Miscelánea 28/1/2024

Del compañero y miembro de Espai Marx, Carlos Valmaseda.
1. ¿Otro polvorín?: Corea
2. Historia del Partido Comunista Tunecino
3. La visión de Cook sobre la sentencia de la CIJ
4. Situación regional en la guerra de Palestina
5. El anacronismo israelí.
6. La posibilidad de una escalada hacia la catástrofe.
7. Alternativa al uranio ruso.
8. Variables del futuro (observación de Joaquín Miras)

1. ¿Otro polvorín?: Corea

Otra zona en la que las tensiones han ido creciendo en los últimos años, de la que es símbolo la reciente demolición del monumento a la unidad que se erigió en 2001 -aunque es una noticia que solo he visto en la prensa basura: https://twitter.com/nknewsorg/-. En este artículo se hace un repaso interesante a los últimos acontecimientos. https://www.elsaltodiario.com/

¿Está Corea al borde de la guerra?

La península de Corea atraviesa un pico de tensiones diplomáticas y militares. El anticomunismo del gobierno del sur y las modificaciones políticas acontecidas en el norte son la clave para comprender un 2024 que será muy complejo en la región.

Eduardo García Granado @eduggara 27 ene 2024 06:00

En el año 2010, la península de Corea atravesó una de las peores crisis bélicas desde el fin (en realidad, la pausa) de aquella guerra civil mediada por Estados Unidos, la Unión Soviética, China y otros actores que se desarrolló entre los años 1950 y 1953. En noviembre de 2010, cuatro surcoreanos perdieron la vida como consecuencia de los disparos de artillería que Pyongyang realizó sobre Yeonpyeong, ubicada inmediatamente al sur de la frontera marítima entre las dos Coreas. Con anterioridad, Seúl había realizado varias pruebas de artillería balística en esa misma zona y, tras el incidente en la isla, el Ejército surcoreano bombardeó las bases norteñas de Kaemori y Mudo. Durante aquellos días, la posibilidad de que estallase en forma total la guerra en Corea fue real.

En aquel momento, las débiles vías de comunicación entre ambos bandos y la contención de guerra —influida ya por aquel entonces por la proliferación nuclear de Corea del Norte— convergieron para un paulatino enfriamiento de las hostilidades. Hoy, aunque algunos nombres propios hayan cambiado, hemos presenciado tensiones que recuerdan a aquel contexto y que evidencian que entre el eje Washington-Seúl y Corea del Norte siempre reina una tensión que podría quebrarse en cualquier momento. De hecho, la situación que atraviesa la región en la actualidad comparte algunos elementos clave con aquel pico de riesgo de guerra del año 2010; otros factores son incluso más peligrosos.

Cómo ha empezado 2024

2024 ha empezado en Corea con mayores niveles de tensión que aquellos con los que terminó 2023; a su vez, el año 2023 había comenzado superando en este mismo sentido al año 2022. En las últimas horas del año 2023, la política norcoreana sorprendió enormemente. Frente a la Asamblea del Poder Popular, el órgano legislativo nacional, Kim Jong-un expresó críticas a la línea que su propio gobierno había llevado en tiempos recientes al respecto del sur, insistiendo en que había que aceptar que el gobierno de Corea del Sur era, en esencia, su principal enemigo. Históricamente, el norte había sostenido que el sur era un gobierno dominado por Estados Unidos y con escasa iniciativa, por lo que en cierta medida Seúl quedaba eximida de las culpas cuando aumentaban las tensiones. Desde este momento, Pyongyang ha comenzado a focalizar de igual forma sobre Seúl que sobre Washington.

Esta escalada diplomática, de por sí importante, se agudizó en los primeros días de enero de 2024. El Líder Supremo solicitó que se debatieran algunos cambios sustanciales e históricos, a saber: el desmantelamiento de “los órganos de solidaridad para la reunificación pacífica” y la eliminación de expresiones constitucionales como “gran unidad nacional”, entre otros. A su vez, y de la mano de la ya reiterativa alusión al “derecho a la autodefensa”, Kim evidenció que “si estallase la guerra”, Corea del Norte habría de aspirar a “ocupar, subyugar y anexar” el sur; aunque esta retórica es coherente con lo que sería en la práctica una guerra civil, pone sobre la mesa unos términos que no eran comunes hasta el momento por parte del norte.

En estos momentos, hay tres claves que no pueden ignorarse para dimensionar lo que está ocurriendo en Corea: 1) la novedosa renuncia (temporal) de Pyongyang a la reunificación, 2) la consolidación del accionar anticomunista del gobierno sureño y 3) la ruptura de una amplia variedad de canales de comunicación y contención. La escalada en Corea en el año 2024 tiene dos variantes: la militar y la diplomático-política. Para comprender esta última, es fundamental acudir a la historia política del norte.

Durante décadas, Pyongyang ha optado por una diplomacia de reacción, acomodándose a los vaivenes electorales de Corea del Sur. En suma, la dinámica era la siguiente: cuando el socioliberalismo “reunificacionista” de la “Política del Sol” accedía al Ejecutivo surcoreano, el norte apostaba por acercamientos en múltiples frentes en línea con los acuerdos firmados por Kim Dae-jung y Kim Jong-il en el año 2000. Por contra, cuando lograban gobernar los partidos del bloque de la derecha anticomunista, que continúa alguna de las tradiciones ideológicas de las dictaduras militares de Corea del Sur, la situación se alteraba enormemente. El cambio en 2024 es profundo. Los ya fallecidos líderes Kim Il-sung y Kim Jong-il lidiaron con varios gobiernos de tendencia anticomunista en el sur. Pese a ello, quienes precedieron a Kim Jong-un nunca dejaron de defender la reunificación como el objetivo inmediato; Kim Jong-un lo ha hecho.

Tras la muerte de Kim Jong-il en 2011, Kim Jong-un hubo de continuar la línea militarista (songun) desarrollada en vida por Kim Il-sung y, sobre todo, por el propio Kim Jong-il. Pese a tensiones con el presidente Lee, la posición “intermedia” durante el gobierno de Park Geun-hye (2013-2017) facilitó ciertos niveles de distensión en la península. Tras ella, el gobierno de Moon Jae-in (2017-2022) aplicó la Política del Sol frente a Corea del Norte, mejorando ampliamente el vínculo entre ambos y posibilitando conversaciones de paz y acercamiento. Durante aquellos años, Kim Jong-un no tuvo que enfrentar situaciones de tan alta tensión como las que hubieron de gestionar Kim Jong-il y Kim Il-sung. Sin embargo, la derrota del Partido Democrático en los comicios de marzo de 2022, modificó radicalmente la situación en la península: Lee Jae-myung perdió por menos de un punto frente al fiscal anticomunista Yoon Suk-yeol y se terminaron de golpe las posibilidades de la reunificación e incluso de una distensión sostenida.

La clave: Yoon Suk-yeol

Desde enero de 2024, Corea del Norte ya no postula la reunificación como un hecho posible en el medio plazo y las comunicaciones con el sur han quedado plenamente descartadas. ¿Por qué? En esencia, por el presidente Yoon. En el año 2019, el entonces presidente Moon Jae-in nombró a Yoon Suk-yeol fiscal general. Desde esa posición, forjó un liderazgo político construido en base a una retórica outsider que le posibilitó tres años después la victoria electoral frente al sucesor del propio Moon, Lee Jae-myung. Desde que inició su presidencia, las relaciones entre las dos Coreas han experimentado un declive persistente.

Como Lee Myung-bak, el presidente Yoon forma parte del engranaje político nacional que orgullosamente se presenta como “derecha anticomunista”. Tras ganar las primarias, Yoon cuenta con el apoyo del Partido del Poder Popular (PPP), fundado en 2020 como fusión de varios bloques de entre los cuales destaca el Partido de la Libertad (ex Saenuri), sucesor de las diversas expresiones partidistas que ha tenido el anticomunismo en el país.

La clave para comprender la escalada pre bélica en la península se halla en este espacio político que, a diferencia del Partido Democrático, considera al norte como una suerte de “hecho maldito” de la historia nacional coreana. Para Yoon y para el PPP, todo lo que representa en la actualidad Corea del Norte debe ser erradicado, desde el propio Kim Jong-un hasta el marxismo coreano en sí mismo. Desde esta perspectiva, Seúl se planta frente a Pyongyang en forma plenamente confrontativa; no hay espacio para la negociación, para la diplomacia ni para la reunificación “federativa” acordada en el año 2000. El horizonte del gobierno surcoreano no es la distensión, sino la anexión de la parte norte de la península, es decir, la “reunificación por absorción”.

Tanto Kim Jong-un como el Gobierno y el Ejército norcoreano reconocen esta situación y, en consecuencia, toman posiciones de preparación bélica, insistiendo en que cualquier avance de Estados Unidos y Corea del Sur al norte del Paralelo 38 desencadenaría una guerra total. Sea en mayor o menor medida mero discurso, lo innegable es que los puentes diplomáticos están quebrados. Ninguna de las dos Coreas considera ya a la otra como un interlocutor legítimo y Estados Unidos persiste en presionar a Pyongyang mediante ejercicios militares conjuntos en los que Japón tiene cada vez un mayor protagonismo. A su vez, China trata de jugar un papel de mediación raramente aceptado por alguno de los actores y Rusia deja la puerta abierta a una mundialización del conflicto al mostrarse abierta a involucrarse junto a Pyongyang en ejercicios militares en la zona.

En abril de este mismo año 2024, en el marco de las tensiones como consecuencia de la radicalización del discurso anticomunista del Ejecutivo surcoreano, tendrán lugar las elecciones legislativas en el país. Aunque Yoon Suk-yeol tiene mandato hasta el año 2027 —la reelección no está permitida en Corea del Sur—, los comicios de abril pueden dar algunas pistas sobre la popularidad del PPP tras dos años de gobierno. El presidente Yoon no mide muy bien en las encuestas a día de hoy, pero la posibilidad de que su sucesor en el partido pueda salir electo en 2027 sigue intacta. Las elecciones de 2027 serán cruciales para la seguridad del Asia-Pacífico, región que ha sido privilegiada en la estrategia internacional de Estados Unidos. Por extensión, las legislativas de 2024 gozan de cierta importancia; nos darán una muestra relativamente fiable del estado electoral en el que se encuentran tanto la derecha anticomunista del PPP como la “Política del Sol” del Partido Democrático.

2. Historia del Partido Comunista Tunecino

En Orient XXI siguen publicando artículos sobre la historia de partidos comunistas de la zona -vimos hace poco el de Sudán-. Esta semana le ha tocado a Túnez.

https://orientxxi.info/

El Partido Comunista Tunecino. Pesar sin masas
La historia del Partido Comunista Tunecino es la de un eterno tira y afloja: primero entre sus orígenes coloniales y sus raíces «autóctonas», después entre su adhesión al socialismo bourguibiano y su feroz antiimperialismo. Y sin embargo, este grupo ha estado presente en todos los momentos clave de la historia del país.
Pueblos y minorías > Política > Izquierdas árabes. Recuerdos perdurables, huella perdurable > Sophie Bessis > 25 de enero de 2024
En 1993 desapareció en Túnez el partido comunista más antiguo del mundo árabe, que ese año cambió su nombre por el de Ettajdid (Renovación) e incluyó a figuras no comunistas afiliadas al llamado movimiento progresista. Desde entonces, y sobre todo desde la revolución de 2011, este partido ha seguido existiendo bajo sucesivas encarnaciones, pero sin tener ninguna influencia en la vida política tunecina, ni siquiera en la reorganización de una izquierda en desorden.
Es cierto que el Partido Comunista nunca ha sido un movimiento de masas en Túnez, y que en el mejor de los casos solo atrajo a unos pocos miles de militantes bajo su bandera. Pero en muchos momentos de la historia del país, su influencia fue más allá del compromiso de sus miembros, a pesar de las contradicciones y ambigüedades de sus posiciones políticas, debido en gran parte a su dependencia del Partido Comunista Francés.

Nacido en la estela del PCF
En 1921, al día siguiente del Congreso de Tours, se creó en Túnez una Sección Federal de la Internacional Comunista (SFIC de Túnez). Aunque esta primera versión del partido se creó por iniciativa de militantes franceses, suscribía plenamente la octava condición de afiliación a la III Internacional: el apoyo a todo movimiento de emancipación en las colonias y la lucha contra toda opresión de los pueblos coloniales. La Regencia de Túnez era un protectorado francés desde 1881, y la potencia ocupante se había arrogado todos los poderes, apropiándose de los recursos agrícolas y mineros del país.
La larga historia del PCT puede dividirse en dos periodos: desde su creación hasta la independencia en 1956, cuando las principales divisiones en su seno radicaban en su posición frente a la lucha de liberación nacional y su alineamiento con la política soviética, y desde la independencia hasta su progresiva desaparición después de 2011.
A lo largo de la década de 1920, el PC trabajó en su «tunisificación», como se le llamaba entonces, y en reforzar así su posición en los círculos autóctonos. Hasta la independencia, uno de sus principales problemas -explotado por el movimiento nacionalista para deslegitimarlo- fue borrar su imagen de formación en la que los colonos franceses y los judíos tunecinos desempeñaban un papel predominante, aunque no fueran mayoritarios en términos numéricos.
En 1924, el partido participó en la creación del primer sindicato tunecino, la CGTT (Confederación General de Trabajadores Tunecinos), a la que se opusieron tanto el Destour, partido nacionalista creado en 1920, que temía la dispersión del movimiento nacional, como el sindicato departamental de la CGT (UD-CGT), que acusaba a la nueva central de dividir las filas obreras. La CGTT fue rápidamente prohibida por las autoridades del protectorado, y su principal dirigente, Mohamed Ali El Hammi, fue condenado al destierro junto con Jean-Paul Finidori, su camarada al frente del partido comunista. Hasta la crisis de 1929, que tuvo repercusiones sociales catastróficas en la Regencia, el Partido Comunista permaneció relativamente aletargado debido a la represión de que fue objeto. No fue hasta la llegada al poder del Front Populaire, en mayo de 1936, cuando recobró fuerza y se puso a la cabeza de muchos de los movimientos huelguísticos que sacudieron el país en aquella época.

