios del partido, el Estado, la economía y los sindicatos» (Ulbricht, 1961: 1). El Comité Central hizo un llamamiento a «todo el público» para superar estos problemas, pero consideró que los sindicatos, «como organización de masas de trabajadores», eran los principales responsables de «garantizar el desarrollo de una opinión social correcta sobre el papel de la mujer en el socialismo» (Ulbricht, 1961: 2).

En la recién fundada Federación Alemana de Sindicatos Libres (FDGB), la sindicalista revolucionaria Grete Groh-Kummerlöw advirtió, ya en 1946, que «[solo] con las mujeres lograremos la unidad y, por tanto, la victoria de la clase trabajadora» (SED, 1985: 15). Hasta los años 50, sin embargo, los sindicatos no abordaron suficientemente la forma en que las empresas representaban los intereses de las mujeres. En 1952, el SED comenzó a formar comités de mujeres en los lugares de trabajo, que debían actuar de forma independiente junto a los sindicatos y ejercer influencia sobre ellos. Una vez surgidos estos comités, la DFD volvió a su enfoque original de trabajo en las zonas residenciales. Los comités de mujeres abogaron por la vivienda, el cuidado infantil y una división del trabajo adecuada a la edad, y en contra de las diferencias salariales (Clemens, 1990: 22-23).

El comunicado, frecuentemente citado en debates posteriores, criticaba con vehemencia la complacencia de la dirección del partido y de las organizaciones de masas. La dirección del partido reconoció sus deficiencias y propuso soluciones como la introducción de «planes de promoción» de las mujeres. Estos planes, elaborados anualmente por un comité de mujeres en consulta con los representantes sindicales, establecían requisitos que la dirección de la empresa estaba obligada a cumplir, relacionados con cuestiones como la educación de las mujeres, medidas de salud y seguridad en el trabajo, aumento de las guarderías infantiles y los permisos para madres jóvenes, embarazadas y lactantes (VFDG, 2017: 61). Dichos planes formaban parte integral del acuerdo colectivo entre el sindicato y la dirección, y su aplicación y cumplimiento eran supervisados por los comités de mujeres (VFDG, 2017: 62).

Estos planes se convirtieron en una herramienta crucial para que los comités de mujeres abogaran por la adopción de medidas sociales y profesionales en las empresas, mejorando así las oportunidades profesionales de las mujeres (Hörz, 2010: 73). En 1965, la incorporación de los comités de mujeres a las estructuras sindicales de la FDGB reforzó aún más los derechos de las trabajadoras. A pesar de los retos que tuvo que superar en sus primeros años, la FDGB se convirtió en el órgano central de representación de las mujeres, superando a la DFD. En 1987, de los 9,5 millones de afiliados a los sindicatos, 5 millones eran mujeres, 1,4 millones de las cuales participaban activamente en funciones sindicales, como los comités de mujeres (Enkelmann y Külow (eds.), en Dowa y otros, 2009; VFDG, 2017: 61).

A finales de la década de 1980, las mujeres habían alcanzado los mismos niveles de calificación formal que los hombres, y la proporción de mujeres en la enseñanza superior y las escuelas técnicas superiores alcanzó el 55% en 1988 (Schröter y Rohmann, 2022: 519; Staatliche Zentralverwaltung, 1988: 97). La paridad de género se reflejaba también en ámbitos cruciales de la vida democrático-política, influyendo en las decisiones y políticas que se tomaban sobre la vida social. Las mujeres representaban más del 50% de todos los jueces; el 35% de todos los alcaldes; y el 40% del parlamento (Aus erster Hand , 1986: 59). A pesar de no alcanzar la plena paridad de género en los puestos directivos, en 1986 había más mujeres en estos cargos en la RDA (34%) que en la Alemania actual (28,9% en 2022).5

Los siguientes datos indican el porcentaje de mujeres en todas las funciones directivas: En 1986, más del 34% (Aus erster Hand, 1986: 53); en 1987, el 33% (VFDG, 2017: 19); en 1988, el 32% (Staatliche Zentralverwaltung: 97); y en 1988/89, el 31,5% (Bundesministerium für Familie, 2015: 23); Dienel, 1996: 154; Statistisches Bundesamt, 1989.Nota al pie

En 1989 (el año anterior a la disolución de la RDA), el 92,4% de todas las mujeres en edad de trabajar estaban empleadas y la mayoría de ellas estaban sindicalizadas (Kaminsky, 2016: 97).

Las mujeres gozaban casi de paridad salarial en comparación con otras sociedades industrializadas de entonces e incluso actuales, aunque la RDA no consiguió erradicar por completo las diferencias salariales. En el caso de los trabajadores de la producción, por ejemplo, existía una diferencia notable en los niveles salariales entre hombres y mujeres, que alcanzó una media del 16% entre 1984 y 1988 (frente al 30% en Alemania Occidental durante el mismo periodo) (Stephan y Wiedemann, 1988: 550, 556). Esta disparidad se explica por varias razones. Por un lado, se pagaban bonificaciones monetarias especiales a los trabajadores que realizaban trabajos por turnos o pesados, que recaían más a menudo en los hombres (Stephan y Wiedemann, 1988: 550). Si tales bonificaciones y complementos se deducen de los salarios, la diferencia salarial neta entre hombres y mujeres desciende del 16% al 12% promedio en el mismo periodo (Bundesministerium für Familie, 2015). Otro factor que contribuyó a esta disparidad fue que, en la RDA, los trabajadores industriales (un sector predominantemente compuesto por hombres) estaban mejor remunerados que los trabajadores de los servicios (predominantemente mujeres). Por último, junto a estas diferencias salariales sectoriales, la histórica falta de formación de las mujeres en el lugar de trabajo, el insuficiente número de mujeres en puestos directivos y el aumento del trabajo a tiempo parcial en la última década de existencia de la RDA contribuyeron a que los ingresos de las mujeres fueran más bajos.

A pesar de estos retos, cabe señalar que, durante los 40 años de existencia de la RDA, el nivel salarial se duplicó, mientras que las diferencias salariales globales entre estratos sociales siguieron siendo pequeñas. Por ejemplo, los licenciados universitarios solo ganaban un 15% más que los obreros de la producción, en claro contraste con Alemania Occidental, donde esa diferencia ascendía hasta el 70% (Stephan y Wiedemann, 1988: 550). Otros ejemplos notables son el hecho que solo alrededor del 5% de los salarios se destinaba al alquiler (frente al 23% actual en Alemania), el cuidado infantil y la educación eran gratuitos y los precios de los alimentos se fijaban en niveles bajos.

Los logros de la RDA en materia de igualdad salarial siguen repercutiendo en la antigua Alemania Oriental. Un informe publicado por el Instituto Leibniz de Ciencias Sociales en 2018 muestra, por ejemplo, que la brecha salarial de género entre hombres y mujeres es mucho menor en la zona correspondiente a la antigua RDA (6,3%) que en el occidente (20,6%), y la proporción de mujeres en puestos de liderazgo también sigue siendo mayor que en el occidente (Wagner, 2021; Bundesministerium für Familie, 2015: 29). No obstante, el impacto duradero de la casi paridad salarial en la antigua RDA se ve frenado por el hecho de que los ingresos en la región siguen siendo muy inferiores a los de Alemania Occidental, incluso 34 años después de la llamada reunificación.

Helga E. Hörz (1935–) // Helga es una filósofa marxista y activista por los derechos de la mujer. Ingresó en el SED en 1952 y fue profesora de ética en la Universidad Humboldt de Berlín Oriental, donde estudió la emancipación de la mujer en la RDA desde un punto de vista filosófico y psicológico y dio conferencias sobre las intersecciones entre economía y derechos de la mujer. Su trabajo y compromiso con la igualdad de la mujer la llevaron a ser consejera adjunta de la Federación Democrática Internacional de Mujeres de 1969 a 1990. Ocupó importantes cargos como representante de la RDA en las Naciones Unidas, donde desempeñó un papel clave en la redacción y adopción de la Convención de la ONU sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.

Herta Kuhrig (1930–2020) // Herta fue miembro del órgano consultivo gubernamental Mujeres en la Sociedad Socialista y secretaria  científica del Consejo Científico de Investigación Sociológica de la Universidad Humboldt. De 1964 a 1990 fue responsable del contenido y la dirección científica del boletín INFORMATIONEN, que pretendía ofrecer una visión polifacética de la posición de la mujer en la sociedad a partir de aportaciones de diversos campos de investigación como la sociología, la historia, la literatura, la economía y la pedagogía. A petición de la ministra de Justicia, Hilde Benjamin, Herta, junto con otras integrantes de Mujeres en la Sociedad Socialista y los abogados Anita Grandke y Wolfgang Weise, redactaron el borrador de lo que se convertiría en el Código de Familia de la RDA de 1965.

Brigadas de Amas de Casa

En medio del ambiente de reconstrucción de posguerra de comienzos de la década de 1950, surgieron grupos autoorganizados de mujeres desempleadas. Eran a menudo amas de casa afiliadas a la DFD, para aceptar trabajos remunerados de corta duración allí donde se necesitaba mano de obra con urgencia, siguiendo el ejemplo de las campesinas que se organizaron para ayudar a recoger la cosecha. Las activistas de la DFD pronto organizaron brigadas también en otros sectores, alentando a más y más mujeres a incorporarse a la fuerza laboral y a desafiar el papel aislado de la mujer dentro de la esfera doméstica privada e individual, promoviendo la organización colectiva y la integración en el proceso de producción.

En 1960, había 4.031 Brigadas de Amas de Casa compuestas por unas 30.000 mujeres (Bundesvorstand DFD, 2015: 154). La mayoría de las brigadas se destinaban a cooperativas de producción agrícola en zonas rurales, mientras que otras se dirigían a los sectores industrial, de servicios y de atención de salud. Al ver su eficacia, las empresas empezaron a solicitar las brigadas. Pero cuando algunas de ellas empezaron a llamarlas únicamente por periodos cortos para cumplir sus cuotas, el DFD y la Federación Alemana de Sindicatos Libres (FDGB) obligaron a las empresas a establecer contratos como condición previa para el despliegue de las brigadas, reforzando así los derechos laborales de sus participantes y allanando el camino para su empleo a largo plazo.

Como señaló la DFD, seguía existiendo la creencia generalizada que, si bien la escasez de la posguerra impulsó inicialmente a las mujeres a buscar empleo, el socialismo había progresado lo suficiente como para que las mujeres abandonaran el trabajo y siguieran disfrutando de un nivel de vida confortable (Bundesvorstand DFD, 2015: 154). En un artículo de 1958 sobre sus experiencias como agitadora entre las amas de casa, la diputada del DFD Käte Lüders hablaba de cómo los hombres —incluidos los miembros del partido— no querían renunciar a la «comodidad doméstica» que les proporcionaba el hecho que sus esposas se ocuparan voluntariamente de ellos, lo que reforzaba aún más esta dinámica. Las Brigadas de Amas de Casa cumplieron así dos importantes propósitos: en primer lugar, revitalizaron el debate político sobre el aislamiento de las mujeres en la esfera doméstica y, en segundo lugar, reforzaron su participación en el proceso de producción y, por tanto, su independencia económica de los hombres (Arendt, 1979: 66).

Sin embargo, con el aumento del empleo femenino, que ya había alcanzado el 70 por ciento en 1965, y en el contexto de bonanza económica tras la construcción del Muro de Berlín en 1961, la falta de acceso de las mujeres al desarrollo profesional y a la formación de habilidades surgió como un problema mucho más apremiante y las brigadas desaparecieron (Staatliche Zentralverwaltung für Statistik, 1966: 62, 518). Se necesitaban urgentemente trabajadores especializados y las mujeres exigían las oportunidades de formación profesional que se les habían prometido.

Trabajo doméstico

Aunque la vida de las mujeres mejoró a pasos agigantados gracias al proyecto socialista en la RDA, la doble carga del trabajo doméstico sumada a los empleos remunerados resultó difícil de erradicar. Medidas como el Código de Familia trataron de crear una división más equitativa del trabajo en el hogar, pero no siempre se aplicaron de forma consistente. La incorporación generalizada de la mujer al mercado laboral abrió la posibilidad de hacer frente a esta doble carga: como resultado de su participación en el proceso de producción, las mujeres pudieron expresar sus necesidades y demandas como trabajadoras, mientras que el propio lugar de trabajo se convirtió en un espacio social donde socializar el trabajo reproductivo.

El Estado se propuso socializar el trabajo doméstico y crear condiciones para que las mujeres participaran más plenamente en la sociedad, en lugar de estar atadas a su hogar. Esto es especialmente evidente en el caso del cuidado infantil: en Alemania Occidental, prácticamente no había guarderías, lo que a menudo impedía a las mujeres trabajar o participar de forma significativa en la vida fuera del hogar (solo el 1,6% de los niños y niñas de tres años iban a la guardería en 1986). La RDA, por su parte, estableció una amplia estructura estatal de asistencia que ofrecía guarderías gratuitas, a las que acudía el 81,1% de los niños de hasta tres años en 1986, así como parvularios y guarderías extraescolares gratuitas y vacaciones asequibles o financiadas por las empresas para las niñeces  y las familias. Como resultado, mientras que en Alemania Occidental la tasa de escolarización en guarderías era del 67,6%, en la RDA era del 93,4% (Bundesministerium für Familie, 2015: 54-55).

Si bien se hicieron esfuerzos similares para fomentar la igualdad en el ámbito de las tareas domésticas, no tuvieron el mismo éxito. Según las primeras encuestas detalladas sobre las horas dedicadas al trabajo doméstico, realizadas por el Institut für Bedarfsforschung [Instituto de Investigación de Necesidades] a principios de los años 60, las mujeres trabajadoras dedicaban entonces una media de 4,6 horas diarias a las tareas domésticas, excluyendo el cuidado de niños, personas enfermas y ancianas. Esto suponía 15 horas, o un 24%, más de tiempo a la semana en tareas domésticas que los hombres trabajadores (Bischoff, 1966: 87,35).

En plena bonanza económica de los años 60, reinaba el optimismo de que el tiempo dedicado a las tareas domésticas podría reducirse con la ayuda de las nuevas tecnologías y que el trabajo que hasta entonces realizaban las mujeres de forma individual dentro del aislamiento de su hogar podría socializarse. Las diferentes soluciones propuestas para superar la doble carga del trabajo doméstico suscitaron un debate: una parte sostenía que la mejor solución a este problema era socializar el trabajo doméstico. La otra sustentaba que la mejora de las condiciones del trabajo doméstico —como el desarrollo y el aumento del acceso a las nuevas tecnologías— hacían que el enfoque individualizado del trabajo doméstico fuera la mejor opción.

Este debate cobró impulso en los años 60 con las encuestas elaboradas por el Instituto de Investigación de Necesidades. Su director, Werner Bischoff, defendía que la familia debía seguir existiendo como unidad privada de consumo en el incipiente estado de las fuerzas productivas de la RDA. La adquisición y el uso adecuado de electrodomésticos que aliviaran el trabajo reproductivo no solo ayudarían a la economía nacional, argumentaba, sino que también racionalizarían eficazmente las tareas domésticas y ahorrarían tiempo. En el otro lado de este debate estaba Herta Kuhrig, quien abogaba por la abolición y completa socialización, o industrialización, del trabajo doméstico. Según Kuhrig, la tecnología estaba lo suficientemente avanzada como para aligerar la carga del trabajo doméstico de las mujeres, pero faltaba voluntad política para hacerlo. Aunque Bischoff estaba de acuerdo con la validez de la demanda de socialización, advertía de su carácter utópico si se consideraba el único camino a seguir dadas las condiciones económicas de ese momento.

En definitiva, los responsables políticos optaron por una estrategia de automatización de las tareas domésticas. A partir de los años 70, la imagen de los medios de comunicación también comenzó a enfatizar la participación de toda la familia en las tareas domésticas. Aunque el trabajo doméstico se hizo menos agotador debido al mayor acceso a tecnologías mejoradas (como nuevos sistemas de calefacción y lavado), en conjunto, esta estrategia no fue eficaz: aunque el trabajo doméstico se redujo de 38 horas semanales en 1965 a 31 horas semanales a finales de los 70, se mantuvo prácticamente sin cambios durante la existencia de la RDA (Kaminsky, 2016: 117).

Uno de los esfuerzos para abordar esta cuestión fue la «jornada de trabajo doméstico», introducida en 1952 para las mujeres que trabajaban a jornada completa y estaban casadas o, si eran solteras, eran madres que vivían en casa con sus madres y sus hijos menores de 16 años. Las mujeres exigieron con vehemencia que la jornada de tareas domésticas se extendiera a otros sectores de la población a través de peticiones, reuniones sindicales y la DFD. Como resultado de estos esfuerzos, en 1965 los días de trabajo doméstico se ampliaron a las madres solteras con hijos menores de 18 años, independientemente de si vivían o no con sus madres. El párrafo 185 del Código Laboral de la RDA de 1977 amplió aún más los beneficiarios de las jornadas de trabajo doméstico a las mujeres solteras y sin hijos mayores de 40 años, así como a los padres solteros y a los hombres cuyas esposas necesitaban cuidados (RDA, 1990).

La decisión inicial de reservar la jornada de trabajo doméstico exclusivamente a las mujeres planteó un dilema. Por un lado, existía una necesidad real de evitar que las tareas domésticas recayeran exclusivamente sobre los hombros de las mujeres. Por otro lado, las estadísticas y la realidad de la vida de las mujeres trabajadoras demuestran con demasiada claridad que siguen siendo ellas quienes realizan la mayor parte de este trabajo. La concesión de días de trabajo doméstico a sectores más amplios de la población fue un intento de contrarrestar esta división del trabajo profundamente arraigada. Era la primera vez que una parte, por pequeña que fuera, del trabajo reproductivo de las mujeres se remuneraba por ley.

Conclusiones

A finales de la década de 1980, surgió un movimiento de mujeres «independiente» en oposición a la organización de masas de mujeres de la RDA, recriminando su aparente estancamiento. Esto se debía en gran parte a que el movimiento organizado de mujeres de la RDA luchaba por conseguir la participación de las generaciones más jóvenes y aprovechar el fervor revolucionario de los primeros años de la RDA. Sin embargo, cuando la llamada reunificación siguió su curso, fue el movimiento independiente el que se vio fácil e intencionadamente instrumentalizado para hacer retroceder los logros de la RDA: todas las leyes fueron derogadas y quedó claro que no habría continuidad de las políticas socialistas de la RDA en la sociedad capitalista.

La privatización y la desindustrialización sin precedentes de la economía de Alemania Oriental no solo supusieron un retroceso en la protección jurídica de las mujeres y en el bienestar general de la ciudadanía alemana oriental, sino que también plantearon retos únicos. Cuando se desmanteló la infraestructura social de la RDA, las mujeres fueron las primeras en enfrentarse al desempleo, así como al desprecio de sus nuevos superiores alemanes occidentales y, en última instancia, se vieron empujadas de nuevo a un modelo familiar tradicional en el que dependían de los hombres como único sostén de la familia.

La experiencia de la RDA demuestra que las mujeres hicieron grandes progresos para romper la secular dependencia económica de los hombres. Fue un proceso largo y complicado que encontró sus mayores obstáculos en el ámbito de las tareas domésticas. Aunque las políticas de la RDA, especialmente en los primeros años, supusieron importantes avances en la mejora de la vida de las mujeres, fue imposible imponerlas «desde arriba». Fueron las iniciativas masivas de las mujeres, como las Brigadas de Amas de Casa, las que propiciaron el cambio de mentalidad necesario para ganarse a la sociedad en general a favor de la emancipación de las mujeres.

Este proceso quedó inconcluso en la RDA. Cuando se disolvió en 1990, las tareas domésticas seguían recayendo en gran medida en las mujeres y persistía la desigualdad salarial, así como los roles familiares tradicionales (aunque cada vez menos pronunciados en las generaciones más jóvenes). No obstante, los ejemplos de este dossier dan fe del compromiso y la capacidad de la RDA para buscar creativamente los instrumentos necesarios para hacer avanzar la emancipación de las mujeres en un determinado conjunto de circunstancias. Las contradicciones que surgieron en el camino reflejan la necesidad de reevaluación e innovación constantes de las tácticas adoptadas en esta lucha y de renovar nuestro compromiso inquebrantable con ella.

Notas

1 Para más información sobre el sistema de salud de la RDA, ver también: Internationale Forschungsstelle DDR e Instituto Tricontinental de Investigación Social, «El socialismo es la mejor profilaxis»: El sistema de salud en la República Democrática Alemana, Estudios sobre la RDA nº 2, 14 de febrero de 2023, https://thetricontinental.org/.

2 Respecto a los hijos ilegítimos, ver también Grandke, 2008: 211; RDA, 1965: secciones 13 y 39

3 Para más información ver el Anuario Estadístico de la República Federal de Alemania, 1990, 70 y el Anuario Estadístico de la República Democrática Alemana, 1990: 404; Schröter, 2019: 6; Enkelmann y Külow, 2019: 113.

4 Para más información: Internationale Forschungsstelle DDR e Instituto Tricontinental de Investigación Social, El socialismo es la mejor profilaxis.

5 Los siguientes datos indican el porcentaje de mujeres en todas las funciones directivas: En 1986, más del 34% (Aus erster Hand, 1986: 53); en 1987, el 33% (VFDG, 2017: 19); en 1988, el 32% (Staatliche Zentralverwaltung: 97); y en 1988/89, el 31,5% (Bundesministerium für Familie, 2015: 23); Dienel, 1996: 154; Statistisches Bundesamt, 1989.