Tunisificación y división
1936 fue también el año en que el partido consiguió separarse parcialmente del PCF y adoptó el nombre de Partido Comunista Tunecino. Nombró nuevo líder a Ali Jrad, uno de sus principales dirigentes. A partir de entonces, hubo dos tendencias opuestas hasta principios de los años 50: una que se comprometía a seguir en todos los aspectos las posiciones del PCF, cuya ambigüedad y sucesivos retrocesos sobre la cuestión colonial eran bien conocidos, y otra que quería dar prioridad a la liberación nacional, aunque ello significara aliarse con ciertas tendencias del Neo-Destour, el partido creado por Habib Bourguiba en 1934. La línea «nacional» se reforzó a partir de 1936 con la llegada a Túnez de dirigentes comunistas italianos que habían huido del régimen de Mussolini y eran más sensibles que sus homólogos franceses a los estragos causados por la opresión colonial.
Pospuesto por la Segunda Guerra Mundial, el enfrentamiento entre estas dos líneas se reanudó en cuanto terminó. Durante este periodo, el PCT fue el único partido político que libró una lucha clandestina, primero bajo el régimen de Vichy y luego bajo la ocupación alemana del país, de noviembre de 1942 a mayo de 1943. La divergencia llegó a ser tan profunda que Ali Jrad, deseoso de dar prioridad a la lucha por la independencia, fue expulsado en 1948 en favor de un dominio del aparato de la tendencia servil al PCF.
En términos más generales, a partir de 1947, nacionalistas y comunistas se encontraron en bandos opuestos de la Guerra Fría. Bourguiba, ferozmente anticomunista, optó por anclar su movimiento a Occidente, mientras que los segundos privilegiaron la lucha contra el imperialismo norteamericano, único objetivo de su propaganda hasta 1950. Pero con la aceleración de la lucha por la independencia desde 1945 y la evolución del contexto internacional, los comunistas se vieron obligados a partir de esa fecha a adherirse a ella sin reservas y, al igual que los destourianos, sufrieron las iras de las autoridades coloniales.

Con las mujeres y los sindicalistas
Paradójicamente, fue durante este periodo cuando el PCT alcanzó su apogeo. Bien implantado en numerosos bastiones obreros, en particular entre los mineros y los estibadores, participó en todas las reivindicaciones que ganaban terreno en aquella época. Desde la transformación de la UD-CGT en la Union Syndicale des Travailleurs Tunisiens (USTT), que pasó a estar bajo control comunista, el sindicato llevó a cabo numerosas acciones conjuntas con la Union Générale Tunisienne du Travail (UGTT), aunque en las antípodas, ya que era un componente central del movimiento nacional, sin olvidar su dimensión sindical. Esta colaboración duró hasta diciembre de 1952, cuando el líder de la UGTT, Farhat Hached, fue asesinado por un
comando afiliado a la Residencia Francesa. Con la desaparición de Hached, el sindicato nacional pasó a estar bajo el control directo del Neo-Destour, reacio a colaborar con los comunistas. Debilitada, la USTT logró existir hasta 1956, pero decidió tras la independencia disolverse e integrar a sus militantes en la UGTT.
Durante su apogeo, el PCT también creó organizaciones de masas. Gracias a la creación de la Unión Tunecina de Mujeres y de la Unión Tunecina de Niñas, penetró en los círculos femeninos. Pero también aquí, la fuerte presencia de mujeres judías francesas y tunecinas, de las que sólo un pequeño número hablaba árabe, y la reputación sulfurosa del PCT en los círculos musulmanes, les impidieron extender su influencia. Las asociaciones de mujeres musulmanas próximas al movimiento nacionalista siguieron siendo hegemónicas entre la población femenina de la Regencia.
No fue hasta 1957, un año después de la independencia, cuando el PCT empezó a adoptar una actitud crítica con sus posiciones anteriores. Apartó de su dirección a los últimos miembros franceses que quedaban e incorporó a una generación más joven de activistas, reclutados principalmente en círculos intelectuales.
Esto marcó el comienzo de una nueva fase de su historia, marcada por su progresiva marginación. El primer factor de esta marginación fue el establecimiento en 1956 de un régimen autoritario bajo el liderazgo de Habib Burguiba, que estaba decidido a suprimir cualquier desafío a su gobierno. En enero de 1963, el PCT fue prohibido, convirtiendo a Túnez en un país unipartidista de facto. Pero también fue desafiado por una joven generación de estudiantes más radicales hacia el régimen, que en 1963 crearon el Groupe d’études et d’action socialiste tunisien (GEAST), más conocido por el nombre de su revista Perspectives.

«Apoyo crítico» por un lado, antiimperialismo por otro
El PCT no sabía qué hacer. Desde 1962, Túnez ensayaba un experimento «socialista» bajo la dirección del poderoso ministro Ahmed Ben Salah, que procedió a una colectivización masiva de las tierras agrícolas y de toda la economía con el pretexto de constituirlas en cooperativas, hasta tal punto que el partido neodestourista cambió su nombre por el de Partido Socialista Destour en 1964. Habiendo entrado en lo que llamaron «semiclandestinidad», los comunistas dieron su «apoyo crítico» al experimento, definiéndose como una «oposición constructiva». La planificación y la creación de cooperativas eran mérito del régimen, que había elegido así «una vía no capitalista» de desarrollo. El partido lo apoyó hasta el final, a pesar de la oposición general que suscitó, lo que llevó a Bourguiba a ponerle fin de forma abrupta en septiembre de 1969.
De hecho, fue principalmente en el ámbito de la política exterior donde el PC se opuso al régimen durante estos años, cuyos vínculos con Occidente eran cada vez más fuertes. Por supuesto, se denunció enérgicamente el imperialismo estadounidense. Se hizo hincapié en la guerra que Estados Unidos libraba en Vietnam y, tras la derrota árabe de junio de 1967, en su apoyo indefectible a Israel. Los comunistas denuncian también la hostilidad de Túnez hacia el Egipto de Nasser, considerado como el faro del antiimperialismo en Oriente Medio. Egipto, Argelia, Siria, Guinea, Mali, Tanzania, Cuba y el Vietnam de Ho Chi Minh fueron citados como auténticos países progresistas. Aunque los comunistas criticaron el autoritarismo bourguibiano y pidieron la instauración de un régimen democrático en estos países, nunca mencionaron la represión de los opositores que caracterizaba a estos «países hermanos».
La creciente distancia entre las posiciones del PCT y las preocupaciones de la población. Su alineamiento con la URSS en un momento en que los jóvenes movimientos estudiantiles se distanciaban categóricamente de ella hizo que se convirtiera poco a poco en una fuerza marginal en un arco político que empezó a diversificarse a principios de los años ochenta. Sin embargo, fue el grupo que el gobierno decidió reautorizar en 1981, queriendo suavizar su imagen autoritaria y creyendo sin duda que no tenía nada que temer de un grupo que se había convertido casi en una organización marginal.
Tras la desaparición del bloque soviético, el Partido Comunista Tunecino cambió su nombre por el de Ettajdid en 1993. Bajo esta nueva denominación, recuperó una popularidad momentánea al presentar un candidato en nombre de toda la izquierda en las elecciones presidenciales de 2004, contra el presidente Zine El-Abidine Ben Ali. Sin embargo, el amaño del escrutinio dio a Mohamed Ali Halouani un resultado ridículo. Al año siguiente, esta unión de la izquierda también se vino abajo por la cuestión de una alianza con el movimiento islamista Ennahda, que a ojos de una parte de este movimiento podía reforzar la lucha contra la dictadura. Ettajdid fue el único partido de izquierda que rechazó esta alianza, sellada en octubre de 2005, e intentó unir en torno a sí a las personalidades y movimientos opuestos a cualquier acercamiento con los islamistas.
Se podría haber pensado que la revolución de 2011 devolvería el espacio político a las fuerzas de izquierda y, en particular, a los herederos del PC, agrupados en los nuevos movimientos Al Qotb (El Polo) y luego Al Massar (El Camino). Pero la victoria de Ennahda en las elecciones a la Asamblea Constituyente de octubre de 2011 echó por tierra estas esperanzas. El golpe de gracia fue asestado a lo que quedaba del antiguo partido cuando varios dirigentes de Al Massar se unieron al partido Nidaa Tounes, fundado por el futuro presidente Béji Caïd Essebsi en nombre de la lucha contra los islamistas, lo que se convirtió en un disparate.
El nacimiento, la vida y la desaparición del Partido Comunista Tunecino son paralelos a las tribulaciones del movimiento comunista internacional en su conjunto. Como en el caso de muchos partidos comunistas del Sur, los callejones sin salida del comunismo en una situación colonial, desgarrado entre los mandatos -no siempre idénticos- de Moscú y los partidos metropolitanos, y las aspiraciones de liberación nacional de las masas locales. Aunque sólo tuvo una modesta influencia en el curso de la historia tunecina, el PCT formó parte de la aventura marxista en tierras árabes y dejó su huella a pesar de su desaparición del paisaje político. En particular, es el único partido que ha fomentado la mezcla intercomunitaria y el distanciamiento de la norma religiosa, cuya hegemonía siempre ha desafiado. Corresponde a los historiadores evaluar lo que queda de este legado entre los tunecinos de hoy.

3. La visión de Cook sobre la sentencia de la CIJ

La opinión de Jonathan Cook sobre la sentencia provisional en la CIJ.
https://www.middleeasteye.net/

El Tribunal Mundial ha juzgado a Israel y a sus aliados por genocidio
Jonathan Cook 27 de enero de 2024
El fallo de la CIJ ha asegurado que la mancha sobre Israel no vaya a desaparecer. La pregunta es, ¿hasta dónde se extenderá la desgracia y el deshonor?
Fue fácil pasar por alto la buena noticia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) el viernes, en medio de la enorme ola de decepción que invadió a los palestinos y a gran parte del mundo cuando sus jueces no ordenaron el cese inmediato de la matanza israelí en Gaza.
Los jueces del Tribunal Mundial decidieron, por abrumadora mayoría, que Sudáfrica había presentado un caso plausible de que Israel está cometiendo genocidio contra los palestinos de Gaza.
Al hacerlo, muchos de los 17 miembros del tribunal desafiaron abiertamente y avergonzaron a los gobiernos de sus propios países, en particular a la presidenta del tribunal, la estadounidense Joan Donoghue.
La administración del Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, había calificado el caso de Sudáfrica de «infundado, contraproducente y carente por completo de fundamento».
En una muestra de lo aislado que está Israel -y Estados Unidos- en los hechos jurídicos, sus argumentos sólo encontraron el favor de su propio designado, Aharon Barak, y del juez de Uganda. Incluso Barak estuvo de acuerdo en que algunas de las medidas provisionales contra Israel eran necesarias para proteger a los civiles.
La CIJ dictaminó que Israel debe obedecer la Convención sobre el Genocidio, adoptando medidas urgentes para evitar la matanza y el daño de civiles. También debe evitar crear en Gaza condiciones que puedan hacer la vida imposible a los palestinos del territorio.
El tribunal citó declaraciones del presidente de Israel, Isaac Herzog, y de su ministro de Defensa, Yoav Gallant, según las cuales Israel había estado haciendo precisamente lo contrario durante los últimos tres meses y medio. Sus declaraciones sugerían que la intención era castigar a los civiles y hacer de Gaza un lugar inhabitable.
Los jueces insinuaron con rotundidad que, hasta la fecha, Israel no había cumplido sus obligaciones legales en virtud de la convención y que tendría que demostrar al tribunal en el plazo de un mes que había cambiado de rumbo.
Es casi seguro que Israel desafiará al tribunal y seguirá como hasta ahora. Tras el fallo provisional, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, prometió continuar hasta la «victoria absoluta».

Enigma moral
En efecto, la CIJ ha juzgado a Israel por el más atroz de los crímenes, uno que Israel ha citado durante mucho tiempo -en forma del Holocausto nazi- como justificación de su propia fundación como santuario necesario para los judíos frente al antisemitismo europeo.
Como era de esperar, Netanyahu calificó la acusación de genocidio de «escandalosa» y de «vergüenza» para el tribunal. Intentó utilizar como arma el hecho de que al día siguiente era el Día de Conmemoración del Holocausto, insinuando que sólo una agenda antisemita podía llevar a la conclusión de que era Israel, y no Hamás, quien llevaba a cabo un genocidio.

De hecho, el Tribunal Mundial ha sacado a la cruda luz del día un enigma moral que las potencias occidentales han tratado de ocultar durante mucho tiempo.
Al matar, mutilar y limpiar étnicamente a los palestinos durante las siete décadas transcurridas desde el establecimiento de Israel sobre las ruinas de la patria palestina, ¿no se ha convertido un Estado autoproclamado judío en el vehículo mediante el cual las víctimas de un genocidio perpetran otro?
Al fin y al cabo, lo que le está ocurriendo hoy a Gaza no surgió de la nada.
Israel lleva más de tres cuartos de siglo haciendo desaparecer activamente a Palestina y al pueblo palestino. Ha habido episodios de intensos crímenes de guerra, como las operaciones de limpieza étnica de 1948 y 1967, así como la invasión y ocupación del Líbano a principios de la década de 1980.
Esos acontecimientos se han intercalado con largos periodos de un crimen prolongado y a cámara lenta -el del apartheid- diseñado para dividir, crear guetos y borrar a los palestinos como pueblo.
Ya en 2006, en un intento de eludir las susceptibilidades de los israelíes, así como de los judíos de ultramar y del público occidental, provocadas por una acusación directa de genocidio, el renombrado académico israelí Baruch Kimmerling caracterizó los crímenes de Israel como «politicidio». Lo hizo un año antes de que Israel iniciara su horrible asedio de 17 años a Gaza, convirtiéndola de hecho en un campo de concentración.
Sin embargo, en opinión de Kimmerling, las acciones de Israel incluso antes del asedio y la actual matanza masiva en Gaza equivalían a algo cercano al genocidio.

Un tribunal a prueba
Durante los próximos años de deliberaciones del tribunal, la cuestión de si Israel está cometiendo el «crimen de los crímenes» será el frente y el centro de un debate jurídico.
Esto no servirá de consuelo a los palestinos, que tendrán que seguir soportando un genocidio en tiempo real, mientras el Tribunal Mundial examina las pruebas sobre si Israel está realmente llevando a cabo lo que los jueces ya admiten implícitamente que se parece mucho a un genocidio.
Pero los jueces se verán sometidos a una intensa presión para avanzar más rápido que su habitual paso de tortuga. El propio tribunal, y el sistema de justicia que supuestamente defiende, también están siendo juzgados. Debe hacer lo que se supone que debe hacer: impedir que se produzca un genocidio, no etiquetarlo cuando ya ha tenido lugar.
Aún más enjuiciados están todos los Estados que han facilitado, patrocinado y tratado de proteger del escrutinio adecuado la matanza de Israel en Gaza. Ahora están sobre aviso legal de que podrían ser investigados por complicidad en genocidio, conspiración para el genocidio e incitación al genocidio.
Sí, el proceso judicial llevará demasiado tiempo. Pero ahora es una nube que se cierne sobre cada acción israelí. Cada ataque a un hospital, la continua denegación de alimentos, agua y electricidad a la población de Gaza, el bombardeo de las «zonas seguras» a las que Israel ha ordenado huir a los palestinos serán enumerados e investigados como pruebas de un genocidio.
Y paralelamente, aumentará considerablemente la presión sobre el mucho más débil tribunal hermano de la CIJ en La Haya, la Corte Penal Internacional (CPI), para que identifique a los individuos que están detrás de esos crímenes de guerra.
Según el Tribunal Mundial, Sudáfrica ha presentado un caso plausible. Si Israel ha convencido a 15 de los 17 jueces del Tribunal Mundial de que existe el riesgo de que se esté produciendo un genocidio, la CPI debería buscar activamente a los culpables de los numerosos crímenes de guerra en los que se basa esa valoración.

Estados cómplices
Israel intentará sacar provecho del hecho de que no se le haya ordenado detener su asalto militar.
La reticencia del tribunal a respaldar esta demanda de Sudáfrica se debió sin duda a consideraciones políticas. De haberlo hecho, se habría arriesgado a entrar en confrontación directa con el verdadero culpable: Washington.
Israel se habría negado a poner fin a sus ataques, y el asunto se habría remitido entonces al Consejo de Seguridad para su aplicación. A su vez, la administración Biden se habría visto obligada a ejercer su derecho de veto para proteger a su Estado cliente.
De cualquier modo, no se habría puesto fin a la matanza de palestinos. Pero si el tribunal hubiera ordenado el cese, habría sido aún más evidente que ahora que es Estados Unidos, más que Israel, quien está garantizando que el genocidio continúe sin interrupción. Sin el dinero y las armas estadounidenses, Israel no estaría en condiciones de seguir bombardeando Gaza.
Parece que identificar a Washington como patrocinador del genocidio marcó el límite de la valentía del Tribunal Mundial.
No obstante, Estados Unidos y sus aliados se encuentran ahora en una posición delicada. El día anterior a la sentencia de la CIJ, el periódico Haaretz informó de que Israel y el Pentágono estaban ultimando un importante acuerdo sobre armamento.
Israel va a utilizar parte de las enormes sumas de «ayuda» que recibe cada año de Washington para comprar 50 aviones de combate y 12 helicópteros de ataque fabricados por Lockheed Martin y Boeing. También está comprando más «municiones aéreas» porque sus reservas se están agotando debido a su incesante bombardeo de Gaza.
Según Haaretz, la necesidad de más helicópteros de ataque, en particular, «es una lección directa de la actual guerra en Gaza», donde las aeronaves existentes se han utilizado para «atacar objetivos enemigos y ayudar a las fuerzas terrestres de las IDF».
El periódico informaba de que altos funcionarios israelíes habían afirmado que la administración Biden había «expresado su compromiso de garantizar el rápido suministro de armas y municiones a Israel para ayudar a las IDF en la guerra actual».
El Tribunal Mundial investigará ahora si ese compromiso es, de hecho, complicidad -o incluso conspiración- para perpetrar un genocidio.

Peligro jurídico
La sentencia de la CIJ no existe en un vacío legal. El mismo día, un tribunal federal de distrito de California vio una demanda contra el gobierno de Biden por complicidad y por no impedir el «genocidio en desarrollo» en Gaza.
Otros estados se encuentran en una situación similar. Antes de la sentencia, los aliados de Israel podían argumentar plausiblemente que sus transferencias de armas a Israel se hicieron de buena fe, incluso si más tarde se demostraba que algunas de esas armas acabaron siendo utilizadas, inadvertidamente o no, en la comisión de crímenes de guerra.
Pero una sospecha de genocidio por parte del Tribunal Mundial significa que otros Estados deben actuar con mucho más cuidado para evitar el riesgo de ser acusados de complicidad. Los jueces han levantado una bandera roja sobre el comportamiento de Israel. Otros Estados deben tomar nota.
La mayoría de los países europeos llevan años suministrando armas a Israel que se han utilizado contra los palestinos. Pero algunos, no sólo Estados Unidos, están ayudando activamente a Israel en sus bombardeos contra Gaza, contribuyendo a la muerte de al menos 26.000 palestinos hasta la fecha, la mayoría de ellos mujeres y niños.
El Reino Unido ha estado utilizando una base aérea en Chipre para realizar docenas de misiones de reconocimiento sobre Gaza, cuyos resultados de inteligencia se comparten con Israel. Alemania, por su parte, está enviando proyectiles de tanque a Israel para reponer sus agotadas reservas.
Los líderes occidentales están igualmente expuestos por su papel en alentar retórica y diplomáticamente el asalto de Israel a Gaza. Ignorando el número masivo de víctimas palestinas, así como el estatus legal de Israel como ocupante y su beligerante asedio al enclave, muchos han priorizado en su lugar un presunto «derecho a la autodefensa» israelí.
El grado en que pueden estar actuando de mala fe se puso de manifiesto la semana pasada cuando se supo que un grupo de funcionarios y diplomáticos holandeses se habían convertido en delatores.
Presentaron pruebas ante La Haya alegando que su primer ministro, Mark Rutte, trató de ocultar a la opinión pública una conclusión oficial según la cual Israel estaba cometiendo crímenes de guerra.
Según las pruebas, Rutte preguntó a su Ministerio de Asuntos Jurídicos: «¿Qué podemos decir para que parezca que Israel no está cometiendo crímenes de guerra?».

Los medios avergonzados
La sentencia debería avergonzar también a los medios de comunicación occidentales.
Puede que sea demasiado esperar que la BBC y otros medios, cuando se refieran a Israel, añadan la descripción de que «está siendo investigado por genocidio», del mismo modo que actualmente describen por reflejo a Hamás como «designada organización terrorista por el Reino Unido y otros gobiernos».
Pero la CIJ ha puesto en el punto de mira a emisoras de noticias como la BBC, que apenas han cubierto lo que está ocurriendo en Gaza en las últimas semanas.
El Tribunal Mundial teme que se esté produciendo un genocidio y, sin embargo, los medios de comunicación establecidos se han cansado rápidamente de cubrirlo, a diferencia de su interminable revisión de los acontecimientos de hace casi cuatro meses, cuando los combatientes de Hamás atacaron Israel, y sus informes sobre la difícil situación de los cautivos israelíes en Gaza; y, señalémoslo también, a diferencia de su año o más de titulares sobre la invasión rusa de Ucrania.
Las principales empresas de medios de comunicación han estado retirando de antena a personal considerado demasiado crítico con la matanza de Israel, insinuando que su escrutinio está impulsado por prejuicios más que por una apreciación del derecho internacional.
ABC, la Australian Broadcasting Corporation, despidió a una galardonada presentadora australiano-libanesa, Antionette Lattouf, después de que grupos de presión israelíes de alto nivel amenazaran con emprender acciones legales si no se la destituía.
Mehdi Hasan, que tuiteó sobre el despido de Lattouf, fue uno de los tres presentadores musulmanes de la MSNBC despedidos en las últimas semanas. Hasan había sido noticia por sus polémicas entrevistas con portavoces israelíes como Mark Regev.
Las empresas de redes sociales no han sido mejores. Según un reciente informe de Human Rights Watch, Meta, propietaria de Facebook e Instagram, ha suprimido sistemáticamente contenidos sobre los palestinos y Gaza, facilitando así que Israel eluda el escrutinio público de sus crímenes.

Batalla contra la incitación
Tal vez no sea sorprendente que, después de que los comentarios genocidas de Gallant y Herzog fueran citados de forma tan destacada por el tribunal, Netanyahu advirtiera a sus ministros que evitaran hacer comentarios sobre la decisión de la CIJ.
Independientemente de que el tribunal considere finalmente que las pruebas contra Israel superan el alto listón establecido para el genocidio, la incitación al genocidio debería ser mucho más fácil de probar. La petición de Sudáfrica al tribunal incluía página tras página de declaraciones genocidas realizadas por altos cargos israelíes, incluido el propio Netanyahu.
Israel podría perder esa batalla en particular mucho más rápidamente.
Pero, por supuesto, a los funcionarios israelíes les costará reprimir su incitación, incluso contra el tribunal.
Gallant respondió calificando el caso de Sudáfrica de «antisemita» y sugiriendo que la CIJ estaba muy dispuesta a complacer ese antisemitismo.
Lo que la CIJ ha asegurado es que la mancha sobre Israel no va a desaparecer. La cuestión ahora es, ¿hasta dónde se extenderá la desgracia y el deshonor?
Jonathan Cook es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí y ganador del Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Su sitio web y su blog se encuentran en www.jonathan-cook.net

4. Situación regional en la guerra de Palestina

Un repaso de Vijay Prashad en la revista del CPI(M) sobre la situación regional en la guerra de Palestina.
https://peoplesdemocracy.in/