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2. Armas para Palestina.

Sin duda, no es lo que solemos leer en la izquierda occidental como propuesta para Palestina. https://www.elsaltodiario.com/

Armas y recursos para los palestinos y sus aliados

Es imposible escuchar ninguna petición de ayuda material, militar y económica para la resistencia armada palestina, o para sus aliados regionales, por parte de la izquierda global.

Daniel Lobato Bellido 19 mar 2024

Lo que se plantea aquí no es una apología gratuita de la guerra, ni un desprecio por las vidas palestinas empujado por un belicismo febril. No es una fetichización de la resistencia ni de la sangre derramada. La clave tampoco es que, como los palestinos no pueden vencer militarmente a Israel, entonces se trata de exigir exclusivamente un alto el fuego. Esa no es la cuestión. Tampoco los vietnamitas derrotaron militarmente a EEUU e igualmente se exigía el fin de la masacre norteamericana, pero mientras continuase la agresión existía la obligación ética y política de apoyar a las fuerzas de liberación vietnamitas. El mismo caso era aplicable a la resistencia de Argelia, Angola o Kenia contra los opresores coloniales Francia, Portugal o Reino Unido.

Por tanto, nuestro deber es exigir el fin del genocidio, de la opresión sistémica, de la limpieza étnica y del propio régimen colonial israelí, pero mientras esto no se produzca, también es nuestra obligación exigir el apoyo material y económico a las fuerzas de resistencia palestinas y sus aliados.

Omisión de ayuda a la resistencia palestina

Hoy, como mucho, se expresa de forma más o menos balbuceante el derecho del pueblo palestino a la resistencia por todas las vías, incluida la armada.

Esto no es muy transgresor ni extremista, ya que en realidad es algo que reconoce la propia legalidad internacional (Resolución 3070 ONU y otras disposiciones). Es triste que parezca muy audaz esgrimir una declaración rotunda de la ONU, pero en todo caso la osadía se detiene ahí y se omiten otras cosas más importantes. Se olvida lo que dice en el siguiente párrafo en el que conmina a los pueblos del mundo a dar el soporte material y de todo tipo a las fuerzas de resistencia palestinas para ayudarlas en su derecho inalienable a la liberación nacional.

Lo que casi todas las izquierdas eurocéntricas apoyaron con Ucrania, enviar ayuda militar, es lo que deberían estar haciendo con los palestinos y sus aliados regionales, pero no parece que pase por sus cabezas plantearlo.

En un acto de la izquierda española una mujer palestina defiende el derecho a la resistencia armada palestina y las dirigentes de ese partido allí presentes titubean en el aplauso, quizá les entra miedo al escucharlo. En otras expresiones de la izquierda lo que encontramos es un radicalismo pasivo, oportunista, empalagoso o hipócrita. Los partidos del gobierno de España están instalados ahí. Compaginan gritar “¡Palestina libre!” con respaldar la doctrina colonial de los “dos Estados”. Simultanean las plenas relaciones y comercio de armas con Israel, con validar sólo las voces palestinas que exclusivamente pidan derechos humanos o las que representan al Régimen de Vichy, llamado Autoridad Palestina.

En general, la izquierda occidental ha silenciado a los sujetos políticos actuales de la resistencia. ¿Por qué se levantó el gueto de Gaza el 7 de octubre?. Porque “son terroristas”, nos han explicado incluso los partidos comunistas europeos. Sólo algunos grupos propalestinos han posibilitado que se expresen los protagonistas.

Hace poco más de 40 años los grandes sindicatos y partidos de izquierda españoles hacían campañas de recogida de fondos para la guerrilla sandinista. Hace más de 50 años grandes partidos de izquierda europeos recogían y enviaban fondos a la guerrilla vietnamita. Retrocediendo más en el tiempo, durante los años de resistencia en España a la agresión del fascismo y nazismo, Palestina envió combatientes a defender la República española contra las tropas de Franco. Hoy por el contrario, durante la agresión del fascismo israelí a Palestina, el gobierno español que se reivindica heredero de esa República española envía armas y mantiene el soporte de todo tipo a Israel.

Cuanto más ha silenciado su apoyo material a la resistencia palestina, la izquierda más ha facilitado y reforzado la criminalización por las instituciones occidentales contra este derecho natural de los palestinos. Frente a la legalidad internacional y su llamamiento a apoyar a la resistencia nos encontramos con directrices de la UE contrarias a esa legalidad criminalizando y persiguiendo a quienes respalden materialmente a las fuerzas palestinas. Por supuesto en EEUU es aún peor.

El Sur global también reproduce un discurso colonial

El grave problema es que esta omisión de ayuda no proviene únicamente de las izquierdas occidentales.

El 3 de marzo en La Habana se celebró con gran asistencia una jornada de solidaridad con Palestina y contra el genocidio, con el presidente cubano Miguel Díaz-Canel y gran representación política. Desde la tribuna se realizó una precisa y vibrante descripción del genocidio, pero finalmente la reivindicación fue “alto el fuego, retirada de Israel de los territorios ocupados ilegalmente y el acceso de la ayuda humanitaria”. No se acompañó de nada más, ni nada menos.

La primera y tercera peticiones se enmarcan en el ámbito estrictamente humanitario, y la segunda petición expresa la subordinación cubana al reconocimiento del Estado israelí y al fraude de los “dos Estados”. Desde La Habana se le estaba exigiendo a Israel que retirara sus tropas, colonos, ciudades e infraestructuras de los guetos de Gaza y Cisjordania. Ningún planteamiento descolonizador de todo el territorio palestino, ningún cuestionamiento a la existencia del artefacto israelí y ninguna proclama al mundo invitando a enviar ayuda militar o económica a la resistencia palestina.

Resulta incomprensible que el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, dijera en la cumbre de la Liga Árabe de Argel en 2022: “deseamos un Estado palestino basado en las fronteras de 1967”. Argelia, que estuvo a punto de ser partida por Francia en dos Estados cuando se acercaba el fin de su colonización, uno francés y otro para los nativos argelinos, hoy con Palestina aboga por eso mismo. Aunque Argelia esté sometida a un gran riesgo de injerencias destructivas occidentales, parece un exceso que su presidente defienda tan explícitamente un discurso colonial.

Por eso no se entiende que países con muy poco a perder, sobreviviendo bajo incontables sanciones de EEUU, como Cuba, Sudáfrica, Venezuela, etc. sigan replicando el discurso colonial de los “dos Estados” y callando una exigencia de ayuda para las fuerzas palestinas y aliadas regionales. No se trata de que países del Sur global en sus complicadas situaciones económicas lideren ese envío de recursos o armas, como en la época del internacionalismo cubano el siglo pasado. Se trata al menos de cambiar el relato colonial impuesto por occidente e Israel. Se trata de cambiar el paradigma discursivo por parte de países de los que cabría esperar que lo hicieran. Se trata de apoyar expresamente y de llevar a cabo las acciones necesarias para que se materialice ese apoyo.

Por el contrario, lo que escuchamos desde muchos países que están bajo asedio es una réplica del discurso de muchos partidos de izquierda eurocéntricos, e incluso un eco del discurso de líderes occidentales que alimentan el genocidio como Pedro Sánchez, Josep Borrell o Emmanuel Macron,que desesperadamente insisten con los “dos Estados”.

¿Cuál es el significado de los “dos Estados”?

La tesis colonialista de los “dos Estados”, instaurada oficialmente en 1947, es un discurso ilegítimo desde el momento en que los habitantes no fueron consultados y está muerta tras la expansión colonial israelí de los últimos 60 años. Resulta inconcebible que las izquierdas del mundo sigan repitiendo como autómatas esta base fundacional del colonialismo en Palestina, incluso en medio de un genocidio.

Las particiones de un territorio en dos siempre han buscado asegurar al colonizador al menos un trozo de lo conquistado cuando ha presentido que podía perderlo todo.

Ese fue el origen de los estudios de partición en los años 30 y 40 cuando los británicos tenían fecha de retirada de Palestina y su colonia podía fracasar, así hay que entender su imposición en los Acuerdos de Oslo para aplastar una Intifada que desestabilizaba el statu quo, y ese es hoy el insistente ruido occidental a la vista de su colonia israelí en cuidados intensivos.

Los colonos nunca se detienen voluntariamente en sus procesos invasivos ni tampoco hacen renuncias a menos que se les fuerce a ello. Por eso en EEUU, Canadá o Australia no plantearon “dos Estados” a los nativos. Por el contrario, sí lo han hecho como último recurso ante un horizonte de derrota en sus colonizaciones de Irlanda, Palestina o Sudáfrica, y por eso De Gaulle lo meditó para Argelia con desplazamientos forzosos de los argelinos. No es nada nuevo, este esquema muerto de los “dos Estados” sólo ha tenido el significado de afianzar la existencia de un trozo colonizado en Palestina en contra de todas las condiciones de posibilidad. Al margen y de forma subalterna quedaría por ver si los nativos tendrían derecho a sobrevivir bajo un Régimen de Vichy, bantustanes, reservas indias, o un gigantesco Guantánamo como se construye hoy en Gaza.

Sólo hay una entidad geopolítica entre el río Jordán y el mar Mediterráneo que gobierna desde hace décadas las vidas de todos los habitantes, y es la entidad colonial israelí. Su blanqueamiento por occidente no logra ocultar que es una entidad colonial, creada en el crimen, saqueo y limpieza étnica de los nativos, y sin embargo cuesta mucho escuchar desde el Sur global un alegato por su desaparición y su reemplazo por otra entidad política diferente para todo el territorio. Y por supuesto, lo que de ninguna manera se escucha es el alegato de enviar apoyo militar y de todo tipo a la resistencia de los nativos y a sus vecinos aliados.

Israel debe sentirse muy tranquilo ante esta confluencia del discurso de las izquierdas planetarias que básicamente le plantea un apaciguamiento. Nadie exige apoyar la legítima respuesta a la violencia israelí. Muy pocos exigen el derribo de la entidad colonial.

Ha tenido que venir de otras coordenadas el recordatorio internacional de que el pueblo palestino tiene derecho a la lucha armada y que no es terrorismo. Es lo que hizo el representante de China en la Corte Internacional de Justicia, Ma Xinmin, en su turno de intervención durante las sesiones en el proceso contra Israel. Es interesante el paso, y habrá que ver si China adopta el mandato de respaldar militar y económicamente a las fuerzas palestinas y sus aliados tal como hizo en el pasado, y dejar de apoyar la partición de Palestina, especialmente dado que China no tolera tal cosa con Taiwan.

La izquierda occidental rezuma una mezcla de herencia sionista y prejuicios sobre los movimientos de liberación nacional nativos que no encajan en los corsés ideológicos eurocéntricos

A la izquierda occidental no le gustan las fuerzas de resistencia

De momento el apoyo material a la resistencia palestina se realiza entre una alianza heterogénea en sus ideologías y capacidades desde Yemen, Iraq, Irán, Líbano o Siria. Es curioso cómo se parece esta alianza a la que cien años atrás propuso Lenin en su Congreso de los Pueblos del Este. A este encuentro asistieron líderes tribales conservadores, sheikhs religiosos, intelectuales o revolucionarios marxistas de Asia, porque el líder soviético entendió que la lucha anticolonial heterogénea era el Talón de Aquiles del imperialismo, y no cabía esperar ninguna revolución dentro de la metrópoli colonizadora europea.

En ese punto seguimos, en el que la centralidad del conflicto sigue estando entre los pueblos empobrecidos a lo largo del planeta y los opresores que parasitan sus recursos y tierras. Y en ese mismo punto continúa la izquierda occidental: rezuma una mezcla de herencia sionista y prejuicios sobre los movimientos de liberación nacional nativos que no encajan en los corsés ideológicos eurocéntricos. Sumemos la arabofobia y la islamofobia y tenemos la explicación de por qué estas alianzas heterogéneas con la resistencia palestina no son dignas de la solidaridad selectiva occidental. Junto a esto, la profunda imbricación de la izquierda en las estructuras de las potencias colonizadoras, hace que quizá sólo mantiene como expectativa gestionar, de forma progresista, los réditos que proporciona a Occidente tener en Palestina una colonia y unos regímenes árabes adláteres.

A todo el mundo nos repugnan los conflictos armados, pero aún más a los pueblos oprimidos que se ven obligados a entablarlos y a resistir precisamente para vivir con dignidad y paz. Y la representación de esos pueblos está en quienes resisten, a quienes hay que dar voz, y no en los que se someten, como es la sección indígena del ente colonial, la llamada Autoridad Palestina. Ya se encargan los poderes coloniales de darle voz.

Si las izquierdas europeas comprometidas no son capaces de tirar abajo el colonialismo, al menos que sean osadas defendiendo la legalidad internacional y envíen armas y recursos a la resistencia palestina y sus aliados.

3. Resumen de la guerra en Palestina, 20 de marzo

El resumen de Mondoweiss más la ampliación de una de las noticias en Middle East Eye. Ya son varios los presos muertos en las cárceles israelíes en los últimos meses. Ahora se anuncia que la vida de Marwan Barghouti también sufre peligro. Ben Gvir es relativamente joven, así que espero que pueda pasar dos o tres décadas en la cárcel.

https://mondoweiss.net/2024/

Día 165 de la «Operación Al-Aqsa»: Los ataques israelíes se intensifican en Rafah, la invasión del Hospital al-Shifa entra en su segundo día
Tras una noche de intensos bombardeos, la AP advierte de que ha comenzado la ofensiva israelí sobre Rafah. Mientras tanto, continúa la invasión del hospital de al-Shifa; todas las comunicaciones con el personal médico atrapado en el hospital han permanecido en silencio desde el lunes por la noche.
Por Mustafa Abu Sneineh 19 de marzo de 2024

Bajas
31.819+ muertos* y al menos 73.934 heridos en la Franja de Gaza.
Más de 435 palestinos muertos en Cisjordania ocupada y Jerusalén Oriental**.
Israel revisa a la baja su estimación de víctimas del 7 de octubre, de 1.400 a 1.147.
594 soldados israelíes muertos desde el 7 de octubre y al menos 3.221 heridos.
*El Ministerio de Sanidad de Gaza confirmó esta cifra en el canal de Telegram. Algunos grupos de derechos humanos elevan la cifra de muertos a más de 40.000 si se tienen en cuenta los presuntos muertos.
** El número de muertos en Cisjordania y Jerusalén no se actualiza periódicamente. Según el Ministerio de Sanidad de la AP el 17 de marzo, esta es la última cifra.
*** Esta cifra la publica el ejército israelí, mostrando los soldados cuyos nombres «se permitió publicar».
Acontecimientos clave

  • La Autoridad Palestina advierte que Israel inició la ofensiva sobre Rafah sin anuncio oficial para evitar la presión internacional.
  • Majed Al-Ansari, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Qatar, afirma que el ataque israelí a Rafah afectará negativamente a las conversaciones de alto el fuego en Doha.
  • Ansari afirma que «aún es pronto para hablar de cualquier avance en las negociaciones» entre Israel y Hamás, pero los mediadores siguen siendo «optimistas».
  • Todas las comunicaciones con el personal médico palestino atrapado en el Hospital al-Shifa se silenciaron el lunes por la noche
  • Israel detiene al corresponsal de Al-Jazeera Ismail Al-Ghoul en el Hospital al-Shifa. Afirma que las fuerzas israelíes los detuvieron durante 12 horas, destruyeron la tienda de campaña de los medios de comunicación y confiscaron teléfonos inteligentes, cámaras y ordenadores portátiles de los periodistas.
  • El jefe de la OMS afirma que «los hospitales nunca deberían ser campos de batalla. Estamos terriblemente preocupados por la situación en el hospital de Al-Shifa, en el norte de Gaza, que está poniendo en peligro a trabajadores sanitarios, pacientes y civiles.»
  • Israel bombardea varias casas de la calle Al-Jalaa, en el norte de Gaza, cerca del Hospital al-Shifa, matando e hiriendo a varios palestinos y causando inmensos daños.
  • Israel prohíbe la entrada a Rafah a Philippe Lazzarini, jefe de la UNRWA, mientras Tel Aviv dice que no siguió «el procedimiento adecuado».
  • Lazzarini afirma que su visita «debía servir para coordinar y mejorar la respuesta humanitaria. Esta hambruna provocada por el hombre bajo nuestra mirada es una mancha en nuestra humanidad colectiva».
  • Colonos israelíes vandalizan la sede de la UNRWA en el barrio Sheikh Jarrah de la Jerusalén ocupada y pegan carteles en la puerta principal pidiendo su cierre.
  • En Jerusalén, las fuerzas israelíes sólo permitieron a 25.000 palestinos entrar en la mezquita de Al-Aqsa para realizar la oración del Ramadán la novena noche.
  • Ahmed Al-Tibi, miembro palestino de la Knesset, advierte de que la vida de Marwan Al-Barghouti, figura nacional y dirigente de Fatah, corre peligro en una prisión israelí.

La AP advierte de que «Israel comenzó a destruir Rafah»
La Autoridad Palestina (AP) advirtió de que Israel ha iniciado una ofensiva sobre Rafah sin un anuncio oficial para evitar la presión internacional.
Durante la noche, Israel bombardeó intensamente Rafah, matando al menos a 14 palestinos en la zona, donde hay más de un millón de desplazados, la mayoría de ellos viviendo en tiendas de campaña.
«Israel comenzó a destruir Rafah a diario y de forma sistemática mediante repetidos ataques contra viviendas, bombardeándolas y matando e hiriendo a decenas de civiles», declaró el martes el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Autoridad Palestina.
Añadió que para evitar la condena y la presión internacional para que cesaran esos ataques, «Israel… no esperó permiso de nadie y no anunció» la operación públicamente.
La escalada de ataques aéreos y bombardeos de artillería israelíes en Rafah se produce mientras el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, visita la región, donde prosiguen las conversaciones entre Israel y Hamás en Qatar, sin que se hayan producido avances para alcanzar un alto el fuego y un acuerdo de intercambio de rehenes.
Israel ha bombardeado varias zonas de Rafah durante la noche, apuntando principalmente a viviendas y bloques residenciales palestinos, según Wafa, incluidos los barrios de Musabah, Khirbet Al-Adas y Al-Jeneina.
El martes, Majed Al-Ansari, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Qatar, declaró que un ataque contra Rafah afectaría negativamente a las conversaciones de alto el fuego en Doha.
«Cualquier ataque a Rafah provocará una catástrofe humanitaria y afectará negativamente al progreso de las conversaciones», declaró. Ansari añadió que los mediadores están trabajando en un acuerdo de alto el fuego temporal para permitir la entrada de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza.
«Todavía es demasiado pronto para hablar de cualquier avance en las negociaciones, pero somos optimistas al respecto», dijo, según Al-Jazeera Arabic.

El hospital Al-Shifa, bajo control israelí por segundo día consecutivo
En el norte de Gaza, las fuerzas israelíes llevan asaltando el hospital Al Shifa desde última hora del domingo.
El lunes por la noche se cortó toda comunicación con el personal médico atrapado en el hospital. Es la segunda vez que las fuerzas israelíes asaltan el hospital de Al Shifa desde octubre, esta vez alegando que había figuras de Hamás en su interior, pero aún no han aportado pruebas.
Tras el inicio del asalto israelí se declaró un incendio en el edificio de cirugía especializada de Al Shifa. Alrededor de 25.000 palestinos estaban refugiados en el complejo médico, e Israel detuvo a 90 palestinos, entre ellos periodistas del interior de Al Shifa. Entre ellos se encontraba el corresponsal de Al Yazira en el norte de Gaza, Ismail al Ghoul, que fue puesto en libertad tras 12 horas de detención.
Al-Ghoul declaró posteriormente que las fuerzas israelíes destruyeron la tienda de campaña de los medios de comunicación situada en el interior del hospital de Al Shifa y se incautaron de teléfonos inteligentes, cámaras y ordenadores portátiles de los periodistas que fueron detenidos y despojados de sus ropas.
«Las fuerzas de ocupación [israelíes] nos esposaron y vendaron los ojos e interrogaron a todos los periodistas presentes en el lugar», declaró el lunes a Al Yazira Arabic en una llamada telefónica.
Al-Ghoul es uno de los pocos periodistas que informan desde el norte de Gaza a un canal de televisión convencional. Recientemente informó de que las fuerzas israelíes habían matado a cientos de palestinos que se reunían para conseguir harina, ayuda y alimentos cerca de la rotonda de Al-Nabulsi y la calle Al-Rashid, en la ciudad de Gaza.
«Los hospitales nunca deben ser campos de batalla»
Tedros Adhanom Ghebreyesus, jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), afirmó que «los hospitales nunca deben ser campos de batalla. Estamos terriblemente preocupados por la situación en el hospital de Al Shifa, en el norte de Gaza, que está poniendo en peligro a trabajadores sanitarios, pacientes y civiles.»
Ghebreyesus añadió que el Hospital al-Shifa está funcionando parcialmente. En noviembre, las fuerzas israelíes asaltaron el complejo tras días de asedio, alegando que Hamás albergaba un «centro de mando» debajo de las instalaciones y aún no ha presentado pruebas.
Israel también bombardeó varias casas de la calle Al-Jalaa, en el norte de Gaza, cercana al hospital Al-Shifa, matando e hiriendo a varios palestinos y causando inmensos daños en la zona.
Algunos palestinos paseaban por la calle Al-Jalaa en el momento de los ataques aéreos, otros volvían de coger harina y se encontraron sus apartamentos bombardeados mientras sus familias estaban dentro.
En las últimas 24 horas, las fuerzas israelíes cometieron varias masacres en diversas zonas de la Franja de Gaza, según informó el Ministerio de Sanidad de Gaza en Telegram, matando al menos a 93 personas e hiriendo a 142. Miles de personas permanecen bajo los escombros de los edificios bombardeados.
Un bombardeo israelí mató a 16 palestinos en el norte de Gaza durante la noche. Al menos 15 personas murieron en un ataque aéreo israelí contra una casa de la familia Muqbel en el centro de la ciudad de Gaza. La Media Luna Roja Palestina (MLRP) declaró que 14 de sus miembros habían muerto desde que comenzó la agresión israelí contra Gaza en octubre.
En el norte de Gaza, Israel bombardeó la casa de la familia Al-Banna en Jabalia, matando al menos a ocho personas, informó Wafa. Cientos de palestinos vieron cómo sus tiendas se hundían o eran arrastradas por el viento y las lluvias torrenciales en Deir al-Balah, Rafah y la zona de Al-Mawasi en Khan Younis durante la noche, informó Wafa.