Las consecuencias regionales de la guerra genocida de Israel contra los palestinos Vijay Prashad
La guerra genocida de ISRAEL -a pesar de la causa abierta en el Tribunal Internacional de Justicia- no cesa. Cientos de palestinos mueren cada día, muchos de ellos niños. Infraestructuras clave -incluidas universidades y hospitales- están siendo bombardeadas y demolidas, mientras Israel traza su futuro para Gaza: una región del Territorio Palestino Ocupado que Israel pretende limpiar étnicamente (incluso hay un plan para expulsar a los palestinos a Ruanda, siguiendo una política que Israel tiene en marcha para deportar a los solicitantes de asilo desde 2017). Más de 25.000 palestinos de Gaza han sido asesinados, más de 2 millones de ellos han sido desplazados (más del 87% de la población total) y todos los palestinos de Gaza están al borde del hambre. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró el 20 de enero que su gobierno «no transigirá en el pleno control israelí» sobre Gaza y que continuará la guerra hasta la «victoria completa».
DESESTABILIZACIÓN REGIONAL
Cuando Netanyahu hizo sus comentarios en Tel Aviv, el parlamento yemení de Saná votó a favor de incluir a Israel, Estados Unidos y Gran Bretaña en su lista de países terroristas. Esto fue un desafío a los ataques estadounidenses contra Yemen y a la amenaza del Norte global de atacar a la marina y la guardia costera yemeníes. La franqueza de Yemen forma parte de un desafío más amplio al consenso anterior de dar a Israel una larga correa para mantener su ocupación de Palestina. Israel se enfrenta a elementos intranquilos en Irak y Siria y, por supuesto, en Líbano, donde Hezbolá -uno de los principales partidos políticos de Líbano- ya se ha enfrentado a fuerzas israelíes a lo largo de la Línea Azul Líbano-Israel (que delimita el territorio de estos dos países que no se han reconocido mutuamente). En Irak y Siria se han producido ataques menores contra bases estadounidenses, y en Davos (Suiza) el primer ministro iraquí volvió a pedir la retirada total de las fuerzas estadounidenses de Irak; mientras tanto, Irán ha atacado lo que denomina bases de espionaje israelíes en el norte de Irak.
En una conferencia de prensa celebrada en El Cairo (Egipto) el 11 de enero, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, afirmó que «nadie quiere ver una escalada» en la región, y en particular «queremos evitar una escalada» en el Mar Rojo. Son declaraciones curiosas, indicativas de la duplicidad de la política exterior estadounidense. No habría «escalada» en la región sin la incendiaria presencia militar de Estados Unidos, incluido el apoyo militar y diplomático estadounidense a la ocupación israelí de los palestinos. El intento de Estados Unidos de controlar y gestionar Oriente Próximo en su beneficio se vio socavado por la guerra ilegal de Estados Unidos contra Irak en 2003, que derivó en una serie de conflictos (la guerra israelí contra Líbano en 2006 es ilustrativa de esta desestabilización regional).
La escala de la guerra genocida de Israel ha enfurecido a las poblaciones árabes desde Marruecos hasta Irak, invirtiendo el apetito por cualquier tipo de «normalización» con Israel. Los acuerdos de paz firmados por Egipto (1979) y Jordania (1994) nunca estuvieron en peligro de romperse, pero ciertamente se vieron amenazados por las actitudes detectadas en ambos países; las protestas patrocinadas por el Estado egipcio (que están siendo utilizadas por el presidente Abdel Fattah al-Sisi para reforzar su reputación) y las manifestaciones verdaderamente masivas en la Jordania de mayoría palestina han puesto nerviosos a los sectores dirigentes de estos dos países. Sugieren a los gobernantes de otros lugares de la región -desde el rey de Marruecos hasta los emires del Golfo- que el pueblo árabe, al igual que los pueblos de otras partes del mundo, no va a permitir en silencio la «normalización» con un Estado israelí de apartheid que lleva a cabo una guerra tan genocida. Las enérgicas declaraciones de estos gobernantes son bienvenidas, pero estas declaraciones no han satisfecho la ira de los pueblos de la región. Los sentimientos iniciales de impotencia ante el desenfreno israelí han empezado ahora a virar hacia demandas más radicales: primero, unirse a la demanda de Sudáfrica contra Israel ante el Tribunal Internacional de Justicia; segundo, profundizar en el boicot contra Israel; y tercero, proporcionar apoyo material a los palestinos. A medida que continúe este ataque genocida, estas demandas radicales se irán generalizando en la región.
LOS PROBLEMAS DE ISRAEL Y LA RAMA DE OLIVO SAUDÍ
El 20 de enero, miles de israelíes se reunieron en la plaza central de Tel Aviv para protestar contra Netanyahu y pedir elecciones. El gobierno tiene que irse ya», dijo Noam Alon, cuyo hermano era soldado y fue asesinado cerca de Gaza. Estas protestas reunieron a personas que habían estado en las calles de Israel durante 2023, pidiendo -entonces- que se protegiera a los más altos tribunales del intento de Netanyahu de subordinarlos al poder ejecutivo. Bushah, bushah, bushah, coreaba la multitud, «vergüenza, vergüenza, vergüenza», dirigiendo su ira directamente a Netanyahu y no a la guerra genocida contra los palestinos. De hecho, varias encuestas han demostrado que los israelíes simplemente no quieren leer sobre los detalles de la violencia contra los palestinos y no quieren conocer las historias individuales de esos 25.000 palestinos asesinados por el ejército israelí.
En la primera semana de la violencia israelí, el sentimiento en Israel impidió cualquier espacio para la disidencia (en particular, prohibiendo cualquier protesta a favor de Palestina por parte de los palestinos que viven dentro de las fronteras de Israel de 1948, prohibición que incluye detenciones de palestinos por publicaciones en las redes sociales). Cuatro ex miembros de la Knesset (parlamento) israelí, todos árabes, fueron detenidos en noviembre cuando se dirigían a una vigilia por Palestina (el presidente de Balad (Alianza Democrática Nacional), Sami Abou Shahadeh, y los ex parlamentarios de Balad Hanin Zoabi y Mtanes Shihadeh, así como el ex parlamentario de Hadash (coalición que incluye al Partido Comunista]) Mohammed Barakeh). Las protestas habían comenzado dentro de Israel desde noviembre, cuando los familiares de los rehenes empezaron a reunirse y a exigir su liberación, y cuando las encuestas dentro de Israel mostraron que grandes mayorías creen que Netanyahu debería dimitir. Esas primeras protestas y la de enero no deben malinterpretarse. No son protestas contra la guerra genocida, sino protestas contra Netanyahu -que es una figura profundamente polarizadora dentro de Israel- y a favor de negociaciones que conduzcan a la liberación de los israelíes retenidos por Hamás. Para echar sal en la herida de estos manifestantes, el 21 de enero Netanyahu rechazó un acuerdo puesto sobre la mesa por Hamás para la liberación de los rehenes. Desde el 7 de octubre, el Partido Likud de Netanyahu ha perdido un tercio de su apoyo electoral.
Estas fisuras animaron a Gadi Eisenkot, antiguo jefe militar israelí y participante en el gabinete de guerra de Netanyahu, a convocar elecciones. Es necesario», dijo en las noticias del Canal 12 de Israel a mediados de enero, «devolver al votante israelí a las urnas y celebrar elecciones para renovar la confianza, porque ahora mismo no hay confianza». El hijo de Eisenkot (25 años) y su sobrino (19 años) murieron en Gaza en diciembre. Después del 7 de octubre, el Partido de Unidad Nacional de Eisenkot se unió al gabinete de guerra de Netanyahu, cerrando la puerta a cualquier espacio para la disidencia dentro de Israel, aunque ahora -con su inmensa credibilidad como militar y padre de un soldado caído- Eisenkot está intentando aprovechar el sentimiento popular contra Netanyahu para sus propias perspectivas electorales, e intentando abrir una puerta a un espacio para negociar con Hamás la liberación de los rehenes.
A medida que estas debilidades se desarrollan en Israel, los militares israelíes han tenido que reconocer que el proyecto de Netanyahu de una «victoria completa» contra Hamás es cada vez más improbable. Esa es la razón por la que los militares han pasado, desde el 8 de enero, a la Fase III. Durante esta fase, las fuerzas armadas israelíes (IDF) ya no enviarán grandes despliegues de tropas a Gaza, donde se han enfrentado a una importante resistencia por parte de las unidades armadas palestinas. En su lugar, las IDF han declarado que ahora realizarán «incursiones puntuales (en Gaza) en lugar de mantener maniobras a gran escala». Esta valoración se debe al impacto de la resistencia palestina y al agotamiento de los reservistas militares israelíes (necesarios para ayudar a reactivar la recesión económica en Israel). Lo que no se reconoce tanto es que las tensiones entre el Hezbolá libanés e Israel han provocado un lento redespliegue de las tropas israelíes fuera de Gaza y hacia la Línea Azul.
Con Israel en medio de esta situación de debilidad, Arabia Saudí aparece con una rama de olivo. Al principio del conflicto, el 11 de octubre, el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, llamó al presidente de Irán, Ebrahim Raisi, para hablar del ya atroz bombardeo. Arabia Saudí comenzó a hacer gestos para sugerir que el Corredor India-Oriente Medio, que habría normalizado tácitamente las relaciones entre Arabia Saudí e Israel, estaba fuera de la mesa. Sin embargo, en Davos, el ministro de Asuntos Exteriores saudí, el príncipe Faisal bin Farhan, afirmó que Riad consideraría la «normalización» con Israel a cambio de un alto el fuego y una «paz regional». Esta oferta, que ya ha sido rechazada por Netanyahu, supondría una salida para Israel: Netanyahu podría muy bien volver ante la opinión pública israelí, decir que está en conversaciones con Hamás, reducir el conflicto ya que su «victoria completa» es de todos modos imposible, y luego anunciar la «normalización» con Arabia Saudí. Es casi como si Arabia Saudí estuviera dispuesta a traicionar a los palestinos en nombre de salvar vidas palestinas.
Un acuerdo liderado por Arabia Saudí, con el respaldo de Egipto, no contendrá ni la resistencia palestina ni el malestar árabe. A mediados de enero, los periodistas organizaron una manifestación imprevista ante la sede del Sindicato de Periodistas. Los sionistas nos controlan», decían. Somos cobardes, avergonzados, humillados». Egipto», decían, «es cómplice del asedio». En la valla que separa Gaza de Egipto, los niños acosaban a los soldados egipcios diciendo: «Dicen que Egipto es la madre del mundo. ¿Habéis visto alguna vez a una madre dejar solos a sus hijos? Son mensajes contundentes tanto para el presidente Sisi como para su principal valedor, el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, y mensajes contundentes para los demás gobernantes de la región, que se enfrentarán a graves costes políticos si dan la espalda a los palestinos.

5. El anacronismo israelí

Otra comparación entre la Sudáfrica del apartheid e Israel, y del anacronismo que supone su existencia hoy. https://roape.net/2024/01/24/

Apartheid, Israel y un pueblo elegido
24 de enero de 2024
La conexión entre Israel y la Sudáfrica del apartheid se viene repitiendo y discutiendo desde octubre del año pasado, pero no es algo nuevo, argumenta Graham Harrison. La comparación de Israel con el apartheid se debatió en la década de 1970 a raíz de una denuncia de las expulsiones, asentamientos, muros y puestos fronterizos de Israel que cruzaban los territorios ocupados. Harrison desvela algunas de las similitudes, e importantes diferencias, en la relación entre dos Estados y dos pueblos elegidos.
Por Graham Harrison
En Israel, los objetivos económicos surgen naturalmente del objetivo general de la supervivencia del Estado». Director General israelí del Ministerio de Finanzas, 1985.
Israel y Sudáfrica tienen algo en común. Ambos están inmersos en una lucha por la existencia». Periódico sudafricano Die Burger, 1968.

La asociación de Israel con la Sudáfrica del apartheid se ha convertido en un tema destacado y controvertido desde octubre del año pasado, pero no es nuevo. La comparación de Israel con el apartheid surgió en la década de 1970 a través de la condena de la geopolítica israelí de expulsión, asentamientos y, posteriormente, muros y puestos de control en los territorios ocupados.
La vida cotidiana de los palestinos en estas zonas amuralladas y valladas se caracteriza por el control coercitivo de los movimientos y la humillación y frustración rutinarias: la geopolítica de la «barrera de separación, el muro del apartheid de Israel». Esta es la frase de China Mieville, que evoca especialmente el «alto apartheid» de Hendrick Verwoerd. Tras el aumento progresivo de la legislación racista, Verwoerd intentó sistematizar y consolidar un proyecto legislativo totalizador de dominación racial: Bantustanes dispersos en la periferia de las ciudades, las minas y las granjas comerciales; la expatriación forzosa de los sudafricanos negros; el despliegue masivo y rutinario de la policía y el ejército para detener, disparar y expulsar a los sudafricanos negros; la segregación completa de los servicios públicos y las instalaciones; la prohibición de las organizaciones políticas de los sudafricanos negros; la criminalización masiva de los sudafricanos negros en las ciudades sin un pase y un baas (empleador blanco).
La analogía es bastante clara: entre dos Estados altamente securitizados que se esfuerzan por crear hechos sobre el terreno mediante un proyecto militar-administrativo que parece absurdo y abismal a partes iguales. Proyectos para crear habitantes etno-racializados, empujados a cuasi-estados (recuérdese que a los bantustanes se les dieron sus propias banderas y gobiernos bajo la rúbrica de que progresarían hacia la condición de nación), y sometidos a fuertes restricciones en sus movimientos.
Pero, más allá de este acantonamiento étnico y desnacionalizador, existe un debate considerable sobre el grado de estiramiento conceptual que permite la analogía del apartheid. Gran parte de este cuestionamiento es interesante y aporta matices. Por ejemplo, Israel nunca ha tenido una economía de «reserva de mano de obra» como la tuvo Sudáfrica (aunque existió una versión de ésta en la década de 1950 hasta 1967). Gaza tampoco es una versión de un bantustán, aunque apenas ha disfrutado de nada parecido a un Estado jurídico. Y -aunque hay muchas pruebas de prejuicios sociales generales y algunas duras diferenciaciones constitucionales que se esconden tras su democracia procedimental- hay israelíes árabes que tienen plenos derechos formales de ciudadanía en Israel, cosa que ningún sudafricano negro, «de color» o asiático tuvo hasta mediados de los años ochenta (e incluso entonces de forma muy restringida y cualificada, y no para los sudafricanos negros).
Todo esto viene a decir que las analogías no son símiles. No tiene mucho sentido decir que el país A es como el país B; pero sí se pueden extraer ideas de la exploración de cómo hay algo en una faceta de la política del país A que nos ayuda a entender la política del país B. El pensamiento análogo busca la «variable independiente», el fenómeno que conecta las facetas de una economía política con otra. Como tal, el pensamiento análogo consiste en parte en explorar grados de similitud, pero también en revelar rasgos genéricos, rasgos que puedan tener relevancia en ambas cades y más allá.
La política visceral de un pueblo elegido
Fue la Sudáfrica del apartheid la que concedió al recién creado Israel su primera visita diplomática de primer nivel. En 1953, Magnus Malan visitó Israel. A primera vista, esto parece sorprendente. La política sudafricana había traicionado un antiguo antisemitismo. Pero la narrativa oficial que expresaba la visita era que los gobiernos israelí y sudafricano tenían algo primordialmente importante en común: ambos eran Estados forjados a través de una lucha justa en busca de un hogar para un pueblo elegido. Esta idea constituía el núcleo del proyecto del apartheid tal y como se hizo realidad después de 1948 con la victoria del Partido Nacional. Se basaba en la construcción de un discurso en el que los afrikaaner habían soportado las opresiones de otros pueblos (negros e ingleses), tenían la voluntad de Dios de su parte y habían llegado a alcanzar la soberanía gracias a su propia tenacidad.
Hay algo de la experiencia del Ulster; algo en el gobierno en el exilio de Taiwán tras 1948; quizá también en el gobierno de «retorno» de Ruanda tras el genocidio, que tomó el poder después de marchar desde Uganda. En todos los casos, la condición de Estado estaba estrechamente relacionada con el ejercicio del poder por parte de una élite «inmigrante» que se enfrentaba a un territorio con el que sólo estaba parcialmente familiarizada. La élite elegida/auténtica/destinada ve en la soberanía que ha conquistado un valor existencialista: sin el Estado, no somos nada; alejados del poder, seremos borrados. La Sudáfrica del apartheid, Israel y, en cierta medida, los otros países mencionados brevemente han mostrado un autoritarismo considerable y tenaz como resultado de esta experiencia histórica análoga.
Capitalismo, modernidad y Estado de sitio
A lo largo de las décadas de 1950 y 1960, tanto Israel como Sudáfrica registraron sólidas estadísticas en términos de crecimiento económico, industrialización y cambio sectorial, y productividad. Además, ambos países forjaron estrechas relaciones entre el Estado, el trabajo organizado y el capital. El Estado creó instituciones para «afianzar» una política de apoyo al capital que se materializó en subvenciones estratégicas e inversiones en infraestructuras. Ambos invirtieron fuertemente en sus complejos militares-industriales. Ambos lograron todo esto a través de un vínculo etnonacional derivado de su sociología de la inmigración y el asedio. Cada uno desarrolló la percepción de que la transformación capitalista no era principalmente algo «bueno» en sí mismo, sino más bien un proyecto difícil, violento, pero necesario para asegurar la soberanía en lo que se percibía como (para usar la frase del apartheid) un ataque total. Esto dio a cada país un carácter «capitalista de amiguetes» o corporativista (Israel tenía su Histradut y Sudáfrica su Broederbond), pero disciplinado por los imperativos de la «seguridad nacional». Y ambos proyectos excluían, reprimían y (en el caso de Sudáfrica) explotaban a los que estaban racialmente excluidos de los beneficios que ofrecía la modernización.
Y lo que no es menos importante, tanto Israel como Sudáfrica forjaron sus transformaciones capitalistas autoritarias a través de un cambio agrario que, en esencia, se caracterizó por dos procesos interrelacionados: la desposesión y el fuerte apoyo estatal. Los terratenientes, arrendatarios y campesinos indígenas fueron expulsados de la tierra (por la fuerza de las armas si era necesario), y los agricultores colonos recibieron subvenciones, inversiones en infraestructuras y el respaldo más o menos visible de los instrumentos de coerción del Estado. Ambos países invirtieron grandes sumas en regadíos, juntas estatales de comercialización y apoyo a la introducción de nuevas tecnologías de producción. El espacio rural, rehecho mediante el asentamiento, se consolidó mediante la transformación capitalista.
El apartheid y el desencanto de Occidente
El éxito del impulso modernizador de estos dos países revela de forma descarnada un profundo y omnipresente equívoco en el poder occidental y las halagüeñas visiones que produce de su propio dominio. Esto se deriva de la manifestación en cada caso de algo atractivo y algo repelente. Las ciudades modernas, las zonas de inversión, el turismo y las infraestructuras seducen, mientras que las expulsiones, la violencia y el racismo socavan el credo liberal de los derechos humanos que, en líneas generales, mantiene unida la identidad occidental global. Este agonismo se resume muy bien en los términos empleados por Stephen Gelb para referirse a la economía política del apartheid: fordismo racial. Algo que resuena con la experiencia estadounidense de la modernidad: el suburbio, el trabajador industrial masculino y su familia, la sociedad de consumo. Y una disonancia en su orden racial constitucionalizado. Un agonismo similar se explora en Our American Israel de Amy Kaplan: su imagen de modernidad presentada en su ejército y sus ciudades, yuxtapuesta al hecho histórico de que todo ello se basa en la expulsión de al menos 700.000 palestinos árabes y una guerra de desgaste en curso contra los árabes en los territorios ocupados.
Tanto la Sudáfrica del apartheid como Israel trataron de hacer operativas las tensiones internas del liberalismo como ideología global occidental presentando una imagen moderna de su gobierno, ocultando sus abusos sistémicos de los derechos humanos y, cuando éstos se hicieron visibles y polémicos, articulándolos a través de un marco de referencia que podría denominarse civilizatorio.
Ambos países excusaron su violencia contextualizándola en relación con un interior bárbaro. El término comodín del apartheid para referirse a esto era swart gevaar, el peligro negro. El apartheid se presentaba como un «puesto avanzado» de la modernidad occidental en una región «tribal» y turbulenta. Israel se presentaba de la misma manera: un puesto de avanzada occidental en un Oriente Medio árabe volátil. Cada uno de ellos puso a prueba las visiones liberales globales de Occidente (y especialmente de Estados Unidos). Preguntaron a Occidente: siendo realistas, ¿cuál es la prioridad de sus valores? En el caso de Israel hasta el presente, y en el de Sudáfrica hasta mediados de los años ochenta, cuando las cosas empezaron a cambiar, la prioridad era la combinación geopolítica de aliados estratégicos y modernización capitalista sobre los cuerpos brutalizados de los negros africanos y palestinos. En palabras del título del libro del estadounidense Chester Crocker (Subsecretario de Estado para Asuntos Africanos), Sudáfrica existía en un «barrio peligroso». Este tropo produce una metáfora campechana que expresa muy bien un tipo de liberalismo global que asignará los derechos humanos a una prioridad de segundo orden cuando los derechos del capital y las visiones de seguridad se vean amenazados.
Israel parallax: el Estado que se perdió la transición liberal posterior a la Guerra Fría
Distanciándonos un poco de las polémicas sobre el uso del término «Israel del apartheid», podemos ver que las analogías políticas son bastante destacadas, aunque no produzcan ningún tipo de correspondencia comparativa estricta. Ambas revelan algo sobre la experiencia histórica particular de ambos países: la metafísica de un pueblo elegido que ejerce el poder estatal sobre territorios con poblaciones indígenas enajenadas sobre las que busca el dominio. El impulso hacia la modernidad capitalista que forja la combinación de inseguridad y transformación económica. También delatan un agonismo del liberalismo global estadounidense: su «hipocresía organizada» respecto al declarado valor incondicional y universal de los derechos humanos y la habitual degradación de este valor a un estatus accesorio tras los derechos del capital y la seguridad del Estado.
En la actualidad, en esta analogía, Israel parece extrañamente prehistórico. Sudáfrica ya no es un Estado de apartheid y gestionó muy bien su transición, todo sea dicho. Tanto Irlanda del Norte como Taiwán, por su parte, también han superado la peculiar intensidad de la política de minorías-asedio-modernidad. Hay mucho que criticar en todos estos casos pero, en un sentido más fundamental, la naturaleza del cambio político es notable.
En la actualidad, Sudáfrica no es el análogo de Israel. Sudáfrica ha pasado página. Su análogo más probable quizá sea Ruanda. Ambos siguen actuando dentro del ancho de banda marcado por los orígenes del establecimiento de su soberanía: el militarismo, las incursiones militares más allá de sus fronteras, los discursos romántico-religiosos sobre el destino (en Ruanda, un protestantismo a menudo pentecostal que se nutrió en el exilio y que contrastaba fuertemente con la iglesia católica «adyacente al genocidio»), el deseo de modernizarse como medio para asegurar la condición de Estado y las diferenciaciones políticas entre un grupo etnonacional y otros. Benjamin Netanyahu ha sido Primer Ministro desde 1996; Paul Kagame ha sido Vicepresidente y luego Presidente de Ruanda desde 1994.
Si nos permitimos alguna especulación analógica alargada, podríamos argumentar que Israel es, en cierto sentido, un país desfasado con respecto al tiempo político. Evitó los esfuerzos pacificadores del momento de optimismo liberal posterior a la Guerra Fría, intensificó su securitización militar-tecnológica, se adentró en una política de nación cada vez más conservadora y fracasó incluso en lo más rudimentario a la hora de identificar una salida a través de los modelos imperantes de transitología liberal que caracterizaron la década de 1990. Nuestro Israel estadounidense rivaliza ahora con el israelismo, un documental en el que se puede ver la culpa y el horror de aquellos estadounidenses que vieron en Israel una manifestación espiritualmente resonante de la modernidad liberal, se fueron a vivir, a trabajar y a luchar allí, sólo para encontrar violaciones rutinarias de los derechos y un profundo prejuicio entre las FDI. A pesar de todos sus pertrechos modernos, Israel se asemeja a un Estado en estado crónico: incapaz de superar las enojosas condiciones de sus orígenes como nación.
Graham Harrison enseña economía política en la Escuela de Gobierno y Asuntos Internacionales de la Universidad de Durham y forma parte del consejo editorial de ROAPE. Su reciente libro Developmentalism: The Normative and Transformative within Capitalism ha sido publicado por Oxford University Press.

6. La posibilidad de una escalada hacia la catástrofe

El 1 de enero en uno de los principales think tanks rusos, Global Affairs, se publicó este artículo de su director, en el que repasa, desde la perspectiva rusa, la situación geopolítica internacional.

https://eng.globalaffairs.ru/

01.01.2024 ¿Una era de guerras? Primer artículo Sergei A. Karaganov
Doctor en Historia, Presidente Honorario, Presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa; Supervisor Académico de la Facultad de Economía Mundial y Política Mundial de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación. Moscú, Rusia

«Y negra, la sangre de la tierra
nos promete, hinchando las venas
destruyendo todas las fronteras,
Cambios sin precedentes,
Disturbios sin precedentes…»[1].

Alexander Blok «Retribución», 1911.
Comienzo este artículo con las palabras de mi poeta ruso más querido, Alexander Blok, comparable en su don de clarividencia al mayor genio ruso, Fiódor Dostoievski. Llevo mucho tiempo observando cómo el mundo avanza inexorablemente hacia una oleada de conflictos militares que amenazan con desembocar en una tercera guerra termonuclear mundial que, con toda probabilidad, puede destruir la civilización humana. Este pronóstico fue una de las principales razones por las que publiqué una serie de artículos sobre por qué es necesario restaurar la credibilidad de la disuasión nuclear, que mantuvo al mundo a salvo durante más de cincuenta años.
Muchos factores estructurales indican una altísima probabilidad de escalada cualitativa en los conflictos militares, lo que lleva al mundo al borde de la catástrofe final, pero aparte de eso puede traer innumerables desgracias a la humanidad en general y a Rusia en particular. No quiero asustar a quienes ya están nerviosos y aún no están preparados para aceptar la nueva realidad, sobre todo teniendo en cuenta la histeria que provocó mi anterior serie de artículos relativamente «vegetarianos». Pero no se puede esconder una anguila en un saco, y los colegas míos más sagaces han empezado a escribir cada vez con más determinación sobre la probabilidad de deslizarnos hacia una gran guerra, ofreciendo recetas para prevenirla y prepararse para ella si se desencadena. En primer lugar, por supuesto, se trata del artículo «Warfare in a New Epoch: El retorno de los grandes ejércitos», de Vasili Kashin y Andrei Sushentsov, basado en un informe del Club Valdai y publicado en Russia in Global Affairs[2]. Otro de nuestros principales expertos en relaciones internacionales, Fiódor Lukiánov, ha venido defendiendo la misma idea, pero con el estilo de médico cabecera que le caracteriza[3].
Por otro lado, el «estado profundo» estadounidense también ha empezado a advertir sobre la alta probabilidad de una tercera guerra mundial y a especular sobre cómo Estados Unidos puede evitar la derrota si tiene que luchar en dos o tres frentes al mismo tiempo (Europa, el Pacífico y Oriente Próximo)[4].
He decidido unirme al debate. Por supuesto, preferiría la respuesta negativa a la pregunta planteada en el título de este artículo. Pero para ello necesitamos comprender las causas de la escalada de los conflictos y avanzar en una política mucho más activa de salvaguarda de la paz. Estoy seguro de que necesitamos ajustar considerablemente todas las políticas -doméstica, militar y exterior- y ofrecer un nuevo paradigma de desarrollo a nosotros mismos y al mundo.
En este primer artículo intentaré presentar mi visión de los desafíos. El segundo describirá formas activas y proactivas de responder a ellos. No creo que al enumerar los retos vaya a descubrir algo nuevo. Pero colectivamente dibujan una realidad más que alarmante que exige una acción decidida.
El primer y principal desafío es el agotamiento del tipo moderno de capitalismo basado principalmente en el afán de lucro, para lo cual fomenta el consumo desenfrenado de bienes y servicios cada vez menos necesarios para la vida humana normal. El torrente de información sin sentido de las dos o tres últimas décadas entra en la misma categoría. Los artilugios devoran una cantidad colosal de energía y tiempo que la gente podría dedicar a actividades productivas. La humanidad ha entrado en conflicto con la naturaleza y ha empezado a socavarla, la base misma de su propia existencia. Incluso en Rusia, el crecimiento del bienestar sigue implicando sobre todo un aumento del consumo.
El segundo reto es el más evidente. Los problemas globales -contaminación, cambio climático, disminución de las reservas de agua dulce, únicamente apta para la agricultura, y muchos otros recursos naturales- no se resuelven; en su lugar, se proponen las llamadas soluciones verdes, la mayoría de las veces destinadas a consolidar el dominio de los privilegiados y ricos tanto en sus sociedades como a escala mundial. Tomemos, por ejemplo, los constantes intentos de trasladar la carga de la lucha contra la contaminación ambiental y las emisiones de CO2 a los fabricantes, la mayoría de los cuales se encuentran fuera del viejo Occidente, en lugar de a los consumidores de Occidente, donde el consumo excesivo está adoptando formas grotescas. Se calcula que entre el 20% y el 30% de la población mundial, concentrada sobre todo en Norteamérica, Europa y Japón, consume entre el 70% y el 80% de los recursos extraídos cada año de la biosfera[5], y esta diferencia no deja de aumentar.
Pero la enfermedad del consumismo se está extendiendo al resto del mundo. Nosotros mismos seguimos padeciendo el consumo ostentoso, tan de moda en los años 90 y que ahora retrocede (si es que realmente retrocede) aunque con extrema lentitud. De ahí la intensificación de la lucha por los recursos y el aumento de las tensiones internas, entre otras cosas debido al consumo desigual y a la creciente desigualdad en muchos países y regiones.
La conciencia de que el actual modelo de desarrollo no lleva a ninguna parte, pero también la falta de voluntad y la incapacidad para abandonarlo, son la principal razón de la hostilidad cada vez mayor hacia Rusia y, en un grado algo menor, hacia China (el precio de romper relaciones con ella es mucho más alto).
Para distraer a la gente de los desafíos no abordados, se necesita un enemigo.
Ya a mediados de la década de 2010, las sanciones se explicaban abiertamente por la necesidad de contener el cuerpo expansivo de la Unión Europea. Ahora son uno de los principales lazos que mantienen unido a Occidente.
Los políticos europeos hablan cada vez más a menudo de la necesidad, si no de la conveniencia, de prepararse para una guerra mundial, olvidando obviamente, en un ataque de amnesia histórica y degradación intelectual, que si comienza, los países europeos de la OTAN no tendrán más que varios días o incluso horas de vida. Pero Dios no lo quiera, por supuesto.
Un proceso paralelo es la creciente desigualdad social, que crece explosivamente desde el colapso de la URSS comunista que enterró la necesidad de un estado de bienestar social. En los países occidentales desarrollados, la clase media -la base de los sistemas políticos democráticos- lleva unos 15-20 años reduciéndose y siendo cada vez menos eficiente.
La democracia es una de las herramientas con las que las élites oligárquicas, poseedoras de poder y riqueza, gobiernan las sociedades complejas. Esta es la razón por la que las tendencias autoritarias e incluso totalitarias están aumentando en Occidente, a pesar de todos los gritos sobre la protección de la democracia, pero no sólo allí.
El tercer desafío es la degradación del hombre y de la sociedad, principalmente en el Occidente relativamente desarrollado y rico. Occidente (pero no sólo él) está siendo víctima de una civilización urbana que vive con relativa comodidad, pero también desvinculada del hábitat tradicional en el que el ser humano se formó histórica y genéticamente. La continua difusión de las tecnologías digitales, que supuestamente debían promover la educación de masas, es cada vez más responsable del embrutecimiento general y aumenta la posibilidad de manipular a las masas no sólo para los oligarcas, sino también para las propias masas, lo que conduce a un nuevo nivel de oclocracia. Además, las oligarquías que no quieren compartir sus privilegios y riquezas alienan deliberadamente a las personas y fomentan la desintegración de las sociedades, intentando que sean incapaces de resistirse a un orden de cosas cada vez más injusto y peligroso para la mayoría de ellas. No sólo promueven sino que imponen ideologías, valores y patrones de comportamiento antihumanos o posthumanos que rechazan los fundamentos naturales de la moral humana y casi todos los valores humanos básicos.
La ola de información se combina con unas condiciones de vida relativamente prósperas: la ausencia de los principales retos que siempre impulsaron el desarrollo de la humanidad: el hambre y el miedo a la muerte violenta. Los miedos se están virtualizando.
El pensamiento de clip está cargado de degradación intelectual universal.
Ya podemos ver que las élites europeas han perdido casi por completo la capacidad de pensar estratégicamente, y prácticamente no queda ninguna en el sentido meritocrático tradicional. Estamos asistiendo a una decadencia intelectual de la élite dirigente en Estados Unidos, un país con enormes capacidades militares, incluidas las nucleares. Los ejemplos se multiplican. Ya he citado uno de los últimos que realmente me ha conmocionado. Tanto el presidente estadounidense Biden como su secretario de Estado Blinken argumentaron que la guerra nuclear no era peor que el calentamiento global [6], pero esta enfermedad amenaza a toda la humanidad y exige una acción decisiva para contrarrestarla. Nuestra forma de pensar es cada vez menos adecuada para afrontar retos cada vez más complejos. Para distraer a la gente de los problemas sin resolver y distraerse a sí mismos, los políticos azuzan el interés por la inteligencia artificial. A pesar de todas sus posibles aplicaciones útiles, no podrá llenar el vacío de inteligencia, pero sin duda conlleva enormes peligros adicionales. Hablaré de ellos más adelante.
La cuarta fuente más importante de las crecientes tensiones mundiales de los últimos quince años es la redistribución del poder, con una rapidez sin precedentes, del viejo Occidente a la creciente Mayoría Mundial. Las placas tectónicas han empezado a moverse bajo el anterior sistema internacional, provocando un largo terremoto geopolítico, geoeconómico y geoideológico mundial. Hay varias razones para ello.
En primer lugar, la URSS de los años 1950-1960 y luego Rusia, que se había recuperado de un declive de quince años, sacudieron el suelo bajo Europa y la superioridad militar de dominación de 500 años de Occidente. Permítanme repetir lo que se ha dicho muchas veces: era la base sobre la que descansaba su dominio en la política, la cultura y la economía mundiales, lo que les permitía imponer sus intereses y su orden político, su cultura y, lo que es más importante, desviar el PNB mundial. La pérdida de esa hegemonía de 500 años es la causa fundamental del odio rabioso de Occidente hacia Rusia y de los intentos de aplastarla.
En segundo lugar, los errores del propio Occidente, que había llegado a creer en su victoria final, se relajó, olvidó la historia y cayó en la euforia y el letargo de pensamiento. Cometió una serie de errores geopolíticos espectaculares. Al principio rechazó con altanería (afortunadamente para nosotros, quizá) la aspiración de la mayor parte de la élite rusa de finales de los ochenta y los noventa a integrarse en Occidente. Querían ser iguales, pero fueron desairados. Como resultado, Rusia ha pasado de ser un socio potencial e incluso un aliado que poseía un enorme potencial natural, militar e intelectual, y unas capacidades de producción menores pero aún así bastante considerables, a convertirse en un oponente y en el núcleo estratégico de los no occidentales, a los que se suele denominar Sur Global, pero un nombre más apropiado es Mayoría Mundial.
En tercer lugar, al haber llegado a creer que no había alternativa al modelo de capitalismo globalista liberal-democrático, Occidente no sólo no vio sino que apoyó el ascenso de China, con la esperanza de que la gran civilización-estado siguiera el camino de la democracia, es decir, que fuera gobernada con menos eficacia y que estratégicamente se pusiera de acuerdo con Occidente. Recuerdo mi asombro cuando se rechazó la oferta fantásticamente lucrativa que hizo la élite rusa en la década de 1990. Pensé que Occidente había decidido acabar con Rusia. Pero resultó que simplemente se había guiado por una mezcla de arrogancia y codicia. Después de aquello, la política hacia China ya no parecía tan sorprendente. El nivel intelectual de las élites occidentales se hizo evidente.
Entonces Estados Unidos se involucró en una serie de conflictos innecesarios -Afganistán, Irak, Siria- y, como era de esperar, los perdió, arruinando el aura de su dominio militar y malgastando billones de dólares invertidos en fuerzas de uso general. Al retirarse irreflexivamente del Tratado ABM, quizá con la esperanza de restaurar la superioridad en armamento estratégico, Washington reavivó en Rusia el sentido de la autoconservación, destruyendo finalmente todas las esperanzas de un acuerdo amistoso. A pesar de su miserable estado, Moscú lanzó un programa de modernización de sus fuerzas estratégicas, que a finales de la década de 2010 le había permitido por primera vez en la historia no sólo ponerse al día, sino también adelantarse, aunque temporalmente.
La quinta fuente de tensión en el sistema mundial: el mencionado cambio, casi instantáneo para los estándares históricos, similar a una avalancha, en el equilibrio de poder global; una rápida disminución de la capacidad de Occidente para sifonar el GWP provocó su furiosa reacción. Occidente, pero sobre todo Washington, está destruyendo su posición, antaño privilegiada, en la esfera económica y financiera mediante la militarización de los vínculos económicos y el uso de la fuerza en un intento de frenar el debilitamiento de sus propias posiciones y de perjudicar a sus competidores. Un aluvión de sanciones y restricciones a la transferencia de tecnología y bienes de alta tecnología rompe las cadenas de producción. La impresión descarada de dólares, y ahora del euro, acelera la inflación y aumenta la deuda pública. Tratando de conservar su estatus, Estados Unidos está socavando el sistema globalista que él mismo creó, pero que ha dado casi las mismas oportunidades a los competidores en ascenso y más organizados y trabajadores de la Mayoría Mundial. La desglobalización económica y la regionalización están en marcha; las viejas instituciones de gestión económica mundial se tambalean. La interdependencia, que solía considerarse una herramienta para desarrollar y reforzar la cooperación y la paz, se está convirtiendo cada vez más en un factor de vulnerabilidad y está socavando su propio papel estabilizador.
El sexto desafío. Tras lanzar un contraataque desesperado, principalmente contra Rusia, pero también contra China, Occidente inició una campaña de propaganda casi sin precedentes, similar a la de los tiempos de guerra, demonizando a sus competidores, especialmente a Rusia, y cortando sistemáticamente los lazos humanos, culturales y económicos. Occidente está dejando caer un telón de acero aún más pesado que el anterior y construyendo la imagen de un enemigo universal. En los bandos ruso y chino, la guerra de ideas no es tan total y despiadada, pero la contraofensiva va en aumento. Todo esto crea una situación política y psicológica en la que Occidente está deshumanizando a los rusos y, en cierta pero menor medida, a los chinos (romper lazos con ellos es más costoso), y nosotros miramos a Occidente con un desprecio cada vez más fastidioso. La deshumanización allana el camino a la guerra. Parece formar parte de los preparativos de guerra en Occidente.
Nuestra respuesta crea los requisitos previos para una lucha despiadada contra los indignos de respeto o clemencia.