Israel niega la entrada a Rafah al jefe de la UNRWA
Israel prohibió la entrada a Rafah a Philippe Lazzarini, jefe de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), ya que Tel Aviv alegó que no siguió el «procedimiento adecuado».
El mes pasado, Lazzarini acusó a Israel de pretender destruir la UNRWA y defendió la incesante labor de la organización para ofrecer ayuda humanitaria a los palestinos de la Franja de Gaza.
«Tenía intención de ir hoy a Rafah, pero hace una hora se me ha informado de que mi entrada en Rafah ha sido denegada», dijo Lazzarini durante una rueda de prensa en El Cairo el lunes junto al ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Sameh Shoukry.
Shoukry dijo que Lazzarini tenía prohibida la entrada por Israel. «Ha sido rechazado por el gobierno israelí, se le ha denegado la entrada, lo que es una medida sin precedentes para un representante en este alto cargo», dijo.
Aunque el paso fronterizo de Rafah es un punto de entrada entre la Franja de Gaza y Egipto, Israel es quien decide quién puede entrar o salir del enclave, según el acuerdo israelo-egipcio.
Lazzarini también acusó a Israel de crear una hambruna artificial en Gaza y afirmó que la UNRWA estaba «inmersa en una carrera contrarreloj para intentar invertir el impacto del hambre que se extiende y la hambruna que se avecina en la Franja de Gaza».
Añadió que su visita «debía servir para coordinar y mejorar la respuesta humanitaria. Esta hambruna provocada por el hombre bajo nuestra mirada es una mancha en nuestra humanidad colectiva».
«Se ha perdido demasiado tiempo, todos los pasos fronterizos terrestres deben abrirse ya. La hambruna puede evitarse con voluntad política», afirmó Lazzarini.
Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para Palestina, escribió en la plataforma X que «Israel no quiere testigos, ni narradores de la verdad», en un comentario sobre la denegación de entrada de Lazzarini.
El lunes, colonos israelíes destrozaron la sede de la UNRWA en el barrio Sheikh Jarrah de la Jerusalén ocupada. Pegaron carteles en la puerta principal pidiendo el cierre de la agencia UNRWA, que también proporciona ayuda humanitaria a los palestinos en los campos de refugiados de Jerusalén y opera en Líbano, Siria y Jordania.
Colonos israelíes atacan el pueblo de Deir Istiya
Durante la noche, las fuerzas israelíes detuvieron a varios palestinos de las ciudades ocupadas de Cisjordania de Hebrón, Yenín, Qalqilya, Nablús y el campo de refugiados de Balata.
En Jerusalén, las fuerzas israelíes sólo permitieron a 25.000 palestinos entrar en la mezquita de Al Aqsa para realizar la oración de Al Tarawih del Ramadán la novena noche. Esto supone un fuerte descenso respecto a los 60.000 palestinos que realizaron Al-Tarawih el sábado por la noche.
Las autoridades israelíes siguen limitando el número de palestinos de Cisjordania que pueden entrar en Jerusalén. La semana pasada, las fuerzas israelíes instalaron al menos 30 puestos de control improvisados en las afueras de la Ciudad Vieja, a las puertas de la ciudad y en las entradas de la mezquita de Al Aqsa.
Desde octubre, Israel ha emitido 100 órdenes de expulsión contra palestinos residentes en Jerusalén y ciudadanos palestinos de Israel, prohibiendo a 55 de ellos la entrada a Jerusalén y a 45 a la mezquita de Al Aqsa, según el Centro de Información sobre Derechos Humanos Wadi Hilweh.
Wadi Hilweh añadió que esto se ha convertido en una política rutinaria «para privar a los palestinos de su derecho a rendir culto y visitar Al-Aqsa», especialmente en torno a ocasiones religiosas como el Ramadán.
En el norte de Cisjordania, colonos israelíes atacaron la aldea de Deir Istiya, cerca de Salfit, robaron el contenido de una habitación agrícola propiedad de Youssef Salman y destruyeron los paneles solares, informó Wafa.

La vida de Marwan Al-Barghouti corre peligro en una prisión israelí
Ahmed Al-Tibi, miembro palestino de la Knesset israelí, advirtió de que la vida de Marwan Al-Barghouti corre peligro dentro de la prisión israelí.
Barghouti, popular figura nacional y dirigente de Fatah, fue recluido en régimen de aislamiento en la prisión de Megiddo. Desde octubre, ha pasado de un centro de detención a otro, como Ofer, Ramla y Rimonim.
«La vida de Marwan Al-Barghouti corre peligro dentro de la prisión debido a la agresión de la que ha sido objeto él y otros detenidos. Hago responsable al primer ministro Benjamin Netanyahu de cualquier daño causado a él, a su vida o a las vidas de los presos», dijo Al-Tibi en un vídeo publicado en la plataforma X.
Añadió que Barghouti fue agredido y sangró a consecuencia de ello, y advirtió que desde octubre, 13 palestinos han muerto dentro de la cárcel israelí, «algunos de ellos aparecieron asesinados, según las familias y los jueces, debido a la violencia y la tortura».
Los palestinos consideran a Barghouti una figura nacional que podría salvar el cisma entre Fatah y Hamás y liderar un futuro Estado palestino. Hamás ha insistido en que Barguti estará entre los presos que se liberarán en cualquier acuerdo de intercambio con Israel.
El mes pasado, Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional, declaró que había ordenado el traslado de Barghouti a una prisión de aislamiento «tras recibir información sobre un levantamiento planeado» en la Cisjordania ocupada.

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Guerra contra Gaza: Israel «pone en peligro» la vida de Marwan Barghouti en prisión
Barghouti, uno de los presos políticos palestinos más destacados, está siendo aislado y torturado, según un alto funcionario palestino.
Fecha de publicación: 18 de marzo de 2024
Al parecer, Marwan Barghouti, uno de los presos políticos palestinos más destacados, está siendo sometido a aislamiento y torturas en una prisión israelí, según ha declarado un alto funcionario palestino.
Hussein al Sheij, secretario general del Comité Ejecutivo de la OLP, acusó el lunes a las autoridades israelíes de poner en peligro la vida de Barguti en prisión.
Sheikh escribió en X, antes Twitter, que Barghouti estaba siendo expuesto a «aislamiento, tortura e intentos de coaccionarlo, humillarlo y golpearlo, poniendo su vida en peligro».
Al parecer, Barghouti, de 64 años, ha sido golpeado por guardias de prisiones israelíes en los últimos días, según Qadura Fares, director de la Comisión Palestina para Asuntos de Detenidos y Ex Prisioneros.
Fares afirmó que el ataque contra Barghouti forma parte de una campaña de represión contra los presos palestinos que se ha intensificado desde el comienzo del mes de Ramadán.
Las medidas punitivas incluyen «fuertes palizas, insultos, humillaciones y confiscación del Corán de las celdas».
«La situación se ha vuelto más peligrosa de lo que nadie podía imaginar, ya que la vida de los presos se ha visto amenazada en el verdadero sentido de la palabra», afirmó Fares.
Añadió que otro preso de alto perfil que ha sufrido recientemente un aumento de los ataques es Thabet Merdawi, dirigente de la Yihad Islámica que lleva en la cárcel desde 2002.
«Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional, a las instituciones y a las organizaciones internacionales para que intervengan de inmediato y con urgencia a fin de poner fin a las medidas represivas contra nuestros presos y nuestros dirigentes en las cárceles de ocupación, protegerlos y ponerlos en libertad de inmediato», declaró Sheikh.

Reclusión en régimen de aislamiento
Barghouti, de 64 años, lleva más de dos décadas en prisión, a pesar de los crecientes llamamientos a su liberación a lo largo de los años.
El mes pasado, el ministro de Seguridad israelí, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, declaró que Barguti había sido recluido en régimen de aislamiento.
«Me alegro de que el Servicio de Seguridad de Israel esté aplicando mi política muy clara hacia los terroristas en las cárceles y haya trasladado hoy al asesino Marwan Barghouti de la prisión de Ofer a aislamiento tras recibir información sobre un levantamiento planeado», declaró en X.
Las informaciones sobre el asalto a la prisión se producen en medio de un renovado impulso de los mediadores para encontrar un acuerdo entre Israel y Hamás que ponga fin a la guerra en Gaza e intercambie prisioneros, lo que podría incluir la liberación de Barghouti.
Barghouti fue un destacado dirigente de la primera y la segunda Intifada, lo que le convirtió en uno de los presos de más alto perfil detenidos por Israel.
Israel acusó a Barguti de haber fundado las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa a principios de la década de 2000 y le imputó 26 cargos de asesinato e intento de asesinato atribuidos al grupo.
Barguti sigue siendo una figura popular palestina, sobre todo después de no ofrecer defensa ante los tribunales y negarse a reconocer la autoridad del tribunal israelí.
Según los sondeos de opinión realizados desde su encarcelamiento, sigue siendo el candidato presidencial favorito del pueblo palestino.
Una encuesta realizada en diciembre le situaba por delante del actual dirigente, Mahmud Abbas, que lleva casi 20 años como presidente de la Autoridad Palestina y ha cancelado las elecciones previstas para abril de 2021.

4. Crítica al decrecimiento

En la prensa insumisa publican este artículo contra el decrecimiento, con discusión interna, por lo que parece. Los autores, tecnófilos «prometeicos» declarados, se basan casi exclusivamente en una crítica a Saito que no es, ni de lejos, el único o principal representante del decrecimiento. https://lvsl.fr/contre-la-

Defender el marxismo contra el decrecimiento neomalthusiano
Matt Huber Leigh Phillips 19 de marzo de 2024
Ante el desastre ecológico provocado por el crecimiento, necesitamos frenar. Frente a los daños causados por los grandes proyectos industriales, necesitamos volver a centrarnos en el ámbito local. Contra el tecnosolucionismo prometeico, hay que trabajar por la sobriedad desde abajo. Estos eslóganes son emblemáticos del pensamiento «decrecentista», en particular tal y como lo teoriza el autor de best-sellers Kohei Saito. Su obra, ampliamente aclamada, pretende formar parte de la herencia marxista. Pero lejos de ampliar El Capital, reitera los supuestos maltusianos de los adversarios de Karl Marx. Y contiene desastrosas directrices estratégicas para los ecologistas. Por Matt Huber, profesor de Geografía en la Universidad de Siracusa, autor de Climate Change as Class War (Verso, 2022) y Leigh Philipps, periodista y autor de Austerity Ecology [1].
Nota del editor: este artículo, crítico con el decrecimiento, no refleja la opinión de toda la redacción de Le Vent Se Lève sobre el tema – aquí se publicó un artículo favorable a la noción. Del mismo modo, los análisis de John Bellamy Foster y Kohei Saito, criticados en el artículo siguiente, han sido analizados con aprobación aquí y aquí.
Casi todos los días, los titulares nos traen nuevas pruebas del elevado coste de la vida cotidiana para millones de personas: desde la inflación (impulsada por los beneficios) hasta la crisis de la vivienda y el aumento vertiginoso de los costes de la educación y la sanidad. En el mundo capitalista avanzado, los trabajadores llevan más de cuatro décadas sufriendo ataques a los servicios públicos, desindustrialización, empleos cada vez más precarios y salarios estancados.
Sin embargo, cada vez son más los ecologistas que afirman que, debido a la crisis climática, los trabajadores consumen… demasiado. Que deberían apretarse el cinturón para permitir que la economía occidental «decrezca» a fin de respetar los límites del planeta. Los partidarios del «decrecimiento» señalan las compensaciones que obtendrían a cambio: un sinfín de nuevos programas sociales y una semana laboral más corta.
Sin embargo, como los trabajadores de los países ricos son actores del «modo de vida imperialista» -socios de la clase capitalista en la explotación de los trabajadores y los recursos del Sur-, tendrán que abandonar, según el teórico japonés del «comunismo del decrecimiento» Kohei Saito, «su extravagante estilo de vida». No son explotados y precarios, sino «protegidos por la invisibilidad de los costes de [su] estilo de vida».
A primera vista, parece incoherente desear la organización victoriosa de los trabajadores para conseguir salarios más altos y, al mismo tiempo, señalar que su estilo de vida no sólo es extravagante, sino francamente imperial. Así pues, este entusiasmo por la ideología del decrecimiento no parece compatible ni con un horizonte socialista, ni con una perspectiva sindical, y menos aún con una crítica marxista del capitalismo.
Sin embargo, las ideas de Saito -que no sólo sugieren un híbrido entre decrecimiento y marxismo, sino que además proclaman que ¡Marx fue el teórico original del decrecimiento! – han encontrado un fuerte eco en la izquierda ecologista no marxista, e incluso entre los autoproclamados «ecomarxistas».
¿Debemos realmente abandonar la crítica marxista del maltusianismo (definido aquí como la adhesión a la tesis de los límites fijos del crecimiento), así como el horizonte marxista de una «liberación de la producción» de las restricciones irracionales del mercado? La popularidad de las tesis de Saito obliga a cuestionar estas orientaciones. Y ver la incompatibilidad entre una perspectiva de decrecimiento y una perspectiva marxista tradicional, que es mucho más clara que las afirmaciones de que los trabajadores de los países desarrollados tienen un estilo de vida «imperialista» y contribuyen a la degradación ecológica.

Decrecer
Kohei Saito es filósofo y profesor asociado de la Universidad de Tokio. Su primer libro, Karl Marx’s Ecosocialism: Capital, Nature and the Unfinished Critique of Political Economy, ganó el Premio Isaac y Tamara Deutscher Memorial en 2018. En él, Saito se basa en los cuadernos científicos de Marx -en particular sus notas sobre los escritos de uno de los fundadores de la química orgánica, el científico alemán del siglo XIX Justus von Liebig, y su influencia en los análisis de Marx sobre lo que él llamó la «fisura irreparable» entre los residuos biológicos urbanos y el suelo rural.
El principal argumento de Saito es que Marx habría estado cada vez más preocupado por los límites naturales al desarrollo capitalista de la agricultura. Lo que el autor no menciona es que muchos de estos supuestos límites fueron superados posteriormente por el desarrollo de los fertilizantes sintéticos nitrogenados. Pero la principal preocupación de Saito es argumentar que Marx estaba mucho más preocupado por las limitaciones ecológicas de lo que admiten las lecturas «prometeicas» de su pensamiento.
La reputación de Saito se ha disparado recientemente. Su publicación El Capital en el Antropoceno vendió quinientos mil ejemplares en Japón. Su siguiente publicación, Marx in the Anthropocene (2022), desarrolla muchos de los mismos argumentos presentados en su primer libro, y le ha granjeado una marcada popularidad en la izquierda.
En estos textos, Saito precisa el objeto de su ataque a lo que denomina «socialismo productivista»: una lectura supuestamente errónea del marxismo, que conduciría a un «alegato prometeico (pro-tecnología, anti-ecología) a favor de la dominación de la naturaleza».
Saito admite que su lectura procede de teorías ecologistas no marxistas -que creen que Marx abrazó el desarrollo económico y tecnológico ilimitado-, pero añade que «incluso los marxistas definidos como tales han admitido este fallo». Inicialmente, lo que Saito llama los «ecosocialistas de la primera ola» – Ted Benton, André Gorz, Michael Löwy – argumentaban que el aspecto «prometeico» del pensamiento marxista era un error – o que Marx había vivido en una época que le habría impedido comprender las cuestiones medioambientales. Por tanto, el marxismo debía corregirse, o al menos complementarse, con un análisis «ecológico».
Pero en los años 90 y principios de los 2000, «ecosocialistas de segunda ola» como John Bellamy Foster y Paul Burkett reexaminaron los textos de Marx y afirmaron descubrir una «dimensión ecológica ignorada o censurada». Después de todo, ¡Marx no necesitaba ser corregido!
Saito se ve a sí mismo como el iniciador de la siguiente etapa de este proceso. No se limita a afirmar que existe una marcada dimensión ecológica en el pensamiento de Marx. Añade que, en la década de 1870, Marx inició una ruptura tan radical en su análisis del capitalismo que la aprehensión ecológica de los «límites» se convirtió en la base misma de su crítica de la economía política. Marx no sólo no necesita ser corregido por una consideración de los límites naturales, sino que ¡toda su crítica se basa en ellos!
En última instancia, Saito pretende construir un nuevo tipo de marxismo, basado en el reconocimiento de -y la sumisión a- límites fijos: «puesto que la tierra es finita, es obvio que existen límites biofísicos absolutos a la acumulación de capital». Estos «límites biofísicos objetivos de la Tierra» pueden ser rebasados por la tecnología, pero sólo «hasta cierto punto»: las leyes de la energía y de la entropía son «hechos objetivos, independientes de las relaciones sociales y de la voluntad humana».
La adhesión a la idea de límites naturales fijos recuerda inmediatamente a una forma de neomalthusianismo, el movimiento de los años 60 que amplió la obsesión de Thomas Malthus por los límites de la producción agraria a los límites de la producción en general (en relación con la supuesta superpoblación).
El renacimiento neomalthusiano se inició con la publicación en 1968 del increíblemente racista bestseller de Paul Ehrlich, La bomba demográfica, que estimaba que el crecimiento de la población humana superaría la capacidad de la biosfera para soportarlo -y predecía decenas de millones más de muertes por hambre en la década de 1970 (precisamente cuando la esperanza de vida aumentaba y la desnutrición disminuía). En la misma línea se sitúa el «informe» del Club de Roma de 1972, Los límites del crecimiento.
Recientemente, esta perspectiva se ha reavivado bajo el lema de nueve «fronteras planetarias», basadas en las investigaciones del Centro de Resiliencia de Estocolmo: cambio climático, contaminación por nitrógeno y fósforo, cambios en el uso del suelo, etc.
Saito, como la mayoría de los «decrecentistas», no quiere tirar al bebé maltusiano con el agua de la bañera de la superpoblación: quiere deshacerse de este aspecto del pensamiento de Malthus, para conservar mejor la idea central del respeto de los límites naturales. «Si [el reconocimiento de los límites] cuenta como maltusianismo, entonces la única manera de evitar la trampa maltusiana sería la negación dogmática de los límites naturales como tales».
Esta creencia en límites fijos -ya sea en términos demográficos o de recursos- ignora características fundamentales de la condición humana. No basta con decir que la producción tropieza con límites naturales a partir de cierto punto: siempre y en todas partes está constreñida por límites naturales. Y estos límites, lejos de ser intangibles, pueden ser superados por la ciencia y la tecnología, combinadas con un horizonte igualitario (o, para utilizar la frase de Hal Draper: «Prometeo más Espartaco»). Este es el sentido de la famosa crítica a Malthus desarrollada por Friedrich Engels en 1844, basada en «la ciencia – cuyo progreso es tan ilimitado y al menos tan rápido como el de la población». Lo que es cierto de la ciencia en relación con la población también lo es en relación con las materias primas y la energía que utiliza la población. Además, sobre todo en la era de la exploración espacial, la Tierra ya no es la única fuente de energía posible…
Por poner un ejemplo más concreto, uno de los límites planetarios fijados por el Centro de Resiliencia de Estocolmo es la cantidad de gases de efecto invernadero que pueden emitirse antes de que se superen temperaturas globales irreversibles. En otras palabras, el límite climático representa un límite a la cantidad de energía fósil que podemos utilizar sin causar graves daños. Este límite energético es real, pero también contingente. Cuando pasemos a fuentes de energía limpias como la nuclear, la eólica y la solar, este límite climático se habrá superado.
Como bien sabemos, estos cambios no se producen espontáneamente. La cuestión que hay que plantearse es cómo las relaciones de producción pueden inhibir o fomentar la superación de los límites.

Separación de la naturaleza
Los escritos de Saito se inspiran a menudo en la obra de John Bellamy Foster, editor de la Monthly Review. Foster sostiene que, contrariamente a la creencia generalizada de que Marx era partidario de la revolución industrial, el anciano había desarrollado en realidad una teoría de la «descomposición metabólica» mucho más crítica con ella.