El séptimo desafío. Los cambios tectónicos, el surgimiento de nuevos países y continentes y la reavivación de viejos conflictos reprimidos por la confrontación estructurada de la época de la Guerra Fría conducirán inevitablemente (si los nuevos dirigentes no contrarrestan esta tendencia con una política activa de paz) a una serie de conflictos. Es probable que surjan contradicciones «interimperialistas» no sólo entre lo viejo y lo nuevo, sino también entre los nuevos actores. Los primeros destellos de tales conflictos ya pueden verse en el Mar del Sur de China, y entre India y China. Si los conflictos se multiplican, lo que es más que probable, provocarán una reacción en cadena que aumentará el riesgo de guerra mundial. Hasta ahora, el principal peligro procede del mencionado feroz contraataque lanzado por Occidente. Pero los conflictos pueden estallar y estallarán en casi todas partes, incluida la periferia de Rusia.
En Oriente Próximo, el conflicto israelo-palestino ha estallado de forma previsible, amenazando con envolver a toda la región. Una serie de guerras hace estragos en África. Los conflictos menores no cesan en los devastados Afganistán, Irak y Siria. Occidente, que sigue disfrutando del dominio de la información y la propaganda, simplemente prefiere no darse cuenta de ellos. América Latina y Asia no son históricamente tan beligerantes como Europa, donde comenzaron la mayoría de las guerras, incluidas dos mundiales en el lapso de una generación, pero allí también hubo guerras, y muchas de sus fronteras fueron trazadas arbitrariamente e impuestas por las antiguas potencias coloniales. El ejemplo más vívido es el de India y Pakistán, pero hay docenas más.
Dada la trayectoria del desarrollo de Europa, hasta ahora inexorablemente descendente en términos de desaceleración económica, desigualdad creciente, problemas migratorios cada vez mayores, disfunción creciente de sistemas políticos aún relativamente democráticos y degradación moral, cabe esperar, con un grado muy alto de probabilidad a medio plazo, la estratificación y luego incluso el colapso de la Unión Europea, el auge del nacionalismo y la fascistización de los sistemas políticos. Hasta ahora, han ido cobrando fuerza elementos del neofascismo liberal, pero ya está surgiendo el fascismo nacionalista de derechas. El subcontinente volverá a su estado habitual de inestabilidad e incluso a ser fuente de conflictos. La inevitable retirada de Estados Unidos, que pierde interés en la estabilidad del subcontinente, agravará esta tendencia. No quedan más de diez años. Me gustaría equivocarme, pero no lo parece.
El octavo reto. La situación se ve agravada por el colapso real de la gobernanza mundial, no sólo en la economía, sino también en la política y la seguridad; la renovada y feroz rivalidad entre las grandes potencias; la ruinosa estructura de la ONU que hace que la organización sea cada vez menos funcional; el sistema de seguridad en Europa arruinado por la expansión de la OTAN. Los intentos de Estados Unidos y sus aliados de unir bloques antichinos en la región Indo-Pacífica y la lucha por el control de las rutas marítimas aumentan también el potencial de conflicto. La Alianza del Atlántico Norte, que en el pasado solía ser un sistema de seguridad que desempeñaba en gran medida un papel estabilizador y equilibrador, se ha convertido en un bloque que ha cometido varios actos de agresión y ahora está librando una guerra en Ucrania.
Las nuevas organizaciones, instituciones y rutas diseñadas, entre otras cosas, para garantizar la seguridad internacional, como la OCS, los BRICS, el cinturón continental y la Ruta Marítima Septentrional, hasta ahora sólo han podido compensar en parte el creciente déficit de mecanismos de apoyo a la seguridad. Este déficit se ve exacerbado por el colapso, principalmente por iniciativa de Washington, del antiguo sistema de control de armamentos, que desempeñó un papel limitado pero útil en la prevención de una carrera armamentística, pero aun así proporcionó una mayor transparencia y previsibilidad, reduciendo de algún modo la sospecha y la desconfianza.
El noveno desafío. La retirada de Occidente, especialmente de Estados Unidos, de su posición dominante en la cultura, la economía y la política mundiales, aunque alentadora por cuanto abre nuevas oportunidades a otros países y civilizaciones, conlleva riesgos desagradables. En su retirada, Estados Unidos está perdiendo interés en mantener la estabilidad en muchas regiones y, por el contrario, está empezando a provocar inestabilidad y conflictos. El ejemplo más evidente es Oriente Medio, después de que los estadounidenses se aseguraran su relativa independencia energética. Es difícil imaginar que el actual conflicto palestino-israelí en Gaza sea sólo el resultado de la flagrante incompetencia de los servicios de seguridad israelíes y, sobre todo, estadounidenses. Pero incluso si ese fuera el caso, también indica una pérdida de interés por un desarrollo pacífico y estable. Sin embargo, lo que realmente importa es que, mientras retroceden lentamente hacia el neo-aislacionismo, los estadounidenses vivirán durante muchos años en el paradigma mental del dominio imperial y, si se les permite, incitarán conflictos en Eurasia.
La clase política estadounidense permanecerá, al menos durante otra generación, en el marco intelectual de las teorías de Mackinder espoleadas por un dominio geopolítico de 15 años, pero transitorio. Más concretamente, Estados Unidos intentará obstaculizar el ascenso de nuevas potencias, principalmente China, pero también Rusia, India, Irán, muy pronto Turquía, y los países del Golfo. De ahí su política, exitosa hasta ahora, de provocar e incitar un conflicto armado en Ucrania, sus intentos de arrastrar a China a una guerra por Taiwán (hasta ahora infructuosos) y exacerbar los desacuerdos sino-indúes, sus constantes esfuerzos por atizar el conflicto en el mar de la China Meridional, de la nada, y agitar las cosas en el Mar de China Oriental, torpedear sistemáticamente el acercamiento entre las dos Coreas y fomentar (hasta ahora sin éxito) el conflicto en Transcaucasia y entre los Estados árabes del Golfo e Irán. Podemos esperar lo mismo en la vecindad común de Rusia y China.
El punto vulnerable más evidente es Kazajstán. Ya ha habido un intento de este tipo. Lo detuvieron las tropas rusas de mantenimiento de la paz de la OTSC a petición de los dirigentes kazajos. Pero esto continuará hasta que desaparezca la actual generación de élites políticas estadounidenses y, si es que lo hace, lleguen al poder allí personas menos globalistas y más orientadas al ámbito nacional. Esto llevará al menos entre 15 y 20 años. Pero, por supuesto, hay que alentar este proceso en nombre de la paz internacional e incluso en interés del pueblo estadounidense, aunque éste tarde mucho en tomar conciencia de sus intereses. Esto sucederá siempre y cuando se detenga la degradación de la élite estadounidense y Estados Unidos sufra otra derrota, esta vez en Europa a causa de Ucrania.
Luchando desesperadamente por preservar el orden mundial de los últimos 500 y sobre todo de 30 a 40 años, Estados Unidos y sus aliados, incluidos los nuevos que parecían haberse unido al ganador, han provocado y ahora están fomentando una guerra en Ucrania. Al principio esperaban aplastar a Rusia. Ahora que este intento ha fracasado, prolongarán el conflicto, con la esperanza de desgastar y derribar a nuestro país -el núcleo político-militar de la Mayoría Mundial- o al menos atarle las manos, impedir que se desarrolle y reducir el atractivo de sus alternativas (aún no formuladas con claridad, pero bastante obvias) al paradigma político e ideológico occidental.
Dentro de uno o dos años, la operación militar especial en Ucrania tendrá que concluir con una victoria decisiva para que las actuales élites compradoras estadounidenses y afines en Europa asuman la pérdida de su dominio y acepten una posición mucho más modesta en el futuro sistema internacional.
Una tarea a largo plazo pero urgente es promover la retirada pacífica de Occidente de sus antiguas posiciones hegemónicas.
El décimo reto. Durante muchas décadas, la paz relativa en el planeta se ha mantenido gracias al miedo a las armas nucleares. En los últimos años, sin embargo, el hábito de vivir en paz, la mencionada degradación intelectual y el pensamiento de clip en las sociedades y las élites han espoleado el auge del «parasitismo estratégico». La gente ya no teme la guerra, ni siquiera la nuclear. Ya he escrito sobre esto en mis artículos anteriores. Pero no soy el único que da la voz de alarma. Esta cuestión es planteada regularmente por el destacado pensador ruso de política exterior Dmitry Trenin[7].
Y por último,
el undécimo y más obvio desafío, o más bien un conjunto de desafíos. Está en marcha una nueva carrera armamentística cualitativa, pero también cuantitativa. La estabilidad estratégica -un indicador de la probabilidad de una guerra nuclear- está siendo socavada por todas las partes. Aparecen o han aparecido ya nuevos tipos de armas de destrucción masiva que no están cubiertas por el sistema de limitaciones y prohibiciones. Entre ellas se incluyen muchos tipos de armas biológicas dirigidas tanto contra personas y grupos étnicos individuales como contra animales y plantas. Una posible finalidad de estas armas es provocar hambre y propagar enfermedades humanas, animales y vegetales[8] Estados Unidos ha creado una red de laboratorios biológicos en todo el mundo, y probablemente otros países hayan hecho lo mismo. Algunas armas biológicas son relativamente accesibles.
Además de la difusión y el aumento espectacular del número y el alcance de los misiles y otras armas de diversas clases, está en marcha la revolución de los aviones no tripulados. Los vehículos aéreos no tripulados son relativamente y/o francamente baratos, pero pueden transportar armas de destrucción masiva. Y lo que es más importante, su proliferación masiva, que ya ha comenzado, puede hacer que la vida normal sea insoportablemente peligrosa. A medida que se difumina la frontera entre la guerra y la paz, estas armas se presentan como la herramienta perfecta para los atentados terroristas y el puro bandidaje. Casi cualquier persona que se encuentre en un espacio relativamente desprotegido se convierte en una víctima potencial de los malhechores. Misiles, drones y otras armas pueden causar daños colosales en infraestructuras civiles, con todas las consecuencias que ello conlleva para las personas y los países. Ya lo estamos viendo durante el conflicto de Ucrania.
Las armas no nucleares de largo alcance y alta precisión socavan la estabilidad estratégica «desde abajo». Mientras tanto, se está trabajando (empezando de nuevo en Estados Unidos) para miniaturizar las armas nucleares, lo que erosiona la estabilidad estratégica «desde arriba». Cada vez hay más indicios de que la carrera armamentística se está llevando al espacio exterior.
Las armas hipersónicas, en las que nosotros y nuestros amigos chinos seguimos a la cabeza, gracias a Dios y a nuestros diseñadores, tarde o temprano se extenderán. El tiempo de vuelo hasta los objetivos se reducirá al mínimo. El riesgo de un ataque de decapitación contra los centros de toma de decisiones crecerá dramáticamente. La estabilidad estratégica recibirá otro golpe devastador. Los veteranos recuerdan cómo nosotros y la OTAN entramos en pánico ante los misiles SS-20 y Pershing. Pero la situación actual es mucho peor. En caso de crisis, misiles cada vez más invencibles y de precisión de largo alcance amenazarán las comunicaciones marítimas más importantes, como los canales de Suez y Panamá, los estrechos de Bab al-Mandeb, Ormuz, Singapur y Malaca.
El desarrollo de una carrera armamentística incontrolada en casi todas las esferas puede llevar al mundo a un punto en el que los sistemas de defensa antimisiles y antiaéreos tendrán que estacionarse en todas partes. Naturalmente, los misiles de largo alcance y alta precisión, al igual que algunas otras armas, también pueden reforzar la seguridad y, por ejemplo, neutralizar finalmente el potencial de la flota de portaaviones estadounidense y reducir la posibilidad de que Washington lleve a cabo políticas agresivas y apoye a sus aliados. Pero entonces ellos también se apresurarán a obtener armas nucleares, lo que de todos modos es más que probable en el caso de la República de Corea y Japón.
Por último, el factor más de moda, pero también realmente peligroso.
La inteligencia artificial en la esfera militar no sólo aumenta significativamente el peligro de las armas, sino que también crea nuevos riesgos de escalada en los conflictos locales, cuando las personas, las sociedades y los Estados pierden el control de las armas.
Ya podemos ver armas autónomas en el campo de batalla. Esta cuestión requiere un análisis en profundidad aparte. En este momento, la inteligencia artificial en la esfera militar-estratégica entraña más peligros. Pero quizás también crea nuevas oportunidades para prevenirlos. Sin embargo, confiar tanto en la IA como en las formas y métodos tradicionales de responder a los crecientes desafíos sería insensato e incluso imprudente.
Puedo seguir enumerando los factores que crean una situación militar-estratégica casi bélica o incluso bélica en el mundo. El mundo está al borde o ya ha superado una serie de desastres, si no una catástrofe global. La situación es extremadamente alarmante, posiblemente sin precedentes, incluso más de lo que lo fue en los días de Alexander Blok, que presagió el siglo XX que resultó tan terrible para nuestro país y el mundo. Pero insto al lector a no caer en el pánico y el desaliento. Hay recetas, y algunas soluciones ya se están gestando. Hablaré de ellas en mi próximo artículo.
Todo está en nuestras manos, pero debemos darnos cuenta de lo profundos, graves y sin precedentes que son los retos actuales, y estar a la altura de ellos no sólo respondiendo, sino también yendo un paso por delante. Repito: Rusia necesita una nueva política exterior, nuevas prioridades para su desarrollo interno y nuevas prioridades para la sociedad, para cada ciudadano responsable de este país y del mundo. Hablaré de ello en el próximo artículo.
Referencias
[1] Fuente: 
https://aleksandr-blok.su/
[2] Kashin, Vasily B. y Sushentsov, Andrei A., 2023. «La guerra en una nueva época: El retorno de los grandes ejércitos». Rossiya v globalnoi politike, 21(6), pp. 10-118. Disponible en: 
https://www.globalaffairs.ru/. La versión en inglés estará disponible en el próximo número (22(1), 2024) de Russia in Global Affairs.
[3] Véase: Lukyanov, F.A., 2023a. Polupolyarny mir [Un mundo medio polar]. Rossiya v gobalnoi politike, 3 de octubre. Disponible en: 
https://globalaffairs.ru/; Lukyanov, F.A., 2023b. Nyneshnyaya «Tretya mirovaya voina» budet rastyanutoi vo vremeni i rasplredelyonnoi v prostranstve [«La Tercera Guerra Mundial» se prolongará en el tiempo y se distribuirá en el espacio]. Rossiiskaya Gazeta, 8 de noviembre. Disponible en: https://rg.ru/2023/11/08/chto-
[4] Véase: Mitchell, A. Wess, 2023. America Is a Heartbeat away from a War It Could Lose. Foreign Policy, 16 de noviembre. Disponible en: 
https://foreignpolicy.com/
[5] Kempf, H., 2008. Cómo los ricos están destruyendo el mundo. Le Monde diplomatique, junio. Disponible en: 
https://mondediplo.com/2008/
[6] «La única amenaza existencial a la que se enfrenta la humanidad aún más aterradora que… que una guerra nuclear es que el calentamiento global supere los 1,5 grados en los próximos 20-10 años… No hay vuelta atrás». (Biden, J., 2023. «Observaciones del Presidente Joe Biden en una conferencia de prensa». Casa Blanca, 10 de septiembre. Disponible en: 
https://www.whitehouse.gov/)
[7] Véase, por ejemplo, Trenin, D.V., 2023. Conflict in Ukraine and Nuclear Weapons. Russia in Global Affairs, 20 de junio. Disponible en: 
https://eng.globalaffairs.ru/
[8] Zavriev, S.K., 2022. Sovremennye problemy biobezopasnosti i perspektivy mezhdunarodnogo sotrudnichestva [Problemas modernos de bioseguridad y perspectivas de cooperación internacional]. Mirovaya ekonomika i mezhdunarodnye otnosheniya, 66(4), pp. 94-100.