La teoría de la «descomposición metabólica» afirma que el modo de producción capitalista ha provocado la ruptura de las interacciones normales y saludables entre la sociedad y la naturaleza, lo que está en el origen de los problemas medioambientales. Las pruebas empíricas de Foster se encuentran en algunas notas a pie de página de Marx y en extractos de sus cuadernos de notas, sobre todo en relación con el tercer volumen de El Capital.
Marx se refiere a los descubrimientos de Justus von Liebig sobre la fertilidad del suelo. En él escribe que el capitalismo produce «condiciones que causan una ruptura irreparable en el proceso interdependiente del metabolismo social, un metabolismo prescrito por las leyes naturales de la vida misma».
En otras palabras, la urbanización capitalista genera una concentración de población cuyos residuos no pueden reciclarse con la rapidez suficiente para renovar el suelo. Liebig describe esta dislocación como un «robo» que conduce a la degradación final del suelo.
La teoría de Foster de la «descomposición metabólica» sostiene, por tanto, que Marx extendió el análisis de Liebig sobre la fertilidad del suelo a toda la relación entre la sociedad y la naturaleza. Y que el impulso capitalista hacia un crecimiento cada vez mayor genera una sobreexplotación irreparable de la fertilidad del suelo: lo que se aplica a la fertilidad del suelo se aplica a todos los procesos naturales. Así pues, el capitalismo ha perturbado los procesos «naturales», una perturbación que funciona como una separación, o alienación, de la humanidad con respecto a la naturaleza, de forma análoga a como se aliena a los trabajadores con respecto al producto de su trabajo.
Saito va más allá. Amplía e invierte la posición de Foster. Mientras que para Foster la crítica marxista del capitalismo implica una teoría de la «descomposición metabólica», para Saito el «concepto de metabolismo» de Marx está «en la base de su economía política».
En Marx in the Anthropocene, una vez establecido que el «metabolismo» está en el corazón del marxismo ecológico, Saito procede a lo que debe describirse propiamente como una adjudicación de puntos buenos y malos a diversos pensadores, como István Mészáros, Rosa Luxemburg, Georg Lukács y, sobre todo, Friedrich Engels. Saito los clasifica según su forma de entender la importancia del «metabolismo».
Celebra a Mészáros, que «contribuyó en gran medida a la correcta comprensión del concepto de metabolismo de Marx como fundamento de su economía política». Luxemburg, por su parte, «comprendió» la ruptura metabólica a nivel «internacional», pero tropezó en la última etapa, en la medida en que «formuló su teoría del metabolismo contra Marx», al no haber sabido leer la dimensión ecológica en sus textos.
Por último, se dice que Engels obstaculizó el despertar de Marx al decrecimiento en la década de 1870. En particular, se le acusa de haber suprimido la palabra «natural» del pasaje citado anteriormente sobre la «ruptura irreparable» (en el manuscrito original, se lee: «proceso entre metabolismo social y metabolismo natural»). Para Saito, esta simple supresión demuestra que Engels actuaba para cuestionar la centralidad de la ecología en el pensamiento marxista, lo que habría provocado una ruptura entre ambos pensadores. En un ensayo reciente, ni siquiera Foster está convencido: «es discutible que la supresión de ‘metabolismo natural’ cambiara sustancialmente el significado del pasaje original de Marx».
Saito parece mostrar poco interés por los escritos de estos pensadores, una vez que revisa su adhesión a la teoría de la «descomposición metabólica». Lukács es elogiado por movilizar el concepto; pero si leemos todo el texto que Saito cita con aprobación, adquiere tintes decididamente «prometeicos» que Saito rechaza por lo demás. Lukács proclama que «la sociedad socialista es… la heredera de todos los inmensos logros que el capitalismo ha alcanzado en el campo de la técnica».
En el corazón de muchos de los pensadores clave del marxismo -por no mencionar el movimiento socialista histórico inspirado por Marx- está la idea de que el socialismo liberará a la producción de los grilletes impuestos por el capitalismo. A Saito esto no le interesa.
Del mismo modo, ignora cordialmente a las docenas -si no cientos- de otros pensadores clave del canon marxista y del movimiento socialista, de Lenin a Trotsky, de Sylvia Pankhurst a Nikolai Bujarin, partidarios de liberar toda la potencialidad de las fuerzas productivas. Para ellos, parecía un hecho que en una determinada fase del desarrollo de las fuerzas productivas (conocimientos científicos, tecnología, mano de obra, tierra y recursos naturales, etc.), éstas se verían limitadas por las relaciones sociales: los propietarios del capital sólo venden mercancías y emplean trabajadores para obtener beneficios; cualquier mercancía que no sea rentable no se produce. El papel de la revolución social es liberar la producción de las limitaciones impuestas por el capitalismo.
Esta es una tesis central del materialismo histórico. Y sus manifestaciones contemporáneas abundan. Durante la pandemia de Covid, quedó demasiado claro que la producción de vacunas redundaba en interés de toda la humanidad; y vimos cómo ésta se veía frenada irracionalmente por la búsqueda de beneficios de las multinacionales de la salud. Así, mientras el mercado limita la producción a lo que es rentable, el socialismo puede producir mucho más. Este es un prisma que puede aplicarse a las cuestiones climáticas: existen multitud de soluciones, pero no son rentables.
Pero las citas selectivas de Saito no estarían tan mal si no considerara a Marx y a la pequeña fracción de marxistas que ha elegido como profetas, en lugar de teóricos falibles.

¿El colapso metabólico del capitalismo?
Antes de seguir adelante, hagamos una pausa para considerar lo que realmente significa «metabolismo» en bioquímica, los descubrimientos de Liebig sobre la nutrición del suelo y lo que los ecologistas y biólogos evolutivos tienen que decir sobre la posibilidad de una «ruptura» del «metabolismo» natural.
Para Saito y Foster, los pasajes relevantes de Marx se refieren a uno de los principales descubrimientos de Liebig: que los elementos químicos potasio, fósforo y, sobre todo, nitrógeno – son esenciales para el crecimiento de las plantas. Hoy sabemos que en todos los organismos (no sólo en las plantas), el nitrógeno se convierte en la base del ARN y el ADN, y también, junto con otros ingredientes, se transforma en aminoácidos, los componentes básicos de las proteínas de las que están hechos casi todos los tejidos de un organismo. En las plantas, el nitrógeno, junto con otras sustancias, se transforma en hojas, tallos y todo lo demás que compone una planta. Cuando los animales comemos estas plantas, el nitrógeno que contienen se utiliza para fabricar nuestras propias proteínas, ADN y el resto de nuestros tejidos.
Metabolismo – Stoffwechsel en alemán (literalmente: «cambio material») – es un término bioquímico para todas estas reacciones dentro de un organismo. Adopta dos formas: catabolismo -la descomposición de moléculas, como cuando una bacteria rompe el enlace de una molécula de nitrógeno N2- y anabolismo -la construcción de nuevas moléculas, como cuando las plantas y otros organismos fabrican proteínas-. El metabolismo no es más que este ciclo completo.
Liebig describió el declive de la fertilidad del suelo como un proceso por el que estos nutrientes químicos son absorbidos por las plantas y después por los seres humanos y los animales domésticos que los consumen. Así que si estos nutrientes no vuelven al suelo desde nuestros excrementos, orina y cuerpos después de morir, sólo salen del suelo en una dirección: esencialmente del campo a la ciudad, por los desagües y finalmente a los océanos. Esto es lo que Liebig llamó, comprensiblemente, una forma de «robo».
Basándose en los análisis de Liebig, Foster y Saito hacen una afirmación completamente diferente: este «sistema de robo» es específico de la historia del capitalismo. Este es el punto central de todo su planteamiento ecosocialista: si encontramos en Marx una teoría que explica cómo el capitalismo destruye la naturaleza en virtud de sus leyes, tendremos una teoría marxista que explica por qué el capitalismo debe ser sustituido por el socialismo.
El problema es doble. En primer lugar, no está claro que lo que describen Marx o Liebig pueda considerarse específico del capitalismo. El «robo» en cuestión parece caracterizar a la propia civilización urbana, en la que las élites controlan la mano de obra y los recursos de una periferia rural. Este tipo de dinámica puede encontrarse en contextos tan variados como la antigua Roma y la civilización maya (ambas se enfrentaron a problemas ecológicos relacionados con la explotación urbana de una periferia rural).
Por supuesto, se puede considerar que el capitalismo ha intensificado la urbanización (y ha generado un proletariado urbano de masas), pero se trata de una diferencia de grado con respecto a las sociedades preexistentes.
Por otra parte, la teoría de la descomposición metabólica adolece de una creencia acientífica en un «equilibrio» natural que el capitalismo ha perturbado. La historia de la vida en la Tierra no es la de un frágil equilibrio, sino la de un cambio dinámico constante. Desde la primera extinción masiva causada por la producción de oxígeno molecular por las cianobacterias hasta los múltiples trastornos provocados por las erupciones volcánicas globales, el planeta nunca ha dejado de experimentar condiciones cambiantes, que a su vez conducen a un cambio evolutivo perpetuo, y a la subsiguiente dinámica de extinción y especiación.
Así pues, el modo de producción capitalista -o cualquier otro- no es más que la última manifestación de un conjunto de presiones selectivas evolutivas. Nuestro comportamiento -que se manifiesta en nuevas presiones selectivas evolutivas- puede, sin embargo, amenazar a nuestra propia especie, al destruir los servicios ecosistémicos de los que dependemos. La degradación de la fertilidad de los suelos agrícolas, el cambio climático, la contaminación por nitrógeno, etc., representan amenazas vitales. Pero no pueden interpretarse como una ruptura de un «equilibrio» preexistente que no existe.
Cabe añadir que la actividad humana que amenaza los servicios de los ecosistemas no es exclusiva del capitalismo. La extinción masiva de la megafauna de finales del Pleistoceno, debida probablemente a la caza excesiva humana o a la competencia por los recursos, y que provocó la desaparición de criaturas como los mamuts lanudos, los tigres dientes de sable y los rítidos de Steller, precedió no sólo a la «civilización», sino a veces incluso a la aparición del Homo sapiens. Comenzó con nuestros antepasados homínidos.
Hay que añadir que la presentación que Foster y Saito hacen de Liebig es engañosa: en agronomía, Liebig es efectivamente un pionero, pero no por sus análisis del «robo» del suelo. En cambio, se le conoce como el «padre de los fertilizantes». No sólo puso de manifiesto el carácter unidireccional del flujo de nutrientes en la producción agrícola… sino que utilizó este descubrimiento para idear formas de corregir este proceso. Contribuyó así al desarrollo de los fertilizantes nitrogenados; más tarde, en los primeros años del siglo XX, Fritz Haber y Carl Bosch desarrollaron un proceso para convertir el nitrógeno atmosférico en amoníaco. Este descubrimiento marcó el momento en que las hambrunas, como problema estructural de la historia de la humanidad, se convirtieron en un anacronismo. Gracias a la difusión de estas innovaciones, a las que hay que añadir las técnicas de irrigación, la producción de cereales de alto rendimiento, la mecanización, los abonos químicos y los pesticidas, la mortalidad debida al hambre se redujo drásticamente en Asia durante la década de 1950, bajo el impulso de la «Revolución Verde». La que queda hoy es enteramente política – y no el resultado de ningún «robo» infligido al suelo.
Los críticos de la Revolución Verde denuncian con razón a las grandes empresas que se beneficiaron de ella, así como la destrucción de la agricultura campesina a pequeña escala que sobrevino. A los primeros hay que recordarles que la agricultura mecanizada destinada a ahorrar mano de obra no es una característica del modo de producción capitalista. Y a los segundos hay que recordarles que la destrucción de la pequeña agricultura campesina corresponde a la forma en que el marxismo concibe el preludio del socialismo.
Por supuesto, estas nuevas tecnologías también crean graves problemas. El proceso Haber-Bosch, que utiliza gas natural como fuente de hidrógeno, es intensivo en carbono; la escorrentía de nutrientes agrícolas, en ausencia de una regulación e infraestructura adecuadas, puede provocar la proliferación de algas nocivas en el mar, etc. Es un fenómeno bien conocido. Es un fenómeno bien conocido: resolver problemas crea otros nuevos, que a su vez deben ser resueltos. Y desde una perspectiva marxista, en un régimen capitalista, esta resolución de problemas se ve obstaculizada por… la falta de rentabilidad de las soluciones.
En otras palabras, la sociedad capitalista no es una sociedad racional, y la asignación de recursos viene determinada simplemente por la búsqueda de la máxima tasa de beneficio. De ahí su incapacidad para resolver los grandes problemas medioambientales causados por su uso de la tecnología. Un análisis de este tipo no requiere añadir ninguna «ruptura metabólica» al corpus marxista.

¿Ha abandonado Marx el materialismo histórico?
En sus dos libros recientes, Saito dedica muchas páginas a criticar lo que denomina el nuevo «socialismo utópico». Con ello, se dirige a quienes sostienen que el desarrollo tecnológico capitalista allana el camino para un futuro socialista de abundancia (a menudo denominado «comunismo de lujo totalmente automatizado»). Irónicamente, es el propio Saito, un entusiasta del municipalismo ecológico y la agricultura localista, quien promueve precisamente lo que Engels denunció como «socialismo utópico».
Saito afirma que la mayoría de los marxistas se han visto atrapados por la primera versión del pensamiento de Marx (en particular, culpa a los Grundrisse de 1857-58 y al canónico prefacio de 1859 a la Contribución a la crítica de la economía política). En apoyo de esto, Saito sostiene que Marx abandonó una visión «materialista histórica» cuando se publicó el primer volumen de El Capital en 1867, y de nuevo en la década de 1870.
Sería fácil sobrestimar la audacia de estas afirmaciones en Marx in the Anthropocene. En él, Saito afirma que las nuevas concepciones «obligaron a Marx a abandonar su anterior formulación del materialismo histórico», que «ya no era capaz de sostener el carácter progresivo del capitalismo» y que «Marx tuvo que romper completamente con el materialismo histórico tal y como se entendía tradicionalmente». Saito argumenta que esta ruptura con el materialismo histórico fue fundamental para Marx – «no fue una tarea fácil para él. Su mundo estaba en crisis». Contrasta la conversión de Damas con la noción de Louis Althusser de una «ruptura epistemológica» entre los primeros escritos de Marx (hegelianos y humanistas) y su posterior marxismo genuinamente científico.
Saito entiende correctamente que el concepto clave en estos debates es el estatus de las «fuerzas productivas». El materialismo histórico tradicional reconoce que esta teoría de la historia asume que el capitalismo desempeña un papel progresista a través de sus tendencias a desarrollar las fuerzas productivas, no sólo mediante máquinas que ahorran trabajo, sino también mediante una división del trabajo más cooperativa y el conocimiento científico colectivo. Este desarrollo crea las condiciones materiales y los sistemas de producción socializados que podrían -por primera vez en la historia- abolir la escasez y sentar las bases de la abundancia para todos.
La lectura de Saito se basa en el argumento de que Marx empezó a ver la tecnología y las máquinas como el producto de relaciones sociales exclusivamente capitalistas. Por tanto, lo que Saito denomina «fuerzas productivas del capital» ¡serían de poca utilidad en un futuro socialista! Saito afirma que «desaparecerán con el modo de producción capitalista», e incluso llega a decir que, en lo que respecta a la tecnología, el socialismo tendrá que «empezar de cero en muchos casos».
Para ser justos, Saito tiene algunas reservas sobre esta lectura: «Marx reconoce sin duda el lado positivo de la tecnología moderna y la ciencia natural, que prepara las condiciones materiales para el establecimiento del ‘reino de la libertad’. De este modo, parece dar cabida a un marxismo más tradicional… pero sólo en lugares aislados de su texto».
En este punto, a Saito no le falta incoherencia. Afirma que no podemos seguir utilizando tecnologías contaminadas por las relaciones sociales capitalistas, pero -respondiendo a los que temen que esto sumerja de nuevo a la humanidad en una edad oscura- añade que algunas de estas tecnologías seguirán utilizándose, por supuesto, en una sociedad socialista. Incluso si ignoramos esta contradicción, ¿qué criterios utiliza para establecer que una determinada tecnología heredada de la era capitalista puede utilizarse en el socialismo y que otra debe abandonarse?
Saito recurre a la distinción de André Gorz entre tecnologías «abiertas» y «cerradas». Aquí se une a una serie de críticas antimodernistas de la tecnología que caen fuera de la tradición materialista histórica. Por otra parte, están en consonancia con la «economía budista» de E. F. Schumacher, autor del célebre Lo pequeño es hermoso, un alegato a favor de una tecnología «apropiada» y descentralizada pero vagamente definida (lo que descarta inmediatamente cualquier sistema de sanidad pública a escala nacional), o de los teólogos Jacques Ellul o Ivan Illich, opuestos a la medicina moderna y a la sociedad industrial en general.
De forma característica, Saito escribe: «un ejemplo paradigmático de tecnología bloqueada es la energía nuclear», en desafío a su papel, que parece cada vez más ineludible en la lucha contra el cambio climático. Un lector escéptico frunciría el ceño y se preguntaría: ¿quién es exactamente Kohei Saito -supuestamente comprometido con la democratización de la producción- para determinar qué tecnologías son «abiertas» y cuáles «bloqueadas»? Junto con otros pensadores del decrecimiento, comparte esta tendencia latente a decretar, antes de cualquier deliberación, que ciertas formas de producción son «necesarias» y otras «menos inútiles». ¿Acaso corresponde a los ecoestrategas académicos decidir cuestiones tan centrales?
Hay que añadir que las pruebas presentadas por Saito del abandono por Marx del materialismo tradicional -que implica la necesidad del desarrollo de las fuerzas productivas- son extremadamente escasas. Saito señala un pasaje del prefacio de El Capital en el que Marx sólo se refiere al «modo de producción capitalista y a las relaciones de producción que le corresponden», y subraya la ausencia de toda mención de las fuerzas productivas (Saito sugiere que Marx considera ahora que estas últimas son inseparables de las relaciones sociales del capital). De hecho, existe un contraste con el famoso prefacio de 1859, en el que las relaciones y las fuerzas de producción se consideran dos conceptos distintos.
Sin embargo, si Saito piensa que esto es una prueba del abandono de Marx de su visión de 1859, ¿por qué Marx menciona este mismo prefacio de 1859 más adelante en El Capital, afirmando que representa «su visión» de la historia? Si Marx efectivamente borra cualquier mención de las fuerzas productivas en el extracto citado por Saito, afirma su centralidad para un futuro socialista en numerosos pasajes de El Capital. En el capítulo 24, discute cómo los capitalistas tienden a «estimular el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad», así como «la creación de esas condiciones materiales de producción que constituyen la base real de una forma superior de sociedad, en la que el desarrollo libre y completo de cada individuo constituye el principio rector».

¿Omitir el capitalismo?
El argumento más destacado de Saito no es que Marx abandonara el materialismo histórico en El Capital, sino que después de su publicación y hasta la década de 1870, se convirtió en… un «comunista decrecentista». Y también en este caso, las pruebas son increíblemente escasas -o, para citar a otro comentarista más mordaz: «no hay, para decirlo sin rodeos, ninguna base para estas afirmaciones».
Sólo hay que acudir a la Crítica del Programa de Gotha, publicada en 1875, para ver lo poco que Marx se aparta del materialismo histórico. Afirma que el comunismo sólo puede entenderse «como surgiendo de la sociedad capitalista; y que, por tanto, en todos los aspectos, económico, moral e intelectual, está todavía marcado por el estigma de la vieja sociedad de la que está surgiendo». Y añade, en un pasaje que se ha hecho famoso: «En una fase superior de la sociedad comunista […] después de que las fuerzas productivas hayan aumentado acompañando al desarrollo global del individuo, y todas las fuentes de riqueza cooperativa circulen más abundantemente -sólo entonces podrá cruzarse por completo el estrecho horizonte de la ley burguesa e inscribirse en sus banderas: ¡de cada cual según sus medios, a cada cual según sus necesidades!». Nótese que Marx precisa a continuación que «sólo» después del desarrollo de las fuerzas productivas es concebible este horizonte.
Entonces, ¿qué pruebas tiene Saito? En su opinión, las numerosas transcripciones de textos geológicos, botánicos y agronómicos encontrados en los cuadernos de Marx dan testimonio de una creciente preocupación por la pérdida de fertilidad del suelo. Sobre todo, sus afirmaciones se basan en una carta (sólo una) escrita por Marx en los albores de su vida, en 1881; está dirigida a la socialista rusa Vera Zasulich, y se refiere a las comunas agrícolas rusas o sistemas mir.
¿Qué puede haber más normal que tomar notas dispersas cuando se estudia un tema nuevo? Para Marx, estas transcripciones en sus cuadernos eran tanto una ayuda para la memoria (escribir ayuda a recordar) como un recurso para su uso posterior. Hay un abismo entre la transcripción y la aprobación. Y Saito lo cruza alegremente: ve en ello una prueba de la adhesión de Marx a los textos que copiaba -aunque hay muy pocos comentarios de Marx en sus cuadernos que apoyen tal afirmación. En un tema tan esencial, sería imprescindible que Saito aportara más pruebas empíricas. Porque como escribe el propio Saito: «Si Marx defendía realmente un comunismo decreciente, ¿por qué nadie se ha dado cuenta hasta ahora, y por qué el marxismo ha respaldado un socialismo productivista?». ¿Se ha equivocado la lectura de Marx y Engels que han hecho millones de socialistas durante los últimos 175 años aproximadamente?
En cuanto a su carta a Vera Zasulich, escrita después de muchos borradores, Marx escribió que las formas comunales de producción en las aldeas agrícolas rusas podrían permitir a Rusia pasar directamente al comunismo, sin la intermediación del capitalismo. Es cierto que esto contrasta con las interpretaciones más rígidas del materialismo histórico, que hacían hincapié en la necesidad de una fase prosocialista de desarrollo económico.
En su primer borrador abandonado, Marx también sostenía que el comunismo podía basarse en la propiedad común como «una forma superior del tipo más arcaico: la producción y la apropiación colectivas». Pero de la admiración de Marx por la comuna rusa, Saito infiere una afirmación sin fundamento; por la única razón de que estas comunas eran relativamente estáticas en términos de desarrollo (y representaban una «economía estacionaria y circular sin crecimiento económico»), Marx habría deducido… que el comunismo también podría abandonar el crecimiento – y tender hacia el estado estacionario que neomalthusianos del siglo XX como Herman Daly glorificarían. Sin embargo, es sobre estas bases que Saito da un salto más: «La última visión de Marx del postcapitalismo es el comunismo decreciente».
En otra audaz afirmación, Saito escribe que el secretismo de las lecturas de Marx sobre ecología (antes de que surgiera la ciencia de la ecología) impidió que su amigo y colaborador más cercano, Engels, se planteara siquiera la idea de que Marx se había convertido en un «comunista decreciente». Y Saito llega incluso a refutar la afirmación de Engels de que Marx había leído y aprobado sus textos fuertemente materialistas desde el punto de vista histórico, como el Anti-Dühring, al no considerarla «creíble».
Una vez más, la carta de Marx a Zasulich constituye una prueba infinitamente poco convincente de un Marx «disminuido». Examinando su primer borrador, encontramos que Marx declara que cualquier transición revolucionaria al comunismo en Rusia basada en la comuna tendría que aprovechar el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas: «precisamente porque es contemporánea de la producción capitalista, la comuna rural puede apropiarse de todos sus logros positivos sin sufrir sus [terribles] espantosas vicisitudes». Y por si acaso la admiración de Marx por la comuna rusa se viera como una forma de localismo, también escribe: «la comuna puede sustituir gradualmente la agricultura fragmentada por la agricultura a gran escala, asistida por máquinas, particularmente adaptada a la configuración física de Rusia».
En otras palabras, la comuna rusa podía eludir el desarrollo capitalista… porque el desarrollo capitalista se había producido en otra parte, del mismo modo que muchos países pobres pasaron directamente a la adopción de los teléfonos móviles sin tener que pasar por las etapas de la telegrafía o la telefonía fija. En ningún momento, en ninguno de los borradores, Marx sugirió que la humanidad en su conjunto podría haber tomado un camino no capitalista hacia el comunismo.
Además, considerar a Marx como el científico que él mismo veía y no como el profeta ecologista que a Saito le hubiera gustado que fuera es analizar sus argumentos como los de cualquier otro mortal: hipótesis que hay que probar. En la Rusia que realmente existió, el pequeño tamaño de la clase obrera y el atraso tecnológico del campesinado demostraron ser el mayor obstáculo para la construcción del socialismo soviético.
Tras la revolución de 1917 y la abolición de la servidumbre feudal, los campesinos no tenían ningún incentivo para producir más para alimentar a los trabajadores de las ciudades. Las requisas durante la guerra civil, el retorno de los mecanismos de mercado bajo la Nueva Política Económica y la colectivización forzosa impuesta por Stalin -y las hambrunas resultantes- fueron todos esfuerzos por superar este obstáculo al desarrollo. En Rusia, saltarse etapas de desarrollo resultó imposible.
Es cierto que Saito defiende una concepción de la «abundancia» en el comunismo decreciente que ningún marxista puede criticar, definida en particular por la abundancia de tiempo libre para el desarrollo individual y social. Pero Saito guarda silencio sobre las condiciones de posibilidad de esta abundancia en los textos de Marx: una revolución masiva en las fuerzas productivas desarrolladas por el capitalismo – y en particular la tecnología que hace posible ahorrar fuerza de trabajo.
Bajo el capitalismo, las ganancias de cualquier tecnología de ahorro de trabajo iban casi exclusivamente a los propietarios de los medios de producción – menos trabajadores para la misma producción, lo que implica menores costes y mayores beneficios, en lugar de más vacaciones para el mismo número de trabajadores y la misma producción. Bajo un régimen socialista, esta ganancia de fuerza de trabajo podría tener un resultado muy diferente, y utilizarse para reducir la jornada laboral – el hecho es que las tecnologías que permiten ahorrar tiempo de trabajo siguen siendo necesarias.

No hace falta reinventar el marxismo
¿Qué podemos aprender de todo esto? Nos encontramos ante un intento desesperado de retorcer el corpus marxista para adaptarlo a la ideología del decrecimiento surgida en los años setenta. Defender esta interpretación significa aceptar que todo lo que Engels y Marx escribieron desde la década de 1840 -desde la Ideología Alemana hasta el Manifiesto Comunista- es un marxismo prometeico caduco. Todo lo que se puede recuperar de sus cenizas son lecturas idiosincrásicas del prefacio de El Capital, unas pocas transcripciones raras de textos agrícolas dispersos y la carta a Vera Zasulich.
El marxismo «clásico» ya ofrece una explicación suficiente de la relación entre capitalismo y problemas medioambientales. Las enmiendas o reinterpretaciones -a través de una arqueología engañosa basada en notas a pie de página y cuadernos de notas- no le añaden nada.
Bajo el reinado del capital, lo que es beneficioso no siempre es rentable, y lo que es rentable no siempre es beneficioso. Si es rentable devolver los nutrientes al suelo, los capitalistas lo harán; si no lo es, no lo harán. Cualquier productor privado de un elemento perjudicial para el medio ambiente tendrá un incentivo para volver a producirlo si le reporta una tasa de beneficio suficiente, y para luchar contra su prohibición o regulación.
Por eso vemos a las petroleras ejercer presión contra la legislación de lucha contra las emisiones, financiar el escepticismo climático e incluso -como en el caso del dieselgate de Volkswagen- incurrir en conductas delictivas. A la inversa, no hay ningún incentivo para que los agentes privados desarrollen una tecnología que luche contra la devastación medioambiental si no es rentable.
Bajo el socialismo, cuando se descubriera una amenaza para los servicios ecosistémicos derivada de una tecnología, sustancia o práctica concreta, la principal limitación para cambiar a otras tecnologías sería la rapidez con la que los ingenieros podrían idear tecnologías innovadoras para ofrecer los mismos beneficios sin el mismo daño.
Hay una serie de sectores industriales que son a la vez socialmente vitales e intensivos en carbono, como la producción de aluminio y cemento, para los que todavía no tenemos realmente una alternativa limpia. Pero, ¿por qué concluir que nunca la encontraremos? Los mercados son pobres cuando se trata de invertir en investigación y desarrollo a largo plazo para resolver tales problemas. En principio, una sociedad socialista estaría mejor situada para asignar recursos a tales fines, así como para desplegar una política industrial que transforme la innovación en producción en serie.
Hay que añadir que el mecanismo de precios en el que se basan los mercados es incapaz de resolver la cuestión de la coordinación a escala de la economía – su función es permitir el beneficio, no resolver un problema identificado por la sociedad. La descarbonización requiere una reorganización radical de la electricidad, el transporte, la industria, la agricultura y los edificios en un plazo muy breve. La adopción de coches eléctricos y bombas de calor debe ir de la mano del desarrollo de nueva capacidad de producción de electricidad limpia (para que no haya ni demasiada ni poca capacidad de producción de electricidad). E incluso cuando reduzcamos gradualmente la producción de petróleo con fines de combustión, seguiremos necesitando cierta producción de oro negro -no podemos detenerla de la noche a la mañana-… y los mercados se verían en apuros para proporcionar un criterio que permita mantenerla a un ritmo adecuado a medida que disminuye la demanda.
Estamos hablando del calentamiento global, pero la incapacidad de los mercados para resolver problemas sociales puede observarse en todas las cuestiones medioambientales, y se deriva del desajuste fundamental entre las señales de precios y el valor social. La solución para abordar más rápida y adecuadamente cualquier nuevo problema -medioambiental o de otro tipo- es alejarse gradualmente de la asignación del mercado y acercarse a la planificación económica democrática.
Para los decrecentistas, el problema central del capitalismo es el «crecimiento»: en realidad, lo que hay que atacar es la falta de control social sobre las decisiones de producción e inversión. Una vez conquistado ese control, podríamos optar por reducir muchas formas de producción perjudiciales y aumentar otras.
Mientras se responsabilice al crecimiento económico -capitalista o socialista- de los problemas medioambientales, la ideología neomalthusiana de Saito sirve para distraer la atención del verdadero origen del fracaso a la hora de abordar de frente la cuestión medioambiental. Distrae de la solución: la planificación socialista.
Esta solución también plantea la pregunta: ¿qué fuerza de la sociedad está mejor situada para lograr esta liberación?
¿Qué ha ocurrido con la clase obrera en la transición ecológica de Saito?
En última instancia, el hecho de que Karl Marx fuera o no un vergonzoso «comunista menguante» tiene poca importancia en términos de estrategia política. La cuestión clave es: ¿qué agente podría llevar a cabo las transformaciones necesarias para combatir el cambio climático y otros desastres ecológicos?
Para los decrecentistas, el «crecimiento» es el problema central del capitalismo; en realidad, es la falta de control social sobre las decisiones de producción e inversión. En el último capítulo de Slow Down («La palanca de la justicia climática»), Saito expone su visión en detalle, alabando «los movimientos de reforma municipal ecológica» como la «Declaración de Emergencia Climática» de Barcelona, que apunta al crecimiento como principal culpable de los males actuales (Barcelona, no por casualidad, es un epicentro de las teorías académicas del decrecimiento). Saito también propone «la creación de una economía basada en la producción local para el consumo local» (a través de un artículo en el New York Times, nos enteramos de que el propio Saito cultiva un huerto en una granja urbana local «aproximadamente un día al mes») y cooperativas de trabajadores a pequeña escala.
El principal antagonismo no es entre trabajadores y capitalistas, sino entre regiones del mundo: subraya «la injusticia de que las personas socialmente vulnerables del Sur Global soporten el impacto del cambio climático, mientras que la inmensa mayoría del dióxido de carbono ha sido emitida por los países del Norte». En cuanto a quién es responsable en el Norte global, Saito se inclina más por señalarse a sí mismo y a los trabajadores que por las fuerzas del capital: «Nuestro acomodado modo de vida sería impensable sin la explotación de los recursos naturales y la explotación de la mano de obra de los países del Sur». En términos organizativos, para lograr la transición que necesitamos, Saito se fija en las organizaciones campesinas del Sur global, como Vía Campesina y las campañas por la «soberanía alimentaria».
A lo largo del capítulo surgen una serie de eslóganes que huelen a la izquierda de principios de milenio: bienes comunes, zonas autónomas, ayuda mutua y solidaridad horizontal. La utopía de los huertos a pequeña escala (que, según investigaciones recientes, son seis veces más intensivos en carbono que la agricultura convencional) y las viviendas sociales con paneles solares es probable que atraiga a los lectores de Saito: los urbanitas cosmopolitas de la «clase profesional-empresarial». Sin embargo, lo que llama la atención de este capítulo -y de los dos libros de Saito en su conjunto- es la ausencia total de cualquier mención al agente central de la política marxista: la clase obrera (en Despacito, la frase aparece sólo… cuatro veces).
Cuando Saito menciona a la clase obrera, lo hace a menudo con cierto desprecio, como parte del «modo de vida imperial». Sin embargo, son las masas precarias de la clase obrera -demasiado explotadas y sobrecargadas de trabajo para encontrar tiempo y energía para dedicarse a la jardinería- las que forman la inmensa mayoría de la sociedad y, por tanto, la base de cualquier movimiento político a gran escala para resolver la crisis ecológica.
En el capítulo final de Slow Down, el propio Saito admite que los movimientos que ensalza tienen poco peso; pero deposita sus esperanzas en la supuesta «regla del 3,5%», tomada de un artículo que afirmaba que los movimientos con éxito sólo necesitan el 3,5% de la población para triunfar – ¡una forma particularmente escolástica de rechazar la política de masas si es que alguna vez la hubo! En última instancia, Saito simplemente espera que diversas acciones se sumen al poder del cambio global: «Una cooperativa de trabajadores, una huelga escolar, una granja ecológica… no importa la forma que adopte». ¿Qué es lo que importa?
Aunque la clase trabajadora en su conjunto debe constituir la base de una política medioambiental de masas, un sector específico de trabajadores, que Saito apenas menciona, también merece toda nuestra atención: el grupo de empleados que tienen poder sobre los sectores de la energía, las extracciones, la agricultura, el transporte, la construcción y las infraestructuras – y un conocimiento profundo de cómo funcionan. En otras palabras, los trabajadores industriales que los construyen, mantienen y operan.
Este énfasis en los trabajadores industriales (incluidos contables, conserjes, oficinistas, manipuladores de equipajes, trabajadores de cafeterías, agentes de reservas y conductores, que inicialmente podrían clasificarse como trabajadores de servicios) no se debe a ninguna nostalgia por la clase trabajadora «a la antigua», sino que se deriva de un enfoque de eficiencia estratégica, con vistas a la transformación ecológica. Son estos trabajadores los que tienen un conocimiento más profundo de los sistemas industriales esenciales para actuar contra la catástrofe medioambiental; también son mucho más conscientes de la urgencia de estas políticas climáticas y de cómo deben llevarse a cabo. Mucho más que la armada de profesionales de la enseñanza superior, las ONG ecologistas, los grupos de reflexión progresistas y los medios de comunicación de orientación ecologista.
Y lo que es más importante, tienen el poder de incluir las demandas de descarbonización y de una transición justa en sus negociaciones colectivas. Este sector incluye a todos los trabajadores, independientemente de la región; no sólo a las «comunidades de justicia medioambiental», los pueblos indígenas y los trabajadores del Sur global. Cuando Saito (y otros) descartan a los trabajadores y sindicatos del Norte como parte de la explotación ecológica del mundo, se están aislando de una fuerza transformadora considerable.
Es un error fundamental creer que los trabajadores del Norte Global explotan a los pueblos del Sur Global, o que llevan un «estilo de vida imperial». Es simplemente una repetición de la teoría desacreditada desde hace tiempo de una «aristocracia obrera», la noción errónea de que los trabajadores del mundo desarrollado están comprados por los «superbeneficios» extraídos del mundo en desarrollo.
En la guerra de clases global del capital contra todos los trabajadores del mundo, todos esos trabajadores tienen un interés común en luchar contra la dominación capitalista. ¿No están Saito y otros haciendo el juego al capital creando rígidas divisiones geográficas, dividiendo a la clase obrera contra sí misma?
Hay que añadir que la crítica de Saito está teñida de culpabilidad. Las primeras páginas de Slow Down están salpicadas de referencias a «nuestros opulentos estilos de vida» y «nuestras cómodas vidas». Está claro que Saito se ve a sí mismo -y a sus lectores- como parte del problema: «Nuestro modo de vida es, de hecho, algo terrible. Somos cómplices del modo de vida imperial».
Todo -desde la incapacidad del mercado para efectuar la transformación ecológica hasta el conocimiento acumulado de los trabajadores industriales y su poder para influir en el modo de producción- debería llevarnos a reconocer a la clase obrera como agente central de la transición. No tiene sentido añadir el prefijo «eco» al marxismo: nos proporciona las claves que necesitamos. No hace falta pensar en términos de economía estacionaria, ralentizar el desarrollo tecnológico, descentralizar la producción, alejarse de la globalización para centrarse en la «biorregión» local, volver a tecnologías más «apropiadas», abandonar los «megaproyectos» o la extracción, criticar el «modo de vida imperial» o atacar la «ruptura metabólica» con el resto de la naturaleza. El marxismo ya ofrece una explicación suficiente de las causas de los problemas medioambientales, una receta para resolverlos y una descripción del agente transformador, al tiempo que conserva, pegado al cuerpo, el proyecto socialista de liberación humana.
Nota :
[1] Artículo publicado originalmente por nuestro socio Jacobin bajo el título: «Kohei Saito’s «Start From Scratch» Degrowth Communism».

5. Hacia la guerra directa con Rusia

Otro artículo en el que se nos ve a los europeos como los próximos proxies de la guerra contra Rusia. https://www.pressenza.com/fr/