7. Alternativa al uranio ruso

Es poco conocido que hasta una quinta parte del uranio que consumen las centrales nucleares estadounidenses sigue procediendo de Rusia, excluido naturalmente de las sanciones que ha obligado a imponer a sus vasallos europeos en el campo energético. Pero, como es lógico, los EEUU están intentando reducir esta dependencia.

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EE UU quiere reducir su dependencia del uranio ruso y forma un cártel para reforzar a los vendedores
26.01.2024 Svetlana Ekimenko

A pesar de que las sanciones occidentales sin precedentes se han vuelto en contra de sus más ardientes defensores, y de que Rusia ha subrayado repetidamente la importancia de salvaguardar la energía nuclear de las turbulencias geopolíticas y de las «restricciones proteccionistas», Estados Unidos y sus aliados están explorando activamente vías para poner fin a la dependencia del combustible ruso.

Las perspectivas de una asociación conjunta de EE.UU., Francia, Canadá, Japón y el Reino Unido para reducir la dependencia del combustible nuclear ruso suenan «vagas» y recuerdan al conocido cártel petrolero de la OPEP, pero con las «condiciones invertidas», dijo a Sputnik Alexey Anpilogov, analista militar y director del centro Foundation.

«Se trata de una especie de OPEP al revés: un intento de crear un consorcio o cártel de compradores de uranio que tratarán de imponer de alguna manera sus condiciones a los países que venden uranio natural en el mercado mundial, tratando de forzarlos», dijo el experto en energía nuclear.

De los cinco países que se han sumado a los planes estadounidenses de crear una cadena internacional unificada de suministro de combustible nuclear, sólo uno -Canadá- cuenta con importantes recursos naturales de uranio, señaló el experto. Añadió que los cuatro restantes son consumidores netos de uranio, y casi todos, salvo EE.UU., ni siquiera cuentan con reservas significativas para la extracción de uranio en su suelo.

Teniendo en cuenta que en esta versión del consorcio «hay cuatro consumidores de uranio, y un productor, creemos que las perspectivas de esta asociación son extremadamente vagas», dijo Alexey Anpilogov.

Washington continúa impulsando planes de motivación política para reducir su dependencia del combustible nuclear procedente de Rusia. Estados Unidos parece haber convencido a varios países del G7, a saber, Francia, Canadá, Japón y el Reino Unido, para que se sumen a sus planes. Juntos han prometido 4.200 millones de dólares para aumentar la capacidad de enriquecimiento y conversión.

Cabe señalar que, a pesar de la presión de Washington para poner fin a las compras de exportaciones energéticas rusas en todo el mundo, los consumidores estadounidenses han adquirido 3.142 toneladas métricas de productos de uranio comparativamente baratos de Rusia entre el primer trimestre de 2018 y el tercer trimestre de 2023, según datos de S&P Global Market Intelligence. Más de una quinta parte del combustible utilizado por los reactores nucleares en Estados Unidos se suministra a través de contratos de enriquecimiento con Rusia, predominantemente su corporación nuclear estatal Rosatom.

Rosatom es el mayor enriquecedor de uranio del mundo, con el 43% de la capacidad total de producción. TENEX, de Rosatom, es el principal proveedor ruso de productos de uranio y representa a la industria atómica del país en el mercado mundial.

El año pasado, los legisladores estadounidenses emprendieron una serie de iniciativas para cortar el suministro de uranio enriquecido a su país procedente de Rusia, a pesar de que cualquier estrategia alternativa de adquisición de uranio sería mucho más costosa. El pasado mes de mayo, un subcomité de la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que prohibía las importaciones estadounidenses de Rosatom de Rusia para 2028, pero desde entonces se ha estancado en el Congreso.

El proyecto de ley en cuestión, la Ley de Prohibición de las Importaciones de Uranio Ruso, también autorizaría al Secretario de Energía de EE.UU. a emitir una exención a la prohibición si no se dispone de otras fuentes de uranio.
La industria nuclear está experimentando un auténtico renacimiento, señaló Alexey Anpilogov.

«Países como China e India están impulsando activamente sus capacidades nucleares. Estamos hablando de decenas de gigavatios en los próximos 10 años. Se trata de una cantidad muy considerable de generación de energía nuclear», dijo, y añadió que Rusia y China suministran alrededor del 60% del parque de reactores de nueva construcción.

«El uranio enriquecido de pureza para reactores -con un enriquecimiento del 3% al 5%- se utiliza después en los llamados elementos combustibles, o partes especiales de alta tecnología del reactor, que son unidades de ingeniería complejas e incompatibles entre sí», según el experto en energía nuclear. En pocas palabras, los elementos combustibles de los reactores de fabricación rusa o china no son adecuados para los de diseño estadounidense o europeo, y viceversa, explicó Anpilogov.

«Por tanto, lo que estamos viendo es una escasez de uranio ya existente ahora, y en segundo lugar, los futuros proyectos de construcción nuclear consumirán más uranio, con Estados Unidos y sus otros aliados en este ‘consorcio’ compitiendo por él», añadió.
El uranio se encuentra de forma natural en el suelo, principalmente en forma de U-238, pero los yacimientos también contienen pequeñas cantidades de U-235, un isótopo mucho más reactivo. Mediante un complejo proceso de refinado, el U-235 se separa del U-238 y se concentra, para luego formar barras de combustible que pueden colocarse en reactores nucleares, donde se induce una reacción nuclear para generar electricidad. El uranio poco enriquecido de alto enriquecimiento (HALEU) es el material crucial necesario para hacer funcionar reactores nucleares avanzados. Por el momento, Rusia sigue siendo el único productor comercial mundial de este tipo de combustible.

En cuanto a qué otros países podrían, en principio, unirse a este tipo de consorcio liderado por EEUU, Anpilogov destacó a Australia, un «actor muy serio en el mercado mundial del uranio».

«El problema de Australia es que sus reservas de uranio se concentran principalmente en un yacimiento llamado Olympic Dam. En general, no se trata de depósitos de uranio, sino de yacimientos de oro y platino. En consecuencia, el coste de la extracción de uranio allí depende del mercado mundial del oro», aclara.

Algunos países africanos, como Namibia o Malawi, que no disponen de tecnologías propias de procesamiento de uranio, también podrían verse atraídos por un consorcio de este tipo, señaló Anpilogov. Pero todo el «África francófona» es ahora una «gran incógnita», remarcó, señalando los acontecimientos de los últimos años, cuando «Níger, Malí, Gabón y otros países se enemistaron con uno de estos «participantes en el consorcio»: Francia». Estas antiguas colonias francesas que habían estado dominadas por empresas europeas que se llevaban los recursos de estos países a precios muy bajos han estado intentando deshacerse de los vestigios de su pasado.

Pero hay ciertas oportunidades basadas en los lazos de Estados Unidos en Asia Central, en primer lugar, Kazajistán, dijo Anpilogov.

El año pasado, el presidente francés, Emmanuel Macron, realizó visitas oficiales a Uzbekistán y Kazajistán y mantuvo conversaciones con sus líderes. Al parecer, el objetivo de sus viajes a la región era mejorar la seguridad energética de Francia. En concreto, en Kazajistán, Macron habló de aumentar el suministro de petróleo a Francia y las exportaciones de uranio.

Kazajstán es un «Estado soberano que desarrolla vínculos a su discreción», y Moscú y Astana mantienen «vínculos de asociación estratégica», declaró entonces el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Añadió que «en cuanto al mercado del uranio, sí, es competitivo. Pero en este caso, es muy difícil sobrestimar la posición de la parte rusa en este mercado».