¿Estamos pasando de la guerra indirecta a la guerra directa contra Rusia?
13.03.24 – Samir Saul – Michel Seymour
En las últimas semanas de febrero se han producido varios acontecimientos en la guerra entre Estados Unidos/OTAN y Rusia en Ucrania. Los peligros que amenazan al mundo, y a Europa en particular, son cada vez más concretos y amenazadores. Sin embargo, de la mezcolanza de acontecimientos dispares y desordenados se desprende una perspectiva bastante clara de una colisión directa entre la OTAN y Rusia, es decir, un cambio de la actual guerra indirecta por poderes a una guerra directa librada por soldados y civiles de la OTAN contra soldados y civiles rusos. Con ambos bandos en posesión de armas nucleares, la escalada a los extremos, es decir, su uso contra ejércitos y civiles, está saliendo del ámbito de la teoría y la doctrina militares para entrar en la esfera de la aplicación práctica. Este es el peligro apocalíptico al que tendrán que enfrentarse las poblaciones de muchos países en los próximos meses. Ello exige tomar conciencia, posicionarse y actuar para evitar una catástrofe anunciada. Tratemos primero de comprender las razones de esta preocupación, el origen del peligro.
EE.UU./OTAN han perdido en Ucrania
La guerra híbrida, indirecta, por delegación, organizada y librada por EEUU/OTAN desde 2014 contra Rusia en Ucrania es un claro fracaso imposible de disimular. Lejos de hacer caer a Rusia como estaba previsto, el uso de Ucrania como proxy o herramienta de combate ha producido exactamente el efecto contrario: el fortalecimiento de Rusia, la destrucción de Ucrania y la derrota de EEUU/OTAN. Las fuerzas rusas van viento en popa en los campos de batalla, las armas rusas están demostrando su superioridad sobre las de los EE.UU./OTAN, y la economía rusa va tan bien que ahora es la mayor de Europa, mientras que las economías europeas se hunden bajo el efecto boomerang de las «sanciones» impuestas a Rusia. Este resultado no sorprende a ningún observador que esté mínimamente al tanto del equilibrio de poder o de los hechos económicos y que no haya perdido sus facultades mentales.
No fue el caso de los dirigentes de Estados Unidos y de la OTAN, adeptos del imperialismo estadounidense adobados en el neoconservadurismo llevado a la guerra. Embriagados por su poder, tomando sus deseos por realidades, enfermos de rusofobia, pusieron su aparato de propaganda a toda marcha, superándose a sí mismos en historias sobre lo fácil que sería ganar contra Rusia. Los pueblos de Occidente se vieron sometidos a una avalancha sin precedentes de eructos delirantes por parte de sus líderes políticos, medios de comunicación, comentaristas en escena y «expertos» simbólicos, mientras que cualquier análisis o reflexión era ignorado, proscrito, condenado al ostracismo o estigmatizado bajo una lluvia de insultos y calumnias. Y con razón: las mentiras son como castillos de naipes que se derrumban cuando entran en contacto con la realidad. El objetivo de la campaña de histeria colectiva era descerebrar a la opinión pública y hacerla aceptar la loca aventura de una guerra por poderes contra Rusia. Autointoxicados y alucinados, los belicistas occidentales creyeron en un éxito rápido que pondría a Rusia de rodillas. El colapso económico y una «revolución de colores» destruirían el Estado ruso, devolviendo a Rusia a los caóticos días de Yeltsin, desmembrando el vasto país y entregando sus recursos al capital occidental. Semejante hazaña justificaba el engaño y la manipulación de sus poblaciones. ¿Acaso los neoconservadores, convertidos al posmodernismo, no han intentado crear su propia realidad, convencidos de que, al final, lo que importa son los «hechos alternativos» y la percepción?
La irrupción de la realidad
La irrupción de la realidad en este descabellado escenario fue imprevista. El avance de las fuerzas rusas contra fuerzas de Kiev superadas en número dos a tres a uno, las grandes batallas perdidas en Mariupol en mayo de 2022 y en Bakhmut en mayo de 2023, el irresponsable sacrificio de hombres y material por parte de Kiev, el coste financiero de mantener a Ucrania a distancia, no hicieron tambalear la fe de los patrocinadores occidentales del régimen de Zelensky. Las «narrativas» entusiastas y las ensoñaciones optimistas se sucedieron a la espera de la «contraofensiva» salvadora que, con la ayuda de las armas milagrosas occidentales, infligiría a Rusia la aplastante derrota militar tan desesperadamente buscada. Todo fue en vano. La gran maniobra acabó en una debacle OTAN-Kiev, nacida muerta nada más lanzarse en junio de 2023. Las líneas rusas ni siquiera fueron traspasadas, a pesar de que Ucrania había enviado a la muerte a sus mejores tropas, recientemente entrenadas y armadas para tal fin por la OTAN.
La incredulidad, la incomprensión y el silencio se apoderaron de Estados Unidos y la OTAN. La ficción tecnicolor acababa de chocar contra el muro de la realidad. Tras algunos intentos de engañarse a sí mismos («Es un punto muerto para ambas partes. Estamos en igualdad de condiciones»), se reconoció el fracaso, aunque a regañadientes. Los occidentales habían vaciado sus arsenales; ahora están en los huesos y no les queda nada que dar. A Kiev le cuesta encontrar nueva carne de cañón: se secuestra a jóvenes de la calle y se les pone el uniforme; se pide a los expatriados que regresen; se envía a mercenarios al frente; se recurre a grupos de bandidos para tapar agujeros en las líneas. Los donantes se dieron cuenta de que era una mala inversión. En la Cámara de Representantes de Estados Unidos, los representantes electos se mostraron reacios a seguir malgastando los recursos de su país. Poco a poco, y a pesar de las negativas, va ganando terreno la conciencia de que Ucrania no puede ganar a Rusia. Esto era obvio desde el principio, pero no para los belicistas alimentados por la fantasía de romper Rusia.
Las secuelas de la derrota
Las derrotas son huérfanas. Cada uno de los responsables intenta desvincularse de ella, señalando con el dedo a otro. La autojustificación y la recriminación son moneda corriente. En primer lugar, EEUU/OTAN intentan culpar a Zelensky de su mala estrategia, su terquedad, su despilfarro de recursos humanos y materiales. Sus reiteradas peticiones de más donaciones empiezan a cansar, e incluso hablan de la corrupción que asola su país.
Todo esto es hipócrita porque los planes de guerra en Ucrania se elaboraron de común acuerdo con Estados Unidos y la OTAN. Esto incluía la obsesión por la ofensiva total, que lanzó a decenas de miles de soldados a la «picadora de carne» rusa con la esperanza de matar rusos (desangrar a Rusia es, de hecho, el objetivo de EEUU/OTAN), así como la propia y malhadada «contraofensiva». El Comandante en Jefe Zaloujny también intentó eximirse de responsabilidad por el desastre distanciándose de Zelensky, al tiempo que se presentaba como una solución alternativa. Este episodio terminó con su destitución el 8 de febrero de 2024. Occidente aún no estaba preparado para deshacerse de Zelensky.
En el frente militar, la situación se deterioró aún más. El 17 de febrero, los rusos tomaron la ciudad de Avdiivka, un éxito aún mayor que la captura de Bajmut el 20 de mayo de 2023. En primer lugar, la operación fue una obra maestra del arte militar, que terminó con la derrota del enemigo y su huida a pie, dirigida por los combatientes banderistas del grupo Azov. Después, Avdiivka fue uno de los lugares mejor fortificados con ayuda de la OTAN desde 2014, un promontorio desde el que las fuerzas de Kiev bombardearon a los civiles de Donetsk. El desenlace de la guerra en Ucrania está ya fuera de toda duda y la derrota de Kiev es inevitable.
Continuar la guerra a pesar de la derrota
Una guerra por delegación se pierde cuando el representante que lucha por los patrocinadores no consigue ganar. Ante este resultado, existen cuatro posibilidades:
(i) continuar la guerra por delegación
(ii) aceptar la derrota (Estados Unidos evacua Afganistán en 2021),
(iii) deshacerse de las máscaras y hacer que la guerra la lleven a cabo los propios patrocinadores, es decir, guerra directa sin auxiliares,
(iv) encontrar otros apoderados para continuar la guerra de un modo u otro (en Siria, Estados Unidos sustituye a los yihadistas derrotados por los kurdos).
Es poco probable que se acepten las dos primeras posibilidades. Zelensky está dispuesto a continuar la guerra por poderes, pero las promesas de armas occidentales no pueden cumplirse porque no quedan (Ucrania sólo ha recibido el 30% de los proyectiles prometidos) y las sumas necesarias para mantener a Ucrania con respiración asistida son cada vez más difíciles de conseguir en las economías occidentales, anémicas y al borde de la austeridad. Gastar miles de millones en una guerra en Ucrania roza lo indecente en un momento en que los precios están por las nubes, la agricultura está siendo devastada por el dumping de productos ucranianos, el nivel de vida se hunde, los presupuestos públicos están lastrados por el déficit y la deuda nacional supera el PIB. La gran «cumbre» convocada por Macron en París el 16 de febrero de 2024 para aumentar la ayuda europea a Kiev quedó en nada. En enero-febrero de 2024, Gran Bretaña, Alemania y Francia firmaron tratados bilaterales de ayuda y cooperación militar de 10 años con Ucrania, pero nadie sabe si tendrán continuidad. En cuanto a la opción de aceptar la derrota, es más que improbable porque la guerra no se está librando en función de lo que ocurre en Ucrania, sino para derrocar a Rusia. Sea cual sea el destino de Ucrania, hay que poner a Rusia fuera de combate cueste lo que cueste, porque de ello depende la supervivencia del imperialismo estadounidense. Macron no hace más que reflejar esta necesidad de Estados Unidos al insistir en que Rusia no debe salir victoriosa.
¿De la guerra por delegación (perdida) a la guerra directa?
Eso deja las fórmulas de colisión directa y sustitución de proxy. Ambas se cruzan y han estado en el centro de las noticias de las dos últimas semanas. En 2024, el alarmismo malhumorado sustituye a la exaltación ignorante de 2022-2023. Nos gusta asustarnos: Rusia no debe ganar en Ucrania porque se impacientaría por invadir Europa; hay que detener a los tanques rusos en Ucrania si no queremos verlos desfilar por los Campos Elíseos. Un caso de bipolaridad geopolítica.
El 19 de febrero, un político francés ultra-atlantista en todos los sentidos y pro-guerra contra Rusia pidió a Francia «entrar en modo economía de guerra». El 26 de febrero, Macron hizo una declaración en la que no descartaba enviar tropas occidentales para hacer frente a Rusia. ¿Cómo debe interpretarse esto? Macron tiene la costumbre de gobernar lanzando frasecitas aquí y allá para complacer a un grupo o corriente en particular, para dar la impresión de que realmente está haciendo algo, o para desviar la atención de sus dificultades internas (todos los indicadores económicos, sociales y políticos de Francia están en rojo). En general, todo es palabrería o una cortina de humo para crear una ilusión.
En este caso, también está el deseo de Francia de distinguirse en las relaciones internacionales, lo que, en principio, es bienvenido. Recordemos lo mucho que de Gaulle hizo brillar a Francia. Pero no cualquiera puede ser de Gaulle. No se puede confundir los deseos con la realidad. De Gaulle hablaba de la independencia de Francia frente a los hegemones; Macron se opone al alineamiento de Francia con la OTAN y a la hegemonía de Estados Unidos. En su afán de protagonismo, sólo se distingue por sus rodomontadas y por su excesivo belicismo en comparación con sus aliados. Mientras hacía de matamoros para impresionar a Rusia, Putin le recordó el 29 de febrero la existencia de armas atómicas que podrían alcanzar su país. Macron fue inmediatamente desautorizado por otros dirigentes occidentales, incluidos los de Estados Unidos. Le señalaron que Francia, generosa con sus discursos grandilocuentes, había dado menos a Ucrania que Alemania o Gran Bretaña. El hecho es que Macron está poniendo el tema sobre la mesa. Lo hace de común acuerdo con Biden, con quien ha hablado previamente. En esta fase, se trata de preparar la mente de la gente. Ese es el objetivo.
Suicidio colectivo
A corto plazo, la intervención militar directa de alguno o todos los países de la OTAN es una abstracción en las circunstancias actuales. La OTAN no tiene ni las tropas ni las armas para una guerra contra Rusia. Ningún país de la OTAN puede enviar más de unos pocos miles de soldados al combate. Todos ellos tendrían que declarar el servicio militar obligatorio y el reclutamiento, al tiempo que se convertirían a una economía de guerra. Sólo cabe imaginar cómo reaccionaría la opinión pública ante tales medidas. Por el momento, todos ellos (Alemania en particular) están inmersos en programas de rearme y aumentando sus presupuestos militares.
Durante las tres décadas de unilateralismo y supremacía estadounidenses («el fin de la historia»), Occidente se olvidó de los conflictos a gran escala y se concentró en cambio en guerras «interminables», conflictos asimétricos, cuasi coloniales, para reprimir a los recalcitrantes: países más débiles y fuerzas irregulares «en sandalias». Han depositado su fe en apoderados y recursos de alta tecnología, ya que la guerra convencional ha caído en desuso. Los ejércitos nacionales han sido sustituidos por ejércitos profesionales mucho más pequeños. Las fuerzas militares se han convertido en cuerpos expedicionarios, fuerzas especiales y operadores remotos de sistemas de armas, en lugar de ejércitos. Tienen dificultades para reclutar y carecen de personal suficiente. Muchos equipos están fuera de servicio o ya no se fabrican, y las líneas de producción se están desmantelando.
Ningún país de la OTAN tiene la experiencia de una guerra contra un adversario del tamaño del ejército ruso, un «par». Es más, el ejército ruso es el más experimentado del mundo, tanto en guerra de alta tecnología como en guerra convencional con gran número de efectivos. Su tamaño es mayor y es capaz de crecer significativamente. Desde la movilización de hasta 1,25 millones de tropas en septiembre de 2022, Rusia se ha estado preparando para una posible transición a la guerra directa por parte de la OTAN. Su armamento convencional ha demostrado su superioridad en el campo de batalla de Ucrania y su industria militar puede aumentar su ritmo de producción. Ni siquiera necesitaría su arsenal nuclear, el mayor del mundo, para repeler a la OTAN. Sea como fuere, el uso de armas nucleares por ambas partes sería una posible consecuencia de un enfrentamiento. Si una guerra por poderes contra Rusia es un caso de ceguera, una guerra directa equivale a un suicidio colectivo.
Sin embargo, lo que está surgiendo parece ser una fusión de los escenarios iii y iv: Europa estaría dispuesta a ser el nuevo proxy y esto se volcaría en una confrontación directa con Rusia.
¿Dónde se queda Estados Unidos?
Como líderes de la coalición occidental y artífices de la estrategia de guerra por delegación, Estados Unidos se habría beneficiado de la derrota de Rusia. Su hegemonía mundial se habría visto reforzada. Pero la guerra fue contraproducente y Estados Unidos está empantanado en formidables problemas internos. ¿Qué hace Estados Unidos cuando una aventura exterior se tuerce? Cortan por lo sano, vuelven a casa y abandonan a los asociados que han utilizado para valerse por sí mismos en campo abierto (Vietnam, Afganistán). Todo indica que actualmente están buscando una salida de Ucrania, independientemente de lo que pueda hacer un Trump reelegido. Las voladuras de 2022-2023 son ahora el apoyo menos seguro de Kiev.
Hay que recordar que Estados Unidos tiene dos enemigos: Rusia y China, y que debe separarlos para derrotarlos uno a uno. Para Estados Unidos, Rusia sólo era un obstáculo menos importante que había que superar rápidamente para pasar a lo principal: un conflicto con China. Tras la esperada derrota rusa, Estados Unidos trasladaría su atención a China, dejando a la Europa liderada por la OTAN la responsabilidad de continuar la lucha contra Rusia para mantenerla alejada de China durante el enfrentamiento entre Estados Unidos y China. La agitación en Europa para pasar a lo que sería de facto la guerra directa y la creación de una «defensa europea» está directamente en línea con este plan original. Esto significa que el papel asignado a Europa es el de actuar como apoderado sustituto de Estados Unidos, tras el agotamiento del apoderado ucraniano. En caso de transición a una guerra directa contra Rusia, el territorio europeo tomaría el relevo del territorio ucraniano. La guerra tendría lugar en Europa.
Las intenciones de Estados Unidos se manifiestan en la destitución, el 5 de marzo, de Nuland, rusófoba patente y figura destacada del Estado y de la esfera neoconservadora. Acontecimiento significativo, marca por fin el fin de las quimeras y la constatación en Washington de la derrota en Ucrania y de toda la estrategia basada en el proxy ucraniano, del que Nuland ha sido la principal protagonista al menos desde 2014. Insólitamente, la sanción es un dramático reconocimiento del fracaso de la política del país. El proxy ucraniano no tiene arreglo. EEUU ya no puede seguir tan «comprometido» en Ucrania como quiere Nuland; su presencia es un inconveniente. También tiene las manos llenas en Palestina, Oriente Medio y el Sur, donde su asociación con Israel lo desacredita en su búsqueda de apoyo para mantener su hegemonía y un mundo unipolar. Fieles a su costumbre tras una aventura imperial fracasada, miran hacia otra parte, hacia China, donde esperan tener más éxito que contra Rusia. No es ningún secreto que el diplomático nombrado para el puesto que codiciaba Nuland es un especialista en China.
¿Qué hacer ante el peligro de guerra en Europa?
Por el momento, todos los locutores de la televisión francesa se han centrado con fruición en la declaración de Macron. Más allá de los pros y los contras, hay entusiasmo, todos se sienten investidos de una nueva misión, la de influir en el curso estratégico de los acontecimientos. La posible vuelta al poder de Trump y las distancias que este candidato ya se está distanciando de la OTAN hacen que, por el momento, podamos hacernos ilusiones sobre la capacidad de Francia para asumir un cierto liderazgo de sustitución. Francia, que siempre ha soñado con desempeñar un papel político dominante en el seno de la Unión Europea, puede esperar por un momento estar en condiciones de desempeñar un papel político decisivo en el seno de la OTAN. Por su parte, los estrategas del escenario pueden esperar ganar en estatura y ver crecer su posible influencia con Macron.
Sin embargo, es probable que este entusiasmo francés sea efímero, ya que se trata de una versión distorsionada y pervertida de la política prevista por el general De Gaulle. A pesar de las apariencias, las audaces palabras de Macron no son más que la expresión de un voluntarismo beligerante que conviene perfectamente a Washington. Es casi como si Macron se hubiera desvivido por mirar de reojo al Comandante en Jefe estadounidense. A pesar del desaire oficial de Washington, el presidente francés tiene luz verde de Estados Unidos. Si alguna vez Europa se compromete directamente en un enfrentamiento bélico con Moscú sin iniciativa de Estados Unidos, el presidente estadounidense, sea quien sea, pero más aún si se trata de Donald Trump, no tardará en distanciarse del artículo 5.  Los contratos firmados, incluso con aliados, pueden romperse fácilmente si cambian los intereses de Estados Unidos. Europa vería entonces que para ese viaje no hacen falta alforjas, como siempre. A Estados Unidos le interesa dejar que Europa asuma por sí misma la responsabilidad de enfrentarse a Rusia. La nueva independencia política de Europa respecto a Washington sería de hecho una nueva toma de una vieja dependencia: una nueva piel para la vieja ceremonia. Un nuevo proxy europeo, incluso perdedor, podría servir como mínimo para empantanar a Rusia, aunque sólo fuera obligándola a movilizar sus fuerzas para enfrentarse a Europa, mientras que Estados Unidos recurriría a China para enfrentarse a ella con sus proxies regionales (Taiwán, Corea del Sur, Japón, Filipinas, Australia y Nueva Zelanda). Que europeos y rusos se debiliten mutuamente es un beneficio neto para el imperialismo estadounidense.
Conclusión
Después de Ucrania, Europa es claramente el próximo apoderado de Estados Unidos para la guerra contra Rusia. A los principales afectados, los europeos, les convendría dar la voz de alarma lo antes posible, antes de que la espiral de la guerra les arrastre al abismo. No hay ninguna garantía de que la guerra directa contra Rusia, de la que ahora presume Macron, no se convierta en una siniestra realidad. La carne de cañón ucraniana sería sustituida por carne de cañón europea, los conejillos de indias ucranianos por conejillos de indias europeos.
La batalla ideológica debe librarse simultáneamente en dos frentes. Hay que destacar el carácter contradictorio de las dos posiciones adoptadas frente a los rusos. Como ya han señalado Noam Chomsky y muchos otros, los dirigentes de la OTAN, por un lado, han restado importancia a las capacidades de Rusia en la guerra de Ucrania, pero al mismo tiempo han agitado a la opinión pública sobre el peligro de una posible invasión rusa del territorio europeo. Muy débil en el frente ucraniano, Rusia sería sin embargo lo suficientemente fuerte como para tener la ambición de invadir Europa. Para salir de esta visión contradictoria, irracional y maniquea, quizá ya no sea necesario detenerse en las capacidades rusas que se han desplegado en Ucrania. Su poderío militar es visible a simple vista. No necesita más demostración. Pero todavía hay que convencer a la opinión pública de que Rusia no tiene ni la ambición ni la necesidad de conquistar nuevos territorios. Ya tiene bastante que hacer en su inmenso territorio nacional que tiene que gestionar. También es hora de desconfiar un poco más de Estados Unidos, que pretende provocar a Rusia para que haga gestos defensivos que los paranoicos dirigentes europeos se apresurarán a interpretar según la imagen que tengan de sus ambiciones.
No es demasiado pronto para que todas las organizaciones y personas contrarias a la guerra hagan oír su voz y se unan para alertar a la opinión pública europea del peligro de ver a Europa parecerse a Ucrania, o incluso algo mucho más grave si se utilizan armas nucleares. El «No a la guerra» debe ser rotundo y describir las consecuencias de la beligerancia europea en los términos más explícitos. Un movimiento fuerte no dejaría indiferentes a los responsables políticos. No debemos esperar al estallido de las hostilidades para poner fin a esta marcha infernal, porque para entonces ya sería demasiado tarde.
Samir Saul – Michel Seymour
Samir Saul es doctor en Historia por la Universidad de París y profesor de Historia en la Universidad de Montreal. Su último libro se titula L’Impérialisme, passé et présent. Un essai (2023). También es autor de Intérêts économiques français et décolonisation de l’Afrique du Nord (1945-1962) (2016), y La France et l’Égypte de 1882 à 1914. Intérêts économiques et implications politiques (1997). También es coeditor de Méditerranée, Moyen-Orient : deux siècles de relations internationales (2003). Correo electrónico: 
samir.saul@umontreal.ca ______________________________ seymour@videotron.ca Página web: michelseymour.org

6. Yankees go home

Una vez se han librado de los franceses, los nigerinos van ahora a por los estadounidenses… Recordemos que allí está una de las mayores base de drones del mundo. https://peoplesdispatch.org/

¿Por qué Níger ha declarado ilegal la presencia militar estadounidense en su territorio?
Sólo unos meses después de obligar a su antiguo colonizador, Francia, a retirar sus tropas, Níger, el país más grande de África Occidental, ha declarado que la presencia de tropas estadounidenses es ilegal. Esto podría suponer un duro golpe para la capacidad de proyección de poder del ejército estadounidense en la región
19 de marzo de 2024 por Pavan Kulkarni
El sábado 16 de marzo, Níger declaró «ilegal» el despliegue militar estadounidense en su territorio, después de que una delegación estadounidense amenazara supuestamente con tomar «represalias» contra el mayor país de África Occidental por sus vínculos con Rusia e Irán.
Ante la perspectiva de perder tres bases militares estratégicamente cruciales, incluida una de las mayores bases de drones del mundo en la ciudad central nigerina de Agadez, en la que ha gastado un cuarto de billón de dólares, Estados Unidos aún no ha dado una declaración en respuesta. La rueda de prensa prevista para el domingo en la embajada estadounidense en Niamey, la capital de Níger, ante la que se habían congregado manifestantes el sábado para denunciar la injerencia estadounidense, fue cancelada.
«Estamos en contacto» con el gobierno de Níger «y proporcionaremos más actualizaciones cuando se justifique», es todo lo que el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Matthew Miller, ha sido capaz de reunir hasta ahora en respuesta, a través de un post en su cuenta X.
La falta de respuesta más de tres días después de que su presencia militar fuera declarada ilegal revela un estado de sorpresa ante esta acción del gobierno militar de transición de Níger, el Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP).
En diciembre, Francia, antiguo colonizador de Níger, se vio obligada a retirar todas sus tropas del país. Esto se produjo tras una orden del CNSP, que se formó a finales de julio de 2023 tras la destitución del entonces presidente, Mohamed Bazoum.
Las manifestaciones masivas acogieron con satisfacción el golpe militar contra Bazoum, que había reforzado su imagen interna de títere francés reprimiendo las protestas que exigían la retirada de las tropas francesas.
El general Abdourahamane Tchiani, el entonces jefe de la guardia presidencial que había dirigido el golpe, pasó a formar el CNSP con el apoyo popular, incluido el de los sindicatos y el movimiento de protesta contra la presencia francesa.
En un principio, Francia se negó a acatar la decisión cuando el CNSP puso fin a los acuerdos militares que Níger mantenía con ella en agosto y ordenó la retirada de sus tropas. Sin embargo, tras un tenso enfrentamiento de más de un mes, durante el cual las protestas, cada vez más airadas, se hicieron casi diarias ante la base francesa y su embajada, Francia se retiró en septiembre, y retiró sus tropas en diciembre. Los despliegues más pequeños de otros países de la UE también se retiraron siguiendo los pasos de Francia.
El intento de Francia de movilizar a la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) en una guerra contra Níger fracasó. Ello ha dejado al bloque en una crisis existencial, ante la perspectiva de perder la mitad de su superficie después de que Malí, Burkina Faso y Níger anunciaran su retirada en enero de 2024.
Distanciándose de las tensiones en la capital durante el enfrentamiento con Francia, EE.UU., que tenía unos 1.100 soldados en Níger en ese momento, reposicionó algunos de sus activos y tropas de la Base Aérea 101 en Niamey, a más de 900 kilómetros de distancia, a la Base Aérea 201 en Agadez en septiembre.

«Hemos invertido cientos de millones de dólares en las bases de allí»
Extendida sobre una superficie de 25 km2, la Base Aérea 201, operativa desde 2019, es la mayor construcción jamás realizada por las Fuerzas Aéreas estadounidenses, con un coste de 110 millones de dólares. Su mantenimiento cuesta aproximadamente 30 millones de dólares anuales. Desde el inicio de su construcción en 2016, EEUU ha gastado 250 millones de dólares en esta base, según informó The Intercept el pasado septiembre.
Con aviones de transporte C17 y una flota de drones que incluye vehículos aéreos de combate no tripulados (UCAV) como el MQ-9 Reaper, es la segunda mayor base estadounidense en África después de la de Yibuti.
Poco después de la destitución de Bazoum, Estados Unidos había preparado un plan de contingencia para evacuar esta base. Sin embargo, «el objetivo es permanecer» en ambas bases -tanto en Niamey como en Agadez-, había explicado en agosto el general James Hecker, comandante de la USAF para Europa y África.
Además de las bases aéreas 101, en el suroeste de Níger, y 201, en el centro del país, gestionadas por el Pentágono, la CIA ha estado dirigiendo otra base más al noreste, en la pequeña ciudad oasis de Dirkou. La existencia de dicha base era un secreto hasta que salió a la luz en 2018.
«Todo lo que sé es que son estadounidenses», había dicho a NYT un hermético Bazoum, que era ministro del Interior del régimen en 2018, cuando se le preguntó por esta base. «Siempre es bueno. Si la gente ve cosas así, se asustará», añadió en su comentario Boubakar Jerome, el entonces alcalde de la ciudad con una población de unos pocos miles de habitantes, traicionando casualmente cómo el régimen se entretenía con la presencia militar extranjera para mantener atemorizada a su propia población.
Cuando este régimen fue derrocado en julio de 2023, con Bazoum a la cabeza como presidente desde 2021, era mucho lo que estaba en juego para Estados Unidos. Hasta octubre, ni siquiera había declarado su destitución y la toma del poder por el CNSP como un «golpe de Estado», porque «no queremos que esa alianza desaparezca», declaró la vicesecretaria de Prensa del Pentágono estadounidense, Sabrina Singh, en una rueda de prensa en agosto. «Hemos invertido, ya saben, cientos de millones de dólares en bases allí».
Apenas dos meses después de que en octubre calificara finalmente de golpe de Estado la toma del poder por el CNSP, lo que puso en marcha leyes que restringían la ayuda y el apoyo militar a Níger, Molly Phee, subsecretaria de Estado estadounidense para Asuntos Africanos, se ofreció a restablecer ambas cosas en Níger.
Tras reunirse con los ministros nombrados por el CNSP en diciembre, para cuando el tamaño del despliegue estadounidense se redujo de 1.100 a 648, Phee declaró en rueda de prensa: «He dejado claro al CNSP que queremos volver a ser un buen socio, pero el CNSP tiene que ser un buen socio para Estados Unidos».
Al parecer, Níger no estaba especialmente interesado en la asociación con Estados Unidos. Al igual que en las vecinas Malí y Burkina Faso, la presencia de tropas occidentales en Níger durante casi una década no hizo sino aumentar la propagación de la violencia de las insurgencias islamistas contra las que fueron desplegadas ostensiblemente, tras engendrarlas en todo el Sahel al destruir Libia en 2011.
Occidente sigue presionando a los gobiernos militares de transición de estos países para que celebren elecciones. Sin embargo, la realidad sobre el terreno es que la mayoría de la población quedará al margen del proceso de votación porque estos Estados han perdido el control de vastos territorios a manos de la insurgencia durante la última década bajo el ámbito de seguridad de las tropas occidentales. Incluso se acusa a Francia de prestar apoyo a estos mismos grupos después de que se le ordenara abandonar estos países.
En estas circunstancias, Mali, Burkina Faso y Níger -que se unieron para formar la Alianza de Estados del Sahel (AES) el pasado septiembre- están explorando relaciones de seguridad alternativas, incluso con Rusia.
Se trata de una idea muy popular, como demuestran las frecuentes ocasiones en que durante las protestas antifrancesas ondearon banderas rusas con la tricolor nigerina, a menudo junto a las banderas de otros países BRICS.
Sin embargo, Molly Phee, que voló de regreso a Níger el 12 de marzo con una delegación que incluía a Michael Langley, comandante general del Mando de África de Estados Unidos (AFRICOM), amenazó supuestamente con «represalias» contra Níger en una reunión con los ministros nombrados por el CNSP.
Para justificar esta amenaza de agresión, Phee también acusó falsamente a Níger de haber firmado un acuerdo secreto con Irán para suministrarle uranio, según declaró el portavoz del CNSP, el coronel mayor Amadou Abdramane, en un discurso televisado el sábado.
«Es de sobra conocido que la explotación del uranio de Níger está totalmente controlada por Francia», declaró, condenando la acusación de Phee como una mentira que «recuerda» a la afirmación sobre las armas de destrucción masiva difundida antes de la guerra de Irak. «La comunidad internacional aún recuerda las falsas pruebas esgrimidas por» EE.UU. «ante el Consejo de Seguridad para justificar la agresión estadounidense» a Irak, añadió.

«EEUU había impuesto unilateralmente su ejército a Níger»
Reiterando que Níger trata con Rusia «de Estado a Estado, de conformidad con los acuerdos de cooperación militar firmados con el gobierno anterior», Abdramane insistió a continuación en que lo que es «ilegal» es la presencia de tropas y bases estadounidenses en Níger.
«[P]or medio de una simple nota verbal (en 2012)… la parte estadounidense impuso unilateralmente a Níger un acuerdo sobre el estatuto del personal estadounidense y de los empleados civiles del Departamento de Defensa estadounidense», afirmó.
Calificando este acuerdo de «profundamente injusto» y contrario a «las aspiraciones y los intereses del pueblo nigerino», anunció que dicho acuerdo queda revocado «con efecto inmediato».

7. Los Hermanos Musulmanes y el estado egipcio

Los problemas económicos en Egipto, que vemos hoy en otro artículo, pueden llevar a un resurgimiento de los Hermanos Musulmanes. https://thecradle.co/articles/

La atrofia de Egipto podría resucitar a la Hermandad
La crisis política, económica y social sin precedentes de Egipto puede desencadenar un resurgimiento de la Hermandad Musulmana, que históricamente ha llenado vacíos que el Estado no puede cubrir.
Bashar Lakkis 19 DE MAR DE 2024
En la mañana del 4 de marzo, el Tribunal Penal de Seguridad del Estado en Egipto condenó a muerte al guía supremo de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Badie, junto con siete de los líderes del grupo ilegalizado (Mahmoud Ezzat, Mohamed el-Beltagy, Amr Zaki, Osama Yassin, Safwa Hegazy, Assem Abdel Maged y Mohamed Abdel Maqsoud) por organizar actos de violencia hace once años en el llamado caso de los «Eventos de la Plataforma».
El caso se remonta a 2013, días después de que los militares egipcios derrocaran al fallecido presidente Mohamed Mursi, afiliado a los Hermanos Musulmanes, en un golpe de Estado respaldado por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.
Técnicamente, esta sentencia supone el tercer encuentro de Badie, de 80 años, con una condena a muerte tras el infame caso de la «Sala de Operaciones de Rabaa» en 2015.
Sin embargo, más allá de las nociones de «justicia», se despliega una narrativa más profunda, cargada de gravedad política. La sentencia del tribunal no se limitaba a exigir responsabilidades a personas por delitos cometidos en el pasado, sino que era un movimiento estratégico del Estado egipcio.
Una bomba de relojería
El gobierno del presidente Abdel Fattah al-Sisi teme la inminente agitación social que se prevé como resultado de la tambaleante economía del Estado, las deficientes políticas fiscales, la pérdida de peso en el mundo árabe y la impotencia de Egipto ante la limpieza étnica de Gaza por parte de Israel, ingredientes todos ellos de un posible polvorín a punto de estallar.
Los comentaristas sugieren que la próxima explosión podría ser de una escala sin precedentes, eclipsando la Intifada del Pan de 1977 y la revolución del 25 de enero de 2011.
Recuerda el papel de la Hermandad en la guerra de 1948, y luego los efectos de la Nakba en Egipto y las políticas del Estado, encaminadas a erradicar el movimiento social y político islámico popular desde los años cincuenta: “No nos importa que nos condenen a muerte y a prisión. Palestina es nuestra primera causa y la causa de la nación árabe e islámica. Señor juez, esta es la raíz del caso. Estamos encarcelados hasta que se complete el acuerdo del siglo.”
Independientemente de la exactitud de la declaración supratemporal de Badie, sigue siendo innegable que es probable que los acontecimientos que se desarrollan hoy en Palestina proyecten una sombra sobre El Cairo en los próximos años, dependiendo de la forma en que las autoridades egipcias aborden Gaza. Las potentes repercusiones de un paso en falso pesan mucho sobre las autoridades egipcias.
Estado contra religión
En este contexto, merece la pena reflexionar sobre el debate de Roger Caillois en «El hombre y lo sagrado» sobre la disparidad entre la perspectiva temporal del Estado y la percepción religiosa del tiempo.
El Estado suele adherirse a una visión objetiva, temporal y a menudo lineal, mientras que los marcos religiosos suelen adoptar una perspectiva «supratemporal» entrelazada con una comprensión histórica, en la que, con el tiempo, las luchas populares acabarán superando a una autoridad fracasada.
Mientras que el Estado se esfuerza por regular el movimiento y el tiempo, manifestando su autoridad a través de instituciones como los tribunales y las prisiones, los islamistas se mueven en un terreno distinto. Se enfrentan al Estado en calles, callejones, púlpitos y prisiones, centrándose estratégicamente en la dimensión temporal, es decir, en la «atemporalidad» de la lucha.
De hecho, para entender el enfrentamiento político entre El Cairo y los Hermanos Musulmanes es necesario profundizar en su relación histórica.
Desde las tensas interacciones de los años treinta hasta el dominio de los cincuenta, pasando por una coexistencia a regañadientes en los setenta, luego la aparición de la «caja» musulmana durante la Primavera Árabe y, posteriormente, la era del «posislamismo» (como la describe el sociólogo iraní-estadounidense Asef Bayat), la Hermandad ha pasado por varias fases en un juego de suma cero con el Estado.
Esta relación se sustenta en rasgos fundacionales profundamente arraigados en la vida política egipcia, que ni la burocracia estatal puede superar ni la Hermandad asimilar plenamente.
Además, la evolución del Estado egipcio, con su sistema de control centralizado que abarca más de seis milenios, ha pasado por varios periodos fundamentales, cada uno de los cuales ha contribuido a las crisis únicas que siguen configurando la escena política del país.
La Hermandad a través de los tiempos
Desde una perspectiva histórica, la aparición de la Hermandad Musulmana puede entenderse como una respuesta civil a la violencia estatal infligida a la sociedad. En otras palabras, la tensión laico-islámica en Egipto no es un mero choque cultural, sino más bien una consecuencia de la invasión violenta del capital simbólico de la sociedad por parte del Estado.
También es importante considerar a los Hermanos Musulmanes como un movimiento social más que político, al igual que sus vástagos, Hamás en Palestina y Hezbolá en Líbano, que también hunden sus raíces en el activismo social de base.
Durante el periodo monárquico de Egipto, la Hermandad se alineó estrechamente con figuras como Fathi Radwan, Aziz al-Masri y Muhammad Saleh Harb para oponerse a Saad Zaghloul y al partido nacionalista y liberal Wafd. Sin embargo, tras la desaparición de la monarquía, la Hermandad se encontró en bandos opuestos.
En los turbulentos años sesenta, figuras controvertidas como Sayyid Qutb se enfrentaron a la persecución, mientras que Hassan al-Hudaybi, antiguo guía supremo de la Hermandad, subrayó su papel de «predicadores, no jueces».
Durante la presidencia de Anwar Sadat en los años setenta, la Hermandad osciló entre el apoyo y la oposición, y en los ochenta condenó su asesinato a manos de la rama militante al-Gama’a al-Islamiyya.
Esto ayuda a explicar la fluctuante relación entre el Estado y la Hermandad a lo largo de la historia moderna de Egipto.
Una explosión del pasado
El «regreso» de la Hermandad, al menos a la atención del público, plantea interrogantes sobre lo que el Estado egipcio quiere de la sociedad. Los costosos proyectos trofológicos de «desarrollo sin demanda» del gobierno – erigir ciudades completamente nuevas, incluida una capital – y los aleatorios «fondos para el renacimiento» que se dispararon bajo el mandato de Sisi aún no benefician a los egipcios de a pie ni resuelven los antiguos retos económicos y nacionales de Egipto.
A pesar del auge artificial atribuido a estos proyectos egoístas, Egipto languidece a la cola de los Estados árabes en calidad de la educación, ocupando el puesto 139º a nivel mundial en 2023, y el 153º en seguridad sanitaria, mientras la corrupción sigue asolando sus instituciones, en las que ocupa el puesto 130º.
Podría decirse que, en la actualidad, estos proyectos de «renacimiento» en Egipto no hacen más que enriquecer a una oligarquía financiera profundamente atrincherada en los pasillos del poder, que carece de toda visión de desarrollo sostenible.
Aunque los Hermanos Musulmanes estén oficialmente prohibidos, su papel histórico como sistema de apoyo al pueblo en épocas en las que el Estado no quería o no podía prestarlo exige cautela.
Si el gobierno no actúa con cautela en los asuntos internos -sobre todo con el telón de fondo del ataque genocida de Israel contra los musulmanes justo en la frontera de Egipto-, la Hermandad podría resurgir de las sombras y chocar frontalmente con el Estado una vez más.

8. Medidas económicas en Egipto forzadas por el FMI

Se han anunciado dos medidas económicas en Egipto que, según el autor de Orient XXI, suponen un grave riesgo para la economía de ese país.

https://orientxxi.info/

La economía egipcia hacia lo desconocido
Al renunciar a dos prerrogativas centrales del Estado en el ámbito económico, el Presidente Abdel Fattah Al-Sissi rompe con la historia de su país y asume un enorme riesgo. Aún es demasiado pronto para saber si estas reformas se llevarán realmente a la práctica. Por otro lado, ya podemos anunciar quiénes son los perdedores: la mayoría de los ciudadanos.
Jean-Pierre Sereni > 18 de marzo de 2024
El miércoles 6 de marzo, Egipto dio un golpe de timón para beneficio inmediato de los empresarios y del mercado bursátil. El régimen militar tomó dos decisiones históricas que, de aplicarse en el tiempo, cambiarán radicalmente el funcionamiento de la economía nacional. La reforma del mercado de divisas es la más visible. Hasta ahora, el Banco Central Egipcio (BCE), totalmente controlado por el Estado, controlaba el valor de la libra egipcia (EL) frente al dólar o el euro. A partir de ahora, sin embargo, el valor de la libra egipcia vendrá determinado por la oferta y la demanda de divisas. Cuando ha habido escasez de divisas durante más de dos años debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, el precio del cambio ha subido en libras egipcias y se ha producido escasez. Desde 2022, el tipo de cambio de la moneda nacional ha sido rebajado cuatro veces por el BCE en proporciones considerables, de 17 a más de 30 LE por 1 dólar. En el mercado negro, el billete verde ha llegado a superar las 70 LE. Y en el futuro, la relación entre la moneda nacional y las monedas extranjeras se establecerá diariamente.

Renuncias estatales
La segunda reforma se refiere a los mercados financieros. Hasta ahora, el ahorro nacional se remuneraba a tipos de interés inferiores a la subida de los precios. Sin embargo, esta «represión financiera», denunciada por la minoría adinerada que es la única que ahorra, debe llegar a su fin. De ahí la ola de especulación que siguió inmediatamente. Con el tiempo, los tipos de interés se fijan por encima de la inflación y se revisan cada día a medida que coinciden las ofertas y las demandas de préstamos. El 6 de marzo, la diferencia entre las dos curvas se redujo con una subida espectacular de los tipos de interés, que pasaron del +6% a entre el 24% y el 30%.
Acontecimiento político de primer orden, las autoridades egipcias abandonaron de hecho el control histórico sobre dos instrumentos económicos clave establecido por el Presidente Gamal Abdel Nasser en los años 50: las divisas y el coste del dinero. Esta revolución no se logró «en casa», como afirmó el Primer Ministro Mostafa Madbouly el jueves 7 de marzo en Alejandría, sino bajo la presión sostenida del Fondo Monetario Internacional (FMI). Su directora gerente, Kristalina Georgieva, economista búlgara formada en la época soviética, ha hecho varias escalas en El Cairo, negándose obstinadamente a aumentar su ayuda a falta de un acuerdo sobre el tipo de cambio: 3.000 millones de dólares (2.760 millones de euros) en tres años, una miseria para el país árabe más poblado con diferencia.
Tras las reformas del 6 de marzo, la ayuda del FMI ascendió a más de nueve mil millones de dólares (8.270 millones de euros), y el Banco Mundial y la Unión Europea se comprometieron a aportar otros quince mil millones. A esto se añade una oscura operación inmobiliaria montada con capital de Emiratos Árabes Unidos, que aportaría más de 35.000 millones de dólares (32.150 millones de euros), cinco de los cuales estarían disponibles inmediatamente. El Cairo cuenta también con la ingente cantidad de dinero de los emigrantes que ha ido a parar al mercado negro de divisas (unos treinta mil millones de dólares en un año completo), que debería retornar por vías legales.

Los pobres, primeras víctimas
¿Es capaz este dinero inesperado de estabilizar una economía expuesta a un choque sin precedentes? Un dólar a 50 libras y unos tipos de interés del 30% trastornan la vida cotidiana de más de 106 millones de egipcios. Con una inflación anual superior al 35%, los precios y las empresas son los primeros en sufrir. Para los pobres, estimados en al menos el 60% de la población, alimentarse se ha convertido en un reto. Para las empresas, grandes y pequeñas, el precio de los insumos, en gran parte importados y pagaderos en divisas, hace casi inasequibles los alimentos. La satisfacción otorgada por Moody’s, una de las dos principales agencias de calificación norteamericanas, que ahora considera positivo invertir en Egipto, no cambiará mucho en el futuro inmediato.
Las expectativas de los distintos agentes económicos desempeñarán un papel clave. Si anticipan una reanudación del ciclo infernal de los precios internos y los tipos de cambio, el dólar a 50 LE pronto no será más que un recuerdo, máxime cuando ya alcanzó los 72 LE a principios de año. Si las ayudas prometidas, a menudo vinculadas a proyectos industriales o de infraestructuras, no llegan o se retrasan, la estabilización podría verse comprometida o retrasada.
Otro escollo es el desesperado estado de las finanzas públicas. La carga de la deuda, es decir, el pago de los intereses debidos por la deuda del Estado, absorbe dos tercios de los ingresos presupuestarios. Esto deja un pequeño tercio para ayudar a los más pobres a evitar el hambre, pagar (mal) a varios millones de funcionarios, formar a un gran número de jóvenes y satisfacer las necesidades de un ejército caro. La reestructuración de la deuda, como se hizo en los años 90 tras la primera guerra del Golfo, no figura en el orden del día. La diplomacia internacional es incapaz de ponerse de acuerdo sobre una solución a esta crisis, que afecta prácticamente a todos los países emergentes no petroleros.
De no ser así, ¿volverá Egipto a los mercados financieros internacionales como lo hizo entre 2013 y 2021? Es poco probable. Por tanto, tendrá que recurrir a la impresión de dinero y volver a perseguir al dólar, antes de dar marcha atrás en las reformas del 6 de marzo.

Una «desmilitarización» imposible
Por último, queda la parte más difícil: ajustar el resto de la economía al funcionamiento ahora liberal del tipo de cambio y del dinero. Para ello habría que «desmilitarizar» la economía, en manos de los generales desde hace más de 10 años. Subvenciones, préstamos impagados, privilegios en todas direcciones, fiscalidad inexistente y directrices de inversión han llevado a la economía por un camino estéril. La enorme deuda del país (entre 160.000 y 300.000 millones de dólares según las estimaciones) se ha utilizado principalmente para verter hormigón. Sólo la nueva capital administrativa1
que aún no ha entrado en funcionamiento, costó más de 60.000 millones de dólares. Otras cinco nuevas ciudades están perdidas en el desierto, y se proyectan decenas más. Estas colosales inversiones no producen nada, salvo para los empresarios de caqui que se hicieron con ellas.
Se ha sacrificado la inversión productiva en el resto de la economía. Sólo los extranjeros se han aventurado en los sectores del petróleo y el gas o el turismo. La burguesía, muy atractiva en tiempos del presidente Hosni Mubarak, no aparece por ninguna parte, lo que desestabiliza aún más una economía bajo influencia.

El presidente Abdel Fattah Al-Sissi y su primer ministro han prometido la vuelta de los dólares y precios más bajos gracias a sus medidas. Sin embargo, cunde el escepticismo, ya que estas medidas pueden no ser buenas ni para la economía ni para los egipcios.

9. Land of the free

Lo que le espera a Assange si lo extraditan a EEUU. https://www.declassifieduk.