La mayoría de las posibles fuentes de uranio mencionadas, subrayó Anpilogov, están asociadas con ciertos riesgos, ya sean económicos o políticos, con la posible excepción de Canadá, que es «verdaderamente el patio trasero de EE.UU. y es poco probable que persiga alguna agenda particularmente independiente de Washington».

Hay pocas dudas sobre los motivos ocultos de cualquier consorcio de este tipo liderado por EEUU para reducir drásticamente la dependencia del combustible nuclear ruso, teniendo en cuenta que a Washington le encanta militarizar sus planes para adaptarlos a su propia agenda.

EE.UU. sigue teniendo un enorme parque de reactores nucleares, recordó el experto, algo menos de 100 unidades de potencia operativas, y la energía nuclear proporciona la electricidad más barata. Además, aunque Estados Unidos tiene los cuartos mayores recursos de uranio del mundo, la producción se desplomó a mínimos históricos en los últimos 2-10 años. Lo mismo ocurre con los servicios auxiliares, como la conversión y el enriquecimiento, necesarios para alimentar los reactores. Sólo hay dos grandes proveedores occidentales de servicios de enriquecimiento, la francesa Orano y Urenco, un consorcio británico, alemán y holandés, del que depende Estados Unidos. Además, aproximadamente un tercio del uranio enriquecido sigue siendo suministrado por la Federación Rusa al mercado estadounidense.

Por supuesto, Washington no puede dejar pasar la oportunidad de acusar a Moscú de utilizar esto como «palanca de presión», pero en realidad nadie impide que EEUU desarrolle su propia industria de enriquecimiento, subrayó Anpilogov. Estados Unidos utiliza las instalaciones rusas por su coste, fiabilidad y comodidad general. Por tanto, EEUU compra uranio enriquecido ruso «a su libre albedrío», subrayó. Eso explica que el uranio ruso siga siendo un producto no sancionado que se suministra libremente al mercado estadounidense.
«Actuamos exclusivamente como proveedores fiables de uranio que no lo han utilizado como arma. A pesar de las sanciones impuestas por Estados Unidos, seguimos suministrando a las centrales nucleares americanas nuestro uranio ruso», añadió Alexey Anpilogov.

8. Variables del futuro

Pepe Escobar resume en este artículo para Sputnik las que considera cinco variables que marcarán el futuro geoestratégico del mundo. En su parte final, y como apuntaba José Luis recientemente, parece que el «empantanamiento» de las guerras, que Escobar llama «guerras eternas» es una característica de la fase actual del imperialismo. https://sputnikglobe.com/

Pepe Escobar: Cinco variables que definen nuestro futuro

A finales de los años 30, con la Segunda Guerra Mundial en marcha, y sólo unos meses antes de su asesinato, León Trotsky ya tenía una visión de lo que sería el futuro Imperio del Caos. «Para Alemania se trataba de ‘organizar Europa’. Estados Unidos debe ‘organizar’ el mundo. La historia está enfrentando a la humanidad con la erupción volcánica del imperialismo norteamericano… Bajo uno u otro pretexto y consigna, Estados Unidos intervendrá en el tremendo choque para mantener su dominio mundial.»

Todos sabemos lo que ocurrió después. Ahora estamos bajo un nuevo volcán que ni siquiera Trotsky podría haber identificado: unos Estados Unidos en declive enfrentados a la «amenaza» Rusia-China. Y una vez más todo el planeta se ve afectado por grandes movimientos en el tablero geopolítico.

Los neoconservadores straussianos a cargo de la política exterior estadounidense nunca podrían aceptar que Rusia-China liderara el camino hacia un mundo multipolar. Por ahora tenemos el expansionismo perpetuo de la OTAN como su estrategia para debilitar a Rusia, y Taiwán como su estrategia para debilitar a China.

Sin embargo, en estos dos últimos años, la despiadada guerra por poderes en Ucrania no ha hecho sino acelerar la transición hacia un orden mundial multipolar impulsado por Eurasia.

Con la indispensable ayuda del profesor Michael Hudson, recapitulemos brevemente las 5 variables clave que están condicionando la actual transición.

Los perdedores no dictan las condiciones

1. El estancamiento: Esa es la nueva y obsesiva narrativa estadounidense sobre Ucrania, con esteroides. Ante la próxima humillación cósmica de la OTAN en el campo de batalla, la Casa Blanca y el Departamento de Estado han tenido que improvisar, literalmente.

Moscú, sin embargo, no se inmuta. El Kremlin fijó las condiciones hace mucho tiempo: rendición total, y nada de Ucrania como parte de la OTAN. Desde el punto de vista ruso, «negociar» significa aceptar esas condiciones.
Y si los poderes decisivos en Washington optan por turboalimentar el armamentismo de Kiev, o por desatar «las provocaciones más atroces para cambiar el curso de los acontecimientos», como afirmó esta semana el jefe del SVR, Serguéi Naryshkin, bien.

El camino que queda por recorrer será sangriento. En caso de que los sospechosos habituales dejen de lado al popular Zaluzhny e instalen a Budanov como jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, las AFU estarán bajo el control total de la CIA, y no de los generales de la OTAN, como sigue siendo el caso.
Esto podría evitar un golpe militar contra la marioneta de sudadera sudada en Kiev. Sin embargo, las cosas se pondrán mucho más feas. Ucrania pasará a la guerrilla total, con sólo dos objetivos: atacar a los civiles rusos y la infraestructura civil. Moscú, por supuesto, es plenamente consciente de los peligros.

Mientras tanto, los parlanchines de varias latitudes sugieren que la OTAN podría incluso estar preparándose para una partición de Ucrania. Sea cual sea la forma que adopte, los perdedores no dictan las condiciones: Rusia lo hace.
En cuanto a los políticos de la UE, como era de esperar, están en pánico total, creyendo que después de limpiar Ucrania, Rusia se convertirá en una «amenaza» aún mayor para Europa. Tonterías. No sólo a Moscú le importa un bledo lo que «piense» Europa; lo último que Rusia quiere o necesita es anexionarse la histeria báltica o de Europa del Este. Además, incluso Jens Stoltenberg admitió que «la OTAN no ve ninguna amenaza de Rusia hacia ninguno de sus territorios».

2. BRICS: Desde el inicio de 2024, este es El Gran Panorama: la presidencia rusa de BRICS+ – que se traduce como un acelerador de partículas hacia la multipolaridad. La asociación estratégica Rusia-China aumentará la producción real, en varios campos, mientras Europa se hunde en la depresión, desatada por la Tormenta Perfecta del retroceso de las sanciones contra Rusia y la desindustrialización alemana. Y esto está lejos de terminar, ya que Washington también está ordenando a Bruselas que sancione a China en todo el espectro.

Como lo enmarca el profesor Michael Hudson, estamos justo en medio de «toda la división del mundo y el giro hacia China, Rusia, Irán, los BRICS», unidos en «un intento de revertir, deshacer y hacer retroceder toda la expansión colonial que se ha producido en los últimos cinco siglos».

O, como definió el ministro de Asuntos Exteriores Sergei Lavrov en el Consejo de Seguridad de la ONU este proceso de los BRICS dejando atrás a los matones occidentales, el cambiante orden mundial es como «una refriega de patio de recreo -que Occidente está perdiendo».

Adiós, poder blando

3. El Emperador Solitario: El «estancamiento» -perder realmente una guerra- está directamente relacionado con su compensación: el Imperio exprimiendo y encogiendo a una Europa vasallada. Pero incluso mientras ejerce un control casi total sobre todos estos vasallos relativamente ricos, pierde definitivamente al Sur Global: si no a todos sus líderes, desde luego a la inmensa mayoría de la opinión pública. La guinda del pastel tóxico es apoyar un genocidio seguido por todo el planeta en tiempo real. Adiós, poder blando.

4. Desdolarización: En todo el Sur Global hicieron cuentas: si el Imperio y sus vasallos de la UE pueden robar más de 300.000 millones de dólares en reservas de divisas rusas -a una potencia nuclear/militar de primer orden- pueden hacerlo con cualquiera, y lo harán.

La razón clave por la que Arabia Saudí, ahora miembro del BRICS 10, está siendo tan mansa en el genocidio de Gaza es porque sus cuantiosas reservas de dólares estadounidenses son rehenes del Hegemón.

Y, sin embargo, la caravana que se aleja del dólar estadounidense no hará más que crecer en 2024: eso dependerá de las cruciales deliberaciones cruzadas dentro de la Unión Económica de Eurasia (UEEA) y el BRICS 10.

5. Jardín y selva: Lo que Putin y Xi han estado diciendo esencialmente al Sur Global -incluido el mundo árabe rico en energía- es bastante sencillo. Si quieres mejorar el comercio y el crecimiento económico, ¿con quién te vas a vincular?
Así que volvemos al síndrome del «jardín y la selva», acuñado por primera vez por el orientalista de la Gran Bretaña imperial Rudyard Kipling. Tanto el concepto británico de «carga del hombre blanco» como el concepto estadounidense de «Destino Manifiesto» derivan de la metáfora del «jardín y la selva».

Se supone que la OTAN, y casi toda ella, es el jardín. El Sur Global es la jungla. Michael Hudson de nuevo: tal como están las cosas, la jungla está creciendo, pero el jardín no crece «porque su filosofía no es la industrialización. Su filosofía es hacer rentas de monopolio, es decir, rentas que haces mientras duermes sin producir valor. Sólo tienes el privilegio de un derecho a cobrar dinero sobre una tecnología monopolística que tienes».

La diferencia ahora, en comparación con todas esas décadas atrás de almuerzo gratis imperial, es «un inmenso cambio de avance tecnológico», lejos de América del Norte y los EE.UU., a China, Rusia y nodos seleccionados a través de Asia.

Guerras eternas. Y sin plan B

Si combinamos todas estas variantes -estancamiento; BRICS; el Emperador Solitario; desdolarización; jardín y selva- en busca del escenario más probable que nos espera, es fácil ver que la única «salida» para un Imperio acorralado es, qué si no, el modus operandi por defecto: Guerras eternas.

Y eso nos lleva al actual portaaviones estadounidense en Asia Occidental, totalmente fuera de control aunque siempre apoyado por el Hegemón, que apunta a una guerra de múltiples frentes contra todo el Eje de la Resistencia: Palestina, Hezbolá, Siria, las milicias iraquíes, Ansarulá en Yemen e Irán.

En cierto sentido, hemos vuelto a la época inmediatamente posterior al 11-S, cuando lo que los neoconservadores querían en realidad no era Afganistán, sino la invasión de Irak: no sólo para controlar el petróleo (cosa que al final no consiguieron) sino, según el análisis de Michael Hudson, «para crear esencialmente la legión extranjera de Estados Unidos en forma de ISIS y al-Qaeda en Irak». Ahora, «Estados Unidos tiene dos ejércitos que está utilizando para luchar en Oriente Próximo, la legión extranjera de ISIS/al-Qaeda (legión extranjera de habla árabe) y los israelíes».

La intuición de Hudson de ISIS e Israel como ejércitos paralelos no tiene precio: ambos luchan contra el Eje de la Resistencia, y nunca (la cursiva es mía) luchan entre sí. El plan neoconservador straussiano, por chabacano que sea, es esencialmente una variante de la «lucha hasta el último ucraniano»: «luchar hasta el último israelí» en el camino hacia el Santo Grial, que es bombardear, bombardear, bombardear Irán (copyright John McCain) y provocar un cambio de régimen.
Tanto como el «plan» no funcionó en Irak ni en Ucrania, no funcionará contra el Eje de la Resistencia.

Lo que Putin, Xi y Raisi han estado explicando al Sur Global, explícitamente o de maneras bastante sutiles, es que estamos justo en el quid de una guerra civilizacional.

Michael Hudson ha hecho mucho por reducir a términos prácticos una lucha tan épica. ¿Nos dirigimos hacia lo que he descrito como tecno-feudalismo, que es el formato IA del turbo-neoliberalismo rentista? ¿O nos dirigimos hacia algo similar a los orígenes del capitalismo industrial?

Michael Hudson caracteriza un horizonte prometedor como «elevar los niveles de vida en lugar de imponer la austeridad financiera del FMI al bloque del dólar»: idear un sistema que las Grandes Finanzas, la Gran Banca, la Gran Farmacia y lo que Ray McGovern acuñó memorablemente como el complejo MICIMATT (militar-industrial-congresional-inteligencia-medios de comunicación-academia-think tanks) no puedan controlar. Alea jacta est.

Observación de Joaquín Miras:
Hoy el de Escobar me parece un artículo muy didáctico y adecuado. Señala la crisis de civilizacion en la que nos encontramos y usa así, en este sentido, el término, cuando habla de guerra civilizacional, al final. No sé porqué hace tanto favor al tonto de Borrell, la propiedad intelectual del «jardín» es de su facundia. Habría que destacar más que los planes del Imperio, que eran centrarse en la guerra con China, han quedado bloqueados porque nunca nada sale, en la historia, como la estrategia planea. De repente te sale una catástrofe en Siría, a «tu hombre en la Habana» le atizan en el sur de Líbano, hace ya años. Aparece la guerra de Ucrania, se subleva el Sahel, África Oriental arde, quién iba a decir que Arabia saudí e Irán llegaban acuerdos, estalla «lo de Gaza», los hutíes cierran el mar Rojo, y los USAGB no tienen alternativa porque la única es invadir Yemen, y deja mucho más en evidencia la inestabilidad de oriente próximo y la debilidad de Israel y la política USA, y provoca un cambio en la opinión pública mundial, etc. De estas cosas yo no tenía ni idea 36 meses antes de que sucedieran. Cuántas más cosas estarán larvandose, cuantos más Hezbolá Hamas de la religion que sea, y en la versión que sea, no sé qué estarán preparando. Lo cierto también es que, hace 12 meses, la propaganda monopilística occidental nos decía que Rusia no tenía ni media bofetada, que su ejército era un desastre y estaba corrompido -el ejército que había ganado la guerra de Siria…ya no digamos Chechenia-, desmoralizado y sin armas, que su economía se tambaleaba y las sanciones la iban a hundir, que Putin, que tenía varios cánceres y era un bárbaro, iba a caer porque las masas rusas estaban contre él.. Ahora, 12 meses después, se crea otra oleada de intoxicación propagandística y se nos dice que Rusia nos va a invadir, que Rusia llegará a Holanda

Autor: admin

Profesor jubilado. Colaborador de El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales.

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