Los últimos días de Julian Assange en Estados Unidos
Julian Assange podría estar pronto de camino a Estados Unidos para ser juzgado por revelar crímenes de guerra. A lo que se enfrenta allí es aterrador más allá de las palabras.
MATT KENNARD 14 de marzo de 2024
Babar Ahmad fue extraditado de Gran Bretaña a Estados Unidos en 2012 acusado de proporcionar apoyo material al terrorismo por dos artículos publicados en su página web en los que respaldaba al gobierno talibán de Afganistán.
Pasó ocho años luchando contra la extradición, pero cuando finalmente se produjo, cruzó el Atlántico en un avión ejecutivo de la RAF de Mildenhall, en Suffolk. No tenía ni idea de lo que le esperaba.
«Creo que era un avión de doce plazas», me cuenta Ahmad. «Tres secciones de cuatro asientos. Así que había dos asientos grandes uno frente al otro. Asientos de cuero grandes, cuadrados y cómodos».
Fuera estaba oscuro como boca de lobo.
«No paraban de preguntar: ‘¿Necesita algo? ¿Quieres un vaso de agua?’. Les dije: ‘¿me dan algo para leer?».
El funcionario estadounidense le dio un boletín para los trabajadores públicos. «Estoy viendo el resultado del béisbol de Connecticut o algo así».
Sentados en el avión, no hubo charla, pero en algún momento le preguntaron si tenía hambre. Ahmad dijo que sí. «Así que vinieron y me dieron este paquete de MRE: comidas listas para comer. Un paquete grande. Me quitaron una de las esposas de la mano derecha para que pudiera comer».
Mientras comía, llegó un funcionario de seguridad nacional y se sentó frente a él. «Su trabajo es hacer la charla trivial, intentar sacarte información y conseguir que des algún tipo de confesión, que luego más tarde archiva como declaración para usarla en tu contra», dice Ahmad.
«Yo me encargaba de las conversaciones triviales y cada vez que surgía algo relacionado con el caso, me limitaba a decir ‘mira, lo siento, no puedo hablar de eso'».
Ahmad dice que el funcionario estaba utilizando la técnica del «poli bueno». «Intentaba establecer una conexión, hablando de la infancia, que no es más que una conversación normal, como la de dos desconocidos que tienen una charla normal. Lo hacen para que te sientas cómodo. Pero el motivo subyacente no es, obviamente, charlar, sino establecer una conexión para que te abras y puedas responder a sus preguntas».
El funcionario estadounidense dijo a Ahmad que llevaba 11 años investigándole y que había hecho 30 viajes al Reino Unido con ese fin.
«Luego me dijo que llevaba cinco días en Gran Bretaña esperando a que terminara mi proceso judicial. ‘Incluso me perdí el nuevo episodio de Homeland’, dijo, ‘porque estaba pasando por eso. Hiciste que me lo perdiera’. Medio en broma, medio en serio».
Ahmad cuenta que en algún momento se cansó y dijo que quería tumbarse.
«Me dejaron tumbarme en el suelo, pero fue duro», dice. «Creo que no dormí. Era muy difícil estar cómodo porque no puedes estirarte y estás encadenado. Así que lo intentara como lo intentara, no era posible».
Garantías
Alguien que puede estar pronto en la piel de Ahmad, con grilletes y en un avión rumbo a Estados Unidos, es el periodista australiano Julian Assange.
En enero de 2021, la juez de distrito Vanessa Baraitser bloqueó la extradición desde el Reino Unido alegando que tal medida sería «opresiva» debido a la salud mental del fundador de WikiLeaks.
EE.UU. tuvo la oportunidad de apelar y la decisión de Baraitser fue entonces revocada por el presidente del Tribunal Supremo, Ian Burnett, que aceptó las garantías de EE.UU. sobre el tratamiento de Assange. Ese juez era «buen amigo» desde hacía 40 años del ministro británico que orquestó la incautación de Assange en abril de 2019.
Jennifer Robinson, abogada de Assange en Gran Bretaña desde que comenzaron sus problemas legales, me dijo: «EE.UU. no impugnó los resultados médicos, por lo que la conclusión médica y las pruebas siguen siendo las mismas, es decir, si es extraditado a condiciones de aislamiento, se le provocará el suicidio».
EE.UU., sin embargo, ofreció «garantías» de que no le someterían a ese tipo de condiciones carcelarias.
«Es una garantía condicional», dice Robinson, «lo que significa que en cualquier momento, una vez que esté en la cárcel estadounidense, los servicios de inteligencia podrían decidir que ha hecho algo que justifique la aplicación de esas condiciones de encarcelamiento».
Esto es enormemente preocupante, añade. «Las agencias que intentaron secuestrarlo y matarlo tienen el poder de someterlo a ese tipo de condiciones de aislamiento sin que podamos revisarlo judicialmente. Y él quedaría atrapado en esas condiciones».
Las garantías de EE.UU. llegaron después del cierre de los procedimientos, pero el tribunal de Londres las aceptó y les dio el visto bueno.
«Se trata básicamente de una extradición por la vía diplomática sin la debida supervisión de los tribunales», afirma Robinson.
En Estados Unidos
Ahmad aterrizó en Estados Unidos la madrugada del 6 de octubre de 2012. En ese momento no tenía ni idea de dónde había aterrizado.
«Entré en una especie de coche y condujimos. Después de unos 20 minutos nos detuvimos y salimos», dice.
«Pude oír como un ruido metálico y me di cuenta de que estaba en una especie de almacén o lugar tipo prisión. En ese momento me di cuenta de lo doloroso que era caminar con grilletes. Me rozaba la parte posterior del tendón de Aquiles, así que fui más despacio. Obviamente, más adelante aprendes a hacerlo, pero aquella era mi primera vez y no lo sabía. Realmente arrastré los pies despacio, despacio, despacio».
Ahmad subió entonces en un ascensor y llegó a una celda. Le quitaron las esposas y los grilletes, y luego le quitaron el pasamontañas y los protectores auditivos que le habían puesto al aterrizar. Ahmad estaba en el juzgado federal de New Haven. Eran alrededor de las tres de la madrugada.
«Nos hicieron fotos y nos tomaron las huellas dactilares, y luego nos volvieron a meter en la celda. Nos dijeron: ‘tenéis una vista judicial a las 8 de la mañana'», cuenta.
Ahmad no pudo dormir por segunda noche consecutiva. «Sobre las 7.30 de la mañana, mis abogados vinieron a verme en una visita a puerta cerrada, es decir, con una mampara de cristal, y mis abogados estaban allí. Hablé con mis abogados y luego se celebró una vista».
Después de esa vista, sobre las 10 de la mañana, le metieron en un todoterreno.
«Salimos en este convoy de unos ocho todoterrenos», dice. «Y estos tipos, ya sabes cómo son los americanos, cuando hacen algo, siempre es extra. Los tipos tienen metralletas. Todos estos parecen fuerzas especiales».
La supermax
Al cabo de una hora llegaron a una prisión. El abogado de Ahmad le dijo que iba a la supermax estatal de Connecticut.
Una vez dentro de la zona de recepción de la prisión, le llevaron a un reconocimiento médico. Le hicieron esperar fuera.
«Entré en una sala y había tres enfermeras», cuenta Ahmad.
«Conversación normal y amistosa, repasan mi historial médico, me revisan los ojos, los oídos, la boca, lo que sea. Cuando el oficial vino a buscarme, miró a la enfermera jefe y le guiñó un ojo o le hizo un gesto con la cabeza, y ella le devolvió el gesto. Ella dijo, ‘sí, estatus’.
«No sabía lo que significaba, pero más tarde entendí que le estaba diciendo que me pusiera en la vigilancia de suicidas, que es básicamente una celda de castigo. Sanidad tiene que tomar esa decisión. Así que aquello fue una estafa porque no había ninguna razón para que yo fuera allí, yo cumplía completamente. Ella miró al tipo y le dijo: ‘estatus'».
Ahmad continúa: «Entonces me llevaron a esta celda. En cuanto entré, una persona estaba filmando y ocho tipos gritaban comandos y órdenes al unísono. ‘Vale, izquierda. Vale, contención’. Gritaban órdenes militares, me pusieron contra la pared y me desnudaron por completo. Y todo esto está grabado en vídeo».
Ahmad, que no había dormido, estaba totalmente conmocionado.
«En el Reino Unido nunca te desnudan por completo», dice. «Te desnudan la mitad de abajo o la mitad de arriba, y no lo hacen a la fuerza a menos que sea por seguridad. Así que pienso: ‘¿Qué demonios?».
Zapatillas de papel
Luego le pusieron a Ahmad zapatillas de papel y una bata antisuicidios que le cubría el torso hasta las rodillas. «Y eso es todo. Es todo lo que tengo, aparte de los grilletes».
Le acompañaron por un largo pasillo doblado y con la cabeza por debajo de la cintura.
«Me metieron en esta celda y lo primero que noté fue el olor, era como un olor infestado de heces, también estaba absolutamente helado», dice. «Recuerdo que lo primero que le pregunté al tipo del estado, ‘¿puedo comer algo?’ Se rió entre dientes y me dijo ‘te darán de comer’. Y ya está. Cerraron la puerta y ya está. Se fueron».
No había nada en la celda, salvo dos tiras de papel higiénico. El agua se abría 60 segundos y se cerraba cinco minutos, recuerda Ahmad.
«Si miro fuera de la pequeña ventana de tira de 3×6 pulgadas, en la pared del fondo, sólo puedo ver hormigón. No hay vista, no hay nada. Luego hay otra ventana de 3×6 pulgadas en la puerta que da al interior de la prisión. Y allí sólo hay espejos y un pequeño reloj que puedo distinguir».
Ahmad estaba cansado ahora y había una cama con un colchón de plástico. «Me acurruqué como un feto porque hacía mucho frío», dice Ahmad. «Dormí un poco y me levanté. En algún momento llegó la hora de comer, vinieron y me dieron una bolsa de papel con comida. La comida estaba como en un vaso de café, y le pregunté al tipo: ‘¿me das una cuchara?».
El oficial le dijo que no estaba permitido.
«Tuve que comer con la mano como un animal. Y eso es todo por el tema del estatus, es el tema del castigo. Tienes que comer así. No sabía lo que era la comida. Sólo la comía. Una parte de mí pensaba, ¿esto es carne o no? No como carne que no sea halal. Pero simplemente me la comí. Ni siquiera sabía que podrían haber escupido en ella o lo que fuera, pero estaba demasiado hambriento. Y la celda apestaba a heces, y estoy descalzo y, por supuesto, no hay jabón».
Incógnitas desconocidas
Ahmad en este momento no tenía ni idea de cuánto tiempo estaría en esta celda. Podrían ser 10 días. Podrían ser 10 años. «No tenía ni idea de nada», dice.
«Estoy en esta celda, y lo primero que recuerdo es una cosa que dijo Nelson Mandela: que los años pasan como minutos en la cárcel, pero los minutos, pasan como años. Y recuerdo que iba hacia la puerta y miraba el reloj digital. Y pensaba que habían pasado varias horas, pero habían pasado como 10 minutos».
En algún momento, una enfermera de salud mental pasó por delante de su celda.
«Se quedó un momento leyendo algo fuera de mi celda y mirándome con asco mientras lo hacía», cuenta Ahmad. «Más tarde me di cuenta de que había una hoja de papel delante de mi puerta en la que figuraban todas las acusaciones contra mí. Entonces le pregunté cómo podía sobrellevarlo, ya que no tenía nada en mi celda, nada que hacer o leer, nada que ver y nadie con quien hablar. Podrías probar con la visualización», se rió y siguió su camino. Eso era lo que entendían por apoyo a la salud mental».
A la mañana siguiente llegó a su celda un nuevo funcionario de prisiones.
«Era un funcionario racista y hostil», me cuenta Ahmad. «Gritaba ‘tú eres el terrorista’, y gritaba muy alto a los demás presos ‘intentó volarnos, intentó matar estadounidenses’. Luego dice: ‘Voy a darle una lección, ¿por qué intentaste volarnos?».
Ahmad intentó explicarle que se trataba de otra persona, no de él.
«Me dijo ‘sí, sí, da igual, habla inglés’. Era abiertamente racista. En el Reino Unido tienden a ocultar su racismo, pero en Estados Unidos sabes a qué atenerte, lo que en realidad prefiero».
Un día después de llegar a la prisión, Ahmad tuvo un ataque de pánico.
«Es la única vez en mi vida que he tenido uno», dice. «Fue la primera y la última vez que me ocurrió. Estaba allí de pie y, de repente, fue como si el pecho se me hundiera. Estaba de pie y empecé a hiperventilar, mis músculos se tensaron y entré en un estado en el que parecía que me ahogaba, pero no era así».
Dice que la única razón por la que puede hablar de ello ahora es porque ha recibido terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) para resolverlo.
«Ahora puedo hablar sin ninguna respuesta fisiológica», dice Ahmad. «Pero era aterrador. Creo que me di cuenta de que, Dios mío, esto es lo que hay».
Y continúa: «Todas esas garantías de que me tratarían con humanidad, de que las cárceles estadounidenses eran iguales a las británicas y de que recibiría un trato justo y equitativo. Todo era una completa basura. Todo era una estafa, todo eran mentiras. Me dije a mí mismo: «Esto es todo». Me voy a quedar en esta celda el resto de mi vida».
Ahmad no tenía ni idea de cómo afrontar el ataque de pánico.
«No había nadie. No podía hablar con nadie. Ni siquiera sabía cómo afrontar la respiración. La respiración puede sacarte de él. Así que empecé a recitar algunos versos del Corán que había memorizado y, al final, eso me sacó de allí, me calmó».

La CIA y la política
John Kiriakou fue oficial de la CIA entre 1990 y 2004, antes de abandonar el cargo y denunciar el programa de torturas de la agencia durante la llamada Guerra contra el Terror. Desde entonces, Kiriakou ha defendido abiertamente la lucha de Julian Assange por su vida frente a la persecución de su antiguo empleador.
Una de las cosas que mucha gente no entiende es que, en el sistema estadounidense, aunque la fiscalía quiera retirar el caso, lo primero que hace es consultar a la «víctima» para ver si le parece bien que se retire. En este caso, la víctima sería la CIA», me dice.
«No puedo evitar pensar que si la publicación de Vault 7 no hubiera tenido lugar, y con [el ex director de la CIA Mike] Pompeo fuera de escena, no creo que a nadie le hubiera importado realmente que se retirara el caso contra Julian, pero él les avergonzó, y hay un deseo tan profundo de venganza que es como si no pudieran controlarse.»
Vault 7 es una serie de documentos que WikiLeaks comenzó a publicar en marzo de 2017, detallando las capacidades de la CIA para realizar vigilancia electrónica y ciberguerra. Kiriakou dice que los altos niveles de la CIA guiarán la política ejecutiva sobre la persecución de Assange como resultado.
«En un caso como este, esa conversación solo se produciría en las altas esferas», afirma. «Así que estamos hablando del director, el subdirector, el subdirector de operaciones, el abogado general, tal vez el subdirector de contrainteligencia. Es un grupo muy reducido de personas el que mantendría esa conversación».
La CIA es increíblemente poderosa, añade Kiriakou. «Es especialmente poderosa dentro de la burocracia federal. No creo que estas decisiones se tomen en el vacío en el Departamento de Justicia. Estas decisiones se toman en torno a una mesa de conferencias en el Consejo de Seguridad Nacional. Y no podemos pretender que [el fiscal general] Merrick Garland es independiente y que el Departamento de Justicia es independiente de influencias externas. Sabemos que eso simplemente no es cierto».
Cuando el presidente Joe Biden nombró a Bill Burns director de la CIA, Kiriakou se había permitido cierta esperanza en Assange.
«Era optimista respecto a Bill Burns porque es un diplomático de carrera y un pacificador, y con la excepción del tiempo que pasó como subsecretario de Estado, no era un consumidor habitual de inteligencia, así que no había ningún vínculo entre Bill Burns y la comunidad de inteligencia», me cuenta Kiriakou.
«Pensé que por primera vez, desde que el almirante Stansfield Turner fue director con Jimmy Carter, se trataba de un tipo independiente de la CIA, capaz de hacer sus propios juicios y de llegar a sus propias conclusiones. Ya sabes, me temo que, al menos en el caso Assange, eso resultó no ser cierto porque si Bill Burns fuera a Merrick Garland y dijera, mira, no hubo daño a la seguridad nacional, creo que Garland no tendría ningún problema en abandonar el caso».
Kiriakou dice que no puede creer que Biden quiera enfrentarse al establishment de la prensa.
«Simplemente me parece que hay gente muy poderosa, probablemente tanto en la CIA como en el Departamento de Justicia, que dicen, ya sabes, a la mierda la primera enmienda de la Constitución».

El cosido legal
Kiriakou tampoco es optimista sobre las posibilidades de Assange en el sistema legal estadounidense.
«Inicialmente, lo que va a suceder es que será llevado a lo que se llama la cárcel federal en Alexandria, Virginia», dice. «Se utiliza para alojar a presos en espera de juicio en el distrito este de Virginia, en el tribunal federal que hay allí. Hay gente en espera de juicio por delitos tan menores como intentar hacerle una mamada a un policía encubierto en un monumento nacional, alguien con quien compartí celda brevemente había hecho eso, pero eso va hasta El Chapo y todos los demás.»
Mientras espera el juicio, es probable que se le trate como a todo el mundo, dice Kiriakou.
«Una cosa importante aquí es que los fiscales estadounidenses han prometido repetidamente al gobierno británico que no pondrán a Julián en régimen de aislamiento. Eso es una completa y total mentira, porque no corresponde a los fiscales del Departamento de Justicia decidir quién va a aislamiento. Eso es competencia exclusiva de la Oficina Federal de Prisiones. Los fiscales que prometen no poner a Julian en aislamiento son como usted o yo prometiendo no poner a Julian en aislamiento. Ese es el peso que tienen esas promesas».
Assange tampoco obtendrá justicia en Estados Unidos, afirma Kiriakou.
«No creo que tenga la oportunidad de un juicio justo por un par de razones», dice.
«La número uno es el hecho de que se trata del distrito este de Virginia. Se llama el tribunal del espionaje porque ningún acusado de seguridad nacional ha ganado nunca un caso allí. Yo fui acusado allí. Jeffrey Sterling [denunciante de la CIA] fue acusado allí. Edward Snowden ha sido acusado allí. Acusan a todo el mundo en el distrito este de Virginia, a casi todo el mundo, porque es el distrito de origen de la CIA».
Continúa: «El jurado va a estar compuesto por personas que trabajan o que tienen familiares que trabajan para la CIA, el Pentágono, el Departamento de Seguridad Nacional, el FBI y docenas de contratistas de la comunidad de inteligencia. Así que es imposible conseguir un jurado que no esté sesgado».
La segunda razón es lo que se llama «acumulación de cargos», dice Kiriakou. «Digamos que has cometido un delito. En lugar de acusarte de ese delito, te acusarán de 20 delitos, y luego volverán a ti después de haberte ablandado convenientemente y te dirán, vale, retiraremos todos los cargos menos uno o dos, si te declaras culpable».

Los trucos
Babar Ahmad permaneció tres días en la celda de castigo tras su ataque de pánico. Entonces vino un médico a examinarle. «Era un médico afroamericano, y no paraba de mover la cabeza», cuenta Ahmad. «Me dijo: ‘No sé por qué te han metido aquí’, y me dijo que me iba a sacar. No paraba de mover la cabeza. Conocía los trucos que hacen».
El médico consiguió sacar a Ahmad a otra celda con algunas cosas más, incluidos unos cuantos monos y camisetas, algunas toallas y una manta. Pero seguía en régimen de aislamiento.
«Pero un preso, que en realidad era un tipo decente, me tendió la mano», cuenta Ahmad. «No sabía cómo era, pero gritó mi número de celda. Me dijo: ‘Hola, 109, ¿cómo estás, hermano? ¿Cómo te llamas, de dónde vienes?».
Le dio a Ahmad algo de información sobre la rutina en la prisión y finalmente consiguió enviarle material de lectura, algo que iba contra las normas.
«Me envió algunos libros. Creo que el capellán también me dio una Biblia. Me leí la Biblia de cabo a rabo. La mayor parte fue en esas semanas iniciales».
Ahmad permaneció en esa prisión durante dos años.
«Estuve recluido junto al corredor de la muerte de Connecticut», dice. «El régimen allí era muy duro. Aislamiento total durante todo el día y toda la noche. Ninguna relación con ningún otro preso durante dos años. Un cacheo al desnudo completo y humillante, incluidas las cavidades corporales, cada vez que salías de la celda, aunque fuera a la ducha, a dos metros de distancia».
Tenía que hacer una hora de ejercicio tres veces por semana.
«Era en una jaula para perros subterránea, que tiene unos cuatro escalones por dos escalones, y hay tres jaulas una al lado de la otra», dice. «Así que puedes hablar con los otros dos presos que están allí contigo, puedes hablar con ellos sin restricciones. Pero eso era todo».
Le pregunto a Ahmad cómo no perdió la cabeza.
«Bueno, es insoportable. Y mucha gente ha perdido la cabeza, y hay mucha gente con graves problemas de salud mental, gente que habla sola, gente que grita y golpea todo el día, toda la noche. La gente se autolesiona. Hay intentos de suicidio todo el tiempo. Una semana presencié tres intentos de suicidio en un día».
Y continúa: «También hay presos que han matado a sus compañeros de celda, los han golpeado hasta matarlos dentro de la propia celda. En mi caso, creo que en parte fue por mi religión, por mi fe. No sé, tienen esas palabras de moda, resiliencia y todo eso, pero uno simplemente intenta sobrevivir lo mejor que puede, ¿no?».
Ahmad salió de la cárcel estadounidense en julio de 2015 tras ser condenado a 12 años y medio por proporcionar apoyo material, a través de dos artículos publicados en su página web, al gobierno talibán en la época en que albergaban a Osama bin Laden.
El gobierno estadounidense había pedido el doble de esa condena, pero la sentencia, sorprendentemente indulgente, supuso que Ahmad quedara en libertad a los pocos meses por el tiempo cumplido.
Es poco probable que Julian Assange obtenga tal indulgencia de la justicia estadounidense, y su experiencia en prisión será probablemente aún más punitiva que la de Ahmad.
«Creo que a Assange le va a ir peor que a mí en la cárcel estadounidense», afirma Ahmad. «Las garantías que dan sobre el acceso a la asistencia sanitaria, todo es una estafa. Nada de eso se aplica una vez que estás allí». Hace una pausa. «Por supuesto, el suicidio es un riesgo muy real».
Matt Kennard es investigador jefe de Declassified UK. Fue investigador y luego director del Centro de Periodismo de Investigación de Londres. Síguelo en Twitter @kennardmatt

 

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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